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Los contenidos en la educación escolar por César Coll.

La lectura se centra sobre los contenidos en la educación escolar en la


Reforma educativa.

En las últimas décadas ha habido una cierta tendencia a minimizar su


importancia e interés, argumentando y basándose en una filosofía educativa
que ve en el excesivo peso dado a los contenidos el origen de una buena parte
de los males que aquejan a la educación escolar.

Sin embargo, el enfoque curricular adoptado en la Reforma apuesta claramente


por subrayar y destacar la importancia de los contenidos. Pero esto no debe
interpretarse como una vuelta a los planteamientos tradicionales de la
enseñanza, esto es, centrados única y exclusivamente en la transmisión y
acumulación de interminables listas de conocimientos.

Debe interpretarse como una necesidad de reformulación y reconsideración en


profundidad del concepto mismo de contenido, lo que significa enseñar y
aprender contenidos específicos y del papel que juegan los aprendizajes
escolares en los procesos de desarrollo y socialización de los seres humanos.

Ese recelo anterior hacia los contenidos ha de verse como una reacción a las
limitaciones y errores de lo que podríamos llamar una concepción “tradicional”
de la educación escolar, entendiendo la educación escolar como la realización
de una serie de aprendizajes de contenidos específicos, a los que la sociedad
en ese momento determinado concede una mayor importancia,
sistemáticamente planificados, que los alumnos deben incorporar e interiorizar.

Esta visión de la educación ha estado asociada históricamente con una


interpretación de la enseñanza y el aprendizaje como pura transmisión por
parte del docente y recepción pasiva de conocimientos por parte de los
alumnos.

Sin embargo, en esta concepción alternativa, se entiende que la educación


escolar ideal no es la que transmite los saberes constituidos y legitimados
socialmente, sino la que asegura unas condiciones óptimas para que los
alumnos desplieguen sus potencialidades y capacidades cognitivas, afectivas,
sociales y de aprendizaje. Las propuestas curriculares basadas en los
fundamentos de la teoría genética de Piaget y la escuela de Ginebra, subrayan
la importancia de la creatividad y del descubrimiento en el aprendizaje escolar,
atribuyen a la actividad del alumno un papel decisivo en el aprendizaje,
minimizan y relativizan la importancia de los contenidos y conciben al docente
más como un guía y un facilitador del aprendizaje que como un transmisor del
saber constituido.

Ambas concepciones se plantean de un modo monolítico. De este modo, el


rechazo a una concepción transmisiva y acumulativa de la enseñanza y el
aprendizaje ha llevado consigo un rechazo, o por lo menos, un cuestionamiento
y una relativización de la importancia de los contenidos.

El planteamiento curricular de la Reforma rompe el carácter monolítico de


ambas concepciones, ya que intenta unir las dos, por un lado, propugna una
interpretación radicalmente constructivista del proceso de enseñanza-
aprendizaje y sostiene, por otro lado y al mismo tiempo, que los contenidos
juegan un papel decisivo en la educación escolar.

De este modo, las propuestas curriculares elaboradas en el marco de la


Reforma subrayan el papel de la actividad constructivista del alumno, conceden
una importancia considerable al aprendizaje de determinados contenidos
específicos y destacan la influencia educativa del docente como uno de los
factores determinantes de que la actividad constructiva de los alumnos se
oriente en una u otra dirección.

Pero el intento de enseñar contenidos específicos no es intrínsecamente


negativo, ya que todo depende de qué contenidos se intentan enseñar y sobre
todo, de cómo se enseñen y cómo se aprendan.

La Reforma entiende por contenidos en las propuestas curriculares como el


conjunto de saberes o formas culturales cuya asimilación y apropiación por los
alumnos/as se considera esencial para su desarrollo y socialización.

El crecimiento personal debe ser entendido como el proceso por el cual los
seres humanos hacen suyos los saberes y formas culturales del grupo social al
que pertenecen, ya que el desarrollo de los seres humanos se produce siempre
y necesariamente en un contexto cultural y social determinado.

