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La regulación de los contratos en particular no distingue aquellos supuestos vinculados a los consumidores (como por

ejemplo, compraventa; com-praventa de consumo), ni afirma que hay que aplicar las normas de defensa del consumidor en
forma subsidiaria o derogatoria o en qué casos no se aplica tal o cual norma.
"La razón de ello es que hay una división del tipo general. Cuando existe una regulación general del contrato siguiendo el
modelo clásico o paritario o entre iguales, es necesario luego, en cada contrato en especial, definir qué reglas se aplican o no a
los vínculos de consumo. Otra alternativa es regular separadamente cada contrato especial (compraventa/compraventa de
consumo).
El Anteproyecto presenta una fractura del tipo general y por lo tanto hay dos partes generales. El sistema funciona más
claramente de este modo:
—Si hay un contrato discrecional, hay plena autonomía privada. Se aplica el Título II, De los contratos en general.
—Si hay un contrato celebrado por adhesión, no hay consentimiento sino adhesión.
—Si hay un contrato de consumo, - en este caso no interesa si hay o no adhesión, -ya que el elemento que definela
tipicidad son los elementos descriptos en el artículo 1092.
—Si hay una compraventa u otro de los contratos descriptos en la parte especial habrá que determinar si es
celebrada entre iguales, si hay adhesión o si es de consumo.

Art. 1123 Definición. Hay compraventa si una de las partes se obliga a transferir la propiedad de una cosa y la otra a pagar un precio en dinero.

La compraventa es uno de los más importantes contratos que se celebran a diario en los distintos mercados. Consiste en una operación económica y
jurídica, en que una parte, llamado comprador, se obliga a pagar un precio en dinero a la otra parte, llamado vendedor, quien a su vez se obliga a transferir
al primero la propiedad de una cosa. Para que el contrato quede perfecto, es decir, para que se lo considere celebrado no es necesario ni que el comprador

pague el precio, ni que el vendedor entregue la cosa en el momento en que prestan su consentimiento; es suficiente que se obliguen, una o ambas partes,
a hacerlo con poste-rioridad.
De la definición resulta, en forma expresa o implícita, que la com
Bilateral, porque
praventa es: a) Consensual, porque se perfecciona con el solo con-sentimiento de las partes; basta el mero acuerdo. b)
genera obligaciones recíprocas y correspectivas: el vendedor está obligado a cumplir la obligación de transferir la propiedad; el comprador

con la de pagar el precio. c) Oneroso, por ser bilateral, es también oneroso, porque si bien cada una de las partes se sacrifica patrimo-nialmente, recibe a cambio una ventaja o
beneficio equivalente. d) Ge-neralmente conmutativo, pues la existencia, naturaleza y cuantía de las prestaciones (cosa y precio) son ciertas, es decir, conocidas a priori o al tiempo
de formarse el contrato. e) Compraventas aleatorias, por excepción, la compraventa puede concertarse con sujeción a un alea; así sucede cuando se venden cosas futuras (art. 1131),
o cosas existentes pero sujetas a algún riesgo (art. 1130, T parte), tomando el comprador sobre sí el riesgo de que no llegaren a existir en su totalidad o en la calidad estipulada o que
se deterioren o perezcan, según el supuesto de que se trate. f) No formal, en general, es no formal, porque la ley no ha impuesto la observancia imperativa de una forma determinada;
se dice que es de formas libres: puede concertarse por cualquier medio válido, por escrito, verbalmente, por teléfono, etcétera. g)Declarativo, porque en el sistema del Código la
compraventa no tiene carácter traslativo; no tiene por sí misma, fuerza suficiente para modificar la titularidad del derecho de propiedad sobre la cosa vendida; constituye título válido
del que nace un crédito y para que el comprador pueda exigir la transmisión de la propiedad. h)Nominado y típico, lo primero, porque tiene un nombre propio: compraventa; es típico,
porque tiene prevista para sí una específica regulación legal, que es la que proporciona tanto las reglas imperativas del tipo como las supletorias.

