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aulas, manifiesta dos anomalías: la primera, dicho sistema carece de una transparencia
metodológica, es decir, relega las responsabilidades de su objeto de estudio a otras disciplinas como
la historia, la filología, la crítica literaria evadiendo las formulaciones especulativas que incitan a
averiguar la verdadera naturaleza de este hecho verbal entre las distintas manifestaciones lingüísticas
paradigma es incongruente debido a que un docente presenta al quinto arte como una entidad
objetiva, interpersonal, ateórica, inmutable ante los ojos de sus alumnos, sin la mínima reflexión
sobre los preceptos, técnicas, concepciones, escuelas que deslindan a la literatura. En consecuencia,
dichas irregularidades obligan al estudiante a asumir que “la literatura se reduce a aquello que
escriben los autores recogidos en una lista de lecturas obligatorias normalmente confeccionada
mediante criterios que desconoce y que no está en posición de rebatir” (Álvarez, 2004: 15). Por lo
anterior, en el trabajo siguiente emplearé una herramienta que facilite “deshacer lo que uno creía
saber, mediante un combate de premisas y postulados” (Culler, 2000: 28) con la finalidad de hallar
las posibles propiedades inherentes de la María Egipciaca, las cuales propiciarían la consolidación
Aunque la teoría de la literatura como Álvarez (2004) sugiere “es un instrumento que estructura
e impone límites en lo que de otra forma no sería más que un continuo indiferenciado de textos” (p.
39), también es un artilugio inventado por algún grupo o cierto especialista a partir de las
inclinaciones, preferencias, ideas que adquirieron por la influencia de la época histórica, la estructura
social y política, las normas culturales que les tocó apreciar (o repudiar); lo cual implica que las
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observaciones teóricas que expusieron sólo sean aceptadas por sus contemporáneos o las personas
que compartan la misma visión del mundo: un individuo, una teoría. Sin embargo, nadie puede negar
el valor de este artefacto frente al problema de la definición de la literatura pues, aunque sea
imposible dominarla en su totalidad y cuestione tanto las ideas de sentido común de cualquier
materia como los principios que la constituyen, abre un camino sinuoso, poco cómodo, en algunos
puntos incierto hasta el hartazgo, pero que anima a no permanecer en el punto de partida, ya que
como Culler (2000) señala “contamos con nuevas maneras de reflexionar sobre lo que leemos, con
preguntas nuevas y con una idea más ajustada de qué implicaciones tienen las preguntas que
hacemos a los libros que leemos” (p. 28). Entonces, por lo expuesto hasta aquí y porque es más
fructífero analizar el proceso que convirtió a la Vida, texto hagiográfico por excelencia, en una
partícula nuclear de las asignaturas de literatura medieval que un estudio basado en el historicismo
filológico; dividiré este ensayo en tres secciones: en la primera, abordaré el aspecto estético de esta
obra tratándolo como lo hizo Kant: un ente sin finalidad práctica inmediata; en la segunda, evaluaré
literario; en la última, expondré la clasificación arbitraria que sufrió este texto desde la perspectiva
Lo estético
En nuestra sociedad se suele aceptar indiscutiblemente que la literatura está subordinada, en mayor
o menor medida, a las normas que rigen y caracterizan al arte, no obstante, aquella relación, en
apariencia evidente, necesita examinarse a profundidad pues pareciera que cualquier empresa
inspirada en las obras clásicas como El Quijote, El Aleph, La Vida o que transgrediera las
convenciones impuestas por ellas, las cuales son admitidas y difundidas por los árbitros de la cultura,
preocupación por encontrar un concepto que posea una unidad estructural en armonía con su unidad
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funcional capaz de elucidar el comportamiento de esta última entidad indicada; estimuló al filósofo
español Adolfo Sánchez Vázquez a descubrir cuatro rasgos esenciales de dicha actividad creadora
estilos, y de nuevos productos artísticos, únicos e irrepetibles-” (Sánchez, 1968: 26); además, esta
cualidad está en consonancia con la capacidad productiva de la experiencia estética, la cual, al contar
de “conferir su expresión integra [mediante el lenguaje] a todo lo que permanece mudo, reprimido
o desconocido por culpa de las exigencias y convenciones de la existencia diaria” (Jauss, 1986: 40);
de tal modo, este autor logró producir su obra, a partir tanto de la representación de un universo
diegético, de la percepción sutil de lo nuevo como del reconocimiento de las experiencias olvidadas,
que recibimos de nuestro entorno, en las letras de este escritor, las cuales narran la infausta
humana), y proceso práctico de transformación y -por tanto-, de humanización de una materia dada.”
