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PREVALENCIA
Resulta difícil establecer la prevalencia exacta de los trastornos disóciales. Las
diferencias en su definición, así como los factores socioeconómicos y familiares,
influyen en la cantidad y tipo de problemas que se comunican. Con todo, la
conducta de agresión, así como la conducta antisocial, negativista o similar, está
con toda seguridad entre los problemas más habituales de la niñez. En la revisión
que llevaron a cabo Wells y Forehand (1985) se encontró que del 33 al 75 por
ciento de los casos remitidos a atención clínica lo fueron por comportamientos
disóciales. Los estudios sobre la prevalencia en la población general indican a
menudo índices entre el 4 y el 6 por ciento de trastornos disóciales diagnosticados
(Earls, 1994). Las estimaciones de la prevalencia de conductas antisociales
específicas son mucho más altas, a menudo alrededor del 60 por ciento.
Desobediencia, rabietas, exigencias y quejas son también algunas de las
preocupaciones que habitualmente expresan los padres en los centros de salud
(Schroeder y Gordon, 1991). También informan sobre muchas de estas conductas
los padres de niños a los que no se ha llevado a tratamiento (Cf. Achenbach, 1991
a). Los niños exhiben más conductas asociadas con el trastorno disocial que las
niñas. En la mayoría de los casos Trastornos disóciales 175 la proporción que se
ha encontrado es de 4:1 (Earls, *994).
DESCRIPCIÓN Y CLASIFICACIÓN
La complejidad y heterogeneidad de las conductas destructivas, negativas y
antisociales que muestran los niños y adolescentes está apreciándose cada vez
más (Hinshaw, Lahey y Hart,1993). La diversidad de términos que se han
empleado para describir tales conductas (por ejemplo, conducta exagerada,
destructiva, exteriorización, infra control, desafiante, antisocial, trastorno disocial o
delincuencia) refleja la variedad de formas en que se describen. Si bien existe una
comprensión general de esta amplia categoría, el intento de refinar y crear
subcategorías de este tipo de conductas es un objetivo constante.
Frecuentemente se ha distinguido entre inatención, hiperactividad e impulsividad,
por un lado. y agresividad, conductas desafiantes y problemas más graves de
conducta por otro (Waldman, Lillienfeld y Lahey, 1995). Las conductas del primer
grupo se describirán en el próximo capítulo con más detalle (trastorno por déficit
de atención con hiperactividad). En este capítulo nos centraremos en el grupo de
comportamientos desafiantes y disóciales, teniendo en cuenta que los trastornos
por déficit de atención con hiperactividad tienden a cursar con frecuencia con
problemas de este otro
grupo. En nuestro estudio el término trastorno disocial se utiliza para designar
niveles graves de conductas agresivas y antisociales, teniendo en cuenta que el
nombre propio de «Trastorno disocial se refiere a una categoría diagnóstica tal y
como la define el DSM-IV. Síndromes derivados empíricamente Se han
identificado en una gran variedad de estudios (Cf. Achenbach y Edelbrock, 1989;
Quay, 1986)
demandas o normas
7. colérico o resentido
8. rencoroso o vengativo
A fin de satisfacer los criterios para su diagnóstico, debe juzgarse que una
conducta se produce con más frecuencia de la que suele ser normal
para un niño de una edad comparable. El comportamiento desafiante o
desobediente es claramente un problema habitual. Es un comportamiento
predominante entre los niños pertenecientes a poblaciones no clínicas y uno de
los más frecuentemente comunicados entre los niños remitidos a atención clínica
(Achenbach, 199 la; Johnson et ala, 1973; Rey, 1993). Quizá, sin que esto sea una
sorpresa, los niños remitidos a atención clínica son más desobedientes que los
que no han sido remitidos (p.ej., Achenbach et al., 1991; Griest et al., 1980). La
desobediencia parece formar parte del comportamiento problemático exhibido por
los niños que muestran otros problemas de conducta y comportamiento antisocial.
