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INTERPONGO QUEJA POR RECURSO DENEGADO. ACOMPAÑO COPIAS.

MANTENGO LA RESERVA DEL CASO FEDERAL.

Excmo. Tribunal de Casación Penal:


CESAR ALBARRACIN, Abogado, tomo IV Folio 328 del CAQ, con
domicilio constituido en casillero 14.147 de la Sala de Profesionales del Colegio
de Abogados de Lomas de Zamora, y constituyendo domicilio a los efectos del
trámite del recurso casatorio en calle 49 número 1097 de la Ciudad de La Plata,
en mi carácter de Defensor de JORGE OMAR CASTILLO, ADRIAN MANUEL
CASTILLO, LEANDRO MAXIMILIANO CASTILLO, MANUEL HUGO CASTILLO,
ELCIRA GLADIS ARRIETA, GUSTAVO MOIA y OSCAR ARRIETA, en el marco
de la IPP 23.652/15, a VV.EE. respetuosamente digo:
I. OBJETO.
Que vengo por el presente a deducir queja por recurso de Casación
denegado en los términos del artículo 433 del CPP.
La misma se dirige contra las resoluciones de la Sala III de la Excma.
Cámara de Apelación y Garantías de Lomas de Zamora del 15 de marzo de 2018
(denegatoria de admisibilidad) y del 8 de febrero de 2018 (confirmatoria parcial de
la prisión preventiva dictada respecto de mis asistidos Jorge, Adrián, Leandro y
Manuel Castillo y de Elcira Gladis Arrieta y Gustavo Moia).
II. ANTECEDENTES.
II.1 El 20 de junio de 2017 mis asistidos fueron detenidos en virtud de orden
judicial previa emanada del Juzgado de Garantías 3 de Lomas de Zamora.
II.2. El 21 de Julio de ese mismo año, el Fiscal General Adjunto (que
interviene como instructor en el presente caso) solicitó la conversión de la
detención en prisión preventiva.
II.3. El día 28 de Julio (es decir, 38 días después de concretada la
detención), el Juez de Garantías hizo lugar al pedido Fiscal y dispuso la prisión
preventiva de (a) Jorge Omar Castillo por los delitos de Asociación Ilícita -en
calidad de Jefe- y tentativa de Homicidio Calificado; (b) de Manuel Hugo Castillo
y Elcira Gladis Arrieta por el delito de Asociación Ilícita -ambos en calidad de Jefes-
; (c) de Adrián Manuel Castillo por los delitos de Asociación Ilícita -en calidad de
Jefe-, coacciones agravadas, intimidación pública, daño, encubrimiento y
secuestro coactivo y (d) de Leandro Castillo por los delitos de Asociación Ilícita -
en calidad de Jefe- y secuestro coactivo.

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II.4 Esa resolución fue apelada por la Defensa y, paralelamente,
cuestionada mediante Hábeas Corpus, esto último en función de la invalidez del
pedido Fiscal (por decaimiento de la potestad requirente) y por haberse dictado
luego del vencimiento de los plazos máximos de detención, es decir, cuando los
imputados se encontraban ilegítimamente detenidos.
II.5. La Sala de Feria de la Cámara Penal de Lomas de Zamora dictó
resolución reconociendo que los plazos para el dictado de la prisión preventiva se
encontraban efectivamente fenecidos al momento de la adopción del auto
atacado.
No obstante, rechazó el Habeas Corpus.
Esta resolución fue recurrida por la Defensa por vía del artículo 417 del
CPP, planteo que se encuentra actualmente a estudio de VV.EE.
II.6. En cuanto a las apelaciones contra el auto de mérito, y luego de cinco
meses sin que la Cámara adopte resolución alguna, esta parte dedujo pronto
despacho, que fue rechazado, y luego queja por retardo de Justicia ante VV.EE.,
la que fue favorablemente acogida mediante resolución del día 8 de febrero de
2018.
Fue a partir de esta decisión, notificada a la Defensa a las 11.00 horas,
que la Cámara finalmente dictó pronunciamiento, lo que hizo ese mismo día 8 de
febrero en horas de la tarde.
II.7. Mediante el citado decisorio, la Sala III de la Excma. Cámara de
apelación y Garantías de Lomas de Zamora confirmó parcialmente el auto
atacado, convalidando la prisión preventiva de mis defendidos, aunque
introduciendo determinados cambios en las calificaciones legales y disponiendo
la falta de mérito parcial respecto de Adrián Castillo en orden a uno de los hechos
por los que fuera imputado.
III.8. Esta defensa interpuso recurso de casación en tiempo y forma, el que
fue rechazado a través de la resolución del día 15 de marzo que aquí se ataca.
III. SOBRE LA DECLARACION DE INADMISIBILIDAD DEL RECURSO
CASATORIO.
Falta de respuesta a los argumentos planteados.
III.1. Al deducir el planteo esta parte explicó porqué motivos entendía que
el recurso casatorio resultaba admisible.

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En ese sentido, se expresó que se encontraban satisfechos los recaudos
de tiempo y forma y que, a la vez, se estaban denunciando las normas que se
estimaban inobservadas, especialmente, “…las relativas al debido proceso y la
defensa en juicio (básicamente, artículo 18 de la CN), a la vez que la violación del
artículo 168 de la Constitución Provincial, las normas relativas a la valoración de
la prueba (artículo 210 y cctes. del CP) y, fundamentalmente, la arbitraria
interpretación de la Ley de fondo, que se ha aplicado al caso con prescindencia
de su texto expreso y en el contexto de múltiples violaciones procesales previas
graves que evidencian una voluntad persecutoria ejercida contra la ley.”
III.2. Por otro lado, y en lo que atañe a la impugnabilidad objetiva, se
destacó, en primer término, que “…el planteo encuadra en la previsión expresa
del artículo 450 párrafo tercero del CPP, porque se trata precisamente de un auto
dictado por la Cámara que deniega la libertad personal….”
III.3. Asimismo, se argumentó que se configuraban en autos “…supuestos
de excepción que -en cualquier caso- exigirían la inmediata intervención del
tribunal”.
Se dijo en ese sentido que, por un lado, existían evidentes circunstancias
de “gravedad institucional por (a) la posible comisión de delitos por parte de las
autoridades judiciales intervinientes; (b) la sistemática vulneración de derechos
básicos de los imputados a través de la existencias de presiones políticas y la
difusión en medios masivos de comunicación –por parte de las propias
autoridades judiciales, en conjunto con autoridades del Poder Ejecutivo- de
imágenes y conceptos que contrarían la privacidad, el honor y, fundamentalmente,
el debido proceso y el principio de inocencia de mis defendidos; (c) la sistemática
violación de las normas legales relativas a la jurisdicción, competencia y
distribución objetiva de casos, que traslucen como única finalidad la manipulación
del sentido de la investigación conforme decisiones previas tomadas fuera del
proceso y con prescindencia de las pruebas; (d) la sistemática utilización como
testigos de personas que –según el propio criterio que ha usado la Fiscalía para
imputar a mis asistidos-, estarían incursos en los mismos delitos que se investigan;
(e) la omisión de investigar la actuación de funcionarios policiales (entre ellos, el
actual Jefe de la policía de la Provincia) que aparecen directamente sindicados en
las actuaciones, (f) la actuación auto-contradictoria de la Fiscalía General –que es
la que interviene directamente en la investigación- al separar a la policía

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bonaerense –por reconocer que se encontraba involucrada en el caso- para luego
permitir nuevamente su intervención y (g) el hecho de que tanto el auto de prisión
preventiva como la resolución confirmatoria por parte de la Cámara hayan sido
dictados por magistrados que, al momento del decisorio, se encontraban incursos,
por un lado, en la tipicidad objetiva del delito de privación ilegal de libertad –juez
de primera instancia- y, por otro, en una grave irregularidad administrativa
derivada de las demoras injustificadas en dictar resolución –Jueces de Cámara-.”
Cada uno de estos puntos fue detalladamente desarrollado en la
presentación.
Luego volveremos sobre ellos.
III.4. A la vez, se agregó que existían agravios federales que imponían la
intervención casatoria en función de los lineamientos establecidos por la CSJN en
los precedentes “Strada” y “Di Mascio”.
Se destacó, en ese sentido, que ellos se vinculan, básicamente, “…a la
aplicación arbitraria de la ley de fondo –que se ha concretado con prescindencia
de su texto expreso-, a la arbitraria merituación de la prueba –que es resultado de
flagrantes violaciones constitucionales- y a la convalidación de una detención
cautelar que vino precedida de actuaciones –y hasta maniobras- por completo
ilegítimas y violatorias de garantías constitucionales básicas.”
Se agregó, a modo de ejemplo y adelanto, que “…la Cámara ha entendido
que se encontraba configurado el delito de asociación ilícita por el hecho de que,
según la hipótesis de la Fiscalía, los imputados se pusieran de acuerdo para
cometer…” contravenciones o faltas mediante la instalación de una feria sin la
debida autorización municipal.
Se dijo por ello que “….la arbitrariedad interpretativa…” era evidente y que
con ella se “…vulneran los principios de legalidad y reserva contenidos en los
artículos 18 y 19 de la CN….”
Se sostuvo, por otro lado, que en el sub examine “…se han utilizado como
testigos a personas que –en el criterio de la propia fiscalía- debían ser imputadas
y que, en consecuencia, tenían por un lado derecho a que no se los obligue a
declarar (artículo 18 de la CN) y, por otro, no podían erigirse en órganos de prueba,
salvo su adscripción a las leyes vigentes (como la del arrepentido), que no se ha
aplicado en el caso. Se ha obtenido prueba de cargo mediante una doble
afectación constitucional. Por un lado, se ha obligado a declarar a personas que

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debían ser tratadas como imputadas (artículo 18 de la CN). Y por otro, el Fiscal
ha actuado en franca contradicción a la ley, que ordena ejercer la acción pública
frente a la noticia de la existencia de un delito (artículo 71 del CP, 59 del CPP) y
lo obliga a actuar de acuerdo con criterios objetivos y razonables, lo que no sucede
cuando, frente a la misma situación, en el mismo caso, se exime de
responsabilidad a algunos para juntar prueba contra otros.”
Por otra parte, se dijo que “…la Fiscalía, con la connivencia del Juzgado
de Garantías, viene ocultando a la defensa elementos de prueba relevantes (por
ejemplo, la grabación de la irrupción policial en el domicilio de Jorge Castillo), se
encuentra obstaculizando la posibilidad de acceso a las grabaciones de las
escuchas obtenidas, y ha omitido ordenar diligencias esenciales que, por otro
lado, venían impuestas en el marco de las normas referidas a la evacuación de
citas (por ejemplo, no se realizó una sola pericia de rastros que permitiera
establecer objetivamente la mecánica del hecho que se imputa como tentativa de
homicidio).”
En el mismo sentido, se destacó, que “…existió en el caso una situación
objetiva de privación ilegítima de libertad de los imputados, que vulnera el artículo
14 y 18 de la CN y, a la vez, ha condicionado la actuación del Juez de Garantías
que debía resolver sobre la continuidad o no de las detenciones (punto que hemos
denunciado en el recurso de casación contra la resolución de la Cámara relativa
a la acción de habeas corpus deducida)”
Finalmente, se advirtió que “…la Cámara ha omitido abordar
fundadamente aspectos centrales de los agravios que fueran introducidos por
las Defensas, con lo que, por un lado, ha vulnerado los artículos 168 de la
Constitución Provincial y 106 del CPP y, por otro, ha violado el derecho de los
imputados a obtener la revisión amplia (artículo 8 inciso 2 “h”) del auto de prisión
preventiva, que es claramente uno de los autos procesales importantes (conf.
CIDH, precedentes “Maqueda” y “Herrera Ulloa”) a los que se ha referido la CIDH
como incluidos dentro de la garantía de la norma citada.”
III.5. En este contexto, la Cámara se limitó a transcribir el artículo 450 del
CPP para luego expresar que la enumeración que contiene resulta “taxativa” y que
la resolución atacada no encuadra en ninguno de los supuestos allí contemplados.

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Así, y con cita de tres precedentes de ese Tribunal, concluyó que “…no
subsumiéndose el decisorio en tratamiento en ninguna de las hipótesis ‘ut supra’
mencionadas, queda negativamente sellada la suerte del recurso…”.
III.6. Como puede advertirse, se omitió nuevamente contestar los planteos
esenciales introducidos por la Defensa respecto de la admisibilidad del recurso
casatorio y que fueran sintéticamente reseñados más arriba.
De ese modo, la resolución del 15 de marzo cuestionada -declaración de
inadmisibilidad- vulnera los artículos 168 de la Constitución Provincial y 106 del
CPP.
A la vez, en la misma se ha interpretado erróneamente el artículo 450 del
CPP, por un lado, porque no se ha precisado razonablemente el alcance del último
fragmento de la norma (“…autos dictados por la Cámara de Apelaciones y
Garantías en lo Penal cuando denieguen la libertad personal, incluso en la etapa
de ejecución…”) y, por otro, porque se ha pasado por alto que tanto la CSJN,
como la SCJBA y el TCP han admitido la vía casatoria cuando se configuran
supuestos de excepción como los invocados (gravedad institucional o agravios
federales).
Interpretación arbitraria del artículo 450 del CPP.
III.7. En cuanto a la interpretación de la última parte de la norma, la Cámara
no ha explicado cual sería el alcance concreto que la misma podría tener frente a
la realidad jurídica -objetiva e incuestionable- de que tanto en etapa de
investigación como en la de ejecución interviene siempre como alzada de las
decisiones de los jueces de primera instancia (conforme artículo 21 incisos 1 y 2
del CPP).
Si el recurso casatorio procede contra autos dictados por la Cámara que
“…denieguen la libertad personal…”, es evidente que no puede interpretarse que
lo que exija la norma sea que la Cámara haya intervenido en forma originaria,
porque ello contradiría la esencia de su función procesal y dejaría sin ámbito de
aplicación alguna la disposición analizada.
El razonamiento del “a quo”, además, parte de invocar una garantía (de la
doble instancia) en contra del imputado, vulnerando de ese modo la prohibición
expresa del artículo 1 del CPP.

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III.8. Se dijo además al deducir el recurso casatorio, que no podía
interpretarse que el resolutorio de la Cámara sea confirmatorio del de primera
instancia.
En ese punto, se afirmó que “…surge claro de la parte dispositiva de la
resolución atacada que no se trata de un pronunciamiento confirmatorio del de
primera instancia, sino que en el mismo se han revocado más de la mitad de las
decisiones adoptadas, debiéndose señalar, por ejemplo respecto de mi asistido
Leandro Castillo, que al modificarse el encuadre legal de su presunta participación
en una de las asociaciones ilícitas, se ha omitido extraer la consecuencia directa
que debía emanar de ello, que no era otra cosa que la falta de mérito por el delito
de secuestro coactivo por el que fue imputado.”
Se agregó, sobre esa base, que tampoco se había cumplido con el
estándar de la revisión amplia impuesta constitucionalmente (fallos “Maqueda” y
“Herrera Ulloa”).
Ninguno de estos puntos fue siquiera objeto del más mínimo tratamiento o
mención.
En suma, para cerrar este primer punto, estimamos que -tal como lo
expresamos en el recurso deducido- el planteo debió declararse admisible con
fundamento en esta norma porque no existió revisión amplia del resolutorio de
primera instancia, porque no pueden invocarse garantías constitucionales en
contra de los imputados y porque se trata efectivamente de una resolución que
rechaza el pedido de libertad.
Nótese, particularmente, que no sólo se había cuestionado mediante la
apelación el mérito de la prueba valorada, sino también la existencia de peligros
procesales, lo que importa una clara solicitud de libertad formulada ante la
Cámara.
Asimismo, surge del propio pronunciamiento atacado que se ha concedido
la libertad a algunos de los coimputados y la morigeración a otros, no resultando
difícil advertir que -quienes continúan en prisión- han recibido una resolución
denegatoria de los pedidos análogos que formularon.
Por último, la Cámara cambió la calificación legal de los delitos imputados
a Adrián y Leandro Castillo, lo que -lógicamente- la obligó a realizar un análisis
originario sobre la viabilidad y procedencia de que -frente al nuevo escenario-, los
mismos continúen o no detenidos.