(p. 26), por lo tanto, en los versos siguientes el demiurgo no presenta una simple mescolanza de
exterioriza los valores inherentes del ser humano al convertir ciertas palabras (materia), que en algún
otro ámbito desempeñan una función específica, en una huella indeleble, un testimonio legítimo de
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Además, dicha característica está basada, en mayor o menor grado, en dos concepciones que
Immanuel Kant propuso sobre el objeto estético según las cuales, dicho ente, “ilustra la posibilidad
y contenido espiritual (Ideas).” (Culler, 2000: 45), y carece de una finalidad práctica inmediata, es
decir, La Vida, aunque en el contexto histórico, político, social de la Edad Media que habitó, fue
empleada con el fin de exaltar “el ideal cristiano de la vida” (Alvar, 2017: 58), desde la perspectiva
estética el único objetivo que cumple es el de forjarse a sí misma, es decir, todos los elementos que
la erigieron cooperan para inducir placer por el proceso de creación de la misma o por el objeto ya
También, esta idea de lo bello confundida, con el paso del tiempo, con una naturaleza no utilitaria;
ha contribuido a formar uno de los dos intentos de definición de la literatura más fuertes que la
tradición, aun en la actualidad, defiende fieramente pues favoreció a instaurar una ciencia literaria
capaz de limitar un contexto propio para esta materia, de indagar los rasgos particulares (pero sin
mucho éxito) de una clase de textos ingobernables, lo cual se obtuvo con las diferentes
investigaciones y críticas de los formalistas rusos, los románticos alemanes, simbolistas, los
partidarios del new criticism; de tal modo que “la literatura es, (…), un sistema, lenguaje sistemático
1997: 243). Pero, este concepto, aunque consiguió relacionar su unidad funcional (lo que hace) con
su unidad estructural (las cualidades que expresa), no alcanzó a justificar la razón por la que varios
Todorov (1997) afirma que es imposible “encontrar un denominador común a todas las producciones
literarias” (p. 246) y, por lo tanto, “la noción funcional sea o no legitima, no importa; la estructural,
por lo menos no lo es” (Todorov, 1997: 247). No obstante, dicha imposibilidad de definir
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objetivamente al suceso textual poético-prosaico mediante un factor común amplia el panorama de
estudios sobre la inmensidad de discursos hechos por la humanidad puesto que ningún escrito queda
El tercer aspecto planteado por Sánchez (1968) es que “el arte es comunicación en un sentido
comunicación” (p. 27). Así, por ejemplo, cuando María Egipciaca es enviada por la Virgen María
en dirección al río Jordán, donde está ubicado el monasterio de San Juan Bautista, para iniciar, en el
desierto, el castigo que le salvaría el alma, dicho pasaje sólo comunica las estructuras espaciales,
temporales, actanciales (universo diegético), las cuales están fusionadas con las palabras (discurso),
la métrica, el ritmo, la rima, en suma, de los mecanismos estructurales que, relatadas por un narrador,
informan lo que un lector puede observar, disfrutar o rechazar del manuscrito de Sofronio, ya que
su contenido no revela una realidad preexistente; de tal modo, las referencias geográficas, bíblicas
que utiliza el artista para nombrar a los lugares o los personajes, tienen la única finalidad de
economizar las expresiones lingüísticas destinadas a describir algo, puesto que el literato ya no está
obligado a dibujar de la nada un retrato —de un lugar o un actor— en la psique del espectador; y
comunidad determinada, la cual está más ligada con la propiedad comunicativa y receptiva de la
En su aspecto receptivo (…) posibilita tanto el usual distanciamiento de roles del espectador
como la identificación lúdica con lo que él debe ser o le gustaría ser; permite saborear lo que,
en la vida, es inalcanzable o lo que sería difícilmente alcanzable (…) En su aspecto
comunicativo (…) procura placer por el objeto en sí, placer presente; nos lleva a otros
mundos de la fantasía, eliminado, así, la obligación del tiempo por el tiempo (p. 40)
Con los matices que ofrecen esos atributos, es fácil comprender el motivo por el cual los individuos
del Medievo, que escucharon —o leyeron, en el menor de los casos— La Vida o cualquier otro
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que dicha persona en su encuentro con la pieza artística —La Vida—, mediante el distanciamiento
de roles, es decir, de la oportunidad de emanciparse de los papeles que está amenazado a desempeñar
en la sociedad que le tocó vivir —trabajador, padre, amante, amigo, alumno, profesor—, consigue
entrar en aquél mundo idealizado, lleno de los valores, virtudes, aptitudes más loables para
interpretarlo con sus inclinaciones, gustos personales, repulsiones, de tal modo que su actuación está
orientada según el resultado de aquél debate interno, el cual, está contaminado totalmente por el
El último rasgo que declara el profesor hispanomexicano es la particular relación que manifiesta
el arte con la realidad puesto que un objeto calificado con el epíteto de ‘artístico’ puede: integrarse
al escenario histórico y social que lo vio nacer; adaptarse, sin dificultades, al nuevo entorno cultural
pues goza del privilegio de sobrevivir a las heridas letales del tiempo; y ostentar “cierta relación con
la realidad, la cual entra en la obra de arte como realidad reflejada, idealizada, simbolizada,
distorsionada, soñada o negada” (Sánchez, 1968: 27). Esta característica reafirma la causa por la
cual La Vida —y demás obras literarias/artísticas— prevalecieron hasta nuestros días, las cuales
llegarán probablemente, junto con los objetos que nuestras generaciones de pintores, compositores,
actores, escritores consigan inventar, hasta el futuro incierto de alguna colectividad con buen gusto.
