Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
PRIMERA PARTE
Pero los cristianos necesitaban más noticias de la infancia y de la juventud de Jesús. Y para
saciar la comprensible curiosidad, como portadores de ciertas ideas a veces no demasiado
ortodoxas, desde el siglo III comenzaron a redactarse (su divulgación fue a veces algo posterior)
los "evangelios apócrifos". Eran productos ingenuos -o no tan ingenuos- de la fantasía.
Prehistoria familiar de Jesús, hasta sus abuelos; niñez de María en el templo; su boda acompa-
ñada de lo maravilloso (la vara florecida del esposo); acompañantes y episodios en los caminos
hacia Belén, hacia Egipto, en la estancia y en los retornos: todos estos vacíos se llenan con
buenas dosis de imaginación. Fueron ellos (sobre todo los llamados Protoevangelio de Santiago,
Pseudo Mateo, Historia de José el carpintero), los creadores de un José viejo, muy viejo, cuanto
más viejo mejor, y además viudo, y, encima, con bastantes hijos ya cuando se casó con María
después de aquella pugna entre pretendientes más agraciados física, social y económicamente,
y para qué seguir...
ALGUNOS PADRES DE LA IGLESIA
Los padres de la Iglesia, con más o menos vigor a tenor de los tiempos, se encontraron con
problemas apologéticos que tenían que resolver. Fue el suyo, por lo general, un ambiente en el
que el valor de la virginidad se fue imponiendo como valor absoluto a veces. Y como en el
evangelio aparecían "unos hermanos de Jesús", y se decía que José era su padre y esposo de
María, y esto lo aprovechaban bien algunos herejes de la época, convino silenciar a José o
convertirlo en instrumento de la virginidad de su esposa.
Es cierto que algunos, con más fuerza aún y con palabras más hermosas San Agustín, se
empeñaron en valorar una paternidad más real cuanto más virgen; pero otros reasumieron las
posiciones apócrifas y contribuyeron a transmitir la imagen del viudo y viejo, padre, más que de
Jesús, de los llamados hermanos suyos.
San Epifanio de Salamina (315-403) es un testigo bien cualificado de esta singular apologética:
José, padre sólo en apariencia de Jesús, "en edad avanzada y viudo de la mujer que le diera
cuatro varones (Santiago, llamado hermano del Señor porque fue educado con él, Simón, Judas
y Juan) y dos hembras (Ana y Salomé) -y los nombres no acaban de coincidir con los apócrifos-;
este José, digo, ya viejo y viudo, en virtud de la suerte se vio obligado a contraer matrimonio con
la sacratísima Virgen María".
Bajaron los padres [de la niña María] llenos de admiración, alabando al Señor Dios porque la
niña no se había vuelto atrás. Y María permaneció en el templo como una palomica, recibiendo
alimento de manos de un ángel.
Pero al llegar a los doce años los sacerdotes se reunieron para deliberar diciendo: He aquí que
María ha cumplido sus doce años en el templo del Señor, ¿qué haremos con ella para que no
llegue a mancillar el santuario?”. Y dijeron al sumo sacerdote: “Tu, que tienes el altar a tu cargo,
entra y ora por ella; y lo que te dé a entender el Señor eso será lo que hagamos”.
José, dejando su hacha, se unió a ellos, y una vez que se juntaron todos, tomaron cada uno su
vara y se pusieron en camino en busca del sumo sacerdote. Éste tomó todas las varas, penetró
en el templo y se puso a orar. Terminado que hubo su plegaria, tomó de nuevo las varas, salió y
se las entregó. Pero no apareció señal ninguna en ellas. Mas al coger José la última, he aquí que
salió una paloma de ella y se puso a volar sobre su cabeza. Entonces el sacerdote le dijo: “a ti te
ha cabido en suerte recibir bajo tu custodia a la virgen del Señor”.
José replicó: “tengo hijos y soy viejo, mientras que ella es una niña; no quisiera ser objeto de risa
por parte de los hijos del Israel”. Entonces el sumo sacerdote repuso: “Teme al Señor tu Dios y
ten presente lo que hizo con Datán, Abirón y Coré: cómo se abrió la tierra y fueron sepultados en
ella por su rebelión. Y teme ahora tu también, José, no sea que sobrevenga esto mismo a tu
casa”.
Y él, lleno de temor, la recibió bajo su protección. Después le dijo: “Te he tomado del templo;
ahora te dejo en mi casa y me voy a continuar mis construcciones. Pronto volveré. El Señor te
guardará” (Los evangelios apócrifos, edic. Daniel Ruiz Bueno, BAC, Madrid, 1946, p. 160-162).
José era viejo y viudo de su mujer, de la que había tenido cuatro hijos y dos hijas: Santiago, el
llamado hermano del Señor que se educó con él, Simón, Judas y Juan; y las dos hijas Ana y
Salomé; digo que José, viejo ya y viudo, debido al sorteo que entre viudos y celibatarios de todas
las tribus se hacía de las vírgenes que se estaban educando en el templo (por la obligación de
consagrar al templo al primogénito de ambos sexos), obligado por el resultado del sorteo recibió
en matrimonio a la virgen María, de la cual nació según la carne nuestro señor Jesucristo, pero
del Espíritu Santo y no de semilla humana ni de unión corporal alguna (Ancoratus, MG 43, 122-
123).
