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Código: 1088346581
De esta manera, en esta nueva investigación el escepticismo sería tanto una actitud como
un instrumento para conducir este proyecto a una verdad y, en su consecuencia, la
subsiguiente construcción gradual de un edificio de verdades. Ahora bien, ¿cuál era ese
principio o cimiento fundamental para emprender tal proyecto? Una verdad tan solo hacía
falta para encadenar todas aquellas cosas que fuesen objeto del conocimiento humano.
De tal modo, que en su actitud escéptica Descartes empieza a buscar esa verdad. En un
comienzo duda de los sentidos dado que aquello que se presentase al espíritu es
indistinguible si ocurre realmente o solo se trata de un sueño-de una ilusión-; luego, duda
de los razonamientos que hubiese tomado antes como demostraciones dado que existen
hombres que se equivocan en los razonamientos; y por último, advierte una verdad
reveladora: si pienso, luego existo. Allí estaba aquel cimiento que tanto buscaba.
En efecto, si él dudaba (el pensamiento abarca un campo extensivo de actos que proceden
del pensar como bien lo puede ser el dudar, el soñar, el imaginar, el afirmar…) era
necesario que fuese algo para poder dudar. De ahí, que en el momento que se piensa ya
se es algo (no hay que entender el pensar como la causa de la existencia, sino, más bien,
la condición fundamental para saber que la existencia de sí mismo es real). Además, al
ser algo, una sustancia cuya pervivencia no necesita de los sentidos para poder existir,
pero sí del pensar para poder existir, Descartes afirma que él es una sustancia cuya
naturaleza no es sino pensar. En este estado de cosas, no solo Descartes había hallado una
primera verdad sino que al estar sujeta dicha verdad a su primera regla (admitir solo lo
que se presenta clara y distintamente) habría confirmado que tal regla podría ser aplicada
a aquellas proposiciones que se calificaran como verdaderas.
Ya una vez hallada una primera verdad, el filósofo empieza a reflexionar acerca de su
imperfección dado que, a sabidas cuentas de que el conocer es más perfecto que el dudar
y él duda en lugar de conocer, él no es perfecto. En este punto, se pregunta acerca de
¿cómo es posible que él, siendo imperfecto, tenga idea de algo más perfecto? Si bien
reconoce que lo que percibe por medio de sus sentidos puede ser producto de él al ser él
mismo y lo que percibe una sustancia imperfecta, se le hace imposible concebir que él,
que contiene menos realidad que una sustancia perfecta, tenga la posibilidad de ser el
productor de tal perfección; también, es irresoluto creer que de la nada surge la
perfección. Dadas así las posibilidades del origen de la perfección, solo puede resultar
verosímil que aquella idea provenga de una naturaleza más perfecta: Dios.
Es así que Descartes introduce por primera vez en el Discurso del método un argumento
acerca de la existencia de Dios, sin olvidar que también ha implementado un dualismo
que más adelante en Meditaciones metafísicas será discutido. Dios, al ser perfecto no
puede ser un compuesto dado que toda composición está sujeta a un defecto o a
accidentes. Una naturaleza de tal perfección es lo mismo que una naturaleza inteligente
al igual que lo es el alma o la mente.
Siguiendo el primer argumento que justifica la existencia de Dios, Descartes afirma que
aquella naturaleza de la que nosotros estamos dotados de cierta perfección (lo que se nos
presenta clara y distintamente) procede de Dios en cuanto perfecto es; por otra parte,
aquello que no es más que una ilusión procede de la nada, que no es más, en este caso,
que la misma imperfección de nosotros. Sin embargo surge un inconveniente (el cual no
es expuesto por Descartes, sino por sus objetores) al afirmar Descartes (1993) que: