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Mi padre
De él heredé una curiosidad casi enfermiza y una serie de lemas que
resuenan en mi cabeza a diario. Uno de los mejores, por lo simple y
contundente a partes iguales, es “mientras haya burros, viven bien los
listos”. O dicho de otra manera, el sistema (sea el sistema que sea) es de
los que lo entienden y se preocupan de utilizarlo de la manera más
beneficiosa para ellos, mientras que la fiesta lo pagan los que no lo
Mi madre
Es la persona con más sentido común que conozco. Capaz como nadie de
escuchar atentamente, de guardar un secreto hasta sus últimas
consecuencias y de intentar entender antes de juzgar.
Hoy en día me mira en busca de consejo y apoyo, pero no sabe que su
aprobación es uno de los factores que influyen de manera más
determinante en mis decisiones.
De ella me quedo con su prudencia con el dinero y con alguna frase que
tengo marcada a fuego, como “el dinero no es importante hasta que no
lo tienes”, "pouco das, e menos levas" (“lo barato sale caro”) o “hay que
aprovechar las ofertas”.
Supongo que mi manera de comprar, pensando en consumo y mi fijación
por el consumo responsable es en gran parte mérito suyo. Mis amigos
siguen sin entender por qué compro aceite o conservas en grandes
Mi abuela
A mi abuela la tengo en un pedestal. A sus 95 años tengo la suerte de
poder disfrutar de su sabiduría, su cariño y su papel de abuela: según ella,
no hay nadie más guapo, más listo, más bueno y más cariñoso que yo. Y es
la única que lo piensa. ¿Cómo no voy a sentir pasión por ella?
Ella no tuvo la suerte de estudiar y casi no sabe hablar otra cosa que no
sea gallego, pero el que la escucha con atención aprenderá valiosas
lecciones de vida.
Como muchas personas de su generación, tiene refranes para todo. Y la
mayoría, por supuesto, en gallego:
“Polo pan baila o can” (por el pan baila el perro) o dicho de otra manera:
el dinero (el pan) mueve el mundo o necesitas dinero para no depender de
los demás.
“Se queres que a muller te queira, afloxa a carteira” (si quieres que la
mujer te quiera, afloja la cartera). Vale, este es un poco machista, pero
sed benévolos con mi abuela, que en su época el concepto de machismo
no estaba muy desarrollado. Podemos hacer una traducción libre y decir
que es necesario tener dinero para controlar la situación.
“O amor é lume, pero nel non ferve o caldo” (el amor es fuego, pero en él
no hierve la comida). O dicho de otra manera, el amor está muy bien,
pero, como no haya dinero suficiente para vivir bien, acabará habiendo
problemas que ni el amor podrá superar.
“Quen de novo non traballa de vello dorme en palla” (el que de joven no
trabaja, de viejo duerme en paja). Está claro: hay que trabajar de joven
para tener el futuro cubierto. Frase para enmarcar, aunque creo que no
todo el mundo la interpretará igual. Muchos pensarán en trabajo,
El dinero y el trabajo
No deja de ser curioso que haya tantos refranes sobre dinero, ¿verdad?
Sobretodo porque el dinero es un tema tabú en España. Supongo que esa
es precisamente la razón de que haya tantos refranes: sabemos que el
dinero es importante pero las buenas costumbres nos prohíben hacerlo,
así que lo hacemos con frases hechas.
No hay duda: en España hablar de dinero es de mala educación. Y
recomendar a alguien lo que tiene que hacer con su dinero entra de lleno
en el terreno de la impertinencia y la grosería. Y si eres de los que haces
con tu dinero algo diferente al resto enseguida te tacharán de tacaño,
ambicioso o manirroto.
Abandonar la manada no está bien visto, aunque la manada vaya directa a
una emboscada. Salirse de lo estándar siempre ha sido motivo de
discriminación. Se señala al que piensa diferente por esa mezcla de
envidia por ser capaz de buscar nuevos caminos y miedo a que le salga
bien.
Por eso, todos coinciden en que hay que trabajar. El trabajo dignifica,
dicen. Y aunque todas hacemos bromas con esta frase, en el fondo todos
la tenemos muy interiorizada. Dignifica, pero sobretodo nos hace a todos
iguales. A todos menos a los ricos, que pueden permitirse el lujo de no
trabajar.
Todo el mundo tiene que trabajar hasta que se jubile. Esa es una verdad
inamovible. Y si se te ocurre insinuarle a alguien que no hay por qué
trabajar hasta los 67 o que lo que te den de pensión a esa edad no cubrirá
nuestras necesidades, notarás que se revuelve inquieto en la silla.
Da igual que a medida que pasa el tiempo se vaya retrasando la edad de
jubilación o que las perspectivas de que la pensión nos permita mantener
un nivel de vida digno sean cada vez menos probables.
No renuncio a nada
Mi padre contaba muchas historias de lo mal que lo pasó cuando estudió
solo en Lugo o cuando tuvo que venir a Barcelona en busca de una vida
mejor:
“Mis amigos se iban a tomar algo a un bar. Yo no tenía dinero,
así que sólo me compraba un bollo en una panadería y me iba a
dar una vuelta por la muralla para comérmelo. Era el mejor
momento del día”.
“Cuando empecé a trabajar ganaba más de horas extras que de
sueldo fijo”.
