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CIERTO MALESTAR EN LA NATURALEZA

(Discusiones sobre la cultura, la vida, la filosofía y otros asuntos sin importancia)

Por:

Manuel Casique

Bárbula, Mayo 2015


¿DE CUÁNTOS TIEMPOS, EL NUESTRO?

“Pero preguntarse si sabremos encontrar el otro lado de la costumbre o si más vale dejarse
llevar por su alegre cibernética, ¿no será otra vez literatura? Rebelión, conformismo, angustia, alimentos
terrestres, todas las dicotomías: el Yin y el Yang, la contemplación o la Tatigkeit, avena arrollada o
perdices faisandées, Lascaux o Mathieu, qué hamaca de palabras, qué dialéctica de bolsillo con
tormentas en piyama y cataclismos de living room. El solo hecho de interrogarse sobre la posible elección
vicia y enturbia lo elegible. Que sí, que no, que en ésta está... Parecería que una elección no puede ser
dialéctica, que su planteo la empobrece, es decir la falsea, es decir la transforma en otra cosa. (…)".

RAYUELA, Cortázar J., capítulo 73, p.438-439.

Se pueden recordar ruidos sordos, enmudecidos, que viajan por el telar de los
tiempos en forma de jeroglíficos o cuestiones por el estilo; silabogramas, letras y tintas
que albergan, como un código informático, aullidos y voces, gritos y preguntas.
Los viajes en el tiempo no se dan por mero afán científico. Jardineros tristes son
los que buscan torcer la enredadera de la historia, más fieles los que observan el
monstruo enramado, enmarañado, enhetrado y se disponen en la espesura de aquel
bosque a dar con una flor o un insecto aún no descubierto. La historia, un animal de
esos grandes y oscuros, de esos que tienen destellos de luz en el pelaje y ojos
penetrantes e incisivos. La historia que todos sus días se come un imperio y vomita
gente, pueblos y revoluciones. De tantas “turas” (Cortázar, p.439) existentes, se
tomarán dos para profundizar un poco: cultura y natura, el enfrentamiento inevitable
entre lo cultural y lo natural. La transformación del mono en hombre, o del hombre a
mono, o lo que fuere.
Onfray (2005) elucubra sobre la libertad:

"Comprobamos que el chimpancé y el hombre se distinguen en la manera de


responder a las necesidades naturales. El mono permanece prisionero de su
bestialidad, mientras que el hombre puede deshacerse de ella, parcialmente,
totalmente o bien diferirla, resistirse, superarla dándole una forma específica.
De ahí la cultura. Frente a las necesidades, a los instintos, a las pulsiones que
dominan al animal totalmente y lo determinan, el hombre puede elegir ejercer
su voluntad, su libertad, su poder de decisión. Allí donde el chimpancé sufre la
ley de sus glándulas genitales, el hombre puede luchar contra la necesidad,
reducirla, e inventar su libertad." (p.36)

Pero ¿es libertad de lo que se habla? Poniendo en crítica la razón lógica, el


teologismo simple de la voluntad divina que le otorgó al ser humano en primera
instancia el libre albedrío ¿se podría definir como libres estos substratos estructurales
que enmarcan nuestro comportamiento social? Cuando Onfray (2005) habla de la
necesidad de comer transformada en la invención de técnicas gastronómicas y la
necesidad de reproducirse en el erotismo y la sexualidad humana ¿se pueden categorizar
estos procesos culturizantes como libres en lugar de arbitrarios?
Si bien trata de teorizar qué es la necesidad humana, haciendo un paralelismo
entre los monos (nuestros parientes más cercanos del reino animal) poniendo en una
escalera paralela tres estadios: 1) Las necesidades primales, las que son fundamentales
para continuar existiendo como comer, dormir, beber, defecar, reproducirnos, en las que
se evidencia en nosotros lo animal. 2) la primera separación, a medias según Onfray, de
la bestia y el hombre. Es decir, el cómo satisfacemos esas necesidades y 3) Las
necesidades espirituales, frutos éstas completamente de la condición humana.

