Sei sulla pagina 1di 37

Determinación y diferenciación del sexo prenatal

Sexualidad a través del desarrollo

El primer paso en la construcción de la sexualidad se fundamenta en la vida prenatal,


precisamente en el proceso por medio del cual se determina y diferencia el sexo. Por lo tanto,
abordaremos una breve revisión del mismo, partiendo de entender por sexo “al conjunto de las
características biológicas que definen como hembras y machos al espectro de los seres humanos”
(Organización Panamericana de la Salud, Organización Mundial de la Salud, Asociación Mundial de
Sexología, 2000).

Niños y niñas deben tener el mismo valor dentro de cada una de las familias. Sin embargo, es
frecuente que el desconocimiento de los factores que entran en juego en la definición biológica
del sexo puede conducir a malos entendidos e inclusive a culpabilizar a uno de los miembros de la
pareja por el nacimiento de una criatura de uno u otro sexo, por infortunados condicionamientos
culturales que aún persisten.

Proceso de diferenciación y determinación del sexo prenatal

Este proceso incluye diversos niveles:

Sexo cromosómico

Su inicio es la fecundación, donde se unen el óvulo y el espermatozoide. En los humanos, los


óvulos y los espermatozoides, a diferencia de las otras células del cuerpo, contienen 22
cromosomas cada uno y un cromosoma sexual, que puede ser X o Y en el caso del espermatozoide
y sólo X en el del gameto femenino (el óvulo). De esta manera, al unirse un óvulo y un
espermatozoide existe la posibilidad de producir un individuo que tendrá 44 cromosomas
somáticos y para el caso de crearse la potencialidad de ser mujer dos cromosomas iguales X, o
bien dos cromosomas sexuales desiguales X e Y de ser generado un individuo que será
potencialmente un varón. Esta unión se realiza al azar y por lo tanto existen las mismas
posibilidades de que ocurra de uno u otro modo, lo que no está bajo el control de ninguno de los
miembros de una pareja. No obstante, este período sólo es el inicio del proceso, pues no es la
presencia de cromosomas, sino su contenido genético, lo que asegura la dirección de la
diferenciación sexual.

Sexo gonadal

Hacia la séptima semana de gestación los cromosomas sexuales estimularán a la gónada primitiva.
En el caso de los varones un gen, ubicado en el cromosoma Y, hará que la gónada se diferencie
como masculina y se convierta en testículo. En la mujer, la ausencia del cromosoma Y permitirá
que la gónada se diferencie naturalmente como femenina y se desarrolle el ovario. La tendencia
natural del embrión es la diferenciación femenina. Debe hacerse notar que antes de las ocho
semanas de gestación, en que se inicia este proceso de diferenciación, los embriones
genéticamente masculinos y femeninos son indistinguibles.
Sexo hormonal

En el varón el testículo del feto sintetiza y libera dos hormonas, la antimülleriana y la testosterona.
Esta última influye sobre algunas características en el sistema nervioso central que intervendrán
en la secreción hormonal, no cíclica para el varón. En el caso de la mujer no existe influencia
androgénica (provocada por la testosterona) de igual importancia y la producción hormonal será
cíclica.

Sexo genital interno

Para el varón la hormona antimülleriana inhibe el desarrollo de los conductos de Müller, y la


testosterona favorece el desarrollo de los conductos de Wolf que darán origen al epidídimo, el
conducto deferente, la vesícula seminal y el conducto de la eyaculación. Para la mujer, al no haber
un factor que inhiba los conductos de Müller, éstos se desarrollan y dan origen a las trompas de
Falopio, el útero y el tercio superior de la vagina, y al no existir un factor que desarrolle los
conductos de Wolf, éstos involucionan.

Sexo genital externo

Los genitales externos se derivan de órganos que inicialmente son similares para ambos sexos.
Para el varón, hacia la octava semana la testosterona es sintetizada y da origen al falo (pene). Las
prominencias genitales se fusionan y originan la uretra peneana y el escroto. Para la mujer, el
tubérculo genital origina el clítoris. Las prominencias genitales permanecen separadas y originan
labios mayores y menores. En la semana catorce el feto ya puede ser identificado por sus
estructuras internas. Hacia la semana 20, el proceso de diferenciación y determinación del sexo
prácticamente ha sido completado.

Nivel postnatal: asignación social

Al nacer se otorga al o la menor la categoría social de “niño” o niña”, principalmente por la


apariencia de sus genitales externos.

Perspectivas del desarrollo sexual

Distintas aproximaciones al desarrollo proporcionan orientaciones útiles para la comprensión del


ser humano. Sin embargo, es necesario recordar que aunque el desarrollo sexual avanza a través
de distintas etapas a manera de secuencias (de lo simple a lo complejo, de lo general a lo
específico), existen amplios rangos en el desarrollo normal con extensa variación individual.
Asimismo, la naturaleza, la crianza y la experiencia individual actúan de manera especial en cada
persona para influir en la construcción única de su sexualidad y su personalidad.

De esta manera, es difícil desentrañar la contribución específica de cada dimensión de la


sexualidad (biológica, psicológica, social, cultural, legal, antropológica, religiosa, espiritual) y su
forma de interactuar en cada momento de la vida del individuo. En algunas personas y para ciertos
eventos críticos de la vida la influencia de la herencia será mayor, mientras que en otros los
factores ambientales, su forma de aparición y desenvolvimiento, serán determinantes para la
construcción de la sexualidad. Por ello, la siguiente propuesta de desarrollo sexual, basada en
diversos autores, debe ser considerada como tal y no como una afirmación inflexible e invariable
de eventos.

La teoría sistémica de la sexualidad humana de Rubio (1994), resulta ser una propuesta
interesante relativa a la construcción de la sexualidad. A continuación se presenta un resumen de
la misma:

Construcción de la sexualidad conforme al modelo sistémico de la sexualidad humana.

a) Nacemos con la potencialidad, biológicamente determinada, para vivir experiencias


relacionadas con ser hombre o mujer, reproducirnos, vincularnos afectivamente a los otros y
sentir placer erótico.

b) Las experiencias vividas facilitan el que ese potencial biológico interactúe con el medio (la
familia, la escuela, la religión, la sociedad) y genere en cada individuo significados y afectos, de
simples a complejos, en todas las dimensiones de la sexualidad (biopsicosociales).

c) Estos significados y afectos van construyendo los elementos de la sexualidad: el género, los
vínculos, el erotismo y la reproductividad.

d) Cada uno de estos elementos es complejo y tiene una expresión específica y a la vez, al
relacionarse entre sí, funcionan como un sistema.

e) Después de la adolescencia, los significados y los afectos de los elementos de la sexualidad se


integran mentalmente, construyendo un significado más completo sobre la sexualidad, la cual
tiene un nivel personal y otro grupal. El proceso de vivir experiencias que modifican los
significados continúa el resto de la vida, aunque con menos influencia que en la infancia y la
adolescencia.

El inicio de la sexualidad

Las bases para el complejo proceso de la formación de la identidad sexual de un individuo no se


inician con el nacimiento, sino que comienzan con la vida prenatal. En el crítico momento del
nacimiento, aquellos que participan o concurren al evento, como pueden ser los familiares, los
médicos, las enfermeras y en los casos más tradicionales las parteras y otros asistentes, asignarán
al recién nacido la categoría de “hombre” o “mujer” de acuerdo con la presencia y/o apariencia de
los genitales externos. Este evento define lo que comúnmente se denomina como asignación de
sexo y que mejor podría ser llamado asignación genérica, y confiere una enorme responsabilidad a
los profesionales de la salud por la trascendencia que tiene para la vida futura del nuevo individuo.

Partiremos entonces de este importante evento de la asignación de sexo para proporcionar un


panorama general de la sexualidad en cada etapa de desarrollo.
Desarrollo de la sexualidad en la infancia y la niñez

El reconocimiento de la sexualidad infantil es un logro reciente en nuestra cultura y “se lo


considera uno de los más grandes descubrimientos de la ciencia psicológica” (Dallarac, 1998).

El género en la infancia y la niñez

John Money y Anke Erhardt (1972) han contribuido notablemente al estudio del desarrollo de la
identidad y los papeles de género. En su clásico esquema se observa que a partir de la
diferenciación genital y por ende del sexo de asignación, se abren dos vertientes: por una parte la
interacción social (denominada “conducta de los otros”) y por la otra, la configuración mental
interna (imagen corporal). Estos dos elementos actúan sinérgicamente para crear la base de la
identidad de género.

Después del nacimiento los estímulos del medio empiezan a influir notoriamente en la
construcción del género. En un estudio realizado por Richard Green, en el que se visten a varios
recién nacidos con telas rosas y azules (típicamente femenino y masculino respectivamente en
nuestra cultura) sin decir a los adultos de qué sexo son, los adultos hablan con mayor dulzura e
incluso perciben como más “bonitas” a los bebés que creen niñas, a diferencia de aquellos que
creen niños.

Otros ejemplos son la utilización de pronombres diferentes, declinaciones específicas o bien


formas idiomáticas para referirse a y acerca de el o la recién llegado/a. Estos son de mayor
trascendencia en vista de que contribuirán a la formación del binomio lenguaje-pensamiento.
También se le dará a la niña o al niño un nombre, ya que lo que no tiene nombre no existe. Y es
práctica casi universal el que se empleen nombres específicos para hombres y
mujeres.(Corona,1994).

En etapas muy tempranas del desarrollo los y las menores no distinguen su independencia de la de
otras personas, no existen límites claros entre el “yo” y el “no yo”. Alrededor de los 4 meses de
edad se presenta la “angustia de separación”, que nos habla de que los menores están dando
pasos en el transcurso de la diferenciación. El desarrollo psicomotriz, las fuentes de estimulación
sensorial externa y en especial el contacto afectivo con la madre, el padre y los eventuales
cuidadores ayudan al menor a concebirse como una persona con vida independiente.
Posteriormente, se comparará o identificará con otras personas por elementos muy básicos. Es
esta la etapa en que los menores identifican a “papás” “mamás” o “niños” de acuerdo a
generalizaciones.

Hacia los dieciocho meses suele conformarse según Money (1972) el “núcleo de la identidad de
género”, basado en aspectos superficiales y convencionales como la ropa. Es decir, los menores
pueden expresar ser “niño” o niña”. Cerca de los dos años, según Freud se desarrollan los inicios
de la masculinidad y feminidad representados en pasividad y actividad. Hacia los cuatro años de
edad se logra un concepto de permanencia de género, esto significa que difícilmente después de
los cuatro años un menor se confundirá sobre si es niño o niña.

No siempre el o la menor convive con ambos progenitores ya que existen muchos tipos de
familias, sin embargo, en cada una de ellas o en el medio circundante suele haber modelos
masculinos y femeninos que los niños y las niñas pueden observar e imitar. De manera que las
expresiones de esta pertenencia serán más claras, los menores buscarán hacer actividades, utilizar
juguetes y formas de expresarse de acuerdo a lo esperado por la sociedad, principalmente por la
influencia de los padres. A esta forma de expresión del género se la denomina “rol o papel de
género”. Pero el proceso no está totalmente terminado cuando el niño y la niña se han
identificado con un rol de género. Existen otros elementos de gran importancia que están
relacionados con la valoración que la cultura otorga a los roles, y que influyen en una preferencia
de rol sexual, es decir, la percepción de cuál rol es el más valorado por la cultura.

La percepción del niño y la niña referente a cuál es el papel -generalmente el masculino- más
valorado por la cultura, se aprende. Se adquiere más tempranamente entre más rígida es la
cultura en tipificar lo que es femenino y lo que es masculino. Esto es ejemplificado por la
preferencia por juguetes y juegos. Hacia la edad de tres años niños y niñas ya tienen una marcada
inclinación por ciertos juguetes y actividades tipificadas, pero posteriormente ocurre un cambio
interesante: los varones siguen mostrando preferencia por su rol y sus actividades, en cambio las
mujeres muestran una mayor variedad en sus preferencias de juguetes y actividades. En estudios
realizados en diversas culturas. (Goldman y Goldman, 1982) en niños y niñas, ante la pregunta ¿si
pudieras haber elegido, qué te gustaría ser: hombre o mujer? la mayoría eligió como era de
suponerse, su propio sexo; sin embargo, un porcentaje de mujeres, para cada rango de edad,
eligió el otro sexo, cosa que prácticamente no ocurrió entre los varones. Esto es una manifestación
de la mayor valoración que se otorga al rol masculino en casi todas las culturas.

