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Un año sin sol.

Roberto Acuña Orozco.

Personajes:

Vates.

Nicolás.

Amelia.

Argumento: Vates es un viajero muy viejo, quien ha visto los horrores de la humanidad
y sus efectos sobre la vida. Se encuentra con Nicolás y Amelia, un matrimonio joven
que perdió a su hijo.

En su existir, Vates siempre ha tratado de brindar consuelo a quienes lo merecen.

-Introducción-

Vates y Nicolás se encuentran platicando en un cuarto de bebé.

Una semana después de la muerte del niño:

Nicolás (Sentado sobre la cama que le perteneció a su hijo, sosteniendo un muñeco de


peluche viejo) – Aquella noche el mundo se detuvo, el momento en que las máquinas
del hospital dejaron de sonar y, dejé de soñar. El corazón de un infante se detuvo y con
éste mis sonrisas se desvanecieron.

Recuerdo que el médico salió de la habitación donde atendían a mi hijo, con una
frialdad asombrosa y tenebrosa, dijo:

Vates (Interrumpe) – Lo siento mucho.

Nicolás – Exacto. De inmediato, mis ojos se cristalizaron, mi visión se nubló y mi


matrimonio se vio afectado.

Vates – La mujer que se encuentra en el otro cuarto, ¿es tu esposa?

Nicolás – Sí, aunque no por mucho tiempo.


Vates – No comprendo.

Nicolás – Yo tampoco, ¿Cómo es que el amor se termina?

Vates – O muere.

Nicolás - ¿Por qué viniste, peregrino?

Vates – Me llamaste con toda tu ira y tristeza.

Nicolás – ¿Y a que has venido?

Vates – Vi morir a mucha gente en el pasado, muchos de la misma causa que tu hijo.
He visto sufrimiento y vengo a ofrecerte consuelo.

Nicolás - ¿Cómo?

Vates – He venido a ayudarte a recuperar todo lo que has perdido.

Nicolás (Molesto, llorando y apretando los dientes) – Eso no es posible.

Vates – No ofrezco ninguna garantía pero créeme, la posibilidad existe.

Nicolás – Quiero creerte, pero lo que pasó… No sé si merezco apostar a las


posibilidades.

(Oscuro)

-1-

Ruleta Rusa.

Amelia y Nicolás, recostados en su cama, la mañana siguiente a la muerte de su hijo:

Nicolás - No sé cómo llegamos a esto… ¿Y tú? Llevamos bastante tiempo viviendo


juntos, desde los 25 años que nos mudamos. Cinco años es suficiente tiempo como
para acusar al acoso de la monotonía, no es suficiente el pesar ni las presiones como
para habernos convertido en lo que somos, no eran los suficientes pecados como para
aspirar al infierno. ¿O sí?
Siendo honestos, nuestros actos han sido un poco egoístas. Hemos vivido
ensimismados desde el primer momento, aquella noche en que nos conocimos. A decir
verdad, nada de lo que hemos hecho desde hace mucho ha sido altruista.

(Ríe para sí mismo)

Y lo entiendo, ninguno de los dos somos filántropos. ¿Qué pasó anoche?

(Toma el picaporte de la puerta, Amelia despierta)

Amelia - ¿Saldrás?

(Nicolás no habla, ni dice nada. Sólo se queda con el brazo extendido y la mano en el
picaporte)

Amelia (Se sienta en la cama) - ¿Entonces? ¿Saldrás?

Nicolás – Sí, iré por las cosas para preparar todo.

Amelia – Está bien, tráeme un poco de café cuando regreses.

Nicolás – ¿Cómo puedes estar tan tranquila?

Amelia – ¿Quieres que llore? ¿Más?

Nicolás – Tú no…

Amelia - ¿Qué?

Nicolás – Nada, olvídalo. Vuelvo en un par de horas, ojalá estés lista para cuando
regrese.

(Sale Nicolás)

Amelia – Quiero que regreses y te acuestes conmigo un rato, solo cinco minutitos.
¿Puedes entender que en este momento nos necesitamos o al menos yo te necesito a
mi lado?
No, no es un típico drama donde me pongo indiferente ante lo que vivimos.
Simplemente quiero que mi esposo esté a mi lado.

Siempre, desde que nos conocimos, he sido sumamente complaciente. Sacrifiqué mi


dignidad como mujer una infinidad de veces. Dejaste de hacerme las preguntas básicas
de cualquier matrimonio.

(Amelia se acuesta y “duerme,” las luces se hacen más fuertes con el sol de mediodía y
entra Nicolás con un par de bolsas negras)

Nicolás (Comienza a recoger la ropa del piso para meterla a la bolsa de basura) – Al
principio todo fue alegría, tuvimos un gran comienzo.

(Comienzan a cambiarse de ropa, se arreglan formales)

-2-

Como en una especie de recuerdo, Nicolás y Amelia se trasportan seis años atrás, a la
noche en que se conocieron.

Amelia - ¿Recuerdas? Rodeada de eruditos, entre hombres bien vestidos y mujeres


bellas, encerrados en su multi-universo de letras. Todas esas personas ensimismados,
tratando de demostrar que son “alguien” ante el criterio de “alguien más.”

Las miradas de “algunos” me cubrían de pies a cabeza, demasiados como para


descifrar quién me quitaba qué con los ojos. Y en mi intento de escapar estabas tú...

Nicolás – Quien platicaba con un grupo de personas acerca del contenido de los
infomerciales modernos.

Amelia – El único que no me veía como enajenado.

Nicolás – Ahí estaba, solo, intentando parecer un erudito entre hombres y mujeres
encerrados en sus multi-universos de letras. Notando como, poco a poco, la gente que
tenía alrededor comenzaba a verme como una especie de mono cilindrero mientras
nacía en mí una pregunta: “¿Qué demonios hago aquí?”
(Nicolás rompe la narración y comienza a platicar, como en la plática de esa fiesta)

Nicolás (Platicando) – “Es interesante como al poner un viejo ícono de los ochenta, hoy
todos viejos y arrugados, puede tener un impacto sobre los consumidores.”

(Vuelve a narrar)

Nicolás (Con cara de no saber lo que hace) – La misma pregunta: “¿Qué demonios
hago aquí?”

Amelia – Con cada paso que daba, me acercaba a tu nube de ego. En ese momento,
eras el hombre del espectáculo en el lugar. Intenté rodear a las personas a tu alrededor
para poder ver tus ojos.

Había algo en ti que me llamaba…

¿Eres apuesto?

Sí.

¿Inteligente?

Tal vez.

¿Interesante?

Aparentemente.

¿Bien dotado?

Ojalá…

¿Por qué eras el único que no me veía?

Nicolás – Sin duda alguna en un intento desesperado por sobrevivir a la noche, pasaste
desapercibida.

Estaba a punto de jugar al “Houdini” en el lugar…


(Comienza a caminar para salir del lugar)

Amelia – Entre tanta gente, necesitaba que me vieras.

