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Feld,
“Sound
Structure
as
Social
Structure”,
Ethnomusicology,
Vol.
28,
No.
3
(Sept.
1984),
p.p.
383-‐409.
Traducción:
Lizette
Alegre
González
Material
de
clase:
Análisis
etnomusicológico
II
En
este
artículo
trato
dos
cuestiones:
¿Cuáles
son
las
principales
formas
en
que
se
revelan
en
la
estructura
de
los
sonidos
organizados
las
características
no
clasistas
y
generalmente
igualitarias
de
una
sociedad
de
pequeña
escala?
¿Cuáles
son
las
principales
formas
en
las
que
estas
mismas
características
se
revelan
en
la
organización
social
y
la
ideología
de
los
creadores
de
sonido
y
de
la
creación
sonora?
Al
proporcionar
una
visión
general
de
estas
áreas,
espero
iluminar
algunas
dimensiones
de
una
sociología
del
sonido
para
los
kaluli
de
Papúa
Nueva
Guinea,
una
sociedad
tradicionalmente
no
estratificada
donde
las
características
igualitarias
parecen
significativas
a
la
estructura
sonora,
y
donde
las
desigualdades
también
son
claramente
representadas
en
la
distribución
de
los
recursos
expresivos
para
hombres
y
mujeres.
Mi
interés
en
estos
problemas
deriva
de
una
preocupación
por
la
fusión
de
las
preguntas
etnomusicológicas
(el
estudio
cultural
de
los
significados
compartidos
de
los
sonidos
musicales)
con
las
socio-‐musicales
(el
estudio
de
los
sonidos
musicales
desde
las
perspectivas
de
la
estructura
social
y
la
organización
social
de
los
recursos,
los
creadores
y
las
ocasiones).
Mi
trabajo
de
los
últimos
años
(Feld
1981,
1982,
1983)
intenta
entender
las
lecciones
más
sobresalientes
acerca
de
la
estructura
y
el
significado
de
los
sonidos
kaluli
y
las
formas
en
las
que
éstos
son
inseparables
de
la
construcción
de
la
vida
social
y
el
pensamiento
kaluli,
donde
se
dan
por
sentadas
como
realidades
cotidianas
por
los
miembros
de
esta
sociedad.
Mi
título
alude
a
una
perspectiva
que
considera
al
sonido
estructurado
como
“un
hecho
social
total”,
en
el
sentido
que
sociólogos
como
Durkeim,
Mauss,
G.
H.
Mead
y
Schutz
subrayan
la
primacía
de
la
acción
simbólica
en
la
vida
intersubjetiva
en
curso,
y
las
formas
comprometidas
en
las
que
la
acción
simbólica
continuamente
construye
y
configura
las
percepciones
y
significados
de
los
actores.
Mi
título
también
alude
a
otro
ensayo,
“Song
structure
and
social
structure”,
uno
de
los
seminales
reportes
de
cantométrica
de
Alan
Lomax
(Lomax
1962).
Esta
referencia
significa
localizar
este
artículo,
y
el
patrón
kaluli
que
reporta,
en
un
marco
comparativo
más
amplio
para
el
análisis
socio-‐musical
de
las
sociedades
igualitarias
sin
clases.
Al
hacer
esto,
también
quiero
reconsiderar
las
razones
de
Lomax
por
las
cuales
deberíamos
comparar
sistemas
socio-‐musicales,
y
lo
que
podemos
comparar
de
uno
al
siguiente.
Para
Lomax,
el
“principal
mensaje
de
la
música
incumbe
una
serie
de
patrones
bastante
limitada
y
cruda”
(1962:
450);
como
una
forma
de
conducta
humana,
la
música
debería
ser
vista
como
altamente
modelada,
regular
y
redundante
en
cada
sociedad,
produciendo
estructuras
estables.
Lomax
sugirió
que
la
cantométrica
proporciona
perfiles
para
cada
una
de
estas
normas
musicales
societales.
Además,
“estas
estructuras
estables
corresponden
con
y
representan
patrones
de
relación
interpersonal
que
son
fundamentales
en
las
varias
formas
de
organización
social”
(1962:
449).
O,
como
lo
anotó
después,
las
“características
sobresalientes
de
las
canciones
son
símbolos
para
las
instituciones
clave
de
la
sociedad,
tales
como
la
división
sexual
del
trabajo
y
el
Estado”
(1976:9).
Lomax
sugirió
que
las
canciones
identifican,
representan
o,
de
otro
modo,
refuerzan
las
estructuras
centrales
de
la
sociedad.
Comparando
distintos
patrones
de
vocalización,
Lomax
intentó
construir
mapas
estilísticos
del
mundo,
formular
preguntas
sobre
secuencia
evolutiva
y
correlacionar
las
dimensiones
del
estilo
de
ejecución
con
los
datos
básicos
sobre
la
complejidad
tecno-‐económica,
el
modo
de
producción
y
la
organización
social
para
una
muestra
[de
muestreo]
etnográfica
mundial.
¿Comparar
qué?
Lomax
comparó
muestras
de
diez
canciones
de
cuatrocientas
culturas
y
correlacionó
las
codificaciones
con
los
perfiles
de
datos
socio-‐estructurales
de
los
estudios
[estadísticos]
transculturales
de
Murdock
y
de
los
Archivos
de
Human
Relations
Area
(Murdock
1967,
1969).
El
pequeño
tamaño
de
la
muestra
de
cantos
por
sociedad
fue
justificado
por
la
creencia
de
Lomax
de
que
cada
sociedad
tiene
modelos
de
ejecución
altamente
estandarizados
y
altamente
redundantes.
“La
cantométrica
es
un
estudio
de
estos
modelos
estandarizados,
que
describen
el
cantar
más
que
la
canción.
Por
lo
tanto,
no
está
fundamentalmente
interesada
con
colecciones
y
descripciones
completas,
sino
con
localizar
regularidades
y
patrones
demostrables,
a
la
manera
de
la
ciencia”
(Lomax
1976:17).
Las
treinta
y
siete
dimensiones
de
la
codificación
de
Lomax
intentan
factorizar
todos
los
elementos
universales
significativos
del
estilo
de
ejecución
de
la
canción
en
escalas
gradientes.
El
reporte
más
importante
de
Lomax
fue
recibido
con
una
mezcla
de
entusiasmo.
El
tamaño
de
la
muestra
y
la
profundidad
temporal,
la
compatibilidad
de
los
datos
de
la
canción
con
los
datos
de
la
estructura
social,
el
reduccionismo
psico-‐cultural,
la
historia
inferencial
[deductiva:
evolucionismo],
la
lectura
de
la
correlación
como
causación,
la
variabilidad
intracultural
y
de
área,
y
el
grado
al
cual
el
sistema
de
codificación
normalizó
tipologías
en
formas
que
constriñen
la
precisión
del
juicio
del
patrón
[la
exactitud
de
la
sentencia
del
patrón],
fueron
causas
de
una
discusión
crítica
que
rodeó
a
esta
obra
monumental.
Muchas
de
las
críticas
se
enfocaron
en
el
método
y
la
interpretación
de
los
datos,
y
no
sobre
la
hipótesis
básica
de
Lomax
acerca
de
la
música
como
una
comunicación
pública
universal
de
la
identidad
social.
Cualquiera
que
sea
la
reacción
de
uno
a
El
estilo
de
la
canción
folklórica
y
la
cultura,
la
publicación
de
las
cintas
de
entrenamiento
y
del
libro
de
codificación
de
la
cantométrica
(Lomax
1976)
debe
ser
recibida
como
un
evento
muy
importante
en
la
historia
de
la
investigación
musicológica
comparativa.
Pocos
investigadores
hicieron
alguna
vez
sus
métodos
tan
disponibles
a
los
demás,
y
deberíamos
estar
agradecidos
con
Lomax
por
estos
materiales.
A
lo
largo
de
los
últimos
años
he
escuchado
las
cintas,
aprendido
[estudiado]
los
ejemplos
centrales
de
Lomax
y
tratado
de
aplicar
sus
parámetros
a
una
sociedad
y
un
sistema
musical
que
conozco
bien
gracias
una
intensiva
investigación
de
campo.
Comencé
con
una
muestra
de
alrededor
de
700
cantos
kaluli
y
reduje
este
número
a
500
de
extraer
las
interpretaciones
de
un
solo
ejecutante
u
otros
problemas
de
fiabilidad.
Lo
que
la
cantométrica
me
ha
enseñado
acerca
de
esos
500
cantos
es
que
exhiben
tal
variabilidad
y
sutileza
intracultural
que
es
virtualmente
imposible
codificar
un
perfil
normalizado
para
ellos.
Para
construir
un
perfil
cantométrico
típico
lo
que
realmente
necesito
son
sólo
diez
cantos,
pero
el
problema
es
¿cuáles
diez?
¿cómo
puedo
mantener
la
integridad
de
los
patrones
descubribles
en
grandes
cuerpos
de
datos
cuando
el
sistema
cantométrico
parece
sacrificar
tales
datos
significativos
para
objetivar
un
"patrón
central"?
Después
de
batallar
con
las
cintas
de
entrenamiento
([más
adelante
presento]
un
ejemplo
de
uno
de
mis
problemas
específicos
con
la
organización
social
del
grupo
vocal,),
aún
siento
que
Lomax
está
haciendo
muchas
de
las
preguntas
correctas
acerca
de
la
música
y
las
instituciones
sociales,
pero
la
mecánica
de
la
cantométrica
las
hace
crujir
en
formas
que
no
pueden
satisfacer
al
investigador
acostumbrado
al
trabajo
de
campo
intensivo,
el
análisis
en
profundidad
y
el
ámbito
de
la
teoría
etnográfica.
Entonces,
regreso
a
la
pregunta
inicial:
¿comparar
qué?
Mi
sugerencia
es
verdadera
herejía
para
muchos
comparatistas
comprometidos,
pero
creo
que
necesitamos
promover
una
sociomusicología
comparativa
cualitativa
e
intensiva,
sin
reificar
y
objetivar
una
lista
de
rasgos
estructurales
musicales
y
sociales,
sin
laminados
desubicados
[¿descontextualizados?]
de
materiales
diversamente
recogidos
e
infundados
históricamente.
La
sociomusicología
debería
tomar
las
difíciles
preguntas
y
solucionarlas
con
los
mejores
materiales
disponibles
para
la
comparación
detallada:
el
estudio
de
caso
riguroso,
de
largo
alcance,
histórica
y
etnográficamente
situado.
Las
comparaciones
significativas
van
a
ser
las
que
se
encuentren
entre
los
ejemplos
de
caso
radicalmente
contextualizados
y
no
entre
listas
de
rasgos
descontextualizados.
Los
datos
que
se
necesitan
para
comenzar
este
tipo
de
sociomusicología
comparativa
son
declaraciones
de
patrón
para
sociedades
individuales,
que
se
enfoquen
en
la
integridad
estilística,
la
coherencia
socio-‐musical
y
el
rol
de
la
música
en
la
diferenciación
de
rol.
Para
esto,
el
mejor
aporte
etic
tendrá
que
ser
el
dato
emic
más
riguroso.
Con
esto
quiero
decir
que
las
comparaciones
amplias
significativas
tendrán
que
estar
basadas
en
modelos
etnográficos
locales
precisos,
detallados
y
cuidadosos.
Así,
para
empezar,
la
mejor
forma
de
responder
a
las
preguntas
de
Lomax
acerca
de
la
naturaleza
sistemática
de
la
representación
musical
en
la
organización
social
es
estudiarlas
en
el
terreno,
en
el
campo,
de
cerca,
por
largos
periodos
de
tiempo,
donde
las
estructuras
sonoras
estén
socialmente
estructuradas
de
modo
observable
e
innegable.
Un
marco
Mientras
que
mi
creencia
firme
es
que
la
base
para
comparar
la
vida
social
de
los
sonidos
debe
ser
cualitativa
y
derivada
de
la
investigación
local
intensiva,
también
creo
que
tales
comparaciones
pueden
ser
enmarcadas
en
dominios
generales
que
no
simplifiquen
las
dimensiones
culturalmente
específicas
de
cada
realidad
socio-‐musical.