Otro elemento importante en la construcción del género es la adopción cada vez más definida de
uno de los roles de género, proceso en el cual la “identificación” juega un papel importante. Los
menores aprenderán y desearán “ser como” sus modelos de identificación. Éstos suelen ser
personas significativas tanto por ser amadas, respetadas, temidas, admiradas u odiadas. En este
sentido, además de los padres tanto las amistades como los medios de comunicación, los grupos
religiosos y otras influencias pueden ser los modelos a seguir. En esta etapa se adoptan papeles
que corresponden al modelo de identificación (padre, madre, tíos, educadoras). Por este
mecanismo de identificación y diferenciación de los otros es común ver a menores intentando
orinar como lo hace el sexo diferente al suyo, corroborando con preguntas si puede o no utilizar
cierta vestimenta o eligiendo personajes de televisión y decir por ejemplo “yo soy ella”.

El proceso de adopción del rol sexual o de género durará desde las etapas preescolares hasta la
pubertad para cambiar de forma y modelos a seguir. El núcleo de la identidad de género, la
pertenencia de género, los roles de género, la identificación y la adopción de un rol de género son
aprendizajes que se integran paulatinamente para construir significados del ser niña o niño; este
significado se integrará también al cuerpo que se posee.
Puede ocurrir que un menor presente anormalidades, infecciones o diversos conflictos
relacionados con el área genital que no sean explorados hasta la adolescencia o edad adulta.

La imagen corporal es resultado de todos estos elementos depositados en un cuerpo. La


autoimagen (una representación mental del cuerpo y de la imagen externa) se construye en sus
inicios por los tocamientos y estímulos sensoriales, las oportunidades que tiene el o la menor de
explorar y observar su cuerpo, el de los muñecos, el de otros menores e incluso de adultos,
distinguiendo las diferencias y similitudes. En nuestra cultura el aprendizaje sobre el cuerpo suele
excluir a los genitales, siendo una parte negada del cuerpo. Es posible que al profesional de la
salud le resulte difícil incluir preguntas sobre los genitales en la exploración general de los
consultantes o en la educación a los mismos. No obstante, es importante indagar al respecto.

El rechazo, el evitar hablar o la negación de los genitales en los niños tiene como consecuencia que
el niño o la niña crezca con una imagen incompleta (Freud), No se puede cuidar, amar y respetar
algo que no se conoce o que se niega, pues no existe. Si bien es común que los menores expresen
ocasionalmente querer ser del sexo diferente al suyo, por percibir diferencias de trato hacia sus
amigos y hermanos, o que ocasionalmente cualquier menor utilice y juegue con prendas del sexo
diferente al suyo, no es frecuente que un menor exprese constantemente el deseo de ser del otro
sexo, insista en quitarse partes de su cuerpo para parecer del otro sexo o esperar a que sucedan
cambios que sólo ocurren en el sexo diferente al suyo. En estos casos, es recomendable evaluar
con un especialista al menor.

El erotismo en la infancia y la niñez

“El niño aparece capacitado para la vida erótica (…) Aun en la más temprana infancia, el estímulo
de distintos lugares de la epidermis (zonas erógenas), la acción de ciertos instintos biológicos y la
excitación concomitante a muchos estados afectivos engendran cierta magnitud de placer,
innegablemente sexual (…) esto es conocido con el nombre de autoerotismo” (Freud).

La respuesta sexual humana (el deseo, la excitación, el orgasmo) “se refiere a una serie de
procesos fisiológicos que tienen como objetivo principal responder a ciertos estímulos con la
potencialidad de desencadenar un orgasmo” (Rubio y Revuelta, 1994). Los estímulos que pueden
desencadenar una respuesta erótica pueden ser reflexogénicos: principalmente por la
estimulación táctil en la zona genital y alrededores, o psicogénicos: los percibidos por los órganos
de los sentidos.

El desarrollo del erotismo en los menores no es la excepción a esta comprensión de la respuesta


sexual. Los bebés aprenden a diferenciar sensaciones por medio de los estímulos recibidos, lo que
a la vez los hace sentirse queridos y dignos de ser tocados. Al mismo tiempo, el tocar el cuerpo
ayuda a construir una imagen positiva del mismo. Cuanto más avanzan los menores en su
desarrollo psicomotriz, pueden también estimular por sus propios medios zonas del cuerpo que
aprenden a identificar como placenteras. Se ha encontrado en diversos estudios cómo los bebés
que viven en familias más saludables suelen tocar más su cuerpo que aquellos abandonados o en
orfanatos (Spitz, 1969 – Ed. 2001).

Antes de los siete años, es común observar menores tocando sus genitales en lugares públicos, en
su casa o en la escuela. Cerca de un cuarto de otros menores tocan sus genitales abiertamente
(Méndez, 1994). Pueden querer tocar el cuerpo de otros niños, animales y adultos y cerca de la
mitad tienen juegos sexuales con fines placenteros y de descubrimiento con otros menores,
también consiguen disfrutar al exhibir su cuerpo y observar el de los otros, y al querer besar a sus
compañeros y compañeras indistintamente. Después de los siete años la conducta autoerótica
(masturbación) suele ser privada y aumentar en frecuencia. Algunas investigaciones reportan que
cerca de tres cuartos de menores de 15 años han tocado sus genitales (Haffner, 1999).

El autoerotismo suele considerarse un aspecto positivo del desarrollo erótico, que ayuda a
consolidar la imagen corporal, aumenta la comprensión sobre las sensaciones del cuerpo y
acrecienta el sentirse querido y apreciado con un determinado cuerpo. Sin embargo, en nuestra
cultura es una manifestación de la sexualidad poco tolerada, y suele asociarse a ideas de maldad,
suciedad y pecado, que repercuten nocivamente en el desarrollo erótico. También encontramos
frecuentemente conductas opuestas, como permitir a los menores tocarse en casa sin ningún
límite al respecto. En forma ideal, es recomendable expresar al menor que puede conocer su
cuerpo y tocarlo para sentirlo agradable, pero que este es un acto privado e íntimo que hacemos
solos, en un lugar seguro fuera de las miradas de los demás, como una habitación privada cuando
ésta existe.

No todas las formas de tocamiento de genitales son signos de una sexualidad saludable. Cuando
los menores tocan su cuerpo inmediatamente después de vivenciar ciertos conflictos (regaños,
riñas familiares, alejamiento de personas queridas), cuando se observa imposibilidad de dejar de
tocarse a pesar de haberle sugerido que lo haga en su cuarto o en un espacio privado, se percibe
angustia y miedo. O cuando no puede dejar de intentar tocar a otras personas, puede ser que
estemos hablando de una necesidad de eliminar la ansiedad causada por sus conflictos internos,
sexuales o no, por lo que es recomendable consultar a un profesional.

En muchas sociedades es común que los menores duerman en el cuarto o en la cama de los
padres. Aún en países desarrollados se calcula que alrededor que el 75% de los menores de cinco
años duermen con sus padres (Haffner, 1999). En este sentido es conveniente sugerir, cuando es
posible, límites más adecuados para la privacidad en los hogares. Los padres tienen lógicamente
una vida erótica frente a los menores y a pesar de creer que éstos siempre duermen, no es así. Los
menores se despiertan y se dan cuenta de la vivencia erótica de la pareja, lo cual, en general, no es
recomendable para su desarrollo sexual.

De igual forma, de los cinco a los siete años es una edad adecuada para que los menores se hagan
responsables de la limpieza de su cuerpo, se bañen solos y aprendan sobre las responsabilidades e
higiene de su propio cuerpo. Esto puede hacerse en el contexto de instalaciones sanitarias
modernas y aún en ambientes rurales donde el aseo se efectúa en ríos y arroyos. En reiteradas
ocasiones se ha encontrado a menores de hasta 11 años que siguen bañándose con alguno de sus
progenitores, en situaciones donde no existen límites adecuados o hay inadecuada interpretación
sobre lo natural y saludable que son las expresiones de la sexualidad. Es decir, al evitar asociar a la
sexualidad la culpa y el miedo en los menores, se amplían los límites de la intimidad o privacidad al
grado que ésta última desaparece Tampoco son expresiones saludables los “juegos sexuales” en
los que existe una notable (más de cuatro años) diferencia de edad entre los involucrados o
cuando, independientemente de la edad, existen elementos de coerción o engaño en el juego que
fuerce a uno de los integrantes a participar. Hacia el final de la niñez la mayoría de los niños han
besado, mediante juegos o en sus primeras experiencias de descubrimiento y amor; muchos de
ellos han tenido experiencias de caricias y tienen claridad sobre qué sexo les atrae más (Méndez,
1994).

Por último, es habitual encontrar menores que identifican con claridad su orientación sexual
alrededor de los siete años o en los años subsecuentes. Debra Haffner (1999) define a la
orientación sexual como “la atracción erótica, afectiva y romántica hacia una persona del mismo
sexo (homosexual), hacia el sexo diferente al propio (heterosexual) o hacia ambos sexos
(bisexual)”. Otra definición útil es: “La orientación sexual es la organización específica del erotismo
y/o el vínculo emocional de un individuo en relación al género de la pareja involucrada en la
actividad sexual. La orientación sexual puede manifestarse en forma de comportamientos,
pensamientos, fantasías o deseos sexuales, o en una combinación de estos elementos”(OPS, et al.,
2000).

Los vínculos afectivos en la infancia y la niñez

Los estímulos y el afecto recibido por el bebé serán pauta de construcción de su capacidad
vinculativa. Aprenden que son queridos, que existen como individuos y que son seres a quienes se
desea acercar y amar. Cuando los adultos tienen serias restricciones en este sentido, el menor
puede entender un mensaje parecido a “¿qué hice mal, por qué no me quiere?” De modo que la
educación de respeto al cuerpo no puede excluir las muestras de afecto y ternura que tanto
nutren la autoestima de los y las menores.

El mundo de los niños más pequeños gira alrededor de lograr el amor y la aprobación de sus seres
más queridos, por el que son capaces de hacer cualquier cosa. Este es un poder inevitable que los
adultos tienen sobre ellos y es su responsabilidad enseñar, desde las primeras etapas, las maneras
de vinculación saludables, equitativas y respetuosas. De hecho son muchos los teóricos del amor
que consideran que los patrones de vinculación se desarrollan a partir de estas primeras
relaciones, saludables o destructivas. En los primeros años los menores manifiestan deseos de
casarse con su progenitor, de cualquier sexo, y pueden desear ser novios de parientes y amigos. El
amor por las personas puede generar en los adultos confusión al interpretar sólo eróticamente
estas expresiones, que no hablan sino de la conformación de la capacidad de amar.
Paulatinamente, los menores aprenderán a diferenciar las expresiones de amor hacia las diversas
relaciones.

Los niños y las niñas pueden tener su primer amigo verdadero alrededor de los cinco años
(Papalia, 1992), y presentar síntomas como los que vivimos los adultos en el enamoramiento,
pueden querer llevar flores, atender y cuidar a su “novio” o “novia”, y vivir realmente un duelo
doloroso cuando se pierden vínculos significativos, desde mascotas hasta familiares. Una de las
manifestaciones de la capacidad para relacionarse se refleja en el tipo de juego de los menores.
Ésta atraviesa desde etapas en donde cada menor juega en forma solitaria seguido por la
observación pasiva de otros menores, sin considerar la presencia de ellos, posteriormente el juego
independiente que considera la presencia momentánea de los otros, el juego de actividades
paralelas en donde varios menores pueden jugar a una misma actividad a pesar de no tener
contacto entre ellos todo el tiempo, el juego asociativo que integra comunicación y actividades
claras sobre un mismo tema o proyecto concreto, hasta el juego cooperativo y organizado en
forma complementaria, en donde cada menor puede hacer actividades diferentes y organizarse
por una meta común. En este tipo de juego el menor respeta y crea reglas para la convivencia,
existe un líder o varios y se forma un grupo (Papalia, 1992).