compra y venta propiedad


Antecedentes: Vélez definió en el artículo 1323: "Habrá cuando una de las partes se obligue a transferir a la otra la de una cosa, y
ésta se obligue a recibirla y a pagar por ella un precio cierto en dinero". En el Proyecto de 1998, se propuso: "Hay compraventa si una de las partes se obliga a transferir
el dominio de una cosa y la otra a pagar un precio en dinero" (art. 1064,
Proyecto de 1998)1 .
Se advierte, comparándola con la del artículo 1323 del código anterior: 1°) se remplaza la palabra
la cosa;
propiedad, por "...dominio de una cosa..."; 2°) se suprime la mención, re-ferida al comprador, en el sentido de que está obligado a recibir 3') se elimina
el adjetivo cierto que acompaña a la palabra "precio".

El reemplazo de "dominio" por "propiedad"

Se consideró que la palabra propiedad tiene un sentido y un alcance más amplio que el de dominio; de allí que el reemplazo no parecía
apropiado; además, afirmar que la venta transmite "el dominio" equivalía a restringir el objeto de la venta, al tiempo que se ampliaba el del contrato de
cesión, teniendo en cuenta que en el artículo 1614 del Código se dice que hay contrato de cesión "...cuando una de las partes transfiere a la otra un
derecho".

Supresión de la obligación de recibir la cosa


Se considera elogiable la supresión de la mención que alude a la obligación de recibir la cosa que le incumbe al comprador. Bastaría un solo argumento para justificarlo: la de recibir
la cosa no es una obligación interdependiente —correspectiva o recíproca— con la de en-tregar la cosa que le cabe al vendedor; la principal obligación del comprador es pagar el
precio, que sí es recíproca con la de entregar la cosa.

Supresión del adjetivo "cierto" referido al precio


Cuando la doctrina enumera los requisitos del precio suele men-cionar que debe ser determinado. No hay lugar a incertidumbre cuando se lo fija en una precisa cantidad de dinero, porque
es obvio que en tal caso el precio es cierto o determinado. La eliminación del adjetivo "cierto" dispuesta por el Código podría hacer dudar sobre la subsis-tencia de este requisito. Sin
embargo, la duda se disipa si se tiene en cuenta que el precio es válido si las partes se limitan a convenir el procedimiento de determinación del precio. En este caso no es determinado pero sí
determinable. Por ello cabe concluir que el reemplazo en la definición de compraventa de la mención de que el precio debe ser "cierto", por la sola indicación de que debe ser en dinero, no es
reprochable. Además, tiene el mérito de incluir las compraventas entre empresas que, con frecuencia, deben diferir la fi-jación del precio para una etapa ulterior al de la celebración del
acuerdo.

Precio en dinero
El precio debe consistir en una suma de dinero, pagado o a pagarse. Así resulta de la definición, que alude a la obligación del comprador de pagar "un precio en dinero". Si lo que
se da como precio no es dinero sino otra cosa, el contrato será de permuta; si se realiza a cambio de un trabajo o se construye una obra, el contrato será atípico, o se configurará una
dación en pago, pero no se podrá afirmar que se trata de una compraventa.

Las compraventas manuales


Interpretando literalmente el artículo 1123 del Código se podría
que son aquellos
pensar que la definición es incompleta pues dejaría fuera de lo definido a las llamadas compraventas manuales o al contado,
negocios en que el comprador, al ofrecer comprar, entrega directamente el precio, manifestando así su voluntad, y el vendedor, al aceptarlo, entrega la cosa
vendida. Del mismo modo, si es el vendedor el que al ofrecer vender entrega la cosa y el comprador la recibe y paga el precio. Se podría afirmar que estas
operaciones no tienen cabida en la letra
un daré, mientras que
del artículo 1123, ya que en la definición allí contenida, tanto el ven-dedor como el comprador quedan obligados a en las manuales las partes no están
obligadas a dar, porque por hipótesis