Propongo
entonces
seis
amplias
áreas
de
indagación
en
la
música
como
un
hecho
social
total,
en
la
vida
social
de
los
sonidos
organizados.
Con
cada
área
se
pretende
establecer
una
serie
relacionada
de
preguntas
situadas
social
y
musicalmente,
que
vean
las
estructuras
sonoras
como
socialmente
estructuradas,
las
organizaciones
sonoras
como
socialmente
organizadas,
los
significados
de
los
sonidos
como
socialmente
significativos.
Para
cada
una
de
las
seis
rúbricas
elaboro
algunas
preguntas
rudimentarias;
las
listas
no
pretenden
ser
exhaustivas
en
ningún
sentido.
Competencia
2. ¿Cuál es el patrón de la adquisición y el aprendizaje musical?
4. ¿Se asume la adquisición musical como no problemática? ¿Una necesidad?
5. ¿Las ideologías del "talento" determinan o constriñen la adquisición y la competencia?
6. ¿Cuál es la relación entre competencia, habilidad y deseo por la música?
7.
¿Cuáles
son
las
diferencias
entre
habilidades
de
producción
y
de
recepción,
para
los
individuos,
a
través
de
los
grupos
sociales?
Forma
1. ¿Cuáles son los medios materiales musicales y cómo están organizados en códigos reconocibles?
2.
¿Cómo
se
distribuyen
los
medios
musicales
a
través
de
los
entornos
[escenarios]
y
de
los
participantes?
4.
¿Cuáles
son
los
límites
de
las
formas
percibidas?
¿Qué
significa
estar
equivocado,
ser
incorrecto,
o
bien,
marginal
desde
el
punto
de
vista
de
la
flexibilidad
y
el
uso
del
código?
5.
¿Qué
tan
flexible,
arbitraria,
elástica,
adaptable,
abierta
es
la
forma
musical?
¿Qué
tan
resistente
a
los
cambios,
presiones
internas
o
externas
u
otras
fuerzas
históricas?
Performance
1.
¿Cuáles
son
las
relaciones
entre
los
creadores
y
los
materiales?
2.
¿Cuál
es
la
relación
entre
las
formas
expresivas
individuales
y
colectivas
y
los
entornos
[escenarios]
de
ejecución?
3.
¿Cómo
están
coordinadas
las
formas
en
el
performance?
¿Qué
tan
adaptable
y
elástica
es
la
forma
musical
cuando
es
manipulada
por
diferentes
ejecutantes
en
un
sólo
momento
en
el
tiempo
o
a
lo
largo
del
tiempo?
5.
¿Cómo
cumplen
fines
pragmáticos
(educativos,
persuasivos,
manipulativos)
los
performances,
si
es
que
lo
hacen?
Entorno [ambiente]
1.
¿Qué
recursos
proporciona
el
entorno?
¿Cómo
se
explotan?
¿Qué
relaciones
existen
entre
recursos,
explotación
y
medios
materiales
y
las
ocasiones
sociales
del
performance?
2.
¿Hay
patrones
co-‐evolutivos,
ecológicos
y
estéticos,
que
vinculen
el
entorno
y
los
patrones
sonoros,
los
materiales
y
las
situaciones?
3.
¿Cuáles
son
las
relaciones
visuales-‐auditivas-‐sensoriales
entre
las
personas
y
el
entorno,
y
cómo
se
relaciona
este
patrón
con
los
medios
y
fines
expresivos?
4.
¿Qué
mitos
o
modelos
representan
[ponen
en
escena]
la
percepción
del
entorno?
¿Están
éstos
relacionados
con
las
concepciones
de
la
persona,
la
sociedad,
los
recursos
expresivos?
5.
¿Qué
asociaciones
místicas
o
cosmológicas
con
el
entorno
apoyan,
contradicen,
o
bien,
se
relacionan
con
el
contexto
socioeconómico
de
las
creencias
y
ocasiones
musicales?
Teoría
1.
¿Cuáles
son
las
fuentes
de
autoridad,
sabiduría
y
legitimidad
acerca
de
los
sonidos
y
la
música?
¿Quién
puede
saber
acerca
del
sonido?
3.
¿Qué
dimensiones
del
pensamiento
musical
se
verbalizan?
¿Se
enseñan
verbalmente?
¿No-‐
verbalmente?
4.
¿Es
necesaria
la
teoría?
¿Qué
tan
distante
puede
estar
la
teoría
de
la
práctica?
¿Qué
variedades
de
conocimiento
y
actividad
cuentan
como
teoría
musical
o
estética?
¿Cómo
se
racionaliza
la
música?
Valor e igualdad
1.
¿Quién
valora
y
evalúa
los
sonidos?
¿Quién
puede
ser
valorado
y
evaluado
como
un
productor
de
sonidos?
2.
¿Cómo
se
distribuyen
los
recursos
expresivos,
especialmente
entre
hombres
y
mujeres,
jóvenes
y
viejos?
¿Cómo
emergen
las
estratificaciones?
3. ¿Cómo se manifiestan los equilibrios y desequilibrios en la ideología expresiva y en el performance?
6.
¿Cómo
marcan
o
mantienen
las
diferencias
sociales
los
sonidos
musicales
o
las
performances?
¿Cómo
se
interpretan
tales
diferencias?
¿Cómo
se
sostienen?
¿Cómo
se
rompen
o
resquebrajan?
¿Cómo
se
aceptan
o
resisten?
Estas
preguntas
y
los
seis
dominios
que
las
encabezan
se
han
intentado
como
una
aproximación
para
integrar
los
análisis
microscópicos
y
etnográficamente
detallados
de
las
vidas
musicales,
con
una
arena
de
asuntos
comparables
generales
y
relevantes
que
nos
ayudarán
a
comparar
las
realidades
y
prácticas
socio-‐musicales.
Después
de
una
breve
orientación
a
los
kaluli,
reasumo
los
asuntos
más
sobresalientes
en
las
seis
áreas
nombradas.
Al
proporcionar
metáforas
y
conceptos
kaluli
claves
para
cada
una
de
estas
áreas,
espero
dirigirme
a
una
sociología
emic
kaluli
del
sonido,
a
la
articulación
y
construcción
kaluli
de
un
sistema
de
coherencia
socio-‐musical.
Al
mismo
tiempo,
el
uso
de
este
simple
entramado
comparativo
hará,
espero,
que
el
patrón
kaluli
este
más
disponible
para
el
contraste,
la
comparación
y
la
interrogación
en
términos
de
los
asuntos
más
amplios
que
rodean
a
las
sociedades
sin
clases,
de
pequeña
escala,
relativamente
igualitarias.
El pueblo kaluli
Mil
doscientas
personas
kaluli
viven
en
la
selva
tropical
de
la
gran
meseta
de
las
tierras
altas
del
sur
de
la
Provincia
de
Papúa
Nueva
Guinea.
En
varios
cientos
de
millas
cuadradas
de
tierra
rica,
en
una
altitud
de
aproximadamente
dos
mil
pies,
ellas
cazan,
pescan
y
practican
agricultura
intensiva
en
terrenos
que
producen
papa
dulce,
malanga,
pandanus,
calabaza,
plátano
y
muchas
otras
frutas
y
vegetales.
Su
alimento
básico
es
el
sago,
procesado
de
palmeras
salvajes
que
crecen
en
pantanos
poco
profundos
y
arroyos
que
se
desvían
de
arterias
de
ríos
más
grandes
que
fluyen
hacia
abajo
desde
el
monte
Bosavi,
el
cono
colapsado
de
un
volcán
extinto
que
alcanza
ocho
mil
pies
(E.L.
Schieffelin
1976).
Los
kaluli
viven
en
aproximadamente
veinte
comunidades
distintas;
en
cada
una,
la
mayoría
de
las
personas
reside
en
una
sola
casa
comunal,
que
comprende
unas
quince
familias
(de
sesenta
a
ochenta
personas).
La
vida
social
de
la
aldea
gira
alrededor
de
la
casa,
donde
la
interacción
cara
a
cara
ocupa
la
mayor
parte
del
tiempo
de
las
personas
cuando
no
están
en
sus
huertos,
en
los
senderos,
visitando
parientes
en
otras
comunidades
o
permaneciendo
en
los
pequeños
huertos
de
casa
o
en
los
campos
de
sago
realizando
las
muy
importantes
actividades
de
procesamiento
de
comida.
Ésta
es
una
sociedad
sin
clases.
No
hay
especializaciones
sociales
u
ocupacionales,
estratificaciones
o
rangos.
No
hay
profesiones,
ni
estatus
adscritos
o
alcanzados
que
formen
la
base
de
una
diferenciación
social.
Se
asume
que
todos
los
kaluli
tienen
igual
potencial
y
asignación
social,
lo
cual
les
pertenece
para
hacer
de
ello
lo
mejor
que
puedan.
Los
adultos
son
responsables
de
sacar
lo
que
quieren
y
necesitan
de
los
asuntos
diarios;
la
asistencia
[ayuda]
a
través
de
la
amistad
y
de
las
redes
de
relaciones
sociales
es
de
fundamental
importancia
para
todos
los
kaluli.
Ésta
es
también
una
sociedad
generalmente
igualitaria
en
asuntos
económicos
y
políticos.
No
existen
líderes
asignados
o
elegidos,
voceros,
jefes,
patrones,
controladores
o
intermediarios.
Las
personas
cazan,
se
reúnen,
cultivan
y
trabajan
para
producir
lo
que
necesitan,
cuidando
de
sí
mismos
y
de
sus
asociados
a
través
de
la
extensa
cooperación
en
la
compartición
de
comida
y
la
asistencia
en
el
trabajo.
Hay
poca
desigualdad
en
la
retribución
material
de
bienes
o
trabajo,
porque
los
bienes
son
sólo
productos;
el
compartir
en
el
trabajo
o
la
producción
posiciona
continuamente
a
las
personas
dentro
de
grupos
de
reciprocidad
construidos
con
base
en
los
parientes
más
próximos,
la
familia
extendida
o
los
lazos
amistosos.
También
hay
poca
acumulación
de
bienes,
recompensas
o
prestigio,
y
no
hay
trabajos
o
roles
altamente
valorados,
retribuidos
automáticamente
con
el
prestigio
u
objetos
materiales.
En
tal
sistema,
el
igualitarismo
se
refiere
a
una
ausencia
general
de
deferencia
hacia
las
personas,
roles,
categorías
o
grupos
basados
en
el
poder,
la
posición
o
la
propiedad
material.
Adicionalmente,
los
kaluli
parecen
menos
polarizados
sexualmente
que
otras
sociedades
sin
clases
en
el
rango
medio
de
complejidad
tecno-‐económica;
es
decir,
sociedades
que
mezclan
un
modo
parcial
de
existencia
de
cazadores-‐
recolectores
con
una
importante
cantidad
de
pastoreo,
pesca
u
horticultura.
Este
tipo
de
sociedad
varía
mucho
en
igualdad
social,
de
la
hostilidad
al
mutualismo
(Schlegel
1966:5).
Mientras
que
los
hombres
y
las
mujeres
kaluli
tienen
esferas
de
la
vida
diaria
diferentes
y
a
menudo
exclusivas
(E.
L.
Schieffelin
1976:122-‐124;
B.
B.
Schieffelin
1979),
el
grado
de
antagonismo
sexual
y
animosidad
ampliamente
reportado
en
las
tierras
altas
de
Papúa
Nueva
Guinea
(ver
Brown
y
Buchbinder
1976,
M.
Strathern
1972)
no
está
presente
entre
los
kaluli.
Muchos
dominios
de
control
y
producción
son
cooperativos.
Las
negociaciones
de
la
dote
del
novio
y
los
arreglos
maritales
(usualmente
intercambio
de
hermanas)
son
la
arena
más
obvia
donde
los
hombres
pueden
cultivar
autoridad
y
tomar
decisiones
que
expresamente
controlan
a
las
mujeres.
Competencia
Para
los
kaluli
no
hay
"música",
sólo
sonidos
organizados
en
categorías
compartidas
en
mayor
o
menor
grado
por
los
agentes
naturales,
animales
y
humanos.
