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Memorias de Adriano

La vida del emperador Elio Adriano pasa ante nuestros ojos en una carta a su joven sucesor, Marco Aurelio,
dividida en seis capítulos, cuyos títulos están en latín y reflejan el ánimo y la progresión del pensamiento del
moribundo mandatario para compartir sus descubrimientos sobre el gobierno y la naturaleza del ser humano
con el lector.
Animula Vagula Blandula (Agradable alma errante):
El remitente de la carta, el emperador Adriano, empieza a dirigirse a su pariente y sucesor Marco Aurelio
indicándole que está grave y moribundo a causa de hidropesía al corazón, siendo atendido por un joven médico
llamado Iollas y el viejo Hermógenes, quien le conoce desde hace treinta años atrás. Pero el anciano galeno
acaba de llegar de Asia en busca de plantas medicinales. En este relato en primera persona al príncipe de 17
años de edad, jamás reniega de su vida, sino más bien busca patentarla como legado para este adolescente,
contando cada uno de sus placeres, empezando por la variada y agitada caza de ciervos en Etruria y Tíbur,
jabalís, recorre Capadocia y Bitinia, mata leones en Mauritania. Estos asesinatos de animales le contuvieron de
matar a sus enemigos políticos por mucho tiempo. Le dice también que está postrado y ya no puede montar
solo, sino con ayuda de su oficial Celer y recuerda a su mejor caballo, Borístenes. En estas condiciones de salud,
tampoco puede practicar la natación. Es bañado por su esclavo Euforión.
Se describe sobrio en la comida, aficionado a las carnes, pues probó faisán con jamón preparado por su cocinero
Lucio, dieta de ajo y cebada en Asia y comió en tabernas de Egina o de Falera. Siente el vino cálido y ardiente, el
agua pura e insípida. También habla de filósofos dedicados al ayuno, especialmente los cínicos y moralistas que
consideran el amor voluptuoso un goce grosero. Pasa a describir el sexo como un juego de fuerza y delirio del
cuerpo, que gracias al movimiento nos pone en presencia del otro y la razón participa pues el conocimiento
humano se guía por el erotismo. Contrasta a la seducción como un arte, pero que conlleva los riesgos de
adulación y la mentira.
Adriano gusta del sueño reparador, lo entiende en un sentido místico de muerte y resurrección, un proceso de
transformaciones. Recomienda a este joven el estudio y la evaluación de sí mismo, observar a los hombres y leer
libros de historia, poesía y narración. Le habla incluso de un informe de los asuntos de estado, supervisado por
su secretario Flegón. Advierte que la realidad no está en los libros, porque no puede caber entera.
Confiesa que amó el arte sin ser artista, no se abrumó por sus propios crímenes y su vida osciló entre varias
posiciones extremas, pues nunca su existencia estuvo en el justo medio. Sabe que mediante sus acciones él se
graba en la memoria de los hombres y en la suya propia. Cuenta que cuando no le bastó la razón recurrió a la
magia y lo oculto en las aves y los astros.
Varius Multiplex Multiformis (Colector de Varias y complejas formas):
Adriano presenta los recuerdos de su abuelo marulino, un español matemático, astrólogo, campesino y semi
científico, aficionado a los reptiles, quien murió cuando el protagonista tenía 12 años de edad, momento en que
su tutor lo envía a Roma, dejando de vivir con su madre. Su padre desconocía a los escritores españoles Seneca y
Lucano, mientras su hermana Paulina se casó joven con un viejo. En su formación de retórica estudió a Jerjes,
Temístocles, Octavio y Marco Antonio. Aprendió griego a temprana edad y Scauro le djo que sería un poeta
mediocre. Aquí vincula a los idiomas antiguos con el carácter de sus pueblos, considera el hebreo lengua de
sectarios que han descuidado lo humano para atender a su Dios; el Latín, la lengua de la administración del
imperio, y el griego, el idioma en que él ha vivido y pensado.
