Sei sulla pagina 1di 54

MISTERIO: EUCARISTIA

LO RECONOCIERON AL PARTIR EL PAN

EL YA NO ESTA AQUÍ ¡HA RESUCITADO! BUSCALO EN LA EUCARISTIA HA


DECIDIDO QUEDARSE AHÍ PARA HABITAR EN TI Y TÚ EN EL (Jn 6, 55-58)

DESDE DONDE, CUAL FUE LA MOTIVACIÓN PARA ACOGER/ESCOGER


ESTE MISTERIO

Desde el Evangelio de San Lucas, 22,15-26 en el pasaje de la última cena.

¡Cuánto he deseado celebrar con ustedes esta cena de pascua antes de mi


muerte (Lc 22, 15). Jesús ahí entrega su cuerpo y su sangre por amor a la
humanidad entera, es una entrega por amor, que culminara en la cruz.

Eucaristía es acción de gracias

Tomen y coman este es mi cuerpo, tomen y beban esta es mi sangre, el amor que
Jesús me tiene es tan grande que me ha regalado este Misterio la Eucaristía, el
me llama a través de este Misterio a amar, amar sin límites, a darme, a hacer pan
partido y repartido para todos

Lo que me motiva a acoger este Misterio es el descubrir el amor infinito de Jesús,


que no solo, lo demostró entregando su vida en la cruz para nuestra salvación,
sino que antes de padecer, los ultrajes, los insultos, la misma noche en la que fue
entregado, instituyo la Eucaristía, quedándose el como alimento para nuestra vida,
no solo murió por mis pecados, sino que se quedó aquí en la tierra como alimento
para mi alma.

El amor de Jesús es un amor que no tiene medida, y al escuchar en cada


Eucaristía, en el momento de la consagración, donde Jesús se hace presente, en
el pan y en el vino invitándome a su mesa como aquel día, le dijo a su discípulos,
tomen y coman este es mi cuerpo, tomen y beban esta es mi sangre. Hace que mi
corazón, siempre le dé gracias por darme la más grande prueba de su amor que
es unirme a Él en el momento que su cuerpo entra en mi boca.
Lo que me motiva a acoger este Misterio es descubrir el amor de Jesús en mí, la
gracia que el amor de Jesús me regala en cada Eucaristía donde me siento
amada por El y la alegría que experimento en cada Eucaristía, es inmensa pues
solo Jesús me la regala.

Los discípulos estuvieron presentes en el momento en el que Jesús la instituyo,


ellos nos representaron a todos nosotros en ese momento.

El comer su cuerpo, a través de la Eucaristía es el mayor regalo, que Jesús me


da. En la institución de la Eucaristía, en la última cena Jesús se reúne, con sus
discípulos, en torno a la mesa él se ofrece como alimento, reúne a sus discípulos,
ofrece su cuerpo, la Eucaristía es entonces signo de unidad, de fraternidad, de
reconciliación.

La motivación de este Misterio, es porque a través de este sacramento, de este


sacrificio Jesús es el que nos reúne, nos invita a participar de su banquete,
dándose el como alimento, su amor expresado, en la Eucaristía es el que me
motiva a hacer yo Eucaristía.

La motivación para acoger este misterio el sentirme tan amada por Jesús, sentir
su amor, su fuerza, la fortaleza, la seguridad, y la alegría que experimento al
recibirlo como sacramento y al contemplarlo en la adoración, cuando estoy con El
me salen del corazón las más bellas palabras que nunca le he dicho a nadie y
recibo de Él gracia sobre gracia

Mi motivación, para acoger este Misterio fue también Con el Evangelio de


Lucas 24,13-35. El Jesús resucitado que se hace presente a los discípulos de
Emaús y ellos expresan: lo reconocimos al partir el pan

Jesús se hace presente a dos de sus discípulos, para abriles el entendimiento, se


hace presente justo en el momento en el que ellos están perdiendo las
esperanzas, se les aparece en el camino, se les acerca y les explica las escrituras,
su corazón ardía cada vez que lo escuchaban hablar, lo invitan a quedarse con
ellos, ya es noche quédate con nosotros, el hace de nuevo, lo mismo que la noche
de la ultima cena, sentado a la mesa, tomo el pan en sus manos y dando gracias
lo partió y se los dio es en ese momento en el que se les abrieron los ojos, lo
reconocieron al partir el pan, este encuentro con Jesús produce alegría en el
corazón de los discípulos, se ponen en camino y van a contar a los demás que
han visto al Señor y que lo reconocieron al partir el pan.
Jesús se hace presente en nuestras vidas para darnos alegría, para que su
presencia en medio de nosotros, sea motivo de gozo y de seguir caminando, en la
senda de su Reino. Él es el compañero de camino, el que va a mi lado, el que me
habla a través de su palabra, el que hace que mi corazón arda de amor por el
cada vez que escucho su mensaje, y me acerco a su mesa a participar de su
banquete.

La motivación para acoger este misterio es el poder sentir su gran amor, ese
Jesús que se hace presente en mi vida el que me acompaña, el que se ha hecho
presente en cada acontecimiento de mi vida ha salido en mi camino y ha hecho
que mi corazón arda de amor por El nuevamente, Jesús en el misterio de la
Eucaristía, me regala la gracia de unirme a Él cuándo su cuerpo entra en mi boca,
se queda con migo en mi corazón, me abre los sentidos me invita a reconocerle
en los demás como los discípulos lo reconocieron al partir el pan, yo lo reconozco
en todo el que sufre.

MI EXPERIENCIA PERSONAL

Jesús siempre ha demostrado su amor por mí, a lo largo de mi vida, ha sido mi


compañero de camino, y como se presentó a sus discípulos para abrirles el
entendimiento, también se ha hecho presente en mi vida, para abrirme el
entendimiento cuando lo he necesitado, se ha quedado conmigo en cada
comunión, para darme alegría, esperanza, fortaleza y fuerza para seguir juntos en
el mismo camino.

La Eucaristía es unidad, es encuentro, comunión y esto lo sentí desde pequeña,


cuando mis papas me llevaban a participar de la Eucaristía, el amor que siento por
ella, lo recibí de mis papas, todos los domingos participaba de este banquete,
donde Jesús es el que nos hace la invitación y aunque en mi comunidad no estaba
sacramentalmente ya participaba de la hora Santa sin estar expuesto en el altar,
bajo las especies de pan; mi corazón ardía lleno de alegría porque sé que Él se
hacía presente en medio de nosotros.

Es en la Eucaristía donde Jesús ha manifestado su amor hacia mí cuando estoy


con Él. Él me mira y yo lo miro, le habla a mi corazón, me expresa su amor y me
dice sigue caminando hacia mí no vas sola, yo voy contigo, es junto a Él y con Él
que he tomado las mejores decisiones en mi vida, es bajo su mirada de amor.

La Eucaristía es el lugar donde encuentro, fortaleza, fuerza, seguridad, es el lugar


donde puedo hablar, llorar, contemplar, agradecer, es en donde mi alma se
desnuda para que sea transformada por ÉL. Jesús cuando instituye la Eucaristía,
lo hizo por amor, sabía que su cuerpo iba hacer destrozado en su pasión, que
tenía que morir, resucitar e irse a la derecha del Padre, pero se quedó con
nosotros en la Eucaristía, su cuerpo es ese pan que se parte y se comparte en
cada Eucaristía, se quedó oculto en la hostia por mí, por amor.

La Eucaristía es un compromiso a:
El
 Servir, Jesús me da el mayor ejemplo, olvidándose de Él y entregándose compr
omiso
por amor, entregando su cuerpo para que sea triturado cada vez que lo de la
recibo. Eucari
 Que la gracia que Él me da en cada Eucaristía, me lleve a ver y a amar a stía
está
todos por igual
muy
 En la Eucaristía Cristo siempre lleva a cabo nuevamente el don de sí pobre
mismo que ha realizado en la cruz. Toda su vida es un acto de total
entrega de sí mismo por amor, su vida entregada me lleva a mí a
entregarle la mía, quiero que sea una donación total y que este
sacramento me lleve siempre a:
 Sentir a todos como mis hermanos, sin excluir a nadie, alegrarme, con el
que esta alegre, llorar con el que llora.
 Que me impulse a ir hacia fuera donde está el pobre, el enfermo, el
marginado, quiero reconocer en ellos el rostro de Jesús.
 Que me lleve a los demás, que al descubrir que Cristo es quien se ofrece
ahí en el altar para todos, me lleve siempre a un verdadero encuentro con
Él, a través de los demás.

La llamada a servir, a darme a los demás, pensar en los otros antes que en mi es
ahora más fuerte, Jesús me llama a través de este Misterio a compartir lo que soy
y lo que tengo con los demás, eso es lo que Jesús quiere que sea Eucaristía con
los demás.

La Eucaristía la he vivido en pequeño, dando pequeños pasitos en mi familia, en


mi Cantón y en mi comunidad, sirviendo y dándome con alegría, hoy Jesús me
llama a través de este Misterio a hacer Eucaristía en mi comunidad, en mi familia
la congregación, ser Eucaristía para los demás, darme toda sin medida, sin
guardarme nada donarme como lo hiso Jesús en la Eucaristía y en cruz dar mi
cuerpo, mis fuerzas gastarme, ofrecerme como ofrenda de amor para Él y los
demás.

La Eucaristía nació la noche del Jueves Santo en el contexto de la cena pascual.


Tomen y coman todos de él, este es mi cuerpo. Tomen y beban todos de él, este
es mi sangre, Jesús me invita a comer de su cuerpo, quiere entrar en mi corazón y
purificarlo con su cuerpo, entra en mi vida porque me ama.

Mi experiencia con Jesús Eucaristía es muy fuerte y lo expreso a través de


esta oración:

Jesús Eucaristía

Tú eres mi Dios y mi todo, eres el alimento de mi alma y yo con hambre


estoy de ti.

Jesús Eucaristía

Tú eres el amor de mi vida, eres el que sacia mi hambre, llenas mi interior


con tu presencia, dejándolo sin palabras.

Jesús Eucaristía

Tú eres el dueño de mi vida, me creaste por amor y estas como alimento por
amor, tú, eres el que llega hasta lo más profundo de mí ser

Jesús Eucaristía

Tu eres el motivo de mi caminar, es por ti, que vivo, camino, respiro, es de ti


que recibo alegría, fortaleza, certeza. Tocas cada fibra de mi cuerpo cuando
me uno a ti mi cuerpo se estremece, cierro los ojos y tú te unes a mí, ese
momento es mágico, estamos solo tú y yo, los dos somos uno solo

Jesús Eucaristía

Eres mi inspiración el dueño de mis sentimientos, al escuchar tus palabras


diciéndome este es mi cuerpo tómalo, me siento pequeña, amada y preferida
por ti.

Jesús Eucaristía

Hacia ti quiero caminar, a tu lado quiero estar, a ti te quiero contemplar,


unirme hasta el final

Jesús Eucaristía

“aquí estoy”
(Autora Mirna Zamora)

COMO LO DESCUBRO EN LA REALIDAD QUE ME RODEA

La Eucaristía es compartir.

Compartir todo lo que soy, lo que tengo con los demás.

Lo reconocieron al partir el pan.

Yo lo descubro en el que sufre por la violencia, el que tiene que salir de su país
por necesidad, en el migrante, en el enfermo, en el niño que no tiene lo necesario
para sobrevivir, en mis hermanas, en mi comunidad, cuando me doy, cuando me
olvido de mí y ayudo al otro.

Como lo puedo vivir en esa realidad

Cuando, escucho a las personas que se acercan a hablar, cuando amo a todos
por igual, sin excluir a nadie, cuando me acerco a aquel que no me simpatiza,
cuando perdono al que me a hecho sufrir deseándole lo mejor, cuando colaboro a
construirla paz.

Quiero darme y ser pan partido y repartido para los demás y una persona que me
inspira mucho para vivir este Misterio y a la que le tengo mucha devoción, es la
vida de Monseñor Romero, su vida entregada por el pueblo, por el que sufría, por
el oprimido, se entregó hasta dar su vida.

“Pastor bueno, lleno de amor de Dios y cercano a sus hermanos que, viviendo el
dinamismo de las bienaventuranzas, llegó hasta la entrega de su vida de manera
violenta, mientras celebraba la Eucaristía, Sacrificio del amor supremo, sellando
con su propia sangre el Evangelio que anunciaba”, dijo el Papa francisco sobre
monseñor Romero proclamado beato el 23 de mayo de 2015 en El Salvador.

El siguió los pasos de Jesús, imito su vida, con monseñor Romero Jesús paso por
El Salvador, vivió la Eucaristía con el pueblo, su vida fue Eucaristía, yo quiero vivir
la Eucaristía, entregándome, sintiendo con el que sufre, teniendo presente
siempre la vida de monseñor Romero.

Como lo puedo vivir

Dando mi vida en la misión, en la comunidad, en el lugar donde estoy, siendo


cercana con la gente, siendo humana y misericordiosa, quiero vivir este misterio
en plenitud y le pido al Señor la gracias de poder convertirme, en otro Cristo, es a
Él al que recibo en mi corazón, recibiendo gracia sobre gracia, la Eucaristía es el
lugar en donde se nutre mi alma, a donde llego para recibir fuerza, la alegría y la
paz que recibo a través de ella, no tiene medida, es por eso que le pido al señor la
gracia de poder actuar, a través de sus sentimientos, transmitir lo que llevo a
dentro que es a Jesús Eucaristía, lo quiero vivir dejando que Jesús actué en mi
vida, siendo yo nada más que su instrumento, abandonándome en las manos de
Él.

Quiero vivir la Eucaristía de la siguiente manera:

 Con espíritu de fe
 De oración
 Perdón
 Penitencia
 Alegría comunitaria
 De preocupación por los necesitados.

Fundamentación bíblica de la Eucaristía

La Eucaristía según las Escrituras

La Eucaristía tiene que ver con la Alianza entre Dios y su pueblo. Como se ha
presentado en los evangelios, la Eucaristía es el momento culminante de la
historia de la salvación que se ha ido desarrollando de alianza en alianza en el
Antiguo Testamento. Tiene estricta relación con la Pascua de Israel y el Éxodo.

La Eucaristía es sacrificio y es expiación de pecado. Este es el sentido literal de


las palabras de Jesús en la Última Cena.

La Eucaristía es un memorial que crea a la Iglesia, el cuerpo de los creyentes. El


mandato, “haced esto” llama de la nada a la Iglesia. Por su conmemoración, la
Iglesia ofrece la nueva y eterna alianza de Dios a todas las generaciones.( La
cena del cordero: La Biblia y Misa (Lección # 1 por: Dr. Scott Hahn. Fuente:
centro San Pablo de Teología Bíblica)

La Eucaristía es comunión en el Cuerpo y la Sangre de Jesús que nos da la vida


eterna. Como dice San Pablo de la Eucaristía: “¿no es acaso comunión con la
sangre de Cristo... no es comunión con el cuerpo de Cristo?” (1 Cor. 10:16).

Juan 6, 48-51: “Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el
desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él
coma, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo y el pan que yo daré
es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo”.

Jesús hace referencia al maná en el desierto, y luego dice que su carne es el


verdadero maná del cielo. El maná del cielo era un pan, pero un pan que aparecía
milagrosamente, Él es nuestro alimento, el pan de vida que necesitamos para
fortalecer nuestra alma.

