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EL MORRAL DE UN BOHEMIO
LEONCIO LASSO DE LA VEGA

EL MORRAL
DE UN BOHEMIO

EXPOSICIÓN D E L LIBRO URUGUAYO


M A D R I D - BARCELONA

DONACIÓN DE LA BIBLIOTECA NACIONAL i


DE MONTEVIDEO A LA CE ¡viADniD

EDITOR
MONTEVIDEO
1913
Talleres gráficos " E l A r t e " , de O. M. BERTflNI.— Reconquista, 630
DEDICATORIA.

A los varones del pueblo que labran y luchan.


A los que, siendo inflexiblemente rebeldes, preparan su
frente p a r a u n a corona, de triunfador ó de m á r t i r :
A los poseedores del brazo robusto que, con igual pujanza,
moldea el hierro, labra la tierra, cincela la piedra y aplasta
á la tiranía : ¡
A los poetas de acero que no m a n c h a n el Arte con el lodo
de la lisonja:
A los sacerdotes de la Verdad que solo sacrifican a n t e el
ara de su propia alma v a r o n i l :
A las mujeres, fuertes y santas, que moldean en sus hijos,
almas libres y altivas, y alientan á sus esposos p a r a que sean
paladines del Progreso, y prefieren el luto de la viudez á los
treinta dineros de las apostasías c o b a r d e s :
A todos los que abren sus bocas vibrantes a n t e los venda-
bales del despotismo, c a n t a n d o siempre las marsellesas del
futuro...
Con la veneración que sus espíritus me inspiran, dedica,
amorosamente, este libro

LEONCIO LASSO D E LA VEGA.


COSAS MÍAS
MIS ARREOS.

Tengo mis armas bruñidas,


p r o n t a s á entrar en batalla,
y, afianzadas y ceñidas,
están siempre prevenidas
p a r a ir contra la canalla.
E m p u ñ o u n fuerte mandoble
que siempre triunfante fué,
y h a y en su puño de roble
m a r c a de ascendencia noble,
pues mi m a n d o b l e es mi F é .
E m b r a z o u n escudo r u d o ,
que me g u a r d a el corazón,
y m i e n t r a s t e n g a ese escudo
de e n t r a r en liza no d u d o ,
pues mi escudo es mi Razón.
F u e r t e , t r a s ese broquel,
m o n t o u n corcel de pelea
que siempre me ha sido fiel,
y en ese b r a v o corcel
cabalga altiva mi Idea.
Tengo u n a g a r z o t a airosa
que luce en mi casco i n q u i e t a
como p ú r p u r a preciosa,
y esa garzota gloriosa
es mi Pasión de poeta.
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

¿ Quién no ha de salir triunfante


teniendo en sí Fe y Razón,
la Idea en el corazón
y por penacho r a d i a n t e
la llama de u n a Pasión ?
Mandoble, corcel, escudo,
garzota... formáis mi gloria,
y alegre al combate acudo,
pues con vosotras no dudo
lograr siempre la victoria.
MIS CAMPANAS.

Fué en u n a noche sombría en que se cebaban en mi alma


el desaliento, el tedio, y los nobles deseos contenidos, cuan-
do sintiendo hervir la indignación en mi pecho, llamé en mi
auxilio á los genios, dicíéndoles:
— ¡ Venid, genios, y a y u d a d m e en mi obra, a u n q u e m e
pidáis en pago el alma, como en otro tiempo Lucifer al vie-
jo F a u s t o !
Y los genios vinieron en mi auxilio, y mi obra se ha reali-
zado y soy feliz a u n q u e h a y a cumplido mi anhelo á costa de
mi propia alma.

Sobre u n a llanura, infinita como mi deseo, he l e v a n t a d o


cuatro torres a l t í s i m a s : cuatro imponentes torres de hierro
fundido que elevan sus orgullosas cúspides, m á s allá de las
nubes, h a s t a la región velada donde la vista no a l c a n z a ; cua-
tro torres maravillosas que hunden su cima en el firmanento,
bañándose, como buzos del cielo, en los mares azules del es-
pacio.
Desde u n a cumbre á otra, las águilas se cansan de volar y
no llegan : pero a y u d a d o p o r los genios y á costa de mi pro-
pia alma, he logrado t e n d e r arquitrabes de acero, suspendidos
sobre las cimas invisibles, dorados á fuego por el sol, resis-
tentes como nervios de u n a a r q u i t e c t u r a sobrehumana, y
hermosos como puentes de oro tendidos sobre un océano de
lumbre.
12 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

Y he suspendido de ellos cien c a m p a n a s : cien enormes cú-


pulas de bronce, t a n gigantescas que cada u n a de ellas ocul-
taría bajo su bóveda u n a ciudad entera. E s t á n t e m p l a d a s con
finura e x t r e m a : cien martillos de d i a m a n t e arrancan de ellas
todas las notas de la escala, y los plañideros semitonos de
los sostenidos y los melancólicos descensos de los b e m o l e s :
son las almas gigantescas, vagas, harmoniosas, de cien notas
v i b r a n t a s , distintas, acordadas.
Cien hilos invisibles, que E l e c t r a animó con su aliento
fluídico, descienden en brillante manojo h a s t a los marfiles
del teclado que extiende bajo mi m a n o su ebúrnea d e n t a d u r a ,
y que el capricho de mis dedos nerviosos, hace vibrar, so-
lemnes, majestuosas, las cien portentosas c a m p a n a s de la
altura.
Y bajan, como lluvia de grandiosas estrofas, los himnos so-
beranos de mis celestes b r o n c e s ; descienden graves y sono-
ros como un cántico de dioses,como un coro de la g l o r i a ; se
dilatan en torno con el misterio de u n colosal h a r m o n i u m in-
visible, t a n fragoroso como u n a t e m p e s t a d de acordes, t a n
inefable y vago como u n ensueño.
¡ Vibrad, bronces a l t i v o s ! ¡ E n v i a d m e desde la alta región
p u r a y serena, el canto inaudito de mis cien c a m p a n a s , en
sus soportes imponentes, sobre las fronteras de las nubes, á la
a l t u r a del vértigo !
¡ Vibrad, campanas mías, con vuestras notas misteriosas
caídas del espacio como u n a ' n e v a d a de h a r m o n í a ! ¡ Vibrad
siempre, p a r a que al eco resonante y soberbio de vuestras vi-
braciones, caigan ensordecidas sobre el limo las b a n d a d a s im-
placables de mosquitos que me asedian con su zumbido, y
de ranas que me a t u r d e n con su craqueo desde el fondo de
los p a n t a n o s .
¡ Vibrad, campanas mías, desde la p u r a región inaborda-
ble, á donde solo alcanzan los cantos de los poetas y las pie-
COSAS MÍAS 13

garias de los n i ñ o s ! ¡ Vibrad siempre dóciles á los estremeci-


mientos de mi alma, p a r a que las ondas de vuestro himno so-
berano me envuelvan como u n a coraza de Harmonía, y me
defiendan de las estridentes injurias de la t i e r r a !

Fué en u n a alborada serena como a v a n z a d a luminosa de


un día rutilante, cuando los genios, descendiendo, me di-
jeron :
— ¡ Elige ! Si permites que derrumbemos t u s torres y fun-
damos t u s campanas, te devolveremos tu alma, t e salvarás
de la condenación.
— ¡ Prefiero los t o r m e n t o s del infierno ! ¡«Tornad, genios
avaros, cuanto p o s e o ; la dulzura de la fe, el encanto de la
esperanza, la miel de los amores, la embriaguez de la dicha,
la consolación de los r e c u e r d o s ; t o m a d p a r a vosotros cuan-
to me queda de dulce y risueño en la vida, pero dejadme el
supremo goce, el himno celeste de mis cien c a m p a n a s , y sus
puras estrofas que se posan sobre mis sienes como palomas
del e s p a c i o !
¡Vibrad, bronces a l t i v o s ! ¡ E n v u é l v a n m e las ondas de
vuestros cantares soberanos, como u n a coraza de harmonía,
descendida de los cielos p a r a defenderme de las griterías in
juriosas de la tierra.
¡ Vibrad siempre, c a m p a n a s mías !
MI B A N D E R A ROJA.

Á UNA DAMA

Señora:

Vos que tenéis el alma t a n luciente


de bondad, como el rostro de belleza —
ese rostro ideal, que me apasiona
aún más hermoso, p o r q u e sois t a n b u e n a -
Escuchadme, Señora u n breve i n s t a n t e ,
alejad las imágenes risueñas
del venturoso amor, á u r e a corona,
flor de fuego, magnífico p o e m a
de vuestro corazón: D a d á los labios
No el armonioso gesto con que besan,
libadores de g o c e s ; sino el grave
gesto de seriedad, noble y serena
que adoptáis, pensativa, en las murientes
tardes, inspiradoras de tristeza.
A p a g a d en los ojos el chispeante
fúlgido resplandor con que m e ciegan
y cubrid la pupila con el velo
impalpable, de vaga transparencia
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

que apacigua el fulgor de la m i r a d a


cuando estáis melancólica. No envuelva
el p u r p ú r e o matiz v u e s t r a s mejillas
como en las noches v o l u p t u o s a s ; sea
la palidez su adorno, como hacéis
esquivando mi amor con faz severa,
cuando un íntimo y grave pensamiento
m a r c a en el rostro el sello de la Idea.
¡ Escuchadme , S e ñ o r a ! — Y escuchadme
sin oprimir mis manos con las vuestras
como soléis; que e n t o n c e . . . á su contacto
m e siento e s t r e m e c e r ; vibran las cuerdas
del arpa de mi amor, surge la estrofa
del cántico i n m o r t a l bajo las y e m a s
de esos dedos artísticos, divinos
tañedores de a l m a s . . . y la Idea
que p r e t e n d o sembrar en v u e s t r o seno
se escapa, del amor á la p r e s e n c i a . . .
y sólo se decir que os i d o l a t r o :
¡ sólo se hablar de mis a m a n t e s q u e j a s !
¡ A s í ! . . . Con el semblante r e p o s a d o . . .
serena la m i r a d a . . . el alma, abierta,
bebiendo el p e n s a m i e n t o en mis p a l a b r a s ,
y un poquito m á s l e j o s . . . no t a n c e r c a . . .
que conozco el peligro, y se que h a y fuego
en el t r a i d o r a m b i e n t e q u e os rodea 1
COSAS MlAS 17

I!

He sabido, Señora, que aplicáis


la caridad, t a n solo á los que tengan
un corazón cristiano ; u n sentimiento
partidista, un ensueño en que florezca
blanco capullo, un alma que c o m p a r t a
el culto singular de v u e s t r a Idea.
Que no amáis á quién yergue, frente á frente
de vuestro pabellón, o t r a bandera,
y hacéis cuestión de caridad cristiana
el color de u n a cinta, según sea,
blanca, como la nube de u n ensueño,
roja, como la sangre de las venas.
Hé sabido, Señora, que h a s t a el Odio
en vuestro hermoso corazón, procrea
nidadas de serpientes, e m p a ñ a n d o
de ese seno la candida pureza.
¡ Y sois buena, S e ñ o r a ! Vuestra alma
os ilumina el rostro, p o r q u e es buena.
Dierais fortuna y gloria á los que l l o r a n :
dierais dulce consuelo á los que p e n a n :
¿ Y no dais caridad al que entusiasta
tiñe en rojo el color de su b a n d e r a ?
¡ No os enojéis! Seguid con la pupila
alumbrando á - mi alma ! ¡ Sois t a n b e l l a !
¿ P o r qué usar de crueldad con quien os a m a ,
solo porque en la lid luzca otra e n s e ñ a ?

2
18 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

III

Caridad no es pasión. Es infinita


tristeza de la v i d a : es ansia inmensa
de consolar dolores, que, a u n q u e ágenos,
y opuestos, y enemigos, y a u n q u e tengan
bullentes de rencores el cerebro,
t o r v a pupila, virus en la lengua,
veneno en el mirar, odio en el aima,
ponzoña en todo el ser, nos extremezca
por su mismo dolor, y nos induzca
á renovar, con sacrificio y penas
del prójimo expirante, la energía,
y del propio enemigo la existencia.

La caridad, Señora, es el amaros


como os amo, á despecho de la fiera
cólera, que fulgura en vuestro rostro
porque combato, audaz, vuestras ideas.
Caridad es, Señora, que aceptéis
el corazón leal que se os entrega
sin ver que es blanco el vuestro, y el que os a m a
r o j o . . . como el color de su b a n d e r a !
Hé sabido que unís el fanatismo
del Templo, al fanatismo de la idea
partidaria. ¡ Dos hidras e s p a n t o s a s !
¡ U n a cinta y un ídolo ! ¡ Dos fieras ,
pasiones fratricidas, que han m a t a d o
m á s seres, que la m a r tiene de a r e n a s !
COSAS MÍAS 19

No es vuestra culpa, n o ! La culpa t o d a


es de esos hombres de h o p a l a n d a negra
que h u r t a n d o con astucia v u e s t r a alma
— alma tímida y p u r a de gacela —
le inoculan el odio de Samaría
contra J e r u s a l é n : le dictan reglas
de represalias y rencor, en contra
del que ha soñado una Ciudad E t e r n a
de verdadero Amor, del Buen Acuerdo
entre todos los s e r e s ; la encarcelan
con sus mallas sutiles : la fascinan
como á simples noctivagas luciérnagas
con un foco de luz que finge amores
y es odio : ofrece calentar, y quema.
Y hacen de vuestras almas escabeles
de su ambición : explotan la influencia
de vuestro ser, en hijos y en esposos
que son sus enemigos, y los fuerzan
p a r a que, por amor á los amores
con que endulzáis su vida, se sometan
al imperio brutal de esos eunucos
que pasan sin amores la existencia.
¿ Y os prestáis á ser a r m a de batalla
en vez de ser, de la concordia, ofrenda ?
¡ Y brota h a s t a el insulto en vuestro l a b i o !
el rojo labio, a z u c a r a d a fresa,
fruto de vuestro amor, n u n c a m á s santo
que cuando tiembla de pasión, y b e s a !
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

1 Oh, ser excelso p a r a a m a r nacido !


¡ Dulce Señora mía, que embelesa
mis éxtasis, inspira mis estrofas,
c a n t a en mi oído, y en mis brazos s u e ñ a !
¡ No m a l d i g á i s ! L a maldición deforma
vuestros labios p u r p ú r e o s : su p u r e z a
se m a n c h a con el odio ; su fragancia
se convierte en v e n e n o ; y si cupiera
en ellos la fealdad, parecerían
horribles belfos de espantosa f i e r a :

¡ No m a l d i g á i s ! Vuestros hermosos ojos,


¿ qué ven de la política t e r r e n a ?
¡ Si son de luz, p a r a copiar el cielo,
y no la tienen p a r a ver la t i e r r a !
¡ No aborrezcáis ! El alma femenina
que en v u e s t r a p u r a faz se manifiesta
y es t a n hermosa c u a n d o sois clemente,
cuando intentáis aborrecer, se a f e a ! —
¡ No toméis p a r t e en la pasión airada
que divide á los h o m b r e s ! ¡ Siempre sean
vuestras alas, de arcángel, b l a n d a s , l e v e s :
y no las membranosas, que aletean
sobre el campo siniestro de batalla
en que luchan los hombres como f i e r a s !
¡ Sed mujer, a n t e todo, hermosa d a m a !
Cuando Dios os creó, fuisteis su I d e a :
y la idea de un dios es de amor siempre
¡ gloria en el Cielo ! ¡ Unión sobre la Tierra .
Dejad p a r a el varón ,terco y salvaje,
el odio, los rencores, las fierezas!
¡ sed anillo florido que eslabona
las almas, no adversión que las disgrega !
COSAS MÍAS

IV

Y a que al fin os he dicho lo que ansiaba,


¡ aproximaos, venid á m í ; más cerca :
deponed vuestro ceño d e esa frente
que aun cuando está tempestuosa, es bella.
¡ Quiero beber la vida en vuestros o j o s ;
l bar en v u e s t r a boca un alma b u e n a ;
!

teñir en v u e s t r a faz, carmín de a m o r e s ;


besar vuestra fragante cabellera !
y si me aborrecéis por lo que os d i j e . . .
¡ m a t a d . . . cual la J u d i t de la leyenda ;
estrechadme. en los brazos de alabastro
con t a n fuerte opresión, que en ellos m u e r a .
Si ver correr mi sangre es vuestro antojo
aun no seréis feliz en v u e s t r a e m p r e s a :
pues notareis al verla, que es mi sangre,
r o j a . . . como el color de mi b a n d e r a !

¡Oh, mi b a n d e r a r o j a ! La que yerguen


todos los proletarios de la t i e r r a :
la que tiñeron con su m á r t i r savia
los santos condenados de S i b e r i a !
La que con pliegues de color de fuego
se extremece en los aires ,y flamea
como un telón de auroras del F u t u r o
precedidas del rayo y la t o r m e n t a .
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

¡ Oh, mi b a n d e r a r o j a ! L a que, p r o n t o ,
u s a d a como lanza en la pelea
y enristrada con ira, h a r á pedazos
las torres del Alcázar y la Iglesia,
las bases del cuartel y de la bolsa,
los muros carcomidos por la y e d r a
del ciego fanatismo que envilece,
de la t o r v a pasión, que engendra fieras.

¡ Oh, mi bandera r o j a ! La que embrazo


dejando á un lado la b a n d e r a negra
de mis viejas nostalgias melancólicas,
p a r a e n t r a r m e con ésta en la lid b u e n a ;
en la lucha que es g o z o ; en la batalla
del buen Dios, del dios sacro de u n a Idea
que es Esperanza, y Redención, y Gloria,
y fausto Porvenir, y v i d a E t e r n a i

¡ Oh, mi b a n d e r a r o j a ! La que enciende


mi febril sangre, hirviendo en las arterias
y me a r r a s t r a al c o m b a t e ; á que extermine
con iras de varón, á esa ralea
de atávicos, que estorban al p r o g r e s o :
de seres cuyos rostros nos recuerdan,
¡ estigma del P a s a d o ! al zorro, al gato,
al perro, al l o b o , . . . al mono con frecuencia,
raras veces al águila ó al c ó n d o r . . .
casi nunca al l e ó n . . . — ¡ Siempre á la hiena 1
COSAS MÍAS

¡ Oh, mi b a n d e r a r o j a ! Si h a y , Señora,
en vuestro pecho caridad s i n c e r a . . .
olvidad, por mi amor, vuestros enconos,
respetad el m a t i z de esa b a n d e r a :
pensad que es solidaria; que es h u m a n a ;
que rechaza á los templos, porque es buena,
que aborrece t a n solo á la i g n o r a n c i a ;
que es solo á la injusticia, á la que increpa
que no pide de vos si no amor puro ;
que tiene por mansión t o d a la t i e r r a ;
¡ que ha clavado su t o p e ' en las alturas
p a r a gozar del Sol, desde más c e r c a !

¡ Oh, mi bandera r o j a ! Cuando llegue


el término fatal de mi carrera,
¡ dulce Señora mía ! ¡ Blanca d a m a
en quien puse mi a m o r ! Cuando fenezca
En mis ojos la l u z . . . ¡ s e d c o m p a s i v a !
¡ sentid la c a r i d a d . . . ! Y en la postrera
noche de mi existir, la que conduce
a donde no hay pasiones, ni hay e n s e ñ a s ;
yo os ruego que embracéis b a n d e r a roja
respetando su p ú r p u r a suprema :
que me beséis con vuestros rojos labios,
y por ser roja me envolváis en ella.
MI T E M P L O .

Yo, peregrino del m u n d o , creyente de la Idea,expIorador


de ensueños, buzo de mi propio espíritu, apenas desperté al
contacto de la vida, busqué con ansia mi templo... el templo
verdadero en que debería elevar las plegarias m u d a s de mi
alma.
Con vaga zozobra en el oculto seno, .con inquieta angustia
en el alma , me lanzé al camino, acosado por la sed : la doble
sed del cuerpo y del espíritu.
Pero pronto dejé las r u t a s trilladas por el vulgo y exploré
los ocultos senderos y cuando alguien me dijo: « ¿ P o r qué no
sigues los parajes conocidos? Te perderás en la sombra y se
extraviarán tus pasos » — contesté : — « L a fuente de la Ver-
dad es una : se llega á ella por todos los caminos. Son más có-
modas las sendas conocidas pero dejad al que lo intente
lanzarse por la trocha. Triunfe ó naufrague, cumplirá su
misión, obrará según su naturaleza, buscará según su fé. No
hay más que dos teorías, dos sistemas filosóficos, dos doc-
trinas científicas, dos cultos, dos escuelas... lo «bueno» y lo
«malo». Todo lo demás es lección de esgrima, no batalla.
Y me lanzé ansioso en busca de mi templo, el templo verda-
dero en que debía elevar las plegarias m u d a s de mi alma.
26 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

II

Tras, de selvas espesas y desiertos áridos, llegué á una ex-


tensa avenida de templos, ya grandiosos como m o n t a ñ a s de
granito, ya esbeltos y bellos como la oración ó la fé que
tiembla y balbucea. Me hallé cercado de altas basílicas,
gallardas mezquitas, soberbias pagodas y templos mitológi-
cos de caldeos, egipcios, incas, aztecas y manchúes.
Compactas m u c h e d u m b r e s pululaban en torno; millares de
creyentes transponían sus puertas, y sobre los pavimientos
de mármoles y mosaicos, y a incando la rodilla , y a haciendo
sus zalemas, y a elevando el h u m o de los holocaustos, m u r m u -
raban preces, oraciones y plegarias que ascendían, entre
nubes de incienso y perfumes de mirra, h a s t a las pétreas
bóvedas ó los tallados arquitrabes, con rumor de cantares,,
armonía de órganos, fragor de hosannas y aleluyas.
Allí, los ídolos extraños de B u d h a y Siva, de Witzlipoztli y
Quetzalcoatl. Allí, las imágenes zoomorfas de Anubis y de
P t a ó las e s t a t u a s purísimas de Minerva y de Apolo. Allí los
toros alados, los Baales, los Terafines. Allí, Tifón y Omorca,
el cocodrilo sagrado, el Ibis, el Apis, los izedes, los ferveres y
las apsaras.
Allí el derroche de la riquezas en p a r a m e n t o s y vestiduras,
coronas y cetros, azafates y orfebrería, palios y flabeles, pin-
t u r a s , alicatados, tallas y ornamentación maravillosa.
Allí, las voces de derviches y profetas, de bonzos y apósto-
les, fakires, sacerdotes y flamines, en babilónica multiplicidad
de lenguas, pidiendo a sus menudos dioses atados por su pro-
pios destinos, las dulzuras de la v i d a terrena, la misericordia
adquirida con oro y penitencias y reclamando, con ardorosa
COSAS MÍAS 27

demanda, en almoneda mística, u n a centiárela de cielo, u n


rayo de luz increada, u n a n o t a de armonía célica, u n a m i r a d a
benévola del Alto, del Omnipotente, del Ignoto.
Y ante sus ídolos horribles, aderezados con v e s t i m e n t a s
abigarradas, mudos, inmóviles, en inerte pasividad de muertos,
entre las graníticas aras ó los enguirnaldados a l t a r e s . . .
las toscas m u c h e d u m b r e s , temblorosas, suplicaban ó exigían
el fin de sus anhelos en m u r m u r a n t e s rezos.
Apenada el alma, moví mis pasos en silencio, atravesé los
pórticos, crucé bajo los obeliscos, los pilones y las torres y
murmuré en el fondo de mi espíritu :
—¡No: no está entre vosotros mi templo! Más valdría ado-
rar en la carne, vivida y p a l p i t a n t e , lo que de divino encie-
rra, que j u n t o aprisionar en la tosca m a t e r i a de u n a imagen
el sublime concepto de la divinidad! Vosotros, aún lo que des-
tacáis entre las muchedumbres ciegas ó fanáticas, no tenéis
verdaderos templos ni acatáis á la v e r d a d e r a inagotable ener-
gía que es eterna creadora de universos. ¡Cuando más los
más sabios, sois idólatras... idólatras del « A r t e » ! ¡ N o ! no
está entre nosotvos mi templo.
Y acosado por la zozobra y la angustia y la doble sed del
cuerpo y del espíritu, me alejé de aquellos parajes rumorosos
y en solitario valle me aproximé al borde de la primera
fuente en cuyo chopo de granito se leía: «Ilusión», p a r a abre-
var en ella.
Su limpio cristal reflejó mi imagen, y observé que el rostro
del adolescente estaba pálido.
Después como peregrino del m u n d o e m p u ñ é mi bordón
de viaje y proseguí la r u t a en busca de mi templo, el
templo verdadero en que debería elevar las plegarias m u -
das de mi alma.
28 EL MORRAL D E U N BOHEMIO

III

Llegué h a s t a la pradera risueña, entre viñas cargadas de


racimos, j u n t o á los verjeles floridos, bajo un cielo alboro-
zado, cabe el oleaje de espigas que ofrecía el á u r e a mies á los
hombres gozosos, heraldos de albricias y v e n t u r a s .
Allí los deliquios de amor. Allí, las danzas voluptuosas y
las arreboladas mejillas d é l a s doncellas, coronadas las sienes
de flores y de p á m p a n o s . Allí,el c a n t a r bullicioso, el idilio en
las frondas entre arrullos de paloma. Allí,el b a n q u e t e delei-
toso, la copa bullente en brindis de salutación bajo guirnaldas
columpiadas por la brisa, á los rayos chispeantes del sol y so-
bre el césped de esmeraldas. Allí, la belleza h u m a n a grabada
en rostros varoniles, y reflejada en semblantes de hermosas
nubiles de todos los pueblos, de todas las épocas, de todos los
ritos eróticos, como oblación de amor, sobre altares de y e d r a
y adormidera, al borde de las albercas, entre las rojas a m a -
polas y los azules cálices de la misteriosa mandragora.
Allí, los p e t u l a n t e s atavíos de la orgullosa j u v e n t u d : el cul-
to de Epicuro y Anacreonte : los templetes de mármoles y
pórfidos á la sombra de los arrayanes de perfumantes y lus-
trosas hojas.
Allí, el aliento enbriagador de R o m a y Alejandría, de per-
sas y atenienses, de los árabes andaluces, y de las voluptuo-
sas cortes de Médicis, de Felipe I I I y de Luis X I V .
Y apenas vibró en mis oídos el erótico canto, mancebos y
doncellas me ofrecieron libaciones perfumadas en sus copas
murinas rebosantes y en sus cráteres espumosos.
Pero aquella opresión de mi g a r g a n t a contraída por la an-
gustia ; aquel anhelo interno que a r r a s t r a b a á mi espíritu
COSAS MÍAS 29

sondeador de ideales, levantó u n m u r o invisible pero


infranqueable entre el vaso de mosto y la m a n o ansio-
sa que con sensual anhelo lo buscaba.
— ¡ No ! — m u r m u r é , volviendo sobre mis pasos, — ¡No
es el vuestro mi templo ! Vosotros, en v u e s t r a embriaguez de
aturdidora savia, no acatáis á la eterna Genesia, m a d r e de
astros y engendradora de almas. Cuando más, los m á s sabios,
sois idólatras... idólatras de la «Vida»... ¡ N o : no está entre
vosotros mi templo !
Y siempre acosado por la zozobra y la sed... la doble sed del
cuerpo y del espíritu, huí de la bulliciosa pradera y me acer-
qué, anheloso, á la segunda fuente en cuyo chopo de granito
se leía « D u d a » , p a r a abrevar en ella.
Su espejo de p l a t a reflejó mi i m a g e n , y observé que los ojos
del joven estaban empañados.
Luego, como errante peregrino del m u n d o , e m p u ñ é de n u e -
vo mi bordón de viaje, y proseguí la r u t a en b u s c a de mi
t e m p l o ; el templo verdadero en que debería elevar las ple-
garias m u d a s de mi alma.

IV

Al borde del camino, en tupido bosque de asfódelos, cabe


encinas y laureles, vi u n a m u c h e d u m b r e severa, de solemne
apostura, de graves y de m e d i t a b u n d o s semblantes, y me
aproximé á ella.
Allí, las aulas del consejo, los amplios laboratorios,los acti-
vos talleres de la ciencia, j u n t o á las v a s t a s y apacibles alame-
das de terebintos y cinamomos. Allí, el estudio que sonda, la
incansable observación que experimenta. Allí, las largas hile-
ras de interminables anaqueles, el libro y el crisol, el reactivo
30 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

y el escalpelo, la lente maravillosa que descubre en el á t o m o


millares de yonos, y el espejo telescópico que n u m e r a en la
nebulosa millares de mundos.
Allí, la luz solar, presa y acumulada, p a r a fulgurar sumisa
d u r a n t e las ausencias del astro. Allí,los mágicos almacenes de,
fuerza que, d o m a d a y humilde, obedece, como el corcel amigo
al freno, á la espuela y á la voz estimulante del dueño. Allí,
la energía vital,medida,pesada, conservada en estrañas redo-
mas, p a r a nutrir la sangre, p a r a vigorizar el nervio,para res-
plandecer en el cerebro. Allí, la prodigiosa óptica que inves-
tiga en el zoospermo los principios de la vida, y la acústica
maravillosa que escucha en el éter la harmonía de los m u n -
dos al girar en sus órbitas.
Allí, el cultivo de la bacteria que m a t a , y de la.bacteria que
salva; el análisis de la razón y la balanza de la fé; el sondaje
de lo infinito y la agronomía del espacio; el reloj que mensura
los ciclos de las almas inmortales, y el m a n ó m e t r o que marca
las calorías del espíritu.
—• ¡Ven —• me dijeron los sabios allegándose á mí — éste
será tu templo. Su bóveda tiene la clave en la invisible idea :
sus cimientos afirman la segura base en la eterna m a t e r i a .
Pero volviendo sobre mis pasos, exclamé :
— ¡No ; no está entre vosotros mi templo! Vosotros, aún
los más sabios, aún los que amáis la idea por la idea sola, y al
bien por el bien mismo, y á la verdad, por su inmaculada pu-
reza, no sois más que idólatras... de la « Ciencia » ¡ Cuando
más, podréis m o s t r a r m e el c a m i n o . . . pero solamente el
camino de mi templo.
Y acosado t o d a v í a por la zozobra, y la angustia, me alejé
de aquellos bosques solemnes, y me acerqué á la t e r c e -
ra fuente en cuyo chopo de granito se l e í a , « V e r d a d », p a r a
abrevar en ella.
COSAS MÍAS 31

La linfa p u r a reflejó mi imagen, y observé que el cabello


del adulto había encanecido.

