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Biografía[editar]
David Ricardo era el tercero de diecisiete hijos de una familia judía sefardí que emigró de Países
Bajos a Inglaterra antes de su nacimiento. Empezó a trabajar a los catorce años en la Bolsa de Londres como
empleado de su padre. En 1793 se casó fuera de la fe judía y las relaciones con su familia se volvieron más tirantes,
por lo que Ricardo decidió establecerse por su cuenta. Se especializó en la negociación de valores públicos, prosperó
bastante deprisa y para 1815 había amasado una fortuna considerable. Después de haber adquirido su fortuna en la
Bolsa de Londres, se convirtió en terrateniente. En 1819 fue elegido miembro del Parlamento; retuvo el cargo hasta
su muerte. En la Cámara de los Comunes sus opiniones gozaban de autoridad, y se ha dicho de él que fue el primero
en educar a la Cámara en el análisis económico. Se retiró de los negocios lo que le permitió dedicarse a trabajos
intelectuales desde muy joven. Su interés por los problemas de la teoría económica se desarrolló hacia la mitad de
su vida. Su primer contacto con el tema parece datar de 1799, cuando leyó a Adam Smith. En 1809 aparecieron
publicadas sus primeras opiniones sobre economía en forma de cartas a la prensa firmadas por «R» en relación con
la devaluación de la moneda.
Su obra más importante, labor por la que sería reconocido como uno de los economistas más importantes de la
época, Principios de economía política y tributación, apareció en 1817, y constituye la exposición más madura y
precisa de la economía clásica; en el prefacio afirma que «el principal problema de la economía política es determinar
las leyes que regulan la distribución». Con ese fin desarrolló una teoría del valor-trabajo. La teoría del valor-trabajo
en la economía política clásica, la teoría del valor y una teoría de la distribución. Escribió también gran número de
ensayos, cartas y notas que contienen aportaciones de importancia. Sin embargo, sus escritos resultan tan
condensados y complejos que muchos lectores encuentran mejor expuestas sus ideas en los trabajos de Juan-
Bautista Say, Thomas Malthus y John Ramsay McCulloch.
Este economista, cuya labor es particularmente importante por el lugar destacado en que colocó al problema del
valor, especialmente al poner de manifiesto con claridad que los problemas de la distribución dependen de la teoría
del valor, según la cual el precio o valor de los bienes depende de los costos de producción; defendió la libre
circulación de los productos agrícolas y enunció la Ley de hierro de los sueldos, según la cual «el salario siempre
tenderá a reducirse a lo estrictamente necesario permitiendo al asalariado solamente subsistir y reproducirse». De
acuerdo a esta idea, si el salario sube más de lo estrictamente necesario, la población aumentará y al haber mayor
demanda laboral, los salarios bajarán. Por el contrario si los salarios son inferiores a lo estrictamente necesario la
población disminuirá, provocando con ello una escasez de mano de obra y por consiguiente un aumento en los
salarios. Esta teoría influyó en Marx para afirmar que el obrero nunca disfrutaría de los beneficios del capitalismo.
Pensamientos Económicos[editar]
Dedicó una atención especial a la teoría del valor. Consideró que el valor de cambio de las mercancías, venía
determinado por la cantidad de trabajo necesaria para su producción, que Adam Smith lo consideró exacto en las
sociedades primitivas, pero no en aquellas en donde la producción de los bienes requería a su vez capital y trabajo.
Con respecto al valor del trabajo (salario), Ricardo consideró igualmente que vendría por el número de horas
destinadas a la producción de los bienes de subsistencia, que permitiera mantener al trabajador y a su familia. El
salario determinado por el mercado a través de la oferta y demanda de trabajo podía coincidir, o no, con este salario
natural, pero oscilaría siempre alrededor de él. De tal forma que si ambos salarios no coinciden, se producirán
movimientos de crecimiento o descenso de la población, según que el salario de mercado sea superior o inferior al
natural, manteniéndose por tanto entre ellos una tendencia de equilibrio.
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Entre sus aportes destaca especialmente la teoría de la ventaja comparativa, que defiende las ventajas del comercio
internacional y, en esencia, es una ampliación de la división del trabajo propuesta por Adam Smith y opuesta a
las teorías proteccionistas (que defendían la producción del propio país y evitaban el comercio con el exterior).
En su libro Principles of Political Economy de 1817, David Ricardo propuso que un país debe especializarse en
aquellos bienes y servicios que pueda producir de manera más eficiente y adquirir de otros países aquellos que
produzca de manera menos eficiente, incluso cuando, en ocasiones, esto represente adquirir bienes extranjeros cuya
producción final puede ser más eficiente. De esta manera, la teoría de David Ricardo hace énfasis en la productividad
de los países.
Tanto la teoría de la ventaja absoluta con la de la ventaja comparativa simplifican en sus modelos el comportamiento
de la economía mucho más allá del cæteris paribus ordinario, en donde se estudia una variable y se dejan estáticas
las demás. Aquí se están omitiendo factores como los que se mencionaron en el apartado anterior, por ejemplo: qué
pasa cuando más de un país son los más eficientes en la producción u obtención de un bien en dos regiones distintas
del mundo. Es sin embargo un gran acierto definir la ventaja de los países en la productividad. Sin embargo cabe
destacar que un país puede volverse más productivo en la obtención de cierto artículo gracias a aspectos como el
desarrollo tecnológico.
Equivalencia ricardiana[editar]
Otra de las ideas asociadas a David Ricardo es la equivalencia ricardiana. Esta teoría argumenta que no importa de
qué manera financie el gasto público un país, si mediante un aumento de impuestos o mediante emisión de deuda
pública,ninguno de los dos casos, este efecto en la economía real. Esta idea se basa en la racionalidad de los
contribuyentes de pronosticar que un aumento del gasto público conllevará subidas de impuestos en el futuro para
financiar ese gasto. Por ello, ante un aumento del gasto público los contribuyentes reducirán su consumo y
aumentarán su ahorro para asegurarse un futuro estable y compensar esa futura subida de impuestos. De esta
manera, si la reducción del consumo por parte de los contribuyentes es la misma que la deuda que debe devolver el
Gobierno, no se producirá ningún cambio en la demanda agregada.