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Marcelo Birmajer
Vic habitó en Barcelona durante los últimos cuarenta años. Vivió su primer
gran amor en los años 70. Helena era una mujer bella y exigente. Su belleza era
indiscutible, sus exigencias insondables. “La expresión de su rostro, el modo
de hablarme, manifestaba un permanente reclamo”, define Vic. “Pero yo
nunca terminaba de entender qué me estaba reclamando. Todo se resolvía en
la intimidad; pero nuestra relación era como un vampiro: no soportaba la luz
del día. Un atardecer, en la penumbra de las cortinas, le recité el párrafo,
citando al autor, por supuesto. Ella se negaba a leer a Maugham, lo
consideraba un autor burgués, conservador y para colmo, como un demérito,
inglés. Pero ese párrafo la cautivaba; y me lo reclamaba una y otra vez,
apretando los dientes contra el labio inferior, en el secreto de nuestro
encuentro. Ese reclamo no me disgustaba: su rostro adquiría tonalidades
sagradas, como probablemente ocurriera en el instante oculto del personaje
femenino. Hacía quince años que yo había leído por última vez la novela, pero
el párrafo lo recordaba como si lo leyera diariamente”.
“En el año 75, una prima catalana visitó a Helena. Un poco mayor que ella, no
tan bonita. Durmió en casa durante una semana; husmeó en la biblioteca y
releyó El filo de la navaja. Hubo una especie de perverso intercambio de
miradas entre Helena y yo: en esa novela se hallaba el párrafo que nos
soliviantaba, y la prima seguramente lo releía sin siquiera sospecharlo. Cuando
Aurora se marchó, Helena sintió una súbita necesidad de leer la novela. Como
una suerte de competencia. Por mucho que intentara ocultarlo, la historia de
Larry Darrel la atrapó. Se leyó ese largo libro en apenas dos semanas. Al
concluirlo, su reclamo, írrito, por una vez se hizo explícito: -Pero no encontré
el párrafo que recitás- protestó.
“-¿Vos me tomás por estúpida?- se quejó Helena- Acá está el libro, me lo leí
entero. Busqué especialmente ese párrafo. No existe.
Repasé el libro: era la misma edición que yo había leído, con la foto de Tyrone
Power, del film homónimo, en la tapa. ¿Cómo podía haber desaparecido ese
párrafo que yo recordaba de memoria?.
“Respingué en la cama.
“-Pero cómo podría ser- porfié-, que haya leído el párrafo en la misma edición,
y luego haya desaparecido.
“-Sólo que alguien haya tenido acceso a tu biblioteca y haya podido cambiar,
sin avisar, la edición porteña por una edición idéntica española. Porque las
editoriales porteñas sí incluían el párrafo.
“No había pasado tanto tiempo entre el 76 y el 83; aunque por las
circunstancias, tanto geográficas como sociales, parecía una eternidad”.
Se encogió de hombros.
-Nunca lo sabremos- dijo por fin:- La realidad es apenas una cornisa: vivimos
en el filo de la navaja.