Desmayado y triste, me senté al borde de la pila, dejé á un


lado mi bordón de peregrino, y medité largamente, con h o n d a
melancolía, con intensa nostalgia.
Un denso velo opaco me circundó, corriéndose en torno de
aquel paraje agreste. Por e x t r a ñ a magia condensáronse sus
tules, adquirieron pesantez y fortaleza de piedra, y fijáronse,
al fin sobre la tierra, con la dureza firme de altos muros,
macizos como rocas.
Era aquello, ó un templo con aspecto de sombría gruta, ó
una inmensa gruta con majestad de templo.
Concierto extraño de gemidos se elevó h a s t a mi, b r o t a n d o
de la augusta p e n u m b r a . Ayes, lamentos, suspiros quejum-
brosos, se mezclaban en el ambiente como almas doloridas
que confundieran sus penas en fraternales abrazos.
Sólo el susurro blando de la fuente dulcificaba al doliente
concierto, dejando caer sus gotas de agua sobre la ebúrnea
taza, con suave y monótono llanto de melancolía.
Abrí con ansiedad mis ojos p a r a percibir mejor las vagas
siluetas gemidoras, y vi u n a excelsa figura, grave a u n q u e
bondadosa, h u m a n a por su aspecto, pero con aureola de
divinidad, que elevando su m a n o pálida la pasó sobre mi aba-
tida cabeza con amor compasivo. A su contacto corrió conso-
lador mi llanto.
— ¿Quién eres ? — pregunté al fin.
— Soy el dios de este templo. Los que llegan á comprender-
me y amarme, se transforman, á su vez, en dioses...
32 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

— ¡ E n dioses que sufren y se l a m e n t a n !... — interrumpí


con amargura.
Extendió su brazo, y replicó :
— ¿Ves aquellas mujeres que lloran ? E n pos de "sus la-
mentos, más dulces que dolorosos, b r o t a el A m o r que es pa-
dre de la «Vida»; en pos de sus gritos angustiosos al sentir
desgarrarse las entrañas brota, como un capullo, el niño, el
nuevo ser que es la « V i d a » misma. ¿ Ves aquellos va-
rones, jóvenes ó adultos, que oprimen sus sienes entre las
crispadas manos, y t r a n s p a r e n t a n la angustia en sus sem-
blantes ? E n pos de ese sufrimiento surgirá la estrofa inmor-
tal del poeta, el himno imperecedero del músico, el concepto
sublime de la I d e a : porque ese dolor se llama Inspira-
ción, que es la m a d r e del « A r t e » . ¿Ves aquellos
ancianos de pecho oprimido de manos temblorosas,
acosados por incesante zozobra, por sed insaciable y por
torturas i n t e r n a s ? E n pos de ese t o r m e n t o b r o t a r á lo
ignoto como un rayo de l u z ; surgirán el invento salvador, la
oculta fuerza poderosa, el rayo que se t o r n a en esclavo el
misterio que resplandece, el prodigio que se hace carne: por-
que ese dolor se llama Razón, que es m a d r e de la « Ciencia».
— ¿Cual es tu nombre ? —• exclamé.
Soy... el Dolor. Soy el padre inmortal del T o d o : el
creador inagotable ; el artista fecundo, que golpeando á las
almas, las modela, las fortifica y las diviniza. De
mi seno ha brotado y b r o t a r á cuando e x i s t e ; desde la
simiente que lucha y sufre p a r a elevar su espiga a! arroyo del
sol, hasta e l « A r t e » , la « Vida» y la «Ciencia », que luchando
y sufriendo, ascienden por la escarpada m o n t a ñ a cuya cima
es lo Inaccesible. Soy el Dolor. Soy el P a d r e universal.
— ¡ Bienvenida sea p a r a mi alma t u excelsa d i v i n i d a d !
— exclamé sintiendo que la angustia", la zozobra y la sed se
suavizaban en mi seno y que u n a dulce luz i n u n d a b a mi pecho.
COSAS MÍAS 33

— ¡ Bienvenido seas 1 ¡Tú eres mi Dios, y t u casa es mi tem-


plo... el templo verdadero en que debo elevar las plegarias
mudas d e n i i a l m a !

VI

Cuando se disipó la visión, sólo percibí á mi alrededor el


agreste paisaje y la sonora fuente... m á s no la de la ilusión
ni de la duda, sino la fuente de la verdad, que aún lloraba,
sobre la taza de alabastro, sus perlas de agua.
Cogí de nuevo mi bordón de peregrino, y a u n q u e observé
en la linfa fidelísima que el rostro estaba pálido, y los ojos
empañados, y el cabello encanecido, sentí que mi alma i r r a -
diaba extraño y divino fulgor, b a ñ á n d o m e en dulcísima me-
lancolía.
Y desde e n t o n c e s . . . yo, peregrino del m u n d o , creyente
de la Idea, explorador de ensueños, buzo de mi propio espíri-
tu, viajo por la Tierra : doliente, pero dichoso : p o r q u e puedo
exclamar, sonriendo entre l á g r i m a s :
— I He conocido á mi D i o s ! ¡ He e n c o n t r a d o mi
Templo 1
lSalve, Dolor!

5
PATRIA,

— ¿ Cuál es t u p a t r i a ? — me p r e g u n t a Eneas,
temiendo que mi noble socialismo
lastime ó mortifique las ideas
del que hace religión del p a t r i o t i s m o :

del que, con ira injusta, cree inclemente,


que en la misma vivienda por m o r a d a ,
al vecino de al lado y al de enfrente
debe hacer siempre guerra despiadada.

Yo miro, caro Eneas, á la tierra


como patria total de c o r a z o n e s :
como casa común en que se encierra
tanto aposento ideal como naciones.

El genial Víctor Hugo nació en F r a n c i a ;


llevó á la altura al pensamiento h u m a n o ;
prestó á todos los seres la fragancia
de una florida comunión de hermanos.

Nació un Shakespeare inmenso en Inglaterra


y el mundo entero lo levanta en palmas,
porque enseñó á los hombres cuanto encierra
el misterio sublime de las almas.
EL MORRAL D E U N BOHEMIO

Conjunción de la ciencia y la poesía


fué Goethe en A l e m a n i a ; el h a d a b u e n a
que unió á la magistral Filosofía
el mágico c a n t a r de la sirena.

El gran Cervantes, en la hidalga Iberia,


consigue que u n a flor excelsa brote,
dándole en Sancho P a n z a la materia
al divino ensoñar de Don Quijote.

D a n t e en Italia, en el idioma eterno,


le d i o al m u n d o pasión, arte, poesía,
sacando de las sombras del Infierno
la fulgurante luz del Mediodía.

Pide el siervo que no quede ni rastro


de la odiosa y venal oligarquía,
y en Rusia surge Gorki como un astro
que deslumhra á la estéril tiranía.

Con m á s múltiples formas que P r o t e o ,


mil proceres proclaman con alteza,
en las divinas islas del Egeo
la sacra religión de la Belleza.

De la antigua Alba Longa surge R o m a


cual triunfante perfume en flor sencilla,
y un nuevo sol de majestad asoma
sobre el m u n d o cobarde que se humilla:

y u n fértil manantial al orbe i n u n d a


que las glorias de Ovidio y P l a u t o engloba,
COSAS MÍAS

nacidos de m a t r i z siempre fecunda,


y a m a m a n t a d o s por la hirsuta loba.

Y en la Persia el soberbio Zoroastro,


y el humilde Jesús en la J u d e a ,
símbolos son que irradian, como un astro,
las luces fecundantes de la Idea.

— ¿ Cuál es mi p a t r i a ? P o r diverso modo


según la magnitud del pensamiento,
tienen unos por patria el m u n d o todo,
y otros tienen por p a t r i a su aposento.

Pero es t a n h o n d a la emoción que b r o t a


aquí, en mi corazón enternecido,
que es mi orgullo d e c i r : « S o y compatriota
de cuantos grandes genios han nacido »
MI VISIÓN.

(Los invisibles átomos del aire


en derredor palpitan y se inflaman.
El cielo se deshace en lluvia de oro.
La tierra se extremece alborozada,
vibran en torno, en olas de harmonía,
rumor de besos y batir de alas.
Mis párpados se cierran. ¿ Qué sucede ?
I Es el amor que pasa I)
GUSTAVO A . BECKEH.

Lanzan gritos al aire fulgurante


las fieras muchedumbres exaltadas.
Resuenan cantos, himnos, marsellesas.
Ruje el trueno en las negras barricadas.
Se oye, á lo lejos, d e r r u m b a r de tronos,
crujir de altares, desplomar de estatuas.
Los cañones dan vuelta á sus cureñas
para herir á los mismos que los cargan,
( ¡ la nube cruenta que h a engendrado al rayo
siente al rayo estallar en sus e n t r a ñ a s ! )
Rojo fulgor se enciende en las ciudades.
Cárdeno fuego incendia á la c a m p a l a .
Montones de cadáveres se apilan
y muestran, en su horror, cráneos y e n t r a ñ a s ;
Y hay niños que las t u r b a s pisotean
y hay mujeres que aullan desgreñadas.
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

Miles de estrofas de épicos poetas


vivas centellas en el aire t r a z a n
cual gallardas banderas harmoniosas
que llevan al combate á la canaula.
Brilla la hoguera. Códigos y dogmas
son calcinados por la h a m b r i e n t a llama
que devora galones, togas, c e t r o s . . .
de soldados, de jueces, de m o n a r c a s .
Bajo la t i e r r a b r a m a el terremoto
y el cataclismo en derredor estalla.
Los vendábales lanzan alaridos.
Los mares desenfrenan sus borrascas.
Vomitan, allá lejos, las metrópolis,
como enormes volcanes, fuego y lavas.
Altísimos alcázares, despeñan
por sus rudas vertientes, las m o n t a ñ a s .
Todo es fragor horrísono, y espanto.
T o d o es angustia, sangre que resbala
por en medio de escombros de palacios
y cimientos de torres aplastadas.
Los débiles, se esconden ateridos.
Los fuertes, embellecen la batallla.
Se unen al pueblo, en fraternal convenio,
falanjes de guerreros y se abrazan
los que, h o y víctimas, buscan libertades,
y los que, ayer verdugos, fusilaban.
Por la tétrica cumbre de las ruinas
los fuegos fatuos del Pasado a v a n z a n :
y en el polvo, y la sangre, y el escombro
mil fantasmas fatídicos se enlazan,
y conciertan sus ayes gemebundos
maldiciendo el albor de u n a m a ñ a n a
que, t r a s la noche de espectrales sueños,
COSAS MÍAS

á un mundo nuevo con su luz inflama.


I Brota en el cielo un astro n u n c a visto 1
I Da la tierra una f l o r , nunca a d m i r a d a . . .
I El Universo espera 1 ¿ Qué sucede ? . . .
1 Es la social revolución que a v a n z a !
MI I R R E L I G I Ó N .

A la m i t a d de un áspero camino
que desde no sé donde
hasta no sé qué sitio conducía,
presénteseme un cuadro peregrino
que excitó mi sensible fantasía.
Vi, con sorpresa, á la derecha m a n o
una m a r m ó r e a colosal e s t a t u a
del dios P a n , de aquel dios greco-romano
cuya cabeza entre benigna y fatua
sonreía y burlaba,
y cuyo arcaico, fabuloso rito,
el misterioso símbolo e n t r a ñ a b a ,
de Apeiron, Unidad, Todo infinito.
A los pies de la e s t a t u a un aldeano,
de la antigua P a r t é n o p e , un pagano,
el h u m o del incienso le ofrecía
y al ídolo plegarias dirigía,
sin entender ni un pito
del gran todo infinito.

***

A la siniestra m a n o , de igual modo,


y en frente de la estatua del gran Todo,
EL MORRAL D E U N BOHEMIO

vi una efigie de barro con corona


rosario y m a n t o azul, u n a Madona.
De hinojos á sus pies, un aldeano
del rebaño cristiano,
su ferviente plegaria mascullaba,
y cuando la oración se concluía
de nuevo la empezaba,
y siempre, sin cesar la repetía
no logrando entender ni exiguamente
que fuese aquella efigie j u n t a m e n t e
I oh misterio profundo 1
hija, m a d r e y esposa h u m a n a m e n t e
de un invisible dios creador del Mundo.

#* #

1 Veinte siglos encierra


entre sus dos linderos el camino
y en medio d e l , encarnizada guerra,
viles crueldades, hórrido destino,
cilicio, inquisición, martirio, potro . . . !
Contemplé la pareja envilecida,
y exclamé : ¡ por mi v i d a !
¿ p a r a cambiar un ídolo por otro,
t a n t a sangre v e r t i d a . . . ?
MI ORO Y MI O R O P E L .

Sabed, mis buenos amigos,


que escondo en el alma mia
una mina productora
de dolor y de alegría.

¡ Vierto al año t a n t a s lágrimas


que no alcanzo á recogerlas,
aunque recogerlas quiera,
porque lágrimas son p e r l a s !

Derramo siempre las risas


que de mis labios se salen . . .
. . . ¡ qué me i m p o r t a regalarlas
si y a sé que n a d a valen!

Y avaro, he de repartir
entre yo y mis circundantes
risas, que son o r o p e l e s ;
lágrimas que son d i a m a n t e s ;

las risas p a r a vosotros


que reís cuando yo río ;
las lágrimas p a r a mí.
I Mi llanto es un hijo mío !
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

Si he de mostrar hidalguía,
nunca os debo entristecer.
Tengo llanto, y tengo risa
¿ Qué podré mejor hacer ?

G u a r d a r llantos p a r a mí;
risas p a r a los demás.
¿ Enseñar mi risa ? ¡ siempre !
¿ Mostrar mi llanto ? ¡ J a m á s

No quiero que nunca nadie


sienta lástima de mí.
¡ No sepan cuanto he llorado !
¡ piensen que siempre r e í !

Quiero, altivo, caminar


con semblante quijotesco.
Por eso el llanto lo guardo ;
y las risas las-ofrezco.

Y orgulloso siempre y fiero,


repartir es mi divisa,
lagrimas p a r a mi a l m a ;
p a r a vosotros, la risa.
MI CANARIO.

Tengo un cantor canario, trovador que yo adoro,


joya de un dios orfebre, alma con plumas de oro.
De noche ,cuando abro mi celda solitaria
y enciendo de una vela la humilde luminaria,
mi trovador despierta, su áureo ropaje esponja,
y cortesano mío, me rinde la lisonja
de una trova nocturna, de una alegre f e r m a t a :
cantor gentil que á un triste le da u n a serenata
¡ Oh, cantor de mis n o c h e s ! ¡ oh, pájaro sagrado !
¡ cuántas veces mis lágrimas tu cántico á enjugado !
Aún traigo de allá fuera la horrenda algarabía
de perros ladradores, y oyendo t u harmonía,
florece mi sonrisa, ¡ oh, pájaro sagrado !
¡ cuántas veces tu cántico mi cólera h a c a l m a d o !
Aún vibra en mis oídos el eco de u n a injuria,
borbota la garganta ronquidos de mi furia,
y oyéndote ¡ oh, d i v i n o ! mi cólera se c a l m a ;
la bondad de t u canto hace buena á mi alma.
Paréceme que fueses metempsícosis sacra
del alma de mi infancia, limpia de t o d a lacra,
que c a n t a b a en la cuna, en la reja, en el aula,
y que un dios bondadoso encerró en u n a jaula,
para dar los gorgeos de la niñez bendita,
cual flores musicales á la edad y a marchita.
48 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

#**

Tengo un balcón abierto á las auras del cielo


donde espando de noche mi zozobrante a n h e l o :
desde donde contemplo los fulgurantes rastros
que t r a z a n en la altura, navegando, los astros.
Os amo, porque sois en el obscuro abismo
células luminosas de un inmenso organismo,
de un divino gigante que se llama Infinito
y que se agita a t a d o cual Prometeo maldito.
T a m b i é n h a y en mi frente, lúcidas, p u r a s , bellas,
células luminosas como errantes estrellas.
La Idea en el cerebro es astro que f l a m e a :
cada estrella en el cielo es fulgor de u n a idea.

#**

Tengo un p a r de macetas que dan claveles rojos,


que beso con mis labios, que riego con mis o j o s ;
que al sol abren sus pétalos con gallarda a r r o g a n c i a ;
que sorr bellos poemas de color y fragancia.
Son cálices purpúreos de néctar y ambrosía
que ungió en sus azoteas mi s a n t a Andalucía.
Amo á esas rojas ánforas de balsámicas mieles
porque en ellas anidan sus almas mis claveles.

# * #

Tengo u n a inmensa p e n a porque no hallo en la vida


dos labios que me besen la frente entristecida,
COSAS MÍAS 49

dos brazos que me opriman, dos ojos que me miren


y con sus resplandores mis cánticos inspiren.
I Estrellas, flores, aves 1 ¡ Luz, fragancia, h a r m o n í a s !
que consoláis, benignas, las soledades m í a s !
Os amo, agradecido, más que á todos los s e r e s :
sois luz, perfume, poema, con almas de mujeres.

***

Mi canario se ha m u e r t o . No lloro. He blasfemado,


mis sanguíneos claveles, todos los he q u e m a d o .
¿ y sabéis por qué estalla mi furia en mil centellas ?
porque quiero \ y no p u e d o ! apagar las estrellas.
¿ Q u é verán y a mis ojos en esos resplandores
sin almas de mujeres, sin aves y sin flores ?
Sin tí, sagrado pájaro, mi m u n d o esté desierto.
¡ oh, cantor de mis n o c h e s ! ¿ por qué, por qué te h a s
[muerto ?

4
ESCEPTICISMO.

1 Oh Mal! T ú eres soberbio, poderoso,


sublime como un dios siempre triunfante :
Tú dominas en t o d o ; en los espacios,
en la tierra, en los hombres, en los mares.
El águila rapaz que sacrifica
víctimas sin cesar, reina en los aires :
El monstruo q u e devora en el océano
cuanto á su paso vé, reina en los mares.
Los más sangrientos d r a m a s de la Historia
son t u s hijos, t u s hijos naturales :
la Trajedia, el E s p a n t o , la Venganza
el Latrocinio, la Crueldad, el F r a u d e .
Tu cuerpo monstruoso y multiforme
como el de la Quimera, es e s p a n t a b l e ;
bellamente espantable, como el cuerpo
de un prodigioso dios, ebrio de sangre:
como un Moloch, ahito de pasiones
y amasado con crímenes geniales.
Las estrofas más bellas de la historia
las concibió t u m e n t e i n a g o t a b l e ;
las cantaron t u s labios, con ahullidos
y dianas de triunfo a n t e los valles
en que pastaban las humildes greyes,
los rebaños sumisos y c o b a r d e s ,
con regias hecatombes que infundieron
EL MORRAL D E U N BOHEMIO

el divino pavor á los mortales !


A los que t e siguieron los premiabas
con soberbias coronas i m p e r i a l e s ;
con las riquezas, el poder, la gloria,
la púrpura, el placer, las arrogantes
victorias que enaltecen, las hermosas
que se fascinan con lujosas a r t e s . . .
siempre á tus sacerdotes has premiado
del m u n d o , en los magníficos c o m b a t e s !
Oh Mal, t ú no eres malo, t ú eres bueno
porque sabes premiar á tus secuaces!

¡ Oh Bien ! El que te estudie imparcialmente


no hallará, entre t u s altas cualidades,
sino la resistencia ante el martirio,
porque eres i n m o r t a l ; m á s la que haces
es la vida del siervo, en la miseria
con t o r m e n t a s del alma y de la carne,
entre el silencio vil de las mazmorras,
bajo los latigazos degradantes.
T u s poemas, no son sino p l e g a r i a s :
de tus ojos no brotan fulminantes
rayos de luz, sino t a n sólo lágrimas
de dolor f e m e n i l : no hay en t u s manos
sino actitud de súplica cobarde
y t u s lívidos labios n o pronuncian
sino ( misericordia ! en sus cantares
premias á t u s adeptos, á t u s fieles,
á los que te d e f i e n d e n . . . con el h a m b r e ,
la cicuta, el t o r m e n t o , las hogueras,
la m u e r t e . . . y el olvido en las e d a d e s !
E n t o d a la Creación, son los v e n c i d o s ;
hollados sin piedad por ser leales;
COSAS MÍAS

arrojados á un vil estercolero


siempre que, airados, yerguen t u e s t a n d a r t e ,
¡Sólo persisten en la especie h u m a n a ,
porque á despecho de infinitos males
se propagan sin fin, como el arenque,
para saciar á ios demás el h a m b r e .
¡ Oh Bien ! T u eres ingrato con los tuyos :
los recompensas solo con crueldades.
¡ Olí Bien ! T u no eres bueno, t ú eres Malo.
pues sólo das martirio, á t u s secuaces 1
MI N U M E N .

Poetas! ¿Por qué cuando evocáis ese divino misterio lla-


mado «Inspiración ó Numen», y que al ser pronunciado im-
pregna de fragancia al labio, lo nombráis como si fuere
unigénito ?
¡No ! ¡No e s « u n a » l a m u s a que sumerge en éxtasis á los
sacerdotes de la belleza! Si su m o r a d a es jardín, hay en él m u -
chas flores; si su alcoba es flor , la forman muchos p é t a l o s :
si su simple habitáculo es humilde hoja, la esmaltan muchos
matices.
Yo la siento t a n pródigamente fecunda, aquí en el pecho,
que sus besos, aún siendo infinitos, no se semejan entre
sí, ni por el ritmo de su leve estallido, ni por el perfume
de su hálito. ¡ Es que ella representa la transfiguración su-
cesiva y eterna de nuestra propia alma !
Yo la entrevi en mil formas d u r a n t e los ensueños pasados,
y aún debo soñar con los vagos ensueños 'venideros, que me
traerán sorpresas de amor.
En cada etapa de mi vida, un nuevo numen ha escrito su
palabra sagrada, sobre el libro abierto de mi espíritu.

***

Allá, en los cármenes de mi luminosa Andalucía, u n a no-


che de fiebre y de ingenuo llanto p e r alguna sublime
56 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

inocencia de amor doliente, se inclinó, entre la sombra, sobre


mi a l m o h a d a y me habló con su idioma sin p a l a b r a s .
Era morena como esas estatuas de bronce que sobre
marmóreos pedestales, aún se caldean bajo el sol divino de la
Grecia.
E r a n sus ojos negros y rasgados, húmedos y brillantes , y
titilaba en ellos el cabrilleo de las aguas profundas en
medio de la noche; y se presentía en su fondo la imagen
d i m i n u t a de u n a virgen hebrea, sumergida en soñadoras
nostalgias.
Eran sus cabellos como azabache hilado, y en la red de sus
hebras, dormían presos, nardos, jazmines y claveles.
Flotaba, en torno de ella, perfume de azahares, y era su
aroma tal, que al mismo tiempo se formaba de fragancia
y de luz, circundándola nimbos de incienso y de aureola.
Su boca roja, aspiró en la mía el primer beso virgen: las
p u n t a s sonrosadas de sus dedos, enjugaron mi primera lá-
grima de amor : el sello de la v i d a grabó en mi corazón su
marca de celeste fuego: «soy, me dijo, la m u s a de la luz
que fascina y del amor que e m b r i a g a » 1
Desde entonces, mi alma, con las alas que le prestó ella,
voló sin cesar como u n silfo,libando, en inquieta ronda una
gota de oro en cada estambre de la luz solar.
Desde entonces,resuena en mi oído la t r o v a andaluza, como
ritornelo de los cantares del G u a d a l q u i v i r :

Cuando t u s ojos me miran


No envidio al h u m a n o imperio ;
Cuando t u s labios me besan...
Me envidia Dios desde el cielo.
COSAS MÍAS 57

Allá en Biarrítz, junto á las olas espumosas del hirviente


golfo en que se r e t r a t a n el pórfido de los palacios y el oro de
las regias diademas, una noche de ardientes anhelos y vagas
certidumbres, se me apareció en la playa, entre la fosfores-
cencia de las olas.
Era blanca y radiosa, como el reflejo de la luna sobre
las aguas que las ondas rizan.
Eran sus ojos de un verde t r a n s p a r e n t e , como ventanales
de alcázar submarino en cuyo fondo irradiara sus hechizos
invisible sirena.
Eran los bucles de sus cabellos como vellones de niebla, y
entre ellos serpeaban las algas, prendidas por su tallo con
broches de coral.
La precedía un suave olor de sales m a r i n a s : a c o m p a ñ a b a n
la cadencia de sus pasos, rumor de aguas, y m u r m u r a r de bri-
sas : en pos de ella, se extendía blanca estela rielante, como
la huella de una nave perdida en alta mar.
Llegó hasta mi. El brillo de esmeralda de sus ojos, aproxi-
mándose dulcemente á mis pupilas, inundó mi alma con
extraños reflejos. Introdujo en mi pecho las manos de espuma
para refrescar mi corazón con la caricia de sus dedos : « s o y
—me dijo — la musa voluble que une la risa al llanto, la espe-
ranza al dolor».
Desde entonces voló mi espíritu cabalgando en las nu-
bes, preguntando, allá abajo, á los piélagos, los misterios
de su sombra, y allá arriba, á los cielos, el secreto de su luz.
Desde entonces resuenan en. mi oído las trovas inquie-
tas del vate de la verde musa, repitiendo con melódico
acento:

Chanterons - nous 1' espoir, la tristesse ou la joie ?


Tremprerons - nous de sang les bataillons d'acier ?
58 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

Suspendrons - nous I' a i m a n t sur I' echelle de soie ?


J e t t e r o n s - nous au v e n t 1' écume du coursier...?

* **

Allá en Venecia, junto á las aguas salpicadas de góndolas,


entre las blancas escalinatas condales, sobre las ondas histó-
ricas que reflejaron, al par, la agonia de un D u x y las flotas
de Oriente ; la faz excéptica de Byron y las candidas alas de
las palomas de San M a r c o s : cuando aún vibraba en mi
el eco de la estrofa de Musset, mostróseme u n a noche en el
misterio de oscura encrucijada, bajo la sombra de los musgo-
sos paredones surgiendo de la espuma, cabe el arco de u n
puente.
E r a pálida y traslúcida como la lágrima de cera de un cirio
funeral.
Su voz, tímida y leve, susurraba una canción suave como
balada de la m u e r t e .
Sus pupilas brillaban con tenues fulgores, como de remo-
tísimas estrellas. Algo de lo infinito, de lo ignoto, se alejaba, se
h u n d í a , tras de la gaza azul de su m i r a d a , como u n a imagen
refleja del inmenso vacío lleno del espíritu de Dios.
Se sentó á mi lado sobre los blandos edredones entre las
cortinas de seda en el camarín de mi góndola.
Gemía el agua bajo el r e m o : h u r l a b a el alerta del gondo-
lero, como un lamento: parecía que navegábamos hacia las
playas del olvido, y que, ó yo p e n e t r a b a en lo eterno, ó la
muerte se infiltraba en mis huesos.
Su boca, como cáliz de lirio, acarició á la mía con un beso
sin a r o m a : enlazáronse á mi cuello sus brazos como vastagos
de y e d r a que estrangulando florecen : en su soplo de voz, co-
mo un suspiro, resbaló esta frase sobre mis m e j i l l a s « S o y la
m u s a del dolor que a m a n d o m u e r e » .
COSAS MÍAS 59

Desde entonces, gustó mi alma de vagar... vagar siempre,


solitaria y m u d a ; luciérnaga errante de los cementerios.
Desde entonces, resuena en mi oído la doliente elegía
de la musa pálida, c a n t a n d o en los umbrales de la v i d a :

...Due cose belle ha il mondo :


Amore e Morte...

En la potente América; la que sustenta sobre su torso joven


bosques de caoba y c e d r o ; y g u a r d a oro en sus e n t r a ñ a s ; y
tiene por ríos, aortas de savia fecunda y desplega llanuras so-
bre su suelo como inmensos m a n t o s de terciopelo verde; y
ejercita en las luchas del progreso, brazos incansables, resis-
tentes y duros como el quebracho y el ñ a n d u b a y de sus sel-
vas... abatí al fin el vuelo de mi a m b u l a n t e espíritu, j u n t o á
la orilla del Rio Negro.
Caía sobre la noche de mi alma, llanto nevado. Parecíame
caminar con mi tienda nómada, como el árabe errante, so-
bre un desierto sin límites ni o a s i s ; y la estrofa triste de
Leopardi aún repetía en mi seno los epitalamios de la m u e r t e .
Pero llegó un crepúsculo en que oyendo bajo los álamos la
canción de la primavera, reapareció ante mis ojos, como u n a
evocación del alma en el día de sus nupcias.
Era trigueña y dorada, como fruta jugosa que m a d u r a r o n
soles indios.
En su boca, roja y olorosa, v i b r a b a un acento fresco y me-
lódico, como si en labios de niño b r o t a r a , entre gorgeos, el
canto de la vida.
En su negro cabello tornasolaba la luz como entre el plu-
maje del cuervo.
60 EL MORRAL D E U N BOHEMIO

Eran sus ojos radiosos, como las fulguraciones flameantes


de las estrellas antarticas.
Y ella fué la inesperada c o m p a ñ e r a que arrullando mis
sueños a h u y e n t ó mis dolores.
Me llevó consigo, en los ardientes mediodías, á'Ja sombra
de los eucaliptus que rodean á Mercedes, ó bajo la copa de las
rumorosas casuarinas. Conmigo bañó los inquietos p i e s en-
tre los arenales de las islas. Roció mis sienes con espumas
del Dacá y embalsamó su aliento y el mío, con heliotropos y
flores de ceibo. Acercó á mis labios las copas embriaga-
doras, y cuando el licor e n t o r n a b a mis ojos, ella me cerraba
los párpados, besándolos.
—«Yo soy la joven m u s a u r u g u a y a — m e dijo sonriendo —
y o soy el numen dé la nueva vida...»
Desde entonces, se ha cerrado en torno de mi existencia
el círculo luminoso de mis afanes como se cierra con broche
de perlas alrededor de u n a mórbida g a r g a n t a , u n collar de
diamantes...

¡ También la vida cerrará su circulo fatal! ¡ Revivirá en los


antros de mi espíritu ese anhelo irresistible que el hombre
siente, por abrir la fosa bajo el dosel d é l a cuna! ¡Y la musa
gentil de Andalucía, evocando á mi alma con sus cantares,
me atraerá á sus cármenes, con dolores' de ausencia de clave-
les y añoranzas de acordes de guitarra...!
Pero cuando pise la nave, p o r t a d o r a de mis deseos, y con-
temple bajo mis p i e s , en las noches ecuatoriales, los bólidos
fosforecentes que bajo las aguas estallan con increíbles esplen-
dores : cuando vea hundirse en el horizonte, cual despedida
eterna, las divinas estrellas de la Cruz del S u r : y renazca
en mi seno, como visión nostálgica, huyendo en lontananza,
COSAS MÍAS 61

la florida ribera, la alta cúpula del templo, y el jardín merce-


d a r i o ; cuándo crea escuchar, como gemido que agoniza, el
eco suave de la m u s a u r u g u a y a . . . b r o t a r á en mi g a r g a n t a , con
voz vacilante entre el amor y el lamento, el eco de u n a vida-
lita que cadenciosa d i g a :

Costas del Rio Negro


donde enciende el sol,
en los ojos gloria
y en el alma a m o r ;
desde aquellas playas
en que amé y sufrí,
los que me quisisteis...
¡acordaos de m í !
MI A U R O R A .

Caminaban por la misma senda el anciano y la joven.


— ¿ Cómo te llamas ? — preguntó aquel sin detener su
paso, rítmico, igual, incesante.
—Me llaman Mari-Pena.
— Nombre triste.
— Es que la noche en que nací, dicen que u n a h a d a me
besó llorando y vertió en mi corazón sus lágrimas, que al caer
se convirtieron en perlas. Y t ú , anciano, ¿ qué nombre tie-
nes?
— El Tiempo.
Y ambos siguieron su camino por diverso r u m b o .

En un país de nieves y b r u m a s h a b i t a b a Mari-Pena.


