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Debate sobre el COPP

Asociación Venezolana de Ejecutivos

Moderador:
Luis A. Araque
Director AVE
Escritorio Araque, Reyna, De Jesús, Sosa, Viso & Pittier

El sistema penal venezolano, evidentemente, requiere de cambios y


modificaciones. Esta necesidad ha motivado la redacción de un nuevo Código
Orgánico Procesal Penal (COPP), el cual ha entrado en vigencia recientemente y
ha sido objeto de grandes polémicas, principalmente por el preocupante
incremento que los medios de comunicación han denunciado en la inseguridad y
la delincuencia.
Las exposiciones de Fernando Fernández, quien ha sido promotor de este COPP
y de Pedro Berrizbeitia, crítico por excelencia de esta nueva normativa, nos
orientarán para analizar la problemática planteada.

Fernando M. Fernández
Escritorio Baker & McKenzie

Las informaciones sobre el incremento de la delincuencia a partir de la entrada en


vigencia del COPP han sido tendenciosas, ya que no ha habido un seguimiento
real y científico al respecto. En el caso del número de muertes violentas, la prensa
ha publicado últimamente cifras nacionales, cuando tradicionalmente publicaba las
de la zona metropolitana, y en cuanto a la reincidencia, no se ha estudiado si los
casos presentados han correspondido a los individuos que han salido a la calle por
la implementación del COPP. Es así como se ha pretendido justificar la
inconveniencia del COPP, cuando un análisis real de sus consecuencias sobre el
índice delictivo requeriría un mayor plazo y un mejor seguimiento científico,
sumado a la consideración de otros elementos, tales como el deterioro económico
que se ha expresado en un desempleo creciente, ignorancia de la ley, alcoholismo
y drogadicción, anomia generalizada,el fracaso del sistema educativo, la
intolerancia y el resentimiento social. Esta tendencia encontrada con la nueva
normativa se deduce de una tradición cultural inquisitiva que data de hace
quinientos años, y que con una inclinación napoleónica se ha instalado en
nuestras instituciones y en los actores del sistema, generando una natural
resistencia a un nuevo modelo que adicionalmente limita los negocios y las
trampas conocidas como “terrorismo judicial”.
La Convención de San José de Costa Rica, el Pacto de Derecho Civil y la
Declaración Universal de los Derechos Humanos han sido los parámetros para la
elaboración del COPP, y en este sentido se ha tomado la idea de que “una
persona no debe estar presa más tiempo de lo razonable”. El COPP ha asignado
un plazo de dos años como “razonable” para otorgar libertad a los presos que no
han sido procesados, en respuesta a dos preguntas: Si es culpable ¿Por qué no
está condenado?, y si es inocente ¿Por qué está preso?. El procesado no tiene
que financiar la ineptitud del Estado ante un hecho no comprobado, y en todo caso
el juez conserva una cierta discrecionalidad para otorgar este beneficio. Las
consecuencias alentarán la construcción de una eficiente política penitenciaria.
El COPP traerá grandes beneficios para la ciudadanía por la celeridad y sencillez
de los procesos característica del sistema oral, que además es “horal” porque
resolverá en pocas horas problemáticas que bajo el sistema inquisitivo tardarían
años. Los procesos en el sistema anterior eran sumamente costosos,
inmanejables e insólitos, con lo cual la ciudadanía no tomaba medidas legales
para resolver sus problemas, sumando inseguridad jurídica a la amenaza de la
inseguridad personal. Sin embargo, no es correcto establecer como parámetro de
comparación el sistema anterior. Una normativa moderna debe responder a los
lineamientos establecidos en los tratados internacionales, y los primeros 22
artículos del COPP son el resultado de la conjugación de esos tratados, de modo
que pretender alguna reforma contra estos principios fundamentales sería atentar
contra la normativa internacional, una vez más. Otro parámetro de comparación
puede estar representado por los instrumentos legales de otros países, y
finalmente, el mejor modo de evaluar el COPP será la práctica. Es importante
considerar que el COPP no es perfecto. Es normal que tenga algunas fallas que
deben ser corregidas, pero estas deben ser evaluadas en función de estos tres
parámetros. Además, es inconcebible considerar la conveniencia de regresar al
sistema anterior porque no tiene sentido perpetuar la injusticia y la ineficiencia de
los procesos penales. Los cuestionamientos al COPP son nacidos de la
ignorancia, el error, el prejuicio y la falacia.

