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1.

Las cinco vías de la

disputa escolástica

U na de las tareas dialécticas más importantes, además de justificar la posición que uno

defiende en un debate, consiste en la refutación del punto de vista defendido por nuestros oponentes.1

Puede decirse, con cierta seguridad, que cada argumento del oponente puede tener su refutación o

puede, al menos, ser debilitado. En la crítica, es preferible seguir el mismo orden que el rival ha

presentado, para que así la intervención sea más clara a los oídos del auditorio. Sin embargo, se

dedicará más tiempo a demoler los argumentos más débiles del oponente, señalando sus errores,
falacias y contradicciones con total nitidez y contundencia. Sólo se atacarán sus argumentos fuertes

cuando se tenga a mano algo sólido y seguro con que refutarlos.

Los filósofos medievales expertos en la disputa escolástica (el enfrentamiento doctrinal entre distintas

escuelas filosóficas o teológicas), hablaron ya de estas cinco maniobras de respuesta ante una

proposición contraria. Veamos dichas maniobras en detalle (Cattani, 2003):

Transeat (paso de largo)

Acepta la proposición contraria, pero déjala

pasar de largo, ignórala o despréciala por considerarla irrelevante. No estamos obligados a

replicar a todo lo que afirma nuestro oponente, si pensamos que la cuestión planteada es marginal,

podemos intentar eludirla por simple indiferencia o con un desplazamiento del problema: "No se trata

de esto…", "la verdadera cuestión es otra…", "está bien, pero vayamos al grano…". Ahora bien, el

contrincante puede insistir en que no se trata de una cuestión marginal, denunciando que la hemos

eludido. Entraríamos así en una cuestión formal o de procedimiento, y ambos deberían tener

argumentos para defender su posición. Muchos políticos tratan de eludir una crítica o pregunta

peliaguda afirmando: "no hemos venido a hablar de ese tema" o "ya hemos hecho dicho lo que

teníamos que decir sobre eso en otro momento..."; con ello, puede que ganen tiempo, pero es una

estrategia poco convincente y manipuladora.


Concedo (la acepto a mi favor)

Aceptar la proposición, si la consideramos

útil para nuestra argumentación. No es una concesión real, sino retórica. Es conceder que lleva

razón, con la intención de contraatacarle, asimilando y reconvirtiendo su proposición para

adaptarla a nuestros fines. Es más inteligente que reaccionar siempre atacando, porque deja

descolocado al rival, que no puede contradecir lo que había sostenido previamente, y le es devuelto su

argumento con una conclusión totalmente contraria. "Tienes razón, la vida es un derecho, el más

importante de todos, pero precisamente por eso, no podemos negarle a nadie la capacidad de decidir

cuándo ponerle punto final… o se convertiría en una obligación, una condena". El contrincante podría

señalar nuestra concesión y podría contestar "Si aceptas, como decía yo, que es un derecho, entonces

debe ser protegido hasta el final", lo que nos obligaría a justificar mejor nuestro punto de vista.

Distingo (la acepto, pero sólo

en parte)
Adoptar sólo una parte de lo que dice el

interlocutor, pero adaptándola y rechazando la otra. "Reducir los costes de la administración sí,

pero sólo a costa del sueldo de los funcionarios, no". Es la estrategia del "sí, pero...". Aceptamos su

propuesta pero introduciendo una distinción que nos permitirá marcar el matiz a nuestro favor. Se

puede hacer de dos formas: integrando la tesis contraria en un marco más amplio ("De acuerdo: es

bueno flexibilizar el mercado laboral, pero dentro de un fuerte sistema de protección social para los

trabajadores") o bien minimizando la aplicación de su propuesta ("Está bien, subamos los impuestos,

pero sólo a aquéllos que ganan más de X al año"). Sin embargo, el contrincante podría remarcar la

insuficiencia de la parte que aceptamos, obligándonos a justificar mejor nuestro punto de vista.

Confirmetur quia dubito

(confirmo mis dudas)


Preguntar y solicitar pruebas para

sembrar dudas sobre lo que afirma nuestro oponente. Es factible porque muy pocas cosas resultan

demostradas de forma absoluta. Así que es posible, casi siempre, levantar reservas sobre las razones

de nuestro rival. En vez de negar directamente (lo cual exige pruebas por nuestra parte), interpelamos

y ponemos en duda las razones del adversario, exigiendo pruebas más firmes y definitivas. Nos permite

ganar tiempo y dejar en entredicho a nuestro oponente. ("Tú afirmas que las torres de

telecomunicaciones pueden producir cáncer a los vecinos; yo no voy a negar dicha posibilidad, pero

creo que antes de sembrar el pánico, convendría que aportaras alguna prueba más sólida de lo que

dices. ¿No te parece?"). Ahora bien, el contrincante podría aportar dichas razones, lo cual exigiría

más seriamente nuestra refutación. En todo caso, nunca debemos caer en la falacia que llamamos ad

ignorantiam y pensar que la falta de pruebas de nuestro oponente nos conduce a demostrar que nuestra

postura es la verdadera, como si no necesitáramos dar argumentos a su favor.

Nego (negar la proposición)


Atacar directamente el argumento

de nuestro rival: en realidad no prueba nada, porque no es coherente, importante, completo o

verdadero (o verosímil). Siempre cabe dos estrategias generales de ataque: si tenemos en cuenta que

los argumentos de nuestro rival son como las premisas que le llevan a la conclusión de su tesis

principal, o bien criticamos las premisas (señalando que son falsas, contradictorias, falaces, etc.) o

bien las damos por verdaderas pero negamos que de ellas se deduzca la conclusión: es decir, que podría

llegarse a una conclusión distinta, luego nuestro rival no ha probado nada. Veremos estas posibilidades

en las secciones que vienen a continuación.

