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Este texto persigue transmitir dos tesis fundamentales así como una propuesta positiva para abordarlas.
íntimamente asociada al término “Naturaleza”. Por gramática me refiero aquí al sistema de reglas que
gobiernan la producción, articulación y uso de los enunciados del discurso heterosexista, funcionalista
La segunda tesis elabora sobre la primera al mostrar que las consecuencias de dicha vinculación
no sólo se manifiestan en el plano ideológico sino que tienen consecuencias importantes en la esfera de
la acción política. Así también, se plasman en la forma en la cual la Naturaleza se construye como una
morada que bien puede resultar hospitalaria u hostil para la vida humana.
que funda las intuiciones tanto del Ecosocialismo2 como de la Ecología Queer3. Apuesto así por la
construcción de un modelo de crítica y acción política que no sólo sea capaz de superar a la
heteronormatividad sino que, por un lado, evite la posibilidad de que ésta se rearticule a modo de una
econormatividad y, por otro, evite asimismo la posibilidad de que las identidades Queer sean
1 Este texto sirvió de base para la conferencia del mismo nombre que dicté en el COLMEX el día 20 de mayo de 2015
dentro del Seminario Permanente de Investigación 2015.
2 Una adecuada caracterización de los objetivos y propuestas del Ecosocialismo se encuentra en Wall (2010).
3 Una adecuada caracterización de los objetivos y propuestas de la Ecología Queer se encuentra en Mortimer-Sandilans
(2014). Morton (2010) es igualmente un punto de inicio pertinente para comprender qué es la Ecología Queer.
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Sobre esta propuesta vale aclarar que, si bien el término de Ecosocialismo Queer es de mi cuño,
tanto el Ecosocialismo como la Ecología Queer han tenido trayectorias que hacen de dicha
aproximación un enfoque natural, válgase el juego de palabras. Así, por ejemplo, el Ecosocialismo, en
palabras de Derek Wall (2010), no sólo versa acerca de una crítica radical al Capitalismo como sistema
productivo, incluyendo sus redes de distribución y sus patrones de consumo, de tal suerte que se le
señala como el factor causal por antonomasia en la crisis ecológica actual. Versa, asimismo, acerca de
cómo articular una agenda verde que resista la falsa disyuntiva de apostar por una sostenibilidad que
sacrificaría el bienestar humano o, por el contrario, de hacer justo lo opuesto y asumir una actitud
Precisamente por esto último es que el Ecosocialismo no sería simplemente rojo y verde sino
que tendría, como también afirma Derek Wall, un componente altamente sensible a las agendas de las
mujeres, las minorías sexo-genéricas, las relaciones racializadas y las herencias coloniales y sus nuevos
avatares en la neo-colonialidad4. Ello no únicamente por su mayor vulnerabilidad sino también porque
las herencias coloniales son imprescindibles tanto para pensar la opresión, el despojo y la crisis
ecológica, por un lado, y las relaciones de género, por otro. Asimismo, porque las relaciones de género
se hacen presentes en las relaciones productivas de formas que tienen consecuencias para la
conservación y la restauración dado el rol que históricamente se le ha asignado a las mujeres como
encargadas del espacio doméstico. Esto es, el Ecosocialismo sería ya eminentemente interseccional en
sus alcances como discurso crítico y marco de acción política. Sería ya verde, rojo, pardo y rosa.
Por otro lado, la Ecología Queer, nacida del Ecofeminismo Queer5 y la Ecocrítica6 tras sus giros
ontológicos y post-humanos7, persigue interrogar no sólo la idea misma de una supuesta Naturaleza
4 Wall de hecho señala como antecedentes importantes en la tradición ecosocialista a Edward Carpenter y Havelock Ellis,
ambos socialistas, homosexuales y críticos de las visiones tanto prometeicas como funcionalistas.
5 El texto de Gaard (1997) es mencionado tanto por Morton (2010), Garrad (2010) y Mortimer-Sandilans (2014) como el
punto de quiebre en el cual se comienza a configurar una Ecología Queer.