Mi madre se reía mucho cuando yo le decía a mi padre que parecía el
abuelo Cebolleta explicando batallitas, pero inmediatamente ella también
entraba en el juego:
“Cuando compramos el piso estuvimos varios meses sin nevera y
no nos compramos la lavadora hasta que tuvimos la hipoteca
casi pagada”
“Cuando tu padre traía el sueldo a casa, lo primero era apartar el
dinero de la hipoteca, la luz, el agua y la comunidad. Ese dinero
era intocable”
Estas historias me parecían aburridísimas. Tanto, que solía mirar al techo,
resoplando, mientras mascullaba “ya estamos otra vez con lo mismo”.
Curiosamente ahora las recuerdo con nostalgia y entiendo que me
estaban enseñando, de manera completamente consciente, lecciones
valiosísimas de educación financiera: es necesario controlar el gasto, no se
En los últimos años los salarios se han reducido o, como mucho, se han
mantenido. Por supuesto, los precios han subido. Y para postre, los
principales impuestos (el impuesto sobre la renta y el IVA) también han
subido. Es decir, menos sueldo, más gastos y más impuestos.
Hay una tercera opción, que es incrementar los ingresos, pero es más
complicada y no todo el mundo está en disposición de conseguirlo. Aun
así, trataremos esta tercera posibilidad más adelante, porque, como decía
mi padre, muchas veces nos convencemos de que algo es imposible
cuando realmente podemos conseguirlo.
No ahorro
El caso anterior, gastar más de lo que se gana, es el peor caso y lleva al
desastre financiero de manera irremediable.
Pero también hay muchas familias que viven completamente sumergidas
en la dinámica del no ahorro. O dicho de otra manera, gastan hasta donde
les permiten sus ingresos y luego paran de gastar. Ahorro cero. Es lo que
popularmente se llama “vivir al día”.
Para mi abuela es una aberración. “Hay que ter un rinconcín”, dice ella,
unos ahorrillos por lo que pueda pasar… Lo mínimo es tener dinero por si
se estropea el coche o la lavadora o por si hay una reparación en casa que
no cubre el seguro, por ejemplo.
Como ya he comentado anteriormente, habrá gente que no podrá
ahorrar, seguro. Pero normalmente es más un problema de actitud ante el
dinero que de capacidad real para ahorrar. La mayoría de gente puede
ahorrar 100 € al mes y eso son 1200 € al año, que ya es el rinconcín que
decía mi abuela. Y 1200 € al años son 12.000 € en diez años.
Y eso ya da para parar algún que otro imprevisto. Es más, 12.000 € de
imprevistos me parece demasiada mala suerte, así que de esos 100 € al
mes ya estaríamos dedicando una parte a cuidar nuestro futuro.
No invierto
El siguiente nivel deseable sería invertir parte del ahorro para que el
dinero trabajase para nosotros. Por supuesto, esto es casi ciencia-ficción
para la mayoría de familias.
Todos hemos oído la frase “el dinero llama al dinero". Mi interpretación
particular a esta frase es que, si tienes dinero, tienes a tu alcance
mecanismos para generar más dinero. Y debes aprovecharlos.
Imaginemos que ganamos 800 € al mes trabajando ocho horas al día. Si
ahorramos durante un tiempo e invertimos ese dinero ahorrado en algo
que nos proporcione 100 € al mes, sólo necesitaremos ganar 700 € para
mantener nuestro nivel de vida.
Eso ingresos que ganamos sin hacer nada, sin tener que trabajar o realizar
actividad alguna para conseguirlos, se llaman ingresos pasivos.
Y esos 100 € de ingresos pasivos, el equivalente a una hora de trabajo al
día, nos permitirán trabajar siete horas en vez de ocho y dedicar la octava
hora a lo que queramos. Es decir, habremos comprado una hora de
nuestra vida con esos ingresos pasivos.
Otra vez el concepto de comprar tiempo con dinero. Empiezo a
entenderlo…
Ahorrar
Si queremos unas finanzas personales robustas no puede ser que el primer
imprevisto económico nos afecte y tengamos que cambiar nuestras
rutinas. Y la única manera para conseguir eso es tener dinero disponible
para capear ese imprevisto. Y para eso sólo hay una receta: el ahorro.
Pero ¿Cómo conseguimos eso con un salario bajo o con unos gastos altos?
¿Cómo ahorrar dinero en vez de comprarle a tu hijo el mejor móvil del
mercado si el resto de padres lo hacen? ¿Cómo vas a ser el único de todos
los cuñados que no se ha ido de vacaciones a un lugar exótico?
¿Aguantarás la presión para cambiarte ese coche de 10 años que tú sigues
viendo bien pero que todo el mundo se empeña en que te cambies?
Ahorrar es complicado. Primero, porque tenemos mil vicios que nos hacen
gastar dinero innecesariamente y segundo, porque la sociedad nos
empuja a consumir.
Es complicado, pero es posible. Veamos cómo hacerlo.
Hay mucha gente que denomina “gastos hormiga” a los gastos que hemos
comentado hasta ahora, porque son muy pequeños, pero acaban minando
la economía familiar poco a poco. Abordar estos gastos debería ser el
primer paso. El segundo debería ser cambiar una serie de rutinas que nos
permitirán reducir los gastos:
En el fondo hay dos posibles actitudes: cuando me paguen más haré más
(me formaré, trabajaré más horas, asumiré más responsabilidades) o haré
más para que me paguen más.