ya dieron. Pero interpretando la ley según sus palabras y su finalidad, como lo ordena el artículo 2° del Código, se concluye: a) siendo el negocio manual un acto jurídico consensual, bilateral y declarativo
participa de los caracteres de la compraventa; y no deja de ser con sensual porque alguna de las partes, al manifestar su voluntad, haga entrega de la cosa o del precio; es bilateral, porque ambos
contratantes quedan obligados recíprocamente, aunque alguno de ellos —o ambos— haya cumplido en el instante mismo de celebrar el contrato; es decla-rativo, aunque el título y el modo se
fusionen, operándose simultánea-mente; b) no se trata de un contrato real, pues si bien las etapas de formación y ejecución de estos negocios se verifican simultáneamente, ninguna norma
autoriza a sostener que la entrega de la cosa —o el pago del precio— tiene el rango de elemento constitutivo del contrato.

El nombre del contrato y obligación de recibir


Con respecto al nombre, el código derogado lo llamó "compra y venta", el código de comercio, "compra-venta" y la mayoría de la doctrina lo denominaba "compraventa". El
Código establece que el contrato se llama "compraventa" porque se consideró que con ese nombre se alude a la íntegra operación económica de intercambio de cosa por dinero que
se quiere regular, dejando para otro uso las voces "venta" y "compra", en particular, la actividad de cada contratante considerada aisladamente.
Sobre la supresión de la definición de la obligación de recibir la cosa no es necesario reiterar las razones que ya fueron expuestas.

La compraventa involucra "derechos"


Otro innegable aporte de la definición es que permitirá demostrar. que el contrato de compraventa tiene por objeto "derechos", el de propiedad que allí
mismo se menciona y otros que están mencionados en el artículo 1124. En rigor de verdad, no es exacto afirmar que la compraventa versa sobre cosas,
pues lo que está en juego siempre que ella se celebra es un derecho; en consecuencia, lo que interesa saber es qué clase de derechos se pueden vender y
cuáles se transmiten por cesión.

El contrato no debe ser juzgado como


Art. 1127 Naturaleza del contrato. de compraventa, aunque las partes así lo estipulen, si para ser tal le falta algún requisito esencial.

Nominado como compraventa, nombre que se usa desde la anti-güedad para individualizarlo y distinguirlo de otros tipos, esta con-vención patrimonial es un
paradigma de los contratos típicos porque tiene un régimen jurídico propio, aplicable supletoriamente a la trans-misión de otros derechos. Para que una
compraventa sea realmente tal, ¿es suficiente que las partes le den ese nombre? No es suficiente. Para que sea calificado como compraventa, lo que interesa no es
el nombre, sino que en sus cláusulas se hayan pactado los requisitos esenciales propios del tipo (v. gr., cosa y precio).
La naturaleza del contrato no depende del rótulo que utilicen las partes, sino de que se respeten los requisitos del tipo.
Por ello, para celebrar una compraventa válida, las partes deben ponerse 1 de acuerdo sobre tres puntos principales9:

La naturaleza del acto que celebran. Cayo debe manifestar que quiere vender y Ticio aceptar esa oferta, porque quiere comprar. Si no hay acuerdo no habrá compraventa. Es necesario
distinguir el error sobre la naturaleza del acto del error de denominación; en el primer caso, si uno cree vender, por error, y el otro alquilar, el contrato será nulo; en el segundo, si uno
entiende vender y el otro comprar, pero denominan a ese contrato "donación", el acto será válido y producirá plenos efectos, no como donación sino como compraventa, pues el error
sobre la denominación no es esencial.

La cosa que constituye el objeto. Es necesario también que haya consenso sobre la cosa que se vende; así, si Cayo pretende vender el caballo Bucéfalo y Ticio entiende comprar el caballo
Orejón, no habrá compraventa, pues tal disenso causa la nulidad del acto.
El precio que se debe pagar
Habiendo acuerdo sobre los puntos esenciales indicados, prescin-diendo del nombre que utilicen las partes, el contrato será de com-praventa.