El
conocimiento
de
estas
categorías
está
ampliamente
difundido,
formación
tácita
para
la
vida
diaria
en
la
selva.
Ninguna
jerarquía
de
tipos
de
sonido
se
impone,
ni
razones
construidas
para
diferenciar
los
sonidos
hechos
por
los
humanos
de
aquéllos
de
otras
fuentes.
Se
asume
ampliamente
que
cada
kaluli
debe
convertirse
en
un
competente
creador,
reconocedor,
usuario
e
intérprete
de
los
patrones
sonoros
naturales
y
culturales.
La
adaptación
física
a
la
selva
no
sólo
demanda
y
favorece
la
audición
precisa
y
las
habilidades
perceptuales;
los
kaluli
han
desarrollado
el
tipo
de
marco
ideológico
y
estético
para
estas
habilidades
que
los
humaniza
en
y
les
proporcionan
un
marco
cultural
coherente
para
su
adquisición.
Éste
es
precisamente
el
punto
de
co-‐
evolución:
los
imperativos
físicos
solos
no
explican
la
adaptación;
las
sociedades
idean
estrategias
adaptativas
que
se
apoyan
mutuamente
y
que
vinculan
la
naturaleza
y
la
cultura.
Las
adquisiciones
de
las
habilidad
en
el
canto,
el
llanto,
el
gritar
de
alegría,
el
ovacionar,
el
hacer
zumbidos
[¿tararear?],
la
percusión,
la
identificación
de
los
llamados
de
aves
y
animales,
así
como
el
reconocimiento
del
sonido
del
entorno,
están
todas
fundamentalmente
relacionadas.
Los
kaluli
asumen
que
la
adquisición
de
habilidad
en
modos
simbólicos
de
expresión
del
sonido,
así
como
el
reconocimiento
natural
del
sonido,
no
es
problemática
sino
requerida
naturalmente
por
todos
los
seres
sociales.
De
hecho,
éstas
son
consideradas
en
mucho
como
la
adquisición
de
las
competencias
verbal
o
gestual,
que
requieren
de
similar
aportación
de
los
adultos,
compromiso,
interacción
e
instrucción
de
"actuación"
explícita
(B.
B.
Schieffelin
1979).
Mientras
que
nosotros,
en
Occidente,
asumimos
una
suerte
de
necesidad
de
competencia
simbólica
en
los
modos
verbales
y
gestuales,
no
asumimos
tal
cosa
para
otras
variedades
de
competencia
simbólica,
y
por
lo
tanto
utilizamos
nociones
cargadas
culturalmente
(como
"talento")
para
explicar
o
racionalizar
las
estratificaciones
en
la
conciencia,
producción
expresiva
e
interpretación.
Nada
paralelo
existe
entre
los
kaluli.
Una
metáfora
kaluli
básica
abarca
la
construcción
de
un
ideal
cultural
de
competencia;
ésta
es
la
noción
de
“duro”.
El
mito
dice
que
una
vez
el
mundo
fue
blando
y
suave;
alin
el
pichón
goura
y
ode:n
el
pavo
de
matorral,
dieron
juntos
una
patada
en
la
tierra,
“haciéndola
dura”,
de
tal
modo
que
la
vida
pudo
florecer.
El
modelo
para
la
vida
social
resume
el
modelo
para
el
mundo.
Los
niños
son
“suaves”;
sus
cuerpos
y
huesos
deben
“endurecerse”.
Una
persona
“dura”
es
alguien
que
es
fuerte,
asertivo
y
no
un
brujo
(los
brujos
tienen
corazones
suaves
amarillos).
Los
niños
no
comen
alimentos
suaves
y
blandos
hasta
que
sus
cuerpos
y
su
lenguaje
se
“endurecen”.
El
“habla
dura”
es
el
discurso
gramático
y
apropiado,
el
habla
que
uno
necesita
para
la
interacción
social
(Feld
y
B.
B.
Schieffelin
1982).
Cuando
un
canto
“endurece”,
fusionando
estructuras
poéticas
y
performativas,
las
personas
se
conmueven
hasta
las
lágrimas
(Feld
1982:
211-‐212).
Lo
“duro”
(halaido),
entonces,
significa
competencia
social,
madurez
física,
competencia
verbal,
competencia
sonora;
control
de
energías,
habilidad
para
interpretar,
influenciar
resultados,
tomar
el
control
sobre
la
vida
de
uno,
invocar
estrategias
sociales
apropiadas.
Se
asume
que
la
adquisición
y
desarrollo
de
habilidades
sociales
e
intelectuales
es
el
proceso
natural
de
“endurecimiento”
por
el
que
todo
kaluli
pasa.
Esta
metáfora
central
vincula
territorio
[tierra?
Land],
cuerpo,
madurez,
control,
vitalidad,
lenguaje,
estética
y
acción
social.
Para
los
kaluli,
“dureza”
es
un
elemento
central
de
la
personalidad.
Claramente
no
todos
los
kaluli
desean,
desarrollan
o
logran
competencias
uniformes
o
incluso
vagamente
idénticas
en
la
composición
de
cantos
y
textos
poéticos,
la
interpretación
de
cantos
o
la
percusión
o
el
llanto
funerario.
Algunos
hombres
y
mujeres
componen
cientos
de
canciones
en
una
vida,
interpretan
frecuentemente,
proporcionan
intuitivas
exégesis
de
textos
y
conversan
sobre
temas
musicales
en
formas
que
se
extienden
más
allá
de
las
habilidades
asumidas
o
reconocidas
de
otros.
Dos
factores
parecen
importantes
para
interpretar
correctamente
el
significado
de
esta
variación.
Primero,
la
difusión
real
de
las
competencias
en
la
habilidad
de
producción
está
grandemente
minimizada
por
los
kaluli
en
relación
con
las
competencias
mucho
menos
estratificadas
en
la
interpretación
significativa.
Segundo,
los
kaluli
asumen
que
la
diferenciación
en
la
ejecución
y
composición
del
canto
se
explican
por
el
interés
y
el
deseo,
y
no
por
un
don
o
talento
biológico
especial.
Mis
observaciones
en
el
sentido
de
que
ciertas
personas
parecían
componer,
ejecutar
o
tocar
el
tambor
más
que
otras,
usualmente
eran
recibidas
por
los
kaluli
con
respuestas
despreocupadas,
citando
lo
obvio:
algunos
trabajan
el
huerto
más
que
otros,
algunos
a
menudo
hacen
bolsas
de
red,
algunos
cocinan
bien,
otros
saben
construir
casas,
y
demás.
En
suma,
los
kaluli
parecen
no
invertir
nada
en
racionalizar
las
diferencias
en
la
competencia;
simplemente
asumen
que
las
habilidades
para
interpretar
y
hacer
sonidos
son
adquiridas
y
requeridas
naturalmente,
y
que
con
instrucción
y
estímulo
todos
los
niños
aprenderán
a
cantar
y
a
componer
como
parte
de
su
socialización
general.
Forma
La
mayor
parte
de
toda
la
expresión
sonora
kaluli
es
vocal,
dependiente
de
una
fuerte
interacción
de
elementos
poéticos
y
melódicos.
Existen
cinco
tipos
de
canto,
uno
de
invención
única
(gisalo)
y
cuatro
tomados
como
préstamo
de
los
vecinos
(heyalo,
ko:luba,
sabio,
iwo).
Cada
uno
de
estos
está
organizado
por
principios
pentatónicos;
las
reducciones
a
variantes
de
tres
y
cuatro
tonos
son
comunes,
y
hay
evidencia
de
convergencia
melódica
paralelizando
la
historia
y
difusión
de
estos
cuatro
estilos
en
el
área
Bosavi
(Feld,
i.p.).
Los
kaluli
componen
en
tres
de
estas
cinco
formas
(gisalo,
heyalo,
ko:luba);
los
otros
dos
estilos
consisten
de
corpus
cerrados
(sabio,
iwo:).
El
gisalo
está
limitado
a
ocasiones
ceremoniales
y
de
espiritismo,
y
es
compuesto
sólo
por
hombres.
El
heyalo
y
el
ko:luba
son
compuestos
para
ceremonias,
pero
ampliamente
cantados
durante
las
actividades
de
trabajo
y
ocio
de
la
vida
diaria.
Sólo
en
el
caso
del
heyalo
los
hombres
y
las
mujeres
participan
igualmente
como
compositores.
Hay
otras
variedades
y
medios
de
expresión
sonora
que
trascienden
estas
formas
de
canto:
el
llanto-‐
cantado-‐verbal
de
las
mujeres
(sa-‐ye:lab),
y
las
ovaciones
(uwo:lab),
los
gritos
de
alegría
de
los
hombres
(ulab),
y
la
percusión
instrumental
(ilib)
y
la
interpretación
del
bamboo
haw’s
harp
[birimbao]
(uluna).
Otros
tres
instrumentos
sonaja
(sologa,
sonaja
de
semillas
de
vaina;
degegado,
sonaja
de
pinza
de
langosta;
sob,
sonaja
de
concha
de
mejillón)
son
usados
en
la
ceremonias
para
acompañar
los
cantos.
Sólo
el
sologa
es
usado
más
casualmente
como
acompañamiento;
adicionalmente
es
el
único
de
estos
instrumentos
usados
por
las
mujeres.
Más
allá
de
una
taxonomía
de
las
formas
expresivas
y
la
distribución
de
los
medios
expresivos
en
el
canto,
la
poesía,
los
instrumentos
y
el
performance,
se
puede
hacer
una
generalización
muy
significativa
acerca
de
todas
las
formas
sonoras
kaluli:
no
hay
sonidos
kaluli
que
se
interpreten
al
unísono.
Los
kaluli
saben
muy
bien
lo
que
el
unísono
es
porque
los
misioneros
han
tratado
de
llevarlos
a
cantar
esta
forma
por
veinte
años
y
los
líderes
de
Iglesia
han
sido
enseñados
a
contar
"uno-‐dos-‐tres"
antes
de
cada
canto.
Al
lado
de
las
actividades
de
la
Iglesia
(en
donde
sólo
los
cristianos
más
comprometidos
pueden,
en
realidad,
manejar
esta
nueva
forma
de
organización
vocal)
es
raro
escuchar
cualquier
cosa
que
se
acerque
al
unísono
cantada
por
los
kaluli
o
emitida
de
cualesquiera
fuentes
de
sonido
en
su
entorno.
Las
preferencias
de
sonido
de
los
kaluli,
modeladas
conscientemente
sobre
los
sonidos
de
las
aves
y
el
resto
del
entorno
de
la
selva,
implican
superposición
y
alternancia
extensas,
partes
en
capas
y
sonidos
en
texturas
no
discretas
coordinadas.
En
términos
musicales
occidentales
existe
mucho
canon.
En
términos
cantométricos,
a
partir
de
la
caracterización
de
Lomax
de
la
organización
social
del
grupo
vocal
(1976:
86,
177-‐180),
se
encuentran
tres
patrones:
entretejido,
superposición
y
alternancia.
El
entretejido
es
el
término
que
Lomax
usa
para
la
organización
social
de
los
grupos
musicales
con
una
equidad
de
las
partes,
común
entre
bandas
acéfalas
de
cazadores-‐recolectores
o
sociedades
de
selva
no
complejas.
Lomax
encuentra
que
la
superposición
es
más
típica
de
sociedades
más
grandes
con
pastoreo
de
animales
y
un
sistema
de
producción
de
algún
modo
más
complejo.
Cita
la
alternancia
de
partes
como
más
característica
de
sociedades
con
claras
divisiones
de
partes
y
sistemas
productivos
(Lomax
1976:86).
Al
escuchar
los
cantos
kaluli
queda
claro
que
ninguna
de
estas
tres
caracterizaciones
predomina;
parece
haber
una
mezcla
igual
de
las
tres.
Al
mismo
tiempo,
el
cuadro
tecno-‐económico
kaluli
no
sigue
ninguna
de
las
tres
que
Lomax
cita
como
típicamente
ajustadas
a
estos
tipos
sonoros.
