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Universidad Católica los Ángeles de Chimbote

Facultad de Derecho y Ciencias Políticas


Escuela Profesional de Derecho

Tema : Oratoria Forense, retórica y sus variables


Curso : Oratoria Forense
Docente : Dr. Franklin Giraldo Norabuena
Integrantes:

EVARISTO GUERRERO Jhonatan


FACTOR HUERTA Yaneth

Semestre: 2016 –I

Ciclo: VII

Huaraz-Perú 2016

I. ÍNDICE CON HOJAS NUMERADAS


Índice
I. ÍNDICE CON HOJAS NUMERADAS ........................................................................... 1
II. INTRODUCCIÓN....................................................................................................... 3
III. CONTENIDO O MARCO TEÓRICO: ORATORIA FORENSE, TRADICIÓN
RETÓRICA Y VARIABLE EN LA ORATORIA. ................................................................ 4
3.1. ORATORIA:............................................................................................................ 4
3.2. LA RETÓRICA, ORATORIA Y TOMA DE DECISIONES................................. 4
IV. CONCLUSIONES ..................................................................................................... 13
V. BIBLIOGRAFÍA........................................................................................................... 13
II. INTRODUCCIÓN

La oratoria es uno de los temas más fascinantes de la historia humana, que


hasido sujeto a transformaciones, desde la antigüedad, hasta nuestros díasOcupa
un lugar especial en la vida misma, es menester el poder de laconvicción, de
representantes de cada país, en un mundo de transformación, es pues uno de los
elementos fundamentales en la unificación de criterios, y la comprensión y el
estímulo de masas. Su intrínseca facultad está inmerso encada ser humano,
aflorarlo y desarrollarlo es una de las metas de las personas que buscan un
bienestar. Al decir bienestar, no desea que se entienda como un bienestar propio
yegoísta, mas por el contrario ha de entenderse, como la búsqueda de un
realbienestar colectivo y mancomunado, velando los intereses de los valorestran
scendentales de una sociedad y no simplemente aquellos que constituyen valores
suntuosos y superfluos de bienes materiales. La oratoria, muy bien encaminada,
por parte del poseedor, le beneficiara de grandes satisfacciones para su
realización. La vida tendrá un nuevo sentido silo conjuga con lo excelso de la
existencia.
III. CONTENIDO O MARCO TEÓRICO: ORATORIA FORENSE,
TRADICIÓN RETÓRICA Y VARIABLE EN LA ORATORIA.

3.1. ORATORIA:
La oratoria es el género literario en prosa que tiene como finalidad
convencer, persuadir, exponer o conmover por medio de la palabra hablada.
El dominio de la palabra está ligado íntimamente a la historia y el desarrollo
literario romano, puesto que éste era usado como herramienta política para
conseguir prestigio y poder. En un principio, se daba mayor importancia a
la integridad moral que a las cualidades formales del discurso, como se pudo
ver en el año 101 a.C. tras la expulsión de Roma de unos profesores griegos
de retórica, ya que, según decían, “corrompían las virtudes antiguas”. Pero
con el tiempo se fueron asimilando las preceptivas retóricas griegas y
comenzaron a abrirse escuelas de retórica.
3.2.LA RETÓRICA, ORATORIA Y TOMA DE DECISIONES

En tiempos antiguos las personas arreglaban tanto los asuntos públicos


como los privados no de otra manera que con la oratoria. No existía ni el
papel para persuadir las ofertas para los contratos ni periódicos para
promover soluciones a los problemas de la ciudad. Aun menos existían la
televisión y la red. No se razonaban los negocios sino con la palabra hablada,
como en los mercados y las plazas populares.

La teoría con que los antiguos dieron normas racionales a la oratoria se llama
retórica. Esta teoría reglamenta todas las responsabilidades del orador: su
desempeño oral, su lenguaje apropiado, la disponibilidad oportuna de
argumentos e información gracias a la memoria, el orden en el discurso y en
la presentación, pero sobre todo las razones que persuaden a una persona
para tomar decisiones sobre lo que vale la pena escoger entre distintas
propuestas que le son presentadas.