Significado de la reformar: Al comentar el artículo 1326 del código derogado que se refiere a este mismo asunto, la doctrina sostenía que esta norma contenía un principio general y que,
por ende, debió ser incluido entre los principios generales de los contratosI°. En rigor, es un principio general de los actos jurídicos, pues la naturaleza de un acto no depende del nombre que
le den las partes, sino de que se cumplan los requisitos que le son propios. Por ello, debe entenderse que se trata de una norma ge-neralizable, porque los contratos (o los actos) no son lo que
las partes dicen que son, sino que resulta de sus elementos constitutivos esen-ciales.

Se trata de un aspecto del proceso de calificación contractual, que se amalgama —en un ida y vuelta— con la tarea interpretativa del con-trato y que debe realizarse de acuerdo a la
naturaleza y finalidad de éste.

Art. 1124 Aplicación supletoria a otros contratos. Las normas de este Capítulo se aplican supletoriamente a los contratos por los cuales una parte se
obliga a:
transferir a la otra derechos reales de condominio, pro-piedad horizontal, superficie, usufructo o uso, o a cons-tituir los derechos reales de
condominio, superficie, usu-fructo, uso, habitación, conjuntos inmobiliarios o servi-dumbre, y dicha parte, a pagar un precio en dinero;
transferir la titularidad de títulos valores por un precio en dinero.
Este artículo complementa la definición de compraventa: La cues-tión puede quedar planteada en estos términos: si se cotejan las defi-niciones de compraventa (art.
1123) y de cesión (art. 1614) y se las interpreta literalmente, resultaría que por la primera se transferiría sólo el derecho de propiedad y que la cesión sería el modo apto
para trans-ferir otros derechos reales y los de crédito. Por ello, con el propósito de evitar esa equívoca interpretación, el Código establece en este texto qué derechos,
además del de propiedad, quedan sometidos a las reglas de la compraventa, lo que implica a ampliar su objeto.
decla-
En todos los casos, los contratos mencionados en el artículo 1124 regidos supletoriamente por las reglas de la compraventa son rativos, en el sentido de que se limitan a
crear la obligación de transferir el derecho de que se trate, tal como está dispuesto en su primer párrafo, cuando dispone que aquellas reglas se aplican a "...los contratos por los cuales
una parte se obliga a..."

Aplicación supletoria
Está claro que lo dispuesto en el artículo 1124 del Código no sig-nifica que los contratos allí mencionados sean, lisa y llanamente, com-praventas, pues sólo se ha
supletoria de sus
decidido la aplicación reglas a los supuestos allí comprendidos. Se está, en definitiva, ante una hipótesis de integración normativa que se toma
operativa cuando alguna cuestión vinculada a la transmisión de los derechos mencionados no está regulada por normas indis-ponibles o por las cláusulas que provienen
de la voluntad de las partes; ante ese eventual vacío o silencio contractual, cobran vigencia las reglas de la compraventa.

Este artículo 1124 permite determinar con suficiente precisión qué derechos son trans-misibles por compraventa y cuáles deben serlo por cesión. Ya no es tarea de la
doctrina determinar qué derechos se venden y cuáles se ceden, cuestión que había dado lugar a una fuerte polémica y a un debate abonado por las más dispares teorías e
interpretaciones. Con la inclusión de este artículo el legislador ha determinado que no sólo se vende la propiedad o dominio, sino también otros derechos reales, con
excepción de los derechos reales de garantía.