Pero esta asimilación no consiste en una incorporación pasiva del saber


históricamente constituido y culturalmente organizado, sino más bien en una
reconstrucción o reelaboración del mismo. Así mediante la asimilación de los
saberes culturales cada uno de los miembros acaba siendo un individuo único
e irrepetible.

Toda la educación es necesaria para que se produzca el doble proceso de


socialización e individualización y lo propio y específico de la educación escolar
es que está formada por un conjunto de actividades especialmente planificadas
con el fin de ayudar a que los alumnos/as asimilen unas formas o saberes
culturales considerados esenciales para su desarrollo y socialización, que sin
una ayuda específica difícilmente serían asimilados.
Qué entiende la Reforma por contenidos en las propuestas curriculares? Los
contenidos curriculares son, en primer lugar, una selección de formas o
saberes culturales cercana a la antropología cultural, por ejemplo: conceptos,
razonamientos, explicaciones, lenguajes, valores, creencias, habilidades,
sentimientos, actitudes, pautas de conducta, etc. En segundo lugar, son una
selección de formas o saberes culturales cuya asimilación es considerada
esencial para que se produzca un desarrollo y una socialización adecuados de
los alumnos/as en el marco de la sociedad a la que pertenecen. Y en tercer
lugar, sólo entrarían aquellos saberes y formas culturales cuya correcta y plena
asimilación requieren de una ayuda específica.

Visto de este modo, la enseñanza y el aprendizaje de contenidos específicos


no es en esta perspectiva un fin en sí mismo, sino un medio imprescindible
para desarrollar las capacidades de los alumnos.

Además, la concepción transmisiva y acumulativa del aprendizaje es sustituida


por otra concepción basada en el aprendizaje significativo. Puesto que en la
medida de que los alumnos puedan construir significados y atribuir significados
a lo que aprenden, es decir, reconstrucción de significados y atribución de
sentido, se conseguirá que el aprendizaje de contenidos específicos contribuya
al crecimiento personal de los alumnos/as, favoreciendo y promoviendo su
desarrollo y socialización.

En las propuestas curriculares de la Reforma se considera que los hechos y


conceptos son únicamente un tipo de contenidos, y que junto a ellos ha de
tenerse en cuenta los otros tipos de contenidos, es decir, los procedimientos y
actitudes, valores y normas. Esto significa que estos dos tipos de contenidos
pueden y deben ser objeto de enseñanza y aprendizaje en la escuela.

La distinción e inclusión de estos tres tipos de contenidos en las propuestas


curriculares supone un intento de romper con la práctica habitual, ya que
tradicionalmente se ha excluido del proceso de enseñanza- aprendizaje y que
su asimilación se dejaba a la única y exclusiva responsabilidad de los alumnos.

La distinción de estos tres tipos de contenidos en las propuestas curriculares


tiene otra implicación y es que puede suponer una ayuda al docente para
organizar su práctica docente y orientarla hacia la manera más adecuada de
proceder. Y también supone una distinción de tipo pedagógico, ya que en
función de los objetivos que se persiguen en cada caso, un mismo contenido
puede ser abordado desde una perspectiva conceptual, procedimental o
actitudinal y el docente debe planificar y desarrollar actividades que permitan
trabajar de forma interrelacionada los tres tipos de contenidos.

Vamos a explicar con más detenimiento los tres tipos de contenidos que nos
podemos encontrar en las propuestas curriculares de la Reforma:
1.- Contenidos conceptuales. Tenemos que diferenciar:

Hechos: requieren actividades de repetición y memorización.

Conceptos y principios: actividades de repetición en la acción, se


estructuran mediante experiencias variadas en la acción y en el contexto.