Tenía su nido en la cima aguda de u n a roca, y allí canta-
ba, á veces, baladas melancólicas, y lloraba siempre.
Aquellas perlas que depositó el h a d a en su corazón se-
gregaban lágrimas, que al caer de sus ojos iban convirtién-
dose en menudos copos.
Mari-Pena tomó su rueca y comenzó á hilar en hilos suti-
lísimos de oro aquellos delgados filamentos que se entrete-
jían formando una red cada vez m á s compacta, y enlazán-
dose sin cesar, iban invadiendo el nido que h a b i t a b a Mari-
Pena.
64 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

Treparon hasta la v e n t a n a y como d o r a d a enredadera sin


flor, cubrieron el vano h a s t a que la luz no pudo traspasar
la densa m a r a ñ a .
Treparon por los umbrales de la p u e r t a y la cerraron con
espesa cortina.
El nido de Mari-Pena iba envolviéndose todo él en la hila-
da madeja y en la negra tiniebla.
— ¡ Qué obscuridad 1 — pensó la triste hilandera, mien-
tras seguía hilando en su rueca los menudos copos de sus lá-
grimas.
Pero la voz del h a d a le habló desde dentro del corazón y le
dijo:
— E n la Tiniebla se asienta la Verdad. Los rayos del sol
extravían la m i r a d a del espíritu : por eso los tristes cierran
los ojos p a r a ver á los ausentes y á los muertos. La Tiniebla
es la e n t r a ñ a m a t e r n a en que el fabuloso « F i a t » engendró
la luz. El astro no puede brillar sino en el seno de su m a d r e ,
Tiniebla. ¡ Sigue hilando, M a r i - P e n a ; t ú serás astro !
— ¡ Qué t r i s t e z a . . . !
— La tristeza — replicó el h a d a — es un bálsamo divino.
¡ Sigue hilando 1 T ú serás néctar y perfume.
— 1 E s t o y t a n sola ! — suspiró Mari-Pena.
— Las almas solitarias se aproximan á Dios. \ Sigue hi-
lando. ¡ T ú vivirás en su compañía !
Y Mari-Pena amó á la Sombra, á la Tristeza, á la Soledad,
como á buenos amigos, y siguió siempre hilando los m e n u d o s
copos de sus lágrimas.
Ningún ruido exterior llegaba ai nido. La misma rueca gi-
r a b a con sordo movimiento.
— ¡ Qué silencio ! — pensó.
— Es así, en el Silencio, donde mejor se escuchan las bala-
das que entona el espíritu — repuso el h a d a . El corazón
nos habla siempre en voz m u y baja.
COSAS MÍAS 65

— ¡ Tengo miedo !
— El miedo es sagrado, porque es contacto del Infinito,
beso impalpable de lo ignoto.
— ¡ Pero sufro t a n t o !
— El sufrimiento rescata las almas. El Dolor diviniza.
Los más grandes poemas h u m a n o s no son sino u n rosario
de gemidos. No se da á luz un nuevo ser sin desgarramientos
dolorosos de las entrañas. ¡ Sigue hilando, Mari-Pena, que
tú renacerás!
Y Mari-Pena amó también al Silencio, al Miedo y al Do-
lor, y siguió hilando y tejiendo su cárcel de oro.
Allá arriba, sobre la cima aguda de la roca, se veía bri-
llar el nido de Mari-Pena como un enorme capullo de seda
áurea.
Una alborada se abrió á la luz con leve estallido.
El capullo se convirtió en rosa que embelleció p a r a siempre
aquel triste país de nieves y brumas, y del oculto cáliz sur-
gió, con alas traslúcidas, leve sílfide que tendió el vuelo hacia
el Oriente, hacia la Aurora.

Allá abajo, en la senda, distinguió al anciano Tiempo, que


iba caminando con su paso siempre rítmico, igual, incesante.
Abatió el vuelo la hermosa sílfide, y saliendo á su encuen-
tro lo saludó.
—'Yo conozco esa voz — respondió el eterno viajero ; —
¿ no'"eres Mari-Pena, á quien encontré hace tres días ?
— No hace tres d í a s ; hace y a muchos años.
— ¡ Tres días, te digo 1 ¿ Podré equivocarme yo, que soy
el Tiempo ?
— I Ay, anciano 1 T ú contaste los días por s o l e s ; yo, que
he vivido en la sombra, sólo he podido contarlos en la clep-

5
66 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

sidra de mi alma por los lágrimas que iban cayendo ; y fue-


ron t a n t a s , que mi c u e n t a es de muchos años.
— ¿ De donde vienes, Mari-Pena ?
— Ya no soy M a r i - P e n a ; a h o r a soy Mari-Posa.
— ¿ Y cómo conquistaste t a n hermosas alas ?
— Las he tejido yo misma. Las fabriqué con mis lágrimas ;
las bordé en la Sombra, entre Miedo, Tristeza y Dolor.
— Y ahora ¿ adonde vas ?
— Salgo del país de las Nieblas y me dirijo á la región de
la Luz.
— Dichosa tú que hacia la Luz caminas. Vivirás en ella.
Serás Luz t ú m i s m a ; y cuando mueras en su foco, tendrás
por féretro la hoguera de la gloria.

~. El poeta. — He soñado con Mari-Pena. He soñado que llo-


r a n d o me besaba, como á ella el h a d a , la noche de su naci-
miento. He soñado que sus lágrimas caían en mi corazón, y
he sentido que al caer se t r a n f o r m a b a n en perlas destinadas
á segregar el hiló de oro.
¡ D e s d e hoy comenzaré á tejer mi capullo, oculto bajo las
alas de la Sombra, de la Soledad y del Silencio, entre la Tris-
teza y el Dolor; y sentiré el hálito pavoroso del Miedo sagra-
do al contacto estremecedor de la m a n o divina.
¡ Seré gusano esperando mi a u r o r a !
MIS F L O R E S .

¿ Quién cantará la gloria de las flores ?


De amor, de fe, de religión emblemas,
divinos talismanes, dicha auguran.
De ellas enamorados, aseguran
sabios y trovadores,
que en lo interior de sus fragantes gemas
guardan un alma célica las flores.

* *#

Mesenios, atenienses, espartanos,


con flores que los dioses bendijeron,
sus cabezas olímpicas c i ñ e r o n ;
y guirnaldas de flores, los romanos
para el templo de J ú p i t e r tejieron.
Los férvidos cristianos,
fieles al dios que en el establo vieron,
dicen que el cielo, en profusión de albores,
en la cuna de un niño llovió flores.
El b u d i s t a creyente
fértil jardín contempla en lo existente,
y en su numen fantástico y fecundo
se embellece lo ignoto,
imaginando un m u n d o y otro m u n d o ,
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

que ocultos laten en la oliente u r n a


de cada flor de l o t o ;
imaginando al sol en su gloriosa
n a t i v i d a d diurna,
como u n a r o s a :
y cuando en el cénit, radiante brilla,
como u n a prodigiosa
flor amarilla.

***

Por alcanzar la cumbre del amor


miró P e t r a r c a á L a u r a
como u n a flor,
y por darle más gloria al vencedor
en las lizas geniales
de aquellos provenzales
de las Cortes de Amor, Clemencia Isaura
d i o por p r e m i o . . . u n a flor.

***

Mientras fué la barbarie lo i m p e r a n t e ,


hubo en escudos reales
un águila, un leopardo, un león r a m p a n t e ,
¡ formas mil de rapaces animales I
Cuando un dfa la gracia y la elegancia,
con el cetro gallardo de un Luis
logró i m p e r a r en Francia,
fue su emblema u n a f l o r : la flor de lis.

• **
COSAS MÍAS

En el jardín preferido
y al pie de un árbol florido,
sueña la virgen J u l i e t a :
sueña que vierte en su oído
flores de amor, un poeta,
y por calmar la tristeza
que dan los sueños de amores,
el árbol, con gentileza,
sobre la hermosa cabeza
vierte una lluvia de flores.
El verde tul de esmeraldas
que flota sobre los mares,
lleva flores en las faldas,
porque sus blancas guirnaldas
de espuma, son azahares,
Las aves dan m e l o d í a :
las almas dan la ambrosía
de sus ardientes a m o r e s . . .
I Qué radiante mediodía !
I Brilla el sol y llueven flores!
H a y un benigno poder
que flores hace llover
sean de p ú r p u r a ó de a r m i ñ o :
¿ no es u n a flor cada niño
y u n a flor cada m u j e r ?
H a s t a la flor misma ansia
cumplir su amoroso anhelo
y esparce flores el suelo,
y derrama, ai mediodía,
sus flores de luz el cielo,
¡ Margarita I | flor de a m o r !
¿ p o r qué secreto poder
logró t u corola ser
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

mujer con nombre de flor,


flor con nombre de m u j e r ?
¡ Por las santas melodías
de los pájaros c a n t o r e s :
por los capullos de amores
que aún cultiva el alma m í a . .
¡ brille el sol y lluevan flores!
¡ Un altar, en que el Amor
alce su vuelo fecundo,
y en que esculpa un escultor
de estirpe divina, al Mundo
como el botón de u n a flor!
¡ Que adorando la bondad
de la flor, fragante y p u r a ,
se celebre en n u e s t r a edad
la s a n t a n a t i v i d a d
del culto de la N a t u r a !

***

E m b l e m a s de religión,
de fe, de gracia, de amores,
¿ quién d u d a r á la opinión
de sabios y trovadores,
de que tienen corazón
y tienen alma las flores ?
MIS F U N E R A L E S .

Cuando por atracción de lo infinito,


suspenso en el abismo de la n a d a ,
abandone mi espíritu la arcilla
que hoy lo aprisiona, y lo corrompe, y m a n c h a ,
seres que amantes estiméis mi dicha,
no os apenéis porque del m u n d o p a r t a ,
no maldigáis la m u e r t e p o r q u e r o m p a
los torpes lazos que al vivir me a t a n .
Ocultad bajo tierra los despojos
de la inerte materia a b a n d o n a d a ,
sin losa ni oración, sino esparcidos
entre semillas de aromosas p l a n t a s .
Al llegar la fecunda p r i m a v e r a
las flores abrirán y su fragancia
llevará h a s t a vosotros, con su efluvio,
átomos impalpables de mi alma.
Después, si en los naufragios de la vida
buscáis en vano salvadora tabla,
y sentís con angustia henchirse el pecho
al entrar en tropel olas amargas,
y demandáis favor á las estrellas
y no os lo dá su fugitiva llama,
y, estrella de la noche del espíritu
brilla en vuestras pupilas u n a l á g r i m a , . . .
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

dedicadme esa gota t r a s p a r e n t e


que da el do lor al exprimir al alma.
Esa perla será p a r a mi espíritu
el sepulcro ,el altar y la plegaria.
MI T E R R U Ñ O .

Hay una época del año desde Enero h a s t a Abril, en que el


recuerdo de las campiñas natales se fija con m á s intensidad
en mi mente.
Pero no es de extrañar, este recuerdo precisamente en la
época de mayor brillantez de aquella tierra, de aquel
ambiente, de aquel Sol. Lo extraño es que mi recuerdo se
fija en la doble naturaleza de aquel pueblo que m á s c a n t a
y más ríe cuanto más sufre,
I Pueblo singular, de alma resistente, que c a n t a melanco-
lías en horas de fiesta y eleva alegres cantares en los m o -
mentos del dolor; que tiene como el sevillano Bécquer, «¡ale-
gre la tristeza y triste el vino I»
Yo os diría que no los irritéis en la hora de la desgracia con
compasivos gestos, porque los hijos de aquella tierca, á des-
pecho de todas las amarguras, cantando nacen y c a n t a n d o
mueren:
No lloréis por el que llora,
pues sabe t a n bien llorar,
que con su pena elabora
un t e m a p a r a c a n t a r .

1 Oh, mi buena Andalucía, hija de los árabes almorávides,


hermana de Zulema, descendiente de F á t i m a , heredera del
74 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

pródigo A b d e r r a m á n el Magnífico y del melancólico Boabdil,


que vertió sobre su perdida p a t r i a la primera inundación
de l a g r i m a s ! ¡ Oh, mi buena Andalucía! ¡Tú eres la Meca de
los que sueñan, de los que siempre a m a n , de los que siempre
gorjean en la jaula de la vida ! ¡ conjunción deliciosa del pa-
raíso cristiano colmado de misticismos al eco triste de las
campanas sonoras, y del paraíso m u s u l m á n preñado de be-
sos al son alegre de las guzlas afrodisíacas !
La estoica andaluza, flor heráldica que d i o lises á los
escudos de los A l m a n z o r e s ; la que ayer susurró sus amo-
ríos con voluptuosa quejumbre en la calleja misteriosa á la
luz de la luna, en la discreta reja, entre perfumados cortinajes
de diamelas y clavelinas; la que prendió las cintas bordadas por
su mano sobre los pechos generosos de los caballeros en plaza
en los torneos de Z o c o d o v e r ; la que soñó v e n t u r a s bajo las
palmeras de Hixén, al lado de laalberca, en el vergel sonrien-
te, entre m a c e t a s y arriates colmados de nardos...la hurí de
aquel edén radiante de luz y de colores, gemirá quizás algún
día j u n t o á la fosa del a m a d o ; pero gemirá c a n t a n d o , aunque
en su canto maldiga: y si no se hiergue iracunda con gesto de
p a n t e r a es porque quien le arrebató su dicha fué lo intangible,
fué la A n a n k é ignota á quien no pueden estrangular las ga-
rras crispadas de los huérfanos del a m o r ! ¡ Ay de la impalpa-
ble si fuere algo terrestre, ó a u n q u e fuere un dios pero visi-
ble, pero con carne y sangre de h u m a n o s !
La estoica andaluza, á quien el destino arrebató el que ella
llamaba «las niñas de mis ojos», c a n t a r á , mejor que los ruise-
ñores ciegos; porque ella sabe tender un sudario de mantones
de Manila sobre el cadáver del a m a d o p a r a embellecer la muer-,
te; porque ella sabe cubrir con lluvia de jazmines blancos sus
negros d o l o r e s ; porque sus pupilas a l u m b r a n siempre, con
chispazos de sol, las noches sombrías de su alma.
El dolor ¡oh, mi b u e n a Andalucía!, fué siempre el aceite
COSAS MÍAS 75

de tus l á m p a r a s ; en él encuentras mirajes p a r a t u s ensueños,


notas para tus cantares, germen bien oliente p a r a tus balsá-
micas esencias y savia vivificante p a r a tus áureos jaramagos
nacidos bajo la furia del cierzo y el rigor de los huracanes
sobre el alero de los tejados y h a s t a en las grietas de las rui-
nas, para vestir de flores los m o n u m e n t o s muertos.
Tú, como el Cristo de la leyenda evangélica, pagas las bofe-
tadas del infortunio con la sonrisa del color que e m p u r p u r a
las azotadas mejillas; fustigan los vendábales t u s flores,
y ellas los retribuyen con p e r f u m e s ; t r u e n a n las t e m p e s -
tades enfurecidas y t ú les das, en cambio, por cada latigazo
unas peteneras, por cada rugir de truenos allá a r r i b a un re-
picar de castañuelas acá abajo.
Hoy mis recuerdos son nuncio de t u próxima p r i m a v e r a
abrileña, en que volverán las obscuras golondrinas á colgar
sus nidos al pie de t u s balcones, volverán las t u p i d a s m a d r e -
selvas á escalar las tapias alegrando tristezas invernales, y
sonarán con su eterno ritmo, j a m á s interrumpido, las ar-
dientes palabras del amor cantadas por tu hijo, por el di-
vino Becquer.
¡ Oh, la bella Andalucía de mis nostalgias en estos días
del a ñ o ! Siempre, aun á despecho de las crueles catástro-
fes, resonará el rasguear de las guitarras bajo los toldos de los
patios, sobre la fuente m u r m u r a d o r a , sobre los cármenes re-
gados por surtidores en las altas terrazas de los esbeltos mi-
naretes.
¡ Salve, hija del S o l !
MI IDEAL.

No i n t e r r u m p a n mis tareas:
no o b s t r u y a n mi caminar:
tengo un fin que es bueno y noble
y lo quiero realizar.

Deudas, dineros, comercio,


ser c o r t é s . . . ¡cosa pequeña!
siento en el a l m a u n anhelo
que es mi e s t a n d a r t e y mi enseña.

Ni patria, ni Dios, ni Ley,


ni y u g o que yo soporte:
que es el ser más despreciable
un cortesano en la Corte.

Deseo p a r a mi muerte,
mi mejor y último día,
cantar en la barricada
un himno de rebeldía.

No i n t e r r u m p a n mis tareas:
no obstruyan mi caminar.
Mi fin es bueno y es noble
y lo quiero realizar.
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

El mercader; el casero;
las mentiras del s a l ó n ;
el párroco, el u s u r e r o , . . .
¡qué despreciable o b s t r u c c i ó n !

¿Por qué t a n t a s pequeneces


se oponen á mi camino ?
¿ si siento el pensar h u m a n o ,
y abarco el sentir divino?

La mujer que me doblegue


no es mi a m a n t e ;es mi enemiga.
Busco mejorar la especie
como la abeja y la hormiga.

P o r deber, s a c r i f i c a r m e ;
perfeccionarme, mi oficio:
mejorar hombres rríi, idea,
y mi vida un sacrificio.

Cantar-á la Luz y al Arte:


beber los rayos del s o l :
esto quiero: no obstruyáis
esa r u t a de arrebol.

¡No interrumpáis mi camino!


¡No censuréis mi pasión!
No brilla el sol en mis o j o s :
brilla aquí, en mi corazón.

Lo tengo dentro ;muy dentro


como lámpara sagrada;
COSAS MÍAS

¡ santo sol; que diviniza,


mi alma ,siempre entusiasmada

¡Mezquindades! ¡ a r t e r í a s !
¡ e n v i d i a s ! ¡ artes v e n a l e s !
¡ Los males pueden ser b i e n e s !
¡ Los bienes suelen ser m a l e s !

No me obstruyáis el camino
con t a n t a s cosas pequeñas.
Tengo en lo noble y lo bueno
mis banderas, mis enseñas.

Ser útil al ser h u m a n o


es mi capricho y mi empeño,
y lo quisiera cumplir
antes del ultimo sueño.

¡No interrumpáis mis tareas!


¡No obstruyáis mi c a m i n a r . . . !
¡Si mi fin que es noble y bueno
se pudiera r e a l i z a r . . . !
MIS LIBROS.

Una novia es libro del corazón. Un libro es novia del cere-


bro.
Hay novias rubias, pelinegras, de ojos azules, de pupilas
gitanescas, de alma ardiente, de sumisión i n g e n u a . . . H a y
libros rebeldes, suaves, soñadores, realistas.
Yo tengo mis" libros predilectos, como he tenido en la vida
mis novias preferidas.
Debo confesarme, con t o d a sinceridad.
Perdóneme la bella Italia. No me g u s t a de D a n t e m á s que
el Infierno: el Purgatorio y el P a r a í s o . . . me cansan.
Soporto la excomunión de todos los grandes genios por
haber confesado esta debilidad, pero no debemos ser hipó-
critas. Puesto que así lo pienso y así lo siento, así lo digo.
Homero me empalaga á m e n u d o .
¿ Qué dirá de esto el clasicismo ? El sigio de Pericles en-
contró, según crónicas cuentan, u n a cohorte de literatos que
coleccionó coplas de ciego con el nombre de Iliada y Odi-
sea, y los buenos atenienses gustaron y saborearon aquellas
coplas como niños ingenuos, que piden narraciones inverosí-
miles á la buena abuelita, en las noches de invierno, p a r a
desaburrirse.
Aquel Polifémo, c u y o ' ú h i c o ojo hace saltar Aquiles con
una estaca enrojecida al "fuego : aquella Scila y aquella otra
Caribdis, que piensan, sienten y obran como monstruos in-
teligentemente h u m a n o s : aquella Circe y aquella Calipso,
6
82 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

que no se cansan de hacer tonterías á pesar de ser d i o s a s . . .


todo eso me encocora.
H a y libros célebres que no me gustan.
La «Araucana» es un p o e m a . . . de paciencia del lector que
se a t r e v a á leerlo.
El «Paraíso P e r d i d o » es u n a lástima que no se hubiera
perdido antes. H a y m u c h a gente que habla de él, pero hay
m u y pocos que se h a y a n atrevido á leerlo.
La «Jerusalén L i b e r t a d a » t i e n e el mérito de la m o n o t o n í a :
figúrese el músico un fa repetido e t e r n a m e n t e ; he ahí la J e - <(

rusalén L i b e r t a d a » .
(, Los comentarios», de Julio César, no son sino un rosario
de mentiras, con fines de a u t o b o m b o .
Libros que me g u s t a n :
« E l Satyricon», de Petronio. Prescinde de la falsa ver-
güenza, y hace u n a maravillosa crítica de su época y de su
patria.
El «Asno de Oro», de Apuleyo, es r e t r a t o del hombre ;
del hombre de ayer y del h o m b r e de h o y . . . y aun sospecho
que del h o m b r e de m a ñ a n a .
Ariosto, con su « O r l a n d o » , sabe hacer mofa, elegante y
cervantesca, de las tonterías burlescas de su tiempo.
Maquiavelo es prodigioso : p a t r i o t a en el mejor s e n t i d o ;
fustigador como un látigo j u s t i c i e r o ; valiente en el pensar
y en el d e c i r ; sincero, elocuente, bueno, s e r e n í s i m o . . . Amo
h o n d a m e n t e á Maquiavelo.
Cervantes está m u y a l t o : hace falta comprar alas para
llegar á su excelencia. No v a s t a Clavileño; es necesario te
ner alas en el cerebro.
H a y , ó hubo, en E s p a ñ a un Zorrilla, t r o v a d o r delicadísimo
que santificó la poesía, que meció las cunas de t o d a u n a gene-
ración, idealizando al Tenorio, embelleciendo á la Andalucía
árabe y haciéndonos creer en u n a vida soñada al rumor de las
COSAS MÍAS 83

coplas, al runrún de las aguas, al rielar de las noches claras


y al eco de las serenatas en rejas b o r d a d a s de azahares y
rosas.
En una «brasserie», bebe su ajenjo Alfredo de M u s s e t ;
es el gallardo p o e t a , que sabe decir : « s i algo me queda en el
mundo, es haber llorado algunas veces».
¡ Oh, la obra m a g n a de Shakespeare, de Goethe, de Hugo,
de G o r k i ! . . . H a y muchos famosos libros buenos, pero h a y
también muchos famosos libros malos, que todos aplauden
por servil instinto de imitación.
MI S I L E N C I O .

Grave y sereno pensamiento mío,


I g u a r d a silencio 1
Cúbrate, cual gusano en su capullo,
hondo misterio.
Los muros de t u celda solitaria
viste de negro.
Cierra bien sus v e n t a n a s : que del m u n d o
no entre ni un eco,
ni un perfume de flor, ni un oscilante
vago reflejo.
Gusano que elaboras las ideas,
g u a r d a silencio,
y el hilo con que formas t u s capullos
sigue t e j i e n d o :
la más pura, recóndita harmonía
vibre allá a d e n t r o .
Fuera de la v e n t a n a de t u celda
cuelga un muñeco,
para que con sus muecas y sus burlas
distraiga al pueblo
y no sospeche n u n c a al solitario
que h a b i t a dentro.
Grave y sereno pensamiento mío,
¡ g u a r d a silencio!
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

Envuélvete en la celda, por augusta


sombra, m i s t e r i o :
Labora cual gusano en su capullo,
siempre sereno,
y la imperial estofa de t u m a n t o
sigue tejiendo.
Sé manantial que bajo tierra oculto
d o m a su esfuerzo
esperando la hora en que fluyente
brote ligero.
Sé corazón del que enterraron vivo,
corazón recio
que en el lóbrego fondo del sepulcro
sigue latiendo.
Si algún día la tierra generosa
rompe su s e n o :
si se quiebra el sepulcro, susJobscuras
fauces abriendo :
si horadado el capullo, abre á la vida
breve s e n d e r o . . .
t u serás m a n a n t i a l de vivas aguas,
corazón nuevo,
mariposa de luz que hacia otras zonas
alzará el v u e l o . . .

Pero e n t r e t a n t o , pensamiento mío,


¡ g u a r d a silencio!
¡ la m á s p u r a y recóndita h a r m o n í a
vibre allá adentro !
MI D E S T I N O .

(Ui fata irahunt.)

Quiero al ser que en la vida navegue


sin buscar en su m a r un c a m i n o ;
que sin miedo, se salve ó se a n e g u e ;
que y a arribe á la playa, ó no llegue,
ni alabe, ni culpe, ni nombre al Destino.

Mientras menos medita en la Muerte


más hombre es el hombre. Varón que resiste
al temor del F u t u r o , es el fuerte
que domina su vida y su s u e r t e . . .
No pensando en ella, la Muerte no existe.

¡ Dicen que es soñador quien se e m p e ñ a


por uncir la vida, cual toro, y d o m a r l a :
q u e como á u n a a m a n t e rendirla y gozarla
no es lícito al hombre ! . . .Si la Vida es Dueña,
yo no soy Esclavo. | Prefiero m a t a r l a !

¡ Qué me arrastre el Destino á las zonas


en que tenebroso lo ignoto se e s c o n d e !
De espinas ó flores, todas son coronas.
Mi n a v e despliega, sin miedo, sus lonas.
Si me dicen ¡ v a m o s ! no pregunto adonde.
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

Flores, aves, mujeres, estrellas,


forman mi familia, suman mis amores.
Con aves, estrellas, mujeres y flores,
la Vida es gloriosa, y e n t . e resplandores,
mi vida y mi m u e r t e las consagro á ellas.

Sólo el débil, cobarde, inspecciona


lo que g u a r d a el secreto futuro.
Lo F u t u r o mi dicha no abona.
Lo pasado es fastidio que e n c o n a . . .
¡ Goce yo el Presente, que es lo más s e g u r o !

Yo desdeño la acción del Destino


que hacia playas ignotas me arroja
H a y coronas de nardo y de espino,
y la savia, que es áurea en el vino,
en la flor es blanca y en el hombre roja.

¡ Polvo al f i n ! dice el libro sagrado.


¿ N a d a más ? ¿ Qué me importa el d e s a s t r e '
Si el Presente es deleite á mi lado,
no me importan F u t u r o y Pasado.
¡ Donde quiera el Destino me arrastre !
BALADA.

Siendo m u y niño escuché


dentro de mí resonar,
cual eco de algo que fué,
u n suavísimo cantar.
No alcanzaba á desprenderse
de su son palabra a l g u n a ;
era un eco que, al mecerse,
daba el ritmo de mi cuna.
Blanca estrella refulgía
de la v e n t a n a al trasluz,
y mi espíritu tejía
gasas de sonido y luz
que en infantil emoción
halagaban, confundidos,
ritmo y luz al corazón,
luz y ritmo á los oídos,
como si en consorcio y calma,
son y luz | doble a r m o n í a !
concertaran en mi alma
una sola melodía.

Siendo tierno adolescente,


de nuevo el cantar v i b r ó :
aquél que, inefablemente,
el niño en su cuna oyó.
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

Al través de una v e n t a n a
vi destellar fulgurante
la faz p u r a y soberana
de un angélico semblante,
y vibraron confundidos
el amor y la canción:
la promesa en los o í d o s ;
el canto en el corazón.

Cuando con más rudo empeño


lánceme adulto al azar,
vibró otra vez como un sueño
el suavísimo cantar.
Tras de rojos ventanales
vi en ascensión ilusoria
subir por gradas triunfales
mis ambiciones de gloria,
y de nuevo confundidos
vibraron con doble son
la ambición en los oídos;
el canto en el corazón.

Más t a r d e , cuando los años


dejáronme ingrata herencia
de dudas, de desengaños,
de dolor y de experiencia,
o t r a vez con su harmonía
surgió sin palabra alguna
la e n c a n t a d a melodía
que halagó al niño en su cuna.
y siempre así confundidos
gimieron con doble son,
COSAS MÍAS

el lamento, en los oídos;


el canto, en el corazón.

Por mezquina claraboya


que sobre un yermo se abría
vi, por fin, la hedionda hoya
que á mi' cuerpo tragaría.
Lúgubre sepulturero
e m p u ñ a n d o torva azada,
cavaba el hondo agujero
de mi postrimer m o r a d a ,
y entre el eco acompasado
de la azada, al golpear,
vibró el son nunca apagado
de mi divino cantar.
¡ Siempre, siempre confundidos
se j u n t a b a el doble son
de la azada en los o í d o s ;
del canto en el corazón!

Nanas, trovas y baladas,


himnos de triunfante gloria,
romanzas a p a s i o n a d a s . . .
huyeron de la memoria.
¡ Sólo gime suavemente
y eterno en el corazón,
el eco blando y clemente
de la inefable canción!
MI NOCHE D E N O E L .

(CANCIÓN D E AÑO NUEVO)

¡ Ven hacia mí, divina escanciadora


de amor i g n o t o ! Mística y sagrada
la noche de Año Nuevo me rodea.
¡ V e n ! Esperemos la naciente aurora,
y en tus brazos mi frente reclinada
de nuestro beso nacerá la I d e a l
Fiebre, en mi seno, la embriaguez provoca.
¡ Ven, y derrama con morosa calma,
el ánfora divina de t u alma,
sobre el cáliz sediento de mi boca.
Cuando miro t u fúlgida belleza
y escucho de t u s labios la harmonía,
libran ruda batalla en mi cabeza,
una loca alegría
y una inmensa tristeza.
Gotas de inextinguibles manantiales
van cayendo^con'^ ecos celestiales
cual clepsidras divinas,
y al chocar en las copas cristalinas
vibran con voz de dioses inmortales.
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

¡ Oh Musa excelsa, cuya m a n o vierte


odio, amor, compasión, duda, i r o n í a ! .
¿ eres imagen bella de la m u e r t e
ó un fantasma ideal del alma m í a ? . .
1 No en vano la i n v o q u é ! Vibró el ambiente
cual si agitara en torno de mi frente
las invisibles alas un querube.
Sobre los bordes de la copa hirviente
se meció la visión como una nube
y se e l e v ó . . . cual la oración que sube
de los férvidos labios del creyente.
Más no incorpórea. Vivida y radiosa,
transparentó su ser
destellos de un espíritu de diosa
en cuerpo de m u j e r . . .

***

Blanca la falda flotante


prendida de azules lazos:
en torno al talle elegante
desnudos los niveos brazos,
desnudo el cuello a r r o g a n t e ;
al amplio escote ceñía
festón de gasas azules
que ebúrneo seno escondía,
y sobre encajes y tules
gallardo cuello se erguía,
cual si de rara puerza
el cuerpo una copa fuese,
y la gallarda cabeza
u n a flor de alba belleza
•que de la copa saliese.
COSAS MÍAS

Irradiaba el resplandor
de un alma que al rostro asoma,
•y ostentaba á su alredor,
en sus pupilas, amor,
en sus huellas, grato aroma,
y en sus mejillas, sonrojos,
y en sus m i r a d a s destellos:
que eran t a n negros sus ojos
como eran sus labios rojos,
y eran rubios sus cabellos.
Ojos de e x t r a ñ a h e r m o s u r a
que embelesa ó asesina,
pues la luz que alli fulgura
si es de amor, vierte t e r n u r a ,
más si es de celos, fulmina.
¡Qué ojos, dios m í o ! Inspiran sus miradas
arte, vida, pasión, gloria, heroísmo,
y giran en su sombra, los fantasmas
del vértigo en el borde de un abismo.
Allí flota u n a luz p u r a y divina
entre cárdenas llamas del a v e r n o ;
encajes de alboradas de la gloria
con girones de noches del invierno.
Son faros cuya luz resplandeciente
atrae las almas y á mirarla incitan,
y ojos que allí se fijen, quedan ciegos:
almas que allí se asomen, se m a r c h i t a n .
¡ Divinos ojos! si en la oscura tierra
nos envolvéis en luz por un m o m e n t o ,
serán las almas, al morir quemadas,
mártires que bendigan su t o r m e n t o .
Y si fijáis, de noche, las pupilas
en el inmenso espacio, en torno de ellas
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

vendrán, como sumisas mariposas,


a girar deslumbradas las estrellas.

