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Baje las expectativas personales de los adultos y céntrese en el esfuerzo que el niño imprime a
cada acción, con independencia de las calificaciones. Todas las personas tendemos a esforzarnos
por lograr una meta cuando somos reforzados positivamente.
Ayude a los niños a generar hábitos de estudio. Establezca horarios claros y estables. Recuerde que
no debe disminuir la exigencia, sino que adaptarla a las necesidades de cada hijo.
Potencie en el niño distintas habilidades, más allá de lo cognitivo. Pueden ser de carácter
deportivo, social o afectivo. Lo importante es comprender que la dificultad para aprender es sólo una
parte de su existencia.
Desincentive los comportamientos inadecuados o violentos, evitando imponer el castigo físico como
medida disciplinaria, ya que esto potencia la aparición de la conducta que se trata de extinguir.
De instrucciones claras, breves y precisas. Esto ayudará al niño a comprender mejor el mensaje.
La rutina, el orden y la organización de los espacios y tiempos es primordial. Los hijos deben tener
claridad respecto de aquello que deben hacer, cuándo y dónde lo deben cumplir.
Fomente las habilidades sociales. En la medida que los niños juegan con otros, aprenden la
experiencia de la autorregulación a través de la socialización con los pares.
Finalmente, es fundamental entender que el niño debe sentir que es un orgullo para sus padres.
“Ellos perciben los afectos de una forma mucho más clara que los adultos y no aprenderán con una
charla, sino que crecerán con el ejemplo que día a día le otorgan quienes lo aman. Así, padres e hijos
emprenden un camino que genera beneficios no esperados, tales como la capacidad de superar
obstáculos, resiliencia, tenacidad frente a las situaciones adversas, resolución creativa de conflictos,
entre muchos otros, todas habilidades blandas que le permitirán a ese hijo o hija enfrentar la vida con
mayores recursos personales”.
¿Qué trastornos del aprendizaje son los más comunes y qué puedes hacer para ayudar?
La dislexia: es un trastorno de la lectura que se encuentra en prácticamente todos los grupos étnicos,
lenguas y localizaciones geográficas y principalmente se caracteriza por una dificultad a la hora de leer.
Jugar con el niño a juegos que ayuden a conocer cómo se deletrean las palabras, y cómo suenan
las letras cuando se unen. Un buen juego sería El Ahorcado.
Jugar a juegos que ayuden a detectar las sílabas de las palabras y su pronunciación. Por ejemplo,
las palabras encadenadas o inventar canciones juntos.
Leer con el niño siempre ayudará a que aprenda cómo suenan los símbolos escritos y cómo se
agrupan. Puedes leer tú primero y que luego lea lo que tú has leído, así harás de modelo.
También puedes pedirle que te lea a ti, mientras tú supervisas lo leído.
Leer palabras inventadas. Cuando leemos una palabra inventada, nos obligamos a decodificar en
nuestro cerebro cada letra, su unión en sílabas y su sonido. Esto es muy bueno para los niños
con dislexia.
Marcarle rutinas. Si le ayudas a organizar su día y a ser consciente del tiempo, poco a poco estas rutinas
ayudarán a tener una vida más ordenada. Por ejemplo, podéis hacer juntos un calendario semanal con
las horas de levantarse, comer, hacer los deberes…
Las habilidades para escribir son sustancialmente inferiores a lo esperado por su edad.
Su escritura interfiere significativamente en el rendimiento académico y en actividades de la vida
cotidiana.
A pesar de su “mala caligrafía” o de su bajo rendimiento en la escritura, el nivel de lectura se
encuentra dentro de la normalidad.
Revisar la postura que toma el niño o niña a la hora de escribir, puesto que en muchas ocasiones
la disgrafía la causa una mala postura o una tensión muy fuerte en los musculos que van del
cuello a la mano.
El clásico punzón: Podemos facilitar al niño diferentes dibujos, líneas y letras de menor a mayor
dificultad para que perfore los contornos.