Cuando una de las partes se


Art. 1125 Compraventa y contrato de obra. compromete a entregar cosas por un precio, aunque éstas ha-yan de ser manufacturadas o producidas, se aplican las
reglas de la compraventa, a menos que de las circunstancias resulte
que la principal de las obligaciones consiste en suministrar mano de obra o prestar otros servicios. Si la parte que encarga la manufactura o producción de las cosas asume la
obligación de proporcionar una porción substancial de los materiales necesarios, se aplican las reglas del contrato de obra.
La compraventa (art. 1123) y el contrato de obra (art. 1251) cuando se presentan con sus rasgos típicos, sin ingredientes extraños, se dis-tinguen con claridad. Hay compraventa
cuando se intercambia la pro-piedad de cosas por un precio en dinero; hay contrato de obra cuando un empresario se obliga a realizar una obra, o prestar servicios, en favor de otra,
que se obliga a pagar el precio que se hubiese estipulado.
Ahora bien; cuando una de las partes se obliga a entregar, por un precio, cosas que debe manufacturar o producir, también se aplican las reglas de la compra-venta. Hasta aquí
parece claro, según se desprende de este artículo, que el hecho de que el obligado a entregar las cosas deba manufac-turarlas o producirlas, no cambia la naturaleza del contrato que es
de compraventa, salvo en dos supuestos previstos en la norma en los que se aplican las reglas del contrato de obra, a saber:
1°) Cuando de las circunstancias y de la naturaleza de la obligación de quien debe entregar la cosa manufacturada o producida por él, considerando el interés de quien debe pagar
el precio, resulte que lo esencial tenido en mira por éste es el valor de la mano de obra; por ejemplo, se contrata a un afamado escultor para que retrate en piedra un rostro, si lo
que más le interesa a quien lo contrató es el trabajo del artista, el contrato es de obra.
2°) Si la parte que se obliga a pagar el precio entrega al empresario una parte substancial de los materiales necesarios para la ma-nufactura o producción de la cosa, también se
aplican las reglas del contrato de obra.

Es necesario determinar cuál es la naturaleza del contrato por el que una parte se compromete a construir una cosa para entregarla a la otra parte en
tiempo futuro (después de construida) a cambio de un precio. Desde hace tiempo la doctrina ha señalado que el criterio para desen-trañar qué tipo de
contrato es, íadica en el interés de las partes: si a quien contrató la construcción le interesa el proceso de fabricación o construcción, habrá contrato de
obra; de lo contrario, si sólo le interesa recibir la cosa terminada, habrá compraventa'. Se considera que este criterio fue receptado por el Código.
En efecto, la hipótesis prevista en su primer párrafo hace referencia a la obligación de entregar cosas "...aunque éstas hayan de ser manu-facturadas o
producidas...", lo que supone que se trata de cosas futuras teniendo en cuenta que la fabricación insume necesariamente un cierto lapso, sometiendo
aquella obligación a las reglas de la compraventa. Pero si a quien paga el precio le interesa más la construcción en sí misma, lo que significa que se
interesa en el proceso de fabricación, hay obra.

Se considera que lo más significativo de este artículo es que con-tribuye a disipar la polémica a que dio lugar el artículo 1629 del código derogado, que al
disponer que se puede contratar la obra conviniendo "...en que el que la ejecute ponga sólo su trabajo o su industria, o que también provea la materia principal",
abrió un interesante debate. En efecto, con respecto a la primera hipótesis, el empresario se obliga sólo a poner su trabajo o industria, había acuerdo en que se
estaba ante un contrato de obra. Pero con relación al párrafo final, que alude al caso en que el empresario se obliga, además de su trabajo, a proveer la materia
principal, se sostuvieron tres interpretaciones: a) hay siempre un contrato de obra; b) hay siempre una compraventa; c) es un contrato mixto.
Frente a la letra del artículo 1125 del Código se puede prescindir de ese debate, porque resulta razonable interpretar a tenor del primer párrafo que, si el que se obliga a entregar
las cosas debe manufacturarlas o producirlas, lo que lleva implícito el aporte de los materiales nece-sarios como lo presume el artículo 1256, inciso c, se aplican las reglas de la
compraventa; es decir, la provisión de materiales es una obligación impuesta a quien se obligó a manufacturar o producir las cosas para entregarlas a la otra parte. Por último, si quien
encargó la obra se obliga a poner una parte substancial de los materiales a quien debe fabricarlas, la ley establece se apliquen las reglas del contrato de obra (art. 1125 in fine).

