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Frank Báez: Un escritor auténtico y valioso

Sección / Section: Entrevistas / Interviews, Literatura dominicana / Dominican literature


“Da pena que en Santo Domingo los escritores sean tan mezquinos que no se lean entre
ellos.”
Un acercamiento al poemario Postales y al pensamiento de su autor.

Frank Báez es un escritor dominicano del que intuyo se hablará mucho


en el futuro por la originalidad de su voz, la calidad de su obra y su particular visión de las cosas.
Es un apasionado de las letras, un lector voraz, un artista con una sensibilidad atenta a cuanto le
rodea y una de las principales voces de la nueva generación de escritores del país.

Frank Báez nació en Santo Domingo en 1978. En 2004 publicó el poemario Jarrón y Otros Poemas
(Editorial Betania, Madrid), en 2007 el libro de cuentos Págales tú a los Psicoanalistas (Ediciones
Ferilibro, Santo Domingo) con el que obtuvo el Premio Internacional de Cuento Joven de la Feria
Internacional del Libro y este año el poemario Postales (Colección Casa de Poesía, Editorial
Universidad de Costa Rica).

Junto a la escritora Giselle Rodríguez Cid, edita la revista virtual de poesía Ping Pong, la cual ya va
por su sexta edición publicando de manera continua poemas de jóvenes escritores
latinoamericanos, entrevistas, ensayos y traducciones.

En la actualidad colabora con varias revistas y publica textos de su autoría (crónicas, reseñas de
libros, comentarios sobre escritores…) en el blog Frank Invita.

En esta entrevista hablamos con Frank Báez sobre sus preocupaciones literarias, la literatura
dominicana y en particular sobre su reciente poemario Postales, un libro valioso e interesante, que
se lee con placer y asombro, con la certeza de haber encontrado un conjunto de poemas
memorables y a un escritor auténtico.

ROSA SILVERIO: Postales forma parte de la Colección Casa de Poesía del VII Festival
Internacional de Poesía Costa Rica 2008. ¿Cómo surgió este proyecto y esta participación
tuya en ese festival internacional? ¿Qué tal ha sido la experiencia?
FRANK BÁEZ: A mediados del 2007 comienzan a contactarme para participar en el Festival, y
como uno de los requisitos que tiene el Festival es que cada poeta mande una selección de su
obra para publicarla y distribuir los libros en las actividades, aproveché y mandé el libro de Postales
con el que venía trabajando desde hace tiempo. Cuando me lo entregaron en el aeropuerto, me
puse contentísimo por la edición y al ver los poemas al fin publicados.

¿Qué te puedo decir del Festival? La experiencia fue bien grata. Conocí poetas de diversas partes,
de Irak, de Egipto, de Gambia, de Argentina. De varios países. Además, conocí muchos poetas
ticos. Tuve que comprar una maleta para llenarla de libros. Recité mi poesía en bibliotecas, plazas,
cárceles, hospitales, hoteles, bares, preescolares, pizzerías, liceos. Ahora tengo más amigos en
Costa Rica que en República Dominicana donde he vivido casi toda mi vida. Incluso me escribo
con un poeta privado de libertad - eufemismo que utilizan para los presos - que cumple sentencia
en una cárcel de Cartago.

RS: ¿Cuáles son las diferencias a nivel estético y temático entre tu primer poemario y
Postales?
FB: No creo que sea sensato contestarte esta pregunta, ya que, primero, yo escribí los poemas, y
segundo, porque esa pregunta se la irá respondiendo el lector a medida que se familiarice con los
poemas. Te puedo decir que la diferencia entre ambos libros es la misma que estriba entre un
corredor de pista y un maratonista. Es decir, una cuestión de distancia, de tiempo, de sudor.

RS: Hay en tu poemario una mezcla de cotidianidad, soledad, descaro, humor y melancolía.
¿Hay alguna emoción en particular en la que te guste ahondar más que en otras o es
cuestión del contexto? ¿Buscabas crear alguna atmósfera en particular?
FB: Esas cualidades a que te refieres la puedes encontrar en cualquier libro de poesía. Me
sorprende que no te refieras al amor. Porque antes que nada se trata de un libro que celebra el
amor que siento por personas, ciudades, poetas. También hay que resaltar la preocupación
estética y discursiva, es decir, los poemas sobre el oficio.