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De hecho, frente a situaciones análogas -cambio de calificación- ha
decidido morigerar la cautelar cuestionada, lo que supone el análisis previo -y
originario- al que nos venimos refiriendo.
Existencia de agravios federales.
III.9. Aplicación arbitraria de la Ley y violación a la legalidad (artículos 18 y
19 de la CN).
Por fuera de todo lo dicho mas arriba, y como se dijo antes, el recurso debe
ser declarado admisible por concurrir en el caso agravios federales.
El primero de ellos se da por la violación al principio de legalidad y a la
arbitraria aplicación de la Ley (artículos 18 y 19 de la CN).
Provisoriamente, el “a quo” ha afirmado la existencia de tres asociaciones
ilícitas distintas e independientes.
En una de ellas participarían Hugo, Adrián, Leandro Castillo junto a Elcira
Arrieta y Gustavo Moia. Otra estaría dirigida por Jorge Castillo. La tercera no
tendría vinculación alguna con mis defendidos.
Al abordar la denominada “Banda de Adrián o de River”, la Cámara
expresó que “…se dedicaban a llevar a cabo delito indeterminados aunque de
similares características, esto es ocupar ilegalmente el espacio público (…),
cobraban por estacionar los vehículos que llegaban a la feria (….), cobraban para
permitir que funcionen en el espacio que explota la asociación -vía pública- el
juego clandestino ‘buscar la pelotita” (fs. 7036).
Del mismo modo, y con relación a la banda de “Los Chaqueños” -respecto
de la cual se pretende vincular a Jorge Castillo-, la Cámara ha expresado que
“…tenían como objetivo principal y se dedicaban a llevar a cabo delitos
indeterminados aunque de similares características, esto es, ocupar de las aceras
y calzadas (…) mediante la utilización de violencia, o engaño, invadiendo el
espacio público con la finalidad de colocar ilegalmente armazones generalmente
metálicos que actúan como puestos de venta que son alquilados los días de feria,
suma dineraria a la que debe sumarse el pago por limpieza y seguridad….” (fs.
7043)
III.10. Puede discutirse si estas conductas revisten o no encuadre
contravencional. Pero es en absoluto claro que no configuran delitos.
El artículo 85 del Decreto Ley 8031, por ejemplo, establece que “Será
sancionado con multa entre el quince (15) y el cuarenta (40) por ciento del haber

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mensual del Agente de Seguridad (Agrupamiento Comando) de la Policía de la
Provincia de Buenos Aires, el que practique una actividad, oficio o profesión o
venda productos, objetos o mercaderías, sin haber cumplido previamente los
requisitos exigidos por la autoridad.
A su vez, el artículo 86 dispone que “Será penado con multa entre el veinte
(20) y el cincuenta (50) por ciento del haber mensual del Agente de Seguridad
(Agrupamiento Comando) de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, el que
abra o regentee negocios, establecimientos, empresas o agencias de los mismos,
sin licencia o declaración previa de la autoridad.
La pena se duplicará si la licencia ha sido negada, revocada o suspendida. Sin
perjuicio de la pena fijada, se dispondrá la clausura del local en infracción.”
III.11. El Fiscal acreditó, efectivamente, que los puestos cuestionados no
contaban con la habilitación de la Municipalidad ni de las autoridades del Ministerio
de Seguridad de la Provincia (sin perjuicio de no comprenderse cuál sería la
habilitación que debiera requerirse a ese organismo).
Sobre esta base, podría eventualmente estimarse que quienes explotaban
esos comercios no habilitados habrían incurrido en la tipicidad del artículo 85 del
Decreto citado (practicar actividad o vender producto sin haber cumplido
previamente los requisitos administrativos) o, en su caso, en la del artículo 86, por
falta de licencia para regentear el negocio que se cuestiona.
En el ámbito de la CABA, se ha discutido si esta clase de ocupación de la
vía pública configura o no un ilícito contravencional.
Con buenas razones, y apoyatura constitucional, se ha afirmado que en
algunos casos -en algunos, no en todos- no puede entenderse configurada ilicitud
alguna frente a determinados supuestos de venta callejera de productos (ver
http://www.dataciudad.com/html/vista/?nronota=BPAFABBFPNACCCDFEAMBB
LDEMPPPAX).
Debe ponerse de relieve que la CABA cuenta con regulación
contravencional específica relativa al uso del espacio público.
Así, mediante el artículo 78 del Código de Convivencia Urbana, se
establece que “Quien impide u obstaculiza la circulación de vehículos por la vía
pública o espacios públicos, es sancionada/o con uno (1) a cinco (5) días de
trabajo de utilidad pública o multa de doscientos ($200) a cuatrocientos ($400)
pesos. El ejercicio regular de los derechos constitucionales no constituye

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contravención.” Quien realiza actividades lucrativas no autorizadas en el espacio
público, es sancionado/a con multa de doscientos ($ 200) a seiscientos ($ 600)
pesos.
A la vez, el artículo 83 establece que “Quien organiza actividades lucrativas
no autorizadas en el espacio público, en volúmenes y modalidades similares a las
del comercio establecido, es sancionado/a con multa de 5.000 a 30.000 pesos. No
constituye contravención la venta ambulatoria en la vía pública o en transportes
públicos de baratijas o artículos similares, artesanías y, en general, la venta de
mera subsistencia que no impliquen una competencia desleal efectiva para con el
comercio establecido, ni la actividad de los artistas callejeros en la medida que no
exijan contraprestación pecuniaria.”
El Código Contravencional de la Provincia también regula la cuestión, al
prever sanción para el que “El que maliciosamente dificulte el tránsito de personas
o vehículos de cualquier modo…” (artículo 74 inciso c)
III.12. Lo mismo sucede con el cobro del estacionamiento y lo que
comúnmente se conoce como tarea de los “trapitos”.
En el ámbito de CABA, el artículo 79 del Código Contravencional establece
que “Quien exige retribución por el estacionamiento o cuidado de vehículos en la
vía pública sin autorización legal, es sancionado/a con uno (1) a dos (2) días de
trabajo de utilidad pública o multa de doscientos ($ 200) a cuatrocientos ($ 400)
pesos. Cuando exista previa organización, la sanción se eleva al doble para el
organizador.”
La Provincia de Buenos Aires no cuenta con una regulación específica,
aunque han sido varios los intentos de introducir este tipo contravencional.
En el año 2009, por ejemplo, el Poder Ejecutivo promovió un proyecto de
reforma al Decreto Ley 8031, en el que se pretendía regular esta clase de
actividades.
El texto decía que “Será sancionado con multa entre diez (10) y veinte (20)
“Unidades de Multa” y arresto entre diez (10) y cuarenta y cinco (45) días el que
por cualquier acto intimidatorio, realizare una exigencia pecuniaria amenazante o
intimidatoria, inclusive sostenida en la prestación de un servicio. Se duplicará la
sanción para el que organizare, promoviere o facilitare la comisión de dicha
infracción.” (“http://institutoderechopenal.blogspot.com.ar/2009/12/detalles-del-
proyecto-de-scioli-para.html”).

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El Proyecto naufragó frente al férreo rechazo de centenares de
organizaciones sociales y las objeciones fundadas que -en general- mereció la
propuesta de reforma.
Mas recientemente, se ha vuelto sobre la necesidad de regular el tema
desde la faz contravencional: ”https://www.eldia.com/nota/2016-2-16--trapitos-en-
la-provincia-analizan-modificar-el-codigo-contravencional”
II.13. Sobre esta base, explicamos en el recurso, y reiteramos ahora, que
la Cámara incurrió en una flagrante arbitrariedad y violación al principio de
legalidad (artículos 18 y 19 de la CN) porque, a los fines del artículo 210 del CP,
ha considerado “delitos” conductas que, a lo sumo, revestirían carácter de falta o
contravención.
Esta cuestión había sido desarrollada extensamente en el recurso
casatorio y será reproducida mas abajo en la presente.
Basta aquí hacer notar que el carácter federal de la cuestión es clara y
evidente, con base en los artículos 18 y 19 de la CN.
Violación a la doble instancia.
III.15. Por otro lado, y como habíamos explicado en el recurso interpuesto,
la Cámara ha violado el debido proceso, la defensa en juicio y, especialmente, la
doble instancia al incurrir en una revisión meramente aparente de muchos de los
agravios planteados y al omitir directamente el tratamiento de otros.
De este modo, se encuentra inobservada la norma del artículo 8 inciso 2
“h” de la CADH y el artículo 14.3 “e” del PIDCP, ambos instrumentos con jerarquía
constitucional en función del artículo 75 inciso 22 de la CN.
El punto se planteó con relación a varios de los agravios desarrollados por
el anterior defensor de Jorge Castillo así como respecto de planteos que se habían
introducido en favor de Adrián Castillo.
También se había planteado que la revisión de la Cámara había sido
meramente aparente con relación a la situación procesal de Leandro Castillo.
Violación a la defensa en juicio.
III.16. El tercer agravio federal que se había planteado se vincula al hecho
de que la Cámara había tomado como válido que se usen como testigos
(tomándoles incluso juramento) a personas que (según el criterio de la Fiscalía)
se encontrarían en flagrante comisión de delitos.

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A la vez, que se haya convalidado la prisión preventiva fundada en la
violación previa a la defensa en juicio, derivada de la violación a la bilateralidad y
contradicción y, fundamentalmente, en la omisión ilegítima de la Fiscalía en
proveer la evacuación de citas pertinentes y útiles y la obstaculización arbitraria
de la defensa al impedir el acceso -desde hace ya más de nueve meses- al
material probatorio incorporado al proceso.
Como explicaremos más abajo, la propia Cámara, en un pronunciamiento
posterior, ha considerado contraria a derecho la actitud del Fiscal de impedir a la
defensa el acceso al material probatorio.
La prisión preventiva, y el auto atacado, fueron dictados mientras esa
restricción a la defensa se mantenía vigente, como se sigue manteniendo en la
actualidad pese a la orden que ha impartido tanto la Cámara como el Juez de
Garantías.
Existencia de circunstancias de gravedad institucional
III.17. Ellas se dan por (a) la posible comisión de delitos por parte de las
autoridades judiciales intervinientes; (b) la sistemática vulneración de derechos
básicos de los imputados a través de la existencias de presiones políticas y la
difusión en medios masivos de comunicación –por parte de las propias
autoridades judiciales, en conjunto con autoridades del Poder Ejecutivo- de
imágenes y conceptos que contrarían la privacidad, el honor y, fundamentalmente,
el debido proceso y el principio de inocencia de mis defendidos; (c) la sistemática
violación de las normas legales relativas a la jurisdicción, competencia y
distribución objetiva de casos, que traslucen como única finalidad la manipulación
del sentido de la investigación conforme decisiones previas tomadas fuera del
proceso y con prescindencia de las pruebas; (d) la sistemática utilización como
testigos de personas que –según el propio criterio que ha usado la Fiscalía para
imputar a mis asistidos-, estarían incursos en los mismos delitos que se investigan;
(e) la omisión de investigar la actuación de funcionarios policiales (entre ellos, el
actual Jefe de la policía de la Provincia) que aparecen directamente sindicados en
las actuaciones, (f) la actuación auto-contradictoria de la Fiscalía General –que es
la que interviene directamente en la investigación- al separar a la policía
bonaerense –por reconocer que se encontraba involucrada en el caso- para luego
permitir nuevamente su intervención y (g) el hecho de que tanto el auto de prisión
preventiva como la resolución confirmatoria por parte de la Cámara hayan sido

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dictados por magistrados que, al momento del decisorio, se encontraban incursos,
por un lado, en la tipicidad objetiva del delito de privación ilegal de libertad –juez
de primera instancia- y, por otro, en una grave irregularidad administrativa
derivada de las demoras injustificadas en dictar resolución –Jueces de Cámara-.
Explicaremos en forma sucinta cada uno de estos puntos.
III.18. La actuación de la Fiscalía se encuentra seriamente cuestionada en
al menos dos investigaciones penales actualmente en trámite.
La primera de ellas la formuló nada menos que un Juez de Garantías,
porque se habrían perdido –o sustraído- parte de las escuchas ordenadas
judicialmente en la IPP y que estaban en custodia del Ministerio Público Fiscal.
Ese hecho esta siendo objeto de investigación en la IPP 07-00-071651-16
caratulada “Violación de elementos probatorios dte. Juzgado de Garantías número
8 en IPP 23.652”.
Como expresamos en uno de los incidentes actualmente en trámite, el
hecho es particularmente grave si se considera que existen funcionarios que se
encontraban investigados (entre ellos, al menos dos efectivos de la policía de la
Provincia de Buenos Aires).
A lo dicho se agrega que se ha dejado trascender, en innumerable cantidad
de intervenciones públicas, que en los hechos que se investigan –y a los que se
refieren las escuchas- existirían responsabilidades policiales, políticas y hasta
judiciales, al punto que una Diputada Nacional que integra la Alianza de Gobierno,
ha formulado diversas presentaciones ante las máximas autoridades de la
provincia.
Así, según se publica por ejemplo en
https://www.infobae.com/sociedad/policiales/2017/05/25/, se releva que en el mes
de Mayo del año 2017, la Diputada Elisa Carrió, habría presentado diversas notas
al Vicegobernador de la Provincia y al Procurador General en las que expresó que
existiría un “…complejo entramado integrado por jueces, fiscales, funcionarios
municipales, policías y barras bravas, que favorecería el desarrollo criminal
alrededor de la inmensa feria de compras La Salada, en Lomas de Zamora…”
En la misma publicación, se refiere a las "…escasas investigaciones que
terminan en elevaciones a juicios y condenas en las numerosas denuncias contra
los policías de Budge por abuso policial, violencia, armado de causas y pedido de

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coimas…” concluyendo que "…La conexión política, judicial y policial es, cuanto
menos, muy cercana…”.
El propio Fiscal, mediante despacho fundado en la Resolución 1390 de la
Procuración General, había dispuesto separar de la investigación a la policía
bonaerense, por encontrarse presumiblemente implicada en las conductas que se
investigan.
De hecho la ocupación del espacio público, exteriorizada como es evidente
a la vista de las autoridades policiales, no hubiese resultado posible sin la
pasividad o connivencia de las autoridades respectivas.
En este contexto, el hecho de que se haya perdido parte del material
probatorio que se había obtenido en las escuchas, y que estaban en custodia de
los funcionarios que integran el elenco de quienes se sindican públicamente como
sospechados, concede al caso un evidente cariz de gravedad institucional.
Consta además en el expediente que -en forma llamativa- la Fiscalía viene
negando el acceso de los defensores a las escuchas incorporadas al proceso,
actitud que había sido convalidada –sin explicación razonable alguna- por parte
del Juez de Garantías y que, insólitamente, se mantiene en la actualidad pese a
que la Cámara Penal ordenó -mediante resolución firme- que ese material sea
puesto a disposición de la Defensa.
La negativa -de por sí irrazonable- de la Fiscalía a que la defensa pueda
controlar el contenido de las escuchas incorporadas al caso, se ha tornado
directamente ilegítima desde el momento en que el Fiscal ha decidido -por escrito-
desobedecer la orden judicial emanada de la Cámara (acompañamos copias de
las resoluciones respectivas).
No hace falta explicar que este ilícito, cometido por el propio Fiscal en el
proceso, evidencia por sí mismo la existencia de las circunstancias de excepción
y gravedad a la que nos referimos.
Es que si existían hipotéticamente funcionarios públicos involucrados, si se
perdieron escuchas que estaban en custodia de la fiscalía, si el Fiscal usó parte
de las escuchas para requerir la prisión preventiva pero no deja que la defensa
acceda al resto de las que tiene en su poder (de hecho lo impide a toda costa), si
en el caso una de las testigos dijo que quien tomó participación directa en los
hechos fue el actual Jefe de policía de la Provincia de Buenos Aires (testimonial
de Susana Ledesma, sobre la que luego volveremos), si no sólo no se investigó

