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Por:
Manuel Casique
“Pero preguntarse si sabremos encontrar el otro lado de la costumbre o si más vale dejarse
llevar por su alegre cibernética, ¿no será otra vez literatura? Rebelión, conformismo, angustia, alimentos
terrestres, todas las dicotomías: el Yin y el Yang, la contemplación o la Tatigkeit, avena arrollada o
perdices faisandées, Lascaux o Mathieu, qué hamaca de palabras, qué dialéctica de bolsillo con
tormentas en piyama y cataclismos de living room. El solo hecho de interrogarse sobre la posible elección
vicia y enturbia lo elegible. Que sí, que no, que en ésta está... Parecería que una elección no puede ser
dialéctica, que su planteo la empobrece, es decir la falsea, es decir la transforma en otra cosa. (…)".
Se pueden recordar ruidos sordos, enmudecidos, que viajan por el telar de los
tiempos en forma de jeroglíficos o cuestiones por el estilo; silabogramas, letras y tintas
que albergan, como un código informático, aullidos y voces, gritos y preguntas.
Los viajes en el tiempo no se dan por mero afán científico. Jardineros tristes son
los que buscan torcer la enredadera de la historia, más fieles los que observan el
monstruo enramado, enmarañado, enhetrado y se disponen en la espesura de aquel
bosque a dar con una flor o un insecto aún no descubierto. La historia, un animal de
esos grandes y oscuros, de esos que tienen destellos de luz en el pelaje y ojos
penetrantes e incisivos. La historia que todos sus días se come un imperio y vomita
gente, pueblos y revoluciones. De tantas “turas” (Cortázar, p.439) existentes, se
tomarán dos para profundizar un poco: cultura y natura, el enfrentamiento inevitable
entre lo cultural y lo natural. La transformación del mono en hombre, o del hombre a
mono, o lo que fuere.
Onfray (2005) elucubra sobre la libertad:
1
Ibíd., p.37
Esto trae a colación a Heller (1986) en su “Teoría de las necesidades en Marx”.
Repare, aunque sea por un momento, en el argumento:
Entonces, esto lleva a la noción añeja y no por eso menos acertada: los animales
no son libres, son esclavos de los instintos. Donde solo a través del ejercicio de la
capacidad de trabajar, es decir de transformar de manera consciente la realidad, el ser
humano puede alejarse de sus estadios más primales y dar el paso a la libertad. Pero de
nuevo ¿libertad en cuanto a qué?
Si se refiere a la libertad como el proceso de separación de los instintos, de abrir
la brecha entre las más profundas pulsiones del cerebro reptiliano y aquellas que derivan
del constructo social que es el ser humano, entonces entendido de ese modo se tendría
que concordar. Si, de esta libertad se puede asir el humano a través de la filosofía, del
arte y la ciencia. Más, si se plantea que el hecho de que los fenómenos culturales
emerjan es reflejo de libertad, dejando a un lado todas las cuestiones que implica la
cultura como parte de las estructuras sociales y su carácter coercitivo sobre los
comportamientos sociales y sobre la percepción de la realidad, entonces se debe hacer
un cuestionamiento más a fondo. Mucho más preciso es hablar del paso de una
arbitrariedad a otra, de la arbitrariedad natural (superable por las condiciones ya
mencionadas) a la cultural.
CUANDO HABLAMOS DE NATURALEZA ¿DE QUÉ CULTURA SE HABLA?
Para poder dominar necesito oprimir, para oprimir necesito estructura, para
poder estructurar necesito una cultura que naturalice los fenómenos de origen social,
para poder hacer esta cultura necesito ideología. Este es el proceso básico de la sociedad
civilizada, proceso que en lugar cambiar se ha fortalecido. Este par dicotómico al fin y
al cabo esta allí no por una casualidad evolutiva, no por un designio biológico
innegable, esta separación fue hecha por el ser humano para justificar la explotación de
otros, fue forzada para lograr la internalización de una fantasía que estructure la realidad
para poder darle perpetuidad. No se niega que exista contradicción entre lo natural y lo
social, si la hay ¡y mucha!, el planteamiento es en resumidas cuentas que en orden de
lograr la estabilidad de los sistemas opresivos se construyó una separación
irreconciliable entre ambos conceptos, coaptándolos de toda dialéctica y por tanto de
toda capacidad de ser superados.
2
“Žižek!”, Taylor A., Zeitgeist Films. 2005.
de resistencia y de revitalización de culturas autóctonas; y finalmente, un
proceso de mestizaje cultural." (p. 17)
El capitalismo después de la caída del Muro de Berlín tuvo, como señala Morin
(2011), un momento de auge. Ese momento se debió en gran parte a la desaparición del
bloque socialistas, debido a que a falta de un freno político, militar y económico que se
le impusiera como alternativa, tuvo libre el camino para generar una suerte de efecto
bola de nieve no solo en los ex-países socialistas, introduciéndolos dentro de la
dinámica económica capitalista sino también incrustar más aún esa dinámica en los
otros países que ya le pertenecían. Las empresas transnacionales empezaron a generar
sucursales a lo largo de muchos países en donde no habían podido entrar por la guerra
fría. El modelo económico capitalista neoliberal trajo consigo el desarrollo de una nueva
faceta del capitalismo y esto implico también el desarrollo de todas sus contradicciones.
Morin (2011) señala esta globalización como un arma de doble filo, como un
auge de aspectos positivos y negativos, donde los aspectos positivos son precisamente la
universalización de las ideas liberales, el detenimiento del totalitarismo comunista, el
llamado a la democratización, del progreso y del poder adquisitivo de las personas de la
clase media en términos generales y contrapone como aspectos negativos el
consumismo desenfrenado, la falta de un control económico que delimite a las empresas
privadas transnacionales, el individualismo, el retroceso de la laicidad de los estados
nación (a quienes critica) que ha permitido el auge de nuevos conflictos religiosos,
etc… Como si estos elementos fueran fallas, errores que ocurrieron porque se saliera de
curso el proyecto embarcado en el ’89. Hace un llamado a buscar la nueva vía, una vía
creadora que elimine estos supuestos errores sistemáticos y a través de la creación y el
desarrollo de organismos internacionales reales se alcance una especie de utopía
multicultural en la humanidad.
Pero, ¿qué necesitamos para emerger este nuevo espacio? Asumir lo radical de la
propuesta. En estos momentos donde mucho del análisis científico depende en delimitar
bien la línea entre lo cultural y lo natural es el momento para alzar la consigna en los
espacios: "¡La naturaleza no existe!". Existe en el sentido antes explicado de naturaleza
pero no como esta serie de presunciones biologisistas y naturalistas que no condenan a
ser esclavos también de nuestros instintos. Hoy más que nunca comprendemos la
capacidad que tiene la humanidad para transformar la naturaleza y rehacer todo cuanto
a creado. La historia y el tiempo es nuestra, de quién lo construye, y lo construyen
obreros, obreros de fábricas, de campos, de artes y oficios. Tomar la historia por asalto,
asesinar a ese nuevo dios que la Postmodernidad no ha impuesto, el Dios inevitable de
la biología, del darwinismo social, de la naturaleza como fuerza perenne e inamovible,
nuestra labor es, organizados, dar el salto y atacar a los que realmente nos han
condenado a la esclavitud como animales, con grilletes y cadenas invisibles. Nuestro
gran favor a la naturaleza es este, liberarla de los yugos que la opresión del hombre por
el hombre le ha achacado. Hacer de la cultura creación: filosofía, arte, ciencia y no una
condena absoluta.
BIBLIOGRAFÍA