Amelia y Nicolás – Cuando de pronto… (En su escape, Nicolás se tropieza con Amelia
y esta derrama una copa de vino encima de él.) ¡Magia!

Nicolás – Mujer de bellos ojos claros.

Amelia – Hombre apuesto de buena estatura.

Amelia y Nicolás - ¡Hola!

-3-

En el cuarto del bebé, de nuevo una semana después del fallecimiento. Vates y Nicolás
siguen platicando, el hombre misterioso con aspecto de enterrado o forense, contempla
directamente a Nicolás.

Vates – Sin duda alguna fue enamoramiento.

Nicolás – Así parece ser.

Vates – Cada historia que he escuchado o visto a lo largo del tiempo, parecen tener
buenos comienzos:

La gran idea para acabar con las plagas que terminan envenenando las aguas.

Los científicos buscando curas que infectan algún pueblo.

El joven artista que fue a la guerra y fue destrozado por los horrores, convirtiéndose en
un tirano.

O en menor medida:

Un hombre y una mujer se enamoran.


Nicolás – Puedo decir que lo que siguió después fue muy bueno, momentos de júbilo y
lujuria, de pasión y ternura, amor sin heridas y viejas heridas sanadas por amor.

Vates – Entre tanto que decimos hay muy poco de lo que realmente queremos.

Nicolás – Aún no entiendo tu presencia aquí y cómo es que me puedes ayudar.

Vates – Sigamos con tu historia, realmente me interesa encontrar el momento en que


se rompió todo.

Nicolás – Ya es algo tarde.

Vates – Relativamente. El tiempo es algo que a mí no me molesta, llevo demasiado


tiempo caminando en la tierra y aprendí que nunca es tarde, o temprano.

Nicolás – En serio, puedes volver mañana, sin ningún problema serás bien recibido.

Vates - ¿Y dejar que te pegues un tiro en la cabeza con el arma que guardas? ¿O que
mates a tu esposa quien duerme en el otro cuarto?

No lo creo, la solución a tus problemas no está en tu muerte.

(Nicolás se queda perplejo ante el comentario de Vates)

Vates – No soy fácil de engañar, sé que a la media noche tienes planeado volar la tapa
de tus sesos.

Nicolás – Mi hijo nació hace un año, a la media noche.

Vates – Tienes que entender el principio básico de la vida.

Nicolás – A la media noche es su cumpleaños.

Vates – La vida está enamorada de la muerte y le envía regalos, el tiempo que tardan
en llegar varía, pero al final el regalo siempre llega a su destino.

Es inevitable.
Nicolás - ¿Entonces por qué no me dejas seguir mi camino?

Vates – Porque tu momento todavía no ha llegado.

Nicolás – Creo que…

Vates (Interrumpe) – Debes seguir.

(Bajan las luces quedando apenas quedando la suficiente como para que se vean
siluetas)

-4-

La noche posterior a la fiesta, hace seis años, Nicolás y Amelia en un cuarto de “hotel.”
Bajo las sábanas, tienen sexo.

Nicolás – Me gustas, Amelia.

Me gustas como para hacer esto contigo cada noche.

Me gustas como misterio por descubrir.

Me gustas para mostrarte un mar de mil maravillas.

Quiero recorrer tu cuerpo con mis dedos vagabundos, quiero besar tus labios cada
noche, quiero olerte, lamerte, poseerte y traer ante ti a la muerte pequeña.

(Se alcanzan a ver un las siluetas de Nicolás y Amelia debido a la escasa luz que es
superada por la oscuridad en el cuarto)

Nicolás - ¿Qué te parecería si comienzo poniendo mi lengua en tu…?

Amelia (En tono alto, entre gemidos) – Eres todo un poeta Nicolás, tu lengua es de
plata y tienes unos enormes dedos. (Gime) ¡Me gustas mucho!

(Amelia saca su torso de entre las sábanas, dejando sus piernas y a Nicolás cubiertos)
Amelia (Moviendo su cuerpo mientras Nicolás le realiza sexo oral) –Hacía un rato que
la noche no me traía estos milagros. (Gime) Había estado buscando a alguien como tú.

(Vuelve a gemir)

Amelia (Más y más excitada) - ¡Oh, hombre!

Eres la representación de todo aquello que en los cuentos me han contado.

El acto egoísta… (Es callada de golpe por Nicolás quien saca una mano de entre las
sábanas y le tapa la boca)

¡Está bien! Sigue ¡No pares!

(Termina de caer el oscuro, mientras el sonido de los gemidos y el movimiento en la


cama se hacen más fuertes)

Amelia - ¡Oh! ¡Nicolás!

(Vuelve la luz y el sexo ha terminado)

Nicolás (Volviendo a la narración de los hechos, en medio del recuerdo. Sentado en el


borde de la cama) – Creo que ese fue nuestro primer error. Podemos atribuir nuestra
primera noche al vino en nuestro sistema y mi camisa.

No es que me haya desagradado en algún momento. No, las noches de cada tipo
deberían ser por derecho fundamental así. La mañana brilla después de una noche de
sexo.

Amelia (Dentro de la ficción del recuerdo) – Es temprano, me tengo que ir antes de


mediodía ¿Quieres repetir?

(Nicolás sonríe y Amelia lo jala de nuevo dentro de las sábanas)

-5-
La ficción se rompe. En el piso hay bolsas de plástico negro, Amelia y Nicolás se
encuentran bajo las sábanas.

La tarde siguiente a la muerte de su hijo, mediodía:

Nicolás (Se levanta de la cama de golpe) - ¡Ya basta! ¿No ves que estamos lejos de
cualquier tierra prometida?

¡Mírate ahí! Faltando el respeto al recuerdo de nuestro hijo, dejando que se gasten los
pocos motivos que tenemos para estar juntos, forzando un escape y pervirtiendo lo que
siento.

Comenzamos bien, fuimos atrevidos, traviesos… La ruta para la crianza perfecta


estuvo trazada por quienes nos precedieron.

¿Qué nos faltó para cerrar el libro del cuento con un “felices por siempre”? Únicamente
era cuestión de seguir por delante, cuidando no caer en los errores de nuestros padres,
quienes al parecer fueron más exitosos que nosotros.

Amelia (Cubierta por las sábanas) – Pero siempre fueron crueles.

Nicolás – Pero sus hijos siguen vivos.

Amelia – Parece que lo dices como si fuese un hecho desafortunado.

Nicolás – Desafortunadamente sobrevivimos y no nuestro pequeño.

Amelia – Perdimos el camino.

Nicolás – ¿Lo crees?

Amelia - ¿Qué tanto querías a nuestro hijo?

Nicolás (Se levanta de la cama) – Más que a cualquier otra persona en el mundo.

Amelia – ¿Y a mí?
(Nicolás se da media vuelta y observa directamente a Amelia, entonces toma las bolsas
del piso y sale del cuarto)

Amelia (Se sienta en la cama) – Lo único que quiero de ti es un poco de compañía, lo


único que quiero es saber que puedo ahogar mis penas.