Tu [Helvidio] dices que María no permaneció virgen: yo voy más allá, y te digo que también José
fue virgen por María para que el hijo virgen naciera de un matrimonio virginal. Un varón santo no
puede fornicar, y no consta en ningún lugar que hubiera tenido otra mujer. Hay que considerar
que José fue, mejor que marido, custodio de María. Por lo tanto, se debe concluir que también
permaneció virgen, juntamente con María, quien mereció ser llamado padre del Señor (Contra
Helvidio, ML 23, 203).
¿Por qué no fue concebido de una virgen, sin más, en vez de una virgen desposada? Primero,
para que por la ascendencia de José se mostrase el origen de María. Segundo, para que los
judíos no la lapidaran por adúltera. Tercero, para que en la huida a Egipto tuviera el consuelo del
marido. El mártir Ignacio añade una cuarta razón para este ser concebido en una desposada al
decir que, con ello, su parto le sería ocultado al diablo al creerse que nacía el salvador no de una
virgen sino de una esposa (Comentarios a Mateo, ML 26, 23).
Orígenes (183-255?)
Me pregunto por qué Dios, en su designio de que el salvador naciera de una virgen, no eligió a
una doncella sin esposo sino que la prefirió ya desposada. Y, si no me equivoco, ésta fue la
causa: tenía que nacer de una virgen que no sólo tuviera ya esposo sino también, como escribe
Mateo, con una virgen que ya se hubiera entregado al marido aunque todavía el varón no se
hubiera acercado a ella, para que no se juzgase como torpeza de la virgen su embarazo
evidente. Esta explicación elegante la he hallado en la carta de un mártir, de Ignacio, obispo
sucesor de Pedro en Antioquia, que luchó con las fieras en la persecución romana: “La virginidad
de María se le ocultó al príncipe de este mundo”. Se le ocultó gracias a José; no la descubrió
gracias a las nupcias; no la conoció gracias a la creencia de que estaba desposada con él. Si no
hubiera tenido esposo y, según se creía, varón, no hubiera sido posible ocultarla al príncipe de
este mundo. De otra suerte, no se le hubiera escapado al diablo esta reflexión: “¿Cómo es
posible que ésta, que no conoce varón, esté preñada? Esta concepción debe ser divina, tiene
que ser algo que supera a la humana naturaleza (Homilías sobre Lucas, MG 13, 1814-1815).
Cuando Jesús llegó al Jordán, se le tenía por hijo de José el carpintero, y apareció sin belleza,
como las Escrituras habían anunciado, y fue considerado él mismo como un carpintero (y fue así
que obras de este oficio –arados y yugos- fabricó mientras estaba entre los hombres, enseñando
por ellas los símbolos de la justicia y lo que es una vida de trabajo ( Diálogo con el judío Trifón,
Edic. de Daniel Ruiz Bueno, Padres Apologetas Griegos (siglo II), Madrid, BAC, 1979, p. 461)
Paternidad de José
Ya he insistido suficientemente en ello para que extrañe el hecho de que las generaciones se
numeren [en el evangelio] por José y no por María: porque si María es madre sin intervención de
la concupiscencia carnal, de la misma suerte José es padre sin el comercio de la carne. Así que
de él desciendan y asciendan las genealogías, y no las separemos por no haber existido
concupiscencia carnal en el padre. Y que su mayor pureza sea la confirmación de su paternidad,
y así no seremos reprendidos por María, que no quiso anteponer su nombre al de su marido sino
que dijo tu padre y yo te buscábamos apenados. Que no osen hacer los murmuradores
perversos lo que no hizo la casta esposa. Numeremos la genealogía a través de José, que al
igual que es marido casto es también padre casto, y antepongamos el varón a la mujer siguiendo
el orden natural y la ley de Dios. Porque si apartamos al uno para anteponer a la otra, nos podrá
decir él con toda razón: ¿por qué me apartáis y por qué la genealogía no es la mía? Si se le dice:
porque no es hijo tuyo carnal, responderá: ¿y ella lo parió por obra de su carne?. Lo que ha
obrado el Espíritu Santo lo ha obrado para ambos. Como era, dice, hombre justo. Justo varón,
justa mujer. El Espíritu Santo, complacido por la justicia del uno y de la otra, les dio el hijo a los
dos. Pero obró esto en el sexo más adecuado de suerte que también el hijo naciera para el
marido. Y a los dos les dice el ángel que impongan el nombre al niño como signo de autoridad.
