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Situación política y económica de Venezuela

Daviana Garrido

SAIA

Durante los últimos quince años en Venezuela se adoptó un sistema político


con alto intervencionismo estatal en todos los ámbitos de la vida en sociedad, que
sus promotores denominaron “Socialismo del Siglo XXI”. El orden institucional se
tornó altamente discrecional para aplicar políticas populistas clientelares,
ejerciendo un poder casi hegemónico por el uso de la fuerza o la amenaza del uso
de la fuerza. Las libertades políticas, económica y civiles se han visto cada vez
más restringidas, dado que el régimen ha interpretado, cambiado y acomodado la
constitución y las leyes a los intereses del grupo gobernante. Esto ha provocado
abuso de poder político, corrupción rampante, altos niveles de inseguridad
ciudadana, escasez, inflación, restricción a los derechos de asociación y
expresión, entre otros. El régimen autoritario chavista ha concentrado el poder a
través del control de las instituciones políticas y la toma de la economía mediante
controles de precios y cambiarios, expropiaciones, la dirección del crédito y la
explotación de la empresa estatal petrolera, entre otras medidas. En noviembre
del 2013 entró en vigencia una Ley Habilitante otorgando poder casi ilimitado y
discrecional al Presidente de Venezuela para emitir decretos con fuerza de ley. En
definitiva, la concentración de poder se ha alimentado de sofocar los derechos
individuales de los ciudadanos. Los venezolanos iniciaron protestas desde inicios
de febrero del presente año que todavía siguen en pie. Lo que presenciamos es
una crisis económica, social y política sin precedentes en ese país. No se
vislumbra una salida fácil ni rápida, lo que implicará mayor deterioro de la libertad
y, consecuentemente, una reducción en la calidad de vida de los venezolanos.

Desde los inicios del régimen chavista ha habido un ataque frontal a la


economía de mercado, imponiendo trabas, barreras y altos costos ocultos que
promueven cada vez menor inversión, producción, generación de empleos y de
riquezas. El ambiente de negocios en Venezuela se ha deteriorado e introduce
incertidumbre por las expropiaciones, censuras a la libertad de asociación y
despilfarro de recursos que utiliza el régimen chavista para concentrar el poder a
través del populismo y el clientelismo. Venezuela, sumergida aún en las reglas de
nomenclatura de la economía global, tiene sus estadísticas, sin que éstas aún
puedan determinar los niveles de bienestar y felicidad social, equidad y
restablecimiento de los derechos fundamentales de su población. Las estadísticas
son insuficientes. Como lo comentaba Chávez, necesitamos instrumentos nuevos
para medir lo que el econometrismo no ha medido en años recientes en nuestro
país. Para nombrar dos ejemplos; si un venezolano acude a un Centro de Alta
Tecnología de Barrio Adentro para realizarse gratuitamente un examen médico
catalogado como costoso, eso no ingresará como una medición en el Producto
Interno Bruto (PIB), pues éste mide lo que intercambiamos en bienes y dinero, no
en consolidación de derechos, salud y felicidad. Si, por otro lado, el Estado
financia, da tierras y apoya a 200 productores de maíz que realizan esta actividad
de manera colectiva, el impacto de la producción de ellos será medido en cifras de
crecimiento económico, como se mide la actividad de cualquier empresa
capitalista. No se mide la inclusión y democratización económica, la reversión de
las relaciones de propiedad, ni se mide el valor sustantivo de la seguridad y
soberanía alimentaria del territorio y personas beneficiadas con esa acción. Como
vemos, hay cosas que las fórmulas y mediciones actuales no pueden medir
porque sencillamente no fueron pensadas para eso. Fueron creadas para
determinar los niveles de salud o malestar del capitalismo. Pero incluso en los
mismos términos del capitalismo, la realidad venezolana tiene a simple vista
paradojas y contradicciones que generan debate. Unas cifras dicen que "estamos
bien", otras que "estamos mal". Revisando meras cifras no resolveremos el tema
de fondo: el de la política detrás del hecho económico. Pero aún así debemos
preguntarnos: ¿Es Venezuela un país en crisis, en verdadera crisis económica? La
realidad económica venezolana es hoy resultado de un ataque sistémico a la
economía. No hay otra explicación. La guerra económica es real, es un hecho. No
es una invención para el manejo político de la situación. Existiendo todas las
condiciones ya explicadas, lo lógico es que la economía venezolana fuera una
economía consolidada y fuerte, estabilizada en todas las áreas. Dicho de otra
forma: desabastecimiento e inflación. Signados todos estos temas por la
especulación, el sabotaje selectivo a las redes de suministro, el enrarecimiento de
los sistemas de precios, el contrabando, en definitiva, por la guerra económica con
fines políticos. La dimensión real de "la crisis" económica venezolana se basa
fundamentalmente en ser un problema, léase bien, de gobernanza económica. La
"crisis económica" venezolana es, en esencia, una crisis política. No habría guerra
económica si no existiera una pugna por el poder. Si en Venezuela los poderes
estuvieran secuestrados por la burguesía, no habría guerra económica en contra
del Gobierno y contra la sociedad, cortesía de la burguesía. La crisis es de un
proyecto histórico de nuevo tipo frente al de vieja data que intenta sostenerse y
recuperar sus espacios habituales de poder político. La guerra en Venezuela es
virtualmente una situación de rehenes, en la que la burguesía nos intenta
extorsionar a cambio de que les devolvamos el poder. Es un problema de
gobernanza política, en definitiva. Pero ese es un tema más extenso.

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