6 Esto es especialmente cierto en lo que respecta a la Ecocrítica articulada por el mismo Morton (2009).
7 Éste no es el lugar para definir ambos términos. Basta decir que el giro post-humano versa acerca de las consecuencias
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Humana -rígida, inmutable, pancultural y eterna- sino también la forma en la cual dicha idea se produce
decretaría una ruptura radical entre lo natural y lo humano, haciendo de lo primero el reino del
funcionalismo y de lo segundo la provincia de lo perverso. Dicha ruptura se volverá así, por tanto, un
sitio de indagación privilegiada para comprender cómo se articulan los imaginarios que naturalizan y
esencializan a lo humano, por un lado, y cómo le asignan de igual modo un lugar en el mundo y
precondicionan con ello el tipo de relaciones que habrá de tener para con la Naturaleza, por otro.
Sin embargo, la Ecología Queer corre el riesgo de no prestar suficiente atención al Capitalismo
como fenómeno global y, con ello, pasar por alto la forma en la cual la mercantilización y el consumo
En suma, si bien tanto las tesis como la propuesta aquí presentadas pueden considerarse parte de
dos corrientes preexistentes, lo que yo agrego justamente es el esfuerzo de conectarlas para construir
con ello un aparato crítico mucho más fino en su capacidad de atender tanto a los imaginarios que
subyacen a los discursos y aparatos de opresión como a nuestra capacidad de deconstruirlos y ofrecer
nuevos senderos.
Habiendo dicho esto, doy paso al cuerpo del argumento. Me enfocaré primeramente en
presentar esta gramática de la heteronormatividad y sus vínculos con el concepto de Naturaleza. A ello
le seguirá un recuento de las consecuencias que tiene dicha conexión y los riesgos que entraña para las
agendas verde y rosa el no prestarle atención a la forma en la cual se co-producen los imaginarios
Ecosocialismo Queer en el entendido de que dicha propuesta es, en cualquier caso, un esbozo.
que tiene la deconstrucción de la distinción humano-no humano y su correlato en naturaleza-sociedad. El giro ontológico
apunta a que estamos ante una discusión acerca de entidades, procesos y objetos y no meramente acerca de cómo se les
representa. Grusin (2015) ofrece un buen texto introductorio sobre este punto.
8 Uso el término “post-producción” para traducir el término “rendering” que Timothy Morton (2009) toma de los
estudios sobre cine y que lleva a la ecocrítica.
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Venga entonces la pregunta acerca de qué es esto que he llamado la gramática de la
heteronormatividad o del porqué el verde y el rosa, el pardo y el rojo, se necesitan mutuamente. Para
Este concepto -la Naturaleza- es, en términos derrideanos, un concepto claramente diseminado,
esto es, está encantado por su propia historia, por su propia genealogía; cada frase en la que se le
encuentra es ya una deconstrucción en ciernes. La huella de dicha historia amenaza con hacerlo inútil o,
peor, peligroso. Por ello es que autores como Timothy Morton (2009) quisieran desembarazarse de él,
negar su fecundidad indomable. Y es que, si fuera simplemente un concepto polisémico, con múltiples
acepciones, entonces quizás sería todavía domesticable. Pero la Naturaleza es un concepto salvaje,
herencias en las cuales la diferencia diferida de sus usos, de los usos de la Naturaleza y de la palabra
“Naturaleza”, nos hacen creer que estamos ante la presencia coherente y aprehensible de un gran Otro
que, sin embargo, es ya el resultado de la arqui-escritura que produjo tanto al Nosotros y a sus Otros
implícitos.
brindan un significado. Naturaleza es aquello que no es artificial, que no es producido por el ser
humano -o, ¿deberíamos decir El Hombre?-, es lo propio de la Physis del Universo, es también este
Universo, las Leyes de dicho Universo y los términos de Clase Natural que las conforman. Naturales
son pues esos entes que pertenecen a una clase porque las clases también son naturales. Naturaleza es
aquello que no es urbano, porque lo urbano es artificial y, quizás, artificioso. Naturaleza es también
aquello que está allá afuera, lejos, el otro del Sujeto, es decir, el universo de los objetos.