ÍI

; Divina escanciadora! Mi alma loca


pide esta noche intensidad de vida.
Déme tu amor la fiebre enardecida
que en nuestro seno la embriaguez provoca.
T u aliento celestial mis labios t o c a ;
¡ v e n , y d e r r a m a con morosa calma
el ánfora d i v i n a de tu alma .
sobre el cáliz sediento de mi b o c a !
Y al compás de los besos cantaremos
del Año Nuevo la canción divina :
la del Amor en c u y a luz ardemos
y en cuyo seno la Creación germina.

***

Cantemos el A m o r ! ¡ S i ! que ese t e m a


no se agota jamás.
Sondar los cielos:
pesar los o r b e s : calcular la extrema
invisible distancia de los velos
que ocultan lo infinito; ser el amo
de pueblos y de razas sin conciencia;
ascender, arrogante, t r a m o á t r a m o ,
á la cumbre soberbia en que la ciencia
empieza á ver á D i o s : hacer palpable
del átomo el l a t i d o ; ver los senos
COSAS MÍAS

donde se desarrolla formidable


la voluntad, ó se reduce á menos
que la b r i z n a de yerba entre el mudable
capricho de los v i e n t o s : volcar montes
sobre los llanos y fundar ciudades
donde habitaron tigres y b i s o n t e s :
reunir la historia fiel de las e d a d e s :
alzar los pueblos ó abatir los reyes,
sembrando p a z ó pregonando g u e r r a ;
divulgar religiones; dictar leyes,
hundir imperios; explorar la T i e r r a :
cuanto puede abarcar desde su a l t u r a
la fe creyente ó la codicia i m p i a ;
gloria, ambición, poder, s a b i d u r í a . . .
. . . ¡ n o importa, todo j u n t o , á la N a t u r a ,
lo que el rayo fugaz de la m i r a d a
de dos a m a n t e s que alejados lloran
y contemplan, al p a r , la estrella a m a d a ,
y fervientes imploran
con instintivo anhelo
que en sus pechos se encierra,
confundir sus dos cuerpos en la tierra
como sus dos m i r a d a s en el c i e l o !
Que es Amor, solo Amor, la v e r d a d e r a
fuerza creadora que á los orbes guia,
El es N a t u r a misma. Si él muriera
todo cuanto es viviente, moriría.

Cada vez que u n a boca enamorada,


roja, entreabierta, cálida, anhelante,
liba sobre otra boca idolatrada,
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

cual tibio néctar, su hálito f r a g a n t e ;


y dos almas, divinas mariposas,
agitando sus alas temblorosas
suben h a s t a los labios besadores
p a r a fundirse en luz, gloria y a m o r e s . . .
palpita en torno alegre la N a t u r a ,
flota en el aire olor de primavera,
diáfana luz en derredor fulgura,
y al pié del dios que en la celeste esfera
la vida vierte con su esencia p u r a ,
ángeles y querubes
sobre purpúreas nubes
celebran, agitando blancas palmas,
la conjunción divina de las almas.

***

Vepus - Urania, eterna procreadora,


es de los universos, dictadora.
Por ella, que los ámbitos dirige,
Todo en la tierra y en los cielos a m a :
que en la piedra, en los orbes ó en el hombre,
solo cambia de nombre
la eterna ley q u e . á lo existente r i g e ;
y afinidad se llama
en moléculas, átomos ó y o n e s :
atracción, en los a s t r o s :
amor, en los h u m a n o s corazones
Afanes, lucha, ambición,
ciencia, poder, valimiento,
gloria, riqueza, ¿ qué son ? . . .
¡gala pueril de un telón
que cubre á un d r a m a s a n g r i e n t o !
COSAS MÍAS

Resumen debieran ser


de nuestra dicha mayor,
Un canto de r u i s e ñ o r . . .
un p a i s a j e . . . una m u j e r . . .
¡Arte, Natura y Amor!

***

¡ Ven hacia mí, divina escanciadora


de amor i g n o t o ! Mística y sagrada
la noche de Año Nuevo me rodea.
¡ Ven ! esperemos la naciente aurora,
y entre tus brazos de luciente h a d a
de nuestros besos nacerá la i d e a !
¿ C a n t a m o s al Placer que afable y bueno,
sonriendo á las almas, r e s p l a n d e c e . . . ?
¿ C a n t a m o s al Dolor, en cuyo seno
la flor soberbia de la Vida c r e c e . . . ?
Mas ¿cómo elegir mejor
lo que debo apetecer,
si hay dolor en el placer
y hay placer en el d o l o r ?
Resumen t o d a la historia
del hombre y sus desvarios,
sueños, ardientes y fríos:
amores, de infierno y gloria:
prados, de flores y a b r o j o s ;
cielos, de nieblas y tules,
noches, pálidas y a z u l e s :
días, blancos, negros y r o j o s :
que el alma camina uncida
bajo el yugo de la suerte
entre el hielo de la m u e r t e
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

y la llama de la v i d a ,
y en este vago temblor
con que a n d a m o s el camino
vacila nuestro destino
entre el placer y el dolor:
Placer dulce cuando llega
y amargo cuando se v á ;
de gloria, en el bien que dá,
de infierno, en el bien que niega,
Dolor que al alma levanta
de su postración incierta,
y al tocarla la despierta,
y al herirla la agiganta,
pues de su martirio en pos,
vuelve, al recobrar la calma,
t a n purificada el a l m a
que convierte al hombre en Dios,
y llega, al fin, á admitir
tras del continuo penar,
que h a y un doliente gozar,
en el placer de sufrir.

IV

¡ V e n hacia mi, divina escanciadora!


¡ P r é s t a m e de t u s labios la a m b r o s í a !
Contigo hablando en la n o c t u r n a hora
b a ñ á n d o m e en la luz de t u pureza,
y escuchando t u mística harmonía
libran feroz batalla en mi cabeza,
una loca alegría
y u n a inmensa tristeza
COSAS MÍAS 101

***
¡La T r i s t e z a ! ¡ C a n t é m o s l a ! ¡ Cuan vaga
se desliza en el alma, y la e x t a s í a !
¡ Con qué t e r n u r a á nuestro ser halaga
la dulce, celestial m e l a n c o l í a . . . !
Mas ¡ a y ! á veces, alevosa oprime
al corazón, como si fuera fruta
de envenenado árbol, y le esprime
su vil ponzoña, su letal cicuta.
¡ La T r i s t e z a ! En mi ser sus ojos clava.
¡ Cuan tétrica es su lívida h e r m o s u r a !
Cierta noche de esplín en que v a g a b a
entre nieblas de hastío y de p a v u r a .
— ¿ C ó m o es dichoso el h o m b r e ? — p r e g u n t a b a ^
y el Sarán interior que me azuzaba
me dictó con sarcástica a m a r g u r a :
— Solo un sistema práctico he hallado
de que el género h u m a n o sea dichoso,
y e s . . . ¡ desapareciendo!... ¡ Cuan grandioso
suicidio sobre el m u n d o desolado!
La heroica ejecución resultaría
t a n impropia de torpes animales,
que el premio de esa acción tal vez seria
transfigurarse en dioses inmortales.

* **

Los que vivís en inmutable calma


que narcotiza al ánimo y lo enerva
sin contrastes ni golpes, sin que hierva
negro lago de asfalto en nuestra a l m a ;
y no visteis aún, como el poeta,
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

la salamandra inquieta
de candentes escamas
serpear entre las l l a m a s ;
ni habéis logrado la v i r t u d estraña
del semi - Dios que inmune desafía
del escorpión el diente, y no le d a ñ a
la emponzoñada m o r d e d u r a i m p í a :
los que no habéis luchado todavía
con el arcángel nogro, que se ensaña
en herir sin m a t a r , y agita luego
sobre la herida su puñal de fuego;
ni oísteis en la altura prodigiosa
de enhiesta roca, rebramar de v i e n t o s ;
rugir del m a r que en sombra tenebrosa
corroe á vuestras plantas los cimientos •
del eminente risco; aullar famélico
de la t u r b a que asalta diligente,
mientras, desde el cénit, un rayo célico
de luz circunda la serena f r e n t e . . .
no podréis comprender á un alma inmensa,
r u d a , cambiante, heroica, prodigiosa;
t a n pronto h u n d i d a entre la niebla densa
como volando en gloria esplendorosa;
alma activa, incansable, en que rebosa
titánica e n r g í a :
y en luz voluble irradia caprichosa
crepúsculo y aurora, noche y día..

***

Ya excéptico, ya ingenuo, y a iracundo,


yo arranco de mi pecho cada estrofa
p a r a lanzarla, sin temor, al m u n d o
COSAS MÍAS

con rudo enojo, con amor profundo,


con fe pueril ó con hiriente m o f a ;
pues viendo ai Univverso en su grandeza,
es, en mi religión sublime y p u r a ,
Dios el T o d o ; su templo la N a t u r a :
su verbo el A r t e : su alma la Belleza;
su ley la Voluntad ;la prole habida,
el Dolor, la Verdad, la Fé y la Vida.

¡ Ven hacia mi, divina escanciadora!


¡ Vibren al par en la n o c t u r n a hora
nuestras almas a c o r d e s !
¡ Ven y llena la copa embriagadora
otra vez, y otra más, h a s t a los b o r d e s !
Del año m u e r t o en la postrera misa
yo quiero ser la hostia y el a l t a r ;
fundir en mí, con dolorosa risa,
victima y sacerdote, y oficiar!
¡ La risa, s í ! Que en su estridencia están
dolores y placeres confundidos.
Ella guarda los últimos latidos
del cántico rebelde de Satán.

¡ L a risa! se engaña el m u n d o ,
siempre v a n o , al t r a d u c i r
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

ese convulso latir.


¡Si es un enigma profundo
cada modo de reir 1
E n el niño es alegría:
vanidad es en el n e c i o :
en el perverso, falsía:
y es en el sabio, desprecio,
y es en el triste, ironía.
Y si no es puro idealismo
que h a y a u n sabio verdadero,
lo es quien ríe con cinismo,
ante todo, de sí mismo,
y después, del m u n d o entero.
E n el semblante traidor
es solo un signo exterior
la lágrima ó la sonrisa,
pues h a y quien l l o r a . . . de risa,
y h a y quien r í e . . . de dolor.
Y a u n q u e se espante algún pul
afirmaré que no h a y n a d a
de grandeza más p r o b a d a
que en el fondo de un sepulcro
lanzar u n a carcajada.
Cuando el riesgo de morir
es necesario afrontar,
¿ q u i é n m á s digno es de v i v i r ?
¿aquél que rompe á llorar,
ó aquél que se echa á r e i r ?
P e n a ó gozo, risa ó ceño, %

denuncian en el semblante
el corazón de su d u e ñ o :
¿ Llanto ? ¡ corazón p e q u e ñ o !
¿ Risa ? ¡ corazón g i g a n t e !
COSAS MÍAS

Si N a d a y Muerte es lo mismo,
yo, al morir, haré á la N a d a
despertarse á mi llegada
sintiendo en su hueco abismo
mi doliente carcajada.

VI

¡Ven hacia mí divina escanciadora!


¡ Cantemos á la Noche de Ano Nuevo,
y en la postrera y silenciosa hora
hazme olvidar la maldición que llevo
dentro del alma, hiriente y corroedora
¡ confusión de tinieblas y de aurora
. que ni á sondar me a t r e v o !
Ábrese en su interior un. vasto abismo
de bien y mal y de t u m u l t o lleno
cual si hubiera vaciado J o v e mismo
las olímpicas urnas en su seno.
Allí las hervorosas explosiones
de m a g n á n i m a vida e x u b e r a n t e ; '
germen r e b e l d e ; indómitas p a s i o n e s :
¡ crisálida, tal vez, de u n dios t o n a n t e
mostruosa q u i z á s . . . pero gigante
y hermosa sin i g u a l . . . !
¡ Si y o pudiera
Descubrirte mi alma, como un día
Hipérides famoso descubriera
la intachable pureza y la h a r m o n í a
del cuerpo de Friné, a n t e los ojos
del griego tribunal, suspenso y m u d o ,
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

que concedió el perdón, borrando enojos


y olvidando el delito de la hermosa,
frente á la maravilla prodigiosa
de su cuerpo d e s n u d o . . .
t a m b i é n t ú contemplando la grandeza
de un alma así, fusión de infierno y gloria,
al mirar t a n quimérica belleza
le atorgaras sentencia absolutoria!

Quisiera, contemplando las crudezas


con que el m u n d o nos hiere y avasalla,
tener por escenario en mis tristezas
un bosque secular del H i m a l a y a :
Que tuvieran mis vinos y manjares
t a n extrañas esencias prodigiosas,
como crema de espumas de los mares
batidos por las manos de las diosas.
Quisiera ser v o l c a n ; mi m e n t e lava :
y aún viendo al m u n d o en mi ambición estrecho,
sentir la Vida universal esclava,
reconcentrarse férvida en mi pecho,
y en irrupción de fuerzas perdurables
al m u n d o devolver, bellos y enormes,
cien millones de dioses formidables
siempre activos, proteicos, multiformes;
y arrollar victorioso cuantos h a y
de la n a t u r a en los oculto senos,
rodando entre crugientes desenfrenos,
como el carro divino de Adonai,
con ruedas de relámpagos y truenos.
COSAS MÍAS

VII

¡ Ven hacia mi, divina escanciadora


de amor ignoto, inasequible y puro.
¡ Ya el pasado murió ! La postrer hora
¿ n o nos h a r á olvidar el fango impuro
de la lúgubre noche aterradora,
para entonar con la naciente aurora
el himno triunfador de lo F u t u r o ?

***

" En medio de sepulcros y ruinas,


profanados altares
y alamedas s o m b r í a s ; escuchando
el zumbido t o n a n t e de los mares,
el b r a m a r de la selva, y el nefando
ronco graznido de aves agoreras,
se detiene mi espíritu agobiado
bajo la a b r u m a d o r a p e s a d u m b r e
de m u d a angustia, de dolor callado,
de comprimidas penas, de infinita
compasión de mi mismo,
al contemplar la espesa p o d r e d u m b r e
q u e me acosa, me asalta, me rodea
y me encharca en el fondo del abismo,
mientras ansiosa hacia la excelsa cumbre
quiere ascender la fugitiva idea.
Y entre el musgo, y la y e d r a ,
y el polvo deleznable, y el gusano
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

que entre el inmundo légamo y la piedra


se arrastra perezoso,
se detiene mi espíritu ambicioso
llanto invisible d e r r a m a n d o en vano.
El oro, la avidez, la mercancía,
ei harapo bordado, la corona
teñida en en sangre, el dolo, la falsía
son arbitros del m u n d o ¿ Q u i é n blasona
de conservar el culto á la h i d a l g u í a ?
¿ Quién la v i r t u d ó la verdad pregona ?
¿ A dónde el héroe está ? ¿ Dónde el profeta
el abnegado apóstol, los guerreros
que salgan sin escudo ni a r m a d u r a
á defender los fueros
de la justicia p u r a ?
¿ Donde está, sobre todo, el admirable
sacro helénico culto á la Belleza,
que ni t o d a u n a noche perdurable
de ignara humillación y vil torpeza
en veinte siglos de su-furia insana
logró borrar de la memoria h u m a n a . . . ?

***

¡ Hundiéronse los dioses, que ni aaun ellos


son i n m o r t a l e s ! De su esencia pura,
como impasibles simulacros bellos
sus estatuas e s t á n : la piedra d u r a
que no irradia del alma los destellos,
copia v a n a es no más de su hermosura.
L a sombra inexistente de S a t u r n o ,
vano emblema del Tiempo, y a humillada
nos diría con rostro taciturno
COSAS MÍAS 109

que n a d a es inmortal, sino la N a d a :


que «no hay alma sin c u e r p o » ; que no existe
morada eterna en el futuro e x t r e m o :
que es la Gloria — si en algo ella consiste —
Vida e x a l t a d a á su esplendor supremo.

***

I Hundiéronse los dioses! De su esencia,


hoy, la flor de la h u m a n a inteligencia
sólo el culto c o n s e r v a ; pero el templo
se derrumbó en el polvo, á la presencia
del galilea triste y de su ejemplo.
Y aquel hielo fatal que invadió al mundo,
aquel rencor profundo
contra la h u m a n a v i d a y su v e n t u r a ,
aquel odio salvaje á la hermosura,
y á los deleites del amor h u m a n o ,
realzando, en cambio el valle de a m a r g u r a ,
la muerte, a m a d a con delirio insano,
y el miedo, la expiación y la plegaria,
buscando cual divino beneficio
vivir en penitente sacrificio
vida feroz de bestia s o l i t a r i a :
aquél horrendo criminal empeño
de convertir eñ. llaga cancerosa
la hermosa carne de que el h o m b r e es d u e ñ o ,
por la culpa, no más de ser h e r m o s a :
aquel crimen b r u t a l contra N a t u r a
de ver el dulce amor con tal agravio
que por miedo á la luz de su hermosura,
como oblación de necio fanatismo,
fuera hacerse un eunuco lo m á s sabio
110 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

como Orígenes hizo de si m i s m o . . . !


desapareció t a m b i é n . . .
Los nuevos dioses,
santos, monjes, ascetas, cenobitas,,
sus efigies, sus votos, sus plegarias,
sus fieles, sus ministros, sus levitas,
vagan mudos por celdas solitarias.
Y a no acudeu los pueblos compungidos
entre el albo fulgor de la m a ñ a n a
nublando su alegría con gemidos
bajo las naves húmedas reunidos
el fatídico son de la c a m p a n a .
Y a no ostenta harapiento el penitente
ante la ignara gente
el fanático, estéril, sacrificio,
llagando sus rodillas contra el suelo,
su cintura, con áspero cilicio
y el cuerpo todo con el vil flagelo.

* *#

¡ Alcemos nuestras voces y olvidemos


la horrenda noche que pasó nefanda
y el canto á la belleza levantemos
en justo honor de Grecia v e n e r a n d a !
Cantemos al Amor, y á la dulzura
de los prados risueños.
¡ Sea nuestro altar la esplendida N a t u r a ,
y al cielo alcemos, cual plegaria pura,
almas gratas, semblantes halagüeños !
¡ Un h i m n o ! ¡ Un himno que estremezca al mundo
p a r a glorificar la hermosa vida,
COSAS MÍAS

la luz del sol y el bienestar fecundo


sobre la fértil tierra embellecida!

* **

¡Ven hacia mi divina escanciadora


de amor ignoto, inasequible y p u r o !
Del Año Nuevo en la primera hora
lancemos al olvido el fango impuro
de la p a s a d a noche aterradora,
p a r a e n t o n a r en la naciente aurora
el h i m n o triunfador de lo F u t u r o .

Dic. 31 de 1904.
IDEALISMO Y REALISMO

8
EL B U R G U É S Y E L POETA.

EL BURGUÉS

— ¡ Querido s o ñ a d o r ! Es m u y bonito
lo que así te f a s c i n a . . . ¡ la poesía,
las flores, los ensueños, la ambrosía,
lo eterno, lo ideal y lo i n f i n i t o !
Yo, en mi rudo sentir, creóme proscrito
de ese m u n d o sublime. El alma mía
siempre está m u y despierta, y no se fía
del sueño de la fe, que es solo u n m i t o .
Es la m o n e d a soberana a u g u s t a .
En el m u n d o gobierna el que más puede,
y aunque lo material t a n t o te asusta,
no te resistas á su influjo ; ¡ cede !;
que a u n q u e quieras soñar, serás cautivo
del gran E m p e r a d o r : lo positivo !

EL POETA

—Se me antoja querido consejero


que tú eres un planeta, y yo u n a estrella
Reflejada es t u l u z ; la mía destella
con un brillo que es propio y verdadero.
116 EL MORRAL RE UN BOHEMIO

Lo real es la d i c h a ; no el Dinero.
T ú buscas este por llegar á aquella.
Yo, más positivista, voy á ella
sin ese intermediario majadero.
En lo exterior están t u s ambiciones.
E n mi interior está t o d a la vida.
T ú sufres entre apuros y aflicciones
p r e p a r a n d o afanoso la c o m i d a ;
yo devoro placeres mientras v i v o . . .
¿ Cual de los dos será m á s positivo ? . . .
EL GRILLO.

Señora, que a p e n a d a me consultáis


para que os de consuelo, porque dudáis,
al ver que los ensueños del idealismo
libran rudos combates con el realismo,
y lejos de otorgarnos la ansiada palma,
nos cautiva en la lucha y agosta el alma:
Escuchad u n a fábula, que no sé cuando
f o r j é . . . medio r i e n d o . . . medio l l o r a n d o . . .
con risa que no alegra, sino a d o l e c e ;
con llanto que no amarga, pero e n t r i s t e c e ;
que aunque sé que en la vida no hay n a d a serio,
también sé que en las almas todo es misterio.

* **

Erase un lindo grillo, joven, ardiente,


del canto enamorado sinceramente.
Le b r o t a b a n del alma las melodías,
y p a s a b a c a n t a n d o noches y días.
No despertaba un eco Naturaleza,
en que él no hallara un ritmo de alta belleza.
Si con voz gemebunda, como un lamento,
en el hueco de un árbol lloraba el viento ;
si al rizarse espumosa la onda del lago,
m u r m u r a b a un ligero susurro v a g o :
118 EL MORRAL D E U N BOHEMIO

si en el áspera selva rugía, violenta,


la furia fragorosa de la t o r m e n t a :
si en el aire sembraban tenues rumores,
mariposas volando sobre las f l o r e s . . .
el grillo entusiasmado, siempre d e c í a :
« ¡ el alma de los m u n d o s es la H a r m o n í a !»
Y h a s t a en esos momentos en que dormido
el valle, no levanta ningún sonido,
él escuchaba, en medio de aquella calma,
la voz del Universo dentro del alma.
A veces, desahogando su fé sincera,
enardecido hablaba de esta m a n e r a :
« E n el seno del caos n a d a existía.
El silencio imperaba. Todo dormía.
Pero al sonar del Verbo la primer nota,
rasgó el orbe sus velos de sombra i g n o t a :
vistiéronse los mundos sus trajes de oro :
vibró en el firmamento celeste coro,
y á oir de los querubes la estrofa alada,
se asomaron los soles desde la N a d a . »
A u n q u e t a n bellas cosas el grillo ardiente,
bullidoras sentía bajo su frente,
no arrancaba á sus élitros otro sonido
que el estridor monótono de su chirrido.
Y a u n q u e él mismo aplaudía, presuntuoso,
porque era, como artista, m u y vanidoso,
pensaba, al compararlo con un gorgeo,
que era su pobre canto b a s t a n t e feo.

** *

U n a noche de estío, clara, serena,


b a ñ a d a en resplandores de luna llena,
IDEALISMO Y REALISMO

junto al margen florido de una cañada


en que flotaban chispas de luz plateada,
c a u t a m e n t e posado bajo un tomillo,
su estridente canturria lanzaba el grillo.
De repente, un harpegio, dulce, suave,
bordado por flexibles trinos de ave,
cual preludio de excelsa canción del cielo,
se espandió por la orilla del arroyuelo,
se desgranó en rosario de frescas notas
como en honda cisterna perladas gotas,
creció, luego, sonoro, se abrió ondulante,
se amplificó harmonioso con voz pujante
y al fin, sublime canto raudo y potente,
como un himno glorioso llenó el ambiente.
Maravillado el grillo, calló un m o m e n t o
y escuchó embelesado, falto de aliento.
¡ Era la vez primera que el pobre oía
del ruiseñor del bosque la melodía
y extremecieron su alma los sones regios
de aquella c a t a r a t a de mil h a r p e g i o s !
Absorto, fascinado, siguió el camino
de aquel imponderable canto divino,
y parándose humilde cerca del ave,
le dijo así, rezando, con voz s u a v e :
«¡ Oí el ritmo divino con que t ú cantas,
y he venido á p o s t r a r m e bajo tus p l a n t a s !
¿ Eres el genio alado de la Harmonía
que á t u s zonas elevas al alma m í a ?
¿ Eres un Dios benigno que bajó al suelo
á enseñarnos la excelsa canción del c i e l o . . .
Seguir no pudo el grillo la perorata,
porque cortando el hilo de su fermata,
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

el cantor de los bosques cuando lo v i o . . .


de un ágil picotazo, lo devoró.

***

¡ Soñadores ingenuos que con anhelo


intentáis de la diosa rasgar el velo,
y eleváis las más p u r a s estrofas santas
como nobles ofrendas, hasta sus p l a n t a s . . .
¡ temed que acepte el óbolo de los cantores,
como el rezo del grillo los ruiseñores ;
pues la esfinge implacable que os enamora,
fascina vuestras almas y las d e v o r a !

¡ Señora que, apenada, me consultáis,


p a r a que os dé consuelo, porque dudáis
al ver que los ensueños del idealismo,
libran rudos combates con el realismo,
y lejos de otorgarnos la eterna palma,
nos cautiva en la lucha y agosta al alma . . .
¡ recordad que esa Esfinge que os enamora
siempre fué de ideales devoradora !
LA ÚNICA V E R D A D .

Entre el son rumoroso del viento


pensé que vibraban acordes de lira,
y una voz misteriosa y e x t r a ñ a
muy quedo, al oído me dijo : « m e n t i r a »

Vi radiar el fulgor que circunda


la faz a d o r a d a que a m a n t e nos mira,
y de nuevo la voz misteriosa
m u y quedo, al oído, me dijo : «mentira»

Espandióse en redor de mis sienes


el himno que ensueños gloriosos inspira,
y de nuevo la voz misteriosa
muy quedo, al oído, me dijo : «mentira»

Envolviéronme risas, deleites,


la crápula, el vino, la ardiente hetaira,
pero siempre la voz misteriosa
sonaba en mi oído, diciendo : «mentira»

Solamente en las noches de insomnio,


cuando el alma doliente s u s p i r a , . . .
cuando llora con hondo gemido,
la voz misteriosa no dice : «mentira »
E L P R O B L E M A D E LA FELICIDAD.

San Pedro t a r d a b a en abrir la p u e r t a . Con los años iba ha-


ciéndose, quizá, lento y perezoso. Y ello es que se habia reu-
nido un buen grupo de almas ante las célicas puertas, espe-
rando la e n t r a d a en la mansión del eterno premio.
Y como las malas m a ñ a s no se pierden sino poco á poco,
y en el paso de la v i d a á la inmortalidad se invierte t a n esca-
so tiempo, aquellas buenas almas no habían perdido la te-
rrena costumbre de la parlanchinería, ni las nerviosidades,
aunque sin nervios, de la impaciencia.
—¡Qué diablos!—dijo una, sin advertir que estaba en los
divinos dinteles,— sobre lo mucho que hemos padecido allá
abajo •—y señalaba el p u n t i t o casi imperceptible de nuestro
mundo—todavía tenemos que sufrir la espera. Estos por-
teros son así, h a s t a en el cielo.
—¡ Ah ! — respondió otra, — son insufribles estos sirvien-
tes de casa grande.
Y poco á poco fueron m u r m u r a n d o todos h a s t a generali-
zarse la conversación.
—¡Oh! la felicidad cuesta t a n t o conseguirla; Sufriré u n
momento más, ya que t a n desgraciado fui en la tierra.
—No más que y o — fueron diciendo por t u r n o todas las
buenas almas.
Y entraron en el terreno de las confidencias.
— H e sido la mujer m á s hermosa de mi tiempo. He visto
á los pies de mi belleza todas las fortunas y todos los pode-
124 EL MORRAL D E U N BOHEMIO

res arrodillados. He caminado sobre una alfombra de co-


razones enamorados, afanosos por satisfacer mis menores
a n t o j o s . . . y, sin embargo, no he sido feliz.
— H e sido el más poderoso de los emperadores. Millares de
pueblos me a c a t a r o n ; los subditos, por millones, me ado-
raron como á u n dios. Un movimiento de mi m a n o cambiaba
la faz de las n a c i o n e s . . . y, sin embargo, no he sido feliz.
—He sido el hombre más sabio de mi época. La ciencia me
entregó sus más hondos secretos. L e v a n t á r o n m e estatuas en
vida; luciéronme apoteosis, mientras la magia de me sabidu-
ría descorría todos los velos y mis ojos se extasiaban en la
contemplación de ignotos p r o d i g i o s . . . y, sin embargo, no
he sido feliz.
— H e sido el ejemplar más puro de la v i r t u d sin mancha.
Hombres y mujeres se inclinaban con respeto á mi paso,
como si una aurelola divina circundara mis sienes. J a m á s
fui mirado sino con éxtasis de i d o l a t r í a . . . y, sin embargo,
no he sido feliz.
— H e sido el más rico de los hombres. Mis tesoros eran
inapreciables. Palacios, jardines, trajes de oro tejido, piedras
preciosas, minas de brillantes, todo cuanto la opulencia pue-
de soñar lo he manejado á mi capricho como granos de arena.
He repartido la p o m p a y el boato á mi p a s o . . . y, sin em-
bargo, no he sido feliz;
— H e sido el mas hábil saboreador de la vida. Solo me he
preocupado de mis placeres. Fiestas, banquetes, amores,
deleites refinados, risa sin pausa, alegre compañía, vinos,
cantares, guirnaldas en la frente y dulces pasiones en el co-
razón, han sido mi bagaje y mi a l i m e n t o . . . y, sin embargo,
no he sido feliz.

De este modo fueron todos exponiendo el resumen de sus


IDEALISMO Y REALISMO 125

vidas, alegres, sabias ó fastuosas, y todos t e r m i n a b a n con la


misma acongojada f r a s e . . . «no he sido feliz».
—Pues yo he sido feliz — exclamó repentinamente la voz
atiplada de una almita inadvertida entre el grupo.
Gran sorpresa produjo en el grupo aquella exclamación.
—¿Como? ¿No has sufrido nunca?
—Nunca.
—¿No te ha hecho padecer la ambición?
—No.
— ¿ N i la muerte de seres queridos ? ¿ ni la pobreza ?
¿ ni los desengaños ?
— ¡ Nada!
— ¿ Ni los celos ? ¿ ni el amor ?
— He sido completamente feliz. Mi vida se ha deslizado
como un ensueño delicioso; he recorrido el camino como
una pluma en alas de suave brisa, sin conmociones, sin
esfuerzo, sin alteraciones de u n a paz continua.
— ¿ P e r o qué fuiste en la t i e r r a ? — p r e g u n t a r o n t o d o s
con estupefacción, con ansiedad.
Ingenuamente, contestó la dichosa a l m i t a :
— He sido gato de convento.
P E R L A S FALSAS.

