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¡GRACIAS!
De cómo la gratitud puede hacerte feliz

Robert A. Emmons
Traducción de Mila Martínez

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Agradecimientos
Hay quien asegura que las únicas certezas de la vida son
los impuestos y la muerte. El tercer lugar, siguiéndolas muy de
cerca, lo ocupa la convicción de estar en deuda. Como seres
humanos, hemos contraído una deuda. No se trata de una deuda
monetaria, aunque ése sea también el caso para muchos de
nosotros, sino de una deuda personal y emocional hacia todos
aquellos que nos han ayudado en nuestro viaje. Desde la cuna a
la tumba, tenemos una deuda con un número incontable de
individuos que nos ayudan a ser lo que somos y de quienes
dependemos. Sin embargo, las deudas de gratitud se diferencian
de otras deudas en que son agradables. Esta forma de gratitud es
un adeudamiento grato. Yo estoy felizmente en deuda con un
gran número de personas que han contribuido a hacer posible
este libro.
Mike McCulloughn colaboró conmigo en el proyecto de
investigación de la gratitud, por lo que le estoy especialmente
agradecido. Mike ha sido y es un buen amigo, a la vez que
instigador de varios proyectos en muchos años, sin cuya
experiencia y ánimo muchas de las investigaciones para este
libro no se habrían llevado a cabo. Varios estudiantes, colegas, y
mentores han realizado importantes contribuciones a la ciencia
de la gratitud, entre ellos, Barbara Fredrickon, Bob Roberts, el
hermano David Steindl-Rast, Charles Shelton, Chris Peterson,
Dacher Keltner, Dan McAdams, David Myers, Jeffrey Froh, Jo-
Ann Tsang, Jon Haidt, Marty Seligman, Patrick McNamara,
Peter Stewart, Philip Watkins, Ray Paloutzian, Sol Schimmel,
Stefanie Gray-Greiner, Stephen Post y Todd Kashdan.
Deliberaciones, colaboraciones y la amistad con estas personas
han profundizado mi comprensión del papel crucial que juega la
gratitud en los asuntos humanos.
A nivel local, estoy en deuda con Ted Abresch y Craig
MacDonald del Centro Médico Davis-Universidad de California
por invitarme a colaborar en la beca para la investigación y la
2
formación de la calidad de vida en pacientes con enfermedades
neuromusculares. Quiero dar las gracias a todos los que
participaron en esta investigación y fueron generosos
dedicándome tiempo y compartiendo información. La gestión de
este aspecto del proyecto por parte de Lisa Krause resultó
invalorable. En los últimos años, me he beneficiado del apoyo
del jefe de mi departamento, Phil Shaver, y de los decanos
Steven Sheffrin y Steven Roth de la Facultad de Ciencias y
Letras. Estoy agradecido a Gabriel Unda de Campus
Mediaworks por su destreza fotorgráfica, y en especial a Sarah
Schnitker por mantener mi laboratorio vivo y en funcionamiento
mientras me tomé un año sabático para acabar este libro.
Esmond Harmsworth, de la agencia literaria Zachary
Shuster Harmsworth, fue todo lo que un escritor novato puede
pedir como agente, y mucho más. Le estoy muy agradecido por
sus ideas, ingenio, conocimiento y ánimos durante todo el
proceso. Este libro es mucho mejor gracias a su amabilidad,
atención y apoyo, y por ello me siento en deuda con él. Deseo
expresar mi agradecimiento también a Jane Rosenman, editora
en Houghton Mifflin por sus pasiones gemelas –la escritura clara
y concisa, y los Yankees de Nueva York-, sobre los que hemos
mantenido muchas conversaciones e intercambiado menajes de
correo electrónico. Quiero dar las gracias a Beth Burleigh Fuller,
editora de texto en Houston Mifflin, por su escrupulosidad a la
hora de guiar el manuscrito a través del proceso de producción.
Me he convencido de que los editores de texto son realmente los
héroes del negocio editorial.
Gran parte de la investigación ofrecida en este libro no
habría sido posible sin las generosas subvenciones de la
Fundación John Templeton. Me siento especialmente en deuda
con el vicepresidente ejecutivo Arthur Schwartz por su constante
apoyo y entusiasmo, y su deseo de traducir investigaciones
básicas en formas que alcancen el mayor impacto posible en la
sociedad. También me siento agradecido por el apoyo del
3
vicepresidente Check Harper, el presidente Jack Templeton, el
miembro de la junta Mary Ann Mayers, Joanna Hill, editora de
Templeton Fundation Press, y sir John Templeton. Nunca
olvidare el momento en que sir John se puso de pie en la
conferencia sobre la gratitud y lanzó la siguiente pregunta al
público: <<¿Cómo podemos conseguir que seis mil millones de
personas en todo el mundo practiquen el acto de dar las
gracias?>> Que este libro sea un comienzo modesto hacia ese
objetivo.
Mi esposa, Ivonne, y nuestros dos hijos, Adam y Garrett,
me han provisto de incontables oportunidades para sentir
gratitud. Como las fuentes principales de acción de gracias en mi
vida, este libro se lo dedico a ellos.

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4
La nueva ciencia de la gratitud

No puedo contarte nada que, en unos minutos, te


diga cómo ser rico. Pero puedo contarte cómo
puedes sentirte rico, que es mucho mejor que ser
rico, si me permites que te lo diga. Sé agradecido
[…] es el único método totalmente fiable para
llegar a ser rico.1
BEN STEIN, actor,
humorista, economista.

En 1999, el famoso escritor Stephen King sufrió un grave


accidente de tráfico. Caminaba por una carreta secundaria no
lejos de su residencia de verano, en el estado rural de Maine,
cuando el conductor de una furgoneta al que distrajo su perro
rottweiler, se salió de la carretera atropellando a King. El
impacto arrojó a King contra el parabrisas del vehículo y,
seguidamente, a una zanja. Poco faltó para que se golpeara
contra una roca. King fue hospitalizado con múltiples fracturas
en la cadera y pierna derecha, un pulmón colapsado, varias
costillas rotas y un desgarro en el cuero cabelludo. Después, al
preguntarle en qué pensaba cuando le dijeron que podía haber
muerto, su respuesta fue escueta: <<En la gratitud>>. Individuo
no religioso en su vida personal, tal y como él mismo reconoce,
no obstante en aquella ocasión apreció la bondad de la divina
influencia en el resultado. Al discutir el tema de la
responsabilidad del accidente, King dijo: <<Es obra de la gracia
de Dios que (el conductor de la furgoneta) no sea responsable de
mi muerte>>.
Esta breve inserción en la vida privada del escritor de
novelas de terror de más éxito de todos los tiempos pone de
manifiesto que la gratitud puede aparecer en las circunstancias
más inesperadas. Especializado como está en escribir sobre el
lado más oscuro y temible de la vida, el <<Rey del terror>> no
5
encarna precisamente la imagen de la gratitud. Por lo general,
asociamos a ésta con los estados más elevados y exaltados de la
vida. Durante siglos, teólogos, filósofos morales y escritores han
identificado la gratitud como una manifestación indispensable de
virtud y excelencia de carácter. No hace mucho, un filósofo
contemporáneo comentó que <<la gratitud es la más
embriagadora de las virtudes y el más virtuoso de los
placeres>>.2
A pesar de esa afirmación, los psicólogos y científicos no
habían examinado o estudiado la gratitud hasta hace poco. Es
posible que la psicología haya ignorado la gratitud porque, a
primera vista, parece ser una emoción muy obvia, que carece de
complicaciones interesantes: recibimos un regalo, de amigos,
familia, Dios, y entonces nos sentimos gratamente agradecidos.
Pero, mientras que la emoción me parecía simplicista, incluso a
mí, cuando empecé la investigación, no tardé en descubrir que la
gratitud es un fenómeno más complejo y profundo, que juega un
papel decisivo en la felicidad humana. La gratitud es,
literalmente, una de las pocas cosas que pueden cambiar la vida
de una persona de forma apreciable.
Tal vez sea inevitable que un trabajo que rectifique una
omisión científica tan mayúscula, comience, como muchos otros
grandes avances, por un golpe de buena suerte. Siendo profesor
de la Universidad de California-Davis, en los años ochenta,
empecé a interesarme en los que ahora se conoce como
psicología positiva, es decir, el estudio de las emociones
humanas que constituyen aspectos saludables y agradables de la
vida (en oposición a la previa concentración de esta disciplina en
los problemas clínicos y emocionales). Desde finales de la
década de 1980 y hasta finales de la década de 1990, el fondo de
mi investigación giró en torno a la felicidad y a la consecusión
de objetivos. Después, en 1998, fui invitado a asistir a una
pequeña conferencia acerca de lo que se consideraban las
<<fuentes clásicas de la fortaleza humana>>: sabiduría,
6
esperanza, amor, espiritualidad, gratitud, humildad. Cada
científico tenía la tarea de presentar todo el volumen de
conocimientos existente sobre su tema y desarrollar una agenda
de investigación para el futuro. Mi primera elección, la
humildad, estaba tomada; en su lugar, me asignaron la gratitud.
Sondeé el material publicado en los campos de la teología, la
filosofía y las ciencias sociales, seleccionando ideas de estas
disciplinas en un intento de entender la esencia de esta fuerza
universal. No tardé en creer que la capacidad para la gratitud está
profundamente entrelazada en el tejido de la especie humana y,
posiblemente, también en el de otras especies.
Después de la conferencia, empecé un programa de
investigación científica en colaboración con Michael
McCullough, psicólogo de la Universidad de Miami, en el que
realizamos importantes descubrimientos acerca de la gratitud.
Aportamos pruebas científicas de que los individuos que cultivan
la gratitud de forma sistemática, experimentan una variedad de
beneficios mensurables: psicólogos, físicos e interpesonales. Las
pruebas sobre la gratitud contradicen la creencia, ampliamente
generalizada, en que todos los individuos tienen una
<<disposición>> a la felicidad que no puede alterarse con ningún
medio conocido: en algunos casos, los individuos afirmaron que
la gratitud había introducido cambios visibles en su vida. Y, más
importante aún, familia, amigos, parejas y otras personas de su
entorno repitieron una y otra vez que los individuos que
practican la gratitud parecen perceptiblemente más felices y su
compañía resulta más agradable.
Este libro nos desvela la nueva ciencia de la gratitud.
Entretejida en su extensión, se halla una discusión sobre cómo
los grandes líderes religiosos, teólogos y novelistas han escrito
sobre la gratitud en diferentes culturas y períodos históricos. Para
animar al lector a emprender el camino de la práctica de la
gratitud, he incluido una descripción de las técnicas factibles que
aumentarán la gratitud y la felicidad del lector. Mi intención es
7
que este libro despierte el interés intelectual además del
autoexamen. Y confío en facilitarle información que el inspire
por tomar decisiones que cambien su vida.

¿QUÉ ES LA GRATITUD?
¿A qué llamamos exactamente gratitud? La mayoría de
las personas tenemos una sensación cotidiana del concepto. Me
siento agradecido cuando reconozco que he recibido un regalo,
reconozco el valor de ese regalo, y valoro la intención del
donante. El beneficio, regalo o ignorancia personal puede ser
material o no material. (emocional o espiritual).
Sin embargo, desde una perspectiva científica, la gratitud
desafía las clasificaciones fáciles. Hace unos años, la página web
de un popular programa radiofónico de entrevistas vendía
camisetas estampadas con el logotipo <<Gratitud es una
actitud>>. No hay duda de que es una actitud, pero es mucho
más. La gratitud también ha sido descrita como una emoción, un
humor, una virtud moral, un hábito, un motivo, un rasgo de la
personalidad, una respuesta al estrés e incluso una forma de vida.
El Diccionario Oxford de Inglés define la gratitud como <<la
cualidad o condición de ser agradecido; la apreciación de una
inclinación a devolver las atenciones>>.3 La palabra
<<gratitud>> se deriva del latín gratia, que significa <<favor>>,
y de gratus, que significa <<agradable>> o <<grato>>. Todos
los derivados de esta raíz latina tienen que ver con amabilidad,
generosidad, regalos, la belleza de dar y recibir, o de recibir algo
a cambio de nada. La gratitud es agradable. Hace sentirse bien.
La gratitud es también motivadora. Al sentirnos agradecidos,
tendemos a compartir la generosidad recibida con otros.

Gratitud es conocimiento y reconocimiento


Tal y como yo veo la gratitud, me ha sido muy útil
concebirla en dos fases. Primero, la gratitud es el reconocimiento
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de la bondad en nuestra vida. En la gratitud decimos sí a la vida.
Afirmamos que, en rasgos generales, la vida es buena y tiene
elementos que hacen que valga la pena vivirla. El
reconocimiento por haber recibido algo que nos gratifica, bien
sea por su presencia o por el esfuerzo que hizo el donante para
elegirlo. Segundo, la gratitud es conocimiento de que la (s)
fuente (s) de esta generosidad se encuentra (n), al menos en parte,
fuera del yo. El objeto de la gratitud va dirigido al otro; podemos
estar agradecidos a otras personas, a Dios, a animales, pero
nunca a nosotros mismos. Ésta es una manera significativa en la
que la gratitud se diferencia de otras inclinaciones emocionales.
Una persona puede enfadarse consigo misma, sentirse
complacida consigo misma, orgullosa de sí misma o sentirse
complacida consigo misma, orgullosa de sí misma o sentirse
culpable de haber hecho algo mal, pero sonaría extraño decir que
una persona se siente agradecida a sí misma. Incluso si uno
decide darse un pequeño capricho, como yo suelo hacer cuando
estoy en un hotel y pido que me suban la cena a la habitación,
sería extraño si me diera las gracias a mí mismo. Las gracias
están dirigidas al exterior, al donante de un regalo.
Desde este ángulo, la gratitud es algo más que un
sentimiento. Exige la buena voluntad de reconocer (a) que uno
ha sido el beneficiario de la generosidad de otra persona, (b) que
el benefactor ha dispensado un beneficio, incurriendo a menudo
en algún grado de coste personal, y (c) que el beneficio tiene
valor a ojos del beneficiario. La gratitud implica humildad, es
decir, el reconocimiento de que en la vida no podríamos ser
quienes somos o estar donde estamos sin las contribuciones
hechas por otros. La gratitud implica también el reconocimiento
de que es posible que otras fuerzas actúen a nuestro favor,
impulsadas por motivos beneficiosos y altruistas. En un mundo
donde no existiera nada salvo la injusticia y la crueldad,
realmente no existiera la posibilidad de la gratitud. Ser

9
agradecido implica un reconocimiento de la existencia de cosas
buenas y placenteras en el mundo.
Estos dos términos, conocer y reconocer, requieres más
aclaración. Primero, sugieren que la gratitud (o el sentirse
obligado a corresponder) es un estado no natural que se debe
crear y mantener. No es para aquellos que están intelectualmente
aletargados. Dar gracias pertenece a la esfera del pensamiento:
las dos palabras derivan de raíces etimológicas comunes. El
destacado filósofo alemán, Martin Heidegger, solía decir que
Denken ist Danken4 (pensar es dar las gracias). El francés es una
lengua especialmente rica en expresiones relacionadas con dar
las gracias. El término reconnaissance proviene del francés
reconoissance, que significa una inspección o exploración con el
propósito de reunir información. Pese a la evidente connotación
militar, en el contexto de la gratitud alude a la inspección o
exploración de la vida propia con el propósito de ver a quién
deberíamos dar gracias. La expresión francesa je suis
reconnaissant5 connota tres significados: (1) Yo reconozco
(intelectualmente), (2) yo agradezco (de buen grado, por
voluntad propia), y (3) yo aprecio (emocionalmente). De no
darse los tres significados, la gratitud no es completa.
Este breve desvío etimológico ya sugiere que la gratitud
es mucho más que una cortesía o un sentimiento superficial. El
reconocimiento es la cualidad que permite que la gratitud sea
transformacional. Reconocer es conocer o pensar acerca de algo
de manera diferente a como lo hacíamos antes. Piense en alguna
experiencia pasada en la que inicialmente parecía una maldición,
acabara siendo una bendición disimulada. Tal vez le despidieron
de un trabajo, su matrimonio se disolvió o padeció una
enfermedad grave. Poco a poco, usted emergió de las aguas
turbias resultantes con una nueva percepción. La adversidad se
transformó en oportunidad. El dolor se transformó en
agradecimiento. Usted re-conoció el suceso. También es posible
que el re-conocimiento concierna asuntos muchos más
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mundanos que el despido, el divorcio o la discapacidad.
Conduciendo al trabajo en un día cualquiera, podemos reparar
por primera vez en la salida del sol, en un prado recién florecido
o en una formación de gansos que sobrevuela por encima de
nuestra cabeza, y sentirnos, de repente, invadidos por un respeto
reverencial hacia la gratitud.
El agradecimiento es una conciencia reflexiva de que
somos los destinatarios de la generosidad. En la gratitud,
recordamos las contribuciones que otros han hecho a nuestro
propio bienestar. Como destinatarios, agradecemos el recibir
regalos, y somos conscientes de que el donante actuó con la
intención de beneficiarnos. Como donantes, reconocemos que el
receptor tiene necesidad y se merece los regalos, y también que
somos capaces de hacer regalos. No podemos ser agradecidos sin
antes haber prestado atención. No es posible cambiar de marcha
mentalmente, poner punto muerto, y llevar un estilo de vida que
incluya el agradecimiento. Ésa es la razón por la que la gratitud
requiere contemplación y reflexión.

El corazón y la cabeza
En caso de intelectualizar demasiado la gratitud (un
peligro profesional para un intelectual como yo), debemos tener
en mente que el componente afectivo, o sentimental, debe ser
profundo. La gratitud apunta al corazón tanto como a la mente.
La Enciclopedia Internacional de Ética dice que <<la gratitud es
el indicador interno del corazón cuando la cuenta de los regalos
supera a la de los intercambios>>.6 Hace casi doscientos años el
filósofo escocés, Thomas Brown, definió la gratitud como <<la
deliciosa emoción de amor hacia aquel que nos ha obsequiado
con su generosidad, cuyo sentimiento en sí forma parte, nada
desdeñable, del beneficio concedido.7
He llegado a creer que dentro de nosotros palpita una
poderosa necesidad de expresar agradecimiento por la
generosidad de la que somos objeto. Para algunas personas, en
11
algunas ocasiones, el sentimiento brota desde dentro hasta que
sale al exterior. Tal vez sea ésa la razón por la que a veces
derramamos lágrimas de gratitud. La gratitud busca expresión
hasta que ya no se puede contener más.
Elizabeth Bartless es profesora de ciencias políticas en
una universidad de la religión central de Estados Unidos. Con
cuarenta y dos años, una arritmia crónica (latidos irregulares)
hizo necesario un trasplante de corazón. Cuatro años antes había
padecido una parada cardíaca, y la medicación no mejoró su
estado. En el diario que escribió narrando su camino, describe
una sensación de abrumadora gratitud:
Sin embargo he descubierto que no me basta con
estar agradecida. Siento el deseo de hacer algo a cambio.
De dar las gracias. Dar cosas. Dar pensamientos. Dar
amor. De esta manera la gratitud se convierte en un
regalo, que crea un círculo de dar y recibir, una cascada
interminable, que se llena y se derrama. Dar desde la
plenitud de mi yo es algo que no proviene de un
sentimiento de obligación, como la obligación que siente
un niño de escribir notas de agradecimiento a los abuelos,
tías y tíos después de recibir regalos. Más bien se trata de
una generosidad espontánea, tal vez, ni siquiera hacia el
propio donante sino hacia otras personas, a cualquiera
que se cruce en nuestro camino. Algo tan sencillo como
procurar el regalo a otros.8

Recibir lo que no merecemos


Un aspecto adicional, y esencial, de la gratitud es la idea
de mérito inmerecido. Al estar agradecido, reconozco que no
tengo derecho a exigir los regalos o los beneficios que he
recibido y que me han sido dados libremente en un acto de
compasión, generosidad y amor. De ahí que un filósofo moral
12
definiese la gratitud como <<la disposición a reconocer los
inmerecidos incrementos de valor en la experiencia personal.9 El
término teológico para esto es gracia. De manera que tenemos
otro trío de términos que van juntos: gracia, gratis y gratitud, y
que fluyen los unos en los otros. Perciba la gracia y se sentirá
agradecido de manera natural.10 La gracia es inmerecida, un
regalo gratuito. Si cree en la gracia, creerá en la existencia de un
modelo de filantropía en el mundo que existe
independientemente de sus propios esfuerzos e incluso de su
propia existencia. La gratitud, por lo tanto, depende de recibir lo
que no esperamos recibir o no nos hemos ganado, o recibir más
de lo que merecemos o nos hemos ganado. La gracia es la razón
por la que los discursos de gratitud se encuentran tan a gusto
dentro de los discursos religiosos, y tal vez la razón por la que
las ciencias sociales no han sabido abordarla. Cuando Stephen
King que estaba vivo por la gracia de Dios, sus cálculos mentales
le sugirieron que, dado lo que podría haber pasado aquel día en
aquella carretera secundaria, había salido mejor parado de lo que
se merecía.
Pero el problema es que, para muchos de nosotros, la idea
de un mundo lleno de gracia es difícil de incorporar. La mente
humana dispone de herramientas mentales que parecen trabajar
contra la tendencia a percibir la gracia. Somos olvidadizos,
damos muchas cosas por hecho, tenemos aspiraciones elevadas.
Nos consideramos totalmente responsables por todas las cosas
buenas que nos ocurren. Al fin y al cabo, nos las hemos ganado.
Nos la merecemos. Cuando en un acomida familiar, le pidieron
que diera las gracias por los alimentos que había en la mesa, Bart
Simpson respondió lo siguiente: <<Querido Dios, todo esto lo
hemos pagado nosotros, así que gracias por nada>>.11 Por
supuesto, en cierta manera, Bart tiene razón. La familia Simpson
se ganaba su dinero. Pero a otro nivel, se le escapaba algo. La
persona agradecida siente que la generosidad, en buena parte,
ocurre independientemente de las acciones o incluso a pesar de
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ellas. Somos los receptores de la ayuda de otros, tanto en el
pasado como en el presente, y necesitamos que nos lo recuerden.
En su charla de bienvenida en la Universidad de Ithaca, Ben
Stein, a quien cité al comienzo de este capítulo, dijo a los
estudiantes que se licenciaban: <<Somos los herederos y
herederas de una sociedad libre y opulenta, que la mayoría de
nosotros no ha hecho absolutamente nada por ganarse.
Sencillamente aterrizó en nuestro regazo>>. Podemos sentirnos
orgullosos de nuestros logros y, simultáneamente, darnos cuenta
de que habrían sido imposibles sin la ayuda de otros. Esa
comprensión es el suelo idóneo para que germine la gratitud.
La gratitud también puede ser una respuesta a la maldad
inmerecida. Mientras la mayoría de las personas asociamos la
gratitud en nuestra mente con resultados agradables, la gratitud
no es una respuesta infrecuente, en medio de horrendos traumas
y tragedias. Mi trabajo me ha llevado a entrevistar individuos
que han padecido terribles pérdidas y enfermedades, incluidos
los sucesos del 11 de septiembre de 2001, y los destructivos
huracanes que azotaron el sureste de Estados Unidos en 2005.
Incluso ante semejantes adversidades, es posible dar gracias por
los beneficios recibidos. Y, lo que es más importante, los
individuos me informan sistemáticamente de que son más felices
que aquellos que no la experimentan, y menos susceptibles a
emociones y consecuencias negativas. Es la presencia del
agradecimiento en tiempos difíciles lo que nos lleva a deducir
que la gratitud no es simplemente una forma simple de
<<pensamiento positivo>> o una técnica de <<felicidología>>,
sino un reconocimiento y un agradecimiento profundo y
duradero a la existencia de la generosidad, incluso en los peores
momentos que nos depara la vida. Ese aspecto de la gratitud es
uno de los que encuentro más enigmáticos.

¿QUÉ IMPORTANCIA TIENE LA GRATITUD?

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<<Sé agradecido con aquellos que te traten bien. Da
gracias por lo que tienes>> es algo que enseñamos a nuestros
hijos desde my pequeños. Se trata de algo más que un tópico
vacío de contenido. La gratitud es una dimensión importante de
nuestra vida mientras nos relacionamos unos con otros en
nuestros asuntos cotidianos. Es imposible imaginarse un mundo
donde los individuos no reciban y den gratitud, recíprocamente,
de manera regular. Uniendo a las personas en relaciones de
reciprocidad, la gratitud es uno de los pilares de la sociedad
humana y civil. George Simmel, un destacado sociólogo suizo
del siglo XX, se refirió a la gratitud como <<la memoria moral
de la humanidad>>. Escribió que <<si todos los actos de
agradecimiento […] se eliminaran de repente, la sociedad, al
menos tal y como la conocemos, se desmoronaría>>.12
Necesitamos la gratitud para relacionarnos con los otros.
Para ilustrar este elemento de conexión, Roger, un
hombre al que entrevisté y que se encontraba a punto de perder
su hogar a causa de una escalada de facturas médicas y un
período prolongado de desempleo, escribió lo siguiente en su
diario de gratitud:
Tenía que volver al trabajo el 7 de agosto de 2000
y mis compañeros de trabajo y amigos organizaron una
fiesta para recaudar fondos en un club de rock and roll
que se llamaba The Double Door. Situado en un
vecindario <<en alza>>, era famoso por ser el primer
escenario de la gira de los Rolling Stones. El
administrador del edificio donde vivo encabezó los
esfuerzos, organizando una rifa donde se sorteaban cenas
en restaurantes, artículos deportivos, bufé libre y música.
Mi esposa, Sue, se sintió culpable por no haber tomado
parte en la planificación o promoción del acto,
pensábamos que era pedir demasiado de familiares y
amigos, pero como no estuvimos a cargo de nada, nos
cruzamos de brazos y apreciamos los esfuerzos y el
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trabajo duro que se hizo por nosotros. ¿Sería un fracaso?
¿O un éxito? No lo sabíamos pero Sue, Brian y los tres
niños estarían allí para dar las gracias a todos los que
acudieran. Bien, y por fin llegó el día tan esperado.
Asistieron unas doscientas personas, compraron tiques
para la rifa, comieron, bebieron, bailaron y se divirtieron
¡hasta la hora del cierre a la 1:00 de la madrugada!
Subimos al escenario y dimos las gracias a todo el mundo
con alegría, lágrimas y abrazos. ¡La semana siguiente, el
administrador me entregó un cheque de más de 35.000
dólares! Sin ese cheque habríamos tenido que poner en
venta el piso y el coche. El seguro se había hecho cargo
de la mayoría de las facturas pero las pruebas médicas
semanales, las medicinas y los chequeos ascendían a
varios miles. Vimos a tantos amigos y compañeros de
trabajo, que realmente fue una gran noche. El ganador de
los mil dólares del primer premio (¡un desconocido!), nos
donó el premio a nosotros. Acudieron mi médico y la
enfermera, y nuestro sacerdote se pasó un rato a beberse
algunas cervezas. Me siguen viniendo más recuerdos
mientras escribo. Realmente me sentí como George
Bailey en ¡La vida es bella! Me entran ganas de echarme
a llorar mientras escribo. Se me enternece el corazón de
pensar en que la gente que asistió. También siento la
necesidad de ayudar o acercarme a otros siempre que
puedo, serles de apoyo hablando o, simplemente,
escuchando.

Uno sólo tiene que intentar imaginarse las relaciones


humanas existentes sin gratitud, como hizo Simmel en su
meditado experimento. En contraposición, la ingratitud lleva a
una sensación limitada, restrictiva y <<reducidora>> del yo.
Emociones como la rabia, el resentimiento, la envidia y la
amargura tienden a minar las relaciones sociales felices. Pero la
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virtud de la gratitud no sólo es el único cortafuegos de protección
contra la descomposición de la relaciones; también contribuye
positivamente a la amistad y cortesía, porque es benevolente
(desear el bien del benefactor), y justa (dar al benefactor lo que
se merece). En la gratitud, mostramos respeto hacia los otros
reconociendo sus buenas intenciones al ayudarnos. Una actitud
agradecida puede incluso dominar toda una cultura, como es el
caso de ciertas culturas orientales donde los individuos se ven a
sí mismos como beneficiarios de infinitas atenciones,
ancestralmente otorgadas.
Pero podemos recurrir a ejemplos mejores que los
experimentos mentales. Algunos escritores asumieron hace
mucho tiempo que una estrategia para cambiar la vida espiritual
y emocional es contar las bendiciones. Al mismo tiempo, el
dogma filosófico estándar afirma que nuestra capacidad de
alegría está biológicamente establecida. Nuestra investigación
experimental empezó por poner a prueba estas taxativas
afirmaciones.13 Resultados preliminares sugieren que aquellos
que practican regularmente el pensamiento agradecido, recogen
beneficios emocionales, físicos e interpersonales. Los adultos
que escriben diarios de gratitud de manera regular, informan de
menos síntomas de enfermedad, se sienten mejor con sus vidas
en general y muestran más optimismo hacia el futuro. Estos
beneficios se observaron en estudios experimentales donde se
establecieron comparaciones con aquellos a quienes se pidió que
recopilaran sus problemas diarios o reflexionaran sobre las
maneras en las que las cosas les iban mejor que a otros. En los
estudios diarios sobre la experiencia emocional, los individuos
afirmaban que cuando se habían sentido agradecidos, premiados
y apreciados, también se habían notado más cariñosos,
comprensivos, alegres y entusiastas. A través de la disciplina de
la gratitud parecen formarse sentimientos profundos.
Hay un sentimiento de gratitud a corto plazo, pero
también una disposición al agradecimiento a largo plazo.
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Nuestra innovadora investigación ha demostrado que los
individuos agradecidos experimentan niveles más elevados de
emociones positivas como alegría, entusiasmo, felicidad y
optimismo, y que la práctica de la gratitud como disciplina
protege a las personas de los impulsos destructivos de la envidia,
el resentimiento, la avaricia y la amargura. Hemos descubierto
que un apersona que experimenta gratitud es capaz de afrontar
mejor el estrés diario, muestra más resistencia ante el estrés
ocasionado por los traumas, se recobra más rápidamente de la
enfermedad y se beneficia de una mayor salud física. Nuestra
investigación nos ha llevado a concluir que experimentar
gratitud se traduce en el aumento del sentimiento de conexión
con los demás, la mejora de las relaciones e incluso el
optimismo. También hemos descubierto que los individuos que
experimentan gratitud, se sienten más cariñosos, más
indulgentes y más cercanos a Dios. La gratitud, lo hemos
comprobado, potencia al máximo el goce de lo bueno, es decir,
el disfrute de los otros, de Dios, de nuestra vida. La felicidad nos
llega cuando disfrutamos de lo que nos ha sido dado, cuando
<<queremos lo que tenemos>>.
La importancia de la gratitud reside en la habilidad, como
Ben Stein señaló de manera convincente, para enriquecer la vida
humana. La gratitud nos eleva, da energía, inspira y transforma.
Los individuos se sienten conmovidos, abiertos y humildes por
las experiencias y las expresiones de gratitud. La gratitud reviste
a la vida de significado, sintetizándola como un regalo. Sin
gratitud, la vida puede ser solitaria, depresiva, empobrecida.
De este modo la gratitud es la llave de la felicidad, tal y
como defenderé dese un ángulo científico. Y la felicidad en sí es
una buena cosa. Una suposición implícita que tenemos muchos
de nosotros es que la felicidad depende de acontecimientos, es
decir, de lo que ocurra en nuestra vida. Creemos que el éxito en
la vida, ya sea en la sala de juntas o en el dormitorio, vuelve más
feliz a la gente. Sin embargo, un repaso reciente a la literatura
18
científica sobre la felicidad reveló que la felicidad produce
numerosas recompensas al individuo y precede a esos
resultados.14 Esto significa que la felicidad hace que sucedan
cosas buenas. Es más, promueve resultados positivos. Los
beneficios de la felicidad incluyen ingresos mayores y resultados
laborales superiores (por ejemplo, mayor productividad, mayor
calidad del trabajo, mayores logros profesionales), mayores
recompensas sociales (como un matrimonio más largo y
duradero, más amigos, apoyo social más elevado y mejores
relaciones físicas), más actividad, energía y flujo, y mejor salud
física (por ejemplo un sistema inmunitario más elevado, bajos
niveles de estrés y menos dolor) e incluso una vida más larga.
Considere lo que esto significa en términos concretos.
Dos resultados altamente buscados son la longevidad y la
prosperidad. Queremos vivir más tiempo y gozar de bienestar
económico. Fumar mucho puede reducir la vida de una persona
hasta seis años. A la inversa, la felicidad puede añadir hasta
nueve años a la esperanza de vida. ¿Y qué hay del trabajo? Un
estudio longitudinal de estudiantes universitarios puso de relieve
que los niveles de felicidad durante los estudios universitarios
precedían los ingresos dieciséis años después. Los estudiantes
más alegres ganaban 25.000 dólares anuales más que sus
compañeros de clase más adustos.
Ahora bien, disfrutar de una vida larga y confortable no
lo es todo, ¿no es verdad? Las publicaciones científicas sugieren
que los individuos felices son más creativos, amables, generosos,
seguros de sí mismos, gozan de más autocontrol y muestran un
número mayor de habilidades autorregulatorias y de respuesta.
Las personas felices, indican claramente los hechos, son
individuos prósperos y con éxito. De ahí que las intervenciones
que aumentan la alegría duradera de las personas se vuelven
incluso más deseables dado que la felicidad predice cambios y
resultados positivos, como el comportamiento altruista, la

19
creatividad, el rendimiento laboral, la salud física y las relaciones
sociales.
Sin duda, un agradecimiento sincero y duradero, es decir,
la habilidad de disfrutar mucho de los pequeños placeres que nos
ofrecen los eventos comunes, es una cualidad humana deseable.
Entre las cuestiones que exploraré en este libro se encuentran:
¿Cómo conseguirlo? ¿Cómo pasamos de sentir gratitud a ser
agradecidos? ¿Es la gratitud uno de esos regalos <<injustos>>
que reciben aquellos que ya tienen buen carácter, aquellos que
de manera instintiva no experimentan la ansiedad, el dolor y la
soledad de vivir en este mundo? ¿Es ésta una emoción que deriva
de una disposición química al optimismo o tenemos dónde
escoger? ¿Podemos elegir la gratitud? Mi conclusión es que la
gratitud se puede cultivar de manera positiva, y que puede
convertirse en un elemento decisivo de la felicidad humana. En
el capítulo final, trato de algunos de los ejercicios que
recomiendo que ponga en práctica el lector para aumentar su
gratitud y, en consecuencia, para enriquecer su vida.

ALGUNAS RESERVAS SOBRE LA GRATITUD


Es posible que usted ya haya puesto algunos reparos al
agradecimiento como enfoque de vida. Éstas son algunas de las
objeciones que he escuchado: ¿No es ingenuo hablar de gratitud
hoy en día? La gratitud es el sello distintivo del sentimentalismo,
pero ¿qué hay de las crueles realidades de la vida? ¿ignora la
tragedia y el sufrimiento? Si estoy agradecido por mi vida, ¿mi
satisfacción me llevará a evitar ser un agente de cambio en el
mundo? ¿Son agradecidas las personas que se sienten demasiado
satisfechas con el statu quo? ¿Mina la gratitud la autonomía y el
impulso personal? ¿Tengo motivos para estar preocupado si no
me siento agradecido aunque otras personas hayan sido amables
conmigo? ¿Qué hay de las personas que me han hecho daño pero
también me han aportado beneficios? ¿Cómo se resuelve este
conflicto?
20
Las mentes inquisitivas se hacen éstas y otras preguntas.
Uno de los objetivos de este libro es ofrecer algunas reflexiones
serias y meditadas sobre estas objeciones, empleando pruebas
con base científica, cuando sea posible. La gratitud es una
respuesta natural a una situación particular cuando a un
individuo le suceden cosas buenas, pero hay veces en que puede
ser una respuesta incorrecta. Podemos estar tan influidos por las
cosas buenas que nos ocurren, que respondamos de manera
incorrecta en una situación particular. Por ejemplo, podríamos
sentir gratitud hacia un individuo cuyas intenciones no merezcan
esa respuesta. Podríamos atribuir la salvación de nuestra vida a
objetos inanimados o creer que nos traen suerte hasta el punto de
sentir gratitud hacia ellos. Nos engañamos al pensar que
deberíamos estar agradecidos a las cosas. Damos las gracias
porque la lluvia no ha suspendido el partido de fútbol, por ganar
la lotería o por encontrar aparcamiento delante de unos grandes
almacenes el día de Navidad.
Parte del problema, en mi opinión, es que carecemos del
discurso de gratitud apropiado por falta de práctica. El filósofo
de la emociones, Robert Solomon, ha señalado lo poco frecuente
que es oír a los estadounidenses hablar de gratitud, aunque esta
emoción sea uno de los pilares de las relaciones en muchas otras
culturas. La gratitud es una emoción <<hipoconocida>> en
Estados Unidos, es decir, una emoción en la que colectivamente
apenas se piensa.15 Por otro lado, la ira, el resentimiento, la
felicidad y el amor romántico tienden a estar excesivamente
analizados o ser <<hiperconocidos>>. Se ha dicho que el varón
convencional es contrario a experiencias y expresiones de
agradecimiento dado que implican dependencia y compromiso.
Un fascinante estudio en la década de 1980 reveló que los
varones estadounidenses tenían menos posibilidades de evaluar
la gratitud positivamente que los hombres alemanes, y de verla
como menos constructiva y útil que éstos.16 La gratitud conlleva
tantos juicios sobre compromiso e independencia que es fácil ver
21
por qué los varones estadounidenses, supuestamente
autosuficientes, se sentirán intranquilos sólo por tener que hablar
de ella. No nos gusta que se nos recuerde que necesitamos ayuda.
No queremos estar en deuda con nuestros amparados. Sólo por
esta razón, la gratitud representa un reto.
La gratitud puede convertirse en una píldora más amarga
de tragar, obligándonos a ser más humildes y exigiéndonos,
como hace, que nos replanteemos nuestra idea de la
autosuficiencia. De ahí que intentemos evitarla, como evitamos
ir al médico para la revisión anual de la próstata. Sin embargo,
es también una buena medicina y los efectos secundarios son
escasos. En diferentes culturas y momentos históricos, las
experiencias y las expresiones de gratitud han sido tratadas como
aspectos básicos y deseables de la personalidad humana y de la
vida social. La gratitud es una virtud además de una emoción,
cuya posesión faculta al individuo para vivir la vida bien y, por
lo tanto, merece un lugar en cualquier tratamiento exhaustivo de
las virtudes. El filósofo romano Cicerón decía que <<la gratitud
no es sólo la más grande de las virtudes, sino la madre de todas
ellas>>. Un contemporáneo de Cicerón, Séneca, mantenía que
<<aquel que recibe un beneficio con gratitud, paga el primer
plazo de su deuda>>. <<Es un hombre sabio el que no se
entristece por las cosas que no tiene, pero se regocija por las que
tiene>>, escribió Epicteto. El teólogo Dietrich Bonhoeffer lo
expresó así: <<En el día a día, apenas nos damos cuenta de que
recibimos mucho más de lo que damos, y que es sólo con gratitud
como la vida se vuelve rica>>.17 Los psicólogos que apoyan la
psicología positiva están bastante interesados en aquellas
propensiones psicológicas que llevan a una vida rica, y mi
mensaje es que la gratitud es una de esas propensiones naturales.
Mientras que la gratitud, según parece, es universalmente
elogiada, lo contrario sucede con la ingratitud. Séneca definió la
ingratitud como una <<abominación>>. Los filósofos de la
Ilustración, David Hume e Immanuel Kant, enfrentados en la
22
mayoría de los temas filósoficos más apasionantes, coincidieron
sobre la gratitud. Hume señaló que <<de todos los crímenes que
el ser humano es capaz de cometer, el demás horrible y
antinatural es la ingratitud>>,18 mientras que Kant sostenía que
<<la ingratitud […] es la esencia de la depravación>>.
Pese a estas poderosas afirmaciones, las opiniones
referentes a la gratitud como una virtud distan mucho de ser
unánimes. En la búsqueda de consenso universal, no deberíamos
pasar por alto la ambivalencia sobre el lugar de la gratitud en el
mundo antiguo, del que se hacen eco hoy muchos de nuestros
contemporáneos. Fue la Rochefoucauld quien dijo: <<En la
mayoría de los hombres, la gratitud sólo es un deseo, fuerte y
secreto, de recibir favores más grandes>>. Aristóteles veía la
gratitud como una debilidad, la encontraba incompatible con la
magnanimidad y, en consecuencia, no la incluía en su lista de
virtudes. Las personas magnánimas, según Aristóteles, insistían
en su autosuficiencia y, por ello, encontraban degradante estar
en deuda con otros. Nietzsche creía que la gratitud era, a
menudo, un disfraz para encubrir intereses, y que contar con la
gratitud de una persona garantizaba la lealtad de ésta. En una cita
que, en comparación vuelve generosas las anteriores, Dorothy
Parker opinaba que la gratitud <<es el atributo más mezquino y
más quejumbroso del mundo>>.19
En la actualidad, no es tanto que nos opongamos de
manera rotunda a la gratitud, basándonos en argumentos
filosóficos y morales, sino más bien que simplemente no
pensamos en ella muy a menudo. De hecho, podemos ser
totalmente amnésicos en lo que a la gratitud se refiere. El
reverendo Peter Gomes, distinguido profesor de la Facultad de
Teología de la Universidad de Harvard escribió: <<Cuando veo
las calles decoradas con los adornos navideños y a los Santa
Claus en los escaparates de Sears, sé que el Día de Acción de
Gracias no puede estar lejos>>.20 Desde el punto de vista de
Gomes, en el mundo actual nos hemos olvidado del Día de
23
Acción de Gracias, y lo que es más importante, hemos olvidado
la razón misma de la acción de gracias, a saber, expresar gratitud.
La investigación actual en el campo de las ciencias sociales nos
recuerda que si pasamos por alto la gratitud, estaremos corriendo
un peligro emocional y psicológico.
Uno de los riesgos de escribir un libro sobre la gratitud
es que se puede caer presas el doble prejuicio del
sentimentalismo y del sermón. El prejuicio del sentimentalismo
subraya el aspecto emocional y los beneficios personales de la
gratitud: crea un sentimiento de bienestar, por lo que la felicidad
personal se convierte en la motivación última de la gratitud.
Gomes apuntó que <<una vez que nos hayamos liberado de la
rutina de contar y nombrar las cosas buenas una por una,
habremos dado un paso significativo>>.21 El prejuicio del
sermón destaca, por otro lado, la imperiosa naturaleza moral de
la gratitud: deberíamos estar agradecidos, y ¿el mundo no sería
un lugar mejor si todo el mundo estuviera agradecido? Aunque
existe, sin duda, un valor positivo y un imperativo moral hacia la
gratitud, un enfoque exclusivo en estos dos elementos pasaría
por alto el creciente cuerpo de estudios científicos sobre el tema.
Además, esas suposiciones son absolutamente falsas. Lejos de
ser un sentimiento vacuo y cursi, la gratitud es moral e
intelectualmente exigente. De manera similar, creer que
deberíamos sentir gratitud después de haber sido sermoneados,
produce resquemor, no gratitud. Este libro, sin embargo, está
basado en descubrimientos científicos. No obstante, aunque me
esfuerce en ser objetivo y preciso al describir y explicar los
beneficios de una vida con agradecimiento, no deben confundir
la objetividad con la neutralidad. No soy neutral en lo que atañe
a la gratitud. Creo que es la mejor manera de abordar la vida.

LA GRATITUD COMO ACTITUD ELEGIDA


Después de leer versiones sobre la gratitud recogidas por
personas de todo el mundo y a través de la historia, me he
24
convencido de que la gratitud es una manera de abordar la vida
que cada uno puede elegir libremente para sí mismo,
independientemente de las circunstancias objetivas de la vida,
tales como la salud, la belleza o la riqueza. Decir que la gratitud
es una elección significa que podemos escogerla entre el abanico
de respuestas a lo que la vida nos ofrece. El difunto sacerdote
católico, psicológico y devoto escritor, Henri Nouwen, sabía
que:
La gratitud es una disciplina que implica una
elección consciente. Puedo elegir sentirme agradecido
incluso cuando mis emociones y sentimientos son
exagerados, dolorosos o de resentimiento. Es increíble el
número de ocasiones que se presentan en las que puedo
elegir la gratitud en lugar de la queja. Puedo elegir
sentirme agradecido cuando me critican, incluso si mi
corazón responde con amargura […]. Puedo elegir
escuchar las voces que perdonan y mirar las caras que
sonríen, incluso mientras sigo oyendo las palabras de
venganza y veo gestos de odio.22
¿Qué significa decir que la gratitud es una elección?
Significa que agudizamos nuestra habilidad para reconocer y dar
gracias por el don de la vida significa que adoptamos una
decisión consciente de ver atenciones en lugar de maldiciones.
Significa que nuestras reacciones internas no están determinadas
por fuerzas externas.
La gratitud es una decisión consciente, lo que no implica
que sea una decisión fácil. Es posible que la habilidad para
escoger la gratitud no llegue con facilidad, de manera natural o
sin esfuerzo. Aunque la gratitud sea posible, no es fácil. Tenemos
que trabajarla. Debe cultivarse de manera consciente. Albert
Einstein admitió que necesitaba recordarse cien veces al día que
su vida interior y exterior dependía de los esfuerzos de otros
hombres, vivos y muertos, y que <<debo superarme a mí mismo
para dar en la medida que he recibido y sigo recibiendo>>.23 Un
25
número de cargas personales y de obstáculos externos bloquean
nuestra voluntad de agradecimiento. Un número de actitudes son
incompatibles con una visión agradecida de la vida, incluidas las
percepciones de victimismo, la falta de habilidad para admitir los
defectos propios, el sentirse con derechos, y la incapacidad de
admitir que no nos bastamos a nosotros mismos. En una cultura
que celebra el engrandecimiento propio y las percepciones de
merecimiento, la gratitud puede quedar desplazada. También es
fácil ver cómo la gratitud puede tener dificultades para sobrevivir
en una cultura que celebra el consumo. Sin embargo, en la
gratitud celebramos que, en última instancia, no somos
productores y consumidores sino, por encima de todo,
destinatarios de regalos.

2
La gratitud y la psique
Mantendría que las gracias son la forma
más elevada de pensamiento, y que la gratitud es la
felicidad duplicada por el asombro.
G. K. CHESTERTON

Uno de los escritores más prolíficos del siglo XX, G. K.


Chesterton escribió casi cien libros en los géneros de filosofía y
fe, misterio, biografía, poesía y comentario político y social. En
el curso de su vida, Chesterton hizo contribuciones en otros
doscientos libros, escribió más de cuatro mil ensayos
periodísticos, a los que hay que añadir treinta años de columnas
semanales para el Illustrated London News, y trece años de
columnas semanales para el Daily News, al mismo tiempo que
dirigía su propio periódico, G. K’s Weekly.

26
Chesterton era un sesudo pensador que tenía una
habilidad especial para expresar verdades profundas de manera
sencilla y hacer que las observaciones más simples sonaran
profundas. Un comentarista escribió de él que había dicho algo
acerca de todo y lo había dicho mejor que nadie. Pero, para
aquellos que lo conocieron, incluso más notable que su aguda
inteligencia era su conducta habitualmente positiva. Mientras se
podría esperar que semejante carga de trabajo lo dejara agotado,
los amigos y conocidos de Chesterton constantemente lo
describían como <<eufórico>> y <<desbordante de
entusiasmo>> por la vida.1 ¿A qué se atribuían estas
características?
Pensar en Chesterton, escribió un comentarista, es
<<pensar en la gratitud>>. La gratitud y el sentido de asombro y
apreciación por la vida se manifestaban, de manera constante y
consistente, en su vida y en sus escritos. Se deleitaba en lo
cotidiano y se sorprendía y se asombraba de su propia existencia,
y de la existencia de todo lo demás. A lo largo de su vida, se
estableció la meta consiente de seguir siendo infantil en cuanto
a la capacidad de asombrarse, y juró no sucumbir a la monotonía
y el aburrimiento que priva tantas vidas de alegría y propósito.
Esta sensación de asombro ante lo normal, se ilustra
perfectamente en esta carta a su prometida, Frances, donde se
disculpa por una mancha de tinta de papel.
Me gusta la tinta de ciclostil, es tan oscura. No
creo que haya nadie que disfrute tanto como yo de que
las cosas sean como son. La sorprendente humedad del
agua me excita y me obnubila; el calor abrasador del
fuego, la resistencia del acero, la indescriptible
fangosidad del barro. Lo mismo me ocurre con la gente
[…]. Cuando decimos que un hombre es <<masculino>>
o una mujer <<femenina>> entramos en contacto con la
filosofía más profunda.2

27
Tan absurdo estaba en el momento presente, que se decía
que Chesterton vivía casi en un estado místico de exaltación. No
obstante, el pago pro vivir en el presente era estar despistado
fueron legendarios. Rara vez sabía dónde se suponía que tenía
que estar a una hora determinada. La mayoría de sus escritos
fueron redactados en estaciones de tren, dado que perdía con
frecuencia el tren que tenía que tomar. Una vez paró a un taxi
para que lo llevara a una dirección que estaba al otro lado de la
calle. En otra ocasión, estaba bebiendo un vino acompañado de
su cuñada en una tienda de vinos de Londres cuando, de repente,
recordó que en breve tenía que dar una conferencia en otra
ciudad. Una vez, le envió un telegrama a su esposa que decía:
<<Estoy en Market Harborough. ¿Dónde debería estar?>>.
Sin duda su habilidad para vivir plenamente el instante,
un estado marcado por la concentración total y el
distanciamiento de lo que nos rodea, contribuyó a su éxito como
escritor y a su dichosa afirmación de la vida. Muchos psicólogos
sostendrían que Chesterton era una persona sencillamente feliz y
ocupada, un hombre que ganó el mayor premio de la lotería
genética al nacer, y cuyo cerebro estaba programada para
experimentar placer y alegría incluso en el más mundano de los
entornos. Pero había otro factor. En su libro más conocido,
Ortodoxia, Chesterton escribió: <<La prueba de toda felicidad
es la gratitud. Los niños se sienten agradecidos cuando Santa
Claus llena sus medias de juguetes y caramelos. ¿Puedo no estar
agradecido a Santa Claus cuando me deja en la media el regalo
de dos piernas milagrosas? Damos las gracias por los regalos de
cumpleaños que recibimos […]. ¿No hay nadie a quien pueda
dar las gracias por el regalo de cumpleaños de nacer?>>3 En su
biografía, publicada un año después de su muerte, resumía los
escritos de su vida diciendo que la gratitud <<aunque no es la
doctrina que siempre he ensañado, es la doctrina que siempre me
habría gustado enseñar>>.4 Nunca nos faltan oportunidades de
ser felices, según Chesterton, porque la vuelta de cada esquina
28
hay otro regalo esperando sorprendernos, y nos sorprenderá si
dominamos nuestra tendencia natural a hacer comparaciones, dar
cosas por sentado, y sentirnos con derechos.
Chesterton no fue educado en ninguna religión, sin
embargo, se sentía lleno de gratitud por la vida (la suya propia),
el amor, la belleza, y todo lo que existe. Sentía una profunda
sensación de agradecimiento y una enorme necesidad de alguien
o algo a quien agradecer. ¿Cómo puede uno sentirse agradecido
a menos que haya alguien a quien dar las gracias? Este misterio
se convirtió en el enigma de su vida y, en última instancia, lo
empujó a su conversión al catolicismo a los 48 años de edad.

¿QUÉ DEFINE LA FELICIDAD?


Si preguntamos a las personas que conocemos qué es lo
que realmente esperan de la vida, qué es lo realmente importante,
seguramente recibiremos una variedad de respuestas. Familia,
amigos, salud y seguridad económica son respuestas comunes.
Si vamos un poco más lejos y preguntamos por qué queremos
estas cosas, la respuesta inevitable será que porque sin ellas, no
se puede ser feliz. Cuando Thomas Jefferson declaró en el siglo
XVIII que los norteamericanos tenían el <<derecho
inalienable>> a la búsqueda de la felicidad, poco se imaginaba
que en el siglo XXI, la felicidad se habría convertido en el
objetivo a largo plazo de la existencia para la mayoría de las
personas. Las decisiones más importantes que tomamos en la
vida, con quién casarnos, dónde vivir, si empezar una familia o
no, si seguir casados, giran alrededor de opciones que nos
reportarán la mayor felicidad percibida como tal. Los estudios
realizados en Estados Unidos ponen de manifiesto que los
encuestados valoran la felicidad personal como algo muy
importante y afirman penar en la felicidad una vez al día por lo
menos.5 Los científicos que investigan la felicidad han dado
pasos significativos en la comprensión de quién es feliz y por
qué. Uno de los descubrimientos más fascinantes es que cada
29
individuo parece tener una disposición a la felicidad. La mayoría
de las personas que han seguido una dieta están familiarizadas
con la idea del peso corporal mínimo. Pese a los mayores
esfuerzos, la pérdida de peso es notoriamente difícil de mantener
dado que una serie de mecanismos metabólicos actúan para que
el peso vuelva a sus niveles previos. Un mecanismo similar
funciona para los niveles de felicidad. Los investigadores
sugieren que cada individuo nace con un nivel de felicidad,
crónico o característico.6 Según esta idea, las personas tenemos
una disposición a la felicidad a la que inevitablemente volvemos
después de los hechos que alteran nuestra vida. Lograr que
publiquen ese libro, irse a vivir a California, conseguir que la
persona de tus sueños conteste a tu anuncio, cualquiera de estos
ejemplos podría disparar nuestros niveles de felicidad durante un
tiempo pero, al cabo de unos meses, éstos volverán al nivel
característico de cada individuo. Todo lo que sube, baja. Algunos
investigadores mantienen que esta tendencia es tan fuerte que
intentar cambiar nuestra felicidad es un esfuerzo inútil porque
cada individuo regresará a su estado predeterminado.
Este proceso, en el que regresamos a nuestro nivel de
felicidad característica poco después de haber experimentado
sucesos inusuales, ya sean buenos o malos, se conoce como
adaptación. Inicialmente, reaccionamos con fuerza a los cambios
de situación, pero, al cabo de un tiempo, las reacciones
emocionales se debilitan y pierden poder. Nos adaptamos. En
otras palabras, pasamos por alto las cosas buenas y superamos
los obstáculos que la vida nos pone, volviendo al nivel de
felicidad que es natural para nosotros. En un famoso estudio
sobre la adaptación, los psicólogos compararon el bienestar y
grado de felicidad de dos grupos muy diferentes: aquellos a
quienes les había tocado la lotería y aquellos que habían sufrido
lesiones muy graves en la médula espinal. La conclusión eran
menos felices de lo que la mayoría nos imaginamos (y, lo que es
más sorprendente, no significativamente más felices que un
30
grupo mayoritario de personas) y que los individuos con lesiones
en la médula espinal eran más felices de lo que uno se habría
imaginado.7
¿De dónde viene esta disposición? De nuestros genes.
Según estudios realizados la mitad de las variaciones en nuestras
sensaciones momentáneas de bienestar están determinada por la
gran lotería genética que ocurre en el momento de la concepción,
y la otra mitad depende de los caprichos de la fortuna, buenos o
malos (véase Figura 2.1). La disposición a la felicidad está
genéticamente condicionada y se supone que es fija, estable a lo
largo del tiempo e inmune a la influencia o el control. Una
implicación de esta disposición genética es que los individuos
difieren genéticamente en las variaciones de su disposición a la
felicidad. Algunos individuos están genéticamente programados
para ser felices la mayoría del tiempo, mientras que otros parecen
estar condenados a ir por la vida con cara de pocos amigos.
Compare y contraste, por ejemplo, al siempre efusivo actor y
director, ganador de un Oscar de la Academia, Roberto Benigni
(La vida es bella), con el siempre malhumorado entrenador de
baloncesto universitario, Bob Knight.

31
FIGURA 2.1. Tres factores primordiales que influencian el
nivel de felicidad crónico. Fuente: Lyubomirsky, Sheldom, y
Schkade (2005). Con permiso para su reproducción.

Juntos, estos conceptos y las conclusiones sobre la


disposición y la adaptación sugieren que intentar ser más feliz
puede ser tan inútil como intentar ser más alto. No obstante, al
igual que ocurre con el caso del peso, la disposición
biológicamente condicionada no es tanto un factor invariable
como una escala. Mientras que las circunstancias tienen un
efecto temporal al que nos adaptamos, los psicólogos han
identificado un grupo de actividades intencionales que pueden
funcionar para desplazar la disposición dentro de su escala,
genéticamente condicionada, hacia arriba o hacia abajo. Para
tener lugar, estas actividades intencionales exigen cierto grado
de esfuerzo: el individuo tiene que intentar realizar cierta
actividad; no ocurren por sí solas.
Hay buenas razones para pensar que la actividad
intencional puede influir en el bienestar. De hecho, llevamos a
cabo estas <<actividades intencionales>> todo el tiempo. Ya sea
la jardinería, hacer vida social, ir de compras, comer chocolate o
hacer ejercicio, los individuos buscan actividades que elevan, al
menos temporalmente, su humor. Por ejemplo, empezar con
entusiasmo un nuevo programa de ejercicios incrementa el buen
humor y la vitalidad, y el beneficio se puede mantener hasta seis
meses.8 De hecho, este valor afecta a una de las diferencias más
fundamentales entre la categoría de actividad y la categoría de
circunstancias de la vida: las personas pasan por circunstancias,
y mientras que no hay mucho que se pueda hacer para cambiar
las circunstancias, excepto adaptarse a ellas, podemos cambiar
la manera en que reaccionamos ante ellas. Si las circunstancias
son malas, podemos acelerar el proceso de adaptación buscando
apoyo de los amigos, haciendo ejercicio, rezando, o
involucrándonos en otra actividad positiva. También podemos
32
posponer el proceso implicándonos en una actividad negativa:
asilándonos, bebiendo demasiado alcohol, recreándonos en
nuestra desgracia, o comparando de manera compulsiva. Las
circunstancias son buenas, deseamos lo contrario: ralentizar el
proceso de adaptación, aunque pocos saben cómo hacerlo.
Chesterton, con quien empecé este capítulo, no atribuía
la felicidad ni a la naturaleza ni a la educación, sino a la voluntad:
creía firmemente que podemos y debemos practicar nuestra
capacidad de dicha. Sin embargo, poco se sabe sobre qué
intervenciones psicológicas, si es que hay alguna, pueden
abordar el problema que presenta la adaptación. Mientras que la
manera en que reaccionamos a los acontecimientos de la vida
puede volverlos más duros o más suaves, dependiendo de lo que
elijamos hacer, durante años he investigado la pregunta de si
nuestras reacciones pueden, de hecho, alterar el proceso de
adaptación en sí mismo y permitirnos mejorar de manera
permanente nuestra escala personal de felicidad.

¿ES LA GRATIDUD EL SECRETO DE LA VIDA?


Piense en algún momento en que se haya sentido
agradecido. ¿Qué otros sentimientos asocia con este estado? A
veces empiezo mis conferencias públicas con esta pregunta. Si
usted se parece a otros, seguramente estará pensando en palabras
como tranquilo, contento, afectuoso, generoso y feliz. Es poco
probable que diga que la gratitud hace que se sienta
sobrecargado, estresado o rencoroso. Este sencillo experimento
ilustra que la gratitud es un estado deseable y positivo que resulta
agradable a las personas. Chesterton dijo que la gratitud produce
los momentos de alegría más puramente felices que el hombre
ha conocido. Son muchas las personas que describen un episodio
de gratitud como uno de los mejores momentos de su vida. En
un estudio sobre la intervención de la gratitud en el día a día, que
realizamos con personas que padecían enfermedades
neuromusculares, un paciente de 53 años escribió lo siguiente:
33
En 1955 caí muy enfermo de asma y pasé diez
días ingresando en la unidad de cuidados intensivos.
Durante ese tiempo seguí empeorando hasta que,
finalmente, me trasladaron a otro hospital en un avión
médico privado. Recuerdo haber sentido que me moría, y
la sensación de pánico. Obviamente me recuperé y, al
cabo de dos semanas, volví a casa. Cuando entré en ella
por mi propio pie, me sentí muy feliz de ver a mis hijos.
Había pensado que nunca más volvería a verlos. Me
sentía tan agradecido de seguir vivo que estaba
abrumado. Aunque todavía me sentía muy débil, estaba
tan feliz de abrazar a mis hijos, ver al perro acurrucado
contra ellos y, en líneas generales, volver a ver mi hogar
me dio fe en el futuro, y en que algún día conocería a mis
nietos (después de que mis hijos se casaran), etcétera. En
mi siguiente visita al médico, lo abrace y le di las gracias
por haber contribuido a salvarme la vida. Aquella
experiencia cambio mi vida en el sentido de que abrió mi
corazón a Dios y también siento que me volvió una
persona más sensible y cariñosa.
Un sentimiento reinante acerca de la felicidad, tanto en
los escritos clásicos como en los populares, es que un enfoque
efectivo para potenciar al máximo nuestra satisfacción es dar las
gracias conscientemente por lo que tenemos. El gran humanista,
médico, teólogo y premio Nobel de la Paz, Albert Schweitzer,
definió la gratitud como <<el secreto de la Paz>>>. En una de
sus alocuciones, resumió su posición declarando que <<la cosa
más grande es dar gracias por todo. Aquel que ha aprendido esto
sabe lo que significa vivir, ha penetrado todo el misterio de la
vida: dar gracias por todo>>.9 Desde las antiguas escrituras a
modernos escritores devotos, contar los favores es, con
frecuencia, una estrategia recomendada para mejorar nuestra
vida. El gran éxito de ventas A simple Abundant Journal of
Gratitud aboga por crear una vida de gratitud y generosidad y
34
promete grandes recompensas para aquellos que lo hacen:
<<Cualquier cosa que deseemos, paz de espíritu, satisfacción, la
gracia…, sin duda vendrá a nosotros pero sólo si estamos
preparados para recibirla con el corazón abierto y
agradecido>>.10 Joel Osteen, el sonriente predicador de la iglesia
comunitaria de Lakewood en Houston, recomienda los
siguientes siete pasos para vivir <<la vida lo mejor posible,
ahora>>: Amplía tu visión; cultiva una imagen sana de ti mismo;
descubre el poder de tus pensamientos y palabras; no te aferres
al pasado; encuentra fuerzas en la adversidad; vive para dar, y
elige ser feliz.11 Desarrollar un afecto más profundo por la vida
y no dar nada por sentado son recomendaciones concretas y
repetidas que hace para progresar a través de estos estados.
<<Medita sobre tus dichas presentes, de las que todos los
hombres tienen muchas, y no sobre tus desgracias pasadas, de la
que todos los hombres tienen algunas>>, escribió Charles
Dickens, que era sin duda un buen conocedor de la naturaleza
humana.12
Como científico, y por tanto inclinado a pensar de forma
empírica, anhelaba poner a prueba éstas y otras afirmaciones
sobre la importancia y el poder de la gratitud. De este modo, me
propuse demostrar la capacidad estimuladora de felicidad de la
gratitud y a formular las siguientes preguntas: ¿El recuento
sistemático de los favores que recibimos tiene algún impacto en
nuestra felicidad y bienestar? Si lo tiene, ¿por qué, y de qué
formas? ¿Es la gratitud simplemente un mecanismo para el
aumento de la adaptación en circunstancias malas y de demora
de la adaptación en circunstancias buenas, o tiene un efecto
permanente que, de hecho, trasciende los límites generales de la
disposición.