Todos los tipos de familias pueden, si son saludables, ofrecer la oportunidad de crear un ambiente
afectuoso que facilite el desarrollo de vínculos emocionales en los niños. La separación y el
divorcio de los padres puede ser una pérdida afectiva de inmensa dimensión en la infancia. Sin
embargo, es preferible una situación de separación que una convivencia carente de afecto y
respeto. En el mejor de los casos, Macías (1994) sugiere que:

Los padres lleven un proceso saludable de separación.

Expresen a los menores que ellos no son culpables de la separación independientemente de su


comportamiento.

Dejen en claro a los hijos que ellos no pueden hacer nada por reunir a la pareja.

Expliquen que ambos padres aún los aman.

Permitan a los hijos expresar sus sentimientos respecto a la separación o el divorcio.

Generen el menor número de cambios posibles en sus rutinas de vida.

Expliquen objetiva y claramente las razones del divorcio.

La reproductividad en la infancia y la niñez

Una pregunta inevitable de la infancia es precisamente aquella relacionada con cómo venimos al
mundo. De acuerdo a Méndez (1994), esta pregunta tiene diferentes sentidos en cada edad. Por
ejemplo, antes de los seis años generalmente cuando un menor pregunta cómo nació, no se está
refiriendo a inquietudes sobre las relaciones sexuales. Lo que sí puede ocurrir después.
Generalmente se presenta una secuencia en la curiosidad infantil relativa a la reproducción,
primero se cuestionan dónde estaban antes de nacer, posteriormente cómo salieron del cuerpo
de la madre y no es sino hasta los siete u ocho años en que se cuestionan el papel del padre. En
esta edad es posible que al recibir explicaciones sobre erotismo adulto, se sorprendan de saber
que sus padres tuvieron relaciones sexuales para tenerlos a ellos. Puede incluso no ser una grata
sorpresa comprender que los padres tienen ese nivel de interacción. Recordemos que no podemos
generalizar en el desarrollo. Por lo que es posible que algunos niños muestren antes o después de
los siete años mayor curiosidad específica sobre la vida sexual a esta edad, y deseen explicaciones
más complejas.

Alrededor de los siete años, el niño puede aceptar explicaciones semejantes a la de la célula del
padre y la madre, aunque no le preocupa cómo ésta llegó al vientre materno. Después de los ocho
años casi todos los niños comprenden con claridad explicaciones más complejas.

El profesional de la salud debe orientar a los padres y las madres para que respondan en forma
concisa, veraz y precisa las explicaciones que el niño requiere. Es importante señalar que, dentro
del ámbito escolar, los libros de texto de Ciencias Naturales elaborados por la Secretaría de
Educación Pública contienen información clara y precisa referente a la reproducción y pueden ser
utilizados no sólo por los docentes sino también por las familias. También son recomendables “Los
libros de Mamá y Papá” publicados por la misma Secretaría.

Las potencialidades de paternaje y maternaje también se hacen patentes en la capacidad de los


menores de cuidar, ayudar, proteger, llamar la atención a otros, especialmente mascotas, juguetes
y niños más pequeños que ellos. En estos juegos suelen repetirse con claridad patrones de cómo
perciben a sus padres.

Muy pronto aparecerá la primera menstruación y la primera eyaculación que capacitan para la
reproducción. Estos son temas de interés, curiosidad y preocupación por lo que es necesario
preparar a los menores oportuna y adecuadamente.

La adolescencia

“Físicamente, la adolescencia se inicia con la pubertad, alrededor de los 12 o 13 años, y termina a


los 19 o 20 años en la edad adulta. Intelectualmente, la adolescencia es el período en el que los
individuos son capaces de formular hipótesis o proposiciones, pueden probarlas y hacer
evaluaciones racionales sobre las mismas. El pensamiento formal de los adolescentes y adultos
tiende a ser deductivo, racional y sistémico. Emocionalmente, es la etapa en la que el individuo
aprende a controlar y dirigir sus impulsos sexuales, a establecer su propio rol sexual y crear
relaciones maduras. La segunda década incluye la independencia emocional de sus padres y el
establecimiento de una jerarquía de valores clara. La separación física de los padres y la
independencia económica marcan la transición a la edad adulta” (Enciclopedia Británica, 2000).

La adolescencia se considera una etapa evolutiva específica del crecimiento y el desarrollo del ser
humano con valor en sí misma. Con frecuencia se destacan sus aspectos conflictivos más comunes;
sin embargo, muchas de sus manifestaciones son signos positivos de desarrollo. La Organización
Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud han convenido en que el período
de la adolescencia se define como el lapso de la vida comprendido entre los 10 y los 19 años, y la
juventud como el intervalo entre los 15 y 24, y se utiliza el término personas jóvenes para incluir a
ambos grupos (OMS, 1995). Muchos autores reconocen dos fases: la adolescencia temprana,
período entre los 10 y 14 años, y la adolescencia tardía, de los 15 a los 19. La transición hacia la
vida adulta deberá estar marcada por la consolidación de la identidad, la capacidad de autonomía
e independencia y la posibilidad de establecer relaciones de intimidad.

Estos logros del avance se ven modulados por el ámbito social en que se desarrolla la persona. En
algunos grupos y regiones se ven acortados hasta desaparecer prácticamente cuando los niños y
las niñas pasan de esa condición a la de integrantes de la sociedad con todas las obligaciones,
aunque no siempre con los mismos derechos.

No es posible catalogar a los jóvenes como un grupo homogéneo, de hecho son un grupo muy
heterogéneo. Sus experiencias varían ampliamente de acuerdo con su contexto cultural, el género
y su estatus sociocultural, pero existen similitudes entre los distintos tipos de adolescentes.
Durante un período mayor o menor de tiempo el o la adolescente experimentará
transformaciones radicales que lo llevarán a reestructurar su imagen corporal, su concepto de sí
mismo y que le permitirán o no conformar una nueva identidad y avanzar en la tarea de desarrollo
de convertirse en un ente autónomo con capacidad de intimidad.

Una gran proporción de la población mexicana atraviesa esta fase. Para el profesional de la salud
es muy importante entenderlos y prepararlos oportunamente para poder confrontar esta etapa de
la mejor manera posible.

La pubertad

Adolescencia y pubertad no son sinónimos. En tanto que la pubertad es un evento biológico, la


adolescencia es básicamente un fenómeno psicosocial. La pubertad se manifiesta como resultado
de una serie de mensajes provenientes del hipotálamo, dirigidos hacia la hipófisis “directora y
coordinadora” de todas las glándulas de secreción interna, a través de las hormonas. Podríamos
decir que el hipotálamo es el reloj interno de cada individuo que “activa” toda una serie de
funciones que se encontraban inhibidas.

La hipófisis responde a las órdenes de hipotálamo liberando hormonas, conocidas como la


hormona folículo estimulante (HFE) y la hormona luteinizante (HL), que estimulan a las gónadas:
los ovarios si es mujer o los testículos si es hombre. Las gónadas, a su vez, secretan hormonas
sexuales, estrógenos y progesterona en la mujer y testosterona en el hombre. Existe una
periodicidad o ciclo en la producción hormonal de ambos sexos, diferente para cada uno: el ciclo
masculino sufre variaciones de alrededor de 24 horas y el femenino aproximadamente cada 28
días.

Los cambios hormonales son los responsables de la pubertad. Ésta tiene una secuencia específica y
se inicia en las mujeres con la primera menstruación, aproximadamente entre los 9 y los 15 años.
Para los hombres este fenómeno aparece aproximadamente entre los 11 y los 17 años, con la
primera eyaculación. La secuencia de cambios biológicos que ocurren en el organismo del y la
adolescente temprano son:
Brote estatural y ponderal. Un repentino y brusco crecimiento y aumento de peso corporal.

Crecimiento de genitales internos y externos. La producción hormonal de los ovarios y los


testículos, que empiezan a ser funcionales, hace madurar a los genitales externos.

Aparición de caracteres sexuales secundarios. Los cambios físicos como distribución de la grasa
corporal, cambio de voz, aparición de vello corporal, axilar y púbico, que son causados por las
hormonas sexuales producidas en las gónadas.

Aparición de la menstruación en la mujer (menarquia) y la capacidad eyaculatoria en el varón


(eyarquia o espermarquia).

Todavía se necesitarán alrededor de dos años más, después de iniciada la pubertad, para que el
eje hormonal se estabilice. El crecimiento corporal y ponderal continuará en algunos casos hasta
los 21 años.

Las y los púberes experimentan preocupación por su desarrollo corporal, su nueva apariencia, la
vestimenta a usar y el aspecto de su cara. Se comparan entre sí con profundos sentimientos de
frustración y malestar en aquellos en los que el proceso es más lento o demasiado rápido en
contraste con sus iguales. En este rubro, es importante asegurarles que tarde o temprano su
desarrollo será completo y que en general, están sanos. Es frecuente observarlos pasar largas
horas ante el espejo contemplando su propia imagen como si ésta les fuera desconocida, pues el
crecimiento ha sido tan repentino que no han podido reconocer sus nuevas dimensiones. Si bien el
desarrollo puberal puede presentarse en un rango amplio de edades, la presencia de cuando
menos algunos cambios indican que el mecanismo se ha iniciado. Existen casos, en los que a pesar
de la edad los niños no dan indicación de este desarrollo. En esos casos es conveniente
canalizarlos a un especialista para descartar problemas genéticos u hormonales.

Desarrollo de la sexualidad en la adolescencia temprana

El género en la adolescencia temprana

Como se mencionó en la construcción del género infantil, la autoimagen es un factor importante


en este proceso. Los cambios corporales se reflejan en la autoimagen adolescente y sus
consecuencias familiares y sociales intervienen en la construcción adolescente del género.

Para esa construcción es elemental resaltar la influencia que los estereotipos de género tienen en
las distintas dimensiones de la sexualidad adolescente. En numerosos sectores de nuestro país aún
persiste una expectativa social de virginidad y castidad en la mujer antes del matrimonio. La
“Encuesta Nacional de Juventud 2000″ realizada en México por el Instituto Mexicano de la
Juventud y otras organizaciones (IMJ, 2001) mostró que la razón esgrimida por la que el 40% de las
mujeres que todavía no habían tenido relaciones sexuales era “mantenerse virgen hasta el
matrimonio”. Esta razón abarcó sólo al 5.8% de los hombres en las mismas circunstancias. Estas
expectativas sociales obstaculizan una educación sexual integral al limitar la información referente
al uso de anticonceptivos y genera conductas de riesgo respecto al VIH/SIDA, especialmente al
incrementar la práctica del coito anal no protegido.

Por otro lado, el prototipo de mujer pasiva ideal hace a las adolescentes más susceptibles de
agresión sexual al no contar con una educación que les brinde herramientas para decidir y
establecer límites adecuados en los encuentros sexuales con sus parejas. Como resultado,
alrededor del 50% de las adolescentes ejercen su primera relación sexual con algún tipo de
coerción (Family Health International, 1997). A un lado de esta adolescente en riesgo, se
encuentra un varón también adolescente, incitado y presionado por el estereotipo masculino a
tener varias parejas sexuales e iniciar su vida sexual a temprana edad.

Los mismos estereotipos de género hacen que los padres, los maestros y en general los adultos
traten de manera muy diferente a hombres y mujeres adolescentes. A menudo se considera que
las jóvenes deben ser “más cuidadas” que los varones por los “mayores riesgos” que enfrentan. En
numerosos casos ellas ven así más coartada su libertad. En la búsqueda de modelos de
identificación, los medios de comunicación también tienen un papel importante en la construcción
del género adolescente. Todos hemos sido testigos de las dietas severas y el control insano de
peso y talla corporal de algunas adolescentes que intentan parecerse a los “modelos de belleza”
promovidos en la actualidad. En resumen, los cambios corporales, la autoimagen, la interacción
social y los valores culturales influyen en la construcción de la identidad de género de los y las
adolescentes tempranos.

El erotismo en la adolescencia temprana

La práctica sexual más frecuente en la temprana adolescencia es el autoerotismo (la


masturbación). Alrededor de tres cuartos de hombres y cerca de la mitad de las mujeres de este
grupo de edad estimulan su cuerpo para sentir placer (Haffner, 1999). No obstante, tanto los
padres como los mismos adolescentes se preocupan sobre cuáles son los efectos del
autoerotismo. Es importante que los profesionales de la salud aclaren estos interrogantes. No sólo
no se ha demostrado que el autoerotismo sea perjudicial en el ámbito físico o psicológico, sino
que ayuda (Sanz, 1990) a integrar una autoimagen adecuada, a apreciar y valorar su cuerpo y
conocer sus sensaciones, aparte de ser una medida preparatoria para el encuentro con otro.

