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¿QUE ES FILOSOFIA?

UNA PREGUNTA ACTUAL

En el panorama cultural de España suele ser lo habitual, dentro de los libros


que se llaman, no se sabe a veces por qué, de pensamiento, la obra que se limita a ser
un "comentario de un comentario de un comentario" de un libro lo menos importante,
y que cuando no es de Aristóteles o de Santo Tomás -y en ocasiones hasta de algún
clásico más reciente-, pertenece a un autor extranjero, por lo general. Por ello hay
que sorprenderse, y gratamente, ante libros de investigación original y actual como el
que ahora traemos ( 1) .
Porque esta publicación de Gustavo Bueno es una de esas obras potentes, ricas,
importantes, como hace tiempo no he visto escritas -o, mejor dicho, editadas- en
España. Junto con "Razón mecánica y razón dialéctica", de Tierno; "La filosofía y su
sombra", de Trías, y alguna otra obra más de estos últimos años, "El papel de la filo-
sofía en el conjunto del saber", de Gustavo Bueno, es uno de esos libros a los que
no hay más remedio que tornárseles en serio, y se esté o no de acuerdo con ellos
-y en este caso concreto haré algunas objeciones más tarde- hay que reconocerles un
nivel objetivo que sobrepasa con mucho las antiguallas neoescolásticas o carnelistico-
divagatorias que nos vemos forzados a sufrir.
El libro, de gran claridad expositiva, nace por un motivo concreto: Gustavo
Bueno, el catedrático de Filosofía de la Universidad de Oviedo, replica a un ensayo de
Manuel Sacristán "Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores". Este
ensayo, que a su aparición no obtuvo el eco publicístico que por su importancia me-
recía -aunque me parece recordar que en la sección literaria de un vespertino se le
hizo una amplia recensión-, levantó una tremenda polvareda entre los profesionales
y estudiosos de la filosofía. A unos les pareció insultante, a otros muy bien y la ma-
yoría prefirió ignorar el tema desde detrás de un olímpico silencio.

DEFENSA DE LA FILOSOFIA ACADEMICA.

Sin embargo, aquel ensayo de Sacristán era de una contundencia extrema. Su


reprobación, como recuerda. Bueno, va dirigida "contra los filósofos profesionales,
esos especialistas en todo y en nada que, sin dominar ninguna técnica científica, tienen
la insolencia de atreverse a hablar de todo lo divino y lo humano". Pero Bueno es
también un filósofo profesional, y rompe su lanza en defensa de la filosofía académica,
entendida no como .sistema cerrado de reflexión metafí.sica, sino sencillamente la filo-
sofía en cuanto especialidad. Y por la estructura de su libro queda bien claro que 10
hace de convicción y buena fe, no por intereses gremiales de defender el oficio en
que se vive.
Para ello, Bueno empieza esta divagación filosófica alrededor de sí misma; es
decir, alrededor del tema de qué es filosofía, para, una vez llegado a una conclusión
sobre el problema, ver en qué escaque del casillero científico encaja semejante disci-
plina, parafraseando las tres proposiciones a las que reduce el ensayo de Sacristán:
."La filosofía no es un saber sustantivo", "La filosofía ha pasado a ser un saber adje-

(1) El papel de la filosofía en el conjunto del saber de GUSTAVO BUENO. Editorial Ciencia
Nueva. Madrid, 1970. 320 páginas, 180 pesetas',
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tivo", "La Filosofía debe suprimirse como especialidad universitaria". Y ahora, antes
de pasar a analizar el libro de Bueno propiamente dicho, y las soluciones que da o
cree dar, debo subrayar una cosa: la importancia de aquel ensayo de Sacristán de hace
unos dos años, que aparte de una tempestad de discusiones, tiene fuerza como para
motivar un libro, con diez veces más páginas, de uno de los pensadores que -en el
contexto del panorama actual de la cultura española- debe ser considerado entre
los de primera fila. Algún punto sensible en pleno centro de la diana debió tocar, y
el hecho es que sigue siendo convincente.

¿QUE ES FILOSOFIA?