Proceso el dolor de un modo diferente al tuyo, Nicolás.

Quisiera ahogarme en llanto como tú y no parecer de pronto una mujer desalmada.

Pero me siento culpable.

Quiero colgarme de un árbol y expiar mis culpas, parece que no tienes en cuenta que
la personita que se fue ayer, era carne de mi carne, producto del amor que nos
teníamos… Tenemos… Tendremos, al menos eso espero.

Te necesito Nicolás ¿Por qué no puedes verlo?

(Se levanta y comienza a vestirse)

Amelia - ¿Recuerdas la noche en la que te presenté a mis padres, después de un año


de salir?

(Amelia se comienza a poner otro vestido)

Amelia - ¿Me veo bien?

-6-

Volviendo al recuerdo, Amelia se arregla para ir a la casa de sus padres.

Cinco años antes de la muerte del niño:

Amelia – ¿Me veo bien?

(Entra Nicolás bien vestido)

Nicolás – El que debería preocuparse por eso soy yo.


Amelia – Bueno, es una cena elegante.

Nicolás – Sí, pero son tus padres.

Amelia - ¿Y por eso no me debo de preocupar por verme bien?

Nicolás – Tú siempre te ves bien.

Amelia (Sonríe) – Y tú siempre eres muy cordial.

(Nicolás sonríe)

Amelia - ¿Ocurre algo? Mi amor.

Nicolás – Simplemente estoy nervioso.

Amelia - ¿Por qué?

Nicolás – No soy el mejor novio que has presentado a tu familia.

Amelia – No te debí contar tanto...

Nicolás – No, estuvo bien. Así sé bien a lo que le estoy tirando.

Amelia – Siempre le intentas ver las dos caras de la moneda.

Nicolás – Nada es completamente bueno o malo.

Amelia – Lo sé… ¿Nos vamos?

Nicolás – Un momento, voy por mis llaves…

(Amelia rompe narra los hechos)

Amelia – Llegamos, mis padres estaban contentos de ver a su hija enamorada de un


hombre que bien, si no era médico o abogado, cumplía con la parte sentimental de una
relación.
¡Nicolás! Tú supiste suavizar mi percepción de una vida que jamás imaginé. Me
mostraste las ventajas de un sedán y terminé olvidando los deportivos en los que solía
viajar.

¿Televisión satelital?

¡Quién la necesita cuando hay menos canales en la televisión por paga que modos de
amar!

Te amo, no lo olvides…

(Se rompe la ficción completamente)

-7-

Amelia se sigue arreglando frente al espejo, entra Nicolás y se sienta en la cama.

La tarde después de la muerte del niño. 13:00 horas.

Nicolás (Se frota la cabeza) – No puedo, entrar al cuarto y descubrir las cosas tal y
como se quedaron hace una semana atrás es muy pesado. Su olor de bebé inunda
toda la habitación, sus juguetes están regados por el piso… Amelia, no puedo seguir
así… (Saca un juguete de su bolsillo y sus palabras se ahogan en llanto) Lo voy a
extrañar demasiado.

Amelia (Avanza hacia Nicolás y lo abraza) – Sabes que estamos juntos en esto.

Nicolás – No me deja de preocupar tu frialdad ante los que estamos viviendo. ¿Te
puedo preguntar algo?

(Amelia asiente con la cabeza)

Nicolás (Se levanta, quitándose a Amelia de encima y poniéndose de cara a ella) -


¿Realmente lo amabas como decías? (Con esa pregunta llega el momento que
parecía jamás ocurriría, Amelia se rompe y entre lágrimas abofetea a Nicolás, después
sale del cuarto)
Nicolás (En shock) – Yo lo amé más que a mi vida.

(La luz se vuelve tenue de nuevo, entra Vates al recuerdo)

Vates – Tu pregunta fue un tanto agresiva.

Nicolás – Lo sé, en ese momento fui demasiado impulsivo, me encontraba sumergido


en el dolor que provoca entrar a un cuarto y ver las cosas tal y como las dejó tu hijo
muerto.

Vates – ¿A dónde fue tu esposa después?

Nicolás – La encontré durante el ocaso bajo un viejo roble en un parque cercano.

Vates – ¿Un roble?

Nicolás – Si, ella jugaba en aquel lugar cuando era una niña, habíamos prometido que
encontraríamos el modo de bautizar a nuestro pequeño enfrente de ahí. Ese roble es
importante para ella y en menor medida, también para mí.

Vates - ¿Qué tan viejo es ese roble?

Nicolás – No lo sabemos…

Vates - ¿Entonces como saben que es viejo?

Nicolás – Por su enorme tamaño.

Vates (Sonríe levemente, cosa rara porque el tipo se había mantenido serio todo el
tiempo) – Ya veo.

Nicolás – Ese árbol ha sido testigo de mucho, mi historia con Amelia prácticamente fue
escrita sobre su corteza.

Vates - ¿Cómo es eso?

Nicolás – Ahí le propuse matrimonio.


Vates – Ya veo.

Nicolás – Planeábamos tanto bajo ese árbol, incluso dijimos que cuando llegue el
momento de que fallezcamos, nuestras cenizas sean rociadas alrededor de éste.

Vates – Las personas se arraigan a los objetos que tienen este tipo de historias, no me
sorprende del todo escuchar eso, ya que a mi parecer, ustedes encontraron un símbolo
de la fuerza de su amor en ese viejo roble.

Nicolás – Sí, eso es… ¡Justo eso!

Vates – Lo que yo creo es que tu esposa y tú son víctimas de la culpa, del martirio que
significa perder a un ser querido. Sin embargo, el viejo roble sigue de pie en el parque.
¿Me equivoco?

Nicolás – No sé…

Vates – ¿Seguro?

(Nicolás se queda callado y Vates en el silencio comienza a interpretarlo, entonces el


peregrino prosigue)

Vates – Verás, ese viejo roble ha soportado todas las calamidades que lo han azotado.
Tormentas, sequías, los aires nuevos que trae el cambio, a veces su corteza se
deteriora por tanto hecho pero el sigue siendo fuerte como para sostenerse firme y sin
tambalearse… Si es cierto que el roble simboliza el amor que tú y tu esposa se tienen,
entonces sigue de pie…

Nicolás – Quizás aún a ese roble no le ha caído un relámpago.

Vates – Y lo que pasó con su hijo.

Nicolás – Un relámpago.

(Vates sale del recuerdo caminando)


Nicolás (Volviendo a sumergirse en el recuerdo) – Hijo mío, mis palabras se completan
una por una. Esto que ocurrió es una prueba para mí, todo el peso de lo que fuiste y
ahora es tu recuerdo cae sobre mí.

Han pasado veinticuatro horas desde que cerraste tus ojos por última vez.

(Aprieta el juguete en su mano y rompe completamente en llanto. Oscuro)

-8-

En un espacio onírico se reconstruye la pedida de mano, la sombra de un roble se


refleja sobre las paredes y va creciendo segundo a segundo conforme se asienta el
sueño.

