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El art. 1.079 del Cód. Civ., tomado de Aubry y Rau (Orgaz, Alfredo, El daño
resarcible, Lerner, Córdoba, 1992, p. 88) enuncia el principio amplísimo: „La obligación de
reparar el daño causado por un delito existe, no sólo respecto de aquel a quien el delito ha
damnificado directamente, sino respecto de toda persona que por él hubiese sufrido, aunque
sea de una manera indirecta“. La acción de resarcimiento compete, por tanto, no sólo a la
persona titular del interés inmediatamente protegido por la ley, sino a „toda persona“ que
haya sufrido por el delito, aún indirectamente. Este precepto, aplicable también a los
cuasidelitos, art. 1109 in fine del Cód. Civ. ha sido posteriormente reafirmado por el art. 29
del Cód. Penal., que concede la indemnización „a la víctima, a su familia o a un tercero“.
Ha sentenciado la S.C.J.B.A. por mayoría de fundamentos, llevando la voz
del primer voto el Sr. Ministro Dr. Roncoroni, quien ha dicho: „...Dos normas, ambas del
Código Civil, resuelven con distinto criterio la situación de los damnificados indirectos. El
art. 1078, consagrando, en la esfera del daño moral, que los únicos que pueden reclamar su
resarcimiento son los perjudicados directos. El art. 1079, esta vez en el ámbito del daño
patrimonial, tematizando la legitimación de los damnificados indirectos. Bien señalan
Bueres y Highton (conf. op. cit., pág. 181) que esta disparidad de tratamiento implica una
desigualdad ante la ley y que por ello no debería superar con éxito el control de
constitucionalidad (art. 16 de la Constitución nacional). Se trata en efecto de un caso de
incompatibilidad material entre la norma inferior y la norma superior (art. 31 de la
Constitución citada), al establecer la primera una diferenciación para la categoría de
damnificados indirectos que no es razonable, pues si el daño es moral carecen ellos de la
legitimación que sí se les concede cuando el daño sufrido es patrimonial (arts. 1078 y 1079
del Código Civil). La ley, tal como lo ha expresado la Corte Suprema, debe ser igual para
los iguales en igualdad de circunstancias (conf. C.S.J.N., "Fallos" 16:118; íd. 200:424; íd.
1198:112; íd. 312:826; íd. 200:428; cf. Quiroga Lavié, H. y otros, "Derecho Constitucional
Argentino", Rubinzal Culzoni, 1ª. Edición, Buenos Aires, tomo I, pág. 376; Gelli, M. A.,
"Constitución de la Nación Argentina", La Ley, Buenos Aires, 2003, pág. 136; González, J.
V., "Manual de la Constitución Argentina", La Ley, Buenos Aires, 2001, pág. 70),
resultando arbitrario el criterio empleado al radicarse en la necesidad de evitar la
proliferación de acciones que pudieran proponerse, cómo si ello pudiera ocurrir sólo
cuando el daño es moral. La existencia de un daño cierto y la relación causal adecuada son,
a mi entender suficientes, para poner coto al desmadre que se quiere evitar desconociendo
legitimación activa en casos como el que nos ocupa y que se nos presenta como un
supuesto de especial gravedad que no puede ser resuelto sin más bajo el principio
restrictivo indicado (conf. Pizarro, Ramón D., "Daño moral", Hammurabi, Buenos Aires,
1996, págs. 212 213). El principal argumento utilizado para defender la norma en cuestión
no tiene entidad de cara al reclamo axiológico que el conflicto mismo exige y que, en este
caso, resulta de una patencia incontestable. Por otra parte, el criterio que propugno en este
acuerdo en modo alguno habrá de constituirse en un portalón que facilite la cascada de
reclamos indemnizatorios de damnificados indirectos. Las circunstancias del caso son lo
suficientemente elocuentes para destacarlo en su singularidad, en particular, por el dolor
real y profundo infligido a los progenitores como consecuencia del daño irreparable
ocasionado ilícitamente a su hijo. Además, de la prueba producida, fundamentalmente de
las pericias realizadas a las que me referí, resulta probada la lesión cerebral irreversible que
padece S. A. , lo que incidirá por siempre, sin solución de continuidad, en las afecciones
más íntimas de quienes se encuentran en relación familiar más estrecha con él, sus
progenitores. La certeza adquirida sobre el daño cuya reparación se pretende y la relación
causal adecuada con el hecho, también incuestionable, me afirman en el convencimiento de
que la norma del art. 1078 del Código Civil debe ser descalificada y que debe mantenerse la
solución plasmada en la sentencia del a quo, en tanto concede la reparación del agravio
moral sufrido por los padres de S. A. C. En consecuencia, juzgando que el art. 1078 del
Código Civil es inconstitucional al confrontar materialmente con el art. 16 de la
Constitución Nacional, según las motivaciones explicitadas en este voto, concluyo que no
se verifican en el fallo las violaciones denunciadas...“ (voto del Dr. Roncoroni, en el Ac.