Se dice a María he aquí que concebirás un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; se dice también
a José: José, hijo de David, no temas tomar a maría como esposa, porque lo que ha concebido
es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, salvará a su pueblo
de sus pecados. Se dice también: y le parió un hijo, con lo que se está confirmando que es del
todo padre no por la carne sino por el amor. Es padre, por tanto. Con toda la cautela y prudencia
numeran los evangelistas la genealogía a través de él, en orden descendente Mateo desde
Abrahám hasta Cristo, ascendiendo Lucas desde Cristo, a través de Abrahám, hasta Dios. Aquel
cuenta descendiendo, éste ascendiendo, pro ambos por José. ¿Por qué? Porque es padre. ¿De
qué suerte es padre? Padre tanto más verdadero cuanto más casto. De otra manera se creía
que era padre de nuestro señor Jesucristo, es decir, como los otros padres que lo son por la
generación de la carne y no sólo por el amor espiritual. Porque dijo Lucas el que se creía padre
de Jesús. ¿Por qué se le creía? Porque los juicios y la estimación de los humanos se atenían a
lo que habitualmente se hace por los hombres. No nación del semen de José el Señor a pesar
de que así se creyera; y, sin embargo, gracias a la piedad y al amor de José nació de la virgen
María el hijo que es también hijo de Dios (Sermones, ML 38, 350-351).
Y sucedió que mientras estaban casados, sin saber nada José, María, su mujer, aparece
embarazada misteriosamente. Ante esta situación, José, el marido, aparentemente engañado por
María, como era justo y no quería ponerla en evidencia, piensa en su interior y cavila qué hará
¿repudiarla en secreto? Cuando estaba dando vueltas a estos pensamientos en su interior, se le
aparece en sueños el ángel del Señor que le dice: José, hijo de David, no temas recibir en tu
casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo (Mt 1,20-21).
El anuncio del ángel tiene como finalidad hacerle comprender, precisamente, que debía asumir la
paternidad legal sobre el Niño que María lleva en su seno, cuyo carácter mesiánico viene de esta
manera asegurado. Por eso a José se le denomina con el apelativo de hijo de David (Mt 1,20),
título exclusivo de Jesús. El ángel se dirige a José en su calidad de esposo de María.
Las palabras del ángel son la ocasión y el momento para que José ratifique responsablemente
su voluntad de seguir unido en matrimonio a María, pero, con una particularidad, que María va a
ser Madre. Aceptar y acoger a María como esposa significa aceptar ser padre de la criatura que
lleva en su vientre y que nacerá de ella. Es como una nueva llamada, un volver a escuchar la
verdad sobre su propia vocación. "Este hombre justo que en el espíritu de las más nobles
tradiciones del pueblo elegido amaba a la Virgen de Nazaret y se había unido a ella con amor
esponsal, es llamado nuevamente por Dios a este amor" (RC, 19).
José responde a esta llamada de una manera libre y responsable, acogiendo a María encinta en
su casa: Despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado y tomó
consigo a su mujer (Mt 1,24). "Él la tomó con todo el misterio de su maternidad; la tomó junto con
el Hijo que llegaría al mundo por obra del Espíritu Santo, demostrando de este modo una
disponibilidad de voluntad semejante a la de María en orden a lo que Dios le pedía por medio de
su mensajero" (RC 3).
Según el evangelio estamos ante un matrimonio singular, querido por María y José en el que
interviene palpablemente el Espíritu Santo. El abad Ruperto resume admirablemente la
enseñanza evangélica. Exclama: “Oh matrimonio verdadero y santo, matrimonio celestial, no
terreno; pues ¿cómo o en qué se unieron? Ciertamente en que en ellos sólo había un espíritu y
una fe; allí sólo no había la corrupción de la carne. Por eso con toda verdad dice el apóstol…el
segundo hombre del cielo, celestial (1Cor 14,47), es decir, siendo la vida o unión de los esposos
(José y María) toda celestial y del Espíritu Santo, el Amor de ambos cuyo trato era celeste -y
este carácter tenía la primacía en uno y otro- había encomendado la mujer a la fidelidad de este
hombre (José) y había infundido totalmente en el marido padre el amor al Niño que, hecho
hombre de la carne de la Virgen, nacía de ella” (Gloria y honor del Hijo del hombre, P. L. 170,
1319).
La disponibilidad de José, semejante a la de María, nos da pie para añadir que, al igual que
María quedó constituía Madre de Dios por obra y gracia del Espíritu Santo, sin concurso de
varón, al aceptar libre y responsablemente -hágase en mí según tu palabra-(Lc 1,39) las
palabras de Dios por medio del ángel, en que le dice que va a concebir en su seno y dar a luz un
Hijo, a quien pondrá por nombre Jesús, de igual modo, José queda constituido, por voluntad de
Dios, sin intervenir carnalmente en la generación de su hijo, en padre de Jesús cuando aceptó
libre y responsablemente recibir a María encinta en su casa. José no respondió con palabras al
mensaje del ángel como hiciera María -es el santo del silencio-, pero hizo como le había
mandado el mensajero de Dios y quedó constituido Padre de Jesús con todas las
consecuencias.