Dentro del sueño, representando tres años antes de la muerte del niño:

(Nicolás camina en círculos, nervioso. Entra Amelia)

Amelia - ¿Querías verme?

Nicolás (Nervioso) – Sí (Hace una pausa) Quería verte.

Amelia - ¿Qué pasa? Estabas muy raro desde que nos despertamos hoy.

Nicolás – Sí, lo sé.

Amelia – Dejaste una nota en el buró… ¿Qué pasa?

Nicolás – Hay algo que tengo que decirte.

Amelia - ¿Sí?

Nicolás – No es fácil hacerlo.

Amelia - ¿Tan malo es?

Nicolás – No, no es nada malo.


Amelia – Bueno entonces, dime.

Nicolás – Esta bien, ahí va.

Amelia – Ajá…

(Nicolás se queda callado)

Amelia - ¡Vamos hombre que me asustas!

Nicolás – Amelia, hemos vivido juntos dos años, comenzamos a salir hace seis. Te has
convertido en la persona más importante para mí y quiero que eso sigua así pero la
situación en la que estamos ya no puede seguir del mismo modo.

Amelia (Tratando de interpretar lo que Nicolás está diciendo) - ¿Qué quieres decir?

Nicolás – Quiero decir que te he citado bajo este gran roble para terminar lo que
tenemos…

Amelia (Interrumpe, sus ojos se llenan de lágrimas) - ¡No! ¿Qué estás diciendo?

Nicolás – Digo que todo en la vida termina…

Amelia – Nicolás ¡No estás hablando en serio!

Nicolás - ¡Espera! No te adelantes…

Amelia - ¿Qué no me adelante? ¡¿Con todo lo que estoy oyendo?!

Nicolás (Pone su dedo en la boca de Amelia para callarla un momento) – Continúo. Y


como todo termina en esta vida (Se agacha y saca una caja con un anillo adentro) Mi
vida terminaría sin ti. Amelia Ortega ¿Te casarías conmigo?

(Amelia se queda atónita)

Nicolás (Se queda arrodillado unos segundos esperando una respuesta) – Amor,
espero una respuesta… No pienso quedarme arrodillado todo el tiempo.
Amelia (Conmovida) – ¿Un chiste malo? ¿Ahora?

Nicolás - ¿Eso es un sí?

Amelia (Conmovida susurra y agita la cabeza) – Si…

Nicolás - ¿Sí? ¿En serio?

Amelia – Sí…

(Nicolás toma el anillo y se lo pone en el dedo a Amelia)

Amelia (Emocionada) - ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!...

(Nicolás se levanta y besa apasionadamente a Amelia)

-9-

En un mismo estado onírico, bajo el roble, representando lo ocurrido hace un año y


siete meses antes de la muerte del niño:

(Amelia camina en círculos nerviosa, entra Nicolás agitado)

Nicolás - ¿Querías verme?

Amelia – Si, no sé por dónde comenzar…

Nicolás – Por el principio, como debe de ser.

Amelia – Hemos pasado mucho tiempo de calidad desde el momento que nos
casamos. También vivimos felices antes, déjame agregar, he sido feliz de muchos
modos.

Nicolás, me demostraste las mil maneras de amar y sabemos bien que faltan más por
descubrir. Mi vida se ve diferente desde que llegaste a mi vida y no puedo concebir un
futuro sin ti… Nicolás, siempre seré tuya y estaré contigo para siempre.

Nicolás – Está bien, ese fue una introducción larga para algo urgente.
Amelia - ¿Urgente?

Nicolás – Sí, en la nota lo decía.

(Amelia sonríe)

Nicolás – Por favor, dime que estamos bien.

Amelia – Sí, estamos bien.

Nicolás – Sé que no debí prestar el dinero de las vacaciones pero, en serio, mi papá lo
necesitaba.

Amelia – No, tranquilo, no es por eso.

Nicolás – Bueno, dime por favor que estás bien.

Amelia – Estoy más que bien.

Nicolás - ¿Entonces, me calmo?

Amelia – ¿Has notado algo diferente en los últimos días?

Nicolás – Has salido más, solo he notado eso.

Amelia – He estado yendo al médico.

(Nicolás y Amelia se quedan callados un par de segundos)

Nicolás - ¿En serio estás bien?

Amelia – Sí, tranquilo.

Nicolás – ¿Entonces qué tienes?

Amelia – Durante nuestra relación siempre hablamos de dar pasos, de crecer juntos, de
darnos todo y amarnos como nunca nos habían amado. Hoy llegaron los resultados
que he esperado y mantenido en silencio.
Nicolás – Ajá, me estoy asustando.

Amelia – Nicolás Monterroso, tengo que decirte que… (Hace un silencio)

Nicolás (La toma de los hombros y la ve fijamente, se muere de curiosidad) - ¡Ya! ¡Por
favor, dime!

Amelia – Nicolás, vas a ser papá…

Nicolás (Sin entrar en razón de lo que Amelia le acaba de decir) – ¡Oh! Cielos… Creí
que tenías algo…

(Amelia se ríe porque se da cuenta de que Nicolás aún no entra cae en cuenta de lo
que le acaba de decir)

Nicolás – Creí que te pondrías rara y calva, imagínate, nosotros yendo a… (Cae en
cuenta) ¡Oh cielos! ¡Voy a ser papá! (Gritando emocionado) ¡Voy a ser papá!

Amelia - ¡Así es bello hombre! ¡Vas a ser papá!

Nicolás - ¡Te amo, Amelia!

(Nicolás y Amalia se abrazan. Oscuro)

-10-

Vates y Nicolás platican en el cuarto del bebé, el segundo mencionado está


destrozado. Vates lo observa fijamente. Una semana después de la muerte del niño:

Vates – Debo decir que es una bella historia hasta el momento.

Nicolás – Sí, acabas de escuchar sobre la mejor etapa de mi vida.

Vates – Quiero que sepas que no me queda mucho tiempo, necesito más.

Nicolás – ¿Más?
Vates – Sé que todo fue alegría hasta hace un año, sé bien que mucho cambio desde
que nació tu hijo.

Nicolás – Sí, Amelia cambió mucho, era comprensible, dadas las circunstancias.

Vates - ¿Qué pasó?

Nicolás – Imagino que tanto cambio en su persona, físicamente, después del


embarazo, fue una sacudida…Y la condición con la que nació nuestro hijo empeoró
todo.

Vates – ¿En verdad?

Nicolás – Amelia no tuvo un periodo de reposo tras el parto, después de un par de


meses se mantuvo encerrada. Casi no sostuvo comunicación conmigo…

Vates – ¿Cómo en una depresión?

Nicolás – Si, ella tuvo lo que muchos llaman depresión post parto, combinado con todo
lo demás.

Vates – No comprendo.

Nicolás – Créeme, yo tampoco lo comprendí ya que nuestro pequeño Job nació


enfermo.

