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A partir del contexto de vulneración en que vive un número importante de NNSM en Chile, el CSF
ha diseñado una serie de estrategias de promoción y restitución de sus Derechos. Es así como
producto de un proceso de reflexión experimentado en el 2008, que fue desarrollado a partir de
una evaluación de impacto externa y un proceso de evaluación interno, en el 2009 el CSF genera
un conjunto de herramientas de fundamentación institucional, con ello, nuevas estrategias de
intervención en el campo social y el fortalecimiento de sus enfoques teóricos, tales como:
Enfoque de Derechos, Enfoque de Participación Protagónica, Enfoque Intercultural y Enfoque de
Género, que han permitido ampliar y enriquecer la propuesta interventiva.
Enfoque de Participación
Enfoque de Género
Protagónica
Estos cuatro enfoques teóricos son los lineamientos técnicos que estructuran las intervenciones
desarrolladas por el CSF. Antes de realizar una breve descripción de cada enfoque teórico,
presentaremos el posicionamiento que asume el CSF respecto a la categoría de Intervención
Social.
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Otra forma de comprender la intervención, es mediante una lectura crítica del orden social
vigente, tomando posición por un proceso de cambio que implique opciones éticas, políticas,
estratégicas y pedagógicas. Este proceso de cambio, involucra fundamentalmente la voluntad de
asumirse como sujetos de esa práctica, es decir, la aplicación creativa a los condicionamientos de
la burocracia, el disciplinamiento y el barbarismo técnico (Bonnefoy, 2006).
En este ámbito recurre a Freire (2001), que plantea la intervención como una práctica
transformadora donde quienes “intervienen” se definen como agentes de cambio social y no
como poseedores del saber, implicando también otra mirada sobre las personas involucradas con
respecto a su proceso de transformación. Bajo esta perspectiva se enfatiza el concepto de
liberación, concepción que “reconoce la libertad del otro, quien deja de ser un sujeto "sujetado"
para ocupar un lugar de igualdad, activo como actor social fundamental” (Montero, 2000, p.61).
En otras palabras, se reconoce los múltiples saberes individuales y colectivos como generador de
los procesos de cambio social.
Como señala Martin Baró (1986), la intervención debe apuntar hacia la "liberación”, entendida
como la emancipación de aquellos grupos sociales que sufren la opresión, de aquellas mayorías
populares1 marginados de los medios y modos de satisfacer sus necesidades básicas y
complementarias, de los modos de desarrollar sus potencialidades y, en definitiva de
autodeterminarse. Así también, para este autor es fundamental la concienciación, definida como
un proceso dialéctico en el que se entrelazan los ámbitos sociales y personales su decodificación,
así, hacer consciente la relación humano/humano y humano/naturaleza. Lo anterior, constituye
un nuevo saber acerca de la realidad circundante, gracias a lo cual se logra la recuperación de la
memoria histórica.
1
Según Baro, "populares” en el sentido demográfico – poblacional.
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En la visión de Paulo Freire, la comprensión de la realidad y del sujeto en esa realidad, implica
superar las relaciones de dominación de la sociedad con la conjugación dialéctica entre
subjetividad y objetividad, es decir, que no niegue al ser humano en su proceso de afirmación
personal y el despliegue de éste en el espacio político, ambos necesarios para realizar su vocación
de humanización (Bonnefoy, 2009).
En definitiva, tras los pasos de Freire (2001), el CSF asume un pensar crítico que implica los
siguientes principios y criterios:
3) Pensar desde opciones de transformación; la aprehensión crítica del mundo, más que
operación cognitiva es un desafío frente a la necesidad de transformar el mundo, que
requiere lucidez y rigor, pero también voluntad de hacerlo: “Si en realidad no estoy en el
mundo para adaptarme a él sino para transformarlo, no es posible cambiarlo sin un cierto
sueño o proyecto de mundo…” (Freire, 2001, p. 43). Este posicionamiento ético y político
de construcción, implica reconocer los condicionamientos y límites que impone la
realidad, pero también la posibilidad y capacidad para hacerlo – con otros – desde
sueños, utopías compartidas. Es decir, es fundamental reconocernos como sujetos de
poder, saber y voluntad para no caer ni en el determinismo fatalista, ni en el voluntarismo
ingenuo, como insiste Freire.
