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Jesús: La piedra angular humana (1 Pedro 2.

6–7): La analogía de la piedra angular es


fascinante. Esta piedra funcionaba como el lugar de unión de las dos paredes que formaban la
esquina o el ángulo, de ahí el término piedra angular. Era el punto de partida de un proyecto
de edificación y la piedra más importante en cualquier casa. Si era colocada inadecuadamente,
la estructura entera se vería afectada. Pedro usó esto como un cuadro de la proclamación del
evangelio, mostrando que la manera en que los cristianos viven requiere que Jesucristo sea su
piedra angular. Viviendo de este modo, una persona es eternamente estable y no se moverá
de su lugar. En la evangelización, los creyentes proclaman las excelencias de esta piedra
angular a quienes quieren escuchar.

Jesús: Una piedra viva (1 Pedro 2.4–5): Para Pedro, la evangelización era simple: Predica a
Jesucristo. Esto es exactamente lo que él hace al presentar a Jesús como la piedra viva. Por
ejemplo, Pedro escribe acerca de «la palabra de Dios que vive y permanece para siempre» (1
Pedro 1.23) y entonces describe a Jesús como la «piedra viva» (1 Pedro 2.4). Hay un paralelo
maravilloso entre la Palabra escrita de Dios y la Palabra encarnada de Jesús. Porque Jesús
mismo es el autor y la sustancia de las Escrituras, Él es también el objeto de su revelación.
Poco después de su resurrección, Jesús tomó el camino de Jerusalén a Emaús (un pueblo
pequeño aproximadamente a siete millas de Jerusalén), y en el camino se encontró con dos de
sus discípulos. Mientras la conversación se desarrollaba alrededor de los acontecimientos del
fin de semana, Jesús rápidamente la desvió hacia sí mismo, explicando su sufrimiento, su
resurrección y su exultación a partir de «todas las Escrituras» (Lucas 24.27). Pedro aprendió
esta lección y es claro que él vio a Jesús como el blanco de las Escrituras. Como tal, les recordó
a sus hermanos en Cristo que Jesús es el objeto, la meta, el premio, la atracción, la fuente, el
deseo y la dulzura de su fe que está arraigada en las Escrituras. Llamar a Jesús una piedra viva
traería memorias agridulces a Pedro. Solo treinta años antes, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?» (Mateo 16.13). Después de varias
respuestas que parecían obvias, Pedro fue lo bastante atrevido como para expresar la opinión
de los discípulos: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (16.16). Jesús, entonces, le llamó
«piedra» (véase 16.18) lo que señaló su cambio de nombre de Simón a Pedro. Al escribirles a
cristianos que temían por sus vidas Pedro les dice que Jesús es la Roca, no él. Jesús, sin
embargo, no es simplemente una piedra. Gracias a la resurrección, Él es la «piedra viva». Es el
único que puede ofrecer esperanza de la muerte, habiéndola conquistado. Él es la piedra
insustituible en el fundamento de la vida cristiana que nos sentimos llamados a vivir y
proclamar.

Jesús: Una piedra desechada (1 Pedro 2.7): Junto con ser la piedra viva, Jesús soportó la
tragedia de ser la piedra desechada. Pedro dijo que Él es la «piedra que los edificadores
desecharon» (1 Pedro 2.4). En el punto bajo de la historia humana, las personas desecharon
que Jesucristo fuera el Mesías, negaron que fuera el Salvador y atacaron sus demandas de
deidad. El rechazo de Jesús fue profetizado en el Antiguo Testamento (Isaías 8.14),
predeterminado por Dios (Salmo 118.22–23) y Pedro testificó de ello (Hechos 4.1–12). Este
rechazo ocurrió a todo lo largo de su vida pero encontró su expresión última en la crucifixión.
La cruz fue el clímax del rechazo que el hombre hizo de Jesús. Cuando Pedro escribió estas
palabras, todavía persistía este rechazo. 3 Aun hoy, cuando proclamamos las excelencias de
Cristo, hay quienes las consideran necedad. Para estas personas Cristo todavía es una piedra
de tropiezo. Isaías profetizó el rechazo de Jesús casi 700 años antes de que naciera (Isaías
8.14). Refiriéndose a Isaías, Pedro explica que siempre habrá una cierta cantidad de personas
desobedientes (1 Pedro 2.7, 8; 3.20) que deciden no basar sus vidas en la piedra angular. Por
esta causa, miran a Jesús como «piedra de tropiezo, y roca que hace caer» (1 Pedro 2.8). Aun
en esto, las bellezas de Jesús se ven; Él es la piedra angular que nadie sobrepasa. Nadie le
puede superar. El mensaje del evangelio es el hecho determinativo en la vida de cada persona.
La evangelización confronta a las personas con las excelencias de Cristo y las invita a entender
que ese centro de su destino eterno es el evangelio, y el centro del evangelio es Jesucristo.
Cristo es el Gran ineludible. O lo encontramos ahora en su gracia, o lo encontraremos al final
del viaje de la vida. Entonces Él no será una piedra, sino una pared impenetrable sin forma de
ser rodeada. El pastor Leonhard Goppelt lo dijo así: Cristo está colocado a través de la ruta de
la humanidad en su curso hacia el futuro. En el encuentro con Él cada persona cambia: Unas
para salvación, otras para destrucción… Uno no puede simplemente pasar sobre Jesús o seguir
la rutina diaria y pasar de largo para construir un futuro. Quienquiera que le encuentre es
inevitablemente cambiado por el encuentro: Ya sea que se convierta en « piedra viva» o
tropiece como una persona ciega sobre Cristo y llegue a la ruina. 4 Para los que rechazan creer
que Jesús es el camino, Él es un inconveniente, una obtrucción, una frustración, un
menosprecio y hasta una causa de ira. Las personas desechan a Cristo desobedeciendo la
Palabra que señala a Jesús como Señor y Salvador. Al hacerlo, caen sobre la piedra de tropiezo.
El rechazo que Cristo soportó es un patrón a seguir para los que son despreciados por su fe,
rechazados por otros, pero quienes al final serán vindicados por su resurrección mediante el
poder de Cristo. Solo los que no desechan a Jesús experimentarán la promesa de la
resurrección de Cristo y calificarán para ser «piedras vivas».