CONTAR LAS BENDICIONES Y LAS


DIFICULTADES

35
He dedicado los últimos años de mi carrera a intentar
medir qué efectos discernibles, si hay alguno, pueden generar
una <<actitud de agradecimiento>> sobre nuestro grado de
felicidad. En mi primera serie de experimentos, mi colega Mike
McCullough y yo decidimos examinar el impacto de la
intervención de la gratitud en el bienestar físico y psicológico.13
En nuestro primer estudio, asignamos de manera
arbitraria a los sujetos una de tres tareas, cada una de ellas
responsables de condiciones diferentes. Decidimos animar a
algunos sujetos a sentir gratitud indirectamente, a otros a ser
indirectamente por el que medir a los otros dos. Todas las
semanas, los sujetos debían escribir un pequeño diario, en el que
o bien describían brevemente, en una sola frase, cinco cosas
ocurridas durante la semana por las que se sentían agradecidos
(la condición de gratitud), o hacían lo contrario, describían cinco
problemas que habían experimentado (la condición de
problemas), que les habían disgustado. Al grupo neutral
solamente se le pidió que mencionara cinco sucesos o
circunstancias que hubieran ocurrido durante la semana, sin
pedirles que acentuaran los aspectos positivos o negativos de
dichas circunstancias (la condición de sucesos).
El experimento duró diez semanas. Los miembros del
grupo que trabajaba la condición de gratitud señalaron que un
variado número de experiencias había despertado su gratitud:
agradables y respetuosas interacciones con otras personas,
conciencia de la salud física, habilidad para superar obstáculos,
y sencillamente estar vivos, por nombrar algunas. He aquí
algunos ejemplos de las cosas buenas mencionadas por los
sujetos:
 Generosidad de los amigos
 Derecho al voto
 El don divino de la decisión
 Haber aprendido todo lo que sé
 Una puesta de sol entre las nubes
36
 La oportunidad de estar vivo
 Mis suegros viven tan sólo a diez minutos

Nos preguntamos si otros se habrían sentido más


agradecidos si sus suegros hubieran vivido en la otra punta del
planeta, sin embargo, nadie de ese grupo escribió << mi suegra
se ha ido a vivir a Nueva Zelanda>> como una de sus cosas
buenas.
Al segundo grupo se le pidió que hiciera lo contrario:
enumerar los problemas en lugar de las cosas buenas.
Escribieron una lista de los problemas o molestias que habían
experimentado durante la semana. Descubrimos que este grupo
no tuvo ningún problema para redactar una lista muy original de
cosas que les habían disgustado. Veamos algunos ejemplos:
 Dificultad para encontrar aparcamiento
 Cocina desordenada que no limpia nadie
 Dinero que se agota rápidamente
 Impuestos
 Falta de dinero para gasolina
 Nuestra casa huele que apesta
 Quemé mis macarrones con queso
 Hacer un favor a un amigo que no lo apreció

Antes de escribir las cosas buenas o los problemas, los


sujetos del experimento habían tenido que completar un extenso
y detallado diario con sus humores, salud física, y comentarios
generales sobre cómo les iba la vida. Mike y yo queríamos medir
lo felices que eran estas personas, en otras palabras, cuál era
exactamente su escala de felicidad, antes y después de escribir
en su diario. La clasificación de humores incluía sentimientos
tales como interés, angustia, excitación, actitud alerta,
irritabilidad, tristeza, vergüenza y felicidad. Valoramos los
síntomas físicos pidiendo a los sujetos que marcaran de una lista

37
aquellas sensaciones que hubieran experimentado, a saber,
dolores de cabeza, mareos o desmayos, dolor o malestar de
estómago, falta de aire, dolor de pecho, acné o irritación de la
piel, moqueo o congestión nasal, agarrotamiento o dolor de
músculos, mala digestión o náuseas, colon irritado, falta de
apetito, escozor o dolor de garganta, y otros. A los sujetos se les
pidió que valoraran lo que les había parecido su vida en general
durante esa semana, en una escala de -3 a +3, que representaba
desde <<terrible>> a <<una delicia>>. Una segunda pregunta
pedía a los sujetos que valoraran sus esperanzas para la semana
siguiente, también en un escala de -3 a +3, siendo el valor más
bajo <<pesimista>>; espero lo peor>>, y el más alto
<<optimista>>; espero lo mejor>>.
Aunque contaba con el grupo de gratitud mostraría más
beneficios positivos, no creía que los resultados fuesen
predecibles o inevitables. Algunos aspectos de la gratitud pueden
restar valor a lo grato. Estar agradecido implica que uno está
dispuesto a situarse en la posición de receptor, es decir, a sentirse
en deuda y consciente de su dependencia con los demás. Para
algunos, este reconocimiento de dependencia representa falta de
control e infelicidad. Además, la gratitud tiene un carácter
obligatorio. Se espera que devolvamos las atenciones y, a veces,
nos rebelamos contra lo que se espera de nosotros, y nos
disgustan las cosas que <<deberíamos hacer>>. Muchas
personas experimentan el sentimiento de estar en deuda con
alguien como un estado psicológico desagradable y aborrecible.
De este modo, ayudar a las personas a tomar conciencias de las
cosas de su vida por las que deberían sentirse agradecidas
aumenta, en algunos casos, su convencimiento de la necesidad
de corresponder, que incluso afirman sentir fuertes sentimientos
negativos hacia sus benefactores, tan extremos incluso como el
odio.
También esperábamos que si la disposición natural a la
felicidad de los sujetos en el experimento podía afectar el poder
38
de la gratitud, tendría que cambiar su humor. Era posible que los
individuos asignados al grupo de gratitud fueran por naturaleza
pesimista, y al contrario, que los individuos del grupo de
problemas fueran alegres optimistas. Si eran los bastante
extremos, su disposición falsearía los resultados. Una
participante del grupo en la condición de problemas escribió lo
siguiente en su resumen: <<No acabo de curarme el resfriado.
Detesto mis condiciones actuales de vida. Estoy estresadísima
con los exámenes finales. Mi padre es demasiado testarudo y
estricto. Mi compañera de piso nunca limpia lo que ensucia>>.
Leyendo esta lista, uno podría pensar que esta persona era muy
cascarrabias, quejosa y negativa. La persona pesada que nadie
quiere tener sentada a su lado durante un viaje en avión. Sin
embargo, a la pregunta de cómo se sentía respeto a su vida en
general, marcó el punto medio de la escala (<<neutral>>). En la
pregunta sobre cómo se sentía respecto a la semana siguiente,
escogió la alternativa <<optimista, espero lo mejor>>.
Estábamos convencidos de que esta investigación
representaba una prueba bastante fiable del potencial de la
gratitud como inductor de la felicidad, y confiábamos en que si
era posible demostrar que existen efectos significativos de una
breve intervención para inducir la gratitud, entonces tendríamos
el escenario para un esfuerzo más largo y sostenido que podría
tener un impacto significativo en la felicidad a largo plazo e
incluso alterar la disposición de los individuos.

LOS RESULTADOS
¿Qué reveló el primer estudio? Al final de las diez
semanas examinamos las diferencias entre los tres grupos
comparando todos los resultados el bienestar que habíamos
medido al comienzo del estudio. Los sujetos en la condición de
gratitud se sentían, en general, mejor con su vida y más
optimistas de cara al futuro que los sujetos de las otras dos
condiciones de control. Para ponerlo en cifras, según la escala
39
que empleamos para calcular el bienestar, eran un 25 por ciento
más felices que el resto de los sujetos. Los individuos del grupo
de la condición de gratitud expresaron menos quejas
relacionadas con la salud e incluso pasaron más tiempo haciendo
ejercicios que los sujetos del grupo de control. También
experimentaron menos síntomas de enfermedad física que los
sujetos de los otros dos grupos. Por último, se registró un efecto
significativo en el número de horas dedicadas al ejercicio físico:
los sujetos del grupo de gratitud dedicaron una cantidad de
tiempo significativamente superior (casi una hora y media
semanal más) que los individuos del grupo de problemas. La
diferencia es enorme. Los sujetos del grupo neutral registraron
unos valores, más o menos, intermedios entre los de los otros dos
grupos.
Intrigados por estos resultados, en el segundo estudio,
aumentamos la intervención de la gratitud a una práctica diaria
durante un período de tres semanas. Lo mismo que en el primer
estudio, los sujetos fueron asignados a uno de los tres grupos al
azar. En el segundo estudio, las condiciones de gratitud y de
problemas se mantuvieron idénticas a las empleadas en el primer
estudio, pero en lugar de pedir a los sujetos que pensaran en las
cosas ocurridas durante la semana, les pedimos que pensaran en
las maneras en que aventajaban a otros (la condición de
comparación). Se les dijo: <<Forma parte de la naturaleza
humana compararnos con los otros. En algunos aspectos estamos
mejor que otras personas y en otros somos menos afortunados.
Piense en qué aspectos es más afortunado que otros, en las cosas
que tiene que los demás no tengan, y escríbalas más abajo>>.
Incluimos esta condición para tener una que, pese a su apariencia
de ser positiva, en realidad podría conducir a resultados
diferentes a los que lleva concentrarse en la gratitud. La parte del
balance de los sentimientos en el apartado del humor diario y el
informe sobre la salud eran casi idénticos al informe semanal
utilizado en el primer estudio. También pedimos a los sujetos
40
que anotaran diariamente si habían ayudado a alguien a resolver
un problema u ofrecido a alguien apoyo emocional.
La condición de gratitud mostró aún una impresionante
variedad de beneficios, a pesar de que la condición de
comparación podría haberla imitado y producido algún efecto de
agradecimiento. Aunque los beneficios de salud aparecidos en el
primer estudio no eran evidentes en el segundo (tal vez debido a
la corta duración de la intervención), los sujetos en la condición
de gratitud se sintieron más felices, entusiastas, interesados,
atentos, llenos de energía, animados, decididos y fuertes que los
del grupo de la condición de problemas. También dijeron que
habían ofrecido a otros más apoyo emocional o ayuda con un
problema personal, lo que indicaba que la condición de gratitud
aumenta la motivación social, es decir, refuerza en concreto la
idea de que la gratitud motiva a las personas a hacer el bien. Y
esta conclusión no se basaba sólo en las afirmaciones de los
sujetos. Enviamos encuestas a otras personas que les conocía
bien, cuya opinión nos pareció muy relevante, y resultó que los
sujetos del grupo de gratitud habían sido más amables y
serviciales en comparación con los sujetos de otros grupos (los
familiares y amigos encuestados no estaban informados de la
condición experimental de los sujetos).
Una vez más, la condición de gratitud mostró un efecto
significativo en las emociones positivas comparado con la
condición de los problemas, aunque no produjo ningún impacto
fiable en las emociones negativas. Además, descubriremos la
importancia de la referencia con la que las personas practican el
agradecimiento. Nuestro segundo estudio aportó pruebas de que
la intervención diaria conducía a aumentos más elevados de
gratitud que la práctica semanal a la que habíamos sometido a
los sujetos del primer estudio.
En un tercer estudio reproducimos los beneficios del
pensamiento de gratitud en adultos con enfermedades
neuromusculares. Con la colaboración del departamento de
41
Medicina Interna y Rehabilitación de la Universidad California-
Davis, reclutamos adultos con afecciones neuromusculares
congénitas y de reciente aparición (NMD, en inglés). Se calcula
que las NMD afectan a alrededor de cuatro millones de
individuos en Estados Unidos. La mayoría de los sujetos en
nuestro estudio padecía una secuela de la poliomielitis (PPS, en
inglés, o síndrome pospolio). La PPS es un estado que puede
afectar a los supervivientes de la polio, entre diez y cuarenta años
después de haberse recuperado del ataque inicial del virus de la
poliomelitis, y que padece aproximadamente un setenta por
ciento de personas infectadas con el virus. Se caracteriza por un
mayor debilitamiento de los músculos previamente dañados por
la infección de la polio. Los síntomas incluyen fatiga, una lenta
y progresiva debilidad muscular, dolor de músculos y
articulaciones, y atrofia muscular. Mientras que algunos
pacientes sólo experimentan síntomas menores, otros desarrollan
atrofia muscular de la columna vertebral, o lo que parece pero no
es, una forma de esclerosis lateral amiotrópica. Las PPS es una
enfermedad lenta, caracterizada por largos períodos de
estabilidad y de curso impredecible, pero que casi nunca pone en
peligro la vida del paciente. Entre otras enfermedades
neuromusculares representadas en nuestra muestra, figuraban la
enfermedad Charcot-Marie-Tooth, la distrofia muscular de los
miembros y distrofia faciales, escapulares y humorales.
Los sujetos fueron asignados, al azar, a la condición de
gratitud o a una estricta condición de control en la que los sujetos
se limitaban a rellenar formularios clasificando experiencias
diarias. Similar a los estudios anteriores, los resultados de los
sujetos en la condición de gratitud presentaba efectos
notablemente más positivos y mayor satisfacciones con la vida,
a la ve que efectos menos negativos que en el grupo de control.
Los sujetos en la condición de gratitud se declaraban
considerablemente más satisfechos con su vida en general, se

42
sentían más optimistas de cara a la semana siguiente y más cerca
de otras personas que los sujetos en la condición de control.
Comparados con aquellos que no escribieron las cosas
buenas de cada noche, los sujetos en la condición de gratitud
declararon dormir más horas por la noche, pasar menos tiempo
despiertos antes de quedarse dormidos, y sentirse mucho más
frescos al despertarse. Quizá sea éste el motivo por el cual los
individuos agradecidos se sienten más vivos y vitales durante el
día. Al empezar mi estudio sobre la gratitud, estaba tan excitado
por participar en un nuevo programa de investigación que, a
menudo, tenía dificultades para conciliar el sueño por la noche.
En mi mente se agolpaban pensamientos sobre la importancia del
tema mientras cavilaba por qué había sido un factor tan olvidado
en la ciencia de la felicidad. Tal vez debería haber seguido mi
propio consejo y pasar más tiempo contando las cosas buenas en
lugar de contar las conclusiones de la investigación.
Este hallazgo es de capital importancia dado que los
trastornos del sueño y dormir poco se han identificado como
indicadores centrales de un bajo bienestar general. Los
individuos que padecen alteraciones de sueño de manera regular
segregan un número elevado de las hormonas del estrés y la
función de su sistema elevado de las hormonas del estrés y la
función de su sistema inmunitario corre peligro. Si la situación
persiste, con el tiempo, el individuo privado de sueño se enfrenta
a un riesgo elevad de caer enfermo o de muerte prematura. ¿Por
qué? El sueño es un proceso restaurador que sirva para reparar,
mantener y aumentar las capacidades fisiológicas de nuestro
cuerpo. Sin dicha restauración, el desgaste de nuestro sistema
corporal amenaza nuestra salud a largo plazo e incluso nuestra
supervivencia. Es posible que suene simplista, pero no se pueden
ignorar las pruebas: si quiere dormir más profundamente, en
lugar de contar ovejas, cuente las atenciones que ha recibido. Un
compañero de departamento, nada menos que un psicólogo del
desarrollo, me contó que su hija de seis años tenía miedo de
43
quedarse sola por la noche, y por esta razón, no quería dormirse.
Noche tras noche, semana tras semana, se iba a la cama de los
padres, una rutina nocturna que causó un gran nivel de trastornos
de sueños a los tres. Una noche, mi colega sugirió a su hija que
hiciera una lista mental de las personas que conocía y que habían
hecho algo agradable por ella ese día. Esta involuntaria
intervención del agradecimiento obtuvo el resultado deseado, sin
duda, uno que los mismos padres agradecieron vivamente.
Curiosamente, no sólo los informes de los sujetos en la
condición de gratitud señalaron un aumento de los sentimientos
positivos y de la satisfacción con la vida, sino que también lo
hicieron los informes de otras personas relevantes. Las parejas
de los sujetos en la condición de gratitud manifestaron que éstos
parecían gozar de un bienestar subjetivo más elevado que el que
mencionaron las parejas de los sujetos en la condición de control,
lo que indica que los cambios emocionales positivos que ocurren
después de practicar la gratitud no son aparentes sólo a los
sujetos.
Uno de los rasgos excepcionales de todos estos estudios
de investigación es que se asignó los sujetos a las condiciones al
azar. La base de la investigación sobre la felicidad se basa casi
exclusivamente en encuestas. Son pocos los estudios que han
logrado con éxito crear intervenciones para aumentar la felicidad
o el bienestar. Se debería tener en cuenta que la manipulación en
estos estudios representa, en nuestra opinión, una intervención
bastante mínima. Pedimos a los sujetos que reflexionaran una
vez a la semana o una vez al día, durante dos o tres semanas,
sobre las cosas sobre las que debían sentirse agradecidos, sin
embargo, confiábamos que está reducida petición tuviera un
impacto inmediato en el bienestar. Visto bajo esa luz, los
resultados obtenidos fueron bastante notables. Al fin y al cabo
hay una multitud de factores que influyen en el bienestar, desde
la personalidad a los genes, desde factores de la personalidad a
influencias genéticas a circunstancias de la vida crónicas o
44
temporales, por lo que no esperábamos que un solo factor fuera
por sí mismo particularmente potente.
¿Se vuelve agradecida una persona si escribe un diario de
gratitud? Es posible, pero puede que necesite un compromiso a
largo plazo para practicar la gratitud. No me hago ilusiones de
ser capaz de inculcar un profundo sentido de agradecimiento
como orientación fundamental de la vida o de inspirar la virtud
de la gratitud como resultado de escribir un diario a corto plazo.
Como psicólogo de la personalidad, creo firmemente en la
continuidad a largo plazo de las disposiciones psicológicas. La
propensión de los individuos a responder a los acontecimientos
de su vida y comportarse de maneras características no cambia
en mucho tiempo, incluso durante décadas. Por lo tanto no se
puede esperar que escribir un diario de gratitud, durante unos
días o incluso durante semanas, produzca un cambio duradero en
la naturaleza de los rasgos del carácter a los que afecta el
agradecimiento. La experiencia momentánea de la gratitud no es
lo mismo que tener una disposición a la gratitud bien agudizada:
aunque en un momento las experiencias personales puedan ser
idénticas, una persona que siempre parece hacer gala de un
corazón profundamente agradecido, sea cual sea la
circunstancia, será muy diferente de otra que simplemente está
agradecida por un regalo que ha recibido recientemente. Dicho
esto, si desea mejorar ostensiblemente su calidad de vida, aún le
recomendaría insistentemente que escribiera un diario de
gratitud. En el capítulo final, describiré métodos adicionales para
cultivar el agradecimiento.

¿QUÉ TIENE DE BUENO LA GRATITUD?


Expresar gratitud por los regalos que nos hace la vida, es
decir, un sentimiento de maravilla, agradecimiento y
apreciación, es probable que eleve la felicidad por un número de
razones. El pensamiento agradecido fomenta el disfrute de las

45
experiencias y situaciones de la vida, de manera que los indi-
viduos extraen el máximo posible de satisfacción y regocijo de
sus circunstancias. Contar las dichas contrarresta directamente
los efectos de la adaptación hedonista, es decir, el proceso por el
cual nuestro nivel de felicidad retorna, una y otra vez, a su punto
de partida, impidiendo que demos por descontado las cosas
buenas que ocurren en nuestra vida. Si conscientemente
recordamos las cosas buenas que hemos recibido, debería ser
más difícil darlas por hecho y acostumbrarnos a ellas. Y el acto
en sí de ver las buenas cosas como regalos es probable que sea
beneficioso para el humor.14

Los dones del yo


«La vida es el primer regalo, el amor es el segundo, y la
comprensión el tercero»,15 escribió la novelista y poeta Marge
Piercy. Y comprender que la vida es un regalo podría ser un
requisito previo de la salud emocional. La gratitud contribuye a
la felicidad gracias a las ventajas adicionales que acompañan a
un beneficio, cuando éste se percibe como un regalo, es decir, un
don que nos han hecho para nuestro propio beneficio. Hablando
de la alegría que traen los momentos de gratitud, Chesterton dijo:
«Las cosas que son un regalo, las valoramos más.»16 Si
percibimos los dones como un regalo, ¿hay realmente más
probabilidades de que disfrutemos de ellos? Percibir una
experiencia positiva como un regalo puede ser una forma de
ampliación cognitiva que aumenta los sentimientos positivos. Al
ampliarlo, aumentamos o volvemos más poderoso el objeto
enfocado. Los sentimientos positivos se amplían cuando vemos
su fuente como un regalo que hemos recibido para nuestro
beneficio. Si las cosas buenas son realmente mejores cuando las
percibimos como regalos, esto podría ser una manera de que la
gratitud contribuya directamente a los estados de felicidad. Las
personas agradecidas tienen más tendencia a recibir las cosas que
ocurren en su vida como simples regalos, y a usar
46
espontáneamente expresiones como sentirse «mimado» o
«bendecido» por la vida.
Para poner a prueba esta suposición, en un experimento
incluimos una condición en la que intentamos que los sujetos
concentraran su atención en los regalos que habían recibido,
empleando el lenguaje de los regalos de la manera más amplia
posible. Este procedimiento provocó beneficios similares a las
instrucciones para enumerar las cosas por las que nos sentimos
agradecidos. Pedimos a los sujetos que siguieran las
instrucciones al pie de la letra:
Concéntrense durante un instante en los
beneficios o «regalos» que ha recibido en su vida. Los
regalos pueden ser simplemente placeres cotidianos,
personas en su vida, fortalezas o talentos personales,
momentos de belleza natural o atenciones de otros. Es
posible que, normalmente, no veamos estas cosas como
regalos, pero así es como queremos que piensen en ellas.
Tómense un momento para saborear o disfrutar de esos
«regalos», piensen en su valor, y luego escríbanlos en los
espacios en blanco.
Los resultados de este instructivo ejercicio fueron
fascinantes. Casi la mitad de los regalos mencionados entraban
en la categoría de lo «interpersonal» o «espiritual», es decir, casi
un veinte por ciento más que cuando la condición de regalo no
se incluyó en las instrucciones del experimento. Resulta
significativo que sean, precisamente, esas categorías de cosas
buenas las que relacionamos con un bienestar superior. En una
ocasión, un participante «recibió» los siguientes regalos:
«Desayuno semanal con mi hijo, siempre un placer, un excelente
regalo», «asistencia a la reunión del Cuerpo de Paz y trabajo en
la confección de edredones para colaborar con los esfuerzos del
Lutheran World Relief (Organismo Mundial Luterano)», «ver y
conversar con algunos seres queridos (en un funeral)», «ganar
fuerzas después de asistir a un hermoso oficio religioso, aunque
47
me perdí una buena parte por estar sordo». Fe, amigos y familia
eran regalos mencionados con frecuencia. Parece haber algo
inherente a las relaciones, ya sean mundanas o trascendentes, que
animan a los individuos a envolverlas con los términos de
regalos y donantes. De este modo, debemos recordar que no se
puede inculcar el agradecimiento con órdenes. Más bien, la
gratitud es un sentimiento que proviene de percepciones y
pensamientos. Por lo tanto, para volvernos más agradecidos,
necesitamos mirar a la vida de una manera determinada, y una
manera tangible de hacer esto es a través de los lentes de los
regalos y la generosidad.
Al evaluar la condición que produce la gratitud, la litera-
tura sugiere tres percepciones por parte del destinatario del
regalo que aumenta su experiencia de la gratitud. Primero, el
destinatario debe reconocer el valor del regalo. Diversos estudios
han demostrado que cuanto más valora el regalo el destinatario,
más probabilidades hay de que experimente gratitud. Además,
cuando percibimos un bien como regalo, más dispuestos estamos
a protegerlo. Durante los dos primeros años de la vida de mi hijo
mayor, pasé mucho tiempo con él, mientras mi esposa estudiaba,
a tiempo completo, una carrera universitaria. Tenía unos meses,
cuando un día que habíamos ido al supermercado, y él iba subido
al carrito de la compra, un anciano nos paró y se nos quedó
mirando, primero a él y luego a mí, y entonces, como suelen
hacer los desconocidos, hizo un comentario sobre el fascinante
parecido físico entre padre e hijo. Nunca olvidaré sus palabras.
Me miró a los ojos y dijo: «El tiempo pasa rápido cuando son
pequeños. Yo no pasé mucho tiempo con los míos —se
lamentó— y ahora se han ido.» Esta interacción tuvo una
cualidad profética. Es un cliché decir que los hijos son un regalo,
todos sabemos que lo son, pero adoptar esta perspectiva
seriamente sugiere que hemos invertido en el regalo, que lo
hemos conservado y protegido, y que valoramos el tiempo que

48
lo hemos tenido. Esto es algo que siempre intento hacer con mis
dos hijos.
Segundo, cuando el destinatario reconoce al donante del
regalo y valora su bondad, es más probable que se sienta
agradecido. Detrás de cada regalo hay un donante. Algunos
estudios señalan que si el destinatario cree que el donante le hace
un favor con la intención de beneficiarlo, hay más probabilidades
de que el destinatario experimente gratitud.17 Tercero, es más
fácil que el destinatario experimente gratitud si piensa que el
regalo es gratuito. Cuanto más se aleje un regalo de las
expectativas sociales del destinatario, más probable es que éste
experimente gratitud.

Gratitud, depresión y recuerdos agradables


Varios estudios han demostrado que la depresión es el re-
verso de la moneda de la gratitud. Cuanto más agradecido estás,
menos deprimido te sientes. Cuando más deprimido estás, menos
probable es que vayas por ahí sintiéndote agradecido a la vida.
Por lo general la depresión se mide en los trabajos de
investigación mediante una serie de preguntas sobre los niveles
habituales de humor, las actitudes hacia uno mismo, y los hábitos
de comer y dormir. No obstante, es bien sabido que los
cuestionarios sobre uno mismo son medidas inadecuadas del
síndrome clínico de la depresión, porque muchas afirmaciones
de un cuestionario sobre la depresión coinciden en parte con
otros estados clínicos, así como con un funcionamiento normal
(por ejemplo, ¿quién no ha padecido algunos períodos cortos de
insomnio?). Philip Watkins, psicólogo clínico en la Universidad
del Este en Washington, calculó el estado de gratitud de
individuos que habían sido diagnosticados mediante una entre-
vista clínica planificada. Descubrió que los individuos clínica-
mente deprimidos mostraban un nivel de gratitud significati-
vamente más bajo (casi el cincuenta por ciento menos de
gratitud) que los controles de los no deprimidos.18 Dado que la
49
depresión es un estado desagradable, se deduce lógicamente que
los depresivos no se sienten agradecidos ya que no experimentan
felicidad de las atenciones que reciben y son menos propensos a
reparar en las cosas buenas que hay en su vida.
Los investigadores han demostrado que la gratitud mejo-
ra la recuperación de experiencias positivas aumentando la
elaboración de información positiva. ¿Qué significa esto?
Significa que cuando nos sentimos agradecidos somos más
propensos a fijarnos en los aspectos positivos de nuestra vida, y
esto aumenta la formación (o la «codificación») de estas
experiencias en la memoria. Si al codificar, experimentamos
gratitud en respuesta a un beneficio, por definición, esto debería
aumentar el valor que atribuimos al regalo, al donante y a los
aspectos adicionales de la situación (el esfuerzo hecho por la
persona, cómo nos sentimos en ese momento, cómo expresamos
nuestra gratitud, etcétera). La codificación conlleva una
elaboración, que aumenta la recuperación de lo sucedido en
nuestra memoria. De esta manera, los individuos agradecidos
tendrían más probabilidades de recordar los beneficios pasados
de su vida y sentir gratitud en respuesta a esos dones. En otras
palabras, los individuos agradecidos tendrían más posibilidades
de «contar las bendiciones» de manera espontánea, no sólo
cuando se les pide que lo hagan en un experimento psicológico.
Las personas que son agradecidas tienden a hacer gala de una
memoria selectiva de lo positivo (evocando muchos más
recuerdos agradables que dolorosos) cuando se les pregunta
sobre los sucesos del pasado, del mismo modo que los individuos
depresivos tienden a tener una memoria selectiva de lo negativo
cuando se les pide que recuerden sucesos del pasado (recordando
muchos más acontecimientos desagradables que agradables).
Una enfermera que asistió a un taller de gratitud que
organicé me explicó que al día siguiente del taller, su marido se
había quedado sin trabajo. Añadió que su marido casi siempre se
deprimía muchísimo cuando le sucedían cosas de gran magnitud.
50
Por las mañanas compartían momentos piadosos o «de silencio»,
que ella aprovechaba para hablarle de los beneficios de escribir
las cosas buenas. Empezaron a escribir tres cosas cada uno, que
luego compartían. Después de unas tres semanas de hacer lo
mismo, su marido salió a buscar trabajo y su humor mejoró
volviéndose más optimista. Ella apenas podía creer los cambios.
Hasta los amigos lo notaron. «¿Qué le pasa a tu marido? ¿Cómo
es que no está deprimido?» Poco tiempo después consiguió un
buen empleo.
¿Cómo puede la gratitud prevenir la depresión? Si la gra-
titud facilita la concentración y el disfrute de las cosas buenas,
eso debería bastar para mantener a raya la depresión. Dado que
la gratitud ayuda al individuo a dirigir su atención a los favores
que recibe y lo aleja de las cosas de las que carece, debería
disminuir la posibilidad de depresión. Tal vez el individuo que
perdió su trabajo se sintió más agradecido por tener una esposa,
una familia o el apoyo de los amigos durante la época de des-
empleo y esta conciencia del apoyo de otros le dio la energía
suficiente para buscar trabajo. Los sucesos estresantes parecen
ser importantes precursores de episodios depresivos, por lo que,
si la gratitud demuestra ser una técnica efectiva para hacerles
frente, también debería ayudar a prevenir la depresión. Además,
al hacer más fácil el acceso a los recuerdos positivos, la gratitud
podría ayudar a crear más percepciones positivas. Mientras que,
históricamente, los enfoques del tratamiento de la depresión se
han centrado en corregir los aspectos negativos, recientemente,
algunos han puesto más énfasis en aumentar los pensamientos
positivos. Practicar la gratitud podría ayudar a desarrollar una
manera más positiva de pensar en los sucesos de la vida y, de
paso, ayudar a la prevención de la depresión. Varios
investigadores de la depresión han propuesto que la falta de
recompensas sociales (y/o el aumento del castigo social) es
importante en la etiología y mantenimiento de la depresión. Si la
disposición al agradecimiento proporciona una vida social más
51
agradable, también debería ayudar a mantener a raya la
depresión.
Los beneficiarios de la bondad que se sienten
agradecidos, se encuentran mejor consigo mismos. Se sienten
estimados e importantes cuando se dan cuenta de que otras
personas les proporcionan asistencia. Este aumento de la
autoestima puede por sí mismo expulsar la depresión,
reduciendo la desesperanza, que es en sí misma un rasgo clave
de la depresión. Un elemento vital de la gratitud es el
reconocimiento por parte del beneficiario de que el regalo ha
sido fruto de un acto de compasión, generosidad, bondad o amor
(y a menudo, aunque no siempre, con desinterés, y siempre, por
lo menos, con algún esfuerzo y pérdida de energía del donante).
Una de las razones por las que la gratitud nos hace felices es que
nos obliga a abandonar una creencia que suele acompañar a la
depresión aguda: que el mundo carece de bondad, y que en él no
hay nada salvo azar y crueldad. El hábito de percibir la bondad
puede inducir a la persona deprimida a reorganizar el esquema
de sí misma («mirándolo bien, creo que no soy un perdedor»).
Al sentirnos agradecidos, reconocemos que alguien, en alguna
parte, está siendo bondadoso con nosotros, y por lo tanto, no sólo
que somos merecedores de la bondad (a diferencia de todos los
demás) sino también que la generosidad existe realmente en el
mundo y, en consecuencia, que la vida vale la pena vivirse.
De manera similar, la gratitud puede aliviar la depresión
desviando la atención sobre uno mismo. Algunas investigaciones
han demostrado que los individuos deprimidos prestan excesiva
atención a sí mismos, lo que intensifica su desánimo.19 Al
practicar la gratitud, la atención se aparta de uno mismo y se
dirige a los otros y lo que nos dan. En un experimento realizado
en la Universidad de Virginia, los sujetos escribieron sobre
varias situaciones diferentes en las que habían experimentado
emociones positivas concretas. Había diferencias interesantes
entre las respuestas de felicidad y las respuestas de gratitud.
52
Cuando los sujetos recordaban algo bueno que les había sucedido
(el escenario de la felicidad), la investigadora Sarah Algo
descubrió que tenían «la vista puesta en sí mismos, no de manera
negativa, sólo que querían celebrar y decir a todo el mundo lo
bien que se sentían». En contraste, los sujetos que habían sido
beneficiarios de algo bueno (el escenario de la gratitud) querían
hablar a los demás de la gratitud de esa persona y no se centraban
en sí mismos.20

La pobreza del bienestar


Una de las preguntas más frecuentes que se hacen los ex-
pertos del bienestar parece ser «¿si somos tan ricos por qué no
somos felices?». Investigaciones sobre el bienestar indican que
la felicidad no se puede comprar. En nuestra cultura cada vez
más próspera, no parece que la gente sea más feliz, y hay quien
afirma que, de hecho, el índice de sufrimiento se eleva (en el
sentido de variables como la depresión o la tasa de suicidios).
Una razón por la que el incremento de las buenas cosas mate-
riales no aumenta la felicidad está relacionada con el principio
de adaptación. Investigaciones de un número de áreas diferentes
en psicología han coincidido en que los seres humanos tenemos
una increíble habilidad para adaptarnos a las circunstancias. Pero
uno no necesita ser un esclavo de la ley de aclimatación.
Acostumbrarse a la satisfacción se puede contrarrestar siendo
conscientes a todas horas de lo afortunado de nuestra condición.
Eso es precisamente lo que la práctica de la gratitud debería
conseguir, recordarnos constantemente lo buena que es
realmente la vida.
Como cualquier publicista sabe, los esfuerzos por
alcanzar cosas materiales están alimentados por comparación
con estratos sociales más elevados que suscitan sentimientos de
privación y descontento.21 Al concentrarnos en las cosas buenas
por las que estamos agradecidos, la atención se aparta de hacer
comparaciones con otros que tienen más. Algunos estudios han
53
demostrado que la comparación con estratos sociales más
elevados lleva a un efecto menos positivo y a sentimientos más
desagradables como la depresión y el resentimiento. El individuo
que agradece lo que tiene, no es probable que piense que todo lo
de fuera es mejor. Quiero hacer notar que lo opuesto también
ocurre: si la atención de una persona se centra constantemente en
las cosas que no tiene, es poco probable que se concentre en
apreciar las cosas buenas que tiene. Observaciones realizadas en
nuestro propio laboratorio indican que las personas agradecidas
son menos propensas a basar su felicidad en posesiones
materiales, son menos envidiosas, y menos inclinadas a medir el
éxito desde el punto de vista de las ganancias materiales. Sin
embargo la relación no es tan simple como para caer en el
estereotipo de «las personas agradecidas pasan de las cosas». Es
probable que disfruten de las posesiones materiales tanto como
los demás. No obstante, también invierten más en proteger «sus
cosas». Y están más dispuestos a reconocer las contribuciones
que otros hacen a su bienestar material. Cuando el
cuentakilómetros de su coche alcanzó los 200.000 kilómetros, un
amigo mío compró pequeños regalos para los mecánicos que lo
habían revisado desde el día que lo compró.
Las personas agradecidas son materialistas conscientes.
La apreciación deliberada reduce la tendencia a menospreciar lo
que uno tiene, lo que hace menos probable que salgamos y
reemplacemos lo que tenemos por alternativas más nuevas, más
brillantes, más rápidas y mejores. La habilidad que tienen las
personas agradecidas para obtener de la vida la máxima
satisfacción se extiende a las posesiones materiales. En
contraste, siempre hay algún placer real o imaginario que se
cruza en el camino de la felicidad de la persona desagradecida.
El consumismo alimenta la ingratitud. Los anunciantes invocan
a propósito sentimientos de comparación e ingratitud
induciéndonos a pensar que nuestra vida es incompleta a menos
que compremos lo que nos venden. Examinemos una inquietante
54
estadística: a los 21 años, un adulto ha visto de promedio un
millón de anuncios en la televisión. Jugando con nuestros miedos
y deseos, estos anuncios crean necesidades y cultivan la
ingratitud por lo que tenemos y quienes somos. Las relaciones
humanas están secuestradas. Los psicólogos del consumismo
sostienen que los anuncios ponen barreras entre padres e hijos, y
entre los cónyuges. Se representa a los padres como insulsos y
sin contacto con los adolescentes, a los que se anima a rechazar
las preferencias de la generación anterior y crear su propia iden-
tidad alrededor de valores materialistas. La gratitud hacia el
cónyuge puede atravesar tiempos difíciles, sobreviviendo al
desfile continuo de cuerpos perfectamente culturales que
irradian un inmutable deseo sexual. En un clásico estudio llevado
a cabo en la década de 1980, los investigadores descubrieron que
los hombres que miraban fotos de mujeres físicamente atractivas
o las páginas centrales de Playboy, después encontraban a sus
compañeras menos atractivas, se sentían menos satisfechos con
sus relaciones actuales y expresaban menos compromiso con su
pareja.22 La gratitud puede actuar como cortafuegos de
protección contra algunos de los efectos de los insidiosos
mensajes de los anuncios. Cuando una persona aprecia lo que
tiene, es más crítica con los mensajes que la animan a desear lo
que no tiene, y otros tienen. A propósito, en otro estudio, cuando
se enseñó a las mujeres las fotos de Playgirl, no expresaron los
mismos cambios del corazón hacia el marido o el novio.

LA GRATITUD REFUERZA LOS LAZOS


SOCIALES
El fuerte apego de Esther Summerson a John Jarndyce en
Casa desolada de Charles Dickens nació de la gratitud. Jarndyce
había adoptado a Esther y la había criado. «Desde niña, explica
ella, he sido objeto de la inagotable bondad del mejor de los seres
humanos, a quien estoy tan unida en virtud de todos los lazos de
afecto, gratitud y amor, que nada de lo que hiciera en el
55
transcurso de una vida podría expresar la gratitud de un solo
día.»23 Los lazos del afecto, como los de Esther hacia John
Jarndyce, se forjan a través de acciones generosas entre los
donantes y sus beneficiarios, y se cimientan y refuerzan con la
gratitud. La gratitud se basa en la suposición de que la otra
persona deseaba hacer algo por mí, y lo quería hacer por mi bien.
Hizo de mi interés, el suyo propio. Esther entiende que las
acciones de Jarndyce están motivadas por su bondad, y su
gratitud es el resultado inevitable de esta suposición positiva y
confiada. Para no sentir gratitud, tendría que haberse convencido
de que la bondad de sus actos no era auténtica, pero ella no tenía
motivos para pensar así.
Un beneficio inesperado (que no anticipé) de escribir un
diario de gratitud, era que los individuos que lo hacían
aseguraron que se sentían más próximos y más comunicados con
otras personas, estaban más dispuestos a ayudar a los demás, y
además eran vistos como más amables por personas significa-
tivas de su entorno social. Familia, amigos, pareja, y otras
personas que les rodeaban, declararon sistemáticamente que los
individuos que practican la gratitud parecen visiblemente más
felices, y su compañía es más agradable. También tenemos prue-
bas de que los sujetos con una disposición elevada a la gratitud,
es decir, que tienen una tendencia habitual a ser conscientes de
las cosas buenas de la vida, disfrutan de mejores relaciones, tien-
den a proteger y conservar dichas relaciones, están más unidos,
y se sienten menos solos. Que las personas agradecidas no se
sienten tan solas es un descubrimiento clave. Sigmund Freud
escribió que el mayor miedo de nuestra vida es el temor a
quedarnos solos y aislados. Analistas sociales contemporáneos
han descrito la etapa de la historia en la que vivimos como la
«era de la soledad».24 Nunca antes en la historia tantas personas
han vivido solas, nunca antes tantas familias han estado
geográficamente dispersas o han sido tan pequeñas. Los
individuos que tienen menos dificultades para encontrar razones
56
por las que estar agradecidos son menos propensos a decir que
les falta compañía o que, realmente, nadie los conoce bien.
Nuestro innato deseo de pertenencia aumenta cuando
experimentamos y expresamos nuestra sincera gratitud.
¿Por qué es buena la gratitud para nuestro bienestar
relacional? Barbara Fredrickson, investigadora en la
Universidad de Carolina del Norte y pionera en el estudio de las
emociones positivas, opina que las emociones positivas
desarrollan nuestro modo de pensar y crean recursos personales
duraderos.25 Estos recursos funcionan como reservas de las que
podemos echar mano en momentos de necesidad. Vista a la luz
de este modelo de desarrollo-y-construcción, la gratitud es eficaz
para aumentar el bienestar, dado que construye recursos
psicológicos, sociales y espirituales. La gratitud inspira una
reciprocidad prosocial y además es uno de los mecanismos
psicológicos primarios que subyacen al altruismo recíproco («tú
me haces un favor, yo te lo hago a ti»). Además, animar a los
individuos a concentrarse en los beneficios que han recibido de
otros conduce a sentirse querido y mimado. Así que la gratitud
parece construir amistades y otros vínculos sociales. Y son
recursos sociales porque, en momentos de necesidad, estos lazos
sociales se convierten en manantiales a los que acudir en busca
de apoyo social. También se puede pensar en la gratitud como
una forma de amor, una consecuencia de un apego ya formado
así como una condición que precipita la formación de nuevos
lazos afectivos, como los que había entre Esther Summerson y
John Jarndyce.

¿MATRIMONIOS AGRA-DECIDOS O
AGRA-VIADOS?
Recientes investigaciones sugieren que la salud mental
óptima se asocia con ratios elevadas de emociones positivas a
negativas.26 Según este modelo, el funcionamiento normal se
caracteriza por ratios cercanas al 2,5 (es decir, 2,5 veces más
57
positivismo que negatividad), donde el funcionamiento óptimo
se caracteriza por ratios próximas a los 4,3. Resumiendo dos
décadas de investigación de campo sobre los matrimonios, el
psicólogo de la Universidad de Washington, John Gottman,
experto en relaciones maritales, concluye que a menos que una
pareja sea capaz de mantener una ratio más elevada de
impresiones positivas que negativas (5,1 o más), es probable que
el matrimonio se deshaga. En un estudio muy difundido, él y sus
colegas observaron a 73 parejas discutiendo un área de conflicto
en su relación. El equipo de investigación midió lo positivo y lo
negativo utilizando dos esquemas de codificación: uno se
concentró en las interlocuciones positivas y negativas, y otro
analizó las emociones positivas y negativas observables. Gott-
man dictaminó que entre los matrimonios que duran, y que los
dos miembros de la pareja encontraban satisfactorio —lo que
podríamos llamar matrimonios florecientes—, la media de ratios
positivas era de 5,1 para las interlocuciones y 4,7 para las
emociones observadas. En contraste, entre los matrimonios
identificados como envueltos en una espiral destructiva hacia la
disolución, la media de ratios positivas para las interlocuciones
era del 0,9 y para las emociones observadas del 0,7. Gottman
afina tanto a la hora de detectar las fortalezas y las debilidades
de los matrimonios, que es capaz de predecir con un 90 por
ciento de exactitud si un matrimonio acabará o no en divorcio, a
menudo después de observarles sólo tres minutos en su
laboratorio matrimonial.27
¿Cuál es la mejor manera de crear una ratio positiva?
Gottman sugiere practicar la gratitud en el matrimonio. Es más,
el «ejercicio de agradecimiento» que recomienda es la base para
uno de los siete principios para que el matrimonio funcione. En
su libro El segundo turno (The Second Shift), Arlie Hochschild
escribió sobre una «economía de la gratitud» en el matrimonio:
«Cuando una pareja se pelea, rara vez se trata de quién hace qué.
Mucho más a menudo la cuestión gira en torno al toma y daca de
58
la gratitud. La lucha para salvar el matrimonio en la sociedad
contemporánea es la lucha por cultivar la gratitud entre hombres
y mujeres.»28 Los matrimonios en conflicto se caracterizan por
fijarse mucho más en las quejas y olvidarse de las cosas buenas.
Según la ratio positiva, una meta deseable es que haya, al menos,
cinco cosas buenas por cada queja (y hay quien sugiere una cifra
tan elevada como entre ocho y veinte cosas buenas por cada
queja). La receta no es complicada: puedo apreciar y reconocer
la bondad de mi esposa; puedo decidir, de manera consciente,
fijarme en las atenciones que tiene conmigo, en lugar de dejar
aflorar mi tendencia a criticar o fijarme en lo que le falta. Cuando
me fijo en las atenciones que me dedica, expreso gratitud por
ellas, fortalezco nuestra relación y abro el camino para recibir
futuras atenciones. La falta de reconocimiento de la gratitud
conduce, en el mejor de los casos, a dar por descontado que el
otro estará siempre allí para nosotros y, en el peor, a la falta de
respeto, el resentimiento y el desprecio.

GRATITUD Y FELICIDAD SOSTENIBLE


Por los resultados de nuestros experimentos sabemos que
la gratitud tiene, al menos, un poder temporal para mejorar
nuestra salud emocional, la satisfacción en las relaciones, y en
algunos aspectos, el bienestar físico. Ahora bien, ¿alguno de
estos progresos sobrevive al paso del tiempo?
Sorprendentemente, muchos de nuestros pacientes con
enfermedades neuromusculares siguieron escribiendo sus diarios
de gratitud mucho tiempo después de que el estudio finalizase, y
cuando nos pusimos en contacto con ellos, varios meses después,
nos comentaron los beneficios a largo plazo de haber participado
en el estudio. Un individuo dijo que: «Sentirse obligado, de
manera consciente, a reflexionar, contemplar y resumir su vida
una vez al día, había sido curiosamente terapéutico e iluminador.
Me venían a la mente facetas de mí mismo que me gustaban
mucho y otras que se podían mejorar [...], he intentado ser más
59
consciente de mi nivel de gratitud.» Otro escribió: «Es fácil
dejarse llevar por las cosas que ocurren en el día a día y
olvidarnos de parar y recordarnos por qué nos levantamos cada
día. Su estudio me ayudó a acostumbrarme a hacer una pausa
todos los días para recordar las cosas maravillosas de la vida.»
Cuando el bienestar de los sujetos en el grupo de gratitud
se comparó con el del grupo de control, nos encontramos con una
pauta llamativa y constante: el grupo de gratitud seguía
disfrutando de los beneficios ¡seis meses después! Experimen-
taban emociones más positivas, estaban más satisfechos con su
vida, en general se sentían mejor con su existencia, y seguían
sintiéndose más cerca de los demás. Aunque el experimento en
el que participaron había concluido seis meses antes, seguían
manteniendo niveles de bienestar un 25 por ciento más elevados
que los individuos del grupo de control. Las pruebas contradicen
la creencia, ampliamente extendida, de que cada persona tiene
una disposición determinada a la felicidad y que ésta no puede
cambiarse por ningún medio conocido: en algunos casos,
tenemos constancia de que la gratitud ha inducido cambios
transformadores de vida.
Una de las satisfacciones de crear una nueva línea de
investigación es ver cómo nuestro trabajo inspira a otros a repro-
ducir y ampliar la investigación inicial en direcciones novedosas
y creativas. Las reproducciones e investigaciones han empezado
a llegar de otros laboratorios. En un proyecto de seis semanas, se
invitó a estudiantes de la Universidad de Misuri a contemplar las
cosas por las que se sienten agradecidos, bien una vez a la
semana o tres veces.29 Se les pidió que se esforzaran en: «Pensar
en todas aquellas cosas de la vida, pequeñas o grandes, por las
que podéis sentiros agradecidos. Esas cosas pueden incluir
amistades que os apoyan, sacrificios o contribuciones que otros
han hecho por vosotros, hechos de vuestra vida como por
ejemplo ventajas y oportunidades, incluso gratitud por la vida
misma y el mundo en que vivimos [...]. Es posible que nunca
60
antes hayáis pensado así sobre vosotros pero recientes
investigaciones sugieren que hacerlo puede mejorar vuestro hu-
mor y vuestra satisfacción por la vida. Por eso, queremos pediros
que sigáis pensando de esa manera unas cuantas semanas más.»
Entre los ejemplos de «cosas buenas» citadas por los estudiantes
figuraban «un cuerpo sano», «mi madre» y «un messenger
instantáneo AOL». Los sujetos del grupo de control sólo hicieron
la primera parte del experimento. De nuevo, los resultados
sugirieron que el incremento de felicidad a corto plazo era
posible, pero también la importancia de elegir el momento
óptimo. Los estudiantes que expresaron gratitud regularmente
mostraron un incremento de su bienestar en el transcurso del
estudio, en comparación con los del grupo de control, pero esos
aumentos sólo se observaron en aquellos estudiantes que habían
practicado la actividad una vez a la semana. Es posible que
muchos encontraran aburrido contar las cosas buenas varias
veces a la semana, y que hacerlo les pareciese menos refrescante
y carente de sentido con el paso del tiempo. De ahí la importancia
de variar lo que se escribe en el diario de gratitud.

La visita de gratitud
Pruebas adicionales de que la gratitud importa
muchísimo a largo plazo nos llegan del laboratorio de psicología
positiva de Martin Seligman en la Universidad de Pennsylvania.
Ni en nuestro trabajo experimental ni en el estudio de la
Universidad de Misuri se hicieron distinciones entre las
experiencias y las expresiones de gratitud. Lo que nos interesaba
era cómo se maneja el agradecimiento sentido. No obstante, las
emociones son procesos con múltiples componentes, que
constan de condiciones provocadas, reacciones fisiológicas,
experiencias subjetivas y comportamiento expresivo. Las
expresiones de la conducta son importantes porque completan la
tendencia a la acción asociada con la emoción. La expresión sería
un aspecto especialmente delicado de la gratitud. El concepto de
61
«agradecimiento» o el acto de dar gracias, implica que hay
alguien a quien le damos las gracias. El renombrado humanista
y psicólogo, Abraham Maslow discutió la importancia de
expresar gratitud hacia nuestros benefactores, y la tensión
psicológica que resulta del asunto inacabado de no dar las gracias
a aquellos con quienes nos sentimos positivamente en deuda.30
¿Y si pidiéramos a la gente que expresase su agradecimiento a
sus benefactores? ¿Cuáles serían los efectos de una
confrontación de gratitudes?
Afortunadamente, Seligman y sus colegas de la Universi-
dad de Pennsylvania se ocuparon de organizar el experimento.31
Los sujetos tenían una semana para escribir una carta de gratitud
y entregarla personalmente a alguien que hubiera sido
especialmente generoso con ellos o que hubiera hecho por ellos
algo realmente positivo, que todavía viviera, y que no hubiera
recibido las gracias tal y como se merecía. Si iban a hacer una
visita de gratitud, debían seguir los siguientes pasos: primero,
redactar un escrito de 300 palabras, concreto, bien escrito,
contando la historia de lo que la persona había hecho, por qué
era importante, y dónde se hallaban en la vida como resultado;
luego, podían llamar por teléfono y decir «me gustaría ir a verte»,
pero sin decir el motivo, para que fuera una sorpresa. Alrededor
de trescientas personas hicieron una visita de gratitud, que
resultó ser una experiencia extraordinariamente conmovedora
tanto para la persona que escribió la carta como para el
destinatario. Todos acabaron llorando.
Por ejemplo, un joven alto, serio y muy moderno escribió
una carta a sus padres, en la que reconocía los sacrificios que
habían hecho para criarlos a él y a su hermano, y lo mucho que
ambos los querían y les estaban agradecidos, aunque dudaba que
nunca llegara a leérsela a sus padres porque le daba vergüenza.
No obstante, por obra del destino, mientras el estudiante pasaba
las vacaciones de Navidad en casa de sus padres, su hermano
pequeño resultó gravemente herido en un accidente de coche y
62
falleció en la sala de urgencias del hospital. Esa noche, después
de que él y sus padres abandonaran el hospital y regresaran a casa
destrozados, el joven decidió que era el momento adecuado para
entregar a sus progenitores el testimonio de su gratitud, donde
describía lo mucho que él y su hermano querían a sus padres,
quienes los habían amado y cuidado tan bien durante tantos años.
Después comentaría que aquel acto se convirtió en el momento
más significativo de la vida emocional de la familia, y que ayudó
a aliviar el dolor de sus progenitores por la muerte del hermano
pequeño. Supuso no sólo una revelación para la familia, sino
también una vía a través de la cual canalizar el dolor y
sobrellevarlo.
En el período inmediatamente posterior al experimento
(una semana después de haber hecho el ejercicio), los sujetos en
la condición de la visita de gratitud se sentían más felices y
menos deprimidos. Más aún, estos sujetos dieron los índices más
altos de cambios positivos de todo el estudio. Este aumento de la
felicidad y descenso de los síntomas depresivos se mantuvo en
las evaluaciones consecutivas, una semana y un mes después.
Resultó, para sorpresa de Saligman, que la visita de gratitud
aliviaba los síntomas de depresión en las personas y las ayudaba
a ser más felices durante más tiempo que los placebos.
Aunque no sea práctico para muchas personas organizar
visitas de gratitud formales de manera regular, la mayoría de la
gente puede sacar tiempo todos los días para expresar su
agradecimiento a alguien, de manera elaborada y sincera. Los
beneficios superan a los observados en aquellas personas que
sólo escriben un diario de gratitud.

LA GRATITUD EMPIEZA TEMPRANO


Hemos llevado nuestra investigación de la gratitud con
personas de todas las edades, desde adolescentes a adultos. ¿Hay
algún grupo que podría representar especialmente un «reto a la
gratitud»? Pensemos en los niños. Se sabe que los niños son
63
desagradecidos. «¡Ingratitud! ¡Demonio de corazón de mármol,
más horrible que el monstruo del mar, cuando te muestras en una
hija!», exclamaba el Rey Lear de Shakespeare.32 La envidia y el
sentirse con derecho a algo parecen dos logros psicológicos
mucho más accesibles que la gratitud y el agradecimiento.
Algunos estudios indican que debido a la toma de perspectiva
que requiere la gratitud, los niños menores de 7 años no entien-
den de manera fiable que la gratitud supone dar crédito a otros
por los resultados positivos que afectan al yo.
No obstante, muy parecido a las cualidades de la gratitud
para inculcar la felicidad, las suposiciones acerca de la presunta
incapacidad de los niños para sentir gratitud nunca se ha so-
metido a una prueba experimental. Un estudio reciente exami-
naba las versiones publicadas en un periódico de las cosas de las
que se sentían agradecidos unos niños en edad escolar en el
período que siguió a los sucesos del 11 de septiembre de 2001.33
Los temas más mencionados eran familia, amigos, bomberos,
otras ayudas y libertad. En general, las niñas se sentían más
agradecidas que los niños, y su agradecimiento se basaba en la
familia y los amigos, mientras que los niños estaban más agra-
decidos por los objetos materiales. Una niña de 9 años escribió:
Doy gracias porque tengo a mi papá y a mi mamá,
porque me ayudan a hacer los deberes. Me doy gracias a
mí misma porque mi gato le hizo un arañazo a mi
hámster, y cogí un trapo, lo mojé y le limpié la sangre del
ojo. Doy gracias por mi abuelo y por mi abuela, que me
han dado dinero para comprarme un regalo de Navidad.
Doy gracias por tener ropa, porque si no iría desnuda.
Doy gracias por tener un gato, porque mi gato se come
los ratones del campo. Doy gracias por tener a la señorita
Long, que ayuda a los niños con las matemáticas y otras
materias. Doy gracias por mi hámster, que me ayuda a
saber cuándo tengo que hacer los deberes.

64
Sin embargo, el estudio no examinó el vínculo entre la
gratitud y resultados tales como la felicidad, el bienestar o cómo
superar los problemas. Falta saber si contar las cosas buenas
afecta el bienestar de los niños, de la misma manera que el de los
adultos.
Teniendo esto en cuenta, el doctor Jeffrey Froh, en aquel
entonces psicólogo en el Colegio Candlewood en Dix Hills,
Nueva York, llevó a cabo un experimento de gratitud con 221
estudiantes de sexto y séptimo grado. Siguió un modelo casi
experimental en el que once clases fueron asignadas, al azar, a
una de tres condiciones (por ejemplo, gratitud, problemas y
control). A los estudiantes en la condición de gratitud se les pidió
que enumeraran cinco cosas del día anterior por las que
estuvieran agradecidos, mientras que al grupo de problemas se
les pidió que hicieran lo mismo, pero fijándose en cosas que les
habían irritado. El grupo de control simplemente completó el
modelo estándar. Además de contar las bendiciones o los pro-
blemas, todos los estudiantes completaron el mismo modelo
estándar. Los datos fueron recogidos diariamente al principio de
cada clase durante dos semanas, con un seguimiento de tres
semanas.
Las relaciones de cariño/apoyo fueron el tema más
común del grupo de gratitud. Además, fue bastante común entre
los niños decir que se sentían agradecidos por su educación, su
salud y sus actividades (principalmente deportes). Tanto el grupo
de la condición de gratitud como el de control experimentaron
efectos significativamente menos negativos que el grupo de la
condición de problemas, tanto en el período inmediatamente
posterior como durante el seguimiento. Además, el grupo de la
condición de gratitud era significativamente más positivo acerca
de la semana siguiente y durante el seguimiento, comparado con
el grupo de la condición de problemas. Dentro del dominio de la
experiencia escolar, a posteriori, el grupo de la condición de
gratitud obtuvo mayor satisfacción comparado con los grupos de
65
la condición de control y de la condición de problemas. En
cuanto al lugar de residencia y vida en general, en el período de
seguimiento, los grupos de las condiciones de gratitud y control
se sentían más agradecidos, en comparación con el grupo de
problemas. También se registró una tendencia en los niños de la
condición de gratitud a estar menos enfermos, mientras
afirmaban sentirse menos molestos con problemas físicos. Por
último, durante el seguimiento, los grupos de las condiciones de
gratitud y control se sintieron más agradecidos con aquellos que
les habían dispensado ayuda, que el grupo de la condición de
problemas. Esto sugiere que la gratitud nos vuelve más sensibles
para percibir la generosidad de otros. La gratitud, pues, parecía
tener un efecto gradual, aunque significativo, en el optimismo y
en los sentimientos de agradecimiento hacia la ayuda recibida.
En resumen, estas conclusiones sugieren que la gratitud tiene
efectos inmediatos y a largo plazo en el funcionamiento
psicológico positivo. Al cultivar la emoción positiva de la
gratitud, es posible que nuestros hijos experimenten una espiral
ascendente de resultados positivos, que cree una interacción
recíproca y les proporcione más razones aún para contar las
cosas buenas.34
Es aún más alentador que los resultados de este estudio
sugieran que podría haber maneras mejores y más duraderas de
inculcar la gratitud en los niños que la de las notas de
agradecimiento a los familiares. Los autores de libros para niños
y artículos en revistas sobre la crianza de los hijos, animan regu-
larmente a que se cultive la gratitud y el agradecimiento en los
chicos y ofrecen estrategias para que los padres lo inculquen. En
la década de 1930, la psicóloga suiza Franziska Baumgartner-
Tramer sugirió que los padres recalquen el sentido de comunidad
creado o acrecentado por la gratitud y disminuido o destruido por
la ingratitud, en lugar de apelar a la función de la cortesía o a su
naturaleza obligatoria.35 Casi ochenta años después, este consejo
se ha puesto finalmente en práctica cuando padres y educadores
66
desarrollan maneras para guiar a sus hijos en su paso a una edad
adulta de manera más eficiente, responsable y agradecida. El
movimiento de psicología positiva, del que nuestra investigación
sobre la gratitud es un ejemplo, ha pedido un mayor
reconocimiento de las herramientas que mejoran el bienestar
físico y psicológico de los niños. En psicoterapia, educación y
crianza de los hijos, un enfoque basado en las fortalezas, está
suplantando, muy despacio, el enfoque exclusivo en los
remedios a favor de comprender cómo se desarrollan los niños.
La infancia puede ser el momento óptimo para promover
actitudes saludables y la prevención de problemas, y el
entrenamiento en gratitud puede jugar un papel importante en
cualquier programa diseñado para promover el bienestar. Como
en los adultos, la gratitud puede ser una herramienta muy valiosa
que los niños pueden utilizar para negociar los altibajos de la
vida.

DEPENDENCIA FELIZ: ¿LA GRATITUD VA


LIGADA A LA FELICIDAD?
El grado en que los niños se sienten espontáneamente
agradecidos por lo que reciben de la vida y el grado en que esta
gratitud les hace sentirse más felices y mejores ciudadanos
constituye, seguramente, un tema importante para
investigadores, padres y educadores. Sin embargo, hay tina
realidad más básica sobre la gratitud que podemos aprender de
nuestros hijos. Cuando éramos niños, no vivíamos la ilusión de
ser autosuficientes. Éramos conscientes de la dependencia que
teníamos de nuestros padres para nuestra supervivencia,
seguridad y comodidad. A medida que crecemos, nos enseñan a
recurrir, más y más, a nosotros mismos para la satisfacción de
nuestras necesidades. Al final, llegamos a creer en el mito de
nuestra propia autosuficiencia. Para muchos, es necesaria la
enfermedad, la discapacidad, el peligro o la proximidad de la
muerte para alterar esta ilusión de autosuficiencia. Todos
67
empezamos la vida dependiendo de otros y la mayoría de
nosotros la acabamos de la misma manera. Entretanto,
disfrutamos de unos sesenta años, aproximadamente, de
dependencia no reconocida. La condición humana es tal, que a
lo largo de nuestra vida, no sólo al principio o al final, somos
profundamente dependientes de otras personas. Y somos
conscientes de esta dependencia. El filósofo moral, Alasdair
Maclntyre se ha referido a los humanos como «animales
racionales dependientes».36 Estar vivo es mantener relaciones
con otros, relaciones que son vitales para nuestro bienestar. El
yo, por sí mismo, es un lugar muy pobre para encontrar la
felicidad o el significado de la vida. La gratitud nos lleva fuera
de nosotros mismos, donde nos vemos como parte de una intrin-
cada red de relaciones vigorizantes, que son mutuamente
recíprocas.
En otras palabras, la gratitud es esencial si realmente que-
remos comprendernos. En algunos aspectos, ésta es una idea
profundamente contracultural. La psicología moderna ha puesto
un gran énfasis en la autonomía individual y la autosuficiencia.
La gratitud exige, sin embargo, que afirmemos nuestra
dependencia de otros y reconozcamos que necesitamos recibir lo
que no podemos procurarnos nosotros mismos. Hasta que esta
dependencia no se reconoce, la gratitud subsiste, en el mejor de
los casos, como posibilidad.
La memoria del corazón incluye la memoria de aquellos
de quienes dependemos, lo mismo que la mala memoria de la
dependencia es la reticencia o la falta de habilidad para recordar
los beneficios que nos llegan de otros. He intentado demostrar
en este capítulo que la gratitud es el mejor enfoque de la vida
porque conduce a una felicidad duradera. También añadiría que
es el enfoque más auténtico de la vida. La vida consiste en dar,
recibir y devolver. Somos seres receptivos, que dependemos de
la ayuda de otros, de sus regalos y de su bondad. Como tales,
estamos llamados a la gratitud. La gratitud es un sentimiento
68
agradable, y aceptamos gustosamente la dependencia que exige
cuando correspondemos o «devolvemos» el favor. La vida se
vuelve completa cuando somos capaces de dar a otros que ahora
lo necesitan lo que nosotros recibimos en el pasado. Una mujer
de 33 años con atrofia muscular en la columna vertebral expresó
así la dinámica entre la dependencia y devolver lo que se recibe:
Toda mi vida he necesitado de la ayuda de
personas para vestirme, ducharme, trabajar, ir al colegio,
etcétera. Tenía la esperanza de algún día ser capaz de
hacer algo realmente significativo por otra persona, de la
misma manera que otros lo han hecho siempre por mí.
Conocí a un hombre que estaba casado y era muy
desgraciado. Su esposa y él habían tenido un hijo que se
había muerto a los 7 meses. Habían seguido casados diez
años, en los cuales habían intentado tener otro hijo. No lo
consiguieron. Se divorciaron y él se convirtió en mi
amigo y en mi amante. Me dijo que el sueño de su vida
era tener otro hijo. Quedé embarazada y sufrí un aborto
natural. Volvimos a intentarlo, y esta vez tuve un
embarazo ectópico (pero no perdí la trompa, ¡gracias a
Dios!). Una inyección solucionó el problema. Me quedé
embarazada por tercera vez; nuestro precioso bebé nació
el 20 de diciembre de 1998. Nunca me he sentido más
agradecida en toda mi vida. Por fin era capaz de dar algo
a alguien a cambio. Yo, que se suponía que debía haber
muerto a los 2 años.
Es la gratitud la que nos permite recibir y es la gratitud la
que nos motiva a devolver la bondad que hemos recibido.
En resumen, es la gratitud la que nos permite
convertirnos en seres totalmente humanos.

