Nueva filosofía en materia agraria. Decretos 559 y 1551.
La actual Ley de Transformación Agraria (Decreto 1551) emitida por el gobierno de Ydigoras el 11 de Octubre de 1962, esta calcada en el Estatuto Agrario del gobierno de castillo Armas (Decreto 559, de 25 de Febrero de 1956). Derogo a este último innecesariamente, pues sus diferencias eran solo detalle. Es del mayor interés señalar, además, que las dos leyes post- revolucionarias, tratando de no afectar la gran propiedad latifundista de la tierra, evitaron tocar las tierras propiamente agrícolas y recurrieron, casi con exclusividad, a tierras económicamente inactivas y vírgenes en muchos casos. Se trata pues de una colonización agraria que se quiere presentar como una reforma agraria. Aunque ambas leyes condenan la existencia de tierras ociosas en manos de particulares, ninguna de ellas se atreve a postular su expropiación obligatoria para entregarlas a los campesinos que carecen de tierra. Por el contrario, en las dos leyes es perceptible el propósito de no afectar a los propietarios de tales tierras ociosas. Son, pues, la antítesis del decreto 900. En aquellas queda el propietario de tierras ociosas afecto al pago de un impuesto irrisorio, y es solamente potestativo y no obligatorio para el estado expropiar dichas tierras. El artículo 27 del decreto 1551 (Arto. 43 del Decreto 559) al referirse a las tierras ociosas establece que podrán ser expropiadas de oficio o a solicitud de agricultores interesados en adquirirlas. Sin embargo, ninguna tierra ociosa ha sido expropiada de oficio – hasta el momento en que se escribe este capítulo-, y es evidente que las condiciones políticas reinantes desde la caída de Arbnez han impedido a los campesinos hacer uso de este recurso legal. B) El simple termino “tierras ociosas” es suficientemente vago e impreciso para evitar que los finqueros tengan que pagar el impuesto sobre tales tierras. El Artículo 12 del Decreto 1551 (Arto. 60 del Decreto 559) las define de la siguiente manera:
“Las que carecen de cultivos o cuyos índices de ganado fueren
inferiores a los que establece el reglamento respectivo y, en general, aquellas que permanecen en abandono o son objeto de explotación inadecuada, o bien cuyo rendimiento es deficiente, atendidas su extensión y condiciones”
Es fácil darse cuenta de que al calificar un rendimiento
agrícola de “deficiente” o “inadecuado”, es un problema subjetivo o técnicamente muy complicado si no lo resuelven personas expertas; razón suficiente para que las autoridades encargadas de “aplicar” la ley hayan podido conformarse con el dictamen de los propios finqueros para calificar la ociosidad de sus tierra y fijar un “impuesto” que como veremos a continuación, ha resultado quimérico. C.) Las tierras ociosas deberán pagar un impuesto anual por hectárea conforme al Artículo 16 del Decreto 1551 (Arto. 61 del Decreto 559) Para “obligar” al cultivo de la tierra, tal impuesto sufrirá un recargo del 20% en el segundo año, del 40% en el tercero, del 60% en el cuarto y del 80% del quinto en adelante (Articulo 18). Por consiguiente, una tierra ociosa gravada inicialmente-supongamos en Q.2 por hectárea, estaría teóricamente pagando Q. 6 por hectárea en el quinto año, y el impuesto continuaría elevándose en Q.1.60 por hectárea en cada año subsiguiente. Si tal impuesto se estuviese aplicando efectivamente ya no habrían tierras ociosas en Guatemala, pues para no pagar semejantes sumas ya habrían sido cultivadas o vendidas a quien la cultivase. Para comprender que el sistema de impuesto sobre tierras ociosas no tiene ni remotamente el propósito de hacer una verdadera transformación agraria, conviene reflexionar sobre lo siguiente:
Primero: En solo año y medio de aplicación del Decreto 900 (1953-