—¡Ah señores del J u r a d o ! voy á hablar, y a que me lo per-


miten, pero no p a r a pedir conmiseración, sino p a r a que con-
sideren mi j u v e n t u d , mi inesperiencia. A ú n no he cumplido
veinte y tres años,, y a u n q u e solo soy un pobre sacristán,
tengo un poco de imaginación, algo de fantasía, y el m u n d o
me parece risueño, y la vida lisonjera: y además; ¡era t a n
hermosa mi amiga! ¡ustedes no la han visto!
Vean, la cosa es m u y sencilla. Vivía sola: era huérfana, po-
bre, modista. Su v e n t a n a es esa que cae á la callejuela fren-
te al costado de la iglesia: cuatro varas, á lo sumo, de la ven-
t a n a de mi cuarto, que está en el piso alto, á la subida de la
torre.
A fuerza de vernos, nos hicimos amigos, y h a b l á b a m o s de
ventana á v e n t a n a , al través de las flores y las enredaderas
que cubren su reja sobre las macetas y bajo la jaula del ca-
nario. Después me permitió que e n t r a r a en la casa.
Confieso, señores, que yo estaba loco. Todo en ella me em-
belesaba: su carita risueña; la b o q u i t a parlera: aquellas for-
mas que paseaba gallardamente, como u n a bendición de
Dios, incitando al abrazo: aquellos ojos, negros, grandes, so-
ñadores . . . aquellos ojos, que hablan, de no se qué cosas
lindas que ellos guardan en secreto y que á uno le e n t r a
mucha curiosidad por saberlas.
Las gentes del barrio me dijeron que mi a m i g a tenía
mala fama, que me guardase de e l l a : p r e g u n t é por q u é ,
128 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

y me contestaron que porque era m u y alegre. ¡ Oh ! yo


no creo que eso sea delito : yo t a m b i é n soy alegre ; el sol mis-
mo, con ser t a n bello y t a n puro, es alegre ; la alegría me pa-
rece que es algo así como u n a sonrisa de D i o s : h a s t a ustedes,
señores jurados, creo que, cuando no estén aquí sentados
en esos altos sitiales, han de ser también alegres, porque sino
¿ p a r a qué diablos serviría la vida ? Así es que á nadie hice
caso y seguí queriéndola, y dejándome querer, y saborean-
do mi felicidad.
Cuando subía á la torre, p a s a b a primero por mi cuarto
p a r a mirar un m o m e n t o á aquella v e n t a n a donde ella me
sonreía : aquella v e n t a n a que, abierta en el muro blanco, me
parecía uno de esos pedazos de cielo que suelen verse entre
nubes : y después, en el campanario, ¡ qué gozoso m e sona-
ba el repique de las c a m p a n a s !
Cuando salía por la puertecilla que da á la plaza, pensan-
do en mi vecina, me parecía el aire formado de p u r a luz, y
el cielo de p u r a gloria, y la vida t o d a de p u r a alegría, y que
no era posible n a d a más dulce que aquella emoción de dicha.
Y sin embargo, cuando d a b a v u e l t a á la esquina y e n t r a b a
en la estrecha calle y veía en la v e n t a n a las macetas de flores,
las capuchinas de la enredadera, la jaula del canario, y la ca-
ra de ella sonriendo, esperándome, con los ojos m u y brillan-
tes, m u y llenos de todas aquellas cosas secretas que ella te-
nía ganas de contarme y yo m á s ganas de saber, ¡ah! enton-
ces, sentía que la g a r g a n t a se m e hinchaba al pasar la sangre
á borbotones por las arterias, que el cuerpo me rebosaba vida,
y que el escalofrío de la dicha me corría desde los pies h a s t a
la raíz de los c a b e l l o s . . . : y a t r a v e s a b a la calle, y entra-
b a en la casa, y allá en lo alto de la escalerilla medio oscura,
brillaba ella como un lucero, y me recibían dos brazos redon-
dos, una boquita roja como g r a n a d a e n t r e a b i e r t a . . . ¡ah,
señores jurados; ya he dicho que estaba loco, y a ú n no he
IDEALISMO Y REALISMO 129

sanado: ¡vean¡ no soy aficionado á la bebida y no sé lo que


es una borrachera de vino, pero es imposible que sea t a n
fuerte como una borrachera de mujer.
Cuando hablábamos entre los vahídos de aquella embria-
guez, soñábamos m u c h a s cosas locas: pero sobre todo, en lo
que haríamos si fuésemos ricos: y t a n t o hablar, t a n t o hablar
de a q u e l l o . . . ¡ah, señores! nos cautivó el afán de ser ricos:
pero nos cautivó como u n a obsesión, como u n afán t a n in-
tenso que martiriza y t o r t u r a . . . ¡ustedes no saben lo que
es desear mucho u n a cosa á mi edad; necesitar que se realice
el deseo para poder seguir viviendo; sentir que si no se cum-
ple van á estallar las venas aquí dentro!
Pues bien: ella me dijo un día, que había visto ese gran co-
llar de tres vueltas de perlas finas de la Virgen, y me enseñó,
después, otro que ella t e n í a . . . ¡tan i g u a l i t o ! . . . ¡si me pa-
o

reció el mismo!
¡Qué buena idea la suya! ¡si era imposible que alguien no-
tara el cambio! Además, ¿que le i m p o r t a b a á la imagen t e -
ner un collar ú otro? ¿acaso la Virgen es c o q u e t a . . . ?
¡Y qué hermosa vida podríamos hacer! ¡Y me era t a n fácil
cambiarlos al día siguiente de la fiesta de la Virgen, cuando
guardáramos las alhajas en el arcón de la s a c r i s t í a . . . !
Con las perlas finas de la Virgen viviríamos t a n lujosamen-
te como esos príncipes de las novelas. Nos iríamos á Italia,
ó más lejos: y tendríamos un palacio, y coches, y lacayos; y
daríamos lucidos bailes á las grandes d a m a s y á los señores
...¡soñamos t a n t a s cosas d e l i c i o s a s . . . !
Sin embargo yo tenía algunos escrúpulos todavía: pero
ella me dijo que la t a r d e en que y o llevara el collar fino, ce-
naríamos juntos y quedaríamos j u n t o s h a s t a el día siguien-
te, en que siempre juntos, y y a p a r a siempre, nos iríamos, m u y
calladitos y m u y felices, á Italia, á disfrutar nuestras rique-
zas.

0
130 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

A n t e tal promesa m e cegó ese deseo que h a y que cumplir


p a r a poder seguir viviendo, y cambié los c o l l a r e s . . . y ce-
namos j u n t o s . . . y se cumplió todo, t o d o . . . menos el via-
je. ¡ Ah, señores! ¡ pónganse ustedes en mi lugar I—
Hizo u n a p a u s a el reo.
Los señores jurados sintieron, u n á n i m e m e n t e , u n a dolo-
rosa consternación, nó ante la m a g n i t u d del delito, sino por
no poder ponerse en el lugar del acusado.
—Después,—prosiguió este—ya ustedes lo saben; ella huyó
y huyó sin mi, pero con el collar; engañándome. ¡ Y yo estoy
aquí, ante ustedes, en este banquillo, c o n f u n d i d o . . . y llo-
rando! Pero no crean que lloro por el collar, ni por no ser
rico, ni por miedo á la c á r c e l . . . ¡qué me i m p o r t a todo eso!
L l o r o . . . lo confieso, porque ella no era la perla fina
que yo creí, sino t a n f a l s a . . . ¡más falsa, todavía, que las per-
las de su collar!
Y el desgraciado iluso se ahogó en sollozos.

***

¡Pobre sacristán, sencillo, crédulo, alucinado! No sé lo


que sentenciarán t u s jueces; pero sábete, por si te sirve de
consuelo, que yo, por mi p a r t e , te a b s u e l v o . . . y¡Ia imagen
de la virgen también.
¡ D O N D E ESTÁ LA A L E G R Í A !

Radiosa y fecundante, coronada de espigas, distribuyendo


laureles, inoculando savias, despertando amores, se presen-
tó la Vida, la Excelsa, ante el a r m ' p o t e n t e emperador.
Lo encontró en el brillo de su gloria, en el esplendor de su
poderío, rodeado de riquezas, halagadas todas, sus pasiones,
acatados todos sus caprichos. Era como una e s t a t u a vivien-
te que tuviera al m u n d o por pedestal.
Le preguntó:
—¿Eres feliz con t u imperio ?
—Soy desgraciado. Y t ú que me interrogas ¿ quién eres?
—Soy la Vida. ¿Me amas?
—¿Cómo no a m a r t e si eres la Vida?
—Pruébame t u amor y dejarás de ser desgraciado.
—¿Qué quieres?
— D a m e tus p ú r p u r a s , t u s atavíos.
—Tómalos. .
—Dame todas las voluptuosidades de tus palacios, t o d a la
magnificencia de t u s alcázares.
—Te los doy.
—Dame tus ambiciones de gloria, tus anhelos de inmorta-
lidad.
—Te los doy. ¿Qué no daré por tí, si eres la Vida?
—Dame la paz de t u s más dulces ensueños y el'ardor que-
mante de^tus más*nobles"pasiones.
—Todo lo daré por la Vida.
132 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

—Bien. ¿Que me pides en cambio?


Sonrió irónicamente el emperador, y c o n t e s t ó :
—Quiero que me devuelvas lo que me han robado m i mis-
m a grandeza, el fausto, los b a n q u e t e s , los d e l e i t e s . . .
—Pide.
— Q u i e r o . . . digerir.
• El semblante de la diosa t u v o por u n m o m e n t o u n gesto
de lástima. Luego, lentamente, replicó:
— P a r a lograr ese deseo, recibirás de mi m a n o las a r m a s
de tu nueva caballería, y el escudo, y el penacho, y el lema.
Serás mi paladín. ¿ A c e p t a s ? . . .
—¡Oh, divina Vida! ¿Quién por poseer t u amor no acep-
t a r á todos los sacrificios?
Pues óyeme, emperador. Tendrás por penacho una cabe-
llera e n m a r a ñ a d a ; por escudo, t u s músculos, fuertes y de-
fensores; por escudero, t u propio corazón r u d a m e n t e forta-
lecido en las luchas sostenidas p a r a conquistarme; por pala-
cio, la cabana que construirá t u propio esfuerzo; por jardines,
los bosques que talarán t u s brazos y las flores silvestres que
cuidarás con a m o r ; por espada, el férreo arado con que fe-
cundar la s a n t a matriz de la t i e r r a . . .
Aquel emperador armipotente supo escuchar el sagrado
Verbo, y supo olvidarlo todo, y supo labrar y fecundar la tie-
r r a . . . y celebró sus nupcias con la V i d a . . .y logró d i g e r i r . . .
y fué dichoso.
i UN AÑO M Á S !

¡ Desperté con esplín esta m a ñ a n a


reflexionando, hastiado, que hoy se enreda
un año m á s á la madeja h u m a n a !
No estrañes, pues, que con el alma aceda,
filosófica charla insulsa ó v a n a
t e ofrezca, y como el bueno de Espronceda,
escriba con libérrimo albedrío
sin ton ni son y para gusto mió.

¡ Un año m á s ! La juvenil diadema


pierde hoy una perla en su camino,
y una t r a s otra, en la j o r n a d a e x t r e m a ,
cuando llege al final de su destino
no o s t e n t a r á ni el brillo d e una gema
la frente del cansado p e r e g r i n o :
que cuando el lindo de lo E t e r n o salva,
penetra en él con la cabeza calva.

***

¡ Un año más! El alma revestida


de férrea malla insiste en la pelea. .
Si tragedia y saínete es n u e s t r a vida
siga la lid y sin descanso s e a !
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

Hagamos que la cota ennegrecida


cubra, á la vez, al cuerpo y á la idea.
¿ Un ano más ? ¡ E n el c o m b a t e e n t r e m o s !
¡ R u d a es la l i d ! ¡ Vivamos y l u c h e m o s !

*** -

¡ Malditos treinta años,


funesta edad de amargos desengaños]
dijo el poeta con dolor profundo
en qué estrofa no sé de El Diablo Mundo.

¡ Y con cuánto pesar el lloro ardiente


m a n a b a de su pluma, ó de sus ojos,
viendo las canas invadir su frente
y al espejo m i r á n d o s e ! ¡ Qué enojos
b r o t a b a n iracundos de su m e n t e
temiendo ver huir los labios rojos
ante sus labios, y las blancas manos
ausentes, y a , de sus cabellos c a n o s !

* **

¿ Q u é hubiera dicho si á su vida airada,


mezcla confusa de ilusión y pena,
por nuevos torbellinos arrastrada,
aún se hubiera añadido otra decena
de aturdidores años, y a m a r r a d a
viese aún al alma por fatal c a d e n a ?
Qué hubiera dicho, si en lugar del treinta ?
hubiera sido el número cuarenta?
IDEALISMO Y REALISMO

# # *

Pienso que, acaso, hubiéran'se amainado


de su mente los locos remolinos
y á la vejez se hubiera subyugado
dejando juveniles desatinos.
Triste es ser viejo, más si está vedado
ser siempre joven, sólo hay dos c a m i n o s ;
ó escapar por la p u e r t a del suicidio,
ó seguir h a b i t a n d o este presidio.

***

Además, no es posible hacer sintética


la s u m a del vivir de un alma estática
dando al dolor e n t r a d a en la aritmética
y á las pasiones forma m a t e m á t i c a .
Por eso á la mujer, que es más poética,
la cuenta del vivir le es antipática,
porque la edad, en la materia, es lógica,
pero aplicada al alma, es paradógica.

Yo corro, audaz, el temporal, y sigo


mi incierto derrotero hacía a d e l a n t e :
no busco el puerto d e m a n d a n d o a b r i g o :
soporto el vendabal con buen t a l a n t e ,
y puesto que el Creador no h a r á conmigo
un ejemplar de eterno caminante,
si t a r d e ó pronto perderé el pellejo
sigo viviendo a u n q u e me vuelva viejo.
EL MORRAL D E U N BOHEMIO

* # #

Pero en la variedad consiste el gusto


según reza el refrán; y sabiamente
t r a t o de ver si al porvenir ajusto
una vida agradable y diferente:
no es que de mi pretérito me a s u s t o :
no es que de mis tropiezos me l a m e n t e :
es que sé, por m u y sólidas razones,
que tiene cada edad sus diversiones.

Es comedia la vida, y en conciencia


de aspecto cambiará el p r o t a g o n i s t a ;
y h a r á papel de bobo en la inocencia,
y de b a r b a , ó galán, según le asista
con su saber la edad ó la esperiencia:
yo que á bobo y galán pasé revista,
quiero de hoy adelante divertirme
representando al b a r b a y sin reírme.

T r a t a r é de ser grave y e s t i r a d o :
cuidar de la corbata y la camisa :
hablar despacio, en tono mesurado,
m u y poco y t a n dequedo como en misa
optaré á mercader ó diputado,
y si niego á los pobres mi sonrisa
y miro á los poetas con desprecio
llegaré á ser un respetable necio.
IDEALISMO Y REALISMO

***
Le daré al pensamiento por tarea
pensar lo que de mí piensa el v e c i n o :
haré lisonja al rico, a u n q u e lo crea
ya u n fatuo, y a un malvado, y a un pollino
si bebo y juego, haré que no se vea,
y así todos dirán con sabio t i n o :
«¡ es un hombre t a n docto y t a n discreto,
«que es ebrio y jugador, pero en secreto!»

***

P a r a m o s t r a r m e siempre faustuoso
no he de explotar al rico, sino al p o b r e :
¡ del rencor hay que huir del poderoso
pues el del infeliz no vale un c o b r e !
si enriquezco, ¿ qué importa que, anheloso,
de pobres un tropel clame y z o z o b r e ?
¡ Esos mismos pobretes, algún día,
cobrando, aplaudirán mi pillería!

Me esquivaré, que es método magnífico


salir poco y sonado como el viático,
t a n solo á asuntos de valor científico
ó á cuestiones de u n orden diplomático,
y aun si, en esto, no h a y éxito honorífico
quedaré retraído y enigmático,
que al que se esquiva, el público raquítico
lo juzga gran sociólogo y político.
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

***

A todo el que m e estorbe ó me moleste


siempre que pueda le daré un f u s t a z o :
implacable y cruel como la peste
tendré listo a m a g a n d o el latigazo :
que mientras más feroz el golpe aseste
me honrará más el vulgo de rechazo,
pues tratándolo bien, muerde y mancilla,
pero sintiendo el látigo, se humilla.

***

Si del fondo del alma se l e v a n t a '


vago recuerdo de pasada gloria
y en dulces ecos sonorosos canta
de un idílico amor la breve historia,
y el dolor en mi seno se agiganta,
y en buitre convertida la memoria
con rudo asalto y con traidor acecho
las garras ceba en mi angustiado p e c h o ;

***

si entre sus sones me repite el viento


de u n a playa lejana los rumores,
despertando en mi triste pensamiento
de u n a aurora p a s a d a los fulgores;
y el son remoto del m a t e r n o acento,
y u n a p r e n d a de amor envuelta en flores;
y en la m u d a capilla solitaria
el susurro infantil de una plegaria:
IDEALISMO Y REALISMO"

* **
si u n renuevo de vida verdadera,
vida del alma, vida de ternura,
cual la flor que nació en la calavera
abre en mi pecho m u e r t o su h e r m o s u r a . . .
yo mismo la ajaré con mi m a n o artera
y destruiré perfume y galanura
y pasearé mi alma agonizante
con máscara de hierro en el semblante.

***

Pero ¿ m e he entristecido, interrumpiendo


la n o r m a que me impuse en mi tarea,
caminando sin norte, y confundiendo
serio y jocoso en la revuelta i d e a ?
¿ ó acaso fiel imagen estoy siendo
de ese m u n d o exterior que me rodea
donde de risa y llanto enloquecidos
a n d a n Amor y Odio confundidos?

* **

¡ Desperté con esplín esta m a ñ a n a


reflexionando, hastiado, que hoy se enreda
un año más á la madeja h u m a n a !
No extrañes, pues, que con el alma aceda
filosófica charla exigua ó v a n a ,
te ofresca, y como el bueno de Espronceda
escriba, con libérrimo albedrío
sin ton ni son y para mi gusto mió.
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

( S i asi dijo el excéptico , no afirmo,


ni i m p o r t a mucho la verdad del caso.
Que tuviera razón, no lo confirmo
pues no dicto sentencias al acaso.
Conste, por t a n t o , que si copio y firmo,
lo hago t a n solo por salir del paso.
¿ Q u e un año más en nuestro ser se e n r e d a ?
¡ á vivir y á b e b e r ! ¡ Siga la rueda !)
EL P R O B L E M A D E LA SABIDURÍA.

¿ No conocéis á Lucifer ? ¡Simpaticísima personal Amigo


leal de nuestros dulces pecados, poeta diabólico, autor de
tragedias, pródigo de divertidísimos saínetes, consejero
de las mujeres que ofrecen á muchos hombres el placer de
engañar á uno s o l o . . . Lucifer es más inteligente que San
Francisco de Borja.
Pues bien. Mi amigo Lucifer me regaló un globo dirigible :
tan poco dirigible como nuestra propia conducta en el m u n -
do, aunque creemos que la dirigimos.
Me metí en el globo luciferino y a s c e n d í . . . a s c e n d í . . .
— ¡ Cuánto placer ! — decía yo en mi interior — ¡ H u i r
de la imbécil masa h u m a n a ! (y eso de imbécil lo s a b r a y a b a
yo con t o d a la soberbia propia de un i m b é c i l ) . ¡ Cuan gra-
to placer el de elevarme sobre las nubes y ver chiquitas la
grandezas de la tierra !
Lucifer, que estaba á mi lado, en la barquilla, m e dijo
burlonamente :
— ¡ Más chico te ven ellos, ahora que le alejas !
— Sí, pero hacia arriba — contesté elegantemente.
— En el universo no hay arriba ni abajo, ni derecha ni
izquierda. Ir, sin saber a d o n d e : ese es vuestro destino.
— No me estropees la ilusión — le contesté — me bas-
ta con huir de los mortales.
— Sin, por eso, hacerte inmortal.
— Me levantarán estatuas.
142 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

— ¡ Qué pronto caerán !


— Soy el moderno Icaro.
— La vieja fábula es m u y sabia. Un sol, no importa
cuál, ni cómo, ni cuándo, fundirá tus alas.
— Déjame ascender, puesto que es mi gusto y mi orgullo.
— A s c i e n d e . . . Más t a r d e hablaremos.

Y hablamos.
— ¡ Qué sólo voy quedándome !
—Me pediste sabiduría: te la he otorgado... ¡y te quejas!
•—Antes me entendían y los entendía, y c a m b i a b a con t o -
dos ellos mis amores.
— T u sabiduría no te permite creer en los amores. No con-
fundas instinto con amor. El instinto supremo, fuente, m a -
nantial, venero, mina, es de los ignorantes • • • ¿ Quieres ser
sabio? ¡ asciende 1 — Y seguí a s c e n d i e n d o . . . como sabio.
E n mis magníficas alturas no vibraba un eco. No había quien
m e dijese ni siquiera una simplicidad amable. La presión
atmosférica no b a s t a b a y a á contener en sus vasos n a t u r a -
les, ni la sangre de mis venas, ni las lágrimas de mi alma.
— ¡No quiero subir más! — le dije horrorizado á mi dia-
bólico amigo.
—Sube, puesto que quieres ser sabio. Y el globo se elevaba;
y los hombres, mis necios hermanos, q u e d a b a n allá abajo,
felices con sus necedades, mientras yo conquistaba las altas
zonas de la sabiduría, solo, en la m á s horrible de las soledades.
— N o quiero ser sabio — le dije— no quiero que el globo
de mi soberbia siga alejándose de la jovial t o n t e r í a de los
hombres!
— N o tiene remedio— me dijo el burlón amigo. — Subir
es difícil, pero bajar es imposible. El globo de t u orgullo se
IDEALISMO Y REALISMO 143

hincha t a n t o más cuanto m á s sube; y sube t a n t o más c u a n t o


más se hincha.
—Quiero descender allá abajo, sembrar un prado, oir men-
tiras de labios de mujer, promesas falsas de falsos amigos,
discursos de mentidos p a t r i o t i s m o s . . . quiero estar entre
los que se ríen, entre los que lloran por el santo placer de que
los haya engañado a l g u i e n . . . !
—No tiene remedio— repitió el demoníaco— subirás y
subirás pues lo pediste, y, mientras m á s subas estarás m á s
triste, porque estarás m á s solo, y t u lágrima de sabio la a b -
sorberá la atmósfera insensible, que no tiene senos de mujer
bella é ignorante donde es tan dulce llorar. Subirás secando
tus propias raíces, y cuando florezcas, sentirán tus capullos
las nostalgias del estiércol que rodeó y alimentó tu semilla.
Lanzando u n a carcajada, añadió:
—Te di, porque la pediste, la gran sabiduría de maldecir
t u propia sabiduría.

Y el globo de mi soberbia, á fuerza de ascender hacia la


soledad estalló.
¡Bendito y alabado sea el humilde cabrero que ni siquie-
ra sabe que n a d a sabe!
EPICÚREAS

10
LA M U J E R Y E L V I N O .

Lo que nos ordena Dios


con más impulso querer,
son dos cosas, solo dos,
que van u n a de otra en p o s :
son el vino y la mujer;
y yo, como soy a m a n t e
de cuanto Dios ha ordenado,
procuro, siempre constante,
tener al vino delante
y u n a mujer á mi lado.
Cuando, después de beber,
se siente al vino subir
poco á poco y ejercer
su diabólico poder
haciendo al cerebro hervir,
y t r a b a n d o la razón,
multiplica la alegría,
suelta la imaginación,
amordaza el corazón
y exalta la fantasía,
el hombre m á s ignorante,
por estólido que sea,
es capaz, sin que le espante,
de abarcar en ese i n s t a n t e
del Infinito la idea.
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

Cuando la mujer a m a d a
con cálido desosiego,
por el amor inspirada
nos envuelve en su m i r a d a
como en u n baño de fuego,
y bajo ei influjo ardiente
de profundo arrobamiento
allá en el alma se siente
como de un beso candente
el vago estremecimiento,
no h a y hombre, por insensible
que su corazón parezca,
que sintiéndose impasible,
por ese goce indecible
h a s t a la vid"a no ofrezca;
no existe quien al fulgor
mágico de u n a mirada
no perciba el resplandor
del cielo tras el amor
de la mujer adorada.

Lo más noble que hizo Dios,


y esto está claro de ver,
son dos cosas, sólo dos,
que van u n a de otra en p o s :
son el vino y la mujer.
P o r eso siempre he pensado
que la existencia es m u y bella,
gozándola sin cuidado,
con u n a mujer al lado
y enfrente de u n a botella.
MUSA BÁQUICA.

Es mi m u s a esbeltísima doncella,
ingeniosa, jovial, franca, inocente,
y es benigna t a m b i é n , lozana y bella.
Sobre su rostro ebúrneo y sonriente,
cada negra pupila es una estrella.
Canta cual ruiseñor j u n t o á la fuente
del báquico licor que a m a y perfuma
con jugos de m a n d r a g o r a y beleño;
y el rostro, blanco y puro como espuma,
más que un rostro real es un ensueño.
Con gozosos y candidos amores
que encienden sus pupilas de sonrojos,
vierte en mis copas y en mis labios flores
e n ' q u e unen sus fragancias y colores
azahares blancos y claveles rojos.
Bebo en la copa que sus propios labios
embalsamaron con olor de besos.
De gozoso festín en los excesos
nunca en su boca vi quejas ni agravios.
Me arrulla el sueño, y al llegar el día
después de mi pasión y su locura
¡ cómo en mí se renueva la alegría!
¡ qué dulce d e s p e r t a r ! ¡ c u á n t a t e r n u r a !
¡ cuánto afán de besarla t o d a v í a 1 . . .
150 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

¡ Aquella h u y ó !
Violenta, ruda, h u r a ñ a ,
es hoy mi musa en la rugiente o r g í a ;
y es, por monstruosa confusión e x t r a ñ a ,
bello arcángel del mal y horrible arpía.
Muestra, al d a r sus histéricos amores,
lívidos labios y pupila roja,
y en su tirso de p á m p a n o s y flores
traidora oculta u n a acerada hoja.
E n las locas estrofas de su canto
hay odio y hay amor, sombras y aurora,
clamor que gime, maldición que llora,
embriaguez y dolor, gozo y q u e b r a n t o . . .
¡ i n a u d i t a fusión de risa y llanto,
de ignoto afán y pena a b r u m a d o r a !
¡ Me repugna y m e a t r a e !
Sus abrazos
sus acres besos de lujuria llenos,
son dolorosos y opresivos lazos
en que h a y pasión, t o r t u r a s y venenos.
Cuando vierte sus flores en la orgía,
cárdenas como flor de sepultura,
la quisiera m a t a r con m a n o impía.
T u r b a mis sueños con la magia i m p u r a
de su lascivia, y cuando a l u m b r a el d í a . . .
¡ qué horrible d e s p e r t a r ! ¡ c u á n t a a m a r g u r a !
¡ c u á n t o tedio en el a l m a ! ¡ qué p a v u r a !
¡ y qué afán de m a t a r l a t o d a v í a ! . . .
EPICÚREAS 151

Hoy las dos musas vacilando e v o c o ;


mas, la de ayer, la blanca como armiño,
¿ fué la ilusión de u n necio ó la de un n i ñ o ?
y ésta, roja cual fuego, que ahora invoco,
¿ es parodia de un Byron, ó de un loco ? . . .
FILOSOFÍA ALCOHÓLICA.

De filósofos h a y u n regimiento
que de saber en su ambición inmensa,
pensando cómo piensa el pensamiento
saben t a n t o , señor, como el j u m e n t o
que solamente piensa . . . cuando piensa.

Yo ,á quien la ciencia a s o m b r a y maravilla,


nada del caso sé ,ni me da apuro;
mas aunque n a d a sepa ,me figuro
que es nuestro pensamiento u n a sencilla
m á q u i n a de v a p o r , que á la mollera
da en vapor su fecundo remolino,
y el estomago ejerce de caldera.

De este modo,se fragua


del hombre el pensamiento peregrino;
solo que en vez de usar vapor de agua,
debemos siempre usar vapor de vino.

También llego á d u d a r en a l g ú n caso,


si es nuestra v i d a a m a r g a borrachera
que solo angustia, sin placer, g e n e r a . . .
mas ¿qué digo? ¿será que por acaso
me voy á entristecer ? \ D a d m e otro vaso,
que esto es falta de vino en la caldera !
EL F E S T Í N .

¡Acercaos al b a n q u e t e de la v i d a !
no puedo concebir
que h a y a quien busque en el morir descanso
siendo alegre el vivir.
Goces la mesa en profusión nos b r i n d a :
las bellas en r e d o r ;
vino en las c o p a s : en los labios b e s o s :
en los ojos amor.
Cantares, risas, embriaguez, deleites,
nos ofrece el f e s t í n :
trinos, perfumes, embriagantes auras
el cercano jardín.
Acercaos al b a n q u e t e , y si os amarga,
por acaso, un manjar,
libad miel en los labios de u n a hermosa,
¡y á reir¡ ¡y á cantar!
Y si del beso al q u e m a d o r aliento
sentís el pecho arder,
apagad el incendio con el vino,
¡y á gozar! ¡y á beber!
En la encendida atmósfera palpitan
ansias de eterno a m o r :
en las ebrias pupilas centellea
inextinguible ardor.
156 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

¡ Acercaos al b a n q u e t e de la v i d a !
¡ acercaos á a p u r a r
el néctar tibio, el aturdido goce
y el picante manjar !
¡ Ojo al plato, á la copa y á la hermosa
que amor sin freno os d é :
¡ Comed, bebed, besad, sin que os importe
qué será ni qué fué.
Que el que, al llegar la postrimera noche,
en la negra mansión
cae sin haber comido, al postrer sueño,
t r a s de burlado y triste, ni aún es dueño
del vil gozo de hacer la digestión.
VARIAS
URANIA.

Miro á la noche y en su espacio veo


algo que en él se oculta y que, no o b s t a n t e ,
late en su f o n d o : y es Amor, Deseo,
Fuerza, Vida, Explosión, Lucha incesante.
Y no en la luz c a m b i a n t e
de las altas estrellas los contemplo,
ni en la ley de sus órbitas los hallo.
Ellas, con su fulgor sereno y leve,
lámparas son que en el eterno templo
dan á la vida universal un rayo
de su efímera luz, pálida y breve.
Lámparas, cuyas vagas claridades
iluminan u n n ú m e r o infinito
de otras h u m a n i d a d e s
vivientes en planetas, que el Circuito
pueblan desde el nacer de las edades.
Cada estrella es u n sol, y en torno suyo
escoltas de orbes siguen su c a r r e r a ;
I pétalos que circundan u n capullo!
¡mariposas en torno de u n a h o g u e r a !
Esos hoscos desiertos tenebrosos
en los que n a d a vemos, y separan
con su sombra á los astros luminosos,
viéranlos ¡ a y ! los hombres vanidosos,
palpitantes de vida, si observaran,
160 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

con los ojos proféticos del alma,


que la existencia universal florece
allí donde al h u m a n o le parece
que sólo reina la i n m u t a b l e calma.
Allí, el grito de Amor — tal cual resuena
de mi ser en el fondo conmovido —
también se exhala y lo infinito llena
por infinitas almas repetido.
Y del Dolor el estridente grito
— clamor de nuestro ser martirizado —
t a m b i é n se irrumpe y llena lo infinito
por infinitas almas exhalado.
Y allí, clemente, la Piedad bendita
— ley común de cien mil h u m a n i d a d e s —
opone á la Crueldad torpe y precita
la batalla infinita
del Bien y el Mal, eternas potestades.
Y allí la Ambición, firme y afanosa,
de un estado más puro y de otros ritos
en que encarnar la Idea luminosa,
también el Alma universal ansiosa
se expande por los senos infinitos.

