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Introducción a la psicopatología infantil

A
A

Caso clínico
Pedro es un niño de 7 años. Sus padres consultan preocupados por los problemas de conducta de su hijo,
especialmente en la escuela. Relatan episodios de agresividad hacia sí mismo, con arañazos en los brazos y en la cara. En
ocasiones agrede a otro niños. Explican que últimamente sufre episodios de enuresis diurna y nocturna, aspectos que
estaban controlados desde hace más de cuatro años.
En la escuela, Pedro se muestra tímido y reservado, con escasa relación con los compañeros y poca participación en
las actividades escolares. A la hora del patio le gusta jugar al futbol con los compañeros, pero últimamente se enfada
cuando le meten un gol y tiene explosiones de rabia incontroladas, agrediendo físicamente a sus amigos, quienes están
empezando a dejarlo de lado. A pesar de ser un niño inteligente siempre con buenas notas, la maestra nota en él cierto
desinterés y a menudo llega a la escuela sin haber terminado los deberes.
Durante la entrevista con los padres, se percibe tensión entre ellos y se lanzan mutuos reproches. Al final la madre
acaba explicando que el niño es fruto de un embarazo deseado solamente por ella, y a pesar de que el padre se
comprometió a ejercer sus funciones parentales, la realidad es que se pasa la mayor parte del día fuera de casa, sin
atender las necesidades ni de la madre ni de su hijo. La madre rompe a llorar. La mujer afirma que la situación en casa es
insostenible y se están planteando la separación, pero el niño en común los frena. Se pelean a menudo, y en varias
ocasiones el niño ha presenciado estas dolorosas escenas. En esos momentos Pedro se encierra en su habitación.
Este caso clínico evidencia cómo algunas dinámicas relacionales y contextuales generan un sufrimiento mental
excesivo que se manifiesta en síntomas y en disfunciones en la vida diaria del infante. Es función de los adultos entender
esas manifestaciones como una señal de alerta que permitirán intervenir en el núcleo de las dificultades, en lugar de
pretender erradicar las conductas o respuestas infantiles supuestamente inadecuadas.

Introducción
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Los menores de edad son responsabilidad de los adultos, de los padres, en primer lugar,
y de la sociedad que los acoge. Todo ser humano adulto y equilibrado psicológicamente
trata de cuidar y proteger a los menores, viéndose, como niño que fue, reflejado en
ellos. Procuramos que la vida de los niños sea lo más armoniosa posible para facilitares
la —nada fácil— tarea de crecer y convertirse en adultos. Por tal motivo, contemplar el
sufrimiento de un niño estimula en los mayores emociones y sentimientos muy
particulares e intensas que invitan a la compasión y la ayuda.
El profesional de la salud mental que se dedica a la atención infantil se ve enfrentado
a diario con el padecimiento emocional excesivo de unos niños cuyo presente está
alterado y su futuro, en ocasiones, comprometido. Aunque son muchas las formas que
Jarne, E. A., & Talarn, C. A. (Eds.). (2015). Manual de psicopatología clínica (2a. ed.). Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com
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presenta la psicopatología infantil, desde las más benignas hasta las más corrosivas,
jamás deben considerarse baladíes. Si un niño padece psicológicamente de forma
continuada, está indicando que algo en su vida no fluye como debería.
La inmensa mayoría de las muestras de psicopatología infantil no son una cuestión
azarosa, determinadas por la biología o la genética, como se nos quiere hacer creer
desde las teorías más biologicistas, sino reflejo de unas condiciones de vida (familiares,
emocionales, de crianza, educativas o de cualquier orden) poco adecuadas para el
desarrollo infantil, tal como lo demuestra la bibliografía (Talarn, Sáinz y Rigat, 2013) y
la experiencia clínica.
Por otra parte, la psicopatología infantil es mucho más abundante de lo que parece.
Los datos oscilan, como es natural en los estudios de gran alcance, pero lo hacen en
unas magnitudes que nos parecen espantosas: algunos estudios señalan que entre 10-20
% de los niños y adolescentes del planeta sufren algún tipo de trastorno mental
(Kieleing et al., 2011). Es posible que estas cifras estén abultadas debido al prurito
diagnóstico contemporáneo, un furor diagnosticandis producto de la excesiva
medicalización y psiquiatrización de la vida cotidiana. Pero sean cuales sean las cifras
auténticas, la presencia de un buen número de trastornos mentales en los niños es un
asunto de extrema gravedad por varios motivos.
En primer lugar, por el propio sufrimiento excesivo de los niños, siempre (en cuanto
a su cualidad de excesivo) innecesario y a erradicar. Somos conscientes de que jamás
podrá darse una sociedad que libre por completo de la angustia a sus pequeños, pero
eso no significa que debamos permitir los dolores emocionales sobrantes que muchos
de ellos soportan.
En segundo lugar, un motivo de preocupación surge con respecto a su futuro, pues
los estudios de seguimiento son concluyentes: los niños con psicopatología tienen un
altísimo riesgo de ser adultos con psicopatología (Althoff et al., 2010; Hofstra, Van der
Ende y Verhulst, 2000; Reef et al., 2010). Y cabe recordar que los adultos con
psicopatología, si esta es grave, también sufren mucho (y/o hacen sufrir a los demás);
ven mermada su vida en diversas facetas; su capital humano y social corre el riesgo de
perderse, al menos en parte; y, muy probablemente, tendrán hijos a los que harán
sufrir, de nuevo, excesivamente. La psicopatología infantil, pues, no es un asunto
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menor, ya que posee un enorme costo personal y social.