A los 16 años es enviado a Atenas por su tutor Acilio Atiano para ser alumno del sofista Iseo y estudiar un curso
de medicina con Lestiquidas. Era la época de gloria de su primo Trajano en el Rin. En el tribunal, su colega
Neracio Prisco le instruye en derecho, por otro lado tomó lecciones de elocución de actores para superar su
acento provinciano. Se aficiona al helenismo, admira la ciencia de Eratóstenes por calcular la longitud de la
tierra; es amante de varias esposas de senadores con lo que accede a secretos políticos y de un joven mimo. Él
se siente más libre y sumiso que la mayoría de los hombres. Empieza campañas en territorios helados con un
guía caucásico Asaar. Sufre la muerte de sus caballos a manos del esclavo de su cuñado, forzándose a llegar a
Colonia a pie. Su primo, el emperador Trajano, 24 años mayor que él le encarga la primera expedición a los
dacios, pelea contra los sármatas y toma Sarmizegetusa, proeza que le vale que el gobernante le calce el anillo
de diamantes de Nerva, nombrándolo tácitamente su sucesor. Se casó a los 28 años con Sabina, usó barba para
ocultar una cicatriz en el mentón y lucir como los filósofos griegos
Cuenta que a los 30 años siguió el culto de Mitra, de Asia, de exigencia ascética, obsesionado con la muerte.
Compara a las patricias con diosas, distintas a las hembras bárbaras y a las campesinas romanas. Sabe que las
funciones del coliseo son un dispendio de dinero, pues capturan 12000 fieras para el espectáculo. Casó a
veteranos de guerra con mujeres de territorios anexados, tuvo aliados sármatas y encaró a su más fiero enemigo
el romano árabe Lucio Quieto, sublevado en Asia y extremadamente cruel con los vencidos. En ese tiempo
Adriano sigue el culto de Delfos, recibe apoyo de la emperatriz Plotina y es nombrado gobernador de Siria.
Revela que Trajano permitió una matanza de cristianos en Antioquía y que tenía orgías en el cuartel con jóvenes
hermosos, cuando este emperador enferma, se demora mucho en nombrarlo su sucesor, antes lo designa
comandante en jefe, y cuando recibe la sucesión, sus enemigos calumnian negando legitimidad al
nombramiento.
Tellus Stabilita (Más estable):
Adriano encuentra el imperio desgastado por las rebeliones y suspende la conquista a Armenia y Mesopotamia;
Quieto se subleva en Mauritania, los caledonios en Bretaña. Para la pacificación cuenta con Atiano, quien hace
matar a Celso en Bayas, Palma en Terracina, mientras Quieto muere en la ruta. En este tiempo conoce a Lucio
Ceyonio de 18 años de edad, hijo de Ceyonio Cómodo, quien será su primer efebo. Ve la necesidad de reformar
Roma, adaptarla a sus colonias, humanizar las leyes, realizar reformas agrarias a favor del agricultor, luego funda
Plotinópolis en honor a Plotina, siempre inspirado por el arte griego que pudo buscar la perfección humana,
mostrando la fuerza latente en un cuerpo inmóvil y hacer de la frente lisa, símbolo de pensamiento profundo,
mientras el arte romano no es idealista sino realista, sin ocultar los defectos del modelo, como crónicas.
Se hace amigo del sátrapa Osroes, quien en su corte invitaba a brahamanes sabios de la india, uno de los cuales,
maestro de iniciados se quema vivo frente a sus discípulos sin gritar y ellos sin conmoverse. Adriano reflexiona
sobre su condición humana, se siente dios en su humanidad, tuvo su propio santuario en Vologeso, luego se
inicia en la secta de Eleusis. Consulta a astrólogos y admira a Hiparco de Alejandría por su cálculo de los
equinoccios, lo que lo mueve a construir un observatorio privado en la Villa imperial.
Saeculum aureum (Edad de oro):
Esta sección de la novela describe la etapa de mayor felicidad del emperador Adriano, porque conoce al
bellísimo adolescente Antinóo en Bitinia, Asia Menor. Este joven había nacido en Claudiopólis, era alegre,
confiado, indolente. Acompaña al maduro emperador por mares, florestras, visitan la tumba de Epaminondas, el
templo de Narciso para sacrificar una osezna, también el niño empieza a tocar instrumentos de cuerda. Se hacen
amigos de filósofos en Atenas, Adriano de Demonax y Antinóo de Chabrias. Es en estas lecciones trascendentes
donde el efebo empieza a desarrollar miedo a la muerte. Cuando muere Plotina, la genealogía imperial convierte
a Adriano en hijo de ésta y Trajano, en tanto nieto de Nerva. Se siente Zeus en compañía de Hermes, por la
presencia del jovencito, incluso consagran un pitón de la india al santuario griego de Zeus. El chiquillo se siente
asqueado por una cortesana, discute a menudo con Adriano y este llega a abofetearlo.