Naturaleza también es un mandato. Es un principio de orden que acomoda a los objetos del
Mundo. Que otorga posiciones y legitima, por la Ley, el lugar que a cada uno le toca. Y este mandato,
puede ser teológico o ateo, puede ser ecológico, termodinámico y trófico. Lo mismo dicta qué se puede
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comer que a quién se puede amar. Lo mismo dicta quién puede aspirar a qué y quién es el tutor y quién
el tutelado.
Pero, entonces qué pasa con el otro de lo urbano que está allá afuera. Aquéllos que en su
ruralidad carecen de clase. Aquéllos que son juzgados como naturales, menos artificiosos, más
genuinos. Bajo esta lógica se les considera como si fueran los conocedores por antonomasia de las
Leyes de la Naturaleza y, también, los sujetos más claramente forjados por ellas, los sujetos más
claramente cercanos a la Physis y, por ello, alejados de lo excrementicio de lo civilizatorio que los
coloca como primitivos, salvajes, silvestres, indomables, etc. Sin embargo, media aquí un proceso que
los romantiza y los despoja de su condición humana. Condición que sólo se les regresa con un segundo
Pero, entonces qué pasa con el otro de El Hombre y su razón como fundamento del artificio.
Qué pasa con la otra de la Razón a la cual se le juzga, por tanto, como Natural, infantil, femenina... me
refiero, desde luego, a La Pasión. Qué pasa con ésta en este accidente congelado del nombre de una
especie que se llama Homo sapiens y que busca distinguirse a sí mismo del resto de la Naturaleza, de
ese resto que queda de la Naturaleza tras el paso del Ser Humano; nos conectamos con la Naturaleza
con el atributo femenino que nombra una Clase Natural: Mamíferos. Es el atributo considerado
femenino el que conecta al Ser Humano con la Naturaleza; el atributo de la Madre, de la corporalidad
de amamantar, del altruismo profundamente emotivo del amor de Madre. Y es la razón, masculina por
Y, si naturales son las leyes, entonces las contingencias son ilegales y lo que no es propio de la
Ley es asimismo antinatural, supernatural o preternatural. A Dios le está dado el re-escribir sus leyes en
tanto que es él el único ente supernatural puesto que fue Dios quien hubo forjado a la Naturaleza, quien
la hubo hablado. A las criaturas mágicas que el folklore dieciochoesco creía vivas se les permitía
operar dentro de esas leyes para generar posibilidades improbables. Pero, sería el gran Otro del Bien el
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que podía transgredir esas leyes -que no es igual a re-escribirlas- y era suyo, por tanto, el dominio de lo
antinatural. Lo artificial, por tanto, puede ser el resto de soplo divino en nosotros, cuando seguimos el
mandato de la Naturaleza, o bien puede ser nuestra malignidad; en el mejor de los casos, un punto
medio que, vía la tecnología, nos confiere lo que otrora fue magia.
las pasiones son naturales, entonces el dolor de la pérdida de la Naturaleza sólo puede sentirlo la
Naturaleza misma, incluso si ésta se expresa en la carne humana. Pero esa carne será la de las mujeres,
los niños, los indios, los negros, los homosexuales, los locos, etc. Lo mismo será el caso para el dolor
del despojo y, quizás más grave, para la posibilidad misma de atender al Otro.