De la misma manera, se hacen preguntas referentes a la frecuencia “adecuada”. Los límites para
considerar el autoerotismo excesivo se definen cuando éste interfiere o impide la realización de
actividades cotidianas, como ir a la escuela, a una reunión o inclusive dormir.

Así como la actividad autoerótica es preparatoria para el erotismo en pareja, los y las adolescentes
tempranos imaginan a las personas por las que sienten atracción, practican darles besos, abrazos,
caricias o tener relaciones sexuales con éstas, incluyéndolas en sus fantasías, y que tienen la
función de estructurar un ideal erótico. Es usual encontrar juegos eróticos en esta edad, tanto
entre adolescentes de sexo diferente como del mismo sexo, sin que ello necesariamente signifique
una expresión homosexual. Entre hombres son comunes los juegos y las competencias
relacionadas con el tamaño del pene y la eyaculación, a veces acompañados de caricias.

Para esta edad, hombres y mujeres tienen claridad sobre quién les atrae sexualmente y con quién
quisieran vincularse. Sin embargo, es posible que menores homosexuales influenciados por la
presión social no expresen su orientación e incluso tengan novios o novias del sexo diferente al
suyo para ser aceptados y evitar conflictos producto de la ignorancia y el rechazo social. Al
respecto, Ortiz y Rubio (2000) encontraron que cerca de la mitad de los adolescentes tempranos
consideran que la orientación homosexual es una manifestación de problemas psicológicos y que
se requiere de ayuda terapéutica para ser eliminado. Ideas erróneas como éstas requieren de
atención inmediata por parte de los profesionales de la salud.

La mayoría de los adolescentes tempranos han besado a otra persona y alrededor de un tercio han
tenido experiencias de caricias. La encuesta “Gente Joven” realizada por Mexfam y otras
organizaciones muestra cómo alrededor del tres por ciento de ellos han tenido relaciones sexuales
(Mexfam, Population Council, Insad, 1999), y el porcentaje aumenta considerablemente en cuanto
avanza la edad.

Un tema deplorable en la adolescencia es el abuso sexual. Este grupo de edad es altamente


vulnerable a la agresión sexual. No obstante, falsas ideas como que el abuso sexual sólo ocurre en
niñas, o información distorsionada en los y las adolescentes como pensar que el abuso sexual
solamente ocurre cuando se da una violación, o sólo le sucede a cierto tipo de mujeres, no hacen
sino incrementar la vulnerabilidad a la agresión sexual. Por otro lado, niños y niñas que han sido
agredidos sexualmente en la infancia muestran importantes repercusiones en la adolescencia,
entre ellas mayor frecuencia de múltiples parejas sexuales, mayor incidencia de infecciones de
transmisión sexual por prácticas sexuales desprotegidas, mayor ocurrencia de relaciones sexuales
tempranas y re-victimización, además de deterioro en la salud mental (Stevens, 1999).

Por último, es frecuente que los y las adolescentes tempranos expresen su curiosidad sexual
observando películas y revistas. En este sentido es aconsejable aclararles que la vida erótica suele
ser más afectuosa, menos intensa y diversificada que lo que puede observarse en estos productos,
además de propiciar información adecuada para la edad en materiales serios, que ofrezcan al
menor un equilibrio en la construcción de su ideal erótico.

Otras influencias importantes sobre el erotismo de hombres y mujeres adolescentes son los
estereotipos que por la edad son depositados en los mismos en nuestras culturas. La idea popular
de que los y las adolescentes son buscadores de situaciones sexuales riesgosas que viven sólo en el
presente, aunada al error de algunos adultos que consideran que los y las adolescentes son
naturalmente promiscuos y por lo tanto si se les brinda información sobre sexualidad serán
sexualmente más activos, más que ayudar a fortalecer la capacidad de tomar decisiones y ejercer
una sexualidad saludable, de acuerdo a lo que se quiere ser siendo hombre o mujer, provoca que
se eviten temas educativos sobre la sexualidad protegida y sin riesgos (Rivers y Aggleton, 1998).
Los vínculos afectivos en la adolescencia temprana

Los vínculos afectivos con la familia siguen siendo importantes, ahora como modelo de contraste,
en donde se evaluarán y criticarán tan abiertamente como sea posible las formas de convivencia,
las diferencias de trato, los valores y las reglas familiares. En el intento para ser una persona
independiente, autónoma y con identidad propia, muchos adolescentes critican mordazmente a
sus padres, se oponen a su autoridad y este proceso modifica notablemente la comunicación e
interacción con los padres, marcada por una gran ambivalencia (sentimientos opuestos),
expresiones impulsivas intensas y agresivas, y cambios constantes del estado de ánimo que
desconciertan. Algunos padres se sienten amenazados ante sus hijos porque no han resuelto sus
propios conflictos juveniles. Así, la adolescencia de sus hijos resucita recuerdos y conflictos de su
pasado. Otra razón de peso en el malestar paterno estriba en que nuestra sociedad hace culto a la
“juventud”, admitir que los hijos crecen implica necesariamente aceptar que ellos envejecen El
diálogo con los adolescentes en esta etapa debe manejarse cuidadosamente: en vez de ordenar,
sugerir; en vez de sermonear, preguntar. Alguien dijo que el mejor diálogo con un adolescente es
escucharlo. Asimismo, deben establecerse límites adecuados. Se sugiere que se traten de evitar
confrontaciones por cuestiones sin importancia y sólo marcar, con firmeza, las que
verdaderamente amenazan la integridad del adolescente, la familia y el entorno.

Al intentar separase emocionalmente de los padres, el y la joven buscan otras figuras afectivas,
como sus amigos, maestros u otros parientes. Con éstos, establecen vínculos afectivos intensos
con una comunicación abierta de relativa igualdad. Los amigos llenan de una manera especial el
vacío y la soledad que deja el alejamiento de la familia en búsqueda de la propia identidad. Tienen
funciones muy importantes, que a veces los padres desconocen. Durante la adolescencia las
amistades juegan un papel trascendental. El grupo de amigos provee a el y a la adolescente del
sentido de pertenencia, diluye su inseguridad individual y establece niveles de fortaleza.
Podríamos parafrasearlo de la siguiente manera: “solo, estoy perdido, juntos, somos fuertes”. Es
un hecho que en los grupos se pierde mucho de la conciencia individual. Todos hemos sido
testigos de actos vandálicos de grupos de jóvenes, escondidos tras el anonimato que les
proporciona “la pandilla”, actos que nunca se hubieran perpetrado si hubiesen estado solos.

Los grupos pueden ayudar a un menor a cubrir carencias vividas en la infancia y ser fuente de
crecimiento y maduración, o pueden ser destructivos. A veces la presión del grupo va en contra de
su educación o buen juicio, pero sus carencias y necesidad de aceptación pueden hacerlos aceptar
situaciones aun cuando puedan ser dañinas o autodestructivas. Así, muchas veces el inicio de
actividades como fumar o consumir drogas o bebidas alcohólicas, e incluso tener una relación
sexual, puede ser influenciado por la presión del grupo de pares.

Los adolescentes suelen desarrollar una amistad íntima y profunda en especial con algún miembro
del grupo. Cuando esta amistad se ve amenazada por la presencia de un tercero, pueden vivirse
celos intensos y temor a perder la amistad. El amor platónico en esta edad puede presentarse
como sustituto y medio de aproximación al enamoramiento, incluye fantasías increíbles sobre el
futuro idealizado de una pareja y es a la vez un reflejo de la construcción de la capacidad de amar.
Es muy frecuente que en los primeros años de la adolescencia surja el enamoramiento hacia
personas imposibles de alcanzar, como un artista de cine, una cantante o inclusive de adultos que
están cerca de ellos pero con los cuales no existe la más remota posibilidad de reciprocidad, como
es el caso de un maestro o el padre o la madre de algún amigo. Este tipo de amor se explica
porque existe la necesidad de establecer un vínculo amoroso con una persona real, que ya tiene
rostro, pero simultáneamente está el temor de ser rechazado o de no poseer los atributos que lo
hagan atractivo ante el ser amado. Así, esta relación platónica florece exclusivamente en el mundo
de la fantasía. No obstante, alrededor de un tercio de los adolescentes tempranos han tenido
novio o novia.

El amor adolescente se encuentra fuertemente influenciado desde la infancia por los estereotipos
del “amor ideal”. Rubio y Ortiz (2000), encontraron que el 45% de los adolescentes entre los 12 y
14 años piensan que “por amor se soporta todo”, el 40% piensa que el enamoramiento debe durar
toda la vida, el 21% cree que el enamoramiento sólo se da en la adolescencia y otro 21% considera
que pueden cambiarse los hábitos y la forma de ser cuando se quiere a alguien. Estos hallazgos
parecen ser el resultado de mensajes reiterados sobre cómo es el amor ideal, y lejos de ayudar a
los menores a desarrollar herramientas efectivas para construir una relación de pareja, favorecen
la violencia, el temor a perder el amor, y la negación de conflictos que deben resolverse en
cualquier relación.

El enamoramiento en esta etapa de la vida es intenso, y las pérdidas afectivas relacionadas con
esta experiencia deben ser consideradas como serias por los profesionales de la salud.
Especialmente en adolescentes con baja autoestima, en los que las repercusiones pueden ser
demoledoras si no se les ayuda a ver un panorama positivo para el futuro.

La reproductividad en la adolescencia temprana

Los cambios anatómicos y fisiológicos que definen a la pubertad son la pauta para la madurez del
sistema reproductivo. En promedio, las mujeres tienen su primera menstruación a los doce años y
los hombres su primera eyaculación a los trece años y medio, aunque puede existir una variación
individual de tres años de más o de menos y excepciones. Aún en la actualidad hay menores que
desconocen que vivirán este proceso y algunos experimentan con angustia la posible llegada de
este momento. Estudios recientes (Mexfam, et al., 1999) muestran que cerca de un tercio de los
púberes ignoran que el inicio de la menstruación indica la capacidad para reproducirse y cerca de
la mitad ignora que la primera eyaculación significa la capacidad de embarazar.

Los hombres suelen tener su primera eyaculación en los “sueños o emisiones nocturnas” o
mediante el autoerotismo. Cuando carecen de información adecuada, algunos viven con
preocupación qué hacer, incluso con las sábanas húmedas ya que los demás pueden pensar que se
han orinado o que algo nocivo ha sucedido a su cuerpo. Por su parte, para las mujeres se ha
generado a lo largo de los años una serie de errores de información sobre qué hacer cuando se
menstrúa, cuando existe miedo al dolor anticipadamente, al creer vivir una sorpresa sumamente
desagradable ante el primer sangrado, limitan sus actividades, temen que otros se den cuenta y
desconocen los hábitos higiénicos a seguir si no han recibido una educación oportuna.

La vivencia de la primera eyaculación o menstruación puede ser un evento deseado, esperado y


recibido en óptimas condiciones con respeto y valoración si los menores reciben educación sexual
adecuada. Suponer que un púber sabe “todo de la sexualidad” porque así él lo menciona suele ser
un error tanto en los padres de familia como en los profesionales de la salud. Por lo que hacer
preguntas sobre temas específicos puede dar un panorama real de las necesidades educativas de
los menores. Por supuesto la educación relacionada con este tema de la sexualidad debe incluirse
antes de los nueve años, no después de que suceda, además de incluir a ambos sexos en la
educación para fomentar el respeto y conocimiento mutuo.

El embarazo es un tema de interés para los y las adolescentes y los profesionales de la salud tienen
una gran tarea por realizar en este sentido. Los errores de información respecto al tema ponen en
alto riesgo de embarazo no planeado a este grupo de edad. Ortiz y Rubio (2000), encontraron en
adolescentes de 12 a 14 años que una cuarta parte de ellos piensa que existe menor probabilidad
de embarazo si se tienen relaciones durante la ovulación, una quinta parte considera que hay
menos probabilidad de embarazo en la primera relación sexual, uno de cada diez adolescentes
cree que la posibilidad de embarazo es menor si se tiene una relación sexual rápida y cerca de dos
tercios tienen ideas negativas asociadas a los anticonceptivos orales. Entre ellas, que pueden
provocar infertilidad, que hacen daño en la adolescencia o que es un crimen tomarlos. Ante esta
muestra de carencia de información sexual, el embarazo adolescente puede ser una consecuencia
lógica.