69
3
Cómo se expresa la gratitud
En un reciente viaje a Washington, D.C., visité el
Monumento Conmemorativo de la Segunda Guerra Mundial. Al
igual que otros monumentos, va dirigido a promover el recuerdo,
en este caso, de los 16 millones de hombres y mujeres que
sirvieron a su país durante la Segunda Guerra Mundial. Una
ligera lluvia caía en aquella fría mañana de invierno, mientras
caminaba sin rumbo por la plaza central, deteniéndome ante
algunas de las columnas de granito semicirculares dedicadas a
cada estado o república. Alguien había colocado una corona al
pie de una de ellas. Me agaché para verla más de cerca, pero
antes incluso de poder leer la inscripción, de repente me sentí
70
abrumado con una mezcla de sentimientos diferentes:
admiración, tristeza, dolor, pero sobre todo, gratitud. Sin duda,
gratitud es lo que uno espera sentir en lugares como éste, pero
eso no hizo que mis sentimientos fueran menos auténticos.
Aquella reacción emocional me impulsó a contemplar mi propia
contribución ancestral a la «más grande de las generaciones».
Tres de mis tíos habían prestado sus servicios en el ejérci-
to durante el conflicto, sin embargo, nunca me había parado a
recordarlo, y a reconocer el significado de lo que se habían
propuesto conseguir y el sacrificio que ellos, y millones de
camaradas, habían hecho. Al salir de la plaza, me detuve para
buscarlos en el Registro de los Caídos, una lista por ordenador
de los estadounidenses que tomaron parte en el conflicto bélico.
Recuerdo a uno en particular, tío Ed (a quien llamábamos
afectuosamente Unky), con quien había estado particularmente
unido de pequeño.
Mi padre padecía una enfermedad crónica y, siendo yo
un niño, entró y salió repetidas veces del hospital. Unky llegó a
ser como un padre para mí. Con un físico que imponía pero de
voz suave, llevaba el pelo cortado al rape, en consonancia con su
pasado militar. Había participado en la liberación de Dachau, y
había recibido cuatro condecoraciones diferentes, además de la
Estrella de Bronce por su heroísmo. Después de la guerra, había
servido más de treinta años en el departamento de policía de la
ciudad en la que creció, ascendiendo de rango hasta ser
nombrado capitán, el segundo puesto más alto del departamento.
Mirando hacia atrás, lo que más me llamaba la atención de él era
su humildad, nunca hablaba de sus experiencias en la Segunda
Guerra Mundial ni supe de los numerosos honores que le habían
tributado, tanto en la vida militar como en la civil. De niño,
ninguna vez se me ocurrió interrogarlo sobre sus experiencias de
guerra, aunque conociéndolo como lo conocía, estoy seguro que
habría desviado la atención de sus contribuciones. Cuando me

71
hice adulto, hacía tiempo que no vivía en casa y las visitas a tío
Unky eran escasas y esporádicas. Hoy, lo recuerdo con gratitud.
El psicólogo Jonathan Haidt ha descrito el estado
emocional de la elevación, un sentimiento cálido y exaltado que
los individuos experimentan cuando ven actos inesperados de
bondad humana, generosidad y compasión.1 Un fuerte
sentimiento de afecto en el pecho, ganas de llorar, escalofríos y
un nudo en la garganta caracterizan la elevación, y eran esos
cambios los que me acompañaron al ver la foto de tío Ed en el
registro, leer sus hazañas y reflexionar sobre su vida cuando lo
conocí.
Aunque asociamos las lágrimas con el dolor, las
emociones positivas también pueden dar paso al llanto. Las
lágrimas son una respuesta común a la gratitud profunda. Y a
ellas se ha aludido como la «más sustancial y sin embargo la más
fugaz, la más obvia y en cambio la prueba más evidente de
nuestra vida emocional».2 Experimentar una abrumadora
sensación de agradecimiento, como me sucedió en aquella
ocasión, puede hacer que alguien se eche a llorar. Alguien
escribió:
Hay veces, mientras conduzco, que reviso
mentalmente todas las presiones económicas que sufro:
dos hijos que van a la universidad, y deudas que se
acumulan sin que les vea un final a la vista. Justo cuando
empiezo a sentirme abrumado, pienso en todas las cosas
por las que me siento agradecido: la salud, el amor de mi
esposa, amigos que se preocupan por mí y dos hijos
maravillosos. Y me siento tan afortunado que quiero dar
gracias a Dios, y tan emocionado que a veces me echo a
llorar.3
Era ese mismo sentimiento de sentirse abrumado por la
gratitud lo que san Ignacio de Loyola conocía tan bien. Decían
que su vida de oración era tan intensa que, a menudo, durante la
misa tenía que parar un momento porque los ojos se le llenaban
72
de lágrimas y no podía ver. Al cabo de un tiempo, el llanto
constante empezó a dañarle los ojos, por lo que pidió una
dispensa papal especial que lo relevara de algunos de sus
piadosos deberes con el fin de conservar la salud. En su diario
espiritual escribió: «A causa del violento dolor que sentía en un
ojo de tanto llorar, se me ocurrió que si seguía dando misa,
podría perder el ojo, pero que era mucho mejor conservarlo.»4

LA ENCARNACIÓN DE LA GRATITUD
A la mayoría de las personas, la gratitud no nos causa
lágrimas dolorosas como le pasaba a san Ignacio (podría añadir
que la gratitud no siempre nos trae lágrimas dolorosas, aunque la
mayoría de nosotros, en situaciones extremas, podríamos llorar
de gratitud). Sin embargo, la gratitud, como cualquier otra
emoción, se somatiza. Se siente y se expresa físicamente.
Cuando los psicólogos emprenden el estudio de una emoción
como la gratitud, se ven forzados a establecer con exactitud
varios componentes. Primero, buscan algo externo que provoque
el sentimiento, un factor generador. Un primo o un amigo de la
familia nos hace un regalo muy deseado o nos dice que nos va a
hacer un gran favor. Segundo, nuestro benefactor nos provoca
una sensación particular que induce a un sentimiento subjetivo
con su correspondiente intensidad. Nuestro cerebro procesa el
anuncio de nuestro benefactor, y se percata de que se está
ofreciendo a ayudarnos de manera significativa. Tercero, nuestro
benefactor seguramente nos provoca una respuesta fisiológica
mesurable. Es posible que sintamos un nudo en la garganta, una
sensación fisiológica, cálida y creciente, de gratitud mientras
procesamos la oferta de nuestro primo. En aquel momento la
respuesta, es decir, es probable que el sentimiento provoque,
entre otros, cambios motivacionales en nuestra manera de
pensar. Descubrimos que nuestro benefactor es alguien en quien
podemos confiar en momentos de apuro. Finalmente, existe a
menudo un componente expresivo que nos permite comunicar la
73
emoción a otros.5 Este componente expresivo remite a las
maneras en que cambiamos, de forma deliberada, nuestras
acciones para reflejar el hecho de que nos sentimos agradecidos,
y también a las maneras en que cambia nuestra expresión facial
y corporal, tanto si queremos como si no, para comunicar al resto
de los seres humanos las emociones que estamos
experimentando. Mientras nos planteamos la oferta de nuestro
benefactor, sonreímos y mostramos que estamos
experimentando gratitud; también decidimos lo que diremos en
respuesta a la oferta.
Estos elementos de la reacción al agradecimiento
también se aplican a otras emociones. Pensemos en la rabia.
Experimentamos rabia en contextos donde percibimos que se ha
cometido una ofensa contra nosotros de manera intencionada.
Percibimos al autor como culpable y, por lo tanto, como me-
recedor de nuestra ira. Nuestro pulso y nuestro corazón se ace-
leran, y las hormonas del estrés tales como la epinefrina y el
cortisol invaden nuestro cuerpo. El ritmo de la respiración
aumenta y los músculos se tensan. Los puños crispados y la
mandíbula apretada son también señales de ira. A medida que
nuestra manera de pensar se estrecha y se restringe, nos damos
cuenta de que nuestra capacidad para resolver problemas y otras
habilidades mentales se ponen en peligro, de ahí el lamento «es-
taba tan enfadado que no podía pensar con claridad». Podemos
desear que el blanco de nuestra ira sufra daño, ya sea infligido
por nosotros mismos o por un tercero. Podemos revelar nuestra
ira a través de un movimiento o de una expresión facial, y
podemos dejarnos llevar por la emoción de maneras que luego
lamentaremos.
El componente expresivo de las emociones es extremada-
mente importante, en particular el modo en que comunicamos
facialmente nuestros sentimientos a otros individuos. Este
componente expresivo es fundamental: si no parecemos felices,
enfadados, agradecidos o tristes, a otros les cuesta creer que
74
realmente estemos sintiendo esas emociones. Las interacciones
sociales descansan en nuestra habilidad para comunicar las
emociones a través del rostro, y si no podemos expresar nuestras
emociones, nuestra vida social se deteriora. Los individuos que
padecen problemas faciales se pueden encontrar con que las
personas no reaccionan hacia ellos de la misma manera que
reaccionan hacia quienes tienen expresiones faciales normales,
porque sus emociones van acompañadas de una expresión es-
tática y antinatural. Hay individuos, por ejemplo, aquellos a
quienes un infarto cerebral ha dañado su hemisferio derecho,
incapaces de reconocer en otros expresiones faciales emocio-
nales, lo que contribuye a que sus intercambios sociales sean
problemáticos.
Los investigadores han documentado que las emociones
básicas de ira, alegría, asco, felicidad y miedo tienen
manifestaciones faciales universalmente reconocibles. En todo
el mundo, ya se trate de culturas avanzadas o primitivas, las
personas reconocen cuándo alguien está iracundo o asqueado,
feliz o sorprendido. Por ejemplo, en el caso de la ira, las cejas se
fruncen hasta tocarse, formando arrugas en la piel de la frente,
los labios están tensos y más finos, y la mirada se vuelve
fulminante abriendo mucho los párpados. El investigador de la
Universidad de California, Paul Ekman y sus colegas han
reunido pruebas de la universalidad de siete expresiones faciales
de la emoción: ira, felicidad, miedo, sorpresa, asco, tristeza y
desprecio. En todas las culturas que han estudiado —en Japón,
toda Europa y Estados Unidos, y entre los miembros analfabetos
de la tribu fore de Papúa Nueva Guinea—, una mayoría con-
siderable era capaz de reconocer las expresiones emocionales
básicas expresadas por individuos de otras culturas, y otros re-
conocían las propias.6
En contraste con las emociones básicas, la gratitud no pa-
rece tener una expresión propia y reconocible. Tal vez, la
excepción más evidente sea en el caso de la gratitud inspirada
75
por la religiosidad. En iglesias, templos y santos lugares, los
creyentes se postran en alabanzas de agradecimiento a su Dios o,
de lo contrario, adoptan una postura de recogimiento, rezando
con los ojos cerrados, en pie o de rodillas. Más que ninguna otra
parte del cuerpo, las manos y los brazos expresan el agradeci-
miento a Dios. Por ejemplo, los carismáticos rezan con las manos
en alto, las palmas abiertas en una postura de receptividad. Esto
significa agradecimiento por las buenas cosas pasadas recibidas
y por el trabajo continuo de Dios en la vida del creyente. Pero,
aparte de estos contextos religiosos, podría ser difícil leer la cara
o el lenguaje corporal, y determinar si el individuo está
agradecido, feliz, aliviado, ligeramente divertido o no siente
nada en absoluto.
En su clásico trabajo sobre la expresión de las emociones,
Charles Darwin atribuyó una importancia considerable a la voz
como portadora de información emocional.7 Frecuentemente,
deducimos emociones y actitudes no sólo de lo que se dice, sino
también de cómo se dice. Hay pistas acústicas, cualidades tales
como el volumen, el tono y el sonido, que nos facilitan in-
formación sobre el estado emocional de quien habla. A veces he
notado que cuando una persona recita las cosas por las que está
agradecida, los ojos se le llenan de lágrimas, y la voz se le
entrecorta y le tiembla por la emoción. No obstante, en muchas
ocasiones, el sentimiento de gratitud puede estar demasiado
contenido para alcanzar el umbral de la expresión. O puede darse
un retraso de tiempo entre el momento de producirse el suceso y
el sentimiento de agradecimiento. Muchas veces nos sentimos
agradecidos cuando volvemos la vista atrás, mucho después de
que haya pasado la circunstancia original que suscitó nuestra
gratitud. Por ejemplo, no empecé a sentir un profundo
agradecimiento hacia algunos de mis colegas profesores de la
universidad hasta bien entrado en la madurez. Este
reconocimiento acompañado de gratitud tiene más de cognición

76
que de emoción, de ahí que no se asocie a ninguna expresión
facial en particular, pauta vocal o reacción visceral.
Dado que la gratitud es una emoción social secundaria,
más compleja, hemos aprendido maneras de fingirla cuando es
necesario y también de ocultarla cuando es preciso. Recuerdo las
Navidades en que la abuela de mi primera esposa regaló a todos
los varones de la familia la misma chaqueta con cuadros
escoceses, de poliéster. Por mucho que lo intenté, no me imaginé
llevando este uniforme familiar en público. No obstante, lo
correcto en ese caso era demostrar mi agradecimiento a la abuela,
cosa que hice diligentemente. Hay estudios que aportan pruebas
de que los observadores tienen la habilidad de inferir
correctamente nuestro verdadero estado emocional por la voz a
más velocidad, más que al azar.8 En un cierto número de estudios
y estados emocionales diferentes, el promedio de exactitud es de
alrededor del 60 por ciento. Lo único que espero es que aquella
Navidad, mis pistas acústicas no me delataran.
Para desentrañar y evaluar la parte física de la gratitud,
imagínese ahora mismo experimentando una profunda sensación
de agradecimiento hacia alguien. Imagínese que le observan o le
filman. Exprese lo agradecido que está a esa persona. Por la
expresión de su cara o de su cuerpo, ¿sería capaz un observador
de decir que está agradecido? Si habla, ¿qué le ocurre a su voz?
¿Cambia el tono, la intensidad o la entonación? ¿Su ritmo de
hablar es más rápido o más lento? ¿Y su postura? ¿Ha variado?
Es posible que se sienta inclinado a ofrecer una amable caricia.
Si el sentimiento es lo bastante fuerte, es probable que note otras
sensaciones corporales, tal vez sienta los ojos llenos de lágrimas,
o quizá sienta un poco de calor en el pecho, o que apriete los
labios ligeramente. Es dable que experimente la gratitud más de
cuello para abajo que en la cara.
En un ingenioso experimento llevado a cabo hace unos
años, se mostró a un grupo de observadores cintas de vídeo de
mujeres que habían contestado con la verdad o con una mentira
77
a la pregunta de si experimentaban una sensación de disfrute
mientras veían un bonito documental sobre la naturaleza.9 En
realidad, la mitad de ellas había visto una película violenta, pero
mintieron en cuanto a lo que habían visto y, también, a lo que
habían sentido. Afirmaron, falsamente, que se habían sentido
positivas con el documental que decían haber visto. Los
observadores vieron o bien la cara o el cuerpo de las mujeres,
pero no pudieron escuchar lo que decían. Los observadores
hicieron juicios más exactos cuando se fijaron en los cuerpos que
cuando se fijaron en las caras, pero sólo en los vídeos engañosos.
Según esto, parece que el cuerpo es mejor fuente de información
que la cara. Sin embargo, la mayoría de las personas creen que
la cara revela más cosas. Después del experimento, se interrogó
a las mujeres que habían sido filmadas mintiendo o diciendo la
verdad sobre el documental, sobre qué aspectos de su
comportamiento se habían concentrado en controlar cuando
mentían. Casi todas mencionaron la necesidad de ocultar las
expresiones faciales; sólo unas cuantas mencionaron la
necesidad de vigilar los movimientos del cuerpo. Cuando
recibimos un regalo que nos parece horroroso, en mi caso una
chaqueta de punto de cuadros escoceses, es posible que tratemos
de ocultar nuestra desilusión y esforzarnos para experimentar
una sensación de agradecimiento, sin embargo, la lección que
aprendemos de esta investigación es que haríamos mejor en
prestar más atención a los mensajes que envía nuestro cuerpo. Y
cuando se trata de adivinar lo que sienten los otros, podríamos
perdernos información importante si sólo les miramos a la cara.
Aunque nuestro cuerpo es posible que envíe ciertas seña-
les para indicar un sentimiento interno de gratitud, no existe una
relación directa, necesaria entre la respuesta interna subjetiva de
agradecimiento y la exteriorización corporal. Aunque es posible
que tengamos intuiciones basadas en nuestras experiencias
personales, faltan trabajos de investigación que examinen
sistemáticamente las pistas verbales y no verbales que,
78
inequívocamente, nos llevan a deducir que otra persona ex-
perimenta una gratitud sincera. Todavía no sabemos cómo se
expresa la gratitud sentida en el rostro; por lo tanto, tenemos que
mirar creativamente en otros lugares para entender cómo se
encarna la gratitud.

UN CORAZÓN SANO ES UN CORAZÓN


AGRADECIDO
Glen Affleck, psicólogo de la Universidad de
Connecticut, disfruta con un buen desafío. Sus estudios de
investigación han incluido pacientes con problemas crónicos de
dolor, padres de recién nacidos gravemente enfermos, niños
discapacitados en su desarrollo, parejas infértiles, y víctimas de
ataques al corazón. En un intrigante estudio, él y sus colegas
demostraron que la explicación que una persona da de por qué
ha sufrido un ataque al corazón tiene implicaciones para su
futura salud cardíaca.10 Siempre que ocurre un suceso
inesperado, intentamos encontrarle una explicación. ¿Por qué mi
esposa, que nunca mencionó que se sentía insatisfecha, me
abandonó? ¿Por qué fui elegido como víctima de un fraude? ¿Por
qué me despidieron después de treinta años de prestar fieles
servicios? ¿Por qué me puse enfermo después de degustar una
comida tan sibarita en aquel restaurante tan elegante?
Affleck y sus colegas del departamento de Medicina y
Asistencia Sanitaria pidieron a sus pacientes que puntuaran el
grado en que varios factores les parecían responsables de su
infarto, y también les preguntaron si habían encontrado algún
posible beneficio, ganancia o ventaja en su enfermedad. ¡Los
pacientes de ataques cardíacos que culparon a otros de su infarto
tenían más posibilidades de sufrir otro fallo cardíaco en los
siguientes ocho años! Por otro lado, percibir beneficios y
ganancias del infarto inicial, incluido ser capaz de valorar más la
vida, se relacionó con un riesgo reducido de un ataque posterior.
Un considerable número de pacientes dijo que el infarto les había
79
hecho reconsiderar los valores y prioridades de su vida, y que
creían que tenían más capacidad para no dar las cosas por hecho.
Haciendo eco de estas conclusiones, un participante en mi
estudio escribió:
Cuesta expresar en palabras cuántas veces me he
sentido agradecido de tener unos niños y una familia tan
estupenda. Y ahora con mis nietos. Cuando tuve mi
primer ataque al corazón, mi hija, que iba al instituto,
reconoció los síntomas del infarto y llamó a una
ambulancia. Mi esposa no se apartó nunca de mi lado
cuando la necesité. Cuando tuve una parada cardíaca en
Nueva York, allí estuvo ella. Y también aquel joven de
California que me prestó los primeros auxilios. Cuando
salí del hospital y volví a casa, los doce miembros de mi
familia estaban allí para recibirme. Mientras esperaba un
trasplante, mi esposa estuvo a mi lado para llevarme al
hospital. Todas las veces que he tenido un fallo cardíaco,
y hace tres años cuando se me formó un hematoma en el
cerebro, mi esposa y mi familia estuvieron a mi lado.
¿Qué más se puede pedir en la vida?
Según la sabiduría popular del cuerpo-mente, los
enfermos de corazón tienden a ser «reactores encendidos», es
decir, responden a las nimiedades del día a día con reacciones
que van desde una ligera irritación, a rabia en toda la extensión
de la palabra. Diversos estudios apoyan esta creencia. Las
personas propensas a la rabia tienen el triple de posibilidades de
sufrir un infarto que los individuos emocionalmente más
tranquilos.11 Casos de los que se tienen conocimiento parecen
indicar que las víctimas de infartos, a menudo, ven su
enfermedad como la manera que tiene el cuerpo de decirles
«calla, deja de quejarte y cuenta las bendiciones».
Por la misma moneda, contar las cosas buenas, en sí mis-
mo una expresión de gratitud, puede ser una estrategia para
sobrellevar el estrés de los tratamientos relacionados con
80
enfermedades cardíacas, tales como el cateterismo. Este procedi-
miento consiste en introducir un catéter (un tubo de goma,
delgado y flexible) por una arteria o una vena hasta el corazón
—normalmente el punto de entrada está en la ingle—, y dentro
de una arteria coronaria. En la mayoría de los casos, este
procedimiento se recomienda cuando se sospecha una oclusión
arterial, parcial o completa. Se utiliza para evaluar cómo fun-
ciona el corazón y para obtener información sobre las obstruc-
ciones. En caso de encontrar una obstrucción, el procedimiento
puede llegar a durar entre dos y tres horas, y se pide a los pa-
cientes que permanezcan inmóviles cuatro o seis horas después
de haberles retirado el catéter. Es extraordinariamente estresante,
sencillamente antinatural que te introduzcan instrumentos
punzantes por la ingle.
Un estudio realizado en el Centro Médico de la Universi-
dad de Duke comparó casi tres mil pacientes que habían sufrido
niveles significativos de oclusión en las arterias coronarias con
pacientes con niveles más bajos.12 Entre otras formas de
sobrellevarlo, los investigadores preguntaron a los pacientes el
grado en el que típicamente «contaban las bendiciones» como
una forma característica de enfrentarse al estrés. Los pacientes
que padecían niveles más significativos de oclusión que se
encontraban socialmente más aislados, eran menos propensos a
confesar que contaban sus bendiciones comparándose con otros
menos afortunados que ellos. El apoyo social incidía en el dolor
de manera indirecta, alentando a contar las dichas personales
como estrategia para combatir el estrés. Es decir, la relación
estrecha con otras personas alentaba el uso de modelos de con-
ducta positivos o, si no, propiciaba los pensamientos de agra-
decimiento en personas que tienen que pasar por pruebas clínicas
estresantes.
Un recurso mucho más radical que el cateterismo es el
trasplante. Cuando pedí que escribieran sobre una circunstancia

81
en la que habían sentido una profunda sensación de gratitud, un
trasplantado de uno de nuestros estudios relató lo siguiente:
No estoy seguro de cuándo me di realmente
cuenta de que me habían hecho un trasplante de corazón
y me habían devuelto la esperanza. Sí recuerdo, como
paciente externo, que volvía a tomar decisiones y a tener
la última palabra. También recuerdo cuando volví a casa
como paciente externo, después de dos meses. Recuerdo
que me sentí agradecido por mi nueva vida. Me recuerdo
volviendo a ir al trabajo en coche, escuchando canciones
que me recordaban a mi donante y me hacían llorar de
felicidad. Recuerdo el primer encuentro con los padres de
mi donante, y cómo sentí un agradecimiento que no podía
expresar con palabras, y también la sensación de vacío en
su vida después de perder a su hijo. Luego, ese fin de
semana, que los amigos y la familia del donante dieron
una fiesta para rememorar su vida, me sentí un poco
incómodo pero contento de estar con todos ellos y
conocerlos. Yo había recuperado la esperanza y él se
había ido. Antes incluso de caer enfermo, daba gracias
tanto por las cosas pequeñas como por las grandes. Pero
ahora, la cosa ha ido a más.
En el contexto de recibir un nuevo corazón, ¿sirve de algo
sentirse agradecido? La gratitud expulsa las emociones tóxicas
de resentimiento, rabia y envidia, y se puede asociar con la salud
física y emocional a largo plazo en pacientes trasplantados. En
un estudio realizado con 119 casos de trasplante de corazón,
llevado a cabo en la Universidad de Pittsburgh, el agradeci-
miento y la apreciación de los pacientes con le religiosa, se
relacionaron positivamente con la salud física y mental percibida
un año después del trasplante. El agradecimiento era también un
pronóstico de conformidad con el régimen médico y de menores
dificultades con la dieta y la medicación.13

82
UNA VIDA AGRADECIDA, UNA VIDA LARGA
El aumento del promedio de vida en Estados Unidos, en
veintisiete años durante el último siglo, ha conducido a esfuerzos
por comprender los factores determinantes de la longevidad.
Aunque los genes desempeñan un factor importante (si se tiene
una tía que vivió hasta los 99 años, entonces las probabilidades
de vivir más tiempo aumentan) los expertos afirman que la
longevidad se asocia hasta un 75 por ciento con factores
psicológicos y de comportamiento. Un número de estudios
recientes ha puesto de manifiesto que las actitudes y las
predisposiciones emocionales se asocian con una variedad de
indicadores de mala salud, incluido el envejecimiento acelerado,
el aumento de enfermedades e incluso la muerte prematura.14 Por
ejemplo, las emociones negativas crónicas, en particular la
depresión y el pesimismo, se asocian objetivamente a una vida
más corta. Pacientes pesimistas con cáncer sobreviven menos
que sus homólogos más optimistas. Los pesimistas están de
acuerdo con frases como «si algo sale mal, me tocará a mí», «casi
nunca espero que las cosas me salgan bien», «las cosas nunca me
salen como yo quiero», «raro es que a mí me pase algo bueno».
El tema subyacente en todas estas frases es la esperanza de un
futuro negro.
Uno de los pesimistas más famosos de la historia fue el
economista del siglo XIX William Jevons, autor del libro El
problema del carbón, publicado en 1862. En ese libro
pronosticaba que las existencias de carbón de Norteamérica se
agotarían pronto. La era del carbón, tal y como la conocemos,
duró cien años o más después de esa fecha, y todavía prosigue.
A Jevons también le alarmaba la escasez de papel que se
avecinaba a causa de la deforestación, y almacenó tal cantidad
de papel para escribir y envolver, que cincuenta años después de
su muerte, su familia todavía no lo había gastado todo. Jevons
falleció a la edad todavía joven de 47 años. La brevedad de su
vida se puede contrastar con la del legendario optimista Norman
83
Vincent Peale, que seguía escribiendo y hablando del poder de
los pensamientos positivos, bien entrados los noventa.
La desesperanza y el desaliento pueden tener un impacto
negativo en los sistemas endocrino e inmunitario. A la inversa,
ser optimista puede ayudar a reducir el riesgo de morir de una
enfermedad cardíaca y de otras causas. Un estudio longitudinal
de treinta y cinco años realizado con estudiantes varones de
Harvard observó que los optimistas padecían un número
significativamente inferior de enfermedades en la edad madura,
después de tomar en cuenta su salud en los primeros años de su
vida.15 Incluso más convincente es un estudio reciente, llevado a
cabo en la famosa clínica Mayo de Rochester, Minnesota. Allí,
los investigadores encontraron pruebas que apuntaban a que los
pesimistas vivían menos tiempo que sus homólogos optimistas.16
Los investigadores evaluaron los resultados de un test de
personalidad realizado por los sujetos hacía más de treinta años
y los compararon con las posteriores tasas de mortalidad.
Encontraron que los individuos que alcanzaron una puntuación
alta en optimismo tenían un 50 por ciento menos de riesgo de
muerte prematura que los que habían sido calificados como más
pesimistas.17 Un tercer estudio, con ancianos neerlandeses de
ambos sexos, reveló que las personas que se describían a sí
mismas como muy optimistas registraban tasas inferiores de
muerte por fallo cardiovascular, y menos riesgo de cualquier
causa de muerte, que los individuos que afirmaban ser altamente
pesimistas. Los que declararon altos niveles de optimismo
corrían un 55 por ciento menos riesgo de muerte por cualquier
causa, y un 23 por ciento menos de riesgo de morir por un fallo
cardiovascular que los individuos que declararon elevados
niveles de pesimismo.
El optimismo se relaciona con la gratitud pero no es lo
mismo. Falta establecer si la gratitud puede añadir años de vida,
aunque existen indicios de que así es. El doctor David Snowdon
es profesor del departamento de Neurología del Centro Médico
84
de la Universidad de Kentucky; es también el director del
«Estudio de las monjas», una investigación longitudinal sobre la
salud y el envejecimiento. El estudio de las monjas se hizo
famoso por descubrir factores asociados con un incremento del
riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer. Casi 700 monjas
de la orden de las Hermanas del Colegio de Notre Dame
participaron en el proyecto. Dado su estilo de vida homogéneo
(la misma ocupación), las historias similares desde el punto de
vista marital y reproductivo (ninguno), el consumo de alcohol
(probablemente muy poco), esta población ofrece una
oportunidad única dentro de la cual examinar la salud y la
longevidad. Una de las conclusiones más interesantes que
salieron del proyecto provenía del análisis lingüístico de las
autobiografías escritas por las monjas en los primeros años de su
vida. Esta orden en particular tiene la tradición de exigir a las
novicias una breve autobiografía, escrita a mano, un relato de su
vida. Los investigadores descubrieron que la «densidad de
ideas», el número de ideas distintas expresadas en una muestra
escrita, era un pronóstico de qué monjas desarrollarían después
la enfermedad de Alzheimer. Una baja densidad de ideas y una
baja complejidad gramatical en las autobiografías escritas en los
primeros años de la vida se vincularon con una función cognitiva
escasa y la enfermedad de Alzheimer en estadios más avanzados
de la vida, unos sesenta años después de que las autobiografías
fueran escritas. De una autobiografía de una página, el equipo de
investigación fue capaz de predecir, con un 85 por ciento de
exactitud, quién padecería Alzheimer sesenta años después y
quién no.18
Identificar factores de riesgo cognitivos que auguren
demencia es un logro científico significativo. Sin embargo, las
ambiciones de Snowdon y sus colegas no se detenían ahí. La
naturaleza única de sus datos les permitió explorar otros factores
que contribuían a la salud y longevidad. En un estudio
ampliamente divulgado sobre las emociones positivas y la salud,
85
Snowdon y la psicóloga Deborah Danner examinaron la
asociación entre el contenido emocional positivo en las
autobiografías de 180 monjas católicas, escritas a los 22 años, y
el riesgo de mortalidad en edad avanzada. En el momento de
analizar estos datos, las edades de los sujetos del estudio
oscilaban entre los 75 años y los 107 años.
Cada palabra escrita en estas autobiografías se codificó
como símbolo de una experiencia emocional. Varias monjas,
como la hermana Genevieve Kundel, de 93 años, llenaron sus
autobiografías de sentimientos de agradecimiento:
Qué agradecida estoy de que Él me eligiera para
formar parte de una familia más grande, pues ahora me
doy cuenta de que no hay compensación para aquellos
que se pierden sus alegrías y sus penas [...], las semillas
de la vocación se sembraron por primera vez cuando mi
hermano mayor, y mi aliado, se fue de casa a los 16 años
para hacerse jesuita [...], nuestras visitas el Día de Acción
de Gracias y los veranos hicieron gran mella en mí [...],
su crecimiento en salud física y paz espiritual me hicieron
reflexionar, y es su ejemplo de coraje y perseverancia a
lo que atribuyo el que yo también haya seguido la
llamada de Cristo.19
Los resultados de este nuevo estudio clásico, publicado
en 2001, fueron verdaderamente extraordinarios. A mayor
número de emociones positivas expresadas en las historias de la
vida de esas monjas (satisfacción, gratitud/agradecimiento,
felicidad, esperanza y amor), más probabilidades había de que
siguieran con vida seis décadas después. De hecho, el
descubrimiento más asombroso fue que ¡había casi una
diferencia de siete años de longevidad entre las monjas más
felices y las menos felices! Dicho de otra manera, las monjas que
empleaban menos palabras relacionadas con emociones
positivas corrían el doble de riesgo de morir a cualquier edad, en
comparación con aquellas que utilizaban más palabras. Ahora
86
bien, las monjas tienden a tener una esperanza de vida mayor que
la de la población general; incluso las monjas menos felices en
el estudio vivieron hasta bien entrados los 80. Los efectos sobre
la prolongación de la vida que tiene la escritura autobiográfica
han sido objeto de investigación adicional.20 En una ampliación
y réplica parcial de este estudio, Sarah Pressman y Sheldon
Cohén, psicólogos de la salud de la Universidad de Carnegie-
Mellon, descubrieron que se puede predecir la longevidad de
famosos psicólogos a través del uso de palabras sociales en sus
autobiografías, así como del uso de palabras que indican humor,
interés, determinación y elevada actividad (por ejemplo estados
de excitación, entusiasmo, alerta). Todo esto ayuda mucho a la
ardua investigación sobre la integración social y la longevidad.

LOS RITMOS CARDÍACOS Y EL RITMO DE LA


GRATITUD
«Cierre los ojos y relájese. Aleje la atención de la mente
y concéntrela en la zona del corazón. Si le ayuda a conseguirlo,
ponga la mano sobre el corazón. Visualice su respiración
entrando y saliendo del corazón, y respire lenta y profundamente.
Ahora concéntrese en crear un sentimiento de verdadero
agradecimiento y afecto hacia alguien o algo positivo en su vida.
Esfuércese por sentir la emoción del agradecimiento, no sólo el
pensamiento. Trate de mantener, sinceramente, esos
sentimientos de amor y agradecimiento tanto como pueda.»21
Acaba de leer un extracto de las instrucciones dadas por
los investigadores del Instituto HeartMath en Boulder Creek,
California, para inducir la emoción positiva de la «apreciación»,
un estado similar aunque no idéntico al de gratitud. Lo llaman la
técnica de «bloquear el corazón». Consiste en desconectarse de
manera consciente de las emociones desagradables desviando
nuestra atención al corazón físico, que la mayoría de las personas
asocia con emociones positivas, y concentrándose en
sentimientos de agradecimiento hacia alguien, entendiendo la
87
apreciación como un estado emocional activo en el que uno se
detiene o contempla la bondad de alguien. ¿Lo ha conseguido?
Algunas personas dicen que les ayuda llevarse la mano al co-
razón mientras se concentran. Dado que es agradable, deseable,
y está centrada en un área específica de la propia vida, la
apreciación es una de las emociones positivas más sencillas y
fáciles de ser autoinducidas y sostenidas por los individuos
durante largos períodos. Los investigadores de HeartMath creen
que el corazón se comunica con el cerebro y el resto del cuerpo
a través de varios sistemas, mediante los cuales, el corazón tiene
una influencia significativa en la función de nuestro cerebro y de
todos los sistemas corporales.
Rollin McCraty, el fundador de HeartMath, y Doc
Childre fueron pioneros en el desarrollo de tecnologías de lo más
novedosas para examinar las interacciones corazón-cerebro y
usar esas tecnologías para mejorar la salud humana, el control
del estrés y el comportamiento. McCraty ha desarrollado
procedimientos analíticos para medir el pulso del corazón (que
normalmente se mide en pulsaciones por minuto) y convertirlo
matemáticamente en un índice fácil de usar utilizando algo que
se conoce como «análisis de la densidad del poder espectral» (no
prueben a hacer esto en casa). Este procedimiento reproduce un
patrón de ritmo cardíaco que refleja una prueba, no intrusa o
indirecta, de la función neurocardíaca, básicamente una
comunicación saludable o nociva entre el corazón y el cerebro.
Los patrones del ritmo cardíaco asociados con la apreciación
difieren ostensiblemente de aquellos asociados con la relajación
y la rabia. Incluso cuando experimentamos un estado de
relajación interna deseable, es posible que nuestro corazón no
funcione de manera tan eficiente como cuando cultivamos la
apreciación. Estos patrones se muestran en la Figura 3.1.
Cuando experimentamos reacciones emocionales como
la rabia, la frustración, la ansiedad y la inseguridad, el ritmo car-

88
díaco se vuelve incoherente o irregular, interfiriendo en la co-
municación entre el corazón y el cerebro. El patrón de
irregularidad es evidente en el diagrama. Las emociones
negativas crean una reacción en cadena en el cuerpo, los vasos
sanguíneos se estrechan, la presión arterial se eleva y el sistema
inmunitario se debilita. Este tipo de desequilibrio constante
puede crear tensión en el corazón y en otros órganos y,
finalmente, llevar a serios problemas de salud.
Por otro lado, cuando experimentamos emociones
positivas como amor, cariño, apreciación y compasión, el
corazón produce ritmos afines o suaves que mejoran la
comunicación entre el corazón y el cerebro. Este patrón suave y
casi sinusoidal se puede ver en la parte inferior de la Figura 3.1.
Las cualidades positivas del corazón producen ritmos
armoniosos que se consideran indicadores de la eficacia
cardiovascular y del equilibrio del sistema nervioso. También se
ha comprobado que producen efectos beneficiosos entre los que
se incluyen una renovada inmunidad y un equilibrio hormonal.
Cuando los individuos experimentan apreciación y gratitud, de
forma consciente, restablecen los ritmos de su corazón.

89
FUENTE: Centro de Investigación HeartMath. Copyright
©2001 Instituto de HeartMath. Reproducido con permiso.

Estos descubrimientos no habrían sido ninguna sorpresa


para Robert Butch McGuire o para Richy Feinberg. Casi cada
día, durante cuarenta y cuatro años, McGuire ha sido el
propietario y responsable directo de Butch McGuire, un
restaurante y pub irlandés en el North Side de Chicago. Dos
ataques cardíacos masivos y un posterior trasplante de corazón
provocaron cambios significativos en la vida de McGuire: dejó
de fumar, perdió más de 50 kilos, y tenía más energía y una reno-
vada apreciación por la vida. «Soy otro hombre, que no da por
sentado el tener un corazón sano»,22 le dijo a un periodista. De
manera similar, Richy Feinberg, de 58 años, profesor de arte en
Nueva York, sufrió un ataque masivo de corazón, seguido de una
operación para implantarle un bypass cuádruple. A los dos
meses, tuvo otro infarto. Por primera vez en su vida empezó a
reflexionar para reducir el estrés. Doce años después, los
médicos han dictaminado que su corazón funciona perfec-
tamente, y él atribuye su giro de vida de 180 grados a un en-
trenamiento de sus habilidades emocionales que promueven la
apreciación, la gratitud y la compasión.23
McGuire y Feinberg, como otros casos estudiados de ma-
nera sistemática por investigadores de la organización Heart-
Math, demostraron cambios físicos como resultado del ejercicio
de la apreciación y de otras emociones positivas. En un
experimento, la práctica de concentrarse en la apreciación
durante quince minutos dio como resultado un aumento
significativo de los niveles de inmoglobulina A, el anticuerpo
predominante que se encuentra en la nariz y en la boca, y que
actúa como primera defensa del cuerpo contra los virus. Otra
investigación documenta cambios favorables en el equilibrio
hormonal con el uso de estas técnicas de reestructuración durante
un período de treinta días. En un estudio de treinta sujetos, se
90
produjo un promedio de reducción del 23 por ciento de cortisol,
la hormona del estrés, y un aumento del 100 por ciento de la
DHEA (hormona de la juventud; refleja un estado de relajación
fisiológica), después de un mes de práctica. Los aumentos de la
hormona DHEA se relacionaron, de manera significativa, con el
aumento de la afectividad (representado por amabilidad,
apreciación, tolerancia y compasión), mientras que el descenso
del cortisol se relacionó, de manera significativa, con descensos
en el estrés percibido.24

DESANUDAR LAS EMOCIONES


Hay una escena en la película Cowboys de ciudad, en la
que Curly, el arriero canoso (interpretado por Jack Palance, en
un papel con el que obtuvo el Oscar), detiene su caballo, sacude
la cabeza, mirando a Billy Cristal con aire desaprobador, y le
dice: «Vosotros, los listillos de la ciudad, pasáis cincuenta y dos
semanas del año enredándoos la vida, y luego pensáis que podéis
venir aquí y desenredarla en dos semanas. No funciona de esa
manera.» Seguramente, pocos espectadores recordarán la
perspicacia de Curly en esta escena, señalando el estrés de los
directivos (no es ni de cerca tan memorable como su sermón de
«una cosa», apuntando con el dedo). Sin embargo,
investigaciones recientes en psicología positiva han puesto a
prueba, recientemente, la hipótesis de Curly.
La psicóloga Barbara Fredrickson de la Universidad de
Carolina del Norte informa que las emociones positivas son
psicológicamente beneficiosas porque deshacen o desanudan los
efectos dañinos de las emociones negativas.25 Deshacer significa
reemplazar un grupo de emociones (normalmente estados
negativos o desagradables que nos hacen sentir mal) con
emociones contrarias (agradables o positivas que nos hacen
sentir bien). Así pues, las emociones positivas corrigen los efec-
tos de las emociones negativas restableciendo el equilibrio
emocional y psicológico.
91
La observación básica de que las emociones positivas son
incompatibles con las emociones negativas no es una idea nueva,
y ha sido demostrada a lo largo de varias décadas. En la década
de 1950, el principio básico de la incompatibilidad emocional
proporcionó las bases de terapias conductivas diseñadas para
tratar fobias y otros desórdenes de ansiedad. Sencillamente, no
se puede estar estresado y relajado a la vez. Pruebe. Es
imposible. La relajación expulsa la ansiedad y viceversa. He aquí
una sabiduría popular que ha sido ratificada por la investigación
moderna. Buda dijo: «El odio no puede coexistir con el amor
universal; el uno se disipa si se suplanta con pensamientos
basados en el otro.»26 No se puede estar agradecido y resentido
a la vez, ni ser comprensivo y vengativo. Mientras saboreamos
el momento, no podemos estar arrepintiéndonos del pasado.
Nuestro cerebro está configurado para evitar la confusión
emocional que resultaría de la activación simultánea de estados
emocionales opuestos. Las partes del cerebro que se activan
cuando se experimentan emociones positivas no son las partes
del cerebro que se activan cuando la persona se siente deprimida
o ansiosa o viceversa. Más bien, cada tipo de emoción es
controlada por diferentes hemisferios, el lóbulo prefrontal
izquierdo reacciona más a la felicidad, mientras que el lóbulo
prefrontal derecho reacciona más a las emociones negativas.27
La estrategia de Fredrickson fue la primera en inducir una
respuesta emocional negativa en todos los sujetos, utilizando o
bien algunas imágenes de una película de terror (por ejemplo una
escena de El cabo del miedo) o la tarea de hablar en público, que
causa ansiedad. Este tipo de tareas, casi siempre, aceleran el
pulso cardíaco de una persona y elevan la presión arterial.
Seguidamente, dentro de este contexto de estimular emociones
negativas, provocó distracción, desprecio, neutralidad, o tristeza,
volviendo a utilizar imágenes de películas. De nuevo, es
relativamente fácil evocar un estado emocional por este
procedimiento. A veces, elegimos una comedia porque nos
92
sentimos tristes y queremos animarnos. Otras veces, por ejemplo
si hemos roto con nuestra pareja, elegimos un filme lacrimógeno
para regodearnos en nuestros sentimientos heridos. Tengo un
amigo que está obsesionado con la película Ghost, más allá del
amor desde que perdió a su esposa de manera inesperada. En tres
experimentos diferentes, las dos películas de emociones
positivas —la película de entretenimiento y la película de satis-
facción— aceleraron la recuperación cardiovascular en compa-
ración con las películas neutrales o tristes.

¿QUIÉN ALGO QUIERE, ALGO LE CUESTA?


Se calcula que 48 millones de estadounidenses padecen
dolores crónicos y a 22 millones se les recetan calmantes contra
el dolor. Estas mismas personas gastan 100.000 millones de
dólares anuales en tratamientos contra el dolor, causante de casi
4.000 millones de ausencias laborales. La ciencia médica sabe
desde hace años que no existe una correspondencia directa, uno
a uno, entre el daño físico y el dolor sentido, este último
influenciado no sólo por la severidad del estímulo doloroso sino
también por factores psicológicos y emocionales.
El dolor es un fenómeno físico y psicológico. Por lo
general, se cree que los estados emocionales desagradables
intensifican la experiencia del dolor, mientras que los estados
emocionales agradables lo disminuyen. Hay tres cosas que
siempre hago antes de entrar en la consulta del dentista. Todas
con la misma meta. Primero, me tomo dos aspirinas. Segundo,
evito tomar cafeína al menos cuatro horas antes de la cita.
Tercero, intento asegurarme de que estoy de buen humor (o al
menos no de un humor negativo), ya que sé que el dolor que me
causarán sin intención, aumentará según el humor en que esté y
mi nivel de excitación. Varios experimentos han demostrado que
el miedo y el asco, creado al exponer a los sujetos a diapositivas
de serpientes y cuerpos mutilados, respectivamente, reducen la
tolerancia a los estímulos dolorosos.28 La tolerancia al dolor se
93
mide experimentalmente por la longitud de tiempo que una
persona está dispuesta a mantener el brazo sumergido en agua
helada, un procedimiento que se dice que produce un dolor
intenso y abrumador. Los mismos estudios afirman que ver
imágenes humorísticas aumenta el umbral y los niveles de to-
lerancia. Una mente y un cuerpo, que resuenan de gratitud y otros
sentimientos que levantan el ánimo, ofrecen un habitáculo
inhóspito al dolor. En una revisión reciente de dos docenas de
estudios, Sheldon Cohén, especialista en psicología de la salud
de la Universidad Carnegie-Mellon, descubrió que si se estimula
la liberación de opiáceos endógenos, las emociones positivas
reducen la sensibilidad y aumentan la tolerancia al dolor. Las
emociones positivas podrían tener efectos analgésicos, que
estimulan la liberación de las propias sustancias del cerebro
parecidas a la morfina.
Jeffrey Friedman es un médico de San Luis Obispo, Cali-
fornia, especializado en el tratamiento crónico del dolor. Llevó a
cabo un estudio con pacientes que sufrían dolor crónico en el que
examinó los cambios en los índices de dolor subjetivo durante
un período de cuatro semanas. El tratamiento consistía en sentir
gratitud por cosas que tenían un profundo significado en sus
vidas. Se obtuvieron los índices de depresión y dolor de cada
sujeto. Los que alcanzaron resultados más altos en depresión
fueron bastante testarudos y la meditación de la gratitud no les
afectó. Sin embargo, los índices de dolor descendieron
ligeramente.
Cuando se compararon los resultados de la media de los
índices de dolor antes de la meditación con los de después de la
meditación, se constató un descenso altamente significativo en
los valores como resultado de la meditación. ¿Llevaron los 28
días de meditación a una mejoría del dolor? El promedio de los
resultados del dolor en los tres primeros días se comparó con el
de los tres últimos días; también se comparó el promedio de los
catorce resultados más altos, con el promedio de los catorce más
94
bajos. Se registró un indicio hacia el desmido de los índices de
dolor después de la meditación durante los 28 días de la prueba.
Este fue un pequeño estudio, pero los resultados eran prome-
tedores e indicaban que las intervenciones de la gratitud pueden
ser eficaces con pacientes que padecen dolores crónicos.
Un equipo de investigadores del proyecto de
investigación para la prevención y tratamiento del dolor de la
Universidad Duke puso a prueba, recientemente, un programa de
amor universal de ocho semanas para pacientes con dolores
crónicos en las lumbares.29 Desde hace siglos, la meditación de
amor universal se emplea para desarrollar el amor y transformar
la rabia en compasión. La meditación se asocia, a menudo, con
el retiro solitario, aunque no con la preocupación por los asuntos
propios. ¿Cómo, entonces, semejante práctica puede suscitar la
compasión hacia los otros? Enseñada por el propio Buda, esta
forma de meditación acentúa los sentimientos de amor, felicidad
y compasión. Las prácticas meditativas básicas para el desarrollo
del amor compasivo o metta en sánscrito, tienen una larga
tradición. Una práctica de amor universal ampliamente
extendida comienza por conectar la compasión hacia el yo con
la repetición de frases cortas mientras uno se halla en estado
meditativo:
Que me libre del sufrimiento.
Que encuentre mi alegría.
Que me llene de amor.
Que esté en paz.
Entonces, las frases se repiten pero con la atención
desviada a los otros: primero a un benefactor, luego a un buen
amigo, luego a una persona neutral, luego a alguien con quien
experimentamos dificultades personales o incluso un enemigo y,
finalmente, a todos los seres del mundo.
En este estudio, la intervención consistía en ocho
sesiones semanales de noventa minutos. La investigación y las
observaciones clínicas sugieren que la meditación de amor
95
universal se relaciona con un cambio hacia emociones más
positivas tales como la tranquilidad y la alegría, y a un descenso
de la rabia, el estrés y la ansiedad. Se eligió al azar los pacientes
que harían las sesiones semanales y los que seguirían el
tratamiento habitual. Tal y como se utilizó en este estudio, en la
meditación había un componente específico de gratitud. El
protocolo incluía un ejercicio de exploración del cuerpo que
animaba a los pacientes a aceptar su cuerpo tal y como era, y a
sentir gratitud por todo aquello que su cuerpo les había permitido
conseguir en la vida. Controles estandarizados medían el dolor,
la rabia y la angustia psicológica de los pacientes. Análisis pos-
teriores y de seguimiento mostraron mejoras significativas del
dolor y de la angustia psicológica en el grupo de amor universal
pero ningún cambio en el grupo con el tratamiento habitual.
Además, un día en concreto, la práctica de amor universal se
relacionó con menos dolor ese día, y menos rabia al día siguiente.
Los investigadores sugirieron que el programa de amor universal
podía resultar beneficioso para reducir el dolor, la rabia, y la
angustia psicológica en pacientes con dolores lumbares
persistentes. Este innovador estudio fue la primera demostración
publicada de la eficacia clínica de la meditación de amor
universal, a pesar de haber sido utilizada por miles de
practicantes durante muchos siglos.

CONTRAFÁCTICOS Y DISFUNCIONES
CEREBRALES
Escuchamos, a menudo, que debemos acordarnos de
contar las cosas buenas, sentirnos agradecidos de lo que la vida
nos ha dado, y evitar pensar demasiado en lo que nos falta. Esta
manera de pensar puede ayudarnos cuando hacemos frente a los
golpes que la vida nos lanza, incluso cuando éstos son graves y
deprimentes. Los psicólogos lo describen como un pensamiento
contrafáctico: la habilidad de crear situaciones alternativas,
escenarios imaginarios en el mundo que nos rodea. Al
96
imaginarnos escenarios de color más rosa que la realidad que
estamos viviendo, nuestras reacciones emocionales son
negativas, es decir, experimentamos emociones de envidia y
resentimiento. Pero cuando utilizamos nuestra capacidad
contrafáctica para recrear escenarios más siniestros que nuestra
realidad en ese momento, la reacción emocional típica es la
gratitud. La gratitud o el agradecimiento a alguien que ha tenido
una atención con nosotros, a menudo, va acompañada de un
pensamiento de cómo las cosas podrían haber sido diferentes:
«Realmente, él o ella, no tenía por qué ayudarme» o «no sé qué
habría pasado si ese transeúnte no hubiera sido tan amable».
Muchos supervivientes del huracán Katrina expresaron
gratitud a pesar de haber perdido todas sus posesiones personales
en la devastadora tormenta y en las inundaciones subsiguientes;
sencillamente se sentían agradecidos de que ellos y sus seres
queridos siguieran con vida. Jessica Newman, una estudiante de
primer año de Derecho en la Universidad de Tulane, escapó de
Nueva Orleans en plena tormenta. Con el teléfono móvil en la
mano, ella y una amiga condujeron a través de las calles
inundadas, guiadas por su madre, que miraba el mapa de la
ciudad por Internet y les indicaba la ruta que debían seguir.
Cuando encontraban una calle cortada, probaban otra ruta, una y
otra vez hasta que lograban salir. En una entrevista, Jessica
recordaba haber pensado en las maneras en que la situación
podría haber sido diferente. Podría haber acabado en el
Superdome o en el salón de congresos. «Podría haber acabado
allí —decía—, tuvimos mucha suerte de escapar de allí. No todo
el mundo puede decir lo mismo.» Karl Teigen, un psicólogo
noruego, pidió a los sujetos que tomaban parte en su investi-
gación que contaran la historia de dos momentos en los que se
habían sentido agradecidos y, después, les preguntó si habían
pensado en qué otras cosas podrían haber pasado (es decir, que
conectaran con su pensamiento contrafáctico). Descubrió que

97
realmente existía una estrecha relación entre la gratitud y el
pensamiento contrafáctico.30
Un estudio recientemente publicado en una prominente
revista de neurociencia señaló un déficit de fantasía en los
pacientes con disfunción del lóbulo frontal, por lo que tal vez
exista una conexión entre la habilidad de adoptar una actitud
agradecida y la habilidad de generar contrafácticos.31 Para poner
a prueba la conclusión general de que la gratitud se basa en redes
límbico-prefrontales, el neuropsicólogo Patrick McNamara y yo
pusimos en marcha una investigación piloto con individuos que
demostraban clínicamente una disfunción prefrontal
significativa, es decir, individuos en una fase intermedia de la
enfermedad de Parkinson (PD). De interés público a partir de
casos tan prominentes como Muhammad Ali y Michael J. Fox,
la enfermedad de Parkinson es un desorden cerebral que
ocasiona la pérdida de la función, suave y coordinada, de los
músculos y del movimiento del cuerpo. La enfermedad de
Parkinson se caracteriza, principalmente, por temblores,
movimientos lentos, rigidez y dificultad con el equilibrio. Estos
síntomas están causados por la pérdida de la producción de
dopamina en el cerebro, particularmente en las regiones clave del
córtex prefrontal. El déficit cognitivo y psicológico ha sido
asociado a la disfunción prefrontal e incluye escasa planificación
y resolución de problemas, problemas de memoria y déficit del
habla. Brotes de depresión son también frecuentes en personas
con la enfermedad de Parkinson, por lo que si una intervención
como el entrenamiento de gratitud puede aliviar la depresión y
prevenir episodios futuros, constituirá un descubrimiento
importante para ayudar a los enfermos de Parkinson a mantener
una actitud positiva.
Creíamos que las medidas de la gratitud deberían estar
relacionadas con las medidas de la función cerebral prefrontal.
Además, pensábamos que los individuos con disfunción
prefrontal no deberían manifestar los beneficios normales de
98
humor que experimentan los individuos cuando evocan una
experiencia que les indujo gratitud. Normalmente, si se pide a
una persona normal que recuerde un momento en que se sintió
agradecida por algo que otra persona hizo por ella o por algo que
le ha sucedido, el humor cambia ligeramente y se vuelve
ligeramente más positivo y feliz. Si, no obstante, la gratitud y sus
efectos beneficiosos dependen fundamentalmente de las redes
prefrontals, entonces no deberíamos esperar semejantes mejoras
del humor en personas con disfunción prefrontal, cuando se les
invita a que recuerden una experiencia que conllevaba gratitud.
Eso fue lo que hayamos cuando hicimos pruebas con enfermos
de Parkinson. Comparamos un grupo de enfermos de PD en un
estado intermedio con controles de salud dentro de la misma
edad efectuados con el procedimiento de estimular el humor.
Pedimos a los sujetos que recordaran un momento de gratitud o
un momento positivo «de control», y que luego, midieran los
cambios en su humor. Mientras que ninguno de los grupos
informó de un cambio de humor cuando recordaban momentos
positivos, se registró un ligero aumento del humor en los
controles de salud después de recordar un momento de gratitud,
aunque esa mejoría en el humor no la experimentaron los
enfermos de Parkinson. También hallamos diferencias
significativas entre los grupos en el tiempo que les llevó recordar
un momento de gratitud, así como en la longitud media (en el
número de palabras) de los recuerdos de gratitud. Los enfermos
de Parkinson tardaron más tiempo en recuperar los recuerdos,
que también expresaron con más palabras o verbosidad que los
sujetos del grupo de control. He aquí un pasaje de una entrevista
con uno de nuestros pacientes con Parkinson:
P: Una vez más le voy a pedir que trate de recordar algo
que sucedió el mes pasado. Veamos, quiero que me
cuente un suceso concreto ocurrido cuando se sintió
agradecido a alguien. Tómese el tiempo que necesite
para recordar.
99
R: Voy a consultar la agenda para ver qué hice ese mes,
a ver si me refresca la memoria. Ahora mismo no se
me ocurre nada. Lo único que hice fue ir al médico y
dar mis conciertos.
P: Es decir, que cada vez que se sintió agradecido al
médico o a otra persona, usted...
R: Al médico nunca me he sentido agradecido. No para
de recetarme pastillas.
P: ¿Recuerda alguna vez durante un concierto que se sin-
tiera agradecido a alguien?
R: Bueno, es agradable cuando acabo un concierto,
cuando acabo un espectáculo de una hora, y alguien...,
cuando consigo que el público se levante y aplauda. Y
eso sucede a menudo.
P: ¿El mes pasado? R: Sí.
P: Y se sintió agradecido.
R: Pero, como digo, creo que ya lo he mencionado antes,
mi habla se está deteriorando. Es más lenta. Mi voz es
más suave. Tengo que utilizar más el micrófono. Por
eso es bonito cuando al final de un programa, cuando
estoy pensando que he arrastrado las palabras y no he
dicho lo que quería decir, y aún así me aplauden. Y
que lo hacen de verdad. Eso hace que me sienta bien.
P: Ya. Y se siente agradecido por ello.
R: Sí, yo diría que sí.
P: Bien. ¿Se plantea alguna vez lo fácilmente que podría
haber ocurrido otra cosa? ¿Piensa que podrían no ha-
ber aplaudido? ¿Se lo plantea alguna vez?
R: Claro que es posible. No hay razón por la que tengan
que ponerse en pie y aclamarme con una ovación. Ha
pasado en varias ocasiones.
P: Sería muy desagradable.

100
R: Me molestaría que yo me hubiera esforzado al
máximo y que a alguien no le gustara. Pero nunca me
ha ocurrido.
P: Bien, ¿pero lo piensa de vez en cuando? ¿Alguna vez,
cuando sale al escenario, piensa: «Esta noche quizá no
me aplaudan»?
R: Por supuesto, pero muchas veces no es más que un
pensamiento.

LA GRATITUD Y LA CONSULTA DEL MÉDICO


Hay un ritual que tiene lugar todos los días en las consul-
tas de los médicos y en los hospitales de toda Hungría.32 Los
pacientes entregan a su médico un sobre que contiene un pago
que la gente conoce como el «pago de gratitud». Después de las
consabidas protestas, quitándole importancia, el médico acepta
el sobre y lo guarda discretamente en un cajón de su mesa de
despacho. ¿Es eso legal? No. ¿Es algo común? Sí. ¿Es ético?
Depende de a quién se pregunte. La atención médica es gratuita
en Hungría pero los pacientes se sienten obligados a pagar
ciertos favores bajo cuerda: disfrutar de una cama con mejores
vistas en el hospital, saltarse la lista de espera para una
intervención, ser derivado a un especialista o simplemente
recibir alguna atención extra. A pesar de las dificultades morales
obvias y añadidas (¿deberían abonar el mismo pago de gratitud
por los mismos servicios los pobres que los ricos?), más del 80
por ciento de los médicos consultados sostuvo que mientras el
Estado no les pague como debería, tienen derecho a recibir el
pago de gratitud. Diferentes tratamientos médicos parecen
merecer diferentes sumas de pago de gratitud, desde operaciones
de corazón (el 92 por ciento afirma dar dinero por ellas), a un 50
por ciento por el pediatra que hace visitas a casa, a un 8 por
ciento por una radiografía rutinaria. Este sistema de pago de
gratitud no se limita a Hungría, sino que también ocurre en otros
países de Europa Central y del Este como Rumania, Bulgaria,
101
Polonia y Rusia. Las retribuciones no siempre son monetarias; la
misma operación podría costar una barra de chocolate, una
botella de vodka, o para pacientes de zonas rurales, productos de
su granja.
Las explicaciones dadas por médicos y pacientes son fas-
cinantes y suministran una perspectiva nueva y «cross-cultural»
de las dinámicas de dar, recibir y devolver, y del vínculo entre la
posición social y la gratitud. Un paciente aseguraba que «es una
tradición presentar tus respetos al médico (con un regalo) porque
cuida de lo más valioso que tienes: la salud», y un médico
comentaba: «Entre mis pacientes hay personas prominentes,
académicos, pero ellos no se lo plantearían (el regalo) [...]. Las
personas sencillas acostumbran ser más agradecidas. Un
conductor de autobús me haría un regalo mucho más bonito, en
relación a sus ingresos, que otros que se limitarían a dar las
gracias.» Otros entrevistados coincidieron en que los más ricos
suelen ser los más desagradecidos.
Este fenómeno de pagar bajo cuerda por los servicios
pone de manifiesto que el tráfico multicultural de la gratitud
puede ser un asunto arriesgado. A la mayoría de los
estadounidenses les horrorizaría un sistema semejante. Nunca
pensaríamos en invitar al equipo quirúrgico a cenar la noche
antes de una gran operación o en regalar al cirujano un juego de
instrumentos por valor de 27.000 dólares como hizo un enfermo
del corazón ruso.33
Afortunadamente, el pago de gratitud es innecesario en
Estados Unidos, donde la mayoría de los médicos cobra acorde
a su experiencia y habilidad. Las condiciones de los intercambios
entre doctor y paciente no son iguales a las de Hungría o
Bulgaria. La gratitud no es el precio que pagan los pacientes a
cambio de los servicios humanitarios de un médico. Sin embar-
go, la gratitud sigue siendo relevante en la práctica de la me-
dicina. Existen pruebas de que cuando se anima a las personas a
pensar en la salud como un regalo, corren menos riesgos y siguen
102
prácticas dirigidas a promover la salud. Pero, si los pagos de
gratitud, en estos gestos tan altamente ritualizados, inducen a los
pacientes a adoptar una actitud agradecida hacia la salud, sigue
siendo debatible.

Educar para la gratitud: el papel de la gratitud en la


formación médica
Un fascinante estudio, publicado por la revista Academic
Medicine en 2003, calculó todo el ámbito de emociones diarias
y las experiencias que suscitaba en los médicos en prácticas de
los hospitales.34 Se codificaron todas las emociones expresadas
por los residentes y los estudiantes de medicina interna y pe-
diatría durante las entrevistas y en un período de observación de
una semana, mientras llevaban a cabo una serie de deberes en el
Centro Médico de la Universidad de Washington, en Seattle. La
gratitud, la felicidad y el orgullo eran emociones positivas
habituales desencadenadas por la dicha de aprender, la
oportunidad de practicar la medicina, el apoyo moral de los
mentores, y el reconocimiento de los pacientes. Sam, uno de los
residentes, lo explicó así: «Una vez que todo está dicho y hecho,
resulta un honor hacer este trabajo [...]. Caminas siguiendo los
pasos y la tradición de un servicio que se remonta muy atrás.»35
Jane, una residente de primer año de medicina interna me confió
lo siguiente:
Lo estaba pasando mal, cuando una residente de
segundo año me abordó a solas y me preguntó cómo me
sentía. En ese momento me derrumbé [...]. Ese día
estábamos de guardia, pero ella dijo: «no te preocupes
por nosotros, no te preocupes por nada y vete a la cama»
[...]. Se lo agradecí mucho y sigo haciéndolo. Porque en
un momento que realmente lo necesitaba, alguien me
hizo ver claramente [...] que lo que tenía que hacer era
largarme un rato de allí [...]. Y dejó muy claro que no
suponía ningún problema para ella.36
103
¿Por qué es significativo este estudio? Los médicos agra-
decidos son mejores médicos. Los médicos que aprenden a
reconocer sus emociones y las emociones de los demás serán
sanadores más efectivos. Varios estudios han demostrado que los
médicos que desarrollan su inteligencia emocional promueven la
satisfacción del paciente y se sienten más satisfechos consigo
mismos. Un experimento reciente puso de manifiesto que las
emociones de agradecimiento en los médicos les ayudan a
resolver mejor los problemas clínicos.37 Después de haber re-
cibido un pequeño obsequio (un procedimiento habitual en la
investigación de los estímulos del humor), los internistas rea-
lizaron un diagnóstico más exacto de una enfermedad de hígado,
en un caso hipotético, que los médicos del grupo de control que
no recibieron regalo. Las emociones positivas como la gratitud
llevan a una organización más eficiente y a la integración de
información, importantes herramientas cognitivas en el
diagnóstico y valoración clínica. Los estudios también han
demostrado que estas emociones mejoran la toma de decisiones
y la creatividad en la resolución de problemas en los estudiantes
de Medicina y en los médicos. De ahí que existan razones
basadas en pruebas para que los educadores incluyan las
competencias emocionales en el entrenamiento médico. Bastante
aparte del efecto de la gratitud y de otras emociones positivas en
las destrezas clínicas necesarias para el cuidado de los enfermos
se encuentra el ámbito del desarrollo personal y del bienestar
físico. Escribir un diario de gratitud puede ser una estrategia
efectiva que se puede adoptar como elemento de autocuidado o
manejo del estrés. Los médicos de cabecera también pueden ser
más propensos a intervenir brevemente y recomendar el diario
de gratitud para ayudar a los pacientes, si ellos mismos se han
beneficiado de esta práctica.38
Prevención de las enfermedades: la cabeza
agradecida

104
Vivo en Davis, California, una ciudad que según se
afirma tiene la tasa más alta de propietarios de bicicleta de todo
Estados Unidos. Cuando cruzo el recinto universitario, entre
clase y clase, a menudo me sorprende el reducido número de
estudiantes que llevan el casco puesto cuando circulan en bicicle-
ta, sobre todo si lo comparamos con una muestra de viviendas
por comunidad. Todos los días ocurren accidentes en el recinto,
algunos graves. Un estudio informal que forjé basándome en la
observación, me reveló que, por promedio diario, de cada diez
ciclistas sólo uno o dos llevaba puesto el casco. Esto, a pesar de
las pruebas de que el casco no sólo reduce las heridas en la
cabeza (hasta un 85 por ciento) sino que salva vidas. El Bycicle
Helmet Safety Institute tiene una página web repleta de
testimonios de ciclistas a quienes el casco les salvó la vida. El
pastor de mi iglesia sufrió graves lesiones cuando perdió el
control de su bicicleta en una superficie de gravilla y se estrelló
contra el arcén de una carretera rural durante una carrera.
Después del accidente se convirtió en un apasionado defensor
del casco. Investigadores de la Universidad Estatal de los Apa-
laches, en Carolina del Norte, perfeccionaron una campaña de
marketing social para aumentar el uso del casco en su recinto.
Varios grupos de estudiantes buscaron una consigna y un logo
para un programa a favor del uso del casco yendo en bicicleta,
que llamaron «la cabeza agradecida». Los autores del programa
formaron a estudiantes que se ponían el casco cuando iban en
bicicleta para actuar como agentes coetáneos. Estos agentes
facilitaban información sobre el uso del casco yendo en bicicleta,
pedían a otros ciclistas que firmaran una promesa solemne de
ponérselo, y regalaban un cupón para un casco gratis a aquellos
que se comprometían a hacerlo. Los autores del programa
recibieron un total de 379 promesas escritas y distribuyeron 259
cascos. El uso del casco en la bicicleta casi se dobló. Subió de
un promedio base del 27,6 por ciento a un excelente 49,3 por
ciento al final de la última semana del experimento.39 Un grupo
105
de comparación en una universidad similar no mostró ningún
aumento.
Un énfasis en la gratitud puede motivarnos a cuidar mejor
de nuestro cuerpo. En situaciones de salud pública, la movi-
lización de las influencias de nuestro entorno, la información
sobre medidas de seguridad, las promesas por escrito y las
campañas con anuncios publicitarios que impacten, pueden ser
notablemente efectivas para provocar acciones saludables. Un
marco basado en la gratitud puede transformar la conciencia
incrementando un sentido de responsabilidad personal ante esos
regalos. Tendemos a cuidar más de las cosas si las vemos como
un regalo, que si pensamos que las merecemos.