"El lenguaje, no forzosamente la lengua articulada, sino el medio de comunicar


o de corresponder, de intercambiar posiciones intelectuales, opiniones, puntos
de vista: he ahí la definición auténtica de la humanidad del hombre. Y con el
lenguaje, la posibilidad de apelar a valores morales, espirituales, religiosos,
políticos, estéticos, filosóficos. La distinción del Bien y del Mal, de lo Justo y lo
Injusto, de la Tierra y el Cielo, de lo Bello y lo Feo, de lo Bueno y lo Malo, no se
realiza más que en el cerebro humano, en el cuerpo del hombre, jamás en el
armazón de un chimpancé. La cultura nos aleja de la naturaleza, nos sustrae de
las obligaciones que someten ciegamente a los animales, que no tienen
elección."1

1
Ibíd., p.37
Esto trae a colación a Heller (1986) en su “Teoría de las necesidades en Marx”.
Repare, aunque sea por un momento, en el argumento:

“Las «necesidades naturales» se refieren al mero mantenimiento de la vida


humana (autoconservación) y son «naturalmente necesarias» simplemente
porque sin su satisfacción el hombre no puede conservarse como ser natural.
Estas necesidades no son idénticas a las propias de los animales, puesto que el
hombre para su misma autoconservación necesita también de ciertas
condiciones (calefacción, vestidos) que para el animal no representan una
«necesidad». Por consiguiente, las necesidades necesarias para el
mantenimiento del hombre como ser natural son también sociales” (p.29)

Entonces, esto lleva a la noción añeja y no por eso menos acertada: los animales
no son libres, son esclavos de los instintos. Donde solo a través del ejercicio de la
capacidad de trabajar, es decir de transformar de manera consciente la realidad, el ser
humano puede alejarse de sus estadios más primales y dar el paso a la libertad. Pero de
nuevo ¿libertad en cuanto a qué?
Si se refiere a la libertad como el proceso de separación de los instintos, de abrir
la brecha entre las más profundas pulsiones del cerebro reptiliano y aquellas que derivan
del constructo social que es el ser humano, entonces entendido de ese modo se tendría
que concordar. Si, de esta libertad se puede asir el humano a través de la filosofía, del
arte y la ciencia. Más, si se plantea que el hecho de que los fenómenos culturales
emerjan es reflejo de libertad, dejando a un lado todas las cuestiones que implica la
cultura como parte de las estructuras sociales y su carácter coercitivo sobre los
comportamientos sociales y sobre la percepción de la realidad, entonces se debe hacer
un cuestionamiento más a fondo. Mucho más preciso es hablar del paso de una
arbitrariedad a otra, de la arbitrariedad natural (superable por las condiciones ya
mencionadas) a la cultural.
CUANDO HABLAMOS DE NATURALEZA ¿DE QUÉ CULTURA SE HABLA?

Las dicotomías no sólo coexisten (ellas no se desplazan infinitamente en


sentidos opuestos como las líneas paralelas de un plano cartesiano), por el contrario, la
mera existencia de uno es la que posibilita la existencia del contrario. El hecho de que
se nieguen los hace existir.

A éste proceso social de contradicción y transformación, de lucha, de afirmación


y negación, se le conoce como dialéctica. Ahora, las sociedades a lo largo de la historia
se han movido en espiral de esta manera y también sus categorías. Cuando hablamos de
la imposición de conceptos como cultura y naturaleza, lo primero que debemos hacer es
definir “cultura” y “naturaleza”.

Naturaleza o natura, en su sentido más amplio, es equivalente al mundo natural,


universo físico, mundo material o universo material (Heller, 1986). Es nuestra especie
y lo que la rodea, el espacio físico-químico-biológico en el que nos desenvolvemos. La
naturaleza en sí actúa independientemente del hombre, bajo leyes determinantes y
caóticas que el ser humano ha podido levemente entender pero que, sin embargo puede
transformar y readaptar en función de la sociedad. La naturaleza entonces es un espacio
que enmarca las posibilidades de la sociedad para poder estructurarse, impone
condiciones no negociables; los seres humanos nos adaptamos en un principio a ella y
no al revés.

Pero decir esto es una verdad a medias, un análisis coartado y parcial de un


problema mucho más complejo y que comienza con las preguntas: ¿existiría un
concepto de naturaleza sin un concepto bien fundamentado de cultura?, ¿en algún punto
lo cultural y lo natural fue visto como un solo fenómeno?, ¿se puede tener una noción
de lo físico-natural si no existiese lo histórico-social?

Si hablamos de lo cultural tendríamos que entender los intentos de Freud (1930)


por definir “cultura” o mejor dicho, por problematizar la cultura al afirmar que es
producto de una serie de neurosis que al ser expuestas en un colectivo se transforman en
histerias que luego se vuelven una serie de condiciones ético-morales que estructuran la
sociedad. Freud plantea una construcción social de significantes que no solo van
estructurar la psique social, desplazando con esto a las ideas de los naturalistas, sino que
también esos significantes van a determinar el comportamiento social, la creación del
mito y de la religión. La sociedad desplaza así los instintos naturales del hombre y se
impone como cultura.