2078, de fecha 16 de mayo de 2.007, de la S.C.J.B.A.).
En su consecuencia, propicio declarar la inaplicabilidad (conf. art. 57 de la
Constitución de la Pcia. de Bs. As.) del art. 1.078 del Cód. Civ., únicamente en la parte
normativa que limita la legitimación activa a los herederos forzosos y por ende propongo la
declaración de oficio de su inconstitucionalidad (por conculcar el art. 16 de la Constitución
Nacional, esto es dejando la ley de tratar de un modo igual a los iguales en igualdad de
circunstancias y por resultar violatorio de los derechos humanos enunciados „ut-supra“,
tutelados por los Tratados Internacionales incorporados a la C. N. en el (art. 75 inc. 22),
correspondiendo –en suma- la aplicación de los arts. 29 del Cód. Penal y 1.079 del Cód.
Civ., que habilitan a la concubina a reclamar el resarcimiento del daño moral causado a la
misma, con motivo del fallecimiento de su compañero en un accidente de automotores.
Por todo ello, propongo a mis distinguidos colegas rechazar los agravios
expuestos por los demandados respecto a esta parcela de la sentencia recurrida.
V.- b) Agravio de la actora. Respecto a la cuantificación del daño moral.
Por una cuestión metodológica corresponde en este item someter a estudio
los agravios esgrimidos por la actora apelante, en cuanto se queja del reducido monto
otorgado por la Sra. Juez de Primera Instancia en concepto del resarcimiento del daño
moral a su favor. Se agravian también los demandados al considerar que las sumas
establecidas en la sentencia por dicho concepto a favor de la actora resulta excesivo.
Adelanto desde ya mi voto en el sentido de que este embate
propuesto a modo de crítica por la actora, debe prosperar, sobre la base de los siguientes
fundamentos, a saber. Surge del art. 1.078 del C. Civ. con claridad suficiente que el bien
perjudicado puede ser la persona humana y se requiere una traducción o estimación
pecuniaria, directa o indirecta. De donde no habría daño a la persona por un mal a ella
causado, si no fuera posible una cuantificación dineraria. El llamado daño moral no es,
entonces, un daño extraeconómico o extradinerario; aunque puede calificárselo, como
extrapatrimonial porque recae sobre la persona y no sobre el patrimonio (Mosset Iturraspe,
J. Responsabilidad por daños, t. V, El daño moral, Rubinzal Culzoni, Santa fe, 1999, p. 9 y
ss. , Pizarro R. D., Daño moral, Hammurabi, Bs. As., 1996, p. 35 y ss. Zabala de González,
M. Resarcimiento de daños, Hammurabi Bs. As., 1999, p. 178 y ss.).En cuanto al monto de
la indemnización, en el estado actual del Derecho Argentino, la determinación de la cuantía
de la indemnización por daño moral constituye un problema de solución aleatoria y
subjetiva, librado al criterio del juzgador. Ello es así, evidentemente, por la falta de
correspondencia entre un perjuicio espiritual y el patrón dinerario con que se resarce. Pero,
además, debido a que falta todo criterio normativo regulador, que establezca algunas pautas
comunes, con lo cual el tema queda abandonado a la intuición y discrecionalidad judicial.