Vates – Cuéntame más…

(Oscuro. Fin del primer acto)

-Segundo Acto –

-1-

(Entre la oscuridad)
Vates se encuentra en un espacio solitario, en medio de la nada. A su alrededor se
escuchan personas llorando, desde mujeres y hombres, hasta niños.

Vates (Parado en medio del lugar) – El viaje de un peregrino puede ser un martirio,
pero también podemos decir que entre tanto horror y dolor hay sabiduría. He caminado
por la tierra durante bastante tiempo, he visto y limpiado las lágrimas de incontables
personas, pobres seres en desgracia que sufren el martirio de la de la pérdida.

Siempre me hacen las mismas preguntas, si resumimos mis largas charlas con muchos
de ellos, al final siempre habrá un “¿Por qué?”

Odio no tener la respuesta, en mi experiencia aprendí sobre los ciclos de la vida,


aprendí sobre la infinidad de la energía que al final desgasta la carne, pero lo que no se
es “por qué.”

Esto es lo que me lleva a vagar, a escuchar e intentar ayudar a quienes lo merecen.


Quienes lloran por el amor perdido, quienes claman por venganza, ayudar también a
quienes buscan redención.

Repito, Nicolás: (Extiende su mano hacia donde está la cama) Dame el arma que
escondes que estoy dispuesto a escucharte y si en mi corresponde, ayudarte.

(Se encienden las luces y Nicolás se encuentra sentado en la cama, cabizbajo)

Vates – Nadie merece ser víctima del tormento.

Nicolás (Voltea a ver a Vates, su rostro está cubierto de lágrimas) – El pequeño nació
justo a la medianoche. Desde antes que llegará al mundo sabíamos que tenía una
anomalía. Los médicos nos lo advirtieron en un ultrasonido, en semana 20 supimos que
el bebé tenia trisomía 13.

Vates – No había escuchado de eso.

Nicolás – La trisomía es algo que se da una vez de cada diecinueve mil embarazos.

Vates – Algo realmente raro. No toda posibilidad en contra cuenta como un milagro.
Nicolás – Le estimaron de tres a cuatro meses de vida, Job era fuerte, casi llega al año.

Vates – Sorprendente.

Nicolás – Sí, y aunque estábamos preparados, fue duro perderlo.

Vates – La gente nunca está preparada para algo así, por mucho que se sepa que el fin
se acerca y que alguien morirá para cierta fecha, todos esperan que ocurra algo
distinto; un milagro.

Nicolás – Ingenuamente pensamos eso cuando comenzamos a planear su fiesta de


cumpleaños.

Vates – La fe.

Nicolás – Sí, la misma fe que murió con él.

Vates – Sé que aún la tienes.

Nicolás - ¿En serio puedes saber algo así?

Vates – Si no, no estaría aquí.

-2-

A once meses, dos semanas de la muerte del niño, Amelia llora sentada en la cama
donde el bebé duerme. Nicolás camina en círculos con desesperación:

Amelia (Llorando) – Esto no es algo que una como madre debe hacer.

Nicolás – Sabíamos que esto pasaría si nuestro niño sobrevivía a la incubadora. (Se
detiene) ¿Aún respira?

Amelia (Revisa al niño) – Sí, aún respira. (Observa a su hijo tiernamente) ¿Por qué
tiene que ser así? (Le acaricia el pequeño pecho)

No quiero que te vayas.


Nicolás (Se acerca y se sienta junto a Amelia) – No se le puede obligar a vivir así.

Amelia – Lo sé, pero… (Ve fijamente a los ojos de Nicolás) Este es el fruto de nosotros
dos.

Nicolás – ¿Qué hicimos mal? Amelia.

Amelia – Voy por café.

Nicolás – Tráeme uno…

Amelia – Sí, vigila al bebé. (Sale)

Nicolás (Acaricia el pecho pequeño del bebé) – Mi pequeño, mi hijo… Quisiera que te
quedaras un rato más, fue tortuoso tener que escoger un ataúd para ti hoy, en vez de
un pastel de cumpleaños para tu primer añito.

Te amo, y no comprendo porqué pasa esto.

¿Acaso todo el mal que tu madre y yo hemos hecho cayó sobre ti?

¿Fue algo bueno que dejamos de hacer entre nuestro egoísmo?

Si dios existe y eso está pasando, ¿Quiere decir que realmente esto es alguna lección
a aprender?

(Voltea al cielo)

Nicolás – Necesito que me expliques… ¿Por qué castigar a un alma buena en vez de a
quien lo merece? (Vuelve su atención a su pequeño) Quiero que sepas mi nene, que mi
amor para ti será infinito el tiempo que te quedes. No importa lo que pase, amaré cada
respiración que des, cada ruido que emitas, cada movimiento que hagas e incluso te
amaré cuando te tengas que ir.

(Vuelve Amelia con un par de tazas en las manos)


Amelia (Se vuelve a sentar en la cama) – No soy lo suficientemente fuerte para esto.
(Le entrega una taza con la leyenda “El mejor papá del mundo” a Nicolás)

Nicolás – Tienes que serlo.

Amelia – Lo sé y desde este momento te digo, no puedo Nicolás.

Nicolás – Nuestro hijo nos necesita cada momento.

Amelia – Llevamos dos semanas sin dormir bien, poco menos, no lo sé. (Hace una
pausa) Me rompe el corazón verlo así.

Nicolás – Tenemos que ponerle un nombre.

Amelia – No quiero eso.

Nicolás – Nuestro niño necesita un nombre.

Amelia – Es que… (Su voz se ahoga con un nudo en la garganta) No puedo…

Nicolás – No quiero que sea un anónimo.

Amelia – Le pusimos uno en el registro, que ese se quede.

Nicolás – No, ese no es el correcto.

Amelia – Me puedo dormir, me duelen los ojos…

Nicolás (Levanta al niño de la cama) – Si, lo llevaré a la sala, ahí lo vigilaré.

Amelia – No te preocupes, yo soy la que se va a la sala.

Nicolás – No amor, necesitas dormir en cama.

Amelia – Te amo.

Nicolás – Y yo a ti (Sale Nicolás cargando al niño y apaga la luz)

(Amelia se recuesta a dormir, llora entre las sombras)


-3-

Segundo día tras la muerte del niño, Nicolás intenta limpiar la habitación en donde
duerme, Amelia está recostada en la cama:

Nicolás – La verdad es que creo que lo merecemos. Al contrario de lo que creíamos,


Amelia, no somos personas fuertes.

Caímos múltiples veces en la conformidad, en la tentación, en el orgullo, en una


especie de remolino de todo lo malo que un par de buenas personas puede caer.

Amelia – Un remolino que ambos creamos.

Nicolás – Y entonces vino a salvarnos un niño.

Amelia – ¿Se quedará con ese nombre?

Nicolás – No.

Amelia – Me dio vergüenza ver que en el momento de su muerte, no hayamos sabido


que nombre decir.

Nicolás – Lo sé.

Amelia – ¿Me puedes abrazar?

Nicolás - ¿Sigues tomando todo con calma? ¿Por qué no te levantas y me comienzas a
ayudar?