14
esa línea de responsabilidad sino que, a la vez, se terminó autorizando la
intervención en el proceso de la propia fuerza que debía ser investigada, entonces
es evidente que –sobre la base de lo dicho hasta aquí- existen circunstancias de
relevancia institucional que ameritan e imponen la intervención de esa sede a fin
de ordenar el trámite y disponer el cese de las prisiones preventivas decididas en
este contexto.
III.19. Sobre este mismo punto, la segunda denuncia que se formuló se
vincula en forma directa con la imputación que se le ha hecho a Jorge Castillo por
el delito de tentativa de homicidio.
Según se explicó en la denuncia, lo que existió en ese caso es una
violación de domicilio previa por parte del personal policial interviniente y una
posible actuación abusiva por parte del Fiscal, con consecuencias que podrían
haber sido trágicas para Jorge Castillo (estuvieron a punto de matarlo) y que, en
cualquier caso, implicaron una elevación prohibida del riesgo absolutamente
irrazonable e injustificada.
La presentación está incorporada en copia al expediente y, actualmente,
se encuentra en trámite por ante la Fiscalía número 1 de Berazategui, dato que el
Procurador General de la Provincia ha tomado la decisión de apartar del caso al
Ministerio Público Fiscal de Lomas de Zamora por encontrarse involucrado el
Fiscal General Adjunto.
Se dijo sucintamente en esa denuncia, luego de una detallada exposición
de los gravísimos hechos que se sucedieron, que “…el Agente Fiscal Scalera
autorizó a que el allanamiento se haga en horario nocturno, cuando estaba
habilitado a hacerlo de día. Por sugerencia, imposición o, en coordinación con
autoridades políticas, dispuso la intervención de la policía bonaerense, que el
mismo había apartado del caso. Enfocó la investigación sobre Jorge Castillo,
sobre quien decidió precipitar el procedimiento una vez que se tuvieran noticias
del posible involucramiento de importantes jefes policiales que dependen de la
actual conducción ministerial. Evitó cualquier posible contralor cruzado por parte
de otras fuerzas, que estuvieron presentes en todos los otros allanamientos de
relevancia. No estuvo presente en la diligencia ni designó a ninguno de los
funcionarios de la Fiscalía para que lo haga. Omitió ordenar que se filmara o
grabara el ingreso. Autorizó –o no impidió- la irrupción violenta. Autorizó –o no
controló- la difusión de imágenes de Castillo esposado en los medios de

15
comunicación nacional. Sustrajo el conocimiento del caso de las autoridades
judiciales competentes. Omitió todo análisis critico posterior a la regularidad del
proceder policial. Omitió ordenar el relevamiento objetivo de rastros.”
El efectivo policial que encabezó la irrupción violenta y nocturna en la
vivienda particular de Jorge Castillo, que fue seleccionado por las autoridades
encargadas de la coordinación del procedimiento, dijo públicamente que estuvo a
punto de matar a Jorge Castillo una vez que este se entregó y estaba desarmado
(“…No lo maté porque se cubrió con la mujer y los hijos, sino lo pongo como una
media…”, en https://www.minutouno.com/notas/1557796-hablo-el-policia-herido-
castillo-su-detencion-nos-pego-cuatro-tiros”)
Ese mismo efectivo policial, como demostramos también en la IPP, posee
gravísimos antecedentes por abuso de armas y tiene un perfil psicológico –
detectado pericialmente- en el que se destaca la violencia y la agresividad así
como la dificultad para manejar situaciones de conflicto.
Esos antecedentes estaban a disposición del Ministerio de Seguridad de
la Provincia y del Dr. Scalera, que coordinó el allanamiento a Jorge Castillo con
las autoridades políticas de esa cartera gubernamental (remitimos en esto a las
constancias que se detallan en la denuncia presentada).
Los hechos –que podrían implicar la responsabilidad de los efectivos
policiales y del propio fiscal- se sucedieron en la localidad de Lujan, que pertenece
al Departamento Judicial Mercedes. No obstante ello, el Dr. Scalera habría
ordenado que el hecho no se ponga en conocimiento del Juez ni del Fiscal de
turno con competencia en el lugar, para asumir directamente él la competencia y
–así- intentar una gravísima imputación a Castillo valiéndose en forma exclusiva
de las testimoniales del personal policial cuestionado y omitiendo toda otra
diligencia objetiva que pueda corroborar o descartar la versión de los mismos.
Decíamos que el Fiscal tiene en su poder la única filmación existente sobre
el hecho y que hace nueve meses se niega a poner a disposición de las partes y
de los propios jueces.
También sobre este punto se ha expedido la Cámara Penal, aspecto sobre
el que también se ha decidido hacer caso omiso.
En suma, sin abundar, entendemos que las consideraciones públicas de
una de las Diputadas Nacionales con más influencia sobre el Poder Ejecutivo
Nacional y el Poder Ejecutivo Provincial en el sentido de que habría

16
responsabilidades policiales y políticas –sobre las que el Fiscal decidió no indagar-
; el hecho de que –en ese contexto- se hayan sustraído elementos de prueba
esenciales; que se haya formulado una denuncia penal por ese motivo –la que
hoy se encuentra en trámite-; que, a la vez, se impida a la defensa el acceso a
elementos de prueba esenciales; que ello se haya mantenido pese a la existencia
de una resolución judicial firme emanada de la Cámara; y que se haya construido
parte de las imputaciones sobre la base de una autoatribución de competencia
ilegítima, conlleva la existencia de circunstancias de gravedad institucional que
exigen por si mismas el tratamiento por parte del Tribunal de Casación Penal.
III.20. En segundo lugar, y en sintonía con lo que se ha expresado en la
denuncia penal formulada, el proceso estuvo signado por la permanente presión
–pública y explícita- de autoridades del Poder Ejecutivo y Legislativo.
De hecho, las detenciones no se explican por la prueba, sino por la
voluntad –reiteramos, expuesta públicamente- de determinados funcionarios y
actores políticos de que se encarcele a Jorge Castillo.
Si se analizan las declaraciones públicas, como la antes citada de la
Diputada Nacional Carrió, y el modo en que se han sucedido los distintos actos
procesales, se advertirá que las decisiones intrusivas por ejemplo contra Jorge
Castillo –sobre el que se centraron los comentarios y pedidos políticos- son
consecuencia exclusiva, directa y explícita de esas opiniones y presiones
extraprocesales.
La misma Legisladora antes nombrada, reconoció que al poco tiempo de
que ella hiciera la denuncia, se produjo la detención de Jorge Castillo, expresando
textualmente: “…hicimos toda la trama y a las dos semanas estuvieron los
allanamientos…”.
La gravedad de esta afirmación exime de mayores comentarios.
En la misma entrevista se menciona la intervención del Procurador General
para lograr las detenciones y allanamientos (en lo que configuraría un escándalo
institucional).
Y se pretende exhibir como un mérito que se haya presionado a la justicia
para que se proceda a privar de la libertad a los imputados.
Esto se expuso en el Programa de Almuerzos de la Sra. Mirta Legrand (ver
transcripciones de audio incorporados al proceso por la defensa mediante
actuaciones notariales).

17
Se hizo “..una trama…” y se obtuvieron los allanamientos.
Así de claro y sencillo.
Hasta el momento en que comenzaron a ejercerse estas presiones
políticas, antes de que se “arme la trama”, Jorge Castillo ni siquiera figuraba como
imputado y sus teléfonos jamás habían sido intervenidos (pese a haberse
dispuesto decenas de intervenciones de otras personas durante años).
Como se explicó en el recurso de apelación deducido por los colegas que
me precedieron en la asistencia letrada de Jorge Castillo, sin que haya variado en
absoluto el panorama probatorio del caso, Castillo pasó de testigo y denunciante
a imputado y detenido.
Lo que hubo en el medio no fueron elementos de prueba, sino presiones
políticas, reuniones y llamados de legisladores y miembros del poder ejecutivo,
“tramas” armadas fuera del proceso pero que, como se vio, terminaron pesando
en el caso más que la prueba y su análisis razonado.
No hacen faltan explicaciones más elaboradas para entender lo que ha
sucedido y para comprender que no se trata de excitar el análisis del TCP sólo por
la evidente injusticia del caso particular sino –fundamentalmente- porque –aún en
nombre de ellos- se ha actuado de un modo contrario a los pilares básicos del
Estado de Derecho y la República.
El cuadro se completa con la publicidad posterior al procedimiento, donde
distintos funcionarios políticos afirmaron –entre otras cosas, contra la prohibición
del artículo 18 de la CN- que los imputados eran mafiosos
(“https://www.youtube.com/watch?v=tGt0pRKgMvI”),aprovechando diversos
medios para difundir imágenes que afectan innecesariamente la privacidad y
dignidad de nuestros asistidos (por ejemplo, transmitiendo en vivo las imágenes
de Castillo saliendo esposado de su casa)
La celeridad con las que se difundieron las escuchas y filmaciones,
contrasta a la vez escandalosamente con el hecho de que, por ejemplo, se haya
negado –hasta la fecha- la posibilidad de que la defensa pueda acceder a las
grabaciones fílmicas que registran la irrupción de los efectivos policiales en la casa
de Jorge Castillo, o que pueda tener una copia de las escuchas de las que dispone
la Fiscalía –parte de las cuales, como se dijo, fueron expuestas ilegítimamente en
los medios masivos de comunicación-.

18
Sobre este punto, entendemos que la autorización del Juez para permitir
la grabación de las conversaciones telefónicas, no contempla la posibilidad de que
las mismas –que no dejan de estar protegidas por la privacidad- sean distribuidas
por la Fiscalía entre los medios de comunicación, circunstancia que –además-
contribuye a establecer conclusiones públicas negativas sobre personas que aún
conservan su estado de inocencia.
Y si a ello se suma el hecho antecedente de que la misma Fiscalía habría
extraviado o perdido parte de ese material, y que actualmente se niega a
proporcionar una copia a la defensa contraviniendo una resolución judicial firme
de la Cámara, es evidente que se trata de acciones y conductas que trascienden
el trámite propio de un proceso penal y proyectan sus consecuencias sobre la
credibilidad de la administración de justicia y el apego –o no- de los funcionarios
actuantes a la constitución y la ley.
En conclusión, entendemos que en el caso han existido, además de las
irregularidades que mencionamos en el punto anterior, presiones políticas previas,
decisiones que fueron frutos de esa presión y un esfuerzo por aprovechar
políticamente el procedimiento a través de la difusión de escuchas, imágenes y
mensajes que vulneran la privacidad, el derecho a la imagen, el honor y el estatus
de inocencia de todos nuestros asistidos.
III.21. Por otro lado, buena parte del objeto procesal se ha construido con
deliberada violación de las reglas de jurisdicción y competencia.
Por un lado, el Fiscal, el Juez y la Cámara se han arrogado intervención
sobre casos de jurisdicción federal.
Así lo hemos explicado en el incidente que se encuentra en trámite y a
cuyos términos remitimos.
Para ser breves, expusimos allí que dos de los delitos que se investigan,
pertenecen a la esfera de la justicia federal, según lo establece expresamente la
ley 48, de modo que la Provincia –y sus agentes- carecen de toda clase de
potestad persecutoria o jurisdiccional sobre los mismos.
Dijimos también que, tratándose de una cuestión de competencia en razón
de la materia, debió ser declarada de oficio y que los actos cumplidos en
contravención a esas normas legales son nulos de nulidad absoluta.
Asimismo, en respuesta al Fiscal, expusimos porqué motivo es
absolutamente claro que –a tenor de las propias imputaciones que se han

19
formulado- resulta inviable sostener que se trataría de hechos con motivación
individual y mucho menos que la hipótesis que sentó la Fiscalía no tenga relación
alguna con intereses vinculados a la seguridad de la Nación, cuando el propio
Fiscal dio sobre el caso una conferencia de prensa con la Ministra de Seguridad
de la Nación, que ponderó el procedimiento afirmando que en “La Salada”
funcionaba un Estado paralelo.
Remitimos al incidente que se encuentra incorporado al proceso.
Por otro lado, explicamos también que el Dr. Scalera ha sustraído del
conocimiento del Fiscal y del Juez competente el hecho suscitado en el marco de
la irrupción violenta concretada –bajo sus órdenes- en el domicilio del Sr. Jorge
Castillo.
Esto está claramente detallado tanto en la denuncia penal como en el
escrito por el cual se promovió la declinatoria de competencia en favor de
Mercedes, que hoy se encuentra también en trámite y a cuyos términos remitimos.
Y en tercer lugar, el grave hecho antecedente por el cual la Fiscalía de
Cámaras decidiera quitar el proceso del Fiscal que estaba interviniendo para, a
partir de ello, disponer la intervención directa de ese órgano en la Investigación,
lo que –en nuestro modo de ver- resulta ilegítimo tanto en abstracto como en
concreto, porque si se analiza el modo en que se ha aplicado la medida, se
advertirá, y esto lo explicaremos luego, que se instrumentó con la única finalidad
de perseguir a la familia Castillo, omitiendo toda indagación sobre los verdaderos
responsables de los hechos que se ventilan y, a la vez, incurriendo en un llamativo
silencio sobre la posible participación de quien –aún hoy- reviste la condición de
Jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (a quien no sólo no se investigó,
sino que se le terminó confiando la co-conducción de los allanamientos, con el
insostenible resultado que se comentara en la denuncia).
El modus operandi denunciado, se habría proyectado a otros casos
resonantes.
Ver, en ese sentido: https://www.infobae.com/deportes-2/2018/03/30/el-
sospechoso-cambio-en-la-justicia-en-una-semana-clave-para-los-moyano-en-la-
causa-por-lavado-de-activos-en-independiente/
Es decir, a las irregularidades graves en la tramitación de los casos, que
han motivado la existencia de denuncias penales en trámite respecto de la
actuación del Fiscal, la existencia de evidentes presiones políticas a las que ha

20
cedido el representante de la acusación y la decisión de tomar el conocimiento de
casos que no corresponden a su competencia y, lo que es peor, ni siquiera a la
jurisdicción provincial, exhibe una voluntad persecutoria absolutamente ilegítima
y extraña a los fines naturales del proceso penal.
III.22. En cuarto término, el Fiscal ha empleado para construir la imputación
declaraciones testimoniales de personas que, si se siquiera el criterio esbozado
en la imputación, estarían incursos en los mismos delitos que se están
investigando.
Esto lo explicaremos en detalle en el punto referido a la procedencia.
Pero básicamente adelantamos aquí que el Fiscal ha considerado que
constituye un delito alquilar puestos de venta callejera a feriantes o cobrar por el
estacionamiento a las personas que concurren al predio.
La mayoría de los testigos de que se ha valido la Fiscalía, han dicho al
propio representante del Ministerio Público –y de ello ha quedado constancia en
actas- que se dedican a esas actividades que la acusación considera delictivas.
Lejos de formular en esos casos imputación alguna, y una pseudo
aplicación inviable de la Ley del Arrepentido, el Dr. Scalera ha eximido a esas
personas de todo tipo de imputación para, de esa manera, emplear sus dichos –
no me queda duda que en forma ilegítima- en contra de mis defendidos.
Quienes debían ser imputados, no lo fueron.
Y, casualmente, terminan diciendo al Fiscal lo que quería escuchar, es
decir, que los responsables de todos los males son los integrantes de la familia
Castillo.
De esas mismas declaraciones, a la vez, surge que una de las personas
que decidió que se instalen los puestos en la vía pública, fue el actual jefe de
Policía de la Provincia de Buenos Aires, el Comisario General Fabián Perroni.
Ese dato, junto a otros, habían llevado a que el Fiscal dispusiera separar
de la investigación a la Policía Bonaerense.
No obstante, luego de una evidente coordinación, acuerdo o imposición del
Ministerio de Seguridad de la Provincia, se decidió dar marcha atrás con esa
decisión –que era la que correspondía-, no se realizó medida investigativa alguna
contra jefes policiales en actividad, y se terminó confiando la irrupción en el
domicilio de Jorge Castillo a la propia fuerza cuestionada, del modo en que nos
hemos referido en la denuncia penal en trámite.

