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ECONOMÍA AMBIENTAL:
PERSPECTIVA INSTITUCIONAL
GONZALO CABALLERO MIGUEZ
Departamento de Economía Aplicada
Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales
Universidad de Vigo
Resumen: En este artículo se realiza una primera aproximación teórica de corte institucional al
estudio de las interrelaciones entre economía y medio ambiente. En concreto, se manifiesta la
insuficiencia de una Economía del Medio Ambiente edificada sobre la economía neoclásica or-
todoxa. A partir del teorema de Coase, tantas veces mal interpretado en la economía ambiental,
y del cuerpo teórico de la nueva economía institucional, se formula una “revisión débil” que des-
taca el peso de las instituciones sobre la cuestión ambiental. Pero además, se formulan una se-
rie de argumentos alejados del reduccionismo económico que constituyen un intento de “revi-
sión fuerte” al defender la insuficiencia de una economía ambiental neoclásica ortodoxa centra-
da en el objetivo de la eficiencia económica. A través de ambas vías se concluye la relevancia
de cuestiones como las instituciones, la ética y el derecho en el análisis económico ambiental,
por lo que se finaliza presentando unas consideraciones jurídicas generales sobre el medio am-
biente.
Palabras clave: Economía del medio ambiente / Instituciones / Teorema de Coase / Ética de la
economía.
1. INTRODUCCIÓN
La definición tradicional de ciencia económica elaborada por Robbins (1935;
p.16) afirma que “la economía es la ciencia que estudia el comportamiento huma-
no como una relación entre fines y medios escasos con usos alternativos”. De
acuerdo con esta concepción, los economistas se dedican al estudio de la asigna-
ción de recursos escasos, susceptibles de usos alternativos, para la satisfacción de
ciertas necesidades. A medida que en nuestras sociedades el bien medio ambiente
ha ido perdiendo la consideración de bien libre, los economistas han abordado el
análisis del recurso escaso medio ambiente: el deterioro del medio natural preocupa
a los economistas. El amplio rango de definiciones dadas para el concepto de me-
dio ambiente no debe permitir que nos perdamos en discusiones bizantinas sobre el
particular: en un sentido general, el núcleo esencial del concepto incluye los aspec-
tos relativos a la naturaleza y a la conservación del paisaje (Vaquera, 1999, p. 27).
Cuestiones como contaminación atmosférica, recursos hidráulicos, residuos y ruido
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Por ejemplo en Pearce y Turner (1995), el capítulo cinco frente al seis.
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Así lo reconoce el propio Ronald Coase comentando Coase (1960) en el capítulo séptimo de Coase (1994).
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Las reacomodaciones de derechos sólo se acometerán si los costes de transacción necesarios para conseguirlo
son menores que el incremento de valor generado por esas reacomodaciones.
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Sobre esta cuestión pone énfasis Coase (1994) en las Notas sobre el problema del coste social.
que se propone es el que se formula con cualquier otra externalidad que exista en
una economía. Resulta curioso que a medida que el estudio de los derechos de pro-
piedad fue avanzando, los economistas se han concienciado de que todo derecho de
propiedad tiene imperfecciones y que, por lo tanto, en todos los casos es posible
que surja una externalidad. El tratamiento que se propone para el medio ambiente
serviría también para cualquier otra externalidad.
Si esto fuese así, no sería necesario que surgiese una rama especial de la eco-
nomía para estudiar un caso de externalidades y bienes públicos similar a cualquier
otro.
Aún así, y asumiendo este enfoque reduccionista, el análisis neoclásico resulta
especialmente insuficiente para el estudio de los factores ambientales y la incorpo-
ración del marco institucional se convierte en un elemento clave. Esto es así porque
el análisis neoclásico resulta de una elevada utilidad cuando se estudia el funcio-
namiento económico en un escenario de instituciones “cuasi-perfectas”, pero este
no es el caso de los recursos ambientales. Y es que sobre este tipo de recursos es
habitual que no existan derechos de propiedad claramente definidos; que los pro-
blemas ambientales no queden incorporados dentro de la soberanía nacional de un
solo Estado; que abunden los problemas de información y de acción colectiva; que
no haya un third party enforcement... En definitiva, un escenario caracterizado por
altos costes de transacción e instituciones ineficientes que reclama con insistencia
el análisis de la cuestión institucional. Las instituciones explican el grado de efi-
ciencia logrado en los “mercados ambientales” al determinar el grado en que se
consiguen internalizar y así negociar las externalidades y los bienes públicos.