En suma, el nudo Giordano del concepto Naturaleza no sólo proviene de su carácter diseminado
sino de toda la onto-teo-teleología que evoca. En dicho concepto se filtra Dios, se filtran las
polaridades del Bien y del Mal, la Legalidad del Mundo, la Legalidad también de las Clases del
Mundo, el Fin mismo de la Historia9 y de los objetos del Mundo qua objetos para un Sujeto. Concepto
razas, la locura y el sexo. Una onto-teo-teleología que se filtra también en las ciencias, en los
Ésta es pues la gramática del concepto de Naturaleza. Y ésta es también la gramática del decreto
heteronormativo que juzga que el telos de los cuerpos y el deseo, su finalidad, es la reproducción. Y
dicha reproducción se alinea no sólo con un mandato natural sostenido sobre Leyes de la Naturaleza
que dictan la existencia de dos Clases Naturales: hombres que desean mujeres y mujeres que desean
complementariedad de los sexos la condición de posibilidad de producir seres humanos que alimenten a
9 Concepto que aparece aquí en al menos dos sentidos. Primero, como sinónimo de teleología y, por tanto, como un rostro
del funcionalismo. Segundo, como una mirada teleológica de la historia misma y, con ello, como sinónimo de un clímax
o fin que se alcanza y que, al alcanzarlo, implica el fin del tiempo, el fin del devenir.
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la Physis del Capitalismo. La heteronormatividad no sólo sería así funcionalista y complementarista por
reproductivista sino también por productivista. Decreta, por tanto, la antinaturalidad de los inútiles en
con ello, los arroja al dominio de los objetos que habrán de ser administrados por un saber médico que
pasa a Timothy Morton (2009), en que quizás lo mejor sería dejarlo de lado. Dejar morir,
lingüísticamente hablando -¿se puede hablar de otra manera?- a la Naturaleza. Pero, dejarla morir,
nuestro afán, como decía John Stuart Mill (1874), de gobernarla e imponerle un orden. Es un afán en
Supone, asimismo, que gobernamos el lenguaje. Proyecta esa fantasía civilizatoria del orden a
la lengua misma. Y reifica y naturaliza la peligrosidad de los conceptos, en este caso del concepto de
Naturaleza, como si los conceptos tuvieran naturalezas o esencias que los rigidizaran o, incluso, cuando
asume el cambio, lo asume como la perpetuación de lo mismo. Ello ocurre en forma similar con
términos como “negro”, “puto” o “maricón” cuando se asume que su peligrosidad les es intrínseca y,
ojo, que con ello no me comprometo a la tesis igualmente simplista que cree que estos términos
necesariamente se refuncionalizan -para bien- con el puro fluir del tiempo. En todo caso, hay quien
aspira a exiliarlos de la lengua como si su ausencia implicara el borramiento de las diferencias diferidas
que nombran y hay quienes creen que su historia se borra con la voluntad de la pura inclusión.
Lo anterior olvida que allí donde hay una diferencia, cabe una marca, una huella. Cabe un trazo
que retrace la injusticia, que la presente de nuevo, que exhiba la resiliencia de ésta para dejarse morir.
La solución, contra los que aspiran a sociedades post-raciales, post-coloniales, post-gay y post-
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capitalistas, no radica en vigilar la lengua sino en asumir que la dinámica de exclusión la opera siempre
el Sujeto. De nada sirve eliminar palabras bajo la ilusa presunción de que el Sujeto es una mera
estructura del lenguaje. No lo es, éste es carne, pasión, memoria e historia; éste es también Naturaleza.
Por tanto, más que dejar morir a la Naturaleza, quizás se trata -por oximorónico que parezca- de
dejarla germinar y acompañarla en su capacidad de engendrar conexiones que nos recuerdan los
vínculos entre ese afuera llamado “Naturaleza” y este adentro llamado “Naturaleza Humana”. Pero,
antes de emprender este intento, antes de ello, es menester recordar, como hiciera Derrida (2008), el
El margen, la demarcación, entre lo humano y lo animal es una de las múltiples fronteras entre
lo natural y sus opuestos. Es una frontera que marca tanto la exterioridad como la interioridad del ser
humano. Marca su más profundo Yo y su más absoluto opuesto. Lo animal está allá afuera, en la
Naturaleza, y es ajeno a lo urbano y civilizado. Lo animal está acá dentro, en el corazón, aprisionado
por los principios y gobernado por la razón. Esa demarcación, por tanto, es estratégica para comprender
Pero esa distinción se mueve. Se ha movido en favor del colonialismo y en detrimento para los
múltiples pueblos que son -o han sido- lo otro de los blancos. Hoy el color pardo pretende recuperar
esas voces. Está revestido de temporalidades, algunas que se miden en épocas, otras en años; el
etarismo, la discriminación por edad, asume que el ser humano emerge de su animalidad infantil y
vuelve a ella con el paso de los años. Ello configura al adulto como epítome de lo humano. Y esta
genérica. Ha hecho de las mujeres criaturas eternamente infantiles. Ha hecho de la diversidad sexual
una monstruosidad antinatura. Hoy el color rosa pretende recuperar esas voces.