La adolescencia tardía

La adolescencia tardía se inicia en las mujeres alrededor de los 14 o 15 años y en los varones
después de los 16 y 17 años. Esta etapa “se caracteriza por la mayor autonomía e independencia
del adolescente, por los cambios emocionales menos marcados, menor ambivalencia y
egocentrismo (disminuye la idea de que todo gira alrededor de ellos). Se establecen con mayor
claridad las normas y valores propios y se observa mayor control de sus impulsos. Se define con
mayor precisión su identidad. Es una edad de toma de decisiones cruciales para su vida” (Papalia,
1992). Es posible reconocer en una misma persona rasgos de la adolescencia temprana y tardía
intercaladamente.

El rendimiento escolar mejora y con frecuencia aparecen intereses intelectuales; al establecerse la


capacidad plena de pensamiento abstracto se hacen presentes el razonamiento y argumentación.
Las cuestiones filosóficas, religiosas, sociales y políticas son discutidas con apasionamiento e
idealismo. En esta edad los y las adolescentes se identifican con el dolor humano y protestan por
la injusticia y la explotación. Son altruistas, defensores de las llamadas “causas perdidas” y en sus
discusiones tratan de arreglar el mundo, criticando los errores de la “sociedad adulta” corrupta e
ineficiente. Existe un deseo intenso de encontrar su lugar en la sociedad y de pensar en el futuro
tanto profesional como afectivo.
En esta etapa, desde el punto de vista biológico, el eje hormonal hipotálamo-hipófisis-gónadas se
ha normalizado y funciona con regularidad.

Desarrollo de la sexualidad en la adolescencia tardía

El género en la adolescencia tardía

Los y las adolescentes tardíos con frecuencia han aprendido que su cuerpo es fuente de placer y
de orgullo: ya no lo ocultan, ahora lo exhiben vanidosos de sus formas. La mayor parte de los
jóvenes urbanos siente la necesidad de incorporar la moda dentro de su guardarropa. Como
muestra del avance de su identidad genérica, definen ahora con claridad sus gustos de arreglo
personal, se identifican con precisión como cierto tipo de hombre o de mujer y buscan ser
coherentes en la expresión de la misma.

Las presiones ejercidas por los estereotipos de género se manifiestan en la interacción entre
adolescentes tardíos. La encuesta “Gente Joven” (Mexfam, et al., 1999), encontró que con más
frecuencia que las mujeres, los hombres jóvenes tienen de 2 a 3 e incluso más de 4 compañeras
sexuales. La educación sexista que reciben hombres y mujeres se refleja en sus conocimientos,
conductas y actitudes. Ejemplos de algunas diferencias (IMJ., 2001) son:

Los hombres tienen mayor información que las mujeres sobre cómo prevenirse de una infección
de transmisión sexual.

Los hombres perciben el uso del condón como método preventivo en mayor medida que las
mujeres, y las mujeres consideran en mayor medida que los hombres a la abstinencia y la elección
de un solo compañero sexual como método de prevención de ITS.

Los hombres temen dos veces más las ITS y al Sida que las mujeres.

Las mujeres desean 7 veces más que los hombres mantenerse vírgenes hasta el matrimonio.

Los hombres valoran dos veces más que las mujeres el físico en las mismas.

Tanto hombres como mujeres consideran más importante la responsabilidad en el hombre que
en la mujer.

Las mujeres participan más en la limpieza del hogar y los hombres en las reparaciones
hogareñas.

Las mujeres acuden con más frecuencia a juntas escolares y los hombres a realizar trámites
oficiales.
No obstante estas diferencias, se encontró que también existen fuertes similitudes entre hombres
y mujeres adolescentes, tanto en las expectativas de vida como en los aspectos que sienten que
los identifican por pertenecer a su grupo de edad, en las actividades por las que participarían
socialmente, en el número de hijos que desean tener, en sus creencias, entre otras.

También, otros aspectos relacionados con el género han sido evaluados. Por ejemplo, Ruiz y
Fawcett (1999) han encontrado que la violencia en la pareja adolescente frecuentemente no es
reconocida por ninguno de los miembros de la relación, sino que por el contrario es percibida
como expresión de interés y amor. Un factor que consideran que aumenta el no reconocimiento
de este tipo de violencia es la “desvalorización de las relaciones amorosas de los adolescentes” por
parte de los adultos, ya que son consideradas como “cosas de la edad” o como una exageración.
De acuerdo a las mismas autoras, factores de género, como que el muchacho quiera cumplir
cabalmente su rol tradicional, “lo hará propenso a la violencia: aparentar actividad sexual, ser
quien tome las decisiones en la pareja, dominar y controlar las actividades y comportamientos de
ella, probar constantemente que él es hombre a través de actos agresivos, y dureza por temor al
estigma de la homosexualidad, esperar que la novia renuncie a sus intereses y le brinde a él la
máxima prioridad”.

Por su parte, la muchacha puede “creer que puede cambiar al hombre que ama, sentirse culpable
por los problemas y responsable del funcionamiento de la relación, pensar que jamás encontrará
otro novio” u otras ideas y comportamientos que la pondrán en riesgo potencial de ser
violentadas. No obstante el daño que la educación sexista puede provocar en los adolescentes, los
y las profesionales de la salud cuentan ahora con una herramienta de gran valor. El desarrollo
intelectual de los adolescentes, que les permitirá orientarse a la reflexión, a la toma de decisiones
respecto a sus vínculos afectivos, y al beneficio o no de sus ideales de hombre y mujer.

El erotismo en la adolescencia tardía

Aunque la conducta autoerótica continúa en esta etapa, se ha avanzado en la configuración de un


erotismo dual. La mayoría de los y las adolescentes tienen encuentros con caricias con novios o
amigos. Investigaciones recientes (Mexfam, et al., 1999) muestran que hasta los 19 años, 2 de
cada 10 hombres y 1 de cada 10 mujeres han tenido relaciones sexuales. De estos adolescentes, la
mayoría inicia su vida sexual entre los 15 y 16 años. La mayoría tuvieron su primera relación sexual
con el novio o la novia, seguido en los hombres de la amiga y en las mujeres del esposo. Cabe
resaltar que todavía en la actualidad el 10% de los hombres inicia su vida sexual con una
trabajadora sexual. A su vez, los hombres suelen tener mayor número de parejas sexuales a esta
edad que las mujeres. La escolaridad es un factor determinante en el inicio de las relaciones
sexuales. Los adolescentes no escolarizados muestran una tasa significativamente mayor de inicio
de vida sexual que los escolarizados.

Respecto a la prevención de infecciones de transmisión sexual, se ha encontrado que la mayoría


de los jóvenes tiene algún tipo de información. No obstante, menos de la mitad de los
adolescentes que tienen relaciones sexuales utilizan el condón. Una razón frecuente para no
utilizar el condón es que las relaciones sexuales se inician de manera no planeada. (Mexfam, et al.,
2000). Como puede observarse, la información no constituye en la mayoría de los casos una
herramienta suficiente para generar cambios conductuales y actitudinales en los y las
adolescentes. Es por ello que se insiste en la actualidad en la educación sexual integral y no sólo en
la transmisión de información sin considerar las características y las necesidades de cada
adolescente.

A finales de la adolescencia la orientación sexual, cualquiera que ésta sea, está perfectamente
definida se exprese o no abiertamente. Ciertamente este es un tema que los profesionales de la
salud exploran poco; sin embargo, es un tema de gran importancia. La vivencia aislada y reprimida
de un adolescente homosexual es una experiencia injusta y dañina. Existen grupos que ayudan a
los adolescentes y a sus padres a aceptar, aclarar y respetar la orientación en un ambiente
saludable. Es importante orientar al adolescente y brindarle herramientas para que decida sobre
su vida erótica, a fomentar la responsabilidad y el cuidado mutuo de la pareja tanto relacionado
con las infecciones de transmisión sexual como con el embarazo.

Finalmente, es bien sabido que en la adolescencia se reactivarán los conflictos infantiles no


resueltos. Un aspecto importante de la vida erótica conflictiva de los adolescentes es el
antecedente de abuso sexual infantil. Los resentimientos y la culpa emergen de nuevo con mayor
fuerza, y los síntomas propios del abuso sexual se intensifican o expresan y el mismo abuso es
comprendido en diferentes dimensiones y repercusiones. Por otro lado, algunos estudios han
encontrado que la mayoría de los agresores sexuales cometieron su primer abuso alrededor de los
dieciséis años. Es necesario canalizar hacia la atención especializada a los adolescentes que
presentan conflictos relacionados con la violencia sexual.

Los vínculos afectivos en la adolescencia tardía

En esta etapa existe un cambio importante en la relación con los padres. Aunque subsiste la
crítica, ésta se vuelve más objetiva y realista. Ya no tratan de oponerse tan sólo porque algo fue
dicho por sus padres, sino que reflexionan sobre dichas observaciones. El conflicto dependencia-
independencia empieza a resolverse. Paulatinamente toman decisiones y se responsabilizan de sí
mismos.

El grupo de amigos sigue teniendo importancia, pero ahora es mixto y menos exclusivo. Con el
aprendizaje de habilidades sociales se adquiere confianza y seguridad personal para relacionarse.
El antecedente del amor romántico y después erótico es el amor que se siente hacia uno o varios
amigos. Esto significa que en el establecimiento de amistades se aprende a ganarse la estimación y
afecto de alguien que no es de la propia familia y a apreciar las cualidades y tolerar los defectos
del otro. Quien no ha aprendido a amar a un amigo difícilmente podrá amar a un compañero o
cónyuge. La diferencia entre un tipo de amor y el otro es que al segundo se agregan los deseos
sexuales y la manifestación erótica.

El amor ya no es necesariamente en espejo, ni se busca una copia al carbón, sino que se busca la
complementación de sí mismo encarnado en otra persona, que en nuestras sociedades es
preferentemente del otro género. Una vez integrada la identidad es posible arriesgarse a
relaciones de intimidad, es decir relaciones donde el individuo puede presentarse tal como es, sin
máscaras y superada la inseguridad. El adolescente tardío coloca su amor cada vez más en una
persona cercana y alcanzable.

De acuerdo a los interesantes hallazgos de la “Encuesta Nacional de Juventud 2000”, hasta los 19
años alrededor de tres cuartos de los adolescentes han tenido novio y más de la mitad se han
enamorado. Los principales temas de conversación de los novios son su relación de pareja y sus
sentimientos, y la principal razón del noviazgo es contar con alguien a quien amar y con quien
compartir sus sentimientos tanto para hombres como para mujeres. Asimismo, se encontró que
de los jóvenes encuestados que se unieron o se casaron, alrededor de la mitad lo hicieron entre
los 15 y los 19 años. Respecto a las razones para unirse o casarse, el amor sobresale como la
principal. El 60 % de los jóvenes se casan por amor. Otras razones fueron decidir que era el
momento apropiado, 17 %, el deseo de formar una familia propia, 11 %, y por embarazo el 4.9 %.
Llama la atención que los jóvenes tienen actividades diversas como parejas, como ir a la iglesia, ir
de paseo o ver televisión pero alrededor de la mitad nunca salen juntos como pareja con sus
amigos.

Si bien el “amor” es un elemento deseable en las uniones de pareja, el amor maduro implica una
decisión consciente de compromiso, implica el conocimiento real de la pareja, la negociación de
las discrepancias, la posibilidad de compatibilidad entre expectativas de vida, que a su vez son
explícitas, entre otras. Por ello, los adolescentes requieren de espacios donde puedan hablar sobre
su futuro, planear y decidir sobre el mismo.

El amor adolescente ha sido tema de innumerables obras artísticas: literarias, pictóricas,


musicales, etc. Nadie puede quedar indiferente ante la separación de los amantes, quizá porque
todos, en algún momento de nuestra vida, hemos sufrido ese dolor desgarrador. Es de las cenizas
de este primer amor, del aprendizaje obtenido durante su duración, de donde el o la joven salen
fortalecidos en busca de otros compañeros que aminoren el dolor.