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Sobre esta cuestión resulta interesante la presentación del capítulo dos de Eggertsson (1990).
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El cual era también el objetivo central en Coase (1960).
cados para derechos ambientales que sean considerados inalienables del individuo
puede dejar mucho que desear.
También al analizar los instrumentos de la política económica ambiental, si in-
corporamos el marco institucional, comprenderemos como se complica una instru-
mentación cuyos objetivos son más amplios que el simple de la eficiencia econó-
mica. De hecho, una política económica ambiental neoclásica se mueve en el cam-
po de la economía normativa, al idealizar el mundo real y no incorporar las institu-
ciones y los costes de transacción9. De ahí que haya que incorporar otros elementos
como el marco jurídico-constitucional10.
En definitiva, lo que estamos afirmando es que las sociedades en las que vivi-
mos se proponen más objetivos que el de la eficiencia económica, mientras que éste
es el objetivo central de la economía neoclásica. Si los economistas intentan elabo-
rar propuestas para nuestras sociedades y comprender la realidad de éstas, debemos
conjugar otros derechos y objetivos junto con el de la eficiencia. Así se concluye
que es necesaria una conjunción de derechos y de eficiencia. De hecho, muchos de-
rechos otorgados por los sistemas jurídicos no son objeto de valoración económica
ni de intercambio (incluso cuestiones como la imposición se ven afectadas en tanto
suponen modificaciones de un derecho).
Sin profundizar en cuestiones de otra índole, no parece socialmente aceptable
tratar al medio ambiente como un problema de imperfección del mercado, según el
cual justificar una intervención. Todavía más, esto supondría problemas de consti-
tucionalidad.
Y es que la economía neoclásica ambiental se edifica sobre una versión estrecha
del paradigma del exencionalismo humano, y considera a la especie humana como
algo excepcional fruto de su herencia genético-cultural y asumiendo la irrelevancia
del entorno biofísico. Una perspectiva neoinstitucionalista asume también este pa-
radigma pero lo hace de una forma más íntegra al desarrollar la importancia de los
factores sociales y culturales como principales determinantes de los asuntos huma-
nos. Pues bien, en las últimas décadas surge un nuevo paradigma ecológico que
considera la especie humana como una de las muchas especies implicadas en una
relación de interdependencia en el ecosistema global, destacando los factores de re-
troalimentación entre los asuntos humanos y la red de la naturaleza. Desde este en-
foque, el entorno biofísico impone fuertes restricciones físicas y biológicas a los
asuntos sociales, con la fuerza derivada de la irrevocabilidad de las leyes ecológi-
cas (Catton y Dunlap, 1980; Dunlap, 2001). Este paradigma ecológico se engarza
con la perspectiva de la economía ecológica desarrollada por autores como Geor-
gescu Roegen.
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La Teoría Política de los Costes de Transacción permitiría formular los análisis con un mayor grado de com-
plejidad. Véase Dixit (1996).
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Sin que estemos apostando por un análisis constitucionalista como los presentados por el Nobel Buchanan,
los cuales adoptan un carácter predeterminista.
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Cuestiones interesantes sobre este particular en Aguilera y Alcántara (1994).
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Estos análisis más extensos y detallados pueden encontrarse en Soler et al (1997, pp. 333-407) o en Vaquera
(1999).
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El cual supone imputar las cargas a los causantes de la contaminación, y admite como excepciones los casos
de altos costes transitorios para la empresa para adaptarse y los casos de otras ayudas comunitarias con objetivos
distintos que permiten reducir la contaminación.
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Es el caso de Suecia, Suiza, Grecia, Portugal o España.
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Interesantes reflexiones sobre el concepto jurídico de externalidad pueden encontrarse en Aciarri y Castellano
(1996).
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