¿.Añoran los médicos la gratitud de sus pacientes?


Cuando hago presentaciones de la ciencia de la gratitud a
grupos de médicos, me obligo a pensar en cómo mi trabajo puede
ser clínicamente útil. Si se trata de un público con el que me
siento especialmente a salvo, me atrevo a preguntar si los
médicos esperan la gratitud de los pacientes y hasta qué punto
ese deseo motiva su práctica. Los psicoanalistas mantienen que
esperar de los pacientes algo a cambio es perfectamente
comprensible, y puede estar relacionado con motivaciones
inconscientes para elegir una carrera como la de psicoanalista.40
Las intenciones inconscientes no lo explican todo. Si esto se
generaliza a otras especialidades médicas es discutible; no
obstante, en el contexto de la educación para desarrollar la
inteligencia emocional de la que he hablado antes, es un tema
con el que valdría la pena continuar en la formación médica. Es
raro encontrar un médico que sea inmune a los sentimientos de
gratitud de los pacientes.
Hace algunos años regalé a mi médico de cabecera una
copia de un pequeño pero inspirador libro sobre la gratitud que
había escrito. Era un gesto apropiado y sincero, no un soborno a
cambio de una reducción de honorarios o de una receta de
106
medicamentos gratuita. Aunque nada dado a manifestar
emociones, y deseando mantener una relación doctor-paciente,
era obvio que el gesto le pareció conmovedor, cosa que yo, a su
vez, agradecí. No querría un médico que fuese indiferente a mi
reconocimiento de su competencia. Establecer y fortalecer el
vínculo entre paciente y médico es una buena medicina. A pesar
de los avances de la tecnología médica, el vínculo médico-
paciente sigue siendo esencial para disfrutar de una asistencia
médica de calidad. Las expresiones de gratitud apropiadas son
un elemento importante en cualquier relación que implique
curación, y su importancia aumenta, cada vez más, a medida que
la medicina se vuelve más y más fragmentada y centrada en la
tecnología.

SER EL BLANCO DE LA GRATITUD


«Pues sí, es también un sentimiento increíble. Como la
cabina está situada delante, es muy raro que veamos a la gente
cuando sube a bordo, hasta que abren la puerta, miras por encima
del hombro y ves el alivio reflejado en su cara, la gratitud, y que
querrían aproximarse y casi, algunos lo hacen, acercarse, cogerte
por los hombros, abrazarte muy fuerte y darte las gracias. No hay
nada mejor, no creo que exista sentimiento mejor en el
mundo.»41
Estas palabras las dijo Jason Smith, teniente de la patrulla
costera, cuyo equipo salvó a casi doscientas víctimas del huracán
Katrina, rescatándolas de los tejados y de las crecidas en los días
siguientes a la devastación causada por la tormenta. El testimo-
nio de Smith revela que ser el blanco de la gratitud, ser aquel a
quien le dan las gracias, es en sí una poderosa experiencia. Es
agradable cuando nuestros esfuerzos son reconocidos con agra-
decimiento y duele cuando se reciben con indiferencia, con
gracias dadas a regañadientes o con ingratitud. No obstante, el
efecto de recibir gratitud va más allá de una satisfacción
cognitiva o emocional al saber que hemos contribuido en algo
107
útil. Investigaciones recientes en el campo incipiente de la
neurocardiología sugieren una intrigante base psicológica de por
qué recibir un agradecimiento sincero es en sí mismo
psicológicamente beneficioso para el destinatario.
Recuerde que los investigadores han demostrado que la
gratitud y las emociones positivas de amor y apreciación,
relacionadas con ella, se asocian con un patrón suave, ordenado
y afín en la actividad rítmica del corazón (véase Figura 3.1). Lo
que no se mencionó antes es que el corazón genera un campo
electromagnético. Es más, el corazón es el generador de energía
electromagnética más poderoso del cuerpo humano,
produciendo un mayor campo electromagnético que cualquiera
de los otros órganos del cuerpo. Además, el campo magnético
producido por el corazón es más de 5.000 veces superior en
fuerza que el campo generado por el cerebro y se puede detectar
a varios pies del cuerpo, en todas direcciones, utilizando un
instrumento llamado magnetómetro. Animado por las conclu-
siones de que el campo magnético de una persona se modula a
través de los diferentes estados emocionales, varios estudios han
documentado que el campo magnético generado por el corazón
podría transmitir información que puede ser recibida por otros.42
Por ejemplo, cuando dos personas se encuentran a corta
distancia, la señal electromagnética generada por el corazón de
una de ellas puede influir los ritmos cerebrales de la otra. Cuando
un individuo genera un ritmo cardíaco acorde, hay más
probabilidades de que se produzca la sincronización entre las
ondas cerebrales de ese individuo y los latidos de la otra persona.
En otras palabras, las ondas cerebrales de una persona armonizan
con las ondas cardíacas de la otra, efecto que se ha constatado
entre individuos que se encontraban a un metro y medio de
distancia. Esta profunda forma de comunicación establece una
conexión sincera entre las personas, dando como resultado
percepciones de, entre otras cosas, ser realmente entendido y
apreciado por el otro. De ahí que cuando alguien nos expresa su
108
sincera gratitud, hay el potencial de que experimentemos todo
tipo de beneficios, empujados por este intercambio de energía
electromagnética. Lo que suscita este sistema de intercambio de
energía es el ritmo afín del corazón producido por sentimientos
de gratitud. La otra cara de la moneda es que una fuerza tan
potente también puede repeler, lo que posiblemente explica por
qué sentimos un desagrado inmediato hacia alguien a quien
apenas conocemos, además de darnos una explicación
psicológica de por qué las percepciones de ingratitud son tan
profundamente aborrecidas. Este trabajo todavía es preliminar y
tiene que salir a luz en revistas científicas, rigurosamente
revisadas por especialistas, aunque resulte enigmático
considerarlo, y encaje con la experiencia común.
Durante milenios, el corazón se ha visto como la fuente
primaria del espíritu, el asiento de las emociones, y la ventana
del alma. Prácticamente todas las culturas del mundo emplean la
palabra «corazón» para describir lo que es el núcleo, el centro, la
base. Es posible que el escritor francés a quien se atribuye el
proverbio «la gratitud es la memoria del corazón» supiera algo
que la investigación experimental es ahora capaz de verificar: la
gratitud es la manera en que recuerda el corazón.

4
Dar gracias a Dios:
la gratitud y el espíritu humano
La gracia y la gratitud van unidas como el
cielo y la tierra.
KARL BARTH

Aunque la única oración que dijeras en tu


vida fuera «gracias», sería suficiente.

109
MEISTER ECKHART

Hablar de gratitud es cortés y agradable,


practicar la gratitud es generoso y noble, pero vivir
la gratitud es un regalo del Cielo.
JOHANNES A. GAERTNER1

El 19 de noviembre de 1997, un drama que tenía como


escenario un Centro Médico Metodista en Des Moines, Iowa,
fascinó a Estados Unidos y al mundo. Bobbi McCaughey de
Carlisle, Iowa, había completado las primeras treinta semanas de
un embarazo de alto riesgo. Los médicos estaban asombrados de
que hubiera llegado tan lejos. Desafiando todo pronóstico, los
nacimientos más improbables en la historia del mundo estaban a
punto de suceder. Los septillizos McCaughey llegaron al mundo
sin problemas. Era la primera vez que siete bebés nacían en un
mismo parto, y sobrevivían todos.
A las 12.48 nació Kenneth Robert, el primer bebé. Una
niña, Alexis, le siguió un minuto después. A las 12.54, unos seis
minutos después, vino al mundo Joel, el séptimo bebé. El nuevo
papá, Kenny McCaughey, vendedor de coches de un concesio-
nario en Carlisle, abandonó el paritorio unos instantes después.
Después de compartir la buena noticia con todos los que se
habían congregado en la sala de espera, se reunió llorando con
familiares y amigos para cantar una doxología, un tradicional
himno cristiano de gracias y alabanza a Dios.
Famosos de repente, los McCaughey soportaron todas las
entrevistas que les hicieron los medios de comunicación. Todo
el mundo quería conocer su historia. Las entrevistas estaban
saturadas de un lenguaje de bendición del cielo, regalos, agrade-
cimiento y gratitud. Pasando apuros para cuidar del primer hijo
recién nacido, escuchaba embelesado cómo describían su nueva
vida y las nuevas responsabilidades paternales. Me impresionó

110
lo felizmente dependientes de muchas otras personas que pare-
cían, y lo decididos que estaban a expresar su agradecimiento a
la multitud de personas que les ayudó durante los primeros días
y semanas posteriores a los nacimientos. Cientos de voluntarios
cambiaron pañales, trajeron comida y llevaron a los McCaughey
una y otra vez a la unidad infantil de cuidados intensivos. ¿Cómo
encontraron tiempo para agradecer estos esfuerzos? Su iglesia
organizó un comité de «notas de agradecimiento» para ayudarles
a escribir más de cuatro mil notas dando las gracias por los
regalos y la ayuda que habían recibido.2
Las expresiones de agradecimiento de los McCaughey a
Dios no quedaron sin respuesta. Pronto se desató la polémica.
Algunos se sintieron ofendidos de que los padres reconocieran
una influencia divina, recordando que sus hijos eran fruto de un
acto de la ciencia debido al uso de medicamentos para la
fertilidad. Otros decían que dadas todas las increíbles
probabilidades en contra, los bebés eran realmente un milagroso
regalo de Dios. Curiosamente, los McCaughey no adoptaron
ninguno de estos enfoques a la hora de decidir a quién debían su
nueva familia. A pesar de que habían sentido plenamente la
mano de Dios durante el embarazo, no se sentían menos
dispuestos a dar las gracias al personal médico del hospital
metodista de Iowa que había realizado un verdadero milagro. Sus
gracias se extendían en muchas direcciones: a Dios, al personal
del hospital, a su familia de la iglesia, y a los extraños a los que
no conocían de nada. Kenny y Bobbi McCaughey no vieron que
estas fuentes se excluyeran mutuamente, y su perspectiva es
reflejo de los que mantienen que la perspectiva científica y la
religiosa son perfectamente compatibles. Dar gracias a Dios no
descarta reconocer los esfuerzos del personal sanitario, de las
enfermeras en la unidad infantil de cuidados intensivos, del
equipo médico que intervino en el parto y del especialista en
fertilidad con el que empezó todo. Mamá Bobbi escribiría,
después, que la dura prueba le enseñó a depender de otros y de
111
Dios, y destruyó su idea de autosuficiencia. En circunstancias tan
extraordinarias como ésta y en asuntos más mundanos,
dependemos de una cantidad innumerable de terceros. Dado que
valoramos nuestra propia autonomía, reconocer la dependencia
puede ser intimidante. Pero es absolutamente esencial para sentir
la gratitud.
La gratitud de los McCaughey no era sólo una emoción
sentida en privado. Cumplía otra importante función, la de volver
a escuchar los textos sagrados escritos hace más de tres mil años.
En el judaismo, por ejemplo, la respuesta apropiada a los dones
divinos recibidos es una proclamación pública de orgullo y
agradecimiento por el amor y la fidelidad incondicional de Dios.3
Hay un fuerte aspecto comunitario en las expresiones de
agradecimiento a Dios en las que el testimonio público informa
de la gracia de Dios en la vida del creyente. Los McCaughey
creían que Dios les había escuchado y había respondido a sus
oraciones con el nacimiento de sus bebés, sanos y salvos. Sus
expresiones de agradecimiento eran reflejo de su agradecimiento
interior, y testimonio de la bondad y el amor inquebrantable de
Dios a sus criaturas. Esta declaración representa la función
testimonial de la gratitud que sirve para atraer a una comunidad
más grande e integrarla en la alegre celebración de lo que sucede
en la vida y en la experiencia de los individuos. Un periodista de
un diario local escribió: «Los líderes religiosos no podían haber
pedido una mejor campaña de relaciones públicas sobre el poder
de la fe. Médicos, miembros de la familia, la comunidad, hasta
el gobernador hablaba a menudo de Dios a medida que la historia
se desarrollaba.»4 El presidente Clinton llamó a los McCaughey
y les felicitó con estas palabras: «Me he alegrado tanto. Todos
estamos muy agradecidos de que las cosas hayan ido bien.»

EL ESPÍRITU DE LA GRATITUD
Cuentan que al ser preguntado sobre el origen del Día de
Acción de Gracias en Estados Unidos, un estudiante de quinto
112
grado dio la siguiente respuesta, políticamente correcta: «Los
primeros colonizadores llegaron aquí buscando la libertad de
hacer ya sabemos qué. Por eso, al llegar, dieron gracias ya sa-
bemos a quién. Y por ellos, ahora podemos ir todos los domingos
a rezar sin miedo ya sabemos dónde.»5 Aunque los primeros
colonizadores de Nueva Inglaterra eran seguramente personas
agradecidas, la tradición de Acción de Gracias no se remonta a
ellos. Dar gracias es una tradición ampliamente difundida y con
profundas raíces históricas. Donde existe la religión, existe la
gratitud. Siempre que un pueblo ha creído en Dios, ha buscado
la manera de expresar su gratitud y su agradecimiento a su
máximo benefactor. Las grandes tradiciones religiosas enseñan
que la gratitud es el sello distintivo de la madurez espiritual, y
una cualidad para ser cultivada a través de las disciplinas
espirituales. Así pues, la gratitud es un sentimiento religioso
universal, evidente en las ofrendas de agradecimiento descritas
en las antiguas escrituras, en los himnos tradicionales y en los
coros contemporáneos de culto y alabanza. El teólogo alemán
Kart Barth dijo en una ocasión que la respuesta humana básica
no es el miedo ni la culpa sino el agradecimiento. «¿Qué otra
cosa podemos sentir ante todo lo que Dios nos da sino un
tartamudeante orgullo?»,6 se preguntaba Barth. Y qué mejor
manera de tartamudear que con himnos como Acercaos, los
agradecidos, acercaos: «Reunios para pedir la bendición del
Señor», o «Demos gracias a Dios con el corazón, las manos y la
voz», que según declaró en cierta ocasión el fallecido profesor
de la universidad de Standford, Robert McAfee Brown, era el
himno por excelencia, apto para cualquier ocasión significativa:
nacimientos, bautismos, bodas o funerales.7
¿Qué nos dicen las investigaciones actuales sobre el
vínculo entre la gratitud y la religión/espiritualidad? Los
individuos que se describen como religiosos o espirituales son
más propensos a sentirse agradecidos que aquellos que se
describen como ni lo uno ni lo otro. Un sondeo de Gallup reveló
113
que un 54 por ciento de los adultos y un 37 por ciento de los
adolescentes afirmaban dar gracias a un Dios o un Creador «a
todas horas». Dos tercios de los encuestados dijeron que
expresaban su gratitud a Dios dando gracias antes de las
comidas, y tres de cada cuatro lo hacían a través del culto o la
oración.8 Uno de los sujetos de nuestra investigación, un hombre
de 48 años con distrofia muscular espinal, escribió:
¡Doy gracias todos los días! La mayoría de las
veces es muy difícil sentirte débil. No obstante, sentirse
débil mantiene firme mi perspectiva y me acerca más a
Dios. Sé que Dios tiene un plan para mí. Y parte de ese
plan es ser débil para que los otros puedan ser fuertes.
Parte de ese plan es que mi fe pueda hablar más alto
porque ven que sigo adelante con dificultad. Me da miedo
el futuro, y al mismo tiempo, sé que por muy asustado
que esté, Dios me ayudará a seguir adelante. No tengo
miedo a la muerte. Cada día que pasa, la lucha me da más
miedo que la idea de ir al ciclo. Por eso sigo aquí,
tratando de hacer lo que Dios quiere que haga. Todos los
días me siento agradecido.
En un estudio clásico realizado hace medio siglo, la grati-
tud era una de las principales motivaciones para la conversión
entre los estudiantes de instituto.9 En nuestra investigación,
descubrimos que aquellos que acuden regularmente a los ser-
vicios religiosos y participan en actividades religiosas como
rezar o leer material religioso son más propensos a ser
agradecidos.10
Sea o no sea religiosa una persona, hay una cualidad espi-
ritual en la gratitud que trasciende las tradiciones religiosas. Esta
cualidad espiritual la expresa acertadamente el difunto Fredrick
Streng, un especialista en las religiones del mundo: «En esta
actitud las personas reconocen que se hallan conectadas unas con
otras de una manera misteriosa y milagrosa, que no está del todo
determinada por fuerzas físicas, sino que forma parte de un
114
contexto más amplio o trascendente.»11 La gratitud es una
experiencia humana universal que puede parecer una incidencia
de la gracia ocurrida al azar o una actitud elegida para mejorar
las experiencias de la vida; en muchos sentidos contiene
elementos de ambas.
Para los individuos con creencias religiosas o
espirituales, la gratitud establece una relación con lo divino, la
fuente de donde proviene todo el bien. Es una relación que
reconoce que el regalo de la vida procede del Creador. Al
escoger vivir en ese espacio de reconocimiento nos situamos en
una esfera celestial de humildad, respeto y reconocimiento de lo
dichosos que somos al gozar de la oportunidad de aprender,
crecer, amar, crear, compartir y ayudar a otros. La respuesta a
estos regalos puede ser una abrumadora sensación de humildad,
asombro y deseo de dar gracias y compartir el amor que se activa
dentro de nosotros. El acto de mirar hacia arriba y, luego, hacia
fuera. Las personas agradecidas sienten que no están separadas
de los demás o de Dios. Este conocimiento en sí mismo brinda
un profundo sentido de agradecimiento.

BENDITO SEA TU NOMBRE


Para una persona de fe, la gratitud es un feliz
reconocimiento de la generosidad de Dios. La gratitud es una
ética profundamente arraigada en el culto y la doctrina
judeocristiana. La palabra «gracias» y sus diferentes afines
(«agradecido», «gratitud», «acción de gracias»), aparecen más
de ciento cincuenta veces en el Antiguo y el Nuevo Testamento.
El imperativo de «dar gracias» aparece treinta y tres veces. Las
escrituras judías y cristianas insisten en que los hijos de Dios,
quienes sean, donde estén y sea lo que sea a lo que se enfrentan,
deben ser personas agradecidas, llenas de alabanzas y de
agradecimiento a Dios. La idea de que debemos reflexionar
sobre la abundancia de los regalos de Dios, y expresarlo en
agradecimiento y alabanzas, es un tema que está presente en
115
textos, oraciones y enseñanzas de la fe bíblica. Hay tradiciones
espirituales que dicen que las oraciones de gratitud son la forma
más poderosa de oración, porque a través de ellas las personas
reconocen la fuente última de todo lo que son y todo lo que tienen
en la vida. El reformador Martín Lutero se refirió a la gratitud
como «la actitud básica cristiana», y el teólogo Kart Barth
observó que «la gracia y la gratitud van unidas como el cielo y
la tierra; la gracia evoca la gratitud, como la voz evoca el eco».12

La gratitud en las escrituras hebreas


Los judíos religiosos son buenos conocedores de la
Biblia. Están al corriente de la antigua fiesta de la cosecha de
Israel, y de cómo los israelitas, al final de cada buena cosecha,
daban gracias a Dios por la prodigalidad de la creación, y
también por liberarlos de la cautividad concediéndoles la libertad
como individuos. En el judaísmo, la gratitud es un componente
vital del culto e impregna todos los aspectos de la vida diaria del
devoto. En las escrituras hebreas, la poesía de los salmos está
saturada de agradecimientos a Dios: «Oh, Señor, mi Dios, siem-
pre te daré las gracias» (Salmos 30:12) y «Daré gracias al Señor
con todo mi corazón» (Salmos 9:1). Las plegarias litúrgicas,
privadas y en compañía de otros fieles, recuerdan a los judíos
observantes de las reglas y de la benevolencia de Dios como
creador, sostén y redentor. En el culto del antiguo Israel, se
daban instrucciones especiales sobre cómo dar gracias a Dios
(Levítico 7:29-29). Muchos de los sacrificios ofrecidos en los
altares, y luego, en el Templo de Jerusalén, estaban imbuidos del
sentimiento de agradecimiento y gratitud, lo mismo que la
elaborada ceremonia de llevar los «primeros frutos», bikkurim, a
los sacerdotes, los representantes de Dios en el Templo.13 Las
oraciones bíblicas de agradecimiento toman una forma parti-
cular, en la que la aflicción y el llanto a Dios se perciben como
liberación de la situación. «Da gracias al Señor, porque su

116
inquebrantable amor durará siempre» (Crónicas 2,20; Jeremías
33:11; Salmos 107).
Las plegarias judías empiezan con la Sbemá, en el que el
devoto recita la Biblia: «Amarás al Eterno, a tu Dios, con todo
tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente» (Deutero-
nomio 6:5), y el Alenu, la oración para concluir, que da gracias a
Dios por el destino particular de los judíos. Además de estas
oraciones diarias, el judío devoto pronuncia más de cien
berakbots (bendiciones del cielo) durante el día. Estar agrade-
cido por todo es una actitud apropiada en el judaísmo porque
todas las cosas provienen de Dios en la cosmovisión hebrea, y la
vida judía está llena de agradecimiento. El sentimiento de
gratitud es esencial para la relación entre Yahvé y el pueblo de
Israel. A Dios se le reconoce como la fuente de la que proviene
todo el bien. Los rabinos enseñan que «está prohibido que el
hombre disfrute de nada de este mundo sin una bendición, y
quien disfruta de algo de este mundo sin una bendición, comete
sacrilegio».14 Así, por ejemplo, se reza una oración después de
recibir una noticia tanto buena como mala, y se alaba a Dios por
ambas. En este sentido se mantiene una perspectiva divina de la
vida.
Este espíritu de gratitud constante está bien ilustrado en
la vida del venerado rabino judío y autor, Abraham Joshua
Heschel, después de sufrir un ataque al corazón del que nunca se
recuperó del todo. Un amigo que fue a visitarlo al hospital lo
encontró débil y casi incapaz de hablar. «Sam —susurró
Heschel—, cuando recuperé la conciencia, mis primeros
sentimientos no fueron de despecho o ira. Sólo sentí gratitud
hacia Dios por mi vida, por cada momento que he vivido [...]. Y
he visto tantos milagros.»15

La gratitud en la teología cristiana y las Escrituras


«Un verdadero cristiano es aquel que no olvida nunca, ni
por un momento, lo que Dios hizo por él en Cristo, y cuyo
117
comportamiento y actividad globales tienen su raíz en el
sentimiento de gratitud»,16 escribió el ministro escocés John
Baillie en las Conferencias de Gifford en 1961. La idea de que la
gratitud no es sólo esencial entre las virtudes cristianas sino que
se encuentra en el corazón de la fe, tiene una larga historia en los
escritos clásicos y es un tema de los escritos piadosos actuales.
Al comprender que Dios es el donante de todos los regalos y el
fundamento último del agradecimiento, los cristianos admiten
agradecidos su dependencia de Él y se alegran de los regalos que
les hace. En este sentido, la gratitud no es simplemente un
sentimiento emocional en respuesta a un regalo sino una virtud
que entraña una obligación o sentido de estar en deuda con el
benefactor. La deuda con otros permite a los seguidores de Cristo
compartir un vínculo común, que da forma no sólo a sus
emociones y pensamientos sino también a las acciones y a las
obras.
Además, teologías completas se han construido alrededor
del concepto de gratitud. El fundador del metodismo, John
Wesley, dijo: «La verdadera religión es tener buen humor con
Dios y buen humor con los hombres. En dos palabras, es la
gratitud y la benevolencia, gratitud hacia nuestro Creador y
supremo Benefactor, y benevolencia hacia todas sus criaturas.»17
Wesley y su contemporáneo, Jonathan Edwards, organizaron
renacimientos de la piedad que eran engrandecidos por
emociones intensas y una «calidez de corazón», donde el poder
y el amor de Dios inflamaban fuertes sentimientos de devoción
y agradecimiento tanto a santos como a pecadores. Jonathan
Edwards, el famoso pastor y teólogo de Nueva Inglaterra del
siglo XVIII escribió sobre los «primeros y elegantes indicios de
afectuoso agradecimiento hacia Dios» en su obra clásica teoló-
gica Religious Affections (El tratado sobre los afectos
religiosos). A Edward le impresionó tanto la evidente fuerza de
la emoción que la convirtió en el pilar de su teología, como
ejemplarizó en esta cita: «En todas partes, las Sagradas
118
Escrituras sitúan a la religión sobre todo en los afectos, tales
como el miedo, la esperanza, el amor, el odio, el deseo, la alegría,
la tristeza, la gratitud, la compasión y el fervor.»18 Para Edwards,
y para aquellos que adquieren experiencia espiritual empezando
con el evangelismo norteamericano, lo que uno cree acerca de
Dios es menos importante que los sentimientos que uno tiene
hacia Dios. La gratitud y otras emociones eran la señal de la
verdadera espiritualidad y el baremo por el que se puede medir
la verdadera fe.
La gratitud y la acción de gracias son los motivos centra-
les de las cartas del apóstol Pablo en el Nuevo Testamento. Pablo
empieza casi todas las cartas con expresiones de agradecimiento
a los destinatarios. También hay un fuerte e imperioso
componente de gratitud en las cartas de Pablo donde las expre-
siones «ser agradecido» o «dar gracias» aparecen muchas veces
en múltiples contextos. Se invoca a los cristianos a vivir una vida
de agradecimiento y también de alegre reconocimiento de la
generosidad divina que ofrece así un modelo de cómo los
cristianos tienen que tratarse unos a otros. Se urge a los cristianos
a «dar gracias en todas las circunstancias» (Tesalonios 1, 5:18),
«dar gracias a Dios Padre por todas las cosas» (Efesios 5:19-20),
ofrecer oraciones y peticiones «con acciones de gracias a Dios»
(Filipos 4:6-7), y separarse de aquellos que han sido
desagradecidos («porque aunque conocían a Dios, ni lo
glorificaban ni le daban gracias [...], su pensamiento se volvió
fútil y sus necios corazones se ensombrecieron» (Romanos 1:21-
22).
Para los cristianos, de todos los dones que reparte Dios,
ninguno se compara con el don de la vida eterna hecho posible
por el sacrificio de Cristo en la cruz para expiar nuestros
pecados. El mensaje principal del evangelio, y por lo tanto la
piedra angular de la fe cristiana, es que Dios Padre nos ofrece el
don de la salvación a través de su hijo, Jesús. «Demos gracias a
Dios por su indescriptible regalo» (Corintios 2, 9:15), escribe
119
Pablo en su carta a la iglesia de Corinto. La condición humana
es tal que las personas desean estar cerca de su Creador y vivir
para siempre con Él. Por otro lado, sabemos que nuestras
presentes imperfecciones no nos darán acceso a la presencia de
Dios. Esta paradoja se resuelve a través del regalo de nuestro
Salvador, Jesucristo, el único libre de pecado, que pagó por los
pecados de la humanidad con su muerte en la cruz. Ésta es la
«gracia increíble» que se ha alabado en la iglesia cristiana
durante siglos. Como regalo hecho libremente, no hay nada que
una persona pueda hacer para merecer la salvación. Es completa
y absolutamente inmerecida. Esto nos recuerda que la verdadera
gratitud proviene de la voluntad de reconocer lo que es arbitrario
o inmerecido. La gracia es el amor libremente demostrado a los
pecadores que no se lo merecen.
En las cartas de Pablo, existe un fuerte vínculo entre la
conciencia de la gracia y la experiencia resultante de la gratitud,
en que una teología de la gracia que hace hincapié en el favor
inmerecido de Dios no puede dejar de conducir a una ética cuyo
motivo básico es la gratitud. Hay quien mantiene que lo que
distingue al cristianismo de otras religiones es el énfasis en la
gracia de Dios. Es normal definir el cristianismo como una
religión de gracia. El propio Pablo utiliza el término «gracia»
más de cien veces. La palabra griega del Nuevo Testamento para
«gracia», charis, significa «regalo», pero no un regalo
cualquiera, sino los regalos que tienen su origen y fundamento
en Dios, el benefactor definitivo.
La dinámica entre la gracia divina y la gratitud humana
ha sido el fundamento de sistemas completos de ética teológica,
como en el caso de la teología eucarística del reformador Juan
Calvino. La palabra griega eucaristía significa «dar gracias a
Dios». Una gran metáfora que Calvino utiliza para Dios es la de
fuente, refiriéndose a Aquel que está cerca, da vida, y es fuente
y manantial de todo lo que es bueno. El bien humano más

120
elevado consiste en conocer al Dios que prodiga dones a sus hijos
y glorificarle para siempre.

Gratitud en el Islam
El santo Corán, que está dividido en capítulos
denominados suras, afirma repetidamente la necesidad de la
gratitud y el agradecimiento a Dios a través de los suras. Por
ejemplo, en el sura 14 está escrito:

«¿El regalo de la vida eterna? ¿Cómo voy a devolver


una cosa así el día después de Navidad?»
Reeditado con permiso de http://www.CartoonStock.com

121
«Si eres agradecido, te daré más» (14:7). Un tradicional
proverbio islámico dice: «Los que primero serán llamados al pa-
raíso son aquellos que han alabado a Dios en todas las circuns-
tancias.» El profeta Mahoma también dijo: «La gratitud por la
abundancia que has recibido es el mejor seguro de que la abun-
dancia continuará.»19 Rezar diariamente las plegarias islámicas
se considera uno de los pilares de la religión. La esencia de la
oración no es pedir o rogar a Dios, sino prodigar eternas ala-
banzas y adoración a Dios por la vida y por su misericordia. Esto
es evidente en las primeras líneas del Sura Al-Fatiha (el capítulo
de introducción) del Corán, con el que empiezan las cinco
oraciones matutinas (1:1-5):
En el nombre de Alá, el más clemente y el más
misericordioso.
Alabemos a Alá, el más loado y más compasivo
de los mundos; el rey del día del Juicio.
A Ti solo servimos y a Ti solo imploramos ayuda.
Otro principio del Islam es el ayuno durante el mes del
Ramadán. Este período está prescrito para conducir a un estado
de gratitud. «Él quiere que completes el período prescrito y que
lo glorifiques por haberte guiado y, posiblemente, que le seas
agradecido» (Corán, 2:185).
En los tratados sobre el sufismo, la tradición mística del
Islam, todos los capítulos se han dedicado a explorar el
significado y la importancia de la gratitud. La gratitud se divide,
a menudo, en diferentes fases o categorías. La primera es el agra-
decimiento por los dones que Dios ha dado, pues deberíamos
sentirnos agradecidos por recibir cualquier regalo. Pero, aún se
alcanza un estado más elevado cuando nos sentimos agradecidos
por no recibir regalos o por ver retrasado el cumplimiento de un
deseo. En este estado de gratitud, vemos las cosas buenas que
están ocultas en la aflicción, y esto se considera una oportunidad
de descubrir cómo funcionan la sabiduría y los designios de
Dios. El estado final de la gratitud es reconocer que no hay
122
oraciones suficientes para expresar gratitud al Creador, y que
incluso los sentimientos de gratitud son un regalo de Dios. Hay
una gratitud por la capacidad de ser agradecido, literalmente un
agradecer las gracias.20

LA GRATITUD AL DONANTE DESCONOCIDO


¿Son las religiones monoteístas las únicas que elogian la
gratitud? O dicho de otra manera, ¿tenemos que creer en un Dios
personal para sentirnos agradecidos? En las religiones orientales,
como hinduismo, budismo y sintoísmo ¿no plantea el
agradecimiento un problema, dado que tiende a presuponer un
Ser Supremo al que habría que dar las gracias? Éstas no son
religiones de un «Dios». Sin embargo, hay nociones de la
gratitud budistas, hinduistas y sintoístas. En todos los casos se
hace hincapié en la importancia de llevar una buena vida moral,
y, por la tanto, la ética de la gratitud inculca virtudes domésticas
y morales, como la lealtad, el agradecimiento por todos los
favores recibidos, la filantropía, la justicia, la verdad y la rec-
titud.
Se afirma que Buda, por ejemplo, exhortó a sus
seguidores con estas palabras: «Levantémonos y demos gracias,
ya que si hoy no hemos aprendido mucho, al menos hemos
aprendido algo, y aunque no hayamos aprendido algo, y si no
hemos caído enfermos, al menos no hemos muerto; de modo que
demos gracias.»21
Una variación del budismo, el budismo Nichiren, enseña
que hay cuatro deudas de gratitud. La primera es con todos los
seres vivos, la segunda con tu madre y tu padre, la tercera con el
soberano de tu país, y la cuarta con los «tres tesoros»: Buda, la
ley o dharma y el sacerdocio o sangha. En cada caso, es
imperativo que paguemos nuestra deuda de gratitud con cada
fuente. De éstas, la gratitud a nuestros padres (lo que a veces se
conoce como «piedad filial», es el deber supremo y la piedra
angular de la ética que es compartida aquí con otras filosofías
123
orientales, sobre todo con el confucionismo. En Respecto a la
deuda de gratitud con nuestros padres, el profesor budista
Nichiren Daishonin escribe:
La madre está embarazada durante 270 días o
nueve meses. Durante ese tiempo experimenta terribles
dolores, los suficientes para que muriéramos 37 veces.
Durante el parto, el dolor se vuelve insoportable, pero al
dar a luz, el sentimiento se transforma en una bendición
del cielo. Una vez nacido, el bebé consumirá más de 180
Koku (278,3 litros aprox.) de leche materna. El niño
jugará en brazos de los padres durante tres años. Si
nacemos como seres humanos y creemos en el budismo,
deberíamos reconocer nuestra deuda de gratitud con
nuestros padres. La altura de la gratitud hacia nuestro
padre es más elevada que la del Monte Sumeru. La
profundidad de la gratitud hacia nuestra madre es más
profunda que cualquier océano. No dudéis en pagar la
deuda de gratitud que tenéis con vuestros padres.22
Existen algunos confusos argumentos filosóficos acerca
de si es correcto pensar que la gratitud hacia Buda debe ser enten-
dida como una expresión de gratitud hacia una realidad última,
el equivalente espiritual al agradecimiento a Dios en las
tradiciones teístas. Hay términos, sin embargo, que aproximan
los significados de gratitud y agradecimiento en varias
tradiciones budistas. Uno es anumodana, traducido como «un di-
choso agradecimiento experimentado al recibir beneficios de
otros». En este sentido, tiene un contexto bastante específico y
no se usa en el de «desarrollar la virtud del agradecimiento» con
el que estamos familiarizados. Otro término utilizado en algunas
tradiciones budistas es krtaveda, que a menudo se relaciona con
pratikara, que lleva consigo un sentido de reciprocidad y
recompensa. De manera similar, la experiencia china de la
gratitud se expresa en dos caracteres, pao-en. Pao incluye
significados como devolver, corresponder y recompensar, y
124
constituye la base esencial para las relaciones sociales. El hecho
de no corresponder representa una experiencia incompleta de la
gratitud.
Desde estas perspectivas orientales, la afirmación
positiva de la vida proviene de un profundo sentido de la gratitud
hacia todas las formas de existencia, una gratitud arraigada en
esencia del ser mismo, que impregna todos los pensamientos, el
habla y los actos del individuo. La gratitud, en este sentido
profundo, no es una mera actitud, un sentimiento profundo ni
incluso una virtud deseable. Es tan elemental como la vida
misma. En muchos sistemas éticos del mundo, la gratitud es la
fuerza imperiosa detrás de los actos de compasión, porque la vida
es vista como, una gigantesca red de interdependencia,
interpenetración y mutualidad que constituye el ser.
LAS PERSONAS MÁS FELICES DE LA TIERRA
En su poderoso papel en la película El apóstol, Robert
Duvall interpreta el papel de Sonny E. F. Dewey, un predicador
sureño de la iglesia pentecostal que está «que arde» contra el
Señor. En un ataque de ira posterior al descubrimiento de que su
esposa, interpretada por Farrah Fawcett, lleva tiempo
manteniendo una aventura amorosa con el joven pastor de su
iglesia, Sonny golpea a éste hasta dejarlo inconsciente.
Seguidamente huye a otro estado, donde se crea otra identidad y
empieza su camino hacia la redención. El personaje de Duvall es
convincente, un predicador carismático e intenso, que mantiene
constantes conversaciones con Dios. A lo largo de su terrible
experiencia, se siente guiado por Dios, busca descubrir la
voluntad de Dios respecto a su vida, y experimenta y expresa una
constante gratitud hacia Dios. A pesar de ser un fugitivo y de
haber perdido su iglesia, a su mujer y a sus hijos, de sus labios
no paran de fluir incesantes expresiones de «Gracias, Señor» y
«Gracias, Jesús». Las escenas de la película en las que se ven los
oficios religiosos, filmadas con gente de la calle y predicadores
de verdad en lugar de actores, dan una idea del poder de la
125
gratitud en la religión del Sur del país, pobre y rural. En
inspiradoras y conmovedoras escenas, los pobres fieles que
merodean alrededor de la iglesia que Sonny ha construido en su
ciudad dan gracias a Dios constantemente por responder a sus
plegarias, por las curaciones o por el restablecimiento de
relaciones rotas.
Esta película muestra una conexión íntima entre la
religión y la emoción. La religión siempre ha sido una fuente de
profunda experiencia emocional, y no hay mejor ejemplo de esto
que el movimiento pentecostal representado en El apóstol. Hace
treinta años, un líder del movimiento aclamó este credo como el
de «las personas más felices de la Tierra».23 Hoy, el
pentecostalismo es el movimiento religioso que ha crecido más
rápidamente, con más de cuatrocientos millones de adeptos en el
mundo.24 Mientras la asistencia a la iglesia ha descendido en la
última década, las congregaciones pentecostales han aumentado
un 30 por ciento. Para el año 2040, se calcula que podría haber
mil millones de pentecostalistas, momento en el que los cristia-
nos de la iglesia pentecostal aventajarán en número a los budis-
tas, y alcanzarán aproximadamente el mismo número que los
hindúes en todo el mundo. El distintivo del pentecostalismo es la
relación, personal y dinámica, del creyente con Dios, una
relación mutua que alimenta una dinámica de agradecida depen-
dencia en el creyente. Los relatos históricos de las mujeres de
esta iglesia en el siglo XX indican que la gratitud era una de las
emociones esenciales que el movimiento pentecostal buscaba
evocar y mantener en los creyentes.25
En los círculos más profundos de la iglesia pentecostal,
la historia de Carrie Judd es familiar. En 1877, una joven conde-
nada a guardar cama por enfermedad, escribió una carta a la
señora de Edward Mix, una mujer afroamericana de
Wolcottville, Connecticut. En su respuesta, la señora Mix le dijo
a Carrie que debería interrumpir la medicación. Un miércoles,
mientras l.i scfioi .i Mix y sus amigos rezaban a distancia, Carrie
126
se levantó de la cama, cosa que no había hecho en dos años.
Siguiendo las instrucciones, la joven se puso de pie, caminó y
empezó a mejorar. Poco se imaginaba que, debido al mal tiempo,
nadie salvo la señora Mix y su marido habían asistido a la
reunión de los miércoles, a pesar de lo cual sus oraciones dieron
resultado. La mayor alegría, escribió después, «fue de naturaleza
espiritual, ya que mi alma, que había anhelado tanto a Dios, se
encontraba ahora llena de una satisfacción hasta entonces
desconocida, un amor inexpresable crecía constantemente en mi
corazón [...], mi padre y mi madre rebosaban una infinita alegría
y gratitud hacia Dios».26 La socióloga de la religión Marie
Griffith afirmó que una función importante de los testimonios de
gratitud, las alabanzas y la alegría exuberante era fortalecer la
pertenencia al grupo y separar a los creyentes pentecostales de
los demás.
La gratitud hacia Dios por las curaciones sigue
ocurriendo hoy. Éste es el relato escrito de una mujer de 66 años
a quien entrevisté y que padeció poliomielitis cuando tenía 7
años:
Estábamos de vacaciones con toda la familia en
Miami, Florida. Mi hermano y yo habíamos estado
jugando con las olas en la playa, cuando sentí frío y me
puse a temblar. Mis padres me llevaron al hotel. Allí me
puse muy enferma y la fiebre me subió a 42 grados.
Recuerdo, vagamente, que mi padre me llevaba en
brazos, envuelta en una manta, por el pasillo del hotel
hasta el coche. Cuando llegamos al hospital, estaba
inconsciente.
Los médicos les dijeron a mis padres que no me
recuperaría y que deberían prepararse para lo peor.
Durante varios días y varias noches, todo el mundo
esperó que me muriera. De repente, la fiebre cesó. Mi
madre dijo que cuando me bajó la fiebre y me quitó las
horquillas del pelo, estaban oxidadas de tanto sudor.
127
Recuerdo muy bien cuando mi madre me lo
contaba y también la gratitud en su cara y en su voz
porque había sobrevivido. La experiencia de escucharla
dejó una profunda impresión en mí. Creo que es por eso
por lo que siempre me ha parecido que la vida es un
regalo, y que mi vida pertenece a Dios.
La mayoría de las personas no se da cuenta de que
la vida es un regalo hasta mucho después. Yo me siento
muy afortunada de haber sabido, siendo una niña, que la
vida es realmente un regalo muy preciado. Y eso es otro
regalo, ser consciente de la vida como un regalo.
Saber que estuve a punto de morir, y que
esperaban que muriese, me ha hecho sentirme
extremadamente agradecida de estar viva. ¡Doy gracias a
Dios por el regalo de mi vida! Y me gusta compartir mi
experiencia con otros, con la esperanza de que también
lleguen a ser conscientes de lo precioso que es el regalo
de la vida.

GRATITUD, AGENTES Y SEÑALES COSTOSAS


Párese a pensar en algunas de las cosas en las que creen
las personas religiosas, es posible que usted mismo. Entre ellas
puede que se incluyan creencias peculiares y bastante extrañas,
como seres espirituales ocultos, calles celestiales pavimentadas
con oro, vírgenes que dan a luz, lagos de fuego, muertos que
vuelven a la vida, etc. Los antropólogos afirman que no se
conoce ninguna cultura sin una u otra forma de religión. Los
eruditos científicos de la religión han ofrecido una variedad de
explicaciones para dar cuenta de la omnipresencia de rituales y
creencias religiosas. Sigmund Freud, entre otros, apoyó la
posición mejor conocida cuando fomentó la hipótesis de la
«religión como consuelo». Según esta idea, los rituales y
creencias religiosos confortan al creyente y son una manera de
buscar seguridad, certeza y control. Freud entendía que los seres
128
humanos sentimos miedo de las fuerzas hostiles de la naturaleza
y de nuestros propios impulsos inconscientes, por eso nos
inventamos un «Gran Papá» en el cielo, un superhombre so-
brenatural que nos proteja y nos mantenga a raya. Como otros
estereotipos, la teoría de Freud tiene su pizca de verdad. Muchas
creencias religiosas son reconfortantes, pero, al igual que otros
estereotipos, son demasiado simplistas. Las doctrinas religiosas
pueden ser tan desconcertantes como reconfortantes. Piense, por
ejemplo, en las imágenes apocalípticas del libro de la Revelación
o en la doctrina fundamentalista según la cual los no creyentes
serán barridos de la presencia de Dios para siempre. («Y les
arrojarán al horno de fuego: allí será el llanto y el rechinar de
dientes», Mateo 13:42). Me imagino que fueron pasajes de las
Escrituras como ése los que indujeron al famoso antropólogo de
la religión, Clifford Geertz, a llegar a la conclusión de que «a lo
largo de la historia, la religión ha perturbado a los hombres tanto
como los ha alegrado; y les ha obligado a un enfrentamiento
directo y frontal con el hecho de que han nacido para sufrir tanto
como les ha permitido evitar dicho enfrentamiento».27
No obstante, otro enfoque que intenta explicar los
orígenes de los rituales y las creencias religiosas proviene de las
ciencias cognitivas, que intentan comprenderlos como nuevos
retoños del funcionamiento de la mente y el cerebro. Creer en
Dios (o dioses) no requiere partes especiales del cerebro. Creer
en Dios (dioses) no requiere ni experiencias místicas especiales
ni coerción, lavado de cerebro o técnicas especiales de per-
suasión. Por el contrario, creer en Dios (dioses) es fruto del
funcionamiento de las mismas herramientas mentales de las que
proviene la vasta mayoría de nuestras creencias. Al fin y al cabo,
esta creencia en Dios (dioses) no equivale a nada extraño o
peculiar; por el contrario, es casi inevitable.28
Justin Barrett, en su libro Why Would Anyone Believe in
God? (¿Por qué iba a creer nadie en Dios?), sostiene que es el
diseño de nuestra mente lo que nos lleva a creer.29 Una
129
importante herramienta mental que todos utilizamos es lo que
Barrett denomina Dispositivo Hiperactivo de Detección del
Agente (HADD, en inglés). Los individuos tienen una fuerte
inclinación a interpretar las pruebas ambiguas como causadas
por un agente. Constantemente estudiamos nuestro ambiente en
busca de la presencia de otras personas y de agentes no humanos.
Es el HADD lo que nos hace suponer que nuestro ordenador
intenta deliberadamente frustrarnos, o que los círculos en las
cosechas son producidos por seres extraterrestres. Pero, más
relevante a la religión son las situaciones en que una sábana, una
cuerda para tender o un poco de neblina son reconocidas como
fantasmas o espíritus. Esta función del HADD, identificar
objetos como agentes, ha empezado a recibir bastante atención
por parte de los científicos cognitivos.
Un ejemplo de un acontecimiento que puede despertar la
detección de un agente es la siguiente historia real: Doug se
encontraba en un silo de grano cuando se produjo una explosión
de propano. Habiendo sobrevivido a la primera explosión, que
derrumbó las puertas e hizo saltar las ventanas, se resignó a morir
en la siguiente explosión. En lugar de eso, oyó una voz que decía
«todavía no» y sintió que lo elevaban por los aires, lo sacaban
por una ventana del segundo piso y lo depositaban fuera, en el
suelo. Momentos después, el silo y el granero saltaron por los
aires, transformándose en escombros. Dado que su cuerpo se
movió de una manera que no podía explicar fácilmente de
acuerdo con las creencias superficiales de su elemental esquema
de física, y que el movimiento que le salvó la vida, sacándolo por
la ventana, parecía encaminado a un propósito, el HADD de
Doug detectó un agente en juego, y registró la creencia
automática de que el suceso fue causado por un agente
desconocido. Pasar de esta creencia automática a otra reflexiva
que incluía agentes sobrenaturales era perfectamente natural
dadas las circunstancias.

130
Los círculos en las cosechas, intrincados dibujos
geométricas aparecidos misteriosamente en los campos de todo
el mundo, sería un ejemplo de una «huella» que el HADD podría
identificar como causada por agentes. Las personas no miran los
círculos en las cosechas y dicen: «Vaya, parece hecho al azar.»
No, tienden a creer que fueron causados por agentes, humanos o
sobrenaturales. Cuanto más inusual es un hecho desde la
perspectiva natural, más se inclina la gente a atribuirlo a la mano
de Dios, sobre todo si se trata de algo positivo y esas mismas
personas tienden a ver a Dios como el donante de todos los
regalos. Recuerden a los McCaughey.
Desde este marco teórico, pues, es fácil comprender por
qué las personas creen que todas las cosas buenas que les ocurren
en la vida, esas cosas buenas por las que se sienten agradecidas,
les fueron dadas intencionadamente para su propio bien. Nues-
tras herramientas mentales apoyan ese proceso de inferencia.
Sería mucho más antinatural ver esas cosas buenas como fruto
del azar o atribuirlas a la suerte o al destino. Visto así, la gratitud
es casi el resultado inevitable de cómo funciona nuestra mente.
Cuando no podemos atribuir a la benevolencia humana los
regalos que recibimos, las atribuciones a la bondad divina se
vuelven más probables. Por lo tanto, hay más probabilidades de
que las personas sientan una mano divina en las experiencias más
preciadas que no se pueden atribuir fácilmente al esfuerzo
humano, como el nacimiento de un bebé, la milagrosa
recuperación de una enfermedad o la reanudación de una amistad
perdida, para las que la gratitud a Dios es una respuesta
adecuada.
Una teoría contemporánea relacionada, que podría ser es-
pecialmente útil para comprender la función religiosa de la gra-
titud, es una perspectiva conocida como «teoría de las señales
costosas»30 (CTS, en inglés). Según esta teoría, los compor-
tamientos religiosos ya sean públicos o privados (por ejemplo,
actividades rituales como el ayuno, la oración, el culto y pagar el
131
diezmo) se pueden considerar «costosos» en el sentido de que
requieren un esfuerzo significativo sin la probabilidad de com-
pensación inmediata. En su papel de dispositivos de señales,
estos rituales y comportamientos religiosos pueden actuar como
indicadores fiables del compromiso (de la persona que los
representa) con la comunidad religiosa. Al participar en estas
prácticas religiosas, el adepto religioso está diciendo, de hecho,
«mirad, no dedicaría tanto tiempo a estas actividades inútiles e
irracionales a menos que estuviera seriamente comprometido
con el grupo». Ningún «listillo» (alguien que toma más de lo que
da) estaría dispuesto a participar de manera constante en
actividades rituales, aparentemente inútiles; así pues, es posible
separar la persona realmente comprometida de la que tiene poco
entusiasmo, examinando su disposición a cumplir con todas las
obligaciones rituales de la comunidad. Por ejemplo, los padres
pueden beneficiarse de mandar a sus hijos a las actividades
dominicales del colegio, pero si a los mismos padres se les pide
que dejen de beber, fumar y alquilar vídeos «para adultos», su
compromiso puede disminuir. Aquellos que están dispuestos a
abrazar estas «señales costosas» se volverán más comprometidos
y menos propensos a aprovecharse. Identificar quién está
conforme con las reglas y quién no lo está facilita la cohesión y
la cooperación del grupo, ya que uno puede confiar en no ser
explotado por los que se aprovechan.
Los teólogos y los líderes de la iglesia han reconocido la
efectividad de la expresión pública de la conformidad con las
formas rituales. Una expresión religiosa pública, como el
testimonio público de acción de gracias en respuesta a una
oración, autentifica el compromiso con el Dios y la comunidad
de fe propios. Este testimonio, si es repetitivo y sincero,
proporciona una prueba concreta del compromiso que no sólo
refuerza y fortalece la fe, sino que también indica a otros
creyentes el grado de compromiso personal con el grupo y con
la ideología compartida. Por ejemplo, el ritual familiar de dar
132
gracias antes de las comidas es un sencillo ejemplo de cómo las
prácticas de la acción de gracias se pueden inculcar dentro de los
grupos y conducir a un aumento de la cohesión. En su libro They
Cried to tbe Lord (Suplicaron al Señor), el teólogo de la
Universidad de Princeton, Patrick Millar, documentó el carácter
comunal de las alabanzas y el agradecimiento en la teología
bíblica.31 Cuando un individuo da pruebas de la misericordiosa
benevolencia divina, la fe de la comunidad se vuelve un «círculo
de dar gracias a Dios», y el efecto resultante es el aumento y el
fortalecimiento de los lazos comunales, y un poderoso
recordatorio al individuo de que, él o ella, no es ni autònomo ni
autosuficiente. Recuerde el testimonio de los McCaughey
después del nacimiento de sus septillizos o el de Carrie Judd,
después de su curación. Estas expresiones de gratitud no se
fingen fácilmente y sirven como señales a la comunidad del
compromiso del individuo con el grupo.

LA GRATITUD Y LA CREACIÓN DE SENTIDO


Una mujer con el síndrome pospolio a la que entrevisté,
escribió:
Una de mis experiencias de agradecimiento más
profundas la produjo el nacimiento de mi primer hijo. Me
había preguntado, durante mis años de juventud, si
tendría hijos, si podría cuidar de ellos con un solo brazo,
y si Dios me elegiría para bendecirme de esa manera.
Cuando nació mi hija, todas las enfermeras mostraron su
desconfianza en mi habilidad para cuidar de ella. No
obstante, me di cuenta de que Dios me había elegido para
bendecirme con una hija y que me bendeciría con las
necesidades físicas para cuidar de ella. Dado que Dios no
me había elegido para evitarme la polio, sabía que no era
seguro que llegara a tener un hijo. Por eso, cuando nació
mi hija, alabé a Dios por permitirnos, a mi marido y a mí,
gozar de la alegría de dar forma a un nuevo ser humano
133
para que fuera una bendición de Dios. Estábamos
excitados ante la magnitud de nuestro trabajo y me sentía
expectante y optimista. ¿Qué mayor propósito podía
tener mi vida que el de criar a otro ser humano? Ninguno,
y ésa era la dicha que sentía en mi agradecimiento. La
dicha de un significado y un propósito en la vida.
Para la mayoría de las personas, la religión sirve como
una lupa a través de la cual se percibe la realidad. Nace de la
necesidad de comprender o de encontrar algo comprensible en
los problemas existenciales a los que nos enfrentamos los seres
humanos. La religión garantiza que ocurra lo que ocurra a una
persona, ya sea bueno o malo, tendrá sentido. Este marco de
significado es particularmente importante a la hora de interpretar
o responder a la mayoría de los aspectos más desafiantes de la
vida, como el parto, el sufrimiento, la muerte, la tragedia y la
injusticia, pero la religión ofrece una manera de comprender los
sucesos mundanos al igual que los extraordinarios, que es
agradable y desagradable a la vez.
El psicólogo Kenneth Pargament describió el poder de la
religión para transformar el significado de los sucesos, como
sigue: «Cuando se ve lo sagrado funcionando a su antojo en los
sucesos de la vida, lo que a primera vista parece fruto del azar,
estúpido y trágico, se transforma en algo más, una oportunidad
para apreciar la vida más a fondo, una ocasión para estar con
Dios, un reto para ayudar a otros a crecer, o un acto de amor
previsto para evitar que ocurra algo peor.»32 Es en estos
momentos de mayor estrés y de búsqueda de significado cuando
la religión parece ejercer su más profunda influencia. Muchas
tradiciones religiosas ponen énfasis en la necesidad de
sobrellevar las dificultades de la vida, y en los posibles buenos
resultados. La mayoría de las religiones ofrece maneras de
comprender, reinterpretar y añadir valor a las dificultades y el
sufrimiento además de maneras de ver la obra de un Dios lleno
de amor. Para aquellos que experimentan injusticia, sufrimiento
134
o trauma, un sistema de creencias religiosas puede ser la manera
más infalible de dar significado a sus experiencias.
La misma contingencia se puede ver de maneras muy
diferentes dependiendo de los puntos de vista de la persona,
incluyendo sus creencias religiosas. Son muchas las opciones
que ofrecen las creencias religiosas para comprender el
significado de un suceso, entre ellas, la idea de que existe un
designio más grande, que los acontecimientos no ocurren al azar
o que de la lucha puede derivar el crecimiento personal. Algunos
creen que Dios no les cargaría con más de lo que pudieran
soportar, mientras que otros están convencidos de que Dios
intenta comunicar algo importante a través de un suceso o que el
suceso es un castigo de Dios. Por ejemplo, un estudio de los
cuidadores de un hospicio reveló que algunos evaluaban su
situación como parte del plan divino o como una manera de
ganar fuerza o comprensión de Dios, mientras que otros
contemplaban su situación como un castigo divino.33 Las
creencias religiosas específicas pueden conducir directamente a
la comprensión de sucesos particulares. La muerte y el pesar, por
ejemplo, pueden valorarse de manera muy diferente según las
creencias en el más allá. Muchas personas creen que los difuntos
siguen existiendo, que se reunirán con los fallecidos después de
muertos e incluso que pueden relacionarse continuamente con
ellos, si bien es cierto que de manera diferente. En Japón, un
estudio de ancianos que habían perdido recientemente a un ser
querido, reveló que los individuos con creencias positivas sobre
el más allá tenían la presión sanguínea más baja. Algunas creen-
cias tienen puntos de vista específicos sobre la muerte que in-
fluyen sobre la comprensión de ésta por parte de los devotos. En
otro estudio del dolor, una muestra de espiritualistas y científicos
cristianos negaban rotundamente la importancia de la muerte;
para ellos no era una situación dolorosa y, en consecuencia, no
experimentaban ningún dolor.34

135
Las reflexiones del pastor episcopaliano, John Claypool,
sobre la muerte de su hija de diez años, enferma de leucemia,
muestran el poder de la gratitud en medio del dolor:
Todo se vuelve más soportable cuando recuerdo
que Laura Lúe era, pura y llanamente, un regalo, algo que
no me había ganado, ni merecido, ni a lo que tenía
derecho. Y cuando recuerdo que la respuesta apropiada a
un regalo, incluso cuando lo pierdes, es la gratitud,
entonces me siento más capaz de dar gracias a Dios, para
comenzar, por haberme dado una hija.35
Además de las creencias explícitamente religiosas, como
la existencia de Dios y la posibilidad del más allá, la religión
puede orientar e influenciar otras convicciones que no lo son
tanto, como la fe en la justicia, el control, la coherencia, la
benevolencia del mundo y de otras personas, y la vulnerabilidad.
Muchos psicólogos han rebatido la idea de un mundo justo, es
decir, la tendencia de las personas a creer que reciben lo que se
merecen y se merecen lo que reciben. Mientras algunos con-
ceptos religiosos son consistentes con la idea del mundo justo (la
idea hindú del karma), otras concepciones teológicas desmontan
esta suposición. En cierta ocasión, después de dar una charla
sobre mi investigación a los feligreses de una iglesia local, uno
de los asistentes comentó que era una buena cosa que los seres
humanos no recibiéramos lo que nos merecíamos. De lo
contrario, según él, tendríamos dificultades para explicar el
porqué de tantas cosas afortunadas que nos ocurren en nuestra
vida, y que en apariencia, son independientes de nuestras
acciones y nuestros méritos. Aunque existe el problema del mal,
el porqué de que sucedan cosas malas a personas buenas, existe
el problema recíproco de la bondad, ¿por qué suceden cosas
buenas «incluso» a personas malas? La concepción cristiana de
la gracia es que Dios, en su bondad, dispensa favores infundados,
favores que no son merecidos ni ganados.

136
Aunque la religión facilita comúnmente la creación de
significados más positivos, las reinterpretaciones religiosas no
siempre son positivas. Por ejemplo, la gente a veces llega a creer
que Dios les ha hecho daño, ya sea de forma deliberada o a través
de la pasividad y el abandono. Estas conclusiones negativas en
la búsqueda de significado pueden llevar al dolor, la decepción,
la desconfianza y la rabia hacia Dios o incluso la duda sobre su
existencia. Piense en el siguiente relato de uno de los sujetos de
mi investigación, una mujer de 64 años con una enfermedad
neuromuscular:
Mis sentimientos de gratitud son fugaces y muy
espaciados. Padezco secuelas de la pospolio y siento una
gran rabia contra la enfermedad. Me ha privado de mi
habilidad para continuar mi carrera, que amaba de
verdad, y de seguir patinando (otra actividad muy
importante para mí), y tiene un efecto nocivo en mi vida
cotidiana. Tengo muchos dolores físicos, por no hablar
del estrés emocional. Prácticamente cualquier actividad
que quiero realizar (por ejemplo, ir de compras, viajar)
ha dejado de ser espontánea. En casa utilizo un bastón y,
si no, un andador. Mis sentimientos de gratitud son que
todavía puedo moverme y que disfruto de una movilidad
considerablemente superior a la de otras víctimas de la
polio.
En este momento de mi vida, mi relación con Dios
se encuentra varada. No me aporta consuelo ir a una
iglesia o rezar. Es posible que un día eso cambie, no
obstante, ésa es la realidad en este momento. No tengo
intención de quitarme la vida, pero hay días en los que
siento que preferiría irme de aquí lo antes posible.
Viktor Frankl, el psiquiatra vienés que sobrevivió los
campos de concentración nazis, describió la «voluntad de encon-
trar significado» como el motivo humano, básico y principal, y
argumentaba que el principal objetivo de la vida no es lograr
137
placer o poder, sino encontrar un significado y un valor a la vida.
Después de la pérdida de su esposa en el Holocausto, volvió a
casarse, escribió veinticinco libros, fundó una escuela de psico-
terapia, fundó un instituto que lleva su nombre en Viena, dio
conferencias en todo el mundo, y vivió lo suficiente para ver que
su libro El hombre en busca de sentido era traducido a veintitrés
idiomas y se vendían más de nueve millones de copias.
Frankl nos recuerda que la gratitud es una cualidad que
puede ser una parte permanente de nuestra vida. Ninguna
persona o circunstancia puede quitárnosla. Escribe:
Los que hemos vivido en campos de
concentración recordamos a los hombres que iban de
barracón en barracón, confortando a otros, dándoles el
último trozo de pan que les quedaba. Es posible que no
fueran muchos pero son la prueba de que todo se puede
arrebatar a un hombre excepto una cosa: la última de las
libertades humanes, que es, elegir su actitud en cualquier
tipo de circunstancias dadas.36
Una perspectiva espiritual de la gratitud refuerza la tesis
central de este libro: aquellos que viven bajo el aura de un
agradecimiento omnipresente, los G. K. Chesterton, los Victor
Frankl, los Kenny y Bobbi McCaughey de este mundo, recogen
las recompensas de una vida de gratitud. A la inversa, los que no
sienten gratitud por las cosas buenas de la vida, se privan de la
mejor experiencia de la misma.