¿ Mas todo allí es Amor, Vida, D o l o r e s . . . ?


¡ T a m b i é n h a y mundos m u e r t o s !
Soles hay que r e p a r t e n sus fulgores
en planetas desiertos,
fósiles del espacio, que en r e m o t a s
extensiones y a m u e r t a s desde ignotas
edades de lo arcano y sus misterios
— aves del cielo con las alas rotas —
yacen en infinitos cementerios.
¡ Flores de luz que, mustias, apagaron
EPICÚREAS 161

la fúlgida aureola
de su alegre corola,
y al légamo del Cosmos se j u n t a r o n !
¡ P e r o de aquellos cálices marchitos,
como polvo de gérmenes fecundos
surgirá, tras de cambios infinitos,
otra infinita floración de m u n d o s .

Por eso ¡ o h , N o c h e ! adoro t u p e n u m b r a


sobre todas las cosas.
Cuando á la tierra nuestro sol a l u m b r a
no veo del Cosmos las divinas rosas.
Cuando huye el sol, cuando la Noche e n c u m b r a
su cortina de gasas misteriosas
muestra en mis ojos la infinita U m b r a ,
prado inmenso de flores luminosas.
¡ Oh, la Urania inmortal que orbes construye,
los fecunda prolifica, los crea
con polvo de los soles que destruye,
y agitando las almas, les imbuye
chispas de luz en gérmenes de I d e a !
¡ Oh, eterna U r a n i a ! En t u s espacios veo
lo que oculta t u seno, y que no o b s t a n t e
palpita en ellos, y es Amor, Deseo,
Fuerza, Vida, Explosión, Lucha incesante.
En tus inmensos ámbitos contemplo
cósmica masa, y soles, y p l a n e t a s . . .
¡ candelabros que a l u m b r a n á ese templo
de que son sacerdotes los p o e t a s !
¡ P e r o á tí — Tierra mísera en que habito —
¿ c ó m o no, por amor, c o m p a d e c e r t e ?
Ignoto es t u n a c e r ; p r o n t a t u m u e r t e ;

11
162 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

t u v i d a entera, indescifrable m i t o ;
t u destino, el Misterio en que perderte ;
t u l e y . . . la Eternidad, que ha de absorberte
yendo de un infinito á otro infinito.
ANTE LOS S E P U L C R O S .

EN LA VÍSPERA D E L DÍA NEGRO

¡ Lapidario ! T o m a una losa, blanca como el alma de ella ;


graba su nombre en letras negras como el dolor mío, y ven
conmigo, allá, al rincón solitario de la ciudad m u d a don-
de duerme p a r a siempre, la que fué el alma mía : pon sobre
su sepulcro tu losa, pero m u y lenta y dulcemente, como si
la pusieras sobre mi propio corazón.
¡ Forjador! Hazme u n a cruz de hierro que designe el
lugar donde reposa la que fué el alma mía. Servirá p a r a que
hinquen la rodilla los extraños : y o , llevo la cruz sobre mi
pecho, el dolor sobre mi frente y su imagen en mi alma.
¡ Noche generosa! Envuelve con t u m a n t o su sepulcro
y cobíjalo con amor silencioso p a r a que n i n g u n a p l a n t a
profane la última morada de la que fué el alma mía !

***

¡ Con cuánto dolor vi ayer á las palomas arrullando amo-


rosas al lado mismo del t á l a m o fúnebre donde duerme el sue-
ño de la muerte aquella que fué alma de mi alma !
¿ Por qué ¡ oh cruel N a t u r a ! permites que las aves se
amen junto al sitio en que yace p a r a siempre el amor mío ?
164 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

« **
Si al pasar al lado de esas t u m b a s veis á los fuegos fatuos
vagar sobre las losas, hincad la rodilla y orad. ¿No sabéis lo
que son esas llamas fugitivas ? ¡ Almas de niños huérfanos
que cayeron en la fosa sin haber recibido en sus labios el
puro beso m a t e r n o : almitas que flotan y tiemblan como
sintiendo t o d a v í a aquel frío de sus cuerpos sonrosados
cuando los sosprendió la m u e r t e lejos del regazo cálido,
que el amor de las madres convierte en celeste columpio !

***

¡ Cómo recuerdo á aquella cabecita rubial


Tenía costumbre de dormir en la m a t e r n a falda y un día,
la muerte, a r r e b a t a n d o á la m a d r e , le robó al niño su cuna.
Y u n a t a r d e , á la hora del crepúsculo, el infantil huérfano,
haraposo y h a m b r i e n t o , fustigado por la desgracia, llegó
ante la losa de su m a d r e m u e r t a : Llamó con sus manitas
ateridas de frío, como si implorara caridad, y dijo entre
sollozos-:
— « i Madre mía I soy yo, t u cabecita rubia, que pide tu
falda, que tiene mucho sueño, y quiere dormir contigo!...
¡ Y entre t a n t o las palomas arrullaban amores al lado de
la t u m b a y llegaban á las p l a n t a s de Dios, juntamente,
arrullos de ave y sollozos de niño !
A UNA MASCARA.

¡ Quela! ¡ Q u e l a ! T u voz e n c a n t a d a
con himnos gloriosos aún vibra en mi oído.
¿Cuál es el fragante verjel de G r a n a d a
¡gallarda g i t a n a ! donde t ú has n a c i d o ?
Antifaz de intrigante falsía
tu rostro velaba : pero yo sé que eres
— por la miel que tu boca fluía —
bendita entre todas, todas las mujeres.
Fué tu charla la charla graciosa
de la santa tierra donde yo he n a c i d o . . .
¡ Quela! ¡ Quela! T u voz melodiosa,
como flor que canta, perfuma mi oído.
Tales fueron sus huellas candentes
que aún después de m u e r t o , buscarán mis ojos
la pureza ebúrnea de t u s blancos dientes
y el matiz sanguíneo de t u s labios rojos.
Al compás del ritmo de t u cuerpo esbelto
tu voz y tus ojos pidieron p o e s í a . . . !
¿ T ú no sabes que mi alma has envuelto
con la oliente esencia de mi A n d a l u c í a ?
Viendo tu figura garrida y esbelta
y en tus dos pupilas t a n t o s r e s p l a n d o r e s . . .
como en sal de Cádiz por el sol disuelta,
disueltos quedaron todos mis dolores:
166 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

Y he visto en tus labios, que dan frases bellas,


y en tus fulgurantes ojos hechiceros,
que h a y , bajo t u frente, floración de estrellas,
y en t u roja boca, nido de jilgueros.
La careta negra que t u faz cubría
con órbitas hueras, como dos ojales,
t a p a b a el s e m b l a n t e . . . \ pero se veía
brillar el incendio, por sus v e n t a n a l e s !
¡ Deliciosa Q u e l a ! T u voz encantada,
con himnos gloriosos aún vibra en mi oído.
¿ Cuál es el purpúreo jardín de G r a n a d a
donde, como airoso clavel, has nacido ?
¡ Mi eterna condena juzgárala poca
si sobre esos labios mis labios pusiese.
¡ Nido de jilgueros ! ¡ Perfumada boca . . . !
. . .¡ Que no sea posible, ser yo quien la b e s e . . . !
GALANTERÍA.

Le di u n a lior á Leonor
y al prendérsela en el pecho
me dio las gracias. — ¡ Mal hecho !
Debió dar gracias la flor.
TROVA.

Si volvieran los tiempos antiguos


ornados de gloria, de luz, de p o e s í a :
si volvieran aquellos torneos
en que se lucía
la fuerza, la gracia, la fé, la riqueza,
la noble h i d a l g u í a ;
y otorgaban preciadas diademas
de perlas, d i a m a n t e s ,
topacios, rubíes y vistosas gemas,
á las que triunfantes
por su galanura
merecieron coronas tegidas
p a r a la h e r m o s u r a :
si un palenque de bellas ansiara
superar t u admirable belleza,
y envidiosas giraran en torno
d e ' t u gentileza :
y aquel príncipe azul, de que hablaron
antiguas leyendas y cuentos de hadas,
presidiera el brillante cortejo
de altivas infantas en él c o n g r e g a d a s . . .
al mirarte — ¡ viviente p o e m a
de gracia y belleza, de luz y poesía ! —
la corona de mirtos y rosas
en torno á t u s sienes su m a n o pondría.
MADRIGAL.

A Juanita De León,

¡ Hay gotas de rocío que evaporadas


elevan h a s t a el cielo las a l b o r a d a s !

¡ Son llanto de la Noche, muertos amores


que por mortaja tienen hojas de flores!
Cuando yo ¡ d e s d i c h a d o ! del m u n d o h u y a ,
u n a sola, u n a sola lágrima t u y a ,
como candida gota de albo rocío
vertida sobre el yerto semblante mío,
me dará de la gloria la eterna palma,
levantando á otras zonas mi pobre alma.

¡ Qué h a y gotas de rocío que evaporadas


elevan h a s t a el cielo la a l b o r a d a s !
DECEPCIÓN.

Al través de los vidrios, c o n t e m p l a b a


un paisaje nocturno : p l a y a y m a r :
un cielo t r a n s p a r e n t e ; al horizonte,
un obscuro e n c i n a r :
la luna que p i n t a b a entre las olas
caprichos y arabescos al rielar,
y otras playas r e m o t a s , y más lejos,
algo ignoto, t e n t a n d o
por lo ignoto á soñar.
Y la frente febril y dolorida
apoyé en el cristal.
Pensé un i n s t a n t e que veian mis ojos
no sé que celestial,
el sueño de un ensueño inexplicable
que da vida y color á u ñ ideal.
Mas mi aliento febril empañó el vidrio,
quedó opaco el cristal,
y vi t a n solo n i e b l a s ; el paisaje
tomó un t i n t e siniestro, funeral.
Y al aliento reuniéronse mis lágrimas,
pues llegué á confirmar
que los paisajes que nos p i n t a el alma
al través de su candido cristal,
¡ con el aliento impuro de la carne
siempre se han de e m p a ñ a r 1
QUIJOTADA.

A Julio Lista, fundador de la revista


"Bohemia".

Aplaudo la audaz pujanza


con que vertéis en Bohemia
la exuberante hiperhemia
de la j u v e n t u d que avanza.
Combatir, como lo hacéis,
por la Quimera, es t a n noble
que la corona de roble
de los héroes, merecéis.
En su p o r t a d a me vi
con un dístico á los p i e s :
me miré u n rato y después
dije en mi interior a s í :
«¡ Gracias, si v a como premio
de mi vivir sin careta,
más, no soy u n buen p o e t a ;
¡ no soy más que un buen b o h e m i o ! »
P o r buen camino avanzáis
pues Bohemia es p u r a y f u e r t e :
no pedís oro á la suerte
y u n bello lema ostentáis :
¡Temor, n u n c a ; altivez m u c h a ;
Fé, s i e m p r e ; j a m á s p e r e z a ;
176 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

SI ENVENENA LA TRISTEZA,
SU ANTIDOTO, QUE ES LA LUCHA (1)
VIDA QUE CANTA (2) y urdir
versos, p o r puro p l a c e r . . .
¡ QUE ESCRIBIR PARA COMER
NI ES COMER NI ES ESCRIBIR ! (3)
Quien por la gloria pelea
tal vida, viviendo vierte
que h a s t a después de la muerte
sigue viviendo en la Idea.
Grabad en la redacción
los nombres de los que dieron
brillo al Arte, y siempre fueron
bohemios de corazón.
Formen la gloriosa r u e d a
Sheakspeare, Nábiga, Cleonte,
Sócrates, Anacreonte,
Gorky, Musset, E s p r o n c e d a . . .
Presidiendo á esos atletas
con su semblante estatuario,
Lord Byron, rey millonario
de bohemios y poetas.
Yó, roído del deseo
y oculto en senda a p a r t a d a
¡ cómo os miro, hueste a r m a d a ,
y con c u a n t a envidia os v e o !
Vuestra casa es c a m p a m e n t o
de guerreros y cantores,

(1) Carlos Sabat.


(2) Ángel Falco.
(5) José Velarde.
VARIAS 177

que ensueños, lides y amores,


concertáis y dais al viento.
Sobre bizarros corceles
y en gallardos escarceos
lidiáis, por ganar trofeos
de nardos y de claveles.
En la arrogante c a m p a ñ a
que afrontáis, con calma entera,
ostentáis como b a n d e r a
la d a m a que os acompaña (4)
Y ofrecéis viril ejemplo
de caballerescos b r í o s . . .
¡ n o sabéis, amigos míos
con c u á n t a envidia os c o n t e m p l o !
Hacía vosotros me lanza
no se qué fé de soldado
y acudiré á vuestro lado
diciendo á la a n t i g u a u s a n z a :
— ¡ Hola h i d a l g o s ! la h o n d a herida
que en r u d a lid me asestaron,
suaves bálsamos cerraron
devolviéndome á la vida.
Huyó la enfermiza calma
y un rumor de primavera
siento en mí, como si fuera
nido de alondras el a l m a !
¡ Refulgente despertar
que hace en el pecho latir
nuevo afán por combatir
y hondo anhelo por c a n t a r !

(4) Esther Parodi.


12
EL MORRAL DE UN BOHEMIO
I No me cerréis la palestra
que á ella iré sin caer en falta,
con la visera bien alta
y el gonfalón en la d i e s t r a !
Pienso en ella hacer mi e n t r a d a
con briosa cabalgadura;
con la coraza más d u r a ;
con mejor temple en la e s p a d a ;
con el penacho más firme
sobre la enhiesta cimera,
y bajo ella la altanera
decisión de no rendirme.
Llevo además en el alma,
(sostenes de mi albedrío,)
p a r a cantar, mucho brío;
p a r a reñir, m u c h a c a l m a ;
la mano en gesto sincero,
desnuda p a r a el amigo,
pero, p a r a el enemigo
con guantelete de acero.
P o r si hay que entrar en b a t a l l a
m o n t o fogoso bridón
y escudando al corazón
espesa cota de m a l l a ;
de p l a t a los espolines,
la lanza, de duro roble,
y en el arzón, un mandoble
p a r a arrollar m a l a n d r i n e s ;
las bridas y los caireles
trenzados con flores b e l l a s :
rosas, p a r a las doncellas;
líses, p a r a los donceles;
VARIAS

que el lucir alta la frente


la gentileza no evita,
pues entre hidalgos, no q u i t a
lo cortés á lo v a l i e n t e ;
y aún, si me dan p u e r t a s francas,
brindo corcel y tizona
á toda altiva a m a z o n a
que quiera m o n t a r en ancas.
No el lujo, mas sí los bríos
me a c o m p a ñ a n en mi e n t r a d a :
no está mi g u a l d r a p a o r n a d a
de lujosos atavíos,
ni bordé en oro sus haldas
pues soy pobre caballero,
ni necesito escudero
que me g u a r d e las espaldas.
Sólo aspiro á conservar,
la fé que en mi pecho late,
la espada, p a r a el combate,
y el laúd, p a r a cantar.
NATURALIDAD.

¡ Válgame D i o s ! Al ver cual se falsea


la originalidad, me maravillo.
¡ Si escribir liso y llano es m u y sencillo
cuando fulgura en lo interior la i d e a !
No á la forma fugaz librada sea
la obra de D i o s ; el tímido tomillo
dé humilde olor, ó el suave caramillo
que en inocentes cánticos se emplea,
son t a n ricos de aroma ó melodía
cual magnolia fragante, ó cual concierto
de opulenta, magnífica harmonía.
El corazón, á la belleza abierto,
quita al fruto la cascara, y ansioso,
gusta del jugo el p a l a d a r sabroso.

¡ Ah 1 ¡ N o tiftáis de p ú r p u r a el estilo !
Si la estatua es hermosa, huelga el m a n t o ,
aunque lo borde prodigioso h i l o :
su misma desnudez realza el encanto
de la Venus de Milo!
VENCIDO.

E r a yo mi rey único, mi dueño.


Era libre mi a l m a : libre y fiera,
y era ser libre mi soberbio empeño,
y ostentar altivez mi orgullo era.

Cubrí el pecho á traidoras emociones .


con firme trabazón de férreas m a l l a s ;
ni leyes, ni lisonjas, ni aun pasiones,
lo pudieron rendir en mis batallas.

Crucé del m u n d o el lodazal tremendo


con la arrogancia que rebelde agrando,
en horas de placer, siempre riendo,
y en horas de dolor siempre cantando.

Desplegaba su indómita carrera


el corcel de mis locas fantasías,
y el solo imán de mis anhelos, era,
Arle, Gloria, Placer, Luz y Harmonías.

No lograron d o m a r m e , u n a por una,


la miseria fatal, ni la riqueza:
me burlé del poder en la fortuna,
me mofé del pesar en la pobreza.
EL MORRAL D E U N BOHEMIO

Mi m á s caro ideal fué mi a l b e d r í o ;


desafié la vida y sus azares,
y formaron escolta en torno mío,
risas y mimos, besos y cantares.

E r a yo mi rey único, mi dueño.


E r a libre mi alma ,libre y fiera,
y era ser libre mi soberbio empeño,
y ostentar altivez mi orgullo era.

***

H o y está mi altivez a v a s a l l a d a ;
¡ y es solo una mujer quien me ha v e n c i d o !
y sus armas triunfales sólo han sido
u n a frase de amor y una m i r a d a !
INSOMNIO.

¡Mi sueño huyó ! . . . No quiero luz . . . Medito


Silencio . . . Soledad . . . T i n i e b l a s . . . Calma.
Siento dentro de mi, como si el alma
se columpiara, libre, en lo Infinito.
Aunque cierre los ojos, la pupila,
que sin cesar vigila,
finge el blanco relieve, en la p e n u m b r a ,
de marmóreas estatuas,
y al través de los p á r p a d o s , vislumbra
chispas fugaces de llamitas fatuas.

Voz de salterio un salmo misterioso


semeja en lontananza, y fugitivo
nace, vibra, se pierde vagaroso
y se transforma en cántico amoroso.
Un cántico lascivo
en el que flota el eco voluptuoso
de una voz, m u y remota, que me n o m b r a
y con tenue latido cariñoso
me embarga dulcemente . . . Me amodorro ;
pero, súbito, surgen de la sombra
grupos de niños en alegre corro,
y encantado, al mirarlos, me desvelo.
Desciende u n blanco velo
186 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

suave, leve, .flotante como espuma,


y el pueril espectáculo se esfuma.

Doncellas de ropaje t r a n s p a r e n t e
danzan y agitan, voluptuosamente,
las traslúcidas faldas
tegiendo, en su rondó, rítmicamente,
sartas de vistosísimas g u i r n a l d a s :
lucientes aureolas
de sus flotantes cabelleras fluyen,
y en ondas, como al paso de las olas
hacia la obscuridad se alejan, y huyen.

A u n q u e cierre los ojos, la pupila


que sin cesar vigila,
finge el contorno vago
de u n castillo roquero
y a sus p l a n t a s , u n lago
sereno, inmóvil, cual pulido acero.
Al pié del risco, u n valle de esmeralda.
Siento aroma de azahar, de u n limonero.
Muéstrase en el recodo de un sendero,
sobre la alfombra de a m a r a n t o y gualda,
gentil pareja m u r m u r a n d o amores.
Blonda trenza desciende por la espalda
de la doncella ,y al pasar, su falda
se impregna del perfume de las flores.
L a espesa cabellera, negra y suelta,
del gallardo doncel, cae ondulante
bajo el birrete azul de p l u m a esbelta.
Tierno modula la canción a m a n t e :
mira la a m a d a faz con embeleso,
y a t r a y e n d o la boca p u r p u r i n a
VARIAS

se confunden tos labios en u n beso


cual conjunción de espíritus, divina.
¡Visiones de otra edad I ¡ Lagos, palacios,
circundados de torres defensoras;
campiña pastoril, amplios espacios
entre el cielo y las flores;
embalsamadas horas
que sembraban crepúsculos y auroras
libando besos y c a n t a n d o a m o r e s !

¡ Y se aleja y se pierde
la visión e n c a n t a d a ,
su regio alcázar, su pradera verde,
su lago, y su pareja e n a m o r a d a . . . !
¡ Quiero dormir 1 -Sepulto en la almohada
la visionaria frente dolorida.
¿ Por qué he* de ver meciéndose en la N a d a
lo que ambiciono ver lleno de v i d a ?

De repente, compactos batallones


de libres ciudadanos
desfilan ante mi. Blancos pendones
llevan enhiestos en sus fuertes m a n o s ;
férvido canto rumoroso s i e n t o :
¡ es el himno de p a z que dan al viento !
Van cubiertos de p ú r p u r a s , y llevan
ropajes de tisú de p l a t a y oro,
y el himno augusto sin cesar elevan
en jubiloso coro.
¡ Desfile exuberante de hermosura !
Van pasando los férvidos tropeles
sobre airosos corceles
luciendo cada cual su vestidura
188 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

de prodigiosa t r a m a ,
con garzotas, penachos, alquiceles,
dalmáticas, gualdrapas, albornoces,
y al resonar sus entusiastas voces,
en derredor la atmósfera se inflama.
Van á u n templo, asentado en u n a altura
que destaca en un cielo refulgente
su augusta a r q u i t e c t u r a ;
corre hacia él la alborazada gente
gritando ¡ hosanna ! en harmonioso coro ;
sobre el pórtico se alza u n a diadema
de pórfido y de mármol, cuyo lema
pregona Paz en caracteres de oro.

¿ Qué resplandor es ese ? T a m i z a d a


fluye la luz en gasas vaporosas.
¡ Es la pálida luz de la alborada
que aleja mis visiones e n g a ñ o s a s !
¡ Oh, fantasmas n o c t u r n o s ! ¡ oh, visiones
fugaces, i m p a l p a b l e s !
Lagos, valles, airosos batallones,
legendarios amores inefables,
templo, alcázar, pradera, infantil coro,
ojos llenos de l u z . . . yo no he querido
vuestra incierta apariencia . . . ! y ahora lloro
porque al brillar la aurora habéis h u i d o !

¡ Oh, L u z - V e r d a d ! A u n q u e eres p u r a esencia


de lo divino eterno ¡ es t a n amargo
tu s a b o r ! E n - t í está la omni-sapiencia;
tú eres Una, Inmortal... y sin embargo,
como tu m a n o es ruda,
no te buscan, huyendo de la D u d a ,
VARIAS

sino los fuertes de ánimo y altivos :


porque del alma en la v i b r a n t e lira,
solo tañen con dedos compasivos,
la Visión, el Ensueño, la M e n t i r a !
R U B I A LUZ D E LOS CAMPOS.

¡Desconocemos á la Madre T i e r r a !
Residir en la ciudad es vivir huérfano de la generosa y
salutífera Naturaleza.
Creo, con ingenua sinceridad, en la s a n t a virginidad de
los campos.
Los pulmones dañados de las ciudades no respiran bien.
Hay demasiado h u m o de fábricas: demasiadas brasas de am-
biciones; demasiada ceniza.de hipocresías.
En la ciudad, al levantar la vista, vemos, t a n solo, som-
bríos edificios; en el campo, contemplamos el cielo. Las ca-
lles tienen por base piedras. Las campiñas tienen por p a v i -
mento los campos.
Abramos las alas y volemos hacia los valles que son luz y
aroma; que son regocijo y harmonía.
Del águila y del hombre debió haber b r o t a d o un solo ser
mitológico; u n a divina quimera con cerebro h u m a n o y alas
aquilinas. Así, viviría, conjuntamente, en las cumbres de
los montes y en las alturas del pensamiento. ¡Así, sería el
hombre perfecto!
El cóndor no «desciende» nunca á las ciudades. ¿ P a r a que?
¡Si vive libre y feliz, sobre las pétreas torres de sus soberbias
montañas!
Empezamos, ahora, á disfrutar la emoción magnífica del
aeroplano. Pero ese artefacto lo h a inventado el ingenio de
acuerdo con la envidia..". ¡la envidia de las águilas!
192 EL MORRAL D E U N BOHEMIO

* ***

La vida radiosa de las praderas, es el térmi no medio entre


la ciudad y el aire; entre la humilde esclavitud y la rebelde
libertad.
Diría el albatros al hombre:
— T ú sacrificas y consumes t u v i d a por conquistar la li-
b e r t a d , exclamando siempre: « ¡ h é ahi mis dolores!» Yo po-
seo la libertad, sin esfuerzo, diciendo t a n solo: «¡ hé aquí mis
alas!»
* *#

Es en el campo donde el trigal magnífico mece sus espigas,


soñando con la r u b i a Margarita que a m a s a r á la h a r i n a con
morenas manos y ofrecerá, sobre blancos manteles, el pan
sabroso, como áureo beso de la m a t e r n a tierra.
Es allí donde la enhiesta cumbre se arropa d u r a n t e la
noche bajo los cobertores de la niebla, y al amanecer siente
el rubor purpúreo de que su amado, el sol, la sorprenda
desnuda.
Allí, lejos de la ciudad, todo es rubio, festivamente rubio;
como las espigas de las eras y las cúspides de los montes au-
reoladas de arreboles, y la d o r a d a cabellera del sol.

***

Amigos. Recostémonos sobre la tierra blanda y cálida en


el mes de las vendimias, sin orgullo; como la simiente, que
se aduerme sobre el surco p a r a despertar con vida eterna
de fecundidad inagotable.
La amplia campiña está tendida, como s á b a n a promisora
de amoríos sobre un lecho de fértiles pasiones.
VARIAS 193

¡Vamonos lejos de las ciudades aturdidoras, banales y fri-


volas!
Allí está la mina de oro, engendradora del diablo rubio,
tan amado y t a n temido.
Allí está la cuna campesina donde, en humilde hogar, el
ángel, también rubio, entorna sus pestañas como persianas
de ensueños.
Allí está el soberbio h a b i t a n t e del desierto libérrimo, asal-
tador de antílopes, que deja su caverna p a r a devorar á los
tímidos, -semejante al tirano antiguo al salir de su alcázar.
¡Su Magestad el León, es rubio!

* ¡K *

¡Alma mía!
Te ofrezco todos los colores.
Elije en mi arco iris.
¿Quieres ser oscura, como melancolía dulce y poética
preñada de saudades?
¿Quieres ser blanca, como m i r a d a de la luna que sonríe á
los secretos amores?
¿Quieres ser roja, como pasión incendiaria que calcina co-
razones?
¿Quieres ser azul, como alma t u m u l t u o s a de esos m a r e s ,
que matan con la e s p u m a de sus besos?
¿Quieres ser verde, como la alfombra de los vergeles na-
tales; esmeraldas fragantes; esperanzas en f l o r ? . . .

** *
Y contestó mi alma:
—Quiero ser rubia; como el sol, que es m a n a n t i a l crea-
dor de amores; como los bucles de vírgenes hiperbóreas ins-
13
194 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

piradoras de leyendas idílicas; como los ensueños infantiles,


peregrinos de zonas inesploradas; como los trigales que son
fuentes fecundas de la Vida!
EL RECUERDO.

Era el aniversario de u n a fecha gloriosa p a r a mí, b o r d a d a


con hilo de oro en la larga cinta de mis recuerdos.
Veía la lejana playa meriodional, el manso oleaje, los
lejanos pinares, el cielo azul y la rubia cabellera reposando
en mi hombro.
Veía, más lejos, el ciprés funerario y la blanca losa se-
pulcral.
Y entre uno y otro escenario, ¡ qué relucientes auroras,
qué lánguidos crepúsculos, qué tibias noches dulces y se-
renas !
***
Cierta noche, después de u n a de esas escenas iracundas
con que los a m a n t e s se complacen en sufrir y hacer sufrir,
nos despedimos p a r a siempre.
¡ Ah, s í ! Esa vez era p a r a siempre.
Salí desesperado. Poco después, mi lecho era de o r t i g a s ;
el sueño no a c u d í a ; la imaginación reproducía, condolién-
dome, escenas de amor, momentos de dicha. Veía la cabe-
cita rubia rozando sus cabellos por mi mejilla. Sufría hon-
damente.
A las tres de la noche me levanté, me vestí.
Quería ver á solas la v e n t a n a , la enredadera.
196 EL MORRAL D E U N BOHEMIO

Salí á la luz de u n a hermosa luna, conteniendo la angus-


tia, ahogando un sollozo. Mi juvenil dolor consideraba vacío
el universo todo.
Guando volví la esquina, á cuyo lado verdeaban, gallar-
das, las flores de su balcón, sentí que la congoja a n u d a b a
mi garganta.
Llegué h a s t a la v e n t a n a p a r a besar las diamelas y las
c a m p a n i l l a s . . . y ¡ o h , p r o d i g i o ! entre el florido cortinaje
había otra flor más bella, la adoraba cabeza, que se alzó
l e n t a m e n t e ; dos lágrimas brillaban en sus ojos húmedos
de llanto y de amor, y sonriendo y extendiéndome las manos
me dijo :
— ¡ Bendito s e a s ! Yo sabía que vendrías y t e esperaba.
El alba sorprendió nuestro último beso.
Poco tiempo d e s p u é s . . . el ciprés y la losa.
¡ Aquella vez sí que la despedida fué p a r a s i e m p r e !

— Hoy — pensé — necesito que me acompañen almas


piadosas.
Oprimí el timbre.
El sirviente acudió.
— Hazme la c a m a ; vuelvo á acostarme. P o n m e aquel
libro al lado. Aproxima dos macetas, aquí cerca. T r a e las
jaulas. Necesito que me acompañen almas p i a d o s a s ; por
consiguiente, á t o d a persona que venga á buscarme d i l e . . .
que estoy viajando.
VIOLENCIA Y REBELIÓN.

Palpita en mi, como en casi todos los hombres, la repug-


nancia instintiva hacia todo crimen, quien quiera que sea el
autor, quien quiera que sea la víctima.
Rey ó labriego, el crimen cometido es el mismo ante la
moral. Si un labriego vivo sustituye á un labriego asesinado,
de igual modo es bien sabido que « á rey muerto rey puesto ».
Por esto, m a t a r al monarca no es m a t a r á la monarquía.
Define H a m o n el crimen — después de un erudito y
filosófico estudio comparativo y analítico, — como un a t e n -
tado á la libertad ó al derecho de otro ser de la misma
especie.
El atentado contra dos novios, reyes como Alfonso X I I I
y Victoria, ó simples aldeanos, es un crimen.
Todo lo que h a y en mí de artista, aprecia la belleza do-
liente de una elegía p r e ñ a d a de lágrimas, j u n t o á un tálamo,
todavía virgen y y a ensangrentado.
No es necesario ser hijo, padre, h e r m a n o , ó amigo de una
víctima, para sentir sincera p e n a por su desgracia. Existe
una secreta é inextinguible afinidad entre un hombre y otro
hombre. E s t a es ley n a t u r a l de n u e s t r a índole sociable.
Pero por encima del individuo está la especie, como un
ideal más alto.
Un ideal t a n t o m á s noble, t a n t o más generoso, c u a n t o
que son leyes de un supremo altruismo las que lo rigen,pues
por ley de herencia lo recibimos envuelto en los sacrificios
198 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

abnegados de nuestros abuelos que con fatiga y dolor,


sembraron bienes, no p a r a sí, sino p a r a sus n i e t o s ; por ley
de adaptación, electiva de la mejor moralidad, lo ampliamos
y robustecemos en cada generación que p a s a : por ley de
sucesión lo legamos á nuestros descendientes, pagando así
la deuda á los abuelos que se sacrificaron por nosotros,
y buscando lo más bueno, lo más bello, lo más justo, en bien,
no propio, sino de los hombres que vendrán : seres futuros
ignotos, cuyas dichas ó desdichas no compartiremos.
Y tenemos el deber de alzarnos sobre la visión de un
m o m e n t o , p a r a analizar un siglo ; sobre la visión de un siglo
p a r a contemplar t o d a u n a época.
Tenemos, además, el deber — en otra esfera — de consi-
derar á la célula como célula ; al organismo, como organismo;
y preferir el bien del organismo al bien de la célula.

