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Lujano-Vilchis, Ivonne
ivonne.lujano@gmail.com
Martínez-Domínguez, Néstor
nestordmd1@gmail.com
No obstante, si bien se reconoce que dentro de las dinámicas para la producción del
conocimiento pueden encontrarse diferentes actores (investigadores, instituciones,
tomadores de decisiones, empresas, entre otros) conectados en una compleja red de
comunicaciones, no todos participan con la misma intensidad; en especial, cuando se
observa la escasa participación para la toma de decisiones en materia científica por parte
de la ciudadanía de los países subdesarrollados, los cuales convergen en la exigua cultura
científica con la que cuenta la mayoría de sus pobladores. Al respecto, Vessuri (2014)
indica que la respuesta de la sociedad para las grandes crisis globales sigue siendo lenta e
inadecuada.
En este escenario, los proyectos editoriales científicos fueron erráticos y tuvieron muy
pocas expectativas de sobrevivir debido a que durante más de trescientos años, el sistema
científico latinoamericano estuvo sujeto a los cambios políticos y económicos que los
propios gobiernos sufrían. No fue hasta el siglo XX que la ciencia en América Latina
comenzó a tomar forma y, como consecuencia, la creación de medios de comunicación que
ofrecieran los nuevos resultados de investigación que se estaban originando en el sistema
universitario que también comenzó a consolidarse, sobre todo después de la Segunda
Guerra Mundial (Cetto y Alonso-Gamboa, 1998).
Para dar cuenta de cómo se transformó el sistema científico en América Latina durante el
siglo XX, Vessuri (2011, p. 41) reconoce cinco periodos: 1) la aparición de la ciencia
moderna en la región, ligada a los principios del positivismo europeo (fin del siglo XIX y
principios del siglo XX); 2) la incipiente institucionalización de la ciencia experimental
(1918-1940); 3) las décadas del desarrollo (1940-1960); 4) la edad de la política científica
(1960-1980) y, 5) la fase que testimonia el surgimiento de un nuevo público para la ciencia:
el empresariado industrial (1980-1990).
1. Primera etapa:
a) Visión de desarrollo inspirada por la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (CEPAL) y otros organismos supranacionales como la Organización de los Estados
Americanos (OEA) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y
Diversificación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), que “contribuyeron al primer diseño
institucional de la política científica y tecnológica en la región” (p.66). Cabe señalar que
estas últimas dos organizaciones, no solo buscaron el desarrollo de la región, sino que a
través de éste, los países latinoamericanos pudieran insertarse en las lógicas del mercado
de la oferta y la demanda.
b) Se caracterizó por un proceso de industrialización sustitutiva propuesto por la
CEPAL, el cual a pesar de que se enfocó a la sustitución de importaciones, no logró cubrir
la generación de bienes de capital tecnológico y, así, disminuir la dependencia tecnológica
de los países del Norte.
c) Durante la década de los ochenta, debido a la crisis económica, dentro de la región
se experimentó una ruptura con el desarrollo endógeno y hubo apertura económica por las
políticas neoliberales.
2. El nuevo contexto
a) Antes de la crisis financiera de 2008, América Latina logró un proceso de
estabilización y expansión económica.
b) Orientación –prioritariamente en términos discursivos– en los procesos de innovación
y en la difusión social de los conocimientos.
c) Con una nueva visión de innovación, no se logró disminuir el “desajuste entre las
esferas de producción y uso del conocimiento” (p.67).
3. Etapa actual
a) “Nuevos instrumentos que buscan agilizar y transparentar los procesos de asignación
de recursos, evaluar resultados, incentivar la innovación, fortalecer los vínculos entre los
centros de investigación y las empresas” (p.68).
b) Implementación de diferentes instrumentos en materia de política científica en
América Latina, los cuales pueden ser resumidos en cinco grandes ejes (p.68):
i) Generación de nuevo conocimiento básico y aplicado.
ii) Formación de recursos humanos en ciencia, tecnología e innovación.
iii) Generación de redes que articulen sistemas de innovación.
iv) Generación de nuevos productos y servicios de alto valor agregado.
v) Desarrollo de áreas tecnológicas estratégicas para el país.