RITUALES DE CONMEMORACIÓN
Aunque vivido en su mayor parte como un estado afecti-
vo agradable, un sentimiento de gratitud profundo requiere, a
veces, un esfuerzo considerable. Ahí es donde una formación
religiosa resulta tan valiosa. Comprometerse personalmente a
invertir energía psíquica en desarrollar una actitud, una visión
del mundo, de la propia vida como un «regalo» o del yo como
un «don», es un tema alentado y alimentado por las tradiciones
138
religiosas. De hecho, son numerosos los grupos que han
reconocido esta idea. Por ejemplo, muchos acontecimientos de
cariz religioso, como los días de reflexión o los retiros progra-
mados de una semana, tienen como tema recurrente la idea del
«regalo» (por ejemplo, aquellos influenciados por la espiritua-
lidad jesuítica), al igual que muchos grupos y organizaciones de
autoayuda (como Alcohólicos Anónimos). En general, buscar
tiempo diariamente para recordar momentos de gratitud
asociados incluso con acontecimientos mundanos o comunes,
atributos personales que uno tiene o personas valiosas que uno
encuentra, tiene el potencial de entretejer una trama de vida
sostenible de elevado significado personal, a la vez que nutre una
postura fundamental de vida cuya fuerza es decididamente
positiva. En este punto, una actitud agradecida no exige una vida
llena de comodidades materiales, sino una condición interior de
agradecimiento pese a las circunstancias de la vida.
Como he recalcado a lo largo de este libro, un aspecto
importante de la gratitud es el recuerdo. Las oraciones de
conmemoración alientan la gratitud, y las religiones hacen
oraciones muy bien.37 Las ceremonias de conmemoración
incluyen la oración diaria y prácticas menos frecuentes como la
comunión y la observación de las fiestas de guardar. En todas las
tradiciones religiosas existen ambas. Para los cristianos, la euca-
ristía o comunión se centra en recordar la Ultima Cena, donde
Jesús instruyó a los apóstoles para «hacer esto en conmemo-
ración mía». Comer el pan y beber el vino (o el zumo), es la
manera en la que los cristianos comparten y participan en la
muerte de Cristo.
Las fiestas sagradas de los judíos son oportunidades para
recordar. Uno de los momentos más sagrados para los judíos es
la Pascua, una fiesta que conmemora el paso de Dios por delante
de las casas de los niños de Israel, perdonando la vida de los
primogénitos recién nacidos. El libro bíblico del Deuteronomio
anima al pueblo de Israel a rememorar su exilio de Egipto, y a
139
que los israelitas se acuerden de Dios, ofreciéndole los primeros
frutos de su cosecha. La fiesta más importante de la fe judía es
Yom Kippur, un día que se ha escogido para recordar los pecados
que se han cometido contra Dios y contra otros. Los escritores
hebreos también hacen hincapié en que Yom Kippur puede ser
una ocasión para sentirse agradecidos por ser perdonados.
Las conmemoraciones no son necesariamente fechas reli-
giosas. La más popular en Estados Unidos es la fiesta de Acción
de Gracias, que incluye otra celebración, la de los primeros
colonizadores que festejaban su primera cosecha en el Nuevo
Mundo. Es probable que, incluso, los ateos y los agnósticos
aprovechen la cena anual de Acción de Gracias para hacer una
breve pausa y acordarse de dar gracias por la familia, los amigos
y la comida. No obstante, lo más probable es que sean las
personas religiosamente activas quienes observen rituales tra-
dicionales durante la fiesta de Acción de Gracias. Según una
encuesta realizada entre más de mil adultos, uno de cada ocho
encuestados planeaba celebrar el día de Acción de Gracias de
forma no tradicional o no lo había celebrado en absoluto en
2004.38 ¿Quiénes eran menos probable que cruzaran el río y
atravesaran el bosque para reunirse con los suyos y celebrar la
fiesta anual? Las personas no religiosas. El estudio reveló que
los individuos que no manifestaban preferencia religiosa o que
no habían atendido a los servicios de la iglesia recientemente,
tenían el doble de probabilidades de saltarse la fiesta tradicional
en comparación con aquellos que mantenían vínculos más
fuertes con la religión. Otro número de fiestas, sobre todo el Día
de los Veteranos, el Día de Conmemoración de los Caídos en las
dos guerras mundiales, y los Días del Padre y de la Madre,
también están pensados para hacer que nos detengamos un
momento y nos acordemos de dar las gracias.

¿AGRADECIDOS EN TODAS LAS


CIRCUNSTANCIAS?
140
Hay un último elemento de gratitud religiosa que merece
ser mencionado aquí. Con frecuencia, el agradecimiento a Dios
no sólo ocurre a la sombra del sufrimiento sino también, pa-
radójicamente, es posible a través de él. Un teólogo de Harvard,
Harvey Cox, incluye el «reconocimiento de la tragedia» como
uno de los rasgos característicos de las celebraciones religio-
sas.39 La festiva sensación de felicidad y celebración que es
evidente en las costumbres y rituales de la acción de gracias, se
yuxtapone en muchos casos con las pérdidas y las adversidades.
Festejar la cosecha causa alborozo dada la actividad plena de
esfuerzo que requiere; la tristeza de la pérdida de un ser querido
se compensa con el agradecimiento de su recuerdo.
No hay más que echar un vistazo a los primeros colonos
para encontrar ejemplos de vidas agradecidas en medio de
grandes penalidades. Más de la mitad de aquellas valerosas
almas que cruzaron el Atlántico, murieron al cabo de un año en
su nuevo hogar. Todas, excepto tres familias, cavaron tumbas en
el suelo rocoso de Nueva Inglaterra para enterrar un marido, una
esposa o un hijo. Pero habían oído hablar de la fiesta de la
cosecha de Israel: como Israel, al final de una excelente cosecha,
daba gracias a Dios por el botín de la creación, y también por
librarles de la cautividad y darles la libertad como personas. Y
ellos hicieron lo mismo. Comprendieron que su Dios era un Dios
al que debían dar las gracias y alabar tanto si los tiempos eran
buenos como si eran malos. Su gratitud no era selectiva, una
fachada de pensamiento positivo, sino una confianza profunda y
firme en que la bondad habita, en última instancia, en la faz de
la incertidumbre. Su acción de gracias se cimentaba en la
realidad de que la verdadera gratitud es una fuerza que surge de
las realidades del mundo, que demasiado a menudo incluye el
padecimiento, un sufrimiento abrumador.
Seguramente, ésta fue la actitud que guió a los
McCaughey, con quienes empecé este capítulo. A pesar de su
predisposición hacia la vida, agradecida y llena de esperanza,
141
eran absolutamente conscientes de los riesgos potenciales y de
las complicaciones asociadas con los partos múltiples. Tenían
todos los miedos y preocupaciones normales de los padres que
esperan un hijo, multiplicados por siete. Este sentimiento se
expresa en las estrofas del canto religioso contemporáneo
Bendito sea el nombre del Señor, que todas las semanas se
escucha en las grandes iglesias de la nación:

Bendito sea tu nombre


En el camino marcado por el sufrimiento
Aunque haya dolor en la ofrenda
Bendito sea tu nombre.

Las bendiciones que nos das


Las convertiré en alabanzas
Cuando nos envuelva la oscuridad, Señor
Seguiré diciendo Bendito sea el nombre del Señor
Bendito sea tu santo nombre.

A ti, que das y tomas


A ti, que tomas y das
Mi corazón elige decir
Señor, bendigo tu nombre.40

GRATITUD CON «G» MAYÚSCULA


En marzo de 1999 tuve el privilegio de asistir a la
Asamblea Mundial de Acción de Gracias, una reunión de líderes
religiosos y espirituales de más de treinta naciones. El evento de
tres días se celebró en el Centro para la Acción de Gracias
Mundial, en la plaza de Thanksgiving en Dallas, Tejas. Sí, existe
un lugar así. Lo creó un hombre de negocios de Dallas, Peter
Stewart, quien, en la década de 1960, vio la necesidad de un lugar
donde personas de todos los credos y religiones pudieran
reunirse y expresar su humanidad en común. La plaza se alza en
142
un predio de tres acres, triangular y en pendiente, en el
mismísimo centro de Dallas, con la capilla dominando desde lo
más alto. La forma de la capilla se describe, a menudo, como
simbólica e incluso mística, en la que el concepto de gratitud se
expresaría en la espiral ascendente.
En 1977, gracias a los esfuerzos de la plaza de
Thanksgiving, la Asamblea General de las Naciones Unidas
aprobó una resolución proclamando 2000 el Año Internacional
de Acción de Gracias. En una ceremonia, celebrada en 1999 para
conmemorar el sello emitido por las Naciones Unidas ese año,
dicho organismo recalcó que «la acción de gracias forma parte
de la naturaleza humana y se observa en todo el mundo: une las
comunidades humanas, y fomenta la hermandad y la reparti-
ción».
El banquete organizado con motivo de la reunión de la
Asamblea Mundial se celebró en el gran salón del deslumbrante
Hotel Fairmont Anatole. Llegué temprano con la esperanza de
encontrar algún conocido y sentarme a su lado. Para mi horror,
descubrí que los asientos habían sido preasignados, lo cual tenía
sentido después de pensarlo. Sencillamente no puedes tener
dignatarios religiosos peleándose por un asiento en medio de un
barullo de sillas. Después de localizar mi mesa, conocí a mis
compañeros de velada esa noche. A mi derecha se sentaba David
Steindl-Rast, monje benedictino y uno de los maestros más
famosos del mundo en el tema del agradecimiento. El hermano
David había escrito varios libros sobre la vida contemplativa y
había dado conferencias y talleres en Estados Unidos, Europa, y
Asia. Nacido en Viena, había estudiado arte, antropología y
psicología y ahora vive en un monasterio situado en el norte del
estado de Nueva York. A mi izquierda, se sentaba un sij, el
doctor Jaswant Singh Neki, profesor de psiquiatría en el Instituto
Indio de Ciencias Médicas en Nueva Delhi. Mike Rediker, un
licenciado del Seminario Teológico de Dallas (afiliado al
Seminario Teológico de los Baptistas del Sur), era el cuarto
143
comensal. Sería difícil imaginar un cuarteto más teológicamente
diverso, que los cuatro hombres sentados a aquella mesa.
Reconociendo mi vena oportunista de investigador,
descubrí de inmediato la oportunidad, única en la vida, de
sondear ideas para una propuesta de investigación sobre la
gratitud que tenía que presentar con objeto de conseguir fondos.
Pasé la mayor parte de la noche hablando con Steindl-Rast, que
estaba sentado a mi lado. En el instante de conocerlo, ya
comprenderán por qué, incluso si no hubiera sido monje, el título
de Hermano le habría hecho justicia: enseguida tuve la sensación
de estar con un miembro muy querido de mi familia. Sondeé la
mente del hermano David en busca de ideas sobre el significado
del agradecimiento y su asociación con la humildad, que tal y
como me recordó, proviene de la raíz latina humus o suciedad.
Después aprendí que Emmanuel Swedenborg, un teólogo y
científico sueco del siglo XVIII, escribió que aquellas personas
que sienten amor hacia el prójimo y bendicen a Dios se hallan en
una esfera de gratitud o estado divino, y viven por lo tanto en el
paraíso. Por consiguiente, es a través de la gratitud que tenemos
la habilidad de vivir en un estado de alegría y paz; a su manera,
paradójica y elusiva, la gratitud es la puerta a muchos regalos del
cielo. Pero la puerta es pequeña, y Swedenborg nos recuerda que,
para entrar, debemos inclinarnos con humildad.
Si tuviera que elegir una persona a la que pedir consejo
de cómo vivir, sería el hermano David. Sus consejos eran
sencillos pero profundos: despierta, mantente alerta, y ábrete a la
sorpresa. Si das gracias y alabas al Señor, entonces descubrirás
la plenitud de la vida, o mejor dicho, la gran plenitud de la vida.
Este es el mensaje que él vive. En aquel momento, a sus ochenta
años, sus ojos seguían brillando con la fuerza de la vida.
Según transcurría la velada, bajé la guardia como científi-
co. Cuando lo hice, fui capaz de experimentar el momento como
una extraña oportunidad de apreciar la humanidad y diversidad
de los otros. No recuerdo el instante en que pasó esto, pero sí que
144
experimenté un estado de fluidez en el que conseguí perder la
conciencia de mí mismo y de todo lo que me rodeaba, a pesar de
encontrarme en un salón de baile abarrotado con quinientas
personas. Fue en este instante cuando creo que experimenté la
diferencia entre lo que algunos llaman «gratitud con g
minúscula» y «gratitud con G mayúscula». El poeta Edward
Arlington Robinson, ganador del Premio Pulitzer, escribió que
hay «dos clases de gratitud: la repentina que sentimos por lo que
recibimos; la más intensa que sentimos por lo que damos». La
gratitud con «g minúscula» es la gratitud que sentimos por los
beneficios que hemos recibido, por lo que otros nos dan. La
gratitud con «G mayúscula», por otro lado, es la gratitud por las
contribuciones que hacemos. Es el dar de la acción de gracias.
Esto ilustra una verdad profunda sobre la gratitud. Cuando
hacemos el regalo de la gratitud, con el espíritu adecuado,
genuinamente con el corazón, recibimos tanto o más a cambio
por dar gracias que el receptor por recibirlas. Cuando estamos
realmente agradecidos, somos llevados a experimentar
situaciones en la vida de maneras que incitan en nosotros una
actitud abierta para conectarnos con el mundo, y compartir y
aumentar la misma bondad que hemos recibido. Es el
sentimiento de conexión con la humanidad que emerge de una
sensación de asombro y de júbilo lo que nos brinda el participar
en la intrincada red de la existencia.
Era esta forma más grande de gratitud lo que yo sentía
según avanzaba la velada. Esta clase de gratitud tiene menos que
ver con el intercambio de beneficios y más con una relación
emocional que está asociada con el amor, la vinculación afectiva
o emocional, y la empatía. Uno descubre este sentido más grande
de la gratitud en un momento estelar cuando el corazón se abre
y vemos, con toda claridad, las grandes cosas buenas de la vida.
Se afila la conciencia y entendemos la gratitud como una fuerza
espiritual que recorre todo el mundo. Cuando regresé a la
habitación de mi hotel, tenía la sensación palpable de que algo
145
especial había ocurrido esa noche. Fue una ocasión que no
olvidaría rápidamente.
Este vínculo entre la gratitud y el amor no podría
expresarse con más elegancia que la del poema, escrito por un
paciente de 54 años, operado de un trasplante de pulmón, y que
participó en nuestro proyecto sobre la gratitud y la calidad de
vida en receptores de órganos. Lo leyó como una oración en una
comida de Acción de Gracias, una vez que se hubo recuperado
de la intervención:

Mi mejor amigo

Mientras lucho por sobrevivir


Y mis días se vuelven escasos
Has querido ayudarme
Tú, mi mejor amigo al que nunca conocí.

Los días se han convertido en una carga


Mientras me aferró a mi única esperanza
Mi familia sufre conmigo
No tengo escapatoria.
Dios tenía un plan para mí
Para ti, amigo mío, tenía otro
Que nuestros caminos se cruzarían un día
Mientras nuestras vidas se acercaban al final.

Nuestro Padre te necesitaba en el cielo


Los ángeles te llevaron a El
Por eso te escogió
Sólo a ti, en toda la tierra.
¡Dios mío! ¡Dios mío! imploraba tu familia
Mientras te arrancaban del mundo
Se debía pagar un precio
Pero ¡oh! Era el de un inocente.
146
Demostraste tu amor por los demás
Antes de que se dieran cuenta
Tu amor es un testimonio vivo
Yo estoy vivo por ti.

Tu amor por mí, mi amor por ti


Ojalá llegara a conocerse
Muy pocos en este baile terrestre
Conocerán el amor que has demostrado.
Que alguien dé su vida a otro
No existe amor más grande
Cómo podré nunca pagar la deuda
Mientras los ángeles te llevan con ellos.

Por eso, cada mañana al despertar


Doy gracias al Señor por ti
He sido bendecido contigo y con tu amante familia
Tú, mi mejor amigo al que nunca conocí.

5
Un delito antinatural: la ingratitud y otros
obstáculos para una vida agradecida
El huracán Katrina asoló la costa del Golfo de México a
finales de agosto de 2005. La tormenta fue el segundo desastre
147
natural más costoso, en cuanto a pérdidas humanas y
económicas, de la historia de Estados Unidos. El gobierno
federal declaró que la catástrofe afectaba a alrededor de 233.000
kilómetros cuadrados, una superficie casi tan grande como el
Reino Unido. Más del 80 por ciento de la ciudad de Nueva
Orleans se inundó. Más de un millón y medio de personas tu-
vieron que ser evacuadas. A diferencia de sus habitantes, la
mayoría de nosotros tuvo el lujo de ver el huracán Katrina por
televisión en lugar de luchar por la supervivencia en medio de la
destrucción que desató la tormenta. A pesar de todo nos sentimos
abrumados por las imágenes de desesperación y despecho
transmitidas desde la costa del Golfo. La respuesta a la
devastación dada por los estadounidenses fue rápida y
contundente mientras el Katrina batía otro récord, esta vez en el
área de las contribuciones benéficas. Tanto si se trataba de
contribuir con tiempo, víveres, sudor o dinero al contado (una
niña de 11 años donó 6.000 dólares que había reunido con su
puesto de limonada), hubo una avalancha de donaciones récord
y, cinco meses después del desastre, la cifra de recaudaciones
alcanzó los 5.000.000 de dólares,1 más del doble de lo que se
recaudó después de los trágicos sucesos del 11 de Septiembre.
Como muchos estadounidenses, Tanya y Tracey
Thornbury de Montevideo, Minnesota, pensaron que su deber
era hacer algo después de la destrucción causada por el Katrina.
A través de Internet se ofrecieron a abrir su hogar a los
damnificados del huracán. Después de haber enviado un e-mail
a un refugio en Baton Rouge, se puso en contacto con ellos
Nicole Singleton, una mujer de 33 años, sin recursos y madre
soltera de seis criaturas, que había visto su ofrecimiento en el
tablón de anuncios. Tanya y Tracey dieron la bienvenida a la
señora Singleton, sus seis hijos, con edades comprendidas entre
los 3 y los 16 años, y a la abuela Dot, en su hogar Victoriano en
la Minnesota rural, a 2.093 kilómetros de Nueva Orleans.

148
Al principio, las cosas parecían ir bien. Los tres hijos de
los Thornbury recibieron a los seis niños Singleton con los
brazos abiertos, compartiendo con ellos sus habitaciones y sus
vidas. De camino al aeropuerto para dar la bienvenida a sus
huéspedes, Tanya se detuvo en una superficie comercial, y
compró a Nicole una bata de baño, un pijama y unas chanclas.
Ayudó a Nicole a encontrar trabajo y le ofreció su ayuda para
tomar decisiones económicas relacionadas con las ayudas que
recibía del gobierno federal. Quiso a las seis criaturas Singleton
como si fueran sus propios hijos. Aceptó los costes de un hogar
habitado por muchas más personas, lo que incluía el doble de
gasto de electricidad y el triple de gasto de gas natural. Tanya,
que era pintora, renunció a su soleado estudio, donde tenía el
caballete y las pinturas, para que Dot y la hija más pequeña de
Nicole, Juju, pudieran dormir juntas. Aunque recibieron ayuda
en forma de donaciones, los Thornbury pagaron los gastos de la
casa de su bolsillo.
Esta mezcla de familias, pronto resultó ser mucho más
difícil de lo que nadie se imaginaba. La convivencia está llena de
dificultades, y no digamos cuando se trata de familias de culturas
totalmente dispares. Al poco de su llegada, la señora Singleton
mencionó que tenía un novio que estaba encarcelado en
Luisiana, pero se negó a explicar el motivo, admitiendo sólo que
era «un mal chico». Los Thornbury se sintieron comprensible-
mente inquietos ante la posibilidad de tener a un presidiario en
casa, pero Nicole comenzó una correspondencia furtiva con él, y
le informó de dónde vivían. Dot, la madre de Nicole, se negó a
vivir de acuerdo con las reglas de la casa y permitía a sus nietos
ver películas violentas e inapropiadas, en presencia de los niños
Thornbury. Al descubrir que no había cadenas de radio locales
que emitieran música de rap y hip-hop, Nicole y su hija mayor
Helen, quisieron descargar música de Internet. Tanya dijo que
no, en parte para proteger el ordenador de posibles virus, y en
parte para mantener una diminuta parcela de intimidad. Las
149
tensiones aumentaron, las disputas y las peleas se hicieron más
y más frecuentes. La policía y los servicios sociales tuvieron que
intervenir frecuentemente. Al final, el drama diario colmó la
paciencia de las dos familias. Seis semanas después de haber
empezado, la convivencia llegó a su fin y los Singleton se
mudaron a una casa que les habían ofrecido en Minneapolis. Al
abrir su hogar y sus corazones, los Thornbury habían hecho
importantes sacrificios, sin embargo, pensaban que sus buenas
obras habían chocado, en gran parte, con la ingratitud de los
Singleton. Sentían que se habían aprovechado de ellos. Tracey
Thornbury juró: «No pienso volver a ayudar a nadie en lo que
me queda de vida.»2
A veces, como demuestra este ejemplo, las personas reci-
ben dádivas y, por razones complejas, reaccionan con ingratitud.
El acto de dar y recibir un regalo engloba una amplia variedad
de percepciones, estados psicológicos y emociones conflictivas
divergentes. La dinámica de dar y recibir, la relación entre
donante y receptor, las motivaciones percibidas por cada uno, y
las historias anteriores en situaciones similares influencian el
grado de gratitud que se experimenta, y la manera en que se
expresa. A veces, los regalos traen alegría, en otras ocasiones,
vienen acompañados de orgullo y, si ciertas circunstancias están
presentes, también pueden acarrear envidia, odio, avaricia y
celos.3
Una explicación a esto sería el hecho de que la promesa
de un regalo o la amenaza de no recibirlo pueden actuar como
potentes herramientas de control social. A veces, no tiene graves
consecuencias. Dudo, sinceramente, que mi esposa y yo seamos
los únicos padres en el mundo que intentan proteger a sus hijos
de la explotación anual del poder de Santa Claus para dar o
negar. Tal vez los Singleton encontraron opresiva la caridad de
los Thornbury, y sabotearon su buena voluntad para reivindicar
su autonomía y libertad personales. Su historia nos recuerda que
recibir un regalo puede colocarnos en una posición de
150
inferioridad. Los Singleton, al principio, aceptaron el regalo de
un lugar donde cobijarse, pero luego, cuando les cogieron manía,
acabaron insultando a sus benefactores, no tuvieron en cuenta las
reglas de la casa, y por lo visto, llegaron a cuestionar el motivo
de su generosidad. Sintiéndose aceptados con reservas, a Nicole
Singleton le resultaba imposible creer que los Thornbury
entendieran realmente su suplicio. Es posible que le agobiara el
peso de las obligaciones, y que la ingratitud eliminara cualquier
necesidad futura de corresponder. Si el beneficiario piensa que
el motivo de un regalo es hacer que el donador se sienta generoso
y altruista, o que el regalo se hizo para poner al otro en su sitio,
volviéndolo incapaz de desafiar a la sociedad que ha permitido
que se convierta en indigente porque un regalo tan «generoso»
se ha cruzado en su camino, entonces mal o bien, esa percepción
destruirá la gratitud. Cualesquiera que fueran las dinámicas del
caso, el intenso resentimiento por parte de los Singleton hacia
sus benefactores minó cualquier oportunidad de que
experimentaran una sincera gratitud.
La gratitud requiere no sólo que el donador haga un
regalo sino que ese regalo sea valioso para él, es decir, que sea
«algo especial». Para que el beneficiario se sienta agradecido en
un sentido emocional, debe saber que el acto de dar obligó al
donador a quedarse sin algo, a renunciar a alguna oportunidad, a
desprenderse de algo de valor, como mínimo, a hacer un esfuerzo
de verdad.
Ésa es la razón por la que la magnitud de la gratitud que
sentimos cuando recibimos un regalo no tiene nada que ver con
el valor de éste. El acaudalado hombre de negocios, que pide a
su secretaria o a un empleado que le escoja obsequios caros y los
envíe a diferentes destinatarios, no despertará una gratitud
duradera en aquellos que figuran en su lista de regalos. Los
favorecidos sabrán que el regalo no le costó nada en lo que a
esfuerzo se refiere y que la pérdida de dinero tampoco le

151
significó mucho. De hecho es posible que se sientan más agrade-
cidos al empleado, que mal pagado y bajo presión, hizo un
esfuerzo que le costó más a él que el dinero y la supervisión
costaron al «generoso» donador.
El grado por el cual sentimos gratitud siempre gira
alrededor de este cálculo interno y secreto del precio. Es
intrínseco a la emoción, y perfectamente lógico, que no sintamos
tanta gratitud por los regalos que hemos recibido y que han costa-
do poco o nada al donante. No obstante, hay otro factor im-
portante: nuestro grado de gratitud está influenciado por nuestra
percepción de los motivos que hay detrás del regalo. Dado el
placer que acompaña la gratitud, puede parecer que la ingratitud
es una negación del placer, un acto contrario al hedonismo,
supuestamente motivado por el impulso de castigar o hacerse
daño a uno mismo o al otro. Un deseo de hacerse daño a uno
mismo y al donador a través de la ingratitud es un obstáculo
significativo para experimentar y expresar agradecimiento. Sin
embargo hay otros impedimentos para la gratitud, psi-
cológicamente menos complejos.

OBSTÁCULOS PARA LA GRATITUD


Nunca me ha resultado fácil ser un practicante disciplina-
do de la gratitud. Cuando examino mi vida, me duele ser cons-
ciente de los poderosos elementos que funcionan en contra de la
gratitud. Un número de cargas personales y de obstáculos
externos pueden bloquear las emociones de agradecimiento, los
pensamientos agradecidos y las acciones agradecidas. Para re-
coger los beneficios del pensamiento agradecido, los obstáculos
deben ser reconocidos, enfrentados y superados.

Los prejuicios negativos


Hasta cierto punto es natural ignorar las cosas buenas o
incluso quejarse de ellas. Es posible que esto sorprenda a

152
muchos, dado que la mayoría de las personas creemos estar agra-
decidas por los beneficios que hemos recibido. Pero no debería
sorprendernos, porque los psicólogos han identificado una
tendencia natural de la mente a «percibir una entrada como
negativa».4 Este «prejuicio negativo» supone que hay más
probabilidades de que las emociones y pensamientos entrantes
sean desagradables que agradables. Además, el prejuicio
negativo parece ser un fenómeno muy real con una sólida base
neurofisiológica. En lenguaje más sencillo, esto significa que
para algunos de nosotros ser gruñones es algo natural.
A riesgo de complicar demasiado las cosas, debería seña-
lar que, de hecho, funcionan dos tendencias opuestas. Científicos
que estudian los procesos emocionales han llegado a la
conclusión de que existe una tendencia general por la que eva-
luamos los sucesos, los objetos y las personas neutrales como
ligeramente positivas. Un «contrapeso positivo» es un prejuicio
ligeramente positivo en el humor que caracteriza a la mayoría de
las personas, la mayor parte del tiempo.5 En otras palabras,
cuando no les ocurre ningún hecho significativo, la mayoría de
las personas va por ahí de buen humor. Pero nuestro sistema
emocional está dispuesto para reaccionar negativamente cuando
algo significativo ocurre en nuestro ambiente. El prejuicio
negativo nos sugiere una valoración prudente y, si fuera
necesario, una retirada rápida que sin duda tiene algún valor para
la supervivencia. También hay diferencias entre las personas en
estas tendencias. En individuos con tendencia a experimentar los
prejuicios negativos, se da un sustancial impedimento para sentir
agradecimiento. Algunos de nosotros, simplemente, no
sabríamos vivir la vida sin quejas ni resentimientos. Estamos
acostumbrados a un modelo de negatividad. No sabemos si nos
podemos permitir el lujo de ser agradecidos.
En nuestros experimentos sobre la gratitud descritos en
el capítulo 2, contrastaba la condición de escribir los problemas
con la condición de contar las cosas buenas. En lugar de
153
concentrarse en las cosas por las que estaban agradecidos, a los
sujetos del grupo de problemas se les pidió que escribieran sus
quejas, las cosas que iban mal en su vida. Nunca hemos
encontrado un sujeto en la investigación que haya tenido
dificultades en comprender lo que le pedíamos o en dar con una
lista de problemas. Siempre que defino los problemas en las
charlas que doy, hay unas invariables risitas y gestos de cabeza
afirmativos entre el público. La verdad es que, en ausencia de
esfuerzos conscientes para construir y sostener una cosmovisión
de agradecimiento, caemos en patrones emocionales negativos,
incluido el dar por hecho la bondad. El resultado final es que esta
tendencia natural de omisión debe ser anulada por un proceso
consciente. Sin esa intervención consciente, estamos prisioneros
de un sistema de procesamiento de la información que parece
empeñado en maximizar nuestra angustia emocional y
minimizar la experiencia positiva.
A pesar de que «lo malo es más fuerte que lo bueno»,
contamos con la ayuda del envejecimiento. Una sugestiva y
reciente investigación neurocientífica ha revelado que las áreas
del cerebro responsables de procesar información negativa
muestran una disminución de la actividad con la edad, mientras
mantienen o incluso aumentan la reacción a la información
positiva.6 Aunque suena a bendición que haya algo que esperar
con ansia cuando envejecemos, una corazonada me dice que
preferiríamos controlar las emociones y los pensamientos
negativos mucho antes.

Incapacidad para reconocer la dependencia7


La novela de Charles Dickens Grandes esperanzas es una
historia atemporal donde la gratitud y la ingratitud son resaltadas
como elementos centrales de la condición humana. Durante la
mayor parte de la novela, Pip, el protagonista, da por sentada la
benevolencia de su cuñado Joe Gargery, que ha sido su amigo y
protector toda su vida. Cualquier pizca de gratitud que Pip es
154
capaz de sentir, es rechazada por su egoísta ambición. Pip no
siente más que desprecio por Magwitch, su secreta benefactora.
Incluso en la escena de la gran revelación cuando descubre la
verdad sobre Magwitch, su respuesta inicial no es de gratitud
sino de asco y desilusión:
No podría haber dicho una palabra aunque
hubiera sido para salvar mi vida. De pie, con una mano
en el respaldo de la silla y la otra en el pecho, donde
sentía que me ahogaba, así estuve, mirándolo con los ojos
desorbitados, hasta que me agarré a la silla, cuando la
habitación empezó a moverse y dar vueltas. Él me cogió,
me llevó hasta el sofá, me recostó sobre los cojines y,
delante de mí, apoyó una rodilla en el suelo, acercando el
rostro, que ahora recordaba bien, y ante el que me
estremecí, muy cerca del mío [...], la aversión que sentía
hacia aquel hombre, el miedo que me causaba, la
repugnancia con la que lo esquivaba, no habría sido
mayor si hubiese sido una bestia terrible [...], cogió mis
manos y se las llevó a los labios, mientras a mí se me
helaba la sangre.8
Como Pip, muchos de nosotros vivimos bajo la ilusión de
la autosuficiencia: la predisposición a no reconocer lo mucho que
necesitamos a los demás. Esta predisposición debilita la gratitud.
¿Por qué nos cuesta admitir que nos sentimos y deberíamos
sentirnos en deuda con alguien que es nuestro benefactor y que
nos ha ayudado en alguna manera? No nos gusta (en particular a
nuestra sociedad) pensar que estamos en deuda. Preferimos
pensar que nuestra buena suerte es obra nuestra (mientras que las
pérdidas y los sufrimientos no lo son). Al igual que la emoción
de la confianza, implica una admisión de nuestra vulnerabilidad
y de nuestra dependencia de otras personas. Pero, tal y como le
sucede a Pip, a veces tenemos la oportunidad de saber quiénes
son nuestros verdaderos benefactores antes de que sea
demasiado tarde.
155
En su famoso ensayo titulado Los regalos, Ralph Waldo
Emerson escribió:
La ley del beneficio es un canal peligroso, que
requiere una navegación cuidadosa [...] no es el cometido
de un hombre recibir regalos. ¿Cómo te atreves a
hacerlos? Deseamos autoabastecernos. No perdonamos
del todo a los que nos obsequian. La mano que nos da de
comer, corre peligro de ser rechazada [...]. A veces,
odiamos la carne que comemos, porque nos parece que
hay una cierta dependencia degradante en vivir de ella.9
En la década de 1980, la difunta psicóloga social Shula
Sommers estudió las actitudes hacia la gratitud (y otras
emociones) en las sociedades estadounidense, alemana e israelí.
Pidió a varios sujetos que respondieran a una serie de preguntas
relacionadas con su vida emocional, evaluando qué emociones
les gustaba más experimentar, cuáles detestaban tener, cuáles
preferían «guardarse dentro», y cuáles veían como constructivas
y destructivas. Descubrió que los estadounidenses, en general,
situaban la gratitud en un escalafón comparativamente bajo en
conveniencia y utilidad, y que los hombres estadounidenses en
particular tendían a ver la experiencia de la gratitud como
desagradable. Algunos, de hecho, consideraban la gratitud como
una emoción humillante. A los hombres de más edad les
resultaba difícil expresar esta emoción de manera abierta y un
tercio de los varones afirmó que prefería ocultar los sentimientos
de agradecimiento. En contraste, ni una sola mujer en el estudio
dijo que le resultaba difícil expresar gratitud de manera abierta.
Pero, por incómodo que nos resulte a los hombres, necesitamos
reconocer que ninguno de nosotros es completamente
autosuficiente y que no podemos prescindir de la ayuda de otros.
Negar lo que es una verdad obvia no es sólo engañarse a uno
mismo. Es ser una persona de poco carácter, independientemente
del resto de nuestras virtudes, ya que expresar gratitud es
reconocer que alguien te ha procurado un beneficio.
156
¿Cómo se pueden tratar los temas de dependencia para
aumentar en lugar de inhibir la gratitud? El psicólogo Charles
Shelton nos habla de una mujer de mediana edad que se había
ido a vivir a un nuevo apartamento. Ella contaba:
Mientras estaba allí, de pie, mirando mi
alrededor, me di cuenta de que casi todo lo que había en
ese apartamento me lo habían dado otros. Buena parte era
de mi familia pero algunas cosas eran de amigos,
compañeros de trabajo y familias de los estudiantes a los
que había dado clase. Lo que veía (mirando el
apartamento) eran cosas materiales, pero aquellas cosas
materiales me recordaban todos los regalos no materiales
que había recibido de esas mismas personas. Pensé en mi
niñez, y en que no habría crecido si otros no me hubieran
ayudado y cuidado de mis necesidades durante el camino.
Me sentí verdaderamente agradecida a Dios y a todas
aquellas personas por todo lo que me habían dado y
hecho por mí. También me vi a mí misma de otra manera.
Era consciente de mi interdependencia de otros y de que
no había podido, ni habría podido, vivir la vida sola. Creo
que eso me hizo menos egocéntrica. Era más fácil
decirme que no necesitaba hacer todo yo sola, aunque aún
hay veces que me cuesta admitirlo.
Lo que esta mujer nos enseña es que la interdependencia
no es lo mismo que la dependencia, sino más bien una alegre
sensación de depender de los demás que alienta un
agradecimiento sincero. Para ella, la interdependencia es similar
a la confianza en que abraza y expande el yo, en lugar de
encogerlo.

Conflictos internos y psicológicos


Muy relacionados con la incapacidad de admitir que no
somos autosuficientes se encuentran los conflictos internos que
experimentamos cuando expresamos emociones íntimas y
157
positivas. Como sugiere la investigación de Sommers, es más
problemático para los hombres que para las mujeres, al menos
en la cultura estadounidense. Dado el énfasis general de nuestra
cultura en la contención de las expresiones emocionales, junto
con una tendencia natural a buscar la expresión, no sorprende
que los individuos sean ambivalentes en la expresión de sus
emociones. Hace unos años, Laura King y yo nos fijamos en el
predominio de los conflictos internos en la vida emocional de las
personas.10 Razonamos que aunque el curso natural de una
emoción exige su expresión, en función de las consecuencias
negativas percibidas, los individuos se inhiben a menudo de
expresar sus sentimientos. Creamos un cuestionario para medir
la ambivalencia de la expresión de las emociones, que incluía
puntos como «intento demostrar mi afecto a los seres queridos,
aunque a veces tengo miedo de parecer débil o demasiado
sensible», «recuerdo una época en la que deseé haberles dicho a
algunas personas lo mucho que realmente me importaban», y «es
difícil encontrar las palabras adecuadas para decirles a otros lo
que realmente siento». En nuestra investigación, encontramos
que las personas que obtuvieron una puntuación alta en la
medida de ambivalencia afirmaban padecer niveles más
elevados de angustia emocional y psicológica que las personas
que se sentían a gusto con sus niveles de expresividad.
No obstante, hay ocasiones en las que los sentimientos
reprimidos muy adentro salen a borbotones a la superficie. Otro
sujeto del grupo de investigación, un hombre de 55 años, con un
reciente trasplante de corazón, recordaba su niñez y la muerte de
su padre cuando él tenía 26 años. Incluyo todo el relato porque
es muy conmovedor:
De muy joven, crecí con la sensación de que «los
hombres de verdad no lloran», y me enorgullecía de
controlar mis emociones y no mostrar nunca mis
lágrimas. Ni siquiera enamorarme, casarme y formar una

158
familia cambió este estoicismo. Así son los hombres
fuertes.
Cuando murió mi padre de un ataque al corazón
en 1969, yo era el hijo mayor y ayudé a mi madre a
organizar el funeral. Incluso en esta nueva experiencia,
me sentía orgulloso de no tener sentimientos. No derramé
ninguna lágrima a pesar de la pérdida. Mi padre tenía 50
años cuando murió. Yo había estado con él en el hospital
unas horas antes de que falleciera, dándole de comer y
afeitándolo, viendo por primera vez lo vulnerable que se
había vuelto. Siempre había sido muy autosuficiente,
ofreciéndonos un estilo de vida, vital y sano de «yo
puedo» en todo lo que hacía. Disfrutaba las emociones de
ser verdaderamente humano y no tenía miedo de mostrar
ese lado de sí mismo, aunque mirando hacia atrás, no
recuerdo que me abrazara o me dijera «te quiero».
Pertenecía a una generación que expresaba sus
sentimientos de otras maneras.
La mañana del funeral de papá estaba tan
impasible como siempre, sintiéndome muy hombre por
poder estar allí, junto a mi madre, en un momento tan
duro sin mostrar lágrimas o emociones. Cuando el
servicio religioso se acercaba al final, guié la procesión,
con mi madre cogida del brazo, que seguía lentamente el
féretro de mi padre camino de la puerta de la vieja iglesia.
Fue en ese momento cuando recibí el regalo más
grande que un padre puede hacer a un hijo (y mis ojos se
llenan de lágrimas incluso ahora, treinta y tres años
después, cuando escribo estas palabras...), la emoción de
una tristeza hasta entonces desconocida, que afloró a la
superficie desde lo más hondo de mi ser. Por primera vez
en mi vida, las lágrimas arrasaron mis ojos y las acepté
dándoles rienda suelta, dejando que resbalaran por mis
mejillas y cayeran al suelo de la iglesia. Las acompañaba
159
una fuerte sensación de orgullo, y me encontré irguiendo
la cabeza más que nunca, con mi madre cogida de mi
brazo, sin intentar limpiar ni disimular las lágrimas.
Sin duda, ése fue el legado de mi padre a su hijo.
Desde ese día, me produce un gran placer el sentir y
compartir mis emociones humanas, sí, incluso mis
lágrimas, lágrimas de dolor, lágrimas de alegría, lágrimas
de risa incontenible. Creo, incluso, que compartir las
lágrimas es uno de los mejores regalos que dos seres
humanos pueden hacerse mutuamente. Cada vez que esas
emociones son aceptadas en mi vida, rezo una oración de
gratitud a mi padre por hacerme semejante regalo con su
muerte.
Otro tipo de conflictos relacionados con la gratitud ocurre
en los casos en que el donante ha hecho ambas cosas, ayudar y
hacer daño, al beneficiario. Sentimientos que fluctúan entre la
afectuosa aceptación y el frío resentimiento son bastante pro-
bables en cualquier relación larga y significativa desde el punto
de vista psicológico. ¿Cuál es la respuesta apropiada cuando uno
se siente, a la vez, enfadado y en deuda con la misma persona?
Digamos que si un padre, o una persona de confianza, hace algo
terrible que nos ocasiona un daño significativo, pero a la vez nos
hace valiosos regalos, nuestros sentimientos se volverán
conflictivos y confusos.
A veces, sentimos conflicto a la hora de expresar gratitud
por el mensaje que puede transmitir (por ejemplo: «Apruebo el
daño que me has hecho siempre y cuando luego me recom-
penses»). El psiquiatra infantil John Bowlby afirmó que «amor,
ansiedad y rabia, y a veces incluso odio, pueden ser provocados
por la misma persona. Como resultado, los conflictos dolorosos
son inevitables».11 Una mujer, en mi grupo de investigación,
ilustró este punto. Con 60 años, esta superviviente de la polio,
escribió lo siguiente a los 23 años, cuando reunió el coraje de ir
a ver a su padre biológico, al que nunca había conocido:
160
No sabía cómo sería. ¿Me alegraría de conocerlo
o lo odiaría? ¿Podría quererlo? Nos presentamos en su
hamburguesería en Kentucky, sin previo aviso, y vi a mi
hermanastra con su madre en el restaurante. Sharon nos
llevó hasta el tráiler de mi padre. Estaba cortando la
hierba, era pequeño y bajito, casi parecía un duendecillo
vestido con botas de vaquero y sombrero tejano. Mi tía
detuvo el coche y dijo: «Hola, Fred. ¡Cuánto tiempo! ¿Te
gustaría conocer a tus nietos y ver a tu hija mediana por
primera vez?» Se acercó al coche y nos miró a todos con
una sonrisa y los ojos llenos de lágrimas. Nos invitó a té
y refrescos. Dijo que no se enteró de que estaba
divorciado hasta que era un hecho consumado. Al
preguntarle por qué no había ido a vernos en dieciocho
años, contestó que estábamos mejor con nuestra abuela,
que a él le gustaba demasiado el vino, las mujeres y
cantar. Cuando nos íbamos, se echó a llorar y dijo: «No
tardéis tanto en venir la próxima vez.» Mi pensamiento
en aquel momento fue: «Idiota, ésta ha sido la primera y
la última vez, adiós.» Nunca había experimentado tantas
emociones de golpe: amor, odio, tristeza, excitación,
orgullo, alegría, pena. Pero, sobre todo, gratitud. Por fin
podía poner una cara a mi padre, algo que no había sido
posible los últimos treinta y dos años. Me sentí muy, muy
agradecida por haber llenado ese espacio vacío. Mi
madre estuvo a punto de desheredarme por haberlo
buscado, pero estoy agradecida.
En relaciones muy largas, en las que las parejas
inevitablemente se hacen daño, uno de los regalos más grandes
que sus miembros pueden hacerse mutuamente es el regalo del
perdón. Un sujeto escribió: «No hace demasiado tiempo, hice
algo que estoy seguro que le causó un gran disgusto a mi esposa.
Tardé un tiempo en admitir lo que había hecho y pedirle perdón.
Lo que me asombró fue lo predispuesta que estaba a perdonarme
161
y que dijera: "Lo pasado, pasado está."» El regalo del perdón es
ciertamente una de las ofrendas más grandes que uno puede
recibir.

Hacer regalos inapropiados


Hay otro obstáculo ya no en la mente del receptor sino en
la del donante. Se ha aludido a la relación que se establece con
un regalo como una de las relaciones moralmente más intensas
que tenemos los seres humanos. El intercambio de regalos se rige
por la ley de la reciprocidad, y la gratitud calibra el deseo de
corresponder en la medida oportuna. Los regalos tienen muchos
significados, y el riesgo de un resultado no deseado es elevado.
Los regalos pueden convertirse en cargas no deseadas. Los
regalos se pueden utilizar para controlar al beneficiario y para
garantizar su lealtad. Un regalo que sea excesivamente
desproporcionado para lo que es apropiado en la relación entre
el donante y el receptor producirá resentimiento, culpa, rabia,
una sensación de obligación e incluso humillación.12 Se pueden
violar los límites cuando se produce un intercambio de regalos
entre personas que ocupan posiciones muy diferentes. La
secretaria de un médico que había salvado la vida de un hombre
recibió una llamada embarazosa de la esposa del paciente,
preguntando cuál sería un regalo apropiado para expresar su
gratitud.13 El médico sugirió una botella de whisky escocés. El
regalo no se materializó y su relación con la pareja no volvió a
ser la misma. Dadas las complejidades éticas que envuelve, los
psiquiatras y otros médicos se niegan de forma habitual a aceptar
regalos de los pacientes.14
En un artículo para The New Yorker, Caitlin Flanagan
describe lo que se ha convertido en el arriesgado ritual de los
regalos de despedida por vacaciones en una clase.15 Mientras que
hace un tiempo un plato de dulces caseros o un bonito adorno
para el árbol de Navidad era más que suficiente, ahora el pago se
ha elevado considerablemente. Una profesora de una escuela de
162
Malibú, California, recibió un obsequio de ochocientos dólares
de sus alumnos (ella, amablemente, regaló doscientos a su
ayudante, y se quedó con el resto). Pero la cosa no acabó ahí. Los
padres le obsequiaron con una sudadera de cachemira de diseño,
un reloj, y un bolso de Gucci con cosméticos. Muchos motivos
inconscientes actúan en la elección de un regalo (aunque es
probable que algunos sean bastante estratégicos de manera
consciente). ¿Hay mejor manera de asegurar que el pequeño
Caleb o la pequeña Kaitlyn reciban el beneficio de la duda en la
próxima prueba de aptitud que con un cheque-regalo para el
concesionario local de Lexus?

Pensamiento comparativo
En un experimento sobre la gratitud realizado en mi labo-
ratorio, creamos una «condición de comparación» para la gra-
titud pidiendo a los sujetos que todos los días escribieran cinco
cosas que no tuvieran y que les gustaría tener. Con el tiempo,
este grupo experimentó de manera significativa menos alegría y
agradecimiento que aquellos que fueron asignados a otras
condiciones. En otro estudio de investigación, los sujetos fueron
repartidos al azar en dos subgrupos. A ambos grupos se les pidió
que escribieran varios finales para una frase incompleta. Un
grupo tenía que acabar la frase «ojalá fuera...». 16 Al otro grupo
se le pidió completar la frase «me alegro de no...». Cuando los
individuos valoraron el grado de satisfacción con su vida antes y
después de la tarea, los que habían completado la frase «me
alegro de no...» se hallaban significativamente más satisfechos
que antes. Es parte de la naturaleza humana hacer juicios.
Constantemente evaluamos situaciones, sucesos, a otras
personas, y a nosotros mismos respecto a un estándar de un tipo
o de otro. Algunas de estas comparaciones dificultan la gratitud.
Cuando miramos alrededor y vemos estudiantes con cuerpos más
fuertes, compañeros de trabajo con mejores retiros, parientes
cuyos hijos son más agradecidos, vecinos cuyos mo-
163
novolúmenes son más grandes, sentimos resentimiento y
envidia, no gratitud. Nos encontramos empleando el lenguaje de
la escasez, concentrándonos en lo que no tenemos, en lugar de
hacerlo en el lenguaje de la abundancia, apreciando lo que
tenemos. La lección que tenemos que aprender aquí es la ne-
cesidad de elegir nuestras comparaciones sabiamente. Epicuro
escribió: «No eches a perder lo que tienes, deseando lo que no
tienes; pero recuerda que lo que ahora tienes estuvo una vez entre
las cosas que deseabas tener.»17 La gratitud es la lucidez de que
tenemos todo lo que necesitamos tener en este momento.

Percepciones de victimismo
En una crítica mordaz del campo de la psicología
profesional, Tara Dineen (autorizada para ejercer como
psicóloga) escribió que un segmento de la industria psicológica
creaba «víctimas manufacturadas», animando a los clientes a
pensar en sí mismos como mercancías dañadas que han caído
víctimas de la discriminación a manos de otros, sean padres, pa-
rejas, compañeros de trabajo o la sociedad en general.18 Su tesis
es que la cultura terapéutica en la que vivimos alienta la detec-
ción de los problemas personales a la vez que minimiza la res-
ponsabilidad personal. Sin negar los casos realmente horribles
de muchas personas, creo que la percepción de victimismo se ha
convertido en una identidad que se adopta con frecuencia en la
cultura contemporánea. La tendencia a culpar a otros puede ser
una fuerte resistencia contra la gratitud. Sentirse víctima deja al
individuo herido y envuelto en sentimientos de resentimiento y
deseos de represalias. Los individuos que se perciben como
víctimas son incapaces de sentir agradecimiento por lo que la
vida tiene que ofrecerles. Si la identidad está distorsionada por
el victimismo, la capacidad de gratitud mengua.
No obstante, muchos se han dado cuenta ahora de que la
industria de la psicología ha llegado demasiado lejos y han
empezado a introducir correctivos. El renaciente movimiento de
164
la psicología positiva ha refutado la imperante mentalidad de
víctima, concentrándose en conceptos tales como la capacidad
de recuperación, la autodeterminación y la responsabilidad
personal. Se vuelve menos aceptable culpar a nuestros padres o
a nuestros genes, y la idea de que todos somos prisioneros de
nuestro pasado ha demostrado ser un bulo psicológico. No
obstante, el victimismo es una lupa a través de la cual segmentos
significativos de la población siguen viendo sus vidas. Y va
acompañado de la imposibilidad de sentir el regalo de la vida.

Una historia de sufrimiento


Por supuesto, las víctimas reales existen. Hay personas
que, sin culpa alguna, han sufrido atrocidades a manos de otros
o padecido otros crueles giros del destino. En estos casos, la
angustia mata el agradecimiento y se vuelve difícil encontrar una
razón para la gratitud. En mi investigación sobre la calidad de
vida de los individuos con enfermedades neuromusculares, un
sujeto, un hombre joven, blanco, de 25 años, que había sufrido
una lesión en la médula espinal a los 18 años, obtuvo la
puntuación más baja en el cuestionario para medir la disposición
a la gratitud. Al pedirle que relatara algún hecho de un momento
de su vida en el que hubiera experimentado una sensación de
gratitud, sólo escribió una frase que decía, «lo siento, pero
sinceramente no recuerdo ningún momento en el que haya
sentido gratitud hacia nadie o nada». Me impresionó leer aquello,
porque fue el único de los doscientos encuestados que no
describió con detalle una experiencia personal de gratitud. Entre
sus metas personales se encontraba «intentar ser feliz», «tratar
de no ser un perdedor», «mirar de ser bueno en algo», y
«procurar no ser como mi hermano». Aquí teníamos a un
individuo que padecía un profundo dolor psicológico. En medio
de su incapacidad, era incapaz de reconocer y afirmar
absolutamente nada bueno en su vida. No obstante sabemos que
hay ejemplos inspiradores de individuos que eran capaces de
165
percibir cosas buenas en medio de su sufrimiento personal. El
hecho de que la mayoría de las personas se recuperen
emocionalmente de acontecimientos catastróficos, en períodos
relativamente cortos de tiempo, es un testimonio de la resistencia
de la psique humana. Como he mencionado antes, un estudio
clásico demostró que incluso los individuos que han sufrido
lesiones de médula espinal han regresado a sus niveles anteriores
de emociones positivas a los seis meses de su accidente.19
Ver como otras personas manejan el sufrimiento en su
vida puede tener el efecto no buscado de aumentar la gratitud de
un individuo hacia su vida. Una mujer de mi grupo de investiga-
ción expresó su gratitud hacia alguien que conocía y que padecía
una «artritis atroz». No obstante, señaló que en lugar de
regodearse en la autocompasión y la queja constante, este
hombre mostraba «humildad» y un «espíritu alegre». Y añadió
que su demostración de nobleza ante la adversidad había tenido
lo que describió como un «efecto indirecto» sobre ella. Su
respuesta a su dolencia le había ofrecido un peldaño en el camino
que le había permitido abrir los ojos y ver lo que ella denominaba
la «generosidad infinita» de otros, por lo que se sentía profun-
damente agradecida.

El meollo de la vida
Considere estas asombrosas estadísticas. En 2005 se
calculaba la venta de 779 millones de móviles, con los que 1.700
millones de personas estarían conectadas 5,6 billones de
minutos. En el año 2010 esta cifra podría más que doblarse a 12,6
billones de minutos. Más de cinco millones de reproductores de
música se vendieron sólo durante los tres primeros meses de
2005, y ese mismo año, se esperaba despachar más de quince
millones de PDAs (ayudante personal digital) en todo el mun-
do.20 Todo lo cual resulta muy útil para los individuos distraídos,
con prisas y con poco tiempo discrecional para invertirlo en
cortesías del día a día como darse las gracias unos a otros, y
166
menos aún para hablar de asuntos más urgentes. La historia de
un periódico relataba que un transeúnte tropezó con la víctima
de un tiroteo, que empapada de sangre yacía en el suelo en una
acera de Nueva York. Se citaba a un testigo que había dicho: «La
gente pasaba por su lado con los auriculares puestos, escuchando
música. Lo que más me flipó es que pasaran de largo.»21
La gratitud requiere tiempo para reflexionar sobre
nuestra suerte. Dado que la vida cotidiana es cada vez más
frenética, agotadora y fragmentada, la gratitud puede quedar
desplazada. Sucesos, personas o situaciones capaces de evocar
la gratitud pueden fácilmente darse por hecho, o dejarse a un
lado, mientras uno se enfrenta a los problemas de la vida diaria
y se esfuerza por regular sentimientos negativos intensos como
la rabia, la vergüenza o el resentimiento.

UN DELITO ANTINATURAL
Lo más detestable que produce la tierra
es un hombre desagradecido.
DÉCIMO MAGNO AUSONIO

Odio la ingratitud en los hombres más que la


mentira, la vanidad, la desmesura en el habla, la
embriaguez o cualquier mancha de vicio cuya fuerte
corrupción habita nuestra frágil sangre.
SHAKESPEARE
La ingratitud es una traición a la humanidad.
James Thomson

De todos los crímenes que las criaturas humanas


son capaces de cometer, el más horrible y antinatural es
la ingratitud, especialmente cuando se comete contra los
padres, y aparece en los ejemplos más flagrantes de
heridas y muerte.
167
DAVID HUME

La ingratitud es la esencia de la villanía.


IMMANUEL KANT22

Mientras que la gratitud es una emoción, la ingratitud es


una acusación. Una persona no siente ingratitud pero la muestra
a través de palabras y hechos. Es un vicio que representa, como
lo demuestran las citas de más arriba, un profundo fracaso moral.
Los individuos desagradecidos son universalmente vilipendia-
dos. Las obras de Shakespeare, en particular, son semilleros de
ingratitud. En sus textos, Shakespeare utiliza términos como
«ingrato», «desagradecido» e «ingratitud» unas cuarenta veces,
a menudo modificados por los adjetivos «monstruoso», «ho-
rroroso» o «grotesco».23 Las citas de más arriba son fuertes acu-
saciones que de ninguna manera se pueden dejar de lado.

Tabla 5.1. La gratitud contrastada con la no gratitud y la


ingratitud
GRATITUD NO GRATITUD INGRATITUD
Reconoce el No reconoce el Encuentra defectos
beneficio beneficio al beneficio
Pone en duda los
Reconoce que lo No reconoce que motivos del
recibe lo recibe benefactor
Devuelve el mal por
Devuelve el favor No devuelve el el bien
favor

A través de la historia de las ideas, sólo conseguí


encontrar una persona que lo intentó. El viejo escritor
cascarrabias, H. L. Mencken, muy adelantado a su tiempo en ser

168
políticamente incorrecto, vio en el desagradecimiento una señal
de «fuerza e independencia saludables».24
La ingratitud no es lo mismo que la mala memoria o lo
que llamo «no gratitud». La tabla de la página anterior muestra
las diferencias entre la gratitud, la no gratitud y la ingratitud. La
principal diferencia entre las dos últimas es que en casos de no
gratitud, la persona no hace algo, no responde a un regalo con el
sentimiento y el agradecimiento apropiados. La no gratitud es
esencialmente mala memoria. En la proclamación inaugural del
Día de Acción de Gracias de 1863, el presidente Lincoln nos
previno contra la mala memoria:
Hemos sido los destinatarios de los presentes más
selectos del cielo; hemos vivido todos estos años de paz
y prosperidad; hemos aumentado en número, riqueza y
poder como ninguna otra nación lo ha hecho. Pero nos
hemos olvidado de Dios. Hemos olvidado la mano llena
de gracia que nos ha amparado en la paz, nos ha
multiplicado, enriquecido y vuelto más fuertes, y
vanidosamente nos hemos imaginado, bajo el engaño de
nuestro corazón, que todas estas cosas buenas eran obra
de una sabiduría superior y de una virtud propias.
Intoxicados por el éxito ininterrumpido, nos hemos
vuelto demasiado autosuficientes para sentir la necesidad
de redimir y conservar la gracia, demasiado orgullosos
para rezar al Dios que nos ha creado.25
Mientras que la no gratitud es fruto de una omisión, una
ausencia, un tipo de olvido, la ingratitud encarna la
manifestación de algo negativo. Es una forma de castigo. Las
personas desagradecidas responden con hostilidad,
resentimiento o de alguna otra manera eligen, voluntariamente,
menospreciar el regalo y al donador. Al olvidarme de escribir
una nota de gracias, muestro no gratitud. Si le digo a mi madre,
después de abrir el regalo que me ha hecho; «¡Uf! ¡Qué jersey
más horroroso!», entonces soy desagradecido. En el último caso,
169
mi intención es hiriente (téngase en cuenta que éste es un
ejemplo puramente hipotético). Por supuesto, podría expresar mi
ingratitud de manera más indirecta, por ejemplo, deshaciéndome
del jersey e incluyéndolo en el rastrillo de enseres viejos que
organizo en el garaje de casa una vez al año. No reconocer la
gratitud no se puede equiparar moralmente a responder a la be-
nevolencia de otra persona con hostilidad o resentimiento.
Hay que reconocer que la línea que separa la mala
memoria y la ingratitud es borrosa. Si envío el manuscrito de un
libro no publicado a un colega que prepara una charla sobre la
gratitud y utiliza mis ideas sin mencionarme, ¿incurre en ingra-
titud o en mala memoria? No ha respondido con hostilidad o
resentimiento. No ha sido cruel ni mezquino. El juicio de si yo
atribuyo su comportamiento a la ingratitud o a la mala memoria
depende de muchos factores, sobre todo de nuestra historia,
circunstancias de la vida actual, y mi percepción de sus
intenciones. Si padece un déficit neurológico que le provoca
lapsos de memoria, disculparé su comportamiento. Por otro lado,
si es cosa de carácter, seguramente lo acusaré de ser ingrato (¡lo
que suscitaría la pregunta de por qué lo ayudé al principio!).
Piense en un ejemplo reciente de flagrante ingratitud. El
equipo de fútbol iraquí fue la sorpresa de los Juegos Olímpicos
de verano de 2004. Al acabar en el cuarto lugar de la competición
de fútbol, se quedaron sin la medalla de bronce. Llevarse a casa
una medalla habría sido un logro tremendo. Hablando claro, Irak
nunca ha sido una potencia olímpica. Sólo ha ganado una
medalla en la historia de los Juegos Olímpicos: la medalla de
bronce por levantamiento de peso, en 1960. En medio de la
reconstrucción de su nación y, contra todo pronóstico, el equipo
de fútbol se calificó para los juegos de Atenas. En 2004, el
equipo iraquí competía sin perspectivas de tener que enfrentarse
al ex presidente del Comité Olímpico, Odai Hussein, que había
sido asesinado cuatro meses después de que la coalición
encabezada por Estados Unidos invadiera Irak en marzo de 2003.
170
Según grupos de defensa de los derechos humanos, el brutal Odai
había sido responsable de la tortura de cientos de atletas y, como
mínimo, de cincuenta muertes.
Ahora, compitiendo sin miedo a la tortura, o a algo peor,
el equipo iraquí asombró a los comentaristas con su aparente
ingratitud. No sólo no estaban agradecidos por librarse del
antiguo régimen iraquí, sino que tampoco se mordieron la lengua
a la hora de expresar su desaprobación. Se dijo que un miembro
del equipo, Ahmed Manajid, hablando del presidente George W.
Bush, había comentado: «¿Cómo se reunirá con Dios después de
haber asesinado a tantos hombres y mujeres? Ha cometido tantos
crímenes.»26 Y añadió que si no hubiera estado jugando al fútbol,
habría estado luchando como insurgente contra las fuerzas de la
coalición.
A pesar de las opiniones personales sobre la guerra de
Irak, la ingratitud del equipo de fútbol iraquí era difícil de digerir.
Era evidente para los comentaristas extranjeros que cualesquiera
que fueran los sentimientos sobre la invasión, los iraquíes
debían, al menos, haber expresado gratitud por la eliminación de
un presidente del comité que había torturado y asesinado a sus
miembros y amenazado con hacer lo mismo con ellos. ¿Por qué
se sentían los estadounidenses tan ultrajados por esta profunda
expresión de ingratitud? En algunos aspectos, todas las
expresiones de ingratitud son recibidas con desprecio. Para mí la
razón fue que en el fondo del ideal olímpico subyace la
deportividad, que incluye ser humilde en la victoria y elegante
en la derrota, sin hostilidad, resentimiento o represalias hacia el
competidor. De ahí que la ingratitud fuera tan difícil de digerir
en este caso.
En contraste, está la historia de Noor Abd al-Hady, una
niña de 5 años que necesitaba cirugía para curar una dolencia de
nacimiento, un orificio en la parte del tabique que separa los
ventrículos del corazón. Este problema se corrige fácilmente en
Estados Unidos, pero los médicos de su nativa Irak no eran
171
capaces de realizar la operación. A través de conexiones con la
Guardia Nacional del Ejército de Utah, se arregló el traslado de
Noor al estado norteamericano de Maine, donde el único
cirujano pediatra del estado se encargaría de hacer la operación.
Su padre, Abdul al-Hady Hassan Hesab, se describía como un
hombre afortunado, que gracias a la amabilidad de los soldados
estadounidenses estacionados en Irak y la generosidad de los
cirujanos del Centro Médico de Maine, se ocuparon de reparar el
corazón de su hija. «Si Noor se hubiera quedado en Irak, las
probabilidades de que la operaran habrían sido muy pocas»,27
dijo. Añadió que los médicos y el personal del hospital se habían
convertido en su familia, y que aunque él y su hija regresaron a
Irak después de que la operación se llevase a término con éxito,
Maine se había convertido en su hogar. «En algún rincón de mi
corazón —dijo, emocionado—, me siento parte de este lugar.»
Tanto si estamos implicados como si no, esperamos que
las personas reconozcan el bien que se les ha hecho; la ingratitud
es la negación a reconocer este bien. ¿Por qué es la ingratitud un
fracaso moral tan profundo? El principio de la reciprocidad, en
el que se basan las sociedades humanas, establece que tenemos
la obligación de ayudar a los que nos han ayudado y, al mismo
tiempo, no hacer daño a los que nos ayudan. Dirigir ingratitud
hacia nuestro benefactor es una manera de hacer daño a esa
persona. La regla moral que subraya la reciprocidad se viola
cuando uno no se siente agradecido por el beneficio recibido.
Mientras que, ocasionalmente, podemos responder a un bene-
ficio de una manera que nuestro benefactor puede interpretar
como una respuesta desagradecida, sin duda, existe una
perturbación psicológica en la personalidad que habitualmente
responde a los beneficios con indiferencia, resentimiento o
ingratitud. Esto es una violación flagrante de la ley natural.
Cuando dirigimos una carga de ingratitud contra alguien,
hacemos una aseveración moral. Violaciones de este tipo sus-
citan lo que el psicólogo social Jonathan Haidt ha denominado
172
«repulsa moral».28 La repulsa moral la disparan acciones que
revelan la ausencia de una decencia humana normal, acciones
como la ingratitud, que muestran el lado más bajo, más oscuro y
más «monstruoso» de la naturaleza humana. Haidt sugiere que
la repulsa moral hace que la gente rehúya a aquellos que la
provocan. Sin duda acostumbra ser cierto que tendemos a evitar
a las personas que son desagradecidas, y este rechazo contribuye
a su sufrimiento egocéntrico.
Los escritos religiosos nos ofrecen algunos ejemplos
directos de ingratitud. En algunas tradiciones espirituales, la
ingratitud hacia Dios se considera el peor de los pecados y la
fuente de todo el sufrimiento humano. Ignacio de Loyola
escribió:
A la luz de la Divina Bondad, encuentro que la
ingratitud es el más abominable de los pecados y que
debería ser detestado en presencia de nuestro Creador y
Señor por todas Sus criaturas que son capaces de disfrutar
de Su gloria, eterna y divina. Representa el olvido de los
regalos, beneficios y bendiciones recibidos, y como tal es
la causa, principio y origen de todos los pecados y
desgracias.29
Encontramos ejemplos históricos de ingratitud en las Es-
crituras. En la Biblia hebrea o Tanaj, los israelitas en lugar de dar
gracias a Dios por rescatarlos de la esclavitud y por el maná del
cielo que los alimentó en el desierto, se quejaron: «La gente
hablaba contra Dios y contra Moisés: "¿Por qué nos has hecho
abandonar Egipto para morir en el desierto? Porque aquí no hay
comida ni agua, y detestamos esta miserable comida"» (Números
21:5). Tal vez el ejemplo más famoso de ingratitud en la li-
teratura religiosa se encuentra en el evangelio de Lucas, en el
Nuevo Testamento. Jesús sana a diez leprosos, pero sólo uno de
ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en voz alta.
Jesús le preguntó: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros
nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria
173
a Dios sino este extranjero? Levántate y vete. Tu fe te ha
salvado.» Comentarios sobre este pasaje implican que, mediante
la «fe», Jesús se refería no a la fe en sentido general sino más
bien al agradecimiento, en el sentido de «la gratitud te ha
salvado».
Pero, tal vez, la historia ha sido demasiado crítica con los
otros nueve. Las normas dictan que debería transcurrir un
intervalo aceptable de tiempo antes de devolver un regalo. Si lo
invito a usted a cenar, sería un gesto de gratitud por su parte si al
final de la velada sacara la cartera para arreglar cuentas. Tal vez,
los leprosos habían planeado comprar un regalo a Jesús, invitarlo
a cenar o, como mínimo, mandarle una nota dándole las gracias.
Sabemos, sin embargo, que incluso una expresión retardada de
gratitud habría causado tristeza a Jesús. Un regalo tan
significativo como la curación física absoluta exige una
respuesta inmediata. Esta parábola nos recuerda lo común que es
la ingratitud y lo fácil que es dar por hechas las cosas buenas.

