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NICOLÁS CASARIEGO, Héroes y antihéroes en la li- Además, nos sitúa brevemente en la antigüedad

teratura. Madrid: Grupo Anaya. 2000. —aedos y rapsodas— y en la necesidad que sin-
tieron distintas civilizaciones de glorificar a sus
Hasta mediados de los ochenta los mitos héroes y príncipes, profetas, fundadores de di-
no habían despertado mucho interés, esencial- nastías, imperios o ciudades, a través de leyendas
mente por su falta de objetividad y su carácter o relatos poéticos (8), visión panorámica que nos
fantástico, pero hoy en día las perspectivas des- permite resaltar la importancia de los mitos y ad-
de las que los contemplamos han cambiado y vertir la gran utilidad que hoy tienen para noso-
nos resultan especialmente atractivos y enrique- tros. En palabras del propio Casariego: «Y no
cedores. Y todo ello porque el mito surge como puede dejar de impresionarnos pensar que tanto
una forma de tratar de imaginar cómo ocurrió la literatura como el arte de los países civilizados
algo y, a partir de ella, intentar justificar el pre- beben todavía de los mitos y leyendas nacidos en
sente en el que uno está viviendo, lo que lo con- la civilización griega, de esas mismas historias que
vierte, en definitiva, en una forma de considerar cantaban los aedos helenos» (14).
la vida y en un instrumento para conservar, de- Tras un breve comentario histórico Casa-
finir y comenzar el análisis del mundo en el que riego se detiene a comentar de forma resumida
vivimos. Al mismo tiempo, el mito nos muestra los rasgos fundamentales de cada uno de los hé-
las distintas formas de ver la realidad. Así, por roes y antihéroes que ha elegido. En lo que res-
ejemplo, mientras que los presocráticos busca- pecta al héroe, Casariego lo define, en su acep-
ban la verdad efímera, filosófica, científica y la ción tradicional, como «personaje virtuoso que
que podemos entender, autores como Shakes- ha realizado una hazaña admirable para lo que
peare y Calderón utilizan el mito como una for- se requiere mucho valor» (8). Además, y ello me
ma de escapar de la vida cotidiana. Y, también, parece un gran acierto, nos muestra una gran
vemos que en Atenas el mito (reflejado en la tra- variedad de rasgos propios del héroe. De este
gedia) busca representar de la mejor forma posi- modo, nos habla incluso del héroe trágico de la
ble un carácter o forma de ser. épica: «Aquel que se distinguía por sus hazañas,
Al mundo heroico nos asoma Nicolás Casa- símbolo destinado a perpetuar los sentimientos
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riego en su contribución Héroes y antihéroes en la de un pueblo y transmisor de los valores del pa-
literatura, que fundamentalmente nos enseña dos sado» (8). En realidad, esa cualidad de distin-
cosas. En primer lugar, nos muestra los resulta- guirse por sus hazañas es lo que hace que sean
dos que se obtienen cuando un espíritu curioso héroes y que sean únicos. En este sentido me vie-
le pierde el miedo a los clásicos, se atreve a leerlos ne a la mente Ortega y Gasset que consideraba
libre de prejuicios y disfruta de una opinión per- la épica como la invención de seres únicos, de
sonal, siguiendo la conocida posición de Calvino. naturaleza heroica y que destacó que las figuras
Y, en segundo lugar, aporta un poco de luz sobre épicas son criaturas únicas y que sólo ha existido
los conceptos de héroe y antihéroe, para lo cual un Aquiles. Al mismo tiempo, es importante re-
se vale, como ilustración y estructura de su dis- saltar que Casariego ve el heroísmo —y en esto
curso, de dos grandes personajes épicos como son estoy plenamente de acuerdo— como una tarea
Héctor y el Cid, junto a los que coloca, entresa- social. Además, habla de la excelencia en la ora-
cados de las criaturas literarias del siglo xix, a otros toria y el combate y de la jactancia como cuali-
dos cualificados antihéroes, como son Henry dades propias del héroe. También menciona la
Fleming, protagonista de la novela Red Badge of ilusión, según se puede ver en Héctor: «Y Héctor,
Courage de Stephen Crane, y Bartleby, el escri- de tremolante penacho, es el héroe de las ilusio-
biente de Herman Melville. Las primeras preci- nes, aquel que, como muchos de nosotros, como
siones conceptuales vienen en la introducción de el hombre común, se ve atrapado entre la ilu-
la obra, donde vemos que para Casariego héroe, sión y la propia incapacidad para la desilusión»
por extensión, es «cualquier personaje principal (36). Pero aún va más lejos, y utilizando al per-
de una obra literaria» (8), pero pronto pasa a es- sonaje del Cid, nos muestra al héroe como un
tablecer la diferencia entre héroe y antihéroe. personaje visionario capaz de afrontar la suerte