Esa distinción se mueve y animaliza así a los sectores más vulnerables de lo humano porque
vulnerables eran también los animales, arrojados ya a una descalificación de su condición de seres
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poseedores de dignidad. Convertidos, por tanto, en objetos dada la altísima exigencia que se le pide a
un sujeto para ser concebido como eso: Sujeto. Carentes de voz y, por ello, juzgados como carentes de
mundo y, quizás por ello, ajenos también al mundo de la ética y la política. Y ese movimiento de
radical objetivización no se detiene, sino que se acrecienta, con los seres vegetales. La Naturaleza, en
tanto medioambiente, se vuelve así un universo de objetos instrumentalmente colocados al servicio del
Y, como espero sea claro, estos movimientos antropocéntricos no sólo configuran un tipo muy
específico de ser humano como culminación de la especie; configuran, además, a la Naturaleza como el
gran Otro del Sujeto a través de la creación de una Escala del Ser que lo mismo racionaliza la
explotación a los ambientes que la discriminación a la propia especie. Por todo lo anterior es que se
puede afirmar que lo que opera en esta lógica es justamente un proceso de ocultamiento de las
relaciones políticas que así se naturalizan. Ese fetichismo, por décadas denunciado, es el eje central de
Se atisba aquí, por tanto, por dónde es que se hilan las relaciones entre heteronormatividad y
econormatividad y el porqué de la deseabilidad de unir pardo, rosa, verde y rojo en eso que he elegido
emergen de la construcción de un imaginario acerca de la Naturaleza. No es, por ende, un accidente que
filosofía vegetal (Marder, 2013) que lo retoman, se conecten justo en el punto de las políticas de la
diferencia. Y es que serán justo las políticas de la diferencia las que estén en condiciones de lidiar con
en volver únicamente a lo que dijera en su momento el Ecofeminismo aunque ahora bajo una gramática
deconstructiva y sin pretensiones de esencialismo. Hay desde luego herencias y vínculos pero no
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solamente hay eso ya que no se trata simplemente de poner en evidencia el hecho de que la gramática
de la heteronormatividad tiene en la Naturaleza a uno de sus ejes, ni tampoco en señalar las relaciones
de opresión entre lo pardo, lo verde, lo rojo y lo rosa. Eso ya se ha dicho. Lo que quizás hay que
exhibir, para resistirlo, es la estetización que subyace a la producción de los imaginarios sobre la
corporalidades y espacios, concebidos estos últimos como sitios de habitación, de moradas en las
cuales habitan cuerpos -humanos y no humanos-, de hábitats en los cuales se vive. Y es que,
salvajes y primitivos a unos pueblos porque se declara que su hábitat es primigenio, silvestre y ajeno a
la civilización urbana.
Este proceso admite, desde luego, un ir y venir en el cual se co-producen tanto un imaginario de
la Naturaleza como de aquellos que la habitan, es decir, de la Naturaleza Humana que le corresponde.
Y es que, en ambos casos, nunca está dado aquello que habremos de nombrar como Naturaleza o como
Naturaleza Humana. En ambos casos, como dice la Ecocrítica, es menester demarcar los límites de lo
natural; y aquí resulta por demás relevante la lógica de la marca que Derrida hiciera famosa al señalar
la importancia del margen, de la marca que anuncia que estamos ante un fenómeno que anuncia un
significado. La Naturaleza, Humana o no, se produce por medio de marcas que señalan sus límites y
Igualmente se le produce al hacerla aparecer como dada. Morton (2010) usa la palabra inglesa
d e “rendering”, yo prefiero usar la palabra española de post-producción, la cual también tiene una
filiación cinematográfica, de tal suerte que permite reconocer el proceso de edición conceptual que
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permite engendrar este atributo de aparente anterioridad, de aparente autenticidad primigenia, pero que
igualmente permite señalar los vínculos entre dicha post-producción de imaginarios y el productivismo
ya antes invocado.
