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DOS CANCIONES SOBRE MAILER: EL LAMENTO NARRATIVO Y LA

ALABANZA POLÍTICA
Manuel Santiago Arango Rojas. 1423235.
No consigo disfrutar las novelas de Norman Mailer. La canción del verdugo es la tercera
que intento leer. La primera fue El parque de los ciervos, a la cual llegué luego de encontrarla
exhibida en una venta de libros usados. La segunda fue El evangelio según el hijo. Cada
lectura resultó, cuanto menos, infructuosa. Si este texto inicia con un tono tan personal es
porque la lectura de la obra sobre Gary Gilmore no me ha revelado ningún aspecto proclive
a ser analizado de manera más académica, o sistemática.
Sin negar que lo anterior sea cierto, debo agregar que la obra de Norman Mailer sí me ha
motivado a hablar sobre dos aspectos: errores narrativos y crítica social. No obstante, dichos
temas se me presentan como irreconciliables en la estructura narrativa de un ensayo. Por lo
tanto, este texto se compondrá por dos acercamientos autónomos, que más allá de construir
un todo orgánico, puesto que son dispares tanto en intención, tono, metodología y criterios
de análisis, pretenden entregar dos reflexiones sucintas sobre La canción del verdugo. El
primero abordará el problema de la dependencia extratextual y las fallas narrativas que esto
acarrea; visto, brevemente, en comparación con A sangre fría, de Truman Capote. Una
lectura íntima que parte de una manera particular de entender la narración. Por su parte, el
segundo texto abordará el que me parece es el gran acierto de la obra: el retrato de las grietas
ideológicas del discurso norteamericano, visto a la luz de algunos postulados teóricos.

ERRORES NARRATIVOS: LA DEPENDENCIA EXTRATEXTUAL


Lo primero que salta a la vista sobre Norman Mailer en La canción del verdugo es un
estilo narrativo que poco, o nada, se parece a la literatura gestada a su alrededor. Más cerca
de las técnicas decimonónicas francesas, Mailer gusta de abarrotar sus obras con
descripciones y sucesos cotidianos tras los cuales pretende construir entramados simbólicos;
en vano, porque el símbolo se cae ante la repetición, se diluye por el propio peso de su
nimiedad en la progresión dramática. Esta particularidad hace que su trama se haga
innecesariamente lenta. Ahí donde un narrador más experimentado (la comparación es
inevitable: Truman Capote) utiliza, digamos, 50 u 80 páginas para establecer aspectos como
enganche, esbozo psicológico, relaciones interpersonales, construcción del mundo y
establecer el motor de la acción, Mailer deja ver cierta inocencia al tomar 160 para establecer
que Gary Gilmore es un sujeto peligroso, propenso a la violencia y sin respeto a la autoridad.
Y esto último expresado a partir de una repetición de hechos poco dicientes: Gary Gilmore
decide beber, pero no tiene dinero, entonces roba, luego tiene conflictos con los que lo rodean
pues su actitud no es la correcta. Así, incluyendo solamente variaciones menores que
responden al contexto y al personaje con el cual se está relacionando.
Lo que en el párrafo anterior se expone como errores quizá funcionen en obras donde la
extensión no es un problema, pero en La canción del verdugo esta sí lo es. La razón es
sencilla: la obra de Mailer depende enormemente de su propósito; en otras palabras: retratar
al asesino serial Gary Gilmore. Con esto se explican, me parece, dos errores narrativos: la
carencia de enganche y la ausencia de tensión. Ambos puntos se verán superados si la lectura
está mediada por el interés genuino de querer conocer los últimos años del sujeto factual que
fue Gilmore. En ese sentido, el enganche es extratextual, pertenece al mundo de referencia.
Es aquí donde el asunto se complica, porque ¿qué pasa cuando el conocimiento factual no
antecede el acercamiento a la obra? La estructura narrativa se hace pobre, poco lúcida y, más
importante, al no establecer un punto de partida claro, tampoco deja participar al lector en la
construcción de posibles puntos de llegada. Todo se resume a si sé qué hizo Gilmore, porque
las decisiones del ganador del Pulitzer no me ayudan a querer conocerlas únicamente de su
mano.
Para comenzar a terminar estas apreciaciones narrativas, debo especificar que lo que aquí
he llamado errores no son una tara ligada al hecho de que La canción del verdugo sea una
novela de no-ficción. La deuda extra-textual de Mailer parte quizá de una deficiencia para
acercarse a dicha tipología textual, nacida a lo mejor de la premisa de que aquello que
reinventó Truman Capote era solamente un espacio para plasmar de una manera distinta
hechos constatables: «rechazaron de lleno mi concepción de la "novela real” […] Norman
Mailer la definió como un "fracaso de la imaginación", queriendo decir, supongo, que un
novelista debería escribir acerca de algo imaginario en vez de algo real» (Capote, T. 2006)1.
No obstante, A sangre fría, una obra con características similares en cuanto a trama, estilo e
intención, supera lo hecho por Mailer gracias a, primero, la audacia narrativa de Capote y,
segundo, la manera de mirar aquel género emergente. Sobre lo primero basta el manejo de
los paratextos, siendo el primer subtítulo de Mailer «Gary» y «Los últimos que los vieron
vivos» la elección de Truman; pero no es todo, puesto que mientras con Gary Gilmore somos