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adversa: «El Cid, en cambio, es un rebelde que En definitiva, Casariego nos marca con gran
se crece ante las circunstancias adversas: no acepta exactitud las diferencias entre el héroe y el anti-
el destierro ni su condición de simple infanzón» héroe, distinción que a mi entender hace de una
(64). Además, es un héroe que se hace a sí mis- manera muy racional. Al mismo tiempo, em-
mo. En realidad, Casariego sabe que el héroe está plea un estilo que atrae al lector y, si nos detene-
«hecho» de una materia diferente que lo hace mos en el contenido de la obra, creo que es de
único y, sobre todo, lo hace ser héroe. agradecer que se haya «preocupado» por Héctor.
En cuanto al antihéroe, nos encontramos, Como todos sabemos, en la época neoclásica los
tal y como lo define Casariego, con un «perso- héroes más utilizados son Aquiles y Ajax, tal vez
naje que desempeña las funciones propias del porque los dos se parecen mucho a los hombres,
héroe tradicional, pero que difiere en su aparien- pero no sucede lo mismo con personajes como
cia y valores» (8). Fundamentalmente, toman- Héctor, y en este caso, de manera afortunada,
do como ejemplo a Henry Fleming, debemos Casariego no se ha olvidado de él. Otra idea que
tener claro que el antihéroe carece de voluntad me gustaría destacar es que se subraya el hecho
y, en este punto habría que destacar el hecho de de que tanto héroes como antihéroes son inmor-
que Casariego, de forma acertada, piense en tales: «Héctor, el Cid, Henry Fleming y Bartleby
Nietzsche, un detalle que considero de suma nos han permitido que les acompañemos por las
importancia, sobre todo porque Nietzsche —que páginas de este libro, aunque se hayan resistido
era profundamente helenista, al igual que Saus- a confesarnos todos sus secretos. Por algo son
sure y Simon Dik— consideraba que el héroe inmortales» (106). Es decir, no podemos dejar a
trágico estaba acostumbrado al dolor y por ello un lado a un personaje por el mero hecho de
sale a su encuentro. Pero Henry Fleming carece que no sea un héroe, porque en la literatura, cada
de voluntad. Por ello, considero que la mención personaje, al igual que cada página o cada pala-
a Nietzsche es muy acertada, aunque podía ha- bra, nos puede enseñar e, incluso, nos puede
ber ido incluso más lejos y como ejemplo de ayudar a evadirnos de la realidad. Estamos, pues,
determinación o de voluntad podría haber men- ante un estudio muy interesante y de notable
cionado a Séneca que con su idea de que «la vida factura, aunque en mi opinión debería haberse

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es milicia: vivir es guerrear» nos estaba mostran- detenido un poco más en el contexto histórico
do lo que es la determinación. Tras esto, Casa- de las obras y, sobre todo, en lo que es el mito.
riego nos enseña una serie de rasgos propios del En cualquier caso, creo que hay que destacar que
antihéroe que, como es de esperar, son las carac- para el autor del estudio todo acercamiento a la
terísticas contrarias al héroe. De este modo, literatura hay que hacerlo con amor, modestia,
cuando nos situamos ante Henry Fleming y respeto y, sobre todo, con conocimiento de cau-
Bartleby —como antihéroes que son— no nos sa, tal y como el propio Casariego nos recuerda:
podemos identificar con ellos, sino que senti- «La lectura exige un esfuerzo, lo cual ayuda a
mos compasión. Pero aquí no queda todo, por- mejorar entre otras nuestra capacidad de análi-
que Casariego nos hace ver que estos antihéroes sis, pero jamás debe suponer un martirio, pues
han de justificar sus acciones, no son visiona- se trata de crecer y disfrutar leyendo. Eso sí, si
rios y, sobre todo, no son conscientes. En otras nos hemos documentado antes sobre la obra,
palabras, si el Cid era visionario, Henry Fleming podemos apreciarla y disfrutarla con mayor in-
carecía de dicha cualidad: «Ya no es un visiona- tensidad», y ello porque, paradójicamente, nues-
rio, sino un conejo asustado» (78). Y vemos que tras opiniones nos pueden convertir en héroes,
si tanto el Cid como Héctor eran conscientes de pero también en antihéroes.
sus actos, Henry Fleming no se da cuenta de que
no es como los héroes arquetípicos que realizan CHRISTIAN SANTANA HERNÁNDEZ
conscientemente sus hazañas (81). Universidad de La Laguna

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