La dinámica de la ingratitud
Se pueden distinguir varios grados de ingratitud, que van
desde la bofetada de los jugadores de fútbol iraquíes al gobierno
de Estados Unidos a olvidarnos de escribir una nota dando las
gracias al anfitrión después de una fiesta. Mientras que podría-
mos pasar por alto el último caso, o quizás incluso no
sorprendernos por ello, la primera forma de ingratitud es mucho
más difícil de aceptar. ¿Por qué es desagradecida la gente?
¿Cómo podemos comprender «un delito tan horrible y
antinatural»? Ser «desagradecido» es, sin duda, una señal de
imperfección, ya sea como caso aislado o como defecto del
carácter a largo plazo. Mientras que la gratitud es apropiada,
incluso obligatoria, ser desagradecido es una señal de falta de
socialización, ya sea la falta de habilidad para apreciar lo que
otros han hecho por uno o, peor, el mezquino resentimiento de la

174
propia vulnerabilidad y la negación a admitir nuestra deuda con
otros.
Hay razones conscientes e inconscientes de por qué los
individuos reprimen expresar la apreciación por los beneficios
que reciben. Por ejemplo, pueden poner en duda los motivos
generosos de su benefactor para sentirse mejor consigo mismos
o para evitar la reciprocidad en el futuro. O para proteger una
autoestima frágil no pueden reconocer que otras personas
quieran beneficiarlas voluntariamente. Si no nos vemos
merecedores de beneficios, no reconoceremos la bondad cuando
la recibamos y, por lo tanto, no sentiremos gratitud, ya que la
gratitud sólo se puede sentir cuando hay reconocimiento del
bien.
Cuando sucede algo bueno, el beneficiario puede
reflexionar, aunque sólo sea brevemente, sobre lo ocurrido. Si el
beneficiario es la causa, la emoción experimentada es el orgullo.
Los psicólogos han documentado que un prejuicio interesado
está presente en la mayoría de las explicaciones del motivo por
el que ocurren cosas buenas. Tendemos a atribuirnos más
méritos de los que merecemos por nuestros éxitos. Por el
contrario, cuando fracasamos, somos más propensos a culpar a
otros. Cuando un grupo de trabajadores completa un proyecto y
cada persona calcula el porcentaje de éxito del que es
responsable, los resultados sobrepasan considerablemente el
cien por ciento. Este patrón alienta, fácilmente, la ingratitud. Si
nos vemos como las causas de nuestros éxitos, entonces no existe
el «otro» a quien reconocerle méritos y a quien estar agradecido.
En algunos casos de ingratitud se dan motivos
subyacentes más profundos. Una perspectiva psicodinámica, que
enfatiza los procesos inconscientes e intrapsíquicos, sugiere al
menos cuatro motivos para la ingratitud.30 Primero, esta visión
propone que las actitudes de ingratitud son intentos agresivos de
disimular sentimientos básicos de inferioridad y torpeza. Recibir
un beneficio nos coloca en una posición de dependencia relativa
175
con respecto al bienhechor. La familia Singleton, con quien he
empezado este capítulo, no quería sentirse incómoda aceptando
la hospitalidad de los Thornbury o no deseaba sentirse obligada
con ellos. Sea cual sea la explicación, la ingratitud percibida era
una defensa contra sus sentimientos de inferioridad. Segundo,
hacer un regalo puede verse como un plazo «infinitesimal» de
una vieja deuda, real o imaginaria. «Me debes tanto y esto es sólo
una gota en el vaso», se lamenta el beneficiario desagradecido.
En este caso, el ingrato nunca está contento con lo que recibe,
porque la cantidad adeudada es tan grande que nunca podrá ser
devuelta. Tercero, al hacer una buena obra, el benefactor puede
ser visto, a través de una neurótica distorsión en la mente del
beneficiario, como débil. Esta percepción, en cambio, justifica,
en la mente desagradecida, el comportamiento hostil y agresivo
hacia la persona percibida como más débil dado que el ingrato
odia la debilidad. Finalmente, los beneficiarios pueden juzgar
mal los motivos de sus benefactores. Si soy un beneficiario
desagradecido, podría asumir que una persona ha sido amable
conmigo para sentirse mejor consigo misma, para cosechar
publicidad o para humillarme. Los escépticos, a menudo,
intentan explicar el comportamiento sacrificado de la Madre
Teresa acusándola de «intentar ganar el favor de Dios».
Sean cuales sean sus raíces, la falta de agradecimiento
conlleva serias consecuencias negativas. Dado que dar
beneficios y crear vínculos de gratitud une a las personas en la
sociedad, la ingratitud debilita nuestros vínculos con los otros.
El filósofo romano Séneca dijo que «ningún otro vicio es tan
hostil a la armonía de la raza humana como la ingratitud».31Las
personas desagradecidas son incapaces (o reacias) a participar en
el ciclo de dar y recibir, por lo que se arriesgan a quedarse ais-
ladas de la sociedad. Desde un punto de vista personal, son
negadas para experimentar la alegría y satisfacción que trae la
vida vivida con agradecimiento y, en cambio, son presa de las

176
quejas y la negatividad. Creo que ciertos rasgos de la persona-
lidad pueden predisponer a la ingratitud, y que esos rasgos son,
desgraciadamente, difíciles de cambiar.

LO HICE YO SOLO, ASÍ QUE GRACIAS POR


NADA
Todas las mujeres en The Apprentice han
coqueteado conmigo, consciente o inconscientemente.
Lo cual era de esperar.
DONALD TRUMP32

Al final de su vida, el destacado industrial Armand


Hammer, alto ejecutivo de Occidental Petroleum, se había
alejado prácticamente de todos sus amigos y familiares, había
llevado su empresa a la ruina y había manchado su reputación
pública. No obstante, parecía bastante complacido consigo
mismo: «Nunca ha existido nadie como yo, ni volverá a verse a
nadie parecido [...]. La brillantez de mi mente sólo puede ser
descrita como deslumbrante. Hasta a mí me impresiona.»33
Al menos desde los tiempos de Séneca, ha prevalecido la
idea de que tener una opinión excesivamente elevada de uno
mismo es la causa principal de la ingratitud. Mi trabajo ha
demostrado que la persona desagradecida parece caracterizarse
por una personalidad no muy diferente de la de Armand
Hammer, es decir, un temperamento que manifiesta tendencias
narcisistas, caracterizado por un sentido de excesiva presunción,
arrogancia, vanidad, y la insaciable necesidad de admiración y
aprobación. Los narcisistas son individuos profundamente
absorbidos en sí mismos, es decir, carecen de la empatía

177
necesaria para participar en relaciones interpersonales profun-
das, satisfactorias y mutuamente enriquecedoras. Como
Hammer, tienen una fuerte necesidad de anunciar sus posesiones
y éxitos a sí mismos y a los otros. Dada esta constelación de ca-
racterísticas, ser agradecido de cualquier manera significativa
sobrepasa la capacidad de la mayoría de los narcisistas. Sin em-
patía, no pueden apreciar un regalo altruista porque no pueden
identificarse con el estado mental del donante del regalo. El
narcisismo es una ceguera espiritual; es negarse a admitir que
uno ha sido el receptor de beneficios ofrecidos libremente por
otros. La preocupación con uno mismo puede hacer que nos
olvidemos de nuestros beneficios y de nuestros benefactores o
sentir que otros están en deuda con nosotros y, por lo tanto, no
tener razones para sentirnos agradecidos.
Considere las siguientes afirmaciones:
A. Espero mucho de otras personas.
B. Me gusta hacer cosas por otras personas.
C. Nunca estaré satisfecho hasta que consiga lo que
merezco.
D. Acepto las satisfacciones tal y como llegan.

Estos ejemplos provienen del Inventario de la


Personalidad Narcisista desarrollado a finales de la década de
1970 por Robert Raskin y Calvin Hall de la Universidad de
California, en Santa Cruz.34 ¿Con cuál de estas afirmaciones se
identifica más? Si ha elegido las letras A, es probable que le
resulte difícil ser agradecido. Si tiene grandes ambiciones y se
siente merecedor de lo mejor puede que esté mermando su
habilidad de sentirse agradecido por las cosas buenas que hay en
su vida.
La característica primordial del narcisismo es sentirse
con derechos. Las personas con tendencias narcisistas creen erró-
neamente que son merecedoras de derechos y privilegios
especiales. Cuando reciben un regalo, creen que se lo merecen o
178
que es justo. Dedican mucho tiempo a reafirmar sus derechos y
cobrarse las deudas que los demás tienen con ellos. Su exagerado
sentido del merecimiento les lleva a esperar favores especiales
sin asumir responsabilidades mutuas. El sentirse con derechos
combinado con una insensibilidad hacia las necesidades de otros
engendran, ya sea consciente o inconscientemente, la
explotación interpersonal. En suma, si uno se lo merece todo,
entonces no tiene que dar las gracias por nada.
Tal vez, incluso más atroz que la falta de gratitud sentida,
sea la incapacidad de expresar verdadera gratitud. Las expre-
siones de gratitud son reconocimiento de que uno depende de
otras personas para su bienestar, y por lo tanto no es
autosuficiente. Dada esta realidad, tales individuos encuentran
altamente desagradables las expresiones de gratitud y procuran
evitarlas. El narcisista dice: «Yo no debo nada a nadie.» Por eso,
intentar conseguir pruebas de la gratitud de un narcisista para
sentirse aceptado podría ser una experiencia frustrante. Además,
dado que los narcisistas poseen un sentido distorsionado de su
propia superioridad, es posible que se muestren reacios a
expresar gratitud a benefactores, cuya generosidad o amabilidad
descartan como poco más que intentos de congraciarse con
ellos.35
Las expresiones de gratitud en las personas narcisistas,
cuando Lis luya, pueden tratarse de meros intentos de
congraciarse con sus benefactores. En lugar de experimentar o
expresar gratitud en situaciones donde ésta se esperaría, los
narcisistas eligen otros medios de responder a aquellos que les
han ayudado, como (a) expresar aprobación; (b) fingir
indiferencia o incluso sugerir que recibiendo el beneficio que se
les ha otorgado, el narcisista permitía a su benefactor que éste
satisficiera sus necesidades; (c) negar que merecen el beneficio;
(d) ofrecer una gratitud tan excesiva que de ninguna manera
pueda ser sincera. Finalmente, el narcisista es capaz de una
forma distorsionada de gratitud, distorsionada porque se centra
179
no en el donante sino en él mismo. Era un fariseo orgulloso quien
rezó: «Gracias, Dios mío, porque no soy un pecador como los
demás» (Lucas 18:11).
Parece haber razones convincentes para creer que los nar-
cisistas, por regla general, serán menos agradecidos. Sin embar-
go, este enunciado se ha demostrado difícil de mantener con
datos obtenidos a través de investigaciones. No se han estable-
cido sólidas relaciones entre la gratitud y el narcisismo. Además,
¿acaso no existe la historia de Donald Trump, que expresó su
gratitud al mecánico de coches en paro que se detuvo para ayudar
a reparar su limusina, enviando un ramo de flores a su esposa y
pagándole toda la hipoteca? Sin duda, los narcisistas pueden ser
agradecidos a ratos y expresar esta gratitud de maneras
apropiadas. Tal vez los narcisistas son agradecidos de maneras
distintas o agradecen cosas diferentes a las que agradecen los no
narcisistas.
Con esto en mente, volví a releer los diarios de gratitud
cotidianos y examiné la naturaleza de las cosas buenas anotadas
por los sujetos más narcisistas y por los que lo eran menos.
Descubrí dos cosas: Primero, en los diarios de gratitud
cotidianos, el narcisismo se correlaciona con el período de
gratitud. El período de gratitud se refiere al número de
circunstancias de la vida por las que una persona se siente
agradecida en un momento dado. Se podría esperar que alguien
con una fuerte predisposición al agradecimiento se sienta
agradecido por su familia, su trabajo, su salud, y la vida en sí
misma, junto a otra amplia variedad de otros beneficios. Alguien
menos dispuesto a la gratitud, sin embargo, podría ser consciente
de experimentar gratitud por menos aspectos de su vida. Como
promedio, los narcisistas enumeran menos cosas buenas diarias
que los no narcisistas.
Segundo, los narcisistas también difieren de los no narci-
sistas en la naturaleza de las cosas por las que sienten agra-
decimiento. En estos diarios, los narcisistas son menos
180
propensos a citar la benevolencia de otros y más propensos a
mencionar posesiones materiales y atributos propios. Una de las
personas más narcisistas en el estudio incluía éstas entre las
cosas buenas que agradecía, «mi salud, fuerza», «mi mente, mi
pensamiento racional», «mi voluntad fuerte y mi deseo», «mi
equipo de fútbol», «recibir dinero de mi abuela», y «que alguien
me encuentre atractivo». En contraste, aquí tenemos un ejemplo
de uno de los individuos que sacó una puntuación más baja en la
escala narcisista: «Mi familia, en particular el hijo que
esperamos», «el apoyo que recibo de los que me rodean», «la
ayuda de Dios en los momentos difíciles», «un marido cariñoso»,
«tener comida en la mesa» y «poder pagar los impuestos».
En un estudio basado en cuestionarios, descubrimos que
las personas narcisistas tienen una densidad de gratitud menor.
La densidad de gratitud se refiere al número de personas hacia
las que uno se siente agradecido por un único resultado positivo
o circunstancia de la vida. Al ser preguntada hacia quién se siente
agradecida por un resultado positivo, por ejemplo, conseguir un
buen trabajo, una persona con una fuerte disposición agradecida
podría enumerar una lista de otros muchos individuos, incluidos
padres, profesores de la escuela elemental, tutores, mentores,
compañeros de estudios y a Dios o incluso a un poder más
elevado. Alguien menos dispuesto a la gratitud podría sentirse
agradecido a menos personas por el mismo beneficio. Los
narcisistas asumen más el mérito por los resultados positivos,
tendiendo a atribuirlos a su innata habilidad o esfuerzo y
quitando mérito a otros.
Si el narcisismo lucra una condición que sólo afectase a
un pequeño porcentaje de la humanidad, entonces apenas habría
motivo para preocuparse. De hecho, los psiquiatras calculan que
sólo el uno por ciento de la población general cumple con el
criterio clínico para los desórdenes narcisistas.36 No obstante, las
características narcisistas se encuentran en todos los individuos
en grados diferentes. Los psicoanalistas han observado que el
181
narcisismo es un estado normal del desarrollo humano. Como
tal, forma parte de la condición humana. Nacemos narcisistas.
Por eso debemos mantenernos en guardia contra los
pensamientos narcisistas y las actitudes que se oponen a la
verdadera gratitud. No dejar atrás el narcisismo tiene como
resultado una vida espiritualmente empobrecida, cuya víctima
principal es la incapacidad de sentir agradecimiento por lo que
la vida ofrece.

PERSPECTIVAS DE AGRADECIMIENTO
Actúa con amabilidad, pero no esperes gratitud.
CONFUCIO37

Un obstáculo final para sentirse agradecido es esperar la


gratitud de los otros. Cuando beneficiamos a otros, es agradable
que se reconozca lo que hemos hecho. Pero todos los obstáculos
que he identificado en este capítulo trabajan conjuntamente para
frustrar las emociones de agradecimiento y las expresiones de
gratitud. Es factible que nuestros actos de amabilidad sean ol-
vidados o pasados por alto. Por eso, si vamos a esperar gratitud
de los otros, ya sea de nuestros hijos, estudiantes o de nuestra
esposa, acabaremos decepcionados. «La gratitud es un impuesto
que debería pagarse, pero que nadie tiene derecho a esperar»,
decía Rousseau. La verdadera generosidad que viene del corazón
no espera recompensas. Un regalo no es un regalo si incluye
condiciones.
Hans Selye, médico y endocrinólogo en la Universidad
McGill, nació en Viena en 1907, y llegó a ser la mayor autoridad
mundial en el tema del estrés, las respuestas físicas y emocio-
nales al estrés, y la enfermedad física. Sus contribuciones fueron
tan innovadoras que algunas autoridades se referían a él como
«el Einstein de la medicina». Creyendo que la gratitud jugaba un
papel crucial en la respuesta al estrés humano, escribió, «entre
182
todas las emociones, hay una que, más que ninguna otra, explica
la presencia o ausencia del estrés en las relaciones humanas: y es
el sentido de la gratitud».38 Selye no dudó en utilizar su peso
como destacado científico a modo de pulpito desde donde unir
sus creencias sobre cómo viven los seres humanos con las de
cómo deberían vivir. En su libro clásico, El estrés de la vida, y
en la continuación, Estrés sin angustia, dedicó secciones
significativas de varios capítulos a identificar lo que, en su
opinión, eran los elementos básicos de una vida plena. Fue en
este contexto en el que escribió sobre la gratitud. La gratitud,
para Selye, «era el despertar en otra persona del deseo de que yo
prospere, por lo que he hecho por ella [...], inspirando el
sentimiento de gratitud, he inducido a otra persona a compartir
conmigo mi deseo natural de bienestar propio».39 Era un
esfuerzo consciente por la gratitud de otras personas lo que se
convirtió en la filosofía de vida por la que se guiaba Selye y que
para él era el fin último de la existencia. Piense en ello un
momento. ¿Por qué la gente hace lo que hace? ¿Qué les motiva?
Según Selye, la mayoría de los individuos hace lo que hace para
que otras personas le estén agradecidas. Y la gratitud de los otros
está ligada a su aprobación de nosotros. Al ganar la aprobación
de los otros, tenemos una indicación de lo agradecidos que nos
están, ya que perciben que los hemos beneficiado en algún
sentido.
Como científico, Selye no era ni mucho menos el único
en desear la aprobación e incluso la admiración de sus iguales,
sus alumnos y el público. No es mi intención aquí emprender una
extensa psicobiografía de Selye, pero similar a otros narcisistas,
esta necesidad de aprobación parecía consumirlo, sobre todo en
sus últimos años. ¿Qué experiencias durante su desarrollo
pudieron haber producido ese poderoso y ávido deseo de
valoración? En su autobiografía, dice: «No recuerdo que mi
madre me abrazara nunca, aunque debió de hacerlo, sobre todo
cuando era un bebé [...] ella no lloraba nunca y no soportaba a
183
los niños pequeños con lágrimas en los ojos. Pero los niños no
pueden evitar llorar de vez en cuando.»40 A lo largo de su vida,
Seyle anheló algo que nunca recibió durante su niñez. Cuando
era estudiante de medicina, soñaba con «casarme con una chica
con la que pudiera compartir todas mis preocupaciones».41
Sospecho que esas preocupaciones apuntaban en una sola
dirección. Al casarse, lamentó no poder mantener conver-
saciones doctas con su esposa, a quien encontraba
intelectualmente inferior.
A Selye le conmovían especialmente las expresiones
aduladoras. En una ocasión, el día antes de pasar por el
quirófano, fue dado de alta del hospital a tiempo para dar una
charla. La conferencia era delante de un público importante en
uno de los hoteles más grandes de Montreal. Al final del
discurso, que expuso con su acostumbrado y magistral estilo,
explicó al público que lo iban a operar al día siguiente. Contaba
que: «La ovación en pie y los considerables aplausos es posible
que fueran los más apasionados que había recibido nunca;
algunas de las mujeres incluso tenían lágrimas en los ojos
mientras me dirigía a mi coche.»42
Como profesor que ha dado muchas conferencias y char-
las públicas (aunque ninguna acabara con una ovación del
público, en pie), puedo identificarme con la sensación de
felicidad resultado de una afectuosa acogida. Pero, para un adic-
to a la gratitud, el deseo no se satisface nunca. La apreciación de
lo que hace nunca es suficiente. Mirando hacia atrás en su vida,
Selye sintió que su trabajo había sido mal interpretado, sus
contribuciones, poco apreciadas. Admitía rápidamente que
quería acaparar gratitud, respeto y la admiración de otros. Dado
que una persona tiene poco control sobre las reacciones de los
demás, esta manera insegura de enfocar la vida no se puede
sostener sin una tensión considerable. Supone, en efecto, que uno
se permita convertirse en rehén emocional de las reacciones de
los demás. Casualmente, la autobiografía de Selye, publicada
184
tres años antes de su muerte en 1982, se tituló El estrés de mi
vida.
¿Cómo es posible, ante las fuerzas monumentales que
minan la gratitud, crear y sostener una actitud agradecida ante la
vida? ¿Cómo superamos el olvido, el pensamiento comparativo,
los prejuicios negativos, los conflictos emocionales y otros
obstáculos a la gratitud? ¿Cómo vivimos sin esperar la gratitud
de otros sin sentirnos rechazados cuando no tenga lugar? ¿Cuáles
son las características de las personas que son capaces de
conseguirlo? Deben haber desarrollado estrategias para combatir
estos obstáculos. Han creado vidas donde predomina el
agradecimiento y han aprendido que una actitud agradecida
produce prosperidad emocional, mientras que no vivir una vida
de agradecimiento conduce a la pobreza emocional.

185
6
La gratitud en tiempos difíciles
En tiempos de gran abundancia, la gratitud puede llegar
tan fácilmente que parecerá una reacción natural, sin esfuerzo.
Tanto si experimentamos las alegrías del éxito material, la
sorpresa de un ascenso no esperado en el trabajo, el nacimiento
de un hijo muy deseado, la euforia de enamorarse o el elogio de
nuestros amigos o iguales, es raro que no nos sintamos
agradecidos. De hecho, las personas que reciben los éxitos y la
riqueza y no experimentan gratitud suelen parecemos
inconsecuentes, arrogantes, egoístas e incluso casos patológicos.
Pero la gratitud espontánea nos abandona en momentos de
adversidad y pérdida. El sufrimiento nos roba la gratitud fácil;
de hecho, el camino para recuperarla nos obliga a librar una dura
batalla para rescatar la habilidad de apreciar las buenas cosas que
disfrutamos, desterrar la rabia, la triste ingratitud y la depresión,
y recobrar la capacidad de gozar de la vida.
Un clásico ejemplo del sufrimiento humano lo
encontramos en la Biblia, en el Libro de Job. En este libro,
ampliamente citado pero rara vez leído en su totalidad, el
personaje principal, Job, es descrito como un hombre
moralmente recto y profundamente religioso, con una gran
familia y una considerable riqueza. Ha recibido muchos regalos
de Dios: familia, hijos, posesiones, estima y un buen nombre. Es
un hombre que goza de una prosperidad material y espiritual sin
parangón, un «hombre recto y sin mancha», un hombre
extraordinario de quien «no existe otro igual sobre la tierra».
Lleva una buena vida, al estilo del siglo V a. C.

186
Entra Satán en la escena. A Satán le disgusta la santidad
del estilo de vida de Job, razón por la que incita a Dios para que
ponga a prueba a su fiel sirviente. Le dice a Dios que la única
razón por la que Job vive una vida justa y adora a Dios es porque
goza de salud y prosperidad, y que Job no es agradecido por las
razones adecuadas. Satán atribuye la fe de Job a su dependencia
de Dios para disfrutar de una vida de abundancia y acusa a Dios
de colocar una «salvaguardia» de bondad y bendición alrededor
de Job, para que Job no pueda hacer otra cosa que alabar y honrar
al Señor. Satán cree que si Job estuviera enfermo y arruinado,
dejaría de servir a Dios. En otras palabras, una gratitud tan fácil
y espontánea no es «verdadera»: en esencia, lo que Satán pide a
Dios es que demuestre que Job le adoraría incluso si le despojase
de la prosperidad y la abundancia.
En el Libro de Job, Dios acepta el desafío de Satán e
intenta demostrar a Satán que Job le servirá sin importar a qué
pruebas lo someta. A partir de ese momento, todos los bienes de
Job son destruidos: hijos, riqueza y salud. Los hijos mueren, le
roban las posesiones y los animales, sus criados desaparecen, y
él se convierte en un paria de la sociedad, considerado
públicamente como un pecador, alguien maldecido por Dios.
Sentado en el suelo, cubierto de polvo y dolorosas llagas, Job se
hace la pregunta universal: «¿Por qué a mí?»
Concentrándose en el tema del dolor, el Libro de Job
ejerce una atracción perenne.1 La cuestión de por qué el bueno
sufre es para una gran mayoría el tema principal de este libro, sin
embargo origina preguntas adicionales. ¿Reciben los humanos lo
que se merecen en la vida? ¿Cómo responden los justos a la
adversidad? Estas preguntas no se plantean filosóficamente sino
en el contexto de la historia de un hombre. ¿Cómo reaccionó Job
cuando lo despojaron de todas las cosas buenas? Como creyente
en que todas las cosas, las bendiciones y las maldiciones,
provenían de la mano de Dios, Job se enfrentaba a una terrible
pregunta: ¿Es Dios la clase de ser que actúa sin ninguna razón?
187
Dado que Dios le dijo a Satán: «Me has incitado contra él sin
ninguna razón», Job dijo entonces: «¿Nos da Dios cosas buenas
sin razón? ¿Y nos da Dios, también, cosas malas sin razón?»
Tres amigos intentaron ayudarlo a encontrar sentido al
aprieto en el que se veía. ¿Es el infortunio un castigo divino para
el pecado?, se preguntaban. Los amigos de Job respondieron de
manera afirmativa, afirmando que las desgracias de Job eran
prueba de que había cometido algunos pecados por los que
estaba siendo castigado. Sus amigos también propusieron la
postura contraria: que la buena suerte es siempre una recompensa
divina, y que si Job renunciara a sus pecados, experimentaría
inmediatamente el regreso de la buena suerte.
En respuesta, Job afirma que es un hombre justo, y que
su infortunio no es, por lo tanto, castigo de nada. Esto abre la
posibilidad de que Dios actúe de manera caprichosa, y la esposa
de Job lo insta a maldecir a Dios. En lugar de hacerlo, Job
responde con ecuanimidad: «Lo que el Señor te da, el Señor te
lo quita; bendito sea el nombre del Señor.» En la cosmovisión de
Job, el bien y el mal van unidos. El clímax del libro ocurre
cuando Dios responde a Job, no con una explicación para el
sufrimiento de su siervo, sino con una pregunta: «¿Dónde estaba
Job cuando Dios creó el mundo?»
Job pasa la prueba. No maldice a Dios. Conserva su inte-
gridad, incluso después de haber quedado deshecho. Se hace
evidente que nunca fue el disfrute de una vida santa lo que indujo
la fiel gratitud de Job. Al final del libro, aprendemos que Job fue
curado y bendecido el doble de veces por su calvario. Al final,
queda completamente redimido. Dios restablece las primeras
relaciones de Job, concediéndole diez hijos más, siete varones y
tres hembras, le da 14.000 ovejas, 6.000 camellos, 1.000 bueyes
y 1.000 monos, y le concede buena salud y una larga vida —
dicen que vivió alrededor de ciento cuarenta años—, rodeado de
cuatro generaciones de vástagos.2

188
¿EN TODAS LAS CIRCUNSTANCIAS?
Es relativamente fácil sentirse agradecido cuando
ocurren cosas buenas, y la vida nos va como queremos que vaya.
Un reto mucho más grande es estar agradecido cuando las cosas
no marchan tan bien y parece que todo se tuerce. Sentir rabia,
amargura y resentimiento nos parece mucho más fácil, una
reacción mucho más natural en tiempos como ésos. En este
sentido, la historia de Job es instructiva. ¿Estaba Job agradecido
a Dios sólo porque había sido tan bienaventurado y próspero? Al
pasar la prueba de Satán y mantener su integridad, Job demuestra
que su postura de gratitud hacia Dios era independiente de las
circunstancias de su vida. No creía que fuera poseedor o
merecedor de cosas buenas. Las herramientas de la ciencia
parecen quedarse cortas cuando intentamos entender a las
personas que experimentan agradecimiento en su vida en
situaciones extraordinariamente difíciles.
Aparte de Job, la literatura religiosa y los relatos de vidas
ejemplares contienen historias de personas extraordinarias,
capaces de trascender un dolor considerable y cultivar un sentido
del agradecimiento hacia la vida, a pesar de lo que les suceda a
ellas o a su entorno. Piensen en Corrie ten Boom, el apóstol
Pablo, Dietrich Bonhoeffer y Horatio G. Spafford, todos ellos
ejemplos convincentes de personas que parecían estar
agradecidas pese a sus terribles circunstancias.
Corrie ten Boom, cuya familia escondió judíos en su
hogar durante el Holocausto, escribió El refugio secreto, donde
agradece las pulgas en los barracones del campo de
concentración porque, gracias a ellas, los guardias se mantenían
alejados y podían disfrutar de cierto grado de intimidad para sus
rezos.3 El teólogo alemán, Dietrich Bonhoeffer, fue ejecutado
por tramar el asesinato de Hitler, sin embargo permaneció
agradecido hasta el final, escribiendo en su autobiografía,
publicada después de su muerte, que la «gratitud cambia los
recuerdos dolorosos en alegría gratificante».4 En la carta de
189
Pablo a la iglesia en Filipos, las palabras «alegría» y «dicha»
aparecen dieciséis veces en cuatro capítulos, pese a que escribía
la carta desde la cárcel, donde aguardaba un juicio que podría
haberle causado la muerte. Desde la celda de la prisión escribió:
«He aprendido a estar contento con lo que tengo. Sé lo que es
tener poco y sé lo que es tener mucho. En todas y cada una de las
circunstancias he aprendido el secreto de estar bien alimentado
o pasar hambre, de tener en abundancia o de padecer necesidad
[...]. Alégrate siempre, reza sin cesar y da gracias en todas las
circunstancias.»5
El abogado Horatio G. Spafford vivía con su esposa y sus
cuatro hijas en Chicago. En un viaje a través del Atlántico, sus
hijas perecieron cuando el barco en el que viajaban se partió en
dos al colisionar con un carguero. Su esposa le envió un tele-
grama que decía: «Única superviviente.»6 De camino para
recogerla y acompañarla a casa, Spafford le pidió al capitán del
barco en que viajaba que le informara cuando llegaran al lugar
donde sus hijas se habían ahogado. Allí mismo, grabó en su
memoria las palabras del famoso himno It Is Well with My Soul.
Nadie se apunta a un curso de adversidad para mejorar su
carácter. No elegiríamos sufrir para estar más agradecidos o, en
realidad, para desarrollar ninguna otra virtud. Sin embargo,
ejemplos históricos e investigaciones contemporáneas
demuestran que las pruebas y las adversidades pueden ser la
causa de cambios positivos de carácter. La creencia de que la
tragedia puede, en última instancia, traer resultados positivos ha
sido uno de los pilares de las religiones desde tiempos remotos.
De hecho, hay quien dice que la razón principal de que existan
las religiones es ayudar a las personas a encontrar sentido al
sufrimiento. El budismo y el cristianismo ofrecen dos poderosos
ejemplos. La primera de las Cuatro Nobles Verdades su-
puestamente dichas por Buda es que «la vida es sufrimiento».
Tan central es el concepto de sufrimiento en esta tradición que
se dice que la única afirmación de Buda es que había venido a
190
enseñar sobre el sufrimiento, y nada más. En el cristianismo, el
sufrimiento es el resultado del alejamiento de Dios por parte de
la humanidad. No obstante, el sufrimiento es soportable
mediante la identificación con la angustia de Jesucristo en la
cruz.
Las doctrinas religiosas no sólo identifican el sufrimiento
como un aspecto central de la condición humana, sino que
también articulan las visiones de cómo deberíamos responder al
hecho de que la vida está llena de sufrimiento. Los individuos
pueden adoptar una actitud hacia su sufrimiento que les permita
verlo como un componente significativo de la vida, que tal vez
abra el umbral a una existencia más auténtica, más profunda. Las
doctrinas religiosas nos animan a hacer algo más que reaccionar
con pasividad y resignación a las pérdidas y las crisis; nos
recomiendan que cambiemos nuestra perspectiva, para que
nuestro sufrimiento se transforme en una oportunidad para
crecer. No sólo la experiencia de la tragedia nos brinda una
oportunidad excepcional de crecimiento, sino cierto tipo de
sufrimiento es también necesario para que una persona alcance
el máximo crecimiento psicológico. En su estudio de las
autorrealizaciones, los paradigmas de la salud mental, el
renombrado psicólogo humanista, Abraham Maslow, dijo que
«las experiencias de aprendizaje más importantes eran las
tragedias, los dramas y los traumas [...], que forzaban un cambio
en la actitud ante la vida de la persona y, consecuentemente, en
todo lo que hacía».7
Mientras escribo estas líneas durante las vacaciones de
invierno, pienso en los valientes individuos que, en 1620, zarpa-
ron de Plymouth y navegaron hasta Holanda, para luego, cruzar
el Atlántico rumbo a Nueva Inglaterra. Todos, excepto tres
familias, tuvieron que cavar tumbas en el suelo rocoso de Nueva
Inglaterra para enterrar a un marido, una esposa o un hijo. Traían
plantas y semillas con ellos en el Mayflower, además de
provisiones para pasar el primer invierno. La cebada que
191
plantaron dio pobres resultados. Otras cosechas también fra-
casaron. El hambre hizo estragos. Pero eran gentes de fe. Habían
oído hablar de la fiesta de la cosecha en el antiguo Israel: cómo
Israel, al final de una vendimia con éxito, daba gracias a Dios
por la prodigalidad de la creación, y también por haberles librado
de la cautividad, dándoles la libertad como personas. Los
primeros colonos leían su propia historia a la luz de la historia de
Israel. Daban las gracias a Dios por la cosecha pero también por
algo más, algo que no dependía realmente de que la cosecha
tuviera éxito, a saber, por la presencia, la gracia y el amor de
Dios. Los primeros colonos agradecían a Dios por disponer de
maíz suficiente para sobrevivir al invierno, pero también daban
gracias a Dios por la presencia protectora que habían
experimentado, la mano fuerte que habían sentido que les guiaba,
y el amor que los había sostenido. Como Job, entendieron que a
Dios tenemos que darle gracias y alabarlo tanto en la adversidad
como en la bonanza.8
En la actualidad, también nos encontramos con
individuos capaces de ver las bendiciones del cielo en la
adversidad. En respuesta a una tarea en la que se le pedía que
identificara a alguien en su vida a quien estuviera agradecida,
una mujer que participaba en nuestra investigación escribió la
siguiente carta describiendo el «regalo» de su ceguera:
Inicialmente, me costaba identificar a alguien que
realmente tuviera un impacto significativo en mi vida a quien
quisiera escribir esta carta, y luego empecé a ver estos deberes y
este estado de agradecimiento más bien como un proceso por el
que tenía que pasar. He vivido muchos momentos de dicha en mi
vida pero también muchas privaciones. He tenido problemas con
la vista casi toda mi vida y hace diez años me quedé totalmente
ciega. Aunque llevo una vida productiva y feliz con un marido,
hijos, familia y amigos, etc., nunca he pensado en mí misma o en
mi vida desde la perspectiva del agradecimiento, por eso sentí
que la primera carta que necesitaba escribir en el proceso era una
192
carta a Dios. Soy una persona religiosa, aunque tal vez no tan
espiritual como me gustaría ser, y mi situación, al igual que otros
conflictos que he padecido en mi vida, me ha dejado con una
ambivalencia hacia Dios, así como también con un poco de la
actitud de dar por sentadas las cosas. Lo que me llamó la atención
al empezar a mirar la gratitud de una manera más consciente era
que yo estaba agradecida a Dios de muchas maneras por los
regalos de mi vida y por mi ceguera. Mientras que hubiera sido
una locura desear estar ciega o elegir estar ciega en lugar de
poder ver con normalidad, no hay duda de que la ceguera me ha
traído regalos por los que estoy agradecida. He visto la bondad
en las personas. He visto y he sido consciente de mis propias
fuerzas. Tengo unos hijos independientes, responsables y
compasivos. Sé que cuando conozco gente, percibo directamente
su corazón sin que me distraiga su apariencia exterior. He
recibido el regalo de ayudar a otras personas, que es algo muy
importante para mí en el sentido de ser un modelo y un apoyo
para ellas. Aunque ésta no sea la mejor carta que haya escrito,
quiero darles las gracias por ayudarme a ver más claramente los
dones de la ceguera y el agradecimiento que siento por haberla
tenido. Ahora, el siguiente paso del proceso, en mi caso, será
agradecer a la gente que ha influido en mi vida, cosa que, por
alguna razón, no podía hacer sin antes dar gracias a Dios o a mi
ceguera, a lo que sea. Gracias.

LA PARADOJA DE LA FELICIDAD Y EL
SUFRIMIENTO
La literatura psicológica sobre el bienestar subjetivo ha
concluido que la «mayoría de las personas son felices».9 Según
estudios realizados, la mayoría de las personas, en todo el
mundo, ya sea que vivan en circunstancias favorables o
desfavorables, informan de un nivel positivo de bienestar.
¿Cómo pueden ser felices la mayoría de los individuos, dada la
omnipresencia del sufrimiento, el dolor y la adversidad? ¿Es
193
posible resolver esta aparente paradoja? Tal vez los individuos
son capaces de autoengañarse magistralmente y pensar que son
felices cuando, en realidad, son todo lo contrario. Por otro lado,
tal vez, sean criaturas maravillosamente adaptadas, capaces de
transformar circunstancias adversas en oportunidades para el
crecimiento personal, la felicidad duradera y la calidad de vida
incluso ante el dolor y el sufrimiento. Para algunos, la vida se
eleva a menudo a lo sublime, precisamente, bajo aquellas
circunstancias que podría esperarse que produjeran mayor dolor
y desgracia.
No obstante, parecería que esta conclusión se esfumaría
ante la mayoría de las suposiciones que circulan sobre los efectos
psicológicos y emocionales de los traumas. Por ejemplo, piense
en algunos mitos comunes sobre las reacciones habituales ante
las pérdidas. Los profesionales de la salud mental, el gran
público y aquellos que experimentan una pérdida asumen, por lo
general, que (1) la angustia o la depresión son inevitables
después de una pérdida, (2) las emociones positivas como la
esperanza y la felicidad están ausentes, (3) la incapacidad de
experimentar angustia indica una perturbación psicológica o es,
de alguna forma, patológica, (4) aceptar o «trabajar a través de
la pérdida» es esencial para una recuperación definitiva, y (5) el
apego por el objeto perdido debe romperse. Investigaciones
recientes sobre cómo hacer frente a las pérdidas han puesto en
duda cada una de estas suposiciones, ampliamente aceptadas, y
la ciencia del crecimiento relacionado con el estrés está
redefiniendo lo que significa «ajustarse» a las pérdidas.10
Por ejemplo, la pérdida de un cónyuge puede representar
emocionalmente un golpe tremendo y, a menudo, desde luego,
dejar un vacío emocional. Sin embargo, en un estudio sobre
viudas que habían perdido a su marido el mes anterior,
curiosamente sólo el 35 por ciento fueron clasificadas como
absolutamente o «probablemente» deprimidas.11 En otro estudio
de padres enfrentándose a la pérdida de un hijo a causa del
194
Síndrome de Muerte Infantil Repentina (SIDS, en inglés), tres
meses después de la pérdida, las emociones positivas prevalecían
más que los sentimientos negativos, y esta pauta se mantenía en
una entrevista complementaria realizada dieciocho meses
después.12 Inicialmente, los investigadores que trabajan en el
campo de las pérdidas y cómo sobrellevarlas se mostraban,
comprensiblemente, reacios a preguntar a la gente si habían
encontrado algo positivo en su pérdida. Un entrevistador se
quejó: «Si esperan que vaya y le pregunte a un tetrapléjico
cuántas veces se ha sentido feliz la semana pasada, están locos.»
Pero no era ninguna locura. En las tres semanas posteriores a la
dolencia que las ha dejado inmovilizadas, las personas con
lesiones en la médula espinal informaron haber sentido felicidad
con más frecuencia que ansiedad, depresión o ira. En otro estudio
relacionado con cónyuges desconsolados, el 81 por ciento había
encontrado algo positivo dieciocho meses después de sufrir la
pérdida, y un asombroso 73 por ciento afirmó haber encontrado
algo positivo justo un mes después de la muerte del consorte. Las
emociones positivas no «desaparecen en combate» en las
secuelas de una pérdida. Por supuesto, no se trata de minimizar
la angustia que suele acompañar a las pérdidas dolorosas, por
ello, aun encontrando que esas pérdidas conducen a menudo a
ganancias, no deberían tomarse como excusa para minimizar la
agonía y el sufrimiento que pueden originar los traumas. Sin
embargo, estos estudios apuntan a la extraordinaria capacidad de
recuperación de los humanos para acomodarse y adaptarse a las
circunstancias traumáticas de su vida.
Sin embargo, se da el caso de que no todo el mundo se
recupera después de una pérdida y no todo el mundo experimenta
el crecimiento relacionado con el estrés. Ciertos factores parecen
predecir quién será capaz de encontrar resultados positivos y
quién no lo será. El optimismo es un factor. Sobrellevar las cosas
mejor permite a los optimistas adaptarse más rápidamente a las
pérdidas. La religiosidad es otro. Ya sea por su creencia en la
195
vida en el más allá o por su percepción de que las pérdidas
forman parte de un plan cósmico más grande, las personas de fe
manifiestan niveles más elevados de crecimiento postraumático
que las no religiosas.13 Pero, piense en la gratitud. ¿Podría ser la
gratitud parte del «sistema inmunitario psicológico» que opera
para convertir la adversidad en prosperidad? Sin minimizar la
gravedad de los sucesos traumáticos ¿recordarse a uno mismo
que debemos «estar agradecidos» o mantener una actitud
agradecida podría ser una manera efectiva de combatir las
circunstancias particularmente estresantes de la vida? Una
actitud de agradecimiento permite al individuo transformar una
tragedia en una oportunidad de crecimiento. ¿Recuerda haber
manejado una crisis con éxito y darse cuenta de que ha crecido
gracias a la experiencia? En ese caso, agradeció no tanto las
circunstancias sino la experiencia que sacó de ello. Alicia, una
mujer de 70 años que tomó parte en la investigación, explicaba:
En general lo veo como si todas las cosas que
ocurren en mi vida fueran un regalo, por la razón que sea
o como vengan. No tiene por qué tratarse,
necesariamente, sólo de regalos agradables, sino de todo
lo que pasa [...], todo tiene un significado. Y así he
aprendido mucho. Aunque no querría volver atrás y
revivir nada, estoy agradecida porque ellos me han
ayudado a ser quien soy. La vida nos trae muchas penas
y alegrías pero todas ellas la enriquecen.
Cuanto más estudio la gratitud, más me convenzo de que
un sentimiento, auténtico y profundamente sentido, de gratitud
hacia la vida puede que exija cierto grado de contraste o pri-
vación. Apreciamos más una primavera suave después de un
duro invierno, una comida de gourmet después de un ayuno, y la
intimidad sexual después de un período de abstinencia. A veces
no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Renunciar a
una posición valiosa o a una meta en la vida puede llevar a la
persona a aumentar el valor que advierte en otros aspectos de la
196
vida. ¿Quién no conoce el ejemplo prototípico del ejecutivo
agresivo que después de un ataque al corazón que pone en
peligro su vida jura que dedicará más tiempo a su familia? A
través del proceso de agradecimiento, lo que una vez se dio por
hecho, ahora es visto como especial. No hay nada como la no
disponibilidad en potencia de algo (o de alguien) para hacernos
valorarlo más. Los psicólogos lo llaman «principio de la
escasez», que asigna un valor más grande a las oportunidades
cuando están menos disponibles.14
Poco se sabe del papel que juega la gratitud en la vida de
personas reales que luchan con situaciones difíciles de la vida.
En un intento de remediar esta deficiencia, Lisa Krause y yo
recogimos historias de gratitud y agradecimiento de las vidas de
personas con enfermedades neuromusculares (NMD, en inglés).
Como mencioné en el capítulo 2, las NMD son enfermedades
crónicas, y progresivamente discapacitantes, del sistema
nervioso periférico que afectan a más de cuatro millones de
personas en Estados Unidos. Colaborando con colegas del
departamento de Medicina y Rehabilitación Física de Davis, en
la Universidad de California, enviamos minuciosas encuestas de
veintiséis páginas que valoraban la calidad del funcionamiento
de vida y el bienestar subjetivo de más de trescientas personas
con enfermedades neuromusculares, incluidas el síndrome
pospolio, la enfermedad de Charcot-Marie Tooth, la distrofia
muscular de cinturas por déficit de calpaína, y la distrofia
faciosescapulohumeral (FSH, en inglés). Recibimos encuestas
de más de doscientos individuos, y he citado varias en este libro.
Recordemos la angustia de Job por sus dolencias físicas.
Ante las enfermedades progresivas, la vida se vuelve
extremadamente desafiante, dolorosa y frustrante para los
individuos, que pueden sentirse enfadados con Dios, frustrados
con los médicos y amargados por una vida que perciben como
una cruel injusticia. De ahí que empezáramos preguntándonos si
era posible para nuestros entrevistados encontrar algo por lo que
197
sentirse agradecidos. El resultado fue que la mayoría de los
entrevistados tuvo problemas para darnos un ejemplo específico
porque había demasiadas cosas en su vida por las que se sentían
agradecidos. Nos impactó la profundidad de los sentimientos que
describían en sus redacciones y por el aparente poder
transformador de la gratitud en la vida de muchos. Incluimos una
pregunta abierta en la que pedimos a los sujetos que escribieran
acerca de una época en la que experimentaron un fuerte sentido
de gratitud o de agradecimiento por algo o hacia alguien. Les
pedimos que se tomasen su tiempo para recrear la experiencia en
su mente de manera que pudieran sentir las emociones como si
hubieran retrocedido en el tiempo al momento en que ésta tuvo
lugar. Luego, los invitamos a reflexionar sobre lo que sintieron
en aquella situación y cómo expresaron esos sentimientos. Lo
que nos resultó evidente al leer las redacciones fue que (a) la
gratitud puede ser un sentimiento abrumadoramente intenso, (b)
la gratitud por ciertos regalos que la mayoría de la gente pasa por
alto con facilidad puede ser la forma más poderosa y frecuente
de agradecimiento, (c) la gratitud es independiente de las
circunstancias objetivas de la vida personal y se puede escoger a
pesar de la situación particular. También nos asombró el giro
redentor que tenía lugar en casi la mitad de las narraciones: de
algo malo (sufrimiento, adversidad, aflicción) salía algo bueno
(nueva vida o nuevas oportunidades), por lo que el individuo se
sentía profundamente agradecido. En este relato, un giro en el
humor resulta ser fundamental para el agradecimiento:
Hasta hace poco, me resultaba difícil incluso
pensar en una situación en la que sentí gratitud.
Últimamente, mi depresión se ha vuelto más profunda.
Pedí a los amigos que me visualizaran feliz y lleno de
alegría. El resultado de esta petición ha sido una lluvia de
amor y de palabras de fuerza y poder. Había llegado a un
punto donde me sentía inútil y que no valía nada: el
divorcio, la pérdida del trabajo, la falta de ingresos, el
198
cambio de casa, la pérdida de amigos y la pérdida de
movilidad se combinaron para dejarme con una
sensación de despecho. Pensaba que lo superaría en los
diez meses siguientes, pero los sentimientos se
intensificaron a medida que pasaba el tiempo. Las
palabras de familiares y amigos me han llenado de
asombro. No tenía ni idea de que me veían con la fuerza
y la capacidad de superación que era evidente en sus
palabras. Me siento lleno de paz y esperanza. Un pequeño
comienzo hacia la felicidad. Siento tanta gratitud hacia
esas personas por hacerme de espejo; un espejo que
reflejaba no sólo mi oscuridad, que era todo lo que yo
podía ver, sino la luz cuyo rastro había perdido.

CUIDADOS DE GRATITUD
La esposa de Robertson McQuilkin, Muriel, que falleció
en 2003 de Alzheimer, empezó a mostrar síntomas de la
enfermedad a finales de la década de 1970. Aunque, una vez
diagnosticados, el promedio de vida de los enfermos de
Alzheimer no llega a los siete años, Muriel y Robertson lucharon
contra la enfermedad durante casi un cuarto de siglo. A los 62
años, él se jubiló de su puesto como director de una escuela
superior para poder cuidar de su esposa todo el tiempo. Tres años
después, cuando ella dejó de reconocerlo, él escribió: «La quería,
pero ella no podía corresponderme.» La historia de McQuilkin
es, simultáneamente, desgarradora e impresionante. He aquí un
hombre que sacrificó casi un tercio de su vida para cuidar de una
mujer que no tenía ni idea de quién era él y que nunca lo volvería
a saber. Al preguntarle en una entrevista por qué seguía cuidando
de ella, respondió: «Ahora mismo creo que mi vida debe de ser
más feliz que las vidas del 95 por ciento de la población de este
planeta. Muriel es una dicha para mí, y la vida nos trata muy
bien, de diferentes maneras. Pero estoy pensando en algo más

199
básico que "contar las cosas buenas". Adoro cuidar de ella. Es
mi tesoro.»
Asumir, a largo plazo, los cuidados de un cónyuge disca-
pacitado, un padre o madre ancianos o un niño crónicamente
enfermo es una forma única de estrés que puede llegar, incluso,
a acelerar el envejecimiento. Investigadores de la Universidad de
San Francisco, California, realizaron un notable estudio sobre
este tema. Compararon a cincuenta y ocho mujeres, de edades
comprendidas entre los 20 y los SO años, todas ellas madres
biológicas de hijos con una enfermedad crónica (las cuidadoras)
o de hijos sanos (grupo de control).15 Las madres con un hijo
enfermo a su cargo tenían telómeros más cortos en las células del
sistema inmunitario. Los telómeros son estructuras
nucleoproteicas que constituyen las extremidades de los
cromosomas y promueven la estabilidad genética. Como las
puntas de los cordones de los zapatos, los telómeros previenen
que los haces de ADN se deshilachen. Cada vez que una célula
se divide, una porción del ADN telomérico se deshace, hasta que
después de muchas divisiones de las células, ha disminuido tanta
parte del ADN telomérico, que la célula envejecida deja de
dividirse. Así, los telómeros juegan un papel vital al determinar
el número de veces que la célula se dividirá, su salud y su
longevidad. Estos factores, en cambio, afectan la salud de los
tejidos que forman la célula, y por extensión, el envejecimiento
del organismo anfitrión. Los expertos nos dicen que el estrés es
el mayor causante del envejecimiento que existe, y esta
revolucionaria investigación cromosomática explica el porqué.
El estrés acelera el envejecimiento de las células humanas y
explica la razón por la que los individuos que padecen estrés
crónico parecen agotados y rendidos.
No sorprende a nadie que los individuos a cargo de enfer-
mos de Alzheimer experimenten una cantidad enorme de estrés,
y lleguen a sentirse abrumados por las responsabilidades e,
incluso, incapaces de atender las necesidades del enfermo.
200
«Pérdida en vida» es una expresión habitual para describir lo que
es ver a un ser querido que padece esta enfermedad. Siete años
antes de la muerte de Ronald Reagan, Nancy Reagan describió
el declive de su marido a causa de la enfermedad como «peor
que el (intento de) asesinato». Nancy Reynolds, una amiga de la
familia, comentó que en los momentos finales, la señora Reagan
«se había hecho responsable de lo que quedaba» del ex
presidente. Su posición privilegiada supuso que su papel como
cuidadora fuera muy diferente de la experiencia de mucha otra
gente. No obstante, al menos emocionalmente, eso no significa
que lucra más fácil. Incluso si la persona que cuida decide pasar
los cuidados de su familiar a un centro médico, el estrés físico y
psicológico ocasionados por ver el deterioro de salud de un ser
querido sigue pasando factura.
Cuesta imaginar que una práctica tan sencilla como escri-
bir un diario de gratitud pueda dar un respiro al estrés constante
de cuidar a un ser querido con Alzheimer. Después de todo, el
giro de actitud que suscita la gratitud no cambia la cruda realidad
de esta terrible enfermedad. Sin embargo, Jo-Ann Tsang, de la
Universidad Baylor, llevó a cabo un estudio acerca de la
intervención de la gratitud con objeto de averiguar si escribir
todos los días un diario de gratitud tenía un impacto positivo en
el bienestar físico y psicológico de los parientes de enfermos de
Alzheimer.16 Para ello, reclutó a los sujetos entre un grupo local
de personas que cuidaban de enfermos con esa dolencia, los
dividió en dos grupos y mientras que uno escribía un diario
cotidiano de la gratitud, el otro anotaba diariamente las
dificultades que experimentaba. Ambos grupos debían escribir
sus impresiones todos los días durante dos semanas. Una mujer
escribió: «Estaba tan agradecida de que Bill me hubiera llamado
por mi nombre. No quería que me fuera, y me pidió que
volviera.» Otro día, la entrada del diario decía así: «Hoy me
siento agradecida porque Bill ha recordado que estamos en julio
y no en enero.»
201
La celebración de pequeñas victorias como ésas eran
entradas frecuentes en los diarios de gratitud. Hacia el final del
estudio, los sujetos que habían escrito diarios de gratitud
experimentaron un aumento en el bienestar general y una
reducción en los niveles de estrés y depresión desde el principio
al final del estudio. El agradecimiento diario se relacionó con
niveles más elevados de optimismo y autoestima en las personas
que cuidaban de otras, y con menos quejas físicas de salud. Las
redes de apoyo a personas que cuidan de otras recomiendan
escribir como una manera de autoexpresión, y sospecho que
escribir todos los días en un diario las experiencias positivas y
enriquecedoras puede considerarse terapéutico.
Paradójicamente, acordarse de contar las cosas buenas
que nos han ocurrido y ser consciente de las muchas maneras en
las que la vida aún merece la pena vivirse, tiene un efecto
reafirmante de la vida incluso cuando se está cuidando a los que
no son capaces de recordar. Robertson McQuilkin se aferraba
agradecido a los recuerdos, recuerdos que eran dulces y amargos
a la vez. «Muriel ha llenado el baúl mental de mi memoria con
los mejores»,17 escribió. A Nancy Reagan también la mantenía a
flote la gratitud. En una charla para la Asociación de Enfermos
de Alzheimer que dio un año antes de la muerte de su esposo,
reconoció el poder de la actitud de agradecimiento:
Hace apenas cuatro meses que celebramos el 52
aniversario de nuestra boda, y como sabéis mejor que
nadie, fue un aniversario que celebré sola. Las personas
que padecen Alzheimer pisan un terreno pedregoso y
cuesta abajo. El largo viaje de Ronnie le ha llevado a un
lugar distante donde ya no puedo alcanzarlo. No
podemos compartir los maravillosos recuerdos de los
años que pasamos juntos ni el de tantas personas
estupendas que durante los últimos diez años nos habéis
enviado a Ronnie y a mí vuestras oraciones y vuestros
mejores deseos. A aquellos que habéis sido tan
202
compasivos, os estaré eternamente agradecida por
acordaros de nosotros. Y quiero que os consoléis
pensando que Ronnie sigue siendo la misma persona
buena, amable y humilde que siempre fue. Dios nos ha
bendecido de esa manera, por lo que le estoy tan
agradecida.18

AGRADECIMIENTO ENTRE LAS CENIZAS


El 11 de septiembre de 2001, la vida de los estadouniden-
ses cambió para siempre cuando varios terroristas secuestraron
aviones de pasajeros y los estrellaron contra las torres del World
Trade Center de Nueva York y el edificio del Pentágono en las
afueras de Washington, D.C. Los ataques terroristas del 11 de
Septiembre produjeron más víctimas civiles en un solo día que
cualquier otro hecho en la historia de Estados Unidos. Los
terribles sucesos de aquel día ofrecieron una oportunidad sin
precedentes para que los investigadores de la salud mental
estudiaran las reacciones humanas ante un trauma de gran escala
nacional. En los cuatro años siguientes se publicaron casi cien
estudios, que examinaban las diferentes consecuencias físicas y
emocionales de los ataques, en varios diarios psicológicos y
médicos. Los primeros estudios que aparecieron se centraron,
como era de esperar, en los efectos negativos: síndrome de estrés
postraumático, ansiedad, depresión, alteraciones del sueño. Pero,
no tardaron en hacer su aparición otros estudios que trataban las
emociones positivas. Experiencias entremezcladas con
emociones positivas eran justificables después de los ataques del
11 de Septiembre. Si se pregunta cómo, piense en esto: las
personas podían sentirse agradecidas de estar vivas o de saber
que sus seres queridos estaban a salvo. Por ejemplo, un
superviviente del World Trade Center dijo: «Cada día que
disfruto como invitado de este planeta verde me parece un golpe
extraordinario de buena suerte.»19 Estudios afines trataron de
establecer si las emociones y cualidades psicológicas positivas
203
habían ayudado a recuperar la normalidad en las secuelas de los
ataques.
En uno de estos estudios, Barbara Fredrickson, por aquel
entonces especialista en psicología positiva en la Universidad de
Michigan, examinó la frecuencia de las emociones positivas y
negativas, antes y después del 11 de Septiembre.20 Afortuna-
damente, todavía estaba en contacto con un grupo de estudiantes
entre quienes había repartido un extenso cuestionario sobre las
emociones antes del 11 de Septiembre. Pidió a los sujetos que
«pensaran en los ataques del 11 de Septiembre y en los días
transcurridos desde entonces» y que indicaran cuántas veces
habían experimentado cada una de las veinte emociones
diferentes de una lista, que incluía tanto aquellas que estaban
relacionadas con los ataques como las que en apariencia no lo
estaban. Entre las emociones unas eran positivas (alegría,
esperanza, amor) y otras negativas (ansiedad, enfado, tristeza).
De las veinte emociones, la gratitud fue la segunda más citada.
Los individuos que fueron capaces de sentir, por lo menos,
niveles moderados de estas emociones positivas gozaron de una
mayor capacidad de recuperación y tenían más probabilidades de
no padecer una depresión post 11 de Septiembre (el 72 por ciento
de los implicados sufrió síntomas clínicamente significativos de
depresión). Los individuos más fuertes fueron aquellos con
menos posibilidades de experimentar problemas o estrés
relacionado con los ataques terroristas. La gratitud y otras
emociones positivas parecieron ejercer un efecto protector.
Uno podría preguntarse si toda esa positividad no era más
que una forma de negación. Después de todo, una manera de
sobrellevar un trauma es precintar los pensamientos e imágenes
negativas, y mantenerlos alejados de la conciencia despierta. Sin
embargo, no había pruebas de semejante efecto de supresión en
los datos. La correlación entre los sentimientos positivos y
negativos distaba de ser contradictoria, como lo habría sido si se
hubiesen activado fuertes defensas. Después del 11 de
204
Septiembre, la mayoría de los afectados por los ataques sintió
una mezcla de emociones agradables y desagradables.
Por extraño que suene, la gratitud fue también la reacción
que experimentaron algunas personas que se encontraban en el
World Trade Center, incluso mientras evacuaban las torres.
Todos hemos oído muchas historias de ese día terrible. Una
historia particularmente conmovedora, que me llamó la atención,
la relató el asesor tecnológico de una compañía inversora cuyas
oficinas se encontraban en la Torre Sur:
Cuando el segundo avión se estrelló contra la
Torre Sur del World Trade Center, acababa de salir del
ascensor en el piso 44. Polvo y escombros salían a
borbotones de los huecos de los ascensores y de las
escaleras. Había mucho pánico. Me aferré a la necesidad
de ver y sentir el amor de Dios. El descenso por las
escaleras fue ordenado y eficiente. Era mucha la gente
que expresaba activamente el amor hacia los demás,
ayudándoles, calmando sus miedos, abrazándose y
animándose. Suena extraño, pero una de las impresiones
más duraderas fue cuántas cosas teníamos que agradecer,
y cuántas personas a las que estar agradecidas [...], la
situación empeoró durante un rato pero cuando las torres
se derrumbaron, yo me encontraba a una manzana de
distancia [...]. De alguna manera fui capaz de
concentrarme en la necesidad de amar y estar
agradecido.21
Ésa fue una sorprendente reacción en una circunstancia
extraordinaria. No sé usted, pero si yo me hubiera encontrado en
esa situación, la gratitud habría sido uno de los sentimientos que
menos probablemente habría experimentado.
Poco después de los ataques terroristas, los medios de co-
municación proclamaron que los estadounidenses, en general,
habían cambiado en muchos sentidos para mejor. A pesar de la
rabia y la indignación por haber sido atacados en nuestro suelo,
205
se nos informó de que, después del 11 de Septiembre, nos
habíamos vuelto más generosos, más amables, valorábamos más
la vida, y estábamos más dispuestos a ayudarnos entre nosotros.
Pero ¿realmente ocurrieron esos cambios? Y de ser así, ¿cuánto
duraron? Christopher Peterson, psicólogo clínico de la
Universidad de Michigan y líder del movimiento de psicología
positiva, respondió a estas preguntas utilizando datos de una
encuesta, realizada a través de Internet, sobre las virtudes del
carácter. Buscó cambios inmediatos comparando los resultados
obtenidos antes del 11 de Septiembre con otros recogidos uno,
dos y diez meses después del ataque. Siete virtudes habían
aumentado del antes al después: gratitud, esperanza,
generosidad, liderazgo, amor, espiritualidad y trabajo en equipo.
Estas siete virtudes seguían ocupando una posición elevada diez
meses después, aunque, por lo general, habían descendido de la
posición más alta que habían ocupado nueve meses antes.22 En
el primer aniversario del 11 de Septiembre, el presidente George
W. Bush declaró que, en los acontecimientos que nos habían
puesto a prueba a los estadounidenses, encontraríamos la
fortaleza de carácter que nos libraría de todos los males. A cada
uno de nosotros, siguió diciendo, se nos recordó que «sólo
venimos a este mundo una vez, y esos días contados deberíamos
llenarlos con las cosas que realmente nos importan más: el amor
a la familia, el amor a nuestros vecinos y a nuestro país, y nuestra
gratitud hacia la vida y hacia Aquel que nos la ha dado».23 Aquí,
el propio presidente de Estados Unidos revalidó la gratitud como
el mejor método de afrontar los momentos de incertidumbre.