Amelia (Se da media vuelta entre las sábanas) – Solo quiero a mi esposo un segundo.

Nicolás – Y yo a la mujer con carácter que desposé para que me ayude a preparar las
cosas.

Amelia - ¿Mandaremos a hacer una urna?

Nicolás – No entiendo por qué seleccionamos un ataúd si al final lo cremaríamos.


Amelia –Es que quiero tenerlo cerca de mí.

Nicolás – Lo sé. (Se queda callado, limpiando)

Amelia (Se levanta de la cama y lo abraza) – Descansa un poco.

Nicolás (La rechaza casi de inmediato) – No puedo.

Amelia - Estás molesto conmigo, ¿verdad?

Nicolás (Voltea a ver a Amelia en silencio, después dice) – Voy a pedir la urna nueva,
no me gusta que estén sus cenizas en una bolsa.

Amelia – A mí tampoco.

(Sale Nicolás)

Amelia - ¿Hombre apuesto?

Sí.

¿Inteligente?

Tal vez.

¿Interesante?

Aparentemente.

¿Cariñoso?

En el pasado.

¿El hombre a quien amo?

Definitivamente.

¿De algo me arrepiento sobre él?


Es más con respecto a lo que hice al final de todo esto… Perdón por no haber estado
al cien por ciento, Nicolás. No sabes cómo me siento y me torturas con tu enojo.

Estamos lejos de la tierra prometida porque cada paso que damos guiados por nuestro
pequeño, hoy muerto, nos mantiene sumergidos en el destierro, cada vez más lejos de
donde queremos estar.

También me duele, no me atrevo a decir que más que a ti, pero en una bolsa de
plástico sellada se encuentra lo mejor que pude darle a este mundo, nuestro hijo.

-4-

Amelia se encuentra encerrada en el cuarto, desde afuera Nicolás golpea la puerta con
desesperación.

Cuatro meses antes de la muerte del niño:

Nicolás (Golpeando la puerta, molesto) - ¡Abre Amelia!

Amelia (Llorando y gritando) - ¡No!

Nicolás (Más desesperado, golpeando la puerta) - ¡Nuestro hijo te necesita!

Amelia - ¡Nuestro hijo ya debe estar muerto!

Nicolás - ¡No digas estupideces! ¡Sigue aquí!

Amelia - ¡Mientes! ¡Los doctores le dieron tres meses!

Nicolás - ¡Y desde que pasó el tiempo nuestro hijo está luchando! ¡Te necesita Amelia!

Amelia - ¡Cállate!

Nicolás (Se calma) – Amelia, desde que pasó el tiempo estimado apenas y has salido
del cuarto. Entiendo que debe ser duro esto pero el niño sigue luchando.

Amelia – Nicolás, vete por favor, déjame tranquila.


Nicolás – Escúchame, también te necesito…Dejaré comida en la puerta del cuarto y
llevaré al niño a su chequeo diario.

Te amo.

(Sale Nicolás)

Amelia (Se levanta y camina hacia la puerta donde se recarga) - ¡Nicolás! (Grita)
¡¿Nicolás, estas ahí?! ¡Quiero ver a nuestro hijo! ¡Tráelo aquí conmigo!

(Nadie contesta)

Amelia (Gritando desgarradoramente) - ¡Nicolás! ¡Ayúdame!

Te necesito…

(Entra Nicolás con el plato de comida)

Nicolás – Aquí está la comida, deberías venir conmigo.

Amelia – No quiero.

Nicolás (Suspira) – Me voy entonces.

(Vuelve a salir Nicolás)

-5-

En un espacio onírico, Nicolás y Amelia recapitulan lo indebido que vivieron durante su


relación.

Ambos están descalzos y se van desprendiendo de sus prendas conforme van


recapitulando, la luz baja lentamente.

Nicolás (Mientras Amelia le quita la camisa) – Bueno, jamás te engañé…

Amelia – No, realmente cuando te metiste con otra mujer fue en nuestro primer
aniversario.
Nicolás – En un trío contigo y tu compañera de oficina.

Amelia – Exacto, así que eso no cuenta como algo malo.

Nicolás – Con excepción de que ella estaba casada y su esposo no se enteró, o al


menos no hasta este momento.

Amelia (Mientras Nicolás le quita la blusa) – Yo siempre te ayudé a cumplir todos tus
sueños.

Nicolás – Y yo los tuyos, no nos importa nadie más que nosotros.

Amelia - ¡Somos tan egoístas!

Nicolás - ¿Qué habrá sido de tu amigo cuyo negocio falló?

Amelia – No lo sé, no volví a saber de él.

Nicolás – Debimos prestarle dinero u ofrecerle posada.

Amelia – En esos momentos no podíamos. Acabábamos de fincar y estábamos un


poco gastados.

Nicolás – Aunque no creo que lo suficiente.

Amelia (Lo abraza y comienza a desabrocharle el cinturón) – No te preocupes por él,


conozco a mi amigo y seguro salió de la crisis.

Nicolás – Espero.

Amelia (Quita el cinturón de Nicolás y baja su bragueta) – ¿Recuerdas cuando no


quisiste apoyar a las personas en la carretera?

Nicolás – No inventes, eso no cuenta como egoísmo, podían ser ladrones.

Amelia – Tenían niños en el carro, se les había ponchado una llanta.

Nicolás – Estaba lloviendo (Comienza a desabotonar el pantalón de Amelia)


Amelia – Cuenta entonces como un acto egoísta ¿Estás de acuerdo?

Nicolás – Si tú lo dices. (Amelia le baja el pantalón)

Amelia - ¿Atropellaste algún perro?

Nicolás – No.

Amelia – Bueno, al menos de eso estamos libres.

Nicolás (Le baja el pantalón a Amelia) – No has donado sangre, ni porque tu mejor
amiga te lo pidió.

Amelia - ¡No! ¡Qué horror! Le temo a las agujas.

Nicolás – Inventaste que tenías una enfermedad.

Amelia – Hoy en día a cualquiera le puede dar leucemia.

Nicolás – No fue eso lo que inventaste pero… (Desabotona el sostén de Amelia)

Amelia – No es justo, tu pectoral expuesto no causa pudor como mi pecho.

Nicolás – Haremos el amor, nos estamos preparando.

Amelia (Dejando caer su sostén al piso) - ¿Aún te gusto?

Nicolás – Como en la primera noche que tuvimos, y no me has dejado de gustar.

Amelia - ¿Cuántos corazones rompimos?

Nicolás - ¿A cuántas personas no quisimos ayudar?

Amelia - ¿Cuántas veces el deseo nos llevó a lastimar a alguien más?

Nicolás - ¿Cuántos pobres diablos criticamos en nuestro andar por la calle?

Amelia – Cuando te conocí no eras rico.


Nicolás – Me enriquecí al conocerte.

Amelia – ¿Hablamos de dinero? Yo valgo varios ceros.

Nicolás – Únicamente una horrible persona diría algo así en este momento.