La reproductividad en la adolescencia tardía

En México, siete de cada cien mujeres entre los 15 y los 19 años paren. (Beltrán, 2003). El 17 % de
los nacimientos en México en el año 2000 fueron de madres adolescentes de 15 a 19 años. La falta
de planeación del embarazo en la adolescencia suele asociarse a la ausencia de planeación de las
relaciones sexuales. Según hallazgos de la “Encuesta Joven”, alrededor de cuatro de cada diez
mujeres no planeaban tener relaciones sexuales cuando las tuvieron y una de cada diez no
planeaba embarazarse cuando tuvo relaciones sexuales. La misma fuente muestra que existe una
fuerte carga emocional asociada a la maternidad. Los adolescentes piensan que si una mujer se
embaraza ésta debe preferentemente casarse o tener al bebé. Solamente una quinta parte de
ellos está a favor del aborto. Aunado a estos datos, desconocen la anticoncepción de emergencia y
sólo el 2 % de ellos la ha utilizado en alguna ocasión (Mexfam, et al., 2000).

Por otra parte, el 13 % de los jóvenes utiliza métodos naturales para evitar el embarazo (IMJ.,
2000). A pesar de estos preocupantes hallazgos, alrededor de dos tercios de los y las adolescentes
no reciben educación sexual formal. Los adolescentes son educados en primer lugar por el
personal docente, seguidos de los padres, ellos mismos y los amigos. Los profesionales de la salud
sólo educan en un diez por ciento. Contrariamente a esta participación del profesional de la salud
en la educación sexual adolescente, son los médicos las personas en las que los adolescentes más
confían. No obstante, la educación sexual informal existe, y tiene efectos importantes. Por
ejemplo la educación sexista que exige “cumplir” a cualquier propuesta de relaciones sexuales, o
la educación restrictiva que impide hablar y por lo tanto planear la vida reproductiva en donde una
salida aparentemente mejor es comprometerse en matrimonio, entre otros tantos ejemplos, y que
incrementan el riesgo de que los y las adolescentes se enfrenten a un embarazo que,
independientemente de la forma como se resuelva, cambiará sus vidas y limitará sus posibilidades
de crecimiento personal.
El embarazo adolescente compromete la salud. La Organización Panamericana de la Salud señala
que las complicaciones del embarazo son una de las principales causas de fallecimiento en
mujeres adolescentes en todas las subregiones de América Latina y el Caribe. Los niños que nacen
de madres jóvenes tienen bajo peso al nacer y pocas oportunidades de sobrevivir. Aquellas
adolescentes que eligen no continuar con sus embarazos terminan con frecuencia en las salas de
emergencias de los hospitales, en graves condiciones resultantes de abortos clandestinos. En las
adolescentes, los embarazos no deseados, particularmente cuando la mujer no tiene compañero o
carece de apoyo familiar, restringen sus opciones y sus perspectivas al futuro. La disolución de la
pareja joven es frecuente, y la mujer queda entonces en sus años veintes o más joven, con un hijo,
sin un padre activo, sin apoyo económico y con una educación trunca. En muchos países de
América Latina, el 40 % de los hogares está a cargo de las mujeres. Muchos de estos hogares
comenzaron basados en el indeseado embarazo de una muchacha joven y asustada.

Los y las adolescentes requieren de conocer su sexualidad, su potencial para reproducirse, las
alternativas para cuidar de su cuerpo y regular su fecundidad. La pareja de adolescentes requiere
de estrategias educativas que les ayuden a tomar decisiones. El profesional de la salud con
frecuencia es consultado por adolescentes o sus familias respecto a su desarrollo sexual. Desde
preguntas de índole biomédica hasta para que se emitan juicios en cuanto a la conveniencia de tal
o cual conducta. En el primer caso, el profesional debe responder veraz y tan precisamente como
le sea posible; en el segundo, el papel del profesional es ayudar a que el o la adolescente tome sus
propias decisiones indicando cuáles son las alternativas y sus consecuencias y previniendo sobre
las conductas de riesgo tanto del embarazo no deseado como de las ITS y el VIH/SIDA.

Es especialmente significativo señalar que el y la adolescente que acuden con un profesional de la


salud tiene derecho a la misma atención de calidad que cualquier otro individuo y por supuesto a
la confidencialidad.

Culminación de la adolescencia

El paso de la adolescencia a la adultez temprana no está claramente determinado, sino que se ve


cristalizado gradualmente. Podemos decir que la adolescencia ha terminado cuando se cumplen
los siguiente parámetros.

Establecimiento de la capacidad de pensamiento abstracto.

Establecimiento de la identidad. La persona sabe quién es.


Autonomía e independencia de la familia. Esto se refiere no sólo a los aspectos económicos sino
también a los emocionales.

Establecimiento de un sistema personal de valores.

Capacidad de mantener relaciones duraderas y de unir el amor sexual con las emociones de
ternura y afecto.

Es evidente que estos logros del desarrollo aparecen a edades distintas y no siempre todos
coexisten. Por otra parte, existen personas que nunca obtienen estos parámetros y que
permanecen indefinidamente en un estado de adolescencia temprana crónica.

Por último, recordemos que cada adolescente es diferente, por lo que no necesariamente deberá
atravesar por etapas de gran conflicto familiar y personal y, como se ha mencionado
anteriormente, esto dependerá de todas las dimensiones en las que la sexualidad se construye y la
forma como éstas se interrelacionan en cada individuo, en una etapa de vida personal y social
determinada.

La edad adulta

Desde el final de la adolescencia, hasta cuando los individuos ingresan a la mitad de la vida,
alrededor de los cuarenta años, se considera edad adulta temprana. Los adultos jóvenes se
preparan ahora para construir las bases de su futuro de manera independiente, es una época de
gran actividad en la que se eligen los rumbos de la vida y cómo andar en ellos. Se toman
decisiones sobre múltiples aspectos. Ahora las metas son específicas y la base de la personalidad
ha sido construida. No obstante, todos los factores del desarrollo continúan engendrando
posibilidades de crecimiento.

Sexualidad en la vida adulta temprana

El género en la adultez temprana


La identidad de género, en la que se define una idea clara de quién se es como mujer u hombre,
qué roles de desean adoptar o construir, la forma de vestir y actuar de acuerdo al propio estilo de
expresar la masculinidad y feminidad, la autoimagen y el grado en que ésta concuerda con la
percepción interna de ser mujer u hombre, está claramente definida en la adultez. La autoimagen
se ve favorecida con los cuerpos que suelen ser más fuertes, bien conformados y saludables y su
consolidación depende más del propio ideal de cada hombre o mujer que del exterior. Se cuenta
con mayor independencia y libertad de realizar acciones que comprometan los ideales propios.

La elección vocacional es una de las decisiones más importantes para los próximos años. En la
actualidad cada vez más mujeres se involucran en el estudio y en actividades laborales, pero este
ha sido un camino difícil de lograr. Es conocida la diferencia injustificada de oportunidades de
trabajo y de remuneración económica entre hombres y mujeres. Aunado a esto, si la mujer desea
desempeñarse en el ámbito laboral, tendrá que vivir un doble rol de madre y trabajadora. En este
sentido es tarea de los y las profesionales de la salud nuevamente el promover tratos justos y
responsables dentro de la familia, las instituciones y la sociedad en general.

Todavía existen grupos en donde la presión social relacionada con la maternidad limita a la mujer
en sus posibilidades de independencia, especialmente para aquellas que no comparten ese ideal.
Por su parte, las opciones para los hombres se dirigen a la posibilidad de ser económicamente
productivos, agresivos, determinados y responsables, el hombre se enfrenta a un mundo de
exigencias. De modo que si la situación económica lo permite, la mejor opción para el hombre
adulto será definitivamente el estudio y de no ser así, el trabajo remunerado. Por otro lado, los
hombres suelen involucrarse más en actividades físicamente agresivas y esto se relaciona por
ejemplo con una mayor morbilidad por accidentes que para el caso de las mujeres.

Incluso a sabiendas de que en la actualidad las oportunidades de trabajo son cada vez más
limitadas y que durante los primeros años de la edad adulta esto podrá generar conflictos y
desesperación, en general es una etapa de logros y oportunidades.

El erotismo en la adultez temprana

La mayoría de los y las personas adultas han tenido experiencias eróticas ya sea en soledad o en
compañía. En su expresión saludable, las personas experimentan un crecimiento en su desarrollo
erótico, con mayor capacidad de intimar, viven sin culpas o prejuicios la respuesta sexual humana,
conocen su cuerpo y cómo siente, pueden hablar sobre las relaciones sexuales sin conflictos, hacer
acuerdos y explicitar sus deseos. Comprenden la diferencia entre fantasía y realidad, son
responsables del cuidado de su cuerpo y apoyan el cuidado de su pareja,, pueden tener conductas
autoeróticas y relaciones sexuales, utilizan una variedad de posiciones sexuales que identifican
como preferidas, pueden pedir caricias específicas y negarse a las no deseadas y convierten al
encuentro erótico en un momento de crecimiento personal.

No todos los adultos tempranos viven la sexualidad en esta forma ideal. En esta etapa de la vida
erótica pueden presentarse las disfunciones sexuales o disfunciones de la vida erótica, es decir,
problemas relacionados con el deseo sexual, con la capacidad para excitarse y tener orgasmos,
dolor en las relaciones sexuales, imposibilidad de relajar la vagina para permitir una penetración o
angustia extrema que dificulta el intento de la relación sexual. Si bien no siempre sucede así, la
mayoría de estos problemas en los primeros años de la adultez tienen que ver más con factores
psicológicos y de aprendizaje que con deficiencias fisiológicas o alteraciones anatómicas. La
angustia y la depresión son trastornos frecuentes asociados a las disfunciones sexuales. En las
mujeres, los síndromes más frecuentes son la dificultad para tener orgasmos y la disminución del
deseo sexual. En los hombres, la dificultad para controlar la eyaculación y para lograr la erección.
Además, la edad más frecuente de consulta para los problemas sexuales se sitúa entre los 26 y los
40 años (Ortiz, Velasco, Rubio, 1999). Mientras más avanza la edad, la posibilidad de encontrar
factores orgánicos en las disfunciones sexuales aumenta considerablemente.

En este sentido, el profesional de la salud debería ser fuente de eliminación de errores de


información y un consultor “permisivo” que ayuda a los adultos a comprender que las necesidades
eróticas son naturales, que hombres y mujeres tenemos derecho a conocer y disfrutar de nuestro
cuerpo, podemos hablar de ello con nuestra pareja y cuando se presentan conflictos éstos tienen
altas posibilidades de resolverse. Encuestas realizadas a nivel mundial reflejan cómo en las
entrevistas clínicas el tema del erotismo suele evitarse, lo cual puede conducir a problemas
sexuales crónicos que podrían haberse resuelto adecuadamente con la consecuente mejoría de la
relación familiar y de pareja. Otra función importante de las y los profesionales de la salud es la
promoción del conocimiento de las infecciones de transmisión sexual y sus síntomas, así como la
promoción de la responsabilidad del cuidado tanto personal como de la pareja.

Los vínculos en la adultez temprana

De acuerdo a Erikson la y el adulto joven están listos para fusionar su identidad con la identidad de
otros. Se encuentran con disposición para establecer una relación cercana e íntima con otra
persona, y están dispuestos a correr el riesgo de la entrega temporal en situaciones de intensa
exigencia emocional, como el acto sexual. Comparten la confianza y pueden regular ciclos de
trabajo, procreación y recreación, realizar acciones en común con el fin de proteger a su familia o
intereses comunes.

De esta manera la presencia de la unión comprometida en pareja es un elemento común de las


mujeres y los hombres adultos. Principalmente por medio del matrimonio en nuestra cultura, las
personas unen sus vidas. La predicción en el éxito del matrimonio o unión de pareja tiene
múltiples factores. Algunos teóricos de la terapia familiar sugieren que la capacidad para
comunicarse en la pareja es un elemento crucial para el desarrollo de la relación.

