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El filósofo analiza la corrección política y expresa que, aunque es mejor que el racismo abierto, también tiene limitaciones. Critica que la corrección política se manifieste más como una forma de control de conducta que como un esfuerzo por abordar los problemas de racismo. Argumenta que la comprensión mutua solo es posible más allá de las reglas impuestas de la corrección política.
El filósofo analiza la corrección política y expresa que, aunque es mejor que el racismo abierto, también tiene limitaciones. Critica que la corrección política se manifieste más como una forma de control de conducta que como un esfuerzo por abordar los problemas de racismo. Argumenta que la comprensión mutua solo es posible más allá de las reglas impuestas de la corrección política.
El filósofo analiza la corrección política y expresa que, aunque es mejor que el racismo abierto, también tiene limitaciones. Critica que la corrección política se manifieste más como una forma de control de conducta que como un esfuerzo por abordar los problemas de racismo. Argumenta que la comprensión mutua solo es posible más allá de las reglas impuestas de la corrección política.
respondí? “Con racismo progresista” ¿Cómo? ¿qué quiere decir? Claro que no quise decir racismo, sino lo siguiente: Por supuesto que los chistes racistas pueden ser extremadamente opresivos, humillantes y demás. Pero creo que la solución es crear una cierta atmósfera, hacer estos chistes de tal manera que realmente funcionen como esa pizca de contacto obsceno que funde una verdadera cercanía entre nosotros. Y me refiero a mi propia experiencia política en la ex-Yugoslavia. Recuerdo cuando de joven conocí a gente de otras repúblicas ex yugoslavas: serbios, croatas, bosnios, etc. Pasábamos todo el tiempo haciéndonos chistes vulgares sobre cada uno de nosotros. Pero no tanto contra el otro, sino –de un modo maravilloso– compitiendo para ver quién podía hacer el chiste más sucio sobre nosotros mismos. Se trataba de chistes obscenos y racistas. Pero como efecto resultaba un maravilloso sentido de obscena solidaridad compartida. Y tengo otra prueba, ¿Sabías que cuando estalló en Yugoslavia la guerra civil (a comienzos de los ’90, y previamente las tensiones raciales en los ’80), las primeras víctimas fueron los chistes? Desaparecieron de inmediato […]. Un ejemplo: Digamos que visito un país extranjero. Yo detesto ese respeto políticamente correcto: “Oh, cómo es tu comida, cuál es tu cultura…” ¡No!, yo les digo: “Cuéntame un chiste sucio sobre ustedes” y así nos hacemos amigos. Eso funciona. ¿Se ve entonces esa ambigüedad? Ése es mi problema con la corrección política. Es una forma de autodisciplinamiento que no permite verdaderamente superar el racismo. No es más que racismo oprimido y controlado. Contaré otra historia, una sencilla que me sucedió hace un año: Estaba en una librería firmando ejemplares de uno de mis libros cuando se acercaron dos muchachos negros, dos afroamericanos… no, no me gusta el término “afroamericanos”. A mis amigos negros tampoco les gusta, porque por razones obvias puede ser más racista. Pero el punto es que me pidieron que les firmase un libro, y no más verlos ahí no pude contener mi comentario racista, cuando les devolvía los libros, les dije: “Bueno, no sé cuál es para cuál, imagínense, ustedes como los chinos parecen todos iguales”. Fue entonces que me dieron un abrazo y me dijeron: “Tú puedes llamarnos ‘nigga’ [nombre ofensivo si es usado por una persona blanca con la que no se tiene confianza, pero de fraternidad para cierta gente negra]. Cuando te dicen algo así significa: “Realmente nos sentimos cercanos”. Ellos automáticamente lo comprendieron. Otro caso fue uno en el que tuve un problema estúpido: En una charla había un sordomudo que preguntó si podía haber un traductor. Y no pude resistirme, en medio de la charla, frente a doscientas o trescientas personas, les dije: “Pero ¿qué hacen esto chicos? Veo esos gestos del traductor y me parece como si estuvieran haciendo no sé qué obscenidades”. Y el chico se puso a reír de tal manera que nos hicimos amigos, hasta que una vieja estúpida fue a denunciar que estaba burlándome de un discapacitado. ¿¡Pero cómo es que no vio que de esa manera nos estábamos haciendo