JESÚS DICE: “ESTE ES MI CUERPO” Y “ESTA ES MI SANGRE”

Mateo 26, 26-28: “Y mientras estaban comiendo, tomó Jesús el pan, y lo bendijo,
y lo partió, y dándoselo,a sus discípulos dijo: Tomad, comed; este es mi cuerpo. Y
tomo luego una la copa, y dando las gracias, se las dio, diciendo: Bebed de ella
todos; porque esta es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por
muchos para el perdón de los pecados”.

Marcos 14, 22-24: “Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, y lo


partió y les dio, diciendo: Tomad, este es mi cuerpo. Y tomo luego una copa, y
dadas las gracias, se las dio; y bebieron todos de ella. Y les dijo: Esta es mi
sangre de la alianza, que es derramada por muchos”.

Lucas 22, 19-20: “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto
es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual
manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo
pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.

Anuncio y promesa de Cristo sobre la Eucaristía:

“Yo soy el pan vivo bajado del Cielo. El que coma este pan vivirá para siempre. El
pan que Yo daré es mi carne, y la daré para la vida del mundo”. (Jn. 6, 51)
“El que come mi carne y bebe mi sangre, vive de vida eterna, y Yo lo resucitaré en
el último día”. (Jn. 6, 54)

“Mi carne es comida verdadera, y mi sangre es bebida verdadera. El que come mi


carne y bebe mi sangre permanece en Mí y Yo en él. Como el Padre que vive me
envió, y Yo vivo por El, así, quien me come a Mí, tendrá de Mí la vida... El que
come este pan vivirá para siempre”. (Jn. 6, 55-58).

Institución de la Eucaristía:

“Después tomó el pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: ‘Esto es mi


cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía’. Después de
la Cena hizo lo mismo con la copa. Dijo: ‘Esta copa es la Alianza Nueva sellada
con mi sangre, que va a ser derramada por ustedes”. (Lc. 22, 19-20)

“Hagan esto en memoria mía” (Lc. 22, 19b).

“Yo he recibido del Señor lo que a mi vez les he transmitido. El Señor Jesús, la
noche en que fue entregado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió
diciendo: ‘Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en
memoria mía’. De igual manera, tomando la copa, después de haber cenado, dijo:
‘Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Todas las veces que la beban
háganlo en memoria mía’” (1 Cor. 11, 23-25).

“Fíjense bien: cada vez que comen de este pan y beben de esta copa están
proclamando la muerte del Señor hasta que venga. Por tanto, el que come el pan
o bebe la copa del Señor indignamente peca contra el cuerpo y la sangre del
Señor. Cada uno, pues, examine su conciencia y luego podrá comer el pan y
beber de la copa” (1 Cor. 11, 26-28)

“Hagan esto en memoria mía” (Lc. 22, 19) y “Cada vez que comen de este pan y
beben de este cáliz están proclamando la muerte del Señor hasta que vuelva” (1
Cor. 11, 26)

En el Evangelio, en el Capítulo 6 de San Juan, Cristo pre-anuncia la Eucaristía,


“Yo soy el pan vivo bajado del Cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
El pan que yo daré es mi carne y la daré para vida del mundo... Si no comen la
carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no viven de verdad” (Jn. 6, 51-
55).

“Yo soy el Pan de Vida” (Jn. 6, 35, lo ratifica claramente más adelante: “Mi carne
es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida” (Jn. 6, 55).

Los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35) Lo importante es que estos dos
discípulos no olvidan a Jesús; conversan y discuten sobre él, recuerdan sus
palabras y sus hechos de gran profeta, dejan que aquel desconocido les baya
explicando lo ocurrido. Sus ojos no se abren enseguida, pero su corazón
comienza a arder.

Es lo primero que necesitamos en nuestra comunidad: recordar a Jesús, ahondar


en su mensaje y en su actuación, meditar en su crucifixión. Si, en algún momento,
Jesús nos conmueve, sus palabras nos llegan hasta dentro, y nuestro corazón
comienza a arder, es señal de que nuestra fe se está despertando.

No basta, Según Lucas es necesaria la experiencia de la cena Eucarística, aunque


todavía no sabemos quién es, los dos caminantes tienen necesidad de Jesús. Les
hace bien su compañía. No quieren que los deje: “Quédate con nosotros”. Lucas lo
subraya con gozo: “Jesús entro para quedarse con ellos”. En la cena se les abren
los ojos.

Estas son las dos experiencias claves: sentir que nuestro corazón arde al recordar
su mensaje, su actuación y su vida entera; sentir que al celebrar la Eucaristía, su
persona nos alimenta, nos fortalece y nos consuela. (El camino abierto por
Jesús, José Antonio Pagola Lucas 3, 2ª edición)

San Pablo también hace mención a la institución misma de la Eucaristía: “Yo recibí
esta tradición del Señor que, a mi vez, les he transmitido: Que el Señor Jesús, la
noche en que fue entregado, tomó pan y después de dar gracias lo partió diciendo:
‘Esto es mi cuerpo que es entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía” (1
Cor. 11, 23-29).

Cuando llegó el momento de separarse de los suyos. Jesús quiso dejarnos su


mejor recuerdo y la mejor herencia, nos dejó el pan y el vino, transformados en
su Cuerpo y su Sangre, como el gesto más expresivo de que quería quedarse con
nosotros para siempre como alimento.

«Después tomó pan y dando gracias lo partió y se lo dio diciendo: “Esto es mi


Cuerpo que es entregado por ustedes” (Lc 22, 19- 20).
Los textos de los Hechos de los Apóstoles

En los Hechos encontramos algunos textos referidos, ciertamente, a la Eucaristía


bajo el nombre de fracción del pan.

Hch 2, 42.46: Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la


comunión, a la fracción del pan y a las oraciones, partían el pan por las casas y
tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón

Hch 20, 7.11: El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para la
fracción del pan, Pablo conversaba con ellos. Subió luego, partió el pan y comió

El pan y el vino consagrados nos recuerda que Cristo se da a nosotros como


alimento, recibimos a Cristo que se hace uno con nosotros y nuestra misión es
convertirnos en lo que recibimos todos los días y como dice Pablo: “ya no soy yo
el que vive, es Cristo quien vive en mi” (Ga 2,20)

“Beban todos esta es mi sangre, la sangre de la Alianza que se derrama por


muchos para el perdón de los pecados” (Mt 26, 28)

ENSEÑANZAS DEL MAGISTERIO

 Misterio de la fe

“El señor Jesús, la noche en que fue entregado” (1 Co 11, 23), instituyo el
sacrifico eucarístico de su cuerpo y de su sangre. Las palabras del apóstol Pablo
nos llevan a las circunstancias dramáticas en que nació la Eucaristía. En ella está
inscrito de forma indeleble el acontecimiento de la pasión y muerte del Señor, no
solo lo evoca sino que lo hace sacramentalmente presente, es el sacrificio de la
cruz que se hace presente por los siglos, esta verdad la expresan bien las
palabras con las que, en el rito latino, el pueblo responde a las aclamación del
“ministerio de la fe” que hace el sacerdote: “Anunciamos tu muerte Señor” (Carta
Encíclica: ECCLESIA DE EUCHARISTIA de Juan Pablo II)

La iglesia vive del cuerpo Eucarístico, de Él se alimenta y por Él es iluminada. La


Eucaristía es misterio de fe y al mismo tiempo “Misterio de Luz”, cada vez que la
iglesia la celebra, los fieles pueden revivir de algún modo la experiencia de los dos
discípulos de Emaús: “Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron” (Lc
24,31). (Carta Encíclica: ECCLESIA DE EUCHARISTIA de Juan Pablo II)
Cuando la iglesia celebra la Eucaristía, memoria de la muerte y resurrección de su
Señor, se hace realmente presente este acontecimiento central de salvación y “se
realiza la obra de nuestra redención”. Este sacrificio están decisivo para nuestra
salvación del género humano, que Jesucristo lo ha realizado y ha vuelto al padre
solo después de habernos dejado el medio para participar de él, como si
hubiéramos estado presentes. (Carta Encíclica: ECCLESIA DE EUCHARISTIA
de Juan Pablo II)

La Eucaristía se presenta como el memorial de cómo Cristo vivió, para que por
nuestra participación en ella nosotros vivamos entregándonos a nuestros
hermanos como Él lo hizo. (Carta Encíclica: ECCLESIA DE EUCHARISTIA de
Juan Pablo II)

Una nueva sensibilidad en la presentación del misterio eucarístico aparece en los


documentos del Vaticano II. En la LG 3 ya se afirma: “Con el sacramento del pan
eucarístico, se representa y produce la unidad de los fieles”. La relación
Eucaristía-Cuerpo místico está claramente expresada en el n. 7: “En la fracción del
pan eucarístico participando nosotros realmente en el cuerpo del Señor, somos
elevados a la comunión con él y entre nosotros”. De nuevo en el n. 11 se dice:
“Alimentándose del cuerpo de Cristo en la asamblea santa, muestran
concretamente la unidad del pueblo de Dios, que es felizmente expresada y
admirablemente producida por este augustísimo sacramento”.

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

¿Qué es la Eucaristía?

Cada vez que el sacerdote en la Santa Misa reza las palabras de la Consagración,
se realiza el milagro de la Eucaristía; lo que antes era pan y vino ahora, bajo esa
apariencia, está en Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Como enseña el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, "Jesucristo está


presente en la Eucaristía de modo único e incomparable. Está presente, en efecto,
de modo verdadero, real y sustancial: con su Cuerpo y con su Sangre, con su
alma y su divinidad. Cristo, todo entero, Dios y hombre, está presente en ella de
manera sacramental, es decir, bajo las especies eucarísticas del pan y del vino"
(n. 282).
¿Cómo se produce esa transformación? ¿Cuándo? Mediante la
transubstanciación, es decir por la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y
Sangre, Cristo se hace presente en este sacramento. San Ambrosio dice respecto
a esta conversión: «Estemos bien persuadidos de que esto no es lo que la
naturaleza ha producido, sino lo que la bendición ha consagrado, y de que la
fuerza de la bendición supera a la de la naturaleza, porque por la bendición la
naturaleza misma resulta cambiada.

La presencia eucarística de Cristo comienza en el momento de la consagración y


dura todo el tiempo que subsistan las especies eucarísticas. Cristo está todo
entero presente en cada una de las especies y todo entero en cada una de sus
partes, de modo que la fracción del pan no divide a Cristo (cf Concilio de Trento:
DS 1641).
Catecismo de la Iglesia Católica, 1375-1377

¿Cómo está presente Jesús en la Eucaristía? Jesucristo está realmente


presente en la Eucaristía. En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están
contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el
alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero.
Esta presencia se denomina "real", no a título exclusivo, como si las otras
presencias no fuesen "reales", sino por excelencia, porque es substancial, y por
ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente.

El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular. Eleva la


Eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de ella "como la perfección
de la vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos.
Catecismo de la Iglesia Católica, 1374

¿Cómo se puede estar convencido de que Dios mismo está presente bajo
las especies del pan y el vino?
La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo
en este sacramento, "no se conoce por los sentidos, sino sólo por la fe , la cual se
apoya en la autoridad de Dios: Es grandemente admirable que Cristo haya querido
hacerse presente en su Iglesia de esta singular manera. Puesto que Cristo iba a
dejar a los suyos bajo su forma visible, quiso darnos su presencia sacramental;
puesto que iba a ofrecerse en la cruz por muestra salvación, quiso que tuviéramos
el memorial del amor con que nos había amado "hasta el fin", como dice San Juan
en el capítulo 13,1 de su Evangelio, hasta el don de su vida. En efecto, en su
presencia eucarística permanece misteriosamente en medio de nosotros como
quien nos amó y se entregó por nosotros, y se queda bajo los signos que
expresan y comunican este amor.
Catecismo de la Iglesia Católica, 1380-1381
El Catecismo de la Iglesia católica reserva una bella disertación al tema del
banquete pascual (nn. 1382-1405). Es, por lo tanto, obligado referirse a algunos
de los puntos doctrinales en cada uno de los argumentos que seguirán 125.

El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda como primer efecto de la comunión


el crecimiento de nuestra comunión con el Señor Resucitado, además, la
comunión nos separa del pecado, cancela los pecados veniales y nos preserva del
pecado mortal aunque se distingue la especificidad de la Eucaristía respecto al
sacramento de la reconciliación (nn. 1393-1395).

(Ver Catecismo de la Iglesia Católica #1337, #1341, #1342, #1413, #1415)

“Jesús, en la Ultima Cena, la noche que le traicionaban, instituyó el sacrificio


eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos,
hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz” (SC #47)

La Eucaristía como sacrificio de comunión entre Dios y los hombres: El


concilio Vaticano II nos dice: “cuantas veces se renueva en el altar el sacrificio de
la cruz en el que Cristo nuestra Pascua fue inmolado, se realiza la obra de nuestra
redención” (LG3)

La Eucaristía y la fraternidad humana

Como ha escrito Juan Pablo II: “El auténtico sentido de la Eucaristía se convierte
por sí en escuela de amor activo hacia el prójimo. La Eucaristía nos educa en este
amor del modo más profundo; ella demuestra, en efecto, el valor que tiene a los
ojos de Dios cada hombre, nuestro hermano y hermana, así se ofrece Cristo a sí
mismo de igual modo a cada uno, bajo las especies del pan y del vino. Si nuestro
culto eucarístico es auténtico, debe hacer crecer en nosotros la conciencia de la
dignidad de cada hombre. La conciencia de esta dignidad se convierte en el
motivo más profundo de nuestra relación con el prójimo” (DominicaeCoenae n. 6 y
4-7).
La Eucaristía en dimensión escatológica

La Eucaristía reclama enérgicamente la dimensión escatológica de la vida


cristiana. Es comunión con el Cristo de la gloria, prenda de vida eterna y de
resurrección corporal. Y celebrada “hasta que Él venga” comunica una plenitud de
gracia que solamente podrá tener una realización en la vida eterna. Ella es, en
efecto, la «prenda de la gloria futura”. Este aspecto escatológico está presente en
el Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 1402-1405) con una serie de enseñanzas
bíblicas: el pan eucarístico es prenda de vida futura, es experiencia del «Marana-
tha», anticipación del banquete eterno, esperanza de la vida eterna.

Carta Encíclica: ECCLESIA DE EUCHARISTIA de Juan Pablo II

La Eucaristía es verdadero banquete, en el cual Cristo se ofrece como


alimento: cuando Jesús anuncia por primera vez esta comida, los oyentes se
quedan asombrados y confusos, obligando al Maestro a recalcar la verdad objetiva
de sus palabras: “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del hijo del
hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis, vida en vosotros” (Jn 6, 53).

No se trata de un alimento metafórico: “mi carne es verdadera comida y mi sangré


verdadera bebida” (Jn 6, 55).

En la Eucaristía, todo expresa la confiada espera: “mientras esperamos la gloriosa


venida de nuestro salvador Jesucristo” quien se alimenta de Cristo en la
Eucaristía no tiene que esperar el mas a allá para recibir la vida eterna: la posee
ya en la tierra como primicia de la plenitud futura, que abarcara al hombre en su
totalidad. En efecto en la Eucaristía recibimos la garantía de la resurrección
corporal al final del mundo:” el que como mi cuerpo y bebe mi sangre, tiene vida
eterna y yo lo resucitare el ultimo día” (Jn 6, 54)

Así la Eucaristía es la fuente y al mismo tiempo, la cumbre de toda la


evangelización, puesto que su objetivo es la comunión de los hombres con Cristo
y en Él, con el padre y el Espíritu Santo.