21
Todo esto está claramente descripto y relatado, con apoyo documental, en
la denuncia a la que venimos haciendo referencia y cuya copia se encuentra
glosada al presente proceso.
Sobre esta modalidad investigativa ilegítima -presionar a presuntos
imputados para que operen como testigos de cargo- ha realizado aportes propios
mi asistido Adrian Castillo, mediante declaración prestada ante el Juez de
Garantías, y en la que relató la existencia de una reunión irregular encabezada
por el Fiscal interviniente en el contexto del proceso.
III.23. Por último, y según lo explicamos en el Habeas Corpus que hemos
deducido, y en el recurso de Casación planteado contra su denegatoria parcial,
tanto el Juez de Garantías como la Cámara Departamental han violado los plazos
legales para resolver sobre la continuidad o no de la prisión preventiva.
Es decir, el Juez de Garantías ha decidido dictar el auto de prisión
preventiva en un momento en que, él mismo, se encontraba incurso en la tipicidad
objetiva del articulo 143 inciso 1 del CP.
Y la Cámara, a su vez, ha demorado más de cinco meses en revisar el
auto de primera instancia, haciendo incluso caso omiso al pedido de pronto
despacho planteado por la Defensa, para finalmente dictar resolución luego de
que el Tribunal de Casación Penal le ordenara que dicte pronunciamiento en forma
inmediata y urgente, comunicando las demoras injustificadas a la Suprema Corte
de Justicia.
Como expusimos en el recurso de casación en trámite contra la
denegatoria de Habeas Corpus, el hecho de que tanto el Juez como la Cámara
hayan violado los plazos legalmente previstos, generó notables perjuicios a todos
los justiciables, los más patentes respecto de aquellos a los que se les reconoció
–en primer y segunda instancia- que se encontraban en condiciones de obtener la
libertad o la morigeración de prisión.
Esas personas, que hoy ya no están más en prisión, estuvieron
ilegítimamente detenidas por varios días –y en algunos casos meses- a causa de
la dilación indebida e injustificada a la que nos venimos refiriendo y de la ilegítima
extensión de los plazos procesales.
De modo que el resolutorio de la Cámara – al igual que el de primera
instancia que hace lugar al pedido de prisión preventiva- se encuentran
condicionado por esta irregularidad que ha reconocido parcialmente la Cámara de

22
Feria de Lomas de Zamora en el contexto del Habeas Corpus deducido por esta
defensa y que, por otro lado, ha marcado también con tanta claridad el Excmo.
Tribunal de Casación en la ya citada queja por retardo de justicia.
A todo esto se adiciona el hecho -denunciado en el día de la fecha por
Jorge Castillo- de que se le ha requerido una importantísima suma de dinero a
cambio de la obtención de una resolución favorable. Acompañaremos a la
brevedad copia de esta presentación.
III.24. Para cerrar, y reafirmando todo lo dicho, debe ponerse de resalto
que se trata de un caso que ha cobrado enorme repercusión pública por decisión
de las propias autoridades judiciales y políticas que han tomado intervención; que
en muchas de esas intervenciones mediáticas se han formulado manifestaciones
que vulneran abiertamente el principio de inocencia (refiriendo reiteradamente, por
ejemplo, que los imputados serían mafiosos) y que importantes figuras políticas
pertenecientes al partido gobernante han llegado a expresar –contra lo que marca
la constitución y la ley- que intervinieron activamente para “armar” el proceso (o
“…la trama…”) y lograr las imputaciones que aquí se cuestionan.
Para poner sólo algunos ejemplos, la Ministra de Seguridad de la Nación
ha expresado, dando por cierto y probados los hechos que se investigan: “…si
alguien tiene un cuarto donde tortura a las mujeres, si alguien se toma la justicia
por mano propia, ser dueño de un territorio, si alguien cobra por el espacio público,
si alguien cobra por los trapitos, si alguien mata o tortura a quienes no entran
dentro de las reglas de juego, como puede calificarse eso sino como una mafia…”
(ver declaraciones expuestas en conferencia de prensa por Patricia Bullrich, por
ejemplo en https://www.youtube.com/watch?v=tGt0pRKgMvI).
Reconociendo la injerencia del Poder Ejecutivo Nacional en momentos
previos a las imputaciones y los procedimientos de allanamiento y detención
(contra lo dispuesto por el artículo 99 de la CN), la Ministra expresó también,
públicamente, que “…había varias investigaciones, y lo que hicimos fue reunir
todo…” (ver por ejemplo, declaraciones cuya existencia ha quedado registrada en
http://www.telam.com.ar/notas/201706/192985-detienen-al-rey-de-la-salada-por-
asociacion-ilicita-y-extorsion.html”), lo que tiene correlato, en el caso, con la
cuestionada decisión que adoptó la Fiscalía de Cámaras, (resolución 15/16), por
la cual sustrajo de los fiscales intervinientes todos los procesos que podrían

23
involucrar a Jorge Castillo y su familia y dispuso su tramitación en la propia sede
de la Fiscalía General a su cargo.
En fin, para no sobreabundar en explicaciones que surgen de las distintas
piezas procesales que resultan antecedente de la decisión de la Cámara y que se
encuentran incorporadas al proceso, remitimos en cuanto al resto al contenido ya
expuesto de esas piezas, por ejemplo, al recurso de apelación que interpusiera el
anterior defensor de Jorge Castillo, así como el planteo que introdujera el anterior
Defensor de Leandro, Adrian, Hugo Castillo y Gladis Arrieta, que dan cuenta
acabada de estas circunstancias excepcionales que marcan con claridad el
supuesto de gravedad institucional al que nos venimos refiriendo.
En suma, tanto por encuadrar en el último párrafo del artículo 450 del CPP,
como por la existencia de agravios federales, vulneración a la doble instancia y la
concurrencia de circunstancias de gravedad institucional, estimamos que el
planteo debe ser admitido y abordado en cuanto al fondo por ese Excmo. Tribunal
de Casación Penal de la Provincia.
IV. PROCEDENCIA.
III.1. OMISION DE TRATAMIENTO DE CUESTIONES ESENCIALES.
III.1.1.El artículo 168 de la Constitución Provincial establece que “…Los
tribunales de justicia deberán resolver todas las cuestiones que le fueren
sometidas por las partes, en la forma y plazos establecidos al efecto por las leyes
procesales. Los jueces que integran los tribunales colegiados, deberán dar su voto
en todas las cuestiones esenciales a decidir. Para que exista sentencia debe
concurrir mayoría de opiniones acerca de cada una de ellas.”
A la vez, el artículo 106 del CPP dispone que “…las sentencias y los autos
deben ser motivados, bajo sanción de nulidad…”.
Finalmente, el artículo 8 inciso 2 “h” de la CADH garantiza la revisión en
doble instancia de la sentencia y de todos los autos procesales importantes, entre
ellos, claro está, el de prisión preventiva (conf. CIDH en casos 11086 “Maqueda”
y “Herrera Ulloa”).
En efecto, se dijo en el primero de los pronunciamientos, que “…el derecho
previsto en el artículo 8.2.h requiere la disponibilidad de un recurso que al menos
permita la revisión legal, por un tribunal superior, del fallo y de todos los autos
procesales importantes. Dicha revisión resulta especialmente relevante
respecto a las resoluciones que puedan causar indefensión o daño irreparable por

24
la sentencia definitiva, incluyendo la legalidad de la prueba. El recurso debería
constituir igualmente un medio relativamente sencillo para que el tribunal de
revisión pueda examinar la validez de la sentencia recurrida en general, e
igualmente controlar el respeto a los derechos fundamentales del imputado, en
especial los de defensa y el debido proceso”
Confrontando este esquema normativo con el modo en que la Cámara ha
abordado los recursos interpuestos, se advertirá que se configuran claras
infracciones a las normas citadas.
III.1.2. En efecto, el anterior defensor de Jorge Castillo, había expresado,
como primer motivo de agravio, que el auto atacado resultaba ilegítimo porque se
había impuesto la prisión preventiva pasando por alto dos infracciones
constitucionales relevantes a la defensa en juicio.
III.1.3. Así, dijo en primer lugar (punto IV.3.A) que se había vulnerado el
artículo 8.2.c de la CADH, pues no se había dado tiempo al imputado a preparar
adecuadamente la defensa.
Se puso de relieve, en ese sentido, que en el marco de la audiencia
celebrada para tratar la procedencia o no de la prisión preventiva, el fiscal presentó
un escrito de aproximadamente 500 páginas que no fue puesto en consideración
de la defensa ni pudo ser objeto de análisis, contestación ni réplica.
El planteo se fundó con adecuadas citas de precedentes de la CIDH y se
correlacionó además con la secuencia procesal y los trámites ordenados.
III.1.4. La Cámara omitió abordar este planteo y, de ese modo, violó el
artículo 168 de la Constitución Provincial.
La cuestión era pertinente y esencial porque si, como expuso el apelante,
la prisión preventiva fue fruto de una violación previa al derecho material de
defensa y al alcance que cabe conceder al mismo de conformidad con expresas
normas de la CADH -que tienen jerarquía constitucional-, es claro que el planteo,
de compartirse, tenía aptitud para conducir a la nulidad de la resolución
cuestionada y a la consiguiente libertad de los encausados.
No configura una pretensión irrazonable el pedido de que se respete la
igualdad en la discusión y debate sobre la procedencia de una medida cautelar de
carácter personal, que importa una de las afectaciones más graves que puede
sufrir una persona en el contexto de un proceso penal, en especial, cuando el
propio órgano judicial interviniente había dispuesto la celebración de una

25
audiencia que, como es sabido, debiera conllevar como inherente el respeto a la
bilateralidad y contradicción.
La exigencia de tratamiento fundado de las cuestiones pertinentes
planteadas por las partes deriva de las exigencias del sistema republicano
(artículo 1 de la CN), así como del debido proceso y la defensa en juicio, por la
sencilla razón de que no resulta posible conocer las razones que han llevado a la
adopción de una decisión contraria a las pretensiones procesales de las partes si
los jueces no explican porqué motivos las consideran inviables o desacertadas.
De ese modo, tampoco se permite el correcto ejercicio de las facultades
impugnativas que exige la crítica razonada del decisorio que se pretende
impugnar.
Ha dicho la Suprema Corte de Justicia que “….corresponde hacer lugar al
recurso extraordinario de nulidad si en el fallo se ha omitido el tratamiento de una
cuestión que pudo tener gravitación en la suerte final del pleito, sin que se hubiese
expresado motivo alguno por el cual esa temática no fue abordada (art. 168 de la
Constitución Provincial). En tal supuesto, al haber quedado el tópico esencial fuera
del contenido de la sentencia, se configura un supuesto de incongruencia por
omisión (decisión citra petita), que conlleva la nulidad del pronunciamiento”
(S.C.B.A., sentencia del 20/12/2017 en causa L 119.402).
Por si quedara alguna duda sobre la trascendencia de la cuestión omitida,
debe decirse, además, que –tal como denunció esta misma defensa mediante la
Acción de Habeas Corpus aún en trámite- el Fiscal requirió la prisión preventiva
fuera del plazo legal lo que –sin perjuicio del decaimiento de la potestad requirente
que ello trae aparejado, tal como se explicó en aquella acción-, restringió aún más,
en modo ilegítimo, las posibilidades de análisis y respuesta por parte de la
defensa, con todo lo cual es evidente que el planteo introducido nada menos que
como primer agravio en el recurso de apelación, era esencial, pertinente y útil, de
modo tal que la omisión de tratamiento importa una flagrante violación a la defensa
que debe sancionarse con la nulidad que deriva de la aplicación del artículo 168
de la Constitución Provincial.
III.1.5. Por otro lado, la Defensa de Jorge Castillo había planteado en la
misma apelación que la prisión preventiva era ilegítima porque, en forma
precedente y deliberada, la Fiscalía había dilatado la producción de prueba
pertinente y útil ofrecida por el imputado en su descargo.