En este sentido, Albornoz también destaca que si bien hubo un incremento en la inversión
en materia de Investigación, Desarrollo e innovación (I+D+i), el gran problema todavía se
encuentra en que la inversión aún no es suficiente. Sobre todo, cuando se reconoce que casi
dos terceras partes de la inversión en este rubro proviene de fondos públicos. Respecto al
gasto de estos fondos “casi el cuarenta por ciento se invierte en investigación llevada a
cabo en las universidades. Esta estructura de financiamiento contrasta con los países
industrializados, en los cuales la mayor parte de los recursos para I+D provienen de las
empresas” (p. 69).
En este recorrido histórico puede notarse que no fue hasta las últimas décadas que la
divulgación de la ciencia -entendida como la codificación en lenguaje accesible del
conocimiento científico a la sociedad- no se encontró dentro de las agendas planeación de
políticas públicas en este rubro, a pesar de que este campo, para el caso mexicano, surgió
en la década de 1960 con la profesionalización de los primeros comunicadores de la
ciencia (Sánchez-Mora, Reynoso-Haynes, Mora y Parga, 2015). De igual forma, si bien
se construyeron una serie de indicadores para la evaluación de la ciencia escrita, la
divulgación no formó parte de los parámetros de productividad de instituciones e
investigadores.
Esta situación ha tenido diversas consecuencias, las cuales a pesar de que no han detenido
el desarrollo de la divulgación de la ciencia en la región y, particularmente en nuestro país,
sí ha obstruido las condiciones de posibilidad para su desarrollo y consolidación y, sobre
todo, de la formación de una cultura científica en la que los ciudadanos apropien este tipo
de conocimientos en la resolución de problemas de su cotidianidad, o bien, que cuenten
con otro tipo de conocimientos que les permite observar su alrededor de otra manera..
Cabe señalar que al igual que las revistas científicas latinoamericanas, las cuales presentan
problemas de visibilidad y legitimidad a nivel internacional, así como problemas de
financiamiento, las revistas de divulgación presentan una situación más crítica debido a
que el quehacer editorial de ambos canales de comunicación no forma parte de los criterios
de evaluación por parte de las agencias de financiamiento ni de las instituciones de
educación superior, lugares donde prioritariamente estos medios de comunicación se
elaboran.
En ese sentido, sobresale que en otros países la edición de las revistas de divulgación cuenta
con una larga tradición de legitimación y profesionalización, tal es el caso que en 1845 se
publicó el primer número de Scientific American, la cual es una de las publicaciones más
influyentes en el mundo; por otro lado, en México hasta un siglo después (1968) que surgió
Física (la cual en 1970 cambió el nombre a Naturaleza) de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), la cual puede considerarse como la primera revista
nacional de divulgación que fue realizada; entre 1975 y 1980, el Consejo Nacional de
Ciencia y Tecnología (Conacyt) empezó a editar Ciencia y Desarrollo e Información
Científica y Tecnológica; posteriormente surgieron otras publicaciones como Ciencias de
la UNAM, Chispa, Avances y Perspectiva, Cuadernos de Nutrición, ¿Cómo ves? y El
Faro (Sánchez-Mora, et al, 2015).
