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CENTRO DE ESTUDIOS DE LA ERA DORADA DE ACUARIO

“LUZ DE LAS ESTRELLAS “

MANUAL “ RECIBIENDO EL MANTO DE LA VIRGEN MARIA”

MAESTRA: INÉS ALICIA WIBRATT ANDROSI


El manto de María: la protección de la Madre de
Dios

Allá por los años ochenta, en mi grupo de la renovación carismática,


aprendí a empezar mi oración pidiendo a la Madre de Jesús que nos
cobijara bajo su manto maternal:"Manto de María, cúbrenos".

El manto de María es una entrañable imagen que tiene para nosotros un


hondo significado: la protección de la Virgen, su auxilio y amparo, en
nuestro caminar como discípulos de Jesucristo.

Nos cobijamos bajo el manto de María para ser protegidos y amparados


en el combate contra las fuerzas del maligno, porque como dice el
apóstol San Pablo nuestra lucha no es contra "la carne y la sangre",
sino contra los espíritus que están en el aire, los dominadores del
mundo de tinieblas (Ef. 6, 12).

En este combate, María ha sido envuelta en un manto de triunfo, como


novio que se pone la corona o novia que se adorna con sus joyas. Ella
es la Virgen de la victoria, llamada a aplastar bajo su pie inmaculado la
cabeza de la serpiente.

Nos cobijamos bajo el manto de María para que su amor maternal nos
guarde de las seducciones del mundo: la concupiscencia de los ojos, la
soberbia de la vida, la vanidad de las riquezas. Bajo el manto de María,
la Virgen fiel, aprendemos a obedecer a Jesucristo, el Señor, tomando
como guía el Evangelio, y viviendo dignamente nuestro llamamiento y
elección, practicando sobre todo el mandamiento nuevo del amor.

Nos cobijamos bajo el manto de María y pedimos su auxilio en nuestras


necesidades materiales y espirituales, que ella nos guarde de todo
peligro, que nos preserve de toda caída, que sea sobre todo nuestra
abogada delante del único mediador: Jesucristo, Señor Nuestro. Ser
arropados bajo el manto de María para experimentar la eficacia de su
oración intercesora, su inmenso amor de madre por cada uno de
nosotros, sus queridos hijos e hijas.

Nos cobijamos bajo el manto de María, Reina y


madre de misericordia, para que el torrente del amor misericordioso del
Señor se derrame sobre nosotros como un río de agua viva. Ella le
presenta a Cristo nuestros pecados, porque ella misma es acueducto,
como dice san Bernardo, de las misericordias del cielo. Bajo el amparo
de María, el tesoro de la misericordia infinita de Dios se abre para
nosotros, una gracia que experimentamos especialmente cuando nos
acercamos al sacramento de la reconciliación y somos liberados de la
atadura de vicios y pecados.

En esta hora en que la Iglesia está a las puertas de un nuevo Adviento,


queremos pedir a la Santísima Virgen que cubra bajo su manto maternal
a todo el pueblo de Dios, que guarde íntegramente la fe de los
cristianos, y, sobre todo, que atraiga sobre la Iglesia la efusión del
Espíritu Santo, para que nos alegremos en la venida del Señor, y se
renueve en todos la esperanza.
Invoquemos la protección de la Madre de Dios repitiendo muchas
veces:"Manto de María, cúbrenos".

María Santísima ha sido mi más seguro refugio, en todas las


circunstancias de la vida; cuantas veces me he acogido a su poderoso
amparo otras tantas he sido admirablemente socorrido por esta dulcísima
Madre.