En este momento concluiré esta sección afirmando que la literatura, en específico La Vida, puede
designarse como un arte porque es una actividad humana práctica creadora cuya intención procura
fabricar un objeto material (estético) que expresa y comunica el contenido espiritual objetivado de
su progenitor, el cual mantiene una relación insólita con la realidad (Sánchez, 1968).
A pesar de la breve disertación que he consumado, esta no me autoriza a aseverar que el poema de
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Lo literario
Todo análisis literario está fundamentado en una teoría, la cual, a su vez, ocupa los preceptos de
diversas instancias científicas; por ejemplo, la literaturidad, fijada en el siglo XX por los formalistas
rusos, debe adecuar sus principios tanto para dilucidar un ente literario —es decir, descubrir los
criterios que transforman una obra dada en literatura— como no infringir las leyes que gobiernan la
Lógica de la Literatura. Además, Garrido (2009) advierte que “existe una evidente relación
dialéctica entre teoría y análisis: [porque] según la hipótesis que se sustente sobre el fenómeno
literario, serán las estrategias que se emprendan para analizarlo y, a la inversa, según los resultados
de los análisis, se modificarán las hipótesis para conseguir la adecuación” (p. 25). Por consecuencia,
, trascendentes —examinan la obra con una clave interpretativa que se localiza fuera de su
2009). Sin embargo, las primeras dos categorías crean una dicotomía aparentemente insuperable,
irreconciliables de especialistas, investigadores, críticos que apuntan a un mismo blanco con armas
disímiles, sin éxito, lo que da como resultado una confusión desfavorable para el desarrollo y
Por ello, optaré por una alternativa de análisis, el modelo transicional de Álvarez Amorós —
sustentado por una teoría integradora—, que toma en cuenta los problemas generados por dicha
oposición, las propiedades básicas de la semiótica (semántica, sintaxis y pragmática), los intentos
fallidos de restricción y rastreo de una esencia literaria a través de la historia; a fin de fundar una
vital metodología transparente capaz de examinar al arte citado como lo que es y no lo que debería
ser. Pero antes, necesito detallar las cualidades de los fragmentos que componen aquella dualidad
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desoladora con el propósito tanto de revelar el marco conceptual que resguarda el paradigma
al fenómeno literario.
descriptivos impuestos por distintas instituciones (new criticism, estructuralismo) a fin de otorgar
una realidad objetiva al fenómeno literario, la cual puede discernirse fácilmente ante la inmensidad
de productos lingüísticos. La aceptabilidad de esta postura recae en la riqueza del lenguaje debido a
que, por ser un medio articulado y de uso universal, dificulta el proceso de definición de una esencia
literaria, aunque no lo hace imposible; por consecuencia, un ‘experto’ de esta materia puede crear
su propia interpretación especifica de la literatura con base en sus habilidades intelectuales (Álvarez,
2004). Además, dicha noción conservadora está vinculada a tres binomios: el reconocimiento
inmediato del lenguaje literario del no literario, la prosa literaria frente a la poesía, la evaluación de
la buena contra la mala literatura. El Álvarez (2004) resume las dicotomías de su arquetipo
La literatura existe como un uso «especial» y objetivamente descriptible del lenguaje, que
sus fines son primordialmente estéticos, que la «unidad» y la «coherencia» temáticas y
estructurales son valores inherentes al texto literario, que el sentido proposicional de un
poema no admite paráfrasis [dicotomía opacidad/transparencia] y que éste, por tanto, no
«comunica» nada en la acepción corriente de tal término, que es posible distinguir la
literatura «buena» de la «mala» mediante criterios [durabilidad, teoría agnóstica] no
enteramente caprichosos o fútiles, (…) (p. 36).