2.- Contenidos procedimentales: incluyen habilidades, destrezas, estrategias,


etc. Y para su aprendizaje son fundamentales las actividades experienciales y
de repetición en la acción y a ser posible en diferentes circunstancias y
contextos.

3.- Contenidos actitudinales: actitudes, valores y normas. Y se aprenden


mediante el ejemplo y la observación.

En la educación no podemos concebir al alumno como un mero receptor de


conocimientos, entendidos éstos como una lista de hechos, conceptos y
principios sin más. Tenemos que concebirlo como a un todo, es decir, no
podemos separar por partes al alumno, para que sólo se le enseñe, por
ejemplo, la lista de los reyes godos sin más. Todo lo que rodea al alumno es
importante para su formación como ser completo, es decir, no nos podemos
olvidar de ciertas cuestiones como los valores, actitudes, habilidades,
estrategias, etc. Si queremos de verdad asumir nuestro papel como docentes,
no podemos basar el proceso de enseñanza-aprendizaje como un discurso o
clase magistral, en el que alumno se sienta, toma apuntes y hace un examen.

El alumno debe intervenir en el proceso, como parte activa que es. Pero
tampoco nos podemos olvidar del papel del docente, que debe actuar no ya tan
solo como guía, a merced de las consultas que le puedan realizar los alumnos.
Las dos partes han de asumir un papel activo y con el objetivo de formar a
personas completas en todas las facetas, no podemos pretender que sólo sean
diccionarios o el google. Por lo que no podemos olvidar la faceta “espiritual” del
alumno, y con ello me quiero referir a esa parte de los contenidos que se salen
de la enseñanza tradicional: el contenido procedimental y actitudinal.

El todo es más que la suma de sus partes, y así nos debemos tomar los
docentes la enseñanza. No podemos obviar esa parte fundamental de nosotros
mismos que nos hace ser personas completas.

Por eso es tan importante que en la reforma del sistema educativo se haya
tenido en cuenta. Ahora la pelota está en nuestro tejado, debemos elaborar las
propuestas curriculares atendiendo a múltiples factores, como pueden ser los
intereses del alumno, su estilo de aprendizaje, si necesita refuerzos o no,
elaborar actividades diversas, que les motiven, utilizar variados recursos
educativos, que experimenten, que intervengan en la clase de una manera
activa, que reflexionen por ellos mismos y un largo ecétera.
Al ser el currículo abierto y flexible tenemos la oportunidad de concretar esos
contenidos mínimos en base al entorno socio-cultural-económico del centro, del
ciclo, del aula y del alumno individual. Si estas concreciones las hacemos
teniendo en cuenta al alumno como un todo, no como un recipiente de
contenidos, sin duda haremos que nuestra labor sea mejor y satisfaga a todas
las partes.

Podemos aplicar este concepto educativo en clase por ejemplo a través de un


debate en clase. Previamente el docente habrá introducido el tema a debatir en
clase, mediante organizadores previos, como los mapas conceptuales, ideas
principales, etc. Después una vez que los alumnos han realizado actividades
para su comprensión, el docente resolverá dudas, ampliará conocimientos y
dará ejercicios de ampliación o refuerzo. Los alumnos se dividirán en grupos
para hacer el debate: dos grupos que expondrán las posturas “enfrentadas” y
un grupo que hará de jurado, éstos preguntarán a los grupos las ideas que no
les hayan quedado claras o que quieran que se expliquen con más
profundidad.

De este modo, podremos por un lado, hacer que los alumnos hayan aprendido
significativamente los contenidos, ya que tendrán que haberlo aprendido bien,
extraer las ideas principales, buscar ejemplos de la vida real, los tendrán que
exponer con claridad al resto de la clase, fomentando así determinadas
habilidades y destrezas: hablar en público, vencer la timidez y la vergüenza. A
su vez también estaremos fomentado en ellos determinadas actitudes como el
respeto mutuo, acatamiento de determinadas normas dentro del debate, etc.

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