Esta teoría supone un reto correlativo al oyente: escoger libre y


razonadamente la mejor propuesta con base en los argumentos escuchados.
En este sentido, la retórica no se queda en instruirnos sobre meras formas
de expresión oral. La retórica aborda de lleno el arte de tomar decisiones.
Sin requerir de comunicación, las razones que aduce el orador son las
mismas que puede manejar mentalmente una persona para resolver un
asunto privado en un sentido o en otro. Pero, en la toma de decisiones, no
sólo las razones, sino la retórica de lleno asiste a quien resuelve en su tarea
de escoger las propuestas presentadas. Porque quien resuelve no sólo piensa
sino piensa además haciendo uso del lenguaje natural. Con la retórica, uno
persuade y se persuade con base no sólo en las razones sino también con
base en la encarnación de éstas en el lenguaje.
En cuanto a teoría de comunicación, la retórica no nos sirve sólo para la
oratoria. En la medida en que “vendamos bienes” de manera razonable a una
audiencia, la retórica nos asiste al comunicarnos de los más diversos modos,
independientemente de que presentemos nuestra propuesta en la televisión,
en la radio, en un libro o por la red computadorizada; y nos asiste
independientemente de que nuestra actividad como comunicadores sea
vender productos de consumo, el publicista; la Buena Nueva, el predicador;
buena imagen, el relacionista público; el bien común, el político; mejores
niveles de civilización, el estadista; entretenimiento, su productor en el cine;
mejor información que la de la competencia, el periodista; y aun hallazgos
científicos más trascendentales que los del colega, el investigador que desea
publicar su artículo en la más morrocotuda revista académica. Vender bienes
de manera razonable es la tarea de la retórica.

Para Aristóteles (Retórica I, ii), esta tarea es posible porque todos los
hombres gozamos de la “facultad” o capacidad de encontrar los mejores
medios para persuadir: la podemos ejercer aun antes de estudiar en la
escuela las reglas que le gobiernan. Según el estagirita, en esta capacidad
consiste la retórica en sí.

En cuanto que el vender bienes puede ejercerse siguiendo un método


racional, la retórica es también un arte, según explicó Quintiliano. Es más,
en cuanto que los principios de este arte pueden estudiarse y explicarse de
manera sistemática, la retórica es una ciencia, precisó este gran educador
latino. La retórica es incluso una virtud, añadió (Institutio Oratoria II, xv-
xx), porque si, como actividad humana uno la vuelve costumbre, se yergue
así en un hábito bueno. Por ello, Quintiliano (Institutio Oratoria XII, i)
definió al orador, a quien disfruta de la virtud de la retórica, como “vir
bono”, hombre bueno.
Sea, pues, la retórica la facultad, arte, ciencia, virtud de persuadir o
persuadirse, de manera razonable, sobre el mejor bien posible entre varios
elegibles.
Debe quedar claro que, metodológicamente, nos situamos en la más pura
tradición aristotélica, tan brillantemente recuperada en el siglo XX por Ch.
Perelman y, entre nosotros, por la llamada Retórica General Textual;
una tradición que supera la idea peyorativa y restringida de "retórica" y
establece que el acercamiento a un texto, literario o no, desde la perspectiva
retórica no sólo debe atender a las figuras del lenguaje, sino también a las
estrategias argumentativas lógicas, psicológicas y éticas, y a la tópica y al
conjunto de ideologemas de los que se nutre dicho texto para lograr el
objetivo final del docere, delectare et movere ("enseñar, agradar y
persuadir") ante un receptor o auditorio determinado.
Con otras palabras, en el discurso nos encontramos con un receptor que
procesa, que descodifica un mensaje que para él tiene un origen en una
persona revestida de credibilidad, bien sea por su posición social, bien sea
por los conocimientos que se le suponen (éthos). Una persona que emplea,
por un lado, enunciados que apelan a la capacidad de discernimiento
racional de quien le escucha (lógos) y, por otro lado, palabras evocadoras
de sentimientos (páthos) o de emociones estéticas (léxis) a las que el
receptor del mensaje responde subjetivamente8. El orador, además, añadirá
el gesto, la voz y su apariencia externa, que son los elementos que
constituyen la hypókrisis de la retórica griega o la actio de la latina
(términos ambos sacados del teatro); elementos que en el proceso de
convencimiento o persuasión son tan importantes o más que los puramente
argumentativos9. La Retórica, en suma, no tiene más finalidad que la de
hacer eficaz un mensaje; es decir, prepararlo y emitirlo debidamente para
hacerlo llegar en las requeridas condiciones y procurar que cause el deseado
impacto en su receptor.