1. Tomamos el contenido de esta sección de nuestro libro Enseñar a debatir, Grupo Gorgias, Ed. Editum,

apdo. 8.3.3.
2. Cómo presentar

objeciones

La importancia de las

refutaciones en el progreso de

la ciencia

El verbo criticar no tiene buena prensa en

nuestra sociedad y suele interpretarse en un sentido negativo. La persona “criticona” parece tener una

inclinación excesiva y desmesurada por echar abajo lo que otros han levantado con esfuerzo. ¡Qué

fácil es criticar!, solemos decir. Sin embargo, ¿qué sería de nosotros y de nuestro mundo sin esos

personajes críticos y exigentes que no se dejaron llevar por las creencias y las costumbres aceptadas
comúnmente por tradición? ¿Hablaríamos hoy de democracia y de derechos humanos? ¿Habríamos

progresado técnica y científicamente?

El “falsacionismo” de Karl Popper es una teoría sobre la Ciencia que remarca la importancia de buscar

los fallos de nuestras teorías científicas. Presentarle todo tipo de objeciones, intentar “falsarlas” por

todos los medios, en vez de obsesionarse por probar su verdad (cosa de la que nunca podemos estar

seguros al cien por cien), servirá para demostrar que dichas teorías son, al menos, las mejores de las

que disponemos en este momento. Este criterio

sirve además, según Popper, para distinguir las genuinas teorías científicas (verdaderas o no) de otras

explicaciones pseudocientíficas, ideológicas o religiosas, que ni siquiera merecen ser discutidas por

no alcanzar el mínimo rigor. Nos dice este filósofo austríaco que para pretender ser científica, una

teoría debe ser “falsable”, esto es, que establezca alguna afirmación o predicción sobre la realidad de

tal forma que en caso de que los hechos demuestren ser diferentes, la teoría sería directamente

rechazada. Pero si una teoría es capaz de explicar un hecho y su contrario, de forma que nada de lo

que ocurra en el mundo real podría servir de objeción contra ella, esa teoría irrefutable, inobjetable e

irrebatible, sencillamente no sería científica (ni siquiera candidata a científica).

Distinguiendo estrategias
Hay muchas formas de criticar una idea (por cierto, el verbo criticar proviene el griego krinein, que

no significa destruir, sino juzgar, analizar, separar, discernir, cribar). Podemos encontrar dos1 formas
básicas de examinar críticamente los argumentos que nuestro contrincante plantea en el debate: una es

la presentación de alguna objeción y la otra consiste en la refutación de dichos argumentos.

En un sentido amplio, cuando planteamos una objeción no necesariamente estamos atacando o

demoliendo (esto es, demostrando que es falso) el argumento del contrincante. Presentar alguna

objeción puede consistir en plantearle alguna pregunta, solicitar una aclaración, pedirle más razones

que justifiquen su argumentación, etc. No obstante, la respuesta dada por nuestro contrincante, si no

es convincente, puede servirnos para elaborar más tarde una refutación de su argumento. En todo caso,

esta estrategia debilita los argumentos que el contrario ha presentado a favor de su tesis.

Algunas técnicas para plantear objeciones (preguntas, aclaraciones, etc.) a los argumentos

presentados son las siguientes:2

1. Pedir aclaraciones

Puede que en un debate existan términos importantes sin que se haya aclarado suficientemente su

significado. También puede ocurrir que se maneje una misma palabra y cada uno de los contrincantes

la use con un significado diferente. Cuando eso ocurra, no basta tampoco con la definición de un

diccionario, pues el diccionario recoge varios significados de gran parte de las palabras. De ahí que

resulte conveniente introducir una pregunta aclaratoria del tipo:

¿Puedes definir la palabra X que acabas de introducir en el debate? o

Has usado la palabra X. ¿Podrías aclarar su significado? ¿Qué entiendes tú por…?


Ejemplo
A: Vivimos en un país libre. Por eso mismo, no debería prohibirse fumar en lugares públicos.

B: ¿Qué quieres decir cuando dices que este es un país es libre? ¿Acaso significa que es un país en

el que no existen leyes que regulen la convivencia?

(B introduce una objeción al preguntar por el

significado de "libre" usado por A. Ciertamente B detecta que se puede usar la palabra libre con

varios significados y considera importante que A aclare el significado que usa. Si la usa en el sentido

de libre=ausencia de leyes, entonces no habría ningún país libre, pues en todos los países existen

leyes que regulan, de un modo u otro, la convivencia).

2. Señalar incoherencias

Podemos plantear una objeción hacia los argumentos de nuestros contrincantes en el debate señalando

que, en la justificación de sus puntos de vista, han introducido algunas incoherencias. Es decir, que ha
ido cambiando, en algún aspecto, algo que decían. Si, en dos momentos diferentes, alguien expresa

una idea y su contraria entonces la incoherencia se transforma en contradicción.

Podemos hablar de algunos tipos de incoherencia: incoherencia terminológica, incoherencia lógica,

incoherencia entre los fines perseguidos y los medios elegidos:

 Incoherencia terminológica: El cambio puede consistir en la introducción de alguna diferencia en el

significado de los términos usados (supongamos que alguien utiliza primero el término mujer para

referirse a su condición sexual y, más tarde, utiliza el mismo término mujer refiriéndose ahora al

género o condición cultural).

El modo de señalar esa incoherencia puede ser:


¿Has usado ahora la palabra X en el mismo sentido en que la estabas usando antes cuando has

dicho...?

 Incoherencia lógica: Si alguien expresa una idea y, en una intervención posterior, la idea contraria

("Debe usarse la energía nuclear porque no afecta tanto al cambio climático" y, más tarde, expresa

que "Por los peligros que conlleva una fuga radioactiva, deberían cerrarse las centrales nucleares")

entonces la incoherencia se transforma en contradicción (expresar una idea y su contraria a lo largo

del debate).
El modo de señalar esa incoherencia puede ser:
Me parece que hay una contradicción en lo que acabas de decir cuando dices. por un lado que... y,

por otro, que...