Buen parte de un conocrmrento profundo, sólido, sin ostentación, del pensa-


miento tradicional, moderno y contemporáneo. Desde este punto de partida, constata
que filosofía es, por una parte, una actividad, "filosofar", y, por otra parte, unos
especialistas en esa actividad, que llegan a unos resultados cuya acumulación se llama
filosofía. Desde un horizonte dialéctico, aunque con referencias continuas a lo más
importante del pensamiento actual no marxista, y manteniendo en todo momento un
esfuerzo crítico exorcizador de dogmatismos -aunque ello no le salva de algunas
caídas metafísicas-, intenta definir, en primer lugar, si la filosofía es o no un saber
sustantivo; es decir, con un campo de conocimiento propio y exclusivo, que la libra
de ser mera palabrería sin sentido. Para ello parte de la relación entre los conceptos
"organización social totalizadora" y "filosofía", de forma a establecer los distintos
tipos de negación de la filosofía desde las diferentes clases de "organizaciones tota-
lizadoras". El paso siguiente es establecer los distintos sentidos de la expresión "saber
sustantivo", en relación con la tarea filosófica. Todo esto, de hecho, y en el libro
que nos traemos entre manos, no es tan lineal, sino que Gustavo Bueno viene y va
por los temas marginales relacionados, que en muchos casos deja sólo insinuados.

La posición a que llega Bueno sobre la filosofía, que quiere voluntariamente


intermedia entre la teoría metafísica -ahistórica- y la teoría sociologista -la filo-
sofía como mero episodio cultural-, es que la filosofía "es una forma de totalización
racional crítica universal, no regional". Esta postura la opone a la actitud metafísica,
de la que es antagónica. Y tras tratar a la filosofía en cuanto a sus relaciones con
la lingüística, pasa a las distintas concepciones de sí misma que ha ido ofreciendo la
filosofía, las que clasifica en tres grandes grupos: metafísico, analítico y dialéctico.
Todos estos grupos aparecen como no dependiendo de otros oficios, aunque sí coordi-
nados con ellos, y dominante el tercero.

EL LUGAR QUE OCUPA.

Desarrolla el concepto de la "autoconcepción" de la filosofía como especiali-


dad, relacionándólo .con el lugar a ocupar por la filosofía dentro de lo que llama la
"república de las ciencias": "la filosofía es razón, y razón crítica" -dice Gustavo
Bueno--; es, pues, la misma razón científica". Sin embargo, este punto me parece
que, en la exposición del catedrático de Oviedo, no queda suficientemente aclarado.
Por otra parte, en el paso siguiente, al intentar justificar la presencia de la
filosofía académica como especialidad -quizá el punto menos fuerte del libro-,
pregunta: "¿Qué disciplina académica, distinta de la filosofía, podría asumir su tarea?
La -respuesta es la .siguiente: ninguna". Esto replantea el problema de cuál es su tarea,
y si no se admite la tesis de Bueno sobre ella, si no tiene tarea propia, como afirma
Sacristán, tampoco hay disciplina. Plantear la necesidad de la filosofía académica en
orden a una vocación pedagógica, de medicina del alma "individual", como hace
Bueno, en vez de como construcción teórica, es algo que implicaría una muy larga
discusión. Y las conclusiones me parecen abruptas y fragmentarias.
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TRES TEMAS.
En cuanto a ciertos temas que se tocan en la obra, y que están un poco inor-
gánicamente incrustados en ella, quisiera puntualizar algunas cosas.

El primero de estos temas es la "Maternidad trascendental", que el autor pre-


fiere citar púdicamente con las iniciales M. T., "algo así como el espacio o universo
ontológico", de raíz kantiana y valor metafísico, poco coherente con el espíritu gene-
ral de la obra, y al que hace un comodín filosófico. Este concepto merecería una
mayor definición, de forma que se viera si coincide o no con el metafísico de "Ser", y
evitar que se convierta en el horizonte irracional de la razón.

En segundo lugar propone la creación de una "Noetología", a caballo entre


la lógica y la psicología, que ofrezca un esquema general de la conexión entre la
verdad y el error, en el proceso dialéctico del conocimiento, una normativa. Exponer
un tema tan amplio en unas pocas páginas no nos parece serio. Lo cual no quiere
decir que una exposición en forma de semejante propuesta disciplinaria no lo fuese.
Algo semejante habría que decir del concepto de "symploké", entendido como las
relaciones de ideas correspondientes a las relaciones mismas de la multiplicidad de
lo real, concepto básico para su teoría de una "república de las ciencias" de la que la
filosofía es "ciudadana".

El tercer punto al que quería referirme es la tesis de Gustavo Bueno de que


el modelo canónico de la actitud filosófica es estoico. Aunque haga la distinción entre
"verdadera filosofía" y "filosofía verdadera", la salida no puede ser más sorprendente.
De todas formas, aquí se plantea un problema sumamente fructífero, que permitiría
concebir un tratamiento crítico a las distintas escuelas filosóficas. Pero ello requeriría
mayor desarrollo y separarlo del tema concreto estoico.

