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 28/03/2018 - 18:32 Ι Clarin.

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Memoria.

El comienzo del horror


Un libro ahonda en el II Cuerpo de Ejército, donde los mecanismos del
terrorismo de Estado se aplicaron desde 1971.

Rosario, 1978. La historia del II Cuerpo se resigni ca al cumplirse, 42 años del golpe del 24/3/1976.Foto archivo del
Diario la tribuna, en el museo provincial “Julio Marc”

Osvaldo Aguirre

Desde el fin de la última dictadura, la participación de los militares en el


terrorismo de Estado conforma uno de los grandes temas en las
investigaciones sobre la historia argentina reciente. La bibliografía sobre
sus antecedentes es menos abundante, y se vuelve inexistente para
analizar aspectos como los modos de funcionamiento institucional, los
discursos que sostuvieron sus prácticas y sus contextos políticos. “No
solo no existía, sobre el período, ninguna historia de las Fuerzas
Armadas centrada en nuestra área de interés, sino que en términos
estrictos los estudios sobre el Ejército eran fragmentarios o se ocupaban
de dinámicas específicas”, dice Gabriela Águila en la introducción de
Territorio ocupado. La historia del Comando del II Cuerpo de Ejército en
Rosario (1960-1990).

El libro es el resultado de una investigación promovida por el Museo de


la Memoria de Rosario –cuya sede fue precisamente la del Comando del
II Cuerpo– y desarrollada por un grupo de historiadores y antropólogos
bajo la dirección de Águila. Los orígenes de la institución, sus estrategias
de inserción social y sus relaciones en el ámbito político antes y durante
la última dictadura y en el contexto de la transición democrática son
algunas de las cuestiones que aborda, con un conjunto de anexos que
ofrecen el detalle de las fuentes –muchas de ellas inéditas–, un glosario,
el listado de comandantes y la descripción de las unidades militares
comprendidas en el objeto de estudio.

Creado el 12 de diciembre de 1960, el II Cuerpo abarcaba los organismos


militares radicados en las provincias de Corrientes, Chaco, Entre Ríos,
Formosa, Misiones y Santa Fe. Sus orígenes están ligados a la
transformación doctrinaria de las Fuerzas Armadas orientada al control
interno y fueron a la vez una respuesta a la conflictividad social de la
región, plantean María Alicia Divinzenso y Marianela Scocco en el
capítulo inicial de Territorio ocupado. Apenas un mes antes, un grupo de
militares peronistas había tomado por asalto el Regimiento 11 de
Infantería, en la zona sur de Rosario.

La doctrina que sustentó la ley de defensa nacional del primer gobierno


peronista ya permitía la participación de las Fuerzas Armadas en temas
de competencia civil y de hecho fue aplicada en 1951 para reprimir una
huelga de los trabajadores ferroviarios. Divinzenso y Scocco siguen el
modo en que a partir de 1958, el año en que el presidente Arturo
Frondizi logró la aprobación del Plan Conintes, la doctrina de la
seguridad nacional introdujo nuevas hipótesis de conflicto y redefinió la
noción de enemigo para ubicarlo en la población civil.
El II Cuerpo de Ejército fue el ámbito donde los mecanismos del
terrorismo de Estado se aplicaron por primera vez, con la desaparición
del dirigente del PRT ERP Luis Pujals en 1971, y donde a la vez tuvieron
sus últimas manifestaciones, con el secuestro y asesinato de los
militantes peronistas Osvaldo Cambiaso y Eduardo Pereira Rossi, en
1983. En su análisis de las acciones represivas, Gabriela Águila pone el
foco en circunstancias menos conocidas que las violaciones a los
derechos humanos en la dictadura, como el secuestro y desaparición de
Ángel Brandazza (1972), militante de base al que los militares
confundieron con el dirigente Julio Roqué. La figura del general Juan
Carlos Sánchez, designado comandante en 1970 y ejecutado por un
comando del ERP y las FAR en abril de 1972, fue otro factor de
gravitación en las prácticas y el modo en que el Ejército entendió su
intervención en el conflicto social, extendido más allá de la restauración
democrática, como muestra Lucas Almada en su análisis del período
comprendido entre la Guerra de Malvinas y la última rebelión
carapintada. En mayo de 1971, en una exposición ante personal superior
de Rosario y Paraná, Alejandro Lanusse decía que su gobierno “no
tendrá límites para desarrollar las acciones que sean necesarias para
atacar y erradicar las acciones de tipo subversivo”. Desde entonces,
señala Águila, la represión combinó una faz visible, con la actuación de
distintos organismos y poderes del Estado, sujeta a leyes, decretos y
disposiciones judiciales, con circuitos ocultos, práctica de secuestros,
torturas y desapariciones e intervención de grupos paraestatales, a
partir del comando SAR, grupo de tareas integrado por agentes de
distintas fuerzas que fue denunciado en el caso Brandazza.