En Samotracia se inician ambos en la secta de Cabires, propensa a las orgías, se alojan en Palma donde el
comerciante árabe Meles Agripa, luego inician en Mitra a Antinóo con aspersión de sangre; Adriano asqueado le
prohíbe entrar al santuario de este dios. También intenta fundar templos paganos en Jerusalén, pero encuentra
la resistencia del pueblo. Cuando matan un león en África, cuentan con el poeta Páncrates para que les dedique
un poema que recuerde el evento. Esa cacería fue peligrosa para ellos, porque si bien Antinóo hirío primero al
animal con dos lanzas, la fiera se levantó para atacarlo, siendo necesario que intervenga Adriano para matarle
con su espada.
Frecuentan varias sesiones de espiritismo con el médico Sátiro y ante Chabrias ocurre la insólita muerte de un
verdugo y una víctima por un rayo. Pronto se reúnen con el bello Lucio de 26 años y el emperador pasea con sus
dos efebos, se queda en la barca de Lucio y al día siguiente Antinóo se suicida ahogándose en un río. Chabrias
descubre una estrella en la constelación del águila que dedica al muchacho bitinio, embalsaman el cuerpo y le
dedican culto de dios, enterrado dentro de un sarcófago en una cueva usada como sepulcro egipcio.
En tanto obras de gobierno, Adriano convence a Arriano para recopilar las obras del filósofo Epitecto, quien
agonizaba. También dialoga con Akiba el sacerdote del Sanedrí judío en Jerusalén. Como anécdota más oscura
de los cultos paganos, relata cómo una maga les inició con Antinóo en el culto de Canope, demandando el
sacrificio de un animal querido, y el muchacho ofrece su halcón, regalo a Adriano del rey Osroes. Al moribundo
gobernante le duele la corrupción de la población de la ciudad de Antinoé, en honor a su favorito; por su lado,
Lucio vuelve a Roma donde su esposa le ha dado un hijo.
Disciplina Augusta:
Adriano viaja a Grecia, de Tracia pasa a Adrinópolis, donde dona tierras a los veteranos de las guerras dacias y
sármatas. Se aloja donde Arriano, también iniciado en Eleusis. Consigue que una sacerdotisa de esa secta le
ayude a establecer el culto a Antinóo. Se dedica a recuperar trabajos literarios, encargando a Flegón escribir
unas crónicas llamadas Olimpíadas que continúan las de Jenofonte; planea que se enseñe a Hesiodo y Ennio a
los escolares; promueve el teatro y la danza, se aficiona a una bailarina. Le gusta el poeta Antímaco, quien había
llorado a su esposa Lydyé; recopila su propia obra poética; destierra al poeta Juvenal por insultar al bello Paris, el
lujo y los placeres de Roma.
Tiene entendimiento con el obispo cristiano, quien le envía una apología del Cristianismo, al que considera
secta, sin embargo llama a Jesús “joven sabio”y dice que sus seguidores lo comparan a Orfeo, pero considera el
mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo muy difícil de cumplir por el vulgo egoísta y por el sabio,
quien está lejos de amarse a sí mismo.
Está atento a la disputa entre judíos zelotes y persas, ve a los judíos fanáticos y quiere que haya libre culto en
Jerusalén, porque tiene el precedente de un sacerdote del Sanedrín que dejó morir a su sobrino por negarse a
recibir la ayuda de un cirujano griego. Vuelve a guerrear pero se enferma de tos maligna. En estas circunstancias,
Severo le ayuda a reconquistar Israel, de Judea pasa a Sidón, recomienda a su oficial Celer a Marco Aurelio.
Tiene problemas con la rebelión de Simeón en un tiempo en que empeora la salud del emperador, quien se
fatiga incluso estando sentado. Una hemorragia nasal casi lo mata, cerca a esta contingencia, su oficial Rufo
manda ejecutar a Akita y nueve doctores de la ley, todos ellos agitadores. Se resuelve a disolver Judea, a la que
llama Palestina ocasionando que los judíos migren a Alejandría, Antioquía o Pérgamo.