26
Este motivo de agravio se expuso y fundó en el punto IV.3.B (ver fs.
4573/vta.).
Se dijo al respecto que “…el auto de prisión preventiva deriva de una
evidente falta de objetividad en la actuación del Ministerio Público, y la insuficiente
fundamentación al no evacuarse las citas de nuestro asistido en su descargo, ni
proveerse importantes medidas de prueba de la defensa que se vinculan con
aspectos esenciales de la imputación…”.
Se agregó que “…una actuación mínimamente objetiva y respetuosa del
derecho de defensa en juicio, lo obligaba a evacuar las citas de nuestro asistido y
a receptar las medidas de prueba receptadas por esta parte, para que todo ello
pudiera ser tenido en cuenta en el auto de prisión preventiva, tal como lo reclaman
los artículos 1,3,4, y 158 del CPP”.
Se completó el argumento con la cita del artículo 56 del CPP y de las
Directrices de Naciones Unidas sobre la función de los Fiscales, especialmente
las número 12 y 13, que exigen de los fiscales una actuación imparcial, lo que a
su vez se relacionó con lo estatuido por el artículo 318 del CPP.
Finalmente, se explicó en concreto cuáles habían sido las medidas
planteadas y requeridas y porqué cada una de ellas era esencial y trascendente
para decidir sobre la viabilidad o no de la detención preventiva.
III.1.6. Si se analiza con detenimiento la resolución atacada, podrá
advertirse que tampoco se dijo una sola palabra sobre esta cuestión esencial así
introducida.
Como se explicó, la defensa cuestionó el auto de prisión preventiva sobre
la base de que se había considerado en forma exclusiva la prueba de cargo, sin
tener en cuenta que la falta de objetividad del Fiscal impidió la inclusión de prueba
decisiva favorable al imputado.
Es claro que se trataba de un argumento de suma trascendencia con
virtualidad para lograr la anulación de la resolución cuestionada y, en
consecuencia, la inmediata libertad de los detenidos.
Es que si la construcción de la imputación se logró, como expresó el
apelante, sobre la base de la previa violación de la defensa en juicio, al omitir en
forma arbitraria la concreción de diligencias esenciales aptas para neutralizar o
relativizar la trascendencia de los elementos de cargo, la resolución atacada, al
obviar toda consideración sobre este punto, ha actuado contra la revisión amplia

27
que impone el artículo 8.2 “h” de la CADH y, en especial, contra la exigencia de
que las resoluciones judiciales aborden fundadamente las cuestiones esenciales
sometidas a consideración por las partes (artículos 168 de la Constitución
Provincia y 106 del CPP)
A la vez, no puede dejar de hacerse notar la trascendencia que mantuvo
este planteo de la defensa en el período intermedio entra la interposición del
recurso y la resolución dictada por la Cámara.
Por ejemplo, en la denuncia penal formulada contra el Fiscal actuante, e
incorporada en copia al expediente que tuvo ante su vista la Cámara, se puso de
relieve de qué modo el Fiscal continúa dilatando la producción de pruebas
esenciales eventualmente favorables a la defensa (por ejemplo, negándose a
incorporar al proceso las filmaciones sobre el ingreso del personal policial al
domicilio de Jorge Castillo) y, en especial, de qué modo se viene intentando
mantener la imputación de tentativa de homicidio sobre la base exclusiva de las
testimoniales del personal policial cuestionado y el paralelo ocultamiento –u
omisión de producción- de toda diligencia objetiva.
Se ha mencionado, por ejemplo que el proyectil disparado supuestamente
por Castillo rebotó en un escudo policial.
Pues bien, jamás se ordenó la incautación de ese escudo.
Se dijo que las heridas fueron producidas por el desprendimiento de una
parte de un proyectil.
Jamás se ordenó la incautación y análisis de ese elemento.
Se dijo que se había efectuado más de un disparo.
Pero jamás se relevó la existencia de impactos en las paredes interiores
para determinar posibles trayectorias.
En fin, como no puede pasar desapercibido, las omisiones que venía
denunciando la defensa, y que expuso como motivo especial de agravio, no sólo
no fueron subsanadas en los largos meses que pasaron entre el recurso y la
resolución, sino que –además- se incorporaron en ese lapso nuevos instrumentos
que permitían advertir la gravedad y trascendencia de las omisiones que se venían
denunciando.
Como expusimos más arriba, a tal extremo ha llegado esta actuación
arbitraria de la Fiscalía que la Cámara Penal, en una resolución reciente, le ha
ordenado que permita a la defensa tener copia de las filmaciones del

28
procedimiento (obtenidas por las cámaras de seguridad instaladas en el domicilio
de mi asistido), no obstante lo cual el Fiscal -nuevamente- se ha negado a
mostrarlas, no sólo a la defensa, sino a los propios jueces, que han resuelto sin
haber podido acceder a ellas.
Existe entonces nuevamente violación de cuestión esencial y, por ello,
clara infracción al artículo 168 de la Constitución Provincial.
III.1.7. Se incurrió en la misma infracción constitucional al abordar el
agravio que había planteado en su momento mi predecesor en la defensa de
Adrián Castillo, el distinguido Dr. Trava respecto del hecho que en el auto de
prisión preventiva se describe como número 2.
Si se analiza con detenimiento el modo absurdo en que se ha imputado
este hecho a Adrián Castillo, podrá comprenderse también la grave infracción
constitucional en que incurrió la Cámara al escudarse en la supuesta insuficiencia
del planteo para, de ese modo, omitir explicar en definitiva porqué motivo el hecho
podría atribuirse el nombrado.
De la lectura del auto de prisión preventiva, obrante a fs. 3676 y sstes.,
pueden extraerse sin esfuerzo las siguientes conclusiones: (a) todos los testigos
son coincidentes en descartar la presencia de Adrián Castillo en el lugar del hecho,
(b) no hay prueba directa ni indirecta ni indiciaria ni de ninguna clase que permita
sostener que Adrián Castillo estuviese cerca del lugar en que se desarrollaron los
hechos, (c) no hay prueba directa, ni indirecta, ni indiciaria ni de ninguna clase que
permita sostener que Adrián Castillo supiera que el hecho se iba a ejecutar, (d) no
hay prueba de ninguna clase que permita sostener que Adrián Castillo pudo haber
conocido que el hecho se estaba ejecutando o que alguien le haya reportado su
existencia.
Así, al apelar este punto del decisorio, el Sr. Defensor sostuvo, con
claridad, que “…bajo ningún punto de vista y por ningún medio de prueba se ha
probado la participación de Adrián Manuel Castillo…”.
Cabe preguntarse aquí, frente a un panorama como el descripto, cuál sería
la carga procesal que debiera cumplir la defensa para indicar que el resolutorio
impugnado no tiene fundamento razonable en las pruebas incorporadas al
proceso.
Si el auto de prisión preventiva no indica ni valora prueba alguna de la que
pueda derivar razonablemente la atribución de responsabilidad que pretende

29
hacer valer en contra del imputado, entonces no puede sostenerse que sea
insuficiente –sino todo lo contrario- la apelación que, precisamente, sostiene y
explica que no hay prueba alguna para sostener la prisión preventiva por ese
hecho.
No obstante lo dicho, violando el derecho de revisión amplia que impone
el artículo 8.2. “h” de la CADH y los fallos citados de la CIDH, la Cámara ha
pretendido explicar que “…el carácter de instigador de Adrián Castillo debe
sostenerse (….), pues la defensa sólo se ha limitado a expresar que no se ha
probado la participación del nombrado por prueba objetiva, pero nada ha dicho
para desvirtuar aquella en la que el ‘a qúo’ se ha apoyado…”
La afirmación es insostenible, porque la prueba considerada por el “a quo”
se refiere a la participación en el hecho de personas distintas de Adrián Castillo.
Cierto es que esos mismos testigos –claro que no en forma inocente- se
ocuparon de afirmar y reiterar que las personas que intervinieron pertenecen a la
“banda de Adrián”.
Siendo ello así, no lo es menos que –libre albedrió mediante- esa no es
una prueba que permita vincularlo de modo alguno.
En el auto de prisión preventiva no hay explicación que permita entender
porqué motivo el hecho de que los testigos refieran que los agresores pertenecen
a una banda comandada por una persona determinada, permitiría atribuir sin mas
el suceso a esa persona.
No debe pasarse por alto que en la investigación se analizaron llamadas
entrantes y salientes y la ubicación de las antenas de los equipos celulares, sin
que –de esa diligencia- se haya extraído tampoco el más mínimo indicio de
participación –siquiera a distancia- de mi defendido.
Debemos decir, asimismo, que en forma reciente, mi defendido Adrián
Castillo ha aportado sobre este hecho una versión absolutamente consistente e
incuestionable que muestra su absoluta ajenidad al mismo.
III.1.8. Finalmente, la arbitrariedad se completa aquí con el hecho de que
se trata de un delito de competencia federal, y si ello es así, tanto el Juez de
Garantías como la Cámara debieron declarar, aún de oficio, la incompetencia por
razón de la materia, (conforme artículo 27 del CPP), y anular todo lo actuado por
carecer la Provincia –y sus agentes- de toda potestad investigativa y jurisdiccional
sobre el caso (artículo 28 del CPP).

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Se expresó en el respectivo incidente, y se reitera aquí por resultar también
procedente, que según lo establece con claridad el artículo 33 del CPPN en su
inciso 1, apartado “e”, el Juez federal conocerá en la instrucción de “Los delitos
previstos por los artículos 41 quinquies, 142 bis, 142 ter, 145 bis, 145 ter, 149 ter,
170, 189 bis (1), (3), (5), 212, 213 bis, 258 bis y 306 del Código Penal” (el resaltado
me pertenece). El artículo 18 del mismo CPPN citado establece que la
competencia jurisdiccional es “…improrrogable…”.
Resulta evidente que ambas disposiciones configuran Ley Nacional,
precisamente por haber sido dictadas por el Congreso de la Nación en ejercicio
de sus facultades legisferantes previstas en la Constitución Nacional.
La regulación citada, lejos de ser novedosa, es un reflejo de la contenida
desde el inicio de nuestro sistema institucional en el artículo 3 de la Ley 48, que
se ocupó de delimitar el ámbito de las facultades e intervención de los tribunales
federales respecto de delitos cometidos en territorio de las Provincias.
Como ha señalado con claridad la doctrina, la jurisdicción federal es
suprema, privativa e inalterable. En ese sentido, se ha dicho que “….sólo los
tribunales federales pueden entender en las causas a ellos asignados por las
leyes, con exclusión de la justicia provincial (C. S. J. N., Fallos: 157:378).” (Clariá
Olmedo, Jorge “Derecho Procesal Penal, Tomo I, página 329). A la vez, se ha
explicado que, cuando un ilícito corresponde al fuero de excepción, ello “…no
puede variar por las modificaciones que sufra la materia o los elementos objetivos
o subjetivos del hecho del proceso (C. S. J. N., Fallos: 148:407). El hecho juzgable
fija la competencia definitivamente en el momento de su comisión aunque después
pierda su naturaleza de federal…”
En el caso, es evidente que tanto la Fiscalía como los órganos judiciales
actuantes, han tomado intervención en clara contravención a lo estatuido en forma
expresa y clara por la Ley citada, que delimita las esferas y potestades
jurisdiccionales del Estado Nacional y de los respectivos Estados Provinciales.
Si, como surge del texto del artículo 33 del CPPN, los delitos de secuestro
coactivo y coacciones agravadas corresponden a la jurisdicción federal, entonces
es evidente que las Provincias –y sus agentes- carecen de potestad persecutoria
y punitiva respecto de los mismos.

31
Ha existido en consecuencia una actuación en exceso de los límites de
competencia de los órganos que han intervenido (Fiscalía, Juez de Garantías y
Cámara).
Como enseña Bidart Campos al referirse a las potestades estatales, “…el
órgano-institución tiene un área de competencia y un conjunto de atribuciones y
facultades. La competencia es la asignación de “su” función a un órgano-
institución. El uso del poder “fuera” de la competencia provoca exceso o abuso de
poder; y el uso del poder “dentro” de la competencia, pero con un “fin” distinto, la
desviación de poder. En el derecho constitucional del poder, la incompetencia es
la regla y la competencia la excepción.” Bidart Campos, Germán “Manual de la
Constitución Reformada”, Tomo III, punto 5).
Continúa explicando el autor citado que “Cuando el art. 19 establece que
nadie será obligado a hacer lo que la ley no manda ni privado de lo que ella no
prohíbe, es errado hacerle decir que los órganos de poder pueden hacer lo que la
ley no les prohíbe hacer. Y lo es porque la cláusula citada no está dirigida al poder
sino a las personas, y el poder necesita tener competencia para hacer algo, de
modo que debe omitir todo aquello para lo cual carece de competencia.” (op. cit,
punto 5).
Sobre esta base, puede decirse entonces que, siendo que la Ley vigente
excluye expresamente en casos como el presente la intervención de la justicia
provincial, al atribuir competencia sobre ellos a los jueces federales, es evidente
que la Fiscalía, el Juzgado a su cargo y la Cámara han actuado fuera de los límites
de las propias atribuciones y facultades.
No escapa a esta defensa que el Máximo Tribunal Nacional ha sentado
posibles excepciones al principio estatuido por la Ley para los casos en que se
trate de hechos aislados y perpetrados por personas que no se vinculan a una
organización delictiva que se dedique a la perpetración de esa clase de ilícitos
(ver, entre otros el alcance interpretativo delineado en el precedente “Ramaro”, en
Fallos 328:3963) pero, en el caso, como surge de la propia descripción de los
hechos que ha formulado el Fiscal, lo que se investiga es precisamente que,
detrás de estos hechos, existe una organización que se destinaría, en forma
sistemática, a su comisión, con lo que no existe motivo alguno para dudar de la
aplicación al caso de las disposiciones legales que ordenan la intervención de la
justicia federal y, mucho menos, para que sea la propia Justicia Provincial la que

32
–sin el debido conocimiento de los órganos legalmente competentes- se haya
autoatribuído la competencia sin justificativo razonable alguno.
Dicho esto, corresponde analizar cuáles son las consecuencias legales
que se imponen en este proceso.
Así, en primer lugar cabe tomar nota de lo estatuido por el artículo 28 del
CPP.
Esta norma establece expresamente como principio que “La inobservancia
de las reglas para determinar la competencia por razón de la materia producirá la
nulidad de los actos…”
Como resulta evidente, la cuestión que aquí se plantea se refiere
expresamente a uno de los posibles supuestos de competencia por razón de la
materia (federal o provincial). Así lo expresa Claría Olmedo, al tratar la
competencia federal por razón de la materia (Tomo I, página 330 y sstes.), acápite
en el que incluye los supuestos del caso.
En sintonía con la norma del artículo 28 del CPP, la doctrina ha explicado
que “La competencia condiciona la validez del acto, de modo que el emitido fuera
de ella se considera afectado de nulidad.” (Bidart Campos, op. cit. Parágrafo 6).
Y con expresa referencia al proceso penal, se ha dicho que “…ante el
hecho delictuoso que se afirma cometido, debe determinarse primero si
corresponde a los tribunales federales o a los de una de las provincias; después
el tribunal de cual circunscripción; enseguida el de qué materia penal, y finalmente
debe concretarse el de la función respectiva. Los actos cumplidos sin observar
estas reglas están conminados con nulidad porque el tribunal habría
actuado sin tener poder para ello. Además, las partes no pueden disponer en
ningún caso la alteración de estas reglas legales porque son de interés público;
incompetencia absoluta a lo menos en lo material y funcional…” (Claria Olmedo,
op. cit., Tomo I, página 326).
La doctrina jurisprudencial de la Suprema Corte de Justicia ha transitado
caminos análogos, declarando en los supuestos contemplados por el inciso 5 del
artículo 3 de la Ley 48 la nulidad de todo lo actuado, aún de oficio e incluso luego
del juicio y la condena.
En ese sentido, ha expresado el Alto Tribunal Provincial que “…dada la
naturaleza de las administraciones de justicia federal y provincial, el juzgamiento
realizado por ésta última cuando el delito -en el caso, el contemplado en el art.

