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Yo no ayudo a mi mujer con los niños ni con las tareas de casa

Esto es lo que dice el psicólogo Alberto Soler Sarrió, luego de que en un supermercado mientras iba con
sus hijos de 15 meses, escuchara a un par de señoras concluir lo mismo: “hay que ver lo que ayudan
ahora los hombres a sus mujeres con los hijos”.

Luego de escucharlas, no pudo más que morderse la lengua y sonreír, llegando a su lugar de trabajo
escribió en su web lo que le hubiera gustado decirles.

"Ésta es una de esas situaciones que me encantan para poder provocar un poco y sacar mi lado más
feminista. Pero hoy se hacía tarde para comer y me he limitado a sonreír, agradecer y seguir a casa.

¿Que qué le habría dicho a estas señoras? Probablemente, como en otras ocasiones, les habría
respondido con un “disculpe señora, pero no, ni ayudo ni pienso ayudar a mi mujer con los hijos”.

Y pasaría a explicarle cuál es mi punto de vista al respecto.

Antes de tener hijos yo nunca he sido de esas parejas o maridos que ayudan a su mujer con las tareas de
casa. Pero es que mi mujer tampoco me ha ayudado nunca. Y cuando llegaron los hijos las cosas
siguieron más o menos igual: ni le he ayudado con la casa ni ahora con los hijos. Habrá alguno que aún
no haya pillado de qué va la cosa y esté pensando maravillas sobre mí y apiadándose de mi mujer
(¡pobrecita, menudo le ha tocado!).

No, yo no ayudo a mi mujer con los niños porque no puedo ayudar a alguien con algo que es mi entera
responsabilidad.

Los hijos, al igual que las tareas domésticas, no son el patrimonio de nadie: ni pertenecen a la mujer ni
pertenecen al hombre. Son responsabilidad de ambos. Por este motivo me llega a ofender cuando, de
modo muy bienintencionado (soy consciente) me halagan con “lo mucho que ayudo a mi mujer”. Como
si no fueran mis hijos o no fuera mi responsabilidad. Hago, con mucho esfuerzo y mucho gusto ni más
ni menos que aquello que me corresponde. Al igual que mi mujer. Y por mucho que me esfuerce nunca
podré llegar a hacer tanto y tan bien como hace ella."

Después explica el por qué tenemos esta visión de las responsabilidades, diciendo que:

"Tenemos aún en la mente un modelo de familia patriarcal en el que hay un reparto de tareas muy bien
definido: el hombre es el proveedor de recursos, la mujer la gestora del hogar (ahí se incluyen los hijos).
Sin embargo la sociedad ha cambiado profundamente en las últimas décadas (afortunadamente) y este
reparto de papeles ha pasado en muchos casos a la historia.

La mujer hoy en día, aunque sigue profundamente discriminada socialmente (no hay más que ver la
diferencia en salarios u oportunidades de promoción laboral) es el agente de su propio desarrollo, tiene
la capacidad de desarrollar una carrera profesional en los mismos ámbitos que un hombre y, si decide
dedicarse al cuidado de los hijos es, en la mayoría de los casos, por una elección personal, y no por falta
de oportunidades o derechos sociales.

En un momento en el que tenemos esta igualdad de roles entre hombre y mujer, asumir de facto que los
hijos son responsabilidad de ellas es un vestigio del pasado. Hoy en día hombre y mujer se reparten (o
deberían hacerlo) de modo equilibrado aquellas tareas que les atañen a ambos, como la casa y los hijos.
¿Y qué es “de modo equilibrado”? Ese equilibrio no implica en (casi) ningún caso un reparto 50-50, sino
más bien una adaptación flexible entre la disponibilidad de los miembros de la familia y las tareas que se
requieren..."

Más adelante señala cuáles son las tareas propias del padre y cuáles las de la madre.

"Bueno, pues más allá de ser la madre (por obvios motivos) la encargada de la teta, el resto de las casi
innumerables tareas relacionadas con los hijos no son patrimonio exclusivo de nadie, son total y
absolutamente intercambiables entre padre y madre en función de las circunstancias, preferencias (de
ellos o de los hijos -hoy quiero que me duerma la mami/el papi-) o habilidades de cada uno.

Un buen reparto de esas tareas es el que es equilibrado, justo, que no genera conflicto y que permite un
desarrollo armonioso de la rutina doméstica".

Y por último señala que quisiera que sus hijos crezcan "sin saber si planchar es cosa de hombres o de
mujeres. Que no sepan si los baños son cosa de su padre o de su madre. Que no asocien la cocina con el
feudo de nadie, ni tampoco la aspiradora, doblar ropa u ordenar los armarios. Que acudan con más o
menos igual frecuencia a uno o a otro para dormir, para contar sus confidencias, para jugar o para
enfadarse. Que no haya un “jefe” de la casa sino que todos convivimos del modo más feliz posible".

Finalizando con un:

"Así que no, señora, yo no ayudo a mi mujer con los niños. Tampoco con la casa. Estoy con ellos en el
supermercado y les paseo porque son mis hijos y me acompañan allá donde voy. Les cambio los
pañales, les baño, les llevo al parque o les preparo la comida no por ayudar a mi mujer, sino porque son
mis hijos, son mi responsabilidad y quiero que crezcan con un modelo de familia y de reparto de tareas
diferente a aquel que Ud. y yo hemos tenido."

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