Las parejas también pueden disolverse cuando no se presenta la evolución del enamoramiento
hacia el amor. En la vida marital las personas empiezan realmente a darse cuenta de quién es su
pareja, a verla de forma más real; en este proceso, el enamoramiento, que puede durar varios
años, desaparece. Vendrá entonces una etapa de desilusión, seguida de conflicto y tensión. Si la
pareja cuenta con suficientes recursos personales y afecto, llegarán a la etapa de negociación.
Entonces aparece el amor adulto real, que se caracteriza porque la idealización inicial es
substituida por un conocimiento real de la otra persona. Asimismo, el amor real requiere de una
decisión consciente y racional. Sólo así puede esperarse que una relación de pareja constituya la
base de un proyecto de vida a largo plazo.

Según diversos autores, el amor real implica el conocimiento, cuidado y respeto de la persona
amada, y la disposición para el crecimiento y disfrute de la individualidad de cada uno. Aunque es
muy difícil desarrollar este estilo de amor, es deseable que cuando tenemos una relación de pareja
nos esforcemos en ampliar nuestras capacidades psicológicas para poder amar en forma adulta y
real.

Los adultos se comprometen también en relaciones amistosas que demandan sacrificios y


compromisos personales. La amistad sigue siendo importante a lo largo de la vida, ofrece la
satisfacción de la necesidad de relacionarse con otras personas, más allá de la pareja y la familia.
Las parejas saludables cuentan con amistosas relaciones externas que favorecen la diversidad de
experiencias y percepciones, la vida social, la independencia de cada cual y permiten construir una
familia abierta a la sociedad.

La reproductividad en la adultez temprana


La temprana edad adulta representa el momento en el que la mayoría de las personas viven el
nacimiento del primer hijo. El hecho de que la pareja pase de tener una relación íntima a incluir a
otra persona, desvalida y dependiente de ellos, cambia sus vidas. Algunas parejas viven este
evento como un ajuste deseable y se sienten mejor integradas y complementadas. En general, las
parejas incrementan el nivel de satisfacción matrimonial o de pareja con el nacimiento del primer
bebé. Para otras los hijos representan una crisis que trastorna la relación. La respuesta dependerá
en mucho de los acuerdos explícitos que haya realizado la pareja al respecto, la edad, la situación
económica, el grado de planeación de la reproductividad, entre otros.

Además de la alegría inmensa y el deleite que puede representar una hija o un hijo, su cuidado
exige una cantidad de energía y tiempo, idealmente, de ambos miembros de la pareja. En nuestra
cultura, usualmente las mujeres se ven presionadas a detener su crecimiento profesional o
laboral, pues la mayor responsabilidad en la crianza de los hijos sigue siendo de las mujeres. Los
padres y madres que se prepararon para la paternidad y maternidad viven los cambios de hábitos
y ajustes de la pareja con mayor tolerancia y disfrute que aquellos que no se prepararon para ello.
Tanto hombres como mujeres deben intervenir en la educación de sus hijos y en las aportaciones
económicas al respecto. Es necesario continuar la sensibilización de ambas partes de la pareja en
la educación familiar, pues los hijos necesitan de ambas figuras de afecto y autoridad.

Por otro lado, nuevos conflictos a resolver ocuparán el espacio de comunicación de la pareja, por
ejemplo la educación de la progenie. Hasta este momento, si había discrepancias en la educación
quizá cada miembro de la pareja podría tener un espacio individual para ejercer actividades a su
manera. Ahora tendrán que hacer acuerdos para educar a sus hijos. Este es un tema que debería
incluirse en el noviazgo o la etapa prematrimonial, pero que en la realidad aparece al momento de
las discrepancias en donde las habilidades de negociación de la pareja son determinantes para
obtener soluciones o generar conflictos.

Ambos miembros de la relación necesitan delimitar los espacios que dedicarán a la atención de los
hijos y a la continuación del proceso de consolidación de la pareja, pues tienen el riesgo de
volcarse hacia los hijos, y hacer de éstos el sentido único de su vida. La vida erótica e íntima puede
declinar o hasta desaparecer, y los espacios en que no se habla de los hijos se vuelve inexistente.
En este sentido es primordial recordar a las parejas o padres y madres sobre sus espacios íntimos,
desde cerrar la puerta de su habitación, hasta la planeación de actividades que puedan disfrutar
para sí mismos de modo que la relación continúe y esté fortalecida cuando los hijos crezcan y se
vayan.
Hay personas que toman la decisión de no tener hijos. Inclinan su vida a actividades productivas y
de distintos niveles de crecimiento y, a pesar de no tenerlos, pueden desarrollar sus capacidades
creativas cuidando, educando, dirigiendo a otros y dando a los demás, al crear y realizar
actividades de trascendencia personal, al ofrecer su ternura y cuidados y su energía a la
construcción de otra variedad de proyectos de vida.

Por otro lado, existen personas que desean tener hijos pero se enfrentan a problemas
relacionados con la infertilidad. Se considera que una pareja es infértil (Dávila, 2000) cuando ésta
no ha logrado concebir, después de un año de relaciones sexuales frecuentes y sin utilizar ningún
método de control natal. Cuando la pareja desea tener hijos y es infértil, se pueden presentar
conflictos tanto a nivel de pareja como personal, afectar la relación y la autoestima. Es necesario
reconsiderar las demás dimensiones de la pareja y enfocar la vida erótica no sólo a la expectativa
del embarazo sino en toda su dimensión e intentar disminuir el efecto de la presión social al
respecto. Las parejas infértiles requieren apoyo especializado, comprensión y orientación clara.

Finalmente, es indispensable respetar y comprender la vivencia de hombres y mujeres


homosexuales que han constituido una pareja estable, que desearían vivir la experiencia de la
paternidad y no lo han logrado pues en nuestra sociedad es aún un proceso muy difícil de lograr.
Ya que ellos también pueden ejercer su paternidad y maternidad con otros medios de
trascendencia y tienen derecho a una paternidad y maternidad responsables como cualquier otro
individuo.

Nuevamente, cada persona es diferente. Y la vida adulta podrá significar desde la etapa de mayor
triunfo y construcción hasta el seguimiento de conflictos sin resolver. Factores como el
alcoholismo, la depresión y otras enfermedades mentales así como el resultado de los hábitos de
vida se irán manifestando hacia el final de la adultez.

La mitad de la vida

Entre los 40 y los 65 años los individuos atraviesan la vida media. Según Erikson, de generatividad
en oposición al estancamiento. Generatividad entendida como la preocupación por establecer y
guiar a la generación siguiente. Peck (en: Papalia, 1992), por su lado, propuso cuatro tipos de
acuerdo psicológico para el ajuste en la mitad de vida:
Valoración del conocimiento en oposición a la valoración del poder;

Socialización en oposición a la sexualización de las relaciones humanas;

Flexibilidad emocional en oposición al empobrecimiento emocional, y

Flexibilidad mental en oposición a la rigidez mental.

La mitad de vida suele percibirse como lo mejor de la existencia en múltiples aspectos. En general
las personas tienen una situación financiera más estable que en la juventud, han acumulado
valiosas experiencias sociales, profesionales y personales y pueden aplicar este aprendizaje a sus
vidas. Ahora buscan un nuevo enfoque de su existencia y su carrera, evalúan sus aspiraciones
iniciales y se replantean sus metas de manera objetiva y realista incluso cuando construyen un
nuevo estilo de vida.

En este periodo el cuerpo expresa cambios propios de la edad, desde arrugas en la cara y menor
vigor corporal hasta los cambios en la producción hormonal que repercuten en la autoimagen, en
las actividades comunes y la vida erótica de los individuos. La mujer atraviesa por el climaterio con
cambios emocionales y corporales incluyendo el cese de la menstruación y de la capacidad de
reproducirse. Los hombres viven también una disminución en la producción de testosterona.
Suelen aparecer con mayor frecuencia desde pequeñas molestias hasta enfermedades crónicas
que requieren de cuidado cotidiano o la necesidad de intervenciones quirúrgicas.

La sexualidad en la mitad de la vida

En nuestra cultura se subestima la importante, activa e intensa vivencia de la sexualidad


especialmente después de los cincuenta años. No obstante, es quizás una de las etapas de mayor
calidad y profundidad al respecto.

El género en la mitad de la vida

Los y las personas adultas de mediana edad suelen tener una gran claridad respecto al significado
su ser mujer u hombre. Sin embargo, muchos fenómenos que corresponden a esta etapa pueden
conducir a un replanteamiento de la manera en que se ha vivido hasta ese momento. En esta
etapa la autoimagen sufre un reajuste asociado a los cambios en la imagen corporal. Muchos
adultos en este período pueden tener una autoimagen positiva. Si sus condiciones materiales y
emocionales lo permiten podrán apreciar más su posición en la sociedad, y tener un nuevo sentido
del poder y la competencia al reconocerse como un grupo de edad poderoso.

Aunada a esta dimensión de la autopercepción se encuentra el nuevo cuerpo, con arrugas, piel
menos lisa y firme que en otras etapas, aparece en el espejo un cuerpo menos fuerte, que se
cansa y tiene que ser considerado al elegir la frecuencia e intensidad de las actividades de esfuerzo
físico. Hombres y mujeres de ciertas clases sociales suelen aumentar los cuidados de su cuerpo e
imagen aunque con un sentido y objetivos distintos a aquellos de la juventud. La capacidad
intelectual sigue desarrollándose , y pueden aprenderse con facilidad nuevas ideas y destrezas si
así se lo desea. Cuando no se ha logrado valorar lo construido, buscarán cada vez con mayor
insistencia no perder su juventud.

El erotismo en la mitad de la vida

La vida erótica en la vida media puede ser, para el caso de las parejas que dejaron a un lado su
relación por dedicarse exclusivamente al cuidado de los hijos, rutinaria y ausente. O en forma
ideal, el olvido de la prisa y la urgente necesidad de satisfacer y el decline de la necesidad de ser el
o la mejor amante. Ahora hay mayor flexibilidad, deseos de intimar y compartir, sin temor a
perderse o necesidad de controlar. La vida erótica se torna intensa, cuidadosa del otro o la otra,
permite la propia satisfacción y cuida mas no exige la satisfacción del otro. Evidentemente,
elementos como la diversidad, la búsqueda, la reconquista de la propia pareja y la fantasía siguen
siendo importantes y necesarios para alimentar el encuentro erótico.

Existen muchas falacias referentes al erotismo en esta etapa de la vida. Algunas de ellas
relacionadas con la sexualidad femenina, asocian la menopausia al cese de la vida erótica. En
realidad, puede ser todo lo contrario, además de la experiencia y el conocimiento del propio
cuerpo y del encuentro con otra persona ahora la mujer puede tener una vida erótica sin
preocupaciones sobre el embarazo y sin períodos menstruales. No obstante, quizá estos errores
sean también promovidos por la frecuencia con que por efecto de la ausencia de estrógenos, la
mujer puede presentar depresión, disminución del deseo sexual y dolor en las relaciones sexuales.
Todos estos efectos pueden ser eliminados con un adecuado tratamiento. La mujer y el hombre de
edad media tienen derecho a expresar sus deseos sexuales y experimentarlos tan libre y
responsablemente como en otras edades.
En el caso de los hombres suelen también haber ideas erróneas a este respecto. Es frecuente
escuchar a hombres que se preocupan porque ya no tienen una segunda erección después de
haber tenido relaciones sexuales, tan pronto como solía ocurrirles previamente. Incluso en que
ahora tardan un poco más de tiempo en obtener una erección inicial o necesitan mayor
estimulación para mantenerla. Esto es resultado normal de los cambios propios de la edad. Lo cual
no significa que la satisfacción y el placer obtenidos tengan que disminuir. Algunos hombres tienen
disminución en la producción de testosterona y esto puede disminuir su deseo sexual por lo que,
cuando esto ha sido comprobado por medio de estudios de laboratorio, la atención de un
endocrinólogo puede regular esta situación.

Mientras más se acercan las personas a los 65 años, mayor es la probabilidad de presentar
enfermedades como la hipertensión arterial o la diabetes que, entre otras, alteran notablemente
la función sexual en el varón. Por esta razón cuando existen disfunciones en la mitad de la vida es
recomendable hacer una valoración integral a los consultantes. Como podemos observar, es
erróneo lo que aún se dice en algunos sectores de la población: “si se tienen problemas eróticos a
esta edad, es necesario resignarse”. La vida erótica continuará también en la vejez y adquiere
distintas formas, por lo regular más intensas y completas.