DEMASIADO MUCHO.

Este es, en general, el problema que nos plantea este sugeridor libro de Gus-
tavo Bueno: todos sus apartados requirirían mayor desarrollo. Porque se trata de una
obra cuyo pianteamiento ambicioso desborda la realización, con ser ésta notable. Es
un libro demasiado rico, con demasiados temas marginales y cabos sueltos. Esto no
es un libro: es el esquema de por lo menos una docena. Todo está insinuado; poco
está enteramente razonado.

Porque el libro aborda nada menos que el saber en su conjunto, y no es realista


pretender -agotarlo en una obra, aunque sea tan heterogénea -en el sentido de que
hay de todo, como en cajón de sastre- como la de Gustavo Bueno. Pero me parece
que lo mismo que sus fallos son resultado de sus méritos, ellos mismos constituyen
un mérito: el de ser una obra abierta, viva, dinámica, dialogante. Puede resultar
a veces sistemáticamente confuso, pem es debido a simple exuberancia ideológica. Y
aunque se discrepe de algunos puntos concretos, no por ello se puede dejar de reco-
nocer la densidad e importancia de esta obra.

A todos aquellos que se han preguntado alguna vez sobre la posibilidad de la


filosofía como ciencia, o simplemente como ideología, sobre si el marxismo es ~na
antifilosof'ía, o si tiene sentido la existencia de una disciplina académica llamada filo-
sofía, les recomiendo que lean "El papel de la filosofía en el conjunto del saber", de
Gustavo Bueno. Este libro, nacido de una polémica, va a dar lugar a muchas otras.

Manttel Pizán
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GUILLERMO GARCIA MURILLO, "Hipuso de Metaponto", Rev. Filós; Univ, ~osta


Rica, N9 24, 1969.

Desde los tiempos de Anaximandro hubo un esfuerzo por buscar el origen


del pensar, de la física entendida como naturaleza, aquello incualificado, lo abstracto,
lo indefinido del primer principio de todas las cosas. Estos argumentos dieron pie a
Anaximandro para identificar a la naturaleza con una materia generadora de los seres,
que retornan a ella; el apeirón, y que Aristóteles interpretó como una confusión de
elementos que luego se separan por el movimiento. Este proceso de las cosas fue basado
en la ley de los contrarios, que más adelante, Alcmeón de Crotona, daría a conocer.
Pero con Heráclito el pensar griego parece tomar una corriente nueva; sus doctrinas
obscuras y solo conocidas por pocos devienen una dialéctica donde los principios uni-
versales buscan la unidad del conocimiento en el campo sensitivo por medio de la
opinión (doxa) y el medio racional que conduce de la investigación a la verdad: "las
antítesis se implantan sobre el terreno de los problemas humanos y la identidad de los
contrarios se transporta del campo de la realidad objetiva al del conocimiento y la
valorización subjetiva", dice Rodolfo Mondolfo de Heráclito (Arte, Religión y filo-
sofía de los griegos). Ya con estos vislumbres del joven Heráclito, sus predecesores,
Anaxínenes, Anaximandro, el mismo Pitágoras, quedarían atrás y el desarrollo de la
física como tal, daría fundamento a la ontología con Demócrito y Platón por medio
de Parménides, Heráclito pasó a considerar como primer principio, el fuego que lo
"elevó este modo a considerar las cosas a la conciencia metafísica de la ley césrnica del
cambio y del fluir constante", como indica W. Dilthey; sin embargo, el sentido que
se pudiera dar al fuego, sería el material, no obstante, Heráclito lo consideraba como
el fenómeno intangente, causal como el agua y la tierra en una evolución por los con-
trastes; aquí el juego de estar o no estar en un mismo río sin cambio alguno. Heráclito,
con este juego, se le podría dar el título de relativista. Más adelante, el panorama del
pensar se establecería con las bases de los presocráticos; culminaría primero por los
sofistas, luego, Sócrates y más tarde, con Platón, que aunó las diversas corrientes y
quitaría de la filosofía las doctrinas engañosas; habría, más que todo, un buscar los
problemas en el hombre para explicar los del cosmos.
Aparte de Heráclito y de la escuela de Pitágoras existió un filósofo acusmático,
Hipaso de Metaponto, primer mártir del filosofar, llamado el apóstata entre los
suyos por haber dado a conoce~ las doctrinas pitagóricas; estas, basadas en la música;
las matemáticas, la astronomía: - "Habiendo observado los pitagóricos el enlace de -las
cifras con la música (el tono) de una parte, y de otra, con los conocimientos astronómi-
cos, el número pudo perfectamente convertirse en algo lleno de sentido, en valor de
dominio y recibir la hipóstasis mística". (J. Gregor: Pericles, grandeza y tragedia de
Grecia), ahora bien, se sitúa a Hipaso de Metaponto como contemporáneo de Heráclito
y su doctrina anterior a la del Oscuro. Parece dársele a Heráclito la paternidad de la
doctrina del fuego y a Hipaso simplemente un exilado de la escuela de Pitágoras;
pese a esto, Aristóteles coloca a Hipaso y Heráclito juntos. "Hipaso de Metaponto
y Heráclito de Efeso, reconocen como primer principio el fuego" (Met. A llI). Para
aclarar la situación de dos personalidades, sin quitar méritos a los dos, Guillermo Gar-
cía Murillo ha hecho un trabajo denso basado en los textos de Diels-Kranz. "Die
Fragmente der Vorsokratieer" para ver cómo Hipaso de Metaponto tuvo al fuego
como doctrina antes que Heráclito la divulgara. "Se le puede considerar como el
pitagórico más importante después de Pitágoras mismo, a pesar de haber sido muy
ignorado". En la exposición de los textos, García Murillo se ha preocupado por aclarar
pasajes, trasladados del griego, a veces del ~lemá?y l~tín respectivamente, y subraya
dónde se plantean los problemas del lenguaje onginano al nuestro; los acota y pre-
senta los textos con lo que creemos sea la doctrina del Metapontino. El fragmento
principal: "Decía que la transmutación del mundo es según un tiempo determinado
y que el Universo es limitado y siempre-movido", suscita el damos la clave del pensa-
miento de Hipaso: "pero hacían al fuego principio (del Universo) y del fuego
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hacen los entes por condensación y rarefacción nuevamente se diluyen en el fuego,