La ignorancia porque la falta de la información ha permitido la manipulación de la


ciudadanía, pero esto puede solventarse con una estrategia comunicacional. El
caso del error es peor porque considera un esfuerzo superior por convencer a la
gente, con pruebas, de que el nuevo sistema considera mayores beneficios para la
resolución de conflictos. Vencer prejuicios es una tarea aún más compleja en la
medida en que se ha formado una matriz de opinión que pretende culpar al COPP
de todos los delitos y las faltas que ocurren. La falacia está constituida por
argumentaciones falsas disfrazadas de verdades que no pueden ser probadas
lógicamente. La principal de las falacias ha sido que el COPP es muy bueno, pero
que no sirve para nosotros porque “No somos Suizos” y no estamos preparados,
cuando la realidad es que los procesos son tan sencillos que hasta los niños
pueden desempeñar todos los papeles sin dificultad en los juicios simulados. Otra
falacia ha sido que los problemas no los cambian las leyes sino la gente, pero en
la medida en que los procesos legales obliguen a la gente a cumplir con ciertos
procesos simples en pro de su propio beneficio, los resultados serán óptimos para
la ciudadanía y esta falacia universalmente aprovechada por intereses
corrompidos, adversos a las modificaciones legales, es vencida.
En nuestro caso, otra de las falacias ha sido que el COPP es producto de
acuerdos de adecos puntofijistas o de un Congreso corrompido, cuando en
realidad es el producto de una lucha que data desde hace doscientos años, ya que
Bolívar fue uno de los propulsores de estos principios y del juicio oral. Los mismos
argumentos adversos han retardado este proceso y han permanecido hasta hoy
luchando por prolongar sus intereses particulares.

Pedro Berrizbeitia
Escritorio J.R. Berrizbeitia

Está claro que el sistema penal que teníamos en Venezuela tenía que acabarse
porque había provocado el colapso de los tribunales, los cuales estaban saturados
de expedientes, convirtiendo el problema penal en una situación incontrolable. La
metodología para seleccionar los casos que serían atendidos quedó a
discrecionalidad del juez, con lo cual se pasaron por alto casos realmente
importantes, y se beneficiaron algunos amigos.
El COPP no debe ser rechazado en su totalidad porque trae muchos adelantos,
pero debe considerarse que su elaboración fue el producto de una presión inaudita
que perseguía principalmente que fuese promulgado en el quinquenio pasado.
Con esto, se pasaron por alto algunos detalles alarmantes que deben ser
revisados con carácter de urgencia.
Uno de estos detalles es la figura de la Suspensión Condicional del Proceso, la
cual conduce a la impunidad en delitos graves. Anteriormente teníamos la figura
de la Suspensión Condicional de la Ejecución de la Pena, que era aplicable a
personas con condenas de ocho años que no fuesen reincidentes y previo estudio
psicosocial que permitiese pronosticar la conducta de la persona. Esta figura
requería la supervisión del beneficiado, y además el Juez podía exigir la
reparación a la víctima. La figura actual es aplicable a todos los delitos
contemplados en la Ley de Salvaguarda del Patrimonio Público, con lo cual
cualquier implicado en un hecho de corrupción podrá acudir al Juez encargado de
su proceso, aceptar el hecho, y beneficiarse de la Suspensión Condicional del
Proceso, la cual ahorra la condena y la posterior suspensión de la pena,
permitiendo que el implicado se reinserte en la sociedad mientras cumpla con
ciertas condiciones tales como residir en un lugar determinado, hacer educación
básica, someterse a tratamientos de rehabilitación o simple vigilancia. La
indemnización a la víctima puede quedarse en espera durante el tiempo que dure
la suspensión del proceso, que puede ser hasta de cinco años. Además, el
legislador no pone ningún impedimento para que un reincidente pueda
beneficiarse de esta figura, de modo que si al día siguiente de vencido el plazo
determinado por el juez, la persona vuelve a delinquir, puede en el nuevo proceso
volver a solicitar la Suspensión Condicional del Proceso. Esto no quiere decir que
para todos los casos la reincidencia debe ser un elemento que debe pesar sobre
la persona durante toda su vida, pero si debe ser tomado en cuenta por el Juez
para evaluar la conveniencia de otorgar el beneficio.
En el caso de los Acuerdos Reparatorios tampoco ha sido limitado el número de
veces que se pueda gozar de este beneficio. Es así como una persona que haya
robado un número importante de artículos en un local, pero lo hayan detenido por
dos o tres, puede beneficiarse de esta figura, pagar por lo que se le acusa, y salir
ganando sin ningún tipo de riesgo, pudiendo además repetir el negocio tantas
veces como lo desee. Sería mejor limitar el número de Acuerdos Reparatorios de
los que puede disfrutar una persona, por ejemplo, a uno cada cinco años, como
ocurre en Colombia y Costa Rica. Tal como se plantea esta figura en Venezuela,
puede ocurrir que algunas personas se aprovechen y la exijan en contra de
empresas que manejen grandes capitales, de modo que los perjudicados quieran
evitarse mayores conflictos, ir a tribunales, etcétera, y respondan por el Acuerdo
Reparatorio por ahorrarse mayores problemas.
En el COPP también se ha planteado la posibilidad de obviar la privación de
libertad como medida asegurativa que busca el cumplimiento efectivo del proceso.
Pero este beneficio se remite a los
casos en que el Juez considere que no hay peligro de fuga, de modo que no debe
haber opción de esconderse ni de abandonar el país. Es así como recae la
responsabilidad sobre el Juez, quien en atención al Principio de Inocencia se verá
obligado a otorgar el beneficio, y cuando ello redunde en una fuga o una
reincidencia, deberá asumir frente a la opinión pública su error, y no podrá
justificarse en la obligación que el COPP le impone en ese sentido.
Estas figuras que hemos discutido, bien establecidas, pueden generar objetivos
beneficiosos para la sociedad. Es necesario regularlas correctamente, porque tal
como se muestran, cayendo en manos mal intencionadas, pueden producir
grandes perjuicios a la ciudadanía y actuar en función de la impunidad y la
rutinización de hechos graves.