Art. 1126 Compraventa y permuta. Si el precio consiste parte en dinero y parte en otra cosa, el contrato es de permuta si es mayor el valor de la cosa y de compraventa en los demás
casos.
Si bien, como lo establece el artículo 1123, en la compraventa se concreta el intercambio de la propiedad, u otro derecho (art. 1124), por un precio en dinero, es frecuente que quien
parte en dinero
adquiere ese derecho no pague la totalidad del precio en dinero, sino que lo integre dando una y el resto entregando una cosa de valor igual o equivalente al faltante que el
vendedor acepta. Son operaciones mixtas. A ellas se refiere este artículo, brindando pautas claras de interpretación para de-terminar, en el caso concreto, cuándo hay compraventa y cuándo
permuta.
La compraventa y la permuta son contratos que, en principio, no se pueden con-fundir. Simplificando, en la compraventa se cambia el derecho sobre una
cosa por un precio; en cambio, en la permuta se intercambia una cosa por otra cosa. La confusión es prácticamente imposible cuando ambos
contratos se presentan "puros"; es decir, cuando cada uno res-ponde exactamente a su definición. Hay casos, sin embargo, en los que la
más cierta cantidad de
distinción se torna más complicada; así ocurre cuando el contrato implica el cambio de una cosa por otra cosa,
dinero, figura que suele denominarse permuta "con saldo". Así, si entrego un automóvil cuyo valor es de $ 500.000 y recibo a cambio otro
automóvil más una cantidad de dinero que, en conjunto, totalizan aquel precio, habrá quedado configurada una operación mixta.

Es necesario distinguir tres hipótesis, tomando en consideración la


prestación mixta:
El valor de la cosa es mayor que el representado por el dinero

Según resulta del artículo 1126, si el valor de la cosa que se recibe como parte del precio es mayor que el valor representado por el dinero, el contrato
será de permuta; en el ejemplo dado, si el automóvil que se recibe a cambio del que se entrega tiene un valor de $ 350.000 y el saldo que se paga en dinero
es de $ 150.000, se está ante un auténtica permuta con saldo en dinero. Se aplican las reglas de la
permuta.

El valor de la cosa es menor que el representado por el dinero

En esta segunda hipótesis, cuando el valor de la cosa que se recibe es menor que el representado por el dinero, siempre de acuerdo con la regla del artículo 1126, el contrato que se
celebra es una compraventa. En el ejemplo que se viene utilizando, así sería si el automóvil que se recibe vale $ 150.000, mientras que en efectivo se paga la cantidad de $ 350.000.
Se aplican las reglas de la compraventa.

Ambos valores "son equivalentes"


Cuando se examinó esta tercera hipótesis, según la letra del ar-tículo 1356 del código anterior inspirado en el Code, en la que la cosa y el dinero que se recibe, representan valores
iguales o equivalentes, la doctrina discutió si el contrato debía ser calificado como compraventa o como permuta. Según una primera opinión' siendo los valores equi-valentes, se
sostenía que no hay estrictamente ni venta ni permuta, sino un contrato innominado, que se compone de elementos de ambos contratos sin confundirse con ninguno de ellos. Otros
pensaron que en la hipótesis que se considera el contrato es de permuta', basándose en pretendidos argumentos que se creía encontrar en la nota puesta al artículo 1485 y en el texto
del artículo 1356, ambos del código derogado. Por último, una tercera opinión', que es la que mejor res-ponde a lo que establece el artículo 1126 del Código interpreta que en estos
casos el contrato es de compraventa, pues según este precepto el contrato es de permuta cuando el valor de la cosa es mayor y es de compraventa "en los demás casos".
En nuestro Derecho, esta interpretación es la que expuso y difundió López de Zavalía que al desentrañar el sentido del texto contenido en el artículo 1356 del código anterior (hay
permuta cuando el valor de la cosa es mayor y hay compraventa "en el caso contrario") afirmó que debía entenderse que se da el "caso contrario", siempre que el valor de la cosa no
sea mayor, lo que acontece tanto cuando es menor como cuando es igual8.
Aunque en el artículo 1126 del Código se remplazó la frase "en el caso contrario" por "en los demás casos" la interpretación de López de Zavalía no se altera.