La
principal
generalización
para
la
organización
social
kaluli
de
los
grupos
vocales
es
que
el
entretejido,
la
superposición
y
la
alternancia
son
igualmente
sobresalientes,
precisamente
a
la
exclusión
de
formas
unísono.
Lomax
(1976:
86)
cita
el
unísono
como
“la
técnica
más
simple
de
esfuerzo
coordinado”,
y
lo
encuentra
como
“algo
a
lo
que
se
recurre
en
todas
partes
pero
más
prominente
en
las
ejecuciones
de
sociedades
tribales
pequeñas,
especialmente
entre
los
plantadores
sin
gran
pastoreo
de
animales”.
Mientras
que
esta
caracterización
tecno-‐económica
es
más
cercana
a
la
sociedad
kaluli
que
cualquiera
de
las
otras
citadas
arriba,
la
organización
sonora
kaluli
simplemente
carece
totalmente
de
un
principio
unísono.
Al
igual
que
el
uso
de
“dureza”
para
caracterizar
un
ideal
kaluli
de
competencia
social,
hay
también
una
metáfora
que
une
las
dimensiones
de
entretejido,
superposición
y
alternancia,
las
cuales
son
también
importantes
en
el
estilo
de
la
creación
sonora
kaluli.
Ésta
es
dulugu
ganalan,
“levantar
sobre
el
sonido”
[“lift-‐up-‐over-‐sound”]. 1
Las
partes,
los
sonidos,
ya
sean
pocos
o
muchos,
constantemente
deben
“levantarse
sobre”
entre
sí;
uno
no
puede
hablar
de
sonidos
que
“guían”
o
“siguen”
o
“comienzan”
o
“terminan”.
La
creación
sonora
humana
debe
escalonarse
por
capas,
como
las
llamadas
de
las
aves,
o
arquearse
hacia
arriba
y
por
encima
como
las
cascadas.
La
idea
es
más
espacio-‐acústica
que
visual;
a
1
N.T.
“Steven
Feld
señala
que
una
de
las
metas
estéticas
centrales
de
la
música
kaluli
es
‘lift-‐up-‐over-‐
sounding’[…]
una
superposición
no
sincrónica,
en
capas,
entre
múltiples
voces,
incluyendo
las
‘voces’
del
paisaje
de
la
selva.
‘Lift-‐up-‐
over-‐sounding’
es
un
ideal
textural
alcanzado
por
la
interacción
particular
de
voces
con
timbres
variables
en
un
performance
específico”
(Kathleen
Marie
Higgins,
“Musical
Idiosyncracy
and
Perspectival
Listening”,
en
Jenefer
Robinson,
Music
and
Meaning,
USA,
Cornell
University,
1977:
92)
los
kaluli
les
gusta
que
todos
los
sonidos
sean
densos,
compactados,
sin
rompimientos,
pausas
o
silencios
(Feld
1983).
Cuando
dos
personas
cantan
juntas,
las
sutilidades
o
las
duraciones
cambiantes
de
la
superposición
(o,
en
el
caso
de
un
líder
y
un
grupo,
los
matices
en
la
alternancia)
son
el
locus2
del
juego
estético
y
la
tensión.
En
la
selva,
los
sonidos
constantemente
cambian
de
figura
y
terreno;
los
ejemplos
de
alternancias
y
superposiciones
continuamente
escalonadas,
a
tiempos
sonando
completamente
entretejidas
y
sin
costuras
[junturas],
son
abundantes.
Para
los
kaluli,
éste
es
el
modelo
de
organización
naturalmente
coherente
para
la
creación
sonora,
ya
sea
humana,
animal
o
ambiental:
una
constante
densificación
textural
construida
a
partir
de
“levantarse
sobre
los
sonidos”
[“lift-‐up-‐over
sounds”].
Performance
El
performance
de
toda
la
expresión
sonora
kaluli
se
enfoca
en
la
textura
colectiva
y
la
coordinación
de
las
partes
en
capas.
No
hay
agenda
competitiva
que
juegue
en
la
ejecución
del
canto;
el
valor
de
ir
en
capas,
yuxtaponer,
arquear,
“levantar
sobre”
y
densificar
es
que
se
conciben
como
actividad
social.
Incluso
cuando
la
situación
involucra
una
sola
voz,
el
sonido
se
coordina
con
las
características
acústicas
que
rodean
en
el
ambiente;
esto
es
particularmente
así
cuando
los
kaluli
cantan
en
el
trabajo.
En
las
ceremonias
kaluli
las
canciones
compuestas
son
cantadas
toda
la
noche
por
los
miembros
de
una
comunidad
visitante
en
la
casa-‐larga3
de
sus
anfitriones.
Éstos
encuentran
que
los
textos
del
canto,
en
particular,
son
tristes
y
evocativos
porque
se
concentran
en
mapas
e
imágenes
de
los
lugares
en
el
bosque
inmediato
que
los
rodea,
lugares
hacia
los
cuales
los
anfitriones
tienen
un
apego
sentimental.
La
ejecución
usualmente
lleva
a
los
anfitriones
a
las
lágrimas
y
a
un
llanto-‐melódico-‐cantado,
interpretado
en
polifonía
con
el
canto
en
curso
al
cual
están
respondiendo.
El
dolor
intenso
y
la
tristeza
experimentados
por
los
anfitriones
resulta
de
su
recuerdo
de
los
muertos
que
han
vivido,
trabajado
y
compartido
muchas
experiencias
con
ellos
en
los
lugares
secuencialmente
mencionados
en
el
canto
(E.
L.
Schieffelin
1976,
1979;
Feld
1982).
Parecería
que
esta
suerte
de
evocación
en
el
performance
podría
crear
un
tremendo
foco
en
el
compositor
y
el
intérprete
del
canto
como
un
creador
individual.
En
realidad,
la
manipulación
social
directa
está
implicada
en
componer
un
canto
que
puede
mover
a
un
individuo
específico
hasta
las
lágrimas.
Al
mismo
tiempo,
éstas
no
son
la
características
que
los
kaluli
subrayan
de
un
canto;
ellos
prefieren
proyectar
la
actividad
entera
en
un
explícito
marco
amplio
de
mensaje
social
y
comunitario,
en
gran
parte
a
través
de
las
imágenes
de
la
tierra,
la
metáfora
central
para
la
acumulación
y
el
significado
de
la
experiencia
social
de
relacionarse,
compartir
y
estar
con
otros
en
el
bosque.
Cuando
los
hombres
kaluli
se
sentaban
conmigo
después
de
una
ceremonia
para
platicar
de
los
cantos
y
sus
significados,
siempre
subrayaban
la
motivación
social
más
que
individual
de
la
poética
del
canto.
Al
parecer
siempre
hay
pena
colectiva,
por
la
asunción
que
subyace
de
que
los
miembros
de
la
2
N.T.:
Locus:
lugar
específico
donde
se
localiza
o
se
presenta
algo.
3
Vivienda
comunal.
audiencia
sentirán
empatía
con
quien
sea
que
se
conmueva
hasta
las
lágrimas.
Esto
deriva
del
sentimiento
de
experiencia
común
entre
aquellas
personas
que
comparten
una
casa-‐larga
y
la
comunidad
del
bosque
que
los
rodea.
Por
encima
y
más
allá
de
los
lazos
con
los
parientes
cercanos
y
directos,
los
kaluli
se
sienten
profundamente
conectados
por
los
lugares
en
los
que
han
vivido,
cultivado,
trabajado,
intercambiado
y
viajado
juntos.
La
creación
sonora
no
proporciona
un
formato
para
la
afirmación
de
poder,
dominación
o
excelencia
personal
a
costa
de
otros.
El
reconocimiento
de
habilidad
en
la
composición
y
la
interpretación
es
claro,
y
su
resultado
pragmático
es
el
llanto
de
los
anfitriones.
A
pesar
de
esto,
la
competencia
no
es
una
agenda
importante
en
las
ceremonias,
y
la
provocación
involucrada
no
es
una
manipulación
por
el
poder.
La
construcción
kaluli
de
un
performance
realmente
es
actividad
en
concierto
más
que
actividad
que
implique
interpretaciones
solistas
secuenciales.
La
individualidad
no
da
lata
en
el
modo
que
podría;
los
vestuarios,
de
hecho,
ocultan
las
identidades,
de
modo
que
sólo
la
voz
distingue
al
cantante.
Si
“levantar
por
encima
del
sonido”
y
“dureza”
son
las
metáforas
centrales
para
la
forma
de
y
la
competencia
en
la
creación
sonora,
entonces
su
metáfora
central
para
la
interpretación
[performance]
es
“flujo”
[“corriente”]
(e:be:lan).
Como
un
canal
situado
cerca
de
ti
en
el
bosque,
cuya
agua
“fluye”
más
allá
de
la
inmediatez
perceptual
aunque
sabes
que
todavía
se
está
moviendo
en
otros
lugares,
el
sonido
debe
tener
una
presencia
física
en
su
momento
de
ejecución
y
un
poder
de
permanencia
que
lo
lleva
más
allá
del
momento,
de
modo
que
fluye
en
tu
mente
y
se
aloja
en
ti
más
allá
de
las
fronteras
del
evento
inmediato.
El
performance,
al
igual
que
la
sustancia
del
sonido,
debe
ser
denso,
en
capas,
colectivo,
espeso
en
connotación
y
resonancia;
esto
es
lo
que
lo
hace
“fluir”.
Entorno [ambiente]
Para
los
kaluli,
el
entorno
de
la
selva
bosavi
adquiere
varios
niveles
de
significado
y
abstracción.
En
el
sentido
más
básico,
el
entorno
es
como
un
diapasón
que
proporciona
señales
bien
conocidas
que
marcan
y
coordinan
la
vida
diaria.
El
espacio,
el
tiempo
y
las
estaciones
están
marcados
y
son
interpretados
de
acuerdo
con
los
sonidos.
Los
sonidos
dan
información
indexical
acerca
de
la
altura,
la
profundidad
y
la
distancia.
El
tiempo
que
le
toma
a
un
sonido
viajar
a
través
de
varios
tipos
de
arbustos;
los
ecos
a
través
de
las
formaciones
del
territorio,
las
cascadas
y
los
ríos;
las
capas
del
sonido
del
ave
en
el
toldo
y
en
las
aberturas
del
bosque
[¿claros?];
-‐todos
estos
proporcionan
la
hora
e
información
espacial
a
los
avezados
habitantes
de
la
selva.
Los
ciclos
diarios
de
la
presencia
de
aves,
los
ciclos
migratorios
a
lo
largo
del
año,
así
como
los
ciclos
de
las
cigarras
e
insectos,
son
tomados
por
los
kaluli
como
indicadores
de
lugar,
estación
y
hora
del
día.
Estas
señales
tienen
diferentes
apariencias
auditivas
desde
la
casa-‐larga
de
la
aldea,
los
linderos
del
bosque,
los
huertos,
los
senderos
o
las
profundidades
del
bosque.
Más
que
la
cuenta
de
los
meses
o
las
lunas,
los
kaluli
conciben
las
estaciones
y
los
ciclos
en
gran
parte
en
términos
de
cambios
en
la
vegetación,
cambios
en
la
presencia
de
aves,
sonidos
de
la
acumulación
alta
o
baja
del
agua,
o
los
sonidos
de
los
rápidos
[ríos]
que
corren
en
relación
con
la
precipitación
[lluvia].
Entonces,
numerosos
sonidos
están
continuamente
disponibles
y
son
interpretados
por
los
kaluli,
como
los
relojes
de
la
realidad
cotidiana
en
el
bosque.
Otro
nivel
de
relación
bosque-‐kalulis
es
más
místico.
Los
kaluli
creen
que
el
mundo
comprende
dos
realidades
co-‐extensivas,
una
visible,
la
otra
un
reflejo.
En
el
ámbito
reflejado
o
espejeado
los
hombres
pueden
aparecer
como
cerdos
salvajes
y
las
mujeres
como
cassowaris
salvajes,
en
lo
alto
de
las
colinas
del
Bosavi.
