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Después de casi siete años de aplicación del Programa, se tiene claro que la receptibilidad

y aceptación de la propuesta de formación por parte de las maestras y los maestros requiere

unas cualidades básicas que deben ser atendidas para tener éxito:

 Respeto por el ser humano. Antes que nada, las maestras y los maestros desean

ser tratados con respeto, demostrado en el afecto sincero de quien dirige la

formación, el cumplimiento de los horarios convenidos, la entrega de materiales

dignos, la preparación de las sesiones y la revisión de compromisos.

 Trato como iguales. Aquí es importante el conocimiento andragógico. Entender

que el participante es un adulto con acervos culturales y hábitos propios. Quien

facilita el aprendizaje no debe desconocer ni imponer, sino hacer recomendaciones

y sugerencias evidenciables con testimonios.

 Rigor académico. Hay que entregar la ruta del proceso, tener claridad en los

objetivos, contundencia en el conocimiento de lo que se imparte, flexibilidad para

responder —sin demeritar el rigor— a las necesidades o eventualidades que pueden

presentarse, finalizar lo que se inicia, independientemente de cambios en las

administraciones locales. Todo lo anterior genera confianza, elemento

indispensable para el éxito del proceso.

 Escucha. La maestra y el maestro se quejan, se desahogan, necesitan ser

escuchados y comprendidos. Aprovechan cada momento de reunión con pares para

realizar “catarsis”. Tienen una gran variedad de historias y riquezas que contar y

compartir, pero no cuenta con los espacios y tiempos suficientes para hacerlo; por

lo tanto, requieren de escucha y comprensión.

Estos aspectos hacen parte de los postulados del Programa y para cumplir con ellos y

mantenerlos en el tiempo se requiere estar atentos a las respuestas de las maestras y los
maestros. Escuchar —poniendo el oído + el corazón + el genuino interés + lo que no

expresan verbalmente, pero sí desde su actitud— hace que el Programa y sus facilitadores,

por la calidez y el rigor, hagan la diferencia frente a otras formaciones.

Otro elemento fundamental a tener en cuenta es la diferencia entre las maestras y los

maestros de la educación urbana y rural a partir de sus realidades, disparidades que han

sido evidenciadas desde el trabajo de campo de los formadores y que se tienen en cuenta

permanentemente en el desarrollo del Programa con miras a la equidad.

Los públicos analizados son las maestras y los maestros del sector oficial y privado, desde

los grupos en los que se ha desarrollado el Programa, tanto en el departamento de

Antioquia, como en los demás departamentos intervenidos1. A partir de la interacción con

estos públicos, del trabajo de campo en zonas urbanas y rurales de diferentes puntos de

geografía nacional y del estudio juicioso por parte del Equipo Líder de diferentes autores2

se ha llegado a los conocimientos compartidos en este capítulo.

1 Cauca, Boyacá, Quindío, Risaralda


2 Enunciados en los documentos “Lo humano en la formación en Ciencia y Tecnología”, y “Más allá de la
imaginación: La realidad de las maestras y los maestros de Antioquia”, que están en los Anexos XX y XX de
éste documento

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