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HÍGADO ANATOMÍA FUNCIONAL

Una función importante del hígado es hacer las veces de un filtro entre la sangre que
proviene del sistema digestivo y la sangre del resto del organismo. La sangre derivada
de los intestinos y de otras vísceras, llega al hígado a través de la vena porta. Esta
sangre se filtra en los sinusoides entre las láminas de células hepáticas y acaba por
drenar hacia las venas hepáticas, que desembocan en la vena cava inferior. Durante su
paso a través de las láminas hepáticas, se experimentan considerables modificaciones
clínicas. La bilis se forma en el otro lado de cada lámina. La bilis pasa al intestino a
través del conducto hepático. En cada lóbulo del hígado, las láminas de células
hepáticas suelen tener el espesor de una sola célula. Se producen brechas
considerables entre las células endoteliales, y el plasma se halla en íntimo contacto con
las células . La sangre de la arteria hepática también entra en los sinusoides. Las venas
centrales confluyen para formar las venas hepáticas, las cuales drenan hacia la vena
cava inferior. El tiempo de tránsito promedio para la sangre a través del lóbulo hepático
desde la vénula portal hasta la vena hepática central es de unos 8.4 s. Más adelante se
exponen detalles adicionales sobre las características de la microcirculación y la
macrocirculación del hígado, las cuales son decisivas para la función de este órgano.
Múltiples macrófagos (células de Kupffer) están fijos en el endotelio de los sinusoides y
se proyectan hacia la luz. Cada célula hepática también se encuentra en aposición con
varios canalículos biliares. Éstos drenan hacia los conductos biliares intralobulillares y
éstos se fusionan por medio de conductos biliares interlobulillares para formar los
conductos hepáticos derecho e izquierdo. Estos últimos se unen fuera del hígado para
formar el colédoco. El conducto cístico drena la vesícula biliar. El conducto hepático se
une con el cístico para formar el colédoco .Éste ingresa al duodeno al nivel de la papila
duodenal. Su orificio está rodeado por el esfínter de Oddi y suele unirse al conducto
pancreático principal inmediatamente antes de entrar en el duodeno. El esfínter suele
estar cerrado, pero cuando el contenido gástrico ingresa al duodeno, se libera
colecistocinina (CCK); tal hormona gastrointestinal relaja el esfínter y provoca la
contracción de la vesícula biliar. Las paredes de los conductos biliares extrahepáticos y
de la vesícula biliar contienen tejido fibroso y músculo liso; aquéllas están revestidas por
una capa de células cilíndricas con glándulas mucosas dispersas. En la vesícula biliar,
la superficie tiene considerables pliegues; esto aumenta su área de superficie y confiere
a la porción interior de la vesícula biliar un aspecto de panal de abejas. El conducto
cístico también tiene pliegues que forman las llamadas válvulas espirales. Se considera
que esta disposición aumenta la turbulencia de la bilis en su salida de la vesícula biliar
y, con ello, disminuye el riesgo de precipitación y formación de cálculos biliares.
CIRCULACIÓN HEPÁTICA
Se forman grandes brechas entre las células endoteliales de las paredes de los
sinusoides hepáticos y éstos son muy permeables. En la figura 29-1, se muestra cómo
las ramas intrahepáticas de la arteria hepática y la vena porta convergen en los
sinusoides y drenan hacia las venas lobulillares centrales del hígado. La unidad
funcional de este órgano es el ácino. Cada ácino se encuentra en el extremo de un tallo
vascular que contiene las ramas terminales de las venas porta, las arterias hepáticas y
las vías biliares. La sangre fluye del centro de esta unidad funcional hacia las ramas
terminales de las venas hepáticas en la periferia. Ésta es la causa de que la porción
central del ácino, a veces denominada zona 1, esté bien oxigenada, que la zona
intermedia (zona 2) se encuentre moderadamente bien oxigenada y que la zona
periférica (zona 3) sea la menos oxigenada y la más susceptible a la lesión anóxica. Las
venas hepáticas drenan hacia la vena cava inferior. Los ácinos se han equiparado con
las uvas o las bayas, cada una sobre un tallo vascular. El hígado humano contiene
alrededor de 100 000 ácinos. La presión de la vena porta normalmente es de unos 10
mmHg en el ser humano y la presión venosa hepática es de casi 5 mmHg. La presión
media en las ramas de la arteria hepática que convergen en los sinusoides es de 90
mmHg, aproximadamente, pero la presión en los sinusoides es más baja en
comparación con la presión venosa portal, de manera que ocurre un descenso notable
de la presión a lo largo de las arteriolas hepáticas. Este decremento de la presión se
ajusta de tal manera, que existe una relación inversa entre el flujo sanguíneo de las
arterias hepáticas y de las venas porta. Esta relación inversa puede preservarse en parte
por la velocidad a la cual se elimina la adenosina de la región que circunda a las
arteriolas. De acuerdo con esta hipótesis, la adenosina es producida por el metabolismo
a una tasa constante. Cuando se reduce el flujo portal, éste es depurado con más
lentitud, y la acumulación local de adenosina dilata las arteriolas terminales. Es más, en
el periodo entre las comidas, muchos de los sinusoides se hallan colapsados. Por otra
parte, luego de ingerir un alimento, cuando el flujo portal del hígado desde el intestino
aumenta de modo considerable, se incorporan estos sinusoides de “reserva”. Tal orden
significa que las presiones portales no aumentan en proporción lineal al flujo portal,
hasta que se han alistado todos los sinusoides. Esto puede ser importante para evitar la
pérdida de líquido por el hígado tan permeable en condiciones normales. De hecho, si
las presiones hepáticas están aumentadas en estados patológicos (como el
endurecimiento del hígado presente en la cirrosis), muchos litros de líquido pueden
acumularse en la cavidad peritoneal, como ocurre en la ascitis. Las raicillas de la vena
porta intrahepática tienen músculo liso en sus paredes, el cual es inervado por fibras
nerviosas noradrenérgicas vasoconstrictoras que llegan al hígado a través de la tercera
a undécimas raíces ventrales dorsales y los nervios esplácnicos. La inervación
vasoconstrictora de la arteria hepática se deriva del plexo simpático hepático. Ninguna
fibra vasodilatadora conocida llega al hígado. Cuando aumenta la presión venosa
sistémica, las raicillas de la vena porta experimentan dilatación pasiva y aumenta la
cantidad de sangre en el hígado. En la insuficiencia cardiaca congestiva, esta
congestión venosa hepática quizá sea extrema. A la inversa, si ocurre una descarga
noradrenérgica difusa en respuesta a un descenso de la presión arterial sistémica, las
raicillas portales intrahepáticas se constriñen, aumenta la presión portal y se intensifica
el flujo sanguíneo a través del hígado, desviándose de casi todo el órgano. La mayor
parte de la sangre del hígado entra en la circulación sistémica. La constricción de las
arteriolas hepáticas desvía la sangre del hígado, y la constricción de las arteriolas
mesentéricas reduce la afluencia portal. En el estado de choque grave, el flujo
sanguíneo hepático tal vez se encuentre disminuido al grado de generar una necrosis
hepática en placas.

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