Los
muertos
regresan
como
“reflejos
idos
[desaparecidos]”
(ane
mama)
a
lo
visible,
usualmente
en
la
forma
de
aves
en
las
copas
de
los
árboles.
Así,
el
área
inmediata
de
la
aldea
está
rodeada
con
la
presencia,
a
través
de
voces
y
sonidos,
de
amigos
y
parientes.
Dado
que
las
aves
cantan,
silban,
dicen
sus
nombres,
hacen
mucho
ruido,
lloran
o
hablan,
proporcionan
un
índice
simultáneo
del
entorno
así
como
una
comprensión
simbólica
más
profunda
acerca
del
sí
mismo,
el
lugar
y
el
tiempo.
Más
allá
de
estas
nociones
-‐diapasón,
modelo,
misterio-‐
también
hay
un
aspecto
profundamente
placentero
en
la
forma
en
la
que
los
kaluli
se
aproximan
al
bosque,
el
cual
une
una
sentimentalidad
basada
en
la
tierra
[territorio]
como
mediadora
de
la
identidad
(E.
L.
Schieffelin
1976:
21-‐45)
con
un
indiscutible
placer
por
el
sonido
del
paisaje.
Los
kaluli
encuentran
al
bosque
como
bueno
para
ser
escuchado
y
también
bueno
para
cantar
con
él.
Los
improvisados
duetos
humanos
con
las
aves,
las
cigarras
u
otros
sonidos
del
bosque
son
comunes
en
los
eventos
diarios.
Algunas
veces
las
personas
se
encontrarán
una
cascada
sólo
por
el
placer
de
cantar
con
acompañamiento
titilante.
De
nuevo,
las
tendencias
co-‐evolutivas
de
la
ecología
y
la
estética:
los
kaluli
no
sólo
toman
inspiración
de,
escuchan
a,
y
disfrutan
el
bosque,
sino
que
se
vuelven
parte
de
él,
lo
cual,
en
última
instancia,
intensifica
sus
sentimientos
hacia
el
mismo.
En
suma,
la
relación
kaluli
con
el
bosque
no
es
ni
antagonista
ni
destructiva,
los
patrones
que
son
típicos
entre
algunos
horticultores
que
usan
el
sistema
de
tumba-‐roza-‐quema.
La
poca
presión
ecológica,
la
densidad
poblacional
extremadamente
baja,
la
no
competencia
por
los
recursos
y
los
alimentos
constantemente
disponibles
(peces,
aves
de
corral,
vegetables),
todos
contribuyen
a
facilitar
la
extracción
material
y
la
explotación
del
ambiente.
Al
mismo
tiempo,
las
dimensiones
mística,
placentera
y
de
diapasón
de
la
relación
kaluli-‐bosque
refuerzan
esta
base
materialista.
En
total,
el
bosque
es
un
mama,
un
“reflejo”
o
espejo
de
las
relaciones
sociales,
particularmente
como
mediadas
a
través
de
las
imágenes
poéticas
de
los
cantos
que
concierne
a
mapas,
tierras
e
identidades
(Feld
1982:150-‐156),
así
como
a
través
de
la
estructura
formal
y
del
estilo
de
canto.
Teoría
Para
los
kaluli,
la
teoría
y
los
conceptos
acerca
de
la
proveniencia
de
los
sonidos
y
cómo
pueden
ser
organizados
y,
particularmente,
lo
que
significan,
no
está
contenida
en
un
conocimiento
esotérico
o
en
un
cuerpo
de
conocimientos
privado
controlado
o
circulado
por
especialistas.
Los
mitos
acerca
de
las
transformaciones
humanos-‐aves
explican
los
orígenes
de
las
categorías
de
sonidos
que
los
humanos
comparten
entre
sí
y
con
el
mundo
natural,
a
saber,
llanto,
canto,
poética,
silbido,
hablar,
ruido,
mimetismo.
Estos
mitos
enmarcan
los
significados
de
los
sonidos
en
términos
del
rango
de
sentimientos
sociales
asociados
con
categorías
de
“reflejos”
ave-‐espíritu.
No
se
requiere
una
ocasión
especial
para
su
narración,
y
no
existen
constreñimientos
sobre
quién
debe
contarlos
o
escucharlos.
De
hecho,
todos
son
muy
cortos,
e
incluso
los
kaluli
que
no
se
ofrecen
para
narrarlos,
ciertamente
pueden
volver
a
contar
la
línea
general
de
cada
uno.
Estos
mitos
son
centrales
al
significado
y
la
teoría
de
los
sonidos
para
los
kaluli;
los
hechos
de
su
codificación
como
mitos
y
su
cualidad
como
cartas
[esquemas,
estatutos]
para
la
realidad
social,
habla
de
su
importancia
colectiva.
Mientras
los
esquemas
sociales
generales
que
vinculan
sonidos
y
sentimientos
se
revelan
en
los
mitos,
la
teoría
kaluli
acerca
de
la
organización
sonora
va
un
poco
más
lejos
(Feld
1981).
Los
kaluli
son
enérgicamente
verbales
acerca
del
canto,
la
composición
y
los
temas
de
forma
musical;
para
discutir
el
sonido,
se
apoyan
principalmente
en
metáforas
léxicas
y
discursivas.
Todos
los
términos
kaluli
para
el
movimiento
del
agua,
las
partes
de
los
canales
y
particularmente
las
cascadas
son
polisémicos
con
el
campo
semántico
del
sonido.
Los
términos
para
los
intervalos,
contornos
y
otros
aspectos
estructurales
de
la
forma
del
canto
son
ideados
de
este
modo.
Las
partes
del
canto
son
metaforizadas
como
curvas
de
aguas
o
las
estructuras
de
las
ramas
de
los
árboles.
Varias
otras
nociones
teóricas
están
incluso
menos
especializadas
o
marcadas:
mientras
el
mito
y
la
terminología
musical
codifican
ideas
teóricas
acerca
de
lo
que
significan
los
sonidos
y
cómo
se
organizan,
no
todos
los
kaluli
tienen
muchas
ocasiones
para
recitar
historias
o
discursos
acerca
de
temas
composicionales.
Pero
todos
los
kaluli
saben
lo
que
los
sonidos
pueden
significar,
lo
que
pueden
crear
en
ocasiones
sociales
y
cómo
deben
ser
interpretados.
Los
kaluli
comparten
una
lógica
cultural
para
organizar
sus
experiencias
de
escucha,
y
el
grado
en
el
cual
esa
lógica
es
sistemática
es
el
grado
en
el
cual
debe
ser
tratada
como
teoría
musical,
un
fundamento
para
la
epistemología
musical
kaluli,
o
una
teoría
kaluli
de
la
interpretación
musical.
Como
la
dualidad
del
cosmos
ya
mencionada,
los
kaluli
asumen
dualidades
en
todas
las
formas
expresivas;
la
idea
está
convencionalmente
expresada
por
las
nociones
de
“dentro”
(sa)
y
“debajo”
(hega).
Las
conductas
intencionalmente
simbólicas
no
son
transparentes;
deben
ser
interpretadas,
y
el
acto
de
interpretarlas
es
lo
que
los
kaluli
llaman
encontrar
el
“dentro
[adentro,
interior]”
o
“debajo”.
Algunos
de
estos
significados
son
muy
convencionales.
Incluso
así,
el
giro
interpretativo
que
hacen
los
kaluli
es
uno
que
supone
concentración,
atención
y
escucha
activa.
Los
sonidos
tienen
“dentros”
[interiores]
y
“debajos”
[fondos,
bases]
porque
a
menudo
se
escuchan
como
las
imágenes
reflejadas
de
las
aves;
las
aves
a
su
vez
son
espíritus,
y
las
series
particulares
de
asociaciones
emocionales
y
personales
con
los
espíritus,
lugares
de
espíritus,
etcétera,
son
profundamente
convincentes
para
los
kaluli.
Adicionalmente,
los
textos
poéticos
del
canto
se
moldean
en
un
lenguaje
de
“palabras
de
sonido
de
ave”
(o:be.go.-‐no:to),
y
éstas
tienen
varios
“debajo”
convencionales
y
profundamente
ambiguos
que
suponen
una
variedad
de
recursos
confusos,
desconcertantes
y
evocadores
(analizados
en
Feld
1982:
138-‐144).
En
corto,
los
escuchas
kaluli
no
son
participantes
pasivos
en
asuntos
simbólicos;
ellos
interpretan
un
tipo
de
trabajo
social
activo
basado
en
el
presupuesto
interpretativo
de
que
siempre
hay
un
significado
“dentro”
o
“debajo”
reflejado
en
los
sonidos.
La
interpretación
es
un
componente
necesario
y
activo
en
la
vida
social
de
los
sonidos
kaluli,
que
conecta
la
competencia
individual
con
los
ámbitos
de
la
teoría
y
la
epistemología.
VER
EN
EL
DE
METÁFORAS
DE
LO
DENTRO
O
DEBAJO
Los
kaluli
mostraban
divergencias
marcadas
en
la
propensión
a
verbalizar
acerca
del
canto
o
la
poética.
Muchos
kaluli,
incluyendo
tanto
hombres
como
mujeres
que
han
compuesto
muchos
cantos,
simplemente
no
se
dedican
a
la
verbalización
extensa
acerca
del
canto.
Los
hombres
ancianos
tienden
a
ser
los
más
platicadores
e
intelectualmente
comprometidos
en
este
tipo
de
discurso
e
interpretación,
y
su
placer
en
ello
sin
duda
ha
sido
provocado
por
varios
años
de
diálogo
con
E.
L.
Schieffelin
y
conmigo
mismo,
aunque
dudo
enormemente
que
el
tipo
de
discusiones
que
hemos
tenido
con
los
kaluli
estuvieran
ausentes
antes
de
nuestra
llegada
a
Bosavi.
De
nuevo,
señalaría
que
las
diferencias
en
la
predisposición
a
la
discusión
y
exégesis
musical
derivan
ostensiblemente
del
interés
y
el
deseo
personal;
no
están
implicadas
posiciones
tradicionales,
roles
sociales
atribuidos,
estatus
honoríficos
o
retribuciones.
En
corto,
para
los
kaluli
la
teoría
no
es
una
actividad
que
tenga
lugar
en
algo
extraído
de
las
prácticas
composicional,
performativa
o
interpretativa.
Todas
ellas
están
profundamente
asociadas,
y
las
ideas
teóricas
acerca
de
la
forma
musical
son
parte
del
ámbito
de
competencias
adquiridas
que
se
asumen
como
esenciales
para
los
kaluli.
Valor e igualdad
La
creación
sonora
es
altamente
valorada
y
considerada
necesaria
para
la
supervivencia,
expresión
e
interacción
social
por
todos
los
kaluli,
hombres
y
mujeres.
Al
mismo
tiempo,
hay
obvias
desigualdades
en
los
fines
pragmáticos
que
estos
medios
cumplen.
Los
kaluli
sostienen
que
dos
tipos
de
formas
sonoras
estructuradas,
el
llanto
y
el
canto,
emergieron
juntas
en
el
mito
(Feld
1982:
20-‐43).
Éstas
son
estructuraciones
del
sonido
separadas
pero
complementarias
para
la
evocación
social.
El
llanto
funerario
de
las
mujeres,
que
se
transforma
en
canto
llorado,
es
considerado
por
los
kaluli
como
la
forma
sonora
más
cercana
a
ser
o
convertirse
en
un
ave,
ya
que
expresa
penas
inmediatas
sobre
la
pérdida
y
el
abandono.
El
canto
gisalo
ceremonial
de
los
hombres,
el
cual,
en
última
instancia,
mueve
a
los
escuchas
al
llanto,
es
compuesto
he
interpretado
como
una
provocación
deliberada
de
los
temores
y
emociones
de
sus
escuchas.
Ambas
formas
derivan
de
la
misma
fuente
(sonido
de
aves)
y
alcanzan
los
mismos
fines,
creando
emoción
profunda
sobre
la
pérdida
y
el
abandono
en
el
contexto
de
los
amplios
rituales
públicos
de
la
aldea.