1954) se expropiaron 606.115 hectáreas (867.351 manzanas) de tierras ociosas correspondientes a 1.284 fincas. En doce años (¡) (1958-1969) han sido afectadas por el impuesto de tierras ociosas 137.240 hectáreas correspondientes a 353 fincas (18). Es evidente que hay diferencia entre lo que se calificaba como “tierra ociosa” en el texto y la aplicación del Decreto 900, y lo que así se califica en el sistema de imposición vigente. Ciertamente ha disminuido en los últimos años la cantidad de tierra ociosa en Guatemala, incorporada al cultivo del algodón, de la caña de azúcar y las plantas oleaginosas, así como a la producción de pastos para ganado de exportación. Pero ese hecho no contradice la profunda diferencia existente entre la acción de una efectiva Reforma Agraria y la de un sistema creado precisamente para evitarla. Segundo: El cobro del impuesto sobre tierras ociosas ha sido desde luego deficiente. Haciendo a un lado el problema de la calificación de las tierras en forma arbitraria y subjetiva, aun las sumas así determinadas han sido cobradas deficientemente, y no se han cobrado los recargos que la ley establece. Al respecto son elocuentes los siguientes datos AÑO Monto de los impuestos Inicialmente calculados Monto Recolectado Cobrado de menos _____ _______________________ ____________ ___________
Según la dirección General de Rentas, el adeudo de los
terratenientes por el impuesto sobre tierras ociosas, mas recargos, ascendía a fines del año 1968 a la suma de Q 959,893.14 (19), y en Mayo de 1969 se elevaría a cerca de Q 1,3000.000.00. No se observa ningún indicio de que el gobierno intente cobrar tal suma a los terratenientes (°). D.) Los Decretos 559y 1551 pretenden resolver el problema agrario del país creando Zonas de Desarrollo Agrario “en las grandes extensiones inexplotadas (…) susceptibles de una profunda transformación”, en las tierras ociosas y fincas del Estado y en las tierras adquiridas a particulares. Estas zonas, una vez mejoradas con caminos, viviendas, instalación de bombas de agua, etc., han sido divididas en parcelas para su venta a los campesinos a plazos de 10 años o más, a precios que teóricamente cubren el valor de la tierra y los gastos efectuados. El cuadro IV-5 revela que en los quince años que van desde 1955 a 1969 se entregaron 130.077 hectáreas de tierras del Estado a 6932 personas (cifras que también conviene comparar con las anteriormente citadas en relación con el Decreto 900: 606115 hectáreas en dieciocho meses). A los referidos parcelamientos se les puede señalar varios inconvenientes: Aunque la reglamentación agraria establece en uno de sus puntos que la parcelas son indivisibles e inalienables, en otro de sus puntos deja abierta la posibilidad legal de “transferir la propiedad del patrimonio Familiar” de los parcelarios (20). Pero aunque no existiera esa salida legal, cabe prever que tratándose de tierra en propiedad, fatalmente llegara el momento en que será dividida entre herederos y planteara e nuevo el problema del minifundio en esas zonas. (Conviene recordar lo que se dijo acerca del usufructo vitalicio en los apartados 7y9 de este capítulo)
Al adaptarse el principio de tierra en propiedad, debió estudiarse
cuidadosamente el tamaño de las parcelas en relación con las necesidades del beneficiario y las características de la zona-calidad del suelo, disponibilidad de agua, equipos, etc.- a fin de que las parcelas proveyeran trabajo para cada familia campesina durante una buena parte del año. El cuadro IV-5 indica, sin embargo, que se peco dando parcelas muy pequeñas (una o dos hectáreas), las cuales vienen a incrementar el problema del minifundismo; y también parcelas muy grandes (diez veinte hectáreas), las cuales, al no poder ser trabajadas por una familia careciendo de equipos especiales, han sido dadas en arrendamiento a otros campesinos, incrementando así otro problema que se trata de evitar: el arrendamiento de tierras.
Los parcelarios no han recibido adecuada ayuda crediticia, técnica
ni comercial que garantice la venta de sus productos a precios remunerativos. Los silos del INFOP no han cumplido la función que les corresponde como instrumentos para estabilizar el precio de los productos en beneficio del agricultor.
Para preparar las zonas, se procedió de manera anti técnica
aprovechada (riqueza nacional dilapidada, que incluso pudo emplearse n beneficio del plan agrario que estaos estudiando
Aunque no sea lo más frecuente, algunas parcelas no se entregaron
a verdaderos campesinos sino a especuladores que luego han dado la tierra en arrendamiento. En el sector de “La Maquina”, en dónde las parcelas son de mayor extensión (20 hectáreas) “se dio preferencia a burócratas, oficiales del ejército, altos funcionario del gobierno y amigos del gobernante en turno.