No está claro si el punto de vista del DSM-IV de mantener una categoría separada
para el trastorno negativista desafiante es la mejor forma de agrupar estos
problemas de comportamiento (Cf. Frick et al., 1993; Russo et al., 1994). Con
independencia de las cuestiones relativas a la clasificación y al diagnóstico, está
claro que la desobediencia representa un problema práctico para padres,
profesores y clínicos. Asimismo, la desobediencia, la testarudez y el
comportamiento desafiante pueden representar para algunos niñas y adolescentes
los primeros pasos en una trayectoria evolutiva de comportamiento antisocial
persistente (Hinshaw et al.1993; Loeber et al.1993). La principal característica
para el diagnóstico de trastorno disocial es un patrón repetitivo y persistente de
conductas que violan los derechos básicos de otras personas y las principales
normas sociales adecuadas a la edad del sujeto. El diagnóstico de trastorno
disocial requiere que tres o más de estas conductas hayan
estado presentes durante los últimos doce mese
CURSO EVOLUTIVO
trayectorias evolutivas Se ha dedicado una gran atención a los aspectos
evolutivos de los trastornos disóciales, así como a la conceptualización de su
progresión evolutiva (p.ej., Farrington, 1986; Loeber et al., 1993; Patterson,
DeBaryshe y Ramsey, 1989; Robins, 1978). Loeber (1988) ha propuesto un
modelo que puede servir para ilustrar algunos de los atributos que podrían
caracterizar el curso evolutivo de los trastornos disóciales. El modelo propone que
los individuos atraviesan diferentes estadios de actos antisociales crecientemente
graves, pero que solamente unos pocos individuos progresan a lo largo de todos
los estadios. Así pues, las conductas menos graves preceden a las más graves,
pero sólo algunos individuos avanzan un paso más en cada estadio. La progresión
se caracteriza por una creciente diversificación de conductas antisociales, y las
conductas previas pueden mantenerse más que sustituirse. Los individuos pueden
diferir en sus tasas de progresión o tasa de innovación, definida como el número
de categorías nuevas de comportamiento antisocial durante un período de tiempo
determinado. La edad de inicio es probablemente el aspecto más mencionado de
la evolución del trastorno disocial. Muchos estudios han encontrado que el inicio
en una edad precoz está relacionado con un comportamiento antisocial más grave
y persistente (Earls, 1994; Tolan y Thomas, 1995). Una serie de autores han
propuesto dos trayectorias evolutivas diferentes que conducen a un
comportamiento antisocial, una de inicio en la niñez y la otra de inicio en la
adolescencia (Cf. Hinshaw et al.1993; Loeber, 1988; Moffitt, 1993a). El patrón de
inicio adolescente es la trayectoria evolutiva más habitual. Durante la niñez se
exhiben pocas conductas desafiantes o antisociales. Durante la adolescencia
muchos chicos comienzan a implicarse en actividades ilegales, y a pesar de que la
mayoría realiza actos antisociales de forma aislada, algunos se involucran en
suficientes comportamientos antisociales como para
Comportamiento en el trastorno disocial: causas y correlatos.
La agresión como conducta aprendida.
La agresión es un elemento esencial de la definición de los comportamientos
disóciales de la conducta, y suele proponerse como base para diferenciar a los
niños y adolescentes con comportamientos disóciales. Se ha dedicado una gran
atención a la forma en que los niños aprenden a través de la imitación de modelos
de agresión. Los padres que castigan físicamente a sus hijos sirven de modelo
para un comportamiento agresivo. De hecho, los niños que exhiben demasiados
comportamientos agresivos o antisociales probablemente tienen hermanos,
padres e incluso abuelos con un historial de conductas agresivas y delictivas y han
observado en especial altas tasas de conductas agresivas en sus casas. La
agresión esta omnipresente.
Los matones y sus victimas
Muchas personas están familiarizadas con el problema de la intimidación, tanto a
través de su experiencia personal como a través de la literatura, la televisión o el
cine. Olweus, describe al matón típico como una persona muy agresiva, tato con
sus iguales como con los adultos, que tiene actitudes más positivas hacia la
violencia que los estudiantes en general, impulsivos, con una fuerte necesidad de
dominar a los demás, con poca empatía hacia sus víctimas y, si se trata de un
niño, más fuerte físicamente que a los otros niños en general.
Influencias familiares
El entorno familiar puede ser la esfera principal en la que se aprenda el
comportamiento agresivo. Sin embargo, las influencias familiares no se limitan a la
adquisición de conductas de agresión, las influencias familiares desempeñan un
papel importante en la génesis de diferentes comportamientos disóciales. Se han
hallado una alta incidencia de conductas desviadas de la norma o deleitivas en las
familias de niños con problemas de conducta y en familias de delincuentes.
Parece que los niños con trastornos disóciales puedan formar parte de un sistema
familiar derivado de la norma.
Influencias socio cognitivas
Desarrollo moral: algunos de los investigadores han vinculado el proceso del
desarrollo moral con problemas de la conducta. La investigación llevada a cabo a
lo largo de varias décadas ha documentado el papel de los padres, de los
colegios, de los iguales, de la socialización mediante el papel sexual, de la
televisión, de la culpabilidad, la empatía y el desarrollo cognitivo en el desarrollo
moral.
Influencias biológicas
La idea de que el comportamiento antisocial y delictivo tiene unas fuertes raíces
biológicas.
Estudios genéticos: No obstante, existen de hecho versiones contemporáneas de
la contribución genética al comportamiento antisocial. Los resultados se han
encontrado en las investigaciones se basan fundamentalmente en muestras por
adultos. Existen pocas pruebas directas en lo que se refiere a la contribución
genética a los problemas de conducta en la infancia, así como las pruebas
restringidas en lo que se refiere al papel de la genética en la delincuencia juvenil.
Tratamiento de la delincuencia
Las intervenciones sobre los jóvenes delincuentes dependen tanto o más de las
actitudes políticas y sociales prevalentes que las pruebas derivadas de la
investigación. La reducción de la delincuencia juvenil engloba muchas facetas. La
modificación de la forma de actuar del sistema legal y policiano es con toda
certeza parte de tales esfuerzos, entre las intervenciones que han tenido una
mayor probabilidad de incluir psicólogos, psiquiatras, profesores y otro tipo de
profesionales afines están: intervenciones en la familia y programas institucionales
de aplicación en la comunidad