De igual modo que el matrimonio entre José y María es del todo singular, dentro de lo humano
que es, así también la paternidad de José sobre Jesús es singular, nacida de la voluntad de
Dios. El evangelio nos dice que Jesús no es hijo natural de José, no ha nacido de la semilla de
José y, no obstante, se le da toda la realidad paterna sobre Jesús. La misma Virgen María que
conoce la realidad y extensión de la paternidad de José por la renovación del matrimonio con
ella, al haber acogido y obedecido a las palabras de Dios, le llama simplemente padre. Tu padre
y yo angustiados te andábamos buscando (Lc 2,48). María recoge y expresa la fe de la
comunidad primitiva sobre José padre de Jesús, que expresa a su vez San Juan en su
evangelio, poniendo en labios de Felipe esta expresión tradicional, única en boca de un
discípulo: Jesús, el hijo de José de Nazaret.
En una actitud de amor responsable acepta María el ser Madre de Dios; desposado con María,
en una actitud de amor igualmente responsable acepta José el ser padre de Jesús, al acoger al
María como esposa nuevamente en su casa por voluntad del Señor y con ella al fruto que lleva
en su vientre. Y esta paternidad de José no es menos importante para la historia de la salvación
que la maternidad de María.
Mateo, o el Espíritu Santo por Mateo, nos ofrece el retrato moral y espiritual de San José, el
esposo de María y el padre de Jesús, diciendo: José siendo justo…Aunque esta afirmación la
hace Mateo al descubrir José a su mujer embarazada, la afirmación es de carácter general y
global. San José es un varón justo.
Teniendo en cuanta los muchos textos de los salmos especialmente, de algunos profetas y de los
libras sapienciales en los que se alinea o paraleliza la justicia de Dios con misericordia.
Fidelidad, bondad, gracia, amor… y desde Dios la justicia de los hombres, esto, aplicado a José,
significa el hombre recto y sincero que acoge y actúa el plan de Dios con misericordia y bondad y
ama a los hombres y busca salvar al prójimo.
Y la misma conclusión sacamos si tenemos en cuenta los lugares en que Mateo habla de la
justicia, término fundamental de su evangelio, que no aparece en Marcos y sólo una vez en
Lucas: bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia… si vuestra justicia no es
superior a la de los escribas y fariseos…buscad primero en reino de Dios y su justicia…(Mt
5,6:6,1.33).
Justicia significa actuar conforme a la voluntad de Dios, no dejándose condicionar por las
situaciones o circunstancias externas de conflictividad o agresividad. Es una justicia que se
convierte en una virtud de altísima calidad que viene a identificarse con el amor. Es rectitud y
pureza de intención de agradar a Dios y a los hombres. Justo equivale a santo, poseedor de
todas las virtudes desde el amor, especialmente las que se refieren a hacer el bien y misericordia
a los demás, en particular a los oprimidos y más necesitados. Así lo interpreta San Juan
Crisóstomo. Justo es un hombre perfecto y cabal delante de Dios. Éste es san José.
Todo lo que el evangelio nos refiere de San José está en estrecha y esencial relación con el
misterio de la Encarnación del Verbo y su nacimiento de María Virgen. Al margen de este
misterio de la salvación, no sabemos de él nada más con certeza. Y es en relación con este
misterio como el evangelio nos habla de la peregrinación de la fe del santo Patriarca. Esta
peregrinación de la fe llega a su cenit cuando José descubre el misterio de la preñez de su
esposa. Entonces, -nos dice el evangelista- como José era justo, no sólo obra con bondad y
misericordia con su esposa sino con fe y abandono en Dios. Y desde esta fe y confianza en Dios
reflexionaba cómo actuar sin hacer daño a María.
Y, como el que confía en Dios nunca es defraudado, un ángel vino a decirle a José: Lo que ves
en tu esposa es obra del Espíritu Santo, no temas recibir a tu esposa en tu casa. José creyó
ciegamente al ángel y desde esta fe ciega -el justo vive de la fe- actuó. Es entonces cuando la fe
de san José llega a la cima más alta. Es entonces cuando se cumple en San José lo que dice
San Juan de la Cruz del alma que cree enteramente en Dios: "ciegamente se enamora Dios de
ella, viendo la pureza y entereza de su fe" (CE 31,3).
Estas palabras del joven Jesús en el contexto de la vida oculta dan a entender que esta fe, como
justo que era, debió vivirla con María en muchas otras ocasiones de esta etapa de la vida de
Jesús, en las que, sin duda, no comprendía el modo de actuar y de responder de su hijo. Sí,
realmente San José hizo una larga peregrinación de la fe. Y es esta una de las actitudes que
más destaca de él el evangelio. San José, como era justo, era hombre de fe en Dios, vivía de la
fe en su Padre Dios, del abandono en su providencia.
JOSÉ ARROBADO
La primera mención del asombro de San José es cuando María acaba de dar a luz a su hijo en
un pesebre, en Belén. Llegan los pastores y cuentan lo que les ha dicho el ángel del Señor sobre
aquel Niño. Y José y María, sus padres, quedaron maravillados de lo que oían. Es curioso que el
evangelista dice que todos los que lo oyeron se maravillaron, cuando allí no estaban más que el
Niño, José y María. Sin duda, ese todos se refiere a las comunidades cristianas, representadas
en José y María, como vemos igualmente en el relato de la pérdida del Niño en el templo.