Pero por otro lado, también hay desesperación y horror, que no es nada metafísico ni surrealista,
sino que surge de la realidad y de las entrañas de cualquier dominicano. Piénsese en el poema
que describe la angustia de un chamaquito que espera que su hermano le saque la residencia
antes que se lo rifen en el barrio, la de los inmigrantes perseguidos por la migra, la de los haitianos
que se los lleva la camiona, la de los que se van en yola, los que van a cruzar una carretera con
temor que se los lleve una patana, las que se prostituyen en el exterior, la de la Marilyn Monroe
que se va con el pasaporte de su hermana a Nueva York, la mía propia como emigrante en
Chicago, en fin, esa idea de huída y de viaje que culmina con el último poema de la primera parte
donde en una epifanía o más bien en un efecto óptico, Santo Domingo se echa a navegar hasta
perderse en el mar.

RS: La segunda parte de tu libro está conformada por ciento cincuenta postales dedicadas a
los más variopintos personajes y situaciones. ¿De dónde surgió esa idea y qué sensación
buscas despertar en el lector?
FB: Creo que vino de mi afición a las postales y de un texto de Reindhart. La primera postal que
recibí en mi vida todavía la conservo. Me la envió un amigo de Bruselas, diecisiete años atrás,
cuando este se encontraba en tratamiento en una clínica después de haberse quemado las manos
y parte del pecho con unos fuegos artificiales. Con el texto lo que quise fue idear una lista de
personas ideales para enviarles postales. Me tomó más de un año redactarlas. Escribí alrededor
de quinientas postales y sólo publiqué una selección de ciento cincuenta postales en el libro.
Quinientas postales es ya algo absurdo, redundante y extenuante para el lector. Mientras iba
escribiendo las postales me sentaba con álbumes de fotografías entre mis piernas descubriendo
familiares y amigos, o tomaba notas cuando conversaba con amigos o cuando escuchaba algo
interesante en una guagua o en un salón de belleza.

Muchas de las postales están dedicadas a difuntos, a personas que no he vuelto a ver desde mi
infancia, a personas que sólo he visto una vez en mi vida, a personas que aparecían en breves y
mal redactadas notas policiales en los periódicos o en libros. Todas las postales tienen
destinatarios en este mundo o en el otro. Y esto último quizás no signifique mucho literariamente,
pero sí en un plano personal.

RS: A nivel formal se siente mucha libertad en tu poemario, en especial cuando nos
encontramos con versos bien largos, cuando prescindes de los signos de puntuación
(sobre todo de la coma o el punto), cuando usas el spanglish o el inglés (aunque siempre
controlado y muy puntual), cuando te aproximas a la prosa por el tono coloquial o a la
narración por la historia que siempre sobresale en cada poema. Eso es parte de lo que hace
a tu poemario más especial y le da ese acento único. ¿Cómo fue para ti hallar el tono en el
que querías escribir los textos que aparecen en Postales?
FB: Antes que nada, Postales es un libro conceptual. Mientras escribía e iba agrupando los textos,
me preguntaba cuál era la función de cada poema en el libro. Pienso que esa es una pregunta
fundamental para cualquier artista. Se trata de cambiar de lugar los muebles y los cuadros de los
poemas a diario. No importaba que el poema fuera excelente o tuviera su mambo, si no se
ajustaba al conjunto era descartado. Te pongo un ejemplo. El libro empieza con un poema llamado
Autorretrato donde hablo acerca de mi derrota como poeta, una derrota triste, como en las
películas de Kurosawa que de repente le cortan la arteria carótida a uno de los samurais y este
empieza a botar sangre como un aspersor. Pero fíjate es el primer poema y todavía queda el resto
del libro. Así que el lector se pregunta rascándose la cabeza, ¿si el poeta tiró la toalla en el primer
poema que más me puede ofrecer? Y ese es el punto de partida. Olvida las concepciones y los
clichés que tienes de la poesía, y entra en este libro como se entra a un barrio caliente, es decir,
alerta y con el temor de que te den un palo. Fíjate que si hubiera colocado ese poema en otro
lugar, deja de funcionar ese aspecto que trato de mostrar en el libro.

RS: En este poemario nos muestras diferentes planos del escritor: el aturdido por la
soledad, el que extraña a su amada, el que se pelea con las musas, el que por fin escribe
luego de dos meses de sequía o el que es reconocido por un policía que aprecia su obra.
¿Cómo y de dónde brota todo eso? ¿Cuánto hay de autobiográfico y cuánto hay de ficción?
FB: Bueno, de la vida. Todo lo que ocurre en esos poemas es cierto. Y es cierto, porque fue
sudado y padecido.

RS: ¿Cambió tu estadía en Chicago tu visión sobre el mundo e incluso tu mirada poética?
FB: No creo. Ahora bien, si tomamos en cuenta de que fue en Chicago donde conocí a mi novia, a
quien el libro está dedicado, pudiera decir que sí.