Las
mujeres
son
altamente
valoradas
y
evaluadas
como
llorosas
funerarias,
y
los
hombres
son
altamente
valorados
y
evaluados
por
componer
e
interpretar
persuasivos
cantos
gisalo.
En
ambos
casos,
los
intérpretes
individuales
pueden
desarrollar
una
reputación,
por
lo
menos
en
las
circunstancias
inmediatas
que
rodean
un
evento;
esta
suerte
de
reputación
no
parece
llevar
a
ninguna
consecuencia
marcada
en
términos
de
prestigio
social.
No
existe
tal
complementariedad
masculina-‐femenina
para
otras
formas
expresivas
kaluli,
es
decir,
formas
no
ideadas
por
los
kaluli
sino
tomadas
prestadas
por
ellos
de
los
grupos
vecinos.
La
adición
más
vieja
al
repertorio
de
canto
ceremonial
es
el
heyalo;
aquí,
de
hecho,
hay
bastante
actividad
composicional
femenina,
pero
la
ceremonia
es
del
dominio
de
los
hombres.
Los
hombres
jóvenes
a
menudo
componen
un
buen
número
de
cantos
en
el
formato
heyalo
antes
de
afrontar
la
forma
gisalo,
más
demandante
poética
y
melódicamente.
Los
jóvenes
interpretan
pero
no
componen
sabio,
una
forma
de
canto
del
área
del
lago
Kutubo,
hacia
el
Este,
introducida
en
Bosavi
en
los
1950s
por
transportistas
que
trabajaban
en
patrullas
gubernamentales.
El
Ko:luba
fue
importado
al
área
kaluli
a
mediados
de
los
1960s;
los
hombres
ejecutan
y
componen
en
este
estilo
pero
hay
muy
pocas
composiciones
hechas
por
mujeres,
aunque
algunas
mujeres
con
lazos
familiares
en
el
área
del
cual
deriva
el
ko:luba
conocen
un
buen
número
de
los
cantos
y
los
cantan
para
el
trabajo.
El
iwo
es
un
ciclo
fijo
de
cantos
interpretados
la
noche
previa
a
la
matanza
de
puercos;
tiene
una
contraparte
explícita
de
mujeres
llamada
kelekeliyoba,
que
se
canta
a
la
siguiente
mañana
de
la
ceremonia.
Estos
cantos
también
usan
fórmulas
fijas
con
sólo
nuevos
nombres
de
lugares
y
nombres
de
cerdos
añadidos
por
los
cantantes.
En
términos
de
instrumentos,
los
tambores
de
mano
y
el
birimbao,
son
introducciones
relativamente
recientes
al
área
Bosavi,
aunque
el
último
se
dice
que
reemplaza
a
un
arco
de
boca
monocordio
cuya
historia
es
incierta.
Ambos
instrumentos
sólo
son
disponibles
a
los
hombres;
la
percusión
tiene
lugar
antes
o
durante
la
actividad
ceremonial,
y
el
birimbao
está
asociado
con
la
recreación
personal
de
los
jóvenes.
El
tambor
involucra
secretos
de
construcción
mágica
que
se
ocultan
a
las
mujeres;
aunque
no
se
esconde
de
su
vista,
las
mujeres
no
tocan
el
instrumento
(Feld
1983).
Aún
así,
las
dimensiones
de
los
secretos
del
tambor
no
parecen
tener
nada
que
ver
con
el
carácter
secreto
de
las
flautas
y
garamuts
(tambores
de
hendidura)
reportados
en
otras
partes
de
Papúa
Nueva
Guinea
(Gourlay
1975).
De
los
tres
instrumentos
sonaja
utilizados
para
el
acompañamiento
ceremonial,
sólo
uno
es
compartido
con
las
mujeres
(sologa),
mientras
que
uno
usado
para
el
gisalo,
el
sob,
claramente
es
considerado
secreto
y
no
debería
ser
tocado
por
las
mujeres.
Las
mujeres
no
son
conscientes
de
los
eventos
místicos
a
través
de
los
cuales
los
bastones
de
caña
[cane
handles]
de
estos
instrumentos
son
transmitidos
a
los
kaluli
por
los
espíritus
médium
(E.
L.
Schieffelin
1976:
214).
Otro
recurso
de
creación
sonora
importante
nos
regresa
a
una
muy
básica
complementariedad
masculino-‐femenina;
éste
es
el
par
igualado
de
sonidos
colectivos
efusivos
y
enérgicos
llamados
ulab
(“dice
u”)
y
uwo:lab
(“dice
uwo”).
Para
los
hombres,
el
ulab
es
un
fuerte
grito
de
alegría
que
celebra
el
llamado
del
águila
usulage,
un
resonante
¡UUU!
Para
las
mujeres,
uwo:lab
es
un
grupo
estridente
de
ovación
que
celebra
la
llamada
de
la
espléndida
ave
de
paraíso
uwo:lo,
un
chillido
¡U-‐WO:O!
Estas
dos
aves
son
prominentes
representaciones
de
espíritus
de
hombres
y
mujeres
kaluli,
y
la
creación
sonora
del
grupo
usualmente
tiene
lugar
cuando
los
hombres
trabajan
colectivamente
o
se
preparan
para
una
ceremonia,
o
cuando
las
mujeres
ovacionan
durante
una
ceremonia.
La
distribución
complementaria
del
gisalo
y
el
llanto,
el
gritar
de
alegría
y
el
ovacionar,
habla
del
modo
en
que
los
hombres
y
las
mujeres
kaluli
han
coordinado
esferas
expresivas
separadas
que
están
relacionadas
y
son
mutuamente
significativas
en
modos
de
apelación
y
afirmación.
Al
mismo
tiempo,
la
distribución
de
los
recursos
instrumentales
y
los
cantos
ceremoniales
claramente
apunta
hacia
el
modo
en
el
que
los
hombres
kaluli
se
han
apropiado
y
controlan
nuevos
recursos
expresivos.
Finalmente,
es
importante
anotar
las
claras
desigualdades
en
lo
que
sea
que
esos
recursos
expresivos
permiten
alcanzar
simbólica
y
pragmáticamente
a
los
hombres
y
mujeres.
Para
los
hombres,
la
composición
e
interpretación
de
cantos
ceremoniales
crea
un
gran
foco
social
alrededor
de
ellos
y
sus
poderes
de
evocación.
La
acción
ceremonial
de
esta
suerte
es
la
cumbre
de
la
técnica
escénica,
el
drama
y
la
celebración
colectiva
kaluli
(E.
L.
Schieffelin
1976:
172-‐196,
Feld
1982:
163-‐216).
El
gisalo
es
el
más
poderoso
de
ellos,
pero
el
heyalo
y
el
ko:luba
alcanzan
el
mismo
efecto
para
los
hombres.
En
los
tres,
el
performance
puede
ser
tan
conmovedor
que
una
mujer
perderá
su
corazón
entregándoselo
al
danzante,
deseará
fugarse
con
él
y
lo
seguirá
a
su
casa.
La
percusión
puede
contribuir
al
mismo
poder
social
(Feld
1983).
Lo
que
el
llanto
logra
en
las
mujeres
es
mucho
menos
radical.
Ciertamente,
crea
un
foco
social
en
las
mujeres
como
intérpretes,
y
ese
foco
es
significativo
para
validar
el
rol
que
las
llorosas
desempeñan
al
articular
sentimientos
comunitarios.
Pero
no
se
efectúa
ningún
fin
social
persuasivo
ni
un
cambio
de
largo
alcance
en
la
vida
social
mediante
el
llanto;
en
gran
parte
es
una
exhibición
intensamente
estética
de
dolor
personal.
Si
hay
una
metáfora
clave
que
resume
de
modo
general
las
relaciones
hombre-‐mujer,
y
de
modo
específico
los
recursos
y
los
fines
expresivos
hombre-‐mujer,
es
el
término
más
bien
ambiguo
de
ko.’li,
“diferente”.
Mientras
éste
era
el
término
más
común
que
yo
escuchaba
usar
a
los
hombres
cuando
hablaban
de
las
mujeres,
o
a
las
mujeres
usar
cuando
hablaban
de
los
hombres,
ciertamente
significa
cosas
diferentes
desde
relativas
posiciones
de
ventaja,
y
pueden
tener
connotaciones
positivas
(“diferente”
en
el
sentido
de
nuevo,
emocionante,
valioso),
planas
[insípidas]
(“diferente”
en
el
sentido
de
insulso
[suave],
no
muy
correcto)
o
neutrales.
Los
kaluli
reconocen
la
diferencia
social
real,
pero
a
menudo
hay
poco
que
sea
negativo
o
antagónico
en
ese
reconocimiento.
Al
mismo
tiempo,
la
ideología
masculina
claramente
proyecta
una
luz
peligrosa
en
las
diferencias
de
las
mujeres:
la
aversión
a
la
sangre
menstrual
y
la
creencia
de
que
las
mujeres
consumen
la
energía
masculina
son
razones
para
los
tabúes
y
otras
prácticas
sociales
que
reproducen
las
creencias
en
y
las
acciones
contra
la
contaminación
femenina.
Las
tensiones
y
contradicciones
encontradas
aquí
son
análogas
a
la
dualidad
de
los
dominios
expresivos,
los
cuales
tienen
tanto
una
dimensión
complementaria
(canto-‐llanto,
grito
de
alegría-‐ovación)
como
un
revestimiento
de
nuevos
recursos
apropiados
por
los
hombres.
Discusión
Rodeando la forma del patrón kaluli, organizo un resumen alrededor de tres preguntas:
(1)
¿Cómo
están
marcadas
las
obvias
características
igualitarias
de
la
vida
kaluli
dentro
de
los
esquemas
organizadores
de
las
estructuras
sonoras
y
la
creación
sonora
kaluli?
(2)
¿Cómo
está
marcada
y
resuelta
la
más
obvia
forma
de
desigualdad
kaluli
(hombres
sobre
mujeres)
dentro
de
los
esquemas
organizadores
de
las
estructuras
sonoras
y
de
la
creación
sonora
kaluli?
(3)
¿Cómo
se
adecua
el
patrón
kaluli
a
un
marco
comparativo
más
amplio
de
las
sociedades
de
Papúa
Nueva
Guinea?
“…en
las
sociedades
igualitarias
la
división
sexual
del
trabajo
ha
llevado
a
la
complementariedad
y
a
la
no
servidumbre
femenina;…las
mujeres
perdieron
su
estatus
de
igualdad
cuando
perdieron
el
control
sobre
los
productos
de
su
trabajo”
(Leacock
1978a:
79,
ver
también
Leacock
1978b,
1977).
La
revisión
de
Leacock
de
las
economías
de
cazadores-‐recolectores
y
horticultores
muestra
que
las
mujeres
recolectaban
y
suministraban
tantos,
si
no
es
que
más,
recursos
a
la
vida
cazadora-‐recolectora
que
los
hombres.
Además,
distribuían
la
comida
en
redes
de
parentesco
así
como
familias
nucleares.
Las
sociedades
que
típicamente
mezclan
sustratos
de
cacería
y
recolección
con
una
práctica
horticultora
dominante
participan
parcialmente
del
patrón
que
Leacock
describe,
y
presentan
un
amplio
rango
de
tendencias
igualitarias
así
como
desiguales
o
contradictorias.
La
noción
de
Schlegel
(1977)
de
que
las
teorías
de
la
estratificación
social
deben
dar
cuenta
de
las
relaciones
persona-‐a-‐persona
y
de
la
ideología
así
como
de
las
relaciones
persona-‐a-‐dioses,
claramente
es
esencial
si
debemos
entender
a
sociedades
como
la
kaluli
que
son
más
igualitarias
política
y
económicamente
que
sexualmente.
Esto
también
es
importante
porque
los
kaluli
tienen
recursos
económicos
para
producir
un
excedente
más
allá
de
las
necesidades
de
subsistencia.
La
teoría
de
que
la
estratificación
sistemáticamente
co-‐varía
con
los
excedentes
ha
sido
desmantelada
recientemente
tanto
por
los
marxistas
como
por
los
no-‐
marxistas,
en
gran
parte
a
favor
de
teorías
que
ven
la
estratificación
más
cercanamente
relacionada
con
las
dinámicas
de
población
(Cancian
1976).