Entonces ¿Qué estructura nuestra percepción de lo real?, enormes fuerzas


sociales arrojan los cimientos y tejen en cada caso, en cada sociedad una cosmogonía
propia. La infinidad del universo en la punta de una lanza, por ella, por el bus hacia el
trabajo y las horas-hombres perdidas. No sólo eso sino que, como se insinúa más arriba,
si la sociedad tiene la capacidad de transformar la naturaleza, la realidad espacial y
biológica que nos articula; entonces son las formas como estas realidades se van a
transformar lo que determinan y justifican precisamente la conciencia del colectivo en
sí. A este fenómeno también contradictorio entre lo abstracto y lo concreto se le da el
nombre de ideología.

La cultura en el fondo es la manifestación material, la concreción en un plano


tangible de una serie de ideas y creencias tejidas socialmente para justificar, estructurar,
reproducir y perpetuar a su vez las condiciones materiales y concretas que les dieron
origen. Pero aquí hay una trampa: ¿Por qué necesitamos justificar lo que supuestamente
es correcto?, ¿Para qué le debemos hallar un sentido a algo sobreentendido? Porque esta
justificación de lo concreto tiene como trasfondo la perpetuación de un sistema, sistema
que requiere que se formen eslabones sociales de dominación; que requiere de un “algo”
que le permita sostener la opresión para estructurarse. En definitiva la cultura es la
manifestación directa de la ideología.

Cuando hablamos de dominio hablamos también de un problema de división


social en todos sus aspectos y esto implica también una división sexual. La cultura y la
naturaleza en el estructuralismo de Levi-Strauss (2002) es un enfrentamiento de género,
la naturaleza que representa al hombre, a la caza, a la manutención y lo sobreentendido
e independiente, mientras que la cultura es la mujer y represente la casa, la familia, el
cuidado, la educación, la dependencia. Si nos enmarcamos en el hecho de que la
sociedad humana desde que empezó a ser civilizada es profundamente falocéntrica
entonces cobra sentido esta justificación absurda. Pero, sin embargo, el absurdo no
termina allí, la contradicción se extiende hasta el límite llevando la división de las
labores sexuales a su carácter opuesto. Es decir, el hombre baluarte de la cultura, el que
crea y transforma la naturaleza, le da forma, la disecciona, experimenta con ella, la
descubre, el ilustre ser distante de cualquier instinto primitivo; la mujer cuasi-animal,
cuyo único propósito en la vida es el de la reproducción de la especie y está
irreductiblemente subyugada a sus comportamientos más primales (no es de extrañar
entonces que en pleno siglo XXI, cuando una mujer empieza a reconocer el carácter
sumiso y opresivo de su posición, la sociedad patriarcal la cataloga de histérica, en
algunos casos incluso achacando su deseo de emanciparse con algún cambio hormonal
debido a la menstruación y en otras áreas, sacando a relucir un supuesto "reloj
biológico" que obviamente le da el llamado natural a cumplir su única función real que
es la de procrear).

Para poder dominar necesito oprimir, para oprimir necesito estructura, para
poder estructurar necesito una cultura que naturalice los fenómenos de origen social,
para poder hacer esta cultura necesito ideología. Este es el proceso básico de la sociedad
civilizada, proceso que en lugar cambiar se ha fortalecido. Este par dicotómico al fin y
al cabo esta allí no por una casualidad evolutiva, no por un designio biológico
innegable, esta separación fue hecha por el ser humano para justificar la explotación de
otros, fue forzada para lograr la internalización de una fantasía que estructure la realidad
para poder darle perpetuidad. No se niega que exista contradicción entre lo natural y lo
social, si la hay ¡y mucha!, el planteamiento es en resumidas cuentas que en orden de
lograr la estabilidad de los sistemas opresivos se construyó una separación
irreconciliable entre ambos conceptos, coaptándolos de toda dialéctica y por tanto de
toda capacidad de ser superados.

CULTURA AL MAYOR, ¿EN CUÁNTO SALE?