La vinculación afectiva en la mitad de la vida

Según Macías (1994), las familias de los adultos de la mitad de la vida atraviesan varias etapas.
Mientras los hijos se convierten en adultos, su tarea consiste en lograr un equilibrio entre libertad
y responsabilidad y el establecimiento de cuidados de la pareja.

Posteriormente, atravesarán el período de preparación de separación de los hijos, cuando éstos


maduran y construyen sus propias familias, hasta llegar al período del “nido vacío” en el que se
espera el logro de la reafirmación de la pareja como tal, con un sentido propio independiente de
los hijos y a su vez el mantenimiento de ligas familiares tanto de la familia nuclear como
extendida.

Para algunos individuos es un momento de libertad, de cese de presiones y responsabilidades.


Ahora pueden hacer juntos actividades que habían esperado compartir, emprender o terminar. La
pareja se replantea su futuro como tal, ambos satisfechos de sus labores realizadas en la
educación de los hijos, con independencia y mejor sustento económico que en otras etapas. Sin
embargo, la separación de los hijos puede también hacer obvia la ausencia de relación de pareja y
entonces precipitar una separación que no se había dado precisamente por la presencia de
aquéllos. El divorcio es un proceso complejo que claramente puede darse en otras etapas de las
relaciones de pareja o familias. Macías señala que en estos casos es necesario propiciar formas
para liberarse del pasado, tanto de los rencores como de las culpas, que si no son resueltos
impedirán la separación real, y enfatizar en un enfoque hacia el futuro y la reparación. En nuestra
cultura las mujeres separadas o divorciadas son también estigmatizadas, incluso los hijos pueden
expresar abiertamente el rechazo a que éstas reanuden su vida de pareja con otra persona.
Hombres y mujeres son libres de buscar e intentar relacionarse en forma saludable y reconstruir
su vida amorosa.

Las amistades siguen siendo importantes en esta edad. Pérdidas de amistades y parientes por la
muerte de los mismos aceleran el temor a quedarse solos o a perder a su pareja y a la vez
preparan para la aceptación de la muerte como inevitable.

La reproductividad en la mitad de la vida

La vida media representa para la mujer el cese de su capacidad de reproducirse, sin embargo los
hombres continúan su capacidad de fertilizar. Ahora las capacidades de paternaje y maternaje son
expresadas en la creación y otros medios de trascendencia. No obstante, en nuestras culturas es
frecuente que la ahora “abuela” se ocupe de ayudar en el cuidado de sus nietos.

Esto puede ser vivido con alivio para aquellas personas solitarias y sin actividades organizadas para
el resto de su vida, casi como una segunda oportunidad. Los abuelos suelen dar y expresar a sus
nietos afectos y experiencias que antes no pudieron por tener otras ocupaciones u otras
responsabilidades con sus hijos, además de mantenerse en contacto constante con la familia y de
alguna forma recibir más atención y compañía. En otras ocasiones se vive de forma desagradable
cuando la cantidad de tiempo y cuidados dedicados al menor son prácticamente igual a como fue
con sus hijos, e impide el desarrollo de otras actividades que esperaban hacer en el resto de la
vida.

La tercera edad

La tercera edad es un período normal del desarrollo, y como tal presenta satisfacciones y
conflictos. Quizá los mayores problemas que muestra este grupo de edad son las desventajas
económicas y políticas que consideran su participación en forma limitada. A diferencia de otras
culturas, en las que los ancianos son considerados sabios y son incluidos en importantes
actividades, en nuestra cultura es una población frecuentemente discriminada y devaluada. Tales
actitudes son observables tanto en menores como en adultos como un ciclo difícil de romper.
Seguramente este factor contribuye a que las personas de la tercera edad limiten también su
sexualidad.

Durante la senectud se acelera el deterioro general de las funciones mentales y físicas del
individuo. Aunque, el envejecimiento saludable es posible. Según la teoría de la actividad,
mientras más activas permanezcan las personas, más satisfactoriamente envejecerán. Sin
embargo, estas actividades son producto de una reconstrucción social en donde las personas
mayores dejan de valorarse específicamente por su nivel de productividad, adoptando valores más
humanos al evaluarse y sustituir este valor por el reconocimiento del saber, del compartir, del
tolerar y sentir. Por otro lado, la reconstrucción social implica el brindar a estas personas aquellos
servicios sociales que les ayuden a enfrentarse a la vida, como vivienda, transporte y cuidado
médico. En tercer lugar permitirles en el mayor grado posible que controlen sus propias vidas.

La sexualidad en la tercera edad

La sexualidad se manifiesta desde la vida prenatal hasta la muerte. La sexualidad de los y las
personas ancianas debe ser respetada y valorada como en cada edad anterior.

El género en la tercera edad

De acuerdo a Erikson, las personas atraviesan ya sea por un período de integración o de


desesperación. La integración constituye la culminación triunfante de otras crisis de la vida.
Implica el amor y la aceptación de la vida que se ha vivido sin pesares por lo que pudo haber sido o
por lo que debería haberse hecho en forma distinta. Implica la aceptación de los propios
progenitores como personas que hicieron lo mejor que pudieron haciéndose merecedores de
nuestro amor y la aceptación de la cercanía de la propia muerte como fin inevitable de la
existencia. Quien no logra esta integración se encuentra desesperado por el corto tiempo que le
queda como para intentar comenzar otra vida y buscar caminos alternativos hacia la integridad.
De igual forma, esta integración contempla a la autoimagen y los roles que como hombre o mujer
hacen en la actualidad, con sus limitantes y satisfacciones, el cuidado y la aceptación de un cuerpo
posiblemente enfermo y con menor habilidad que en otras épocas de la vida. El bienestar del
cuerpo ya no es el eje de la felicidad de la vida, ahora lo son la relación con los otros y las
actividades que no los lleven a depender en extremo de la salud.

Cuando hombres y mujeres han vivido los roles estereotipados de género, encuentran desventajas
en esta etapa de la vida. Muchos ancianos son pobres por primera vez en su vida, pues su
rendimiento corporal no les permite seguir trabajando como lo hacían anteriormente. Por su
parte, las mujeres incrementan aún más su dependencia y continúan con labores domésticas
diarias, cuidando de sus nietos en una tarea interminable y cada vez más difícil de realizar.

El erotismo en la tercera edad

Durante la senectud, el erotismo continúa desempeñando un papel importante. El envejecimiento


produce algunos cambios en la sexualidad como una mayor lentitud y menor intensidad en la
respuesta sexual. Estos cambios no impiden que la vida erótica desaparezca, aunque la actitud de
la persona añosa contribuye notoriamente a una posición activa o no ante este elemento de la
sexualidad.

Las actividades sexuales disminuyen en frecuencia y cantidad al paso de los años. Se ha


encontrado (Krassoievitch, 1994) que alrededor del 30 % de los y las personas de la tercera edad
conservan una actividad sexual regular y en la mayoría persiste el interés sexual. Una dificultad
frecuente para ellos es la ausencia de una pareja sexual. Mas cuando existe, no es el patrón joven
y adulto de relaciones sexuales el que se pretende, sino que cobra mayor importancia la cercanía e
intimidad corporal en el encuentro con la otra persona.

Para el hombre, disminuyen las respuestas como la erección del pezón, hay un menor
enrojecimiento facial y una menor contracción muscular, los testículos se elevan menos que en
edades anteriores, la erección requiere de más tiempo y estimulación para lograrse y es frecuente
la disminución de la misma antes de la eyaculación, especialmente si el acto sexual es tardado. En
general la erección puede durar en promedio 7 minutos, y el máximo momento de erección se
presenta justo antes de la eyaculación. A su vez, ésta emerge con menor fuerza seguida de una
rápida flacidez del pene.
Para la mujer, la hinchazón de senos, pezones y enrojecimiento de algunas partes del cuerpo va
disminuyendo. Por efecto de los cambios hormonales, las paredes de la vagina se adelgazan por lo
que algunas posiciones ocasionan irritación. La vulva y la vagina tienen cada vez menor elasticidad.
Se disminuye también el número e intensidad de las contracciones vaginales al momento del
orgasmo.

Si bien es claro que mientras más avance en edad la persona anciana, no hay razón para eliminar
por completo la vida erótica como una dimensión deseable y asequible. Además, las personas de
la tercera edad podrían haber aprendido ampliamente sobre su sexualidad y pueden incorporar
alternativas de caricias y acercamientos altamente satisfactorios que de hecho son recomendables
en las dos etapas anteriores.

Es necesario que comprendamos a la vida erótica de forma más amplia e integral que la
penetración de una vagina. El crecimiento erótico tiene que ver con un encuentro donde el
principal objetivo puede ser sentir placer y compartir espacios de intimidad con el otro en el que
cinco sentidos más la fantasía participan activamente.

Los vínculos afectivos en la tercera edad

La pareja en la vejez tiene varias tareas a realizar (Zumaya, 1994): el afrontamiento de las pérdidas
probablemente de la pareja y de amigos y parientes, el cierre del hogar familiar o la adaptación de
este hogar a la vejez y al retiro.

Con la prolongación de la esperanza de vida, también se ha extendido la expectativa matrimonial


para aquellas parejas que logran mantenerse. Muchas parejas que forman parte de relaciones con
problemas, han logrado superar sus diferencias y obtener una relación mutuamente satisfactoria.
Uno de los elementos más valorados en esta edad es en sí la compañía y la posibilidad de expresar
abiertamente su propia compañía. El amor, el respeto y el compartir intereses comunes parecen
ser elementos necesarios para la continuación de la relación de pareja.

No obstante, muchos hombres y mujeres no logran esta integración final por la frecuencia con que
alguno de los miembros de la pareja fallece. La pérdida de la pareja puede relacionarse con una
soledad intensa y con depresión, especialmente en aquellos ancianos que no tienen cercanía con
otros familiares. Para este momento, el grado en que la vida tenga sentido propio por diversos
proyectos y actividades a realizar es un factor que influirá notoriamente en el ajuste a las pérdidas.
El matrimonio en la tercera edad suele ser un factor positivo. Algunos estudios han encontrado
que el matrimonio en esta etapa de la vida da a los hombres la percepción de compañía y a las
mujeres mayor seguridad. No obstante, las mujeres suelen tener mayor dificultad para encontrar
en esta edad una pareja afectiva y sexual. En estos momentos, las nuevas y antiguas amistades son
fuente de compañía, comprensión, empatía y desarrollo.

También la enfermedad de uno o ambos miembros de la pareja puede afectar el estado de ánimo
de ambos y repercutir en la satisfacción y bienestar general. Pero fuentes alternativas de
convivencia social suelen aportar elementos positivos a cómo se vive esta etapa de la vida.
Frecuentemente podemos observar cómo algunos grupos de ancianos animados y con deseo de
seguir descubriendo y aprendiendo de la vida organizan excursiones y visitas culturales
disfrutando al máximo la experiencia.

La familia vuelve a ser como en la infancia, una fuente principal de bienestar y sobrevivencia, tanto
desde lo afectivo como en la aportación o supervisión de la satisfacción de las necesidades básicas,
éstas últimas especialmente con ancianos gravemente enfermos. Algunos autores consideran la
actitud de la sociedad en general el principal problema de la tercera edad, especialmente en
aquellas culturas donde se minimiza a los y las ancianas, y se ignora la gran riqueza que estas
personas tienen para brindar a los más jóvenes.

La reproductividad en la tercera edad

Si bien la capacidad biológica de reproducirse ha terminado desde la etapa anterior. Ahora los
abuelos expresan sus cuidados, ternura, consejos y hasta regaños a sus nietos e hijos. La medida
en que trascenderán será determinada tanto por su descendencia como por sus acciones e
intervenciones en la vida social.

Los ancianos suelen necesitar dar y recibir. En esta etapa de la vida pareciera que los papeles se
invierten y algunas funciones elementales de cuidado se espera que vengan por parte de los hijos.
En general hay en esta etapa una mejor relación con ellos aunque en gran parte ésta depende de
la dinámica familiar que antecedió.

Potrebbero piacerti anche