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El Silabario de San Miguel

Cecilia Durán Mena

El mundo se divide irremediablemente en dos partes: los que saben y los que no saben leer. No
hay una división más contundente y terrible. Saber leer y escribir significa interpretar los signos
que le dan forma y significado a las ideas; es contar con las claves necesarias para ir
desentrañando los misteriosos símbolos de la escritura. El que no tiene dominio de la lecto-
escritura padece una especie de discapacidad por la que es seriamente marginado. La buena
noticia es que a diferencia de otras, esta discapacidad es reversible y tiene remedio. Se puede
aprender a leer y escribir.

Según datos de la UNESCO hay más de setecientos noventa y tres millones de personas en
el mundo no saben leer y escribir. El problema es grave pero fácil de resolver. La solución es
económica y relativamente sencilla de implementar. También es muy antigua, data de la época
colonial, se trata del método de silabarios.

Los silabarios son métodos de enseñanza de lectura del español muy populares. Son
pasquines con textos destinados a la enseñanza inicial de la lectura. Se basan en la presentación
de palabras sencillas descompuestas en sonidos articulados que constituyen un sólo núcleo fónico,
es decir, sílabas.

La técnica de los viejos silabarios proviene de los esfuerzos de la Iglesia Católica por
enseñar a leer a los alumnos de sus escuelas. También se conocieron como cartillas. En sus
ejemplos se vinculaba el aprendizaje del lenguaje escrito y la enseñanza cristiana. La enseñanza se
basaba en la memorización del alfabeto y en una serie de repeticiones fonéticas, seguidas de
largas sesiones de lectura en voz alta. El sistema, aunque arcaico, probó ser efectivo.

La publicación de los silabarios era objeto de mucha vigilancia y supervisión. No cualquiera


podía imprimir estas cartillas ya que contenían mensajes religiosos que se debían cuidar en forma
pulcra. La responsabilidad de publicar los silabarios era de las congregaciones religiosas que
debían contar con la cédula de aprobación del obispado correspondiente. El primer silabario
hispanoamericano nació fue publicado por una serie de editores que lo imprimieron entre los
siglos XVI y XVIII.

Los maestros enseñaban a los alumnos a que identificaran los signos y símbolos del
silabario. Por ejemplo, Jesús y Cruz y la que sigue es… o Por-la-se-ñal-de-la-San-ta-Cruz… En
general, las portadas se adornaban con representaciones de Jesús niño, o de la Virgen María en
cualquiera de sus advocaciones. El más famoso, y que aún se usa en varios países
latinoamericanos, es el Silabario de San Miguel, un cuadernillo que presenta motivos religiosos y
las sílabas para enseñar a leer. Los ejercicios de escritura se inician después de comenzado el
aprendizaje de la lectura, pues se considera poco pertinente que sean simultáneos.
El Silabario de San Miguel es un pequeño folleto de ocho hojas, impreso en rústico papel
revolución. Es un folletín muy barato que se puede encontrar en las papelerías más sencillas y que
ha conservado un formato similar desde su primera edición. El la caratula aparece la figura del
Arcángel San Miguel luchando contra satanás, azotándolo y confinándolo a las llamas del infierno.
Ahí, donde debe confinarse al demonio del analfabetismo.

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