La Eucaristía en los Santos Padres y en Santo Tomás

Boletín de Oblatos Año VI Nº 17

Abadía Gaudium Mariae, 1º de septiembre de 2004

 San Cirilo de Alejandría (370-444)


“El (Cristo) es nuestra primera y principal ofrenda, pues Él se ofreció a si mismo al
Padre como víctima, no por sí, sino por nosotros, que éramos quienes estábamos
bajo el yugo y la escritura del pecado. Y nosotros mismos, somos, a semejanza
suya, víctimas sagradas, muriendo al mundo, en cuanto que el pecado está
muerto en nosotros, viviendo para Dios aquella vida de santidad y
religiosidad.” (Sobre la adoración en espíritu y en verdad. Libro X)

 San Juan Crisóstomo

PAN DE VIDA

“Cuando les dio pan y sació su hambre le llamaban profeta y trataban de hacerle
rey; pero cuando los instruía sobre el alimento espiritual, sobre la vida eterna,
cuando los desviaba de las cosas sensibles cuando les hablaba de la resurrección
y levantaba sus ánimos, cuando más que nunca debieran admirarle, entonces
murmuraban y se retiraban de Él”..

“Llámese a sí mismo Pan de vida (Jn 6,48) porque sustenta nuestra vida, tanto la
presente como la futura por lo cual añadió El que coma de este pan vivirá para
siempre. (Y pan llama aquí, o bien a los dogmas saludables y a la fe en Él, o bien
su propio cuerpo. Pues ambas cosas fortalecen al alma.

LA MUESTRA DE AMOR

“Pues bien, para que esto lleguemos a ser no solamente por el amor, sino
también en realidad, mezclémonos con aquella carne; porque esto se lleva a cabo
por medio del manjar que Él nos dio, queriendo darnos una muestra del
vehemente amor que nos tiene. Por eso se mezcló con nosotros y metió cual
fermento en nosotros su propio cuerpo, para que llegáramos a formar un todo,
como el cuerpo unido con su cabeza. Pues ésta es prueba de ardientes
amadores… “Pues por eso hizo lo mismo Cristo, induciéndonos a mayor amistad y
demostrándonos su amor ardentísimo hacia nosotros; ni sólo permitió a quienes le
aman verle, sino también tocarle, y comerle, y clavar los dientes en su carne, y
estrecharse con El, y saciar todas las ansias del amor.

BESO SANTO

“Siempre que estamos a punto de acercarnos a la sagrada mesa, se nos manda


besarnos mutuamente y acogernos con el santo saludo. ¿Por qué razón? Puesto
que estamos separados por los cuerpos, en aquella ocasión entrelazamos
nuestras almas unas con otras mediante el beso, de modo que nuestra reunión
sea tal cual lo era aquella de los apóstoles, cuando el corazón y el alma de los
fieles eran uno solo. Así, efectivamente, es preciso que nos lleguemos a los
sagrados misterios: estrechamente unidos los unos con los otros. Escucha lo que
dice Cristo: Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene
algo contra ti, marcha, reconcíliate primero con tu hermano y entonces ven y
ofrece tu presente.
No dijo: “Primero ofrece», sino: “Reconcíliate primero, y entonces ofrece”. Por esto
mismo nosotros también, con el don delante, primero nos reconciliamos
mutuamente, y entonces nos acercamos al sacrificio.” (Catequesis Bautismales IV
10)

EUCARISTÍA: MEMORIA

“Mientras comían, Jesús tomó pan y lo partió (Mt 26, 26). ¿Por qué
celebró el misterio de la Eucaristía en el mismo momento de la Pascua? Fue para
que aprendieras de todas las formas que él es el autor de la Ley antigua y que
ésta contenía la figura de lo que se relacionaba con él. A esta figura él sustituye la
realidad. La circunstancia de que fuese la tarde también tenía una significación:
representaba la plenitud de los tiempos y el remate final de las cosas... Si la
pascua, que era una simple figura, pudo librar a los Hebreos de la esclavitud,
¿cuánto más librará la realidad al universo?...

Tomad y comed, dice Jesús, este es mi cuerpo que se da por vosotros (1 Cor 11,
24). ¿Cómo no se turbaron los discípulos al escuchar estas palabras? Porque
Cristo les había hablado ya mucho sobre esta materia (cf. Jn 6). No insiste sobre
ello, pues estima que les había hablado lo suficiente...

Confiemos también nosotros plenamente en Dios. No le pongamos dificultades,


aunque lo que diga parezca ser contrario a nuestros razonamientos y a lo que
vemos. Que más bien su palabra sea maestra de nuestra razón y de nuestra
misma visión. Tengamos esta actitud frente a los misterios sagrados: no veamos
en ellos solamente lo que se ofrece a nuestros sentidos, sino que tengamos sobre
todo en cuenta las palabras del Señor.

Su palabra no puede engañarnos, mientras que nuestros sentidos fácilmente nos


equivocan; ella jamás comete un fallo, pero nuestros sentidos fallan a menudo.
Cuando el Verbo dice: Esto es mi cuerpo, fiémonos de él, creamos y
contemplémosle con los ojos del espíritu. Porque Cristo no nos ha dado nada
puramente sensible: aun en las mismas realidades sensibles, todo es espiritual.
Así, el bautismo es una realidad sensible que se nos administra por el don del
agua, pero su eficacia es de orden espiritual, el de renacer y renovarse. Si fueses
un ser incorporal, estos dones incorporales se te concederían sin intermediario;
pero como el alma está unida al cuerpo, los dones espirituales se te comunican
por medio de realidades sensibles.

¡Cuántas personas dicen hoy: “Quisiera ver, el rostro de Cristo, sus rasgos, sus
vestidos, sus calzados.”! Pues bien, precisamente lo estás viendo a él, lo tocas, lo
comes. Deseabas ver sus vestidos; y él mismo se te entrega no solamente para
que lo veas, sino también para que lo toques, lo comas, lo recibas en tu corazón.
Que nadie se acerque con indiferencia o con apatía; sino que todos vengan a él
animados de un ardiente amor.” (Homilía 82 sobre san Matero, 4-5)

Considera el gran honor que recibes y la mesa a que estás convidado. Lo que los
ángeles ven temblorosos, lo que no se atreven a mirar sin temor por el resplandor
que irradia, nosotros lo hacemos nuestra comida, lo asimilamos y llegamos a ser
con Cristo un solo cuerpo y una sola carne. ¿Quién dirá las proezas de Yahvé, y
hará oír todas sus alabanzas? (Sal 105, 2).

Ocurre con frecuencia que las madres confían a amas extrañas los hijos que
acaban de dar a luz. Cristo no obra así, él nos alimenta con su propia sangre, nos
une completamente a sí. Pero me dirás, no ha podido hacerlo con todos.

Sí, verdaderamente con todos. Porque si vino a tomar nuestra naturaleza, fue
evidentemente para todos nosotros, y si fue para todos, fue también para cada
uno en particular... Cristo se une a cada uno de los creyentes por medio de los
divinos misterios. A los que dio la vida, los alimenta por sí mismo y no se
desentiende en otro; así termina convenciéndote de que verdaderamente asume
tu propia carne.

No seamos pues indiferentes los que hemos sido favorecidos con tal amor y tan
extraordinario honor ¿No os habéis fijado nunca con que ansias los niños se
apoderan del seno de su madre y con qué avidez aplican a él sus labios?
Acerquémonos nosotros con el mismo ardor a esta mesa santa, a esta fuente de
donde brota una bebida espiritual; con más fuerza todavía que los niños,
atraigamos la gracia del Espíritu. Que nuestra única pena sea vernos privado de
este alimento divino”

“No es obra de poder humano lo que se nos pone delante. El que otrora hizo eso
en la última cena, ese mismo es el que lo sigue haciendo ahora. Nosotros
ocupamos el puesto de ministros suyos, más el que santifica y transforma la
ofrenda es El. Que no asista, pues, ningún Judas, ningún avaro. Si alguno no es
discípulo, retírese. Esta mesa sólo a los discípulos admite. Porque: Con mis
discípulos dice quiero celebrar la pascua. Esta mesa es la misma que aquélla y en
nada le es inferior. Porque no la prepara aquélla Cristo y ésta el hombre. No. Él
mismo prepara ésta y aquélla. Este es aquel cenáculo donde entonces estuvieron;
de aquí salieron al monte de los Olivos. Salgamos también nosotros a las manos
de los pobres. Porque éste es ahora el monte de los Olivos. Los olivos plantados
en la casa de Dios son la muchedumbre de los pobres. Ellos destilan el aceite que
nos ha de ser útil en la otra vida, aquel que tomaron consigo las vírgenes
prudentes y que, por no tomarlo las fatuas, perecieron. Tomémoslo y entremos, a
fin de salir con nuestras lámparas encendidas al encuentro del esposo. Salgamos
de esta vida bien provisto de este aceite. Nadie inhumano se acerque a la
Eucaristía, nadie cruel, nadie inmisericordioso, nadie absolutamente impuro.
(Homilías sobre San Mateo 82, 5)

“Del costado salió sangre y agua” (Jn 19, 34). No quiero, amado oyente, que
pases con indiferencia ante tan grande misterio… He dicho que esta agua y esta
sangre eran símbolo del bautismo y de la eucaristía. Pues bien con estos dos
sacramentos se edifica la Iglesia: con el agua de la regeneración y la Eucaristía,
que han brotado ambos del costado. Del costado de Jesús se formó, pues la
Iglesia, como del costado de Adán fue hecha Eva.

Por esta misma razón afirma San Pablo ‘Somos miembros de su cuerpo, formados
de sus huesos’ (Ef 5, 30), aludiendo con ello al costado de Cristo, pues del mismo
modo que Dios hizo la mujer del costado de Adán, de igual manera Jesucristo nos
dio el agua y la sangre salidas de su costado para edificar la Iglesia. Y de la
misma manera que entonces Dios tomó la costilla de Adán, mientras éste dormía,
así también no dio el agua y la sangre después que Cristo hubo muerto.

Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad con qué


alimento nos nutre. Con un mismo alimento hemos nacido y nos alimentamos. De
la misma manera que la mujer se siente impulsada por su misma naturaleza a
alimentar con su propia sangre y con su leche a quien ha dado a luz, así también
Cristo alimenta siempre con su sangre a aquellos a quienes él mismo ha hecho
renacer” (Catequesis bautismales VIII)

OFRENDA Y RECONCILIACIÓN CON EL HERMANO.

“Si ofreces tu ofrenda ante el altar y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo
contra ti, deja tu ofrenda delante del altar y marcha, reconcíliate primero con tu
hermano, y entonces ven y ofrece tu ofrenda (Mt 5, 23-24). ¡Oh bondad, oh amor
que sobrepuja todo razonamiento! El Señor menosprecia su propio honor a
trueque de salvar la cari dad; con lo que nos hace ver de paso que tampoco sus
anteriores amenazas procedían de desamor alguno para con nosotros ni de deseo
de castigo, sino de su mismo inmenso amor. ¿Qué puede, en efecto, darse más
blando que estas palabras? Interrúmpase dice mi propio servicio a fin de que se
salve tu caridad, porque también la reconciliación con tu hermano es un sacrificio»
(Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, 16,9).

 San Ambrosio De Milán (340-397)

“Tu alma dice: me acercaré al altar de mi Dios, al Dios que llena de alegría mi
juventud (Sal 42, 4). Te has despojado de la vejez de los pecados y te has
revestido de la juventud de la gracia. Esto te lo otorgaron los celestes
sacramentos. Escucha otra vez a David, que dice: se renovará tu juventud como la
del águila (Sal 102, 5). Te has convertido en un águila ágil que se lanza hacia el
cielo despreciando lo que es de la tierra. Las buenas águilas rodean el altar:
porque allí donde está el cuerpo, allí se congregan las águilas (Mt 24, 28). El altar
representa el cuerpo, y el cuerpo de Cristo está sobre el altar. Vosotros sois
águilas rejuvenecidas por la limpieza de las faltas.

Te has aproximado al altar, has fijado tu mirada sobre los sacramentos colocados
encima del altar, y te has sorprendido al ver que es cosa creada, y además, cosa
creada común y familiar.

(...) Quizá dices: este pan que me da a mí es un pan ordinario. Y no. Este pan es
pan antes de las palabras sacramentales; mas una vez que recibe la
consagración, de pan se cambia en la carne de Cristo. Vamos a probarlo. ¿Cómo
puede el que es pan ser cuerpo de Cristo? Y la consagración, ¿con qué palabras
se realiza y quién las dijo? Con las palabras que dijo el Señor Jesús. En efecto,
todo lo que se dice antes son palabras del sacerdote: alabanzas a Dios, oraciones
en las que se pide por el pueblo, por los reyes, por los demás hombres; pero en
cuanto llega el momento de confeccionar el sacramento venerable, ya el sacerdote
no habla con sus palabras sino que emplea las de Cristo. Luego es la palabra de
Cristo la que realiza este sacramento.

Observa cada detalle. Se dice: la víspera de su Pasión, tomó el pan en sus santas
manos. Antes de la consagración es pan; mas apenas se añaden las palabras de
Cristo, es el cuerpo de Cristo. Por último, escucha lo que dice: tomad y comed
todos de él, porque esto es mi cuerpo. Y antes de las palabras de Cristo, el cáliz
está lleno de vino y agua; pero en cuanto las palabras de Cristo han obrado, se
hace allí presente la sangre de Cristo, que redimió al pueblo. Ved, pues, de
cuántas maneras la palabra de Cristo es capaz de transformarlo todo. Pues si el
Señor Jesús, en persona, nos da testimonio de que recibimos su cuerpo y su
sangre, ¿acaso debemos dudar de la autoridad de su testimonio?
Luego no sin razón dices: amén, confesando ya en espíritu que recibes el cuerpo
de Cristo. Cuando te presentas a comulgar, el sacerdote te dice: el cuerpo de
Cristo. Y tú respondes: amén, es decir: así es en verdad. Lo que la lengua
confiesa, la convicción lo guarde. (Los sacramentos, IV, 5-9, 14, 21-25)

PREPARACIÓN

“Inspirándomelo el mismo Dios, os he aconsejado siempre que al llegar las


fiestas... os acerquéis al altar del Señor vestidos con la luz de la pureza,
resplandecientes con las limosnas, adornados con las oraciones, vigilias y ayunos,
como con valiosas joyas celestiales y espirituales, en paz no sólo con vuestros
amigos, sino también con vuestros enemigos, en una palabra, que os lleguéis al
altar con la conciencia libre y tranquila, y podáis recibir el cuerpo y la sangre de
Cristo, no para vuestro juicio, sino para vuestro remedio. Pero, cuando hablamos
de la limosna, no se conturben los necesitados, puesto que la pobreza cumple con
todos los preceptos, y la buena voluntad es juzgada y premiada como las obras".
El que socorre al necesitado del propio modo que desearía le socorriesen a él si
se encontrase en la misma necesidad' "ha cumplido con los preceptos del Antiguo
y del Nuevo Testamento y ha observado aquel precepto del Evangelio: Cuanto
quisiereis que os hagan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos,
porque ésta es la ley y los profetas (Mt. 7,12). Guíenos a esta ley de caridad
perfecta el piadoso Señor que oye y reina con el Padre y el Espíritu Santo por los
siglos de los siglos.”(De sancta Cuadragésima IX: PL 17, 676-678).