Dado
todo
esto,
una
cosa
que
podemos
predecir
claramente
es
que
una
sociedad
como
la
kaluli
con
tal
combinación
de
características
demográficas
como
baja
densidad,
fácil
subsistencia,
diversidad
ecológica
y
recursos
económicos
combinados
como
caza,
pesca,
producción
de
sago
y
cultivo,
no
igualará
nítidamente
caracterizaciones
socio-‐económico-‐tecnológicas
idealizadas
como
“cazadores-‐
recolectores”,
“horticultura”,
“campesina”
y
demás.
Deberíamos
esperar,
por
lo
tanto,
tendencias
complejas
y
ambiguas
o
contradictorias
en
la
práctica
socio-‐musical
así
como
en
la
organización
social.
Éste
parece
ser
el
caso
en
varios
aspectos.
Por
un
lado,
la
imagen
de
mutualismo
profundo
y
relación
co-‐estética
con
la
ecología
del
bosque
guarda
semejanza
con
cazadores-‐recolectores
como
los
pigmeos
del
Ituri
(sintetizado,
de
Turnbull,
en
Lomax
1962).
La
situación
general
para
la
competencia,
la
forma
musical
y
el
performance,
el
entorno
y
la
teoría
representa
[describe]
un
énfasis
en
la
cooperación,
la
complementariedad,
la
autonomía,
la
valoración
de
uno
mismo
en
relación
con
los
otros
y
la
ecología.
Es
fácil
imaginar
cómo
estas
creencias,
estructuras
y
acciones
musicales
pueden
ser
coherentes
dentro
de
un
marco
societal
igualitario,
y
cómo
pueden
ser
percibidas
localmente
y
sostenidas
dentro
de
ese
marco.
Al
mismo
tiempo,
hay
desequilibrios
en
la
distribución
de
los
recursos
expresivos
entre
hombres
y
mujeres;
más
significativamente,
hay
diferencias
en
los
fines
pragmáticos
cumplidos
mediante
estos
recursos.
Los
hombres
pueden
dejar
perplejas,
impresionar,
persuadir
e
incluso
conseguir
mujeres,
pero
¿qué
están
obteniendo
las
mujeres
del
llanto
en
los
funerales
y
de
cantar
en
el
trabajo
además
de
placer,
realización
y
solidaridad
social
general?
Las
desigualdades
hombre-‐mujer,
entonces,
están
marcadas
definitivamente
en
la
esfera
de
la
organización
musical,
pero
para
empujar
el
punto
cualitativo,
también
es
importante
darse
cuenta
de
que
la
forma
en
la
cual
están
marcadas
no
supone
instrumentos
secretos
robados
a
las
mujeres
en
tiempos
míticos,
no
implica
mantenimiento
del
engaño,
no
supone
antagonismos
diarios
y
no
implica
sanciones
[autorizaciones]
de
violencia
personal.
Todas
estas
variantes,
encontradas
en
todas
partes
en
Papúa
Nueva
Guinea,
no
se
manifiestan
en
la
situación
kaluli.
Una
forma
final
para
escudriñar
el
patrón
de
desigualdades
hombre-‐mujer
en
el
patrón
kaluli
es
observar
la
situación
etnográfica
más
grande
de
Papúa
Nueva
Guinea,
a
través
de
una
institución
social
ampliamente
difundida
donde
las
desigualdades
son
representadas
ideológica
y
prácticamente:
los
cultos
de
iniciación
masculina.
En
una
introducción
a
una
colección
de
ensayos
reciente
sobre
este
tópico,
Roger
Keesing
(1982:7-‐11)
resume
algunos
de
los
temas
más
prominentes
implicados
en
la
actividad
del
culto
en
Papúa
Nueva
Guinea.
Éstos
incluyen
la
idea
de
que
los
hombres
y
las
mujeres
son
diferentes
física
y
psicológicamente,
que
los
fluidos
y
las
esencias
de
las
mujeres
son
potencialmente,
si
no
realmente,
nocivos
para
los
hombres,
que
los
niños
deben
ser
sujetos
a
rigurosas
iniciaciones
de
modo
que
no
sean
débiles,
que
la
actividad
homosexual
masculina
es
esencial
a
la
ideología
de
la
separación
sexual
y
la
creación
de
hombres
diferenciados,
y
que
la
separación
residencial
de
los
hombres
es
necesaria
para
evitar
la
contaminación
femenina.
Una
característica
central
de
estos
cultos
son
los
instrumentos
secretos,
particularmente
las
flautas.
K.
A.
Gourlay
ha
dedicado
una
monografía
a
la
distribución,
simbolismo
y
significado
de
estos
instrumentos,
mostrando
que
el
secreto
masculino
que
rodea
su
uso
es
un
componente
central
del
engaño
a
las
mujeres,
y
una
revelación
central
durante
los
ritos.
El
mantenimiento
del
secreto
está
estrechamente
vinculado
con
el
engaño
de
los
hombres
a
las
mujeres
y
los
jóvenes
no
iniciados,
a
través
de
explicaciones
dadas
acerca
de
los
sonidos
misteriosos…Para
aquéllos
a
quienes
les
han
sido
revelados
los
secretos,
el
énfasis
se
pone
en
mantener
el
engaño
(1975:102).
Los
kaluli
parecen
haber
practicado
(hasta
1964)
una
variante
extremadamente
moderada
de
este
patrón,
sin
rituales
traumáticos
y
violentos
o
flautas
secretas;
era
llamada
el
bau
a.
En
un
ensayo
sobre
esta
institución,
E.
L.
Schieffelin
(1982)
argumenta
que
éste
no
era
un
culto
de
iniciación
porque
no
había
un
cambio
formal
de
estatus
implicado
y
porque
los
novicios
no
asumían
un
rol
sumiso
y
dependiente.
Sin
embargo,
El
bau
a
subrayaba
las
actividades
de
caza,
el
fomento
de
la
fuerza,
incluyendo
el
acto
sexual
homosexual
para
promover
el
crecimiento,
las
largas
expediciones
y
el
desarrollo
del
conocimiento
de
la
geografía,
flora
y
fauna
del
bosque.
La
postura
ideológica
hacia
las
mujeres
era
clara:
“…los
kaluli
creen
que
las
mujeres
tienen
una
influencia
debilitante
en
los
hombres.
Un
hombre
que
ha
tenido
demasiado
que
ver
con
las
mujeres
es
probable
que
pierda
su
resistencia,
que
se
fatigue
en
el
sendero”
(E.
L.
Schieffelin
1982:
178).
Además,
Para
los
no-‐participantes,
y
en
particular
las
mujeres,
el
bau
a
se
presentaba
como
una
institución
peligrosa
y
místicamente
poderosa.
(Ibid:
163).
El
bau
a
estaba
lo
suficientemente
cerca
como
para
oír
desde
la
casa-‐larga
de
la
aldea,
así
que
las
mujeres
escuchaban
los
sonidos
de
los
hombres;
se
suponía
que
esto
era
tentador.
Mientras
las
mujeres
pretendían
no
saber
nada
de
los
aspectos
secretos
de
lo
que
estaba
ocurriendo,
algunas,
de
hecho,
sabían
un
poco
(ibid:
163).
Pero
el
bau
a
“…expresaba
lo
que
a
los
hombres
les
gustaba
más
acerca
de
sí
mismos,
lo
que
ellos
representaban
y
querían
ser…”
(ibid:
166).
Para
los
hombres
jóvenes,
el
bau
a
los
saca
de
los
márgenes
de
la
atención
social
y
los
empuja
a
su
centro;
ellos
emergen
del
aislamiento
en
su
mejor
y
más
atractiva
imagen
cultural
(ibid:
194).
En
otras
palabras,
emergen
como
controlados,
enérgicos
y
buenos
cazadores,
informados
acerca
del
bosque,
incluyendo
a
los
espíritus
que
residen
allí.
También
emergen
suministrando
una
gran
cantidad
de
carne
cocida
para
los
miembros
de
su
propia
comunidad
y
de
las
comunidades
de
alrededor,
colocando
a
todos,
de
ese
modo,
en
deuda
con
ellos.
Las
diferencias
entre
el
bau
a
y
algunos
de
los
otros
ritos
de
separación
traumáticos
practicados
en
las
tierras
altas
de
Papúa
Nueva
Guinea
está
claramente
subrayada
por
las
diferencias
societales.
Las
iniciaciones
complejas
con
grados,
alianzas
y
demás
requieren
grandes
poblaciones.
Aunque
el
bau
a
era
simbólica
y
ritualmente
elaborado
y
complejo,
no
tenía
nada
de
las
complejidades
estratificadas
de
las
iniciaciones
graduadas
comunes
para
muchas
de
las
otras
sociedades
resumidas
por
Keesing
(1982)
y
discutidas
en
la
literatura.
Mientras
que
el
bau
a
comparte
muchas
de
las
características
de
superficie
con
los
cultos
de
iniciación
en
Papúa
Nueva
Guinea,
parece
haber
sido
una
variante
más
tenue
que
la
mayoría
de
las
instituciones
discutidas
en
la
literatura
en
torno
a
asuntos
de
relaciones
hombre-‐mujer
(Keesing
1982,
Allen
1967,
Gourlay
1975,
Langness
1974,
Murphy
1959,
A.
Strathern
1970).
Los
hombres
kaluli
parecen
mucho
más
interesados
en
impresionar
a
las
mujeres
que
en
mantener
hostilidades
con
ellas.
El
canto
ceremonial,
los
trajes
y
el
performance,
la
caza
y
la
provisión
de
carne
para
el
intercambio,
son
las
actividades
que
más
cultivan
y
usan
los
hombres
para
impresionar
a
las
mujeres.
Estas
actividades
no
están
llenas
de
las
preocupaciones
reportadas
en
otras
partes:
el
mantenimiento
de
la
separación,
el
antagonismo,
el
cuidado
de
los
secretos
rituales,
el
uso
de
instrumentos
secretos
que
están
prohibidos
a
las
mujeres
bajo
pena
de
violación
o
muerte.
Los
kaluli
parecen
promover
la
mística
masculina
sin
promover
el
engaño
femenino
extenso.
La
ausencia
de
instrumentos
secretos,
tan
fundamentales
para
el
engaño
ritual,
fue
reemplazada
por
el
gritar
de
alegría
y
el
cantar
en
el
bau
a;
las
mujeres
podían
escuchar
esto
desde
la
distancia,
pero
su
propósito
era
emocionar
e
impresionar,
no
tanto
engañar.
Aquí,
como
en
las
ceremonias,
los
hombres
kaluli
asumen
una
postura
evocadora
tanto
hacia
las
mujeres
como
hacia
otros
hombres.
Hacia
las
mujeres
que
la
evocación
traduce
como
poder
a
través
de
la
diferencia,
mientras
que
hacia
los
hombres
que
la
evocación
traduce
como
solidaridad
y
nostalgia.
Conclusión
La
gran
fuerza
que
configura
la
música
y
su
significado
es
la
desigualdad
social,
específicamente
como
se
manifiesta
en
cuatro
direcciones
a
la
vez:
La
dominación
de
algunos
hombres
sobre
otros
hombres,
de
hombres
sobre
la
naturaleza,
de
hombres
sobre
mujeres
y
algunas
sociedades
sobre
otras
sociedades.
Entre
aquellos
restantes
pueblos
primitivos
que
se
las
han
arreglado
para
mantener
las
igualdades
sociales,
naturales
y
sexuales,
asumo
que
la
“música”
es
una
parte
vital
de
ese
mantenimiento.
En
verdad,
en
tales
sociedades
lo
que
llamamos
música-‐danza-‐ritual-‐religión-‐ecología
parece
estar
fundido
en
un
sistema
casi
homeostático,
que
simboliza
nada
o
todo
(1979:1).
Los
kaluli
parecen
tanto
confirmar
como
contradecir
estas
tres
afirmaciones.
Primero,
la
desigualdad
social
no
es
la
principal
fuerza
que
configura
la
música
y
su
significado
para
los
kaluli.