EL FACTOR DE RESISTENCIA
Una actitud de agradecimiento hacia la vida parece
ofrecer protección en tiempos de crisis. Pero la gratitud también
puede aportar una resiliencia más generalizada y penetrante a lo
largo de nuestra vida. «Resiliencia» es un término muy popular
en la psicología actual. Se refiere a la habilidad para
206
sobreponerse y adaptarse con éxito a la adversidad. Un extenso
material publicado a partir de investigaciones demuestra que, por
ejemplo, el optimismo, la fortaleza, el sentido del humor, el
apoyo social, una sensación de propósito y significado, y la
espiritualidad son poderosos factores de resiliencia. Estudios
recientes sugieren que la gratitud debería añadirse a la lista.
Hace veinte años que Kenneth Kendler y sus colegas de
la Escuela de Medicina de la Universidad Commonwealth de
Virginia estudian los factores genéticos de riesgo de la depresión
y de otras enfermedades psiquiátricas. Se recopilan registros de
gemelos con el propósito de comprender los factores de riesgo
medioambientales y genético-familiares de ambos rasgos
psicológicos, los normales y los anormales (la estrategia de
examinar pares de mellizos permite a los investigadores detectar
factores de riesgo únicos porque los mellizos comparten el
mismo origen genético y familiar-medioambiental). En un
estudio, publicado en 2003, se examinaron los riesgos de
desórdenes psiquiátricos en casi tres mil pares de mellizos,24 a lo
largo de la vida. Los niveles altos de agradecimiento se asociaron
con el riesgo reducido de lo que los investigadores llaman
desórdenes interiorizados (depresión, fobias, bulimia) y
desórdenes externalizados (personalidad antisocial, alcohol y
dependencia de drogas). Al tratarse de un estudio epidemio-
lógico, no aporta luz sobre los motivos por los que el agrade-
cimiento tiene efectos preventivos; no obstante, éste fue un
estudio significativo en el que la mayoría de los factores de
resiliencia tendían a ser medioambientales (estrés, historia fa-
miliar, pérdida personal) o de naturaleza biológica (dieta, ejer-
cicio), y no algo tan aparentemente inadvertido y sencillo como
la gratitud.
Para los individuos con desórdenes psiquiátricos, la
gratitud podría ser una táctica útil de superación para vencer los
retos que nos presenta la vida. También puede ser
significativamente efectiva en distintos grupos de género,
207
étnicos y/o raciales. Un estudio epidemiológico realizado en el
estado de Nueva York reveló que «contar las cosas buenas que
nos ocurren» era una estrategia de superación que se empleaba
para tratar el desorden del pánico y la agorafobia.25 Contar las
cosas buenas fue la segunda estrategia de superación más
frecuentemente respaldada por pacientes afroamericanos, que la
apoyaban con más frecuencia que sus homólogos de origen
europeo. Otros estudios han revelado que los afroamericanos
resisten mejor el estrés crónico porque han sido capaces de
alimentar una perspectiva que mantiene externo el estrés y, al
hacerlo, es menos probable que invada su sentido del yo.
También es probable que actitudes de esperanza, fe, perdón y
gratitud, basadas en la religión, contribuyan a esta capacidad de
recuperación. El aumento de dependencia de la religión está bien
documentado en la comunidad afroamericana. Lidiar con los
problemas de superación desde la reciprocidad, donde el
individuo «se asocia» con Dios, resulta más efectivo que la
autodependencia absoluta, especialmente cuando el estrés es
incontrolable.26 Otro estudio de mujeres mayores con bajos
ingresos reveló que esas mujeres eran mucho más propensas a
describirse a sí mismas como «afortunadas» o «benditas» que
como «pobres» o «viejas», a pesar de que dos tercios de ellas se
hallaban por debajo del umbral de la pobreza y con edades
comprendidas entre los 52 y los 99 años. Contar las cosas buenas
era el enfoque más común para superar la pobreza, y el
mencionado por casi la mitad de las encuestadas.27
Recordarse a sí mismo de mantener una actitud agradeci-
da podría ser una manera común de afrontar los desastres na-
turales. En un estudio, se entrevistó a una docena de padres que
vivían en el sur de Florida en 1992, cuando se produjo el huracán
Andrew, la tormenta más costosa y mortífera de toda la historia
de Florida. Uno de los temas principales de las experiencias
vividas por los padres durante el ciclón era la abrumadora
sensación de gratitud por..., lo que no habían perdido. Aunque
208
los hogares de cinco familias habían quedado tan destruidos que
éstas habían tenido que ser realojadas, ninguna de ellas había
perdido a un ser querido. Gracias a no sufrir la pérdida de lo que
más les importaba, experimentaron una profunda gratitud en
medio de un terrible desastre. Uno de los padres dijo: «Sentía
una abrumadora alegría por estar vivo [...], eso fue lo importante
[...], esa euforia de estar vivos; eso sí que se quedó con
nosotros.»28
Grabados más recientemente en nuestra memoria están
los huracanes Katrina y Rita en 2005. Una vez más, mezclados
con historias de devastación causadas por estas tormentas, había
recuerdos de recuperación entrelazados con gratitud:
La semana pasada fue un momento difícil. Vi
cosas y conocí a personas que estaban viviendo una
pesadilla. Sin embargo, lo que me sorprendía más
mientras regresaba a casa en coche era el desbordamiento
de gratitud que compartían los que me rodeaban cuando
recibían algo tan normal como una comida caliente, una
bebida energética, un viaje en coche, un lugar tranquilo
donde dormir, unas palabras de ánimo. La privación creó
nuevas perspectivas para todos nosotros. Dejamos de dar
por sentado nuestra vida y la de oíros. Es el regalo que
llevo a casa conmigo, mi recompensa, supongo, por
haber trabajado duro. Katrina se llevó mi casa, pero no
mi espíritu.29
Afortunadamente, no hace falta un desastre natural para
avivar el sentimiento de gratitud. Otros cambios en la vida
presentan desafíos donde una respuesta agradecida en forma de
contar las cosas buenas se transforma en una manera efectiva de
afrontar los problemas. Cualquiera que haya sido padre por
primera vez está familiarizado con los retos que trae esta
transición. En un estudio de padres primerizos, los
investigadores descubrieron que «recordarse a sí mismo las
cosas por las que uno está agradecido» y «decirme que tengo
209
cosas por las que dar las gracias» eran dos de los
comportamientos más útiles para superar las dificultades.30 Las
madres tendían a encontrar el agradecimiento más útil que los
nuevos papás (evidentemente ésos eran los padres que se
levantaban en mitad de la noche).
En el caso de hijos con discapacidades, el agradecimiento
podría compensar parte del estrés asociado con cuidar de un
enfermo. Laura King, una de mis ex estudiantes de doctorado y
ahora profesora en la Universidad de Misuri, pidió a padres de
niños con el síndrome de Down (SD) que escribieran historias
sobre el momento en que se habían enterado de que su hijo tenía
SD. Cuesta imaginarse lo que debe de ser recibir la noticia de
que tu hijo padece una deficiencia profunda. Sin embargo,
investigaciones previas muestran que los padres de niños con
síndrome de Down no se diferencian de manera significativa de
padres de niños sin el mismo, en lo que a vida marital y
funcionamiento se refiere. Laura codificó las historias que
obtuvo según la presencia de un presentimiento (sentir antes del
nacimiento que el niño podría tener SD), un principio feliz, o un
final feliz, así como un grado de conclusión o resolución que
indicaba que el padre o madre había aceptado el hecho de que su
hijo padecía el síndrome. La mayoría de las historias tuvo, como
era de esperar, un principio infeliz. Pero los finales felices y las
conclusiones de las historias se relacionaron con niveles más
altos de bienestar en el momento, así como dos años después. Un
progenitor escribió: «Sabía que todo saldría bien. Por encima de
todo era nuestro hijo y el síndrome de Down era una
característica de Jamie. Es una bendición para nuestra familia,
tanto o más, como lo es cualquier hijo.»31 La página de la Web
Nacional del Síndrome de Down incluso ofrece el consejo de
«adoptar una actitud agradecida» como manera de afrontar
algunas de las emociones desagradables que salen a la superficie
cuando los padres se enteran de que su hijo/a padece una grave
discapacidad.32 Los esfuerzos de los padres para ser positivos
210
serán, sin duda, beneficiosos para los hijos. Escribir un diario de
gratitud puede servir de ayuda, como lo fue para las personas que
estaban al cuidado de enfermos de Alzheimer y que mencioné
antes.
El estado emocional de niños con síndrome de Down
puede ser en sí mismo una fuente de inspiración.33 Richard
Robison es el padre de dos adolescentes con SD. Nos habla de
una cena familiar de Acción de Gracias en la que una de ellas,
Amy, llegó preparada con una lista escrita a mano de las cosas
por las que estaba agradecida:
1. Doy gracias por mi familia.
2. Doy gracias por mis amigos.
3. Doy gracias por mis admiradores.
4. Doy gracias por mi hermana.
5. Doy gracias porque mi madre me ha regalado flores
(después de mi actuación en la obra de teatro del cole-
gio).
6. Quiero mucho a mi mamá. Quiero mucho a mi papá.
Quiero mucho a mi hermana y a mi hermano.
Se da el estereotipo de que las personas con síndrome de
Down son siempre felices. Sin embargo, lo mismo que los niños
sin SD, cada crío experimenta toda una serie de emociones, lucha
con los retos de la vida diaria y, como resultado de su dis-
capacidad, se enfrenta a un riesgo más elevado de exposición a
la discriminación o los malentendidos. Hay bastantes pruebas
que sugieren que las personas con SD corren un riesgo
aumentado de ser diagnosticadas con depresión. Por eso, resulta
muy inspirador cuando expresiones de gratitud, simples y
entusiastas como las de Amy, iluminan la vida de sus padres y
de los que les rodean.

EL YO SALVADOR
El psicólogo Dan McAdams, de la Universidad North
Western, está especializado en el estudio de vidas. En el recinto
211
universitario dirige el Centro Foley, que se dedica a potenciar la
rica tradición intelectual asociada con Henry A. Murray, Robert
White, Erik Erikson, David McClelland, Silvan Tomkins, y otros
especialistas que establecieron la «personología» como el
estudio científico de toda la persona en el contexto biográfico y
cultural. Estos estudiosos defendían la importancia del relato (la
manera en que el individuo da sentido al mundo a través de la
narración) como instrumento en la creación de significado. Los
relatos nos permiten comprender el pasado, el presente y aquello
que es humanamente posible en una forma única. El estudio de
la narrativa de la vida presupone que la trama narrativa que los
individuos hacen de su vida son reconstrucciones imaginativas
del pasado y anticipaciones del futuro, que sugieren ese mito
personal y autodefinido en el que cada individuo trabaja toda su
vida. Pocas preguntas tienen una historia intelectual más larga,
profunda y viva que la pregunta de cómo «construimos» nuestra
vida y, desde luego, cómo nos creamos a nosotros mismos en el
proceso. Tales mitos personales funcionan psicológicamente
para dotar a la vida moderna de cierto parecido de orden y
propósito. Los individuos también utilizan las historias para dar
sentido a su vida y para que los ayuden a adaptarse a los sucesos
inesperados.
Al contar las historias de su vida, McAdams identificó las
«secuencias de redención» como uno de los dos estilos narrativos
inconfundibles que las personas utilizan.34 En una secuencia de
redención, hay una transformación de una circunstancia
desagradable en un resultado positivo. Algo malo ocurre (di-
gamos que el protagonista fracasa en algún sentido, pierde el
amor de un ser querido, sufre de alguna manera, reconoce un
pecado o un defecto), pero algo bueno sale de todo ello para
redimir la secuencia. Por ejemplo, el alcoholismo y el divorcio
podrían ser seguidos por la sobriedad y un nuevo matrimonio, un
fracaso profesional por un ascenso, o que un éxito basado en el
desarrollo de la confianza ocurra inmediatamente después de un
212
fracaso demoledor. Muy presentes en las secuencias de
redención generadas por los individuos que entrevistó
McAdams, se hallaban los sentimientos de agradecimiento y
apreciación. Una secuencia era la de un embarazo no deseado y
un parto doloroso, que se tradujo en agradecimiento y felicidad
por el bebé. Otra era un grave accidente de moto, que se tradujo
en un mayor aprecio a la vida y en un compromiso renovado con
las metas personales. No se trata sólo de ejemplos interesantes
sacados de la vida real, sino que también prueban un punto
importante: los individuos redimidos y agradecidos no son ni
ingenuamente optimistas ni se encuentran bajo el espejismo de
que el sufrimiento y el dolor no son reales. Para que haya
redención, primero debe haber dolor. El giro redentor no borra
el dolor original, más bien, estos individuos ganan
conscientemente control porque eligen sacar provecho de la
adversidad, siendo uno de los mayores beneficios la percepción
de la vida como un regalo.
Aunque no es habitual expresar gratitud por las
desgracias que nos ocurren en la vida, es muy común entre los
adultos altamente creativos insistir en lo agradecidos que están
de que se haya producido un paso redentor en su historia. Un
hombre pierde su trabajo, pero como resultado de esto cambia el
orden de prioridades en su vida, sitúa a su familia en primer lugar
y da gracias por haber tenido esta oportunidad. Una mujer se
divorcia de un marido que la maltrata, pero, a continuación,
estrecha los vínculos con sus amistades, su autoestima aumenta
y da gracias a todos los que la rodean y que la han ayudado a
salir adelante. En las secuencias de redención, se nos recuerda el
famoso verso: «Estaba perdido, pero ahora me he encontrado;
estaba ciego pero ahora puedo ver.»35 La redención evoca una
gracia extraordinaria, una gratitud desbordante. Es posible que
la gratitud promueva la construcción de secuencias redentoras de
vida, porque los individuos que enfocan la vida con la actitud de
que toda la existencia es un regalo, tienen más probabilidades de
213
encontrar el bien en las circunstancias adversas de la vida. Es
más fácil que avancen y que sigan adelante después de una
catástrofe. De hecho, es más que posible que describan un suceso
de esa índole como un regalo.

MÁS QUE UN SENTIMIENTO


Corrie ten Boom, el apóstol Pablo, Dietrich Bonhoeffer y
Horatio Spafford fueron capaces de mantener una postura
agradecida hacia la vida pese a lo que les sucediera a ellos o a su
alrededor. La gratitud puede, y a menudo así lo hace, florecer en
el suelo de la adversidad. Pero ¿cómo lo consiguen estos
«pilares» del agradecimiento? ¿Es la gratitud uno de esos
«regalos» injustos que reciben las personas risueñas, aquellas
que instintivamente no sienten la ansiedad, la pena y la
separación de vivir en este mundo? ¿Es ésta una emoción que
proviene de una predisposición química a pensar de manera
positiva o hay alternativas entre las que escoger? En su libro, In
Search of Stones: A Pilgrimage of Faith, Reason, and Discovery
(Piedras Sagradas), el psiquiatra M. Scott Peck sugiere que,
quizás, algunas personas transportan un gen de la gratitud.36 Pero
¿se puede escoger la gratitud? ¿Podemos elegir ver todo lo que
pasa como un regalo, pensado para nuestro beneficio? La
habilidad para percibir los acontecimientos de la vida e incluso
la vida misma como regalos, parece esencial si vamos a
transformar las tragedias en oportunidades.
A la inversa, la percepción de que somos víctimas pasivas
de circunstancias desafortunadas minaría la habilidad para
desarrollar un sentido de ser obsequiados (compárese con la
investigación afroamericana). Concebirse a uno mismo como
víctima inhibe las percepciones de que la vida es un regalo. Las
personas agradecidas disponen de más maniobrabilidad psíquica
que las desagradecidas, lo que les permite estar menos a la
defensiva y más abiertas a la vida. Como tales, es probable que
estuvieran de acuerdo con el reformador religioso del siglo XVII,
214
Juan Calvino, que escribió: «Estamos casi abrumados por un
torrente tan grande y tan copioso de buenas obras, por tantos y
tan grandes milagros que percibimos siempre que miramos, que
nos sobran razones para alabar y dar las gracias.»37
Al pensar en las relaciones entre el sufrimiento, la
gratitud y el crecimiento, necesitamos recordar la diferencia
entre sentirse agradecido y ser agradecido. Como sentimiento, la
gratitud es una respuesta natural a una situación particular
cuando ocurren cosas buenas a un individuo. Nadie se siente
agradecido cuando pierde un trabajo, recibe un diagnóstico
devastador o ve que su matrimonio se derrumba. ¿Cómo podría
estarlo? Sería absurdo, y un insulto a la persona, sugerir que
debería sentirse agradecida a pesar de todo lo que le pasa. ¿Cree
que Job, el apóstol Pablo o Dietrich Bonhoeffer se sintieron
agradecidos? Pero el agradecimiento no es sólo un sentimiento,
es también una actitud, una postura ante la vida que dice «estaré
agradecido en todas las circunstancias». El hermano David
Steindl-Rast, el maestro de la gratitud más destacado del mundo,
ha escrito que «los períodos que nos desafían física, emocional
y espiritualmente hacen que nos resulte casi imposible sentirnos
agradecidos. Sin embargo, podemos decidir vivir agradecida y
valientemente abiertos a la vida en toda su plenitud. Al vivir el
agradecimiento que no sentimos, empezamos a sentir el
agradecimiento que vivimos».38 La concepción de la gratitud
como una actitud de vida nos permite ver cómo aquélla se pone
a prueba y se fortalece en la adversidad. Los sentimientos
agradecidos fluyen cuando ocurren cosas buenas; las actitudes
de agradecimiento preceden a la bondad, y preceden a los
sufrimientos. Si uno no es agradecido ante los retos que se le
presentan, le resultará más difícil (aunque no imposible) evocar
la gratitud antes de que aparezcan.
El filósofo Sóren Kierkegaard tenía la siguiente oración:
Recibiremos todo de Tu mano. Si fueran honores
y gloria, lo recibiremos de Tu mano; si fuera ridículo e
215
insultos, lo recibiremos de Tu mano. Haz que recibamos
lo uno o lo otro con igual alegría y gratitud; poca es la
diferencia entre todas las cosas, si pensamos sólo en un
detalle decisivo: que todo proviene de Ti.39
Para Kierkegaard, todo lo que viene de la mano de Dios
debe ser bueno, lo parezca o no, porque viene de Dios, que es
benevolente. En la gratitud, encontramos la manera de trascender
las vicisitudes inmediatas que acompañan las circunstancias. La
gratitud no es sólo una emoción, que sentimos cuando recibimos
alegremente un regalo, sino que es también una actitud de vida.
Esa fue la postura que adoptó Job hacia la vida. En ese sentido,
se puede desligar de las circunstancias de la vida. Una actitud de
agradecimiento hacia la vida es relativamente inmune tanto a la
suerte como a la desgracia. Es más, de hecho, los padecimientos
y el sufrimiento pueden perfeccionar y profundizar el
agradecimiento. Históricamente, la gratitud era vista como una
virtud que contribuía a una vida mejor. Las virtudes son hábitos
que sirven de práctica, y los buenos hábitos exigen, a menudo,
un ejercicio prolongado. Escritores clásicos, que centraron su
atención en la buena vida, hacían hincapié en el cultivo y
expresión de la gratitud para la salud y la vitalidad tanto de la
ciudadanía como de la sociedad. En diferentes culturas y
períodos, las experiencias y las expresiones de gratitud han sido
tratadas como aspectos, tanto básicos como deseables, de la
personalidad humana y de la vida social.
Transformar la adversidad en prosperidad exige que, pase
lo que pase, la existencia propiamente dicha, se vea como un
regalo. Ver la vida de esta manera exige que el agradecimiento
sea un aspecto profundo y duradero del carácter de una persona.
La virtud de la gratitud consiste en la buena voluntad o
predisposición para responder a las acciones de otros, viendo
bondad y benevolencia en ellas, y deseando, en consecuencia,
corresponder a los beneficios con muestras de reconocimiento.
Como virtud, el agradecimiento es una actitud que subyace bajo
216
el funcionamiento con éxito en el curso de la vida. En un estudio
longitudinal del desarrollo del varón adulto, el psiquiatra de la
Universidad de Harvard, George Vaillant, conjetura que una
clave para la adaptación madura a la vida es la habilidad para
reemplazar la amargura y el resentimiento hacia aquellos que nos
han hecho daño por la gratitud y la aceptación. Según Vaillant,
«defensas maduras crecen de la capacidad evolutiva de nuestro
cerebro para dominar, asimilar y sentir gratitud por la vida, estar
vivos y experimentar».40 La gratitud forma parte de este proceso
creativo por el que las emociones autodestructivas se
transforman en otras que permiten la curación y la renovación.
Una persona inclinada al agradecimiento tendrá tendencia a ver
lo bueno de las situaciones y a fijarse menos en lo malo. Los que
tienen la virtud del agradecimiento se sienten agradecidos por las
maneras en que las circunstancias dolorosas les permiten crecer.
Del mismo modo en que las tragedias se transforman en
oportunidades, los individuos agradecidos comienzan a curarse
las heridas pasadas y a mirar al futuro con una nueva afirmación
de la vida.

EL REINO DE LA OSCURIDAD
«Nadie es capaz de tanta gratitud como alguien que ha
escapado del reino de la oscuridad»,41 escribió Elie Wiesel,
superviviente del Holocausto, escritor y premio Nobel de la Paz.
Wiesel conocía de primera mano la necesidad de elegir el
desconectar la actitud de uno mismo de sus circunstancias.
Arrestado por los nazis en su pueblo rumano a los 15 años, y
transportado en un vagón de ganado a Auschwitz en la primavera
de 1944, Elie padeció humillaciones, perdió la fe y a su familia
y, por último, todo rastro de humanidad. Experimentó la gran
vergüenza de no preocuparse por nada salvo su propia
supervivencia, cosa que sucede cuando la supervivencia diaria
trae hambre, desdichas y un frío atroz. Wiesel sobrevivió a los
campos de la muerte y fue liberado en abril de 1945.
217
Hace unos años, Oprah Winfrey entrevistó a Wiesel en
su programa de televisión, y le preguntó si, después de la gran
tragedia que había vivido, todavía existía dentro de él un espacio
para el agradecimiento. Ésta fue su respuesta:
Absolutamente. Al acabar la guerra, iba por ahí
diciendo a la gente «gracias por estar vivo, gracias por su
humanidad». Y hasta el día de hoy, la palabra que me
viene más a menudo a los labios es «gracias». A la
persona que no siente gratitud le falta algo de humanidad.
Casi se puede definir a alguien por su disposición hacia
la gratitud [...]. Para mí, cada hora es una bendición. Y
mi corazón se llena de gratitud cada vez que conozco a
alguien y veo que sonríe.42
Cuando pienso en la vida y obra de Wiesel, me impresio-
na su metáfora del «reino de la oscuridad». Afortunadamente, es
probable que sean pocos quienes lleguen a experimentar alguna
vez algo tan horrible como el Holocausto. Sin embargo, todo el
mundo que ha hecho frente a un sufrimiento de un tipo o de otro,
se las ha visto o se las ve con su propio reino de la oscuridad. La
«oscuridad» representa aquellas circunstancias de la vida que
parecen atraparnos o limitar nuestras opciones. Para una persona,
podría ser una adicción o una relación de malos tratos. Para otra,
los apuros económicos. Y para otra, un trabajo limitador o
incluso una depresión. Wiesel continúa describiendo sus
experiencias en la cárcel cuando explica que lo que otros no
pueden ver, es lo que es real para los que se sienten atrapados:
nuestra mente construye las paredes de la prisión; los
pensamientos las rodean con una alambrada; los juicios internos
se convierten en los guardias que la patrullan. Escapar requiere
cavar un túnel o escalar los obstáculos y pasar por delante de los
guardias.
¿Cómo escapa uno? Para Wiesel, la llave que abre la
puerta de la prisión es la llave del agradecimiento. Buscar y estar
agradecido por lo que hay de positivo en cada situación cava el
218
túnel y acaba con el dominio del despecho. Wiesel escribe: «Este
simple proceso tiene el poder de transformar la vida. Si el polvo
se asienta y sigues en pie, hay una razón para ello [...]. ¡Y ahora
empieza a caminar! Abandona el reino de la oscuridad. Empieza
a caminar hacia las puertas, ahora mismo. Tu libertad empieza
por dar las gracias por las pequeñas cosas, ganando coraje y
fuerza para alcanzar las grandes cosas.»43
Nuestras identidades están fuertemente ligadas a
recuerdos significativos de la vida. Incluso se podría decir que
somos aquello que recordamos. La gratitud es cómo recuerda el
corazón, a saber, cómo recuerda las atenciones, los momentos
más significativos de interacción con otros, los actos compasivos
de los extraños, los regalos sorpresa y las cosas buenas de cada
día. Al recordar, honramos y reconocemos las muchas maneras
en que quienes somos y lo que somos han sido moldeados por
otros, que siguen vivos o han muerto. Wiesel nos recuerda que,
paradójicamente, en la gratitud debemos recordar los malos
tiempos así como los buenos. Nuestra gratitud es ahora testigo
del sufrimiento habido. Cuando hay sufrimiento a manos de
otros, la gratitud toma un carácter desafiante, una vigorosa
determinación de estar agradecido pese a lo que uno ha pasado.
Esta «gratitud desafiante» es el regalo que Wiesel y otros super-
vivientes de las atrocidades nos han hecho. Al engañar a la
muerte, nos han enseñado cómo vivir. En medio de condiciones
deshumanizadoras, nos han enseñado cómo ser humanos.

219
7
Practicar la gratitud
Existe una paradoja subyacente en la gratitud: aunque
hay pruebas claras de que cultivar la gratitud, tanto en nuestra
vida como en nuestra actitud hacia ella, nos vuelve personas
razonablemente más felices y más sanas, sigue siendo difícil
practicar la gratitud diariamente. Algunos días ocurre de manera
natural; otros días, parece como si nos tomáramos una medicina,
como si hiciéramos algo que sabemos que es bueno para nosotros
pero que, realmente, no nos apetece. En los días difíciles, puede
ser como ponerte a hacer ejercicio cuando lo que realmente quie-
res es hundirte en el sillón y mirar la televisión. Sé por qué lo
digo. Me encanta mi trabajo, investigar la gratitud, pensar y es-
cribir acerca de ella, leer las ideas de otros sobre el tema y hablar
en público sobre ello. Sin embargo, encuentro difícil la práctica
sostenida de la gratitud. No siempre me surge de manera fácil o
natural, y tengo que esforzarme para cambiar el rumbo de
tendencias, muy arraigadas en mí, a dar la vida por sentada.
Es posible que sea lo único que tengo en común con
Einstein, que debía recordarse, miles de veces al día, lo mucho
que dependía de otras personas. Miles de veces al día, yo también
me recuerdo que debo ser agradecido y lo mucho que dependo
de otros. Me justifico diciendo que dado que pienso cons-
tantemente en la gratitud, no necesito practicarla de forma activa.
Pero la mayoría de las veces no pienso en aquellas cosas de la
vida por las que estoy agradecido, sino en el próximo estudio o
el siguiente artículo o la siguiente charla que voy a dar. Sospecho
220
que Einstein y yo no estamos solos. La gratitud puede ser una
tarea ardua y difícil. Requiere disciplina. De ahí que necesitemos
un capítulo sobre cómo cultivarla.
Las pruebas de que cultivar la gratitud resulta beneficioso
son abrumadoras. La gratitud es una cualidad a la que debería-
mos aspirar para que forme parte de nuestro crecimiento per-
sonal. Esta sabiduría deriva no sólo de los antiguos filósofos y
teólogos sino también de las investigaciones actuales de las
ciencias sociales. Los análisis de las escrituras hebreas, el Nuevo
Testamento, y el Corán, todas ellas describen la gratitud como la
más importante de las virtudes que ensalzan. Las investigaciones
actuales de las ciencias sociales han ratificado ahora esta antigua
sabiduría, llegando a la conclusión de que la gratitud promueve
gran cantidad de beneficios. Concretamente, hemos demostrado
que la gratitud se relaciona positivamente con resultados tan
importantes como satisfacción con la vida, vitalidad, felicidad,
autoestima, optimismo, esperanza, empatía y deseos de ofrecer
apoyo emocional y tangible a otras personas. Ser desagradecido,
por el contrario, se relaciona con la ansiedad, depresión, envidia,
materialismo y soledad. Colectivamente, dichos estudios
presentan pruebas verosímiles de que el sentimiento de gratitud
genera una reacción a través de cada área de nuestra vida, y
satisface potencialmente algunos de nuestros anhelos más
profundos, nuestro deseo de felicidad, nuestra búsqueda de
mejores relaciones y nuestra búsqueda incesante de paz interior,
unidad y satisfacción. Pero, la gratitud es algo más que una
herramienta para el autoperfeccionamiento. Es una forma de
vida.
La emoción de la gratitud, como la mayoría de las
emociones, es difícil de conjurar con antelación. Como hemos
visto, el sentimiento, lo mismo que otras emociones, es una
reacción a los sucesos externos, y sin ellos, es casi imposible
recuperarla. La causa de una emoción es algo externo que dispara
el sentimiento, un instigador o causa directa del sentimiento. Hay
221
una percepción particular del instigador, que determina el senti-
miento subjetivo y su correspondiente intensidad, a continuación
de la cual se produce una respuesta psicológica mensurable. La
emoción debería causar, entre otros, cambios motivacionales en
la forma de pensar. Por último, se da a menudo un componente
expresivo que nos permite comunicar la emoción a otros. Estas
son las características de la emoción, que, por definición, tiene
una naturaleza transitoria.
Como emoción efímera, a corto plazo, el sentimiento de
gratitud no puede adquirirse exclusivamente a través de la fuerza
de voluntad. No puedes intentar ser agradecido y luego, a través
de pura voluntad, conseguirlo automáticamente, más de lo que
uno puede intentar ser feliz y triunfar. Como formula un antiguo
dicho, «la felicidad no se busca, se encuentra». No se puede
conseguir a través de un esfuerzo consciente. Concentrarse,
internamente, en si uno es feliz o en intentar serlo parece
condenado al fracaso. «Pregúntate si eres feliz —escribió John
Stuart Mili en 1873—, y dejarás de serlo.»1 Lo mismo sucede
con la gratitud. Si uno se pregunta si se siente o no agradecido,
seguramente la respuesta será no. Lo que trato de decir es que no
se puede cambiar de humor mentalmente y sintonizar con la
gratitud en el momento que uno lo desea. De modo que, relájese
porque no alcanzará ese sentimiento con un chasquido de dedos.
Los beneficios de la gratitud provienen del desarrollo, a
largo plazo, de la disposición al agradecimiento a través de una
gran dedicación. La disposición para experimentar la gratitud o
el agradecimiento es la tendencia a sentir gratitud con frecuencia,
de la manera apropiada y en las circunstancias apropiadas. Una
persona con disposición a sentirse agradecida ha creado una
visión del mundo que afirma, de hecho, que toda la vida es un
regalo hecho gratuitamente. Aunque no exista una manera
directa de ser agradecidos, podemos cultivar el agradecimiento
estructurando nuestra vida, nuestra forma de pensar y nuestras

222
palabras de tal manera que facilitemos las experiencias que
inducen a la gratitud y que las etiquetemos como tales.
Los psicólogos sugieren que los cambios, ya sean
limitados o de mucho mayor alcance, no ocurren de la noche a la
mañana, sino en etapas.2 Según las etapas del modelo de cambio
desarrollado por el psicólogo clínico James Prochaska, de la Uni-
versidad de Rhode Island, los cambios de comportamiento no
ocurren de golpe. Al contrario, los individuos tienden a progresar
en diferentes etapas, camino de alcanzar el cambio deseado.
Además, cada persona progresa a través de las etapas a su propio
ritmo. Este modelo ha sido aplicado con éxito para comprender
cómo los individuos cambian hábitos físicos poco saludables
como fumar y beber, pero también se puede aplicar a hábitos
psicológicos malsanos. Si está pensando en sentirse más
agradecido (y si ha leído este libro desde el principio, es probable
que así sea), entonces se halla en lo que Prochaska llama la «fase
de contemplación» del cambio. En ella, reflexionará sobre los
aspectos negativos de ser desagradecido y las consecuencias
positivas de una actitud más agradecida. Estará abierto a recibir
información sobre el cambio, pero todavía no se sentirá
comprometido a llevarlo a cabo. Mi intención en este capítulo es
ofrecerle algunas herramientas muy concretas que le permitan
pasar a la siguiente etapa de cambio, la fase de acción.
En la fase de acción, los individuos creen tener la
habilidad de cambiar su comportamiento, y se hallan
activamente implicados en dar los pasos para modificar su
comportamiento, empleando diferentes técnicas. Revisan
mentalmente el compromiso que tienen consigo mismos, y
desarrollan planes para enfrentarse con presiones, internas y
externas, que pueden llevar a dar traspiés. Tal vez utilizan
recompensas a corto plazo para mantener la motivación, y
piensan en los esfuerzos que conlleva el cambio de una manera
que aumente la confianza en sí mismos. En esta fase, los
individuos tienden a estar abiertos a recibir ayuda, y también es
223
probable que busquen el apoyo de otras personas, lo que en sí
mismo es un factor fundamental para mantener cambios
positivos.

ESTAR SIEMPRE AGRADECIDO: LOS DIEZ


PASOS MÁS IMPORTANTES
En el capítulo 5 identifiqué varios obstáculos o barreras
para la gratitud. Como contrapunto, en este capítulo propongo
diez consejos basados en pruebas para volverse más agradecido.
Dado que los obstáculos son considerables y su influencia en
nuestra vida, omnipresente, la práctica constante y disciplinada
de los siguientes pasos es necesaria para sentirse más agradecido
de forma continuada. Por lo tanto, le ayudará conocer las
diferentes técnicas de desarrollo y experiencia de la gratitud. Al
aprender y entender estos enfoques, podrá empezar a crear sus
propias experiencias y prácticas, que le ayuden a entrar en
contacto con la capacidad de abrir las puertas a la apreciación de
los obsequios que recibe. Los diez pasos que presento no siguen
ningún orden en particular, pero se construyen y se apoyan
mutuamente.

Escriba un diario de gratitud


Una de las mejores maneras de cultivar la gratitud es esta-
blecer una práctica diaria en las que se recuerde a sí mismo los
regalos, los favores, los beneficios y las cosas buenas de las que
disfruta. Y uno de los mejores métodos para hacer eso es tener
un diario en el que escriba todos los días las cosas buenas por las
que está agradecido. Mis investigaciones han revelado, tal y
como dije en el capítulo 2, que esta técnica hace más felices a las
personas. Al sentirnos agradecidos, afirmamos que existe una
fuente de bondad en el mundo. Al escribir todos los días,
aumentamos y expandimos esta fuente de bondad. Tomarse unos
minutos al día para recordar momentos de gratitud asociados con
sucesos mundanos o corrientes, atributos personales o seres
224
queridos que hay en su vida, le ofrece la posibilidad de tejer y
entrelazar una trama de vida sostenible basada en el
agradecimiento, a la vez que alimenta una actitud fundamental
ante la vida cuyo empuje es, decididamente, asertivo.
Así que empiece tomando nota, todos los días, de aconte-
cimientos inspirados en la gratitud. Da igual si lo hace al co-
menzar el día o deja la lista para el último momento justo antes
de dormir. Todas las maneras de hacerlo son igualmente buenas.
No necesita comprar un bonito diario para escribir las entradas
en él, ni preocuparse por la gramática o las faltas de ortografía.
Lo importante es establecer el hábito diario de prestar atención a
sucesos inspirados en la gratitud; se trata de crear una rutina. El
acto de escribir traduce los pensamientos en palabras.
Investigaciones psicológicas han demostrado que
traducir los pensamientos a un lenguaje concreto, es decir, a
palabras, ya sean habladas o escritas, tiene ventajas sobre el mero
acto de pensar.3 Escribir ayuda a organizar los pensamientos y
facilita la integración, y también ayuda a aceptar las propias ex-
periencias y ponerlas en contexto. En esencia permite ver el
significado de los sucesos que ocurren a nuestro alrededor y a
encontrar significado a la vida. Escribir sobre hechos desagra-
dables e incluso traumáticos es ampliamente recomendado por
los terapeutas. En el contexto de escribir un diario de gratitud,
sirve para ofrecer marco de referencia, nuevo y reparador, a una
situación difícil de la vida.
Actualice su lista de gratitud periódicamente. Es
importante no dejar que la lista se vuelva trasnochada. El primer
día, uno de los sujetos de uno de nuestros experimentos escribió
las tres gratitudes siguientes: «Mi gato, mi perro, mi
apartamento.» El segundo día la lista consistió en «mi gato, mi
perro, mi apartamento». El tercer día, «mi gato, mi perro...». Ya
se imaginan el resto. Ni una sola vez, ni en contenido ni en orden,
se apartó la mujer de las tres fuentes de gratitud durante las tres
semanas que duró el experimento. Este proceso de repetir las
225
mismas cosas buenas durante las tres semanas del estudio indica
«fatiga de gratitud». Es cierto que los primeros días de escribir
el diario, el contenido puede ser un poco repetitivo. No ocurre
nada por insistir en los temas, pero debería evitarse la repetición
literal, ya que podría incluso conseguir el efecto opuesto al
buscado. Nos podemos imaginar, después de semanas de este
proceso repetitivo, que la mujer escribe de repente: «¡Qué vida
tan vacía! ¡Todo lo que tengo es un gato, un perro y un
apartamento!»
Al reflexionar sobre un beneficio que recibimos de otra
persona, deberíamos descomponerlo en múltiples partes, y
meditar sobre todas ellas. Esto es efectivo por dos razones.
Primero, nos ayuda a evitar la fatiga de la gratitud. Segundo,
engendra una mayor apreciación del esfuerzo hecho por el
benefactor, y de los múltiples beneficios inherentes en el gran
esfuerzo «global», algo que podría escaparse a un
reconocimiento, más apresurado y superficial, de la gratitud. Por
ejemplo, decir simplemente que estoy agradecido a mi esposa
induce menos a la gratitud que intentar pensar, de manera
consciente y deliberada, en las innumerables horas de esfuerzos
que dedicó al cuidado de la casa y de los niños, para que yo
pudiera acabar este libro en la fecha prevista (por mencionar uno
de los detalles amables y atentos que ha tenido conmigo).
Puede resultar descorazonador al principio; a veces, la
lista le parecerá pobre. Pero, corroborando la antigua sabiduría,
en mis investigaciones he encontrado que ser consciente de las
cosas buenas lleva a tener más cosas de las que estar agradecido.
A medida que nuestro foco de percepción se agudiza, es más
probable que veamos bendiciones donde antes veíamos
maldiciones. Dejamos de dar nada por sentado. Empezamos a
sentirnos agradecidos por la habilidad de sentir gratitud. La
espiral crece. Lo importante es empezar de una vez, incluso si la
única línea de la lista es «hoy no ha sucedido nada malo». Si
normalmente se encuentra a -5 o a -10 de +10 en la escala que
226
va de desagradecido a agradecido, será necesario que avance
primero al punto cero antes de empezar, claramente, a ver cosas
buenas positivas, y a avanzar por el lado positivo de la escala.
El psicólogo Charles Shelton recomienda que cuando
identifique en su diario cotidiano aquellos elementos de su vida
por los que está agradecido, los vea como «regalos». Mientras
reflexiona o contempla un aspecto de su vida por el que se sienta
agradecido, haga un esfuerzo consciente para asociarlo con la
palabra «regalo». Sea consciente de sus sentimientos, de cómo
le gusta y saborea este regalo en su imaginación. Tómese tiempo
para ser especialmente consciente de la profundidad de su gra-
titud. En otras palabras, no realice este ejercicio apresurada-
mente como si se tratara de otro apartado más en la lista de cosas
que hacer.

2. Recuerde lo malo
La mayoría de las personas percibe la vida como algo
agradable. Las investigaciones han demostrado que solemos ter-
giversar los recuerdos de los sucesos en sentido positivo. Un
estudio reciente revelaba que más del 90 por ciento de los sujetos
que tomaron parte en la investigación citó más recuerdos
autobiográficos agradables que desagradables. A pesar de esta
preferencia por lo positivo, no existe ninguna razón por la que
las cosas buenas que mencionamos en nuestro inventario diario
de gratitud tengan que ser, exclusivamente, agradables. También
necesitamos recordar las cosas malas. Durante un sermón en el
Día de Acción de Gracias, el reverendo Peter Gomes animó a su
congregación en Harvard a «pensar en los peores momentos, los
disgustos, las pérdidas, las tristezas, y luego recordar que aquí
estáis, capaces de recordarlos [...], habéis superado los peores
días de vuestra vida [...], habéis superado los traumas, las
pruebas, habéis superado la tentación, sobrevivido una mala
relación, y estáis saliendo del agujero negro [...], recordad las
cosas malas [...], y luego mirad dónde estáis».4 Cuando
227
recordamos lo difícil que la vida solía ser y lo lejos que hemos
llegado, establecemos un contraste explícito en la mente, y este
contraste es un campo fértil para el agradecimiento.
¿Por qué es una estrategia efectiva para cultivar la
gratitud recordar las cosas peores que la vida nos ha dado?
Porque saca provecho de las herramientas mentales naturales y
de los procesos normales del pensamiento humano. Además, la
investigación psicológica ha establecido la verdad empírica de
que «lo malo tiene más fuerza que lo bueno».5 Los estímulos
negativos a menudo ponen de manifiesto razones poderosas que
son difíciles de ignorar o superar. Las adversidades de la vida,
combinadas con las emociones fuertes. Se graban
profundamente en la memoria y, por esta razón, son fáciles de
recordar. Sin embargo, una tendencia que compite con ésta es
que los sentimientos asociados con sucesos desagradables
tienden a desvanecerse más rápido que los sentimientos
asociados con sucesos más agradables. Anhelamos una
reconciliación con nuestro ex cónyuge, porque los recuerdos de
los encuentros tormentosos y del gélido desprecio han
desaparecido. Por lo tanto, ser agradecido en nuestra unión
actual, ayuda a recordar lo terrible que fue nuestro anterior
matrimonio. Segundo, nuestra mente piensa de manera
contrafáctica, es decir, haciendo comparaciones mentales entre
cómo son las cosas y cómo podrían haber sido diferentes. A
veces, el pensamiento contrafáctico es contraproducente para
nuestro bienestar mental, si lamentamos oportunidades perdidas
o recreamos pesares sobre lo que pudo ser y no fue. Pero
podemos frenar el poder del pensamiento contrafáctico,
recordándonos que la vida podría ser mucho peor de lo que es.

3. Hágase tres preguntas


Todos los días, antes de redactar su inventario moral,
pruebe a incorporar aspectos de una técnica de meditación
budista conocida como naikan. El naikan es obra de Yoshimoto
228
Ishina, un devoto budista japonés que se hizo millonario gracias
a sus propios esfuerzos,6 y que desarrolló este método como una
manera de ayudar a otros a mirarse por dentro (la palabra naikan
significa «mirar dentro»), ser introspectivo, y «verse a uno
mismo con el ojo de la mente». La práctica conlleva la reflexión
sobre estas tres preguntas:
¿Qué hizo por mí esa persona durante ese período?
¿Qué hice yo por ella durante ese período?
¿Qué problemas y dificultades le causé en ese período?
Estas preguntas nos pueden ayudar a tratar temas o
relaciones. Nos ayudan a ver la calidad recíproca de las
relaciones y nos ofrecen una estructura de autorreflexión. Se
pueden dirigir a situaciones laborales, interacciones sociales o a
desarrollar ciertos aspectos de uno mismo.
El primer paso consiste en reconocer todos los regalos
que hemos recibido. Recordar la sonrisa de una persona, unas
palabras amables o actos de ayuda pueden originar sentimientos
de gratitud. Cuando nos concentramos en el bien que recibimos
cada día, nos llenamos de una profunda sensación de apreciación
en lugar de hundirnos bajo el peso de nuestros problemas.
Durante un viaje que hice, aproveché para reflexionar sobre
todas las personas que eran responsables de que yo fuera del
punto A al punto B. Al llegar a la habitación del hotel, me
asombró el elevado número de personas que me habían ayudado
(el vendedor del billete, el conductor del autobús que me llevó
de la Terminal al avión, el mozo de equipajes, los empleados de
los controles de seguridad, los pilotos y personal de vuelo, la
empleada de la compañía de alquiler de coches y el recepcionista
del hotel entre otros; estoy seguro de que me olvido de alguien).
Fijarme en lo que esas personas hacen por mí, me sirve para
reducir el estrés del viaje más que ningún otro factor.
A continuación nos concentramos en lo que hacemos por
los demás. Esto nos ayuda a darnos cuenta de lo que dependemos
de los otros, y a librarnos de una sensación de tener derecho a
229
cosas, que podría provenir del sentimiento de que los demás
están en deuda con nosotros sin que nosotros les debamos nada.
Hágase esta pregunta: ¿En qué sentido puedo «recompensar» a
otros como respuesta apropiada a la gratitud que siento? Sea
creativo buscando maneras de compensar las cosas buenas que
le han sucedido. Cómo mínimo, les debo, y así lo expreso, mi
más sincero agradecimiento a todas aquellas personas que he
citado en el ejemplo previo.
El último paso es difícil, el reconocimiento no de las
cosas que nos molestan, sino del dolor que causamos en la vida
de otras personas con nuestros pensamientos, palabras y actos.
El autor Greg Krech, que escribió sobre la práctica de naikan,
dice de este paso, «si no estamos dispuestos a ver y aceptar aque-
llos sucesos en los que hemos sido la fuente del sufrimiento de
otros, entonces no podemos realmente conocernos a nosotros
mismos ni la gracia por la cual vivimos».7
Este ejercicio de las tres preguntas se puede hacer diaria-
mente unos veinte minutos o así antes de acostarse, y es útil para
recapacitar, de manera general, sobre las actividades del día.
Otro método consiste en meditar sobre una relación específica
entre cincuenta a sesenta minutos, examinándola cronológica-
mente, o concentrarse en una situación particular que requiera
nuestra atención. Independientemente de aquello sobre lo que
pensemos, el naikan subraya dos temas: el descubrimiento de la
culpa personal por haber sido desagradecidos en el pasado, y el
descubrimiento de sentimientos positivos de gratitud hacia
quienes se han esforzado en beneficio nuestro en el pasado o en
el presente.
Se puede practicar una forma más intensa de naikan en
uno de los varios centros de retiro que existen en Estados Unidos.
Por lo general, los retiros duran alrededor de una semana y no
incluyen las tareas de hacer listas o escribir nuestras reflexiones,
basta con sentarse a meditar delante de una mampara en blanco
donde cada uno repasa su historia. Los participantes dedican la
230
mayor parte del día a reflexionar sobre su relación con personas
significativas en su vida, en particular los padres. Estos retiros
estimulan profundas experiencias en aquellos que participan de
forma seria y sincera.

4. Aprenda oraciones de gratitud


Las encuestas revelan que las personas dedican más tiem-
po a rezar que a cualquier otra actividad.8 Según estos datos, el
72 por ciento de los encuestados dijo rezar al menos una vez al
día; el 75 por ciento afirmó que le gustaría dedicar más tiempo a
rezar, y más de la mitad (un 51 por ciento) aseguró que rezaba
antes de las comidas. La mayoría de las oraciones son
conversaciones informales en lugar de oraciones litúrgicas.
La oración se encuentra por delante y en el centro de la
vida espiritual. Para algunos constituye el «alma y la esencia de
la religión» y «la expresión más espontánea y personal de intimi-
dad con lo divino».9 Las oraciones de gratitud se encuentran
entre las formas de oración más corrientes y las escrituras de
varias tradiciones religiosas están repletas de oraciones de este
tipo. Incluso los estudiantes de instituto que, por lo general, no
se considera un grupo particularmente dado a las plegarias, rezan
oraciones de agradecimiento con más frecuencia que de ningún
otro tipo (salvo las peticiones).10
Las oraciones de gratitud son plenamente apoyadas en las
escrituras religiosas. La Biblia hebrea está llena de temas en los
que el hombre debe gratitud a Dios por la vida, la salud y el
sustento. Hay numerosos salmos de «agradecimiento» y otras
plegarias en las que la persona o la comunidad que reza lanza
expresiones de gratitud. El mensaje es claro: sé agradecido,
acepta los regalos que recibes, no te olvides de Dios. Las liturgias
y los rituales cumplen la función de ayudar a los creyentes a
creer. Por ejemplo, en la liturgia de la iglesia luterana, una vez
que la ofrenda, el pan de la comunión y el vino, son llevados

231
hasta el altar, el ministro pronuncia lo que el Manual luterano de
culto denomina «Gran Acción de Gracias»:11
Ministro: El Señor esté con vosotros.
Fieles: Y con tu espíritu.
Ministro: Elevad vuestros corazones.
Fieles: Los elevamos al Señor.
Ministro: Demos gracias a Dios nuestro Señor.
Fieles: Le damos gracias y lo bendecimos.
O tal vez prefiera una versión muy diferente, menos
ritualizada, como la de Noches mágicas de radio (Prairie Home
Companion, en el original) del aclamado locutor luterano de
radio, Garrison Keillor:
Gracias, Señor, por darme los medios para no zamparme
un cheeseburger de 350 gramos y comerme un tronco de apio en
su lugar. Gracias por darme un hijo maravilloso, una hija
increíble, y una esposa guapa y sexy, y unos nietos [...]. Gracias
por la extraña delicia de haber llegado a los sesenta, parte de lo
cual es el profundo alivio de no tener cincuenta. Y podría seguir
dale que dale [...]. Haz una lista de las cosas buenas y la valla del
agradecimiento se abrirá, dejándote entrar en los prados de la
felicidad.12
Aunque la gratitud ocupa un lugar predominante en las
tradiciones monoteístas, no hay religión en la tierra que ponga
en duda la importancia de dar gracias. Es universalmente
reconocida. En muchas tradiciones espirituales, las plegarias de
gratitud se consideran la forma más poderosa de oración, porque
a través de ellas, los individuos reconocen la fuente última de
todo lo que son y de todo lo que siempre serán. Una de mis
favoritas es la siguiente oración de los indígenas norteame-
ricanos:
Damos gracias al Gran Espíritu por los recursos que ha-
cen posible esta comida.
Damos gracias a la Madre Tierra por producirla.

232
Y damos gracias a todos aquellos que han trabajado
para traérnosla.
Que esta comida sana que tenemos delante,
Alimente el Espíritu que vive en nosotros.13

El célebre maestro budista, Thich Nhat Hanh, autor


prolífico y fundador de un movimiento conocido como
«budismo comprometido», entrelaza prácticas meditativas
tradicionales con la desobediencia civil no violenta y activa.
Recomendado para el Premio Nobel de la Paz por Martin Luther
King, hijo, Thich Nhat Hanh está considerado como uno de los
maestros más respetados del Budismo en Occidente, inmedia-
tamente después del Dalai Lama. Suya es la siguiente sencilla
oración matinal, que pueden practicar personas de cualquier
credo o ateos:
Al despertar esta mañana, veo el cielo azul.
Uno las manos en señal de agradecimiento
por las muchas maravillas de la vida,
por tener veinticuatro horas sin estrenar ante mí,14
Si las circunstancias no le permiten rezar con gratitud,
entonces le sugiero que rece para aprender a estar agradecido.
Podemos rezar para experimentar el sentimiento de gratitud, para
hallar la gratitud escondida detrás de nuestras circunstancias, y
para recordarnos todos los regalos que hemos recibido.
Además de rezar plegarias de agradecimiento, la gratitud
y la oración se conectan en otros sentidos. Un hallazgo no bus-
cado en uno de nuestros estudios experimentales sobre la gratitud
era que los progresos para alcanzar una meta se volvían más
fáciles cuando los participantes rezaban para obtener el resultado
deseado. Al principio del estudio sobre el diario de la gratitud,
pedimos a los sujetos que hicieran una pequeña lista con las
metas que deseaban alcanzar en los dos meses siguientes. Como
se trataba de estudiantes, la mayoría de las metas pertenecían al
campo académico o interpersonal. El interesante hallazgo fue
233
que la oración se relacionó con la consecución consciente de las
metas, pero sólo para los estudiantes que escribían un diario de
gratitud. Para los estudiantes del grupo de los problemas y del
grupo de control, la oración no estaba relacionada con los
resultados de las metas. Esto sugiere un efecto sinergético, donde
la oración parece importar más en el contexto de la gratitud
acentuada. Los estudiantes que rezaron para conseguir sus metas
emprendieron más pasos para alcanzarlas (descomponiéndolos
en submetas, reclutando apoyo social, protegiéndolos de
actividades competitivas), tal vez debido al impulso de energía
que recibieron del ejercicio de gratitud. El resultado final es que
las peticiones vía oración «funcionan» mejor si los individuos
practican la gratitud.

5. Preste atención a sus sentidos


Buena salud, estar vivo, no más alergias de piel, no estoy
gordo, dientes blancos, ejercicio, ojos, orejas, tacto, fuerza física,
siesta, habilidad para respirar, medicina moderna, energía para
pasar el día, ningún hueso roto. Todas estas cosas buenas,
relacionadas con el cuerpo, aparecieron en los diarios escritos
por los sujetos que participaban en la investigación. Los aspectos
físicos de la gratitud son visibles cuando el agradecimiento por
el funcionamiento del cuerpo, la recuperación después de una
enfermedad o el hecho de estar vivo son algunos de los temas
más comúnmente mencionados. Casi el 80 por ciento de los
sujetos que participaron en el estudio dijo sentirse agradecido por
su salud o la salud de otros miembros de la familia, lo que hizo
de la salud el desencadenante de la gratitud más citado. Otra
fuente de gratitud mencionada con frecuencia son los sentidos,
la habilidad para tocar, ver, oler, saborear y oír. En su excelente
libro A Natural History of the Senses (Historia natural de los
sentidos), la autora Diane Ackerman escribió que «no hay nada
tan memorable como un olor».15 Los olores nos transportan a
tiempos pasados, tal vez a vacaciones infantiles, amores
234
adolescentes o a tradicionales vacaciones familiares que ahora
revivimos con nostálgica gratitud. Todavía recuerdo el
intoxicante aroma del árbol de Navidad en el salón cuando era
un niño. De hecho, empecé a encargar pinos de Canadá de la
costa este para decorar nuestra casa en California, en un intento
de recuperar ese olor. Cuando los costes de envío sobrepasaron
el precio del árbol, mi familia y yo redescubrimos la dicha del
peregrinaje anual a las tiendas locales.
A través de los sentidos nos damos cuenta de lo que signi-
fica ser humano, del milagro increíble que es estar vivo. ¿Puede
haber una respuesta más adecuada que la de una gozosa gratitud?
Durante milenios, poetas, filósofos, y médicos han alabado la
milagrosa y maravillosa naturaleza del cuerpo. Sin embargo,
visto a través de los lentes de la gratitud, el cuerpo es algo más
que una milagrosa construcción. Es un regalo, hecho libre y
gratuitamente, independientemente de que uno crea que el
donador es Dios, la evolución o unos buenos genes familiares.
Incluso si algunas partes del cuerpo han dejado de funcionar tan
bien como lo hacían antes, si puedes respirar, ya hay un motivo
para la gratitud.
Hablando de respirar, el doctor Frederic Luskin sugiere
en su popular libro, Forgive fox Good (Perdonar para siempre),
el siguiente ejercicio, que llama «La respiración de gracias»:16
1. Dos o tres veces al día, cuando no esté muy
ocupado, afloje el ritmo y preste atención a su
respiración.
2. Fíjese cómo fluye su respiración, cómo toma aire
y lo expulsa, sin esfuerzo..., siga respirando de esa
manera.
3. Por cada una de las próximas cinco u ocho
exhalaciones, repita la palabra «gracias» en silencio
para recordarse a sí mismo que la respiración es un
regalo, y lo afortunado que es de estar vivo. Luskin

235
sugiere que se practique este ejercicio tres veces por
semana.
Es bueno recordar que la gratitud empieza desde lo
básico. Respirar gratitud es una práctica al alcance de todos
nosotros, independientemente de las circunstancias actuales de
nuestra vida.

6. Use recordatorios visuales


Al entrar en nuestra casa, una de las primeras cosas que
verá es un rótulo de cerámica encima del espejo del pasillo con
las palabras «da gracias» inscritas en el centro. Si coge un refres-
co de la nevera, tal vez se fije en un imán en la puerta con una
cita de Eleanor Roosevelt: «Ayer es historia, mañana es un
misterio..., hoy es un regalo.» Ahora, vaya al salón y mire en la
estantería que está a la derecha de la ventana. En un estante hay
un pisapapeles de peltre, regalo de un buen amigo, que contiene
un pasaje de la autora Melody Beattie: «La gratitud convierte una
comida en un festín, una casa en un hogar, un extraño en un
amigo.» En las fechas de Acción de Gracias, nuestro hogar se
convierte en un gran santuario de gratitud.
Recuerde que dos de los primeros obstáculos para ser
agradecido son la mala memoria y la falta de plena conciencia.
La mala memoria, esa tendencia humana. Nos olvidamos de
nuestros benefactores, nos olvidamos de tomarnos tiempo para
contar las cosas buenas, y nos olvidamos de las muchas maneras
en que nuestra vida es más fácil gracias al esfuerzo de otros. La
conciencia es una precondición de la gratitud: tenemos que
reparar en aquello por lo que vamos a estar agradecidos, no
podemos estar agradecidos por algo de lo que no somos cons-
cientes. Por lo tanto, tenemos que ejercitar la memoria y ser
conscientes. No faltan sugerencias de cómo incorporar prácticas
y rituales diarios con el fin de recordarnos ser agradecidos.
Artículos con títulos como «27 maneras de vivir una vida
espiritual todos los días», «30 maneras en 30 días» y «100 cosas
236
buenas diarias»17 aparecen regularmente en revistas no especia-
lizadas. Me gustan los recordatorios visuales que actúan de pistas
para suscitar pensamientos de gratitud. Algunas personas, como
mi esposa y yo, escribimos listas de cosas buenas en notas
adhesivas (tipo Post-it) y las pegamos en el frigorífico, espejos,
el volante del coche y otros lugares visibles. Otros echan mano
de su «busca» alfanumérico o de su asistente personal digital
( P D A , en inglés) para q u e les envíe una señal varias veces al
día.
Cuando reciben la señal, hacen una pausa y cuentan las
cosas buenas allá donde se encuentren. Incluso hasta las graban
en sus PDA, una versión de alta tecnología de escribir un diario.
Y he leído que un abogado descubrió que la ducha matinal le
evocaba agradecimiento, porque había pasado un tiempo con-
siderable en zonas remotas donde el agua caliente era un regalo
impensable.
Los mejores recordatorios visuales son otras personas. Es
posible que se haya apuntado a algún gimnasio para dejar de ir
al poco tiempo. En las clases de mantenimiento se registran
porcentajes notoriamente elevados de abandono. La mayoría de
los estadounidenses fracasa a la hora de mantener una actividad
física regular. Una de las primeras razones por las que las
personas no hacen ejercicio es porque no tienen con quién
hacerlo.18 El apoyo social alienta el comportamiento saludable.
Un estudio reveló que de los sujetos reclutados en solitario para
un programa de pérdida de peso, el 76 por ciento terminó el pro-
grama, y un 24 por ciento mantuvo la pérdida de peso, mientras
que de los reclutados con amigos, el 95 por ciento lo acabó, y el
66 por ciento mantuvo la pérdida de peso durante seis meses.
Conozco personas que hacen un pacto de rendirse cuentas
para recordarse que deben ser agradecidos. Los facilitadores, ya
sean individuales o de grupo, despertaron el interés del público
cuando el ex presidente Clinton recurrió a un grupo de pastores
para que le ayudaran a redimirse después de sus deslices en el
237
Despacho Oval. Los facilitadores nos vuelven, digamos,
responsables; responsables ante una persona o círculo de
confianza más íntimo, que nos para los pies cuando nos desvia-
mos de la senda moral. De la misma manera que es más fácil
mantener la disciplina del ejercicio físico cuando haces deporte
acompañado, mantener la disciplina del agradecimiento también
se beneficia de un facilitador con quien intercambiar listas de
gratitud y que nos pida explicaciones cuando aparecen
pensamientos desagradecidos. Comparta con otros lo que ha
aprendido dé la gratitud y la diferencia que ha supuesto en su
vida. Su facilitador le ayudará a encontrar cosas buenas ocultas
en su vida, identificar sus barreras a la gratitud o apoyarle para
dar gracias por aspectos de su vida particularmente contradicto-
rios. Quizá más importante aún, un facilitador puede desafiar
nuestras actitudes hacia la vida cuando necesitamos un acicate.
Aquellos de ustedes que ya formen parte de un grupo de respon-
sabilidad compartida (independientemente de cómo les llamen)
podrían dedicar parte del tiempo del grupo a la gratitud.
Es lógico que un facilitador nos ayude a reavivar nuestro
sentido de gratitud. Al fin y al cabo, la gratitud es una emoción
social que se activa en contextos relaciónales. Es posible que
acabe sintiendo un profundo sentimiento de agradecimiento
hacia su facilitador, y que ésta acabe generalizándose a otras
personas de su entorno social.
Las estrategias internas son buenas pero no bastan.
Vivimos en contextos sociales, y otras personas pueden facilitar
o dificultar nuestro deseo de ser más agradecidos. Es posible que
se plantee relacionarse con personas agradecidas y se proponga
pasar menos tiempo con personas que carecen de esta virtud. Es
posible que ya lo haga, porque las personas desagradecidas,
como los depresivos crónicos, tienden a ser rechazados. Una ley
sociopsicológica bien comprobada es la ley del contagio
emocional: una emoción expresada dentro de un grupo tiene un
efecto cascada y acaba siendo compartida por todos los
238
miembros.19 Las personas son susceptibles de «pescar» las
emociones de otros. Los ejemplos abundan. Cuando mi hijo tenía
4 años, se alteraba fácilmente cuando alguno de sus compañeros
de guardería se disgustaba; de manera similar, se reía viendo
películas que no comprendía si a su hermano mayor le hacían
gracia. Los terapeutas encuentran agotador tratar a personas con
depresión porque hace que ellos mismos se sientan deprimidos.
Encontramos más divertida una película cuando las personas que
nos rodean en la sala se ríen, y más triste si lloran. Hay pruebas
de que los niños captan las emociones de los padres, y también
que los padres captan las emociones de los hijos.
Si tratamos con personas desagradecidas, atraeremos un
grupo de emociones; si elegimos asociarnos con individuos más
agradecidos, la influencia irá en otra dirección. Busque una
persona agradecida y pase tiempo con él o con ella. Cuando
exprese una gratitud boyante, descubrirá que la gente quiere
«atrapar» sus emociones.

7. Comprométase a practicar la gratitud


En Harry Pottery el príncipe mestizo, Severus Snape pro-
mete solemnemente a la bruja mala Narcisa Malfoy que matará
al profesor Dumbledore.20 ¿Lo logra? En caso de que algunos de
ustedes no hayan leído el libro VI de la serie Harry Potter (por
inexplicable que parezca), no les arruinaré la trama. Pero hay un
estudio que demuestra que jurar que se seguirá un com-
portamiento aumenta la probabilidad de que éste se lleve a cabo.
En el mismo estudio, miembros de una asociación cristiana de
jóvenes que decidieron participar en el Programa de Gimnasia
de Doce Semanas accedieron a «hacer ejercicio tres días a la
semana durante doce semanas y hacerlo fuera de la asociación».
Una vez tomada la decisión de participar, el grupo experimental
juró llevar a cabo el comportamiento prometido. Un segundo
grupo firmó un compromiso escrito de llevar a cabo el
comportamiento prometido, y un tercero, el grupo de control, no
239
se comprometió a nada. El impacto de la estrategia se examinó
por sus efectos en la adhesión al programa. Los sujetos con la
condición del juramento demostraron una mayor adhesión al
programa que los de las otras condiciones según la medición de
semanas consecutivas, de tres sesiones de ejercicio, sin recaídas
en los malos hábitos.21 El efecto de romper la promesa en este
caso era, sin duda, menos funesto de lo que habría sido para
Severus Snape, no obstante, parecía aumentar la motivación
mucho más allá incluso que un acuerdo firmado para adoptar el
mismo comportamiento.
¿Porqué un juramento es un estímulo efectivo del
comportamiento? Porque, primero, hacer un juramento delante
de otros constituye la declaración pública de la intención de
hacer algo. Romper una promesa, por lo tanto, es un profundo
fracaso moral (como lo es la disolución de un matrimonio para
aquellos que se toman los votos matrimoniales al pie de la letra).
El miedo a las sanciones, tanto las internas (en la forma de culpa)
o externas (en la forma de desaprobación social) es un motor
poderoso. Para aquellos que se sienten inclinados hacia la
espiritualidad, hacer una promesa solemne a Dios es un asunto
serio. Si hacemos una promesa a otros y éstos la olvidan, nos
libramos de la obligación. Pero no es tan sencillo librarse de
Dios. Dios no olvida. Una promesa hecha a Dios acarrea una
autoridad y un peso moral mayor que una promesa a otro ser
humano. La Biblia hebrea dice: «Si haces una promesa al Señor
tu Dios, no seas lento en cumplirla, porque el Señor tu Dios te
exigirá que la cumplas y serás culpable de un pecado [...], las
palabras que salgan de tus labios, asegúrate de cumplirlas.»22 Por
ejemplo, cuando un adolescente hace un «voto de castidad» ante
Dios y testifica que será puro y casto hasta el matrimonio, la
promesa tiene un peso mayor sobre el comportamiento que una
que no sea sagrada. En la mente del que promete, romper una
promesa sagrada acarrea un severo castigo, mientras que cumplir
con lo prometido aporta la mayor de las recompensas. Pero el
240
papel de Dios va más allá de hacer respetar la moral. Cuando
hacemos un voto ante Dios, nosotros, en efecto convertimos a
Dios en un poderoso aliado que nos ayuda a reunir la energía
para mantener nuestras promesas.
¿Cómo sería una promesa para practicar la gratitud? No
hace falta que sea complicada. Podría ser algo tan sencillo como
«prometo no dar por sentadas tantas cosas en mi vida; prometo
detenerme a contar las cosas buenas al menos una vez al día;
prometo expresar gratitud a alguien que ha tenido influencia en
mi vida y a quien nunca he dado apropiadamente las gracias». Si
su promesa es seria, colóquela en un sitio bien visible donde se
acuerde a menudo de ella. Mejor aún, compártala con su
facilitador.