E) además de la entrega de tierras del estado en zonas de
desarrollo agrario, el gobierno de Castillo Armas hizo las siguientes entregas de tierra de 35 fincas particulares (de finqueros que habían sido expropiadas conforme al Decreto 900. (22)
Julio 2, 1955 690 1270 1.84
Septiembre 15, 1955 648 1141 1.76 Enero 6, 1956 783 1733 2.21 Julio 3, 1956 1111 3752 3.37 Es probable que el valor de sisas tierras se le haya pagado a los expropiados a fin de no tener que expulsar a quienes las habían recibido por efecto del Decreto 900, o porque los propietarios encontraron conveniente por otras razones. En todo caso, no se trata de expropiaciones hechas después de la caída de Arbenz.
Propósitos de los Decretos 559 y 1551
Es evidente que el gobierno de castillo armas no tuvo en mente buscar una solución al problema agrario del país. Sin embargo, un gobierno que vino a arrebatarle a los campesinos la tierra que la revolución les había dado, de alguna manera tenía que demostrar que se preocupaba por el bienestar de esos campesino. Para ello emitió el Decreto 559 (de 1° de Marzo de 1956) que no solo hace depender la Ociosidad de las tierras de “declaraciones juradas” de los propios finqueros, los cuales comprobara la autoridad “cuando así lo juzgue conveniente”, sino que tal ociosidad solo motiva un “impuesto sobre tierras ociosas” (Artos 65 a 67 y nunca la expropiación, la cual pasa a ser un asunto potestativo (Arto 43). Y si llegado el caso, el estado resolviera expropiar, se indemnizara por el valor que acuerden el Estado y el fin aquero con la asesoría de “expertos”, quienes “fijaran el valor actual del terreno” (Arto.46) Conforma a la nueva constitución de 1956 el valor a indemnizar seria “el precio real, sin sujetarse exclusivamente a la declaración fiscal, estimación del catastro municipal (…) o documento preexistente”, y había de pagarse en un plazo no mayor de diez años (arto 125). Al respecto debe recordarse que, conforme al Decreto 900, la indemnización dependía del valor en que estuviera declarada la propiedad para los fines del impuesto del tres por millar, y se cubriría en bonos del 3% anual convertibles en un plazo máximo de de 25 años. Podemos por lo tanto concluir que el gobierno de Castillo Armas no tuvo nunca el propósito de expropiar ninguna tierra ociosa; ni siquiera gravarla con un impuesto efectivo, como se ha demostrado en el inciso C del apartado 10 de este Capítulo. Su fin fue puramente propagandístico: buscaba demostrar ante la opinión pública nacional y extranjera que había un interés en resolver el problema agrario del país. En cuanto al Decreto 1551 del gobierno de Ydigoras Fuentes (11 de Octubre de 1962), no es más que una acopia del Decreto 559 con pequeñas variantes intrascendentes. Es significativo que el propio Presidente del INTA Ing. Leopoldo Sandoval, y el asesor de dicha Institución, Licenciado Fernando Cruz, con base en la experiencia por ellos observada hayan llegado a la tremenda conclusión de que el Decreto 1551: “…Prescribe un procedimiento de expropiación muy engorroso, con plazos muy largos previos a la misma, las cuales hacen que este Decreto sea inoperante inefectivo. Ello basta para que podamos caracterizar al Decreto 1551 como INSTRUMENTO LEGAL DISEÑADO PARA IMPEDIR UNA REFORMA AGRARIA REAL.” (23) (subrayado nuestro) Aunque los gobiernos de Castillo Armas e Ydigoras Fuentes se caracterizaron por su tendencia a no afectar las fincas de particulares, no ocurrió lo mismo con las del Estado, las que, aparte de haber constituido la base de los repartos hechos, despertaron la codicia de negociantes, especuladores y grandes finqueros. Dentro del nuevo espíritu de favorecer a la burguesía, se habían emitido la nueva Constitucion de 1956, la cual a diferencia de la de 1945, permitía al Estado vender sus bienes raíces (Arto 216). Sea abrió así la puerta para que las más valiosas fincas del estado se convirtieran en propiedad particular mediante oscuras negociaciones, al extremo de que el gobierno del Cnel. Peralta Azurdia declaro nulas algunas de tales negociaciones en lo que entonces se llamo “operación Honestidad”.(*)