Escuela de Artes Escénicas. Licenciatura en Arte Dramático. Historia del Arte. Patricia González Santiago. Esteban Martínez Meléndez. Segundo semestre. En épocas de crisis sociohistóricas, el espectáculo real suplanta cualquier representación. Mientras se está fraguando la nueva sociedad cristiana con un nuevo concepto de la existencia, se exige un cambio radical en las creencias y el sistema de valores. Ya que ésta nueva sociedad es en extremo monoteísta, es lógico pues que abomine del teatro y demás espectáculos paganos en los que se invocan dioses falsos, y que no acepte la ideología que en las comedias griegas y latinas se defiende. El teatro desaparece y triunfa el ideal cristiano, impregnando estos siglos medievales de un sentido nuevo de la vida y un nuevo simbolismo. Surge algo que logra colmar el ansia innata en el hombre mediante la figuración, y esto es el culto cristiano. Es así como el pueblo cristiano se reúne periódicamente en torno a sus oficiantes para asistir a oficios religiosos que se van ordenando según un ritual en el que todo tiene un sentido. Y, como en todas las civilizaciones, la historia representada girará en torno del héroe fundador de sus creencias. Este héroe es Cristo. Así como en Grecia, en la Europa medieval el teatro surgirá del culto religioso. Sin embargo, se irá despegando de él progresivamente a partir del siglo X, dando nacimiento al teatro profano. El paso del Oficio divino al drama litúrgico se nota en la intención didáctica por parte de los clérigos de mostrar a los fieles poco instruidos dos misterios esenciales de la fe: la Redención-resurrección y la Encarnación. Estas representaciones solían terminar con el himno de acción de gracias, el Te Deum, y contenían brevísimos diálogos que poco a poco se hicieron más frecuentes, a los que se denomina tropos. Estos diálogos, compuestos por los clérigos, fueron el origen de un componente clave del teatro occidental: el diálogo. Poco a poco, dichos diálogos derivan a lo profano, el número de participantes aumenta, se acepta como actores a los laicos, y por todos estos motivos, el teatro deja de representarse dentro de las iglesias. De los temas bíblicos se pasó a escenificar vidas de santos, o milagros de la Virgen (casos de pecadores que son salvados por Nuestra Señora). En muchas ocasiones, estas representaciones tenían ya poco de religiosas. Lo religioso solía aparecer al final, en forma de prodigio destinado a probar la intercesión de María o los santos de las iglesias. De ahí que se les denomine Milagros. Y aunque los Milagros continuaron en boga durante el siglo XIV, comenzó a tener más auge un sub-género nuevo: el Misterio. Con él, la Edad Media penetra en la Edad Moderna. Si en el Milagro, lo religioso aparece a veces en su desenlace, el Misterio pretende ser religioso de principio a fin. Aunque todos los historiadores concuerdan sobre el origen del teatro religioso, no sucede lo mismo cuando hablamos sobre el origen del teatro profano. Existen tres teorías: • La primera encuentra el origen en la imitación de la comedia latina escolar que inspiró a los clérigos textos libremente adaptados de Terencio y de Plauto. • La segunda hace depender la aparición del teatro de la declamación dramática mimada de los juglares. • La tercera, y más comúnmente aceptada, sitúa el origen del teatro profano en los desahogos espontáneos, o intencionadamente redactados por los autores del teatro religioso. Estos desahogos eran muchas veces cómicos. El público medieval tiene un sentido muy acusado de la ironía; pero también es un público muy impresionable, capaz de pasar de la risa al llanto. Con el tiempo, el teatro profano se concretó en subgéneros dramáticos. En Francia, por ejemplo, un programa teatral solía constar de varios de estos subgéneros: sermón, monólogo, sotía, moralidad y farsa. El sermón jocoso consiste de una parodia de los sermones de iglesia y de la lengua sagrada que se empleaba en ellos; el monólogo es un subgénero más libre que deriva directamente del arte de los juglares; la sotía, una parada satírica de tema político, llamada así porque sus participantes vestían con la indumentaria amarilla y verde de los sots (tontos, locos), con capirote y cetro de la locura. La moralidad será de signo alegórico, y se centraba particularmente en el tema de la Muerte. De todos estos subgéneros el único que perdurará en Francia será la farsa. Las representaciones teatrales fueron ganando con el tiempo en espectacularidad. Eran relatos de desmedida ambición, narrando hechos ocurridos a lo largo de muchos años, incluso siglos, en los más apartados rincones de la tierra. Y no sólo la tierra, había que representar también el Cielo, como el Infierno. Es por esto que a la horizontalidad del espacio escénico se le hubiese de añadir en altura. El teatro se inició en el interior del templo. El lugar más común de la acción solía ser el coro, destinándose las arcadas conventuales para las procesiones y cortejos. Por razones de decoro, el teatro tuvo que abandonar el interior del templo y se refugió entonces en los pórticos de las iglesias y catedrales cuyas fachadas constituían de por sí el más imponente de los decorados. De ahí se pasó a ocupar los más diversos espacios públicos: plazas, patios, la calle o incluso cementerios. Inicialmente, el espacio escénico y los objetos de la representación son los que ofrece el propio lugar del culto, desviados de su uso habitual o dotados de carácter simbólico. Al llevar la representación fuera del templo, la solución del teatro medieval a los espacios escénicos fue doble: la yuxtaposición de espacios simultáneos y el uso de carros que habían de detenerse ante los espectadores para representar la escena que a cada uno de ellos les correspondía.