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 05/04/2018 - 12:01 Ι Clarin.

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Narrativa

Divagar sobre los días no


olvidados
En Los lugares Elvio E. Gandolfo ofrece relatos de gran originalidad, a
partir de paseos por Belgrano, Frankfurt y Montevideo. 

Gandolfo. Es el autor, entre muchos otros, de "Mi mundo privado" y "El libro de los géneros recargado"

Mauro Libertella

Hace unos años Hebe Uhart publicó un libro de cuentos que se llamaba
Un día cualquiera. Era eso: un intento por narrar lo en apariencia
intrascendente de una jornada típica de una persona cualquiera (ella).
Un poco antes Jerry Seinfeld había escrito la sit-com más popular de los
años noventa sobre una consigna similar. “Un show sobre nada”, lo
definió, en su búsqueda por condensar en 25 minutos la rutina flotante
de un comediante con sus amigos. Todavía más atrás John Lennon
escribió la canción más importante de los Beatles y la tituló “Un día en la
vida”. El nuevo libro de Elvio E. Gandolfo, Los lugares, es el eslabón más
reciente de esa genealogía de “lo menor”, en el sentido en que Deleuze y
Guattari pensaban los textos de Kafka: una literatura de lo pequeño que
opera como un caballo de Troya en el corazón de una tradición
importante.

Dividido en tres bloques de similar longitud, Los lugares se deja leer


como los estados de ánimo de un hombre que camina. En el primer texto
es alguien solo que anda por Belgrano en busca de un libro de Peter
Handke que compró por Mercado Libre. Con algunos destellos oníricos,
producidos sobre todo por la recurrente desorientación del narrador,
que nunca puede dar con las calles que está buscando, ese primer relato
compone la parábola de una pequeña epifanía. El hombre sale a buscar
algo que no sabe muy bien qué es (¿un libro?, ¿un paseo?, ¿una
experiencia?) y finalmente encuentra, en la recomposición posterior de
todas las “cositas” que vivió ese día, como un detective que reconstruye
hacia atrás la escena de un crimen, el sentido secreto de un día
particularmente inolvidable.

Es “el misterio de los días no olvidados”, según él mismo define a esas


jornadas que se han clavado en la memoria emocional como una estaca.
La respuesta que parece darnos el relato es esa: los días inolvidables son
el producto de un estado de ánimo. El lugar no importa (Belgrano, un
barrio estándar de la burguesía porteña); el motivo no importa (buscar
un libro): todo se juega en la predisposición del espíritu, que muchas
veces se reconoce a posteriori.

El segundo de los textos sucede en Frankfurt, en el año 2010, cuando


Argentina fue país invitado en la Feria del Libro más grande del mundo.
De nuevo, el narrador Gandolfo es un caballo de Troya: un cultor de la
literatura de género, medio argentino medio uruguayo, escondido en la
inmensidad de un evento canónico de la industria del libro, que se
escapa de la comitiva para errar por las calles de esa ciudad alemana, de
nuevo en busca de algo indefinido. Podría ser un deambular, un
vagabundeo, incluso un ejercicio de flâneur, pero el propio libro ofrece
la palabra comodín para leerlo: divagaciones. Siempre decimos que
forma y contenido van juntos, que se determinan mutuamente. Acá lo
podemos ver: las divagaciones son al mismo tiempo un modo de caminar
y un modo de dejar que los pensamientos se ramifiquen al ritmo de los
pasos. Ese es el mecanismo de funcionamiento del libro: el que escribe
piensa porque camina.

El último texto, “Ciudad vieja”, es el más melancólico y sentimental. El


más uruguayo, se diría. El personaje se reencuentra con una ex novia y
pasean juntos por el centro histórico de Montevideo. El reencuentro lo
empuja a él a volver a pensarlo todo, las decisiones tomadas, la fatalidad
del camino elegido (como en una caminata más larga, esta vez: la de toda
una vida).

El gran hallazgo formal del conjunto está en la alternancia de las


personas gramaticales: “Belgrano” está escrito en primera del singular,
“Frankfurt” en segunda (decisión temeraria si las hay, de la que Gandolfo
sale indemne) y “Ciudad vieja” en tercera. Primera, segunda y tercera
podrían ser, también, velocidades de un auto que se mueve. De eso se
trata, al final: de qué tan rápido nos movemos y qué es lo que vemos en
el camino.

Los lugares, Elvio E. Gandolfo. Blatt & Ríos, 167 págs.

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