No obstante, fue hasta 1996 que, con la creación del Índice de Revistas Mexicanas de
Investigación, el Conacyt reconoció a aquellas revistas mexicanas de difusión científica
que contaban con altos criterios de calidad editorial, otorgándoles un apoyo económico
anual. Casi dos décadas después, en 2012 “a partir de propuestas de algunos editores, el
Conacyt dio un paso importante al establecer un índice para las revistas que comunican la
ciencia a públicos amplios, dándoles así un aval de alta calidad. Este índice, denominado
Índice de Revistas Mexicanas de Divulgación Científica y Tecnológica” (Magaña, 2013,
p.1149). Durante la primera convocatoria del IRMDCT “fueron calificadas e incluidas en
el listado 14 publicaciones, que obtuvieron así lo que se considera un aval de calidad por
parte del Conacyt” (Magaña, 2014, p. 13) y al mismo tiempo un estímulo económico anual
de cien mil pesos, los cuales pueden ser ocupados por los editores de las publicaciones para
diferentes rubros,
De 2013 a 2014 la convocatoria del presente índice fue lanzada por Conacyt anualmente
pero en 2015 no publicó la convocatoria, aunque en su sitio web muestra 19 revistas
incluidas en dicho índice. No obstante, la convocatoria de 2014 señala que:
“El Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2013-2018, publicado en el Diario Oficial de la Federación
el 20 de mayo de 2013, establece en su Introducción que la nación en su conjunto debe invertir en
actividades y servicios que generen valor agregado de una forma sostenible. En este sentido, se
debe incrementar el nivel de inversión –pública y privada- en ciencia y tecnología, así como su
efectividad. El reto es hacer de México una dinámica y fortalecida Sociedad del Conocimiento. [...]
Por su parte, de acuerdo con lo establecido en la Ley Orgánica del Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología es atribución del CONACYT apoyar la generación, difusión y aplicación de
conocimientos científicos y tecnológicos. Para tal efecto [...] deberá emprender acciones que
fomenten y fortalezcan las actividades de divulgación científica entre los investigadores del país y
las organizaciones de la sociedad civil; así como incentivar la vinculación entre estos actores y las
instituciones del sistema educativo nacional a fin de fortalecer la capacitación de los educadores en
materia de cultura científica y tecnológica”.
“Por definición, las revistas de divulgación científica y tecnológica se dirigen al público en general,
a públicos segmentados o audiencias sectoriales [...] deben estar escritas en un lenguaje accesible
y correspondiente al público objetivo, con un discurso escrito que aproveche al máximo los recursos
narrativos, literarios y gramaticales, así como los recursos del periodismo generalista y del
periodismo de investigación especializado en ciencia y tecnología”
De acuerdo con dicha convocatoria, el proceso para que las revistas fueran indizadas al
IRMDCT consistió en una evaluación de criterios editoriales y de divulgación los cuales
pueden resumirse en la Tabla 1:
Tabla 1. Criterios generales para el Índice de Revistas Mexicanas de Divulgación Científica
y Tecnológica del Conacyt
El total de las revitas están editadas por instituciones públicas dedicadas a la difusión de la
ciencia y la cultura. Las temáticas son variables siendo aproximadamente la mitad las que
declaran en su política editorial los ámbitos específicos en los cuales se publican contenidos
que, en general, abarcan diversas disciplinas de las ciencias y las ciencias sociales. El resto
de las publicaciones son más generales y no especifican su ámbito temático porque
publican sobre diversos temas en cada volumen. A excepción de la revista DeVeras que es
una revista netamente dirigida a un público infantil, las revistas están más enfocadas hacia
un público universitario, lo cual es una información útil para entender la importancia de la
labor de los divulgadores y su diversificación en la interacción con el público al que se
dirigen.
Los recursos y espacios destinados a la divulgación científica tendrían que tomar en cuenta
estas consideraciones. Las publicaciones impresas y, en general, las prácticas de lectura
son solo un componente en la amplia gama de actividades de divulgación científica
posibles, lo cual muestra las posibilidades de realizar trabajo multidisciplinario. El trabajo
del divulgador en el plano creativo es tan valioso como el propio contenido que se
transmite, sobre todo cuando se busca un impacto como el de los contenidos más populares
en internet (Smith, 2015). Para ello los divulgadores trabajan con equipos de artistas,
editores, diseñadores y creativos en general, con lo cual abren un campo idóneo para la
colaboración multidisciplinaria. Como menciona Reynoso (2008):
Existen otro tipo de los divulgadores de la ciencia cuyo resultado no es un producto tangible. Estas
tareas son más bien de conceptualización, dirección o coordinación de espacios, productos o
actividades de divulgación como: museos, exposiciones temporales o itinerantes, colecciones de
libros, comités editoriales, edición de libros y revistas, dirección de programas de radio, televisión,
conceptualización y coordinación de ciclos, conferencias o cursos.