33
170 del Código Penal- es de aquellos sobre los que la justicia federal tiene
competencia necesaria (art. 3º inc. 5º, ley 48 sobre leyes 20.661 y 23.817), origina
una situación excepcional de incompatibilidad con el debido proceso. Siendo ello
así, la única manera jurídicamente adecuada para dar solución a tan esencial
anomalía es la de declarar la nulidad de todas las actuaciones que la originaron…”
(SCBA, sentencia del 16 de Febrero de 1999, dictada en causa P 46.686
caratulada “Cruz Robles, Antonio Felix y otro s/ secuestro extorsivo”).
Como surge de la propia sentencia citada, similar criterio se siguió en las
causas P. 40.195, sent. del 10-III-92 en D.J.B.A., 142-269 y P. 49.694, sent. del
21-IX-93, entre otras).
En el caso de autos, jamás se puso en conocimiento de la Justicia Federal
el inicio de la investigación por supuesto secuestro coactivo y, a la vez, ante el
expreso pedido de informes del Fiscal Federal (ver fs. 2293), la Fiscalía General
Departamental contestó –prescindiendo de la ley- que “…los eventos investigados
en el marco de la causa que tramita ante esta sede resultan ser de competencia
ordinaria y de no ese fuero de excepción…” (fs. 2295).
Por si lo dicho fuese poco, el Fiscal Federal había requerido que se informe
también si en la causa “…se encuentra imputado personal de alguna fuerza de
seguridad de orden federal…”.
Es que, como enseña Claria Olmedo “La soberanía y seguridad de la
Nación pueden sufrir ofensa directa cuando de alguna manera resulte
comprometida la función nacional por la investidura que ostenta el sujeto activo o
pasivo del hecho. No se trata, pues, de la persona en sí, sino de la investidura con
jerarquía nacional (comprendida la internacional) que esa persona ostenta para el
desempeño de la función pública.” (Op. cit., página 337)
En la respuesta, se omitió referir que uno de los imputados, más
específicamente Pablo Sebastián Randone, que se encontraba detenido, revestía
la calidad de efectivo de la Policía Federal.
Como puede advertirse, se ha seguido un patrón de conducta análogo al
que –en parte- motivara la denuncia penal formulada respecto del allanamiento en
la casa del Sr. Jorge Castillo y, en cualquier caso, queda en evidencia, en palabras
de la Suprema Corte Provincial, una situación excepcional de incompatibilidad con
el debido proceso porque –sin perjuicio del aspecto subjetivo que pueda haber
motivado este accionar- lo cierto y concreto es que se ha ejercido jurisdicción y

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poder persecutorio sobre hechos que la Ley reserva a las autoridades federales
lo que, como establece la ley, la doctrina y la jurisprudencia, no puede sino motivar
la nulidad de las actuaciones pertinentes.
III.1.9. También se ha incurrido en una revisión meramente aparente y
violatoria de la doble instancia y la defensa en juicio en lo que atañe al hecho que
se sindica como número VIII y que se atribuyó a Adrián y Leandro Castillo.
En el auto de prisión preventiva, se había razonado que la mera presencia
de Adrián y Leandro Castillo en el lugar del hecho (mientras otras personas les
pegaban a algunas femeninas semidesnudas), bastaba para responsabilizarlos
por la ejecución del mismo dado que los ejecutores responderían –en forma
habitual- a las órdenes de Adrián Castillo y, en su ausencia, a las de mi otro
asistido Leandro.
La Cámara, advirtiendo la dificultad de sostener una imputación penal de
la gravedad que tiene la presente sobre la base de la mera presencia pasiva de
una persona en el lugar de los hechos, ha pretendido explicar que “…en atención
a la condición de jefe de la banda y hermano del mismo, que respectivamente
revisten, entendemos que su presencia avala la agresión de la que fueron víctimas
esas mujeres (…) y aumentan la indefensión ante el número de los sujetos
activos…”.
Esta construcción conceptual es insostenible frente a los principios de
legalidad y reserva de los artículos 18 y 19 de la CN.
El reproche se construye sobre la suposición –arbitraria, por cierto- de que
Adrián y Leandro Castillo habrían avalado la agresión.
Sobre esto debe decirse que la actitud subjetiva que cualquier persona
pueda tener frente a un hecho que comete otro y del cual no participa de ningún
modo (es decir, cuando no ayuda a su comisión, ni toma parte de la ejecución, ni
brinda ninguna clase de apoyo objetivo al mismo), resulta en absoluto irrelevante
para el derecho penal.
Los ciudadanos no tienen la obligación –y mucho menos bajo amenaza de
pena- de interrumpir los delitos cometidos por otros.
Pueden actuar en legítima defensa de terceros.
Pero la ley no obliga a defender a nadie.
Y si no hay delito ni pena para los ciudadanos que –ajenos al hecho- no
interfieren de modo alguno en el mismo –ni para que se consume, ni para que se

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interrumpa-, se encuentra exento del análisis de los magistrados –artículo 19 de
la CN- la actitud subjetiva, los sentimientos o pensamientos que el hecho puedan
despertar en su fuero íntimo del sujeto.
Dice la Cámara que mis asistidos “….en ningún momento manifestaron su
intención de interrumpir el castigo…”, con lo que pretende construir una
responsabilidad por omisión de auxilio como si tuvieran, frente al caso, una
posición de garante que no se entiende de qué modo podría construirse.
En suma, es claro que la Cámara ha incurrido nuevamente aquí en una
revisión meramente aparente de la resolución atacada (contra lo que imponía el
artículo 8.2. “h” de la CADH), convalidando la atribución de este hecho pese a
advertir que los argumentos del “a qúo” eran claramente insuficientes, e intentando
suplirlos con otros igualmente arbitrarios y apartado de los límites claros y precisos
establecidos por la Constitución Nacional.
En el caso de Leandro Castillo, que ni siquiera es sindicado como Jefe de
quienes ejecutaren el hecho, el absurdo es aún mas notorio y evidente.
III.1.10. Es que el Juez de Garantías había considerado como relevante,
para construir la responsabilidad de Leandro Castillo, que el mismo revestiría la
condición de jefe de la supuesta asociación ilícita que integrarían alguno de los
ejecutores directos del hecho en análisis.
Pero la Cámara ha fijado el criterio de que Leandro Castillo no puede
considerarse Jefe de ninguna asociación ilícita.
Y si ello es así, entonces también queda al descubierto que el citado
argumento del Juzgado de Garantías deja de ser invocable.
En este escenario, la imputación normativa que pretende sostener la
Cámara se fundaría en el hecho de haber visto el desarrollo del suceso y que, en
su carácter de hermano del supuesto jefe de la banda, no haya intentado
interrumpir el evento.
El absurdo de pretender que Leandro Castillo responda sobre la base de
un deber jurídico derivado de su condición de hermano de Adrián Castillo -que
tampoco ejecutó el hecho- resulta francamente descabellado y sólo evidencia,
como lo venimos denunciando, la voluntad ilegítima de someter a prisión, como
sea, a los miembros de la familia Castillo, sin importar si existe o no prueba que
realmente pueda vincularlos.

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Sobre este hecho, que además es claramente de competencia federal,
reiteramos las consideraciones que expusimos en el punto anterior.
A ello agregamos, frente a la inicial respuesta que pretendió dar la fiscalía
justificando su intervención en contra de la ley, que en la requisitoria de prisión
preventiva se afirmó que, detrás de estos sucesos, se advertía la operatividad de
una de las tres asociaciones ilícitas (cada una integrada por más de una decena
de personas) que actuarían en la zona
Así, había dicho la Fiscalía con toda claridad que “…los hechos delictivos
determinados…, se enmarcan en el giro criminal de las distintas bandas en
tratamiento…” (ver. fs. 3586), agregando que “…si bien es cierto que esos hechos
deben ser investigados individualmente…., no es menos cierto que la
concurrencia de otros elementos y factores –probados en esta causa- indican que
la comisión de esos hechos, responden a una lógica generada en la ‘organización’
cuyos fines exceden la sola comisión de los mismos” (fs. 3586/vta.)
Estas afirmaciones descartan que el Fiscal piense, como sostuvo en el
incidente en trámite, que esos hechos respondan a una motivación
exclusivamente individual y que, por ello, puedan ser de competencia provincial.
Yendo un paso mas, el Ministerio Público había expresado incluso que
“…de las investigaciones que se encuentran en curso, entre ellas la presente, se
ha advertido que esa actividad (…) se afincaba dentro de un sistema bastante
arraigado en el que se patentizaba la operatoria de estas verdaderas
organizaciones criminales, para cuyos integrantes es moneda corriente la
utilización de diferentes métodos violentos a través de los cuales se afecta la
libertad de las personas, la integridad física, la propiedad, entre muchas otras.”
(ver requisitoria de prisión preventiva, fs. 3445)
Y por si quedaran dudas, en el mismo requerimiento se dijo que “…esa
metodología, ilegal, por cierto, que desde hace años se encontraba arraigada en
la Feria de La Salada, muchas veces ha puesto sobre el tapete la problemática
que encierra el sector, desnudando, en su versión mas oscura, la operatoria de
verdaderas organizaciones de crimen organizado, que imponen sus propias
reglas, por fuera del Estado y de la Ley, y que merecen ser desterradas de
nuestra sociedad.”.
De modo que, si los hechos se imputan a las mismas personas a las que
se le atribuyen pertenecer a una organización de crimen organizado -destinada,

37
entre otras cosas, a la comisión de esa clase de delitos-, y que aplicarían una
“metodología ilegal” por la cual intentarían imponer sus propias reglas, fuera del
Estado y de la Ley, es evidente que no se trata de ilícitos que respondan a la
“motivación individual” a la que pretendió referirse la Fiscalía para intentar de
sostener la validez de su intervención.
También el Fiscal refirió, al contestar esta vista, que en el caso no existiría
posible afectación de la seguridad del Estado Nacional o de alguna de sus
instituciones.
Debe destacarse, en primer lugar, que la propia jurisprudencia de la CSJN
que cita exige para, para que resulte eventualmente procedente apartarse del
mandato de la Ley vigente, la concurrencia simultánea de dos recaudos:
a) que se revele en forma inequívoca y fehaciente que los hechos tienen
estricta motivación particular,
b) que no exista posibilidad de que se afecte, directa o indirectamente, la
seguridad del Estado Nacional o de alguna de sus instituciones.
Como hemos expresado, en el caso es evidente que no se da el primero
de los extremos –indispensables para hacer eventualmente operativo el
apartamiento de la jurisdicción federal-, porque no sólo no surge en forma
“inequívoca” y “fehaciente” que los hechos tenga motivación particular, sino que
de los propios términos de la requisitoria fiscal se advierte precisamente lo
contrario, es decir, que los hechos se explicarían con la pertenencia de los
supuestos autores a lo que el Fiscal denomina una banda dedicada al Crimen
Organizado que opera desde hace años en la zona y que intenta imponer sus
propias reglas por fuera del Estado y la Ley.
Dicho esto, tampoco parece atinado que –ahora-, el Fiscal pretenda
sostener que las hipótesis delictivas a la que se ha referido reiteradamente a lo
largo del proceso no podrían afectar de ningún modo, ni siquiera en forma
indirecta, los intereses del Estado Nacional, de alguna de sus instituciones, o a la
seguridad de uno u otras.
Es que en la misma requisitoria ha expresado, citando a la CSJN, que
ningún ciudadano “…puede invocar en su favor derechos supralegales, es decir,
derechos que existan por encima y con prescindencia de las normas que integran
el derecho positivo argentino. No otra cosa significa decir, desde el punto de

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vista del imperio de la ley, que una comunidad humana existe como Estado
de Derecho.” (fs. 3446).
Y, en la misma línea, ha dicho que “…en el contexto que ha sido puesto de
resalto, y haciendo especial hincapié en la existencia de agrupaciones
criminales organizadas y complejas que, como se ha demostrado, a través de
la comisión de diversos delitos, permitían que en la circunscripción delimitada por
las arterias mencionadas oportunamente se instalen ‘según su ley’, de manera
ilegal –en la vía pública-, estructuras metálicas que conformaban los puestos de
venta de mercadería de parte de lo que se conoce como Feria la Salada, los
derechos al trabajo, al ejercicio de la industria, del comercio o de la profesión, no
podían constituirse en indemnidades para perturbar el orden público establecido
por la Ley…”
Es decir, ha sido el propio Fiscal quien, en la requisitoria, ha vinculado
los hechos con un cuestionamiento directo al Estado de Derecho, que se
habría puesto parcialmente en crisis a partir de que estas organizaciones, con
estructuras arraigadas y estables, pretendían que las cosas funcionen de acuerdo
a sus propias “leyes”, al punto que, según el propio Dr. Scalera, actuarían como
“fuerzas parapoliciales” (fs. 3406).
A lo dicho se suman otras circunstancias de relevancia.
Ni bien producidas las detenciones, se organizó una campaña de difusión
mediática en la que el propio Fiscal –que dijo que no advierte intereses nacionales
comprometidos-, brindó una conferencia de prensa acompañado, nada menos,
que de la máxima autoridad nacional en materia de seguridad pública.
Existe más de un centenar de publicaciones que reflejan esa conferencia
de prensa.
Para poner un solo ejemplo, en el sitio
“http://www.telam.com.ar/notas/201706/192985-detienen-al-rey-de-la-salada-por-
asociacion-ilicita-y-extorsion.html”, pueden leerse declaraciones de la propia
Ministra de Seguridad de la Nación Patricia Bullrich quien, junto a Scalera, dijo
que “En la Salada funcionaba un Estado paralelo”.
Que el Fiscal –que participó de esa conferencia de prensa junto a la
Ministra de Seguridad de la Nación- sostenga que no advierte ninguna relación o
afectación a los intereses Nacionales, se contrapone no sólo con el hecho público

39
y notorio antes comentado, sino con la propia caracterización de los ilícitos que ha
reflejado por escrito en las distintas intervenciones previas en este expediente.
En esas mismas apariciones públicas, se ha mencionado, en sintonía con
las apreciaciones que volcó el Fiscal en sus requerimientos, la existencia de una
lógica mafiosa, que tendría arraigo y colaboración de miembros de fuerzas de
seguridad –incluso se destacó la detención de un efectivo de la Policía Federal
custodio del anterior Secretario de Seguridad de la Nación-.
En suma, por lo dicho en los párrafos anteriores, estimamos que ha
existido una revisión meramente aparente sobre este hecho objeto de imputación
y cuestionamiento y que, a la vez, resulta particularmente grave que se pretenda
convalidar un encarcelamiento preventivo sobre la base de apreciaciones jurídicas
y atribuciones de responsabilidad que violan el artículo 19 de la CN y que, además,
se refieren a hechos sobre los que la Provincia –y sus agentes- carecen de todo
poder persecutorio y decisorio.
Estimamos, por todo lo dicho en este punto, que corresponde anular el
resolutorio impugnado, disponer la inmediata libertad de nuestros asistidos y
reenviar las actuaciones a la Cámara para que, debidamente integrada, dicte
nuevo pronunciamiento acorde a lo resuelto (conf. artículos 460 y 461 del CPP)
IV.2. ARBITRARIA APLICACIÓN DE LA LEY DE FONDO, ILEGITIMA
INCORPORACION Y ABSURDA VALORACION DE LAS PRUEBAS.
IV.2.1. Respecto del delito de asociación ilícita.
La imputación se ha construido sobre la base de utilización ilegítima de
testimonios de personas que –en función del criterio del fiscal- debieron ser
imputadas.
Ha existido entonces, en este punto, una doble maniobra ilegítima
tendiente a lograr la construcción de prueba de cargo por fuera de la ley.
Por un lado, se procedió a “condonar” de hecho conductas que –para el
fiscal- serían delitos.
No se comprende que frente a la hipótesis de múltiples delitos
presuntamente cometidos por múltiples personas, la Fiscalía elija en forma
arbitraria imputar los hechos a los integrantes de alguna familia o grupo y, a la par,
dejar impunes y fuera de todo cuestionamiento a los integrantes de otros grupos
que estarían incurso en las mismas actividades que se investigan.