Como éste queremos que sea el primero de una serie de estudios dedicados
al análisis retórico de la oratoria política, en general, y de Sagasta, en
particular, destinaremos algunas páginas a la exposición de nuestra línea
metodológica y a la definición de los distintos términos retóricos
implicados. A continuación, la aplicaremos al análisis de uno de los
primeros discursos de la larga carrera política de Sagasta: el que pronunció
en su primera etapa como parlamentario en descargo de los diputados
liberales que votaron contra la libertad de cultos.

Así pues, esa Retórica de raigambre clásica enseña que las estrategias que
debe poner en práctica el orador si quiere conseguir que su discurso sea
persuasivamente eficaz son de carácter "lógico", psicológico, ético,
estilístico y "escénico". Veamos en qué consiste y cómo se articula cada uno
de ellas.

En Lógica basta una prueba, la mejor demostración, la más simple y breve;


pero en el discurso retórico puede ser de utilidad cada argumentación
añadida para aumentar el grado de adhesión; pues de las argumentaciones
lógicas se predica la validez, de las retóricas, la eficacia. La Retórica no
aspira a la certidumbre total y a lo universal como la Lógica, sino a la
probabilidad y a lo contingente. El ser humano, que es más bien un ser
sugestionable que un ser lógico10, no actúa de ordinario tomando por cierto
tan sólo aquello que está probado. Actúa muchas veces por impresiones y
su adhesión se caracteriza por conocer una gradación de intensidad variable
bien distinta del binarismo racionalista del sí o del no. Por ello, la Retórica
no argumenta con silogismos siempre ciertos y verdaderos, sino con lo que
Aristóteles llamó entimemas y con ejemplos, a través de los cuales se
intenta obtener no tanto la verdad inamovible cuanto una opinión razonable.

El entimema es, en efecto, un "silogismo" cuyas premisas son verosímiles


(y no necesariamente verdaderas), significando lo verosímil la adhesión a
un sistema de expectativas compartido habitualmente por la audiencia.
Aristóteles, ciertamente, nos enseña que "ante determinados auditorios, ni
aunque poseyéramos la ciencia más exacta, resultaría fácil que los
persuadiéramos con ella, pues el discurso científico es cosa de instrucción,
y eso es imposible en un caso como el antedicho (sc. el orador hablando a
las masas), sino que es necesario montar las pruebas y los argumentos sobre
los principios comúnmente admitidos". Las premisas de los entimemas han
de buscarse, en consecuencia, entre esas opiniones generalmente aceptadas
que están como depositadas en la memoria colectiva. Para hallarlas se
recurre a lo que Aristóteles llamó tópoi,o lugares, que constituyen, en
palabras de Perelman, "un arsenal indispensable del que, quiera o no quiera,
deberá pertrecharse quien desee persuadir a otros". A partir de estos
lugares, que a menudo permanecen implícitos en las argumentaciones,
justificamos la mayoría de nuestras decisiones.

Enumerar todos los lugares posibles sería una empresa irrealizable, porque
cada grupo social, cada época da preeminencia a unas u otras ideas y valores.
No obstante, se puede reunir bajo títulos muy generales el conjunto de los
lugares que "todos los auditorios, cualesquiera que fueren, tienden a tener
en cuenta" y que son los agrupados bajo los nombres de lugares de la
cantidad, de la cualidad, del orden, de lo existente, de la esencia y de la
persona. Vamos a explicar, aunque sea someramente, cuál es la virtualidad
argumentativa de cada uno de estos grupos.

Los lugares de la cantidad afirman que una cosa vale más que otra por
razones cuantitativas. Esta es la premisa sobreentendida en muchas
argumentaciones distintas pertenecientes a los campos más dispares. Por
ejemplo, en la idea de que ha de seguirse la opinión de la mayoría, en la
apelación al "sentido común" o a la "normalidad" basada en el principio
estadístico, en la preferencia de un mayor número de bienes a uno menor,
de lo que beneficia a un mayor número de personas, de lo que es más
duradero y estable, etc.