amigos!? Pero aguarden, que no soy idiota. Sé muy bien que esto no significa que tengamos que estar corriendo unos atrás de otros humillándonos continuamente. Es un gran arte saber cómo hacerlo. Sólo estoy postulando esta hipótesis: que sin una pizca de mutua obscenidad amigable no es posible tener un contacto real con el otro. Permanece ese frío respeto. Necesitamos una pizca para establecer un verdadero contacto. Eso es de lo que carece para mí la corrección política […]. Sé, claro, que es mejor que el racismo abierto. Pero me pregunto si funciona. Porque yo nunca me creí todas esas situaciones de: No son “niggas”, son “nigros”. No son “nigros”, son “negros”. No son “negros, son “afroamericanos”. Bueno, acaso son ellos los que tienen que decidir en realidad [1]. Sólo sé que cuando estaba en Missoula, Montana, me puse a conversar muy amigablemente con unos “Nativos Americanos” [la forma políticamente correcta de decir “indios”]. Ellos detestan ese término, y me han dado una maravillosa razón. Me dijeron: ¿“Nativo Americanos”? … ¿y los otros qué son “Cultural Americanos”? ¿Entonces qué? ¿Nosotros seríamos una parte de la naturaleza? Me dijeron: “Preferimos mucho más que nos llamen ‘indios’. Al menos nuestro nombre es un monumento a la estupidez blanca, por creer que estaban en la India”. Y tenían una maravillosa intuición sobre esta mierda “new age”: Los blancos ejercen una explotación tecnológica sobre la naturaleza, mientras que los nativos se relacionan con la naturaleza de un modo “dialógico”, “holístico”: antes de cavar la Tierra, le piden permiso a la montaña, bla, bla… Uno de ellos me dijo brutalmente que, en un breve texto que escribió demuestra, no sé si es verdad, que los nativos mataron más búfalos y quemaron más bosques que todos los blancos juntos. Éste es el punto: Que lo más racista es que condescendientemente se les pusiera en ese pedestal de lo primitivo, orgánico, vida comunitaria en el seno de la madre naturaleza, etc. ¡No¡, me dijo que también podemos ser malos; también podemos ser horribles. Su derecho fundamental es poder ser malvados también. Si nosotros podemos serlo, ¿por qué ellos no?. De nuevo: Respecto del racismo hay que ser muy preciso, como para no combatirlo de modo que finalmente reproduzcan si no al racismo mismo, sí sus condiciones de posibilidad […]. Sabes, yo admiro sinceramente a Malcolm X. ¿Sabes por qué? ¿Qué significa X? Significa, por supuesto, que no tenemos apellido. Los esclavos negros fueron arrancados y privados de sus raíces, así como de sus lazos familiares cuando fueron secuestrados de África. Pero, ¿cuál es su genio? Su camino no es el que ese estúpido vendedor de Hollywood, Alex Haley, escribió en: Raíces. Busquemos nuestras raíces… No, su idea es ¿qué es esta X? Significa que no tenemos raíces; estamos privados de raíces. ¿Y si esto nos da una nueva libertad para establecer una nueva comunidad más universal que la de los blancos? Es una ingeniosa idea de ver algo que, aparece traumático y terrible, como la privación de las raíces. Si no tiene una tradición propia, una tradición familiar, etc. es una nueva oportunidad de libertad [2]. ___________________ Slavoj Žižek
El filósofo, por tanto, no aboga por el odio. Está
de acuerdo en que un estado de corrección política es mejor que el racismo abierto o la discriminación, pero condena la corrección política por ser completamente falsa, una cobertura artificial impuesta por las presiones sociales totalitarias, dado que, la corrección política se manifiesta como una forma de control de la conducta más que como un esfuerzo colectivo para remediar los problemas que pretende ostensiblemente abordar. La armonía racial y social no puede brotar de este tipo de situación. Por eso la tesis de Žižek de que la corrección política se interpone en el camino de la comprensión mutua. Cabría añadir que, los pensamientos de Žižek están basados en la teoría lacaniana, la idea es que las reglas sociales están siendo impuestas por un “Gran Otro” imaginado a quien no nos esforzamos por ofender. Un usuario de Reddit acierta en este punto bastante bien: “Zizek está diciendo que todo el truco para controlar una sociedad es hacer que todos estén de acuerdo en fingir que no nos vemos por lo que realmente somos y hacer que todos estén de acuerdo que hay grandes costos