***

Me precio, inmodestamente, de aquilatar el valor moral


y humanitario de ese fantasma, / la violencia I que t a n t o
pavor infunde á los espíritus meticulosos, á las almas mo-
gigatas, á los caracteres pusilánimes.
Y reflexiono, y recuerdo, entre millares de citas igualmente
aplicables, que t o d a la sociedad europea, cristiana, antigua
y contemporánea, creyente en un libro que suponen revelado
por Dios, glorifica á J u d i t h que asesinó á Holofornes ( u n
pobre hombre irresponsable y obediente á superior m a n d a t o )
y glorifica á J a h e l , asesina de. Sisara, ( otro inocente inter-
mediario ) , porque ve en ellos el aniquilamiento de una cé-
lula, « el hombre », en beneficio de un organismo,« el pueblo
hebreo».
Todas las generaciones occidentales, d u r a n t e veinticinco
siglos, han glorificado á Harmodío y Aristogiton, asesinos
VARIAS 199

de Hipias, p o r q u e vieron siempre en el aniquilamiento del


hombre-célula, la salvación del pueblo-organismo, h a s t a el
punto de elevarles e s t a t u a s divinizadoras.
Y j u d i t h , y Jahel y Harmodio, no valen más que la rusa
Spiridowna, homicida de un Holofernes eslavo, m á r t i r ,
después de cuantas infamias, tormentos y vejaciones puede
sufrir una doncella, entregada á los groseros caprichos de
los cosacos, y obligada, al fin por su propia dignidad, á su-
plicar, al Czar, que no atendiera al pedido de indulto, ele-
vado por alguna buenas almas ; pues á tal hiperestesia de do-
lor había llegado, que prefería la Muerte á la Vida; y si de
tan bochornosa carga no la salvaban las garras del verdugo,
ella se redimiría con sus propias manos.
Hecatombes salvadoras realizó Moisés, según cuenta el
libro calificado de infalible por los mansos espíritus á quie-
nes horrorizan ciertas violencias. Veinte mil israelistas, trein-
ta mil á veces, y aun más en ocaciones, cayeron bajo el
furor de los satélites del legislador sagrado, considerando
que estos sacrificios violentos, aunque envolvieron á muchos
inocentes eran necesarios á la realización del i d e a l ; pues sólo
por el terror se podia imponer á aquellas multitudes de es-
clavos fugitivos de Egipto la obediencia necesaria p a r a ser
conducidos ( e n beneficio de la misma m u c h e d u m b r e )
hacía la tierra prometida, hacía la ambicionada Canaam.

¿ Quién podrá reclamar contra la violencia ? ¿ Quiénes


son los que se asustan de ella ? ¿ No es t o d a la evolución
creadora y sostenedora del cristianismo, una serie ininte-
rrumpida de violencias contra todos los elementos adversos,
contra todas las llamadas herejías, contra todos los Estados
200 EL MORRAL D E U N BOHEMIO

que se resistieran al poder teocrático en la larga época de


gestación de las nacionalidades, hasta el p u n t o de que un
Enrique II esperara tres días descalzo, sobre la nieve, la
absolución del pontífice que lo a n a t e m a t i z a r a con esa crti-
delisima violencia que se llamaba excomunión mayor; y
que se componía de un interminable tejido de maldiciones,
sin olvidar en su fulminación á los caritativos que dieran
un vaso de agua al excolmugado sediento, y extendiendo
el implacable a n a t e m a h a s t a la q u i n t a generación ?
¿ Quienes se asustan hoy de la violencia ?
¿ A c a s o el movimiento contemporáneo es otra cosa que
un epílogo de las intentonas comunalistas del siglo X I I ;
las visiones augúrales de los comuneros de Castilla y de las
germanías de Valencia, en el siglo X V I , sofocadas violen-
tamente por el imperialismo; las rebeliones husitanas y las
a n a b a p t i s t a s ahogadas en germen por el fanatismo dog-
mático luterano ; las revoluciones, que y a se llamaban anár-
quicas, de 1648 en Inglaterra, y de las J a q u e r í a s , y de 1793:
y la comuna de Paris ahogada en sangre por los cañones de
Versalles a! m a n d o de Gallifet ?
¿ A c a s o la misma E s p a ñ a que presenció el a t e n t a d o de
Morral contra un rey, de P a r d i ñ a s contra Canalejas, no ha
presenciado el aniquilamiento del ge'neral Villacampa y la
d r a m á t i c a odisea de su hija por el solo delito de haber in-
t e n t a d o , sin éxito, una revolución republicana ?
¿ Q u i e n e s tienen derecho ante la razón, ante la historia,
ante la moral, á protestar contra la violencia ?
¿ Serán las antedichas cámaras de Versalles barriendo á
cañonazos en 1871 á t r e i n t a y cinco mil trabajadores, entre
los que combatían sabios de t a n excelsa raza como Eliseo
Reclus ?
¿ Serán los conservadores ingleses organizando la rebelión
de Ulster contra la ley del home rule ?
VARIAS 201

¿ S e r á el gobierno de los czares arrojando á los presidios


siberianos á t o d a la intelectualidad rusa y azuzando á los
cosacos ( hijos del pueblo ) p a r a que degüellen al pueblo ?
¿ Será Inglaterra aplastando á la república de Orange
para arrebatarle sus minas de diamantes, y á la república
del Transvaal p a r a apoderarse de sus minas de oro ?
¿ Serán los gobiernos de Bélgica, de Italia y de E s p a ñ a
matando ó martirizando mineros y aldeanos ?
¿ S e r á n , quizás, los aldeanos ingleses de 1648 antes cita-
dos, destruyendo las fortalezas y obteniendo solo así, el de-
rrumbe del régimen feudal ?
¿ S e r á n , tal vez, los franceses de la Gran Revolución,
aniquilando aristócratas y reyes p a r a concluir con la ser-
vidumbre ?
¿ Serán, acaso, los abolicionistas yanquis d e v a s t a n d o los
hogares de media república p a r a redimir esclavos ?
¿ Serán los admiradores del p r o t e s t a n t e Cronwel, espíritu
religioso que prohibía por inmoral el arte dramático, des-
pués de haber hecho cortar sobre él tajo la cabeza de Carlos I
de I n g l a t e r r a . . . ?
¡ Oh, n o ! La violencia es el nervio de la historia. Las
plantas del H o m b r e han marcado con crímenes sus pasos
de avance por la senda de los siglos.
Violencias por p a r t e de los estados, lo mismo en la América
Española que en la Inglesa, lo mismo en Australia aniqui-
lando la raza tasmania, que en el S u d á n , en Madagascar,
en Bechuanalandia, en la Polinesia, ó contra los hereros de
Sud África asaltados por Alemania.
Violencias por p a r t e de las religiones, lo mismo mediante
un Nerón contra los cristianos en el anfiteatro, que mediante
Catalina de Médicis contra los hugonotes en Paris ; lo mismo
mediante un P a p a contra los albigenses, canonizado y sali-
ficado por haber exigido la extirpación de todos, pues si
202 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

« h a b í a inocentes entre las victimas, Dios, en el cielo, sa-


bría elegir los suyos», que mediante un feroz Calvino contra
los católicos, ó un Enrique V I I I contra los enemigos de la
iglesia anglicana.
Violencias en las finanzas, cuando en interés de unos
cuantos tenedores de acciones se b o m b a r d e a Alejandría,
se asesina en Bac - Lé, se a b a n d o n a falazmente á Grecia
frente á Turquía.
Violencia en la política que lanza á los partidos opuestos
á guerras fraticidas : que suprime á Enrique IV el b e a r n é s ;
que sentencia á Carlos en Inglaterra y á Luis en F r a n c i a ;
que asesina á Prim en E s p a ñ a ; que fusila á Dorrego en
la A r g e n t i n a ; que aniquila á Lincoln en Norte A m é r i c a ;
que obliga á suicidarse á Balmaceda en Chile; que m a t a
á Flores y á Borda en el Uruguay.
Violencias en la cuestión social, con los martirios de
Montjuich, de Alcalá del Valle, de Sicilia, de M i l á n ; con las
horcas de Rusia : con la muerte del ministro Cánovas, y
del rey Humberto,' y del czar Alejandro; con las bombas de
Lyon, y los mártires de Chicago, y los motines de Benavente
y de j e r e z , y ¡as esplosiones de París y Barcelona.
¿ Qué pregonan, en fin, sino violencia, el fusil de repe-
tición, el cañón de cien toneladas y el acorazado gigantesco ?
¿ Qué pregonan sino violencias, el mismo magistrado
con su guillotina, y aun la misma Ley, con su espada sim-
bólica, l e v a n t a d a siempre entre un juez y un verdugo ?
H a s t a por incontrastable ley cosmogónica, cada planeta,
cada astro que surge en el espacio, con su cabellera de luces
como fecundo germen de humanidades, no es sino violencia
suprema: estallido de un sol roto en pedazos: b o m b a lanzada
al seno de los mundos, por ignota mano que, destruyendo,
crea.
Los que se azoran, los que huyen despavoridos p a r a poner
VARIAS 203

en salvo sus inmaculadas conciencias, han surgido á la v i d a


¿ cómo ? rompiendo violentamente el seno m a t e r n o .

***

Esto no es, ni lejanamente, entonar un cántico de alaban-


zas á la violencia.
Es, tan solo, exigir, con entereza de varón, que no seamos
aduladores serviles ante las victimas coronadas, y cobar-
demente desdeñosos ante las victimas humildes.
Es pedir que, por lo menos, juzguemos con igual medida
al rey que comete crimen contra un pueblo, y al hombre
del pueblo que comete crimen contra un rey.
Es recordar, manifestándolo sinceramente, que son hijos
de la violencia, de la guerra, de la conquista, todas las
instituciones h u m a n a s , todos los poderes autoritarios, y
el que á hierro m a t a á hierro muere : y esto es forzoso de-
cirlo valerosamente, sin temores ni vacilaciones; p o r q u e
los que poseemos un destello de luz en el cerebro y un ideal
puro en el corazón, debemos usar de la palabra y de la pluma
sin cobardía y sin piedad : como usan las espadas los guerre-
ros ; como usan las guillotinas los jueces ; como se dijo que
usaban el rayo los antiguos dioses.
Todo esto no es sino constatar que la libertad es tan solo
una aspiración sin existencia real, y el prisionero que no
puede evadirse por u n a p u e r t a franqueable, perfora los
muros ó arranca violentamente las rejas de su prisión.
Todo esto solo conduce á repetir que Ciencia, Religión,
Poder, R i q u e z a e s t á n coaligados c o n t r a la libertad.
Pregonando defender al pueblo contra las invasiones de
otro p u e b l o . . . , se le esclaviliza en nombre de la P a t r i a .
Hablando de defender á los débiles contra los fuertes,
se les esclaviza en nombre del E s t a d o .
204 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

Diciendo que se protege á los aldeanos frente á los ins-


tintos señoriales, se les esclaviza en nombre de la Igualdad.
Brindando á los pobres de espíritu un amuleto contra
los terrores del más allá y contra las influencias de supues-
tas divinidades maléifcas, se les esclaviza en nombre de
la Religión.
Ofreciendo apoyo y salvaguardia á la masa común con-
t r a las perversidades de los m a l o s . . . se les esclaviza en
nombre de la Justicia.
Otorgando al siervo los derechos del hombre p a r a que
luche por su cuenta, pero desnudo, y sin armas... se le es-
claviza en nombre de la Libertad.
Se saca á los miserables de las ergástulas de la servidum-
bre personal y se les traslada á las mazmorras de la servi-
dumbre económica...
¡ Y luego lloran y se indignan, cuando los Espartacos
utilizan la fuerza b r u t a p a r a aterrorizar á los patricios.

***
¿ Peto cuál es, en suma, la verdadera violencia ?
¿ N o h a y acaso, una distinción evidente, palmaría, entre
el impulso criminal del que ataca, y el impulso justo del
que se defiende ?
¿ Es, quizás, lo mismo el acto violento del que m a t a por
desposeer, por imperar, por conservar su imperio esclavi-
zando, que el acto violento del que m a t a por defenderse,
por no consentir su esclavitud, su humillación y su ver-
güenza ?
No. Es aquella la única v e r d a d e r a v i o l e n c i a . . . la que
viola el ageno derecho á la libertad ó á la vida. E s t a otra,
la que defiende á m a n o a r m a d a sus derechos, no es vio-
lencia odiosa sino rebelión sagrada.
VARIAS 205

Los que abusan del ejército, de la justicia, de las leyes,


de la religión, p a r a someter, p a r a vejar, p a r a espoliar, son
violentos como el salteador en medio de u n camino. Los
que desnudan sus armas p a r a rechazar ejércitos merce-
narios, justicias falseadas, leyes acomodaticias, espolia-
ciones criminales, son simplemente rebeldes, honrosamente
rebeldes, como los que defienden con noble indignación á los
suyos frente á los salteadores del camino.

#* *

¡ Seamos justos en lo posible !


Rechacemos el crimen : pero con igual criterio p a r a juzgar
los delitos de abajo y los delitos de arriba.
Pesemos en una ideal balanza de justicia, las miserias
acumuladas al través de muchas generaciones; el enbrute-
cimiento del trabajo forzado ; la insuficiencia de inteligencia
y de moralidad. Calculemos la cantidad de culpa colectiva,
humana, que todos tenemos en el b a s t a r d e a m i e n t o espiri-
tual que extravía los caminos y las ambiciones del hombre.
Consideremos el sinnúmero de idilios que por vejaciones
inicuas, han caido con trágico h u n d i m i e n t o , sin u n consuelo
en sus agonías, sin una lágrima por epitafio, p a r a formar
abono, en el limo de la esclavitud y robustecer y n u t r i r el
árbol imperecedero de las sociedades h u m a n a s .
Pensemos, en fin, que el equilibrio es la ley s u p r e m a del
flujo y reflujo social, por igual razón científica que las leyes
de la evolución de la s u s t a n c i a ; y que cuando h a y dos
energías frente á frente, y tienen entre sí diferencias
no compensadas, se realiza u n hecho transformador, lo
mismo entre los átomos que entre los hombres, p a r a res-
tablecer el equilibrio ; y esa transformación sólo se realiza
con violencia.
206 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

Estas ideas no tienen su fundamento en prejuicios socia-


les, ni en legislaciones h u m a n a s continuamente inventadas,
transformadas y d e r o g a d a s ; sino que tienen u n a base incon-
movible, poque se apoyan en leyes naturales, y son t a n esen-
cialmente científicas como el latido cosmogónico que vamos
diariamente pulsando con la inteligencia y oyendo con
el espíritu.
La mecánica celeste, como la mecánica social, no recibe
su fuerza, de las grandezas órbicas, sino de las pequeneces
infinitesimales. Las energías siderales, como las energías
h u m a n a s , no provienen de los orgullosos soles, brillantes
como reyes del espacio, ornados de luminosa p ú r p u r a , sino
de los átomos, de los menudos átomos, que forman, con su
latente impulso, la plebe del Universo, los trabajadores
del Infinito.
Así como, en m a t e m á t i c a s , las integrales, que no son sino
sumas y resultados, conducen al estudio de las modestas
unidades que la c o m p o n e n : asi en sociología, t o d a la fuerza
H u m a n a , t o d a la s u p r e m a acción final de la Humanidad,
no es sino u n a integral de proletarios.
¿ Por qué, pues, a u n q u e rechacemos el delito, hemos de llo-
rar más sobre el mausoleo de pórfido de un emperador, que
sobre la t u m b a s u b t e r r á n e a de veinte mil mineros ?

Los que hoy no ven claramente la síntesis grandiosa del


movimiento universal, reflejada en todos los movimientos
p a r c i a l e s , . . .no pueden conocer el sentido lógico de la actual
época revolucionaria; la fase característica del siglo X X ;
eso, en fin, que pudiéramos llamar el alma de nuestro siglo.
Por eso no falta quien e n presencia de estos a t e n t a d o s vio-
lentos exclame convencido : « ¡ h a y que exterminarlos á
VARIAS 207

t o d o s ! » sin ver que eso es a p r o b a r y aceptar como bueno


el sistema que condena : sin ver que ha sido esa frase misma
la que antes pronunciaron sus enemigos, no encontrando
otro sistema posible de defensa, de indemnización, y de equi-
librio. Los que no miden los pasos en cada hora,las horas en cada
jornada, las jornadas en cada siglo, los siglos en cada e t a p a
de evoluvción orgánica, formando ciclos de ciclos como es-
pirales que se enroscan en torno de un cilindro, el cual á su vez
forma nueva espiral en torno de otro, esroscado á su vez
alrededor de otro más, y así h a s t a lo infinito... ó como las
órbitas del satélite en torno de un p l a n e t a que rueda t a m b i é n
en torno de un sol, que gira igualmente alrededor de un foco,
cuya órbita tiene t a m b i é n un centro, ignoto pero no fijo
t a m p o c o , . . .los que no p u e d a n contemplar desde relativa
altura la fases del desarrollo histórico del hombre á p a r t i r
de los albores de su civilización, ascendiendo de peldaño en
pelpaño, en innúmeras e d a d e s : p a s a n d o g r a d u a l m e n t e
por estados e v o l u t i v o s ; fiera de la s e l v a : cazador impul-
sivos : pastor e r r a n t e : agricultor s e d e n t a r i o : mercader
andariego: salteador guerrero : ciudadano legislador : fun-
dador de p u e b l o s : forjador de c u l t o s : erector de m o n u -
mentos : Pigmalion del marmol: Homero de la e s t r o f a :
hierofante de U r a n i a : sondeador de lo incognoscible:
visionario del futuro : aplanador de f r o n t e r a s : y creador en
fin, de un m u n d o nuevo en gestación, poblado de Consmó-
polis p a r a todos los hombres, y alfombrado de praderas
comunes á todas las g e n e r a c i o n e s . . . los que tal y t a n
grande obra de edificación inmaterial y de glorificación moral
no han visto levantarse p a u l a t i n a m e n t e de las páginas de
la historia, siempre entre fragor de sangrientas revoluciones,
siempre entre iracundos asaltos de la violencia, con irrupción
continua de inmensas energías incesantemente r e n o v a d a s . . .
. . .no saben, no pueden distinguir entre la sublimidad ó la
208 EL MORRAL D E U N BOHEMIO

locura de los p u e b l o s ; entxe los heroísmos y los crimenes


de los h o m b r e s : entre el puñal de la biblica J u d i t h hebrea
ó el revolver de la rebelde Sprldówna rusa y el cadalso ó la
hoguera de la edad media.

***

Marchemos, si queréis, en procesión solemne, á depositar


una corona sobre la t u m b a de Julio Cesar, pero antes t e n -
dremos que destruir todas las páginas de la historia, todas las
estrofas de los poetas,todas las frentes de los hombres libres,
en que está e s t a m p a d o y glorificado el n o m b r e de B r u t o .
Vayamos juntos á escribir epitafios sobre las losas sepul-
crales de Carlos I y Luis X V I , del ministro Cánovas y del
D u q u e Sergio, y aniquilemos á sus victimarios sobre las
gradas del p a t í b u l o . . . pero antes, tendríamos que p l a n t a r
sobre la tierra dos bosques, dos inmensos bosques que cu-
brirían su superficie y la nublarían p a r a siempre con sinies-
t r a s o m b r a : un fúnebre bosque de cruces mortuorias,
sobre las infinitas t u m b a s de mártires nunca redimidos,
y otro imponente bosque de horcas p a r a los innúmeros
verdugos nunca castigados.
EL SIMBOLISMO.

A cada cual en su propio idioma.


Hablemos del simbolismo literario en lenguaje simbólico,
empezando por reconocer que si bien es a m a n e r a d o , pedan-
tesco y muy limitado, no carece de bellezas, de chispazos
que interrumpen la monótona jerga interminable y abstrusa.
¿ Qué es el simbolismo ?
Engullidor de teogonias, mitos, paráfrasis, ingiere en su
enorme buche todos los trebejos de a n t a ñ o , y como la paloma
al pichón, nos lo devuelve luego á medio digerir, con bo-
canadas de apoteosis y eructos de poesía olímpica. Pero
entre esos regüeldos épicos, se percibe el olor á algas marinas
que Venus y Neptuno conservan de las olas del Egeo.
Las palabras ejecutam una danza m a c a b r a .
Las ideas vagan como los fuegos fatuos.
Los oleages caprichosos de sus oraciones tienen cresterías
fosfóricas. La ondina se sumerge, reaparece, boga sin rumbo...
¿ á dónde va ? . . . ¿ d e dónde viene ? ¡ quén sabe ! pero en
su verde cabellera destacan nácares, collares y • perlas.
En ese simbolismo ¿hay un alma ?
Sí. Pero es histérica. Como Ofelia, teje guilnaldas que
no tienen aplicación.
Tiene un alma, pero está despedazada como el cuerpo
de Osiris. Un trozo en Olimpia, otro en la cumbre del m o n t e
Merú; tiene átomos en la g r u t a de Fingal y en el templo de
Dodona; bajo la p a g o d a y sobre el alminar de la mezquita;
14
210 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

en el país de los escaldas y en el país de los elfos; en los


alcázares de nieve que coronan el H i m a i a y a — mansiones
heladas de espíritus que no amaron nunca — y en las con-
cavidades del E t n a , donde el asfalto hierve y la s a l a m a n d r a
habita.
Isis ( q u e es Fantasía) busca los miembros diseminados
de Osiris ( que es Poesía), y Tifón (que es Vulgo) los arropa
en las tinieblas.
La diosa Isis, transformada en Demencia, lo escudriña
todo, y á todos i n t e r r o g a : á los elementos y á las furias;
á las Valkyrias y á las Gracias; á las miríadas de bacantes
que danzan en los bosques griegos, en círculos vertiginosos,
bañándose en el reflejo de la luna que llora rocíos... y á las
once mil vírgenes que entonan el H o s a n n a en el paraíso
cristiano, vestidas con la gasa traslúcida de la llama increada
que sonríe misericordias.
Y ¿ reúne la Isis del simbolismo los miembros dispersos
del a m a d o ?
Sí, pero no logra articularlos. No rehace al hombre, sino á
su f a n t a s m a . Es la sombra de Samuel ante el médium hebreo.
Es la e s t a t u a de todos los metales que soñó Nabucodonosor.
Además, como al amado de Isis,"le falta el.Falo, esto es,
el poder de crear á su imagen y semejanza; le falta la Unidad
en la variedad de la especie; le falta la continuidad del tema,
entre u n a cascada de notas, ritmos y cadencias de t o d a la
creación; le falta la génesis virtual del arte, donde el Dios,
como en religión, es Uno.
La pasión de esta Isis del simbólico, a d m i r a , conmueve...
pero fatiga. J a m á s reanimará á su Osiris ; y Tifón ( Vulgo)
ensalza su martirio escupiéndole al rostro y escarnecién-
dolo . . . porque no lo comprende.
E s t e simbolismo, que eleva con lo abstracto, que espeluzna
con la forma, que m a r e a con cierto hálito afrodisiaco, y que
VARIAS 211

desata, como vendavales, á todos los dioses juntos desde


las cavernas de Eolo, tiene algo de las fiebres que engendra
la T e b a i d a ; tiene mucho de un kaleidoscopio en que a c t u a -
ran juntos todos los sentidos.
Hay en él, músicas, rumores, gemidos, suspiros, car-
cajadas é imprecaciones p a r a el oído : fragor de carros en
que avanzan los dioses y vibraciones de los clarines evoca-
dores del apocalipsis.
Hay luz, color, visión, tinieblas, relámpagos, aureolas,
nimbos, para la m i r a d a ; a b e r t u r a s en el cielo, por donde
se vislumbran fulguraciones divinas, y cráteres en la tierra,
por donde surgen cárdenos resplandores del averno.
El olfato percibe aromas de p e b e t e r o s ; fragancia de brisas
marítimas; perfume de la mirra y del incienso; olor de
azahares andaluces y de gomas a r á b i g a s ; no faltan las
esencias que vertió Magdalena en la cabellera de Jesús, y
se aspiran, siempre, los miasmas que exhalan las buhardillas
del barrio latino.
El paladar saborea miel de Himeto y asafétida de los
banquetes de L ú c u l o ; néctar en el cáliz de las flores y sal-
za de bazofia espartana á orillas del E u r o t a s ; ambrosía
servida por Hebe á la sombra del Olimpieón y ajenjo es-
canciado, entre risotadas, por u n a sacerdotisa de la bras-
serie du Chat Noir.
Hasta el tacto p a l p a morbideces divinas ó sensuales ;
percibe la suavidad del bálsamo, ó resbala sobre el óleo
que impregnó las sienes, al caer de las lámparas sagradas
pendientes de la eterna bóveda.
Todas estas visiones enfermizas, se rechazan entre sí,
protestan del contubernio á que se les obliga, y enlazadas
por la fuerza, sin U n i d a d que es alma y sin A m o r que es
idea, no forman sino una rapsodia. f |íf
Si algo impera, es el eterno ensueño del asceta. H a y u n
212 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

misticismo con variantes más ó menos monacales, helénicas,


ó turanías. Se oyen gemidos del salterio, ronquidos de la flau-
t a frigia y susurros del arpa eólica. Los siete carrizos en q u é
vibraba el aliento exhalado por el seno de P a n , confunden
las harmonías del Penjab con los rumores del viento en la
Selva N e g r a ; los cantares de Safo con las estrofas de Val-
miky ó con las lamentaciones de F e r d u s i ; y blandiendo
la b a t u t a en esta desenfrenada sinfonía orquestal de los
siglos, se ve, sobre un fondo fosforecente, el brazo macerado
del cenobita teósofo que recibía el p a n de entre las garras
del cuervo y cabalgaba en lomos del hipocentauro.

**#

Poesía, Arte, Genio, tienen t a n t a s fases como m u n d o s


incuban las nebulosas. Simbolismo, no tiene más que u n a
faz, lívida, demacrada, escudriñadora de ensueños, rebus-
cadora de diamantes : conmovida á intervalos por t e m -
blores epilépticos que le a y u d a n á a p a r e n t a r las líneas vi-
gorosas de la f u e r z a ; lánguida después, con la voluptuo-
sidad de u n a tuberculosa e n a m o r a d a de un atleta.
La divina Belleza ostenta sus dones célicos en t a n t a s
actitudes como horas contiene la eternidad. Simbolismo,
vio una de estas actitudes fulgurantes y la m a n c h a de la
luz violácea quedó fija en su pupila : por eso, en la inmensa
variedad de sus p a n o r a m a s , hay u n a monotonía fatigosa,
que cautiva primero, rinde después y narcotiza por último.
Es un c a n t a r celeste que se nos h a esculpido en el c e r e b r o ;
lo tarareamos sin cesar, y al repetirse c o n s t a n t e m e n t e sin
permitir la e n t r a d a á ninguna o t r a harmonía, llega á im-
pacientarnos h a s t a llegar á maldecirlo.
L a forma ahoga al fondo.
El abuso del símbolo m a t a á la Idea.
VARIAS 213

El Simbolismo es siempre un iconoclasta, que al invadir


el campo del arte enfilando sus estrofas, parece un p a s t o r
de esfinges conduciendo su m a n a d a .
Las flores del c a m p o . . .
¡ qué flores divinas !
Bellas, sin afeites,
buenas, sin malicia.
¡ Cuan hermosa era
la p a s t o r a H i g i n i a !
Nácar en sus dientes,
rosa en sus mejillas,
coral en sus labios
luz en sus pupilas,
miel en sus p a l a b r a s ,
gloria en su sonrisa.
La encontré á la sombra
de una casuarina,
sobre el fresco césped
sin temor t e n d i d a ;
en el suelo el codo,
la mano extendida
sosteniendo el peso
de su cabecita..
¡ Qué hermoso el semblante
de la campesina,
bella, sin afeites,
buena, sin m a l i c i a s !
216 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

' Me acerqué y le dije


puesto de r o d i l l a s :
— Te idolatro t a n t o . . .
t a n t o , gloria mía,
que por tus amores
diera yo la v i d a :
¿ m e darás un poco
del fragante almíbar
que las dulces flores
de t u amor destilan ?
¿ Por qué tus dos ojos
cerrados no miran
cómo te idolatro
puesto de rodillas ?
¿ Por qué tu palabra
se niega á la m í a ?
¿ Por qué no respondes
alma de mi v i d a . . . ?

¡ Qué iba á responderme


la pastora Higinia
si mientras y o hablaba
se quedó d o r m i d a !
MINTIENDO.

¿ Has visto, lector, cómo se cuentan mentiras los hombres,


unos á otros, con fines egoístas ?
Seguramente: porque ni sobra quien no lo h a y a visto,
ni falta quien no lo h a y a hecho.
Bien. Pues en este caso, m e perdonarás que yo te cuente
una mentirilla inofensiva, y sin carácter malévolo, p o r
cuanto empieza declarando paladinamente su progenie.
N a d a hay más generoso que la f a n t a s í a : ella construye
edificios que humillan á las obras de la r e a l i d a d ; emplea
fortunas prodigiosas en las más loables y difíciles e m p r e s a s ;
consuela los más hondos pesares con sólo extender un mo-
mento sus alas trasparentes, y no hay semblante contrito
que no la aclame, ni rostro risueño que no" la busque, ni
hombre codicioso que no la requiera, ni austero pensador
que se resista á su magia, ni ambición que en ella no se
apoye, ni amor que no se le entregue, ni mujer que no viaje
en su compañía veinticuatro horas cotidianas.
Entreguémonos, pues, á ella, querido lector, y hagamos
juntos u n a p e q u e ñ a jornada. Caminatas son éstas que ni
cansan al cuerpo, ni fatigan al espíritu, ni dejan heces acres
en el corazón, ni mutilan las bellas imágenes del recuerdo.
¡ L á s t i m a que así no sean las jornadas reales de la v i d a !