¿No crees que has incurrido en contradicción al expresar ahora un punto de vista contrario al

que defendías antes, pues ahora dices que... y antes habías dicho que...

 Incoherencia entre medios y fines: alguien pude mostrar una preferencia por

alcanzar un fin (por ejemplo, ahorrar tiempo) y, sin embargo, creer que un medio que permitiría

alcanzar dicho fin resulta inadecuado (por ejemplo, el uso del avión es altamente peligroso). También

puede ocurrir que alguien considere valioso un fin (por ejemplo, mejorar la salud pública) y, sin

embargo, sea partidario de medidas inadecuadas para alcanzarlo o que conducen a lo contrario (por

ejemplo, ser partidario de permitir fumar en lugares públicos).

El modo de señalar esta incoherencia podría ser:


Si eres partidario de X (un fin dado) ¿cómo es que te opones a Y si resulta que Y es un medio para

conseguir X (el fin dado)?

No crees que te contradices al defender X (un fin dado) y permitir Y, que es inadecuado para

conseguir X (el fin dado).

3. Señalar errores empíricos


Otro tipo de objeciones que pueden plantearse

se refieren a los datos empíricos que se incluían en la justificación de la tesis que se defiende. Puede

ocurrir que estos datos empíricos manejados resulten erróneos. En ese caso, la objeción consistirá en

señalar el error y aportar los datos empíricos correctos. Supongamos que alguien afirmara que la crisis

económica del 29 fue anterior de la I Guerra Mundial. Podríamos indicarle que se trata de un error,

puesto que la I Guerra Mundial terminó en 1918. O supongamos que alguien dijera que la paz se ha

reestablecido en el mundo después de la II Guerra Mundial. Para sacarle de su error bastaría enumerar

la enorme cantidad de guerras que se han dado posteriormente: guerra de Indochina, Guerra de Corea,

Guerra de Vietnam, Guerra de Yugoslavia...

Podemos señalar estos errores del modo siguiente:


¿No crees que el dato X que aportas es erróneo?

El dato X que aportas es erróneo. Es más correcto... (dato Y)

4. Pedir razones

En un debate tratamos de defender nuestras ideas de modo que la

conclusión que pretendemos establecer venga apoyada en razones. No basta con manifestar lo que uno

cree o lo que uno opina. Lo importante es defender la creencia y la opinión mediante las

correspondientes razones. Supongamos que en un debate alguien plantea que debería instaurarse la
pena de muerte en nuestro país. Si sólo expresa esta idea, se ha olvidado de justificarla con razones.

Le podemos plantear como objeción que aporte las razones que tenga para apoyar la idea de la

reinstauración de la pena de muerte en nuestro país.

Podemos pedirle razones del modo siguiente:


¿Qué razones tienes para defender esta idea?

¿Podrías decir por qué piensas que...?

5. Buscar presuposiciones

A veces lo que afirmamos depende de ciertas

suposiciones, las cuales no son siempre correctas. Al buscar tales supuestos en lo que afirma nuestro

contrincante, podemos encontrar algunos que sean equivocados.

Si en un debate acerca de las características de los buenos gobernantes, tu oponente preguntara, por

ejemplo, ¿qué carrera universitaria tiene el gobernante A? Nosotros podríamos indicarle que está

suponiendo que A tuvo que estudiar una carrera universitaria, lo cual pudiera ser un supuesto

incorrecto. Si preguntara ¿qué carrera universitaria tiene la persona B para ser gobernante?, entonces

podríamos indicarle que está suponiendo que una persona ha de tener carrera universitaria para ser un

gobernante. Por lo cual, podríamos indicarle también que está suponiendo que quien no tiene carrera

universitaria no podría ser gobernante. Estos supuestos son discutibles por lo que ponerlos en

evidencia puede debilitar la posición de nuestro oponente.

Para detectar los supuestos podríamos indicar:


¿Estás suponiendo que...?
¿Lo que acabas de decir no está presuponiendo que...?

1. Nos basamos, en parte, en Huberto Marraud, ¿Es logic@?, Cátedra, 2013, p. 64 y siguientes. Nos referimos a la

definición que da de objeción (en sentido amplio), aunque no seguimos su definición de refutación.

2. Aunque desarrolladas en un contexto diferente, seguimos a Matthew Lipman, en su libro "La filosofía en el aula",

Ediciones de la Torre, Madrid, 1992. Este autor nos da una serie de técnicas del buen diálogo filosófico, algunas de las

cuales las aplicamos ahora al debate, concebido como conflicto de opiniones sobre un tema dado, tal y como lo

entendemos a lo largo de la Web.

3. Cómo refutar

argumentos
 3. Cómo refutar argumentos

 3.2. Atacar las premisas

 3.3. Atacar la conclusión

 3.4. Atacar el paso de la premisa a la conclusión

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3.1. Introducción
a. Cómo conquistar un castillo inexpugnable
En la Edad Media, "tomar una plaza fuerte", ya fuera una ciudad amurallada o un castillo, resultaba

una labor muy difícil. Por lo general, en un primer momento se buscaba una rendición negociada, que

resultaba bastante frecuente, especialmente cuando los defensores estaban en franca minoría o no

tenían la esperanza de recibir ayuda. Después de ser atacada la fortaleza o iniciado un largo asedio, la

negociación se intentaba de nuevo repetidamente. No olvidemos que el asedio era algo a evitar, porque

resultaba muy caro y requería de enormes recursos militares y mucho tiempo. Si la negociación no

funcionaba se iniciaban las operaciones militares, que en las partidas del rey castellano Alfonso X el