RS: Frank, como autor la gente te vincula directamente con el beat y el realismo sucio…
¿estás tú en esa onda o como dijiste en una entrevista a los autores de estas corrientes ya
lo has puesto en su tramo y ahora estás en uno nuevo, y de ser así, cuál sería ese nuevo
tramo?
FB: Dime quién es que me vincula con eso para retarlo a un duelo en el parque Duarte. Odio esa
manía de clasificar, de asumir la literatura como algo prefabricado, como esos hoteles gringos que
traen en cajas y levantan en par de días. Una jeva de Los Minas o de Los Kilómetros escribe cinco
poemas y ya están hablando que sus poemas son influidos por la antipoesía o por los metafísicos
argentinos o la otredad mexicana. Esas cosas se evalúan cuando pasa el tiempo y las modas
cambian y uno puede examinar la literatura de una manera objetiva y con una visión amplia.
Aunque esto lo hacen los editores para agrupar las obras de escritores como si se tratara de una
paca de ropa. Entiendo que los editores hagan eso buscando sus chelitos, pero de ahí a que
críticos o escritores asuman estas clasificaciones y las repitan, me parece obtuso de su parte. Los
Beatniks, los hippies y el jazz están muertos. El término de Realismo Sucio se lo inventaron unos
editores españoles para vender cierta literatura “escandalosa” a una serie de solteronas y de
bohemios wanna be.

RS: En una entrevista dijiste que no has encontrado en la literatura dominicana un escritor
que te haya influenciado directamente, aunque sí destacabas la obra de autores como
Mieses Burgos, Manuel del Cabral, Juan Bosch y René del Risco. ¿Cuáles han sido esos
escritores foráneos que sí han sido determinantes en tu formación y en tu escritura?
FB: ¿Dije eso? Pues dije un disparate. Al contrario, creo que muchos escritores dominicanos
perviven en mi obra. Imagina una batidora gigante en la que vayan arrojando a todos los escritores
dominicanos, que de pronto la enciendan a toda velocidad y que cuando el contenido esté listo lo
sirvan en un envase. Ese envase es mi poesía. Tan sólo hay que leerse Postales para ver esa
deuda. Aunque no lo parezca, La Marilyn Monroe de Santo Domingo es un poema que debate la
idea de la poesía dominicana.

RS: En la misma entrevista afirmaste que la literatura dominicana actual es muy floja y que
hay que pensar en los lectores a los que uno se está dirigiendo porque los referentes han
cambiado. Me gustaría que abundaras un poco más sobre esto. ¿Puede entenderse que lo
que intentas transmitirnos es que el escritor dominicano debe modernizarse, que debe
escribir de acuerdo a la realidad actual?
FB: No hay que abundar mucho. Con un dato te lo explico. Creo que el año pasado se publicaron
más de veinte novelas sobre Trujillo. Este año ya van como diez. A eso me refiero. Novelas sobre
Trujillo que en el fondo parecen más loas al dictador que críticas o denuncias. Al leerlos, en
ocasiones se tiene la sensación de que nosotros los dominicanos nos sentimos orgullosos de
haber tenido a semejante hijo de su maldita madre como dictador durante treinta años.

RS: Dijiste hace un tiempo que lo que nuestros escritores necesitan es lectura, y yo estoy de
acuerdo. Pero ¿qué tipo de lectura? ¿Apuestas por una lectura abierta y democrática o por
una lectura selectiva y muy específica?
FB: Todo tipo de lectura. Da pena que en Santo Domingo los escritores sean tan mezquinos que
no se lean entre ellos. Parafraseando a Borges, yo me vanaglorio de poder leerlos a todos. Ya han
desaparecido los suplementos literarios y hay tan pocas revistas por el simple hecho de que se
está leyendo poco, ya que el ejercicio continuo de la lectura conduce a que los lectores terminen
publicando reseñas, críticas literarias y hasta traducciones.

Hagamos un cálculo superficial. Supongamos que te lees cuatro novelas de aproximadamente


trescientas páginas al mes. Eso equivaldría a leer una novela por semana. Lo que equivale a leer
43 páginas diarias. Pongamos que te toma leer 43 páginas en una hora y media. Quizás te toma
más o te toma menos. Pero pongamos una hora y media como promedio. Se trata de dedicarle una
hora y media durante el día a la lectura, y en un año te estás leyendo casi cincuenta novelas de
trescientas páginas. Yo tengo un amigo que ve más de tres películas diarias. A mí me gustaría
poder leer más de tres libracos diarios, pero como debes saber, es imposible si uno trabaja, tiene
novia y sobrina.

RS: A nivel literario, ¿cuáles son tus preocupaciones, cuáles son los temas y las corrientes
que te atraen, y cuáles son tus aspiraciones?
FB: Tengo miríadas de preocupaciones. Me atraen todos los temas y todas las corrientes. Desde
los quince años, sólo tengo una aspiración: ser escritor. Espero lograrlo.

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