Los inconvenientes que percibo en este modelo son tres: el primero, las discrepancias ideológicas
entre las diferentes escuelas impide decidir cuáles criterios utilizar en la identificación de una posible
obra literaria; así, por ejemplo, la literaturidad con sus tres rasgos principales —“1] los
procedimientos del foregrounding (puesta de manifiesto) del propio lenguaje; 2] la dependencia del
texto respecto de las convenciones y sus vínculos con otros textos de la tradición literaria, y 3] la
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perspectiva de integración composicional de los elementos y los materiales utilizados en el texto”
(Culler, 1997: 233)— aunque justifica parcialmente las propiedades discriminatorias de la literatura,
en la práctica, sólo es aprobada por los personajes que comparten la ideología del formalismo ruso
y, por consiguiente, rechazada por el resto de la comunidad literaria porque transgrede las
características lingüísticas o temáticas antes acordadas, pues lo único que logran precisar es una
faceta del arte verbal en una época peculiar o lo que una elite valora como literatura, aún más,
Eagleton (1997) señala que “períodos históricos diferentes han elaborado, para sus propios fines, un
Homero y un Shakespeare “diferentes”, y han encontrado en los respectivos textos elementos que
deben valorarse o devaluarse (…) leer equivale a reescribir” (p.227); por último, las definiciones
producidas a partir de dicha noción presentan una intensa hostilidad en contra de las formulaciones
especulativas (teoría) pues no admiten ninguna valoración que niegue (o modifique) sus principios.
especifidad (la composición del canon literario, la enseñanza de la materia literatura, los rasgos
definitorios de una obra literaria, el consumo de un texto literario según los preceptos valorativos
vigentes en una elite cultural), la cuales conforman el juicio limitado, tanto de la comunidad amante
de las palabras como del público general, de lo que puede significar saber, engendrar, comprar,
disfrutar la literatura. Ciertos defensores de la inespecifidad como Eagleton declaran “No existe [la]
literatura tomada como un conjunto de obras de valor asegurado e inalterable, caracterizado por
ciertas propiedades, intrínsecas y compartidas” (p. 226). Por lo anterior, cabe recalcar, según esta
apreciación, que la obra literaria es un producto cultural, en el cual no importa el valor intrínseco
que posea, puesto que sólo una minoría, encargada de proteger los intereses ideológicos, económicos
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importancia de este paradigma no especifico está en la facultad de concientizar a los individuos
Por ello, ahora aplicaré las propiedades del modelo liminal a la Vida de Santa María Egipcia
lugar que se le ha concedido en el canon literario. Más, para usar dicho arquetipo es indispensable
es decir, posee la habilidad de llamar la atención sobre sí misma puesto que interrumpe las funciones
del lenguaje —emotiva, fática, conativa, referencial— para solo prolongar la poética, la cual le
permite al lector —promedio o especializado— sacarlo del contexto cotidiano (práctico); de tal
modo que este percibe solo los rasgos semióticos que propone Álvarez; el segundo, los textos
literarios se convierten en más o menos literarios. El aspecto semántico detalla que la especial
correspondencia entre los referentes de un escrito y la realidad está articulada por la ficcionalidad,
la cual debe concebirse como una selección de acontecimientos juzgados como reales —un
comunicado de alguna institución académica— y otros que no son pertinentes en el mundo empírico
—las conversaciones, pensamientos, actitudes que emanan de un ser humano o ficticio— (Álvarez,
La obra: proyecta un universo que se va erigiendo con cada línea que el lector consume, el cual no
puede verificarse empíricamente; elige hechos reales —o referenciales— como el de ambientar esta
escena en una ciudad real emblemática tanto para el cristianismo como la historia, así como de los
sucesos que solo pueden conjeturarse —lo que decían los ciudadanos de aquella ciudad—. Este
rasgo se reproduce en una inmensidad de segmentos del manuscrito: otro, por ejemplo, ocurre
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cuando la Egipciaca suplica misericordia a la Virgen María. Por tanto, se deduce que La Vida
en un medio opaco y estético a través de la focalización del mensaje como tal, lo cual “se obtiene
porque el principio de equivalencia, cuyo dominio es el eje paradigmático postulado por Saussure,
se desplaza al eje sintagmático concediendo así motivación formal y estética a emisiones verbales
que de otro modo serían (…) ordinarias” (Álvarez, 2004: 53). En consecuencia, en el siguiente