Sabio se dividían en conquista "a furto", "a fuerza" y "por cerco"...1

Para ganar un debate, como para conquistar un castillo o fortaleza, debemos derribar las defensas que

nuestro adversario ha construido con esmero: sus argumentos. La refutación de un argumento

consiste en mostrar mediante un contraargumento que la tesis defendida por nuestro contrincante está

equivocada o es falsa. Puedes entender, pues, que refutar la tesis de tu adversario en el debate es algo

similar a lo que ocurre cuando hacemos caer un edificio que estaba en pie porque ya no se puede

sostener: un proceso de demolición. Con ello quizás no hayas conseguido aún demostrar que tu tesis

es mejor, más fuerte o verdadera. Pero, al menos, habrás mostrado la debilidad de la argumentación

de tu oponente en el debate y la audiencia (público y jueces) tendrá la convicción de que tu contrincante

ha sido derrotado, por lo que resultarás vencedor en el debate. De hecho, el público de un debate suele

prestar más atención a las críticas de las dos partes, que a su trabajo de presentación y fundamentación

de ideas.
Es importante, pues, que dediques tiempo a preparar tus argumentos pero no puedes olvidar la

necesidad de refutar los argumentos de tus contrincantes. No olvides, pues, que en el tiempo que

dedicas a preparar el debate has de alternar la justificación de tus argumentos con la refutación de los

argumentos de tus oponentes. En cierto modo, tu trabajo es el de ser un constructor y un destructor de

argumentos. No es tan complicado como parece. Encontrarás que la misma lógica rige en ambos casos,

por lo que cambia, más bien, el objetivo. Eso sí: durante el debate deberás practicar de forma atenta la

escucha activa: no puedes predecir de antemano todos los movimientos que va a realizar la otra parte,

así que te toca escuchar y analizar sobre la marcha sus ideas, con el fin de buscar una fisura por donde

asaltar el castillo.

b. Una técnica de demolición en cuatro pasos2

En primero lugar, debemos advertir que no es necesario derribar uno a uno todos los argumentos

presentados por nuestro adversario. Incluso podemos hacerle alguna concesión parcial, como hemos

visto en la sección de las cinco vías medievales, para enfocar nuestro ataque sobre aquél argumento

del oponente que consideremos central o clave en su discurso. De la misma forma, tampoco es

necesario empezar nuestra intervención atacando al rival, pues se espera que expliquemos antes cuál

va a ser nuestra postura. En la exposición inicial podemos, eso sí, presentar las líneas fundamentales

de lo que será más tarde nuestra crítica al rival, pero sin desarrollarlas (para esto ya existen

normalmente otros momentos reservados en el debate: turno de réplica, contra-réplica, etc.). Ahora

bien, como nos recomienda el mismísimo Aristóteles en su Retórica3 “en el caso de que toque hablar

después del adversario, hay que referirse en primer término a su discurso, refutándolo y proponiendo

contrasilogismos; y ello, sobre todo, si su discurso ha tenido buena aceptación (…)”

En todo caso, será bueno ordenar nuestra refutación y presentarla adecuadamente, siguiendo una serie

de pasos preestablecidos, de forma que ésta logre todo su efecto y brillantez:

Primer Paso: “Ustedes han dicho…”


Es importante que el público (y el jurado) sepa claramente contra qué idea de nuestro oponente vamos

a lanzar la refutación. En una forma breve y concisa, debemos parafrasear lo dicho anteriormente por

el equipo contrario, para lo cual se necesitan dos habilidades poco practicadas hoy día: saber escuchar

y saber tomar notas de lo dicho durante el debate.

Segundo Paso: “Sin embargo…”

Una vez expuesta la tesis de nuestro contrario, debemos presentar en forma de titular nuestra refutación

(es decir, nuestra contra-tesis o antítesis). En ella expresaremos el motivo por el que consideramos

rechazable el argumento del contrincante: porque no ha demostrado nada, porque carece de pruebas,

o bien lo que dice es irrelevante o incluso incoherente o contradictorio. En la sección general de los

Esquemas Argumentativos, hemos ido desgranando las posibles críticas a cada uno de ellos. Pero en

este paso, nos limitamos a señalar el fallo o vicio de dicho argumento.

Tercer Paso: “Porque…”

Este es el momento de poner las cartas sobre la mesa, mostrar las razones que nos respaldan en nuestra

crítica al adversario. Al fin y al cabo, una refutación es a su vez un argumento (un contra-argumento,

diríamos mejor), por lo que debe ser igualmente respaldado en base a datos, ideas, valores o principios

que se deben ser explícitamente comparados con los que presentó la otra parte, de forma que

facilitemos al jurado y al público la tarea de comparar las credenciales de ambos bandos. Por eso, no

sólo explicaremos el error de nuestro adversario, sino también la relevancia de dicho error para la

cuestión o problema que nos ocupa.

Cuarto Paso: “Y, por tanto…”

Presentar la conclusión final de nuestro alegato, aunque pueda parecer repetitivo o innecesario por

darse por sobreentendido, es sin embargo un recurso útil para confirmar al público y al jurado que

somos nosotros quienes llevamos razón (es lo que metafóricamente suele afirmarse como "rematar la

faena"). En dicha conclusión, volvemos a presentar la tesis original de nuestro adversario poniendo el

énfasis en su debilidad o defecto (o resaltando por el contrario la superioridad de nuestra postura).


EJEMPLO BREVE DE REFUTACIÓN EN CUATRO PASOS
“Ustedes han dicho antes que legalizar las drogas sería un error, ya que produciría un aumento

instantáneo de su consumo. Sin embargo, nosotros creemos que dicha conclusión carece de

fundamento y es más bien una forma catastrofista e ineficaz de plantear la cuestión; porque, en

realidad, nuestros adversarios no desconocen el hecho de que aquellos países como Holanda, en los

que se ha legalizado el consumo de ciertas drogas, dicho consumo no ha aumentado, ni siquiera es

superior al consumo de las mismas drogas en nuestro país, donde, sin embargo, resultan ser ilegales.