personales asociados con romper esta regla”. En última instancia, la corrección política es un sistema de control que no entiende las causas subyacentes del problema que quiere abordar. Žižek ve el sistema por lo que es: el totalitarismo. Pero en lugar de que sea una autoridad que ordena “haz esto o haz lo otro…”, hay una resonante alarma de la corrección política que te forzará a cambiar tu comportamiento al sonido de “sé mejor que tú, que es lo que quieres realmente”. Eso es horripilante para Žižek y ciertamente decepcionante para cualquiera que desee la armonía social y se da cuenta que no es posible bajo estas condiciones actuales [3]. _____ Fuentes: [1] La corrección política es una forma más peligrosa de totalitarismo [2] Why Tolerance Is Patronizing [3] Why ‘Political Correctness’ Gets In Its Own Way
La lógica de la tríada hegeliana se puede
transmitir perfectamente mediante las tres versiones de la relación entre el sexo y las migrañas. Comencemos con la escena clásica: un hombre quiere tener relaciones con su mujer, y ella le contesta: “Lo siento, cariño, pero tengo una terrible migraña, ¡ahora no puedo hacerlo!”. Esta posición de arranque es negada/invertida con el apogeo de la liberación feminista: ahora es la esposa la que exige sexo, y el pobre hombre, cansado, el que contesta: “Lo siento, querida, tengo una terrible migraña...”. En el momento concluyente de la negación de la negación que de nuevo invierte toda la lógica, transformando esta vez el argumento en contra en un argumento a favor, la mujer afirma: “Cariño, tengo una terrible migraña, ¡así que vamos a hacerlo para que se me pase!”. Y uno incluso puede imaginarse un momento bastante depresivo de negatividad radical entre la segunda y la tercera versión: tanto el marido como la mujer sufren migraña, y acuerdan simplemente tomarse una taza de té. *** Así pues, el “populismo” es por definición un fenómeno negativo, un fenómeno arraigado en un rechazo, incluso en una admisión implícita de impotencia. Todos conocemos el viejo chiste acerca de un tipo que ha perdido la llave y la busca debajo de una farola; cuando le preguntan dónde la ha perdido, admite que ha sido en un rincón sin luz. ¿Por qué la busca debajo de la farola, entonces? Porque la visibilidad es mucho mejor. En el populismo siempre hay algo parecido a este truco. Busca las causas de los problemas en los judíos, pues estos son más visibles que los procesos sociales complejos. *** En cuanto introducimos la paradójica dialéctica de la identidad y la similitud cuyo mejor ejemplo son los chistes de los hermanos Marx (“No es extraño que se parezca a X, ¡es que es usted X!”. “Este hombre puede parecer un idiota y actuar como un idiota, pero no se engañe, ¡realmente es un idiota!”) se hace evidente lo rara que resulta la clonación. Supongamos que muere un hijo único muy querido por sus padres, y que estos deciden clonarlo para recuperarlo: ¿no está más que claro que el resultado es monstruoso? El nuevo niño posee todas las propiedades del fallecido, pero esa mismísima similitud hace que la diferencia sea más palpable. Aunque parezca exactamente el mismo, no se trata de la misma persona, por lo que es un chiste cruel, un impostor espeluznante; no es el hijo perdido, sino una copia blasfema cuya presencia no puede dejar de recordarnos ese chiste de los hermanos Marx en Una noche en la ópera: “Todo me recuerda a ti: tus ojos, tu cuello, tus labios... Todo excepto tú”. *** En los primeros tiempos de su gobierno, a Tony Blair le gustaba parafrasear el famoso chiste de La vida de Brian de los Monty Python (“Muy bien, pero, aparte del alcantarillado, la medicina, la educación, el vino, el orden público, la irrigación, las carreteras, el sistema de agua potable y la sanidad pública, ¿qué han hecho los romanos por nosotros?”) a fin de desarmar a sus críticos con ironía: “Ellos han traicionado el socialismo. Cierto, han traído más seguridad social, han mejorado mucho la asistencia sanitaria y la educación... pero, a pesar de todo eso, han traicionado el socialismo”. *** En un viejo chiste de la difunta República Democrática Alemana, un obrero alemán consigue un trabajo en Siberia; sabiendo que todo su correo será leído por los censores, les dice a sus amigos: “Acordemos un código en clave: si os llega una carta mía