40
Por otro lado, una vez condonada la persecución de determinados delitos
a determinadas personas –o justamente, a consecuencia de ello- se obtuvo de las
mismas una testimonial –prohibida para quien debe considerarse imputado- a fin
de construir el plexo probatorio de cargo en contra de Jorge Omar Castillo y su
familia.
A la vez, se ha asumido un criterio de interpretación de la ley de fondo que
es abiertamente violatorio del principio de legalidad y defensa en juicio, porque se
ha pretendido subsumir en ella hechos que no encuadran en los límites
semánticos ni jurídicos de los términos que utiliza la norma.
IV.2.1.1. Ilegítima incorporación de la prueba de cargo.
La Cámara ha reparado en los aportes que hicieran los testigos Carmen
Agüero Peña (fs. 346), Pablo Marcelo Solito (fs. 2550/2551), Ariel César Flores
(fs. 2556/2557), Patricia Viviana Melo (fs. 2560/2567) y Olga Susana Ledesma (fs.
2696/2697).
La primera de las testigos, afirmó a fs. 346 que explota un puesto de
lencería sobre la vía pública.
Pablo Solito, en el mismo sentido, dijo explotar desde hace al menos cinco
años un puesto de venta de ropa ubicado sobre la cinta asfáltica.
Ariel Flores, asimismo, dijo explotar puestos sobre la vía pública junto a
otras personas desde hacía años.
Patricia Melo le refirió al Fiscal ser titular de diez puestos que se ubican
siempre sobre la vía pública y respecto de los cuales cobran un monto diario por
su alquiler junto a su marido.
Por último, la testigo Susana Ledesma, además de tener decenas de
denuncias en su contra, reconoció también dedicarse al alquiler de puestos en la
vía pública y relató incluso que en un momento el mismo Jefe distrital de la Policía
(el actual Jefe de la Policía de la Provincia) dispuso la ocupación del espacio
público dividiendo las zonas de injerencia de cada uno de los interesados.
Todas estas personas, si se confronta su actividad con la que el Fiscal
identifica como ilegítima en esta misma causa, se advertirá que estarían incursos
en delitos, que no sólo no se han investigado jamás, sino que han sido
automáticamente indultados por el Ministerio Público con la única finalidad, en
este caso y en muchos otros, de hacerlos declarar en contra de mis asistidos y,

41
de ese modo, poder dar sustento a la imputación que –como puede advertirse- se
encuentra claramente direccionada.
Al describir la finalidad y objeto de las asociaciones ilícitas, el Fiscal
considera que uno de los “delitos” que las mismas estaban destinadas a cometer
se relaciona con la “ocupación ilegítima del espacio público”.
Esto surge claramente del requerimiento.
Ahora bien, todos estos testigos, y muchos otros que se han valorado en
el requerimiento de prisión preventiva, han expresado con claridad ante el propio
fiscal que se dedicaban a ocupar ilegítimamente el espacio público, sin que el
representante del Ministerio Público –que sostiene la tesis de que ello sería delito,
al menos cuando lo hace alguno de los Castillo- haya suspendido la testimonial,
haya relevado a los declarantes del juramento de decir verdad ni haya tampoco
iniciado proceso penal alguno por los supuestos ilícitos así referidos ante su
misma presencia.
No se trata de una cuestión relativa al valor de las declaraciones prestadas
por personas que podrían tener un evidente interés económico en que se persiga
penalmente a quienes identifican como posibles competidores de la actividad que
ellos realizan, sino directamente de la inadmisibilidad de la prueba obtenida en
clara infracción a garantías constitucionales, porque se trata de personas que
debieron ser imputadas pero que, no obstante, fueron dispensadas
arbitrariamente de la persecución penal con la finalidad –y seguramente el
compromiso- de que depongan en contra de las personas que el Fiscal había
decidido imputar.
Esta clase de maniobras resultan por un lado contrarias al debido proceso,
porque importan el ejercicio ilegítimo y arbitrario de las propias atribuciones y se
apartan de las previsiones legales específicas en materia de “arrepentidos”.
A la vez, en el fondo, no es otra cosa que una declaración obtenida bajo
juramento a una persona que –para el propio fiscal- debía revestir rol de imputado
y, por ello, se encuentra amparada por la manda del artículo 18 de la CN.
La decisión de no imputar a algunas personas que realizan las mismas
actividades supuestamente ilegítimas que se investigan para, de ese modo,
obligarlas a prestar declaración como testigos y, así, lograr la obtención de prueba
de cargo respecto de otras personas a las que se decide imputar, constituye una

42
actividad procesal absolutamente ilegítima que no responde a ningún criterio de
razonabilidad ni de legalidad material.
Tanto el auto de prisión preventiva, como el resolutorio de la Cámara que
lo confirma, consolidan esta flagrante violación constitucional y, por ello, deben
ser deslegitimados como actos jurisdiccionales válidos.
Agrego a este punto el hecho -nuevo- de que en la declaración de mi
asistido Adrian Castillo, se ha referido que el Fiscal intentó análoga maniobra con
el nombrado, interrogándolo informalmente cuando ya era claramente imputado,
al punto que tenía sus teléfonos intervenidos.
Este suceso, referido con detalle por mi asistido, ha dado lugar a la
formación de una nueva investigación penal dirigida a investigar la actuación del
Fiscal interviniente.
IV.2.1.2. Arbitraria aplicación del artículo 210 del CP.
La norma citada exige, entre otros requisitos, que la banda o asociación
esté destinada a la comisión indeterminada de “delitos”.
Se viola el principio de legalidad y la prohibición de aplicación analógica de
la ley penal cuando se pretende encuadrar en el artículo 210 del CP a un grupo
de personas que se organiza para cometer faltas o contravenciones
indeterminadas.
Dijimos en su momento, y reiteramos ahora, que si se analiza con
razonable objetividad el cúmulo de elementos probatorios que se han ido
incorporando al caso durante los casi tres años de proceso, podrá advertirse que
el centro de los cuestionamientos (y así lo ha expresado la Cámara), pasa por la
instalación de puestos de venta que ocupaban la vía pública y las veredas sin
debida autorización Municipal ni Provincial.
Así expresada la problemática, se advertirá lo dificultoso que resulta -a
partir de esto-, construir la hipótesis de una asociación ilícita, porque lo primero
que se evidencia es que el objetivo central de quienes se dedicarían a la actividad
cuestionada, no tiene que ver con la comisión de delitos, sino con el ejercicio del
comercio, concretado de un modo que, eventualmente, puede aparecer
transgrediendo normas municipales –al no contar con debida autorización- o
provinciales –al violar las leyes contravencionales-.
No es un dato menor el hecho de que, según lo refirieron todos los testigos,
y resulta además de público y notorio, la actividad que se pone en crisis venía

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desarrollándose, con variantes, desde hace años, quizás desde hace más de una
década.
Tampoco es un dato menor el hecho que esa actividad, desplegada en
forma pública y sistemática, fue permitida, tolerada, avalada y, a veces, hasta
incentivada, por todas las autoridades públicas con injerencia y competencia sobre
el lugar, comenzando por el Municipio, continuando por la Policía (recordemos
que el actual jefe de la policía bonaerense habría distribuido los espacios públicos)
y también por la propia justicia, que de ninguna manera podía desconocer la
realidad que ahora se cuestiona.
En este contexto, basta repasar el modo en que la Cámara -en sintonía
con la Fiscalía- ha intentado explicar cuál sería el objeto de la asociación ilícita
para advertir la arbitrariedad a la que nos venimos refiriendo.
Así, se ha referido que la banda de Adrián tendría, como una de sus
finalidades, la de “ocupar las aceras y calzadas”.
Si se contrasta esta acción con las normas del Código Penal, y de las leyes
complementarias, se advertirá que la conducta no configura ningún delito.
Tan claro es el tema, que el Fiscal y la Cámara intentaron revestir de
antijuridicidad el hecho diciendo que esa ocupación se haría “…en forma
ilegítima…” y “…mediante violencia, y/o engaño y/o clandestinidad…”.
El absurdo es evidente.
No se comprende de qué modo podría estimarse que los sucesos
descriptos puedan entenderse clandestinos cuando a cada feria concurren
decenas de miles de personas.
Pero, más allá de eso, lo cierto es que por más que se tilde de ilegítima la
ocupación, o se le agreguen medios comisivos que contempla el código penal
para ciertos delitos (por ejemplo, la usurpación), no puede haber jamás tipicidad
cuando la conducta central que se reprocha (ocupar la acera) no aparece
contemplada dentro del discontinuo de ilicitudes que prevén las leyes penales.
El otro supuesto delito para el que se erigiría la asociación a la que hace
referencia el Fiscal -y la Cámara-, sería el cobro del estacionamiento.
Cobrar por un servicio no se encuentra contemplado como delito en el
Código Penal.
Nuevamente, el Fiscal adosa a la conducta el calificativo de “ilegítimo”, lo
que aplica tanto al cobro como al estacionamiento mismo.

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Puede discutirse si el cobro es o no incausado, o si incluso es o no ilegítimo
frente a las regulaciones del Código Civil y Comercial o si eventualmente encuadra
en las disposiciones del Dto. Ley 8031.
Lo que no me queda ninguna duda es que ni el Código Penal, ni las Leyes
complementarias, han regulado alguna vez como delito el hecho de que una
persona, o grupo de personas, cobre por un servicio de estacionamiento.
Pretender fundar la existencia de una asociación ilícita sobre la base de
que un conjunto de personas se dedica a cobrar estacionamiento a quienes
concurren a la zona a bordo de sus vehículos y, efectivamente, los dejan
estacionado en las inmediaciones o en predios precariamente acondicionados
para ello, representa un absurdo que conduce a la aplicación de la ley de fondo
(artículo 210 del CP) con clara prescindencia de su texto.
La tercera hipótesis de supuesta delictuosidad que el fiscal ha mencionado
–y que han tomado sin análisis crítico el Juez y la Cámara- finca en el hecho de
que la supuesta asociación cobraría para permitir que funcione el juego “de la
pelotita”.
Otra vez, el hecho no reviste tipicidad penal.
Nótese que el Fiscal no vincula a la asociación con la explotación del juego.
Y no lo hace porque, en rigor, no hay una sólo prueba que pueda hacer
pensar o intuir que alguno de los imputados participe de algún modo en la
explotación del mismo.
El hecho que se describe se vincularía a la omisión de impedir que se
desarrolle esa actividad.
Y a ello se agrega que esa omisión se explicaría por el cobro de una suma
de dinero.
En cualquier caso, es evidente que ninguno de los imputados, ni
individualmente ni en conjunto, tenía el deber jurídico, fáctico o moral de impedir
que la actividad se desarrolle.
Ninguno de los imputados es funcionario público competente en la
erradicación del juego clandestino.
Y no se comprende tampoco qué delito podría configurarse por el hecho
de que se reciba un cobro por parte de quienes llevan adelante la conducta.
Todo esto, sin entrar a discutir si el cobro efectivamente se encuentra
acreditado, si es razonable suponer que lo cobrasen particulares y no los

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funcionarios de las fuerzas de seguridad a las que se les confió la investigación o,
finalmente, si el mencionado juego de apuestas, constituye en rigor uno de los
juegos de azar a los que se refiere el artículo 301 bis del CP., especialmente
teniendo en cuenta que el resultado no se vincula a cuestiones aleatorias, sino a
los reflejos y la capacidad de observación y concentración.
Pues bien, como puede advertirse, la hipótesis fáctica del Fiscal –y que
han entendido provisoriamente acreditadas el Juez de Garantías y la Cámara-, no
abastece en modo alguno la tipicidad que se pretende aplicar, porque ninguna de
las actividades que serían el objeto de la asociación, reviste el carácter de delito
penal, tal como exige la letra clara y expresa del artículo 210 del CP.
De este modo, es claro y evidente que la Cámara ha incurrido en arbitraria
aplicación de la Ley de Fondo, lo que viola por un lado el debido proceso y la
defensa en juicio y, por otro, el principio de legalidad penal, todo conforme lo
estipulado en los artículos 18 y 19 de la CN)
Luego, la Fiscalía ha pretendido completar este esquema, con la
afirmación de que la agrupación de personas que responderían por ejemplo a
Adrián Castillo, tendría además como finalidad “usar ilegítimamente armas de
fuego”, “impedir el funcionamiento de los transportes”, “coaccionar y agredir
físicamente a feriantes y carreros”, “encubrir delitos”, y “desapoderar
ilegítimamente de mercadería a feriantes y concurrentes a la feria”.
Aquí lo que se evidencia es la arbitrariedad probatoria y fáctica.
Es un absurdo suponer que la asociación ilícita, como anticipo de punición,
puede vincularse a la futura comisión de delitos de peligro abstracto, como podría
ser la tenencia de armas de fuego.
Por cierto, si es desde ya discutible la legitimidad constitucional de la
punición de delitos de peligro abstracto –como sucede con el mencionado tipo de
tenencia de armas de fuego-, es directamente descabellado suponer que pueda
construirse una imputación penal a partir de la supuesta existencia de una
asociación que –a futuro- podría llegar a cometer un delito de peligro abstracto.
El artículo 19 de la CN, y fundamentalmente, el principio de lesividad, y de
última ratio de la herramienta punitiva, impide una construcción de esta naturaleza.
Sin perjuicio de ello, tampoco hay prueba que demuestre que
efectivamente haya existido un acuerdo de voluntades para que algunos de los
miembros de la asociación puedan tener armas de fuego sin registrar.

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No se han acreditado circunstancias fácticas que puedan demostrar
razonablemene esa hipótesis.
Con relación al resto de las supuestas finalidades, lo que debe decirse es
que, respecto de muchas de ellas, no existe ninguna prueba de que la supuesta
asociación haya concretado hechos de esa naturaleza, lo que entonces no hace
más que excluir esa supuesta finalidad.
Es que no sería compatible pensar en la instalación de una sociedad
criminal por ejemplo destinada a robar y que, pese a ello, en tres años, la
asociación no haya cometido ni siquiera un hurto.
Por otro lado, el razonamiento acude al vicio lógico de la petición de
principio, porque se usa como premisa lo mismo que se quiere demostrar.
Así, por ejemplo, se han imputado a Adrian Castillo dos hechos por resultar
supuesto Jefe de una Asociación ilícita (coacciones, secuestro coactivo).
En ninguno de esos hechos tomó participación alguna.
Uno sucedió sin que siquiera se entere.
El otro lo ejecutaron terceros en su presencia.
La Cámara, al convalidar la resolución del Juez de grado, ha interpretado
que esos hechos deben cargarse a Adrián Castillo porque este sería Jefe de la
asociación. Paralelamente, para considerar acreditada la asociación ilícita, ha
considerado la comisión de esos dos hechos antes mencionados.
De este modo, puede advertirse que el razonamiento es circular.
Existe asociación ilícita porque se cometieron esos dos hechos. Y esos dos
hechos son imputables a Adrian Castillo porque existe asociación ilícita.
El tercer absurdo evidente parte del hecho de que se haya afirmado que
los supuestos cobros de alquileres se hacían en forma coactiva.
Está demostrado en la causa que ninguna de las supuestas víctimas
formuló denuncia alguna y que, lejos de ello, cada día acudían libremente a la feria
para -a criterio del fiscal- ser coaccionados.
En suma, el centro de la imputación y de la construcción se ha construido
sobre la base de finalidades que –eventualmente- podrían cuestionarse desde lo
ético, o desde las normas de convivencia municipal, pero que, claramente, nada
tienen que ver con conductas posiblemente delictivas y, por ello, resultan
absolutamente inconducentes para pretender sostener la tipicidad del artículo 210
del CP.