Se proyecta a futuro y ve épocas más duras y la de Roma será considerada una era de oro. En sus aposentos
tiene la ayuda del hermoso y joven esclavo Diotimo, instruido en literatura para leerle poemas mientras le sirve
vino y ofrece incienso a su Genio. Luego se encuentra sin sucesor, piensa primero en Marco Turbio pero tenía su
misma edad, era viejo. Se decide a adoptar a su primer efebo Lucio de treinta años y él toma el nombre de Elio
César, dispone que sea su sucesor y lo nombra cónsul.
La emperatriz Sabina muere en el Palatino, resentida con Adriano por haberla tenido abandonada. Este evento
motiva a su cuñado Severo a planear la muerte de Adriano y Lucio, pero logran hacerlo detener y matar a los 90
años de edad. También ejecuta a su opositor Apolodoro, quien no veía con buenos ojos que traiga a Roma
estatuas griegas. Lucio era reticente a viajar a climas bárbaros, accede pero coge un enfriamiento y al reponerse
algo regresa a Itálica y lo instalan en la Villa de Cicerón. Estaba enfermo de tisis, muere en año nuevo.
Relata que conoció al recién nacido Marco Aurelio, cuando se llamaba Annio Vero en su aldea española, a sus
cinco años de edad lo lleva al Tíber a ver sacrificar a un cerdo, encarga su instrucción a gente de confianza y lo
adopta como nieto. Cuando nombra a este joven su sucesor, hace que su padre, Antonino adopte al hijo de
Lucio, de 5 años, para que sean hermanos legalmente y cogobiernen. Estas disposiciones son dictadas por el
gobernante enfermo, en litera, fatigándose al hablar. Con todo ello se siente bien consigo mismo.
Patientiae (Paciencia):
Arriano escribe una carta a Adriano para informarle que circunnavega el Ponto Euximio y llega a Sinope. Este
oficial es un buen trabajador. Esos días el emperador se identifica con Aquiles por haber amado a Patroclo.
Piensa varias veces en el suicidio mirando su daga, pero desiste por hallarse muy débil para matarse con
efectividad. En un momento habla con su montero mayor, Mástor un sármata rubio, para que lo mate con la
espada, pero el servidor huye aterrado. Después trata de corromper al joven Iollas para que lo envenene,
ofreciéndole dádivas, a lo que el médico se niega hasta que cansado de tanta insistencia le ofrece traer una
pócima, se demora mucho y se suicida en su laboratorio.
Adriano recuerda la aldea Borístines, fundada en Tracia en honor a su caballo, y se entera que en varias
municipalidades abusaban de los trabajos forzados exigiéndolos a la población. En ese tiempo recuerda que
algunos enfermos le creían Esculapio, capaz de curarlos milagrosamente, y contrasta aquella ilusión con su
actual abatimiento. Pensando en su entorno rodeado de dioses, compara a Antinóo con Hermes guardían del
umbral de la muerte, y se complace en el hecho de haber visto la moneda que lucía el perfil de quince años de
edad de su efebo, como amuleto de recién nacidos. Presenta por momentos sensaciones de estar siendo tocado
por su bienamado, como un extraño calor en su cuerpo acabado.
Aprende la paciencia digna del emperador para recibir la muerte, pues se ha arrepentido de la muerte de Iollas y
del sufrimiento de Mástor. Tiene pesadillas donde ve al león que mató con Antinóo atarcarlo y vencerlo, a su
padre enfermo, como un recuerdo distante. Piensa en un presagio significativo, algo que pudo ponerlo en el rol
de la víctima, al quedar su cabeza descubierta cuando él iba a sacrificar un animal.
Cree que en el futuro, el obispo Cristiano o el pastóforo de Mitra reemplazar-a el sumo pontífice de la religión
romana, hecho que lamenta. Dispone que lo incineren después de morir a los 62 años de edad. Solo espera al
final, estar atento a la escena de su muerte y habla a su mínima alma, tierna y flotante para agradecerle haber
animado su existencia.

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