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2.

1 La mirada
Una de las condiciones más importantes para entablar una relación de
comunicación entre dos o más personas consiste en mirar directamente a los
ojos. Es su libro “La comunicación no verbal”, la autora Flora Davis señala que
las mirada tiene que ver con el agrado o desagrado entre las partes, y que
desviar la mirada, puede significar falta de veracidad (DAVIS; 1983:91 ss.)
Al exponer un tema o iniciar una conversación resulta muy serio tomar en cuenta a
todos y cada uno de los que nos escuchan; la mirada es fundamental para trabar
contacto con la audiencia. El mirarlos directamente a los ojos representa un mínimo de
respeto por quienes acuden a escucharnos. En la medida que se incremente la
distancia física entre orador y auditorio, se recomienda dirigir la mirada
alternativamente a toda la audiencia, hacia cada persona o sección a donde se
encuentre un grupo de receptores

2 La modulación
Cuando las personas hablan en un solo tono (monotonía) pueden provocar
tedio entre el auditorio, no importando que mantengan un nivel medio o alto en
el volumen de su voz; un tono bajo tiende adormecer al auditorio, mientras que
mantener un nivel alto de volumen de voz puede provocar fastidio y hasta enojo
entre los presentes.
Es necesario señalar que modular no significa gritar, sino controlar el volumen
de la voz a satisfacción nuestra, generando un impacto emocional entre el
auditorio que nos escucha. Al igual que una sinfonía – como la 5ª del genio
alemán Ludwig Von Beethoven - , en las intervenciones orales dispondremos
de “movimientos” en los que repentinamente hablaremos con mayor o menor
elevación de voz, procurando llegar mas profundo en la mente y el sentimiento
de cada persona que nos escucha. El arte para este particular aspecto de la
modulación, consiste en saber emplear oportunamente los niveles adecuados
de voz para cada palabra, frase o párrafo de nuestro tema, especialmente
cuando el discurso es de naturaleza escrita.
2.3 La mímica
Seguramente que muchos de los lectores de este trabajo habrán presenciado
alguna vez una actuación de los llamados “mimos” que, con su talento corporal
y sin hablar, logran introducirnos en su mundo de imágenes invisibles, haciendo
que sus mensajes sean aceptados por su auditorio. De igual manera podemos
recordar al gran actor ingles Charles Chaplin, quien demostró con maestría su
gran capacidad para usar la mímica en diversas películas.

Desde nuestro nacimiento aprendemos a mover las manos y a gesticular, pues


tenemos a nuestro alrededor una verdadera escuela subconsciente a donde
tenemos a imitar los movimientos de otros. En la medida que observamos a
nuestros padres, familiares, y otras personas, logramos captar ese lenguaje del
cuerpo que acompaña a las palabras. Naturalmente que habría variaciones en
las formas de expresión de cada uno, de tal manera que se les puede
encontrar mayor o menor expresividad en las manos, brazos, cabeza, y el
cuerpo entero.
El uso del espejo de cuerpo entero es un valioso auxiliar para establecer un
diagnóstico de nuestra comunicación corporal. Si nos ponemos frente a el y
hablamos sobre cualquier tema que nos interese, nos daremos cuenta que
gesticulamos y que movemos el resto del cuerpo. Tomaremos consciencia de
que movernos mas una mano que otra, o de que poseemos cierto tic nervioso
que no lo habíamos detectado hasta ese momento en que nos analizamos.
Una vez que precisamos nuestros errores y aciertos mímicos, entonces
podemos mejorar lo que consideremos necesario.
2.4 La dicción
Pronunciar muy bien cada una de las palabras que expresemos, dejando los
espacios convenientes entre cada una, respetando los signos de puntuación,
así como lograr que todo lo que digamos sea comprendido por los que nos
escuchan, es a lo que llamaremos una buena dicción.

Desde muy pequeños captamos las palabras que escuchamos, luego las
repetimos. A nuestro lado los familiares mas allegados van corrigiendo los
errores de pronunciación. Luego en la escuela se sigue el proceso de
aprendizaje-corrección por parte de los profesores, método que será reforzado
en la calle y en el seno familiar. Sin embargo muchas de esas palabras no las
pronunciaremos bien a lo largo de los años, pues no hubo quien nos enseñara,
salvo excepciones muy contadas, algunas técnicas para corregir este aspecto.

Es muy conocido el hecho de “barrer” con las palabras, es decir, pronunciarlas


incompletas y en forma atropellada, de suerte que nos logramos hacernos
entender, y tendrán que preguntarnos de nuevo. Este tipo de fallas es común
en todo el mundo, y nos remite a los sistemas de enseñanza y aprendizaje que
se establecen especialmente a partir del ambiente familiar.
El ritmo o la velocidad de las palabras.
Esta cualidad consiste en saber controlar la velocidad de salida de los
fonemas. He considerado que tres velocidades al hablar son suficientes para
mantener el interés del público por escucharnos. Las tres se complementan y
no impiden que la audiencia capte correctamente los mensajes que le
emitimos. Estas velocidades son lentas, intermedia, y rápida.

Ritmo lento.- se refiere a cuando hablamos pausadamente, como inflexionando


sobre cierta información que deseamos sea analizada y comprendida de
manera especial por los receptores, pero procurando no provocar el tedio del
público. Este recurso deberá ser empleado con moderación.