Sin perjuicio, considero oportuno, fijar pautas a efectos de contar con ciertos
parámetros orientadores en la materia, a saber: edad de la víctima, sexo, sus circunstancias
personales, aspectos que hacen a la vida de relación, condición socio-económica, cargas de
familia, gravedad del daño, repercusión de las secuelas en la vida de relación, como
también la índole del hecho generador del daño, las circunstancias vividas y protagonizadas
en el momento de tomar conocimiento de la muerte de su compañero, las angustias vividas
con posterioridad al desenlace fatal, y los demás sufrimientos y padecimientos, etc. Como
se observa, todas éstas pautas giran en torno a la víctima, y no alrededor del victimario,
pues la tendencia generalizada de la jurisprudencia apunta a la teoría resarcitoria que le da
fundamento jurídico.
Se ha sentenciado que la fijación del importe del daño moral es de difícil
determinación, ya que no se halla sujeto a cánones objetivos, sino a la prudente
ponderación sobre lesión, a las afecciones intimas de los damnificados, los padecimientos
experimentados, es decir, agravios que se configuran en el ámbito espiritual de las víctimas
y que no siempre resultan claramente exteriorizados, hallándose así sujeto su monto a una
ponderada discrecionalidad del juzgador (C. N. C. Civ. sala F, 18-08-92 LL, 1994-B-277).
Atento a las pautas vertidas, las circunstancias personales de la víctima – entre ellas
33 años de edad, su estado familiar, madre de una hija menor de edad, cuyo padre falleció
en el accidente materia de investigación, etc.-, estimo que el monto cuantificado por el
rubro denominado daño moral por la Sra. Juez Colega de la instancia de origen resulta –a
mi juicio- reducido y, por ende propongo a mis distinguidos colegas de Sala, que se eleve
en ésta parcela el importe fijado en dicho concepto a la suma de pesos CINCUENTA MIL
($50.000,00 )a favor de la parte actora, por ende se desestiman los agravios expuestos por
los demandados.
V.- c) Agravios de la actora y de los demandados respecto al
daño moral a favor de la menor de edad.
Se agravian de la cuantificación económica de este rubro tanto la actora – en
representación legal y necesaria de su hija menor de edad- al considerar reducido el monto
estimado en la sentencia, como también los demandados al sostener que su importe resulta
excesivo.
En tal sentido la Corte Suprema ha establecido que: „Para fijar el monto del
daño moral debe tenerse en cuenta su carácter resarcitorio, la índole del hecho generador de
la responsabilidad, la entidad del sufrimiento causado a los familiares de la víctima, que se
ven privados de un esposo y padres que contaba con 42 años de edad a la época del
fallecimiento (S. C. Bonadero Alberdi de Inaudi c/ Ferrocarriles Argentinos, 16/6/88). „Para
la determinación del daño moral ha de jugar de manera fundamental la situación de los
hijos menores, privados, como consecuencia del fallecimiento del progenitor de sus
asistencia espiritual y material en edades (13, 15 y 17 años) en las que ese sostén asume
particular significación (C. S. Prille de Nicolini c/ Segba, 15/10/887).
Para la cuantificación económica del daño moral causado a la hija menor de
edad -con motivo del accidente de autos- cuyo saldo fue la muerte del padre de la misma, y
para valorar su entidad habrá que atender a la gravedad objetiva, y al detrimento causado.
La referencia es la del „hombre medio“ en este caso „in concreto“ la pequeña contaba a la
fecha del hecho con más de dos años de edad, conforme certificado de nacimiento obrante a
fs. 6. En la especie para determinar el monto del resarcimiento por daño moral debe
contemplarse la edad de la víctima, su sexo, la gravedad del daño inferido, la relación de
parentesco con el muerto, la personalidad de la víctima, su receptividad particular, como
también corresponde considerar la edad en que se produjo el deceso del causante, en este
caso a los 49 años de edad.
Por todas las consideraciones legales y doctrinarias expuestas, considero
justo y razonable el monto fijado en la sentencia apelada en concepto de daño moral a favor
de la hija menor de edad del causante, en la suma de pesos CINCUENTA MIL
($50.000,00), en suma se desestiman los agravios de la actora y de los demandados.
VI.- Tercer agravio de los demandados. El denominado valor vida.
En esta parte de la sentencia apelan los demandados, se quejan – según ellos-
del excesivo monto cuantificado económicamente por la Sra. Juez de la instancia de origen,
en concepto del mal denominado valor vida. Desde ya adelanto que este embate no debe
prosperar y para ello paso a demostrarlo sobre la base de los siguientes fundamentos.