Debe cumplir con las siguientes características: poseer una cultura científica, b) manejar
algún medio de comunicación y c) ser capaz de recrear el discurso de la ciencia en función
del público a quién se dirigirá el mensaje. Quienes no cumplen con por lo menos estas tres
características, realizan actividades de apoyo a la divulgación, pero no son divulgadores
(Reynoso, 2008).
Hablamos, pues, no solamente de una tarea comunicativa, sino de otros roles que juega el
divulgador, como el de creador y educador. De ahí la importancia de crear contenidos
interactivos y dinámicos con los cuales el público interactúe más allá de la lectura básica.
En este sentido, las TIC juegan un rol fundamental y la edición de medios de comunicación
como las revistas pasa de ser una labor tradicional de difusión de la cultura escrita, a una
serie de estrategias y tareas de generación de contenidos
En el análisis realizado de las 19 revistas que forman parte del Índice de Conacyt llama la
atención que, si bien cuentan con un sitio web para distribuir sus contenidos, estos se
limitan a la utilización del formato PDF para los textos que se publican. Pocas son las
revistas que utilizan recursos multimedia y otras herramientas que incentiven la
interacción, la creatividad y la apropiación de los contenidos. La tabla 3 muestra el total de
las revistas por su tipo de publicación.
Versión impresa
No. Revista Versión digital
(tiraje)
1 Agroproductividad No lo menciona Sí
2 Ciencia 8, 500 Sí
3 Ciencia ergo sum 1, 000 Sí
4 Ciencia UANL 2, 500 Sí
5 Ciencia y Desarrollo 4, 000 Sí
6 Ciencias. Revista de difusión de la Facultad
4,000 Sí
de Ciencias de la UNAM
7 ¿Cómo ves? 20, 000 Sí
8 Contactos 1, 000 Sí
9 Conversus 20, 000 Sí
10 De Veras 20, 000 Sí
11 Revista Digital Universitaria N/A 136,500 visitas mensuales (promedio)
3, 000 Cada número recibe aproximadamente 3 000
12 Ecofronteras
visitas durante su periodo de circulación
13 Elementos. Ciencia y cultura 2, 000 Sí
14 Inventio, la génesis de la cultura universitaria 500 Sí
en Morelos
15 Investigación y ciencia 1, 000 Sí
16 Komputer sapiens 1, 000 Sí (actualizada hasta 2008)
17 La Colmena 1, 000 Sí
18 Revista ConSciencia de la escuela de 200 Sí (actualizada hasta 2010)
Psicología
19 Temas de ciencia y tecnología 1, 000 Sí
4. Conclusiones
La divulgación de la ciencia es un proceso complejo en la que diferentes agentes (agencias
gubernamentales, instituciones de educación superior, divulgadores, periodistas
científicos, investigadores, funcionarios, entre otros actores) participan en la creación de
diferentes productos que permitan fomentar la cultura científica de la población. En este
sentido, al igual que la propia producción del conocimiento científico, la era digital ha
transformado el paisaje de la divulgación científica escrita a nivel mundial, donde los
textos de divulgación se enriquecen a través de diferentes herramientas y recursos
multimedia que permiten que lo usuarios puedan interesarse más en el conocimiento
científico y, posteriormente, fortalecer su cultura científica.
Sin embargo, para el caso mexicano, puede observarse una tímida planeación en materia
de política científica que permita fortalecer la divulgación del conocimiento científico
hacia la sociedad, a pesar de que exista una masa crítica de comunicadores de la ciencia
que, desde la década de 1960, han realizado proyectos colaborativos para cumplir con esta
meta. Además de esta situación, la evaluación de la producción científica hacia
instituciones e investigadores se ha centrado, principalmente, en parámetros cuantitativos
que permiten analizar cómo la ciencia mexicana se inserta en el contexto internacional
(publicaciones, formación de recursos humanos y patentes) y ha soslayado cómo ésta
podría acercarse de forma accesible a la población, la cual con sus impuestos financia el
avance de la investigación científica mexicana.
Bibliografía