La
dominación
de
algunos
hombres
sobre
otros
hombres,
de
hombres
sobre
la
naturaleza
y
de
una
sociedad
sobre
otras
sociedades
no
es
un
tema
importante
en
el
contenido
de
los
cantos
kaluli,
no
está
relacionado
con
las
ocasiones
de
su
ejecución
y
no
está
relacionado
con
la
organización
social
o
los
estilos
de
ejecución
de
los
productores
de
canciones.
Al
mismo
tiempo,
hemos
visto
que
la
desigualdad
social
de
los
hombres
sobre
las
mujeres
es
manifiesta
claramente
entre
los
kaluli
a
pesar
de
otras
tendencias
complementarias
y
cooperativas.
Esta
desigualdad
está
marcada
socio-‐musicalmente
en
dos
formas:
los
recursos
expresivos
diferenciales
de
los
hombres
y
las
mujeres,
y
los
fines
socio-‐pragmáticos
para
los
que
aquellos
recursos
pueden
servir.
En
total,
la
desigualdad
social
está
marcada
en
muchas
dimensiones
de
la
vida
musical
kaluli
pero
no
en
otras;
donde
la
marca
ocurre,
no
es
ni
sistemática
ni
sin
contradicción,
particularmente
dada
la
importancia
que
los
kaluli
ponen
en
la
complementariedad
del
canto/llanto
y
gritar
de
alegría/
ovacionar.
La
siguiente
afirmación
de
Keil
también
tiene
validez
para
los
kaluli
pero,
otra
vez,
el
dictamen
es
menos
que
aplicable
completamente.
Los
kaluli
tradicionalmente
sí
mantenían
muchas
igualdades
sociales
y
naturales,
y
en
sus
nociones
de
competencia,
de
forma,
de
performance,
de
teoría
y
de
entorno
se
pueden
encontrar
muchas
indicaciones
de
igualdad
y
equilibrio.
Realmente,
parece
que
la
“música”
es
una
parte
vital
del
mantenimiento
de
aquellos
conceptos
y
aquellas
relaciones
entre
sí
y
con
el
entorno.
La
afirmación
final
de
Keil
también
hace
mucho
sentido
para
los
kaluli:
la
interpenetración
del
entorno
con
todo
el
reconocimiento
sonoro
y
la
expresión
sonora
kaluli
realmente
sí
simboliza
todo
de
algún
modo:
la
competencia
(“dureza”),
forma
(“levantarse
por
encima
del
sonido”),
performance
(“fluír”)
[“flujo”]
están
todas
unidas
por
la
teoría
(en
los
mitos
de
la
transformación
humano/ave).
El
éxito
de
la
creación
sonora
kaluli
como
un
medio
de
comunicación
profundamente
afectivo
y
emocional
está
basado
en
esta
coherencia
ideada.
Moviéndome
de
lo
general
a
lo
específico,
mis
intereses
en
la
comparación
en
gran
parte
han
sido
estimulados
por
la
lectura
del
trabajo
de
Alan
Lomax
y
por
tratar
de
aplicar
sus
ejemplos
de
las
cintas
de
entrenamiento
y
procedimientos
de
codificación
a
los
datos
kaluli.
Obviamente
difiero
de
Lomax,
en
principio,
en
un
asunto
filosófico
básico:
yo
no
equiparo
la
explicación
con
las
correlaciones
normativas
estadísticas
o
el
análisis
causal.
Estoy
más
interesado
en
explicar
los
significados
de
los
patrones
del
sonido
situados
en
el
mundo
intersubjetivamente
creado
de
los
actores
y
las
acciones,
y
estoy
interesado
en
el
rol
que
las
ideologías
locales
desempeñan
en
constituir
y
mantener
aquellos
modelos
locales,
específicos
y
sociológicos
de
y
para
las
realidades
musicales.
Por
lo
tanto,
estoy
predispuesto
contra
lo
que
Lomax
llama
las
“características
estrechas”
[reducidas,
limitadas]
tanto
del
flujo
[¿corriente,
multitud,
flujo
de
ideas?]
como
del
contenido
de
la
música,
mientras
que
su
propio
foco
de
atención
está
puesto
en
las
características
más
brutas,
objetivables
y
redundantes
del
flujo
conductual.
Al
mismo
tiempo,
he
argumentado
que
es
posible
concebir
una
serie
de
preguntas
de
investigación
comparativa
que
hagan
uso
de
modelos
y
metáforas
locales,
mientras,
al
mismo
tiempo,
identificar
asuntos
que
tengan
valor
comparativo
más
amplio,
concernientes
tanto
con
las
dimensiones
conceptuales
como
materiales
de
la
musicalidad.
Mientras
que
estos
seis
dominios
pueden
lucir
como
artefactos
de
la
esfera
cultural-‐ideacional
más
que
de
la
sociológica,
he
indicado
que
los
constructos
culturales
son
esenciales
precisamente
por
la
forma
en
que
llevan
a
y
proporcionan
modelos
locales
para
las
estructuras
sociales
(roles
sociales,
división
del
trabajo,
estratificación
y
diferenciación).
También
he
subrayado
que
no
hay
un
asunto
de
si/no
sobre
correlacionar
la
estructura
del
canto
y
la
estructura
social.
Obviamente
tales
correlaciones
son
posibles,
ya
sea
asumidas
en
términos
cuantitativos
de
muestreo
mundial,
o
etnográficos
de
pequeña
escala.
El
asunto
es:
¿cómo
interpretamos
tales
relaciones,
y
cómo
argumentamos
lo
que
significan?
La
tendencia
de
Lomax
ha
sido
hacia
las
conexiones
causales
entre
la
evolución
social
y
el
estilo
de
canto.
Él
sostiene
la
co-‐
variancia
causal
de
la
complejidad
societal
y
la
complejidad
de
los
intervalos
melódicos,
la
precisión
del
texto
y
la
libertad
rítmica.
Defiende
la
co-‐variancia
de
la
restriccionalidad
sexual
societal
y
la
nasalidad
de
la
voz
en
el
canto,
y
de
la
cohesión
social
y
la
cohesión
coral.
Hasta
ahora,
el
re-‐análisis
cuantitativo
de
los
datos
de
la
cantométrica
más
completo
y
convincente,
hecho
por
uno
de
los
primeros
colaboradores
estadísticos
de
Lomax,
usa
técnicas
multivariantes
[multivariables]
para
defender
el
difusionismo
histórico
más
que
las
interpretaciones
evolucionistas
de
los
datos
cantométricos.
Muchas
características
del
canto
interpretadas
por
Lomax
como
correlatos
del
proceso
evolutivo
pueden
ser
explicadas
casi
exclusivamente
por
la
ubicación
regional
(Erickson
1976).
Si
la
historia
de
la
cultura
es
suficiente
para
explicar
el
tipo
de
variación
taxonómica
que
Lomax
encontró
originalmente,
Erickson
insiste
en
que:
Para
casi
todo
estilo
importante
en
la
taxonomía
cantométrica,
se
puede
mostrar
una
amplia
variación
en
los
propuestos
correlatos
cultural/institucional.
Por
contraste,
tales
estilos
a
menudo
no
sobrepasan
las
fronteras
de
sus
hogares
etnohistóricos.
Cuando
lo
hacen,
parece
ser
en
el
contexto
de
un
evento
importante
en
la
historia.
El
intento
por
explicar
el
canto
en
términos
de
algún
proceso
unilineal
de
evolución
social
–aún
si
se
puede
demostrar
que
tal
dimensión
existe-‐
es
sobre
simplificar
nuestro
entendimiento
de
esta
mayoría
de
conductas
humanas
(1976:
307).
Erickson
sostiene
que
el
estilo
de
canto
es
menos
un
reflejo
causativo
de
las
instituciones
sociales
que
un
emblema
de
identidad
social.
Los
primeros
artículos
de
Lomax
también
subrayan
la
importancia
funcional
del
estilo
de
canto
como
un
indicador
de
identidad
social,
así:
La
noción
de
que
la
relación
más
general
entre
las
estructuras
sonoras
y
las
estructuras
sociales
concierne
a
la
identidad,
tiene
fuerte
apoyo
de
la
investigación
cualitativa,
y
ciertamente
es
una
conclusión
que
podría
derivarse
del
material
kaluli,
donde
las
estructuras
musicales
enmarcan
el
mensaje:
esto
es
lo
que
somos,
donde
estamos,
quienes
somos.
Al
mismo
tiempo,
estas
estructuras
musicales
mueven
más
específicamente
al
escucha
a
un
plano
interpretativo
más
allá
de
los
mensajes
generales
sobre
la
identidad
y
los
límites,
hacia
semánticas
kaluli
más
explícitas
del
sonido.
Aquí
es
donde
el
escucha
“da
la
vuelta”
a
la
organización
sonora
del
canto
y
la
poética
para
encontrar
“debajos”
acerca
de
los
pájaros
y
las
manifestaciones
de
los
espíritus
y,
a
través
de
éstos,
encontrar
“dentros”
[“interiores”]
de
emoción
social
y
coherencia
del
sentido
del
mundo.
El
caso
kaluli
deja
claro
que
es
difícil
y
confuso
sostener
sólo
desde
las
estructuras
sociales
objetivadas
a
las
estructuras
musicales;
el
resultado
es
una
red
de
reificaciones.
Todo
lo
que
es
significativo
socialmente
y
real
institucionalmente
para
los
kaluli
no
necesariamente
está
representado
en
el
orden,
las
ocasiones
o
los
recursos
musicales.
Uno
no
puede
predecir
directamente
la
forma
del
sistema
musical
kaluli,
el
estilo
de
canto
o
la
organización
del
performance
a
partir
de
su
modo
de
producción
y
de
su
complejidad
tecno-‐económica.
El
sistema
socio-‐musical
kaluli
es
variado
en
sus
recursos
y
formas,
e
incluye
manifestaciones
de
características
musicales
y
estilo
que
también
pueden
encontrarse
completa
o
parcialmente
entre
sociedades
de
cazadores-‐recolectores,
horticultores,
pastores,
plantadores
e
incluso
campesinos
(las
sociedades
más
desiguales
conocidas
por
nosotros;
Fallers
1977).
En
una
serie
de
artículos
recientes,
Judith
y
Alton
Becker
han
elaborado
algunos
de
los
significados
de
“coherencia”
en
sistemas
simbólicos
(A.
Becker
1979,
J.
Becker
1979,
J.
y
A.
Becker
1981).
Ellos
siguen
a
Kenneth
Burke,
sosteniendo
que
el
sentido
de
experiencia
sentida
de
forma
natural
en
diferentes
modos
simbólicos
está
profundamente
ligado
al
sentido
del
mundo,
a
la
construcción
de
límites
culturales
y
a
la
totalidad
de
orientaciones
lógicas
hacia
el
vivir
y
el
sentir.
Una
característica
central
en
este
proceso
de
construir/mantener
la
coherencia
que
sostiene
a
la
creación
e
interpretación
de
símbolos,
y
por
lo
tanto
a
las
culturas
humanas
como
las
conocemos,
es
la
metáfora.
“Las
metáforas
obtienen
poder
–e
incluso
dejan
de
ser
tomadas
como
metáforas-‐
conforme
ganan
iconicidad
o
‘naturalidad’”
(Becker
y
Becker
1981:
203).
En
este
ensayo,
yo
también
me
he
aproximado
a
la
coherencia
del
sonido
y
el
orden
social
kaluli
a
través
de
las
metáforas
kaluli
(las
cuales
realmente
no
son
metáforas
para
los
kaluli,
sino
simplemente
lo
que
es
real),
mientras
que
también
he
tratado
de
indicar
que,
como
modelos
socioculturales
locales,
las
metáforas
pueden
y
deberían
ser
comparadas
por
lo
que
nos
dicen
acerca
de
posibles
coherencias,
posibles
realidades
socio-‐musicales.
Es
mi
esperanza
que
una
socio-‐musicología
comparativa
se
desarrolle
en
estas
líneas,
elaborando
no
correlaciones
de
estructuras
de
canto
y
estructuras
sociales,
sino
coherencias
de
estructuras
sonoras
y
estructuras
sociales.