En suma, para volver a las dos tesis anunciadas al comienzo. No sólo es el caso que la
heteronormatividad opera bajo la gramática de la Naturaleza sino que, además, esos vínculos no son
solamente ideológicos sino que reflejan las conexiones íntimas entre estos cuatro colores: rojo, verde,
pardo y rosa. Mas, estas conexiones no son únicamente imaginarias ya que configuran espacios de
habitación, moradas, hábitats, a los cuales revisten de cualidades post-producidas que los hacen más o
Así, por ejemplo, al configurar a lo femenino como propio de los espacios domésticos, lo que se
hace es decretar su inherente carácter extranjero ante la Naturaleza; con ello, se construye a esta última
como un espacio indómito y salvaje y así se le coloca como un espacio típicamente masculino
justamente porque son las virtudes del coraje, la fuerza y la intrepidez las que se requieren para
Esto, desde luego, es sólo un ejemplo que ilustra como los espacios, las moradas, los hábitats,
etc. son revestidos de cualidades, por medio de dicha post-producción, que los hacen más o menos
proclives para ser explorados, transitados, ocupados o habitados por cierto tipo de sujetos. Y es este
punto el que anuncia la importancia del giro ontológico en la Ecología Queer. Es aquí donde entra, por
En tanto gramática, es decir, en tanto sistema de reglas que gobiernan la producción, uso y
articulación de enunciados acerca de la Naturaleza como Oikos, como morada, como hábitat, dicha
formación discursiva concibe un imaginario acerca de lo que debe ser la Naturaleza y, con ello, acerca
de cómo debe ser habitada; articula, por ende, una relación específica entre dicha Naturaleza y la
Naturaleza Humana. Pero su especificidad radica en que este discurso del Oikos emana
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fundamentalmente de la ecología, de ciertas ramas de la filosofía ambiental y, en general, del
pensamiento verde.
primigenio, intocado y silvestre o de comunidad ecológicas clímax que son el equivalente ecológico del
Fin de la Historia. Postula igualmente una onto-teo-teleología que diviniza a la Naturaleza, que la eleva
al carácter de referente ético y la hipostasia como lo auténtico por antonomasia; ello conlleva una
excrementicio, por un lado, con una ensoñación en la cual la Naturaleza Humana se concibe como más
plenamente realizada en un espacio natural en el cual la cultura no la vicia. Hace así de la Naturaleza,
en su avatar como Ecosistema, un espacio gobernado por funcionalismos asociados a los ciclos
biogeoquímicos, las redes tróficas y las comunidades ecológicas; funcionalismos que, en todo caso,
fin alguno- y de lo hipertélico -lo que rebasa la esfera de los fines-. Y, de la mano de todo lo anterior,
prescribe una suerte de ascetismo de renuncia que ve, en la espartana entrega a lo más mínimo de
Esa Econormatividad no es un invento mío. Se cuela todo el tiempo en los idilios del
pensamiento ambiental, en las fantasías de los jóvenes urbanos que abrazan la causa verde y en los
post-producir un medioambiente que exhibe una belleza primigenia que ha violado el ser humano.
Estructuralmente es un nuevo mandato para exiliarnos del Jardín del Edén, un mandato en el que
somos, a una misma vez, Dios, la Serpiente, Adán y Eva. Un mandato que igual está presente en el
ambientalismo New Age como la Deep Ecology que en las narrativas anticapitalistas del propio
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Ecosocialismo.