En su admiración y pasmo María conservaba y meditaba todas estas cosas en su corazón (Lc
2,19.51). Y, sin duda, también San José su esposo. No olvidemos que el evangelista San Lucas
da el protagonismo a la Virgen María en los relatos de la infancia de Jesús.
JOSÉ, EL SILENCIOSO
El silencio es el lenguaje del asombro y del embeleso. El hombre que se arroba ante un milagro
de arte, que se emboba ante un panorama maravilloso, que se suspende ante el misterio de
palabras inefables, calla, contempla, escucha. El silencio es propiedad del contemplativo y del
que está muy centrado y ocupado en Dios. San José, por eso mismo, es un hombre silencioso,
su música es callada.
Evidencia la inmensidad de su silencio su actitud ante el ángel que le dice, de parte de Dios, que
tome a María, su esposa, en su casa. María, ante una situación parecida, pregunta al ángel
cómo puede ser lo que le anuncia, pues no conoce varón. José no, José calla, pero actúa. Es el
suyo un silencio activo y eficaz.
El evangelio no nos conserva ni una sola palabra salida de la boca de José. Pasó por la vida
entonando día a día un canto sublime al silencio, y salió de este mundo, ajetreado y ruidoso,
envuelto en un manto de espeso silencio, que en la historia de la Iglesia se extendió a lo largo de
doce siglos. A partir de entonces, el Espíritu Santo le transformó en un pregonero, cuyas voces
se escuchan por el mundo entero. San José, con su vida sencilla y normal, de un carpintero en
su entorno de Nazaret y su grandeza singular de dentro, sus virtudes humildes, a la mano y
excelsas al mismo tiempo, con sus privilegios y poder suplicante omnipotente no cesa de hablar.
Es un predicador que no puede callar. Su silencio se ha convertido en pregón.
JOSÉ, EL CARPINTERO
En la clase laboral de la sociedad del tiempo de Jesús existían varios oficios corrientes, como el
de sastre, el de fabricantes de sandalias, el de maestro albañil, el de carnicero, el de curtidor de
pieles, el de panadero, el de herrero, el de alfarero.
El tener un oficio era un signo de autonomía y de libertad de movimientos. San Pablo, que tenía
el oficio de fabricante de tiendas, se gloría de trabajar con sus manos y poder así vivir con
libertad y no depender de nadie. Tenia derecho a que la comunidad cristiana le alimentase, pero
renuncia a ese derecho para no ser carga para la comunidad y para no comprometer la
predicación del evangelio (1Cor 9,1-12). Así se lo recuerda a sus hijos de Tesalónica: Recordad
nuestros sudores y fatigas; trabajando día y noche para no ser carga para nadie, proclamamos
entre vosotros la buena noticia de Dios (1Tes 2,9).
San José, a juzgar por el relato de Mateo, cuando Jesús se presentó en Nazaret, realizando
prodigios y predicando una sabiduría nueva, y las gentes maravilladas se preguntaban: )no es
éste el hijo del carpintero? (Mt 13,55), pertenecía a la clase de los oficiales carpinteros. Y como
tal pudo trabajar en la construcción del templo de Jerusalén llevada a cabo por Herodes, y que
duró varios decenios (desde 10-20 a. de Cristo hasta 61-62 d. de Cristo). Obra en la que
trabajaron 18.000 trabajadores de distintos oficios según cómputo exagerado de Josefo.
San José fue un trabajador, se sometió a la ley del trabajo. Siguió el consejo del Eclesiástico:
Hazte viejo en el trabajo... confía en el Señor y persevera en tu tarea (Ecli 11,20-21). Con su
trabajo aseguró el mantenimiento de su familia. El trabajo manual era tarea de todos, era una
dignificación, no era exclusivo de una clase social. El Rabí Hillel era leñador, el Rabí Yehudí
panadero, Yohana zapatero, Pablo era experto en fabricación de tiendas, San José era
carpintero y luego lo fue Jesús (Mc 6,3). Y "gracias a su banco de trabajo sobre el que ejercía su
profesión con Jesús, José acercó al trabajo humano al misterio de la redención" (RC 22).
EL SERVICIO DE LA PATERNIDAD
En el corazón de José el Señor puso en grado excepcional los sentimientos paternales. Los
sentimientos de padre no son fruto de unas relaciones biológicas de dos personas, sino un don y
una gracia de Dios, y Dios da y agracia conforme al cometido que encomienda a una persona;
"es necesario recordar que José tuvo hacia Jesús, por don especial del cielo, todo aquel amor
natural, toda aquella afectuosa solicitud que el corazón de un padre puede conocer. Con la
potestad paternal sobre Jesús, Dios ha otorgado también a José el amor correspondiente" (RC
8). El evangelio recuerda algunos momentos de ese amor y solicitud paternales del santo
Patriarca, aún antes de nacer el Niño.