Moderador:
Luis A. Araque Director AVE
Escritorio Araque, Reyna, De Jesús, Sosa, Viso & Pittier

El problema penal es complejo porque no es netamente de carácter jurídico, sino


general, social, con derivación jurídica, económicas y culturales. Todo lo que
ocurre en materia delictiva es un reflejo de los valores, de los mecanismos de
actuación establecidos en la sociedad, en la familia, etcétera. Además, los
problemas adquieren dos facetas, una referida al delincuente, que puede ser
también víctima de muchas y perpetuadas injusticias sociales, si es el caso de un
niño de la calle que haya sido violado reiteradas veces, y otra faceta que se asocia
con la víctima, quien puede tener una trayectoria ajustada a las leyes, pagar sus
impuestos, y tiene derecho a exigir justicia. Siendo este un problema cultural, su
solución debe ajustarse a la matriz de valores desarrollada por la sociedad. Esta
realidad ha estado presente a lo largo de la historia y se ha desarrollado dando
origen a figuras que han asumido carácter legal en diferentes países, como es el
caso de los jurados y los escabinos como soluciones que han salido de la propia
comunidad para solucionar sus propios conflictos.
La sociedad venezolana, de acuerdo a diversos analistas, no se ha desarrollado
en este sentido sino que está importando una experiencia de otros países
pretendiendo resultados óptimos semejantes a los presentados en otros
escenarios. Veamos ahora qué va a pasar con la implementación de estas figuras,
y cuáles son los riesgos que representan para la nuestras comunidades, en
aquellos casos en que pueden convertirse en un peligro para quienes sean
seleccionados como jurados o escabinos.

Fernando M. Fernández
Escritorio Baker & McKenzie

Es falso creer que estos principios no son creados en la historia de Venezuela, ya


que han sido considerados desde nuestras primeras constituciones, desde Gual y
España, y se han visto saboteados por posiciones encontradas. El hecho de que
no hayamos vivido con ellos a lo largo de la historia y que en un período se haya
dejado de lado la lucha por su instauración es producto de un fenómeno
psicológico conocido como desensibilización sistemática, mediante el cual nos
hemos acostumbrado al horror y le hemos perdido el asombro ante un sistema
ilógico e incomprensible donde las cárceles son escenarios de hechos atroces. La
entrada en vigencia de un nuevo sistema plasmado en un nuevo COPP es uno
más de los capítulos de esa lucha pionera que se adelantó a muchos otros países
que posteriormente fueron desarrollando sus propios procesos penales.
No es cierto que estos sean modelos importados y que estemos retrasados para
asumirlos, porque en países como Inglaterra fueron implantados sistemas
semejantes hace más de seiscientos años, y Venezuela no puede estar más
retrasada que cualquier país de aquel entonces.
Con respecto a los jurados y escabinos, es lógico que haya gente que quiera
evadir esta responsabilidad, pero también es cierto que hay muchísimos
venezolanos muy valientes y dispuestos a ejercer estos roles para castigar los
delitos. En otros países también este ha sido tema de polémicas, pero se ha
aceptado en virtud de la premisa de que es más fácil corromper a uno que a
nueve, y además se justifica considerando que los abogados no tienen por qué
tener el monopolio de la justicia bajo ningún concepto.

Pedro Berrizbeitia
Escritorio J.R. Berrizbeitia

El jurado y el escabinado no es el remedio contra la injusticia porque las personas


responsables deberán tomar decisiones importantes relacionadas con temas que
se escapan de sus áreas de conocimiento por su complejidad ya sea en relación a
finanzas o ingeniería.
En otros sistemas penales del mundo se ha incluido la participación comunitaria
inversamente proporcional a la gravedad del delito, de manera que un caso
sencillo puede ser resuelto por un jurado amplio, mientras que un caso complejo
requiere de la participación de los técnicos del derecho, y en Venezuela el modelo
se ha invertido, de modo que aquellos delitos cuya pena no exceda de los cuatro
años son resueltos por el Juez solamente, mientras que los delitos de penas hasta
dieciséis años requieren una participación mayor de hombres de ley, y aquellos de
carácter gravísimo obvian a los abogados e incorporan a los jurados.
El problema del jurado es que viola el derecho de defensa en cuanto sus
decisiones no consideran el manejo de pruebas sino que se fundan en
apreciaciones subjetivas injustificadas, porque además no tienen que dar
explicaciones por su veredicto.
El problema se prolonga en el caso de ir a casación debido a que el veredicto del
Juez de Primera Instancia no puede ser variado por la Corte de Apelaciones de
acuerdo a lo planteado por el COPP, así las pruebas digan lo contrario.

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