Y es que, a pesar de que los propios Ecosocialistas se esfuerzan por incluir agendas rosas y
imaginario que opere bajo esta segunda gramática de la Naturaleza al evocar la idea del Valor de Uso
entronizado por el Capitalismo. Este Valor de Uso sería así el máximo garante de nuestra
Empero, cabe el riesgo de inscribir, por medio de este culto al Valor de Uso, un nuevo
funcionalismo que decrete el carácter excrementicio del Valor de Cambio y de aquello que resulte
ajeno a la esfera de lo útil y del Valor de Uso y, con ello, afirme el carácter prescindible de lo atélico y
de lo hipertélico. Pienso aquí en las viejas demandas Ecofeministas que denunciaron la cosificación de
la mujer y su inserción en redes de intercambio bajo la lógica de su Valor de Uso como reproductora;
¿no sería éste un ejemplo de cómo el Valor de Uso puede convertirse en pesadilla? Pienso aquí también
en el arte, al menos en aquellas manifestaciones de la misma que no persiguen servir función alguna;
¿qué lugar tendrán en este mundo? Pienso, finalmente, en la brutalidad con la cual impacta esta lógica a
los cuerpos Queer humanos y no humanos, a los actos Queer humanos y no humanos, en los cuales se
presenta un cuerpo o un deseo que no pueden racionalizarse bajo la lógica del funcionalismo.
econormatividad. Me pregunto así qué tan hospitalaria será esta Naturaleza evocada por la
econormatividad para con la diversidad sexo-genérica; es ésta quizás la gran pregunta que motiva todo
heteronormatividad, entonces tendremos que reinventar lo verde, torcerlo, We will have to queer it!
Porque si es verdad, como yo sostengo, que comparten cierta onto-teo-teleología que alcanza al cuerpo,
10 Ha sido Morton (2009) quien ha planteado que la pregunta por la hospitalidad que Derrida articuló en Hostipitality es
perfectamente extrapolable a nuestra relación tanto con la Naturaleza como con el colectivo LGBT.
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al Sujeto, al deseo, al acto sexual y al espacio qua morada, qua hábitat, entonces se corre el riesgo de
instaurar una nueva Ley Natural, ya no emanada de Dios o la Biblia o la biología decimonónica sino de
acción antropogénica que no pueden ser más que aberraciones que habrá que corregir. Dicho sea de
paso, clamar que la vida es un valor es la mejor forma de poner en jaque luchas como la que han
peleado los feminismos en torno al derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo.
Sea como fuere, al hablar de las econormas pienso desde luego en ejemplos como el tan sabido
caso de Evo Morales, el pollo y sus hormonas y la supuesta etiología de la homosexualidad. Pero
pienso también en aquellos estudios que sostienen, a priori, que las conductas homosexuales en aves se
deben a una disrupción endocrina producida por metales pesados. Y pienso finalmente en cómo los
mares. Aquí no se trata tanto de si ello es verdad o no. Bien pudiera serlo. De lo que se trata es de cómo
monstruosidad que, en todo caso, ahora se considera monstruosa bajo otra encarnación de la misma
gramática de la Naturaleza. De lo que se trata es de la facilidad con la cual cual nace la hipótesis y se le
vuelve creíble antes de toda prueba, antes de todo intento genuino de evaluarla; ello revela la
persistencia y omnipresencia de los imaginarios que rigen la idea del disidente sexo-genérico como
ente antinatura.
Situación que se refuerza por el eminente carácter urbano de las identidades lésbicas, gay,
bisexual y trans, por un lado, y de su identidad vástago: lo Queer. Son todas ellas fenómenos
fundamentalmente urbanos, no tanto porque no haya sujetos rurales con estos deseos, sino porque los
ciudades y es allí donde tienen más fuerza. Nacieron del anonimato que dan las masas, de los espacios
que son un intersticio entre lo público y lo privado y que se transmutan así en heterotopías en las cuales
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es posible un gesto, un guiño, un acto sexual que escapa a la mirada del panóptico o, cuando no escapa
del todo, puede todavía refugiarse en el anonimato que dan los mares de cuerpos. Ganaron igualmente
fuerza política en las ciudades porque fue allí donde se junto la masa crítica necesaria para gestar un
Movimiento de Liberación Homosexual. Difícil es, por ello, transplantarlas a sitios donde no domine la
masa.