En este sentido, para una comprensión crítica de la realidad en el campo de la intervención con
NNSM, se tensiona y cuestiona el contexto social de “inclusión y el reduccionismo con que se
comprende un fenómeno complejo como éste. En este sentido, no es posible intervenir en este
ámbito sin reflexionar desde dos ámbitos, los fenómenos macro sociales que condicionan las
situaciones de vulneración de Derechos en un gran número de familias, y los micro espacios de la
vida cotidiana donde se reproducen las relaciones sociales de dominación y segregación.
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Desde esta perspectiva, el CSF comprende la intervención social como un proceso que permiten
operacionalizar visiones de la realidad y sus compromisos con la transformación social. Es así,
como la experiencia desarrollada en estos últimos años, ha ampliado y diversificado sus enfoques
teóricos de intervención, para conformar un conjunto de líneas programáticas pertinentes y
significativas para los NNSM, sus familias y comunidades.
Existen distintas perspectivas que permiten comprender el concepto de intervención social desde
miradas críticas. Sin embargo, es importante señalar que el CSF se propone la implementación de
intervenciones participativas y situadas, incluso en muchas ocasiones prefiere referirse al proceso
de intervención como un acto de involucramiento y acompañamiento.
Es importante destacar según Montenegro, que cualquier intervención se sustenta sobre cinco
ideas fundamentales:
3) Acción colectiva,
dirigidas, donde “los expertos deciden que hacer”; en cambio, se incorpora la participación de las
personas afectadas en la solución de sus propios problemas (Montenegro, 2001).
Con respecto a la intervención situada, la autora señala que ésta surge desde una mirada crítica2,
indicando que se cuestionan las formas de entender las situaciones problemáticas, el rol de los
agentes sociales para la transformación y las formas de entender el conocimiento.
“En una perspectiva situada para la intervención social aquello digno de transformación se
define en fijaciones (temporales y precarias) de significados a partir de las articulaciones
de diferentes posiciones de sujeto. Estas articulaciones emergen como antagónicas a otros
espacios sociales y adquieren su significado en contextos específicos. En este sentido, la
definición de aquello digno de transformación se da en las alianzas, negociaciones,
posiciones contrarias, etc. de diferentes agentes sociales tales como equipos de
intervención, personas afectadas, asociaciones con intereses en juego, instituciones, etc.
imbuidas en relaciones de poder, autoridad y legitimación” (Montenegro, 2001, p. 27).
Desde una perspectiva situada cobra gran relevancia la noción de “posición de sujeto” como
concepto que, por un lado, critica la idea de sujeto unitario y coherente y, por otro, trabaja con las
posiciones que se construyen a través de entramados articulados en contextos sociales. En esta
perspectiva, las posiciones de sujeto no sólo se referirán a la posición de interventor/a o
intervenido/a, sino que se referirá a múltiples posiciones que diferentes individuos o grupos
pueden ocupar en dichas articulaciones. A la vez, se define qué es digno de transformación; es
decir, se dan procesos en los que se fijan significados con relación a las propias posiciones y
también a los contenidos a tratar.
Por otro lado y en concordancia con lo anterior, Martínez Guzmán (2014), señala que el término
de intervención psicosocial se ha vuelto un lugar común, indicando que su uso extendido y
naturalizado escapa casi por completo a la problematización y revisión crítica. Por lo anterior, es
fundamental, mantener una actitud reflexiva permanente para no perder de vista el sentido de la
intervención y sus reales territorios de posibilidad para emprender proyectos de transformación
social.
Tal como se señaló en un comienzo, el concepto de intervención puede adquirir una enorme
cantidad de significados: su uso es extendido, heterogéneo y muchas veces ambiguo. Por ello,
Martínez Guzmán (2014) utiliza distintas metáforas para exponer distintas formas de comprender
la intervención.
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Surge de autores como Gergen (1994), Ibáñez (1996), Haraway (1991), Harding (1993), Laclau y Mouffe
(1985)
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Lo primero que señala es que usualmente la intervención es pensada como una estrategia o un
programa para la solución de problemas sociales y como una tarea cardinal de las distintas
disciplinas que actúan en la práctica social. En este sentido, se instala como una herramienta
práctica, por tanto, las teorías se aplican, pero no se generan nuevas. De este modo, este autor
tiende a “disimular la profunda dimensión teórica y política sobre la que se erige el campo de la
intervención, en la cual se producen y reproducen ciertas formas de conocimiento y acción social”
(Martínez Guzmán, 2014, p.6).