Por lo tanto, es evidente que legalizar las drogas no tiene por qué producir dichos efectos

perniciosos y, más bien al contrario, creemos que nos evitaría algunos de los graves problemas que

provoca actualmente su ilegalización, como demostraremos a continuación…”

c. Atacar los puntos débiles

Dejando a un lado la forma de

presentar nuestra refutación y entrando en el meollo de la cuestión, podemos decir que existen muy

diversas estrategias para atacar a nuestro contrincante. Siempre debemos buscar el eslabón más débil

para romper la cadena de su razonamiento. Dado que un argumento está compuesto típicamente por

unas premisas que nos conducen a una conclusión, el adversario nos ofrece tres flancos sobre los que

incidir, así que existen en principio tres posibles estrategias:

1º Atacar las premisas.


2º Atacar la conclusión.

3º Atacar el paso (la inferencia) desde las premisas hasta la conclusión.

Pero, en todas estas estrategias, de forma casi inevitable, acabaremos luchando cuerpo a cuerpo con

las ideas y argumentos de nuestro oponente, pues no se puede capturar el botín sin abordar el barco

enemigo. Él, presentando de una determinada forma su tesis, ha escogido las armas y el campo de

batalla, y nosotros tendremos que entrar en ese escenario para derrotar su ejército de razones, datos y

juicios de valor.

1. Continúa leyendo este interesante blog didáctico aquí

2. Seguimos aquí el planteamiento del libro: Tolerancia crítica y ciudadanía activa: una introducción

práctica al debate educativo. VV.AA. Publicado por International Debate Education Association. New

York, 2010, p.136 y ss.

3. Aristóteles: Retórica. 1418b. Gredos, 2005

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3.2. Cómo atacar las premisas


Como acabamos de decir, una de las formas de refutar la

argumentación de tu oponente consiste en debilitar su argumento atacando las premisas en que se

apoya. Una premisa es una afirmación que, en caso de ser verdadera, respaldaría a su vez la verdad de

la conclusión o tesis que hemos expuesto. De forma simplificada, todo argumento está compuesto de

tres elementos:

1ª premisa: "Si se legalizan las drogas, será más fácil acceder a ellas"

2ª premisa: "Si se accede más fácil a las drogas, su consumo se dispararía”

Conclusión: "No se deben legalizar las drogas”.

Podemos decir que estas tres partes responden a su vez a estas tres preguntas (aunque ahora

empezaremos por el final):

 La conclusión o tesis defendida por nuestro oponente, responde a la pregunta: ¿Qué se pretende

afirmar? “Que no se deben legalizar las drogas”

 La segunda premisa expresa la razón o el dato que lleva a la conclusión: ¿Por qué afirma

eso? “porque con la legalización de la droga, su consumo se dispararía”


 La primera premisa, expresa el fundamento o garantía última que permite conectar la segunda premisa

con la conclusión. Responde a la pregunta: ¿En qué se basa para afirmarlo? “en que la legalización

haría mucho más fácil el acceso a dicha droga” o dicho al contrario, “que la prohibición dificulta el

acceso y por tanto, el consumo de una droga”.

Si nuestro adversario consigue demostrar que dichas premisas son verdaderas, resultará muy difícil

que la conclusión no se imponga también como verdadera por su propio peso. Éstos son, por tanto, los

barcos que debemos abordar en primer lugar.

Ya en la Edad Media se utilizaba la expresión "Niego la mayor" o "Niego la menor” refiriéndose a un

tipo de argumento (el silogismo) en el que existían 2 premisas (premisa mayor y premisa menor). Hoy

podríamos decir que todo argumento se basa en un principio general y en la aplicación de dicho

principio a la cuestión concreta que estamos tratando. Y ambas premisas nos conducirían

inevitablemente a aceptar la conclusión.

Ejemplo
Premisa mayor: Toda forma de arte merece ser conservada

Premisa menor: La fiesta taurina es un arte

Conclusión: Por tanto, la fiesta taurina merece ser conservada

a. Negar la premisa mayor

(Es falso que toda forma de arte merece ser conservada)

Con esta estrategia, nos olvidamos de la otra premisa y de la conclusión: vamos directamente al

principio general, al fundamento último en el que se basa el razonamiento de nuestro oponente. Así

que desacreditamos todo el razonamiento desde su base: si demostramos que el argumento se basa en

el fondo en una idea equivocada, en un pensamiento erróneo, entonces el argumento está viciado desde

el principio.
Así, en el ejemplo, podríamos indicar que no todas las formas de arte merecen ser conservadas, en

especial aquellas que producen un daño innecesario a los seres vivos. ¿Defenderíamos la permanencia

de rituales tan expresivos y con tanta fuerza estética como un sacrificio humano? Fueron tradiciones

bien asentadas en su día. Luego conservar lo establecido, por muy artístico que pretenda ser, carece

de justificación de forma indiscriminada.

b. Negar la premisa menor

(La fiesta taurina no es una forma de arte)

Aunque demos por buena la idea general o garantía de base (“el arte debe ser conservado”),

consideramos que no se puede aplicar a este caso concreto del que hablamos (el toreo) debido a que

no cumple los requisitos exigidos. Así, por ejemplo, podría decirse que el auténtico arte genera en

quien lo contempla una emoción estética, lo cual no se produce en las personas a las que les repugna

contemplar el sufrimiento animal. Buscaríamos en un diccionario la definición de arte, analizaríamos

varios tipos de arte comúnmente aceptados y explicaríamos las diferencias con respecto al toreo y lo

que sus defensores proclaman como arte.