Si entonces, la cultura es en efecto la opera prima de la humanidad ¿qué impide


que esta sea tranzada? ¿Es acaso apolítica o por el contrario en su seno se albergan todas
las contradicciones político-económicas de la sociedad? Si como se ha definido, la
cultura es la concreción, la materialización de la ideología en estructura social, esta
puede ser globalizada, puede ser impuesta a través de la hegemonía política, económica
y no está de más decirlo, militar.
Repasando "la Vía" de Edgar Morin (2011), nos encontramos con una
explicación interesante, aunque con conclusiones muy cuestionables, de la
globalización. El presente sólo es perceptible en su superficie. Está minado en
profundidad por fuerzas subterráneas, por corrientes invisibles ante un terreno
aparentemente firme y solido Nos dice también desde lejos la voz de Morin y a lo mejor
sin saberlo nos da un buen concepto de cómo funciona la cultura, como ejerce su
tradición sobre la realidad, desfigurándola y convirtiéndola en un reflejo abstraído, en
un sórdido fragmento que ha sido universalizado. Según Slavoj Žižek2, esta
contradicción entre lo particular y lo universal constituye la raíz del fenómeno mismo
de la hegemonización, un particular que alcanza la universalidad e implanta una matriz
de opinión, una naturalización de un hecho. Los habitantes del mundo occidental u
occidentalizado, sufrimos, sin ser consientes de ellos, dos tipos de carencia cognitiva: 1)
la ceguera propia de modo de conocimiento que al compartimentar los saberes,
desintegra los problemas fundamentales y globales que exigen un conocimiento
interdisciplinar. 2) El occidentalismo, que nos coloca en el trono de la racionalidad y
nos da la ilusión de poseer lo universal (Morin, 2011). Queda claro el sesgo ideológico
de la sociedad occidental, es decir, la fragmentación del conocimiento y
contradictoriamente la presunción de este fragmento como el hecho universal existente.
La vieja noción teológica, bien acoplada al pensamiento occidental, nosotros poseemos
la verdad, por lo tanto el orden y la justicia están en nuestras manos.

Ahora al hablar de globalización Morin argumenta:

"la globalización es el estadio actual de la mundialización. Empieza en el año


1989, tras el hundimiento de las llamadas ‘economías socialistas’. Es fruto de la
confusión entre un bucle retroactivo del auge desenfrenado del capitalismo
(que, bajo la égida del neoliberalismo, invade los cinco continentes) y el auge de
una red de telecomunicaciones instantáneas (fax, teléfono móvil, internet). Esta
conjunción hace posible la unificación tecno-económica del planeta. (…)
También ha comportado tres procesos culturales, a la vez concurrentes y
antagonistas: por una parte, un proceso de homogenización y de
estandarización según los modelos norteamericanos; por otra, un contraproceso

2
“Žižek!”, Taylor A., Zeitgeist Films. 2005.
de resistencia y de revitalización de culturas autóctonas; y finalmente, un
proceso de mestizaje cultural." (p. 17)

Al ocurrir los procesos de globalización, de transpolación de modelos, los


sistemas económicos tienden a transformarse de manera radical para así poder adaptarse
a los territorios y poder ejercer plenamente su dominio.

El capitalismo después de la caída del Muro de Berlín tuvo, como señala Morin
(2011), un momento de auge. Ese momento se debió en gran parte a la desaparición del
bloque socialistas, debido a que a falta de un freno político, militar y económico que se
le impusiera como alternativa, tuvo libre el camino para generar una suerte de efecto
bola de nieve no solo en los ex-países socialistas, introduciéndolos dentro de la
dinámica económica capitalista sino también incrustar más aún esa dinámica en los
otros países que ya le pertenecían. Las empresas transnacionales empezaron a generar
sucursales a lo largo de muchos países en donde no habían podido entrar por la guerra
fría. El modelo económico capitalista neoliberal trajo consigo el desarrollo de una nueva
faceta del capitalismo y esto implico también el desarrollo de todas sus contradicciones.

Morin (2011) señala esta globalización como un arma de doble filo, como un
auge de aspectos positivos y negativos, donde los aspectos positivos son precisamente la
universalización de las ideas liberales, el detenimiento del totalitarismo comunista, el
llamado a la democratización, del progreso y del poder adquisitivo de las personas de la
clase media en términos generales y contrapone como aspectos negativos el
consumismo desenfrenado, la falta de un control económico que delimite a las empresas
privadas transnacionales, el individualismo, el retroceso de la laicidad de los estados
nación (a quienes critica) que ha permitido el auge de nuevos conflictos religiosos,
etc… Como si estos elementos fueran fallas, errores que ocurrieron porque se saliera de
curso el proyecto embarcado en el ’89. Hace un llamado a buscar la nueva vía, una vía
creadora que elimine estos supuestos errores sistemáticos y a través de la creación y el
desarrollo de organismos internacionales reales se alcance una especie de utopía
multicultural en la humanidad.