La intervención quirúrgica hace alusión a que aquello que se hace, es decir, procedimientos,
aplicación de conocimiento y protocolos, en el que se distinguen dos actores: interventor e
intervenido. Éste es un proceso controlado racionalmente por el interventor y requiere la posesión
de un saber experto que legitima dicho control sobre el intervenido. Para intervenir es necesaria la
identificación de un problema, anormalidad o desviación que requieren o demandan ser
intervenidos.
Los tres elementos que el autor utiliza para hacer la distinción entre intervención e
involucramiento son los siguientes:
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Por un lado, el involucramiento no sólo es el establecimiento del vínculo con unos actores “sino
que pasa por situarse en un entramado más amplio de relaciones, en cuestionarse la posición que
uno ocupa en el estado de cosas relativo al campo-tema y en los cambios que le acontecen”
(Martínez Guzmán, 2014, p.18). Es importante el planteamiento de este autor sobre la
participación del interventor, señalando que está envuelto en la red que lo constituye, es decir,
es un actor más.
En otras palabras, al autor, enfatiza en que los actores se relacionan desde las diferencias, donde
la red “no los homogeniza”. Dentro de este marco de comprensión, el profesional o educador se
sitúa en un campo-tema o en una situación-problema. Resulta interesante su manera de concebir
esta relación, él lo denomina como “entrar en un campo de influencia con respecto a algo o
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Martínez (2014), enfatiza que el control, la certidumbre y los protocolos no son referentes, al
contrario, cuando pensamos en la intervención como involucramiento estamos más bien en la
lógica de la autonomía creativa que puede surgir del propio proceso, de la acción colectiva, de
manera local, no aspirando a la validez universal (Haraway, 1995).
Se reconoce a los actores sociales como miembros competentes de una comunidad, participantes
en la realización práctica de los escenarios sociales que habitan, poseedores de un conjunto de
saberes cotidianos con los que activamente sostienen y transforman arreglos sociales.
Finalmente el autor señala que más que concienciar, formar, corregir o evaluar a una colectividad
o catalizar cambios, los equipos deben participar en la generación de alianzas y tensiones creativas
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que permitan articular distintas posiciones de sujeto, conocimientos, habilidades, deseos, en otras
palabras, involucrarse:
Involucrarse entonces significa acompañar a un otro u otra, entendiendo que “surge de pensar
que las personas con necesidades sociales pueden desarrollar al máximo su autonomía y sus
proyectos vitales, sin apartar a las personas de sus contextos de vida habituales” (Planella, 2008, p.
4). Es una estrategia que reemplaza otros acercamientos que descontextualizan a los sujetos de
sus propias historias de vida, perdiendo la comprensión de determinada problemática a la luz del
contexto histórico social particular y a la vez colectivo. Es descubrir a la persona en todas sus
dimensiones.
Para Planella, el término acompañamiento “es en realidad, un concepto paraguas que abarca
múltiples formas de entender y trabajar con personas desde el nexo de la proximidad a las
mismas.
En este sentido, para Planella existen algunas “formas de acercarse a la persona o de permitir que
precisamente dos personas compartan el camino” (2008, p.7):
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El objetivo básico del acompañamiento es ayudar a las personas a resolver algunos problemas
generados por situaciones de exclusión o dificultad y establecer con ellas una relación de escucha,
soporte, consejo y ayuda mutua. Como ya se ha señalado, implica un cambio de visión,
enfatizando en las capacidades de las personas y no en sus discapacidades o patologías, es
recorrer un camino tras un nuevo proyecto de vida.
A continuación desarrollaremos los cuatro enfoques teóricos que asume el CSF, con el propósito
de entregar los elementos centrales que permiten programar o planificar los distintos procesos de
intervención y acompañamiento social y educativo.
2. Enfoque de Derechos3.
El CSF se adscribe al EDD, el cual es un enfoque que contempla un sistema de postulados que a
nivel general impulsan, en todas las iniciativas que se inscriben en él, el reconocimiento de los
niños y niñas como sujetos de Derechos, teniendo como eje fundante la Convención de los
Derechos del Niño. El CSF se apoya en la propuesta teórica y metodológica que realiza Save The
Children, por lo tanto, la descripción de este enfoque se sustenta en su mayoría, en el trabajo que
ha desarrollado esta institución.