levantado; metro: octosílabo y nonasílabo—; aliteración: producida por una acumulación de eles—
intencionales y léxicos (tropos: metonimia: el alma hace referencia a la Egipciaca; sinécdoque: los
ángeles son parte de dios (el todo); hipérbole: los ángeles la han levantada. Estas, junto a los
couplings poéticos —paradigmas posicionales y naturales—, como precisa Álvarez (2004) le dan
“coherencia al texto poético y facilita[n] su permanencia en la memoria del lector” (p.54). El aspecto
pragmático explica dos efectos de la particular “situación de comunicación diferida” (Culler, 1997:
235) que presenta la obra cuando interactúa con los lectores: el primero hace imposible modificar el
contenido y la forma original de La Vida porque el receptor (lector) que obtiene del emisor (autor)
un enunciado, no puede contestarlo y, por tanto, no logra incidir en la actitud del escritor ni en la
estructura de la obra; de tal modo que el primero solo se le concede el privilegio de juzgar o
interpretar el trabajo del segundo; el otro, es la carencia de una fuerza ilocutiva, es decir, el poema
de Sofronio no expresa una finalidad concreta, por tanto, las funciones que se le adjudican —
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proselitismo, catarsis— son sólo conjeturas de una perspectiva histórica e interpretativa promovidas
por las necesidades de sociedad en una época especifica. En consecuencia, La Vida, por hipertrofiar
las propiedades semióticas inspeccionadas, se ubica en el centro del canon literario o, como
Lo genérico
proporcional al número infinito de usos que puede adquirir la lengua. El hombre se comunica con
discursivo. De tal modo; que este tiende a organizar dichas emisiones lingüísticas comunicativas en
una estructura denominada genero discusivo, las cuales se vuelven aun más complejas por causa de
las diversas operaciones que se realizan en esa esfera; de ahí el origen de los géneros literarios que
La Vida, desde los razonamientos de Bajtín (1997), es “un enunciado único que posee un autor
real “(p. 291). En consecuencia, cuenta con cuatro características fundamentales: la primera, es un
género discursivo secundario que se integra por géneros discursivos primarios —sostienen una
dependencia inmediata con la realidad: géneros retóricos, científicos—y sus relaciones; la segunda,
son las fronteras, las cuales autorizan un cambio de los sujetos discursivos, es decir, un emisor
(escritor), con una visión del mundo propia, al producir su enunciado también genera “unas fronteras
internas especificas que la distinguen de otras obras relacionadas con ésta” (Bajtín, 1997: 279), lo
que le autoriza a permutar su discurso con el de los demás autores; ya sea contemporáneos, de otras
esta posibilita tanto expresar todo lo que en un momento concreto se quiso manifestar como la de
tomar una postura de respuesta frente a un enunciado (Bajtín, 1997). Esta, a su vez, se determina
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por tres circunstancias que sintetizaré de la siguiente forma: cuando un escritor —Sofronio— emite
un enunciado lo hace con base en su intención —demostrar que el arrepentimiento es más fructífero
que una vida claustral— y su destinatario —los adeptos y herejes del cristianismo—; posteriormente
escoge el objeto de su discurso —una prostituta majestuosa— y una forma genérica —la
hagiografía—. El último, “la actitud del enunciado hacía el hablante mismo (…) y hacia otros
Conclusión
Indudablemente, la teoría de la literatura es un arma de doble filo. Con ella podemos cuestionar las
ideas de sentido común que tergiversan la esencia del fenómeno literario; plantear, desarrollar,
defender y difundir una hipótesis que consolide una ciencia literaria cuya finalidad es tanto conocer
cada detalle de su objeto de estudio con una metodología consecuente como reivindicar el lugar de
ayudar a construir aquél camino que lleva al conocimiento del ser humano. Por otro lado, esa libertad
que capacita a cualquiera a brindar su punto de vista sobre algún problema de la literatura, lleva a
librar una interminable guerra de formulaciones especulativas en la que absolutamente nadie sale
victorioso. Sin embargo, cada propuesta enriquece los estudios literarios y, aún más, exaltan la
para darme a saber que esta obra es: un arte porque es un producto de una actividad práctica creadora
en la que su autor exteriorizó su subjetividad, su espíritu en los versos de su poema para transmitirlo
a alguien por la eternidad; una obra que denota mucha literatura debido a que cumple con los rasgos
semióticos que definió Álvarez Amorós en su modelo transicional, el cual supera la dicotomía
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Bibliografía
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