PERDON DE LOS PECADOS

“Cada vez que coméis este pan y bebéis el cáliz, anunciáis la muerte del
Señor” (1Co 11, 26). Si (nosotros anunciamos) la muerte, anunciamos el perdón
de los pecados. Si cuantas veces se derrama la sangre se derrama el perdón de
los pecados, debo recibirla siempre, para que siempre perdone mis pecados. Yo
que siempre peco, debo tener siempre la medicina” (De los Sacramentos 4, 28)

 San Jerónimo (345-419)

“Y dijo (Jesús) que se le diese de comer (a la niña resucitada). Te ruego, Señor,


que nos tomes la mano, también a nosotros que yacemos y no resucites del lecho
de nuestros pecados y nos hagas andar. Cuando andemos, manda que se nos dé
de comer: mientras yazcamos no podemos comer, si no estuviéramos de pie, no
podemos recibir el cuerpo de Cristo” (Sobre el Evangelio de San Marcos Cap. 5,
43)

“Tomó los cinco panes y los dos pececitos y levantando los ojos al cielo pronunció
la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos. Levanta los ojos al cielo
para enseñarnos a dirigir hacia allí nuestra mirada. Tomó en sus manos los cinco
panes y los dos pececitos, los partió y se los dio a sus discípulos. Cuando el Señor
parte los panes abundan los alimentos. En efecto, si hubieran permanecidos
enteros, si no hubieran sido cortados en trozos ni divididos en cosecha
multiplicada no hubieran podido alimentar a las gentes, los niños, las mujeres, a
una multitud tan grande. Por eso la Ley con los profetas es fraccionada en trozos y
son anunciados los misterios que contiene a fin de que lo que íntegro y en su
primer estado no alimentaba, dividido en partes alimente a la multitud de los
pueblos.” (Comentario sobre el Evangelio de San Mateo 14)

“Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: Siento compasión de esta multitud porque
hace tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero
despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino. Quiere alimentar a
los que sanó. Primero quita las debilidades luego les ofrece alimentos a los que
están sanos… Siento compasión, dice, de esta multitud porque hace tres días que
permanecen conmigo. Tiene compasión de la multitud porque ese número de tres
días era símbolo de su fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Y no tienen
qué comer. La multitud siempre tiene hambre y necesita alimentos sino es saciada
por el Señor. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el
camino. Tenían hambre después de esas grandes enfermedades y por la
paciencia esperaban los alimentos futuros. Jesús no quiere despedirlos en
ayunas, no sea que desfallezcan en el camino. Por tanto corre peligro el que se
apresura a llegar a la mansión deseada desprovisto del pan celestial. Por eso el
ángel dice a Elías: Levántate y come porque el camino es muy largo para ti (1 R
19,7).” (Comentario sobre el Evangelio de San Mateo Cap15, 32)

…Más aún; como la carne del Señor es verdadera comida y su sangre verdadera
bebida, anagógicamente, lo único bueno en la vida presente es esto, a saber: el
comer su carne y beber su sangre; no sólo en el misterio (Eucaristía), sino también
en la lectura de las Escrituras” (Comentario al Eclesiastés 3, 12)

…Y pensaron que mi yugo ligero era pesado; y bajé a ellos, dejando los reinos de
los cielos, para comer con ellos, habiendo tomado la forma de hombre, o les di la
comida de mi cuerpo; yo mismo, alimento y convidado… (Comentario a Oseas
libro 3, cap., 11, 4)
“La tierra ha dado su fruto” (sal. 66). La tierra, Santa María; de nuestra tierra, de
nuestra semilla, de este barro, de este limo, de Adán. Tierra eres y a la tierra irás
(Gn 3,19) Esta tierra ha dada su fruto: lo que perdió en el paraíso lo encontró en el
Hijo. La tierra ha dado su fruto. Primero dio la flor. Dice el Cantar de los
Cantares: Yo, flor del campo y lirio de los valles (Cant 2, 1). Pues esta flor se ha
hecho fruto para que nosotros lo comiésemos, para que comiésemos sus carnes.
¿Quieres saber qué es este fruto? Virgen de la Virgen, Señor de la esclava, Dios
del hombre, hijo de la Madre, fruto de la tierra. Ve lo que dice el fruto mismo: Si el
grano de trigo no cayere en la tierra y muriere, no puede llevar muchos frutos. La
tierra ha dado su fruto, dio el grano de trigo; el cual grano cayó en la tierra y murió
y por eso siendo uno, resucitó a muchos. Porque cayó el granos de trigo en la
tierra y resucitó una mies abundante. La tierra ha dado su fruto. Por eso ¡oh, Dios!
Alábenle los pueblos; alábenle los pueblos todos; la tierra ha dado su fruto” (Sobre
el salmo 66, 6)

· San Agustín (354-430)

COMUNIÓN CON LOS HERMANOS.

“Considerad, pues, hermanos; comed espiritualmente el pan celestial, llevad al


altar una conciencia pura. Los pecados aunque se cometan todos los días, pero
que no sean mortales. Antes de acercaos al altar, mirad lo que decís: ‘Perdónanos
nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores’. Perdona y
se te perdonará, acércate confiado; pan es, no veneno. Pero mira bien si
perdonas, porque si no perdonas mientes y mientes a aquel a quien no engañas.
A Dios puedes mentir, más no puedes engañarle” (Sobre el Evangelio de San
Juan Cap. 26, 11)

“Después de esto se dice: ‘La paz sea con vosotros’ y los cristiano se dan el santo
ósculo, que es signo de paz. Procurad que lo que dicen los labios exista en los
corazones”

CUERPO DE CRISTO

“Los fieles conocen el cuerpo de Cristo, si no se olvidan que son cuerpo de Cristo.
Háganse cuerpo de Cristo si quieren vivir del espíritu de Cristo. ¡Oh, sacramento
de misericordia! ¡Oh, símbolo de unidad! ¡Oh, vínculo de caridad! Quien quiera
vivir, aquí tiene donde vivir, tiene de donde vivir. Acérquese, cerca, forme parte de
este cuerpo para ser vivificado” (Sobre el Evangelio de San Juan 26, 13)

“El Apóstol dice: ‘Somos muchos, pero somos un solo pan y un solo cuerpo’. Así
explicó el Sacramento de la mesa del Señor; somos muchos, pero somos un solo
pan y un solo cuerpo. En este pan veis como habéis de amar la unidad… Recibid,
pues, de tal modo este sacramento que atendáis siempre a conservar la unidad en
vuestros corazones, a tener siempre levantados vuestros corazones al
cielo” (Sermón 227)

“Si queréis entender lo que es el cuerpo de Cristo, escuchad al apóstol, ved lo que
les dice a los fieles: ‘Vosotros sois el Cuerpo de Cristo y sus miembros’. Si pues,
vosotros sois el cuerpo y los miembros, lo que está sobre la santa mesa es un
símbolo de vosotros mismos y lo que recibís, es vuestro mismo emblema.
Vosotros mismos lo refrendáis así al responder: ‘Amén’. Se os dice: ‘He aquí el
cuerpo de Cristo y vosotros contestáis: ‘Amén, así es’. Sed pues miembros de
Cristo para responder con verdad: ‘amén’. (Sermón 272)

“Y ¿por qué bajo la apariencias de pan? No pongamos nada de nuestra cosecha,


dígalo el Apóstol; quien hablando acerca de este sacramento, escribe: ‘Aunque
muchos en número, somos un solo pan, un solo cuerpo’ (1Co. 10, 17). Entendedlo
y regocijaos ¡Oh, unidad! ¡Oh, verdad! ¡Oh, piedad! ¡Oh, caridad! Un solo pan
¿Qué pan es este? Un solo cuerpo… Y respecto al cáliz, aunque no lo dijo, lo dejo
entrever. Para formar esta apariencia sensible de pan se ha conglutinado,
mediante el agua y la harina de muchos granos, símbolo de lo que decía la
Escritura de los primeros fieles: “No tenían sino un solo corazón y una sola alma”;
así acaece con el vino. Recordad hermanos, cómo se hace. Muchos granos
cuelgan, formando un racimo; pero el licor de los granos se confunde en uno solo.
Tal es el modelo que nos ha dado Nuestro Señor Jesucristo; así es como quiso
unirnos a su persona y consagró sobre su mesa el misterio simbólico de la paz y
unión que debe reinar entre nosotros. (Sermón 272)

UNION CON CRISTO “El que come mi carne y bebe mi sangre, está en mí y yo
en él”. Esto es comer aquel manjar y beber aquella bebida, permanecer en Cristo
y tenerlo a Él permaneciendo en sí mismo. Y por esto el que no permanece en
Cristo y en quien Cristo no permanece, no come espiritualmente se carne ni bebe
su sangre, aunque material y visiblemente toque con sus diente el cuerpo y la
sangre de Cristo”

“La señal de que lo ha comido y bebido es esta: si él permanece en Cristo y Cristo


permanece en él, si habita en Cristo y Cristo en él y está unido para que no sea
abandonado”

“Teniendo, pues vida en Él, formáis un solo cuerpo con El, porque este
sacramento nos recuerda de tal modo el Cuerpo de Cristo, que nos une con El.
Esto es lo que según el apóstol, esta predicho en la Sagrada Escritura: ‘Serán dos
en una sola carne, este misterio es muy grande y yo lo entiendo de Cristo y de la
Iglesia’ (Ef. 5,32). (Sermón sobre los Sacramentos en el día de la Pascua)
TENER LEVANTADO EL CORAZÓN HACIA EL SEÑOR

«En cierto modo hacemos una pregunta y una exhortación al decir: Levantemos el
corazón. No lo tengáis en el suelo, el corazón se pudre al contacto con la tierra;
levantadlo hacia el cielo. Levantemos el corazón; pero ¿hacia dónde? ¿Cómo
respondéis? ¿Hacia dónde levantáis el corazón? Lo tenemos levantado hacia el
Señor. El mismo tener levantado el corazón, a veces es bueno, a veces es malo.
¿Cómo es malo? Es cosa mala en aquellos de quienes se dijo: Los derribaste
cuando se ensalzaron (Sal 72,18). Tener en alto el corazón, si no es hacia el
Señor, en vez de justicia es soberbia; por este motivo, cuando decimos:
Levantemos el corazón, dado que también la soberbia puede mantenerlo elevado,
respondéis: Lo tenemos levantado hacia el Señor. Es, pues, misericordia, no
orgullo. Y si es misericordia el que tengamos el corazón levantado hacia el Señor,
¿lo hemos conseguido nosotros? ¿Es resultado de nuestras fuerzas? De ningún
modo. El lo hizo, él quien tuvo esa bondad, él alargó su mano, él anticipó su
gracia, él elevó lo que estaba caído. En con secuencia, después de haber dicho:
Levantemos el corazón, y de haber respondido: Lo tenemos levantado hacia el
Señor, para que no os atribuyáis el tener en alto el corazón, añade: Demos gracias
al Señor, nuestro Dios» (Sermón, 229A).

 San Gaudencio de Brescia (+406)

“Jesús al dar el pan y el vino a sus discípulos dijo: Esto es mi cuerpo... esto es mi
sangre (Mt 26, 26-28). Fiémonos de aquel en quien hemos creído. La Verdad
desconoce el engaño...

La noche en que fue entregado para ser crucificado, Jesús nos dejó como
herencia de la nueva Alianza la prenda de su presencia. Es el viático de nuestra
peregrinación. Y será para nosotros alimento y fortaleza hasta el día en que
vayamos a él, al abandonar este mundo. Por eso decía el Señor: Si no coméis mi
carne y bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros (Jn 6, 53). El quiso dejar
entre nosotros el sacramento de su pasión. Y pan ello mandó a sus fieles
discípulos, los primeros sacerdotes que instituyó en su Iglesia, celebrar
continuamente estos misterios de vida eterna; orden que deben cumplir los
sacerdotes de todas las iglesias hasta el día en que venga de nuevo el Señor. De
este modo, todos nosotros, sacerdotes y pueblo fiel, tenemos cada día ante
nuestros ojos el ejemplo de la pasión de Cristo, lo tomamos en la mano y lo
llevamos a la boca y a nuestro pecho. No permitamos que se borre nunca el
recuerdo de nuestra redención y tomemos el dulce antídoto que nos protegerá
perpetuamente de la ponzoña del demonio, según la invitación del Espíritu
Santo: “Gustad y ved qué bueno es el Señor”
El pan está hecho de muchos granos de trigo, transformados en harina amasada
con agua y cocida en el horno. Así se ve en él con razón la figura del cuerpo de
Cristo. Pues sabemos que este cuerpo único está constituido por toda la
muchedumbre del género humano, soldado al fuego del Espíritu Santo… La
sangre de Cristo es un vino prensado en la prensa de la cruz, sacado de muchas
uvas de la viña plantada por el Señor, y fermentado en las ánforas que son los
corazones de los fieles que lo beben.

Recibamos con avidez religiosa este sacrificio pascual del Señor para que nos
libre del dominio del Faraón de Egipto, del demonio. Así, por nuestra fe en su
presencia será santificado lo más íntimo de nuestro ser. Y su inestimable fortaleza
habitará en nosotros por toda la eternidad” (Sermón II).

 San Gregorio Magno (540-640)

“Pero sólo el haber recibido los sacramentos de nuestro Redentor no basta para la
verdadera solemnidad del espíritu, a no ser que se unan a ellos también las
buenas obras. Porque ¿qué aprovecha recibir con la boca su cuerpo y sangre y
oponernos a Él con perversas costumbres? Por lo que bien se añade aún para la
comida: “Y panes ázimos con lechuga silvestre” (Ex 12, 8). Come, por cierto,
panes sin levadura el que ejecuta obras rectas sin la corrupción de la vanagloria,
el que pone por obra los mandamientos de la misericordia sin mezcla de pecado,
no sea que con perversidad destroce lo que parece administra con
rectitud.” (Sobre los Evangelios Hom. 22, 8)

“Pero es necesario que cuando hagamos esto (el sacrificio eucarístico) nos
inmolemos a nosotros mismos a Dios en contrición de corazón, porque los que
celebramos los misterio de la pasión del Señor debemos imitar lo que hacemos.
Pues entonces en verdad será para nosotros la oblación hecha a Dios, cuando
nos hiciéremos a nosotros mismos oblación.” (Diálogos Libro IV cap. 59)

 San Isidoro de Sevilla (560-636)

“Dicen algunos que, si no lo impide algún pecado, ha de recibirse la Eucaristía


diariamente, pues por mandato del Señor pedimos que se nos dé este pan cada
día, cuando decimos: ‘El pan nuestro de cada día, dánosle hoy’ (Mt. 6, 11). Lo
cual, en verdad, justamente afirman si lo reciben con reverencia, devoción y
humildad, y no lo hacen confiando en su santidad con presunción de soberbia. Por
lo demás, si hay tales pecados que a uno, como muerto, le aparten del altar, hay
que hacer antes penitencia y sólo así se ha de recibir entonces este saludable
medicamento. Pues quien comiere indignamente, se come y bebe su condenación
(1Co 11, 29). Y esto es recibir indignamente si alguien recibe en aquel tiempo en
que debe hacer penitencia.
Por lo demás, si no hay tan grandes pecados que uno sea juzgado merecedor
de ser apartado de la comunión, no se debe alejar de la medicina del cuerpo del
Señor, no sea que si se le prohíbe y ha de abstenerse largo tiempo, se separe del
cuerpo de Cristo…Quien cesó de ya de pecar, no deje de comulgar.” (Oficios
eclesiásticos Libro I, cap. 18, 7-8)

 San Máximo Confesor

“La participación en la vida divina

“Concedió la vida divina haciéndose él mismo alimento, de un modo que sólo


conoce él y quienes han recibido de él tal sensibilidad de la inteligencia, de
manera que, por la degustación de este alimento, saben, por conocimiento
verdadero que "el Señor es bueno"; el cual, mezcla, para divinizarlos, a quienes
comen de él, con una cualidad divina, de manera que es llamado, con toda
claridad, pan de vida y de potencia. (Interpretación del Padre Nuestro)

“Porque Cristo, que ha vencido el mundo, nos guiará en el combate, y nos armará
con las leyes de los mandamientos y, conforme a estas leyes, con la remoción de
las pasiones; y unirá, mediante el amor, a la naturaleza humana consigo misma.
Y, siendo Él pan de vida, de sabiduría, de conocimiento y de justicia, moverá
nuestro apetito insaciablemente hacia Él y, por la realización de la voluntad del
Padre, nos hará semejantes a los ángeles en su adoración, manifestando por
nuestra conducta, y mediante una buena imitación, la beatitud celeste.