En este apartado realizaremos una síntesis de los principales conceptos teóricos en lo que se
enmarca este enfoque, tales como: i. Los Derechos en la Convención Internacional de Derechos de
los Niños y Niñas4, ii. Las tres “P” en la CIDN, iii. Los Garantes de Derechos, iv. Cuatro principios
generales de la CIDN. Por otra parte, resumiremos los procesos claves asociados a la intervención
con EDD: i. Pilares de programación, ii. Dimensiones de cambio.
Se concibe la CIDN y los Derechos contemplados en ella, como un marco político e histórico, que
recrea una infancia oponente a las clásicas posturas y actuaciones de supervisión tutelar, privativa
y moratoria de la humanidad y opinión edificante de los NNA que han dominado el escenario
mental y práctico de la sociedad adulta. Su propósito es generar una nueva cultura de infancia: un
patrón de relacionamiento democrático y humano entre adultos y los niños y niñas.
Es una clasificación útil para tener una visión general sobre los Derechos. La categorías son: a.
Provisión, son los Derechos de la supervivencia y el desarrollo pleno de niños y niñas; b.
Protección, son los Derechos que buscan resguardar a los niños y niñas de todas las formas de
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Señalaremos EDD como nomenclatura de Enfoque de Derechos.
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Denominaremos a la Convención Internacional de Derechos de los Niños y Niñas, como CIDN.
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La CIDN está integrada por los siguientes principios: a. Supervivencia y desarrollo, principio que va
más allá del derecho a la vida de las niñas y los niños, comprende el desarrollo físico, psicológico,
emocional, social y espiritual del niño o niña, y es el Estado el principal responsable de asegurar
este principio; b. No discriminación, se centra en la erradicación de la discriminación en tres áreas
principales: en contra de niñas y niños de manera individual, en contra de grupos específicos de
niñas y niños y en contra del grupo poblacional como un todo; c. Participación, se sustenta en los
Derechos de participación y el derecho a ser escuchados, donde las opiniones de los niños y niñas
sean tomadas en cuenta en la toma de decisiones en los asuntos que les afecten; d. Interés
superior del niño, contempla que cada vez que se tomen decisiones que afecten la vida de las
niñas y los niños, se debe considerar el impacto de ellas en sus vidas, y debe primar su interés,
antes que los intereses de otros.
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Son las distintas dimensiones sociales, culturales y políticas en la que se espera que se produzcan
cambios. Éstas se encuentran interrelacionadas y se refuerzan mutuamente, además, ayudan a
definir los indicadores para evaluar el impacto que los programas generen.
Las dimensiones de cambio son cinco: a. En el cumplimiento de los Derechos de niñas, niños y
adolescentes; b. En las políticas y prácticas que afectan los Derechos de los niños y adolescentes;
c. En la equidad y la no-discriminación de niños y adolescentes; d. En la participación de niños y
adolescentes y su ciudadanía activa; e. En las capacidades de la sociedad civil y de las comunidades
para apoyar los Derechos de los niños.
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Se refiere a Niños, Niñas y Jóvenes.
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Sin embargo, para objeto de la sistematización se opta por dos tipos de visiones asociadas a la
participación: la escala de participación efectiva de Roger Hart (1992), y la Participación como
Protagonismo Integral (EPPI).
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Esta propuesta propone la participación como un proceso gradual y como una vía para construir la
democracia como modo de vida y gobierno. Estos niveles de participación, dan cuenta de las
posibilidades de interacciones entre niños, niñas y adultos, y el grado de participación que van
teniendo los primeros en la toma de decisiones. Estos niveles son (Centro de Capacitación
Arguedianos): a. Manipulación, se subestima la capacidad de los niños, niñas y adolescentes a la
vez que los adultos los utilizan en actividades para influir en alguna causa, siendo los niños quienes
no comprenden las acciones que realizan; b. Decoración, son aquellas situaciones en las que los
niños, niñas y adolescentes desconocen las causas por las que los adultos los “utilizan” en
determinado evento, situación o circunstancia; c. Participación Simbólica, es una “pseudo
participación” porque aparentemente se les da a los niños, niñas y adolescentes la oportunidad de
poder expresarse, pero en realidad tienen poca o ninguna incidencia, sobre el tema o sobre el
estilo de comunicarlo, y poca oportunidad o ninguna de formular sus propias opiniones;
d. Asignados pero informados, los niños y niñas comprenden las intenciones del proyecto, saben
quién tomó las decisiones sobre su participación y porqué, además se ofrecen como voluntarios
para el proyecto después de que se les explique el proyecto claramente; e. Consultados e
informados: este peldaño hace referencia a qué determinado proyecto es diseñado y dirigido por
los adultos, pero los niños y niñas comprenden el proceso, y sus opiniones se toman en serio; f.