En este punto, cuando atacamos la premisa menor y afirmamos que no se puede aplicar el principio

general (la mayor) a este caso concreto que estamos discutiendo (aquí, los toros) hemos de tener

cuidado, ya que a veces incurrimos sin darnos cuenta en la llamada falacia del “ningún escocés

verdadero”4. Esta es la historia:


Una mañana, un escocés está leyendo un periódico y lee

sobre un maniático sexual inglés que ha atacado nuevamente a varias mujeres. Muy indignado, el

escocés asegura que “ningún escocés haría algo así”. Al día siguiente, lee un artículo sobre un

escocés que ha hecho cosas peores que el inglés, y exclama “no será un auténtico escocés, porque

ningún escocés verdadero haría algo así”.

Si nuestro oponente se refugia en este tipo de argumentos para esquivar nuestra crítica a su premisa

menor, podemos acusarle de caer en la falacia del “ningún escocés verdadero”: “pues sí, fulanito es

escocés y sin embargo, mira cómo actúa” (en nuestro caso taurino, podrían replicarnos: “pues sí, matan

al toro, pero aún así es un arte, por esto y por aquello…”).

Ahora bien, hay casos en que el argumento de “ningún escocés verdadero” no resulta falaz, como

cuando decimos: “ningún verdadero vegetariano come carne”. Esto no es una falacia, sino una regla

general correcta que cuando se aplica a un caso particular (“a Pepe le encanta el chuletón de buey”)

nos permite extraer la conclusión correspondiente (“Pepe no es un auténtico vegetariano”). La forma

de saber si estamos haciendo un uso falaz o correcto del argumento del escocés, consiste en poner

juntos los conceptos que se están tratando y ver si realmente son incompatibles entre sí (ser vegetariano

y comer carne sí es, lógicamente, incompatible; pero haber nacido en Escocia y ser un maníaco sexual

no son términos lógicamente incompatibles, de hecho, son dos cosas totalmente independientes).
¿Podría ser compatible el carácter artístico del toreo con el hecho de que produzca un sufrimiento

gratuito y cruel al animal?

Para concluir esta sección, recordaremos que no solo podemos atacar las premisas de un silogismo

clásico como los que hemos visto aquí, sino que también pueden atacarse las premisas (o, al menos,

la premisa fundamental) de cualquier tipo de argumento mostrando que tales premisas son falsas o son

dudosas y débiles. El modo de atacar dichas premisas dependerá del tipo de argumento que tratemos

de refutar (causal, analógico, por generalización, definiciones, dilemas, etc.) como ya hemos mostrado

en las distintas secciones del apartado de Técnicas argumentativas.

4. Ver las direcciones: http://es.wikipedia.org/wiki/Ning%C3%BAn_escoc%C3%A9s_verdadero y

http://sunombreenvano.blogspot.com.es/2011/06/la-falacia-del-verdadero-escoces-del.html

3.3. Cómo atacar la conclusión


"El destino mezcla las cartas, pero nosotros las jugamos."

(Atribuido a A. Schopenhauer)

Puede resultar que nuestro oponente tenga en su mano mejores cartas que las nuestras. A veces, nos

encontramos con que los argumentos de nuestro contrincante están muy bien construidos, “muy bien

armados” de razones, datos, ejemplos y matices, citas y pruebas de todo tipo, de forma que destruir

las premisas en que se fundamentan no resulta nada fácil. Miramos nuestras cartas y parece que la

partida está perdida. Pero espera, no tires la toalla todavía: aún te quedan otras opciones para atacar la

credibilidad de su posición. Como decía el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, existen dos vías para

derribar el argumento de nuestro contrincante: “a) la refutación directa y b) la indirecta; la directa


ataca la tesis en sus fundamentos (derribando las premisas que la sustentan para hacerla caer), mientras

que la indirecta ataca a la tesis o conclusión por sus consecuencias5.”

Por ejemplo, sería muy difícil echar abajo la confianza en las medicinas que nos recetan los médicos

intentando derribar su credibilidad (por la investigación de laboratorio que hay detrás de cada

medicamento, por los síntomas presentados por el paciente, la autoridad científica del doctor, etc.).

Pero, aún así, hay una forma de refutar la conveniencia de algunos de esos fármacos (por ejemplo, los

analgésicos, corticoides y antiinflamatorios, dirigidos a calmar el dolor de nuestro cuerpo o aminorar

los síntomas, pero no a curar la enfermedad), mostrando el efecto pernicioso que éstos producen en

nosotros a corto, medio o largo plazo sobre nuestra salud. Mira el siguiente video y fíjate en cómo

razona el presentador su oposición a esos fármacos.

Básicamente, en esto consiste una refutación indirecta. En definitiva, podemos rechazar la

conclusión de varios modos:

a. Teniendo en cuenta las consecuencias negativas que se seguirían de admitirla y

b. Por medio de la reducción al absurdo, mostrando que nos conduce a una contradicción.

c. Buscando un contraejemplo que contradiga la tesis o conclusión general.


a. Consecuencias negativas

Una de las formas de rechazar la conclusión de un argumento expuesto por tu oponente es llevarla

hasta el extremo y ver las consecuencias negativas que se derivarían si se admitiera. Así, por ejemplo,

ante el elevado número de accidentes de tráfico de los jóvenes alguien podría concluir que "debe

prohibirse el consumo de alcohol en nuestra sociedad". Si llevamos a sus consecuencias esta

conclusión (¿qué pasaría si el consumo de alcohol fuese prohibido?), a pesar de parecer en principio

una propuesta razonable, podría indicarse sus efectos negativos en la economía (desastrosos para los

productores de vino y miles de trabajadores, el negativo descenso en recaudación de impuestos, etc.)

o incluso en la vida social (se podría recordar lo que ocurrió en Estados Unidos con la famosa ley seca,

que condujo a un aumento de delitos por parte de la mafia). Evidentemente, si nosotros rechazamos

con estos argumentos la prohibición total del alcohol, entonces nuestro oponente también puede

mostrar las consecuencias negativas del consumo generalizado de bebidas alcohólicas, como hacía

esta publicidad gráfica del siglo XIX:


Por otra parte, habrás de tener cuidado para no abusar de esta estrategia6 porque, ciertamente, de

cualquier creencia o conducta (incluso de aquellas que consideramos buenas o beneficiosas) se pueden

seguir consecuencias negativas: viajar puede significar exponerse a tener un accidente, amar a alguien

puede suponer que nos expongamos a la infidelidad o perder independencia, ayudar a una ONG como

voluntario puede suponer que descuidemos nuestra familia u otras obligaciones, etc. Sin embargo, esto

no quiere decir que no sea razonable y positivo el poder viajar, amar a alguien o ser voluntario en una

ONG.