Y de allí nos guiará luego al supremo ascenso a las realidades divinas, al Padre
de las luces, haciéndonos partícipes de la divina naturaleza, por la participación
por gracia del Espíritu Santo, por la cual recibiremos el título de hijos de Dios,
portando íntegramente al autor todo de esta misma gracia e Hijo del Padre por
naturaleza, sin circunscribirlo ni mancharlo; de quien, por quien y en quien
tenemos y tendremos el ser, el movimiento y la vida.

 San Andrés de Creta (660-740)

…¡Oh, Madre de Dios! Tu vientre se hizo mesa santa que contiene el pan celeste,
del cual quienquiera que come no muere, como lo dijo el que alimenta a
todo…” (Canon para la fiesta en medio de Pentecostés)

 San Juan Damasceno (+749)

“Así, pues, si la palabra de Dios es viva y eficaz (Hb. 4, 12) y el Señor hizo lo que
quiso (sal 134, 6), dijo: Hágase la luz y la luz se hizo; ‘Hágase el firmamento y el
firmamento fue hecho; si por la palabra del Señor se fundaron lo cielos y por el
espíritu de su boca toda su fuerza de ellos (Sal 32), si el cielo y la tierra, el agua y
el fuego, y el aire y todo el orden de ellos y aún el hombre, ser vivo nobilísimo,
fueron hecho por la palabra de Dios; si el mismo Dios, el Verbo, por su propia
voluntad se hizo hombre y tomó carne de sangre purísima e incontaminada de la
siempre Virgen, sin intervención de varón ¿no podrá hacer al pan cuerpo suyo y al
vino y al agua sangre suya?...Dijo Dios: Este es mi cuerpo y esta es mi sangre y
Haced esto en memoria mía; y en virtud de este mandato suyo omnipotente se
realiza esto hasta que él venga… Y si se emplean pan y vino, es porque Dios
conoce muy bien la debilidad humana que rechaza ordinariamente lo que no le es
familiar por la costumbre, por lo cual, usando de su acostumbrada
condescendencia, realiza las cosas que están sobre la naturaleza por medio de
las ordinarias en la naturaleza… así ya que los hombres suelen comer pan y beber
agua y vino, unió a ellos su Divinidad, e hizo a estas cosas su cuerpo y su sangre
para que por medio de las cosas ordinarias y naturales lleguemos a las que están
sobre la naturaleza.

“El cuerpo está verdaderamente unido a la Divinidad, el cuerpo de aquel


que nació de la Virgen santa, no porque el cuerpo que ascendió a los cielos, baje
del cielo, sino porque el mismo pan y el vino se cambian en el cuerpo y sangre de
Dios. Si preguntas la manera como se realiza esto, conténtate con oír que se
realiza por medio del Espíritu Santo, del mismo modo que el Señor, por medio del
Espíritu Santo, tomó carne para sí y en sí de la Santa Madre de Dios; y no
podemos saber nada más sino que la palabra de Dios es verdadera y eficaz y
omnipotente, pero la manera de realizarse no es posible conocerla.” (Sobre la fe
ortodoxa Libro 4, cap. 13)

“No han participado los ángeles ni han sido hechos consortes de la naturaleza
divina, mas los hombres participan y son hechos consortes de la naturaleza divina,
a saber, todos aquellos que reciben el santo cuerpo de Cristo y beben su sangre,
pues que cuerpo y sangre están unidos hipostáticamente a la Divinidad y dos
naturalezas están hipostáticamente unidos, sin separación, en el cuerpo de Cristo
que nosotros recibimos… Ciertamente que nuestra naturaleza es algo inferior a los
ángeles por la muerte y por la mole del cuerpo, más por la benevolencia y por la
unión de Dios se ha hecho superior a los ángeles” (Sermón 3, 26)

 Santo Tomás de Aquino (1225-1274)

“Los inmensos beneficios concedidos por el Señor al pueblo cristiano elevan a


éste a una dignidad inestimable. En efecto, no hay ni ha habido nunca una nación
que tenga a sus dioses tan cerca de si como nuestro Dios lo está de nos otros (cf.
Dt 4, 7). El Hijo único de Dios, en su propósito de hacernos participantes de su
divinidad, asumió nuestra naturaleza y se hizo hombre para divinizar a los
hombres. Todo lo que tomó de nosotros lo puso al servicio de nuestra salvación.
Porque para nuestra reconciliación, ofreció su cuerpo a Dios Padre sobre el altar
de la cruz; derramó su sangre como rescate para rescatamos de nuestra condición
de es clavos y purificarnos de todos nuestros pecados por el baño de la
regeneración.

Para que permaneciese entre nosotros el continuo recuerdo de tan gran beneficio,
dejó a los creyentes su cuerpo como alimento y su sangre como bebida bajo las
especies de pan y de vino. ¡Admirable y magnífico festín que nos trae la salvación
y contiene la dulzura en plenitud! ¿Es posible encontrar algo más preciado que
esta comida en la que se sirve no carne de terneros ni de machos cabrios, sino a
Cristo verdadero Dios? ¡Sacramento maravilloso donde el pan y el vino se
cambian sustancialmente en el cuerpo y la sangre de Cristo, de tal modo que
Cristo, Dios y hombre perfecto, está contenido bajo las humildes especies del pan
y del vino!

No existe verdaderamente nada más útil para nuestra salvación que este
sacramento en que se purifican los peca dos, aumentan las virtudes y se
encuentra la abundancia de todos los carismas espirituales. Se ofrece en la Iglesia
en provecho de todos, vivos y muertos, porque fue instituido para la salvación de
todos los hombres.

Nadie es capaz de expresar como conviene el sabor de este sacramento cuya


dulzura espiritual se gusta en la misma fuente. En él se celebra el memorial del
amor inconmensurable que Cristo manifestó en su Pasión.

Jesús quiso que la Inmensidad de este amor quedase grabada en lo más profundo
del corazón de los creyentes. Por eso en la última Cena, después de celebrar la
Pascua con sus discípulos, y a punto de pasar de este mundo al Padre, Instituyó
este sacramento como memorial perpetuo de su Pasión, como realización de las
antiguas figuras, como el mayor milagro que había hecho y el mayor consuelo
para aquellos que dejaría tristes con su ausencia.” (Lecciones para la fiesta del
Cuerpo de Cristo
FUNDAMENTACION TEOLOGICA

 ¿QUÉ CELEBRAMOS EN LA EUCARISTÍA?

En cada Eucaristía celebramos el misterio del amor entregado, donado, servido,


partido y compartido. El amor en su máxima expresión: La entrega hasta la
muerte, hacemos memoria de que Jesús se entregó completamente, sin
reservarse nada, no hay mayor señal de amorque dar la propia vida, Jesús da su
vida y más que su vida: así mismo enteramente coloca toda su realidad divina al
servicio de este don.

Su amor queda multiplicado y se da en cada Eucaristía, cada pan eucarístico es


símbolo y concreción del amor de Dios manifestado en la entrega generosa y total
de Cristo.

El pan y el vino de la Eucaristía expresan el amor de Dios que se quiso quedar


con nosotros para siempre

En cada Eucaristía se hace presente el milagro de amor de la ultima cena de,


cada Eucaristía tiene que ser el motor que impulse nuestra vida para destruir el
egoísmo de nuestras vidas, no se puede participar de la eucaristía y continuar la
vida en paz, en tranquilidad si la Eucaristía es el sacramento de nuestra fe,
entonces estamos en la obligación que la vida sea a la altura de la fe que
proclamamos en este sacramento. (Mensaje del Corpus Chisti, por los Misioneros
Claretianos)

 EUCARISTÍA SIGNO ESCATOLÓGICO


Víctor Codina sj

2.1 Importancia de las comidas de Jesús, comidas con los discípulos, con
pecadores, multiplicación de los panes, la última cena y las comidas del
Resucitado. De ahí se deduce que, como afirma Juan Pablo II, el aspecto más
evidente de las eucaristías es el del banquete. El sentido pleno del simbolismo
eucarístico nace de la idea de comida, de convite, de banquete. No es
simplemente el pan, sino el pan partido, repartido y compartido. No es
simplemente el vino, sino la copa de vino compartida entre los comensales
reunidos en torno a la mesa.

3.1 Iglesia y eucaristía. Una serie de teólogos han resaltado la dimensión eclesial
de la eucaristía, aspecto no tan presente en la tradición del segundo milenio,
cuando la Iglesia es vista como “cuerpo místico” (de Cristo) y la eucaristía como
“cuerpo verdadero de Cristo”, mientras que hasta el comienzo de la edad media
“cuerpo místico” significaba la eucaristía, y la Iglesia era el “verdadero cuerpo de
Cristo”. Otros teólogos han reafirmado que el fin último de la eucaristía es
constituir el cuerpo eclesial de Cristo, de modo que se puede afirmar que
siguiendo la mentalidad patrística “la Iglesia hace la eucaristía, la eucaristía hace
la Iglesia”, afirmación retomada por la encíclica de Juan Pablo II, Ecclesia de
eucharistía (2003)

Desde el punto de vista bíblico se resalta la dimensión escatológica del banquete


que Yahvé prepara para los últimos días (Is 25,6-9) y la dimensión escatológica
presente en los relatos de la institución, singularmente en Lucas, donde se
menciona que Jesús no volverá a beber del fruto de la vid hasta que venga el
Reino de Dios (Lc 22,15-18). En cada eucaristía se anuncia la muerte del Señor
hasta que venga (1 Cor 11,26), como se recoge luego en la aclamación litúrgica
después de la consagración: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu
resurrección, ven Señor Jesús”. Esta aclamación se inspira en el final del
Apocalipsis: ¡Ven Señor Jesús! (Apoc 22,20), que en la Didajé mantiene su
expresión aramea Maranatha.

Vaticano II también relaciona la eucaristía con la liturgia celestial de la Jerusalén


hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, donde Cristo está sentado en el
tabernáculo verdadero (SC 8). La Eucaristía es el alimento
que el Señor nos ha dejado para el camino y una prenda de la esperanza eterna
(LG 35; 48,50, 51 GS 28; cf 22, 39, 45).

Esta dimensión escatológica de la Eucaristía no solo es profunda sino que


fundamenta otros aspectos de la eucaristía. En realidad la presencia de Cristo en
la eucaristía es la presencia del Señor Resucitado, por lo cual la eucaristía ya no
es solo memorial de la pasión de Cristo sino de la resurrección y ascensión al cielo
y anticipación de su segunda venida.

Reflexión:

La Eucaristía es celebración en ella recordamos la vida del señor, su muerte y


su resurrección, el al instituirla dijo hagan esto en memoria mía como no
acercarnos a alimentarnos de su cuerpo, si el nos dice coman todos de el, es
memorial y la iglesia la seguirá celebrando hasta su segunda venida.

 Mediaciones sobre la Pasión de Jesucristo San Alfonso


María de Ligorio

Capitulo III la última cena de Jesús con sus discípulos

Sabiendo Jesús, dice San Juan que había llegado su hora de su tránsito de este
mundo al padre, como hubiese amado a los suyos que tenía en el mundo, los amo
hasta el final. Sabiendo nuestro amantísimo Salvador que se acercaba el tiempo
de su muerte, en el cual había que abandonar este nuestro destierro y habiendo
amado a los hombres con entrañable amor, quiso dejarnos al final de su vida la
mayor prenda de amor que podía. Sentado a la mesa, he inflamado de amor su
corazón, se vuelve a sus discípulos y les dice: con deseo he deseado comer con
ustedes esta pascua.

Dirigiéndose a sus apóstoles y a la vez a todos los hombres, les dijo: “Saben
amados hijos que durante todo el curso de mi vida he estado sus pirando por
celebrar con ustedes esta cena, porque al terminarla voy a sacrificarme por
vuestra salvación.

Capitulo IV Institución del Santísimo Sacramento

Mientras estaban cenando tomo Jesús el pan, y lo bendijo y partió y entrego a sus
discípulos diciendo: tomen y coman; este es mi cuerpo. Después del lavatorio de
los pies, acto de tan grande humildad, que Jesucristo recomendó a sus discípulos,
volvió a tomar sus vestidos y sentándose de nuevo a la mesa, quiso dar a los
hombres la última prueba de amor de su corazón: fue la institución del santísimo
sacramento del altar. Tomo el pan, lo consagro y partiéndolo entre sus discípulos,
les, dijo: Tomen y coman, éste es mi cuerpo. Luego les recomendó que cada vez
que comieran aquel pan se acordasen de la muerte que iban a padecer por su
amor, recomendación que interpreta San Pablo diciendo: todas las veces que
comiereis este pan y bebiereis este cáliz, anunciareis la muerte del señor.

Reflexión:

Jesús quiso darnos a todos la última prueba de su amor antes de morir en la cruz:
fue la institución de la eucaristía, tomando el pan y el vino en sus manos, los
bendijo y los repartió a sus discípulos como prueba de su amor, Jesús te has
quedado como alimento para nuestras almas, para llenarnos de fortaleza, en aquel
momento fueron los discípulos los primeros en alimentarse de tu cuerpo, tenían
que estar fuertes para soportar el dolor, el sufrimiento de tu pasión, has pensado
en tus hijos, no nos dejase solos te has quedado con nosotros en la Eucaristía,
cada vez que recibimos tu cuerpo, mi corazón y mi cuerpo se estremecen al saber
que es el momento en el que me uno a ti, transformas mi interior y lo llenas de
amor cada vez que entras en mí.

La Eucaristía es amor, es alegría, es unión, es conversión, es fiesta porque en ese


pedacito de pan te encuentras oculto. Como no amarte, Señor si cada vez que te
recibo, recuerdo la muestra de tu amor, me das tu cuerpo para fortalecer mi alma.

Como no amarte si te entregaste por mí y te quedaste en la Eucaristía, para


adorarte.

Él me ha escogido y lo descubro en este texto:

Él nos ha escogido (Jn 15,16), desde su corazón compadecido por los gritos del
pueblo, como a moisés (Ex 3) o por las densas oscuridades del pueblo del quien
ira por mí del Isaías (Is 6,8).

Jesús Eucaristía tantas veces tú me has invitado a participar de tu banquete, a


alimentarme de tu cuerpo hace que muera a mis gustos y pasiones a fin de que
viva únicamente para agradarte y complacerte. Jesús mío, solo en vos quiero
poner todos los afectos de mi corazón; ayúdame a serte fiel (San Alfonso María de
Ligorio)

 Libro: Que sabes de …

Jesús de Nazaret. Rafael Aguirre, Carmen Bernabé, Carlos Gil

La ultima cena como un gesto simbólico de sentido

Los textos que recogen la ultima cena de Jesús son los cuatro evangelios, 1 Cor
11.