Iniciada por los adultos y las decisiones compartidas con los niños; g. Iniciada y dirigida por los
niños y niñas, es decir, permitir que niños, niñas y adolescentes puedan ejercer por sí mismos la
dirección y gestión de una actividad; i. Iniciada por los niños y decisiones compartidas con los
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Los primeros tres peldaños son definidos como no-participación, debido a que son los adultos los
que movilizan la participación de los niños y niñas para sus propios fines o intereses. Sin embargo,
los siguientes cinco peldaños, contemplan de manera ascendente la participación de los NNJ en el
proceso de decisión, hasta llegar a la autogestión.
Esta propuesta ha sido construida en base a la experiencia de los niños trabajadores –NATs-, de
Perú y el análisis de las situaciones de marginalidad que ellos viven. El enfoque teórico del
protagonismo integral propone una perspectiva ideológica, educativa y ético-política de la
promoción del protagonismo integral como práctica y estrategia metodológica. Parte de los
sentidos afirmados por esta organización, son parte de las propuestas sobre el tema que ha
impulsado Cussiánovich (2002), reafirmando que el protagonismo permite retomar la condición
de sujeto y actor del niño, su derecho a la opinión, a tener voz, y a participar en todo aquello que
le concierne. Algunos elementos que componen el concepto de participación desde este enfoque
son:
• la participación es un derecho,
• es un fin instrumental para la consecución de otros Derechos;
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Lo anterior aspira a la construcción de una visión alternativa de la infancia, tarea que para
Cussiánovich (2006), supone una deconstrucción de las representaciones dominantes del niño y
niña tomando como herramientas conceptuales los Derechos de los niños y niñas. Esta
reconstrucción supone un cambio a nivel de los sentidos, expectativas, sentimientos pero además
de las formas de ejercer una práctica profesional en al ámbito de la infancia.
e. Incidencia: Implica la visibilidad social positiva que mejora la relación de equidad entre
niño y adulto e influye en el imaginario social, a su vez, genera una mayor presencia e
inclusión de niños y adolescentes en las organizaciones e instituciones comunitarias, más
apoyo gubernamental hacia sus iniciativas, y una mayor incidencia en instancias de
decisiones políticas a nivel local, nacional e internacional, y el desarrollo de mecanismos
de participación.
f. El proceso protagónico: el empoderamiento de los niños y adolescentes dentro de la
organización es un factor imprescindible para la incidencia política, ya que permite que
desarrollen capacidades colectivas, identifiquen y analicen problemas específicos,
identifiquen a las personas con poder de decisión, construyan alianzas y diseñen
estrategias y acciones para un plan formal de incidencia.
Es necesario tener en cuenta que el protagonismo siempre evocará una afirmación del sujeto
como actor social, individuo, y persona en lucha permanente por transformar el orden establecido
cuando este implica negación del otro, sumisión a roles impuestos, escisión entre razón y sujeto,
entre sujeto y situaciones sociales, entre sujeto y relaciones de dominación, entre sujeto como
singularidad y como movimiento social, y entre su condición privada y pública.
El paradigma del protagonismo además de ser una propuesta conceptual de carácter político,
social, cultural y ético, plantea una propuesta pedagógica que problematiza los procesos de
socialización en los que se construye nuestra subjetividad. La “pedagogía la ternura” de
Cussianovich (2010), reconoce a todos los seres humanos como diferentes en características, pero
iguales en dignidad y en Derechos, por lo tanto, genera una pedagogía que critica a la
discriminación, y reconoce y valora la diversidad.