Por eso mismo, rechazar un argumento del contrincante apelando a algún riesgo o consecuencia

negativa sólo resultará útil cuando estés seguro de que las consecuencias negativas sean

desproporcionadas (es decir, cuando dichas consecuencias negativas superen claramente a los

beneficios que suponen llevar a cabo tales conductas o defender esas creencias.) Así, por ejemplo, si

nuestro contrincante defendiera que el viaje turístico en avión es perjudicial, pues se expone uno a

sufrir un accidente, puedes poner en una balanza mental los aspectos positivos (los aviones son un

transporte seguro, el avión ahorra tiempo y abarata los precios, la compañía que fleta el avión revisa

los aviones y contrata a pilotos expertos) y los aspectos negativos (puedo sufrir un accidente). Así

dejarás en evidencia que la postura del contrincante no es razonable y puede quedar refutada por las

consecuencias que se seguirían de no usar el avión, ya que en este caso, los aspectos positivos superan

a los negativos.

De forma esquemática:

(1) Argumento del contrincante:

Si uso el avión puedo sufrir un accidente grave y no sobreviviré

Es terrible sufrir un accidente y no sobrevivir

Por tanto, es mejor no usar el avión

(2) Tu refutación:
Si uso el avión, que es un transporte seguro (al menos más que otros medios de transporte), con esa

compañía que revisa los aviones y contrata pilotos expertos, entonces muy probablemente no sufriré

un accidente y llegaré bien a mi destino.

Por tanto, no es mejor no viajar en avión.

b. Reducción al absurdo

Otra de las formas de atacar la conclusión es usar el procedimiento que se denomina reducción al

absurdo. Este procedimiento consiste en asumir la conclusión pero mostrando que dicha conclusión

encierra una contradicción. Si alguien dijera:

A: No acepto tu opinión sobre este tema, porque es una opinión relativa. Yo defiendo que "todo es

relativo".

Su oponente podría contestar:

B: Si todo es relativo, también es relativo que "todo es relativo". Por tanto, no todo es relativo.

(En este caso, B ha mostrado que "todo es relativo" encierra una contradicción. Por un lado se afirma

que "todo es relativo" y, si es esto es verdad, entonces "todo es relativo" no es relativo, lo cual es

contradictorio, absurdo).
Usada frecuentemente en las matemáticas, la demostración

llamada por reducción al absurdo se basa en que si a partir de una tesis X llegamos a una contradicción

lógica (la afirmación simultánea de A y de no-A), entonces dicha tesis tiene que ser rechazada porque

nos lleva a una especie de callejón sin salida, a un imposible. Si, de esta forma, demostramos que X

es imposible, es decir, falsa, entonces lo contrario de X debe ser verdadero.

Con este método demostró hace más de dos mil años el matemático griego Euclides que los números

primos son infinitos, haciendo ver que suponer lo contrario (un número primo mayor que todos los

demás) nos lleva al absurdo de tener que admitir a partir de él la existencia de otro número primo

mayor que él. Aquí va el video de la demostración, esperamos que la entiendas:

c. Contraejemplos

Presentar contraejemplos que permitan demostrar que la conclusión o tesis general falla en algún caso

relevante o no se corresponde siempre con la realidad. Aunque suele decirse que la excepción confirma

la regla, lo cierto es que un contraejemplo (real, confirmado y que venga al caso), pone en entredicho

la verdad sostenida por nuestro oponente.


Así, por ejemplo, podríamos citar no uno, sino decenas de contraejemplos a la tesis general que

presentábamos más arriba: la necesidad de prohibir el consumo de alcohol, para evitar los problemas

que éste conlleva. Pues bien, hay muchos países en los que el alcohol no está prohibido y, tomando

otras medidas preventivas y educativas, se evita las secuelas sociales que éste puede provocar entre la

juventud. (Ver sección de los esquemas argumentativos referido al uso de ejemplos)

5. Schopenhauer, DIALECTICA ERÍSTICA, Trotta, Madrid, 2011, fragmento tomado de "La fauna de las

falacias", Luis Vega, Trotta, 2013, p. 331.

6. Montserrat Bordes, Las trampas de Circe, Cátedra, 2011, p. 223-225.

3.4. Cómo atacar el paso de la

premisa a la conclusión
Imagina que afirmamos:

Si una persona nace en Córdoba, entonces es andaluz.

Dalí no nació en Córdoba.

Por tanto, Dalí no era andaluz.

Resulta que las tres proposiciones que forman este argumento son verdaderas si las miramos por

separado. Sin embargo, aunque las premisas y la conclusión sean verdaderas, resulta que el paso o

inferencia desde aquéllas a ésta es ilegítimo. Dicho de otra forma: de las premisas no se deduce

necesariamente la conclusión (puesto que cabe la posibilidad de que alguien no nazca en Córdoba y,

sin embargo, sí sea andaluz, como Antonio Banderas, por ejemplo).