EL CENSO
El relato del censo de Quirino, exclusivo del evangelio de Lucas, presenta problemas reales y
serias dificultades con respecto a su autenticidad histórica; su existencia resulta, al menos,
discutible. La finalidad de Lucas es clara: dar a entender que Jesús tenía que nacer en Belén y
que es ciudadano de todo el mundo.
San Lucas da importancia a este hecho y resalta la obediencia de José a las órdenes emanadas
de la autoridad civil romana competente. Es José, por ser de la estirpe y familia de David, quien
sube desde Nazaret a Belén con María, su esposa encinta, para llevar a cabo la importante y
significativa tarea de inscribir oficialmente su nombre y el de su hijo Jesús, el hijo de José de
Nazaret (Jn 1,45) y de María, su esposa, en el registro del Imperio. Allí quedaron inscritos sus
nombres. Jesús, con José y María, son ciudadanos de este mundo, sujetos a las leyes e
instituciones civiles. Jesús se hizo en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado, también
en el sometimiento a las leyes civiles y laicas
Habiendo llegado José y María a Belén, le llegó la hora a María de dar a luz a su hijo; buscan
acogida y posada entre sus familiares y amigos y no se la dan -vino a los suyos y los suyos no lo
recibieron-, algo insólito, dada la proverbial hospitalidad de aquellos pueblos. Y, al no haber para
ellos lugar en la posada, encontraron una cueva y allí alumbró María a Jesús, lo envolvió en
pañales y lo recostó en un pesebre. José, con María, es testigo privilegiado del nacimiento de
Jesús en este mundo, a quien acoge como hijo suyo, en una situación de suma pobreza y
anonadamiento, a pesar de ser el Salvador del mundo, como le había revelado el ángel. En
calidad de marido acompaña constante a María y en calidad de padre recibe al hijo nacido de su
esposa, engendrado por el Espíritu Santo.
Asimismo es testigo de la adoración de los pastores y escucha maravillado, como María, lo que
dicen de aquel Niño. San Lucas resalta la alegría que llevaron los pastores a la gruta, que
expresan en tales términos que José y María se maravillan de lo que oyen. José estaba en
pasmo de lo que sentía decir de aquel Niño, hijo suyo. Esta actitud admirativa, de pasmo de José
ante las maravillas cantadas, forma parte de su personalidad. Un aspecto muy importante de su
persona y de su sensibilidad. Como se maravillará luego de lo que oiga decir al viejo Simeón del
Niño presentado en el templo. No se pasma uno de cosas y sentires baladíes y ordinarios, sino
ante realidades y decires, en algún sentido, portentosos y llamativos, extraordinarios.
A los ocho días del nacimiento, el niño era circuncidado. La circuncisión, sino exclusiva del
pueblo de Israel, sí tenía una importancia esencial. Era la integración del nacido judío en el
pueblo de la elección y en su religión. El no circuncidado no pertenecía al pueblo escogido (Gen
17,10-14).
El evangelio pone el acento en la imposición del nombre, que sí que se lo impone San José,
como dice San Mateo (Mt 1,25). San José, a los ocho días de nacido, impuso al niño el nombre
de Jesús, tal como lo había indicado el ángel, porque salvaría a su pueblo de sus pecados (Mt
1,21). La imposición del nombre es señal de potestad y dominio, como vemos en la escena del
Génesis, donde Adán impone el nombre a todos los animales (Gen 2,19-20).
Con este gesto, el evangelio indica la potestad y autoridad de José sobre Jesús. San Lucas, a
tono con la característica personajes son representativos. José es el salvador de su familia,
como lo fue el José del antiguo Testamento de la suya, y la salva, llevándola al destierro,
exiliándose, de donde la sacará el brazo poderoso de Dios. Jesús, desterrado y llamado de
Egipto, es el comienzo y la realización del nuevo Israel, encarna al pueblo elegido. Los poderes
enemigos en su persecución son incapaces de impedir la realización de los designios salvadores
de Dios, designios que se realizan por los caminos corrientes y ordinarios de las mediaciones
humanas, interviniendo especialmente el poder del Señor.
En este acto prescrito por la Ley (Ex 12,13-15; Num 18,15-16; Lev 12,2), -Lucas junta dos leyes
del Antiguo Testamento, la de la presentación del primogénito en el templo y la de la purificación
de la madre-, San José aparece bajo la denominación de "sus padres" junto con María, que es la
que, una vez más, tiene el protagonismo. Cumplen así el mandato de presentar al primogénito,
consagrándolo al Señor, y dando por él el rescate de los pobres, en memoria de que el pueblo de
Israel fue rescatado de la esclavitud de Egipto. Lucas no habla de rescate, sino de un sacrificio
de expiación que ofrecen los padres, un par de tórtolas o dos pichones (Lc 5,7-11).
Al entrar en el templo, el anciano Simeón, hombre justo y piadoso, tomó al Niño en sus brazos y
dijo unas palabras proféticas y misteriosas. Su padre -sin nombrarle expresamente- y su madre
estaban maravillados de lo se decía del Niño. El anciano los bendijo, y luego se dirige a María.