Como proceso social, la participación puede desglosarse en tres aspectos que le son constitutivos
y fundamentales. Estos son (Espinar, 2008):
Los proyectos que trabajan con infancia muchas veces mantienen grandes desafíos para
constituirse en espacios participativos. Si bien es cierto que hay consultas y diálogos con los niños
y niñas, muchas veces, se encuentran ausentes los mecanismos de trabajo compartidos con los
adultos para elaborar, ejecutar, monitorear y evaluar las propuestas; además, queda pendiente el
aprender a escuchar a la infancia, entregarle información amigable, tomar en cuenta lo que opinan
y hacerles participar de la toma de decisiones.
4. Enfoque de Interculturalidad.
Hasta muy avanzado el siglo XX, el paradigma de asimilacionismo fue una visión que rigió el
fenómeno migratorio, lo cual se traducía en la implementación de prácticas para modificar las
conductas de las minorías, y así adaptarlas a los valores y costumbres de la sociedad que arribaba.
Si bien, se ha cuestionado al asimilacionismo y han ganado espacio propuestas pluriculturales; este
modelo y sus supuestos permanecen instalados a nivel de políticas de los Estados y del imaginario
social en gran parte de las sociedades receptoras de flujos migratorios.
En base a ello, la interculturalidad se propone no sólo como un discurso, sino como una práctica
de personas y en barrios concretos, quienes buscarían mayores cuotas de igualdad y justicia social.
Además, desde esta perspectiva, la interculturalidad no está asociada a responsabilidades
políticas, ya que se afirma en la sociedad civil, sin circunscribirse a ninguna institución en
particular, sino estando presente en todo espacio o tiempo, y se fundamenta en el reconocimiento
de los seres humanos como iguales en esencia y diferentes en existencia.
En base a lo anterior, la interculturalidad se propone no sólo como discurso, sino como una
práctica de personas en búsqueda de mayores cuotas de igualdad y justicia social. Sin embargo,
no está asociada a responsabilidades políticas, está presente en todo espacio o tiempo y se
fundamenta en el reconocimiento de los seres humanos como iguales en esencia y diferentes en
existencia. En este sentido, la forma en que entendemos los conceptos que integran este enfoque
es clave.
La cultura es concebida como una noción no heredada, sino construida de manera subjetiva, y
resultado de múltiples procesos de interacción que conducen a lo que se denomina
tradicionalmente como identidad cultural o identificaciones culturales. En consecuencia, la
identidad se concibe como un proceso dinámico de construcción de sentido en relación a un rasgo
cultural o conjunto de rasgos culturales, al cual se le da prioridad por delante del resto de fuentes
de sentido (Castells, 1997).
De esta manera, se define a la identidad como un proceso generado en las interacciones sociales,
y no como un estado. Este acercamiento al otro, facilita el paso del conocimiento al
reconocimiento y a la comprensión, y a su vez, al cuestionamiento y fortalecimiento del propio
marco de identidad (Essomba, 2007).
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Esta comprensión de la interculturalidad, que está relacionada a una tradición más occidental,
apela a un proceso fundamentalmente de tipo relacional o interrelacional, que no problematiza
los condicionamientos históricos, políticos y sociales de las relaciones culturales, especialmente de
las causas del no-diálogo entre culturas. Para profundizar en ello, se apela a la necesidad de una
postura crítica, que define la necesidad fundamental de problematizar las condiciones en las que
se da y se debiera dar este diálogo.
permiten que los niños y niñas distingan los elementos que construyen las identidades
culturales y las condiciones que contribuyen a la “otredad”; asimismo, reconoce la
presencia de prejuicios, estereotipos, discriminación y racismo en la sociedad, y sus
distintos significados y manifestaciones. En complementación, identifica las distintas
maneras de relacionarse a pesar de las diferencias, y dispone de actitudes positivas frente
a las diferencias culturales, reconociendo cómo las diferencias enriquecen las relaciones
personales y todo lo social.
