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Algunas de estas banalidades a las que Jameson llama “el ocaso de los afectos” y tienden a
ser impersonales, pueden ser: la interiorización de la expresión que no permite
argumentarla, la dialéctica de la esencia y la apariencia, lo latente y la represión reflejada
en el interés por lo decorativo, entre otras faltantes que fragmentan el sujeto alejándolo de
todo afecto, sentimiento y subjetividad que le impide reflexionar sobre su pérdida de la
identidad a través de una eufórica e impersonal expresión que pretende más llamar la
atención u obnubilar sus problemáticas y faltantes reales.
2. La postmodernidad y el pasado.
La desaparición del sujeto individual, y su consecuencia formal de la creciente disipación
del estilo personal, engendran la práctica casi universal de lo que se puede llamar pastiche.
Logrando que la norma se esfume de la literatura moderna, que proliferen los códigos
sociales en las jergas profesionales y disciplinarias y, que la adhesión a grupos minoritarios
se vuelva un fenómeno político en donde la cultura tardo-capitalista no sólo refleja la
ausencia de todo gran proyecto colectivo, sino también el desvanecimiento del viejo
lenguaje nacional. Entonces según Jameson, el pastiche es el reflejo de la sociedad
contemporánea que a través de la parodia vacía que pierde su vocación, es la imitación de
un estilo verdadero pasado, como hablar un lenguaje muerto. Entonces los artistas
postmodernos carecen de un estilo único que les obliga a remontarse al pasado a imitar
estilos muertos.
Por otro lado, hoy en día existe un notable aumento de una adicción a la imagen fotográfica
y existe una conexión nostálgica con el pasado con un intento desesperado de apropiarse
del pasado a través de la moda y el cine nostálgico. En otras palabras vivimos una crisis de
la historicidad, una búsqueda de la identidad a través de retazos del pasado o simplemente
tratando de representar de manera vacía la esencia humana a través de la imagen.
4. Lo sublime histérico
El arte como representación y expresión de la realidad refleja la perdida de profundidad del
mundo contemporáneo. Entonces, el terror instaurado por aquello tan grande y
omnipresente en todos los lugares como la globalización, se enmarca en el concepto de lo
sublime de Burke, una cuestión, que según Kant, sobrepasa el poder y la
inconmensurabilidad entre el hombre y la naturaleza; hasta el punto de afectar los límites
que impiden dotar de representación algo tan inmenso.
5. El postmodernismo y la ciudad.
El espacio postmoderno es la apropiación de un espacio cualquiera que desde la
esquizofrenia de la lógica cultural del capitalismo tardío, sugiere nuevos y variados modos
de percepción y significado de ese mismo espacio y que a su vez genera nuevas dinámicas
de relación con éste, que atado a estos variados retazos de significados; conforma relatos
muchas veces invisibles ante los ojos del mismo espectador.
Lo cual podría llevarnos a suponer que el postmodernismo tenga una realidad histórica, que
por estar siendo experimentada en este momento puede estar alejada del conocimiento
científico y solo el tiempo en el cual podamos estar inmersos, desenvolvernos, ser
partícipes de sus dinámicas y experimentar el cambio a través de la posmodernidad misma,
nos llevará a poder comprenderle y analizarle.
Entonces Jameson afirma que, el reto que queda en la era de la postmodernidad es empezar a
entender de nuevo nuestra situación como sujetos individuales y colectivos y recuperar
nuestra capacidad de acción y de lucha, hoy neutralizada por nuestra confusión espacial y
social, la cual hoy, en mi opinión se va esbozando en una vuelta a lo local y una distribución
del poder en pequeñas comunidades, una nueva mirada a la relación con la naturaleza la cual
ligada a la tecnología intenta descubrir de maneras recursivas y económicas; cómo recuperar
aquella relación con la naturaleza para que le permita a la sociedad entenderla como una
realidad o una verdad natural e inherente al hombre.