Morin (2011) puede tener un buen análisis de la situación en la que se encuentra


la sociedad del siglo XXI pero sus conclusiones y propuestas están bien alejadas de una
solución a los problemas fundamentales de la sociedad. Empezando por un error craso
en el análisis: estos supuestos "errores" del sistema capitalista no son tales, son de hecho
parte fundamental de máquina que es el capitalismo para poder funcionar, la imposición
económica del capital financiero que hoy en día se ha tragado a Europa no es una falla
sino un caudal lógico del capitalismo neoliberal. Ve en el Comunismo del siglo XX el
error que no debe repetirse en el siglo XXI, pero su propuesta, el camino que pretende
trazar suena muy parecido al famoso capitalismo de rostro humano del siglo anterior, o
la tercera vía de Toni Blair.

NATURE MORTE: LA PINTURA EN LA QUE NOS TRAZAMOS

Aquellas obras de estudiantes, de los artistas plásticos que imprimen en lienzo


un pedazo del tiempo y del espacio con canastos y frutos; cosas inmóviles. Naturaleza
muerta se le llama a estas obras. Hoy nos encontramos en un punto crítico en la historia
de la humanidad, específicamente en la historia de la humanidad en el capitalismo. Las
terceras vías no han resultado, el sistema se transforma, se adapta, el Estado de
Bienestar parece ser su nuevo rumbo a pesar del fracasado experimento europeo, los
empresarios y políticos buscan darle la vuelta, ver como salvan el barco (permítame
confundir la letra R con la letra N en este punto). Pareciera que ese está en una calle
ciega, el chokehold como los amigos anglosajones le llaman, andar con el rey ahogado.
Para tal situación la salida debe ser emergida de la pura imposibilidad, hacer
literalmente posible lo imposible, emerger el nuevo espacio. Existe un nombre para
esto, revolución.

Pero, ¿qué necesitamos para emerger este nuevo espacio? Asumir lo radical de la
propuesta. En estos momentos donde mucho del análisis científico depende en delimitar
bien la línea entre lo cultural y lo natural es el momento para alzar la consigna en los
espacios: "¡La naturaleza no existe!". Existe en el sentido antes explicado de naturaleza
pero no como esta serie de presunciones biologisistas y naturalistas que no condenan a
ser esclavos también de nuestros instintos. Hoy más que nunca comprendemos la
capacidad que tiene la humanidad para transformar la naturaleza y rehacer todo cuanto
a creado. La historia y el tiempo es nuestra, de quién lo construye, y lo construyen
obreros, obreros de fábricas, de campos, de artes y oficios. Tomar la historia por asalto,
asesinar a ese nuevo dios que la Postmodernidad no ha impuesto, el Dios inevitable de
la biología, del darwinismo social, de la naturaleza como fuerza perenne e inamovible,
nuestra labor es, organizados, dar el salto y atacar a los que realmente nos han
condenado a la esclavitud como animales, con grilletes y cadenas invisibles. Nuestro
gran favor a la naturaleza es este, liberarla de los yugos que la opresión del hombre por
el hombre le ha achacado. Hacer de la cultura creación: filosofía, arte, ciencia y no una
condena absoluta.
BIBLIOGRAFÍA

Cortázar, Julio. Rayuela. Buenos Aires, Suramericana, 1974.

Freud, Sigmund. Malestar en la Cultura.


http://www.dfpd.edu.uy/ifd/rocha/m_apoyo/2/sig_freud_el_malestar_cult.pdf.

Heller, Agnes. Teoría de las Necesidades en Marx. Barcelona, Ediciones Península,


1986.

Levi-Strauss, Claude. Mitológicas I: Lo Crudo y lo Cocido. México D.F., Fondo de


Cultura Económica, 2002.

Morín, Edgar. La Vía. Para el futuro de la humanidad. Barcelona, Paidós, 2011.

Onfray, Michel. Antimanual de Filosofía.


https://detemasytemas.files.wordpress.com/2012/06/antimanual-de-filosofia-m-
onfray.pdf.

Taylor, Astra. Žižek!. EEUU, Zeitgeist Films, 2005.

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