d. Conocimientos y prácticas de “otros”: Este criterio busca desarrollar, primero, un
conocimiento sobre otras culturas y regiones, permitiendo un reconocimiento de la
diversidad cultural y nacional, y el intercambio de conocimientos y prácticas específicas en
distintas comunidades, grupos y regiones, intentando romper estereotipos, percepciones
negativas y desinformación sobre lo no-conocido. Esta exploración permite ver las
semejanzas y las diferencias como también la presencia, muchas veces inconsciente, en lo
“propio” de conocimientos y prácticas de “otros”. Segundo, intenta introducir
conocimientos y prácticas de otros países vecinos y de distintas partes del mundo, siempre
con el objetivo de interrelacionar lo ajeno con lo propio. Tercero, busca desarrollar una
perspectiva crítica entre a quienes se educa y quienes educan, es decir, una capacidad de
analizar, interrogar y leer los contenidos subyacentes de los textos escolares,
considerando cuáles ópticas están presentes y cuáles no (en la historia, la geografía, por
ejemplo) y cómo estas ópticas enriquecen, limitan o niegan los conocimientos, saberes y
prácticas locales.
e. La problemática de conflictos culturales, racismo y relaciones culturales negativas: Esta
problemática implica desarrollar un entendimiento crítico sobre las sociedades: sus
relaciones, procesos, conflictos culturales internos, intra e intergrupales y sus causas;
como también, desarrollar maneras de analizar y tomar acción frente los conflictos
culturales y sociales. En este sentido, este criterio asume una perspectiva crítica sobre los
conflictos culturales de la sociedad, con atención principal al racismo, discriminación y
prejuicio, y asume actitudes de sensibilización y responsabilidad frente a actos y discursos
discriminatorios y racistas. A su vez, este principio indica la necesidad de fomentar
herramientas de análisis y negociación que pueden facilitar resoluciones constructivas de
los conflictos culturales.
f. Unidad y diversidad: La cultura es parcial y dinámica, efecto de las diversas interacciones
cotidianas. Es decir, existen huellas de otros significados e identidades culturales en los
significados e identidades propios, siendo éste el espacio intermedio entre culturas y
diferencias, no de asimilación o transculturación, sino de negociación, desafío y resistencia
el que ofrece una manera de relacionar la unidad y la diferencia. Este criterio entonces,
promueve una reflexión y entendimiento crítico sobre la relación de unidad y diferencia, la
deconstrucción y reconstrucción de conocimientos, valores, habilidades, actitudes
distintas y compartidas; la relación entre la problemática y posibilidad de construcciones
como comunidad, nación y ciudadanía, la creación de nuevas expresiones [inter]
culturales. Promueve los Derechos de cada individuo y cada colectividad que actúa
conforme a su propia libertad, a sus Derechos y los Derechos colectivos a la diferencia, etc.
Corporación “Colectivo Sin Fronteras”: Marco Conceptual de Trabajo. 25
5. Enfoque de Género.
La Convención Internacional por los Derechos del Niño en su artículo 28, hace referencia al
derecho a la igualdad y la no discriminación, entendiendo que cualquier actitud o comportamiento
discriminatorio afecta las libertades y posibilidades de desarrollo inclusivo. Desde esta perspectiva,
el CSF asume el enfoque de género como un marco fundamental dentro de las distintas
estrategias que desarrolla en concordancia con el enfoque de Derechos.
En diversos contextos, el Enfoque de Género se vincula directamente con las desigualdades que
afectan a las mujeres en nuestra sociedad. Sin embargo, se debe reconocer que el concepto de
género es relacional, es decir, que se construye en las relaciones que se establecen entre hombres
y mujeres. Lo femenino en una sociedad dada, se construye en base a un estrecho vínculo a lo
masculino y viceversa, por lo cual, tanto mujeres como hombres tendrán ciertos privilegios y
desventajas de género. Es decir, no sólo las mujeres viven inequidades derivadas del género, sino
que los hombres también las experimentan como producto de los mandatos y de la socialización
de género (Obach, Sadler & Aguayo, 2011).
En lo específico, al hablar de género hacemos alusión a la construcción cultural que hace una
sociedad a partir de las diferencias biológicas, en tanto, se adscriben cultural y socialmente a
aptitudes, roles sociales y actitudes diferenciadas para hombres y mujeres atribuidas en función
de su sexo biológico (SENDOTU, 2009). Por ello, resulta importante comprender los imaginarios
que se establecen en la relación sexo-género, es decir, cómo al ser hombre o mujer se generan
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Es así como los roles y los estereotipos de género son aprendidos e interiorizados a través de un
proceso de aprendizaje, por el cual las personas aprenden e incorporan valores y
comportamientos de la sociedad en la que nacen.