pues afirman que este único ser es la sustancia (sustrato) de la naturaleza". Al final
de la exposición de textos, "vida y doctrina" detalladas por Diels, según conocidos
doxógrafos, García Murillo agrega un capítulo a "textos" sobre un pasaje que no
se recoge en el libro de Diels, pues no se distinguen los caracteres de dos de los men-
cionados, Telauges y Brontino, estos de la misma escuela pitagórica; Telauges, hijo
de Pitágoras, muerto cuando la destrucción de la escuela hacia 500 a.A.
y de Brontino, el mismo problema se hace ver.
Hipaso, como divulgador de la doctrina, ya que era iniciado en la escuela pita-
górica, fue expulsado de la misma y hecho "mártir del quehacer filosófico". Y para
situar el acto histórico, dilucida García Murfillo el momento, buscando la cuna del
Metapontino ya que cinco fuentes fidedignas lo refieren como llegado allí cuando la
escuela pitagórica se estableció. Se plantea nuestro autor, el problema de la anterio-
ridad de Hipaso sobre un pasaje que se refiere a Heráclito donde se dice que fue
oyente de ]enófanes de Colofón y del mismo Hipaso.
Se nos hace ver, en seis fragmentos, que primero se cita a Hipaso, luego a
Heráclito. En uno de esos fragmentos se cita a Hipaso y los otros los acusmáticos,
como perteneciente a la escuela de Pitágoras.
Entre los diversos aportes de Hipaso de Metaponto, señala el autor, fue el
primero en divulgar la inscripción de la esfera de doce pentágonos; por revelar esta
prueba geométrica, decían los discípulos, le fue construida una tumba y así, dado por
muerto de una forma oficial, "a quién reveló la asimetría y simetría, a los indignos
de participar de los tratados". Hizo cuatro discos de bronce y los usó (Glauco de
Regio) como un xilófono. El castigo que recibió Hipaso fue por haber pertenecido a
la escuela acusmática, que a diferencia de los matemáticos, solo oían a su maestro;
éste, oculto tras una cortina. Esta comunidad de tipo religioso-filosófica-político, no
permitió que un rebelde o un reformador como Hipaso quebrantara la ley, llamada
"del silencio místico", que no permitía comunicar nada al que no fuera iniciado.
Hipaso, por su impiedad, -se dice- fue echado al mar.
De su doctrina, tenemos el "primer principio" [arché ) tomada y hecha suya
de anteriores filósofosy que creemos sean las de Anaximandro, pues, "Hipaso es un
puente entre la doctrina inicial pitagórica y las ulteriores concepciones cosmológicas
y metafísicas (también tea lógicas )". Como pitagórico, este primer principio tiene
función de número paradígma, que representaría a un dios cosmttrgo. Esta identifica-
ción del fuego como "arcbé", con un número-paradigma sería la evolución en la
"eternidad del fuego". Hipaso, en la investigación que sigue García Murillo, llegó
a identificar este fuego como una causa material y eficiente, según Aristóteles, y como
consecuencia, el fuego un número-divinidad o un princiPio-divinidad. El fuego hipa-
siano, entonces, llega a una autonomía creadora y el principio-paradigma, originaria de
todas las cosas en su fluir constante, más adelante explicado por Heráclito. Este con-
cepto se afirma con las doctrinas de la unidad y pluralidad del cosmos. Nuevamente,
García Murillo busca la explicación y nos la da confrontando los diversos fragmentos
y doctrinas de otros exponentes, Petrón de Himera, Tales, Anaximandro, Hiketas,
Antifón y Filolao, para el cual "el Universo era un conjunto de elementos opuestos
reducidos a la armonía". Para Hipaso, existe un Un9, especie de "Todo", con movi-
miento en el Universo. Sin embargo, notamos que en uno de los fragmentos ese Uno
tiene carácter de rrestar-en-transformación-periódica" y no se concilia el ser "primer
principio" y estar asimismo en movimiento. Explica García Murillo: "El uno (Uni-
verso) siempre movido contiene en su interior la parte moviente, el cosmos, que se
transforma, sin afectar la unidad ni la forma acabada y total del Universo conti-
nente. Este Cosmos de Hipaso sería. similar pues, al cosmos. esférico de Pitágoras
en el sentido de que está dentro de algo". Luego, este Uno, con propia facultad
ex-nibilo "puede referirse por último a la unidad y la eternidad que hay en el uní-
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verso", aclara el autor. El pitagorismo de Hipaso halló la trascendencia en el concepto