1
Capote, T. (2006). Música para camaleones. España: Anagrama.
testigos de su lenta reincorporación a la vida civil después de más de quince años en prisión,
con Hitchock y Smith vemos en contraste a los Clutter en un juego de tira y afloja que se
sustenta en la separación de secuencias para marcar la distancia: secuencia uno Clutter,
secuencia dos los asesinos; y así sucesivamente hasta que las secuencias se hacen cortas,
porque la muerte se acerca, luego ya no están y todos hacen parte del mismo cuadro.
Para concluir, Norman Mailer construye una obra que quizá pueda etiquetarse de inocente
en el sentido en que no sobrevive al interés por Gary Gilmore, no consigue desplazar al sujeto
factual de la ecuación para así centrar la atención en la reconstrucción particular que de él ha
hecho. Un problema que nace de ciertas dificultades narrativas en cuanto a estructura y estilo,
pero también del deseo de abarcar, a manera de bitácora, cada instante de ciertos sucesos
particulares en un periodo específico de la vida de un hombre, ignorando, a lo mejor, que
aquellos que son realmente determinantes, plenamente simbólicos y constitutivos, se cuentan
con los dedos de una mano.
MAILER: EL CRONISTA POLÍTICO
Para Eduardo Iañez la literatura norteamericana de la postguerra está marcada por el
«abandono de toda certeza o seguridad estética o ideológica», haciendo de esta una
generación entronizada en la desorientación: «han hecho de la carencia de respuestas su
filosofía, de la evasión […] su modo de enfrentarse a la realidad y del eclecticismo y
ambigüedad […] su único credo político» (2002)2. Es bajo esta marca que nace un escritor
como Norman Mailer y una obra como La canción del verdugo. Publicada en 1979, el relato
sobre Gary Gilmore toma lugar como una de las grandes novelas de la literatura de no-
ficción, periodismo literario o nuevo periodismo. Aquí, el escritor de New York logra
articular a través de la reconstrucción literaria de unos sucesos particulares toda una red de
significados que nos hablan acerca de la crisis de los valores de la sociedad norteamericana,
vista desde los ojos de “la otra América”. Veamos cómo se dan estos procesos.
Es necesario iniciar diciendo que el periodismo literario establece unas dinámicas que se
contraponen a lo propuesto por Iañez, puesto que en vez de escapar a la realidad, evadirla
mediante el arte, los escritores inscritos en esta corriente se enfrentaron a ella, valiéndose de
los recursos de la literatura para expresar de manera más bella y contundente los sucesos de

