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Edificios decadentes,
añejos a los que les faltan varias manos de pintura. Cables, ropa tendida, obras, ruido de
motos cuyos conductores ¡no llevan casco!…llena de altares y mercados callejeros. De
gente sentada a la “fresca” en medio de una calle que seguro no brilla por su limpieza.
Pero eso es sólo la primera capa. Esconde esta ciudad situada al borde del Vesubio, en el
sur de Italia, una segunda piel donde todos esos tópicos se superan. Eso sí. Para
encontrarlos hay que escarbar. En Nápoles nada es lo que parece y los mejores tesoros
están ocultos. Hay que esforzarse por descubrirlos, pero cuando das con ellos la imagen
de la ciudad cambia. La antigua capital del reino español de las dos Sicilias y de la
región de Campania, es un diamante, una obra de arte la mires por donde la mires.
Nada más entrar, la gran nave de una iglesia gótica con frescos posteriores, de la época
barroca, pintados por artistas napolitanos como Caracciolo, Guido Reni… nos advierte
de que estamos en un lugar muy especial. A partir de aquí, empieza una sucesión de
salones y habitaciones llenos de pinturas, esculturas, mármoles y objetos
decorativos… que demuestran la maestría, el genio y la riqueza del arte italiano.
El claustro era también el cementerio de los monjes
No dejes de entrar en el claustro / cementerio al que daban acceso las habitaciones de
los monjes, decorado con calaveras y donde los religiosos encontraban su eterna
sepultura. Una estancia que invita a la reflexión. La visita se completa con una
exposición de barcos reales, carrozas antiguas, figuritas napolitanas y natividades
antiguas que conquista.
Al lado de la cartuja, reina el castillo medieval de San Telmo. Quizá no es tan bello
pero si llamativo por su estructura recia ejemplo de la más sólida arquitectura militar.
Interior del castillo
Refugio de los napolitanos en asedios varios y creado como unbastión indestructible.
No dejes de asomarte para ver la ciudad de Nápoles desde distintos ángulos.
Es, sin duda, mi lugar favorito de Nápoles. Uno de esos monumentos donde entiendes
que exista el mal de Stendhal. Para empezar, no te dejes engañar por la entrada situada
en una callejuela estrecha y oscura. Ni por la anodina fachada. Lo importante está oculto
en el en interior y desde fuera cuesta imaginar el tesoro que hay tras estas paredes.
Interior de la capilla de San Severo
La capilla, donde se haya el famoso Cristo Velado se construyó por orden de Raimondo
de Sangro, príncipe de San Severo, – uno de los personajes más misteriosos del siglo
XVIII- para acoger la tumba de sus padres. Además de honrar la memoria de sus
progenitores escondió por todo el templo símbolos de la masonería, a la que pertenecía.
En en centro destaca la escultura del llamado Cristo Velado. Una obra maestra en
mármol de una sola pieza que representa a Jesucristo recién fallecido. Cubierto por
un velo casi transparenteque permite intuir todos los detalles de su piel, desde las
llagas de los clavos con los que fue clavado a la cruz, hasta la cara de sufrimiento donde
se nota el último aliento. La obra tiene una perfección tal que hechiza. Tanto que se
dice que Raimondo contó con la ayuda de unalquimista de la época quien le enseñó
como transformar una seda en piedra, lo cual aunque nunca fue probado, yo casi me
creo ante la visión de tal realismo. Curiosamente el autor del Cristo es un gran
desconocido: Giuseppe Sanmartino.
Al otro lado del templo, sobre la tumba de la madre de Sangro, encontramos la escultura
de una mujer también tapada por un velo.La contemplación de todo el conjunto
escultórico hace pensar que realmente los artistas o el dueño del templo consiguió
petrificar las telas con este milagroso resultado.
Sangro sentía gran curiosidad por los misterios de la anatomía humana
Pero esta capilla esconde más misterios. Los símbolos masones están ocultos por todos
los rincones. Ya en la salida, una última mirada a losdos cuerpos humanos con las
venas intactas. También son muchas las leyendas alrededor de estos. Hay quien dice
que son dos sirvientes del príncipe disecados y otros que aseguran que son simples
esculturas fruto de algún artista a quien Sandro, obsesionado con la anatomía humana,
encargó la obra.
El caso es que la visita no pasa desapercibida y este es un templo lleno de misterios.