En los lugares de la cualidad, que se oponen a los anteriores, se basan


quienes combaten la opinión de la mayoría, al afirmar que la cantidad va en
perjuicio de la calidad, exaltando lo único como incomparable. Lo que es
único no tiene precio y su valor aumenta por el mero hecho de ser
inapreciable. Hoy es aceptado, por ejemplo, que todo lo que está amenazado
de desaparecer adquiere un valor que conmueve de inmediato. O piénsese
en la fuerza argumentativa de un hecho calificado de irreparable porque no
puede repetirse. Incluso la mayoría aprecia lo que sobresale, lo que es raro
y difícil de realizar.

Los lugares del orden afirman la superioridad de lo anterior sobre lo


posterior, de los principios sobre las aplicaciones concretas, de las leyes
sobre los hechos, de las causas sobre los efectos, etc.; pues lo que es causa
es razón de ser de los efectos y, por consiguiente, es superior. Un ejemplo
podría ser la idea de primacía: ser el primero en entender algo, en hacer un
descubrimiento, en superar un límite; incluso la noción de precedencia como
señal de respeto está fundada sobre los lugares del orden.

Los lugares de lo existente confirman la preeminencia de lo que existe, de


lo que es actual, de lo real sobre lo posible, lo eventual o lo virtual. Van de
la popularidad del refrán "más vale pájaro en mano que ciento volando" a la
razonable preferencia por un resultado observable antes que por un proyecto
que no está en marcha.

Por los lugares de la esencia se concede un valor superior al individuo o


individuos que encarnan mejor las características atribuidas a una
determinada "esencia" o "tipo". Se trata de una comparación entre sujetos
concretos. Tersites como ejemplo de fealdad, Ulises como prototipo de la
astucia; una estrella de cine como encarnación de la mujer fatal, o como sex-
symbol, etc. El fenómeno de la moda se explica, como es sabido, por el
deseo de acercarse a quienes "marcan la tónica".

Los lugares de la persona se apoyan en los valores de la dignidad, el mérito


y la autosuficiencia. Por ellos concedemos más valor a lo que se hace con
esmero, a lo que requiere más esfuerzo y a quien "se ha hecho a sí mismo".

No hay que olvidar que a cada lugar se le puede oponer un lugar contrario:
a la superioridad de lo duradero, que es un lugar clásico, se le podría oponer
la de lo efímero, que es un lugar romántico. "De ahí la posibilidad de
caracterizar las sociedades no sólo por los valores particulares que obtienen
su preferencia, sino también por la intensidad de la adhesión que le conceden
a tal o cual miembro de una pareja de lugares antitéticos".
Mientras que el entimema es un razonamiento deductivo, la argumentación
por el ejemplo procede de forma inductiva: recurre a un hecho concreto,
real o ficticio (pero verosímil), que puede generalizarse. Así, cuando
invocamos un precedente significa tratarlo como un ejemplo que
funda una regla. En los tipos de discurso científico, en la oratoria religiosa
y política, por ejemplo, y, en general, en todo tipo de propaganda, incluida
la publicidad comercial, el paso de la fundamentación de una norma a su
ilustración es, casi siempre, insensible y ambas funciones pueden estar
subordinadas al propósito de proporcionar modelos de comportamiento17.
Las colecciones clásicas de hechos memorables en forma de relato de un
episodio que puede citarse como confirmación constituyen un filón de
ejemplos que han sido aprovechados por la oratoria de todas las épocas.

El llamado argumento de autoridad también se inscribe dentro de este tipo


de razonamiento que se apoya en los hechos o afirmaciones considerados
como "ejemplares". Por medio de él se confiere valor probatorio a la opinión
de un experto, de un maestro, de un personaje ilustre o, incluso, de la
sabiduría popular. La cita es el instrumento del argumento de autoridad
cuando el usuario la aduce como garante de la propia opinión. En la
utilización retórica de este argumento, puede invocarse la autoridad de una
persona sobre una materia para divulgar su opinión favorable sobre
cualquier otra cosa.