Sin embargo, no todos ellos narraron lo mismo; el gesto y las palabras sobre el
pan y el vino solo son testimonios y los sinópticos (Mc 14, 22-25; Mt 26-29; Lc
22,15-20) y por Pablo (1Cor 11, 23-26) por su parte, Juan 13 presenta la última
cena con un gesto central diferente: el lavatorio de los pies, aunque es cierto que
alude al tema del pan-cuerpo de Jesús en un contexto diferente (Jn6)

Un gesto simbólico que Jesús realiza con el pan y el vino en el curso de una cena
de despedida con los suyos.

Jesús, a lo largo de su vida pública, había utilizado el ámbito del banquete para
expresar la ceremonia inclusiva y sentido a su muerte, que dados los
acontecimientos, intuye cercana. Los elementos que le sirven para hacer el gesto
simbólico son en este caso, los habituales en las comidas solemnes: el pan y la
copa de vino y algunas palabras alusivas. El gesto del pan lleva unas palabras
explicativas, toma su sentido del pan y simboliza el cuerpo de Jesús, todo su ser,
su vida que ha sido vivida en servicio del reino de Dios y el ser humano y cuya
muerte se encarna de la misma forma; la copa, por su parte, lleva el dicho
escatológico que explica el sentido del vino dado a beber.

Las palabras sobre la copa en paralelo con las del pan, son una reflexión
pospascual sobre el sentido de la muerte de Jesús hecha desde la fe comunitaria
para la celebración actual.

ALIMENTARNOS DE JESÚS - José Antonio Pagola

Según el relato de Juan, una vez más los judíos, incapaces de ir más allá de lo
físico y material, interrumpen a Jesús, escandalizados por el lenguaje agresivo
que emplea: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús no retira su
afirmación sino que da a sus palabras un contenido más profundo.

El núcleo de su exposición nos permite adentrarnos en la experiencia que vivían


las primeras comunidades cristianas al celebrar la eucaristía. Según Jesús, los
discípulos no solo han de creer en él, sino que han de alimentarse y nutrir su vida
de su misma persona. La Eucaristía es una experiencia central en sus seguidores
de Jesús.

Las palabras que siguen no hacen sino destacar su carácter fundamental e


indispensable: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida".
Si los discípulos no se alimentan de él, podrán hacer y decir muchas cosas, pero
no han de olvidar sus palabras: "No tenéis vida en vosotros".
Para tener vida dentro de nosotros necesitamos alimentarnos de Jesús, nutrirnos
de su aliento vital, interiorizar sus actitudes y sus criterios de vida. Este es el
secreto y la fuerza de la eucaristía. Solo lo conocen aquellos que comulgan con él
y se alimentan de su pasión por el Padre y de su amor a sus hijos.

El lenguaje de Jesús es de gran fuerza expresiva. A quien sabe alimentarse de él,


le hace esta promesa: "Ese habita en mí y yo en él". Quien se nutre de la
eucaristía experimenta que su relación con Jesús no es algo externo. Jesús no es
un modelo de vida que imitamos desde fuera. Alimenta nuestra vida desde dentro.

Esta experiencia de "habitar" en Jesús y dejar que Jesús "habite" en nosotros


puede transformar de raíz nuestra fe. Ese intercambio mutuo, esta comunión
estrecha, difícil de expresar con palabras, constituye la verdadera relación del
discípulo con Jesús. Esto es seguirle sostenidos por su fuerza vital.

La vida que Jesús transmite a sus discípulos en la Eucaristía es la que él mismo


recibe del Padre que es Fuente inagotable de vida plena. Una vida que no se
extingue con nuestra muerte biológica. Por eso se atreve Jesús a hacer esta
promesa a los suyos: "El que come este pan vivirá para siempre".

Sin duda, el signo más grave de la crisis de la fe cristiana entre nosotros es el


abandono tan generalizado de la Eucaristía dominical. Para quien ama a Jesús es
doloroso observar cómo la Eucaristía va perdiendo su poder de atracción. Pero es
más doloroso aún ver que desde la Iglesia asistimos a este hecho sin atrevernos a
reaccionar. ¿Por qué?

HACER MEMORIA DE JESÚS - JOSE ANTONIO PAGOLA

FIESTA DEL CORPUS CHRISTI

Comieron todos.

Al narrar la última Cena de Jesús con sus discípulos, las primeras generaciones
cristianas recordaban el deseo expresado de manera solemne por su Maestro:
“Haced esto en memoria mía”. Así lo recogen el evangelista Lucas y Pablo, el
evangelizador de los gentiles.
Desde su origen, la Cena del Señor ha sido celebrada por los cristianos para
hacer memoria de Jesús, actualizar su presencia viva en medio de nosotros y
alimentar nuestra fe en él, en su mensaje y en su vida entregada por nosotros
hasta la muerte.

Recordemos cuatro momentos significativos en la estructura actual de la misa. Los


hemos de vivir desde dentro y en comunidad:

La escucha del Evangelio. Hacemos memoria de Jesús cuando escuchamos en


los evangelios el relato de su vida y su mensaje. Los evangelios han sido escritos,
precisamente, para guardar el recuerdo de Jesús alimentando así la fe y el
seguimiento de sus discípulos.
Del relato evangélico no aprendemos doctrina sino, sobre todo, la manera de ser y
de actuar de Jesús, que ha de inspirar y modelar nuestra vida. Por eso, lo hemos
de escuchar en actitud de discípulos que quieren aprender a pensar, sentir, amar y
vivir como él.

La memoria de la Cena. Hacemos memoria de la acción salvadora de Jesús


escuchando con fe sus palabras: "Esto es mi cuerpo. Vedme en estos trozos de
pan entregándome por vosotros hasta la muerte... Éste es el cáliz de mi sangre.
La he derramado para el perdón de vuestros pecados. Así me recordaréis
siempre. Os he amado hasta el extremo".
En este momento confesamos nuestra fe en Jesucristo haciendo una síntesis del
misterio de nuestra salvación: "Anunciamos tu muerte, proclamamos tu
resurrección. Ven, Señor Jesús". Nos sentimos salvados por Cristo nuestro Señor.

La oración de Jesús. Antes de comulgar, pronunciamos la oración que nos


enseñó Jesús. Primero, nos identificamos con los tres grandes deseos que llevaba
en su corazón: el respeto absoluto a Dios, la venida de su reino de justicia y el
cumplimiento de su voluntad de Padre. Luego, con sus cuatro peticiones al Padre:
pan para todos, perdón y misericordia, superación de la tentación y liberación de
todo mal.
La comunión con Jesús. Nos acercamos como pobres, con la mano tendida;
tomamos el Pan de la vida; comulgamos haciendo un acto de fe; acogemos en
silencio a Jesús en nuestro corazón y en nuestra vida: "Señor, quiero comulgar
contigo, seguir tus pasos, vivir animado con tu espíritu y colaborar en tu proyecto
de hacer un mundo más humano".

LA CENA DEL SEÑOR UNA DESPEDIDA INOLVIDABLE JOSE ANTONO


PAGOLA
Celebrar la Eucaristía es revivir la última cena que Jesús celebró con sus
discípulos y discípulas la víspera de su ejecución. Ninguna explicación teológica,
ninguna ordenación litúrgica, ninguna devoción interesada nos ha de alejar de la
intención original de Jesús. ¿Cómo diseño él aquella cena? ¿Qué es lo que quería
dejar grabado para siempre en sus discípulos? ¿Por qué y para qué debían seguir
reviviendo una vez y otra vez aquella despedida inolvidable?

Antes que nada, Jesús quería contagiarles su esperanza indestructible en el reino


de Dios. Su muerte era inminente; aquella cena era la última. Pero un día se
sentaría a la mesa con una copa en sus manos para beber juntos un “vino nuevo”.
Nada ni nadie podrá impedir ese banquete final del Padre con sus hijos e hijas.
Celebrar la Eucaristía es reavivar la esperanza: disfrutar desde ahora con esa
fiesta que nos espera con Jesús junto al Padre.

Jesús quería, además, prepararlos para aquel duro golpe de su ejecución. No han
de hundirse en la tristeza. La muerte no romperá la amistad que los une. La
comunión no quedará rota. Celebrando aquella cena podrán alimentarse de su
recuerdo, su presencia y su espíritu. Celebrar la Eucaristía es alimentar nuestra
adhesión a Jesús, vivir en contacto con él, seguir unidos.

Jesús quiso que los suyos nunca olvidaran lo que había sido su vida: una entrega
total al proyecto de Dios. Se lo dijo mientras les distribuía un trozo de pan a cada
uno: “Esto es mi cuerpo; recordadme así: entregándome por vosotros hasta el final
para haceros llegar la bendición de Dios”. Celebrar la Eucaristía es comulgar con
Jesús para vivir cada día de manera más entregada, trabajando por un mundo
más humano.

Jesús quería que los suyos se sintieran una comunidad. A los discípulos les tuvo
que sorprender lo que Jesús hizo al final de la cena. En vez de beber cada uno de
su copa, como era costumbre, Jesús les invitó a todos a beber de una sola: ¡la
suya! Todos compartirían la “copa de salvación” bendecida por Él. En ella veía
Jesús algo nuevo: “Ésta es la nueva alianza en mi sangre”. Celebrar la Eucaristía
es alimentar el vínculo que nos une entre nosotros y con Jesús.

REFLEXION

Jesús se ha quedado por amor a nosotros en la Eucaristía, para que nuestra alma
encuentre consuelo y fuerza en ella, es una gracia poder alimentarnos de su
cuerpo, él se queda con nosotros fortaleciendo nuestro ser entero, mi carne es
verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida, quien se alimenta de mí se
queda con migo y yo con él, nos lo dice Jesús como no alimentarnos de su cuerpo
si nutre nuestro espíritu, Jesús sabía que sus discípulos necesitarían un alimento
que les diera fuerza, fortaleciera en los momentos difíciles que pasarían después
de su partida, él pensó en todo y nos deja su cuerpo como alimento y nos dice mi
cuerpo es verdadera comida, quien viene a mi vivirá para siempre y lo que la
Eucaristía hace en nosotros es darnos fuerzas, fortaleza para caminar en la senda
de su Reino y como sus discípulos ir por el mundo anunciando su evangelio de
amo a todos los que lo necesitan

 ‘’EN ESPIRITU Y EN VERDAD” INTRODUCCION TEOLOGICA A LA


LITURGIA JUAN LOPEZ MARTIN

PRESENCIA DE CRISTO EN LA EUCARISTIA

La constitución Sacrosantum Conciliom y todos los documentos que le han


precedido y seguido en esta materia reafirman la preeminencia de la presencia
sacramental Eucarística. En realidad, este misterio de fe es aceptado en cuanto al
hecho por los mismos reformadores, como puede verse en los acuerdos
ecuménicos y en modo alguno ha sido puesto en duda por los que formularon las
distintas hipótesis para explicar cómo se produce esta presencia.

Otra cosa es, precisamente, intentar esta explicación al margen de la doctrina


tradicional de la Iglesia de Trento, la transustanciación para poner de manifiesto la
peculiaridad de la presencia Eucarística. La Encíclica Mysterium Fidei ha sido
suficientemente explicita al respecto.

SC7 afirma la presencia de Cristo “en el sacrificio de la misa, sea en la persona


del misterio’’, ofreciéndose ahora por misterio de los sacerdotes el mismo que
entonces ofreció en la cruz, sea sobretodo bajo la especies Eucarísticas.

El texto repite prácticamente las palabras del Mediator Dei, salvo en la cita de
Trento, la Encíclica Misterio Fidei detalla aún más esta presencia, a la que califica
de ‘’modo más sublime’’ ‘’presencia real por antonomia’’, al tratarse de una
presencia substancial.

SC7 refuerza su afirmación con un’’ sobre todo’’, que equivale de hecho a las
expresiones de la Misterio Fidei. Por tanto y como recuerda esta encíclica, la
presencia Eucarística no solo no excluye los restantes modos de presencia, sino
que es de alguna manera inseparable de ellos.
La presencia Eucarística, desde luego, representa el modo más eminente y es la
cumbre de todos los demás, porque en ella se hace presente Cristo, Dios y
hombre, todo e íntegro.

La Eucaristía es el cuerpo y la sangre de Cristo como confirma la Iglesia y


demuestra el culto de adoración que la liturgia realiza en el Santísimo Sacramento

 LA EUCARISTÍA SACRAMENTO DEL MISTERIO PASCUAL

Canto acabamos de decir obre la eucaristía como actualización cuantas veces se


celebre. De la ofrenda sacrificial de Jesús, nos invita a detenernos un poca más en
la dimensión pascual del misterio Eucarístico. La Eucaristía, como sacrificio,
presencia y banquete, es llamada con toda propiedad pascua de la Iglesia y
pascua cristiana. El concilio Vaticano II ha querido recordarlo expresamente al
comienzo del capítulo dedicado al Sacrosanto Misterio de la Eucaristía: Nuestro
salvador en la última cena, la noche en que le traicionaban, instituyo el Sacrificio
Eucarístico de su cuerpo y su sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos
hasta su vuelta en sacrificio de la cruz y a confiar a su esposa la iglesia, el
memorial de su muerte y resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad,
vinculo de caridad, banqueta pascual en el cual se cómo a Cristo, el alma de llena
de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera ( SC7)

UNIVERSIDAD PONTIFICIA COMILLAS MADRID

Facultad de Teología Departamento de Teología Moral y Praxis Cristiana

EL PENSAMIENTO TEOLOGICO-PASTORAL EN LAS HOMILIAS DE


MONSEÑOR ROMERO

EUCARISTIA

Cuerpo roto y sangre derramada El pueblo ultrajado y asesinado hace presente el


sacrificio de Jesucristo en la cruz, cuerpo roto y sangre derramada. Son cuerpos,
personas, cuya presencia vital se ha quitado violentamente por los poderosos. Son
los torturados y asesinados. Son sangre derramada, vida acabada. El pueblo es
un pueblo crucificado, y monseñor Romero une el sufrimiento del pueblo al
sufrimiento de Cristo: Yo quisiera reunir, en este homenaje de nuestra fe, a la
presencia del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, derramada por nosotros, tanta
sangre y el amontonamiento de cadáveres masacrados aquí en nuestra patria, y
en el mundo entero. Sin duda que Cristo la recoge cada vez que se realiza este
misterio.

En la eucaristía se hacen presentes, se hacen memoria, todas las víctimas que


mueren a manos de asesinos idólatras. Ellas se unen al Cristo "marcado con las
señales de la tortura, de la injusticia, del asesinato".

En ellas está la esperanza de la resurrección, pero de una resurrección que no


evade el horror y la repugnancia de la cruz. Es preferible no sufrir una muerte
violenta, aunque la muerte violenta por causa de la justicia siempre conlleva la
prenda de la resurrección. Así que "la muerte no es fin; la muerte es abrirse a esta
puerta de eternidad". Y la eucaristía, en su dimensión sacrificial, significa la prenda
de resurrección para este pueblo torturado y matado

Homilías, 8 abril 1977, vol I-II, 19 546 Homilías, 11 marzo 1979, vol VI, 199

Homilías, 17 junio 1979, vol VI, 397

Homilías, 17 junio 1979, vol VI, 397

Matar al pueblo es matar a Cristo. Lo que se hace al pueblo se hace al Cristo


eucarístico. Y lo que se hace al Cristo eucarístico se hace al pueblo. "Parece como
si la divina esposa de Cristo, la santa Iglesia, concretándose en esta diócesis de
San Salvador, se arrodillara reverente para recoger con cariño, entre lágrimas,
unas hostias pisoteadas en Aguilares".

