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Capaz que te acordás lo que decían de Jesús, según registra Lucas 7.34:
vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y ustedes dicen: “Este hombre
es un glotón y un borracho, amigo de cobradores de impuestos y de
pecadores.”
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Así que hay muchas cosas por decir. Hoy quiero llamar tu atención a algunas
cosas en relación con compartir la mesa.
Un fariseo era alguien muy religioso, estricto en las normas, legalista, que
le daba más valor a las cosas que había que hacer antes que a las
personas, que de tan religioso no podía vivir la fe con libertad o, mejor dicho,
no podía vivir con la libertad que trae la fe.
Los fariseos eran enemigos de Jesús pero Jesús se la pasaba yendo a comer a
sus casas. Jesús no tenía problema de ir a comer con alguien que no
pensaba o creía como él.
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Pero no lo hacía a costa de sus convicciones. Conozco una familia de esas
tanas, que son como treinta a comer en Navidad y Año Nuevo. Cuando la
generación de los nietos empezó a ponerse de novio y a traer personas no
creyentes a esas comidas, la familia decidió que no iban a orar más ni a tener
devocionales ni cantar a Dios en Navidad y Año Nuevo. ¿La razón? No ofender
a los que venían de visita. El paso siguiente fue que, de solo tener alcohol para
el brindis, empezaron a comprar cajones de cerveza en abundancia, al punto
que los no cristianos se pasaban de copas como en cualquier fiesta familiar.
Finalmente, los miembros de la familia que querían orar y leer la Biblia y
cantar quedaron marginados. Años después, la generación de los bisnietos y
los nietos luchan con tener una fe en Dios.
Lo que es muy serio es esconder nuestra identidad por estar con los amigos.
¿Te das cuenta? No era una reunión de la iglesia. Si era gente religiosa
pero no compartían todo con Jesús. Había gente de la más variada. Y Jesús
siguiendo siendo él y trajo el reino al lugar.
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Comer juntos es compartir la vida, los chistes, las preocupaciones, las
charlas casuales y siempre poner a Dios en el centro. Dar espacio para
que el poder de Dios se manifieste y sus enseñanzas también.
¿Por qué no orar por sanidad en el medio de la charla? ¿Por qué no investigar
las perspectivas bíblicas sobre algo que nos preocupa.
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En los vv.8-11 está la parábola de los invitados a una boda. Parece que
en aquel tiempo era igual que ahora: había gente autocentrada, creída la
mejor que buscaba el mejor lugar en la fiesta.
Para nosotros hoy, “el lugar de honor” puede ser la cabecera de la mesa.
O en un casamiento, la mesa de los novios. Hay gente que busca el mejor
lugar.
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Jesús también tiene una palabra para el anfitrión: que no sea egoísta.
Es decir, que no sólo invite a los que le puedan devolver la invitación sino
también a aquellos que les vendría bien pero no pueden invitarte a vos.
Es más fácil dar dinero que darnos a nosotros mismo. Es decir, por ahí
no nos cuesta tanto dar unos billetes o comida pero nos cuesta más invitar al
pobre a comer con nosotros
Tercero: tenés que ser humilde siempre, también cuando vas a comer y
tenés que ser generoso cuando invitas a una comida.
4 Comamos juntos
Estas historias nos muestran un poquito de una comida en la que
participó el Señor. Todo lo que hemos dicho nos muestra como interactuaba
con los no creyentes: compartía con ellos, les hablaba de Dios y le mostraba
su poder, les corregía su orgullo y egoísmo.
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Pero en Hechos 2.42, los que perseveraban en el partimiento del pan
eran los creyentes. Es decir, las comidas no eran comidas polémicas o
evangelísticas sino comidas de los miembros de la familia de la fe.
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¿Para que sirve un encuentro así? Para crear lazos, para conocer gente,
para construir nuestra relación con Jesús como comunidad.
¿Qué hacer? Reíte, celebra, compartí dolores, ora, brindá, soñá, escuchá a
Dios
Te invito a que revises las cosas que valoras. ¿Es importante para vos
compartir con tus hermanos y hermanas en Cristo?
¿Estás dispuesto o dispuesta a pasar tiempo con otros sin usarlos, sin cuerear?
¿Habrá alguien con quien puedas pasar tiempo en esta semana? Pensa, ora y
arreglalo
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