Lo mismo que sucedía con el entimema y los lugares, también al ejemplo se


le puede oponer un contra-ejemplo. Así, a un refrán como "la prudencia es
madre de la ciencia", se le contrapone otro como "el que no se arriesga no
pasa la mar". Además, cuando se aduce un ejemplo se sobreentiende que
uno mismo se esfuerza igualmente por acercarse a él. Esto permite salidas
cómicas como la siguiente: a un padre que le dice a su hijo mal estudiante
recurriendo a un ejemplo: "A tu edad, Napoleón era el primero de la clase",
le replica el muchacho: "A la tuya, era emperador".
Tipos de retórica:
El padre e iniciador práctico de la retórica, es Aristóteles. Él en su tiempo,
logro distinguir tres tipos de retórica, que adecuándolos a la realidad actual
se presenta de la siguiente manera:
- Política o deliberativa. Todas las cuestiones políticas suscitadas en la
realidad política, para que tengan asidero real, requieren necesariamente de
una serie de deliberaciones, preferentemente entre los más connotados
especialistas del acontecer político: politó1ogos y afines.
- Epideitica o ceremonial. Es muy usual en las reuniones ceremoniales
comunes que se presentan con frecuencia en las distintas realidades, con la
presencia física y espiritual de académicos, plenipotenciarios, funcionarios
y servidores de las distintas jerarquías socioculturales, así como los que
pertenecen al populorum de una sociedad.
- Forense o jurídica. Se refiere obviamente a la expresión locuaz que hace
el abogado en defensa del interés social y la búsqueda de la justicia.
Aristóteles expresa con elocuencia un interés especial referido a la Retórica
Jurídica, que fuera (y es) el foco de atención predominante entre los sofistas,
tratando de diferenciar de la retórica política, por la escasa atención prestada
a esta última, cuando se pone en práctica la anterior.
En la oratoria política hay poco aliciente para decir y hablar de cosas
triviales, trata en la mayoría de casos, de aspectos muy generales. Esto en
razón de que la política es pues un asunto noble y apreciado precisamente
para ciudadanos involucrados en hacer extensiva la práctica política. En
cambio, en los llamados juicios jurídicos los asuntos que han de resolverse
pertenecen a otros, ajenos a los intereses de los juzgadores; en consecuencia,
es poco probable que los jueces se esfuercen por juzgar imparcialmente. Se
preocupan poco en la celeridad procesal, más bien arguyen hacer extensivo
un Auto o una Resolución, obstaculizando el desarrollo del proceso. En un
debate político general, local, regional, congresal u otros, el que está
formándose un juicio está simultáneamente tomando una decisión acerca de
sus propios intereses vitales, que es la razón de ser del aludido debate. En
consecuencia, los resultados de la deliberación son más inmediatos para
aquellos que participan en el juicio. El maestro Aristóteles observa con
sumo cuidado, proponiendo, que en los tribunales se debe prohibir todo
aquello que no viene al caso, debiendo ser más específico en el tratan1iento
del juicio jurídico. En la asamblea publica esa objeción no es necesaria
porque es de considerar, quienes tienen que formarse un juicio, como están
en juego sus propios intereses, estamos seguros, que los asambleístas son
capaces de guardarse los que tienen. ¿Por qué es conmovedora la retórica?
La retórica -continua Aristóteles" Es una combinación de la ciencia de la
lógica y de la rama ética de la política". Resulta curioso decir, que se
desenvuelve como la dialéctica y como el razonamiento sofistico. Ambos
llegan al usuario en una dimensión diferente. Una parte tiende a conmover
y la otra a persuadir. Siendo así, la retórica tiene grandes atributos, unos
latentes y otros son manifiestos: su condición no es de ciencia, sino esta
revestida de una facultad práctica, que establece una afinidad esencial con
la capacidad de juicio que se abstrae. ¿La retórica tiene objetos? Según
Aristóteles, la retórica se operacionaliza - esto es la ejecución- juzgando
probabilidades y contingencias. EI modo de persuasión con el que trata es
el entimema (Filos. Silogismo reducido a dos proposiciones en que se
elimina una de las premisas por evidente). Esto es, una persuasión que no
admite silogismos estrictos. "La persuasión del orador político entra en la
urdimbre (es el estambre después de urdido. Trama de un asunto), de la
phronesis. Seleccionar entre las contingencias más probables y menos
probables sobre la base de sus entimemas persuasivos en parte integral del
ejercicio de la propia facultad de sabiduría practica". Phronesis se encuentra
no solo del lado del público que tiene la capacidad de escuchar, juzgar y
decidir, sino también del lado del orador mismo, que en el proceso de en
codificación ha de seleccionar el lenguaje, el estilo y los medios de
persuasión más apropiados. ¿Cuáles son los elementos en la capacidad de
persuadir? En la capacidad de persuadir intervienen -nos ensena Aristóteles-
tres elementos fundamentales:
a) el carácter (del orador)
b) la emoción (del público),
c) la racionalidad (los argumentos del discurso).
La persuasión consiste en dominar los tres elementos, inclusive toda la