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El hecho de que se pudiera estorbar el tránsito vehicular, es evidente que
no constituye una de las finalidades de la asociación, ni resultaría razonable
suponer que un grupo de personas que están en su sano juicio conformen una
agrupación estable para que no pase un auto o un colectivo por determinada
arteria.
Lo que se ha probado provisoriamente es que había gente que armaba sus
puestos de venta en la calle –como sucede con cualquier feria habilitada
municipalmente- y ello, a lo sumo, puede representar una falta municipal o
contravención, pero jamás erigirse en delito.
En suma, en palabras de la CSJN, se ha partido de una interpretación
arbitraria de la ley vigente, porque se ha resuelto con prescindencia de su texto
expreso, lo que evidencia, una vez más, la arbitrariedad y la violación al debido
proceso y la defensa en juicio que se viene denunciando.
IV.2.2. Respecto del delito de homicidio en grado de tentativa.
Finalmente, nos referiremos a la arbitraria imputación que se ha dirigido a
Jorge Castillo con motivo del incidente ocurrido en el marco del allanamiento
ejecutado en su domicilio.
La Cámara ha entendido acreditado el dolo homicida.
No obstante, ha omitido tener en cuenta circunstancias de hecho
comprobadas y absolutamente decisivas.
Como explicamos en la denuncia penal formulada e incorporada en copia
al caso, el allanamiento realizado en el domicilio de mi asistido fue absolutamente
ilegítimo e irregular y ello generó una reacción defensiva por parte de quien –
razonablemente- estimó que podría estar siendo objeto de un intento delictivo.
Hemos dejado constancia en la denuncia, entre otros puntos, que: (a) la
ejecución de la orden en horario nocturno resulta en el caso ilegítima, (b) no había
motivos ni razones para decidir una irrupción violenta, (c) el personal interviniente
sabía que ingresarían a una casa de familia, (d) sabían también que el dueño de
la casa tenía motivos para sospechar que podría ser fruto de un delito –esto, por
el enorme caudal diario de dinero en efectivo que administraba-, (e) tenían
conocimiento de que Castillo tenía en su poder armas de fuego para defensa.
También hemos expresado que en la diligencia se omitió toda clase de
control y transparencia, que los testigos fueron dejados a bordo de vehículos
desde los cuales no podían apreciar la diligencia, que se omitió filmar o fotografiar

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el procedimiento, que no se hizo presente ningún funcionario de la Fiscalía para
controlar la medida y que la misma fue delegada en la policía bonaerense, que
había sido previamente apartada por el propio Fiscal.
En este contexto, debe ponerse de relieve, además, que el Dr. Scalera,
luego de comunicado el suceso, ordenó que el mismo no se pusiera en
conocimiento del Fiscal y Juez competente (lógicamente, de Mercedes), volvió a
delegar la investigación del nuevo caso en la propia policía bonaerense (que había
intervenido en el hecho) y omitió ordenar que se recaben o releven cualquier dato
objetivo del hecho, de modo tal que, como puede apreciarse, todo terminó
dependiendo de las declaraciones testimoniales del propio personal policial que
participó del allanamiento.
Debe decirse entonces que, por un lado, resultaría descabellado que una
persona, en su sano juicio, y con tres criaturas dentro de su casa, se le ocurra
enfrentar sólo y a los tiros a una comisión policial integrada por casi veinte
efectivos.
Por otro lado, tampoco parece razonable que, la misma persona que
supuestamente se había propuesto matar a la policía, minutos después –y sin que
sucediese nada relevante en el medio- decida que, en verdad, lo mejor sería
entregarse en forma pacífica.
Tampoco se comprende que, en el contexto de haber sabido que se trataba
de un allanamiento realizado por la policía, se haya hecho un llamado al 911 (lo
que ha quedado acreditado en autos), cuyo único objetivo sería convocar la
presencia de más policía.
A todo esto, debe sumarse la inexistencia de toda diligencia objetiva que
permita apreciar ángulo de tiro, trayectoria, ubicación de los efectivos policiales e
impacto en el supuesto escudo, entre otros puntos de similar relevancia, puntos
que, en nuestro modo de ver, han sido deliberadamente omitidos por el Fiscal.
En suma, todo esto, y las cuestiones que hemos explicitado puntualmente
en la denuncia penal formulada –y que actualmente se encuentra en trámite ante
la UFI 1 de Berazategui -, demuestran el absurdo total y absoluto en que se ha
incurrido al pretender calificar el suceso sobre la base de relatos subjetivos de
funcionarios policiales que, por un lado, han pretendido variar el contenido del acta
de procedimiento que ellos mismo firmaron y, por otro, tienen eventualmente
comprometida su propia responsabilidad por la brutalidad e irrazonabilidad de la

49
irrupción practicada sobre una casa de familia, en horario nocturno, y para
proceder a la detención de una persona de sesenta años, públicamente
reconocida, que se encontraba en el interior con su mujer e hijos pequeños, y que
no tiene un solo antecedente delictivo o violento.
Con referencia al punto, debe ponerse de relieve que el Fiscal persiste,
aún a la fecha, en la omisión de proveer la evacuación de citas y, a la vez, que se
encuentra impidiendo a la defensa (y q los propios magistrados) acceder al
contenido de la única filmación de los sucesos, mediante excusas peregrinas que
no son razonables ni legítimas frente a la intimación de la Cámara a la que ya nos
hemos referido.
IV.3. ASIGNACION ARBITRARIA DEL CASO, DICTADO DE PRISION
PREVENTIVA POR PARTE DE JUEZ INCURSO EN TIPICIDAD OBJETIVA.
IV.3.1. Los procesos contra mis asistidos tramitan directamente con
intervención de la Fiscalía General de Lomas de Zamora.
Este órgano, contra lo que marca la Ley, ha asumido funciones de
investigación de delitos.
Esto resulta contrario a la sistemática del Código, que reserva la
intervención de la Fiscalía General para determinadas incidencias puntuales (v.
gr., sostenimiento o no de recursos, revisión de archivos, revisión de prueba
denegada a la defensa, etc.).
Lo grave es además que, para esta asignación, no se haya seguido ningún
criterio objetivo y, en definitiva, que se haya dejado parte de los casos más
relevantes del Departamento Judicial a la Fiscalía General, que por su cercanía a
las instancias de conducción política del Ministerio Público, se encuentra
institucionalmente alejada de la objetividad que debe inspirar la actuación de los
Fiscales.
Muestra de lo dicho es que, del propio testimonio de la Sra. Susana
Ledesma, que el Ministerio Público cita reiteradamente, surge que el responsable
máximo de la ocupación del espacio público ha sido el actual Jefe de Policía de la
Provincia de Buenos Aires, punto sobre el que la Fiscalía General omitió,
cuidadosamente, toda clase de indagación.
Como expusimos más arriba, esta modalidad de trabajo por parte de la
Fiscalía General, encubre en realidad una actuación prohibida, que es la intención
de materializar instrucciones particulares y tomar decisiones directas sobre los

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casos prescindiendo de la autonomía de criterio de los Fiscales a los que les
corresponde intervenir.
Esto mismo ha sucedido recientemente con otro caso de relevancia en el
mismo departamento judicial, lo que ha levantado una serie de fuertísimos
cuestionamientos públicos.
Remitimos a la cita de mas arriba.
En síntesis, Lomas de Zamora es el único departamento judicial de la
Provincia en que la Fiscalía General asume intervención directa en la investigación
y, ello, en función de lo que marca la ley de Ministerio Público, está prohibido,
como también lo estaría que lo haga la Procuración General.
IV.3.2. Por otro lado, y tal como expresamos en el recurso de casación en
trámite contra la denegatoria de Habeas Corpus, el dictado del auto de prisión
preventiva vino precedido de una situación de ilegitimidad que tiñe definitivamente
su validez y virtualidad.
Así, hemos expresado que los Jueces de la Cámara, han concedido razón
a esta defensa –en forma implícita, pero clara- en torno a que el Juez ha dictado
la prisión preventiva fuera del término legal.
Se había argumentado en la presentación, sobre este punto, que si las
detenciones se produjeron el 20 de Julio de 2017, la privación de la libertad
derivada de esa orden dictada en los términos del artículo 151 del CPP –en un
proceso que nunca tramitó por las reglas de flagrancia- sólo podía extenderse
hasta el día 25 de Julio de ese mismo año (conf. artículo 158 del CPP).
A las 24.00 horas de ese día 25 de Julio, las únicas opciones procesales
eran dos: o se disponía la conversión de la detención en prisión preventiva, o se
decretaba la inmediata libertad de los detenidos.
Pero, en el caso, no sucedió ni una cosa ni la otra.
De este modo, y aún si se dejara de lado el primer planteo que se había
formulado, desde las 24.00 horas del día 25 de Julio de 2017, los imputados
empezaron a sufrir una detención ilegítima.
Otra vez, se torna a partir de ese hito temporal, aplicable –al menos desde
la faz objetiva de la tipicidad- la figura del artículo 143 inciso 1 del CP.
Así, desde la 00.00 horas del día 26 de julio de 2017, hasta el día 28 de Julio, en
que fue dictada la prisión preventiva, mis asistidos estuvieron ilegítimamente
detenidos.

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Sobre la base de este razonamiento, y del agravio irreparable que importa
que Jorge Castillo, Leandro Castillo, Manuel Castillo, Adrián Castillo y Gladis
Arrieta hayan sufrido –como mínimo durante ese lapso de más de 48 horas- una
privación de la libertad contraria a la ley, lo que impacta directamente en la
violación del artículo 7 incisos 2 y 3 de la CADH por tratarse de un acto u omisión
imputable a agentes estatales, resulta absolutamente improcedente que la
Cámara haya decidido convalidar ese estado de situación sin administrar la más
mínima consecuencia procesal o sancionatoria frente a la gravísima infracción
cometida.
Es que el reconocimiento de que el Juez dictó la prisión preventiva cuando
los imputados se encontraban ilegítimamente detenidos, importa convalidar la
actuación de un funcionario que –al momento de decidir, y desde hacía más de
48 horas- se encontraba incurso –al menos desde lo objetivo- en la tipicidad del
ya reiteradamente citado artículo 143 inciso 1 del CP.
Y, si esto es así, corresponde preguntarse si, ese funcionario, al que se le
reconoce de ese modo la facultad de tomar una decisión de la trascendencia que
tiene un auto de prisión preventiva, se encontraba, frente al caso, en una situación
objetiva de imparcialidad o, si por el contrario, se encontraba seriamente
condicionado por su propio retardo y la consiguiente omisión previa de decretar,
como marca la ley, la inmediata libertad de los detenidos.
Es claro que una de las decisiones posibles, que era la falta de mérito,
dejaba al descubierto, en forma palmaria y flagrante, el hecho, inconmovible a esta
altura, de que los encausados estuvieron privados en forma ilegítima de su
libertad.
Por ello, el argumento de la Cámara, que acude a una cita de autoridad
de un precedente que –como se vio- está lejos de constituir doctrina
jurisprudencial, resulta en nuestro criterio contrario a las normas claras de los
artículos 140 y 141 del CPP, en relación a los artículos 2, 3 y 144 del mismo
cuerpo, y del citado artículo 7 incisos 2 y 3 de la CADH, así como de los artículos
14 y 18 de la CN.
Si analizamos con detenimiento los términos del precedente que se ha
citado, podrá advertirse con claridad los errores lógicos y jurídicos en los que se
ha incurrido.

52
Con corrección, se reconoce, primero, que “…el vencimiento de los plazos
del artículo 158 del CPP sin que Juez Hábil haya decretado la prisión preventiva
debiera llevar siempre a la liberación inmediata del detenido…”.
Pero, luego, se afirma que no puede suponerse que “…por el sólo
vencimiento de aquellos términos, el imputado obtenga el derecho irrevocable a
transitar el proceso en libertad…”.
Como puede verse sin demasiado esfuerzo, nadie pretende sostener una
conclusión de esta naturaleza, sino que lo que se cuestiona acá es algo totalmente
distinto, y que consiste en analizar si ese resolutorio en concreto –la prisión
preventiva decretada el 28 de Julio -, dictado por ese funcionario en concreto, que
–por la omisión previa- se encontraba personalmente condicionado frente al caso,
constituye título hábil para mantener, en este momento en concreto, a los
imputados detenidos.
Es este, y no otro el punto debatido.
Para ser más claros, no se pretendía, a través de la Acción deducida, que
se declare que los imputados no podían nunca más ser encarcelados
preventivamente, sino –lo que es bien distinto- que, en este momento, se
encontraban indebidamente detenidos, por no resultar título hábil la resolución
dictada en el especial contexto procesal en que fue adoptada.
Y, justamente, si –como bien se explica en este mismo párrafo que se
analiza, en la materia prevalece “…la característica de provisoriedad …”, esa
premisa, que es absolutamente cierta, desmiente la otra afirmación que se hace
a la par, y que es la referencia a que la liberación de quienes fueron ilegítimamente
detenidos, llevaría “…a la frustración ritual del derecho…”.
Contrariamente, la frustración ritual del derecho se consagra cuando, luego
de un hecho especialmente grave como el acreditado, se pretende (mediante
interpretaciones rituales que desconocen que la coerción procesal, antes que
nada, debe ser una herramienta de última ratio, de interpretación restrictiva,
excepcional y siempre condicionada a la legalidad), mantener un encierro dictado
durante una flagrante violación legal y constitucional generada nada menos que
por el mismo agente estatal al que –luego- se lo estima como hábil para intentar
sanear las consecuencias de sus propias omisiones.
En el párrafo subsiguiente, se vuelve a insistir en que “…la eficacia del
planteo fundado en la inobservancia de los artículos 140 y 158 del ritual aparece

53
como relativa y limitada en vistas a la obtención de la libertad definitiva…” (el
resaltado me pertenece).
Totalmente cierto, pero –a la vez- totalmente inaplicable porque –
reiteramos- se reclamó aquí la libertad, y no que se desconozca el carácter de
provisoriedad de las decisiones procesales vinculadas a las medidas cautelares
de carácter personal.
En pocas palabras, se pidió la libertad, a secas. No que la cuestión no sea
luego reeditada.
La Cámara, siguiendo ese errado razonamiento, ha dicho que “…si se
dispusiera la libertad por falta de mérito de los imputados en los términos del
artículo 320 del ritual, debería ordenarse de inmediato nuevamente la detención,
ya que ha criterio del Juez de Garantías se encuentran reunidos los extremos
exigidos por el art. 157 del CPP, lo que generaría una dilación indebida en el
proceso…”.
Caben las siguientes afirmaciones.
Primero, el argumento es contrario al artículo 1 del CPP, porque se está
invocando una regla de garantía (el derecho a ser juzgado sin dilaciones
indebidas) para concluir que los imputados deben continuar detenidos.
Específicamente, la norma citada establece que “La inobservancia de una
regla de garantía establecida en beneficio del imputado no se podrá hacer valer
en su perjuicio.”.
Segundo, la misma Cámara que está invocando la necesidad de evitar
dilaciones indebidas, es la que, en este mismo caso, las ha generado, al punto
que esta defensa ha tenido que plantear esa flagrante violación (que importa el
hecho de que a más de seis meses de dictada la prisión preventiva, la Cámara no
ha resuelto aún los recursos contra la misma) a través de un pronto despacho,
primero, y de una queja por retardo de justicia luego, que se encuentra tramitando
ante ese Excmo. Tribunal Casatorio.
Y, tercero, el Juez de Garantías al que se refiere la Cámara, es justamente
al que ha omitido decretar la libertad de los imputados cuando correspondía, con
lo que parece absurdo atribuir a esa resolución, dictada en el contexto de
antijuridicidad acreditado, virtualidad para que –luego de la liberación que la
Cámara reconoce que efectivamente corresponde- se proceda inmediatamente –
por esa misma orden- a la detención de los encausados.

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Todo esto, sin contar, a la vez, con lo que se había planteado en el primer
punto de la Acción, que tenía que ver con el hecho de que el Fiscal había requerido
la prisión preventiva cuando ya no tenía potestad para hacerlo con lo que, también
desde esa óptica, el título que generaría la supuesta nueva detención inmediata,
sería inválido por ilegítimo.
En suma, entendemos que tanto la intervención de la Fiscalía General,
como la actuación del Juzgado de Garantías que da origen a esta vía recursiva,
adolecen de defectos graves que afectan el debido proceso y la defensa en juicio.
V. RESERVA DEL CASO FEDERAL.
Por todo lo dicho, y para el caso en que no se haga lugar a lo peticionado,
dejamos desde ya planteada la reserva del caso federal al que se refiere el artículo
14 de la Ley 48.
VI. PETITORIO.
Por todo lo dicho, solicito se declare admisible y procedente la presente
queja y, oportunamente, se dicte sentencia revocando la resolución atacada y
disponiendo la inmediata libertad de mis defendidos.

PROVEER DE CONFORMIDAD.
SERA JUSTICIA.

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