Art. 1128 Obligación de vender. Nadie está obligado a vender, excep-to que se encuentre sometido a la necesidad jurídica de ha-
cerlo.

La letra de este artículo es clara: no es lícito forzar la voluntad de ninguna persona, mediante coerción, amenaza o por cualquier otro medio, para
obligarla a vender. Luce aquí el principio de libertad para contratar. Esta regla cede, en el caso concreto, si la persona se encuentra sometida a la necesidad
jurídica de vender; en tal caso, debe hacerlo, aun cuando no sea ése su deseo. Lo importante, en consecuencia, es verificar cuándo o bajo qué circunstancias
se ha de considerar que se está ante un supuesto de necesidad jurídica de vender.
Esta regla no es absoluta. La doctrina tuvo oportunidad de debatir en qué casos existe necesidad jurídica de vender al interpretar el artículo 1324 del código anterior que, en
cinco incisos, enumeraba otros tantos supuestos mencionados por la propia ley como "ventas forzosas"". El artículo 1128 del Código, con acierto, omitió reiterar la enumeración del
artículo 1324 del código anterior, y se abstuvo de calificar determinados actos como ventas forzadas, dejando esa tarea a la doctrina y la jurisprudencia, la que juzgará según las cir-
cunstancias de cada caso.

El heredero o legatario
Cuando el testador impone al heredero o legatario la obligación de vender una cosa determinada, si se dan ciertas condiciones y re-quisitos, el.heredero o legatario están en situación de
necesidad jurídica de vender. Esta imposición es, en realidad, un cargo o manda, y será vá-lida siempre que no afecte la porción legítima de los herederos forzosos. El heredero o legatario que
acepta la manda queda constreñido a res-petar la voluntad del causante y, por ende, debe vender. Hay necesidad jurídica de vender, porque si bien ella es la consecuencia necesaria de un
consentimiento anterior, ese consentimiento no se prestó entre las partes que celebran la venta, sino que le fue impuesta a una de ellas. Además, el testador puede, al imponer la manda,
establecer las condiciones de la venta que el sucesor deberá respetar.

El que prometió vender por contrato preliminar


¿Hay necesidad jurídica de vender cuando tal obligación viene im-puesta por una convención anterior? Se ha sostenido que tal obligación deriva de contiutos preliminares en cuya virtud
una de las partes "pro-mete" vender; si prometió vender, se dice, sería obvio que esté obligado a hacerlo. Sin embargo, es también admisible la opinión de duda de que en este caso haya
necesidad jurídica (venta forzada), pues debe suponerse que la promesa se ha formulado libre y espontáneamente; que la venta se concrete con posterioridad no cambia las cosas, pues
no es nada más que el cumplimiento de una obligación asumida en ejercicio del poder de la autonomía de la voluntad del obligado. Si a pesar de haber
prometido vender, el obligado rehúsa hacerlo, incurre en incumplimiento y podrá ser demandado.

Enajenación de bienes en estado de indivisión


Se estima que también hay necesidad de vender cuando la cosa fuese indivisible, perteneciese a varios individuos y alguno de ellos exigiese la
división, porque la regla en esta materia es que la cosa común debe partirse. Se considera que éste también es un supuesto típico de venta por necesidad
jurídica, ya sea que quien exige la par-
tición venda su alícuota a los otros condóminos, sea que todos ellos 1 vendan la Cosa común a un tercero.

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