8. Vigile lo que dice


A finales de la década de 1930, el novato lingüista Benja-
mín Lee Whorf planteó la teoría de que el lenguaje determina la
naturaleza y el contenido del pensamiento.23 La hipótesis de
Whorf inspiró décadas de investigación en diferentes disciplinas,
incluidas lingüística, psicología, filosofía, antropología y
educación. Hasta el día de hoy, no ha sido completamente
cuestionada o defendida, pero ha seguido intrigando a inves-
tigadores de todo el mundo. Muchos han adoptado una versión
más suave de la hipótesis, a saber, que la lengua influye nuestra
manera de pensar, en lugar de determinar, de forma rígida, el
contenido mismo de los pensamientos.
He incluido la teoría de Whorf aquí por su relevancia so-
bre la manera de estimular una vida más agradecida. Cómo
describimos los sucesos de nuestra vida, y finalmente, la vida en
sí, es una ventana directa a cómo percibimos e interpretamos
nuestra experiencia. Esta teoría afirma que el lenguaje que
utilizamos afecta a nuestra manera de pensar en el mundo. Yendo
más lejos, el punto de vista whorfiano sostiene que las palabras
que utilizamos crean la realidad. Compare el discurso del
241
agradecimiento con el discurso del desagradecimiento. Las
personas agradecidas tienen un estilo lingüístico particular.
Emplean mucho el lenguaje de regalos, benefactores,
bendiciones del cielo, benditos, suerte, afortunados, abundancia.
Transitan por el discurso de la gratitud. Las personas
desagradecidas, por otro lado, tienden a fijarse mucho en las
penurias, la falta de merecimiento, los pesares, las carencias, las
necesidades, la escasez, las pérdidas. En un estudio se entrevistó
a sesenta y dos mujeres, con edades comprendidas entre los 40 y
los 100 años, con un formato de conversación semiestructurada
para suscitar descripciones abiertas de sí mismas. En general, los
términos que la mayoría de las mujeres empleó para describirse
fueron «afortunadas» y «optimistas». Una de las mujeres más
pobres del estudio, que sobrevivía con unos ingresos muy por
debajo del nivel de la pobreza, dijo: «Sé que soy pobre, pero tam-
bién doy gracias a Dios. No permitirá que sus hijos se mueran de
hambre. Aunque sólo sea pan y agua, comeré [...], no me
considero pobre, me considero [...] afortunada.»24 La habilidad
para verse a uno mismo como afortunado es un componente
importante para un buen envejecimiento y, como aprendimos del
famoso estudio de las monjas que describí en el capítulo 3,
podría incluso estar asociado con la longevidad.
Los terapeutas cognitivos observan que las personas
depresivas mantienen, de manera crónica, una conversación
negativa consigo mismas («no gusto a nadie», «nunca encontraré
una pareja», «soy un perdedor», etcétera). «Somos lo que
pensamos durante todo el día», decía Ralph Waldo Emerson.25
La charla se vuelve tan automática que no nos damos cuenta de
que lo hacemos o del efecto tan maligno que tiene. Podemos
cambiar nuestro humor cambiando lo que nos decimos. La meta
de la terapia cognitiva es librarnos de los monólogos internos y
reemplazar los pensamientos disfuncionales y negativos por
otros funcionales y más positivos.

242
¿Qué serían las contrapartidas de la charla depresiva de
los derrotistas? No estoy pensando en recitar, en voz alta, delante
del espejo, el mantra de la Nueva Era, «me quiero» (en un chiste
del New Yorker a la pregunta de su hijo pequeño, «¿por qué eres
especial?», la madre contesta, «soy especial porque soy tu
mamá»). En la gratitud, no nos concentramos en lo inheren-
temente buenos o especiales que somos, sino en las cosas in-
herentemente buenas o especiales que otros han hecho por
nosotros. Podríamos decirnos a nosotros mismos, «tengo tantas
cosas en la vida por las que estar agradecido», «soy realmente
afortunado», «cada día es una sorpresa» o «mi vida es un
regalo». Según parece, coincidiendo con muchos consejos
puestos de moda por la psicología popular, la charla de gratitud
con uno mismo que atrae nuestra atención a las contribuciones
positivas que hacen otros a nuestra vida tiene un impacto
simultáneamente favorable en nuestro bienestar emocional, al
tiempo que fortalece nuestros vínculos sociales.

9. Déjese llevar por la inercia


Una ingeniosa serie de experimentos llevados a cabo
hace unos años demostró que cuando las personas imitan las
expresiones faciales asociadas con la felicidad, se sienten más
felices, incluso cuando no sabían que movían los «músculos
felices» de la cara. Los investigadores han descubierto que
sonreír produce sentimientos de felicidad. ¿Cómo lo
averiguaron? Sencillo. Les pidieron que sujetaran un lápiz con
los dientes.26 Hacer esto tiende a activar el músculo que
utilizamos cuando sonreímos (el zigomàtico mayor). Este
músculo eleva la comisura de la boca hacia arriba y lateralmente,
produciendo la característica expresión de la sonrisa. Pruebe
ahora. Sonreirá. Ahora coja el lápiz y sosténgalo entre los labios,
sacándolos hacia fuera. Ahora se activan un grupo diferente de
músculos, los que participan en el fruncimiento (a ellos son a los
que se dirigen los tratamientos de Botox). ¿Por qué esta
243
artimaña? Para no dejar que los sujetos que participan en el
estudio sepan que se espera que se sientan felices, porque eso
tendría consecuencias no deseadas en los tipos de
comportamiento que interesan.
Resultó que los individuos que sujetaron el lápiz con los
dientes, que sin saberlo estaban activando el músculo
zigomàtico, encontraron los chistes más divertidos que los que
sostenían el lápiz con los labios. Parece que seguir los pasos
puede despertar la emoción. Desde un punto de vista técnico, los
movimientos faciales involuntarios proporcionan una
información periférica suficiente para conducir la experiencia
emocional.
La relevancia de practicar la gratitud es directa. Si
seguimos los pasos del agradecimiento deberíamos
desencadenar la emoción de la gratitud. ¿Cuáles son esos pasos?
Dar gracias. Escribir cartas de agradecimiento. ¿No es así como
educamos a nuestros hijos para que se conviertan en miembros
agradecidos? Expresar nuestra gratitud a alguien, a quien nunca
nos hemos tomado realmente el tiempo de dar las gracias, puede
tener consecuencias profundamente positivas, tanto para la
persona que las expresa como para el destinatario. 1 a
investigación descrita en el capítulo 2 indicaba que la
satisfacción que resulta de compartir una nota de agradecimiento
puede durar varios meses.
¿Y si no nos sale de dentro? Lo importante es hacerlo.
Inténtelo, y aparecerá el sentimiento. Hay un montón de pruebas
psicológicas que corroboran que los cambios de comportamiento
van seguidos, a menudo, de cambios de actitud. Los viejos
hábitos suelen acabar con los buenos propósitos. Si nos queda-
mos esperando a que un sentimiento nos ponga en marcha, es
posible que no nos movamos nunca. Haga que un sujeto adopte
un comportamiento y, con raras excepciones, sus sentimientos lo
acatarán. Haga que varios individuos acudan a la iglesia, y muy
pronto empezarán a creer en lo que oyen. Haga que un grupo de
244
personas practique algún tipo de voluntariado, y se volverán más
generosas. Las iglesias de éxito conectan inmediatamente con
sus fieles. Los ejecutivos de éxito saben que el entrenamiento
práctico se centra primero en un cambio de comportamiento. Los
consejeros matrimoniales aconsejan a los cónyuges que han
perdido el amor de su pareja, que finjan que se atraen. Seguir los
pasos despierta las emociones deseadas y crea el escenario para
que las emociones refuercen el comportamiento.

10. Amplíe sus miras


Si queremos aprovechar al máximo nuestras
oportunidades para ejercitar los músculos de la gratitud,
debemos ser creativos y buscar nuevas situaciones y
circunstancias en las que sentirnos agradecidos. Justo cuando
pensaba que había captado la base conceptual de la gratitud, me
encontré en mi despacho con un artículo que describía dos
«casos anómalos» de gratitud que no encajaban en la dinámica
usual del toma y daca de bondad entre benefactor y
beneficiario.27
El primer caso es estar agradecido a aquellos que te hacen
daño. En otras palabras, estar agradecido a nuestros enemigos.
Suena ridículo. Dada nuestra predisposición natural a
defendernos a contraatacar (la respuesta de <<presentar cara o
huir>>), es una idea muy difícil de comprender para la mayoría
de nosotros. Sin embargo, es un ideal común dentro del budismo.
El Dalai Lama repite a menudo esta enseñanza budista contando
a su público que está agradecido a los chinos por darle la
oportunidad de amar a sus enemigos. Si el amor nos resulta
demasiado difícil de digerir, entonces agradezcamos a nuestros
enemigos que nos den la oportunidad de practicar la paciencia.
Ejemplos similares se encuentran en otras tradiciones
espirituales. El poeta sufí Rumi escribió acerca de un sacerdote
que rezaba por sus salteadores «porque me hacen grandes
favores; siempre que me hago con las cosas que quieren, me los
245
encuentro, me golpean y me dejan abandonado en el camino, y
vuelvo a comprender que lo que quieren ellos, no es lo que yo
quiero. Con quienes te devuelven al camino del espíritu [...]
muéstrate agradecido».28 La gratitud con aquellos que nos hacen
daño es una forma avanzada de gratitud, de la que la mayoría no
somos fácilmente capaces.
Es posible que le cueste menos identificarse con el segun-
do caso anómalo de gratitud: sentirse agradecido a alguien a
quien usted beneficia. Los que realizan trabajos de voluntariado
hablan a veces de los beneficios que reciben por sus servicios, y
expresan gratitud a aquellos que les ofrecen la oportunidad de
servir. La Madre Teresa de Calcuta repetía, a menudo, lo
agradecida que estaba a los enfermos y moribundos que cuidaba
en los barrios pobres de Calcuta, porque ellos le permitían
aumentar su compasión. Los psicólogos, Ann Colby y William
Damon, han estudiado algunas de estas «figuras ejemplares»,
personas que han contraído compromisos morales
extraordinarios con las organizaciones sociales en las que
trabajaban o en las que colaboraban de manera voluntaria.29
Una cualidad que estas figuras ejemplares tenían en
común era una fuerte actitud positiva: disfrutaban de la vida y
estaban decididas a sacar el máximo provecho de todo lo que les
pasaba. Particularmente, expresaban este optimismo con una
profunda gratitud por la satisfacción que experimentaban en su
trabajo, y concretamente, en ayudar a los demás. Dado que servir
a los demás las ayudaba a encontrar su propia espiritualidad
interior, estaban agradecidas por tener la oportunidad. Estas
figuras ejemplares tienen la profunda sensación de poseer un
don. Los actos llenos de determinación brotan de ese don, que
les permite compartir y aumentar el mismo bien que han
recibido. Recordemos que la gratitud es incompleta hasta que se
manifiesta en acción hacia el exterior. Como el psicólogo
Charles Shelton describe, tan acertadamente, tenemos que
«devolver el bien».30
246
ALGUNOS PENSAMIENTOS FINALES
Hace unos años, escribí con otros dos autores un libro de
inspiración sobre la gratitud.31 Poco después de su publicación,
uno de ellos me reenvió un mensaje electrónico que acababa de
recibir de un lector de 78 años que había leído nuestro libro. En
él decía que nuestro libro había cambiado por completo su vida,
su relación con su esposa, sus hijos y nietos, la manera de pensar
sobre sí mismo y sobre el mundo, todo. Era una afirmación
bastante radical, especialmente viniendo de un hombre casi oc-
togenario. Recuerdo haber pensado en ese momento, «por eso
me dedico a esto», por personas como él, personas que se bene-
fician del poder transformacional de la gratitud. La gratitud es
una manera nueva de ver. En su caso, también era una manera
original. Es una actitud, una postura, una manera de estar que
nos permite adaptarnos a los regalos que se cruzan en nuestro
camino. Para algunos, como para este hombre, puede tratarse de
un cambio profundo en la manera de ver y experimentar el
mundo, lo que nos demuestra que nunca es demasiado tarde para
cosechar los beneficios de una vida agradecida. Y, a propósito,
nos encargó doce copias del libro para sus hijos y nietos.
Para bien o para mal, los psicólogos investigadores
somos lo que estudiamos. Cuando cursaba la carrera de
psicología, me fascinaba la relación entre el investigador y lo
investigado. ¿Por qué la gente elegía estudiar unas carreras y no
otras? Al licenciarme, pensé que había encontrado la respuesta.
Por lo general, las personas quieren aprender lo que les falta o
aquello de lo que carecen. Los introvertidos se concentran en la
extroversión, los tímidos investigan la seguridad en sí mismos,
los vengativos aspiran a aprender sobre el perdón, los profesores
distraídos exploran los detalles de la memoria humana.
Hoy día, prefiero pensar en esta «teoría de la privación»
más bien como en un modelo de «autoperfección armoniosa».
Anhelamos ser más de lo que ya somos. Somos obras sin acabar.
247
La gratitud, desde esta perspectiva, no es un día ni un
acontecimiento ni un momento. Es un proceso, un camino.
Cuando me planteo por qué elegí estudiar la gratitud, recuerdo
que un famoso escritor dijo, en una ocasión, que los autores no
eligen el tema, el tema les elige a ellos. Me siento obligado a
estudiar la gratitud para aprender sobre ella tanto como pueda, y
para compartir lo que he aprendido con tanta gente como sea
posible. He confesado que la práctica de la gratitud es difícil y
que no es algo natural en mí. Pero los dividendos bien valen el
esfuerzo. Siempre he sido una de esas personas que tienen
conflicto con las actitudes basadas en los méritos y en sentirse
con derechos. Me negaba a reconocer el mérito de otros por las
cosas que yo había sido capaz de conseguir. Me costaba
experimentar paz y satisfacción. Poco a poco he llegado a vivir
la libertad de la gratitud. Al apreciar los regalos del momento, la
gratitud nos libra de las pesadumbres pasadas y de las ansiedades
futuras. Al cultivar el agradecimiento nos libramos de la envidia
de lo que no tenemos o de lo que no somos. No vuelve la vida
perfecta, pero con la gratitud somos conscientes de que ahora
mismo, en este momento, tenemos suficiente y somos
suficientes.
Es poco probable que vuelva a encontrar un tema tan
satisfactorio e inspirador al que dedicar mi energía investigadora.
La oportunidad de aprender acerca de la gratitud y de informar a
otros de mis hallazgos, con la esperanza de que este
conocimiento les proporcione la mejor vida de la que son ca-
paces, me llena profundamente de gratitud.

248
NOTAS
CAPÍTULO 1
LA NUEVA CIENCIA DE LA GRATITUD

1
Stein, Ben, «The American Enterprise», American Gratitude, 2005, pp.18-
21.
2
Compte-Sponville, Andre, «Politeness», en A small Treatise on the Great
Virtues, Metropolitan Books/Henry Holt and Company, Nueva York, 1996.
3
«Gratitude», en el Oxford English Dictionary (2.a ed.) [Diccionario Oxford
de Inglés], Oxford University Press, Nueva York.
4
Heidegger, Martin, What Is Called ThinkingHarper & Row, Nueva York,
Evanston, y Londres, 1968.
5
Steindl-Rast, David, «Gratitude as Thankfulness and as Gratefulness», en
The Psychology of Gratitude, Emmoms, R. y M. McCullough (eds.), Oxford
University Press, Nueva York, 2004, pp.282-289.
6
Edel, Abraham, «Science and the Structure of Ethics», en Internacional
Encyclopedia of Unity Science. Foundations of the Unity of Science 2(3),
University of Chicago Press, Chicago, 1961.

249
7
Brown, Thomas, Lectures on the Philosophy of the Human Mind, Tait,
Edimburgo, 1820.
8
Bartlett, Elizabeth Ann, Journey of the Heart: Spiritual Insights on the Road
to a Transplant, Pfeifer-Hamilton, Duluth, Minnesota, 1997.
9
Bertocci, Peter Anthony, Personality and the Good: Psychological and
Ethical Perspectives, David Mckay Co., Nueva York, 1963.
10
Peck, M. Scott, In Search of Stones: A Pilgrimage of Faith, Reason, and
Discovery, Hyperion, Nueva York, 1995.
11
Lobdell, William, «D'oh God! The Simpsons' and Spirituality», en The
Simpsons Archive, consultado el 25 de enero de 2001, en
http://www.snpp.com/other/articles)dohgod.html
12
Simmel, Georg, The Sociology of Georg Simmel, Free Press, Glencoe,
Illinois, 1950.
13
Emmons, R. A., y M. E. McCullough, «Counting Blessings versus
Burdens: An Experimental Investigation of Gratitude and Subjective Well-
Being in Daily Life», Journal of Personality and Social Psychology, 84,2003,
pp. 377-389.
14
King, Laura, y Sonja Lyubomirsky, «The Benefits of Frequent Positive
Affect: Does Happiness Lead to Success?», Psychological Bulletin, 131,
2005, pp. 803-805.
15
Solomon, Robert, C., Prólogo de The Psychology of Gratitud, Emmons, R.,
y M. McCullough (eds.), Oxford University Press, Nueva York, 2004, pp. v-
xi.
16
Kosmitzki, Corinne, y Shula Sommers, «Emotion and Social Context: An
American-German Comparison», British Journal of Social Psychology,
27,1988, pp. 35-49.
17
Bonhoeffer, Dietrich, The Way to Freedom, Harper & Row, Nueva York,
1966.
18
Harpham, Edward, J., «Gratitude in the History of Ideas», en The
Psychology of Gratitude, Emmons, R., y M. McCullough (eds.), Oxford
University Press, Nueva York, 2004, pp. 19-36.
19
Dorothy Parker, citado en Gomes, Peter J., Strength for the Journey:
Biblical Wisdom for Daily Living, HarperSanFrancisco, Nueva York, 2003.
20
Gomes, Peter, J., Strength for the Journey: Biblical Wisdom for Daily
Living, HarperSanFrancisco, Nueva York, 2003.
250
21
Ibid.
22
Nouwen, Henry J. M., The Return of the Prodigal Son, Doubleday
Publishing Group, Nueva York, 1992.
23
Einstein, Albert, «The World As I See It», consultado el 1 de febrero de
2006, en http://aip.org/histo

CAPÍTULO 2
CÓMO SE EXPRESA LA GRATITUD

1
Alhquist, D., G. K. Chesterton: The Apostle of Common Sense, Ignatius
Press, San Francisco, 2003. Schall on Chesterton: Timely Essays on Timeless
Paradoxes, Catholic University of American Press, Washington, D.C., 2000.
2
Fagerberg, D. W., «The Essential Chesterton», First Things, 10, 2000, pp.
23-26.
3
Ibid., p. 25.
4
Harp, R. L., «Orthodox Wonder», The Chesterton Review, 17, 1991, pp. 33-
45.
5
Freedman, Jonathan, Happy People: What Happiness Is, Who Has It, and
Why, Harcout Brace Jovanovitch, Nueva York, 1978.
6
«Life Satisfaction Set Point: Stability and Change», Fugita Frank, y Ed
Dieter (eds.), Journal of Personality and Social Psychology, 88,2005, pp.158-
164.
7
Brickman, P. D. Coates, y R. Janoff-Bulman, «Lotery Winners and Accident
Victims: Is Happiness Relative?», Journal of Personality and Social
Psychology, 36,1978, pp. 917-927.
8
Babyak, M., T. T. Baldewicz, J. A. Blummenthal, S. Herman, W. E.
Craighead, M. Doraiswamy, P. Khatri, K. R. Krishnan, y K. Moore,
«Exercise Treatment for Major Depression: Maintenance of Therapeutic
Benefit at 10 Months», Psychosomatic Medicine, 62, 2000, pp.633-638.
9
Schweitzer, A., Reverence For Life, R. H. Fuller (trad.), Harper & Bow,
Nueva York, 1969.
10
Breathnach, Sara Ban, The Simple Abundance: The Journal of Gratitude,
Time Warner Company, Nueva York, 1996.
11
Osteen, Joel, Your Best Life Now: 7 Steps to Living at Your Full Potential,
Warner Faith, Nueva York, 2004.
251
12
Dickens, Charles, «A Christmas Dinner», consultado el 1 de febrero de
2006, en http://www.fidnet.com/-dapl995/dickens/ a_christmas_dinner. html.
13
Emmons, R. A., y M. E. McCullough, «Counting Blessings versus Burdens:
An Experimental Investigation of Gratitude and Subjective Weil-Being in
Daily Life», Journal of Personality and Social Psychology, 84, 2003, pp. 377-
389.
14
Watkins, P. C., «Gratitude and Subjective Well-Being», en The Psychology
of Gratitude, Emmons, R., y M. McCullough (eds.), Oxford University Press,
Nueva York, 2004, pp. 167-192.
15
Piercy, Marge, «Listening with Understanding and Empathy», consultado
el 1 de febrero de 2006, en http://www.habits-of- mind. netllistening.htm.
16
Chesterton, Gilbert Keith, Saint Francis of Assisi, Doubleday y Co., Garden
City, Nueva York, 1954.
17
Bartlett, M., y D. DeSteno, «Gratitude and Prosocial Behaviour: Helping
When It Costs You», Psychological Science, 17, 2006, pp. 319-325.
18
Grimm, D. L., R. Kolts, y P. C. Watkins, «Counting Your Blessings:
Positive Memories Among Grateful Persons», Current Psychology:
Developmental, Learning, Personality, Social, 23,2004, pp. 52-67.
19
Ingram, Rick, «Self-Focused Attention in Clinical Disorders: Review and
a Conceptual Model», Psychological Bulletin, 107(2), 1990, pp.156-176.
20
Atchley, Leslie, «Don't worry, be... grateful», consultado el 13 de junio de
2005, en http://aands.virginia.edu/x5325.xml.
21
Smith, Richard, «Assimilative and Contrastive Emotional Reactions to
Upward and Downward Social Comparisons», en Handbook of Social
Comparisons: Theory and Research, Kluwer Academics Publishers,
Amsterdam, Países Bajos, 2000, p. 28.
22
L. L. Goldberg, S. E. Gutierres, y D. T. Kenrick, «Influence of Popular
Erotica on Judgements of Strangers and Mates», Journal of Experimental
Social Psychology, 25(2), 1989, pp. 159- 167.

23
Dickens, Charles, Bleak House, Norton, Nueva York, 1977.
24
Berston, G. G., J. T. Cacioppo, y L. C. Hawkley, «The Anatomy of
Loneliness», Current Directions in Psychological Science, 12(3), 2003, pp.
71-74.

252
25
Fredrickson, Barbara, «The Role of Positive Emotions in Positive
Psychology: The Broaden-and-Build Theory of Positive Emotions»,
American Psychologist, 56, 2001, pp. 218-226.
26
Frederikson, Barbara, «Positive Affect and the Complex Dynamics of
Human Flourishing», American Psychologist, 60(7), 2005, pp.678-686.
27
Gottman, John M., The Seven Principles for Making Marriage Work,
Crown Publishers, Nueva York, 1999.
28
Hochschild, Arlie Russell, The Second Shift: Working Parents and the
Revolution at Home, Viking, Nueva York, 1989.
29
S. Lyubomirsky, K. M. Sheldon, y D. Schkade, «Pursuing Happiness: The
Architecture of Sustainable Change», Review of General Psychology. Special
Issue: Positive Psychology, 9(2), 2005, pp.111-131.
30
Maslow, Abraham, The Journals of A. H. Maslow. The A. H. Maslow
series. Brooks/Cole Pub. Co., Monterey, California, 1979.
31
Park, N., Perterson C., M.E.P. Seligman, y T. A. Steen, «Positive
Psychology Progress: Empirical Validation of Interventions», American
Psychologist, 60, 2005, pp. 410-421.
32
Shakespeare, William, citado de King Lear, consultado el 1 de febrero de
2006 en http://www.shakespeare-online.com/quotes/ kinglearquotes. html.
33
Gordon, A. K., D. R. Mushner-Eizenman, S. C. Holub, y J. Dalrymple,
«What Are Children Thankful For? An Archival Analysis of Gratitude
Before and After the Attacks of September 11», Applied Developmental
Psychology, 25, 2004, pp. 541-543.
34
Froh, J. J., W. J. Sefick, y R. A. Emmons, «Counting Blessings in Early
Adolescents: An Experimental Study of Gratitude and Subjective Well-
Being», manuscrito presentado para publicación, 2006.
35
Baumgartner-Tramer, Franziska, «Gratefulness' in Children and Young
People», The journal of Genetic Psychology, 53, 1938, pp. 53-66.
36
Maclntyre, Alasdair, Dependent Rational Animals: Why Human Beings
Need the Virtues, Open Court Publishing, Chicago, 1999.

CAPÍTULO 3
CÓMO SE EXPRESA LA GRATITUD

253
1
Haidt, Jonathan, «Elevation and the Positive Psychology of Morality», en
Flourishing Positive Psychology and the Life Well- Lived, Jonathan 1 laidt y
Corey L. M. Keyes (eds.), American Psychological Afuocintion, Washington,
D.C., 2003, pp. 275-289.
2
Kottler, Jeffrey, The Language of Tears, Jossey-Bass Publishers, San
Francisco, 1996.
3
Ibid.
4
Meissner, W. W., The Psychology of Saint Ignatius of Loyola, Yale
University Press, New Haven y Londres, 1992.
5
Camras, L. A., E. A. Holland, y M. J. Patterson, «Facial Expression», en
Handbook of Emotions, M. Lewis y J. M. Haviland (eds.), The Guilford Press,
Nueva York y Londres, 1993, pp. 199-208.
6
Ekman, Paul, «The Argument and Evidence About Universal in Facial
Expressions of Emotion», en Handbook of Social Psychophysiology, H.
Wagner y A. Manstead (eds.), John Wiley y Sons, Oxford, 1989, pp. 143-
164.
7
Darwin, Charles, The Expression of the Emotions in Man and Animals, John
Murray, Albermarle Street, Londres, 1890.
8
Pittam, J., y K. R. Scherer, «Vocal Expression and Communication of
Emotion», en Lewis y Haviland, 1993, pp. 185-198.
9
Ekman, Paul, «Unmasking the Face; A Guide to Recognizing Emotions
from Facial Clues», en Spectrum Book, Prentice Hall, Englewood Cliffs,
Nueva Jersey, 1975.
10
Affleck, G., S. Croog, y H. Tennen, «Casual Attribution, Perceived
Benefits, and Morbidity After a Heart Attack: An 8-Year Study», Journal of
Consulting and Clinical Psychology, 55, 1987, pp. 29-35.
11
Goodman, Troy, «Anger-prone People More Likely to Have Heart
Attacks», consultado el 6 de octubre de 2005, en bttp:// www. belief net.
com/story/23. story_2345_l.html.
12
Bosworth, H. B., J. R. Feaganes, D. B. Mark, I. C. Siegler, y P. P. Vitaliano,
«Personality and Coping with a Common Stressor: Cardiac Catherization»,
Journal of Behavioural Medicine, 24,2000, pp. 17-31.
13
Dew, M. A., y R. C. Harris, Departamento de Psiquiatría: Facultad de
Medicina de la Universidad de Pittsburg, 1996.

254
14
Gallo, L. C., y K. A. Matthews, «Understanding the Association Between
Socioeconomic Status and Physical Health: Do Negative Emotions Play a
Role?», Psychological Bulletin, 129,2003, pp. 10-51.
15
Peterson, Christopher, «Pessimistic Explanatory Style Is a Risk Factor for
Physical Illness; A Thirty Five-Year Longitudinal Study», Journal of
Personality and Social Psychology, 55, 1988, pp. 23-27.
16
Geleijnse, J. M., E. J. Giltay, T. Hoakstra, E. G. Schouten, E. G., y F. G.
Zitman, «Dispositional Optimism and All-Cause and Cardiovascular
Mortality in a Prospective Cohort of Elderly Dutch Men and Women»,
Archives of General Psychology, 61, pp. 1.126-1.135.
17
Colligan, M. R., y M. M. Oxford, «Optimism-pessimism Assess in the
1960s and Self-Reported Health Status 30 years Later», Mayo Clinic
Proceedings, 77, 2002, pp. 748-753.
18
Danner, D. D., W. V. Friesen y D. A. Snowdon, «Positive Emotions in
Early Life and Longevity: Findings from the Nun Study», Journal of
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21
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consultado el 12 de enero de 2006, en http://www.explorernews.com/
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25
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27
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28
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29
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30
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31
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32
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33
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Health Care: The Example of Bulgaria», Health Policy, 62, 2002, pp.243-
273.
34
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Professionalism: Trainees' Emotional Experiences on IM and Pediatrics
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35
Ibid.
36
Ibid.
37
Estrada, C., A. M. Isen, y M. J. Young, «Positive Affect Facilitates
Integration of Information and Decreases Anchoring in Reasoning Among
Physicians», Organizational Behaviour and Human Decisions Processes,
72(1), 1997, pp. 117-135.

256
38
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Physician Medication Prescribing Practices in Primary Care», Professional
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39
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40
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Psychoanalytic Association, 48(3), 2000, pp. 697-716.
41
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42
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At the Frontiers of Consciousness, December 2004- February 2005, 2004-
2005, pp. 15-19.

CAPÍTULO 4
DAR GRACIAS A DIOS:
LA GRATITUD Y EL ESPÍRITU HUMANO

1
Las tres citas aparecen en Emmons, Robert A., y Joanna Hill, Words of
Gratitude for Mind, Body, and Soul, Templeton Foundation Press, West
Conshohocken, Pennsylvania, 2001.
2
Lewis, G., B. McCaughey, K. McCaughey, y D. Shaw Lewis, Seven from
Heaven: The Miracle of the McCaughey Septuplets, Thomas Nelson
Publishers, Nashville, 1998.
3
Miller, Patrick D., They Cried to the Lord: The Form and Theology of
Biblical Prayer, Fortress Press, Minneapolis, 1994.
4
Lewis, et al., Seven from Heaven.
5
Autor anónimo, consultado el 26 de enero de 2006, en http:/ /www.
sermons, org/thanksgiving.html.
6
Buchanan, John M., «Stammering Praise», Christian Century, 20
noviembre-3 diciembre, 2002, p. 3.
7
Ibid.
257
8
Moore, David W., «This Thanksgiving Day Americans Most Thankful for
Family and Health», The Gallup Poll Months, 1996.
9
Allport, Gordon W, James M. Gillespie, y Jacqueline Young, «The Religion
of the Post-War College Student, Journal of Psychology: Interdisciplinary
and Applied, 25, 1948, pp. 3-33.
10
Emmons, Robert A., y Teresa T. Kneezel, «Giving Thanks: Spiritual and
Religious Correlates of Gratitude», Journal of Psychology and Christianity,
24(2), 2005, pp. 140-148.
11
Streng, Frederick J., «Introduction: Thanksgiving as a Worldwide
Response to Life, en Spoken and Unspoken Thanks: Some Comparative
Soundings, John B. Carman y Frederick J. Streng (eds.), Center for World
Thanksgiving, Dallas, 1983, pp. 1-9.
12
Boulton, Matthew, «We Pray by His Mouth': Karl Barth, Erving Goffman,
and a Theology of Invocation», Modern Theology, 17, 2001, pp. 67-83.
13
Schimmel, Solomon, «Gratitude in Judaism», en The Psychology of
Gratitude, R. Emmons y M. McCullough (eds.), Oxford University Press,
Nueva York, 2004, pp. 37-57.
14
Ibid.
15
Todas las citas aparecen en Buchanan, «Stammering Praise».
16
Baillie, John, A Reasoned Faith, Scribner, Nueva York, 1963.
17
Citado en Emmons y Hill, Words of Gratitude for Mind, Body and Soul.
18
Edwards, Jonathan, Religious Affections, Yale University Press, New
Haven, Connecticut, 1959.
19
Sanneh, Lamin O., «Thanksgiving in the Qur'an: The Outlines of a Theme»,
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20
Fadiman, James, y Robert Frager, Essential Sufisrn, Harper- SanFrancisco,
Nueva York, 1999.
21
Citado en Emmons y Hill, Words of Gratitude for Mind, Body and Soul.
22
Shoshu, Nichiren, «The Four Debts of Gratitude», The Doctrines and
Practice of Nichiren Shoshu, consultado el 26 de enero de 2006, en
http://www.nsglobalnet.jp/page/d_and_p/ chapter__43.htm.
23
Shakarian, D., The Happiest People on Earth: The Long- Awaited Personal
Story of Demos Shakarian, Chosen Books, Old Tappan, Nueva Jersey, 1975.
24
Jenkins, Philip, The Next Christendom, Oxford University Press, Nueva
York, 2002.
258
25
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1945», en An Emotional History of the United States, Pert N. Stearns y Jan
Lewis (eds.), New York University Press, Nueva York, 1998.
26
Judd, Carrie, F., The Life and Teachings of Carrie Judd Montgomery,
Office of Triumphs of Faith, Oakland, California, 1936.
27
Geertz, Clifford, citado en Anthropological Approaches to the Study of
Religion, Michael Banton (ed.), Tavistock Publications, Londres, 1968.
28
Barrett, Justin, Why Would Anyone Believe in God? AkaMira Press,
Walnut Creek, California, 2004.
29
Ibid.
30
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31
Miller, Patrick D., They Cried to the Lord: The Form and Theology of
Biblical Prayer, Fortress Press, Minneapolis, 1994.
32
Pargament, Kenneth I., The Psychology of Religion and Coping: Theory,
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33
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with Life Stress», Journal of Social Issues: Religion as a Meaning System,
61, 2005, pp. 707-730.
34
Ibid.
35
Claypool, John, Tracks of a Fellow Struggler: Living and Growing
Through Grief, Morehouse Publishing, Harrisburg, Pennsylvania, 1995.
36
Frankl, Viktor Emil, Man's Search for Meaning: An Introduction to
Logotheraphy, Simon & Schuster, Nueva York, 1984.
37
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38
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39
Cox, Harvey Gallagher, The Feast of Fools: A Theological Essay on
Festivity and Fantasy, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts,
1969.
40
Redman, Beth, y Matt Redman, Blessed Be Your Name: Worshipping God
259
on the Road Marked with Suffering, Regal Books, Ventura, California, 2005.
CAPÍTULO 5
UN DELITO ANTINATURAL: LA INGRATITUD Y OTROS
OBSTÁCULOS PARA UNA VIDA AGRADECIDA

1
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docnum=2&wchp=dGLzVLzzSkVA&_md5=777d37d!)a54fcba16e8e4olb55
361cf7.
2
Gray, Steven, «Good Intentions: A Katrina Family Tries to Start Over in
Minnesota Town», Wall Street Journal, 11 de noviembre de 2005, pp. Al.
3
Scheibe, Karl E., The Drama of Everyday Life, Harvard University Press,
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4
Cacioppo, J. T., T. A. Ito, J. T. Larson, y N. K. Smith, «Negative
Information Weighs More Heavily on the Brain: The Negativity Bias in
Evaluative Categorizations», Journal of Personality and Social Psychology,
75(4), 1998, pp. 887-900.
5
Bernston, G. G., y J. T. Cacioppo, «The Affect System: Architecture and
Operating Characteristics», American Psychological Society, 8(5), 1999, pp.
133-137.
6
Mather, M., T. Canli, T. English, S. Whitfield, P. Wais, et al., «Amygdala
Responses to Emotionally Valenced Stimuli in Older and Younger Adults»,
American Psychology Society, 15(4), 2004, p. 259.
7
Dickens, Charles, Great Expectations, Doubleday, Nueva York, 1997.
8
Ibid.
9
Emerson, Ralph W., (1884), consultado el 31 de enero de 2006, en
http://www.rwe.org/comm/index.php?option=com_content&task=view&id
=139&Itemid=42.
10
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Expression: Psychological and Physical CorrelatesJournal of Personality and
Social Psychology, 58(5), 1990, pp. 864-867.
260
11
Vitz, Paul C., (1999), consultado el 31 de enero de 2006, en http://www.
catholiceducation. org/articles/marriage/ mfooo2. html.
12
Scheibe, The Drama of Everyday Life.
13
Weijer, Charles, «No: Gifts Debase the True Value of Care», Western
Journal of Medicine, 175, 2001, p. 77.
14
Ibid.
15
Flanagan, Caitlin, «What Teachers Want», The New Yorker, 6 de diciembre
de 2004, p. 64.
16
Myers, David G., The Pursuit of Happiness: Who is Happy and Why,
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17
Epicuro, (341-271 a. C.), consultado el 31 de enero de 2006, enhttp://www.
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18
Dineen, Tara, Manufacturing Victims: What the Psychology Industry Is
Doing to People, Robert Davies Multimedia Publishing, Montreal, 1998.
19
Brickman, P., D. Coates, y R. Janoff-Bulman, «Lottery Winners and
Accident Victims: Is Happiness Relative?», Journal of Personality and Social
Psychology, 36,1978, pp. 917-927.
20
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agosto de 2005, consultado el 6 de febrero de 2006, en http:/
/pqasb.pqarchiver. com/washingtonpost/access/884798331.html? dids=
884798331:884798331 &FMT=ABS&FMTS-ABS;FT&fmac=
&date=Aug+21percent2C+2005&autbor=Sandy+M.+Fernandez&desc=H
ear+ What+I+percent27m+Sayingpercent3F.
21
Ibid.
22
Todas las citas aparecen en Harpham, Edward J., «Gratitude in the History
of Ideas», en The Psychology of Gratitude, R. Emmons y M. McCullough
(eds.), Oxford University Press, Nueva York, 2004, pp. 19-36.
23
Leithart, Peter, «The Politics of Gratitude», First Things, 148, 2004, pp.
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24
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1924.
25
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el 31 de enero de 2006, en http://pilgrimhall.org/ trnasproci862. htm.
26
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27
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en http://pressherald.mainetoday.com/news/ local/050301htart.shtml.
28
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29 Shelton, Charles, M., «Graced Gratitude», The Way, 42(3), 2003, pp.137-149.
30
Bergler, Edmund, «Psychopathology of Ingratitude», Diseases of the
Nervous System, 6, 1945, pp. 226-229.
31
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33
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34
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35
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36
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37
Confucio (sin fecha), consultado el 31 de enero de 2006, en
http://en.thinkexist.com/quotes/with/keyword/gratitude/.
38
Selye, Hans, The Stress of Life, McGraw-Hill, Nueva York, 1956.
39
Ibid.
40
Ibid.
41
Ibid.
42
Ibid.
CAPÍTULO 6
262
LA GRATITUD EN TIEMPOS DIFÍCILES

1
Wharton, James A.., Job, Westminster John Knox Press, Louisville,
Kentucky, 1999.
2
Good, Edwin M., In Turns of Tempest: A Reading of Job, Stanford
University Press, Stanford, California, 1990.
3
ten Boom, Corrie, y John Scherrill, The Hiding Place, Bantam, Nueva York,
1984.
4
Bonhoeffer, Dietrich, Letters and Papers from Prison, traducido por
Eberhard Bethge, SCM Press, Londres, 1971.
5
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Teaching, Kregel Publications, Gran Rapids, Michigan, 2002.
6
Spafford, Horatio G., «It is Well With My Soul», consulta- do el 6 de febrero
de 2006, en http://www.gracelivinstonhill.com/ spafford.htm.
7
Maslow, Abraham H., Motivation and Personality, Harper & Row, Nueva
York, 1987.
8
Gomes, Peter J., The Good Life: Truths That Last in Times of Need,
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9
Diener, Carol, y Ed Diener, «Most People Are Happy», Psychological
Science, 7(3), 1996, pp. 181-186.
10
Wortman, Camille B., y Roxane C. Silver, «Coping with Irrevocable Loss»,
en Cataclysms, Crises, and Catastrophes: Psychology in Action, American
Psychological Association, Washington, D.C., 1987, pp. 185-235.
11
Ibid.
12
Mcintosh, D. N., R. C. Silver, y C. B. Wortman, «Religion's Role in
Adjustment to a Negative Life Event: Coping With the Loss of a Child»,
Journal of Personality and Social Psychology, 65, 1993, pp. 812-821.
13
Park, C. L., L. H. Cohen, y R. L. Murch, «Assessment and Prediction of
Stress-Related Growth», Journal of Personality, 64(1), 1996, pp. 71-105.
14
Cialdini, Robert B., Influence: Science and Practice, Scott Foresman and
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15
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263
16
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12 de enero de 2006, en http://www.stnews.org/ atruism-1632.htm.
17
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de octubre de 2005, en http://www.ctlihrary.com/ prin t.html ?id+l 1608.
18
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35
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40
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265
43
Consultado el 10 de enero de 2006, en http://www.puhs,org/
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CAPÍTULO 7
PRACTICAR LA GRATITUD

1
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Índice temático

268
actitud amor
alerta y abierta, 150 efecto amor universal, 98, 101-102
indirecto en otros, 163 lema como fuente de fuerza
<<La gratitud es una actitud>>, humana, 12 como regalo, 52
14 corresponder al benefactor,
negatividad , 89-90, 160-161; 17, 23, 114, 152 de Dios, 199,
véase también emociones, 211 sentirse amado, 63
negativas análisis del poder de la densidad
<<pensamiento positivo>>, 20-21, espectral (PSD), 94, 96
89, 160, 211; véase emociones, Año Internacional de Acción de
positivas; optimismo gracias proclamado por las
perjudicial, véase actitudes que no Naciones Unidas, 149
conducen a la gratitud apreciación
reestructuración consciente, véase base electromagnética, 113 después
gratitud, como elección de privaciones, 203 efectos
sensación de asombro, 34, 151 fisiológicos, 95-96, 97 técnica
versus emoción, 221 vivir en el para practicar, 93, 236-237,
presente, 34, 97 242.
actitudes que no conducen a la asamblea Mundial de Acción de
gratitud arrepentimiento, 235 gracias, 149
dar cosas por hecho, 19, 35-37, aspectos emocionales de la gratitud
52, 63, 161, 216 deuda, 27, 44- alegría 39, 40, 130, 151, 152, 196
45, 68, 163, 167, 182 grandes deseo de dar a cambio, véase
esperanzas, 19, 184, 188-191 ayudar a otros o deseo de
ingratitud, véase ingratitud corresponder
narcisismo, 183-188, 190 elevación, 79
olvido o no gratitud, 19, 176, expresión, 17-18, 185-186, 250-
177, 243 251
pensar en la desagracia, 39, 41 factores muy importantes, 66,
sentirse con derechos y 229-230
autosuficienica: como reservas disponibles durante la
tendencia natural, 35, 162-164; adversidad, 63
con narcisismo, 184-186; en respuesta fisiológica, 80
América, 27, 31, 163; falta de retorno del amor a su origen,
perspectiva más amplia, 19, 17, 23, 151-152
177 véase también felicidad
véase también emociones, aspectos sociales de la gratitud
negativas amigos y familia como regalos,
adaptación, 36-41, 42, 51, 203-204 53
adversidad, véase sucesos de la apatía hacia los necesitados, 173
vida, adversidad 269
alegría, 39, 40, 150, 151, 196;
véase también felicidad
altruismo, 24, 63, 111, 178-179

270
ayudar a otros, véase ayudar a victicismo, 171-172, 221
otros o deseo de corresponder a y depresión, 59, 248-249
un regalo autosuficiencia, véase en actitudes
conectividad: aumento en, 24, 49, no conducentes a la gratitud
61-63; contexto espiritual, 122; ayudar otros o desear
sentido de comunidad, 72, 49; y correspondender a un regalo
gratitud como el donante, 152; altruismo recíproco, 63, 132, 178-
dependencia feliz, 72- 75, 164 179
dolor que hemos causado a otros, aspectos espirituales, 123
237 como gratitud, 152
efectos una a otra, 13, 114-115, como memoria del corazón, 74
173, 245 experiencia, 18, 21, 47, 74
estatus social, 59 figuras ejemplares, 253
generosidad o tolerancia, 18, 25, 97 técnicas para practicar, 224, 236
gratitud como componente básico
de la sociedad, 20-21, 63, 72 bendiciones, véase contar las cosas
sistema de apoyo: como manejo buenas; amor como regalo;
del estrés, 87; facilitador, 245; espiritualidad; vida como regalo
reconocimiento de, 118; y Biblia
dependencia de otros, 57, 72- acción de gracias en la, 123-
75, 119-120, 133, 164 124, 126-127, 238
ataques terroristas del 11-S, 69-70, ingratitud en la, 126-127, 180,
156, 209-213 186
autocontrol, 25 juramento a Dios, 247
autocuidado, 110 libro de Job, 193-195, 222
autopercepción rituales de conmemoración, 146
comparación con otros, 47, 59, Bonhoeffer, Dietrich, 28, 196
170-171
conversación con uno mismo, 248- campos electromagnéticos, 114
249 ceguera, 199-200
el bien está fuera del yp, 14, 19 cerebro
mito personal a través del relato de campo electromagnético, 114
vida, 219-220, 249 disfunción, 102-106
narcicismo, 183-188, 190 envejecimiento y reacción a
niños, 70-74 información positiva, 162
restricción por ingratitud, 22 fisiología, 98
valoración o autoestima, 58, 181, mecanismo de creencia en Dios,
182, 208, 228 137-138

271
Chesterton, G. K., 33-35, 39, 40 culpa, 11, 86-87, 171-172, 182
comunicación
campo electromagnético de dos Dalai Lama, 240, 252
personas, 114 densidad de gratitud, 187
expresión de compromisos desastres naturales, véase
religiosos, 139 huracanes
expresión de emociones, 81-85, DHEA, 97
165, 185-186, 250 Día de Acción de Gracias, 29, 146,
expresión de gracias al donante, 68, 147, 148, 176, 199
119-120, 186, 238-239 diario de gratitud
lenguaje corporal, 81-83, 84-85 aumento porcentaje felicidad
lenguaje de escasez versus debido a, 46
abundancia, 171 beneficios, 23, 47, 111, 208
tecnología, 173, 243 cómo hacerlo, 231-234
tono de voz, 83, 84 compromiso de escribir, 51
consumismo, 60-61 de narcisista, 187
contar las cosas buenas experimentos, 43-49, 208, 241
como estrategia para hacer para cuidadores, 208
frente, 87-88, 214-215, 216 período de gratitud, 186
en estudios de investigación, 41-42, diario, véase diario de gratitud
71, 161, 214 diferencias de género, 27, 61, 70,
fuentes de recomendación, 23,41 163, 166
necesidad de ir má allá, 29 y dinero y posesiones materiales, 25,
narcismo, 186-187 37, 59-61, 107-108
contar sus problemas, 43-44, 45, diseño de investigación
64, 71 asignación de condiciones al azar,
corán, 128-130 46, 50
corazón condición de amor universal, 101-
campo electromágnetico, 114 102
caterización, 87 condición de comparación, 47,
enfermedad, 85-89, 90-91, 96-97, 170-171
178 condición de gratitud, 42, 47-49,
memoria del, 115, 225 65, 70, 101, 161
respuesta a las emociones, 96, condición de sucesos, 43
114 controles, 42, 48, 65, 70, 104
traplante, 88-89, 96 datos de base, 44-45
cortisol, 97
creatividad, 25, 110, 251-253
cuidados, 206-209

272
efectos de los ataques terroristas expresar gracias a, 68, 119, 185,
del 11-S, 210-211, 212; controlar la 238
gratitud, 47-48; expresión de motivación, 57, 62, 158-159, 169-
emoción, 165, 250; gratitud a Dios 170, 182-183, 189
120-121; gratitud y enfermedad rabia hacia, 167
neuromuscular, 172, 204; reconocimiento de, 15-17, 35, 55,
narcicismo, 184, 187-188; 57, 63, 112, 236
observancia del Día de Acción de relación con el receptor, 169-170
Gracias, 146-147; oración, 238; vuelta a las emociones positivas,
valorar el humor, 44-45, 201 17, 23, 58, 152
encuestas y cuestionarios: dopamina, 104
estudios epidemiológicos, 214 dormir, 49
estudios gemelos, 214 duración de la vida, véase
estudios longitudinales, 25, 90, 91- longevidad
92, 223
personología y relatos de la vida, economía, véase dinero y
218-219 posesiones materiales
dispositivo interactivo de detección ejercicio de acción e gracias para
del agente (HADD), 136-137 relaciones, 64
donante del regalo ejercicio de exploración del
beneficio no intencionado, 16, 17, cuerpo, 102
23, 55, 102 ejercicio físico, 39, 46, 244, 246
cuando hay, 17, 152, 188-191, 253 ejercicios para potenciar gratitud,
desconocido, 130-132 véase práctica de la gratitud
deseo de corresponder, véase ejército, 77-78, 113, 147
ayudar a otros o deseo de emociones, negativas
corresponder amargura, 22, 196, 223
deuda hacia, 27, 44, 67, 163, 167, ansiedad o miedo, 49-50, 94, 99
182 asco, 99, 179-180
Dios: agentes y señales costosas, avaricia, 22
135-140; creencias de los con deuda, 167, 168, 178, 179; con
colonizadores, 198; significado de victicismo, 171; en relaciones, 64;
los sucesos de la vida, 24, 140-145; tendencias natural hacia; 160, 195;
y compromiso de gratitud, 222; y y madurez, 223;
religiones específicas, 118-136; culpa, 168, 247
véase también oración envidia, 22, 89, 171
Efectos psicológicos de la gratitud frustración, 94
hacia, 114-115 inseguridad, 94

273
rabia: con deuda, 167, 168; efectos espiritualidad
del amor universal, 102; respuesta afroamericana, 214
fisiológica, 80, 94, 95; tóxicas, 89, agradecimiento público a Dios,
245; y enfermedades del corazón, 119-120, 138-140
87; América nativa, 240
resentimiento: elegir rechazar, 30; ayuno, 129, 139
compararse con otros, 171; budismo: bondad, 98, 101-102;
incompatibilidad con la gratitud, gratitud a un donante desconocido,
89, 98 130-132; gratitud hacia el enemigo,
soledad, 62 252; naikan, 235, 237; oración,
véase también actitudes no 240; sufrimiento, 197
conductivas a la gratitud como fuente de fuerza humana, 12
emociones, positivas compatibilidad con la perspectiva
amor, véase amor científica, 119-120
amor universal, 98, 101-102 confucianismo, 131
autoprovocado, 94-96 conversión religiosa, 122
compasión, 101, 132, 210, 252 cristianismo: científicos cristianos,
efectos analgésicos, 100 142; gratitud como virtud o ética
esperanza, 12 básica, 123, 125-128; muerte de
grandeza, 78-79 Jesús, 127, 198; pentecostalismo,
incompatibilidad con emociones 132-135; rituales o
negativas, 97-99, 100 conmemoración, 146, 238;
orgullo, 109, 177 sufrimiento, 198; véase también
y aumento de la longevidad, 23, Biblia
89, 92-93 después de la muerte, 142, 202
emociones Dios y el significado de los sucesos
clasificar los humores en los de la vida, 24, 140-145, 194-195,
diarios, 43-44 197
comunicación y expresión, 81-85, espiritualistas, 143
165, 185, 245, 250-251 estado divino, 151
expresiones faciales, 81-250 gracia, 11, 19, 117, 123, 127, 143
hacia aquellos que nos han hecho gratitud es la memoria del corazón,
daño, 167-169, 252-253 115, 232
neurofisiología, 98-99, 160-161, gratitud es una fuerza espiritual,
162 135, 152
ratio de positiva a negativa, 63 habilidad para hacer frente, 202
versus actitud, 221 hinduismo, 130, 142
enemigos, 168, 252 Islam, 128, 129
envejecimiento, véase longevidad

274
judaísmo, 119, 123-125, 146-147, predisposición: alteración, 46;
180, 239, 247; véase también como una escalara, 39, 44;
Biblia, Holocausto determinación por clasificación de
juramento a Dios, 247 humores, 44-45; vuelta de
oración, véase oración humores, 44-45; vuelta a los
pérdida de fe, 143 niveles de partida (adaptación), 37-
perspectiva religiosa, 118-135 39, 52
respeto reverencial, 17 producción consciente a través de
sintoísmo, 130 la sonrisa, 250
sobre Freud, 135-136 querer lo que tienes, 24, 27, 171,
sufismo, 252 254
estrés sostenible, 66
cuidados y proceso de versus gratitud, 59
envejecimiento, 207 y amor universal, 101
fisiología, 49, 189 y formación médica, 109
manejo, 13, 50, 87-88, 96, 99-102, figuras ejemplares, 253
110 fisiología
niveles más bajos, 24 campus electromagnéticos del
resiliencia hacia, 23-24, 189, 210, cuerpo, 114
213-216 cerebro, 98-99
estudio de las monjas, 91-92 del donante de un regalo, 114
experiencias negativas, véase interacciones cuerpo-mente, 93-96,
emociones, negativas; sucesos de 100
la vida, adversidad liberación de opiácesos endógenos,
experiencias traumáticas, véase 100
sucesos de la vida, adversidad respuesta al estrés, 189
respuesta emocional, 78-80
factor de resistencia, 213-216 restablecimiento del equilibrio, 98
familia Singleton, 156-158, 182 Fredrickson, Barbara, 62, 97, 98,
felicidad 210
aumento del porcentaje debido al
diario de gratitud, 46 Genética, 35, 37, 89, 207, 220-221
como ímpetu en lugar de reacción a gracia
sucesos positivos, 24 de Dios, 12, 19, 117, 123, 199
en adversidad 20, 200-206 definición y etimología, 18, 127
ganancias aumentadas con, 25 inmerecida, 19, 166
grandes factores, 36-39, 229 y la muerte de Jesús, 127
predisposición genética, 35, 37, gracias por nada, 19, 183-188
220 gratitud

275
algunas reservas, 26-30, 44 transformación desde, 16, 24, 200,
caracteres chinos de l escritura, 73, 183, 222, 228
132 versus felicidad, 59
como cortafuegos, 22, 61 versus gratitud, 152-154
como elección: cambiar versus no gratitud e ingratitud, 176-
disposición a la felicidad, 39, 65; 177
compromiso, 50-51, 145, 221-223, versus pensamiento positivo 20
246-248; desafiante, 109; incluso
durante la adversidad, 196-200 habilidad para hacer frente
como secreto de la vida, 40-43 cinco minutos sobre pérdidas 201-
como virtud, 27, 130, 131, 223 201
definiciones y etimología, 14-15, efectos de contar las bendiciones,
16, 17 87, 215-216
efectos en recuerdos positivos, 56 gratitud en medio de la adversidad,
ejercicios, véase práctica de 20, 57, 193-200, 213-216
gratitud manejar el estrés, 13, 49-50, 87-88,
fisicalidad, 80-85, 241-242 97, 99-102, 110
hacia los que nos han hecho daño, optimismo, 202
168, 252 y depresión, 55-58, 201, 214
largo plazo versus corto plazo, 23- y felicidad, 25
24, 51, 212, 221-223 Hall, Calvin, 185
objetos materiales versus Hammer, Armand, 183
abstractos, 69, 187 Hambras, véase diferencias de
obstáculos a, 158-174, 243 género
por qué importa, 158-174, 243 himnos, 121, 148-149
por qué importa, 9-13 Holocausto, 144, 196, 223-225
proceso: categorías, 129; cuadro hormonas, 49, 96, 97
deudas, 68-69, 119-120, 185-186, humildad, 12, 123, 150, 173
238-239; diario véase diario huracanes, 103, 113, 155-157, 215-
gratitud público, 119, 138-140; 216
efectos de frecuencia, 66; ejemplos
de inapropiado, 66; ejemplos de imperativo moral, 29
inapropiado, 27; en un contexto ingratitud
espiritual; véase himnos, oración; campo electromagnético, 114
para salir del reino de la oscuridad, cultivada por los medios de
223-225; tres aspectos, 15, 53; comunicación, 60
véase también práctica de la dinámica, 158-174, 178, 179-183
gratitud en la Biblia, 126-127, 179-180, 186
puntos de vista filosóficos, 16, 28,
73, 183, 222, 228
276
hacia Dios, 126-127, 180 del corazón, 114-225
limitar sentido del yo, 22 memoria selectiva de lo positivo,
posturas filosóficas, 28-29, 175 56, 234, 235
versus gratitud y no gratitud 176- moral, 10
177 pérdida con la enfermedad de
ingresos, véase dinero y posesiones Alzheimer, 208, 209
materiales recuperación con enfermedad de
investigación científica¸ véase Parkinson, 104-106
diseño de investigación técnicas para evitar ser olvidadizo,
Irak, 177-179 231-244
memoria moral, 20
Judd, Carrie, 133-134 motivación
justicia, 130-143 de Dios, 194-195
King, Kaura, 165, 216 del donante, 58, 62, 159, 169-170,
King, Stephen, 11-12, 19 183, 189; véase también ayudar a
Krause, Lisa, 204 otros o desear corresponder)
juramento a Dios, 246-247
lágrimas, véase llorar por cambio de conducta a largo
lenguaje, 248-249 plazo, 230
lenguaje corporal, 81-83, 84-85 por conversión religiosa, 122
llorar, 79, 167, 190 por ingratitud, 183
longevidad, 25, 89-93, 162, 207 <<voluntad de encontrar
significado>>, como lo principal,
Madre Teresa, 183, 252 144
materialismo, 60 voto de compromiso, 246-247
matrimonio, véase relaciones, largo
plazo naikan, meditación, 235-237
McCullough, Michael, 13 narcicismo, 183-188, 190
McNamara, Patrick, 104-106 naturaleza versus educación, 39
McQuilkin, Robertson y Muriel, Neki, Jaswant Singh, 150
206, 209 niños, 69-72, 216-217
médicos, 107-112, 169 no gratitud, 176, 177, 243
médicos de cabecera, 107-112, 169
medios de comunicación, 60-61, optimismo
212 beneficios de la gratitud, 71-228
meditación, 96, 100-102, 236-238 beneficios del diario de gratitud,
memoria 23, 46, 208
de gratitud recibida, de elevación efecto en el salario, 26
del ánimo, 105 277
habilidad de hacer frente, 202 y recordar lo malo, 234-235
longevidad, 90 seguir los pasos, 250-251
oración use recordatorios visuales, 242-246
de gratitud, 117, 123, 124, 129, proceso de agradecimiento, véase
238-241 gratitud, proceso
por la habilidad de ser agradecido, proceso de toma de decisiones, 110
238 programa <<La cabeza
posición del cuerpo, 81 agradecida>>
y curación, 133-135 a favor del uso del caso por los
y señales costosas, 138 ciclistas, 110-111
psicología
Pablo, el apóstol, 196 adaptación, 37-41, 42, 51, 202-203
paz y tranquilidad, 101, 150 elegir cómo reaccionamos a los
perdón, 23, 24, 168 sucesos de la vida, 39, 144
plaza de Thanksgiving, Dallas, emociones conflictivas, 168
Tejas, 149 factor de resistencia (resiliencia),
pobreza, 214 213-216
poder transformativo de la gratitud, interacción corazón-mente, 94-97,
17, 24, 200-201, 219-220, 223, 254 100
posesiones, véase dinero y lenguaje determina la naturaleza
posesiones materiales del pensamiento, 248
práctica de la gratitud memoria selectiva de los positivo,
ampliar sus miras, 251-253 56, 234, 235
diario, véase diario de gratitud mito personal, 219
ejercicio de dar gracias por las pasos del cambio de la conducta,
relaciones, 64 229-230
ejercicio de exploración del pensamiento contrafáctico
cuerpo, 102 (escenarios <<imaginarios>>),
ejercicio de fingir una actitud, 251 102-106, 235
ejercicio de respiración, 242 porcentaje de longevidad
gracias a la hora de comer, 139- relacionado con, 89
238 positiva, 12, 28, 67, 73, 171-172,
hacer un voto, 246-247 210-213
hágase tres preguntas, 235-237 prejuicio interesado, 182
las diez mejores estrategias para el prejuicio negativo, 160-161
éxito, 231-253 principio de escasez, 204
oración, 238-241 terapia cognitiva, 137-138, 249
preste atención a tus sentidos 241- terapia conductiva, 98
242
278
víctimas pero manufacturads, 171- Matrimonios agradecidos o
172 agraviados, 63-64
punto de partida, véase felicidad, sobre meditación budista, 236-237
disposición relajación, 96, 97, 98
respiración de gracias, 242
Raskin, Robert, 185 responsabilidad personal, 236
Reagan, Ronald y Nancy, 207-208,
209 salud y medicina
reconocimiento beneficios de la gratitud de largo
de la bondad en nuestra vida, 15, plazo, 24, 71, 213, 228
17, m 119, 225 cuidados intensivos neonatales,
de la tragedia en la s celebraciones 118, 119
religiosas, 147-149 cuidados médicos humanitarios,
del donante de un regalo, 15-17, 178-179
35, 54, 58, 63, 112, 236 cuidar de los demás, 206-209
del regalo hecho desde la bondad, curación espiritual, 133-135
58 efectos del diario de gratitud, 23,
del sistema de apoyo, 118 46, 47
del valor del regalo, 15, 52-55, gratitud en la formación médica,
159, 203 10-110, 111
efectos en el matrimonio, 63 hormonas, 49, 96, 97
el regalo es un mérito inmerecido, pago de gratitud a los médicos,
18, 55 107-108
etimología, 16 sistema inmunitario, 24, 49, 96, 97,
la fuente del regalo está fuera del 207
yo, 15-16, 21 Selye, Hans, 188-191
transformación a través de septillizos de la vida, 140-145, 182,
reconocimiento, 16 185, 197, 219, 249
Rediker, Mike, 150 sistema inmunitario, 24, 49, 98,
relaciones, largo plazo 207
dolor de la pérdida, 202 sobrenatural, 137
efectos de la gratitud del sujeto en Spafford Horacio G., 196-197
el cónyuge, 50, 62 Steindl-Rast, hemano David, 150-
efectos de los medios de 151, 221-222
comunicación, 60 Stewart, Peter, 149
ejercicio de dar gracias, 64 sucesos de la vida
ejercicio de fingir actitud, 251
emociones conflictivas, 169

279
adversidad: algo bueno puede venir ten Boom, Corrie, 196-197
de, 16, 200, 205-206, 216-219; teoría de las señales costosas, 138-
cinco mitos de pérdidas, 201-201; 140
emociones positivas con, 20, 200- Thornbury, Tanya y Tracey, 156,
206, 211; factor de resistencia, 157, 182
213-216; gratitud en medio de, 20. tolerancia al dolor, 99-102
57, 193-200, 213-216; habilidad trastornos de salud
para imaginar alternativas peores, cáncer, 89
103-104, 130, 215, 235; libro de cardiopatía, 85-89, 90, 96, 178-179
Job, 193-195, 196, 222; ¿por qué a distrofia facial, escapular y
mí?, 194; reconocer la tragedia, humoral, 48
147-150, 220, 234-235; reservas distrofia muscular de cinturas por
emocionales como recurso, 63; déficit de calpaína, 204
salir del reino de la oscuridad, 223- distrofia muscular de los
225; volver al punto de partida miembros, 48-204
después, 36; véase también, dolor crónico, 99-102
adaptación, felicidad, disposición enfermedad Charcot-Marie-Tooth,
elección en cómo reaccionar, 39, 48-204
145 enfermedad de Alzheimer, 91-92,
positivos, 37, 39, 42, 135-140 206-209
significado y propósito, 140-145, enfermedad d Parkinson, 104-106
182, 195, 197, 219, 249 enfermedad neuromuscular, 48, 65,
140, 143, 172-173, 204
temas culturales lesión de médula espinal, 173, 202
autosuficiencia, 163, 177 síndrome de Down, 216-218
bendiciones de antepasados en síndrome de muerte infantil
culturas del Este, 23 repentina, 201
contar las cosas buenas, 214 síndrome pospolio, 48-140, 143.
deuda, 27, 162 204
efectos de los ataques terroristas trasplante de órganos, 88-89, 96,
del 11-S, 211-213 152
engrandecimiento propio, 31 trastornos psiquiátricos
expresión emocional, 165 depresión: autopercepción, 58,
hipoconocimiento de la gratitud, 249; con dolor crónico, 100; con
27, 28 enfermedad de Parkinson, 105; con
pago de gratitud para los médicos síndrome de Down, 217-218; de
húngaros, 107-108 cuidadores, 208; después de los
ritmo acelerado de la vida urbana, ataques terroristas del 11-S, 210-
173-174 211; después de una pérdida, 201;

280
efectos de visualización pro
amigos, 206; factor de riesgo, 213;
relación inversa con la gratitud, 55-
58, 214; y longevidad, 89

vacaciones
Día de Acción de gracias, 29, 146,
147, 148, 176
regalos de Navidad, 169
varones, véase diferencias de
género
verdad, 130
vida
aumento de satisfacción, 49
como regalo: después de la
adversidad, 86, 122, 135, 210;
después de los ataques terroristas
del 11-S, 210; en relatos de vida,
219; perspectiva general, 52-55;
responsabilidad, 111; rituales para
desarrollar actitud, 145-147, 234
día a día, 26, 65, 121, 139, 227, 237
longevidad, 25, 89-93, 162, 207
virtudes morales en el budismo,
130
visión del mundo
de Job, 195, 196, 222
existencia de justicia, 143
existencia de motivos
desinteresados, 16
existencia del bien, 20, 58, 143,
148, 223
hebreas, 124
mundo lleno de gracia, 19, 143
vida como regalo, véase vida
como un regalo
visualización, 206
voluntad, 39, 144, 229

Wiesel, Elie, 223-225


281
Índice

Agradecimientos………………………………………………2

1. La nueva ciencia de la gratitud……………………………5


2. La gratitud y la psique…………………………………….27
3. Como se expresa la gratitud……………………………….72
4. Dar gracias a Dios: la gratitud y el espíritu humano……112
5. Un delito antinatural: la ingratitud y otros obstáculos
6. para una vida agradecida………………………………...151
7. La gratitud en tiempos difíciles………………………….190
8. Practicar la gratitud………………………………………225

Notas………………………………………………………255
Índice temático……………………………………………275

282
¡Gracias ¡
De cómo la gratitud puede hacerte feliz
Robert A. Emmons

Chesterton afirmó que la gratitud era la


más alta forma de pensamiento y Cicerón la
definió como la mayor de las virtudes, pero hasta
ahora nadie se había molestado en estudiarla en
profundidad.

Este libro demuestra cómo su cultivo


alarga la vida, previene contra enfermedades,
eleva nuestros niveles de energía y, lo que es aún
mejor, está al alcance de todos.

283

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