de una divinidad única. Vemos cómo Heráclito mismo, Aristóteles y Platón, afirmaron
la existencia de un dios-hacedor-del-Universo. Hipaso, para explicar el desenvolvi-
miento o expansión del cosmos usó los términos "condensación y rarefacción", de
antiguas doctrinas adoptadas por los pitagóricos, y en Heráclito para "identificar al
hacedor del mundo con la razón, "Legos" del fuego divino". García Murillo logra
encontrar el significado del fuego, como origen divino con una fuerza autónoma,
sea interior o exteriormente, que hace al fuego mismo, energía y las cosas "fuego",
añadiéndose a su proceso. Notamos una cierta dialéctica en las cosas, y sumamente
ligada a la ley de opuestos, unidad, multiplicidad, limitado, ilimitado.
El concepto del principio de las cosas en el fuego ya provenía de las ense-
ñanzas de Pitágoras y de los jonios, es decir, "un principio primordial indeterminado
del cual procedían el Cosmos, los dioses y todas las cosas". ¿Plantea García Murillo
sobre Hipaso, el problema del número-paradigma? El número para Hipaso y para
todos los acusmáticos, era una especie de instrumento que servía a un dios-hacedor-
del-mundo .. El número; era un modelo para que el dios cosmurgo escogiera, selec-
cionar en el cosmos, las múltiples posibilidades de la evolución de las cosas.
"La correspondencia entre el cosmos y la geometría (euclídea ) dentro del pita-
gorismo es perfecta. Como veremos, el macrocosmos o universo vendrá expresado
por el dodecaedro, y el microcosmos por la pentalfa",
El traductor y comentarista, sigue con las concepciones de Hipaso sobre la
geometría. Dentro de su aporte matemático, Hipaso de Metaponto, dio los primerós .
pasos al divulgar "la inscripción en la esfera de la figura sólida limitada por doce
pentágonos, a saber, el dodecaedro". Esta geometría pitagórica, descubierta hasta ese
momento, permitió una explicación del hombre. El dodecaedro sería el símbolo
del universo y la pentalfa, dentro de ese dodecaedro, representaría al hombre. Esta
simbología sólo se explica corroborando las figuras con los elementos naturales "cubo-
tierra, pirámide-fuego .octaedro-aire, icosaedro-agua y dodecaedro-esfera del universo".
También, se debe a Hipaso, la posible reductio ad absttrdttm de la ra raíz de dos; mos-
trando lo contrario de que dos sea par e impar al mismo tiempo. Pero esta prueba
y la paternidad adjudicada a Hipaso no parece haberse comprobado. García Murillo
alude a dos historiadores de la ciencia, Sartón y Kurt von Fritz. Dicen que el hecho
de probar que Hipaso se preocupó más por pentagramas y pentágonos que por los
números y razones en ellos, lo habría conducido a la noción de inconmesurabilidad.
En Hipaso se identifican dos tipos de conceptos sobre el fuego, uno, como
esencia creadora y otro como un elemento participante, el alma que se unifica en el
fttego-primer-pt·inciPio-de-las-cosas. Aquí, anota García Murillo, parece haber un acer-
camiento a la doctrina platónica del alma, la cual, como inteligencia que es, tiene la
capacidad de ver y ser divina. .