retórica. EI orador persuasivo, si pretende conocer la retórica, su actividad
ha de consistir en elaborar críticamente cada uno de los elementos, para
conocerlo y dominarlo en su naturaleza y estructura.
El buen orador debe dominar, entre otros aspectos las siguientes cuestiones:
a) un entendimiento del carácter y la bondad del ser humano en sus diversas
formas y variantes,
b) un entendimiento de las emociones, con el objeto de poner al público en
el buen humor,
c) una capacidad de razonar Ilógicamente, ofreciendo pruebas en el campo
del discurso.
El orador que va a pretender una phronesis autentica en la manera de
dirigirse a la respetable audiencia debe estar perfectamente familiarizado
con sus atribuciones de carácter moral, propósito ético, virtud, voluntad,
confiabilidad, etc. De esta manera se le han de atribuir los mejores motivos,
oportunos caracteres y propósitos altamente posibles; debe tener
conocimiento de toda la gama de emociones: amistad, enemistad, regocijo,
tristeza, virtud, defecto, temor, confianza, acierto, yerro etc. De modo que
el orador. Sepa a ciencia cierta y en la práctica divulgue como han de afectar
estas emociones, respecto a un juicio dado. Es decir, el orador debe dominar
las diversas formas del raciocinio, para que tenga oportunamente los
mejores argumentos posibles. Estas tres Fuentes de persuasión señaladas por
Aristóteles, pretenden agotar el estudio respecto al arte de la retórica:
emoción de los miembros de la Sala Colegiada, carácter del orador y verdad
de los argumentos propuestos. Es decir, la persuasión en cada caso debe
alcanzarse, actuando sobre el estado emocional coyuntural de los jueces y
otros magistrados; proporcionándoles la correcta (y bien estudiada)
impresión del carácter del orador; probando la verdad de las afirmaciones
propuestas.
El habla retorica La oratoria deliberativa tiene la función de recomendar los
posibles fines que se deben seguir. A continuaci6n, el habla retórica fija el
"blanco" al que se debe "apuntar" (ambos términos entre comillas se utilizan
con frecuencia en el lenguaje castrense). La retórica tiene un espacio ganado
dentro de la teleología. No es una 49 teleología llamada externa, en la cual,
la retórica solo serviría como un medio orientado a un fin
independientemente fijado. Lo recomendable es, no emplear la retórica para
alcanzar fines, -como aparentemente se quiere entender-, nuestros fines ya
están situados en un medio retorico, forjado constitutivamente por este
medio. Nuestros fines en general, y el fin del orador en particular no son
buscados retóricamente, sino que están a su vez, constituidos retóricamente.
Esto significaría, que los fines políticos están sujetos a deliberación. Aguirre
(2007) afirma: La retórica, no es solo un instrumento de la política, es a su
vez, el medio mismo de elección y decisión. La retórica opera cuando se
está buscando un resultado favorable, conquistando la simpatía de los
oyentes, sino a su vez cuando el orador sabe, que palabras serán recibidas
con hostilidad y resistencia. Al respecto, lo aconsejable es adherirse al
modelo tradicional, que pudiese servir para la interpretación de la retórica,
iniciando por discernir de lo que se desea, sus fines, eligiendo a continuación
el medio más eficaz. Pero ello no es suficiente, requiere de otras pruebas
más consistentes. A mayor abundamiento, el empleo de la retórica pretende
cubrir un campo cada vez más amplio y en distintas dimensiones.
En el habla retórica, hay que tener en consideración, fundamentalmente, el
eco de la recepción del discurso expuesto por el orador forense. No se trata
de pretender adornar nuestro discurso con términos supuestamente
atractivos, que finalmente no tiene buenos resultados. EI discurso debe
provocar una apreciación retorica en cada uno de los oyentes, al margen del
nivel sociocultural y preparación académica; siempre que el orador forense
en cada una de sus palabras, haga sentir el peso de su pronunciación y el
énfasis en cada uno de los aspectos más relevantes que produce. La
operación de la retórica, pronunciado por un experimentado orador forense
tiene la expectativa de cubrir un dominio universal, considerando que se da
en sus diversos ámbitos y especialidades, utilizando para tal efecto las
mínimas cualidades que debe tener aquel que hace retórica, procurando
relacionar la retórica y la visión historia: categorías discúrsales, que siempre
deben estar presentes en la mente del orador. No en vano Aristóteles tenía
una apreciación definida de la retórica como rasgo constitutivo esencial del
orador.
El orador forense que elige una manera apropiada y peculiar de discurso, a
la distancia se distingue tener una gran virtud: persona de propósito moral y
de juicio. Siendo así, el solo se está recomendando, porque el público lo
juzgara en forma imparcial su talento y su virtud. En Francia, Mirabeau
reunía estos requisitos, que superaban ampliamente a su figura física. La
presentación de un discurso, obviamente, mediada por la oratoria, tiene que
desembocar en un juicio, que ha de ser deliberado por los oyentes
IV. CONCLUSIONES