Así que otra forma de atacar el argumento de tu oponente es mostrar que existe una desconexión entre

las premisas y la conclusión. En ese caso lo que falla es la inferencia o paso de las premisas a la

conclusión. La conclusión se tiene que apoyar en unas premisas. Pero puede ocurrir que, dadas unas

premisas, a partir de ellas no se puede obtener la conclusión. Podemos recurrir a la expresión latina

"non sequitur", que viene a traducirse por "no se sigue", es decir, la conclusión no puede seguirse de

las premisas con las que contamos. Eso es lo que ocurre generalmente cuando hablamos de falacias7.
Supongamos el siguiente argumento8:

A: Los estudios realizados muestran que los alimentos transgénicos son seguros. Por tanto, no hay

razones para rechazarlos.

(En este caso, de la premisa "Los estudios realizados muestran que los alimentos transgénicos son

alimentos seguros" no se sigue que no haya razones para rechazarlos. Una cosa es que los alimentos

transgénicos se puedan consumir con seguridad y otra cosa, totalmente desconectada de lo anterior, es

que no haya razones distintas a las sanitarias para rechazarlos. Así, por ejemplo, un ecologista podría

rechazarlos por la posible amenaza al medio ambiente a largo plazo, o por razones económicas (esas

semillas podrían ser más caras), o por otro tipo de razones (pérdida de variedades tradicionales,

mercado monopolístico, explotación del tercer mundo…). En este caso, diríamos que ser unos

alimentos seguros es una condición necesaria, pero no suficiente para aprobar su producción y

consumo.

En el terreno judicial también encontramos algún ejemplo: del hecho de que alguien sea un ladrón y

merodeara por el barrio no se sigue, necesariamente, que sea el delincuente buscado. Eso es lo que

señalaría su abogado. De ahí que se mantenga la presunción de inocencia. Lo que se tratará de mostrar

en el juicio, en caso de ser el principal sospechoso, es que las pruebas encontradas son evidentes o

ciertas y demuestran que dicha conexión se puede hacer.


En realidad, aunque el número y la variedad de las falacias es apabullante, podemos resumir tres

clases de razones por las que las premisas no sostienen realmente la conclusión: porque dichas pruebas

no están aceptadas (caso del ladrón), porque son irrelevantes para el caso (caso del no-cordobés Dalí)

o porque son premisas insuficientes para sustentar la conclusión (caso del alimento transgénico).9 Estos

tres criterios (utilizar pruebas aceptadas, relevantes y suficientes) nos permitirá encontrar los puntos

débiles del argumento de nuestro oponente, señalando entonces que su tesis o conclusión carece de

fundamento.

1º) Porque se basa en pruebas o PREMISAS NO ACEPTADAS:

Esto significa que las pruebas aportadas no tienen la calidad suficiente para ser aceptables,

A) bien porque el fundamento último (ver ejemplos de cómo se niega la mayor,) carece de la necesaria

evidencia. Es dudoso, luego no apoya la conclusión; ejemplo: si alguien opina que "el Estado debe

prohibir todo consumo de alcohol, por sus efectos sobre la salud de los ciudadanos", se podría negar

la mayor diciendo "¿y quién es el gobierno para decidir por mí sobre mi propia salud?”

B) o bien, porque dichas afirmaciones no gozan del reconocimiento general (ya sabemos que una

afirmación no es más verdadera por el número de personas que creen en ella, eso sería una falacia “ad

populum”, pero es necesario en un debate que nuestras tesis se apoyen en verdades comúnmente

aceptadas por el público, en eso que llamamos el sentido común); “todo el mundo sabe que eso no es

así…”, “eso no es de sentido común…”;


C) o bien, porque las pruebas aportadas carecen de la necesaria validez científica que las sustentarían;

a veces, la opinión pública o el sentido común no son suficientes para respaldar una tesis dado que la

cuestión es más técnica; ejemplo: "mucha gente desconfía de la instalación de antenas de telefonía

cerca de sus viviendas, pero realmente no existen evidencias científicas que respalde ese temor".

2º) Porque se basa en PREMISAS IRRELEVANTES:

Aquí nos preguntamos si las premisas aportadas por nuestro oponente son relevantes para la

conclusión presentada. Es decir, medimos la calidad de la conexión entre las premisas y la conclusión.

Si las premisas, aún siendo verdaderas, no tienen una conexión directa con la tesis afirmada, podemos

mostrar que el argumento no es concluyente, no prueba nada.

De hecho, no existe una única prueba de relevancia, sino tantas como tipos de argumentos existen. Te

recomendamos que eches un vistazo a la sección de Falacias de Relevancia, así como los apartados

correspondientes a las Técnicas Argumentativas, donde te enseñamos a construir y a destruir los

principales tipos de argumentos. Pero, por si estás un poco escaso de tiempo, te presentamos aquí un

breve resumen:
3º) Porque se basa en PREMISAS INSUFICIENTES:
¿Nos ofrecen las premisas, aun siendo verdaderas, la suficiente base como para afirmar la conclusión?

De no ser así, nuestro argumento será débil y la conclusión injustificada. Como en el caso anterior,

habrá tantos posibles fallos, como tipos de falacias y esquemas argumentativos relacionados con ellos.
7. Montserrat Bordes: Las trampas de Circe, Cátedra, 2011, p. 146. Bordes rechaza incluir la falacia non

sequitur por su excesiva generalidad, que viene a coincidir con la definición de falacia: una falacia es un

argumento inválido porque de las premisas que tenemos no podemos pasar a la conclusión.

8. Reelaborado a partir de Julian Baggini: ¿Se creen que somos tontos?, Paidós, 2010, p. 48-49.

9. Seguimos aquí el planteamiento de Steven L. Johnson: Ganar debates Una guía para debatir con el

estilo del Campeonato Mundial Universitario de Debate. International Debate Education Association

New York - Amsterdam – Brussels, 2013, p. 87 y ss.

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