Luego, nos reseña el autor la teoría política de Hipaso. Su acercamiento a los


modelos democráticos sobre los aristocráticos, al idear Hipaso que el pueblo nombrase
representantes ante la asamblea. Más adelante, Hipaso pudo haber tenido el nombre
de didacta, por sus enseñanzas y la divulgación de las ideas políticas de los pitagóricos.
Rompió con el radicalismo de la secta que prohibía dar enseñanzas a los profanos.
Dar a conocer a los ignorantes las ciencias suyas y pitagóricas era enseñar, según
Hipaso; por su divulgación, fue duramente castigado. Otra de las enseñanzas que
Hipaso mostró fue la de tonalidades con el fin de buscar una armonía acorde a - la
explicación que daban del universo con la teoría de "la armonía de las esferas",
hecho tan propio a los primeros pitagóricos'. Por lo menos reconoce Winde1band
-cita Murillo- como algo muy cierto, la importancia de la música en la vida espiritual
de los pitagóricos". Hipaso dedujo que de un número dado y sacando sus mitades,
tercios, cuartos, daban una diferencia en cada tonalidad. Luego, lo comprobó llenando
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vasijas de agua para ver en qué consistían esos acordes. El autor nos deduce con estas
pruebas que Hipaso fue el primer experimentador: "Es desde la experiencia de donde
parte para establecer las relaciones matemáticas entre los sonidos. Hipaso, como tantos
otros presocráticos y ,a través de los fragmentos que se conservan, constituye un mis-
terio en ciertos aspectos de su vida y doctrina. Por ejemplo, cita Caelio Aureliano, el
fragmento sexto: "Se dice que Hipallo, filósofo pitagórico, preguntado sobre qué
hacía, respondió: Todavía nada; todavía nadie me envidia". Entonces, García Mu-
rillo se aproxima a lo que pudiera ser el significado correspondiente. Nos dice que
este fragmento pertenece al género de la "respuesta significativa", "una anécdota,
condensada en una pregunta y una respuesta sentenciosa". Poco a poco, el autor de
esta exégesis, pr~cura adentrarse y después de explicitar diversos matices lingüísticos,
acierta a damos una especie de "momento psicológico". El "nadie me envidie",
podría significar a Pitágoras mismo, y una vez que Hipaso difundió sus doctrinas,
nadie lo envidiaba de la suerte que corría. Y esta aseveración común entre los griegos,
sería "un hito en la concepción de la envidia en el mundo griego, desde Hornero
hasta Jámblico".
El último capítulo, García Murillo lo dedica al problema y las relaciones o
acercamientos entre Hipaso y Heráclito. Afirma, muy originalmente, que Hipaso es
anterior a Heráclito y por lo tanto, influyente en su doctrina. Si Hipaso fue el divul-
gador de la doctrina del fuego, preparaba una visión metafísica y cosmológica, que
Heráclito, posterior a él, desarrollaría en forma amplia. Se confrontan principios doc-
trinales que los dos filósofos ostentan; el primer principio, la teoría relativa al universo,
el fuego constituyente de un cosmos, la transmutación de las cosas y sus investigaciones
acerca del alma y que ninguno de los dos pudo explicar con autoridad. García Murillo
nos deja así, un testimonio de lo que significó para los pitagóricos el conocimiento
de los primeros principios de la naturaleza. Finaliza el autor otorgando un gran res-
peto por Hipaso y a Heráclito, dejándole a éste su gran fama y su título de "Oscuro",

Gerardo César Hurtado

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