Amelia – ¿Haremos un bebé? ¿En serio?

Nicolás – Sí, claro. ¿Si no quién dominará el mundo cuando yo no esté?

Amelia (Sujeta su bikini) – Esta es la última vez que lo intentamos, ¿te parece?

Nicolás (Sujeta su bóxer) – Está bien, si no nos sale, adoptamos a un niño negro.

Amelia - ¡No! Pobrecillo, está mejor en su miseria que con nuestra asquerosa
estabilidad.

Amelia y Nicolás - ¿Oye? Te amo a pesar de lo horrible que has sido con el mundo.
(Ambos se quitan sus respectivas prendas y se ponen firmes, frente a frente)

Amelia - ¿Qué ves?

Nicolás – Un ser humano ¿Y tú?

Amelia – Lo mismo…

Amelia y Nicolás (Se acercan más y se toman de las manos) - ¿Y te gusta ese ser
humano?

(Oscuro)

-6-

Vates se encuentra en el cuarto del bebé solo, le pidió el favor a Nicolás de ver la urna
del niño.

Una semana después de la muerte del niño, cercana la media noche y cumpleaños del
mismo:
Vates (Viendo a la puerta del cuarto como si hablara con alguien) – A pesar de saber
todo sobre ellos dos, no encuentro un motivo para irme e ignorar lo que está por ocurrir.
Esta vez quiero hacer algo ya que estoy seguro de que Nicolás y Amelia han aprendido
algo, espero ellos también lo sepan.

(Entra Nicolás con la urna)

Nicolás – Aquí está.

Vates (sujeta la urna) – Gracias.

Nicolás – Aún no entiendo porque me pediste verla.

Vates – Nada más quiero brindar mis respetos a tu hijo antes de irme.

Nicolás – De todos modos, no entiendo.

Vates – Ni yo tampoco, tu afán por terminar tu historia huyendo del modo que planeas
hacerlo.

Nicolás – En serio, no soporto la pérdida.

Vates – Sí lo haces, pero en realidad buscas un pretexto.

Nicolás - ¿Crees que es un pretexto?

Vates – Lo afirmo, estás actuando como un cobarde.

Nicolás (Molesto) - ¡Retira lo dicho!

Vates – Jamás me retracto de lo que digo y no comenzaré ante alguien que no es


capaz de enfrentar la realidad ni la crudeza de la vida.

Nicolás - ¡Retira lo dicho! ¡Carajo!

Vates - No, pudiste llevar el peso de todo por casi doce meses.

Nicolás (Se comienza a calmar a sí mismo) – ¿Y eso qué?


Vates – Por eso me sorprende lo que quieres hacerte a ti mismo.

Nicolás – No debería… Perdí mi vida cuando Job dejó de respirar.

Vates – No es cierto, todavía vives y tienes una esposa que te necesita. ¿Planeas
dejarla sola?

Nicolás – Ella me dejó solo después de los cuatro meses estimados del niño.

Vates – Entonces esto es un “me haces y yo te hago”, ¿no es así?

Nicolás – No… lo sé.

Vates – Aún así es injusto lo que haces, la mujer del otro cuarto necesita de ti.

Nicolás – Y yo de ella… O al menos en aquel entonces.

Vates – Sólo se ausentó cerca de siete meses, tú lo harás toda la vida.

Nicolás - ¡Es lo que merece!

Vates - ¿Qué dices?

Nicolás – Ella está muy tranquila, no ha llorado, no me ayuda, no hace nada por nadie
y lleva así toda la semana.

Vates – Ella, tu esposa está llevando su duelo de otro modo, pero te apuesto que no la
está pasando mejor que tú porque sintió el dolor de traer una vida al mundo y el dolor
de devolver al mundo esa vida que se volvió polvo.

Nicolás – Necesito que te vayas…

(Suenan doce campanadas)

Vates – Eres un egoísta y un cobarde, si lo haces atinaré con esto último.

Nicolás (Saca su arma) – Largo…


Vates – Esa arma no debe ser disparada.

Nicolás (Le apunta a Vates con el arma) - ¡Largo!

Vates – ¿En serio me apuntas?

Nicolás - ¡Sí y no dudaré en dispararte si no te largas!

Vates – Pero sólo tienes una bala.

Nicolás - ¿Cómo lo sabes?

Vates – Porque lo sé. Ahora, si me vas a disparar hazlo… Cobarde.

Nicolás - ¡Cállate y lárgate de aquí! (En ese último grito se le dispara el arma en contra
de Vates)

Vates (Sonríe levemente) – Lo he logrado, salvé tu vida Nicolás… (Cae al piso con todo
y las cenizas de Job)

Nicolás (Atónito) - ¿Qué he hecho?

(Sale Nicolás dejando en el piso a Vates con las cenizas de Job que están regadas por
el lugar)

-7-

Amelia y Nicolás discuten tres días después de la muerte del niño:

Amelia (Queriendo llorar, pero sin poder hacerlo) - ¿Por qué?

Nicolás – Porque es lo que quiero.

Amelia – Pero yo te amo con todo mí ser.

Nicolás – Un ser tan egoísta que no llora a su hijo muerto.

Amelia - Quiero que me entiendas.


Nicolás - ¿Entender qué? Me dejaste abandonado con el niño después de los cuatro
meses.

Amelia – No sé qué me pasó, había un vació dentro de mí, algo oscuro creciendo que
minuto a minuto me sumergía en la oscuridad del cuarto.

Nicolás – Nuestro hijo te necesitó.

Amelia – Lo sé…

Nicolás - ¡Yo te necesité!

Amelia –Lo sé…

Nicolás – Saber no te expía de nada.

Amelia – Por favor, perdóname.

Nicolás – No… Quiero el divorcio

Amelia - ¿Qué?

Nicolás – Lo que escuchaste, quiero el divorcio.

Amelia - ¡No! ¡No puedes hacerme esto Nicolás!

Nicolás – No importa… Con todo lo que pasó me di cuenta que nuestro matrimonio
murió con nuestro hijo.

Amelia – No seas idiota, mi amor por ti sigue vivo.

Nicolás – No, más bien tu orgullo no te permite, siempre fuiste presumida, criticona, la
que tenía que salir bien librada, la que necesitaba que le dijeran que su sexo es
increíble, siempre estuviste solo para ti. (Hace una pausa) Me di cuenta de que siempre
sería todo, solo para ti.

Amelia – No, tú no lo entiendes.


Nicolás – He dicho lo que quiero.

(Suena el timbre)

Nicolás – Llegó la nueva urna, iré a recibir a nuestro hijo.

Amelia - ¿Cuál nombre se quedó?

Nicolás – Job, en la urna nueva vendrá como Job.

Amelia – ¿No es algo trillado?

Nicolás – No diste una mejor idea.

Amelia – Nicolás, su nombre debía quedarse así, Nicolás Monterroso Ortega.

(Nicolás ve fijamente a Amelia con tristeza)

Amelia – Sé que aún me amas, no me dejes por favor, las noches son bellas pero sin ti
son demasiado frías.