2
Iañez, E. (2002). Historia de la literatura. Literatura contemporánea (Después de 1945). España: Bosch, S.
A.
la cotidianidad. Norman Sims, en Los periodistas literarios: o el arte del reportaje personal,
propone un acercamiento a dicha naturaleza: «Como los antropólogos y los sociólogos, los
reporteros literarios consideran que comprender las culturas es su fin» (1998, p. 15) 3. Esta
tendencia está presente en La canción del verdugo, puesto que el propósito de narrar la vida
de Gary Gilmore no responde solamente al afán de transmitir una serie de sucesos, sino al
deseo de comprender a un sujeto problemático, enfermo, lo cual supone, creo, tratar de
entender de qué manera la sociedad en su conjunto ha servido como culmen y también como
germen.
Alejandro López, partiendo de las apreciaciones de Sims y Samper Pizano, bautiza estos
procesos con el nombre de condición contracultural, la cual se plantea como una disputa
contra un periodismo tradicionalista en el cual los aparatos del poder determinan la
noticiabilidad de los hechos, mientras el periodismo literario, con Gay Talesse, Truman
Capote y Norman Mailer a la cabeza, plantea su génesis en «la vocación de indagar en
profundidad la condición humana» (2002, p. 19). De este modo, «se resiste a terminar
convertido en mero aparato de control simbólico» (ídem)4. Ambas aproximaciones resultan
válidas en el caso particular de Norman Mailer, puesto que el ganador del Pulitzer se ha
destacado siempre por la postura contestataria, la cual lo ha llevado a ser una figura
representativa del discurso en contra de la postura bélica de Estados Unidos. La canción del
verdugo, por supuesto, esconde tras de sí la reflexión sobre temas delicados que no pueden
rotularse como particularidades de la sociedad norteamericana, sino que es necesario
llamarlas por su nombre: discursos fundacionales. Siendo así, la obra de Mailer ataca esos
pilares de la identidad misma: i. libertad, ii. auto-suficiencia, iii. protección (el porte de
armas), iv. redención (el sistema penal y carcelario) y v. familia. No remataré este párrafo
diciendo que el Gilmore de Mailer supone una víctima de un conjunto de particularidades
sociales desventuradas, pero sí es necesario establecer que en esta novela su historia puede
entenderse como un pretexto para reflexionar en torno al papel que cumple la cultura
norteamericana en el envilecimiento de ciertos grupos sociales.
Lo expuesto en el párrafo anterior es la antesala de dos conceptos: simbolismo y «la
américa nocturna». Es necesario entender lo que Norman Sims llama simbolismo para logar

3
Sims, N. (1998). Los periodistas literarios: o el arte del reportaje personal. Colombia: El áncora Editores.
4
López, A. (2002). Los siete pecados del periodismo literario. Poligramas, (18), p. 18-27.
comprender cómo una historia particular, localizada y única puede conseguir captar aspectos
que podrían considerarse inherentes a una sociedad, o a la humanidad, entera. A la
repercusión que esta representación supone es lo que llamaré el retrato de las grietas,
partiendo de las aproximaciones de Elena Ortells Montóns a propósito de A sangre fría.
«Uno pulsa la cuerda de una guitarra y otra vibra» (p. 33) dice Kidder a Norman Sims.
Con esa metáfora podría resumirse un proceso que consiste en intentar acercarse a los hechos
con la esperanza de encontrar tras de ellos aquello que se esconde, vislumbrar «los asuntos
trascendentales del universo, el sentido que detrás de la información hay estructuras
profundas» (ídem). Por su parte, Samper Pizano se vale de la teoría dela comunicación para
explicar el mismo proceso: «se entiende por sentido o significado denotativo aquel que ofrece
el texto en cuanto a la definición misma de las palabras; y por sentido connotativo, el que
puede inferirse de la estructura del texto» (2001, p. 29)5 Así funciona la novela de Mailer.
Detrás de la aparente sencillez del relato, se esconde toda una serie de fenómenos y críticas,
esos que sistemáticamente se han expuesto aquí, cuyo engranaje simbólico es la
representación de Gary Gilmore como arquetipo de ciertos sectores de la sociedad
norteamericana.
Extrapolando las palabras de Estella Orters Montóns a La canción del verdugo, esta crítica
a la sociedad norteamericana puede entenderse a partir de esta frase: «se presenta como una
historia de asesinatos […] En un nivel más profundo, nos está hablando sobre muchos de los
temas que ya habían aparecido […] las dimensiones de una gran tragedia, la del
enfrentamiento entre las Américas» (1999, p. 78)6. La lucha entre la América diurna y la
América nocturna, como luego lo establecerá la autora, supone ya el campo de representación
último de la obra de Norman Mailer. Si hasta ahora se ha hablado de la crítica social de forma
generalizada, ahora habrá que especificar que el centro de atención del autor se posa sobre
aquellos sujetos marcados por la cruz del pasado, transformados por hechos traumáticos y,
sobre todo, en la clase media-baja norteamericana, aquella que cuenta con los recursos para
subsistir de manera decente, pero que resulta privada de toda posibilidad de ascenso legítimo.
Fuera de esta precisión no es posible entender por qué Gary Gilmore ha rechazado su trabajo,
su familia, su novia y su nueva vida al extremo de empeñarse en acabar con ella. En este

5Samper Pizano, D. (2001). Antología de grandes reportajes colombianos. Colombia: Aguilar.


6Ortells Montóns, E. (1999). Ficción y no ficción: la unidad literaria en la obra de Truman Capote. España: Universitat
de Valéncia.
sentido, estamos frente a una obra mordaz que nos habla de la imposibilidad de ciertos sujetos
para trascender y establecerse en una sociedad que los coarta en lo beneficioso y los alienta
en lo nocivo.

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