Cuando la fuerza armada pisotea al pueblo, pisotea a Cristo "que da su Cuerpo y


su Sangre para la vida del mundo".

"Si la eucaristía es presencia del amor misericordioso que en Cristo redime al


mundo, el pecado es - y cuando digo pecado quiero comprender toda esa
situación de crimen, violencia, de asesinato, de injusticia, todo eso - ausencia de
Dios".

La presencia eucarística denuncia la ausencia de Dios en pecados mortales


cometidos contra el pueblo

Abusos contra la eucaristía dentro de la Iglesia


Desgraciadamente, dentro de la Iglesia se cometen pecados contra la eucaristía.
Esto ocurre, por ejemplo, cuando la eucaristía "se busca egoístamente como si
Dios fuera un mozo de la familia".

De costumbre, el mayordomo, el encargado de arreglar el asunto de la misa y de


la festividad secular procede de una de las familias económicamente más
cómodas del pueblo. Y, muchas veces, por su posición y estatus de mayordomo,
se considera a sí mismo como dueño de la misa de fiesta. Igual que sus
antepasados, a él le toca encargar al sacerdote, pagándole lo que se solicite. De
ahí que suele hacer colectas preparativas de casa en casa, llevando como
estímulo monetario la imagen cuya fiesta se celebra. Tras haber recaudado estos
fondos el mayordomo procede a recoger "entradas" a los que vienen de los
cantones, caseríos, y pueblos vecinos. Con este "pisto" (dinero), el

Mayordomo compra unos cohetes (que se encienden durante la misa o durante la

Procesión), paga a los músicos visitantes, y proporciona a los visitas un pedazo de


pan dulce (pastel) y un poco de fresco (agua azucarada, empolvada
artificialmente). Nadie se atreve a

se considera a sí mismo como dueño de la misa de fiesta. Igual que sus


antepasados, a él le toca encargar al sacerdote, pagándole lo que se solicite. De
ahí que suele hacer colectas preparativas de casa en casa, llevando como
estímulo monetario la imagen cuya fiesta se celebra. Tras haber recaudado estos
fondos el mayordomo procede a recoger "entradas" a los que vienen de los
cantones, caseríos, y pueblos vecinos. Con este "pisto" (dinero), el

Mayordomo compra unos cohetes (que se encienden durante la misa o durante la

Procesión), paga a los músicos visitantes, y proporciona a los visitas un pedazo de


pan dulce (pastel) y un poco de fresco (agua azucarada, empolvada
artificialmente). Nadie se atreve a

Homilías, 12 junio 1977, vol I-II, 86

Homilías, 20 marzo 1977, vol I-II, 7

Homilías, 30 junio 1979, vol VII, 34


MONSEÑOR OSCAR ARNULFO ROMERO SU PENSAMIENTO VOL VII

EL VALOR DIVINO DE LA EUCARISTÍA

Sí, ante todo, aquí estamos proclamando la grandeza divina de nuestra eucaristía.
La eucaristía -la misa, el santísimo sacramento- el Concilio la llama ‘’meta y fuente
de toda la vida cristiana’’. Con toda seguridad se dice que la Iglesia se hace en la
eucaristía. La eucaristía, cuando se concelebra como ahora con todos los
sacerdotes, expresa maravillosamente la unidad del único sacrificio que cada misa
representa. No multiplicamos el sacrificio de Cristo cuando celebramos la misa,
sino que lo hacemos presente en las circunstancias en que aquella misa se
celebra. Pero cuando todos los sacerdotes convergen hacia un solo altar, el signo
es elocuente de que la misa no es más que un solo sacrificio, el de Cristo nuestro
Señor. Es la presencia del amor de Dios que en Cristo se hace redención,
misericordia, perdón, fuerza liberadora de los pueblos.

Por eso queremos felicitar y animar a los queridos sacerdotes que ya hacen un
esfuerzo pastoral por darle a la misa su verdadero valor divino. Sabemos que hay
parroquias donde ya se va quitando esa multiplicación de misas por fines
particulares y se va teniendo, por ejemplo, una sola misa por los difuntos de
aquella tarde, por aquel novenario. Porque yo creo, hermanos, que esta
concelebración, al animar esta idea grandiosa del Cristo que nos dejó como un
memorial de su pasión y de su muerte, la eucaristía, para que la veneráramos,
para que pusiéramos en ella toda nuestra confianza, la hemos desprestigiado. Y
una misa única viene a devolverle el valor que tiene la misa.

Hay muchos pecados contra la misa, contra la eucaristía. El primero de ellos es


esa ausencia de Dios. Si la eucaristía es presencia del amor misericordioso que
en Cristo redime al mundo, el pecado es y cuando digo pecado quiero comprender
toda esa situación de crimen, de violencia, de asesinato, de injusticia, todo eso-
ausencia de Dios. No llegaremos al extremo de decir que no se debe celebrar la
eucaristía mientras esté entronizado el pecado en el mundo, porque gracias a
Dios, aún en aquel ambiente de paganismo y de profanación, la pequeña
comunidad cristiana era el germen de esperanza y de redención. La misa se debe
celebrar como una presencia de luz que comienza a disipar la densidad de tantas
tinieblas. Yo creo, entonces, que un pueblo que se llama cristiano y ha entronizado
el pecado no merece la misa. Y que si la misa tiene que ser luz de redención en
los pueblos, tiene que ahuyentar el pecado. El signo de hoy, la misa ausente en
muchos pueblos en la Arquidiócesis, quiere ser eso: una denuncia contra la
ausencia que los hombres provocan a ese Dios del amor que quiere estar con
nosotros y que nosotros rechazamos por las actitudes violentas e injustas.

También la presencia de la eucaristía en el mundo es ya una luz de aquella


redención que nos habla San Pablo, de esta naturaleza que gime bajo el pecado.
La injusticia, el desorden, el atropello, ha hecho que la creación de Dios ¡tan bella!
que él vio que era buena, los hombres la colocáramos bajo las cadenas del
pecado. Ella gime esperando con dolores de parto la hora de un mundo nuevo, de
una creación que vuelva a ser la maravillosa residencia de Dios con los hombres.
La ausencia de misa en la diócesis quiere también ser esto. La presencia de la
única misa en la Catedral quiere ser como la antorcha que ilumina las
comunidades cristianas para que sepan sentir la belleza de sus misas bien
conscientes, bien celebradas, sentidas como un impulso de santidad y de
redención para nosotros y para los demás.

Otro pecado contra la eucaristía es el uso de la eucaristía. Esta presencia única de


la misa en la Catedral denuncia los múltiples abusos que aún dentro de nuestra
Iglesia hacemos a la santa eucaristía. Ya sea por egoísmo, cuando se trata de
someterla a las comodidades de la gente: mi misa, que esté acomodada a mis
comodidades; la misa buscada egoístamente como si Dios fuera un mozo de la
familia o del sector donde se quiere una misa muy apropiada a las conveniencias
de ese capricho egoísta. Ya sea también la misa que se somete a la idolatría del
dinero y del poder, cuando se usa para cohonestar situaciones pecaminosas,
cuando se usa la misa como para congraciar al pueblo de que no hay diferencias
con la Iglesia, y lo que menos importa es la misa, lo que más importa es salir en
los periódicos, hacer prevalecer una conveniencia meramente política. ¡Cuánto
hemos profanado la misa en este sentido de usarla! La misa no se debe usar. La
misa es la luz que le da luz, iluminación a todas las actividades de los hombres, y
los hombres son los que tienen que someterse con amor y agradecimiento; con
adoración y humildad al gesto divino de Cristo, que quiere multiplicar la presencia
de su sacrificio en medio de nosotros.

También se prostituye la misa dentro de nuestra Iglesia cuando se celebra por


codicia. Cuando hemos hecho de la misa un comercio. Parece mentira que se
multipliquen las misas sólo por ganar dinero. Se parece al gesto de Judas
vendiendo al Señor, y bien merecía que el Señor tomara nuevamente el látigo del
templo para decir: ‘’Mi casa es casa de oración y ustedes la han hecho cueva de
ladrones’’. La misa quiere recuperar en esta única misa toda su grandeza y quiere
decirle al Señor de la eucaristía: ‘’Perdona, Señor, porque nos han quitado un
sacerdote que podía celebrar y multiplicar su presencia de amor en la tierra’’.
Sintamos, entonces, como cuando hay ausencia de un bien, lo que vale ese bien.
No juguemos con la eucaristía. Démosle a nuestra misa parroquial, de la
comunidad, de nuestro sector, toda la importancia de ir a compartir el amor con el
Señor y con nuestros hermanos. Vayamos a misa a hacer la Iglesia, a crear la
comunidad como quería el padre Palacios, que siempre celebró con un sentido
comunitario su eucaristía y jamás dejó que la misa se profanara por estos fines
inconfesables que acabo de denunciar.

MONSEÑOR OSCAR ARNULFO ROMERO SU PENSAMIENTO VOL VI

LA EUCARISTÍA, PRESENCIA VIVA Y VIVIFICANTE DE CRISTO EN LA


HISTORIA, HOMILÍA DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO 17 DE JUNIO
DE 1979

Resumen del dogma eucarístico: Presencia real, viva y vivificante

¿Qué celebramos en el Corpus? Celebramos el dogma de los católicos, esa fe


que nos ha traído a la Misa del domingo. Ojalá todos avivemos cada día más esa
fe que en el momento en que, frente a la asamblea cristiana reunida en la Catedral
o en la humilde ermita o en el cantón, el sacerdote dice las palabras que hemos
oído hoy en el evangelio: «Tomad y comed, esto es mi cuerpo, ésta es la sangre
de la alianza que se derrama para perdón de los pecados» y la levanta en alto y el
pueblo -ya sea de pie como señal de respeto, ya sea de rodillas como señal de
adoración- reconoce que ante sus ojos está realmente en el signo del pan y del
vino, verdadera, real y substancialmente presente el cuerpo y la sangre del Señor.
Y es una presencia viva y vivificante.

Sacrificio, comunión, culto

Tiene dos aspectos la presencia de Cristo en la Eucaristía. El primer aspecto:


Presencia como víctima, como sacrificio; todo el sacrificio de Cristo en la cruz se
hace actual, presente en cada misa que se celebra. El segundo aspecto es: Como
comunión, el alimento que Cristo nos da es amor, es un mismo pan; como en la
familia la mamá parte, aunque sea pobre, el mismo pan para repartirlo a los niños,
a los hijos y así se siente en torno de la mesa la unidad de la familia; el altar que
es lugar de holocausto, es también mesa del hogar. El altar de la Catedral y de
cualquier templo que lo homenajeamos tanto, lo adornamos de flores, lo
incensamos, lo vestimos de manteles lujosos -cuanto más, mejor- es porque
representa a Cristo, pero Cristo se hace presente en el momento de la Misa, en la
hostia y en el cáliz. Es víctima recogiendo el sacrificio de todos los hombres para
ofrecerlo a Dios; y es comunión, llamando al amor de todos a formar una sola
familia: La familia de Dios que se alimenta con la carne y la sangre del Cordero
celestial, el pan que bajó del cielo.

LA EUCARISTÍA, PRESENCIA VIVA Y VIVIFICANTE DE CRISTO EN LA


HISTORIA

Ésta es la Eucaristía, una presencia viva y activa, vivificante de Cristo en persona


aquí en la historia. El principal presente en esta Misa es Cristo en el altar y cada
vez que venimos a Misa es a él a quien venimos a oír, a seguir y a amar.

1. La Eucaristía, plenitud y cumplimiento de las alianzas antiguas.

2. La Eucaristía, principio y signo del Reino de Dios entre los hombres.

3. La Eucaristía, inspiración y fuerza de nuestra esperanza escatológica,


esperanza del más allá que ya está presente aquí en nuestro corazón por la
esperanza y esa esperanza la anima Cristo presente en nuestra historia.

MYSTERIUM LIBERATIONIS CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE LA


TEOLOGIA DE LA LIBERACION IGNACIO ELLACURIA- JON SOBRINO- UCA
EDITORES

Los sacramentos Víctor Codina

2. Eucaristía

Este sacramento ha sido estudiado desde la Reforma con una perspectiva


apologética antiprotestante. Los tratados clásicos de eucaristía han sido tratados
sobre la presencia real, el sacrificio y la comunión sacramental. El Vaticano II ha
dado a la eucaristía una orientación comunitaria (SC 10; PO 6), redescubriendo la
eclesialidad de la eucaristía, propia del primer milenio, que se resume en el
aforismo «la eucaristía hace la Iglesia, la Iglesia hace la eucaristía» (H. de Lubac).
La teología de la liberación, lejos de negar esta adquisición, profundiza en ella. El
símbolo eucarístico primigenio es el compartir fraterno de una misma comida y
bebida. En la Biblia la imagen del banquete es la que mejor expresa la utopía del
reino. En los evangelios las comidas y banquetes simbolizan el reino tanto en las
parábolas (Mt 8, 11; 22, 1-4; 25, 1-13), como en los milagros (multiplicación de
panes a gente hambrienta, Me 6, 34-44; Me 8, 1-10) y en las acciones simbólicas
de Jesús al comer con pecadores y marginados (Me 2, 16; Le 15, 2; Mt 11, 19).
Las comidas del Resucitado (Le 24, 13-35; Le 24, 41-43; Jn 21, 12-13) simbolizan
también la novedad del reino de vida inaugurado por la resurrección. En el centro
de estas comidas está la última cena de Jesús, donde en un ambiente de
despedida y de clara referencia a la mesa del reino (Mt 26. 29; Me 14, 25; Le 22,
15-18; 1 Cor 11, 26) el Señor nos dejó su cuerpo y su sangre como el alimento del
reino. En la eucaristía no sólo comulgamos con Jesús, sino con su proyecto del
reino, no sólo se edifica la Iglesia, sino que se anticipa el banquete del reino. Por
esto la eucaristía es inseparable del amor y del servicio fraterno, como Juan
testifica, al transmitirnos el gesto simbólico del lavatorio de los pies (Jn 13). Por
esto mismo una eucaristía sin compartir real, como sucedió en Corinto, “no es la
cena del Señor” (1 Cor 11, 21).

La eucaristía no puede olvidar el contexto pascual de la cena del señor, de la


pascua judía, fiesta de la liberación de Egipto, y sobre todo de la pascua de Jesús,
asesinado por su predicación del reino y por denunciar el anti-reino. El don del
Resucitado debe convertirse en semilla de una nueva tierra y nuevos cielos, no
sólo litúrgica sino históricamente (GS 38-39). La eucaristía no es simplemente
celebración de las pequeñas victorias históricas, sino prenda de la liberación final
y plena del reino de Dios. Por esto, además de memorial subversivo (J.B. Metz),
es fuente de esperanza y comienzo de transfiguración. El pan y el vino se
transforman en pan y vino del reino, inicio de la utopía final. Y Jesús, mediador
escatológico del reino, se hace presente con su fuerza transformadora. La
epíclesis no se limita a la transformación de los dones, ni de la comunidad, sino de
toda la historia en el cuerpo del Señor. La teología de la liberación ha reflexionado
sobre las eucaristías de los primeros misioneros y obispos de América latina,
sobre las eucaristías de las comunidades eclesiales de base y sobre las
eucaristías de monseñor Romero8. De nuevo, la lex orandi ilumina la lex credendi.

