Sei sulla pagina 1di 6

Genie, la niña salvaje atada a una silla 11 años

Hasta hace pocas décadas, muchos psiquiatras aún


ignoraban las consecuencias que se producen en el
cerebro de las personas que son rechazadas,
especialmente cuando sucede en edades muy
tempranas. Fueron los casos de niños y niñas
encerrados o confinados a espacios minúsculos
descubiertos por la policía, los que permitieron evaluar
el daño que provoca dicho aislamiento.
Uno de los casos más conocidos fue la historia
de " Genie ", una niña maltratada desde finales de los
años cincuenta hasta 1970 por Clark Wiley, su padre,
cuando era una bebé de 22 meses de edad. Clark era
un hombre criado en varios orfanatos y familias de
adopción. Ya de adulto, fue soldado en la II Guerra
Mundial. Era agresivo, odiaba los ruidos, y a los niños
también. Aún así, se casó con Irene Oglesby, una
inmigrante muy humilde y sin educación. Pero todo se
volvió más terrorífico el día que un conductor borracho
atropelló a su última madre adoptiva.
A pesar de su odio, los niños llegaron inevitablemente.
Su mujer se quedó embarazada cuatro veces. El
primero de los niños, una bebé, fue abandonada en el
garaje, muriendo a las pocas horas. El segundo
falleció por complicaciones en el parto. Luego nació
Jhon y cinco años después la desgraciada Genie, a
quien ni siquiera pusieron nombre. A los 22 meses, su
padre la ató con una camisa de fuerza en su
habitación y también amarró con unas cuerdas a una
silla con orinal.
Genie tan solo podía ver el cielo y una parte de la
casa de los vecinos a través de una pequeña ventana.
La casa entera estaba blindada con chapas de metal y
la luz era escasa. Su propio padre la alimentaba y
tenía prohibido emitir cualquier tipo de sonido. Si lo
hacía, era golpeada brutalmente como castigo. Para
dormir, la acostaba metida en una jaula de alambre.
Su madre y su hermano también tenían prohibido salir
de la casa pero estaban igualmente anulados y
aterrados por aquella bestia humana que se paseaba
por la casa con la pistola en la mano para intimidarles.
Esta fue la vida de Genie durante once años
aproximadamente. Una vida de privación sensorial y
aislamiento social.

El caso fue descubierto porque su madre, quien ciega


por cataratas, un día acudió a pedir ayuda al hospital.
Entonces comenzaron las sospechas y dudas sobre el
lugar donde vivía la misteriosa familia. Acudió una
asistenta social que destapó el secreto y puso el caso
en manos de la policía. Cuando los encontraron,
Genie no podía hablar y caminaba como un animal a
cuatro patas. Miraba puntos imaginarios en el espacio,
como si estuviera ausente. Sufría malnutrición y era
muy baja para su edad. Los policías pensaron que
tenía unos seis años y no trece como era realmente.
Al comprobar que no podía hablar pensaron que era
una niña con autismo de seis años.

Ambos padres fueron acusados de maltrato y abuso


infantil, pero el miserable de Wiley se suicidó
pegándose un tiro y dejando una nota que decía: "El
mundo nunca lo entenderá". Irene quedó libre de
cargos, ya que el juez entendió que ella también era
una víctima, pero sí le retiraron la custodia de sus
hijos. Desapareció y nunca más se ha sabido de ella.
Con su hermano John sí pudieron hablar algunos
expertos y decribió la casa como un verdadero
campamento militar.

En un primer momento, Genie quedó a cargo de un


equipo de médicos y psiquiatras que la usaron para
fines científicos. Se trataba de una época en la que
había mucho interés sobre qué aspectos de nuestro
comportamiento eran innatos o aprendidos. También
se estaba investigando el origen y desarrollo del
lenguaje en nuestra especie, con lo que
inevitablemente se convirtió en una rata de
laboratorio.
Los científicos determinaron que Genie sufría un
retraso mental grave, problemas de aprendizaje,
memoria y deficiencias psicomotrices. En pocos
meses aprendió varias docenas palabras, aunque su
uso era muy limitado. Algunas hacían referencia a
colores como "naranja" u otras a "madre" o a verbos
como "ir". La gran dificultad se encontraba en la
gramática, la cual no pudo adquirir.
Este hecho reforzó las teorías sobre la existencia de
periodos sensibles o críticos en los mamíferos y otros
animales. Son etapas de la vida durante las cuales
debemos recibir estímulos para desarrollar una
capacidad concreta, como es el caso del lenguaje
hablado que usamos los humanos.
Pero existen otros periodos sensibles más difíciles de
identificar y los cuales son compartidos con otros
animales, como por ejemplo la capacidad de
relacionarse o de encontrar placer cuando
interaccionamos con congéneres. El dramático caso
de Budi, un bebé de orangután de un año de edad,
que fue rescatado del interior de una jaula para
gallinas en Indonesia así lo demuestra. Tras el
rechazo sufrido durante tantos meses, Budi estaba
muy enfermo.
El pequeño orangután presentaba signos severos de
malnutrición y deterioros en el desarrollo. Entonces
fue trasladado a la asociación International Animal
Rescue. Karmele Sánchez, veterinaria española que
dirige el proyecto, declaró cuando le rescataron: "No
podemos siquiera imaginar cuánto dolor ha sufrido
este pequeño bebé. Sus ojos se llenan de lágrimas
cada vez que los doctores le mueven o le tocan para
curarle". Como ocurre con niños que han sido atados
y nunca les acariciaron, el solo hecho de que sean
tocados les produce dolor. Budi se recupera poco a
poco en el centro y ha comenzado a interacciones con
otras crías de orangután.
Genie es considerada una niña salvaje pero a
diferencia de otros casos de niños que crecieron con
animales, la vida de esta pequeña fue completamente
diferente. Los que han podido contarnos sus
experiencias creciendo con animales, cuentan haber
sido muy felices a pesar del abandono y el rechazo
inicial. Otros mamíferos supieron darles lo que
nosotros no.
Porque lo más importante para el ser humano y
demás animales sociales es estar acompañado de
otros, relacionarse, compartir, ser estimulados e
interaccionar. Sin estos elemento estamos perdidos y
nuestra supervivencia corre grave peligro.
En lo que se refiere a Genie, en la actualidad tiene 61
años. Está viva pero nadie sabe dónde está. Varios
medios de comunicación han tratado de saber su
paradero pero la institución donde vive lo mantiene en
secreto para que no vuelvan a experimentar con ella y
pueda tener una vida lo más normal posible. Susan
Curtiss, lingüista que le puso el nombre de Genie, dice
que le puso ese nombre porque le gustaría que
cuando pensemos en ella, recordemos a los genios
que están encerrados, esperando a salir de sus
lámparas mágicas.

Artículo El Mundo:
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/yomono/2017/0
7/08/genie-la-nina-salvaje-atada-a-una-silla.html

Potrebbero piacerti anche