Ante estos hechos debemos, por tanto, preguntar cuáles son las consecuencias de este carácter
socialización que están fundamentalmente estructurados bajo la lógica del consumo y el Capital al
punto de hacer de las propias identidades un producto que, en cierto sentido, se compra al sumergirse
en estilos de vida en los cuales “lo gay” o “lo lésbico” se vuelven marcas en un proceso de branding
identitario cuyos perpetuos referentes son series como Queer Eye, apps como Grindr, revistas como
The Advocate, etc. En cierto sentido, hay una ironía en la cual la posibilidad misma de la emergencia de
las identidades disidentes descansa en cierta configuración de un Capitalismo urbano que permite el
empoderamiento y la visibilización mientras simultáneamente gesta un sector demográfico que es, así
también, un mercado.
Al sostener esto no busco menospreciar la importancia que tuvo la historia del Movimiento de
Liberación Homosexual y sus orígenes rojos, al menos en México y otras parte de América y Europa.
Pero poco queda hoy de ese tenor contestatario en la identidad misma, en el ahora llamado Voto Rosa.
Y es, al arribar a este punto, donde confluyen todos los recorridos de este texto, todas las tensiones de
unas identidades y unas luchas desde siempre afectadas por la gramática de la Naturaleza incluso y,
Por un lado, hoy no sólo las identidades LGBT, sino también las Queer, están siendo presa de
diferenciado del mercado y no como un colectivo políticamente subversivo; las ata a procesos políticos
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que las subsumen bajo políticas netamente liberales y, con ello, las doméstica. Doméstica la naturaleza
desnaturalizante de lo Queer. Pero, también, las arroja a una dinámica en la cual lo otro de lo urbano
-lo rural y, por asociación, lo indígena- es siempre ajeno a lo Queer; ello se traduce en la
urbanos como esencialmente heteropatriarcales y, con ello, anatemas para la presencia de cuerpos,
Por otro lado, este hecho representa un reto para el ambientalismo, en general, y el
heteronormatividad pero con otro color; ello en parte por su propia subsunción ante la gramática de la
Naturaleza pero, además, por la constante amenaza de hipostasiar una mirada romántica sobre lo rural
que resulte profundamente excluyente para con la diversidad sexo-genérica y su génesis urbana.
En este punto, resulta necesario, tanto para la agenda rosa como para la agenda verde, el
aproximarse de tal suerte que se retroalimenten mutuamente. La agenda verde puede contribuir a
descentrar a la discusión sobre la diversidad sexo-genérica de los contextos urbanos; puede asimismo
ayudar a señalar la importancia de rebasar las esferas identitarias en las cuales nos encontramos
subsumidos. Por otro lado, la agenda Queer puede ayudar a desnaturalizar las ideas románticas
asociadas a esta gramática de la Naturaleza que hemos venido criticando; ayudar, con ello, a resistir
una tentación de romantizar y exotizar a ciertas subalternidades o a perpetuar la fantasía de que otras
incorporar seriamente una agenda Queer que desnaturalice a las concepciones de Naturaleza que
evitar que la heteronormatividad se transfigure en econormatividad y, con ello, que se pierda de vista la
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importancia histórica que ha jugado la ciudad, lo urbano y lo anónimo. Hacer, asimismo y en otro
tenor, habitable para la diversidad sexo-genérica esos espacios naturales y permitir, de la mano de esto,
un descentramiento de lo urbano en la política identitaria LGBT y Queer. Por otro lado, ello permitirá
recobrar parte del tono contestatario que ha ido perdiéndose en la conformación de las identidades
LGBT de corte liberal; resistir con ello la subsunción ante el mercado. Evitar, asimismo, cierto
chovinismo narcisista en el cual se cae cuando la lucha por la diversidad sexo-genérica se pliega sobre
Referencias:
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