Jesús: Una piedra escogida y preciosa (1 Pedro 2.6): Después de mostrar cómo el mundo
rechaza a Jesús, Pedro contrasta eso con la forma en que Dios ve a su propio Hijo. Aunque las personas
desechan a Jesús, Él permanece como una piedra elegida y preciosa para Dios. Al llamar a Jesús una
piedra elegida, Pedro indica que Dios seleccionó y señaló a Jesús específicamente para que trajera
salvación a los pecadores. Al llamarlo piedra preciosa, Pedro muestra que Jesús era ciertamente
estimado y precioso para su Padre, más amado por Dios que cualquier pecador salvado, ya que Dios
sacrificó a su Hijo para la redención de los pecadores, algo que nunca podremos comprender. Tengo tres
hijos y amo a cada uno de ellos inconmensurablemente, pero para el Padre, Jesús es valiosísimo a un
grado infinito. A pesar de la respuesta conflictiva del mundo hacia Jesús, Dios envió a su Hijo a morir en
lugar de los que le desechan. Pedro nos alienta a reconocer a Jesús como precioso, a apreciar a Cristo
porque nuestra fe en Él no nos decepcionará. Cita al profeta Isaías para reforzar esta promesa. Isaías
escribe: «Por tanto, Jehová el Señor dice así: He aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una
piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que creyere, no se apresure» (Isaías
28.16). Pedro le aplicó esta promesa a los creyentes del primer siglo, garantizando así que nunca
seremos decepcionados. 5 La implicación es que los cristianos deberían ser atrevidos y valientes en lo
que se refiere a la proclamación de las excelencias de Cristo. No debemos estar avergonzados ahora o
en el futuro. Al morir, nuestra fe será vindicada. Es posible amar las cosas que rodean a Cristo, sin amar
a Jesús. Una persona puede amar los sistemas doctrinales y teológicos, aun el ministerio, sin amar a
Cristo. Pero para los que son de verdad de Él, para ellos Cristo es precioso. Por eso, el evangelizador
proclama a Cristo y no las modificaciones de comportamiento. Por eso nuestra santificación depende de
nuestro amor a Cristo, no de nuestra propia justicia.
ELEVANGELIO ES UNA PERSONA

Todo ello se reduce a una cosa: Nuestro mensaje es una persona. Proclamamos a una persona, no un
dogma, una regla o ni tan siquiera una religión. Nuestro mensaje es una conversación que tiene un
individuo en su corazón. Hablamos de Jesús. Alabamos a Jesús. Exaltamos a Jesús. En Colosenses 1.28
Pablo resumió el propósito de su ministerio en esta declaración simple: «a quien anunciamos».
Enfáticamente, él movió el pronombre personal a la primera parte de su profesión destacando la
importancia de Jesús en su mensaje evangelístico. Si usted no proclama la belleza de Cristo en su
presentación del evangelio se pierde el punto central del evangelio. El evangelio es sobre una persona y
una relación con esa persona. Y rechazar el evangelio es rechazar a una persona (Mateo 7.21–23). Cada
vez que iniciamos una conversación evangelística, les pedimos a las personas «considerad al apóstol y
sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús» (véase Hebreos 3.1). Cuando se comprende
correctamente, esto simplifica la evangelización. No es un simplismo decir que la evangelización fiel no
es nada más que explicar todo lo que es excelente acerca de quién es Jesús y lo que Él ha hecho por los
que creen. El plan de salvación es la persona de Jesucristo. Debemos presentar a los pecadores al que
murió para salvarles de sus pecados. La única esperanza que tenemos que ofrecer es el evangelio. Y
Jesucristo es el evangelio.

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