En definitiva, la Retórica de raigambre clásica, no la "retórica" restringida y


desprestigiada de la manía clasificatoria, había estudiado y codificado, para su
mejor aprendizaje y uso por todos los ciudadanos interesados, los recursos que
favorecían el éxito del discurso. Mediante las recomendaciones y directrices de
esta técnica para "hablar en público" (significado propio de téchne rhetoriké) el
orador descubría los recursos de índole racional, psicológica y estética que, de
acuerdo con las circunstancias, eran adecuados y convenientes para persuadir al
oyente. Una vez hallados, ordenados y verbalizados adecuadamente, el orador se
aplicaba -no debemos olvidarlo- a una exposición oral, donde se ponían en liza
esos otros elementos "paraverbales" (voces, gestos, posturas) que apoyaban en
gran medida la eficacia persuasiva del discurso.

Pues bien, desde esa Retórica nosotros podemos proceder al análisis de los
discursos para estudiar y descubrir sus resortes persuasivos. Un análisis que no
debe detenerse en la simple enumeración de las "figuras retóricas" presentes en el
texto, sino que debe explicar por qué ese discurso convence y persuade en un
momento y a un auditorio concreto, atendiendo a sus componentes "racionales",
"emotivos", "éticos", "estéticos" y "escénicos".

V. BIBLIOGRAFÍA

1. López, J. Mª, Lecciones de elocuencia en general. Madrid, 1849-1850, p. 23.


2. Sobre la personalidad política de Sagasta tenemos ahora el excelente estudio, con
abundante bibliografía, de Ollero Vallés, J. L.,El progresismo como proyecto
político en el reinado de Isabel II: Práxedes Mateo-Sagasta, 1854-1868, Instituto
de Estudios Riojanos, Logroño, 1999.
3. Cañamaque, F., Los oradores de 1869, Madrid, 1879, p. 276.
4. Perelman, Ch. y Olbrechts-Tyteca, L., La Nouvelle Rhétorique. Traité de
l'argumentation, Paris, 1958 (citaremos a partir de latraducción
española: Tratado de la argumentación. La nueva retórica, Ed. Gredos, Madrid,
1989).
5. García Berrio, A., "Il ruolo della retorica nell' analisi/interpretazione dei testi
literari", Versus 35-36 (1983), pp. 99-154; "Retórica como ciencia de la
expresividad (presupuestos para una Retórica General)", Estudios de
Lingüística 2 (1984) 7-59; Teoría de la Literatura (La construcción del
significado poético), Cátedra , Madrid, 1989, 140 ss. J. M. Pozuelo Yvancos, Del
Formalismo a la Neorretórica, Taurus, Madrid, 1988, 206 ss.

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