Aquella noche de luna, era e x c e p c i o n a l : como noche


y como luna.
218 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

La vaga claridad exterior y la p e n u m b r a interior de mi


ánimo, destellaban de consuno no sé qué fulgores extraños
de aspecto fosforescente. Si no había estrellas errantes en
el cielo, puedo asegurar que las había en mi cerebro. L a
luna, que yo había visto siempre seguir imperceptiblemente
su r u t a con dulce y suave serenidad, parecía saltar aquella
noche, inquieta y movediza como u n fuego fatuo. Es más :
la idea infantil de que nuestro satélite tiene una fisonomía,
se había fijado en mi mente, y no solo veía con exactitud
su semblante, sino que distinguía con perfecta precisión
que á cada rato me hacía u n a mueca, yo no sabría decir si
de burla ó de lástima, pero que me hacía mohines era
indudable.
Yo caminaba por la calle Soriano. E r a más de m e d i a
noche. Pero observé que mis pasos no sonaban como siem-
pre : la calle estaba solitaria y silenciosa, y sin embargo,
el eco de mis pisadas no producía ruido alguno. Pisaba
más fuerte, y ¡ nada, no se oía !
— Aquí h a y algodón — decía y o — ó en las s u e l a s . . .
ó en el c e r e b r o . .
Y seguía p e n s a n d o :
— Lo mismo que en el paso de algunos hombres por el
m u n d o : pisan fuerte, y sin embargo, no se o y e : ó ellos
llevan algodón en los p i e s , ó la h u m a n i d a d tiene el cerebro
forrado de algodón.
Y á m e d i d a que c a m i n a b a veía copos de algodón que
caían lentamente.
— ¿ E s t á nevando ? — pensé. — E n efecto, yo tenía
frío, mucho frío : pero \ qué d i s p a r a t e ! ¡ nevar en Monte-
video !
L e v a n t é la vista, y me sorprendió ver que la luna seguía
saltando de u n lado á otro del cielo, cada vez con m á s rá-
pido movimiento. Marchaba yo casi a u t o m á t i c a m e n t e con
219 VARIAS-

la cabeza alta contemplando estupefacto aquel extraño


espectáculo, cuando en uno de sus prodigiosos saltos, des-
prendiéndose del firmamento, cayó la luna sobre mi, dán-
dome un golpe en el p e c h o . . .
Retrocedí espantado, rechazado al mismo tiempo por el
g o l p e . . . ¿ qué era aquello ? . . .
Por mirar al cielo había tropezado con un árbol.
— E s t á bien — pensé, prosiguiendo mi camino. — Esto
les sucede á cada paso á todos los soñadores.
Gí el ruido de u n coche : entonces me apercibí de que
estaba m u y cansado, y la idea de a p r o x i m a r m e á la cama
sin mover los pies me produjo u n placer exagerado p a r a
t a n pequeña causa..
E r a un coche de alquiler y le hice seña. Al verlo desde
cerca quedé atónito : el cochero tenía por c a r a . . . ¡ l a l u n a !
¡ la misma que saltaba en el cielo y me hacía muecas y me
d a b a golpes en el pecho sirviéndose de los árboles como
de m a z a !
— ¿ Qué es esto ? Si hubiera bebido vino, creería que
estaba ebrio — pensé.
Entonces recordé que no había comido.
Subí al c o c h e ; di las señas al auriga con cabeza de luna,
y partimos.
¡ Cosa r a r a ! el coche tampoco hacía ruido al andar.
Quise asomarme por ver si llevaba algodones en las ruedas,
pero me sentía t a n rendido que preferí no m o v e r m e y re-
costar la cabeza en el respaldo.
— 1 Conque me he olvidado de comer ! — empecé á
meditar.
Cerré los o j o s : v i u n plato de caldo con u n huevo d e n t r o ;
pero fijándome bien, observé que no era un huevo, ¡ qué
fastidio 1 e r a . . . ¡ l a l u n a ! ¡ la cabeza del cochero q u e me
hacía m u e c a s ! Sentí náuseas del caldo y rabia contra aquella
220 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

luna que m e p e r s e g u í a : quise tirar el caldo por la v e n t a -


nilla, pero no t u v e fuerzas p a r a mover los brazos.
— Me olvidé de c o m e r . . . ¡me alegro! Comer es u n vicio
r e p u g n a n t e . ¡ No sé como he podido resistir algunas veces
el olor que despide la cocina de una f o n d a ! Y además es
u n a infamia c o m e r ; es devorar á seres vivientes. Somos sus
verdugos y lo somos con alevosía, ¡ se les cuida, se les en-
gorda, se les asesina y . . . se les devora ! ¡ Y pensar que cada
gran ciudad tiene un m a t a d e r o en donde caen diariamente
bajo la cuchilla centenares de vidas ! . . . ¡ Qué sangrienta
hecatombe a n t e la horrible divinidad de la materia ! ¡ Oh !
¡ Los hombres somos infames! Tengo ganas de morirme, así,
suavemente, sin movimiento, sin ruido, y sobre todo,
sin l u n a . . .
Entreabrí los ojos y comprendí por qué sentía cierto
balanceo extraño. Y a no había coche : yo iba en u n a h a m a c a
sobre la cubierta de un buque y percibí un zumbido cons-
t a n t e que supuse sería el ruido de las olas, y unos cantos le-
janos en idioma extraño que se me antojó alguna balada
alemana que entonaban los marineros en la p r o a . . . y pa-
saban luces ante mí, como de grandes faroles que se balan-
cearan sobre el tope de embarcaciones próximas, y noté
además otro farolito que estaba colocado sobre mi mismo
cuerpo tendido en la hamaca.
¿ Quién habría tenido la e x t r a ñ a ocurrencia de ponerme
un farolito sobre el vientre ? Y el caso es que con ser t a n
pequeño pesaba mucho y m e hacia daño en el estómago.
Mirándolo bien, vi reflejarse en el cristal un rostro h u m a n o ,
m u y risueño, m u y burlón. Me f i j é . . . y . . . ¡ era la l u n a !
¡ la luna, que me hacía muecas otra vez y seguía saltando
en el cristal como antes en el cielo!
— Bueno, pensé, h a y que h u i r . . . es forzoso h u i r . . . pero
sin m o v e r s e . . . odio el movimiento. H a y que huir de la
VARIAS 221

luna, del peso de este farolito que me oprime t a n t o el


estómago y de todos los hombres que no son sino ogros
mayorazgos que se comen á sus h e r m a n o s . . . pero yo no
quiero m o v e r m e . . .
En esto sentí una conmoción e x t r a ñ a .
— ¡ A que hemos encallado ! — se me ocurrió al m o m e n t o
—'• ¡ qué silencio ! no se oye y a ni el zumbido aquél con que
antes se quejaban las olas, ni el canto lejano de los mari-
neros. ¿ Se h a b r á n salvado todos y me h a b r á n dejado aquí
solo, sobre la cubierta de un barco a b a n d o n a d o en m i t a d
del m a r . . . y moriré ahogado, ó moriré de h a m b r e . . . ?
¡ m e j o r ! Ni he de moverme, ni he de comer, ni quiero ver
á nadie á mi lado, porque odio al movimiento, y odio á la
comida, y odio á los hombres. Aquí permaneceré contem-
plando el c i e l o . . . tampoco, porque veré á la luna y t a m -
bién odio á la luna. Lo único que haré será q u i t a r m e del
vientre este endiablado farolito que t a n dolorosamente me
oprime el estómago.
Quise incorporarme y sentí en la cabeza un fenómeno
e x t r a ñ o : era peso, ruido y movimiento interior incompren-
sible. Pero m e d i t a n d o un m o m e n t o ' m e lo expliqué senci-
llamente. Mi cráneo era la bóveda del cielo, y bajo él gira-
ban todos los soles y planetas, unos alrededor de ¡os otros,
mezclados con cometas de larguísima cola que me produ-
cían un calor espantoso en el cerebro ; pero en lugar de
tener por centro algún sol inmenso, t e n í a n . . . ¡ l a l u n a !
L a luna, que h a s t a dentro de mi misma cabeza, seguía mi-
rándome y riéndose y haciéndome muecas.
Ya esto no era soportable. Aquella invasión creciente
de la luna h a s t a incrustarse en el interior de mi cráneo y has-
t a hacer danzar á su alrededor á todos los astros, era h o -
rripilante y doloroso. Quería pedir s o c o r r o . . . encontrar
a y u d a , p r o t e c c i ó n . . . huir, en f i n . . . pero sin moverme.
222 EL MORRAL D E U N BOHEMIO

Me pareció escuchar ruido de voces, luego p u e r t a s que


se abrían y cerraban, después un grito de mujer, grito ex-
traño impregnado de angustia, seco, estridente, y á la
vibración de aquel grito, todos los astros que giraban bajo
mi cráneo avivaron su llama y circularon con rapidez ver-
tiginosa . . . Sentí que me sacaban del barco y me tendían
en la playa.
Había m u c h a luz dentro de mí, y m u c h a luz exterior
que me lastimaba los ojos.
U n a figura de mujer se destacaba de entre las llamas,
y me m i r a b a con cariño, ¡ qué alegría sentí 1 E r a Urania,
la diosa que dirige y ordena el movimiento de los astros.
Ella me había salvado del naufragio y del farolito que me
oprimía el estomago. Ella venía, sin duda, á sacarme del
cráneo todos aquellos soles y cometas que se peleaban en
mi cerebro.
La miré con g r a t i t u d y . . . ¡ o h decepción horrible ! y a
Urania no me m i r a b a cariñosamente. Su cara, aquel her-
moso semblante, era la luna, y se r e í a . . . y me hacía muecas.
Y a no vi más. Me pareció que me envolvía en la sombra,
en u n a especie de a t a ú d con forma á veces de coche que
rueda, á veces de barco que navega, y se repetían la b a l a d a
de los marineros y el gemido de las olas, y brillaban como
puntitos, luces diminutas y movedizas, y caían copos de
algodón que iban cubriendo como u n a capa de nieve mi
extraña sepultura.
Después, un sopor s u a v e ; algo de eco que se desvanece,
de gemido que se hunde en el silencio, de lágrima que se
evapora...
Después, n a d a . . . la n a d a absoluta.

Un hermoso día de invierno, o b t u v e permiso p a r a hablar,


p a r a preguntar, p a r a saber.
VARIAS 223

Y supe que una noche había llamado á la p u e r t a de mi


casa un cochero, y me habían sacado del carruaje como muer-
to, víctima de un grave a t a q u e cerebral.
Entonces me presentaron á Urania. E r a mi a m a d a .
— ¿ M e ves ahora con la cara de luna que t a n t o abo-
rrecías en tus delirios ? — me preguntó.
— No — contesté estrechando su m a n o , — ahora t e
veo con cara de sol.
Cuando llegó el doctor le pedí el a l t a ; ansiaba movimiento,
m u c h o movimiento : quería comer un pollo, un faisán, un
c o r d e r o . . . me había vuelto ogro mayorazgo y estaba dis-
puesto á devorar á t o d a la familia m e n u d a de la creación.
Se me concedió comer algo y dar un paseo, pero en ca-
rruaje, porque estaba m u y débil.
Al entrar en el coche me dijo mi a c o m p a ñ a n t e :
— Este es el cochero que lo trajo la noche del a t a q u e y al
que también acusaba usted, en su delirio, de tener cara de
luna.
— Pues hombre — contesté —• lo que le encuentro,
más bien, es una cara de bárbaro bonachón que me hace
m u c h a gracia.
ASPIRACIÓN.

Es mi ambición que cuando llegue lúgubre


el instante postrero de mi ser,
con a m a n t e piedad cierre mis párpados
un beso de mujer.
¡ SI i Mis pupilas, al contacto mágico,
aun m u e r t a s y a , se impregnarán de luz,
luz que desgarre del ignoto ábrego
el sombrío capuz.
Luz que al hundirme en tenebrosos á m b i t o s
con albo resplandor los b a ñ a r á n ;
luz que en v i r t u d del generoso ósculo
mis ojos v e r t e r á n ;
y valles, prados, avenidas fúlgidas
como sendas triunfales c r u z a r é ;
jirones de la sombra, en arcos lúcidos
transformados veré.
Las larvas que la Noche incuba sórdida
mariposas de luz engendrarán,
que en nube inquieta el r u t i l a n t e piélago
como aladas estrellas cruzarán.
No sombras, no pavor, sino u n espléndido
m a r inmenso de luz veré s u r g i r ;
no aflicción, no pesar, sino recóndito,
el placer inefable de morir.

15
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

¡ Cúmplase, oh dioses, mi ambicioso anhelo


en el postrer instante de mi s e r !
¡ Encienda luz eñ mis pupilas m u e r t a s
un beso de m u j e r !
ENGENDRO.

¿ Quién vale más ? ¿ El que en la vaga idea


se columpia soñando,
el que lingotes de metal moldea
pujantes golpes sobre el y u n q u e dando,
ó el que el ajeno trabajar acecha
p a r a acopiar prolífica c o s e c h a ?
¿ Qué a p o r t a á las riquezas el ocioso
que, aislado como nuevo Segismundo,
mirando al cielo, insomne, caviloso,
vive m e d i t a b u n d o
sin salir de su estrecho gabinete,
averiguando con tenaz ahinco
si las estrellas del cénit son siete
ó no pasan de c i n c o ?
¿ No vale más el q u e , p o t e n t e , aterra
en sus profundas arcas u n tesoro,
proficuo capital que desentierra
de la pródiga mina en que se encierra
la rica v e t a 6 el filón de oro ? . . .
¿ De qué sirven las locas fantasías
de esos seres de fútiles talentos,
huecos incubadores de poesías,
tejedores de cuentos
y visiones e x t r a ñ a s
en v a n a red de embustes y p a t r a ñ a s ?
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

¿ No vale más el que aprovecha al m u n d o ,


y lo sabe exprimir con mano f u e r t e ;
quien prensa al hombre como á m a s a inerte
y extrayéndole el jugo m á s fecundo
alimenta, jocundo,
la propia vida con la ajena m u e r t e ?

El fruto de esta mágica teoría


fué un engendro v o r a z . . . la Tiranía.
PARALELO.

— E n esta tierra lóbrega y obscura


¿ qué leyes rigen al derecho h u m a n o ?
¿ Por qué viven los malos en la altura,
mientras mueren los buenos en el llano ?
— Rigen iguales leyes inmanentes
al h u m a n o vivir y á las batallas.
Mueren, porque combaten, los valientes.
Viven, porque se ocultan, los canallas.
i ESPÚREOS!

¡ Débiles vates que pulsáis la lira


viviendo enamorados de la gloria,
y cantáis, sin cesar, á los amores,
y á la ambición, y al numen, y á la aurora,
y á los regios festines, y al deleite,
y á los mantos de armiño, y las Coronas,
pero jamás cantáis á la «canalla»
que aún vive sepultada en la m a z m o r r a ;
la canalla que sufre en la g e h e n n a ;
la canalla que gime y que labora ! . . .
¿ Olvidáis que en su seno habéis nacido
porque os enamorasteis de la gloria ? . . .
¿ d e s d e ñ á i s v u e s t r a cuna avergonzados,
y la queréis cubrir con rica e s t o f a . . . ?
1 Sois, p a r a el Pueblo, como el hijo inicuo
de quien nos habla horripilante crónica, •
que el corazón quitó á su propia m a d r e
y lo arrojó á las p l a n t a s de u n a novia.
D'ARTAGNAN EN GUARDIA.

Sabréis que en tiempos pasados,


hubo hidalgos bien templados
que a c t u a b a n de mosqueteros,
siendo t a n t o más honrados,
cuanto eran más exforzados,
al par que más caballeros.
De tres dellos, con placer
podéis las hazañas leer
pues en los libros están.
F u é uno, Portos, escuder,
otro, el conde de la Fere,
y el otro, yo : D' A r t a g n a n .
E r a m o d a entre mi gente,
á fuer de altivo y valiente,
con audacia, ingenio y brío,
fijar con gesto insolente,
de la posada en el frente,
u n cartel de desafío.
¿ No recordáis ¡ vive Dios 1
el de Don Luis en París ?
» A q u í vive u n Don Luis
» q u e vale lo menos dos.
» P a r a r á aquí algunos meses,
» y no trae más intereses
» n i se aviene á más empresas,
EL MORRAL D E UN BOHEMIO

t> que adorar á las francesas


» y reñir con los franceses».
De esa extirpe de Quijanos
surgieron los castellanos
que escalaron el Rimac,
y bravos, poetas, galanos,
brilló entre t a n t o s Ciranos,
Cirano de Bergerac.
E r a n nobles infanzones
que hacían trovas y canciones
con pulcra frase atildada,
pero en bélicas acciones
a p o y a b a n sus razones
con la p u n t a de la espada.
E n este Montevideo
cuya gloria admiro y veo
resplandeciente lucir,
fértil campo encontrar creo,
donde cumplir mi deseo
de amar, trovar y reñir.
Yo soy de la época v i e j a ;
amo al hierro de la reja
y á los templados aceros,
pues placer en mi alma deja
lo mismo la a m a n t e queja
que el duelo entre caballeros.
Es mi n o r m a la L e a l t a d ;
mi fuero la Libertad
por nadie nunca oprimida,
y abrigo la t e r q u e d a d
de sostener la Verdad
a u n q u e me juegue la vida.
VARIAS

Den apoyo á mi tarea


los que al entrar en pelea
Luz contra Tiniebla invocan,
p a r a que la chispa sea
la que encienden, como idea,
hierro y pedernal que chocan.
No soy y a el doncel galano
que alegre, ingenuo y ufano
d e la Gascuña emigró :
soy D ' A r t a g n a n veterano,
viejo y fuerte, rudo y sano,
que en la liza encaneció.
Pero el corazón estalla
bajo la cota de malla
más, aún, que en el tiempo aquel,
y sin dios, ni ley, ni valla,
al burgués y á la canalla,
recomiendo este c a r t e l :
« A q u í escribe un mosquetero
»siempre franco y justiciero
»sin que la Oponión lo arreste, .
» pues juró ser verdadero,
» y es su empeño hablar sincero
i> cuéstele lo que le cueste.
« Y p a r a ser siempre fiel
»al gesto del tiempo aquél
» d e Cirano y de Don J u a n ,
»con p l u m a , espada y cincel,
» a q u í graba este cartel
» q u e firmo, y o ,
D'ARTAGNAN.»
SOLEDAD.

¡ Qué sublime y perfecta harmonía


la de un alma sola, pensante, callada,
que a b a n d o n a de otras la infiel compañía
porque se ha sentido mal a c o m p a ñ a d a ! .
¡ Con qué Verbo inefable dialogan
Universo y Alma, periferia y centro !
Cuan unidos los dos desahogan
charlas silenciosas de afuera hacia dentro 1
Cada espíritu es foco de u n orbe,
núcleo que ilumina la célula inmensa
del Todo invisible; lo apropia, lo absorbe,
y á él asimilándose, a m a , siente y piensa.
P o r eso las almas pensantes, calladas,
son de lo Infinito sereno reflejo;
por eso en sus sueños n u n c a están aisladas,
pues h a y en su fondo noches estrelladas
en que se contemplan como en u n espejo.
¡ S a n t a s almas calladas que pesan
sobre el propio seno con fuerza i n f i n i t a !
1 que son m á s s u p r e m a s porque n a d a expresan
de cuanto en su arcano se mueve y p a l p i t a !
Las que cantan imitan al ave
que á t u r b a r la selva con su voz se a t r e v e ;
pero u n alma fuerte, calla, porque sabe
238 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

que es pérfido el m u n d o , y es p a r a ella grave


que le falsifiquen su cántico breve.
Todo trino entonado transforma
su arpegio s o n o r o ; y esto en t a l m a n e r a
que, guardando el fondo, se esfuma la forma
del afán de gloria que en el alma hubiera.
Y aunque fuese inspirado y sublime
¿ qué importa ? ¡ si nadie comprende su idea !
¿ qué i m p o r t a que el canto generoso sea ?
¡ si ese verbo, que es luz, no redime,
ni inspira, ni vence, ni halaga, ni c r e a . . . !

¡ Qué admirable, perfecta h a r m o n í a


la de un alma s o l a . . . p e n s a n t e . . . c a l l a d a . . .
que a b a n d o n a de otras la infiel compañía
porque se ha sentido mal a c o m p a ñ a d a . . . !
ESPADA FLAMÍGERA.

Hubo u n tiempo un tirano, que comía


corazones de tímidos, a n d a b a
sobre cuellos de esclavos, y bebía
la sangre de la grey que apacentaba.
« ¡ Soy la Fuerza ! — soberbio repetía —
¡ Hércules que aniquila con su clava,
y al golpe de mi brazo omnipotente
todos humillan con temor la frente !»

Reuniéronse falanges de abnegados


p a r a acabar con él, y p e r e c i e r o n :
millares y millares de soldados
en heroicos combates sucumbieron :
los escudos de bronce, destrozados
bajo las p l a n t a s del tirano f u e r o n :
¡ Las armas que los fuertes e m p u ñ a b a n
contra el peto del amo, se q u e b r a b a n !

Desistieron al fin. H u m i l d e m e n t e
quedaron sometidos bajo el y u g o ,
y en el Cielo y la Tierra, solamente
que los rigiera, á su desgracia plugo,
dos poderes, tiranos i g u a l m e n t e ;
la ira de Dios y el hacha del v e r d u g o :
240 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

i Las dos fuerzas absurdas, las dos leyes


que hacer consiguen de los hombres b u e y e s !

¡ Surgió el M e s í a s ! Blanco como armiño,


de ojos azules, blonda cabellera
y hermosura de e f e b o . . . ¡ casi u n niño
el mensajero de justicias era !
Cantó la Libertad con tal cariño,
que oyendo el pueblo su canción guerrera,
las rudas manos, de furor crispadas,
buscaron en el cinto las e s p a d a s !

La Tiranía h u n d i ó . . . ! ¡ Bendito sea !


Y la hundió con u n a r m a , ¡ oh, gran p o r t e n t o !
que aniquila y fecunda, m a t a y crea.
¡ Armó el arco de luz del pensamiento
y puso en él, las flechas de la I d e a !
I Que p a r a derrocar á lo protervo,
sólo una fuerza es invencible : el Verbo !
ÍNDICE

16
ÍNDICE

Dedicatoria

COSAS MÍAS.

Mis arreos 9

Mis c a m p a n a s • 1 1

Mi b a n d e r a roja 1 5

Mi templo 2 5

Mi p a t r i a . • 3 5

Mi visión • • 3 9

Mi irreligión 4 3

Mi oro y mi oropel . 4 5

Mi canario ' • 4 7

Mi excepticismo • 5 1

Mi n u m e n 5 5

Mi aurora 6 3

Mis flores 6 7

Mis funerales 7 1

Mi t e r r u ñ o . . 7 3

Mi ideal 7 7

Mis libros • • • • 8 1

Mi silencio 8 5

Mi destino 8 7
244 EL MORRAL D E UN BOHEMIO

Pág;

Mi balada . . . 89
Mi noche de Noel 93

IDEALISMO Y REALISMO.

El burgués y el poeta . . .' 115


El grillo 117
L a única v e r d a d 121
El problema de la felicidad 123
Perlas falsas 127
¿ Dónde está la alegría ? 131
Un año más 133
El problema de la sabiduría 141

EPICÚREAS.

La mujer y el vino 147


La m u s a báquica . 149
Filosofía alcohólica 153
El festín 155

VARIAS.

Urania . . 159
Ante los sepulcros 163
A u n a máscara 165
Galantería 167
Trova 169
ÍNDICE 245

" " Pág.

Madrigal 1 7 1

Decepción I 7 3

Quijotada 175
Naturalidad 1 8 1

¡ Vencido ! • 1 8 3

Insomnio l ^ 8

R u b i a luz de los campos 191


El Recuerdo 1 9 5

Violencia y Rebelión 197


Simbolismo l
2 y

Virgiliana '
2 5

Mintiendo 117
Aspiración . . . . . . . . 225
Engendros 2 2 7

Paralelo 2 2 9

Espúreos 2 3
1
D ' A r t a g n a n en guardia 2 3 3

Soledad 2 3 7

E s p a d a flamígera 239
Obtfas de - —

= editadas pov la c a s a
DE O. fl. BERT/INI
f\ORdLIDdDE5 ACTUALES

LO QUE SON LOS YERBALES

EL DOLOR VñRáQUñYO

CUENTOS PREVÉS (DEL N/ITURflL)

fllRdNDO YIYIR

Al fldRQEN

iDEdS T C R Í T I C A
Dl/ÍLOQOS T CONVERSACIONES
Obr&5 d e

Javier de \?iai?a
editadas por l a casa:

MHeH@fIINBS, 2.a edición.

LEÑA SE@H ? 3.a edición.

YUYOS, 2.a edición.

GHU@HH 3.a edición.

8 H R D © S
omás
bE

JULIO HERRERA T REI55IQ

EDITADAS POR Lfl QdSd

LOS PEREGRINOS DE PIEbRA

EL TEATRO bE LOS HUMILDES

LAS LUNAS bE ORO

L A / P A / C U A / DEL TIEMPO

LA VIbA Y OTRO/ POEMA/


OBRAS DE ÁNGEL FALCO
PUBLICADAS POR LA CASA

Ave Francia
(Prosa y Verso)

Garibaldi
(Poema)

Vida que Canta


(Poesías)

Breviario Galante
(Poesías)

El H o m b r e Quimera
(Canto á la aviación)

La Leyenda del Patriarca


(Canto á Artigas)

El A l m a de la Raza
(Canto al Lenguaje)
O&RAS EhlTñhñS P O R Lá ZASA
H t í S T d NOVIEMBRE bE 1312

Talleres gráficos EL fiRTE; de O. M. BERTANI

Autores nacionales:

flRMfiNDO VflSSEUR, Cantos augúrales (poesías), Agotado . . . . $ 0.50


» » Cantos^ del Hueuo Mundo ( 2 . edición)
a
. . . » 0.50
» » ñ flor de alma » » . . . » 0.30
M A N U F L MEDINA BETANCORT, Cuentos al Corazón, 3 . a
edición
(Ilustraciones de ñ . G o b y ) » 0.40
PERFECTO LÓPEZ CAMPAÑA, Fanfarria de Prejuicios . . . . . . » 0.50
EMILIO F R U G O N I , Los Himnos » 0.50
El Eterno Cantar, 3 . a
edición (Ilustración de ñ .
Qoby) » 0-60
ENRIQUE Q R U N T 2 , En el tálamo del amor (Ilustración de A. Q o b y ) . » 0.60
ÁNGEL FALCO, flue Francia (prosa y poesía) . . » 0.10
» » Qaribaldi (poema) » 0.25
» » Vida que canta [poesías] » 0.40
» » Breuiario Galante (poesías) » 0.60
» » El Hombre-Quimera » 0.30
» » La leyenda del Patriarca » 0.50
» » El alma de la Raza (Canto) » 0.30
OVIDIO FERNANDEZ RlOS, Las Leyendas Milagrosas » 0.50
ISIDRO RODRÍGUEZ MARTIN, filma trágica ¡S¡ 0.30
ILLfi M O R E N O , Rubíes y Amatistas (poesías)' . . • » 0.70
EDUARDO GANDOLFO, De fiyer (uersos) » 0.50
CARLOS ROXLO, El libro de las rimas (en rústica) » 0.60
» » » » » » » (en tela) buena encuademación » 1.00
CÉSAR MIRANDA, Las leyendas del Alma (agotado)
JOSÉ L. GOMENSORO, El país que se ama (cuentos) » 0.40
DELMIRA AGUSTINI, El Libro Blanco (poesías) »> 0.50
» » Cantos de la mañana » 0.30
FEDERICO GIRALDI, Mirim (poesías) » 0.10
ROBERTO DE LAS CARRERAS, Suspiro a una palmera (poema) . . » 1.00
ANDRÉS T. G O M E N S O R O , Rumbo al Sol » 0.40
MARÍA MORRISON DE PARKER, El padrino de Cecilia (nouela). . . » 0.40
S. GARCÍA MALLARINI, Apóstoles Rebeldes [nouelal » 0.30
G U Z M A N PAPINI, Canto a la Sireneta » 0.20
J U L I O HERRERO Y R E I S S I G , Los Peregrinos de Piedra (poesías) . » 1.00
» » » El Teatro de los Humildes » . » 1.00
» » Las Lunas de Oro » . » 1-00
» » » Las Pascuas del Tiempo » . » 1.00
» » » La Vida y otros poemas » . » 1.00
MARlA GAUTIER, Apuntes sobre perspectiua » 0.40
JUAN M. a
OLIVER (hijo), Los Crepúsculos (poesías) » 0.30
JAVIER DE VIANA, Macachines (Cuentos breues) 2 . Edición. a
. . » 0'50
» » Leña Seca, 3 . a
Edición » ' 0.5Ó
» » Vuyos, 2 . a
Edición » 0.50
» » Cardos » 0.50
OCTAVIO MOR ATÓ, Problemas Sociales » 0.20
OTTO M I G U E L CIONE, Lauracha (nouela). • » 0.50
ENRIQUE V. ERSERGUER, La Anarquía ante la Ciuilización. . . . » 0.40
D'ACOSTA e 1RISARRI, Liras Hermanas (poesías) » 0.50
ISMAEL CORTINAS y WASHINGTON BÉLTRÁN, De la raza (primer
premio en el concurso « Homenaje a Artigas ») » 0.15
ALBERTO NIN FRlAS, La fuente enuenenada (nouela) » 0.20
MflRIA CROSA DE R O X L O , ñ traués de la Vida (Cuentos). . . . » 0.40
DOMINGO A R E N ñ , Diuorcio y Matrimonio » 0.10
LEONCIO LASSO DE LA VEGA, El Morral de un Bohemio . . . . » 0.40
Biblioteca Teatro Uruguayo:

ISMAEL CORTINAS, El Credo (comedia en un acto) $ 0.25


LUIS SCARZOLO TRAVIESO, Cabecita loca » 0.25
FLORENCIO SÁNCHEZ, Nuestros Hijos (comedia en 3 actos). . . » 0.50
OTTO MIGUEL CIONE, El Arlequín (Tragedia moderna en 3 actos) . » 0.50
» » » Partenza (drama en 3 actos) » 0.50
OVIDIO FERNÁNDEZ RÍOS, El alma de la casa (comedia). . . . » 0.25
ERNESTO HERRERA, El Estanque (drama en 3 actos) »_ 0.25
» » El león ciego (drama en 3 actos) » 0.25
» » La Moral de AAisia Paca (comedia en 3 actos) » 0.25

O R O S M Á N MORATORIO, Dulce calma (comedia) » 0.25


» » Sol de Otoño [comedia] » 0.25
ALBERTO T . WEISBACH, El Guaso (boceto dramático). . . . . » 0.25
» » » Resaca (boceto dramático) » 0.25
CARLOS MARÍA PACHECO, Los disfrazados, Saínete lírico-dramático » 0.25
» • » » Pájaros de presa » 0.25
» » » Los tristes. Cuadro dramático . . . . » 0.25
» » » El alma de la espalda, Comedia. . . . » 0.25
> » » Una juerga » 0.25

Biblioteca Teatro Argentino:


ARMANDO DISCEPOLO, Entre el Hierro (drama en 3 a c t o s ) . . . . » 0.25
» » La Fragua (drama en 3 actos) . . . . » 0.25

Autores extranjeros:

ANATOLE FRANCE, Las siete mujeres de Barba Azul » 0.50


MAX P E M B E R T O N , El Pirata de Hierro » 0.30
QUY BOOTHBY, La Venganza del Dr. Nikola. . • » 0.25
LE B L A N C , Auenturas de Arsenio Lupln (La dama rubia). . . . » 0.20
GASTÓN LEROUX, El Misterio del Cuarto Amarillo » 0.25
» » El hombre que uió al Diablo » 0.15
» » Balaoo, 3 tomos en un solo uolumen » 0.35
El perfume de la dama uestlda de negro • . . • . f 0.25
M. VIGNALI, Salón del baile y Gula del trato social » 1.00
E. GAUTHIER, El arte de multiplicar los uegatales » 0.60
GUMERSINDO ARDANAZ, Frente a la Iglesia » 0.40
Sindicalismo y Socialismo »> 0.15
RAFAEL BARRETT, Moralidades actuales » 0.40
» » Lo que son los yerbales » 0.10
» » El dolor paraguayo » 0.40
» » Cuentos breues (Del Natural) » 0.40
» » Mirando uiuir » 0.50
» » Al Margen » 0.40
» » Ideas y Criticas » 0.40
» » Diálogos y Conuersaslones » 0.40
GUYAU, El Arte desde el punto de uista sociológico, 2 uolúmenes, c/u » 0.30

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