Ritmo intermedio.- permite al orador hablar en forma relajada, peor firme, ante
su audiencia; permite darle sentido de charla a lo que se va expresando,
provocando un clima de camaradería entre orador y auditorio. Esta velocidad
es la más recomendada para usarse en gran parte de una exposición.

Ritmo rápido.- es un recurso para llamar la tención del publico cuanto este
muestra mayor interés y concentración en lo que se le expone, aunque también
es un recurso para provocar la recuperación de atención de personas
distraídas al igual que el ritmo lento, la velocidad rápida deberá emplearse con
prudencia, sobre todo porque al incrementar la velocidad por periodos
prolongados, corremos el riesgo de que haya menor asimilación y comprensión
de los mensajes que enviamos a la audiencia.
.6 El autocontrol del expositor.
¿Quién no ha escuchado acerca del “pánico escénico”?. Es muy común que la
presencia de una o varias personas nos hagan sentir mal cuando vamos de
hablar sobre algún asunto, es decir, nos sentimos inseguros y nerviosos de
decir cualquier cosa, porque tenemos la reacción de la audiencia ante cualquier
probable error que manifestemos.

El nerviosismo no se puede erradicar, pero si lo podemos controlar. Es un


hecho que aun algunos de los personajes históricos, como el estadounidense
Abraham Lincoln, y el inglés Winston Churchill, mostraban señales de
inseguridad al momento de dirigirse a sus seguidores. Del primero se dice que
al comenzar a hablar tartamudeaba un poco, y que tardaba aproximadamente
un minuto para lograr una estabilidad en su fluidez oral. De Churchill se supo
que marcaba con sus uñas la parte inferior de los atriles (un atril es el lugar en
el que se colocan libros o documentos que los oradores usan como respaldo de
texto una vez que ya están situados en el podio, de frente y por encima del
publico). Así, pese a la presencia de los receptores, debemos imponernos.
2.7 La practica.
¿En que consiste la practica de la expresión oral? Resulta un verdadero reto
enfrentar por vez primera a una o varias personas con las que tenemos una
relación de expositor y oyente. Ya desde el kínder se puede observar que
algunas tareas de los pequeños implican dirigir mensajes orales a su grupo y
hasta exponer pequeños monólogos y diálogos en presentaciones publicas
ante compañeros, profesores, padres de familia y autoridades.

Es un escenario común que muchos padres de familia acostumbran a sus


pequeños hijos a desenvolverse como si fueran actores, cantantes, poetas, y
otros, mediantes ejercicio en que los pasan al frente y luego los presentan
como si fueran intérpretes: -“Y ahora con ustedes la cantante X, quien después
de una exitosa gira por Europa, nos viene a contar esta canción”. Luego la niña
aludida comienza a hablar con algún saludo, y después canta la mencionada
melodía /con todas la fallas y limitantes). Esto es solo un ejemplo, pero nos
permite comprender que si desde la tierna infancia nos acostumbramos a
hablar en público, nos volveremos más seguros para presentarnos ante los
demás.
la convicción en los oradores.
Un expositor de corazón es aquella persona que esta convencida de lo que
dice y, por tanto, procurara hablar con apego a la verdad. Un orador que tiene
convicción es alguien que se fundamente en los hechos, en la investigación, en
su experiencia personal, en los testimonios. Ella o el poseen su verdad y sus
valores personales, pero recurrirán también a distintas fuentes del
conocimiento para argumentar y convencer a sus audiencias.

Las creencias íntimas de cada orador son razones importantísimas para su


desarrollo como comunicador social. Sabe que su presencia de liderazgo no es
gratuita, pues posee características que lo hacen distinguirse no con
vanagloria, sino con un sentido de servicio hacia los demás.
La respiración.
La oxigenación del cerebro, el llenado de pulmones, y la pronunciación de las
palabras, son aspectos íntimamente relacionados con la respiración del aire. La
sinapsis de las neuronas cerebrales esta estrechamente vinculada a la
oxigenación de la sangre, pues ellas necesitan de este proceso para trabajar
mejor en la transmisión de “datos” y luego organizarlos en “paquetes” de
estimulo que se traducirá en fonemas y palabras.
La falta de aire purificado, adormecerá a las personas y les será difícil
concentrarse tanto al organizar ideas antes de hablar como al escuchar a un
orador.
La presentación.
Esta cualidad del orador hace referencia al vestuario y limpieza que han de
manifestarse ante lo diferentes tipos de públicos. Cabe señalar que dichos
aspectos tienen mucha relevancia antes las personas que escucharan alguna
exposición, y que no se deberá dejar en segundo término.

El vestuario se elegirá con forme al lugar como al tipo de publico receptor, así
que dependiendo de las características esperadas de las personas que
escucharan el mensaje, el expositor procurar mantenerse al mismo nivel. Si la
comunidad a la que se hablara son personas sencillas tanto en su cultura,
como en su manera de vestir, entonces el orador vestirá de manera semejante.
En cambio, si la audiencia pertenece a un ambiente cultural medio y alto,
conviene usar traje y corbata o vestido propio para la ocasión, lo cual permitirá
un clima de mutua aceptación entre audiencia y oradores.

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