escrita en tinta azul normal, lo que cuenta es cierto; si está escrita en rojo, es falso”. Al cabo de un mes, a sus amigos les llega la primera carta, escrita con tinta azul: “Aquí todo es maravilloso: las tiendas están llenas, la comida es abundante, los apartamentos son grandes y con buena calefacción, en los cines pasan películas de Occidente y hay muchas chicas guapas dispuestas a tener un romance. Lo único que no se puede conseguir es tinta roja”. ¿Y no es esta nuestra situación hasta ahora? Contamos con todas las libertades que queremos; lo único que nos falta es la “tinta roja”: nos “sentimos libres” porque carecemos del lenguaje para expresar nuestra falta de libertad. Lo que esta carencia de tinta roja significa es que, hoy en día, todas las principales expresiones que utilizamos para designar el presente conflicto —“guerra contra el terror”, “democracia y libertad”, “derechos humanos”— son falsas, enturbian nuestra percepción de las cosas en lugar de permitirnos pensar en ellas. La tarea que se nos plantea hoy en día es darles a los manifestantes tinta roja. *** amp liar foto
'Mis chistes, mi filosofía', de
Slavoj Zizek, sale a la venta el 4 de marzo en Anagrama, con traducción de Damià Alou, por 15,90 euros. Los chistes acerca del presidente croata, Franjo Tudjman, en general muestran una estructura de cierto interés para la teoría lacaniana. Por ejemplo: ¿por qué es imposible jugar al escondite con Tudjman? Porque si se escondiera, nadie se molestaría en buscarlo... He aquí una interesante cuestión libidinal que nos indica que esconderse sólo tiene sentido si alguien pretende encontrarte. El ejemplo supremo nos lo ofrecen Tudjman y su gran familia en un avión que vuela sobre Croacia. Consciente de los rumores de que muchos croatas llevan una vida desdichada y miserable, mientras él y sus compinches amasan una gran riqueza, Tudjman dice: “¿Y si lanzara un cheque por un millón de dólares por la ventanilla? Entonces al menos un croata, el que lo cogiera, sería feliz, ¿no?”. Su aduladora esposa dice: “Pero Franjo, querido, ¿por qué no arrojas dos cheques de medio millón cada uno, y así tendrás a dos croatas felices?”. Su hija añade: “¿Y por qué no cuatro cheques de un cuarto de millón cada uno, y harás felices a cuatro croatas?”. Y así sucesivamente hasta que, al final, su nieto —el proverbial niño inocente que sin darse cuenta suelta la verdad— dice: “Pero, abuelo, ¿por qué simplemente no te tiras tú por la ventanilla, y así todos los croatas serán felices?”. *** En los buenos tiempos del socialismo real, a todos los escolares se les repetía una y otra vez que Lenin leía vorazmente, así como su consejo para los jóvenes: “¡Aprended, aprended, aprended!”. Un chiste clásico de la época del socialismo produce un interesante efecto subversivo utilizando este lema en un contexto inesperado. A Marx, Engels y Lenin se les pregunta qué prefieren, si una esposa o una amante. Marx, cuya actitud en cuestiones íntimas se sabe que era bastante conservadora, contesta: “Una esposa”. Engels, que era un hombre que sabía disfrutar de la vida, por supuesto contesta: “Una amante”. Pero la sorpresa llega con Lenin, que contesta: “Las dos cosas, una esposa y una amante”. ¿Acaso, sin que nadie lo supiera, era muy amante de los placeres sexuales? No, puesto que explica con rapidez: “Así le puedes decir a tu amante que estás con tu mujer, y a tu mujer que estás con tu amante”. “¿Y qué haces en realidad?”. “Me voy a un lugar solitario y aprendo, aprendo, aprendo”. *** En una de sus cartas, Freud se refiere al chiste del recién casado que, cuando sus amigos le preguntan qué aspecto tiene su mujer, si es guapa, contesta: “A mí personalmente no me lo parece, pero es cuestión de gustos”. *** El efecto de lo real aparece en el chiste en el que un paciente se queja a su psicoanalista de que hay un enorme cocodrilo bajo su cama. El psicoanalista le explica que se trata de una alucinación paranoica, y con el tiempo lo acaba curando, con lo que el paciente deja de ver el cocodrilo. Unos meses después, el psicoanalista se encuentra por la calle con un amigo del paciente que veía el cocodrilo y le pregunta si sabe cómo le va, a lo que el amigo contesta: “¿A cuál se refiere? ¿Al que murió porque se lo comió un cocodrilo que estaba escondido debajo de su cama?”.