Se puede trabajar mediante el recorte de papel con el objetivo de crear objetos de decoración
como guirnaldas o haciendo ejercicios de papiroflexia de menor a mayor dificultad.
Por último, le podemos enseñar al niño a hacer punto de cruz, con todo lo que ello conlleva:
Ensartar la aguja, seguir un patrón y copiarlo en la tela, tener puntería a la hora de clavar la
aguja…
La discalculia
El sentido numérico es una capacidad innata que tenemos las personas, y nos permite cuantificar los
elementos de nuestro entorno, así como distinguir entre cantidades. las dificultades de las personas
con trastorno del cálculo van más allá de lagunas que no están resueltas, y los errores se dan en las
cuestiones más básicas.
Mala lectura de los números, a pesar de que el nivel escolar es bastante superior.
Cambios de lugar de los números o números olvidados. Por ejemplo, escribir: 1.19 en vez de
1.019.
Dificultades a la hora de colocar las cifras en la posición correcta para el cálculo.
No distinguir entre unidades, decenas y centenas, aunque el nivel escolar es significativamente
superior.
Dificultades a la hora de decir si un número es mayor o menor que otro. No se distinguen bien las
cantidades.
Dificultades a la hora de hacer sumas y restas “con llevadas”.
Confusión entre sumas y restas.
Lo más importante es que tengas una enorme paciencia, pues la mayoría de las intervenciones se
centran en repetir, repetir y repetir ciertos ejercicios hasta que el niño o niña automatiza su
aprendizaje. Lo importante es repetir las tareas una y otra vez y que sean divertidas.
Usar juegos que relacionen los números y las operaciones con la vida real. Por ejemplo, ir a
comprar golosinas juntos o material escolar, y que el niño o niña tenga que hacerse cargo de
sumar los precios y comprobar que la vuelta es correcta.
Cuantos más sentidos estén implicados en su aprendizaje mejor. Por eso, una buena manera
de aprender los números sería, por ejemplo, con el número 3: el niño escribe el número diciéndolo
en voz alta, luego dibuja 3 manzanas, después reúne 3 cubos, y por último da tres saltos.¿Cómo
se sienten los niños y niñas con trastornos del aprendizaje?
A continuación, puedes encontrar qué emociones y signos son los más comunes y qué hacer para poder
abordarlos con el niño o niña.
Ansiedad
Es común que los niños y niñas se sientan nerviosos y tensos a la hora de ir a la escuela y ver que no
rinden como el resto de sus compañeros a pesar de sus esfuerzos. Esto puede llegar a ser
verdaderamente frustrante y en muchas ocasiones lleva al niño a rechazar la materia en la que presenta
dificultades o a no querer ir al colegio.
Es muy importante tener en cuenta que la ansiedad en la infancia no se demuestra igual que en la edad
adulta, y que puede expresarse mediante rabietas, llanto, llamadas de atención o desobediencia.
Por eso, debes tener mucha paciencia siempre y hacerle ver al niño o niña que tú lo acompañarás
siempre en su aprendizaje y que no debe preocuparse si no consigue seguir el ritmo de sus
compañeros, porque cada niño o niña tiene su propio ritmo en todas las cosas, y seguramente él tenga
otras habilidades que sus compañeros no.
Si nos ponemos en el lugar de un niño con dislexia que apenas consigue leer, acompañado de
compañeros de 4º de primaria que ya leen sin problemas, podremos imaginarnos cómo se sienten
muchos de los niños con dificultades del aprendizaje.
Como adulto, sería buena idea que focalices la atención del niño o niña en sus otras habilidades y que
potencies su desarrollo con respecto a esa área. Por ejemplo, el niño que comentábamos antes con
dislexia, puede tener los problemas de lectura que hemos comentado, pero puede gustarle mucho el
atletismo y ser un gran atleta. De este modo, su autoestima no estará tan basada en la escuela y sí en
otras habilidades con las que disfruta y en las que es competente.