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9 de julio de 2017
Ilustración: Ana Laura Pérez
"L os libros de ella, al no estar pegados a una moda de la época y al haber seguido
siempre un estilo personal, son libros que están vivos": Pedro Mairal escribió sobre Sara
Gallardo esta frase que aparece citada a modo de recomendación en la edición de Fiordo
de Pantalones azules. Dos libros publicados con sólo unos meses de diferencia, El hada
que no invitaron. Poesía reunida de Estela Figueroa (Bajo la Luna, que ya había
publicado La mitad de la verdad, la poesía reunida de Irene Gruss) y El otro lado de las
cosas. La poesía como restauración de una voz en la obra de Diana Bellessi (Blatt &
Ríos), de Natalia Romero, hacen pensar en esa relación nombrada como al pasar por
Mairal entre el carácter marginal o intruso de un autor y la capacidad de su obra de
superar el paso del tiempo, como obra viva y no como museo.
María Moreno, que ha escrito en varias ocasiones sobre qué significa ser escritora y
mujer en un mundo que todavía piensa esa figura en términos de rareza y excepción,
también insiste sobre la necesidad de desnaturalizar ciertas clasificaciones: "Quizás
deberíamos acordar no responder a la pregunta por 'las escritoras'", dice. "Todos leemos
parcelando y haciendo series de acuerdo con los efectos inconscientes de los
suplementos literarios y sus abrevaderos en el mercado. Y la parcelación suele ser entre
otras por generaciones. No se nombra a Selva Almada junto a Hebe Uhart o a Matilde
Sánchez con Gabriela Cabezón Cámara, ni se nombra a mujeres con varones. A pesar de
la revalorización de la crónica no se nombra a Cristian Alarcón o a Martín Caparrós
junto con Daniel Guebel o Sergio Bizzio. No se junta a best sellers con escritores
estabilizados por la crítica académica. Alguna vez Ricardo Piglia, como una bendición de
padrino, dijo que yo era el mejor escritor argentino, y como el campo intelectual suele
ser cholulo, esa frase me abrió bastantes puertas. Pero esa frase era sobre todo
estratégica para desalojar a sus probables rivales en ese puesto. No digo que mintiera y
no lo pensara desde su habitual generosidad, pero en la frase hay que atender a quienes
no nombra. Si sos mujer se te lee siempre a título de excepción, de lugar para negociar
antagonismos, desde una misoginia positiva o desde una bendición patriarcal. Y en esa
forma de leer participan también las mujeres, son consensuadas", dice Moreno.
Irrumpir en la escritura
El primero es el de la escritura femenina, de la filósofa feminista Hélène Cixous. Lo
interesante de esta idea es que habla de escritura y no de "literatura femenina": de esta
manera, no hay una generalización o un encasillamiento de la literatura producida por
mujeres, sino que la atención está puesta en el acto de apropiación y la toma de posición
que implica ser mujer y escribir, irrumpir en la escritura. Esa apropiación, que es una
reapropiación ("el poema busca restaurar la voz en el jardín", dice Bellessi), no tiene por
qué ser grandilocuente ni mucho menos tener un contenido político explícito; todo lo
contrario. Bellessi, como Figueroa en su poema, habla de la pequeña voz de la poesía y
contrapone la poética al discurso: son dos cosas diferentes, e incluso llega a afirmar que
"toda ideología mata al poema". La politicidad está en el acto de tomar la palabra, en esa
restauración de lo que había sido silenciado.