La psicopatología del desarrollo es una disciplina científica relativamente moderna,
cuyo objetivo es examinar los orígenes y el curso de los trastornos psicológicos a lo
largo de la vida del sujeto, sin importar cuál sea su edad (Sroufe y Rutter, 1984). La idea
fundacional es integrar en este estudio las aportaciones de diferentes disciplinas ya sean
médicas, psicológicas o sociales (Cicchetti, 1993; Sameroff, 2000); por consiguiente, no
se adhiere a ninguna teoría que trate de dar cuenta, por sí sola, de todos los aspectos
relacionados con la psicopatología. Los autores adscritos a esta orientación proponen
un análisis múltiple, a diferentes niveles, de todo aquello implicado en los trastornos
mentales.
Jarne, E. A., & Talarn, C. A. (Eds.). (2015). Manual de psicopatología clínica (2a. ed.). Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com
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Como señala Tizón (2005), la psicopatología del desarrollo, con una visión mucho
menos sectaria y sesgada que la psiquiatría infantil imperante, considera que la génesis
de la psicopatología se encuentra bajo la influencia de varias series complementarias, a
saber: 1) la dotación genética del infante; 2) las influencias intrauterinas y perinatales;
3) las relaciones microsociales originarias, de la primera infancia: familia, allegados,
etcétera; 4) las relaciones macrosociales propias de cada cultura y sociedad.
A diferencia de la psicopatología tradicional, cuyo punto de vista está centrado en el
individuo, la psicopatología del desarrollo propone un enfoque contextual, en el que no
se dejen de lado las dinámicas que se dan entre el sujeto y los diferentes entornos en los
que se desenvuelve, ya sean internos o externos. En este sentido, por ejemplo, se tiene
muy presente que los factores asociados al inicio de un trastorno pueden ser diferentes
a aquellos que se vinculan con su mantenimiento, su mejoría o su recidiva, y a su vez,
cómo todos estos factores (biológicos, personales, culturales, sociales, etcétera)
interactúan con el momento vital que está atravesando el individuo en cuestión.
Algunos de los conceptos que se emplean en esta disciplina nos parecen
imprescindibles para un estudio riguroso de la psicopatología infantil —si bien también
resultan aplicables a la de los adultos— y nos permiten matizar todos los datos y
afirmaciones que veremos más adelante. Veamos algunos de ellos.

1. Conceptos básicos
1.1. Equifinalidad
Se puede llegar a un mismo resultado a través de diferentes procesos y caminos. Los
factores implicados en cada caso pueden ser diferentes; sin embargo, el resultado final
es (relativamente) similar.

Casos clínicos
Paula tiene 4 años y es la primera hija de una familia de clase social media. El padre pasa muchas horas en el trabajo, por
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lo cual su implicación familiar es mínima. La madre está de baja por depresión desde la llegada de la niña. Aunque las
necesidades físicas de Paula han sido atendidas, a las emocionales no se les ha podido dar respuesta. Cuando era más
pequeñita lloraba, pedía ayuda y a la vez compañía para jugar, ir al parque o ver la televisión. Prácticamente no había
respuesta de la madre. A pesar de ser una niña con unas capacidades cognitivas y un desarrollo adecuado a su edad, a
nivel relacional-personal, Paula preocupa mucho, pues no se muestra feliz, no ríe, no juega con los compañeros de la
escuela y, actualmente, tampoco manifiesta deseo de compartir actividades en casa. Se organiza los juegos sola,
mostrándose engañosamente autosuficiente.

Jaime, de 4 años, es fruto de un embarazo no deseado. Sus padres sí están presentes, pero básicamente para sancionar
comportamientos, cuestionar sus elecciones y enfadarse cuando el niño no hace caso de inmediato a sus
requerimientos. Jaime, al principio, se enojaba y pataleaba aún más ante las respuestas agresivas de sus padres, y ellos,
a su vez, aumentaban la intensidad de sus represalias. No hay un rechazo manifiesto hacia él, pero hay claramente una
imposibilidad para conectar con las necesidades de un niño de su edad.
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