 CELEBRANDO LA CENA DEL SEÑOR

SIGNIFICADO DE LA EUCARISTÍA
Del libro Teología para Comunidades de José María Castillo.

La eucaristía es el sacramento de la vida compartida, es decir, es el símbolo que


expresa y produce la solidaridad con la vida que llevó Jesús; y la solidaridad entre
los creyentes que participan del mismo sacramento.

Este significado se deduce de los textos eucarísticos del Nuevo Testamento, que
coinciden todos ellos en dos cosas:
La eucaristía es un hecho comunitario, es decir, no hay un solo texto en el que la
eucaristía aparezca como un gesto individual, realizado por un individuo y para un
individuo, sino que siempre se trata de algo que es compartido por un grupo.

La eucaristía es una comida, y por cierto una comida compartida; lo que significa
que no es una “cosa” santa y sagrada, sino una “acción” que lógicamente
comporta un determinado simbolismo

El hecho de que Jesús instituyera la eucaristía en una comida (la cena de


despedida), nos remite a una práctica de Jesús y sus discípulos.

El evangelio de Lucas nos ha conservado unas palabras, que atribuye al propio


Jesús y que indican lo que la comunidad cristiana pensaba al respecto:

”Cuando des un banquete invita a los pobres, a los lisiados, cojos y ciegos; y
dichoso tú entonces porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los
justos”.

El verdadero sentido teológico de la comida compartida está en que se trata de


compartir la vida y solidarizarse con los pobres y desamparados de este mundo.

La eucaristía es el símbolo que consagra el compromiso de compartir la misma


vida que llevó Jesús; y también la misma vida entre los participantes. Con una
especial referencia a compartir esa vida con los más pobres y desgraciados de
este mundo.

La comida es fuente de vida, es lo que mantiene y fortalece nuestra vida. Por


consiguiente, compartir la misma comida es compartir la misma vida.

La eucaristía es la identificación con la vida de Jesús: hacer lo que él hizo y vivir


como él vivió. http://www.feadulta.com/anterior/lit-LECTURAS-EUCARISTIA.htm
 LA EUCARISTIA EN LA ASUNCIÓN EN LA REGLA DE VIDA

PROLOGO:

 Le siguen cada día buscando únicamente su amor a través de una vida


austera, en un desprendimiento gozoso. Consagradas por los votos y
reunidas en comunidad fraterna por su presencia, adoran y comparten un
mismo pan, su cuerpo entregado.

CASTIDAD NUMERAL 9

 La Eucaristía sella la alianza entre Dios y su pueblo. Viviendo desde ahora


como hermanos y hermanas en Cristo, los que han escogido el celibato son
testigos del mundo futuro. En la tradición, la Eucaristía, la virginidad y el
martirio están estrechamente vinculados: es la ofrenda total de uno mismo
expresada por el don del cuerpo. Cada día las hermanas reciben alimento y
fuerza en la comunión con el cuerpo de Cristo.

LA VIDA DE COMUNIDAD NUMERAL 52

 La Eucaristía es fuente y signo de unidad por ella se construyen día tras día
la Iglesia y nuestras comunidades. En la celebración diaria de la Eucaristía,
las hermanas proclaman la victoria definitiva del amor sobre la muerte, el
odio y la indiferencia. Este misterio es para ellas fuente de una poderosa
energía apostólica.

El hijo, entregado por todos, les comunica la verdadera comprensión del amor. La
práctica de la caridad en sus vidas es la traducción concreta de esta misteriosa
realidad.

VIDA DE ORACION EN LA CITA BÍBLICA Y EN EL NUMERAL 65

 “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la


fracción del pan y a las oraciones, alababan a Dios y gozaban de la
simpatía de todo el pueblo” ( Hch 2, 42. 47a)
 La Eucaristía, que construye la iglesia y es la cima de toda acción litúrgica,
es el centro de la vida de las Religiosas de la Asunción. Sacramento de la
nueva alianza, es el signo eficaz del amor supremo de Dios y la respuesta
del hombre. Cada vez que las hermanas reciben la palabra y el pan
participan en la Pascua de Cristo. Tienen que transformarse en lo que
reciben, aprendiendo día tras día a no vivir ya para sí misma sino para
Aquel que por ellas murió y resucitó. Enraizadas en las realidades
terrestres, las ofrecen al Padre, para que el Hijo hecho carne consagre y
transfigure toda la creación según su vocación profunda.

LA VIDA APOSTÓLICA NUMERAL 81

 A través de la Eucaristía, la vida de los miembros de la comunidad cristiana,


asumida en la ofrenda de Cristo, se dilata en entrega y en amor hacia
todos, por la celebración de la Eucaristía su vida se hace ofrenda y pan
compartido para el mundo.

MARIA EUGENIA Y LA EUCARISTIA

Pensamientos de María Eugenia beber en las fuentes

 El cuerpo de Jesucristo y su sangre preciosa que nos son entregados en la


Eucaristía nos dan fuerza para ser testigos suyos.(Instr 08.04.1882)
 La Eucaristía es esperanza de una vida siempre nueva
 En la última cena Jesús se da como alimento, para permanecer con
nosotros, porque iba a entregarse a la muerte(Instr. 08.041882)
 Jesús se entrega a nosotros en el Santísimo Sacramento; procuremos
rodearlo de una mor y un continuo respeto, imitando las actitudes de María
(N.239/01)

PARTAGE AUTEUIL MARIA EUGENIA Y EL MISTERIO PASCUAL


RETIRO DE 1878

Para María Eugenia y es muy del siglo XIX, la presencia eucarística de Cristo, es
interpretada como una Kenosis, un anonadamiento, y no es falso, pero pienso que
no es la primera intención del misterio de la eucaristía.

Otra vez un vuelta: “Nazaret, de la cual, María con el Santo Niño Jesús en sus
brazos o cuidando de sus necesidades hasta los 30 años”… “la Pasión, en la
Santa Misa primeo Jesús ofreciéndose por nuestros pecados como en el jardín de
los olivos”.

Tenéis en este retiro de 1878 el principio de los ejercicios. Fundamento-pecado-


reino y después partiendo de la Encarnación, se queda en los relatos de la
Infancia y pasa a la Eucaristía y desde la Eucaristía pasa por la pasión.

Después, meditación de la pasión “esta víctima es al que está expuesta en el


altar, reparar, amar, adorar”

Hay un vínculo muy fuerte entre la interpretación de la cruz y la interpretación de la


eucaristía. Las dos interpretaciones son de víctima. Señala que la meditación del
Reino no la emociona mucho, pero no hay nada sobre la vida pública. 4 días sobre
la infancia; después el Santo Sacramento y la pasión. Nada sobre la resurrección.

He aquí un volver típico “Creo que, después de haberos dado a mí por vuestra
encarnación y la Santa eucaristía, me habéis justificado por vuestra Cruz y vuestra
sangre” Aquí las insistencias de María Eugenia: Encarnación- Eucaristía-Cruz y
Sangre.

MARIA EUGENIA EL JUEVES SANTO

Llego Jesús a la víspera de su pasión. Había venido al mundo para ser redentor y
a pesar de que uno solo de sus actos hubiese sido suficiente para expiar todo y
salvarlo todo, es sobre todo por su pasión y por su cruz que nos ha sido dada la
salvación: per passionem et crucem, como dicen las oraciones de la iglesia. Yo
veía a nuestros Señor preparándose tan humildemente, con un amor tan entero y
tan puro, hacer hecho hostia de expiación y de paz que esta visión me calaba al
alma. Lo que me llamaba la atención y me impresionaba es el don que yo vi que
Jesús hacía de su ser para ser siempre y no solamente en la cruz, hostia ante
Dios para los hombres. Me parecía que hacia el don de su persona absolutamente
para aceptar el derecho de todos y de cada uno, de pertenecerles.
El cumplimiento de este don se encontraba en la Santa Eucaristía, Jesús me
mostro su amor como un océano, me hiso sentir algo del ardor que ponía en
hacerle desbordar y a colocarse más allá de su poder en un estado donde seria
para cada uno como su víctima para expiarle, no para disminuir ni el don ni el
amor.

Tuve visión del amor de Jesús en la Eucaristía y la visión de su corazón tal cuál
era por la mañana del jueves santo. Era todo amor para todos, hasta para la última
de sus criaturas

INSTITUCION DE LA EUCARISTIA (1867)

Me concentraba en el misterio del día con gran recogimiento. Veía a Jesús todo
amor, el amor infinito, eterno de Dios, es su humanidad y en esta fuente eterna
brotara de su corazón, inundando toda la tierra, todos los siglos y cubriendo de
amor cada ser individual, como agua de un océano que se desborda cubriría cada
objeto por donde pasa… y visto de esa manera, el amor de Jesús en la institución
de este misterio tenía algo de tan conmovedor. Era por parte de Él la entrada en
relaciones con cada criatura hasta el fin de los tiempos.

Él se colaba allí por ella, él sabía que ella aria uso de Él y se entregaba a ella con
un amor tan divino sin tomar en cuanta nada de lo que en ella podía detener su
amor: sus pecados, sus miserias, sus ingratitudes. El todo lo veía pero única
mente miraba su necesidad de su pobre criatura y su propio y magnifico amor que
se gozaba en desbordar y hacer una que solo el amor podía nivelar, es toda para
el don.

Y Jesús la hizo precisamente en la noche en que fue traicionado como para


enseñar que nada, nada podía impedirle de hacerla. El opuso el don más grande
que nos hace a la ingratitud más cruel y en el momento en que se cometía. Vi ese
amor infinito que llenaba a Jesús y que se oponía al odio de los hombres, un
sufrimiento infinito en su pobre humanidad y un amor infinito que progresaba
según sus propias leyes sin ser disminuido por todo lo que encontraba de
doloroso y de ingrato.

Nos ha amado pecadores y nuestros males no hicieron sino conmoverle más que
nuestras necesidades... Pero esa marcha de Jesús de amor en amor, con una real
e independiente libertad, como si no encontrare en su camino nada capaz de
detenerle en el momento en que los hombres amontonaba sus crímenes y le
trataban con tal cruel desprecio, una ingratitud tan negra me emocionaba más de
lo que puedo decir. Los hombres iban de odio en odio, Jesús de amor en amor.me
hizo sentir que participaba en Él en ese estado de amor.
Él fue para mí ese amor para ser y hacerme una víctima de amor... era como si
fuera la única cosa que debía Mi corazón era de amor para con todo. Era como si
fuera la única cosa que debía subsistir de todo lo que me hace sufrir.

Jesús dijo: yo soy ese amor en ti, un amor real que camina como Dios: grandiens
in multitudine fortitunis suae. El camina por su propia fuerza y no depende de lo
que encuentra. Siente lastima y dolor si encontraba ingratitud, pero es siempre el
amor:popule meus quid feci tibi aut in quo contristavi te: responde mihi.

Las grandes aguas no le apagan, porque es el amor infinito, su fuente es Dios.


Persigo a los hombres hasta el extremo; es una lucha, una batalla que dura toda
su vida para arrebatárselas a satanás y acepto no conseguir más que su fin si es
que puedo conseguirlo. Jamás les abandono, ellos son los que pierden al darme
tan poco mientras viven; pero yo les quiero tanto y tan humildemente que no me
indigno contra ellos hasta el punto de reusarles lo que quieren recibir de mí
aunque sea una gota de agua en comparación con lo que yo quería darles. Sufrí
toda mi vida por las almas sin ver más salida que el calvario y he dicho: Quae
utilitas in sanguine meo. Del lado de mi padre nada se perdido; fue glorificado y
amada por aquellos que no le amaban; la ofensa del hombre fue reparada por mi
cruel sufrimiento, y mi amor, derramado como agua, ha merecido inmensamente.
Acaso triunfe de las almas por la violencia, yo que tenía el poder. Ellas también lo
tienen, hasta cierto punto y pueden hacer uso del mismo para resistirme. Yo las he
comprado y redimido al dar lo que ellas negaban.

6 DIA (PAG 210)

LA ÚLTIMA CENA

Durante la misa me ofrecí como se ofrece el pan. Comprendí que el pan es


escogido para esto, para ser ofrecido, para perder su vida propia y para ser
transformado; más que transformado, su sustancia ha de cambiarse en Jesucristo.

Vi que el pan una vez que ha sido escogido, se deja ofrecer en el Altar de Dios,
por los ministros de Dios entregándose a todas las consecuencias de su ablación.

Comprendí que Jesús me ha escogido como un pan y sus ministros me han de


ofrecer, disponiendo de mí. Y yo me abandone como el pan sobre el altar. Sentí
como un peso que aplastaba mi naturaleza independiente porque sabía que esta
oblación me colocaría en J.C. solo J. C. que sufre. Vi que para esto, Él iba a
apoderarse de mí y me haría su prisionera y el amor me obligo a desearlo.
Llego el momento de la elevación y el pan

TEXTOS FUNDACIONALES RELIGIOSAS DE LA ASUNCION

LOS SACRAMENTOS

 La Eucaristía alimentara su alma con el pan de los ángeles, con la misma


sustancia de Jesucristo, porque convertido en hijo de Dios, necesita un
alimento divino, para desarrollar esa vida (pág. 60)

 5 de mayo de 1878 El espíritu de la Asunción – IX

Devoción al santísimo sacramento

Adhesión a la Santa Sede.

Respeto a la palabra de Dios

Deben preguntarse donde encontramos a Jesucristo; porque Jesucristo no es una


persona que ha venido al mundo solo en un tiempo limitado. Aun después de
haber subido al cielo, no nos ha privado de su presencia, ¿Dónde pues debe
buscarle el alma, que trata de conocerle y que quiere servirle? Lo habéis dicho
antes que yo; es primeramente en el Santísimo Sacramento del altar;
consecuentemente comprenderéis por que la devoción al Santísimo Sacramento
es una característica tan especial del espíritu de la Asunción, porque pasamos
tantas horas, tantos momentos como podemos, al pie del sagrario: es porque ahí
está aquel a quien amamos, Aquél a quien queremos pertenecer.

Ahí está misteriosamente, escondido, lleno de gracia y como modelo de todas las
virtudes. Seria largo entrar en detalles; quisiera solamente mostraros el vínculo por
el cual la adoración al santísimo sacramento se relaciona con nuestro espíritu.
Podría decir que en el culto al santísimo sacramento, es donde nuestro espíritu
alcanza su plenitud; puesto que ver a Jesucristo en la Eucaristía es una
consecuencia de la necesidad que tenemos de conocerle, de servirle y de amarle
perfectamente.

Así pues, encontrareis a Nuestro Señor Jesucristo primeramente en el Santísimo


Sacramento, y esta debe ser nuestra primera devoción. También lo encontrareis
en la Iglesia, y debéis tener hacia ella un amor ardiente que os sostendrá en la
oración y en las obras de celo.

 ESPÍRITU DE LA ASUNCIÓN: DEVOCIÓN AL SANTÍSIMO


SACRAMENTO- FIDELIDAD A LA SANTA SEDE- RESPETO A LA
PALABRA DE DIOS MAYO, 5- 1878

Tenemos que preguntarnos donde encontramos a Jesucristo; porque Jesucristo


no es una persona que haya venido solo por poco tiempo. Incluso al subir al cielo,
no nos ha privado de su presencia.

¿Dónde pues, tiene que buscarle el alma que le ama, que trata de conocerle y
que quiere servirle? Ya lo han dicho antes que yo

Potrebbero piacerti anche