SENDOTU (2010) plantea que la interiorización de roles de género, es un proceso que comienza
antes del nacimiento, es decir, no se espera lo mismo de un niño que de una niña, ni
generalmente se tienen las mismas expectativas. Se prolonga durante toda la vida la reproducción
de roles que asumen las mujeres y hombres, llevándose a cabo a través de los principales agentes
de socialización: la familia, la escuela, medios de comunicación, el grupo de pares, el lenguaje, los
que reproducen constantemente los roles asignados a cada género.
En este marco de comprensión del Enfoque de Género, y para objeto de la sistematización de las
experiencias del CSF, describiremos, de acuerdo a lo planteado por Colin (2013), primero los
conceptos principales para un programa de intervención social con Enfoque de Género, y en
segundo lugar, el marco de principios de la metodología para transversalizar un Enfoque de
Género en la intervención con niñas y niños.
Uno de los primeros pasos, para abordar un programa desde el Enfoque de Género, Colin (2013)
nos plantea que debemos enfocarnos en cinco objetivos claves de esta perspectiva:
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En el informe anual del Instituto de Derechos Humanos IDH Chile del año 2010, en materia de
igualdad y no discriminación, se enfatiza que la igualdad que se exige hoy en Chile ya no es de
trato, por lo que debe apuntar a superar las situaciones de discriminación que afectan a
numerosos sectores de la población y a grupos o colectivos específicos de personas. Entre estos
grupos se encuentran los niños y niñas, sumado a su situación de migración. Propone que se
realicen acciones afirmativas y de protección especial para avanzar hacia dicha igualdad.
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5.2. Principios para una metodología con niños y niñas desde el Enfoque
de Género
De acuerdo a Colin (2013), el marco de principios está asociado a elementos que estructuran y que
están presenten durante toda la intervención y/o investigación, es decir, son los éticos, teóricos y
epistemológicos que determinan el carácter del proceso. Dentro de este marco de principios la
autora propone cuatro principios básicos, tales como: principio de Igualdad y no discriminación,
que la perspectiva de género y sus componentes se basan en la Igualdad y la No Discriminación, un
lenguaje incluyente, y principios epistemológicos para trabajar con niñas y niños.
El principio de Igualdad y no discriminación, se refiere a que estos dos elementos son claves en el
marco de los Derechos Humanos para la transversalización de la perspectiva de género, el cual
debe aplicarse durante todas las etapas que componen el ciclo de vida de las personas. Además,
asumen una relación entre estos dos elementos, en tanto la discriminación es en toda distinción,
exclusión o restricción basada en alguna característica física, biológica, cultural o étnica, cuyo
efecto sea impedir el ejercicio de sus Derechos; por lo tanto, mientras haya igualdad sobre los
Derechos humanos no habrá discriminación, ni directa ni indirecta.
Siguiendo con Colin (2013), la transversalización del género plantea diferentes niveles de
incidencia complementaria para tener un impacto integrado y no parcial, para ello, se debe
trabajar en el cambio estructural a través de la incidencia en la política pública y legislativa,
también, desarrollar un trabajo cultural y reeducativo, el cual debería ser generado en la
academia, en la sociedad civil organizada y en instancias gubernamentales.
Es importante considerar que el EG implica una transformación en distintos planos, y para ello, un
determinante clave es la creación de agentes de cambio social, que promuevan y actúen como
garantes de una mayor igualdad de género, para esto es fundamental que tanto el equipo
interventor como los niños, niñas, los jóvenes y sus familias se puedan constituir en agentes de
cambio y sujetos de derecho, en el marco de un cambio sociopolítico y cultural.
Asociado a éste, el principio del lenguaje incluyente, considera que los mecanismos de
conocimiento se dan a través del lenguaje en todas sus expresiones. Para construir una igualdad
de género es importante transformar el lenguaje en su tradición androcéntrica e incluir los aportes
Corporación “Colectivo Sin Fronteras”: Marco Conceptual de Trabajo. 29
de las mujeres. En tanto, el lenguaje es una poderosa herramienta de cambio que se debe utilizar
en las intervenciones que persiguen deconstruir estereotipos de género y fomentar la igualdad.
Y por último, el principio epistemológico para trabajar con niñas y niños, se refiere al
fortalecimiento de la participación infantil, para ello, se consideran los siguientes elementos para
transversalizar el enfoque de género en la intervención social:
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