La constante confusión entre lo legal y lo ilegal, los reglamentos y los


crímenes, lo público y lo clandestino, queda a la vez expuesta en los usos
de la sede del II Cuerpo, que analiza Scocco en otro capítulo. En su sala
de operaciones se hacían eventos sociales y también los consejos de
guerra a detenidos-desaparecidos, ficciones sin valor jurídico. La acción
cívica del Ejército, abordada por Divinzenso, revela desde otra
perspectiva esa doble faz, al observar las tareas desarrolladas por el
Ejército y el modo en que proponía su misión social en relación con sus
concepciones doctrinarias, por lo que la población civil aparecía como
un objeto a cuidar –de la radicalización política– y también a vigilar.
Territorio ocupado abre un campo de investigación y ofrece
instrumentos para nuevas aproximaciones.

Un actor central de la violencia represiva

Entrevista con la historiadora Gabriela Águila

Doctora en Historia por la Universidad Nacional de Rosario, Gabriela


Águila es investigadora del Conicet y profesora de Historia
Latinoamericana y Europea contemporánea. Territorio ocupado se
inscribe en una línea de investigación dedicada a la última dictadura
militar y el ejercicio de la represión en la historia argentina reciente,
iniciada con su libro Dictadura, represión y sociedad en Rosario (2008).

–¿Cuál fue el contexto de creación del II Cuerpo de Ejército?

–Se inscribe en un marco general, de reestructuración organizativa del


Ejército, ya que ese fue el momento de creación de los cinco cuerpos, y es
también reflejo de los cambios doctrinarios e ideológicos que se
verificaron entre fines de los años 50 y principios de los 60 en las FF.AA.
argentinas. Además no puede desvincularse del contexto que se abre con
el derrocamiento del peronismo en 1955, un momento marcado por la
inestabilidad política, la intervención de las FF.AA. en el escenario
político y la conflictividad social.

–Al margen del conflicto político, ¿cómo se relacionó el Ejército con


la sociedad civil?

–Uno de los objetivos del libro fue mostrar los fluidos contactos que el
Comando del II Cuerpo tuvo con la sociedad rosarina desde el momento
de su creación y al menos hasta el final de la última dictadura militar. En
términos generales, desde los años 60, las FF.AA. incluyeron en sus
reglamentos estrategias y operaciones dirigidas hacia la población. La
renovación doctrinaria y reglamentaria de seguridad nacional, que
enfatizaba la lucha contra el “enemigo interno” o contra la acción
“revolucionaria o subversiva”, incorporaba no sólo nuevos métodos de
lucha contrainsurgente, sino acciones y dispositivos para influir sobre el
comportamiento de los civiles. El Ejército estableció entonces una red de
relaciones con distintos sectores, instituciones y personas de la sociedad
civil, que le proporcionaron visibilidad y presencia social a lo largo de
décadas, y esas estrategias fueron centrales para recibir apoyos o
consensos sociales. Por otro lado, fueron la contracara o el correlato de
la actividad represiva desplegada en esas décadas.

–¿Qué revela la historia del II Cuerpo respecto de la historia reciente


en la Argentina?

–La historia del II Cuerpo permite cubrir un vacío de conocimiento sobre


la actuación del Ejército en Rosario, y a la vez, se inscribe en la
renovación de los estudios sobre el pasado reciente argentino y en
particular sobre la actuación de las agencias represivas estatales antes y
durante la última dictadura militar. Creemos que el libro ilumina
aspectos de la historia reciente a través del estudio de un actor central en
la segunda mitad del siglo XX, cuya importancia se magnifica por el
despliegue en los años 70 de una violencia represiva inédita en su escala
y su magnitud, que tuvo a Rosario como uno de sus epicentros. Y lo
entendemos como una contribución a una memoria más densa y
compleja de la historia del presente en una dimensión regional, en tanto
se trata de una investigación sobre problemas y procesos centrales por
fuera de las simplificaciones, los estereotipos y las imágenes y memorias
cristalizadas.

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