Es de notar este protagonismo que da el evangelio a María, siendo mujer. El ejemplo de Cristo y
su enseñanza a este respecto ha penetrado ya en las comunidades cristianas. Y María es
realmente la protagonista. San José queda como en segundo plano. Es el santo silencioso.
LA HUIDA A EGIPTO
El evangelio por el modo de presentar la escena, destaca la obediencia ciega y pronta de José y
de su madre y el hijo, ante una orden desconcertante, y, en apariencia, disparatada. José podía
haber dicho al ángel, como comenta San Juan Crisóstomo: "Esto parece un enigma. Tú mismo
me decías, no ha mucho, que él salvaría a su pueblo y ahora no es capaz de salvarse a sí
mismo, sino que tenemos necesidad de huir, de emprender un viaje y largo desplazamiento. Esto
es contrario a tu promesa. Pero nada de esto dice José, porque es un hombre de fe... obedece,
cree y aguanta todas las pruebas con alegría" (In Matheum, h. 8).
El evangelio resume la prolongada vida oculta de Jesús en Nazaret en una frase que destaca la
obediencia del hijo y la autoridad paterna de José y de María. Bajó con ellos y vino a Nazaret y
les estaba sujeto, y la madre conservaba todo esto en su corazón. Jesús crecía en edad,
sabiduría y gracia ante Dios y los hombres (Lc 2,51-52; cfr Mt 2,22-23).
Significa que Jesús vive en una vida familiar normal en aquella sociedad, si bien con algunas
características, fruto de la abundancia de gracia derramada en aquella familia, como es la
importancia que cobra en ella la madre junto al padre. La Virgen María cuenta como mujer en
aquella familia. El Padre no lo es todo. Aquella casa es la casa de la familia, no sólo del padre;
se reparten los derechos. Por eso la educación y formación humano religiosa del hijo es obra de
sus padres. En este sentido está transcendida la situación de cualquier familia judía.
San José, además de enseñarle la Ley y otros aspectos religiosos y culturales, le enseñó el
oficio de carpintero, pues cuando Jesús apareció en la vida pública -se supone que José había
muerto ya- le apodan, sin más, el carpintero, oficio que había heredado de su padre, el hijo de
María (Mc 6,3). San José conocía la sentencia de los rabinos: El que no enseña a su hijo un
oficio, hace de él un ladrón
En este relato de Lucas el protagonismo lo tiene la Virgen María. Es ella la que se dirige al Niño,
cuando le encuentran en el templo en medio de los doctores, y le da la queja de por qué les dejó,
sin decirles nada. José aparece asociado a María. Cuando le encuentran, al cabo de tres días,
en el templo, sus padres quedaron sorprendidos -otra vez la sorpresa y pasmo de José- y su
madre le dijo: )Hijo, por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo, angustiados, te
andábamos buscando (Lc 2,48). Estas palabras de la Virgen María "indican en toda la realidad
que la Encarnación pertenece al misterio de la Familia de Nazaret. José, que desde el principio
aceptó. mediante la obediencia de la fe su paternidad humana respecto de Jesús, siguiendo la
luz del Espíritu Santo que mediante la fe se da al hombre, descubría ciertamente, cada vez más,
el don inefable de su paternidad" (RC 21).
CONCLUSIÓN
Los datos del evangelio sobre San José forman lo que podemos llamar el depósito de fe josefina.
José siempre en unión esencial con María y Jesús, y por ellos, forma parte del depósito de la fe y
de la tradición apostólica dada a la Iglesia y trasmitida por ésta para que la viva y la asimile, y
viviéndola y asimilándola, la vaya comprendiendo y desarrollando. No se trata de crear nuevas
verdades, sino de desentrañar las virtualidades de la verdad josefina. Podemos decir,
proporcionalmente, como dice San Juan de la Cruz de Jesucristo, que San José es una mina
riquísima de la que siempre podemos arrancar riquezas a base de la fe, de la devoción, del
estudio, de la experiencia mística. Pensemos en las riquezas que sacó de esa mina, que es San
José, Santa Teresa de Jesús desde su experiencia mística josefina. Es lo que he hecho la Iglesia
con San José a lo largo de su vida e historia multisecular. Por eso, lo que dicen los evangelios
sobre San José no puede caber en un librillo de fumar. Se necesitan muchos volúmenes, pues el
conocimiento de su verdad se ha desarrollado prodigiosamente.
La devoción a San José se fundamenta en que este hombre "justo" fue escogido por Dios para
ser el esposo de María Santísima y hacer las veces de padre de Jesús en la tierra. Durante los
primeros siglos de la Iglesia la veneración se dirigía principalmente a los mártires. Quizás se
veneraba poco a San José para enfatizar la paternidad divina de Jesús. Pero, así todo, los
Padres (San Agustín, San Jerónimo y San Juan Crisóstomo, entre otros), ya nos hablan de San
José.