Desde mi niñez clavóse en mi alma esta representación: parecíame


que era yo, en el orden de la gracia, un niño muy pequeñito y como tal
me acercaba confiadamente a mi dulce Madre, la Virgen Santísima, y,
luego, me cubría con las extremidades de su manto. Complacíame en
morar en ese amable refugio, a cubierto de las asechanzas del diablo y
de las persecuciones del mundo. Allí encontraba mi paraíso y el lugar
de mi reposo.
Cuantas veces acudo a ponerme y cobijarme bajo el manto de María,
torno a encontrar las mismas gracias y delicias. Paréceme que por
irritado que estuviera Dios conmigo, por causa de mis pecados y
miserias, al ponerme bajo el manto de la Virgen Santísima, nada pueden
ya contra mí todos los dardos de la justicia divina, por que, contra
todos ellos, es escudo poderosísimo el manto protector de mi Madre
Santísima

Otra consolación dulcísima que he experimentado, al ponerme bajo el


manto de la Virgen Santísima, es la que me viene de considerar que
hallándome bajo tan seguro amparo tengo forzosamente que salvarme,
protegido bajo el manto real de la Virgen Santísima. ¿Ni quién podrá
arrebatarme de sus manos soberanas? atraerá sobre mí las
bendiciones que pertenecen a Jesucristo, nuestro hermano
primogénito, cubriéndome para ello con las sangrientas pieles del
Cordero inmaculado y amparándome bajo su manto de Reina y Madre
nuestra dulcísima. ¡Cuán gustoso me es, por esto, repetir en todas mis
tribulaciones con la más segura confianza .

Otra ocasión tuve, por algunos días, esta hermosa y dulcísima


representación. Parecíame que la Santísima Virgen, como a un niño
pequeñito, me tomaba de la mano y me cubría con su manto; y yo, a mi
vez, me esforzaba por asirme fuertemente de la diestra de mi Madre
dulcísima, la estrechaba entre mis manos y la cubría de besos, ¡Qué
consuelo experimentaba al considerar que esa diestra soberana que yo
tenía ahora por mía, es la que empuña el cetro del universo, la que
dispone, por decirlo así, de las gracias de Jesús nuestro Salvador
divino y la que firma la sentencia de eterna predestinación, en favor de
sus devotos, sentencia que el divino Juez no deja jamás de confirmar
su irrevocable fallo. Tal dulzura, suavidad y encanto produjo en mí esta
consideración que por varios días anduve como embebecido en ella y
saboreando su exquisita dulzura. Si María nos guarda entre sus manos
poderosas y santísimas, sí tiene nuestra alma custodiada en ellas,
¿quién nos podrá hacer ningún daño jamás?

J. M MATOVELLE
ORACIÓN DE PROTECCIÓN CON EL MANTO DE NUESTRA
MADRE MARÍA

¡Oh manto de mi Madre María, protégenos y ampáranos de


noche y de día del enemigo de nuestra alma!. Me cubro y
cubro con tu Santo manto a mi familia y a todo el pueblo de
Dios; haznos invisibles a los espíritus malignos y a sus
agentes terrenales del mal. ¡Oh manto sagrado de mi amada
Madre, sé el escudo protector del pueblo de Dios!. No nos
desampares madre querida ni un solo instante en la batalla
espiritual de cada día, que los rayos de luz de tu Santo
manto nos guíen en la oscuridad y las tinieblas y nos
iluminen el camino que conduce a la gloria eterna. Amén.

Rezar 3 Avemarías con Glorias y 3 Magníficat.

AVE MARÍA
Dios te salve María, llena eres de gracia; el Señor es contigo,
bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu
vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Magnificat

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios


mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso
ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia
llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón.
Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los
hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo
había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su
descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en principio


ahora y siempre por los siglos de los siglos.

Amén.
Para recibir el manto protector de nuestra virgen y madre
Maria debemos preparar un lugar donde estemos tranquilos
y nadie nos moleste, encender algunas varillas de incienso
de rosas o jazmines, unas flores en un recipiente con agua y
estar con el corazón abierto a recibir esta maravillosa
energia de amor incondicional.

QUE LA MADRE CELESTIAL LOS CUBRA CON SU MANTO Y PROTEJA


SIEMPRE!!!!!!!!!

BENDICIONES INFINITAS DE LUZ!!!!!!!!


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“LUZ DE LAS ESTRELLAS “

MANUAL “ RECIBIENDO EL MANTO DE LA VIRGEN MARIA”

MAESTRA: INÉS ALICIA WIBRATT ANDROSI

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