Nicolás – Frío es lo que sentí cuando nuestro hijo murió en el hospital, y de nuevo tú no
estabas. Lo mismo habría pasado si hubiera fallecido en su cuna.

Amelia – No, por favor. Quiero que me entiendas…

(Suena el timbre por segunda vez)

Amelia – Te necesito.

Nicolás – Iré a abrir la puerta.

(Amelia afirma con la cabeza, sale Nicolás)

Amelia – No, mi amor… Quiero que te quedes un poco más. Acuéstate conmigo un rato
más, por favor. Abrázame que tengo frio, y éste aumenta desde que perdimos a
nuestro hijo.
Veo como muere tu amor por mí, cuando yo intento decirte que estoy para ti, siempre lo
estuve aunque no lo pareciese.

No me dejes, no te vayas, no permitas que el amor desaparezca.

Te amo Nicolás…

(Sale Amelia, como si fuese a alcanzar a Nicolás en la puerta)

-8-

De nuevo el roble se refleja en el espacio onírico del recuerdo. Suena la marcha


nupcial.

A dos años y medio de la muerte del niño

(Entra Nicolás vestido para la boda y se detiene como si estuviese en el altar)

Nicolás – Me gustas, Amelia.

Me gustas como para hacer el amor contigo cada noche.

Me gustas como misterio por descubrir.

Me gustas para mostrarte un mar de mil maravillas.

(Entra Amelia con un velo y un ramo de flores)

Amelia (Llega al altar y voltea a ver a Nicolás) – Me gustas, Nicolás.

Me gustas como para hacer el amor contigo cada noche.

Me gustas como el explorador de mis cien mundos.

Me gustas para que juntos descubramos el destino del viento en las colinas.

Amelia y Nicolás – Y contigo acepto estar durante la salud y la enfermedad. Porque te


amo:
“El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni
orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no
guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad.
Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”

Nicolás – Yo, Nicolás Monterroso te tomo a ti Amelia Ortega como mi esposa para
estar contigo en la salud y la enfermedad, en los buenos momentos y la adversidad,
hasta que la muerte nos separe.

Amelia – Yo, Amelia Ortega te tomo a ti Nicolás Monterroso por mi esposo, para estar
contigo en la salud y la enfermedad, en los buenos momentos y la adversidad, hasta
que la muerte nos separe.

(Nicolás y Amelia se besan)

(Dentro del mismo espacio onírico se quitan el saco y el velo, Amelia mete el velo bajo
su blusa, asemejando un vientre embarazado. Llora por la mala noticia recibida, en las
20 semanas de embarazo, cuando se enteran de la noticia sobre la anomalía de su
hijo)

Nicolás – No podemos hacer nada….

Amelia – Lo sé…

Nicolás – El niño está enfermo.

Amelia – Es tarde para abortar.

Nicolás – Jamás te pediría eso.

Amelia – ¿En serio quieres tenerlo?

Nicolás – Claro que sí, es mi hijo.

Amelia – Nuestro hijo…


Nicolás – Y no importa lo que tenga, ni cuánto dure en este mundo, yo lo quiero
conocer, quiero decirle que lo amo por quien es.

Amelia - ¿Y quién es?

Nicolás – Lo mejor que hemos hecho juntos.

Amelia – Te amo…

Nicolás – Y yo a ti.

(De nuevo cambian de pose dentro del recuerdo, Amelia se recuesta como en el parto,
Nicolás la toma de la mano y comienza a alentarla para que puje, entre gritos y
respiraciones. Oscuro, se escucha el llanto de un bebé)

-9-

Una semana después de la muerte del niño, en la mañana:

Nicolás limpia la casa, de un buró saca una caja y dentro de esta hay una pistola.

Nicolás – Creí que la había perdido.

Qué tonto soy, estaba escondida.

(Se pone la pistola bajo la mandíbula)

Nicolás – Sólo sería un tiro y todo el dolor desaparecería.

(Revisa el arma)

Nicolás – Solo tengo una bala.

Amelia ¿Realmente te importaría si yo me pegó un tiro?

¡Amelia!

(Nadie responde)
Nicolás – Tan típico de ella. (Camina y saca una botella de licor, comienza a tomar)

(Comienza a oscurecerse el lugar, cae la noche)

Nicolás (Ebrio y llorando) – Solo sería un tiro y no habría necesidad del divorcio, no
faltaría a mis votos, ni al amor que aún tengo por Amelia.

Tengo una bala y es todo lo que necesito.

(Suena el timbre)

Nicolás – Que inoportuno….

(Va a abrir y en la puerta aparece Vates)

Vates – Muy buenas noches, mi nombre es Vates y vengo aquí a calmar todo el
sufrimiento.

Nicolás – No queremos nada.

Vates - ¿Estás seguro? A mí me parece que te hace falta que te escuchen. Nicolás,
has estado demasiado tiempo en la oscuridad.

Nicolás - ¿Quién eres tú y cómo sabes mi nombre?

Vates – Soy solo un peregrino. ¿Me dejas pasar?

Nicolás – Bueno, claro… ¿Qué es lo peor que puede pasar?

Vates – Pon café, no te quiero ebrio mientras platicamos.

Nicolás - ¿Por qué?

Vates – Porque he venido a ofrecerte un amigo en quien contar. Salvaré tu vida y el


recuerdo de tu hijo.

Nicolás - ¿El recuerdo?


Vates – Si, de Job y Nicolás…

Nicolás – Adelante, ¿cómo me dijiste que te llamabas?

Vates – Vates…

Nicolás – Un placer Vates, soy Nicolás aunque eso ya lo sabes.

-10-

Epílogo, un año después de la muerte del niño:

Nicolás se encuentra parado bajo la sombra del roble.

Nicolás – Esa noche de pesadilla comprendí lo que ocurrió. Vates había venido a salvar
mi vida y así mantener intacto el recuerdo de mi hijo. El tiro que le di habría matado a
cualquier tipo pero cuando volví al cuarto para cerciorarme de mi acto, el peregrino
había desaparecido.

Toda esa noche tuve pesadillas, combinadas con bellas imágenes de Job entre las
estrellas.

Amelia, siento lo que pasó. Debí saber por qué no saliste del cuarto en ningún
momento de ese día. Cuando logré entrar era tarde, la sangre había inundado todo el
piso. (Se le forma un nudo en la garganta) No comprendí que esa calma en ti era
porque estabas muriendo por dentro, tu alma se escapaba segundo a segundo y
cuando me pedías que te abrazara era para evitar eso.

Fui un verdadero idiota.

Las pesadillas se cumplieron, te perdí pero en mi vive el recuerdo de una vida feliz…

Quizás en otra vida, Job o Nicolás, tú y yo podremos estar juntos.

Te amo… Mi esposa, mujer de bellos ojos claros.


(Saca una flor de la bolsa de su gabardina, la tira bajo la sombra del roble y se va
caminando)

Fin.

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