Según San Callistus, esta devoción comenzó en el Oriente donde existe desde el siglo IV, relata
también que la gran basílica construida en Belén por Santa Elena había un hermoso oratorio
dedicado a nuestro santo. San Pedro Crisólogo: "José fue un hombre perfecto, que posee todo
género de virtudes"
El nombre de José en hebreo significa "el que va en aumento. Y así se desarrollaba el carácter
de José, crecía "de virtud en virtud" hasta llegar a una excelsa santidad.
Amor virginal: El matrimonio fue auténtico, pero al mismo tiempo, según San Agustín y otros, los
esposos tenían la intención de permanecer en el estado virginal. Pronto la fe de San José fue
probada con el misterioso embarazo de María. No conociendo el misterio de la Encarnación y no
queriendo exponerla al repudio y su posible condena a lapidación, pensaba retirarse cuando el
ángel del Señor se le apareció en sueño: "Su marido José, como era justo y no quería ponerla en
evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Angel del Señor se le
apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer
porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Despertado José del sueño, hizo como el
Angel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer." (Mat. 1:19-20, 24). Unos meses
mas tarde, llegó el momento para S. José y María de partir hacia Belén para empadronarse
según el decreto de Cesar Augustus. Esto vino en muy difícil momento ya que ella estaba en
cinta. (cf. Lucas 2:1-7). En Belén tuvo que sufrir con La Virgen la carencia de albergue hasta
tener que tomar refugio en un establo. Allí nació el hijo de la Virgen. El atendía a los dos como si
fuese el verdadero padre. Cual sería su estado de admiración a la llegada de los pastores, los
ángeles y mas tarde los magos de Oriente.
Referente a la Presentación de Jesús en el Templo, San Lucas nos dice: "Su padre y su madre
estaban admirados de lo que se decía de él".(Lucas 2:33). San José tuvo que vivir unos años
con la Virgen y el Niño en el exilio de Egipto. Después la Sagrada Familia regresó a Nazaret.
Desde entonces el único evento que conocemos relacionado con San José es la "pérdida" de
Jesús al regreso de la anual peregrinación a Jerusalén (cf. Lucas 2, 42-51). San José y la Virgen
lo buscaban por tres angustiosos días hasta encontrarlo en el Templo.
Dios quiso que este santo varón nos diera ejemplo de humildad en la vida escondida de su
sagrada familia y su taller de carpintería. San José, patrón de los trabajadores.
Oración del Papa Juan XXIII: Oh José, tú que sufriste el peso del cansancio y la fatiga para
procurar el sustento de Jesús y María, protege nuestro trabajo, aleja todo peligro; no permitas
que nos falte el medio de alimentar dignamente a la familia. Alivia la angustia de los
desempleados y la ansiedad de los inmigrantes; haz que en el respeto de los derechos y en la
dignidad del trabajo, podamos imitar con tu ejemplo en nuestra vida los designios ocultos que
Dios nos ha reservado.
Oración para pedir una buena muerte: Escucha Señor nuestra súplica, que te presentamos por
intercesión de San José, esposo de la Virgen María, Madre de tu Hijo Jesucristo. Concédenos
que desde el cielo interceda por nosotros ya que en la tierra lo veneramos como protector de
toda la Iglesia. Que él, que cumplió fielmente la misión de padre de tu único Hijo, nos acompañe
ahora y siempre hasta el día de nuestra muerte, para que podamos salir de este mundo sin
pecado y podamos descansar con alegría sin fin en el seno de tu misericordia. Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.
Patronazgo: San José es por excelencia el patrón de los carpinteros, ya que ejerció esta
profesión según nos narra el Evangelio de Mateo (Mt 13,54-55) y por extensión, lo es también de
todas aquellas personas que trabajan en oficios manuales. Así mismo, el Papa Pío IX lo declaró
en 1870, patrón de la Iglesia Católica universal. También es el patrón de los seminarios católicos,
de ahí que la Iglesia Católica celebre el domingo después a esta festividad el "Día del
Seminario". Este patronazgo es fácil de entender, ya que como padre, educó a su hijo Jesús en
Nazaret y le preparó durante muchos años para su ministerio. ¿Quien mejor que San José para
que proteja a los que serán futuros sacerdotes?.
En 1955 otro Papa, en este caso Pío XII, instituyó la fiesta de San José Obrero el día primero de
mayo para cristianizar la Fiesta del Trabajo que había nacido en 1889. Es por tanto, el patrón de
todos los trabajadores (incluso para los que hacen ver que trabajan!). La devoción popular ha
creído que José murió en brazos de Jesús y de María, sin duda falleció en buena compañía!. Es
por este motivo que se le pide auxilio para tener una buena muerte.
La vara de San José. Esta es otra de las tradiciones que van ligadas con nuestro santo. Se
cuenta que mientras José estaba en el templo junto a los otros jefes de las 12 familias para
encontrar esposo a María en profunda oración, su vara (bastón) seca que sostenía entre sus
manos floreció y al mismo tiempo una paloma blanca descendió sobre su cabeza. Este acto,
simboliza el deseo de Dios en que José fuera el esposo de María.